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AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 6254/2018.

QUEJOSO: ********** O ********** O ********** O **********

VISTO BUENO

SR. MINISTRO

PONENTE: MINISTRO JORGE MARIO PARDO REBOLLEDO.

SECRETARIO: HÉCTOR VARGAS BECERRA.

Ciudad de México.[1] Acuerdo de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, correspondiente a la sesión del dos de

octubre de dos mil diecinueve.

V I S T O S, para resolver los autos relativos al Amparo Directo en Revisión 6254/2018, interpuesto contra la sentencia que dictó el Décimo

Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, en sesión de treinta de agosto de dos mil dieciocho, al resolver el Amparo Directo

**********; y,

R E S U L T A N D O:

P R I M E R O. ANTECEDENTES.[2]

1). El treinta y uno de agosto de dos mil trece, aproximadamente a las doce horas con quince minutos, **********, en compañía de su

esposa ********** y sus hijas, regresaban a su domicilio a bordo de un vehículo Dodge, azul, luego de cobrar en un Banco, un cheque por
**********, M.N.; momento en que un automóvil Malibú, blanco, le cerró el paso, y de la parte trasera de una motocicleta que se colocó al
costado de su coche, descendió quien posteriormente fue identificado como ********** o ********** o **********, y con el arma de fuego que

portaba, golpeó el parabrisas y les exigió que le entregaran el dinero; sin embargo, ********** avanzó unos metros con el vehículo.

El sujeto los alcanzó, y por una de sus ventanillas agredió físicamente a una de las menores, lo que provocó que ********** intentara

quitarse el cinturón de seguridad, momento en que ********** accionó el arma de fuego y lo impactó detrás de la oreja, privándolo de la vida;
y luego, los sujetos se alejaron del lugar.

2). Se ejerció acción penal sin detenido en contra de ********** y otro sujeto, como probables responsables de los delitos de Robo en grado
de tentativa calificado, en agravio de **********, y Homicidio calificado con ventaja, en perjuicio de **********.

3). Conoció del asunto el Juez Quincuagésimo Cuarto Penal del Distrito Federal, donde se registró como causa penal **********; y el
treinta de abril de dos mil catorce, libró en contra de los inculpados, la orden de aprehensión que se solicitó, misma que se cumplimentó el
trece de mayo siguiente.

El tres de julio de dos mil quince, se dictó sentencia de primera instancia, en la que se les consideró como penalmente responsables de los
delitos materia de la imputación, por los que se les impusieron, entre otras penas, ********** años, ********** meses de prisión.

4). Inconformes con la resolución, el Ministerio Público y los sentenciados, interpusieron recurso de apelación, del que conoció la Octava
Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, donde se registró como Toca Penal **********; y en sentencia de seis de

noviembre siguiente, se confirmó el fallo impugnado.

S E G U N D O. DEMANDA DE AMPARO. En contra de la resolución, el sentenciado **********, en escrito que se presentó ante la citada

Sala Penal , el veintisiete de abril de dos mil dieciocho,[3] promovió amparo directo, en el que señaló como derechos fundamentales

vulnerados, los establecidos en los artículos 1º, 14, 15, 16, 20, 21 y 133, de la Constitución Federal;[4] narró los antecedentes del acto

reclamado y expresó los conceptos de violación que estimó pertinentes.


Conoció del asunto el Décimo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, cuyo Presidente, en auto de once de mayo
siguiente, admitió a trámite la demanda, la registró como Amparo Directo **********, le reconoció el carácter de tercera interesada a la
[5]
ofendida, y le dio intervención al Ministerio Público de la Federación. Luego, en sesión de treinta de agosto posterior, dictó sentencia en la

que, por unanimidad de votos, le negó al quejoso el amparo que solicitó.

T E R C E R O. RECURSO DE REVISIÓN. Inconforme con la resolución, el quejoso, en escrito que se presentó ante el Tribunal Colegiado,
el diecinueve de septiembre siguiente, interpuso recurso de revisión;[6] el cual, en auto de Presidencia del día posterior, se ordenó remitirlo

a esta Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde se recibió el veintiséis de septiembre subsecuente.

El Ministro Presidente de este Alto Tribunal, en auto de primero de octubre del mismo año,[7] ordenó formar y registrar el recurso de revisión
con el número 6254/2018, y requirió al quejoso para que ratificara la firma que calzaba el escrito con el que se interpuso el medio de

impugnación.

Desahogado el requerimiento, en auto de Presidencia de la Suprema Corte, de treinta de octubre siguiente, se admitió a trámite el recurso,

se radicó en la Primera Sala por tratarse de un asunto que correspondía a su especialidad, y se turnó para su estudio al Ministro Jorge
Mario Pardo Rebolledo.[8]

La Ministra Presidenta de la Primera Sala, en auto de seis de diciembre de dos mil dieciocho,[9] ordenó avocarse al conocimiento del

recurso, y envió los autos a la Ponencia designada para la elaboración del proyecto de resolución.

C O N S I D E R A N D O:

P R I M E R O. COMPETENCIA. Esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es legalmente competente para conocer

del recurso de revisión, en términos de lo dispuesto por los artículos 107, fracción IX, de la Constitución Política de los Estados Unidos

Mexicanos; 81, fracción II, de la Ley de Amparo; y, 21, fracción III, inciso a), de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación; así

como en los Puntos Primero y Tercero del Acuerdo General 5/2013 del Pleno de este Alto Tribunal, publicado en el Diario Oficial de la
Federación, el veintiuno de mayo de dos mil trece, toda vez que el recurso se interpuso contra una sentencia pronunciada por un Tribunal

Colegiado en amparo directo, cuya resolución no requiere la intervención del Tribunal Pleno.

S E G U N D O. OPORTUNIDAD DEL RECURSO. El recurso de revisión se interpuso en tiempo y forma, ya que la sentencia recurrida se
notificó de forma personal al quejoso, el siete de septiembre de dos mil dieciocho;[10] por lo cual, surtió efectos el diez siguiente, de

conformidad con la fracción II, del artículo 31 de la Ley de Amparo.

Así, el plazo de diez días que establece el artículo 86 de la Ley de Amparo, transcurrió del once al veinticinco de septiembre de dos mil

dieciocho, sin contar el quince, dieciséis, veintidós y veintitrés del mismo mes, por haber sido inhábiles –sábados y domingos–, así como el
catorce de septiembre, conforme al artículo 19 de la Ley de Amparo.

Como de autos se desprende que el recurso de revisión se presentó el diecinueve de septiembre de dos mil dieciocho, ante la Oficina de

Correspondencia Común de los Tribunales Colegiados en Materia Penal del Primer Circuito, su interposición resultó oportuna.

T E R C E R O. LEGITIMACIÓN. ********** o ********** o ********** o **********, está legitimado para interponer el recurso de revisión, pues
en el juicio de amparo directo se le reconoció la calidad de quejoso, en términos de la fracción I, del artículo 5 de la Ley de Amparo; y por

tanto, la decisión adoptada en la sentencia recurrida, pudiera afectarle o perjudicarle de forma directa.

C U A R T O. CUESTIONES NECESARIAS PARA RESOLVER EL ASUNTO. Para su comprensión, se sintetizan los conceptos de
violación, las consideraciones de la sentencia recurrida y los agravios que expresó el recurrente:

I). CONCEPTOS DE VIOLACIÓN. En la demanda de amparo, el quejoso señaló con ese carácter:

La autoridad responsable, afirmó que conjuntamente con su cosentenciado, privaron de la vida al pasivo, en términos de la fracción II, del
artículo 22 del Código Penal de la Ciudad de México, que prevé la figura de la coautoría; ello, bajo el argumento de que se accionó el
arma de fuego con codominio funcional del hecho.
Sin embargo, el último párrafo, del artículo 487 del Código Nacional de Procedimientos Penales, prohíbe que se deduzca de esa manera la

plena responsabilidad penal de las personas; lo que era congruente con la fracción VIII, del apartado A, del artículo 20 constitucional, que

dispone que el juez sólo podrá condenar cuando tenga convicción de la culpabilidad de una persona.

Preceptos que imponían a los jueces la obligación de no condenar, si antes no establecían qué intervención tuvo el enjuiciado en los

hechos, así como su grado de participación; por lo que se prohibía la condena de prisión por “mera apariencia”.

No era posible establecer la convicción sobre la culpabilidad del quejoso, conforme a la fracción VIII, del apartado A, del artículo 20
constitucional, posterior a la reforma de junio de dos mil ocho, cuando de manera arbitraria se aceptó que la muerte del pasivo se debió al
disparo que todos los individuos hicieron en su contra.
La fracción II, del artículo 22 del Código Penal para la Ciudad de México, a través de una mera apariencia, imputa a todos los sujetos un
resultado prohibido; en el caso, privar de la vida al pasivo.
Se probó que el pasivo murió por un solo disparo de arma de fuego; así, la única detonación la realizó una persona, por lo que la
intervención de los demás sujetos presentes en los hechos, no podía tenerse por acreditada con el carácter de autores, sino como
partícipes.
Al existir confusión sobre la persona que efectuó el disparo, no se podía probar quién cometió el homicidio; lo que era trascendente, porque
el ilícito fue circunstancial, consecuencia del robo intentado, del que se acreditó que los activos pretendieron realizarlo con violencia,
mediante un arma de fuego. Sin embargo, la presencia del arma provocó un hecho imprevisible para los activos; ello, porque los pasivos se
resistieron al robo, y en el forcejeo, que no ocasionó el quejoso, se produjo fortuitamente el disparo que provocó la muerte; por tanto,
subsistía la obligación de establecer quién fue el que privó de la vida al pasivo. Sin embargo, no se hizo así.
Además, mediante la coautoría, se atribuyó a todos los activos, la muerte del pasivo, lo que era inadmisible por la prohibición contenida en

el último párrafo, del artículo 487 del Código Nacional de Procedimientos Penales.

Y si no se pudo probar quién disparó; entonces, era indudable que el quejoso fue condenado a prisión por mera apariencia.

La coautoría en el homicidio, se pretendió sustentar en la fracción II, del artículo 22 del Código Penal de la Ciudad de México, que toleraba
la ficción legal del codominio funcional del hecho; lo que resultaba inconstitucional, porque atribuía a conductas inocuas un contenido de
culpabilidad que no correspondía a los hechos esclarecidos, sino a la ficción legal de esa figura jurídica, a través de la cual, se extendía la
acción u omisión del hecho típico o el resultado, a una conducta inexistente, trasladando la culpabilidad de los otros autores al imputado.
El hecho de que la responsable no atribuyera a alguien en concreto el disparo del proyectil, era violatorio de la fracción VIII, del apartado A,

del artículo 20 constitucional, posterior a la reforma de junio de dos mil ocho, porque la atribuibilidad del resultado provenía, no de lo

esclarecido, sino de una ficción legal.

Ante la imposibilidad de atribuirle a alguien el resultado con pruebas, la responsable recurrió implícitamente al delito emergente, previsto en
el artículo 25 del Código Penal para el Distrito Federal, que era otra ficción legal para atribuir resultados prohibidos a conductas
inexistentes.
Sólo se tuvo como probada, la intención del delito de robo, por lo que no podía acreditarse el dolo directo en el delito de homicidio, sino que
se trataba de una comisión culposa.
Se estaba en presencia de la sola causación del resultado, lo que no era suficiente para fundar la responsabilidad penal , como lo prohibía
el último párrafo, del artículo 487 del Código Nacional de Procedimientos Penales.
La pena de prisión que se impuso al quejoso, no era proporcional como lo exigía el artículo 22 constitucional; lo que la hacía prohibida.
Ante la inexistencia del dolo directo, no era constitucional imputarle al quejoso el delito de homicidio calificado; y en caso de hacerlo, sólo
se trató de dolo simple, pues era inexistente la ventaja, ya que fue al momento de someter a los pasivos.
Eran inconstitucionales la fracción II, del artículo 22, y el artículo 25, ambos del Código Penal para el Distrito Federal, porque su diseño y
construcción, obedecía al arbitrario propósito de atribuir a los imputados, conductas y resultados inexistentes. Y ante la ausencia de medios
probatorios, permitían a los juzgadores valerse de las ficciones legales en ellos contenidas, para condenar.
La figura del codominio funcional del hecho, permitía establecer coautorías donde no existían; lo que era extender conductas y resultados a
quienes no los realizaron, es decir, permitía crear autores donde no los había, a partir de una ficción legal, lo que violaba la fracción VIII, del
apartado A, del artículo 20 constitucional, posterior a la reforma de junio de dos mil ocho, porque no atendía al principio de culpabilidad.
El artículo 25 del Código Penal para el Distrito Federal, toleraba que se atribuyeran delitos no realizados, bajo la figura de lo circunstancial,
en su forma de comisión con dolo directo, valiéndose de la ficción legal que contenía; es decir, trasladaba la intención del dolo directo del
delito previo, al delito no planeado, y ello arbitrariamente lo decidía la ley penal y no los hechos probados.
Se condenó al quejoso con medios de prueba que contravenían la fracción IX, apartado A, del artículo 20 constitucional, porque se trataba
de actuaciones llevadas a cabo durante la investigación por el Ministerio Público y la policía, pues se incorporaron fotografías de su
persona que se obtuvieron de un ingreso previo; lo que era ilegal, así como su muestra a los testigos para su identificación, pues se hizo de
manera aislada, lo que implicaba que hubo manipulación e inducción en el reconocimiento.
Además, todas las actuaciones del Ministerio Público y la policía, fueron inconstitucionales, porque se realizaron sin la presencia del
defensor del quejoso.
II). CONSIDERACIONES DEL TRIBUNAL COLEGIADO. Los conceptos de violación se calificaron de infundados e inoperantes, así como

fundados pero insuficientes; ello, conforme a los siguientes argumentos:

I). Se determinó que era constitucional la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, porque no contravenía lo

previsto en la fracción VIII, del apartado A, del artículo 20 constitucional, pues al establecer que el sujeto activo intervino en la comisión del

delito a título de coautor, no significaba que existiera incertidumbre sobre la participación que tuvo en la ejecución del hecho típico, ya que
ese era precisamente su grado de participación, al estar acreditado que su actuar lo llevó a cabo con otros sujetos activos, con codominio

funcional del hecho; por tanto, al quedar de manifiesto la coautoría del quejoso en el evento, su culpabilidad estaba plenamente

comprobada. Por tanto, no existió infracción al principio de culpabilidad, previsto en la fracción VIII, del apartado A, del artículo 20

constitucional.

Se destacó que en la estructura de la coautoría, concurrían los siguientes elementos: (1) mediante un plan común acordado antes o

durante la perpetración del suceso, concurrían a la ejecución del hecho punible varias personas (unidad de propósito delictivo); (2) división
de las acciones delictivas o reparto de funciones; y (3) dominio funcional del hecho en la etapa de su realización, y por tanto, serían

responsables en igualdad de condiciones. Así, la doctrina había llamado a esa intervención compartida como codominio funcional del
hecho, y por tanto, podía atribuirse el carácter de coautor a quien tenía la posibilidad concreta y material de decidir conscientemente sobre

la continuación, ejecución o interrupción del cauce delictivo, con independencia de que fueran uno o varios los sujetos que se ubicaban en

esa circunstancia de disponibilidad fáctica del curso causal del suceso.

Se explicó que la figura de la coautoría, se actualizaba cuando varias personas en consenso, mediante un plan común acordado antes o
durante la perpetración del suceso, y en codominio funcional del hecho punible, se dividían las acciones para lograr su ejecución. Por tanto,

todos los sujetos que intervenían eran responsables en igualdad de condiciones respecto del hecho típico ejecutado, porque se

evidenciaba una aportación segmentada, adecuada y esencial de cada uno de ellos, tendente a la consumación del suceso delictivo

conjuntamente atribuido.

Además, no sólo se refería a una ejecución compartida de acciones en un sentido meramente formal o material –simples porciones o

segmentos de un hecho típico–, sino que abarcaba igualmente al proceso cognoscitivo en el que varios agentes, de manera consciente y

voluntaria, se repartían entre sí el dominio del hecho delictivo durante la realización del mismo.

Por tanto, no era dable imputar, exclusivamente a cada uno de los inculpados, la aportación parcial que realizó, sino que por el dolo
encaminado a la consecución total del resultado, cada coautor debía responder del delito considerado en forma unitaria; esto es, como un

solo resultado producto de la suma de conductas múltiples, precedidas de un acuerdo conjunto.

II). Se calificó de inoperante el concepto de violación relativo a la inconstitucionalidad del artículo 25 del Código Penal para el Distrito

Federal, bajo el argumento de que el quejoso no aportó elementos ni parámetros para realizar un estudio de constitucionalidad de la

norma, sino que se limitó a referir que era inconstitucional, porque bajo la figura de lo circunstancial, trasladaba la intensión o dolo directo

de un delito previo, al delito no planeado; sin que expresara argumentos lógico-jurídicos, tendentes a precisar y demostrar la

inconstitucionalidad que alegó, por lo que no existía materia sobre la cual pronunciarse; máxime que el numeral ni siquiera se citó como
fundamento de la sentencia reclamada. Se invocó la jurisprudencia de esta Primera Sala, de rubro: “REVISIÓN EN AMPARO DIRECTO.

SON INOPERANTES LOS AGRAVIOS DIRIGIDOS A IMPUGNAR LA CONSTITUCIONALIDAD DE ALGÚN PRECEPTO DE LA LEY DE

AMPARO, SI EL RECURRENTE SE LIMITA A REFERIR QUE ES INCONSTITUCIONAL, SIN EXPRESAR ARGUMENTOS LÓGICO

JURÍDICOS TENDENTES A DEMOSTRARLO”.

III). No se violó el artículo 1º constitucional, porque de las constancias del proceso penal instaurado en contra el quejoso, se advirtió que

se respetaron los derechos humanos y prerrogativas reconocidas por la ley suprema y los instrumentos internacionales de que el Estado
mexicano forma parte, entre ellos, la Convención Americana sobre los Derechos Humanos, particularmente, lo dispuesto en el artículo 8º,

incisos 1), 2), 4) y 9), relativos a los principios de legalidad y retroactividad; incluso, siempre se favoreció la protección más amplia del

quejoso. Así, la autoridad responsable dio al sentenciado trato idéntico a todas las personas que intervinieron en el proceso, ubicadas en

las mismas circunstancias, y valoró bajo el mismo estándar los medios de convicción ofrecidos por las partes; se invocó en apoyo la

jurisprudencia de esta Primera Sala, de rubro: “PRINCIPIO DE IGUALDAD EN EL PROCESO PENAL . SU ALCANCE”.

IV). Se calificó de fundado pero insuficiente, el argumento relativo a la violación de las formalidades del procedimiento, porque durante la

averiguación previa, se vulneró el derecho de defensa adecuada del quejoso, previsto en el artículo 20, apartado A, fracción IX,

constitucional (en su texto anterior a la reforma de dieciocho de junio de dos mil ocho), pues de las constancias de autos se advirtió que la

testigo **********, al declarar ante la Representación Social, lo reconoció a través de la impresión de una fotografía a color; por lo que se

excluyó del material probatorio, únicamente la parte en la que se hizo ese reconocimiento.

Ello, bajo el argumento de que la Primera Sala de la Suprema Corte, había determinado que los reconocimientos en los que se mostraban

fotografías de los inculpados, de manera aislada, eran inconstitucionales y violatorios del derecho a una defensa adecuada, porque

inducían a los testigos, en el caso, a **********, para señalar a la persona cuya fotografía se le mostraba; por tanto, se consideró ilegal dicho

testimonio, pero sin que la ilicitud afectara el resto de sus versiones. Consideraciones que derivaron de la tesis de rubro:

“IDENTIFICACIÓN DE PERSONAS POSIBLEMENTE INVOLUCRADAS EN HECHOS DELICTIVOS. REQUISITOS PARA QUE LA

EXHIBICIÓN DE SUS FOTOGRAFÍAS SE ESTIME CONSTITUCIONAL, INCLUSIVE EN LOS CASOS DE TESTIGOS PROTEGIDOS”.

V). No se vulneraron los derechos fundamentales consagrados en el párrafo segundo, del artículo 14 constitucional, porque se ejerció

acción penal sin detenido en contra del quejoso, respecto de los delitos de Robo calificado en grado de tentativa y Homicidio calificado, y

se solicitó que se librara orden de aprehensión en su contra; mandato que decretó el juez instructor, el treinta de abril de dos mil catorce, y

se cumplimentó el trece de mayo siguiente.

De ahí que se calificó de inoperante el argumento relativo a que eran inconstitucionales las diligencias que llevaron a cabo los policías y el

Ministerio Público, sin la presencia de su defensor; porque en la detención, no se llevó a cabo alguna entrevista por parte de los elementos

que se designaron para el cumplimiento de la orden de aprehensión; y tampoco participó en alguna diligencia ante el Ministerio Público.
VI). Se respetaron las formalidades esenciales del procedimiento; la ley penal se aplicó exactamente al caso concreto; y el acto reclamado

estaba debidamente fundado y motivado.

VII). No se transgredió el artículo 21 constitucional, porque la pena que se impuso al quejoso, fue con motivo de la pretensión punitiva del

Ministerio Público, y por resultar penalmente responsable de los delitos que se le imputaron.

VIII). No se contravino lo dispuesto en el artículo 22 constitucional, porque las penas que se impusieron al quejoso, no estaban prohibidas;

lo que proscribía ese precepto, en primer término, eran las penas inusitadas y trascendentes, y en el caso, ello no se actualizó, pues la

sanción privativa de libertad impuesta, no tenía esas características, además de que era proporcional con la gravedad de los delitos

sancionados y la afectación a los bienes jurídicos tutelados.

IX). No se transgredió el principio non bis in ídem, porque no se advirtió que el quejoso hubiera sido juzgado con anterioridad por los

mismos hechos materia de la sentencia reclamada.

X). No se vulneró el artículo 133 constitucional, pues si bien la autoridad responsable no aplicó un control difuso de la Constitución; no se

advirtió contradicción entre ésta o tratados internacionales con las normas internas que le fueron aplicadas al quejoso, es decir, el Código
Penal y el Código de Procedimientos Penales, ambos para el Distrito Federal. Afirmación que se apoyó con la jurisprudencia de la

Segunda Sala de la Suprema Corte, de título: “DERECHOS HUMANOS. SU ESTUDIO A PARTIR DE LA REFORMA AL ARTÍCULO 1o.

CONSTITUCIONAL, PUBLICADA EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN EL 10 DE JUNIO DE 2011, NO IMPLICA

NECESARIAMENTE QUE SE ACUDA A LOS PREVISTOS EN INSTRUMENTOS INTERNACIONALES, SI RESULTA SUFICIENTE LA

PREVISIÓN QUE CONTENGA LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS.”

XI). El acto reclamado se ajustó a los principios de legalidad y reguladores de la valoración de las pruebas; los medios de convicción,

enlazados de manera lógica y jurídica, conformaban la prueba circunstancial, de eficacia plena para generar el juicio de reproche contra el

quejoso, toda vez que eran aptos y suficientes para comprobar los delitos de robo calificado en grado de tentativa y homicidio calificado,
así como la responsabilidad penal del quejoso en su comisión, pues a través de los mismos, se estableció que actuó de forma dolosa y

con la calidad de coautor, conforme a los artículos 18, párrafos primero y segundo, y 22, fracción II, ambos del Código Penal para el

Distrito Federal; y para acreditar que existió codominio del hecho, se describió la resolución que tuvo cada uno de los participantes en los

ilícitos.

Se refirió que el autor de un delito, no sólo era quien realizaba materialmente la conducta típica, sino todo aquel que poseía bajo su control

directo la decisión total de llegar al resultado, es decir, quien tenía a su alcance la posibilidad de materializar el hecho delictivo o dirigir el
proceso causal del acontecimiento criminal, contemplado en forma unitaria; esto es, comprendido el tipo básico y sus modalidades.

Así, en aquellos casos en que el autor compartía el actuar delictivo con otros sujetos, mediante la distribución y división del trabajo ilícito,

se configuraba la participación conjunta de todos ellos, que constituía la coautoría. Figura jurídica en la que, a pesar de la división de

funciones, los autores concurrentes se encontraban en el mismo plano de participación, o bien, uno tenía el dominio directo, pues era quien

realizaba la etapa ejecutora del evento criminal, y aun así, los demás partícipes coadyuvaban a la producción del resultado típico, por lo

que éstos se constituían como coautores, por la división del trabajo colectivo mediante un plan común preconcebido, ya que su

concurrencia en la ejecución del hecho punible, importaba la realización conjunta del delito por varios sujetos con codominio funcional del
hecho.

Así, en aquellos casos en que se actualizaba esa forma de participación, no era dable imputar exclusivamente a cada uno de los

inculpados la aportación parcial que realizó; sino que por el dolo encaminado a la consecución total del resultado, cada copartícipe debía

responder del delito, considerado en forma unitaria, como un solo resultado de la suma de conductas múltiples, precedidas de un designio

criminal y de un acuerdo conjunto llamado “pacto criminoso”.

De esa manera, al quejoso le resultaba el carácter de coautor material del delito de Robo calificado, pues las pruebas de cargo eran

suficientes para acreditar que, conjuntamente con su cosentenciado, y por lo menos otro sujeto prófugo, llevaron a cabo el despliegue de

las acciones ilícitas, teniendo en sus manos el curso causal del hecho; es decir, el sí y el cómo del evento, por lo que podían modificarlo o

suspenderlo, ya que de las pruebas allegadas a la causa penal , se desprendía que realizó una aportación segmentada, adecuada y

esencial al hecho punible, suficiente para ser considerada y penada como coautoría.

XII). Se estableció que el quejoso perpetró los ilícitos de robo y homicidio, como coautor con al menos dos sujetos más, pues fue quien

accionó materialmente el arma de fuego contra la víctima; por tanto, su participación fue como coautor en los antijurídicos que se le

atribuyeron.
XIII). Se calificó de inoperante el argumento relativo a que el artículo 487 del Código Nacional de Procedimientos Penales, prohibía que se

dedujera la responsabilidad penal por “mera apariencia”; ello, porque el asunto no se siguió bajo las reglas establecidas para el sistema
penal acusatorio, sino conforme al sistema penal tradicional.

XIV). Se respetó al quejoso el derecho fundamental de presunción de inocencia, pues las pruebas aportadas eran eficaces para

desvirtuarlo, ya que se comprobó su responsabilidad penal en la comisión de los delitos imputados.

III). AGRAVIOS. El recurrente expresó con ese carácter, los siguientes argumentos:

Estimó inconstitucional la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, porque conforme al primer párrafo, del
artículo 22 constitucional, estaban prohibidas las penas de prisión cuando no guardaban proporcionalidad entre el hecho delictivo y el bien
jurídico afectado.
El disparo mortal se dio en un escenario imprevisible, pues sucedió de manera fortuita; lo único que se probó, era el inicio del evento hasta
el homicidio, pues los activos actuaron bajo un solo propósito delictivo: ejercer violencia para vencer la resistencia de las víctimas al robo,
sin que existieran pruebas de algo distinto.
Sin embargo, la aplicación de la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, permitió a la responsable establecer

una coautoría inexistente, sobre la base de la doctrina del codominio funcional del hecho.

El citado numeral, autorizaba a los órganos jurisdiccionales a negar los derechos humanos previstos en el apartado A, del artículo 20, y el
primer párrafo, del artículo 22, ambos de la Constitución Federal, así como el artículo 487 del Código Nacional de Procedimientos Penales;
ello, porque el principio de culpabilidad reconocido en la fracción VIII, del primero de los numerales invocados, era el derecho público
subjetivo a sólo ser condenado por lo que se hizo; lo que permitía al juez, atribuir unitariamente el delito, y no solo por su aporte parcial en
su comisión. Por tanto, el artículo impugnado trastocaba dicho principio.
El Tribunal Colegiado, erróneamente sostuvo que el quejoso era coautor, porque junto con otros, tenían el propósito de desapoderar a los
pasivos de su dinero y vehículo.
Del relato de la causación de un resultado a partir de la sola intención de robar, no se podía acreditar la responsabilidad penal del quejoso.
Cualquier otra suposición sobre la previsión de distinto delito a partir del uso del arma de fuego para robar, era inconducente y violatoria del
principio de culpabilidad.
El artículo impugnado era inconstitucional, porque la coautoría se pretendía sustentar en el llamado codominio funcional de hecho; lo que
era inadmisible.
Únicamente se probó la intención de robar con violencia, entendida como la sola amenaza de causar un mal grave; por tanto, no podía
recalificarse como ventaja para suponer arbitrariamente un homicidio calificado. Lo que la responsable determinó así, al aplicar
inconstitucionalmente la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, porque le bastó establecer que de la
persistencia del propósito de desapoderar con arma de fuego, derivaba la intención de privar de la vida.
El activo limitó su actuar a no querer privar de la vida; pues de no ser así, se debía tener la intención de matar desde que portó el arma de
fuego.
Q U I N T O. PROCEDENCIA. Debe analizarse si es o no procedente el recurso de revisión, y si se acreditan los requisitos de importancia

y trascendencia a que hace alusión el artículo 107, fracción IX, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como los

Puntos Primero y Segundo del Acuerdo General Plenario 9/2015, publicado en el Diario Oficial de la Federación, el doce de junio de dos mil

quince.

Así, la fracción IX, del artículo 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establece:

“Las controversias de que habla el artículo 103 de esta Constitución, con excepción de aquellas en materia electoral, se sujetarán a los

procedimientos que determine la ley reglamentaria, de acuerdo con las bases siguientes:

[…]

IX. En materia de amparo directo procede el recurso de revisión en contra de las sentencias que resuelvan sobre la constitucionalidad de

normas generales, establezcan la interpretación directa de un precepto de esta Constitución u omitan decidir sobre tales cuestiones cuando

hubieren sido planteadas, siempre que fijen un criterio de importancia y trascendencia, según lo disponga la Suprema Corte de Justicia de

la Nación, en cumplimiento de los acuerdos generales del Pleno. La materia del recurso se limitará a la decisión de las cuestiones

propiamente constitucionales, sin poder comprender otras; […]”.

Conforme a la exposición de motivos de la reforma constitucional a dicho numeral, publicada en el Diario Oficial de la Federación el once

de junio de mil novecientos noventa y nueve, se advierte que las facultades discrecionales otorgadas a la Suprema Corte de Justicia de la

Nación para resolver sobre la procedencia del recurso de revisión interpuesto contra sentencias dictadas por los Tribunales Colegiados de

Circuito, tienen por objeto que este Alto Tribunal deje de conocer de aquellos asuntos en los que no deba entrar al fondo para fijar un

criterio de importancia y trascendencia; por lo cual, el precepto legal pretende fortalecer el carácter de máximo órgano jurisdiccional de la

Suprema Corte de Justicia de la Nación, en congruencia con el carácter uni-instancial del amparo directo, a fin de que sólo por excepción,

pueda ser tramitada y resuelta la segunda instancia, pero acotada sólo a aquellos casos que resulte imprescindible la intervención de este

Alto Tribunal.
En otras palabras, tratándose de juicios de amparo directo, por regla general, no procede el recurso de revisión y sólo por excepción será

procedente.

Con base en lo anterior, el Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió el Acuerdo 9/2015, publicado en el Diario

Oficial de la Federación el doce de junio de dos mil quince, cuyo punto Primero establece que el recurso de revisión contra las sentencias

que en materia de amparo directo pronuncien los Tribunales Colegiados de Circuito es procedente, en términos de lo previsto en los

artículos 107, fracción IX, constitucional, y 81, fracción II, de la Ley de Amparo, si se reúnen los supuestos siguientes:

“a) Si en ellas se decide sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una norma general, o se establece la interpretación directa de
un precepto constitucional o de los derechos humanos establecidos en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea

parte, o bien si en dichas sentencias se omite el estudio de las cuestiones antes mencionadas, cuando se hubieren planteado en la

demanda de amparo, y

B) Si el problema de constitucionalidad referido en el inciso anterior entraña la fijación de un criterio de importancia y trascendencia.”

Luego, en ningún otro caso procederá el recurso de revisión en contra de una sentencia dictada por un Tribunal Colegiado de Circuito en

amparo directo.

En lo relativo a los requisitos de “importancia y trascendencia”, el punto Segundo del citado Acuerdo Plenario, señala:

“SEGUNDO. Se entenderá que la resolución de un amparo directo en revisión permite fijar un criterio de importancia y trascendencia,

cuando habiéndose surtido los requisitos del inciso a) del Punto inmediato anterior, se advierta que aquélla dará lugar a un

pronunciamiento novedoso o de relevancia para el orden jurídico nacional.

También se considerará que la resolución de un amparo directo en revisión permite fijar un criterio de importancia y trascendencia, cuando

lo decidido en la sentencia recurrida pueda implicar el desconocimiento de un criterio sostenido por la Suprema Corte de Justicia de la

Nación relacionado con alguna cuestión propiamente constitucional, por haberse resuelto en contra de dicho criterio o se hubiere omitido

su aplicación.”

En ese orden de ideas, se surte la procedencia del recurso de revisión, al observarse de la reseña que se hizo del asunto, que en la
demanda de amparo, en la resolución recurrida, y en los agravios expresados, existen planteamientos, argumentos y consideraciones con

relación a la constitucionalidad de la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, que prevé la figura jurídica de la

coautoría.

Además, el asunto reúne los requisitos de importancia y trascendencia, ya que permitirá a esta Primera Sala de la Suprema Corte de

Justicia de la Nación, pronunciarse con relación al numeral de referencia y constatar si vulnera o no el principio de culpabilidad, que es un

tema que no ha sido explorado por este Alto Tribunal; y sobre la base, de la doctrina que se desarrolle, verificar si fue correcto o no el

pronunciamiento del Tribunal Colegiado respecto de la constitucionalidad de dicho numeral.

No se soslaya que en la demanda de amparo, en la resolución recurrida y en los agravios expresados, también existen planteamientos,

argumentos y consideraciones con relación a la constitucionalidad del artículo 25 del Código Penal para el Distrito Federal; la violación al

principio de igualdad, consagrado en el artículo 1º constitucional; así como la vulneración al derecho de defensa adecuada, en su vertiente

de asistencia técnica durante la averiguación previa, porque el reconocimiento del quejoso, por parte de una testigo, se hizo a través de

una fotografía que se le mostró de manera aislada, y porque el quejoso, durante las actuaciones llevadas a cabo ante los policías y el

Ministerio Público, careció de asistencia de un profesional en derecho. Sin soslayar que el Tribunal Colegiado introdujo, motu proprio, el

tema relativo al principio de presunción de inocencia.

Sin embargo, ninguno de esos temas es materia del recurso extraordinario de la revisión.

En efecto:

I. El quejoso, en su demanda de amparo, tildó de inconstitucional el artículo 25 del Código Penal para el Distrito Federal, por estimar que

bajo la figura de lo “circunstancial”, trasladaba la intención o dolo directo de un delito previo, al delito no planeado.

Al respecto, el Tribunal Colegiado, calificó de inoperante la propuesta, bajo la idea de que el quejoso no expresó argumento alguno para

evidenciar la inconstitucionalidad del precepto, aunado al hecho de que no le fue aplicado en el acto reclamado; por tanto, no se justificaba

su estudio.
En ese orden de ideas, si en la resolución recurrida se verificó que el numeral tildado de inconstitucional, no le fue aplicado al quejoso;

entonces, no se puede estimar que el mismo le cause perjuicio a su esfera jurídica o que hubiera trascendido al resultado del fallo. Por

tanto, no es factible el estudio de constitucionalidad que se plantea.

Al respecto, es aplicable, por identidad de razón, la tesis aislada, sustentada por el Tribunal Pleno de esta Suprema Corte, en materia
común, visible en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VIII, Diciembre de mil novecientos noventa y ocho, número P.

CXVI/98, página doscientos cincuenta y nueve, de rubro y texto:

“REVISIÓN EN AMPARO DIRECTO. SU PROCEDENCIA DEPENDE NO SÓLO DE LA EXPRESIÓN DE CONCEPTOS DE

INCONSTITUCIONALIDAD EN LA DEMANDA, SINO ADEMÁS, DE QUE LOS ARTÍCULOS IMPUGNADOS SE HAYAN APLICADO EN

PERJUICIO DEL QUEJOSO E INFLUIDO EN EL SENTIDO DE LA RESOLUCIÓN RECLAMADA. De la interpretación armónica de los

artículos 107, fracción IX, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 83, fracción V, de la Ley de Amparo, 10, fracción III

y 21, fracción III, inciso a), de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, se desprende que el recurso de revisión en el juicio de
amparo directo procede, entre otros supuestos, cuando en la demanda de amparo se hubiere impugnado la constitucionalidad de una ley,

de un tratado internacional o de un reglamento, pero esta hipótesis de procedencia requiere, de acuerdo con lo previsto por los artículos
158, último párrafo y 166, fracción IV de la Ley de Amparo, no sólo de la existencia de un concepto de violación en contra de la

constitucionalidad de alguna disposición jurídica sino, precisamente, que ésta se haya aplicado en perjuicio del quejoso en la secuela del
procedimiento del juicio natural o en la sentencia definitiva, laudo o resolución que hubiere puesto fin al juicio e influido en el sentido del

respectivo fallo, haciendo subsistir ese perjuicio, pues lo resuelto en ellos es lo que finalmente causa agravio, porque la intervención de la
Suprema Corte de Justicia en el análisis de la constitucionalidad de leyes o reglamentos o en la interpretación directa de un precepto de la
Constitución Federal precisa, en todos los casos, de la actualización de un agravio o lesión en la esfera jurídica del particular, dimanado de

la aplicación de las disposiciones jurídicas, que sea susceptible de reparación”.

1. En cuanto a la violación al principio de igualdad, el quejoso planteó que se trasgredió el artículo 1° constitucional; y en respuesta, el
Tribunal Colegiado, conforme a la jurisprudencia de esta Primera Sala, de rubro: “PRINCIPIO DE IGUALDAD EN EL PROCESO PENAL ”,

determinó que en el proceso penal que se instauró en su contra, se respetaron los derechos humanos reconocidos en la Constitución y
tratados internacionales de los que el Estado mexicano era parte, además de que se favoreció la protección más amplia del quejoso, y se
dio trato idéntico a las personas que intervinieron en el proceso, valorándose bajo el mismo estándar los medios de convicción ofrecidos

por las partes.

En ese orden de ideas, queda de manifiesto que el Tribunal Colegiado, se concretó a la estricta aplicación de la doctrina constitucional
desarrollada por esta Suprema Corte de Justicia de la Nación, pues analizó las circunstancias del caso concreto, y a partir de las mismas,

determinó que no se vulneró el artículo 1° constitucional. Lo que torna el tema como un aspecto de mera legalidad, porque no se realizó
ninguna interpretación constitucional.

1. Con relación a la violación al derecho de defensa adecuada, en su vertiente de asistencia técnica durante la averiguación previa, por el
reconocimiento del quejoso por parte de un testigo en su declaración ministerial, a través de una fotografía aislada.

El Tribunal Colegiado calificó de fundado el argumento, pero insuficiente para conceder al quejoso el amparo que se solicitó, porque si bien
la testigo **********, al rendir su declaración ante la representación social, lo reconoció a través de una fotografía a color que se le presentó

de manera aislada; sin embargo, se excluyó ese reconocimiento, y se estimó que no afectaba el resto del deposado de la testigo, ello, de
acuerdo con las tesis aisladas de esta Primera Sala de la Suprema Corte, de rubros: “IDENTIFICACIÓN DE PERSONAS POSIBLEMENTE

INVOLUCRADAS EN HECHOS DELICTIVOS. REQUISITOS PARA QUE LA EXHIBICIÓN DE SUS FOTOGRAFÍAS SE ESTIME
CONSTITUCIONAL, INCLUSIVE EN LOS CASOS DE TESTIGOS PROTEGIDOS”, y “PRUEBA ILÍCITA. LÍMITES DE SU EXCLUSIÓN”.

En ese orden de ideas, se observa que el Tribunal Colegiado, en el análisis que realizó, se concretó a la estricta aplicación de la doctrina
constitucional desarrollada por este Alto Tribunal; lo que torna el tema como un aspecto de mera legalidad, porque al no desarrollarse una

interpretación propia sobre el particular, su revisión en esta instancia únicamente implicaría analizar un criterio establecido por la propia
Suprema Corte.

Máxime que es criterio mayoritario de esta Primera Sala, que los efectos que se dan en la resolución recurrida a la aplicación de la

correspondiente doctrina constitucional, son aspectos de mera legalidad que no son materia de estudio en la revisión extraordinaria.

Por tanto, no puede estimarse que se actualice un tema legítimo de constitucionalidad.

Incluso, también es criterio de esta Primera Sala, que el tema del reconocimiento fotográfico es una cuestión de legalidad, como
expresamente se reconoció al resolver el Recurso de Reclamación 292/2018, en sesión de veintisiete de junio de dos mil dieciocho, bajo la
[11]
Ponencia del Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. Así como en el Amparo Directo en Revisión 1118/2018, fallado en sesión de diecisiete
de octubre de dos mil dieciocho, bajo la Ponencia del Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo,[12] y el Amparo Directo en Revisión

6339/2018, fallado en sesión de tres de julio de dos mil diecinueve, bajo la Ponencia del Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo.[13]

En cuanto al planteamiento del quejoso, en el sentido que no contó con una defensa adecuada, porque no estuvo asistido por un

profesional en derecho durante las diligencias que llevaron a cabo los policías y el Ministerio Público. El Tribunal Colegiado lo calificó de
inoperante, porque la detención del quejoso derivó de una orden de aprehensión que libró el Juez de instrucción, y que se cumplimentó en

el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, donde aquél se encontraba interno por la comisión de un ilícito diverso; consecuentemente, no se
llevó a cabo entrevista alguna por parte de los elementos que dieron cumplimiento a ese mandato de captura, ni participó en alguna

diligencia ante el Ministerio Público investigador.

En ese orden de ideas, se observa que en la resolución recurrida no se llevó a cabo alguna interpretación propia sobre el derecho

fundamental de defensa adecuada, pues el análisis que hizo, se concretó a la verificación de las constancias, para establecer que no se
llevó a cabo ninguna diligencia en la que compareciera el quejoso ante el Ministerio Público o los policías aprehensores. Lo que tornaba el

tema como un aspecto de mera legalidad.

IV. Finalmente, el Tribunal Colegiado, motu proprio, señaló que las pruebas que el Ministerio Público aportó, resultaron eficaces para
desvirtuar la presunción de inocencia que obró a favor del quejoso; con lo que si bien introdujo oficiosamente el tema a la litis

constitucional, sin embargo, ello no implica que hubiera realizado la interpretación directa de ese principio constitucional, pues no se realizó
algún ejercicio exegético, a efecto de determinar su sentido o alcance, sino que únicamente se concretó a la sola valoración de las
pruebas. Y por tanto, el estudio se realizó en un plano de mera legalidad.

No se soslaya que en la resolución recurrida, también se determinó que si del material probatorio existente en la causa penal , se

desprendían imputaciones firmes y elementos de cargo para desvirtuar la presunción de inocencia de que inicialmente gozaba el quejoso;
entonces, le correspondía a éste demostrar los hechos en que fundó su postura, ya que no bastaba su sola negativa para admitirla como

válida y suficiente, porque se desconocería la eficacia y alcance demostrativo de la prueba circunstancial.

Consideraciones que si bien podían resultar contrarias a la doctrina sostenida por esta Primera Sala, respecto del alcance que le

corresponde al principio de presunción de inocencia; y por tanto, no debieron realizarse, ya que conforme a dicho principio, el gobernado
no está obligado a probar la licitud de su conducta cuando se le imputa la comisión de un delito, ya que no tiene la carga de probar su

inocencia.

Sin embargo, lo cierto era que el Tribunal Colegiado realizó la valoración de las pruebas de cargo y descargo en su conjunto, como lo

destacó esta Primera Sala en diversos criterios jurisprudenciales; justipreciación de la que se concluyó la acreditación de los
correspondientes delitos y la responsabilidad penal del quejoso en su comisión. Por tanto, en modo alguno se podía establecer que se le

hubiera revertido la carga de probar su inocencia.

En ese orden de ideas, queda de manifiesto que en todos los casos analizados, se trata de aspectos que no revisten los requisitos de

importancia y trascendencia para que se surta la procedencia del recurso de revisión; y por tanto, queda firme la sentencia recurrida por lo
que a dichos tópicos se refiere.

S E X T O. ESTUDIO DE FONDO. Como se destacó en el considerando anterior, la litis del recurso de revisión extraordinario, se constriñe

a verificar la constitucionalidad de la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal.

En efecto, en su demanda de amparo, el quejoso planteó, por una parte, que el numeral de referencia era contrario al principio de

culpabilidad que se consagra en la fracción VIII, del apartado A, del artículo 20 constitucional, posterior a la reforma de dieciocho de junio
de dos mil ocho, pues toleraba la ficción legal del codominio funcional del hecho, porque atribuía a conductas inocuas un contenido de

culpabilidad que no correspondía a los hechos esclarecidos, y sin medios de prueba, extendía la acción del hecho típico o resultado a una
conducta inexistente, trasladando la culpabilidad de los otros autores al imputado. Así, la atribuibilidad del resultado provenía, no de lo

esclarecido, sino de una ficción legal, y permitía crear autores donde no los había.

Y por otra parte, señaló que la pena de prisión que imponía el precepto impugnado, estaba prohibida, al no cumplir con la proporcionalidad

que exigía el artículo 22 constitucional.

En respuesta, el Tribunal Colegiado señaló que en la coautoría, mediante un plan común acordado antes o durante la perpetración del
suceso, concurrían a la ejecución del hecho punible varias personas (unidad de propósito delictivo); había división de las acciones
delictivas o el reparto de funciones, y el dominio funcional del hecho en la etapa de su realización. Por tanto, todos los sujetos eran

responsables en igualdad de condiciones, por lo que la doctrina había llamado a esa intervención compartida como codominio funcional del
hecho, y en consecuencia, podía atribuirse el carácter de coautor a quien tuviera la posibilidad concreta y material de decidir,
conscientemente sobre la continuación, ejecución o interrupción del cauce delictivo, con independencia de que fuera uno o varios los

sujetos que se ubicaran en la circunstancia de disponibilidad fáctica del curso causal del suceso.

Así, precisó que la figura de la coautoría, se actualizaba cuando varias personas en consenso, mediante un plan común acordado antes o
durante la perpetración del suceso y en codominio funcional del hecho punible, se dividían las acciones para lograr su ejecución. De esa
manera, todos los sujetos que intervenían, eran responsables en igualdad de condiciones del hecho típico ejecutado, porque se

evidenciaba una aportación segmentada, adecuada y esencial de cada uno de ellos, tendente a la consumación del hecho delictivo
conjuntamente atribuido.

Además, no sólo se refería a una ejecución compartida de acciones en sentido meramente formal o material, como simples porciones o

segmentos de un hecho típico, sino que abarcaba igualmente al proceso cognoscitivo en el que varios agentes, de manera consciente y
voluntaria, se repartían entre sí el dominio del hecho delictivo durante su realización.

Se dijo que no era dable imputar exclusivamente a cada uno de los inculpados, la aportación parcial que hizo, sino que por el dolo,
encaminado a la consecución total del resultado, cada coautor debía responder del delito considerado en forma unitaria; es decir, como un

solo resultado producto de la suma de conductas múltiples precedidas de un acuerdo conjunto.

Por tanto, se sostuvo la constitucionalidad de la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, porque el hecho de

que estableciera que el sujeto activo intervino en la comisión del delito a título de coautor, no significaba que existiera incertidumbre sobre
la participación que tuvo en la ejecución del hecho típico, pues ese grado se determinaba al acreditarse que el actuar lo llevó a cabo con

codominio funcional del hecho, con otros activos; por tanto, al acreditarse la coautoría en el evento, la culpabilidad del quejoso estaba
plenamente comprobada, y en consecuencia, no se trastocaba el principio de culpabilidad, previsto en la fracción VIII, del apartado A, del

artículo 20 constitucional.

Asimismo, se determinó que no se vulneraba el artículo 22 constitucional, porque la pena impuesta era proporcional a la gravedad de los

delitos sancionados y la afectación a los bienes jurídicos tutelados.

En contra de lo anterior, el recurrente, sus agravios, planteó que la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal,
transgredía el principio de culpabilidad que se reconoce en la fracción VIII, del apartado A, del artículo 20 constitucional, porque éste se

constituía en el derecho público subjetivo a sólo ser condenado por lo que se hizo; lo que permitía al juez atribuir el delito de forma unitaria,
y no sólo por el aporte parcial en su comisión.

Asimismo, se expresó que contrariaba el primer párrafo, del artículo 22 constitucional, porque estaban prohibidas las penas de prisión,
cuando no guardaban proporcionalidad entre el hecho delictivo y el bien jurídico afectado.

I. Ahora bien, para dar respuesta a los planteamientos de inconstitucionalidad que hizo valer el quejoso con relación al principio de
culpabilidad, cabe destacar que, siguiendo las ideas del Doctor Moisés Moreno Hernández,[14] en un Estado Democrático, el derecho
penal no es concebido como un instrumento de sujeción del hombre, sino para servirlo, individual o grupalmente considerado, pues parte

de la concepción de que el hombre es el centro de atención y el principal destinatario de las normas penales; es decir, no se concibe como

una cosa o instrumento que el Estado pueda utilizar para el logro de sus propios fines, sino como una persona, un fin en sí mismo, un ser
libre y capaz; acepción que sirve para legitimar el ius puniendi estatal y justificar que el Estado le puede exigir al hombre, que ajuste su

conducta a los contenidos de las normas, o a imponerle sanciones por no haber ajustado su conducta a las exigencias normativas.

Ello permite que se hable de derechos que son inherentes a su naturaleza humana, los que a su vez, pueden constituir un importante

criterio de delimitación de poder estatal.

De esta manera, el ius puniendi no puede ser un poder ilimitado ni puede ejercerse arbitrariamente, sino que encuentra límites precisos, a
los que debe mantenerse fiel, a menos que quiera caer en los extremos propios de un poder autoritario o absolutista; los cuales derivan del

reconocimiento de diversos principios que lo orientan, sean de carácter formal o de índole material, así como de la aceptación de ciertas
estructuras lógico-reales u objetivas de sus propios objetos de regulación.

El mismo autor destaca que la escuela clásica limitaba en mayor medida el ius puniendi estatal y garantizaba con mayor amplitud los
derechos del hombre, como se observó de los principios que se fueron acuñando desde la segunda mitad del siglo XVIII, que correspondía

con la nueva concepción del Estado, como Estado de Derecho, o más concretamente Democrático de Derecho; entre tales principios del
bien jurídico resaltaban: el de legalidad, legitimidad, bien jurídico, acto, culpabilidad y presunción de inocencia.
En ese orden de ideas, si la Constitución Federal que rige actualmente, establece que nuestro país se constituye como un Estado
Democrático; entonces, el sistema de justicia penal deberá seguir los lineamientos que la propia Constitución determina para que sea
acorde con las características propias de esa forma de Estado.

Por su parte, el Doctor Enrique Díaz Aranda, con relación al principio de culpabilidad, señala: “la pena sólo deberá ser impuesta al culpable

del delito, esto es, a la persona responsable de su comisión, aquél a quien se podía atribuir el hecho”.[15]

Y complementa estas ideas el Doctor Raúl Plascencia Villanueva, al señalar que el principio de culpabilidad encuentra su fundamento en el

mismo Estado de Derecho, con relación a la dignidad y la libertad humana, sin la cual, resulta imposible construir el concepto mismo del
delito, pues donde no hay libertad falta no sólo la culpabilidad, sino la acción.[16]

Agrega que el principio en estudio presupone, lógicamente, la libertad de decisión del hombre, pues sólo si existe la posibilidad en el

hombre de actuar de modo distinto, podrá deslindarse sobre él la responsabilidad penal . Ello, porque se reprochan los resultados de la
voluntad consciente; es decir, de una voluntad que por lo menos va acompañada del conocimiento del querer.

Cabe destacar que en diversos instrumentos internacionales de derechos humanos, que México ha suscrito, como el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos,[17] y la Convención Americana sobre Derechos Humanos,[18] se establece como garantía para las

personas, la necesidad de que se deba probar su culpabilidad para que sea legítimo imponerles una pena estatal; instrumentos que, en
términos del artículo 133 constitucional, constituyen la Ley Suprema de la Nación, por lo que puede ser alegado a favor del inculpado.

Así, el principio de culpabilidad, es la columna vertebral del moderno derecho penal , por ser un principio garantista de los derechos de los
individuos frente al poder del Estado, que limita su facultad punitiva.

En concordancia con ese paradigma garantista, en el artículo 5º del Código Penal para el Distrito Federal, se plasmó expresamente el
principio de culpabilidad, en los términos siguientes:

“Artículo 5 (Principio de culpabilidad). No podrá aplicarse pena alguna, si la acción o la omisión no han sido realizadas culpablemente. La

medida de la pena estará en relación directa con el grado de culpabilidad del sujeto respecto del hecho cometido, así como de la gravedad
de éste.

Igualmente se requerirá la acreditación de la culpabilidad del sujeto para la aplicación de una medida de seguridad, si ésta se impone
accesoriamente a la pena, y su duración estará en relación directa con el grado de aquélla. Para la imposición de las otras medidas

penales será necesaria la existencia, al menos, de un hecho antijurídico, siempre que de acuerdo con las condiciones personales del autor,
hubiera necesidad de su aplicación en atención a los fines de prevención del delito que con aquéllas pudieran alcanzarse”.

Al respecto, cabe destacar que en el proceso legislativo que dio lugar al entonces Nuevo Código Penal para el Distrito Federal, publicado
en la Gaceta Oficial del Distrito Federal, el dieciséis de julio de dos mil, se presentaron tres iniciativas.[19] En la que se presentó el catorce

de noviembre de dos mil, por diputados asambleístas del grupo parlamentario del Partido Revolucionario Institucional, se expuso:

“…El nuevo ordenamiento penal ha de ajustarse a los principios que deben regir en un sistema de justicia penal dentro de un Estado de
derecho; principios fundamentales que se derivan de la propia Ley Suprema y de los instrumentos internacionales suscritos por México.

(…)

6) En el Título Sexto se sitúan las normas vinculadas con la ‘aplicación de sanciones’. Esta normatividad presenta avances considerables:

A) Se conserva, como aspecto especialmente relevante, el criterio garantista consagrado en el principio de culpabilidad que, además de

eliminar los criterios peligrosistas, da mayor seguridad a la justicia penal .(…)”.

En la exposición de motivos de los diputados asambleístas del grupo parlamentario del Partido Revolucionario Democrático, el veintiocho

de noviembre de dos mil, se señaló:

“…En julio de 1997, los habitantes del Distrito Federal asumieron la decisión política fundamental de un cambio y optaron libremente, por
un auténtico Estado Democrático de Derecho. Así, el nuevo Código Penal para el Distrito Federal debe responder a las exigencias de un

sistema de justicia penal acorde con esta definición política, por tanto, debe partir de criterios y principios fundamentales, que garanticen
los derechos de los individuos frente a los órganos del Estado y, por ello, debe establecer límites precisos a la potestad punitiva de cada
uno de ellos.

(…)
Por otra parte, la ciencia penal y la política criminal moderna han precisado los límites de la facultad punitiva del Estado y de la

intervención penal , mediante una serie de principios que deben regir en toda legislación penal propia de un Estado de Derecho y que, al
mismo tiempo, deben caracterizar la política criminal.

Entre esos principios, encontramos…el de culpabilidad…que han sido ya aceptados por muchas de las legislaciones penales extranjeras y
del país, y que invariablemente deben ser considerados como directrices a seguir en nuestra legislación penal .

Conforme a nuestra Constitución Política, México es un Estado democrático, liberal, de derecho, que se caracteriza porque todo poder

público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste, y se ciñe a aquellas concepciones y principios que parten del
reconocimiento del hombre y la mujer como persona humana, al que le son inherentes una serie de derechos y libertades, que el Estado
debe respetar en el ejercicio de sus funciones. Este ejercicio, por tanto, debe ser realizado en beneficio de quien dimana su existencia y su

poder, encontrándose entre sus fines, el logro de la seguridad social, la seguridad jurídica, la justicia, el bien común, el respeto de la
dignidad humana y de las libertades individuales, entre otros.

En virtud de lo anterior, el ejercicio de la facultad o poder del Estado en cada una de sus intervenciones se encuentra limitado, es decir, no

debe ejercerse de manera arbitraria, sino sujetándose a ciertos límites y es aquí donde al Derecho Penal le corresponde una función
específica: la protección de los intereses individuales o colectivos que son fundamentales para la convivencia humana, ante la ineficacia de
otros instrumentos jurídicos que, preferentemente deben ser utilizados, por tener consecuencias menos drásticas.

Ese Derecho penal , por tanto, que debe regir en un Estado democrático de Derecho, debe estar en su contenido acorde con esas

concepciones características del Estado al que sirve de instrumento para el cumplimiento de sus funciones.

Es decir, debe adecuarse a los postulados constitucionales que consagran esas concepciones y, por ello, reconocer y respetar la dignidad

y las libertades humanas, especialmente en el ámbito en el que los bienes jurídicos que entran en juego son más vulnerables, sobre todo
por la gravedad de las consecuencias jurídicas que su lesión o inminente peligro trae consigo. (…)

De acuerdo a lo que hemos señalado, un Código Penal debe estar regido por ciertos principios informadores, por ello, en esta Iniciativa se
establece un Título Preliminar, que se refiere a las garantías penales y en el cual se plasman expresamente principios fundamentales.

Algunos derivan de la Constitución Política, mientras que otros fueron extraídos de instrumentos internacionales, vigentes en México, como
el ‘Pacto Internacional de Derechos Civiles Políticos’…y la ‘Convención Americana sobre Derechos Humanos’ (…)”.

Y en la exposición de motivos de treinta de noviembre de dos mil, que presentaron los diputados asambleístas del grupo parlamentario del

Partido Acción Nacional, se indicó:

“…Resulta indispensable la elaboración de un nuevo Código Penal que contemple los principios propios de un estado democrático de

derecho.

(…)

El Código Penal del 31 ha recibido una enorme influencia particularmente de la corriente positivista italiana, filiación ideológica que

representa una total incompatibilidad con la ideología de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, ya que esa
posición dogmática está vinculada a una determinada idea del hombre y a una determinada idea del Estado, que reconoce más la amplitud

del poder sancionador de éste y menos la existencia y respeto de los derechos de aquél.

Por lo tanto, los autores del Código Penal de 1931, aun cuando niegan afiliarse a determinada doctrina o escuela, adoptan una

concepción más acorde a un sistema penal propio de un estado absolutista o autoritario y consecuentemente contraria al sistema penal
propio de un estado democrático de derecho, como deriva de nuestra Constitución.

(…)

También es de tomarse en cuenta que con base en una política criminológica avanzada, propia de un estado democrático de derecho, es
necesario plasmar dentro de nuestro Código Penal los principios básicos que debe contener todo ordenamiento de esta naturaleza, como

son, entre otros,…el de culpabilidad...

(…)

Es relativamente novedosa en México esta forma de presentar dichos principios y garantías. Por este medio se pretende mostrar la

ideología que inspiró la redacción del ordenamiento inscrita en las tradiciones nacionales y extranjeras de ofrecer un punto de referencia
seguro para el intérprete y el aplicador de la ley al incorporar dichas garantías, que reconocen los principios establecidos en la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, en donde se amplían y detallan los derechos del individuo en materia penal . Así se crea un
marco de orientación claramente humanista y respetuoso de los derechos humanos que permitirá analizar, comprender y aplicar en su

conjunto la legislación punitiva.

En el título citado se hallan las reglas, normas o dogmas como también se les ha llamado- del penalismo más avanzado producto de la
tradición penal liberal, de su desenvolvimiento y enriquecimiento a lo largo de los dos siglos. Es así que los primeros conceptos del
proyecto figuran, entre otros, los principios de legalidad y de acto, tipicidad, culpabilidad y debido respeto legal.

(…)

En el ámbito de la democracia, el derecho penal se vincula conceptualmente con la aplicación estricta de la Constitución y de la ley...

La propuesta…tiene como sustento los principios legitimadores de un Estado democrático de derecho.

(…)

El Código Penal debe estar conformado por ciertos principios informadores, que aniden orientaciones y propósitos de una moderna

política criminal. Por tal razón, en la Iniciativa de Código Penal…se plasman expresamente principios fundamentales de un Estado
democrático de derecho.

(…)

Otro de los pilares del Derecho penal en un Estado democrático de Derecho es el ‘principio de culpabilidad’, el cual exige que ninguna

pena podrá ser aplicada si la conducta no ha sido realizada ‘culpablemente’. Es decir, ‘a nadie podrá imponerse pena alguna si no se
demuestra previamente que es culpable’. Por otra parte, dicho principio también establece que ‘la medida de la pena no deberá rebasar la

medida o el grado de la culpabilidad del autor’. No obstante considerársele columna vertebral del moderno Derecho Penal propio de un
Estado de Derecho, debe destacarse que este principio no se encontraba ni siquiera tácitamente reconocido por el Código Penal vigente,

mismo que data de 1931. Por el contrario, en su lugar consagró el ‘principio de peligrosidad’ o de ‘temibilidad’ del sujeto activo del delito,
como uno de los criterios determinantes sobre todo para la ‘individualización de la pena’, producto de la influencia del pensamiento

positivista Italiano; criterio que, además de contraponerse al de culpabilidad, es considerado por la moderna doctrina penal y la política
criminal como característico de sistemas penales autoritarios o absolutistas, donde el respeto de los derechos del hombre se restringe y se

propicia la extralimitación o arbitrariedad del poder penal del Estado.

Después de más de sesenta años de vigencia de ese principio que, por supuesto, no se aviene con la ideología constitucional, por fin se

introdujo el ‘principio de culpabilidad’ en el Código Penal Federal con la reforma de 1994.

Por ello, ahora que se emprende esta tarea legislativa para el Distrito Federal se considera conveniente y racional mantener y fortalecer la
vigencia del principio de culpabilidad en nuestro sistema penal , ya que, además de ajustarse a la concepción del hombre que sirve -o debe
servir- de base al sistema de justicia penal del Estado mexicano, se trata de un principio que garantiza un mayor respeto de los derechos

del hombre, al señalarle al ius puniendi límites más precisos.

Estos y otros principios servirán de pauta a quienes se encarguen de interpretar y aplicar la ley; sin que ello quiera decir que son los únicos
en el sistema penal de un Estado de Derecho; pero ellos servirán, sin duda, para que nuestra legislación penal se adecue cada vez más

a las exigencias de la propia Ley fundamental y a las exigencias de una auténtica y más racional administración de la justicia penal .

(…)

Con esta nueva sistematización, que es característica en muchos Códigos del mundo y en varios de los Estados de la República, se
procura colocar al hombre en primer término; adoptándose, así, una concepción filosófica y política más acorde con las exigencias de un

Estado democrático de Derecho, que considera que tanto el Estado como el Derecho deben estar al servicio del hombre y no para servirse
del hombre. Por tanto, el Derecho penal , como uno de tantos instrumentos que tiene el Estado para el cumplimiento de sus funciones,

debe igualmente ser concebido como un instrumento para servir al hombre (…)”.

De lo anterior, se advierte que el legislador consideró que el Código Penal para el Distrito Federal, no se adecuaba a las directrices de un
sistema penal propio de un Estado Democrático de Derecho, plasmado en la Constitución Federal, que procura garantizar y respetar los
derechos del hombre a través de los límites que se impongan a la potestad punitiva del estado sancionador; por tanto, introdujo, entre otros

principios, el de culpabilidad, con el objetivo de establecer que a nadie se le podrá sancionar, si no está previamente demostrada su
culpabilidad.
De esa manera, se colige que el principio en estudio se constituye como fundamento y límite de la pena, pues respecto a su carácter
fundamentador, a nadie se le impondrá pena alguna si no se demuestra previamente su culpabilidad; y en cuanto a su carácter limitativo, la
medida de la pena estará con relación directa al grado de culpabilidad del sujeto.

En ese orden de ideas, la pena debe imponerse por lo que se ha hecho y no por lo que es la persona que comete un delito, o por lo que se

crea que va hacer; esto es, sólo le debe ser atribuible al sujeto, el acto que realizó bajo su propia culpa y no la ajena, ello, porque al
realizarla, decide atentar contra el correspondiente bien jurídico.[20]

Ahora bien, el artículo impugnado establece:

“Artículo 22 (Formas de autoría y participación). Son responsables del delito, quienes:

(…)

II. Lo realicen conjuntamente con otro u otros autores; (…)”.

Al respecto, esta Primera Sala, al resolver la Contradicción de Tesis 414/2010,[21] bajo la Ponencia del Ministro Arturo Zaldívar Lelo de
Larrea, se pronunció con relación a la coautoría, a partir de lo previsto en la fracción III, del artículo 13 del Código Penal Federal,[22] de

contenido esencialmente idéntico al numeral analizado, en la que se dijo que el coautor, al igual que el autor, era quien conjuntamente con
otro u otros, realizaba la actividad descrita en la ley, lo cual era la “ejecución común consciente”, es decir, los que de mutuo acuerdo

realizaban conjuntamente un hecho delictivo y distribuían la realización del tipo de autoría.

Se precisó que esa forma de intervención, era conocida doctrinariamente como “coautoría por codominio del hecho”, que consistía en la

fusión de la autoría material (quien realiza la conducta y núcleo del tipo) y la participación primaria (cooperación previa o simultánea) que
se presentaba cuando dos o más sujetos intervenían en el momento ejecutivo del hecho, teniendo el dominio del mismo.

Se sostuvo que dicha autoría se sujetaba a la justificación de distintos requisitos, como: 1. Que en el hecho delictivo intervinieran dos o
más personas; 2. Dicha intervención fuera en el momento ejecutivo o consumativo; 3. Las personas que intervienen en el momento

ejecutivo o consumativo, debían actuar en conjunto, esto es, intervenir por virtud de un acuerdo (incluso rudimentario) previo, coetáneo o
adhesivo, porque era importante que su conducta se encontrara ligada; 4. En la actuación conjunta, por lo menos uno de los que

intervienen, ejecutaba materialmente la conducta típica (núcleo del tipo) y los demás actos son cooperativos;[23] 5. Los intervinientes tienen
dominio del hecho delictivo, porque pueden impulsarlo o hacerlo cesar; y, 6. Todos los que intervienen realizan un aporte conductual en el

momento ejecutivo o consumativo, incluso la actitud pasiva de alguno, puede ser eficiente como aporte, si fue acordado o es la forma en
que se adhiere.

Así, se sostuvo que al tratarse de una forma de intervención conjunta, cada sujeto realizaba un aporte que podía ser material o de
cooperación o ambos, de acuerdo a lo acordado, o bien, que su aporte fuera aceptado por los demás y de esa forma se adhería a la

conducta desplegada. Cuando se integraba esa forma de autoría, todos los que intervenían eran responsables de la conducta típica.

Con base en ello, se indicó que la coautoría, como forma específica de la autoría, consistía en “la realización conjunta de un delito por
varias personas que colaboraban consciente y voluntariamente” y el criterio fundamentador de esa forma de autoría, era el dominio
funcional del hecho, que a partir de un reparto funcional de roles, asumía por igual la responsabilidad de su realización, de modo que el

resultado total debía atribuirse a cada coautor, independientemente de la entidad material de su intervención.

En ese orden de ideas, se concluye que la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, no vulnera el principio de
culpabilidad, porque la concurrencia de cada sujeto se traduce en la intención que tienen de que se consume el hecho delictivo como

propio, pues su voluntad se encuentra plasmada en el acuerdo que pactan para que cada uno lleve determinados actos, a través de los
cuales adquieren el poder de decisión sobre su consumación o desistimiento del delito, por ser necesarias y esenciales para la producción
del resultado; esto, aun cuando esas aportaciones sean cooperativas o se ejecute la conducta típica.

En ese sentido, si la contribución de cada sujeto le otorga dominio funcional del hecho; entonces, todos asumen por igual la

responsabilidad de la ejecución del delito, ya que no sería dable que cada quien respondiera por su aporte parcial, pues
independientemente de su contribución al hecho, se trata de actos necesarios, adecuados y simultáneos, que se complementan entre sí

para la perpetración del ilícito; y por tanto, se les debe considerar como un todo.

En esa tesitura, la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para la Ciudad de México, al establecer que serán responsables del delito

quienes lo realicen conjuntamente con otro u otros autores, no implica que se atribuya el carácter de autor de una conducta delictiva ajena
sin que exista convicción de su participación, bajo la premisa de que no fue quien materialmente produjo el ilícito; pues aun cuando no se
hubiera realizado el núcleo del tipo penal , con la simple constatación de que se contribuyó de manera esencial, voluntaria y consciente

para la consecución del delito predeterminado, se acredita la culpabilidad del interviniente en el hecho.

Tampoco supone la existencia de autorías independientes, pues no se trata de diversas personas que realizan diferentes hechos típicos

ajenos entre sí, pues se caracteriza por el acuerdo que hacen los sujetos para ejecutar conjuntamente un delito, lo que implica que cada
uno de los intervinientes conocía el hecho delictivo y simultáneamente ejercen el dominio del hecho, sin que pueda separarse uno de otro.

En consecuencia, se debe responder por la totalidad del hecho y no por el aporte parcial.

Derivado de lo anterior, queda en evidencia que el criterio asumido por el Tribunal Colegiado en la resolución recurrida, se ajusta en lo

esencial, a la doctrina constitucional antes precisada. Y en esa medida, resultan infundados los agravios que expresó el recurrente en
sentido contrario.

II. En otro orden de ideas, la fracción II, del artículo 22 del Código Penal para el Distrito Federal, tampoco vulnera el principio de

proporcionalidad, que se consagra en el primer párrafo, del artículo 22 de la Constitución Federal.[24]

En efecto, la proporcionalidad de una pena requiere de una consecuencia sancionadora razonable con la conducta ilícita y el bien jurídico

tutelado. Consecuentemente, la gravedad de una pena debe ser proporcional a la del hecho antijurídico y del grado de afectación al bien
jurídico protegido; de manera que las penas más graves deben dirigirse a los tipos penales que protegen los bienes jurídicos más

importantes.[25]

Sin embargo, el numeral en estudio, no dispone una consecuencia sancionadora desproporcional a una conducta tipificada por la ley como

delito, sino únicamente la hipótesis de coautoría que lleva a tener como responsable de un ilícito a la persona que actúa conforme a la
misma.

En similares términos esta Primera Sala resolvió el Amparo Directo en Revisión 6994/2017,[26] en sesión de doce de septiembre de dos mil

dieciocho, así como el Amparo Directo en Revisión 4115/2018,[27] en sesión de catorce de noviembre de dos mil dieciocho.

En esa tesitura, resultan infundados los agravios que expresó el recurrente con relación al tema.

III. Finalmente, son inoperantes el resto de los argumentos planteados por el recurrente, porque se limitan a controvertir aspectos de mera

legalidad, relativos a la valoración probatoria que hizo la autoridad responsable, y la acreditación de los delitos imputados al quejoso, así

como su responsabilidad penal .

En ese orden de ideas, ante lo infundados e inoperante de los agravios analizados, se concluye que el artículo 22, fracción II, del Código
Penal para el Distrito Federal, no vulnera el principio de culpabilidad que se consagra en la fracción VIII, del apartado A, del artículo 20, ni

el de proporcionalidad previsto en el párrafo primero, del artículo 22, ambos de la Constitución Federal. Y por tanto, debe confirmarse la

sentencia recurrida.

Por lo expuesto y fundado, resuelve:

P R I M E R O. En la materia de la revisión, se confirma la sentencia recurrida.

S E G U N D O. La Justicia de la Unión no ampara ni protege a ********** o ********** o ********** o **********, en contra de la autoridad y acto
precisados en el apartado primero de esta ejecutoria.

N o t i f í q u e s e, conforme a derecho corresponda; con testimonio de esta ejecutoria, devuélvanse los autos relativos al lugar de su

origen y, en su oportunidad, archívese el presente toca como asunto concluido.

Así lo resolvió la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por unanimidad de cuatro votos de los Señores Ministros:

Luis María Aguilar Morales, Jorge Mario Pardo Rebolledo (Ponente), quien se reservó su derecho a formular voto concurrente, Alfredo
Gutiérrez Ortiz Mena, quien se reservó su derecho a formular voto concurrente, y Presidente Juan Luis González Alcántara Carrancá.

Estuvo ausente la Ministra Norma Lucía Piña Hernández.

Firman el Ministro Presidente de la Sala y el Ministro Ponente, con la Secretaria de Acuerdos que autoriza y da fe.

PRESIDENTE DE LA

PRIMERA SALA

MINISTRO JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ

PONENTE
MINISTRO JORGE MARIO PARDO REBOLLEDO.

SECRETARIA DE ACUERDOS

DE LA PRIMERA SALA

LIC. MARÍA DE LOS ÁNGELES GUTIÉRREZ GATICA.

**********En términos de lo previsto en los artículos 113 y 116 de la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública; 110 y

113 de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública; y el Acuerdo General 11/2017, del Pleno de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, publicado el dieciocho de septiembre de dos mil diecisiete, en el Diario Oficial de la Federación, en esta versión

pública se suprime la información considerada legalmente como reservada o confidencial que se encuentra en esos supuestos normativos.

1. En atención a lo dispuesto en el artículo Trigésimo Cuarto Transitorio del Decreto publicado el veintinueve de enero de dos mil dieciséis,

por el que reforman y derogan diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de la reforma

política de la Ciudad de México, todas las referencias que en esta sentencia se hagan al Distrito Federal, deberán entenderse hechas a la
Ciudad de México, sin que sea el caso de cambiar el nombre de las instituciones o autoridades del mencionado Distrito que aquí se citen,

en razón de que en términos del artículo Trigésimo Primero Transitorio del Decreto publicado el cinco de febrero de dos mil diecisiete en la

Gaceta Oficial de la Ciudad de México, éstas conservarán sus denominación, atribuciones y estructura, hasta en tanto no entren en vigor
las leyes respectivas. ↑

2. Información extraída del toca penal **********, del índice del Octava Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. ↑

3. Cuaderno del Juicio de Amparo Directo **********. Foja 18 vuelta. ↑

4. Ídem. Foja 5. ↑

5. Ídem. Fojas 41 a 95. ↑

6. Cuaderno del Amparo Directo en Revisión 6254/2018. Foja 4. ↑

7. Ídem. Fojas 23 y 24. ↑

8. Ídem. Foja 32 a 34. ↑

9. Ídem. Foja 60. ↑

10. Cuaderno del Juicio de Amparo Directo **********. Foja 99. ↑

11. Por mayoría de cuatro votos de los Ministros José Ramón Cossío Díaz, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, Jorge Mario Pardo Rebolledo y

Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. En contra del voto que emitió la Ministra Norma Lucía Piña Hernández. ↑

12. Por unanimidad de cinco votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, quien manifestó que está con el sentido, pero por
consideraciones distintas, José Ramón Cossío Díaz, Jorge Mario Pardo Rebolledo, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, y Presidenta Norma Lucía

Piña Hernández. ↑

13. Por unanimidad de cinco votos, de los Ministros Norma Lucía Piña Hernández, Luis María Aguilar Morales, Jorge Mario Pardo Rebolledo,

Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, y Presidente Juan Luis González Alcántara Carrancá, quien se reservó su derecho a formular voto
concurrente. ↑

14. En “PRINCIPIOS RECTORES EN EL DERECHO PENAL MEXICANO”, en et. al., Liber Ad Honorem Sergio García Ramírez, TOMO I,

México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1998, pp. 1309-1343. [En línea]

https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/117/26.pdf ↑

15. En Derecho Penal Parte General (Conceptos, Principios y Fundamentos del Derecho Penal Mexicano Conforme a la Teoría del Delito
Funcionalista Social), México, Porrúa, 2003, pp. 85. ↑
Funcional

16. En Teoría del delito, México, UNAM, 2004, pp. 157-176. [En línea] https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/44/10.pdf ↑

17. “Artículo 14 (…)

2. Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la

ley.”
†‘
18. “Artículo 8. Garantías Judiciales (…)

2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad.

Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas…”.

†‘

19. Http://bovmsilap.scjn.pjf.gob.mx/Buscador/Paginas/wfProcesoLegislativoCompleto.aspx?

q=XiHGMGm0tf3DexUGxyTnSEeUAAyJGp1grJE/X6cDWyeXOb1TgDjv8fOhrNhJD/7yRqpEA5IcnxsFqldvXBz/eA== ↑

20. Así lo sostuvo esta Primera Sala, en la parte conducente, en la tesis aislada, en materias constitucional y penal , visible en la Gaceta del

Semanario Judicial de la Federación, Libro 41, Abril de 2017, Tomo I, 1a. XLIII/2017 (10a.), página 876, de rubro y texto:

“ROBO CONTRA TRANSEÚNTE. EL ARTÍCULO 224, FRACCIÓN IX, DEL CÓDIGO PENAL PARA EL DISTRITO FEDERAL QUE

PREVÉ UNA AGRAVANTE PARA AQUEL DELITO, NO CONTRAVIENE EL PRINCIPIO DE CULPABILIDAD. Esta Primera Sala de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación ha sostenido que el derecho penal no puede sancionar la ausencia de determinadas cualidades o

la personalidad de los inculpados, porque por disposición constitucional está limitado a juzgar actos. Esto es, conforme al principio de

legalidad, protegido por el artículo 14 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el derecho penal únicamente puede

prohibir la comisión de conductas específicas y, por ende, sólo el acto prohibido por la norma penal , clara y explícita, puede dar lugar a
una sanción. Ahora bien, el artículo 224, fracción IX, del Código Penal para el Distrito Federal que prevé la agravante del delito de robo, al

disponer que además de las penas previstas en el artículo 220 del código aludido, se impondrá de dos a seis años de prisión cuando el

robo se cometa en contra de transeúnte, entendiéndose por éste a quien se encuentre en la vía pública o en espacios abiertos que

permitan el acceso al público, no contraviene el principio de culpabilidad, en tanto que la pena aludida debe imponerse por lo que se ha
hecho y no por lo que es la persona que lo comete, o por lo que se crea que va a hacer, esto es, sólo le es atribuible el acto que realizó

bajo su propia culpa y no la ajena, además, porque al realizarlo, decide atentar contra el patrimonio de las personas en el preciso momento

en que se encuentran transitoriamente en la vía pública, es decir, que la realización depende de la voluntad del activo del delito y no de sus
cualidades personales”.

Precedente: Amparo directo en revisión 2502/2016. 17 de agosto de 2016. Cinco votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea,

José Ramón Cossío Díaz, Jorge Mario Pardo Rebolledo, Norma Lucía Piña Hernández y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. Ponente: Jorge

Mario Pardo Rebolledo. Secretario: Alfonso Francisco Trenado Ríos. ↑

21. Se resolvió en sesión de diecinueve de octubre de dos mil once, por mayoría de cuatro votos de los Señores Ministros: Jorge Mario Pardo
Rebolledo, Guillermo I. Ortiz Mayagoitia, Olga Sánchez Cordero de García Villegas y Presidente Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea

(ponente), en contra del emitido por el señor Ministro José Ramón Cossío Díaz (quien formulará voto particular), por lo que hace a la

competencia y, unanimidad de votos respecto del fondo del asunto. ↑

22. “Articulo 13.- Son autores o partícipes del delito:

[…]

III.- Los que lo realicen conjuntamente; […]”. ↑

23. En cuanto a este elemento se precisó que era en donde la forma de coautoría fijaba su naturaleza, porque resultaba de la fusión de la

autoría material y la participación primaria (cooperación previa o simultanea) y su valor práctico se obtiene de que permite resolver los

problemas de magnitud de reproche ante la intervención de los activos en el momento consumativo o ejecutivo que aunque realizaran
conductas cooperadoras, por su proximidad al momento consumativo y por su posibilidad de impulsar o frustrar el hecho, podían ser

considerados como coautores.

Asimismo, se destacó que bastaba que dentro de los intervinientes uno de ellos realizara conducta material, incluso que todos o parte de

ellos lo hicieran, y otros, conductas cooperadoras, en las condiciones apuntadas, para ser considerados como coautores por codominio del

hecho. ↑

24. “Artículo 22. Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier

especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales. Toda pena deberá ser

proporcional al delito que sancione y al bien jurídico afectado. […]”. ↑


25. Jurisprudencia 1a./J. 3/2012 (9a.), publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, libro V, febrero de

2012, Tomo 1, página 503 (registro 160280), de rubro: “PENAS. PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD CONTENIDO EN EL ARTÍCULO

22 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS”. ↑

26. Por mayoría de cuatro votos de los Señores Ministros: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz (Ponente), Jorge Mario

Pardo Rebolledo (se reservó el derecho a formular voto concurrente) y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena (se reservó el derecho a formular voto

concurrente); y uno en contra, emitido por la Presidenta Norma Lucía Piña Hernández. ↑

27. Por unanimidad de cinco votos de los Señores Ministros: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Jorge Mario Pardo
Rebolledo (Ponente), Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Presidenta Norma Lucía Piña Hernández. ↑

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