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Tras prestar servicio en una compañía siderúrgica en su Filadelfia natal, en 1879 llegó a la
Compañía del Acero Midvale, situada en la localidad de Utah. Fue allí donde en 1881 empezó a
analizar minuciosamente los procesos de cortado del metal.
Dos aspectos eran claves para Taylor: un respeto escrupuloso por los tiempos de realización de las
tareas y unos procedimientos sencillos.
Mientras trabajaba para Midvale, Taylor consiguió su titulación como ingeniero mecánico por el
Stevens Institute of Technology. No tardaría en ascender en la empresa y ser designado ingeniero
jefe. Pero su deseo de seguir profundizando en los procesos industriales le condujo a la
Manufacturing Investment Company, donde realizaba labores más orientadas hacia el
asesoramiento.
Si por algo es conocido Frederick Winslow Taylor en el mundo industrial y empresarial, es por la
teoría de la administración científica. Así, las tesis de Winslow se basan en que empresario y
empleado buscan alcanzar el mayor beneficio posible.
Para alcanzar este beneficio, será imprescindible una gran especialización de los trabajadores. Por
tanto, cuanto mayor sea la especialización, mayor será la eficiencia de la organización.
Según Taylor, será necesario valorar cuáles son las habilidades de los distintos empleados. De
hecho, la formación del trabajador, combinada con sus habilidades naturales, contribuirá a
incrementar la eficiencia.
Si bien otras teorías indicaban que los objetivos de trabajador y empresario no podían coincidir,
Taylor afirma que ambas figuras tienen una meta común: la eficiencia.
Respecto a las distintas actividades del trabajo, deben ser sencillas y los tiempos establecidos de
ejecución tendrán que estar determinados. En relación con las actividades desempeñadas en las
distintas áreas de una fábrica, los capataces jugarán un papel clave coordinando los distintos
procesos, señalando los fallos y proponiendo mejoras para las mismas.
Los más críticos con la administración científica sostienen que organizar una empresa por
actividades produce alienación en los trabajadores. Las tareas repetitivas y continuas los
desmotivan y afectan negativamente a su salud física y mental.
Por tanto, la visión de Taylor del trabajador, deja a un lado al hombre como ser social e ignora los
efectos de la fatiga.
Igualmente, el afán de los empleados por alcanzar la máxima eficiencia para conseguir una mayor
retribución, puede terminar generando un excesivo individualismo dentro de la organización.
Desde el punto de vista de la organización, Taylor únicamente se centra en las actividades, tiempos
de ejecución y la especialización de los trabajadores. Esto supone un enfoque únicamente
centrado en los aspectos formales, que no tiene en cuenta las relaciones que surgen entre los
distintos miembros de la organización. En este sentido, también hay que señalar que la única
comunicación que tendrá lugar en la organización será la que fluya de los directivos a los
trabajadores.
El modo en que Taylor expone sus teorías no explica el funcionamiento de las organizaciones, sino
que está más bien planteado como una serie de instrucciones u órdenes que deben ser cumplidas
en el marco de la organización.
El legado de Taylor
Pese a las críticas a las tesis de Taylor, los métodos de organización del trabajo planteados por el
ingeniero estadounidense han permitido una mejor gestión de los procesos, un incremento de la
eficiencia y, por tanto, una reducción de los tiempos empleados en las distintas actividades de
producción.
Cabe señalar que, en aras de la eficiencia, la planificación de las actividades contribuye a organizar
mejor las tareas.
Otro aspecto que abordaba Taylor y que se valora ampliamente en el mundo empresarial es la
formación. Por ello, la formación del trabajador será un elemento decisivo en la productividad.
Más aún, el control de los procesos industriales que proponía Taylor, la gestión del trabajo y de la
producción, fueron el origen de la ingeniería industrial como disciplina.