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El lenguaje como sinónimo de identidad y utilidad en el

ámbito jurídico.
Todo en esta vida evoluciona. Desde las personas hasta el entorno mismo. Es increíble
como el ser humano ha impulsado su evolución de tal manera que sea ha convertido en
una especie prospera hasta nuestros días, lo que involucro un proceso lento y seguro en la
consolidación de la raza humana en diferentes aspectos, para mencionar uno seria la
lengua, esta nos permite tener la capacidad de producir múltiples formas de comunicarnos,
así mismo como los sonidos coordinados con los cuales una persona manifiesta lo que
piensa o siente. El lenguaje proviene desde los inicios del hombre y ha venido
transformándose a lo largo del tiempo, en el mundo existen diferentes idiomas y formas
de expresar ideas, la que nos interesa en este texto es la verbal y escrita ya que son los
tipos de lenguajes más comunes y respectan al presente escrito. En el libro “El español
jurídico” expresa que recientemente surgieron unos estudios sobre las principales lenguas
modernas, estas las denominan «lenguas de especialidad» el cual apunta a un tipo de
locución especifico que utilizan algunos profesionales expertos para transmitir una
información y refinar sus términos, el saber y los conceptos de un determinado campo
(Alcaraz, Hugues, & Gómez, 2014). El hecho de que el ser humano haya evolucionado no
quiere decir que todo tenga que ser olvido, en otras palabras, existen ciertas prácticas o
herramientas que hasta el día de hoy siguen vigentes y son empleadas en nuestra vida
cotidiana, seguir con las costumbres o tradiciones del pasado reflejan esa adaptación y
efectividad de dichas bases para nuestros días. Si hablamos de herencia y lo llevamos al
ámbito jurídico para contextualizar, y, no para definirlo muy literal, una de las herencias
que tiene el mencionado campo legal es el latinismo, este como un claro ejemplo de dicha
herencia recibida por parte de la sociedad romana desde un enfoque legal o normativo.
Retomando el libro antes mencionado, este expresa que los latinismos hacen parte de ese
grupo de fuentes clásicas del español jurídico, es decir, que está lleno del latín. El
latinismo no son más que las palabras, los giros y expresiones del latín (Alcaraz, Hugues,
& Gómez, 2014), luego los autores de “El español jurídico” afirman que el derecho
español está basado en el romano, lo cual nos recalca que en el ámbito jurídico moderno
siguen prevaleciendo las raíces del derecho romano mediante el uso del latín, es decir, la
utilización de los latinismos.

Una persona que este familiarizada en el campo jurídico se habrá topado en su camino con
una que otra palabra en latín, para los estudiantes de primer semestre podría ser confuso el
uso de estas palabras e incluso podría generar errores al intentar ponerlos en práctica, una
situación que podemos considerar completamente normal ya que es el inicio en la
implementación de nuevos términos para desenvolverse en la vida cotidiana o académica,
pero lo que muchos no saben es que el uso de los latinismos esta tan arraigado en nuestro
idioma que solo pocos, en este caso, los abogados son capaces de utilizar y manejar bajo
las funciones o cargos que ocupen. En el capítulo 1 del libro “Manual de escritura
jurídica” expresa que solo la raza humana es capaz de articular palabras y sonidos de tal
manera que esta nos permite hablar y comunicarnos con los demás. Dicha comunicación
por años ha venido evolucionando, dependiendo de la época, civilización y cultura
(Medina, 2018). En el caso colombiano, gracias al artículo 10 de la constitución política
de Colombia que pacta “El castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y
dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios. La enseñanza que
se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias será bilingüe”
(Asamblea Nacional Constituyente, 1991) nosotros gozamos de una identidad en la lengua
al adoptar el español como idioma oficial. Entonces como mencionamos anteriormente, el
español es la base del lenguaje jurídico que actualmente muchos abogados, en este caso de
nuestra república, utilizan al momento de ejercer la abogacía. Cabe destacar que el
lenguaje no es fácil de emplear, ya que los términos que sean aplicados deben ir en
concordancia con lo que se quiere expresar, es un tema bastante complejo e implica un
nivel de conocimiento adecuado para la temática, este le traería beneficios al abogado
como sería una mejor expresión oral y escrita en el campo jurídico, demostrando su saber
y manejo de las palabras. Hay que reconocer que la sociedad romana estaba muy avanzada
en cuanto al saber, ya que como pudimos observar a lo largo del escrito la consolidación
del lenguaje jurídico fue aportado gracias a los romanos, un avance importante que le
permitió a las sociedades actuales establecer su ordenamiento jurídico con la finalidad de
regir y coordinar a la ciudadanía.

El latinismo simplemente es una herramienta que puede estar a la disposición del


licenciado a la hora de ejercer la abogacía. Esta herencia sin duda alguna seguirá con
nosotros por mucho tiempo ya que esta impregnado en nuestra lengua, hace parte de
nuestra identidad y nos identifica como personas hispanohablantes. Emplear las palabras
en latín implica un conocimiento apropiado para utilizarlas de la mejor manera y tener
bases solidas para fortalecer un argumento. Dependiendo de su uso, la persona o el
abogado, podrá disponer de ellas a su antojo, estas no van a desaparecer y estarán
presentes en caso tal de que se requiera su utilización. Si la persona no lo utiliza a lo largo
de su vida, de igual forma seguirán inmersas en la sociedad como base del lenguaje, y,
específicamente como base del lenguaje jurídico español.

Carlos Daniel Álvarez Gómez.

Bibliografía
Alcaraz, E., Hugues, B., & Gómez, A. (2014). El esapñol juridico. Barcelona: Ariel .

Asamblea Nacional Constituyente. (04 de Julio de 1991). secretariasenado. Obtenido de


secretariasenado:
http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/constitucion_politica_199
1.html

Medina, D. L. (2018). Manual de escritura jurídica. Colombia: Legis Editores S.A.

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