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El Cristianismo en el Imperio Romano

Por más de tres siglos, los cristianos fueron uno de los colectivos más
perseguidos del Imperio Romano: aunque por lo general el Estado romano era
muy tolerante con los cultos, el mensaje cristiano tenía implicaciones que podían
hacer peligrar pilares esenciales para la estabilidad del dominio romano, como el
culto a los emperadores, un sistema político y económico que dependía de la
guerra y una desigualdad clara entre clases, pueblos y sexos.

En la época en la que surgió el cristianismo (siglo I), Roma era la capital del
Imperio romano (que se extendía por casi toda Europa, África del Norte y Asia
Occidental) y el centro del desarrollo intelectual, cultural y artístico. La religión en
el imperio era politeísta, convivía una gran cantidad de cultos, contemplando
varios dioses asimilados de otras culturas, estrategia que contribuyo a la adhesión
de los territorios conquistados.

El culto a Jesús de Nazaret se introdujo desde Jerusalén en los tiempos del


emperador Tiberio (42 a.C-37 d.C) y desde su surgimiento, los practicantes fueron
discriminados y perseguidos, debido a que la ética cristiana criticaba los ideales
romanos. La primera gran persecución contra este grupo sucedió el 18 de julio del
año 64, cuando el emperador Nerón cupo a los cristianos de un incendio que
devastó parte de Roma.

Durante los gobiernos de Domiciano y Marco Aurelio, el crecimiento del


cristianismo se interpretaba como una amenaza a la estabilidad del imperio. Con
los emperadores Cómodo, Severo, Felipe el árabe y Galieno hubo mayor
tolerancia. Sin embargo, desde mediados del siglo III la mayoría de los
emperadores impulsaron medidas como el abandono forzado de su fe y el
exterminio de la población cristiana, con el fin de restablecer la gloria del imperio,
deteriorada por conflictos internos y externos.

Diocleciano en el año 303 ordenó la destrucción de templos, quema de textos,


liquidación del culto cristiano y el arresto del clero. Fue en el tiempo del emperador
Constantino I “el grande” (312-337) cuando se estableció la libertad de religión
mediante el edicto de Milán (313); este apoyo la práctica del cristianismo, como
estrategia para reunificar al imperio, en donde gran parte de la población ya era
cristiana. En el año 380, el emperador romano Teodosio I llamado “el Grande”,
tomó una de las decisiones más trascendentales de la historia del Imperio
Romano: convertir el cristianismo en la única religión oficial del Imperio mediante
el Edicto de Tesalónica. Fue el inicio de un largo proceso de cristianización que se
extendió hasta bien entrada la Edad Media.

Para facilitar la asimilación sustituyeron la miríada de dioses por los diversos


santos, estableciéndolos como patronos de las actividades y las profesiones;
santos que, irónicamente, en muchos casos habían sido martirizados por los
propios romanos. Lo mismo se hizo con muchos templos, transformados en
iglesias o reconvertidos a un culto cristiano. Este proceso a menudo implicaba la
destrucción de todo lo que pudiera recordar a su pasado pagano, como estatuas,
imágenes o relieves.

Los cristianos borraron a golpe de cincel los relieves de este templo dedicado a
Isis, que fue reconsagrado a la Virgen.
El cristianismo tenía muchos elementos que lo hacían muy atractivo para las
clases más humildes, que conformaban la mayoría de la población del Imperio:
pobres, esclavos o de algún modo oprimidos podían encontrar consuelo en una
religión que les concedía mayor esperanza que los dioses antiguos, cuyo
temperamento y conducta en los mitos no eran precisamente un modelo a seguir.
Un paso imprescindible para formar parte de la comunidad cristiana era el rito del
bautismo. Si bien a los recién nacidos se les podía realizar sin dificultad, en el
caso de los adultos había que seguir un ritual por el cual la persona abandonaba
públicamente sus prácticas paganas. 

Algunos de los primeros símbolos del culto cristiano fueron: el Crismón,


incorporado al estandarte de Constantino I y formado por las dos letras iniciales
superpuestas del nombre de Cristo en griego; el Estaurograma, una cruz unida
con una P; las letras A y Ω. Primera y última del alfabeto griego como
representación de la eternidad de dios y el Ichtus, dos arcos intersectados que
forman un pez y las siglas IXΘYΣ que significan “Jesucristo hijo del Dios salvador”.
Conclusión

La cristianización de la sociedad no fue tan completa como se podría imaginar


y arrastró muchas costumbres paganas hasta bien entrada la Edad Media.

El cristianismo fue la causa principal de la caída del Imperio Romano.

El cristianismo transformó muchos templos en iglesias y sustituyó el culto a los


antiguos dioses por la veneración a los santos y a la Virgen.
Teodosio I

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