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Monograma de Cristo, (crismón) en una placa de un sarcófago del siglo IV, mármol, Museos Vaticanos,
expuesto en una exposición temporal en el Coliseo de Roma, Italia.
Antes de finales del siglo I, las autoridades romanas reconocieron al cristianismo como una
religión separada del judaísmo. La distinción, tal vez ya hecha en la práctica en el momento
del Gran incendio de Roma en el año 64, fue dada por el emperador Nerva alrededor del año
98 al conceder a los cristianos la exención del pago del Fiscus judaicus, el impuesto anual
sobre los judíos. Plinio el Joven, cuando fue promagistrado en Bitinia en el año 103, asume en
sus cartas a Trajano que como los cristianos no pagan el impuesto, no son judíos.567
Dado que el pago de impuestos había sido una de las formas en que los judíos demostraban
su buena voluntad y lealtad hacia el Imperio, los cristianos tenían que negociar sus propias
alternativas para participar en el culto imperial. Su negativa a adorar a los dioses romanos o a
rendir homenaje al emperador como algo divino resultó en ocasiones en persecución y
martirio.567 El Padre de la Iglesia Tertuliano, por ejemplo, trató de argumentar que el
cristianismo no era intrínsecamente traicionero, y que los cristianos podían ofrecer su propia
forma de oración para el bienestar del emperador.8
El cristianismo se extendió especialmente en las partes orientales del Imperio y más allá de su
frontera; en el oeste, era al principio relativamente limitado, pero surgieron importantes
comunidades cristianas en Roma, Cartago y otros centros urbanos, convirtiéndose a finales
del siglo III en la fe dominante en algunos de ellos. Los cristianos representaban
aproximadamente el 10% de la población romana por el año 300, según algunas
estimaciones.9 Según Will Durant, la Iglesia cristiana prevaleció sobre el paganismo porque
ofrecía una doctrina mucho más atractiva y porque los líderes de la iglesia se ocupaban de las
necesidades humanas mejor que sus rivales.10
En el 301, el Reino de Armenia, nominalmente un reino cliente romano pero gobernado por
una dinastía parta,11 se convirtió en la primera nación en adoptar el cristianismo como
su religión de estado.
Debates dentro del cristianismo[editar]
Icono que representa a Constantino I y a los obispos del Concilio de Nicea I (325). El emperador,
colocado en el centro y con una aureola, sostiene el Credo del Concilio de Constantinopla I (381).
Los eruditos cristianos y la población del Imperio estaban cada vez más involucrados en
debates sobre cristología —es decir, sobre la naturaleza de Cristo—. Las opiniones iban
desde la creencia de que Jesús era completamente humano a la creencia de que era
completamente divino. El debate más persistente fue el que se produjo entre el punto de
vista consubstancialidad —el Dios Padre y el Dios Hijo son de una sola sustancia—, definido
en el Concilio de Nicea I en 325 y más tarde defendido por Atanasio de Alejandría, y el punto
de vista arriano —el Padre y el Hijo son similares, pero el Padre es más grande que el Hijo—.
De esta manera, los emperadores se involucraron cada vez más, con la Iglesia cada vez más
dividida.27
Constantino apoyó el credo de Nicea, pero fue bautizado en su lecho de muerte por Eusebio
de Nicomedia, un obispo con simpatías arrianas. Su sucesor Constancio II apoyó las
posiciones arrianas: bajo su gobierno, el Concilio de Constantinopla en el 360 apoyó el punto
de vista arriano. Después del interludio del emperador Juliano II, de todas las denominaciones
existentes, en la pars occidentalis triunfó el credo niceno, mientras que el arrianismo
o semiarrianismo fue dominante en la pars orientalis —bajo el emperador Valente—, hasta
que el emperador Teodosio I convocó el Concilio de Constantinopla I en el 381, que reafirmó
la visión nicena y rechazó la arriana. Este concilio refinó todavía más la definición de
ortodoxia, emitiendo el Credo Niceno-Constantinopolitano.
Teodosio I el Grande.