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Anna Freixas
El eje central de este articulo gira en torno a la necesidad de que desde la investigación y la
teoría evolutiva se conceptualice el envejecimiento como algo radicalmente diferente para
hombres y mujeres, en la medida en que las experiencias y vidas de unos y otras determinan
en la vejez, una situación personal y vital claramente opuesta. Por otra parte, se analizan
elementos como la tendencia a homogeneizar a las personas mayores en un todo que
ignora su diversidad, el énfasis en la visión negativa sobre el envejecimiento y 1os
estereotipos discriminatorios acerca de las personas mayores. En el artículo se lleva a cabo,
también, una reflexión acerca de la evolución de 1os roles tradicionales a 1o largo de la
vida, sobre la salud y la menopausia como percepción personal y sobre la historia
económica de la mujer como determinante de la preocupante pobreza de la población
mayor femenina.
Palabras clave: Envejecimiento, género, estudios de las mujeres.
This paper focuses on the need for developmental research and theory to consider aging as
something radically different in men and women, insofar as the experiences and lives of
both sexes determine a set of personal circumstances in old age which are diametrically
opposed. Moreover, the paper analyses other features such as the tendency to treat the
elderly as an homogenous group ignoring their diversity, the overridingly negative view of
aging, and the stereotypes of the elderly. The paper also considers the evolution of the
traditional roles throughout the life-span, health and the menopause as personal constructs
and the economic history of women as a determining factor in the alarming levels of
poverty in the elderly female population.
Key words: Aging, Gender, Women's studies.
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El término individuos mayores en un amasijo en el que edad y género se confunden en un
concepto de deterioro, pérdida y dependencia. Así pues, tradicionalmente la psicología
evolutiva ha considerado a las personas mayores como un todo homogéneo. Frente a este
concepto las teorías del ciclo vital han introducido algunos elementos fundamentales para
la comprensión de la experiencia del envejecimiento que pretenden evitar ideas
unificadoras, habitualmente negativas, como el carácter inevitable de la dependencia, la
pérdida, el deterioro y la enfermedad.
Por ello se hace hincapié en la diversidad de experiencias de las personas a lo largo de la
vida, elemento que permite subrayar el papel de las vivencias de personas diferentes,
considerando que los seres humanos, en vez de atravesar de forma previsible las etapas, se
enfrentan a situaciones variables y plurales, multidimensionales y multidireccionales. Esta
perspectiva permite una mayor sensibilidad a la pluralidad de experiencias en la vejez,
documentando los problemas y conociendo cómo los afrontan las diferentes personas.
Homogeneizar a la gente mayor en función de su edad supone ignorar la enorme diversidad
que existe entre las personas ancianas y pasar por alto la aportación efectuada por ellas a la
vida y, además, oscurece su papel como apoyo al ejercer en trabajos voluntarios y en la
atención informal que brindan sobre todo a su cónyuge y a la vecindad (Arber y Ginn,
1990). Su aportación mediante su trabajo gratuito resulta hoy día tan imperceptible como lo
era hace 20 años el trabajo no remunerado de las mujeres en el ámbito doméstico y en el
cuidado de otras personas.
Por otra parte, la adopción de un enfoque menos unificador permite contrarrestar la fuerte
tendencia a reforzar 10s puntos de vista negativos sobre el envejecimiento y el género. Así,
en los estudios acerca del desarrollo en las Últimas etapas de la vida, habitualmente
encontramos una constante reiteración de la relación entre personas ancianas y
dependencia, pobreza, desigualdad, deterioro y enfermedad. Perspectiva negativa que, en el
caso de las mujeres, añade al temor con que se vislumbra el envejecer, el pánico de hacerlo
perteneciendo a una parte de la población especialmente castigada por factores como la
pobreza, la marginación afectiva, etc.
En 1969 Butler definió con el término ageism a los estereotipos sistemáticos y
discriminatorios contra las personas por el simple hecho de ser viejas. Este ageism se refleja
en desdén y desagrado, e incluso, de forma sutil, evitando el contacto. Los estereotipos
negativos más frecuentes sobre las personas mayores incluyen ideas como: enfermedad,
impotencia, disminución de las capacidades mentales, fealdad, enfermedad mental,
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inutilidad, aislamiento, pobreza y depresión (Palmore, 1990). Además, Covey (1988)
encontró que los términos que se usan para definir a las mujeres mayores tienen una
historia mucho más antigua de connotaciones negativas que las que se refieren a los
hombres. Según Butler (1993) el mejor antídoto contra esta actitud hacia las personas
mayores es el conocimiento que proporciona la educación.
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interconexión la que puede dar a las mujeres una ventaja en la vejez. Así pues, las mujeres
se benefician de los enriquecedores valores expresivos, incluyendo la interconexión y el
cuidado, como parte del rol femenino. Otra ventaja que pueden tener las mujeres en el
envejecer es su habilidad para verse a sí mismas y sus vidas como valiosas y significativas
(Helterline y Nouri, 1994). Los valores de cuidado y conexión son los más importantes para
las mujeres durante toda su vida y se mantienen en la vejez y se vuelven también más
importantes para los hombres a esa edad. Lo cual indica que los valores de la vejez se
hacen, a lo largo de la vida, cada vez más femeninos, mientras se muestran en recesión los
mis masculinos del trabajo y de la vida pública.
Menopausia y salud
En otras publicaciones Freixas (1992 a y b) hemos abogado por la necesidad de una nueva
conceptualización de la menopausia como coyuntura en la que confluyen importantes
variables de carácter psicológico, social, cultural y fisiológico que explican y configuran la
experiencia de las mujeres. Desde este planteamiento la investigación deberá descubrir y
reformular las vivencias de las mujeres, con el objetivo de escuchar más de cerca las
diferentes voces de las mujeres sobre la menopausia, a través del análisis de contenido del
relato de sus propias experiencias.
A pesar de la fuerte campaña que laboratorios y clase médica llevan a cabo para medicalizar
la menopausia, cargándola de numerosos temores, Cross y Lovett (1994) sugieren que la
menopausia no es percibida por las 101 mujeres de su estudio como un gran problema,
sino, al contrario, éstas la ven como algo natural, normal y, a menudo, como una
experiencia liberadora, como lo evidencia la mención frecuente del tema positivo de la
libertad. Los resultados de las investigaciones de estos autores son consistentes con los
hallazgos similares de McKinlay, McKinlay y Avis (1989), Kaufert y Gilbert (1986),
Matthews, Wing, Kuller, Meihlar, Kelsey, Costello y Caggiula (1990) y Freixas (1992 a y b) y
reta el estereotipo clínico de que la mujer en la menopausia -entendida esta como una
enfermedad deficitaria- experimenta un sinfín de síntomas. La menopausia está empezando
a perder este estigma y ganando el reconocimiento de un importante acontecimiento de la
salud. En la autopercepción de la menopausia influye de manera importante la educación
que proporciona mayores fuentes de información y recursos para afrontarla adecuadamente
y también proporciona una posible preparación para esta experiencia. Los resultados
obtenidos por Cross y Lovett (1994) sugieren que cuando se estudia la menopausia desde
un marco de referencia positivo, cuando las mujeres comparten sus experiencias
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personales, éstas proporcionan respuestas muy diferentes a cuando se enfoca la
menopausia desde un modelo teórico de enfermedad.
Fink (1988) sugiere que hay una serie de hechos que están en la base de la consideración de
la menopausia como una enfermedad: la falta de una investigación médica de calidad, el
gran número de médicos hombres y el uso del diagnóstico de menopausia para cubrir una
amplia gama de quejas de las mujeres entre los 40 y los 65 años. Como una bella capa, la
menopausia todo lo tapa. Hay otros estereotipos que tienen una audiencia también notable,
como la idea de que la menopausia es una crisis emocional o un periodo de inestabilidad
gracias a los cuales se estigmatiza a las mujeres de manera despreciativa.
Dentro de las perspectivas de futuro que se vislumbran como necesarias podemos destacar
la necesidad de aumentar la investigación con mujeres saludables, incluyendo estudios
epidemiológicos de mujeres que experimentan un envejecimiento normal. Parece necesario,
también, llevar a cabo otros trabajos que nos permitan determinar si la menopausia
quirúrgica contribuye a un peor estado de salud y estudios sobre los efectos de los
estereotipos de los profesionales de la salud en los cuidados prestados en la menopausia.
Hacen falta estudios cualitativos que reflejen la experiencia de diferentes culturas en torno a
la menopausia, con un énfasis en la postmenopausia, periodo en el que las mujeres entran
en una segunda edad adulta o en la tercera edad. Todo ello puede contribuir a diseñar
cartas de ruta para orientar a las mujeres que se encuentran en este periodo de cambio y
desvanecer muchas de las ideas que en estos momentos limitan su vida y las pretenden
marginar en una sociedad donde el mito de la eterna juventud las excluye pronto del
mercado del amor.
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menos estresante y debilitadora, que son positivos en sus efectos sobre la salud y el
bienestar. Más años de educación pueden generar un sentido de eficacia y control y la
habilidad de utilizarlos de manera que vivan una vida más saludable (Hammond, 1995). Las
respuestas aprendidas para hacer frente a la enfermedad a lo largo de la vida también son
efectivas para afrontar la mayor incidencia de enfermedad que aumenta a medida que
aumenta la edad. La autonomía en la toma de decisiones promueve un sentimiento de
poder y autoestima que las mujeres mayores necesitan para mantener su integridad durante
la enfermedad y en tiempos de adversidad.
Las difíciles relaciones entre mujer y dinero en la juventud se concretan en pobreza y
dependencia en la vejez. Gracias a la incorporación masiva de las mujeres al mercado
laboral cada vez hay más estudios acerca de la jubilación de las mujeres, pero sigue
habiendo muchos elementos desconocidos acerca de cómo viven después de la jubilación.
Muchas mujeres están hoy en el mercado de trabajo y empiezan a ejercer carreras poco
tradicionales, algo que es positivo en la medida en que mejora su situación económica
presente y futura. Sin embargo, hay un número alarmante de mujeres que viven y vivirán en
la pobreza en la vejez. El tipo de participación en el mercado de trabajo es un predictor
económico de la jubilación.
Cuando se examina la vida laboral de las mujeres se comprende que las desigualdades del
mercado laboral se convierten en desigualdades en la jubilación.
Muchas mujeres están sobrerrepresentadas en ocupaciones mal pagadas; empleada en
trabajos discontinuos, a tiempo parcial, semicualificadas o simplemente no cualificadas,
ocupando lugares de trabajo tradicionalmente femeninos, que se caracterizan por su bajo
salario, como contables, peluqueras, secretarias, vendedoras, asistentas, cuidando criaturas,
etc., cuyas consecuencias en la vejez son la pobreza y el acceso limitado a los beneficios de
los servicios sociales. Los ingresos de las pensiones reflejan los años pasados en un lugar de
trabajo hostil que limita el acceso a ocupaciones igualitarias entre los dos sexos.
La explicación acerca de las diferencias en los ingresos de las mujeres cuando se jubilan hay
que buscarla en diversos aspectos relacionados tanto con tal mercado laboral, como con la
vida familiar. Entre ellos destacamos:
1) La economía dual, según la cual el mercado laboral, con respecto a la industria, está
dividido en dos sectores -el central y el periférico. En el sector central están las industrias
del petróleo, acero, etc., con una alta productividad, trabajadores organizados, y altos
márgenes de beneficio. Este sector central está rodeado por uno periférico, o de servicios,
formado por restaurantes, estaciones de servicio, almacenes, tiendas, en los que se da
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mucha competencia comercial, poca productividad y una baja seguridad laboral. Los
trabajadores y trabajadoras ganan más en el sector central que en el periférico. Las mujeres
es más probable que estén empleadas en el sector periférico.
2) La segmentación del mercado laboral en dos partes diferenciadas: a) empleos prioritarios
(gerente y empresarios) que están bien pagados y ofrecen estabilidad y buenos ingresos y b)
ocupaciones secundaria~ (secretarias y auxiliares) caracterizadas por ser inestables y mal
pagadas. Ambos tipos de segmentos pueden encontrarse en la misma industria. Esta
nómina oculta se adquiere, no por las características del capital humano, sino por la
habilidad de un grupo ocupacional para controlar su mercado y exigir con éxito sus
beneficios. Las personas empleadas en las ocupaciones secundarias es menos probable que
estén cubiertas por una pensión y además reciben ingresos menores (De Viney y Solomon,
1995). Tanto la economía dual como la segmentación del mercado laboral explican las
diferencias de género en los ingresos, en la medida en que las mujeres tienden a estar
concentradas en las ocupaciones secundarias del sector periférico.
3) Con relación a la coyuntura familiar las demandas familiares son también elementos
clave en la medida en que pueden determinar la historia laboral de las mujeres y, por lo
tanto, tienen un impacto sobre sus ingresos en la vejez. Las mujeres, al revés que los
hombres, pueden haber interrumpido su historia laboral debido a las responsabilidades de
crianza. Además, el número de criaturas que tiene una mujer puede afectar su jubilación en,
al menos, dos aspectos: a) las pensiones se cobran por servicios continuados y b) la
ausencia del mercado laboral se paga de manera que las mujeres cuando se quieren
reincorporar se encuentran sobrepasadas por la gente mis joven que se mantiene preparada
y actualizada.
4) En cuanto a la historia marital las mujeres socializadas en modelos tradicionales de
dependencia pueden fácilmente encontrarse con acontecimientos vitales que reduzcan
dramáticamente su situación económica (Burkhauser y Duncan, 1989), como pueden ser el
divorcio, la separación o la muerte del esposo, situaciones que tienen consecuencias
negativas prolongada sobre el bienestar económico en la vejez (Holden y Smock, 1991).
Weitzman (1985) informa de que las mujeres divorciadas y sus criaturas experimentan un
descenso del 73% en su nivel de vida, durante el primer año del divorcio, debido a la
pérdida de los ingresos del marido. Mientras el divorcio puede ser un desastre financiero
para las mujeres (Weitzman, 1985), 10s hombres experimenta una mejora en su estatus
económico (Holden y Smock, 1991). A pesar de que las divorciadas jóvenes pueden
compensar parcialmente la pérdida de ingresos del marido, a las mujeres mayores y las de
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mediana edad divorciadas les puede resultar difícil iniciar nuevas carreras, especialmente si
han sido amas de casa a tiempo total. Incluso en el caso de que estas mujeres tengan una
profesión remunerada la posibilidad de aumentar sus ingresos es casi nula a causa del tipo
de trabajos en los que la mayoría de ellas se encuentran (Uhlenberg, Cooney y Boyd, 1990).
Otros hechos influyen también en la precaria situación económica de las mujeres, como
son el alto porcentaje que entra en el mercado laboral pensando en complementar la
economía familiar o simplemente autoabastecerse y las que, durante periodos importantes
de su vida, son cabeza de familia, sin pareja (Whittelsey, 1993).
La Older Women's League (1990) prevé que la pobreza seguirá extendiéndose en los
próximos años entre las mujeres ancianas que viven solas, las divorciada~, las viudas o las
solteras, por lo que propone un sistema de seguridad social más equitativo y sobre todo el
papel de la educación como principal promotora de una mejor situación económica de las
mujeres en la vejez. Si las mujeres fueran conscientes, en una edad temprana, de cuál será
su situación financiera en la jubilación, probablemente se plantean una previsión y podrían
planificarse de acuerdo a ella (Perkins, 1995).
Tradicionalmente las mujeres no han planificado su retiro, tanto por razones institucionales
y sociales como por motivos inherentes a las propias mujeres. Muchos factores contribuyen
a la falta de planificación para la jubilación, por ejemplo, el temor a envejecer y las
consecuencias de ejercer roles tradicionales en la sociedad, son cuestiones que enfatizan la
inferioridad, la dependencia y la pasividad (Dowling, 1981 y Sontag, 1972). Quizás como
resultado de una socialización del rol las mujeres siguen creyendo que serán cuidadas en la
vejez; aunque los datos indican que no es así.
Para terminar con el círculo de la pobreza las mujeres necesitan planificar de forma más
agresiva los años posteriores a la jubilación. Las mujeres de todos los estatus sociales deben
emplearse enérgicamente en asegurar que pueden y deben tener seguridad financiera en la
vejez. La planificación antes de la jubilación es una necesidad crítica para las mujeres
(Perkins, 1992) ya que es un importante componente de su seguridad financiera. El desnivel
entre los ingresos de hombres y mujeres puede aumentar en la jubilación, debido a que los
ingresos de las pensiones se basan en la duración del tiempo de empleo a lo largo de la
vida. Por lo tanto, la planificación de la jubilación por parte de las mujeres determina su
seguridad futura en la vejez.
Factores como la situación civil, la elección de trabajo, la historia laboral, la edad, el nivel
educativo alcanzado, la independencia financiera de las criaturas, el nivel de ingresos, la
cantidad de dinero que se ha ahorrado a lo largo de los años, la composición de la familia y
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los arreglos en el reparto de responsabilidades y de tiempo para trabajar fuera de casa, cada
uno por sí mismo y cada uno en relación con los restantes, son factores que tienen un gran
impacto sobre los ingresos por jubilación de la mujer y deben ser considerados en el
proceso de planificación. Entre todos ellos, la continuidad en el empleo es el factor básico
de la historia laboral, el que tiene más importancia sobre la economía en la vejez. El nivel
del sueldo permite un mayor o menor nivel de ahorro. Las criaturas son un predictor tan
importante como la historia laboral; la dependencia financiera de éstas tiene una influencia
directa sobre la capacidad de ahorrar. La situación civil, la vivienda y la salud son factores
que influyen en cómo viven las mujeres mayores. La coyuntura marital determina la
situación financiera de las mujeres y, necesariamente, tiene relación con la calidad de la
vivienda que pueden tener.
Puesto que la pobreza es extremadamente alta entre las mujeres mayores, todos estos
elementos deben ser utilizados en la planificación financiera y de la jubilación, al interpretar
las circunstancias que las mujeres encuentran durante la edad adulta que afectan sus
ahorros y dinero para la jubilación. Todos ellos son aspectos básicos a tener en cuenta para
desarrollar programas educativos dirigidos a las mujeres de todas las edades, que les ayuden
a comprender mejor la responsabilidad que tienen en la consecución del dinero de su
jubilación, la satisfacción resultante y el impacto de las decisiones que se toman en
momentos cruciales de la vida relacionadas con la educación, la ocupación, la historia
laboral, las criaturas y la situación civil (Kokrda y Cramer, 1996).
Conclusiones
Para el estudio y la explicación de la segunda parte de la vida de las personas, la
investigación y la teoría psicogerontológica y evolutiva tienen planteados, pues, numerosos
retos para dar cuenta de la complejidad del proceso de envejecimiento en la población
femenina y masculina. En los próximos años van a variar sustancial y radicalmente muchos
de 10s elementos que en este momento concurren en las personas mayores. Entre otras
cosas porque se producirá un aumento significativo en la población mayor; población que
va a tener unas características claramente diferentes a la que hasta el momento ha servido
de referente a los estudios evolutivos de que disponemos actualmente. Población diferente
por diversas razones: 1) el aumento de la esperanza de vida va a ir acompañado de unos
estándares de salud mucho mejores y 2) las mujeres mayores de los próximos 20 años,
beneficiarias de las nuevas posiciones feministas, se enfrentarán a la vejez con experiencias
laborales, económicas, familiares, de poder y estatus diferentes a las de sus predecesoras y,
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por lo tanto, dispondrán de mayores re- cursos económicos, sociales e intelectuales que
ellas. Todo ello exigirá una redefinición de los roles tradicionales relativos a la pareja, la
familia, el trabajo remunerado, el dinero, el sexo, etc. y con ello se abren numerosos
interrogantes planteados a la psicología evolutiva con el objetivo de conocer el nuevo
significado de las transiciones en la vida de las mujeres y de los hombres, a lo largo de todo
el ciclo vital.
Tarea ciertamente ardua, pero emocionante, en la que la investigación psicológica deberá
conceptualizar de nuevo los marcos teóricos con los que hasta hoy se ha explicado el
desarrollo y desprenderse de viejos esquemas unificadores, negativos, patriarcales y
androcéntricos que han servido para hacer invisibles a las personas en la última etapa de la
vida y, en especial, a las mujeres, desde mucho antes.
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Resumen
Introducción
El presente artículo tiene por objetivo analizar los niveles de aceptación y expresión de
la identidad (“salida del closet”) en las personas mayores lesbianas y gays a partir de los
cambios socioculturales y políticos sucedidos en Argentina y en su relación con los
marcos de la familia, los amigos, el trabajo y los profesionales de la salud.
Los cambios en los contextos culturales con respecto a la cuestión LGBT+ en este país
han sido tan notorios que emergen como un eje desde donde investigar la relación que
se establece entre las narrativas socioculturales, los cambios políticos y las narrativas de
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por sobre entendida cierta información), discursos insinuados (dar por sentado que la
otra persona conoce la orientación sexual del interlocutor) y discursos insultivos
(adjetivar y tratar de manera negativa).
Barrientos y Cárdenas (2013) en un estudio realizado en Chile, consideraron que la
homofobia tiene un impacto significativo en la calidad de vida de las personas
pertenecientes a minorías sexuales.
Otras investigaciones recientes resaltan el papel de las leyes en el desarrollo de la
calidad de vida. Por ejemplo, Daniel y Butkus (2015) señalan que las leyes estatales o
federales pueden afectar la calidad de vida de las personas LGBT+. Es así que las
políticas discriminatorias hacia este colectivo, refuerzan los factores ambientales y
sociales que afectan negativamente el bienestar mental y físico de las personas LGBT+.
Hammack, Frost y Meyer (2017) muestran la relación entre los contextos históricos y
las trayectorias vitales de varones gays en EEUU. Se destacaron 5 generaciones, que
actualmente conviven y cuyas prácticas a nivel de la salud se diferencian, evidenciando
la importancia de los eventos que propician cambios sociales y que pueden marcar
diferencias en las trayectorias vitales. Esto indicaría la posibilidad de recortar dos
principios rectores para la investigación: el tiempo y el lugar histórico; y la relevancia
de un hecho según la etapa de desarrollo del individuo (Hammack, Frost & Meyer,
2017).
De esta manera la identidad gay puede ser comprendida como una narrativa articulada
tanto histórica cómo culturalmente, a prácticas sociales (McLean, Lilgendhal, Fordham,
Alpert, Marsden, Szymanowski y McAdams; 2017) asociadas, en este caso, con los
cambios políticos y sociales capaces de transformar las actitudes y prácticas hacia esta
temática.
Metodología
En este estudio se implementó una metodología cualitativa. La elección fue debido a la
necesidad de obtener relatos espontáneos, así como a propiciar la emergencia de
significados desde la percepción de los propios participantes. Asimismo, se pretendió
captar las diversas perspectivas existentes en lo referido a los ejes explorados. A tal fin,
se seleccionó como técnica de recolección de datos el grupo focal ya que además de las
opiniones de cada uno de los participantes se obtiene información acerca de la
interacción entre ellos. Se decidió realizar dos grupos focales: uno de lesbianas y otro de
gays.
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A tal fin, el equipo de investigadores elaboró un guion que incluyó los siguientes ejes:
1) cambios que se produjeron en Argentina que brindaron mayor bienestar a las
personas LGBT+, 2) incidencia de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de
género, 3) percepción de cambios en la sociedad y en los medios masivos de
comunicación, 4) cambios en la posibilidad de expresar la identidad como personas
LGBT, 5) incidencia de dichos cambios a nivel de las relaciones con la pareja, la
familia, los amigos, los vecinos, la escuela y el trabajo, 6) cambios en las formas de
percibirse a sí mismo, en su autoestima y en su bienestar y 7) significado de ser un
adulto mayor LGBT+ en la actualidad.
Para la conformación de los grupos focales se consideraron personas gays y lesbianas
que fueran adultos mayores (de 60 años o más) y que residieran de manera permanente
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina). Los mismos fueron convocados
tanto a través de organizaciones que reúnen a personas gays y lesbianas como a partir de
conocidos que facilitan el contacto –técnica bola de nieve-. De este modo se consiguió
que ambos grupos quedaran conformados tanto por personas que participan activamente
en dichas organizaciones como por las que no forman parte de ellas. Ambos grupos
quedaron integrados por 10 personas. En el grupo de lesbianas el promedio de edad fue
de 68,7 (DS: 4,5) La mitad de ellas vivía sola y las demás con su pareja. Solo dos de
ellas vivían con pareja e hijos. Las dos terceras partes tenían formación educativa de
nivel terciario o universitario.
En el grupo de gays el promedio de edad fue de 72 años (DS: 3,6). Solo uno de ellos no
estaba jubilado. La mitad tenía formación universitaria. Cinco de ellos vivían con su
pareja, uno con pareja e hijos, tres vivían solos y uno con su madre.
Una vez realizadas las gestiones para contactar a las personas, así como para brindarles
la información necesaria que les permitiera decidir su participación, se concretaron los
grupos focales. Los mismos fueron coordinados por uno de los investigadores quien,
antes de su inicio, solicitó el consentimiento informado por escrito de cada uno de los
participantes. A continuación, el coordinador, fue introduciendo uno a uno los ejes de
exploración en forma de pregunta. Al finalizar, se agradeció la colaboración y el aporte
de datos relevantes para el desarrollo del trabajo de investigación. Los grupos focales
tuvieron una duración aproximada de una hora y media cada uno. El registro de los
mismos fue realizado mediante grabación de audio.
6
Los datos relevados fueron analizados de manera cualitativa, generando categorías que
permitieran lograr conceptualizaciones y abstracciones comprensivas de los mismos.
Resultados
A continuación, se detallan las conceptualizaciones logradas a partir del análisis de las
narrativas aportadas en los grupos focales. En primer lugar, se exponen las
correspondientes al de personas mayores lesbianas y luego al de gays.
“Es un contexto machista y patriarcal, aunque ahora quieran parecer más abiertos,
yo creo que es por el espíritu de época y no porque les haya cambiado la cabeza.
Entonces, en ese sentido en lo personal no me cambió nada, pero porque el contexto
yo no lo veo tan cambiado.”
“Y, de hecho, por lo menos en nosotras, pasa esto que decía S, esto de sentirse
ciudadano, ciudadanas como los demás, y eso lo produjo, en el caso nuestro, la Ley
de matrimonio igualitario, y también la de identidad de género”.
Otro grupo de lesbianos ven las leyes mencionadas como un hecho que mejoró
“cuestiones prácticas”, como garantizar el seguro médico o la herencia, pero que no
cambió sustancialmente la hostilidad del entorno.
La desconfianza en los otros: La falta de confianza sobre los cambios que suceden a
nivel social genera temor a la visibilización. Este temor se funda en ser calificada como
un bicho raro o de otro planeta, con la consecuencia de ser no queridas, sentirse
rechazadas o heridas.
“Pasan los gobiernos. Unos más, otros menos. Coincido en que la ley hizo mucho y
admiro a los que visibilizan. Yo con mi experiencia ni loca voy a una conferencia, ni
loca me expongo del miedo que me da y más en pareja, del arañazo que puedo
sentir de la sociedad.”
“Y la traumada era yo, por vivencias maternas, y por una vivencia que tuve en la
escuela y por lo que la sociedad me condenó”
8
“Yo tengo sobrinos que son más jóvenes, y me aceptaron a mí y a mi pareja, tengo
una pareja mujer”.
“Sí veo la libertad de las chicas más jóvenes. Yo creo que uno se reprime, yo me
reprimía. Pero voy a llegar a mi vejez con o sin pareja, pero feliz porque pude
elegir”.
“Los jóvenes vienen con otra cabeza (…). En ellos se produjo una cosa cercana a lo
que puede ser menos discriminación, más aceptación, todo fue más…
“Parece que tengo toda la libertad que uno quisiera, y el grupo me ayuda, las
chicas (refiriéndose al grupo de lesbianas) me hacen reflexionar, me hacen sentir
más segura.”
Los modelos en los medios: pueden funcionar dando legitimidad cuando las formas de
representación coinciden con figuras femeninas clásicas y valiosas o convertirse en
factores de rechazo cuando se alejan de dichos estereotipos lo que provoca un retorno a
una posición anterior.
“A mí lo que me vino fue Sandra- Celeste en ese afiche “mujer contra y mujer”. Eso
para mí fue muy sanador.”
“Nosotras vemos los lunes una serie, un reality, una familia, donde la adolescente
es transgénero… Si eso pasa en la tele, en el cine, en la realidad más naturalmente,
pienso que eso contribuye a que se haga más natural…”
Los espacios del ocultamiento: Las familias, fundamentalmente las madres, el colegio
y el trabajo son nombrados como los espacios de mayor ocultamiento y temor. Este
ocultamiento está dado por el no mostrarse –invisibilización- y el no hablar. Por su
parte, el temor tiene que ver con diversos daños que se pueden sufrir, tales como ser
expulsadas, sancionadas, rechazadas, señaladas o juzgadas. Por ello, entre los hitos
liberadores más señalados se encuentran la muerte de algunos familiares cercanos y la
propia jubilación.
“Cuando se murieron todos (risas) ¡Sí! Cuando fallecieron todos, ahí hablé con
amigas, con primos. Y ellos dijeron "nosotros nos dábamos cuenta" y yo "puta
madre, por qué no me ahorraron... por qué no me dieron el pie para hablarlo...".
“Yo comparto la opinión de X y hago una vivencia personal mía como docente, que
trabajé hace muchos años bajo el silencio. Y eso me frustró a mi como persona,
porque lo tuve que llevar a mi terapia porque no podía ser feliz como yo quería
porque era discriminada totalmente, así fue en la escuela municipal y no te digo lo
que era en la escuela religiosa.”
10
“Siempre lo oculté, eran mis "amigas" para mi familia, una amiga muy pegota no,
pero que estaba en todo. Pero la palabra de S. me impactó, me modificó tanto la
conducta que lo llevé a mi terapia y a mi amiga.”
“Yo cuando era jovencita estaba obviamente mal por este tema, pero yo no me daba
cuenta ni siquiera. Tuve un terapeuta que no me entendía, que me decía que yo no
era lesbiana.”
“Fui al psicoanalista que era psiquiatra, y yo fui con la idea de que iba a cambiar,
yo quería cambiar, yo quería ser igual a los demás, no podía ser distinta, era muy
duro para mí, tuve que hacer mucho tratamiento, muchos años y después bueno, en
lo fundamental no me ayudó.”
“Me ayudó que después del 90 ya no fue una enfermedad y ahí empezó la cosa a
cambiar entonces imagínate, yo no puedo, no puedo, todavía no puedo (aceptarme).
Y venir al grupo de terapia, que hace un año que voy, para mí, ha sido un paso
extraordinario, poder compartir con mis pares un montón de actividades. Para mí
fue un paso impresionante y eso que hice dos terapias”.
“El haberme enamorado así con toda la libertad creo que fue beneficioso y te digo
que me emociona porque yo tuve otras parejas, pero viví censurada. Estaba
totalmente limitada a ser feliz, ¡terrible es eso!”
11
A partir del análisis de las narrativas del grupo focal de gays se hallaron las siguientes
conceptualizaciones:
“(…) la derogación de los edictos policiales. No te olvides que antes veían a dos
varones juntos y era una contravención municipal. Te metían adentro, te golpeaban,
intentaban abusar de vos, etc.
“Te digo que dentro de esta línea que estás desarrollando, tendrías que marcar a la
Organización Mundial de la Salud, un cambio de criterio, eso es fundamental,
porque antes éramos enfermos y a partir de determinado momento no fuimos más
enfermos.
“Pero no hay nadie, ninguna ley que obligue a aceptar lo que vos no aceptás, lo
que sí te protege”.
“(…) fue fundamental el hito que dio la OMS para algunos profesionales, no todos
lo tomaron. Porque hay algunos psicólogos que nos siguen tratando como
enfermos”.
12
“En las novelas en televisión, aparece el tema gay tratado y no por estereotipos
gay, mostrando el famoso mariconcito, el tipo afeminado, sino un varón común que
tenía por objeto sexual otros varones, sin ningún tipo de actividad o actitud
estereotipada”
“La sociedad ha cambiado de toda esa homofobia, esa discriminación que nosotros
teníamos antes en la escuela”.
“Entonces, ayudó a generar este cambio en la sociedad, poder ir con tu pareja del
brazo o de la mano y que ya nadie te mire, y luego esto fue consagrado a través de
la Ley de matrimonio igualitario y la de libertad de género, elección de género”.
“ahora pleno 2018 (…) me ha pasado en el Colegio Nacional ver chicos que se
están besando, yo pasé, lo vi y volví, retrocedí para decirles, che los felicito, porque
yo me pasé años tratando de que mi madre y que mis padres no supieran cual era
mi situación y mi realidad”.
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“Cuando vos tenías un nivel de excelencia era como que eras respetado, si eras un
mediocre, además eras puto”.
“Si a vos no te aceptan como vos sos, sobre todo a esta altura de la vida (…) ¡Te
vas! (…) Si vos encontrás una pared la cual no podés pasar, te vas. Ya no voy a
estar pensando porque me queda poco”.
Conclusiones
Si bien el estudio es de tipo exploratorio y de alcance limitado, los resultados permiten
identificar líneas temáticas a seguir profundizando en futuras investigaciones.
14
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Publicada en Voces en el Fénix Año 5 Nº 36, (pp. 38-47) Julio 2014.
Masculinidades en la vejez
Prof. Dr. Ricardo Iacub
“Tened piedad de este pobre fantasma de Edipo, pues ese viejo cuerpo ya no es él.”
(Sófocles, Edipo en Colona)
“Dios mío pensaba, ¡el hombre que fui! ¡Sin la menor sensación de otredad! Hubo un tiempo en que
fui un ser humano completo.” (Ph. Roth, Elegía)
Introducción:
1
resulta de gran valor para entender la conformación de sentimientos, malestares, proyectos
y actitudes del varón viejo.
La cultura puede o no entramar las narraciones otorgándoles continuidades entre ambas,
habilitar lazos de coherencia entre las narraciones, los cambios biopsicológicos del
envejecimiento y los relatos sobre dichos cambios1, y finalmente ofertar sentidos que
faciliten organizar renovadas formas de masculinidad en la vejez. Lo que daría cuenta de los
niveles de bienestar o malestar relativos a las demandas culturales sobre la masculinidad
frente a la capacidad de afrontamiento posible en la vejez.
Para conocer la articulación de las narraciones sobre la masculinidad en la vejez, sus
demandas específicas y los modos singulares en los que se produce en cada varón viejo,
utilizaré la perspectiva de la gerontología narrativa y de la teoría de los guiones (Schank y
Abelson, 1977; Gagnon y Simon, 1973).
1 Resulta importante señalar la diferencia entre los cambios biopsicológicos que acontecen en cada sujeto de
las significaciones generadas a partir de relatos socialmente ofrecidos, aún cuando los relatos tienen un alto
nivel de determinación, las variables individuales tienen una alta gravitación en la generación de significados.
2
Finalmente los relatos sobre la edad y el género organizan escenarios sociales, entramados
según jerarquías de poder, que atribuyen creencias, rasgos de personalidad, actitudes,
sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a los sujetos (Burin y Meler,
2000).
La masculinidad y la vejez:
Lo novedoso de tomar por objeto la masculinidad es que, como la adultez, eran menos
estudiados, ya que funcionaba como referente general a partir de lo cual se diferencian y
constituyen los otros grupos. Este nivel de hegemonía y supuesto poder llevó a que se
ignore la experiencia de los varones viejos, ocultando el análisis de lo masculino en la vejez
y de la vejez en lo masculino.
La masculinidad puede definirse como una construcción social acerca de lo que significa ser
varón en determinado tiempo y lugar (Connell, 1987), lo que implica que sus características
son fluidas y sensibles a los cambios históricos y culturales (Coles, 2009).
Connell (1995) propone que la masculinidad no sea definida como un objeto, lo que
implicaría sortear definiciones de tipo esencialistas, que lo supongan un rasgo natural; ni
como un tipo de personalidad con conductas esperables; ni siquiera como una norma, ya
que supone una referencia poco explicativa de las diversas maneras de encarar la
masculinidad. Por lo contrario, propone el análisis de los factores y tipos de relaciones por
medio de los cuales las personas dotan a sus vidas de representaciones de género. De esta
manera la masculinidad resulta de las posiciones que se adopten en las relaciones de
género, de las prácticas que comprometen con esa posición de género, y de los efectos de
dichas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura.
Badinter decía que “Ser varón cuesta caro” (1990) poniendo en evidencia la cantidad de
esfuerzos y demandas que implica la posición masculina. En su revisión antropológica
describe los ritos de iniciación dando cuenta del nivel de violencia que acarrea salir del lugar
de protección materna para pasar a ser un varón. Connell (1995) señala que pocos pueden
estar a la altura de la versión hegemónica de la masculinidad lo que lleva a que se convierta
en una demanda que acarrea un alto costo subjetivo y limita seriamente a un sujeto, aún
cuando también le brinde prestigio (Messner, 1990).
La masculinidad hegemónica se asocia con rasgos de competitividad; poder físico, sexual y
económico; desapego emocional; coraje y dominación, capacidad de protección y
autonomía. Modelos que se refuerzan de una manera relativamente constante a lo largo de
3
la adultez (Rubinstein, 1986; Solomon, 1982) y que presentan serias dificultades a la hora de
pensar el envejecimiento masculino.
Spector-Mersel (2006) sostiene que en la actualidad el ideal occidental de la masculinidad
pareciera terminar con la mediana edad ya que en la vejez dichas expectativas resultan más
difícilmente alcanzables así como no existen valores diferenciales que les restituyan valor
social.
Los hombres mayores quieren ser vigorosos a pesar del declive físico, buscan suprimir
emociones incluso luego de pérdidas, y quieren mantener el control y la autoridad a pesar
de las menores responsabilidades de liderazgo (Rubinstein, 1986).
Trabajo y masculinidad:
El trabajo es uno de los espacios donde la masculinidad se pone en juego y por ello la
jubilación puede ser vista como la pérdida de un recurso que permite alcanzar metas
atribuidas a lo masculino y de parámetros para orientarse en la realidad.
El trabajo, así como tempranamente el deporte, respalda un sentido de masculinidad
porque crea múltiples oportunidades para que un hombre se vea poderoso, seguro de sí
mismo, competente y cumplir “el sueño del pibe”.
La mayoría de los hombres se identifican antes que nada con su trabajo y depositan una
gran inversión emocional en el mismo. Usan su rol laboral para negociar identidades de
familia, amigos, ocio y comunidad. Como señala Conell (1995), en el trabajo se realiza su
“proyecto de género”.
En este sentido, jubilarse implica perder el escenario principal de logros, competencia
agresiva, búsqueda de estatus y poder, confianza en sí mismos, oportunidades de sentirse
independientes y capaces en un escenario de riesgo y realización (Filene, 1981; Willing,
1989) e ingresos monetarios.
El más estricto sistema de metas y recompensas que conforma una organización laboral
promueve que la percepción de eficacia, y lo que esta promueve de buena imagen y
autoestima, resulten más evidentes en este espacio que en otros, como en lo familiar.
Los hombres suelen percibir la jubilación como el ingreso al territorio femenino de la
familia y el hogar (Willing, 1989), y la pérdida del propio, pudiendo dudar sobre la conducta
masculina apropiada. Temen ser criticados por sus esposas una vez que sean observados
más de cerca, y se ven a sí mismos “ayudando” a sus esposas en esas tareas domésticas
(Vinick & Ekerdt, 1992).
4
Otra de las referencias que suelen emerger es la desubicación ante los nuevos escenarios
post jubilatorios, lo cual deviene de la pérdida de blasones identitarios y de la función
orientadora del relato (ser un trabajador) que lleva a que el sujeto no sepa hacia adónde
conducirse ni de qué manera. En este sentido el trabajo imbuye al sujeto en un universo
masculino que organiza los niveles de incertidumbre propios de todo sujeto, así como
favorece un mejor autoconcepto. McMullin y Cairney (2004) señalan que la pérdida de
autoestima en los varones viejos no es fruto de la pérdida de un rol sino del poder que
alcanzaron con dicho rol y del control que éste les permitía.
La fragilidad y la humillación:
La dificultad de dar sentido a la propia vida ante una serie de cambios que alejan al sujeto
de ideales masculinos hegemónicos tan potentes como la fortaleza, la capacidad de
recuperación física y mental (Bennet, 2007), independencia, eficacia, control afectivo y
seguridad llevan a los varones viejos a vivencias de humillación y vergüenza de sí que
pueden manifestarse en conductas dilatorias frente a la enfermedad y la mayor tendencia al
suicidio.
“La conducta masculina tradicional” explica los retrasos o evitaciones en los hombres que
requieren asistencia en salud (Galdas, Cheater y Marshall, 2005). Las explicaciones referidas
aluden a la dificultad de exponerse frágiles, confiados y dependientes del otro, sacrificando
de esta manera su potencia y control de la situación.
El modo de recuperar un control imaginario de su masculinidad tiene un costo
considerable para la salud, ya que la atención se realiza cuando el dolor o malestar se agrava
(Davidson, 2003; Davidson & Arber, 2004).
Entre las referencias habituales de los varones ante la visita al médico, se encuentran: las
largas esperas, recibir indicaciones y someterse a procedimientos médicos (Tannembaum y
Franck, 2010), someterse al veredicto de un diagnóstico, lo que genera una sensación de
impotencia frente a la intervención y capacidad del otro, a la exposición de fragilidad y la
pérdida de autonomía y valor personal.
Si la habilidad para mantener la autonomía personal en la mediana y tercera edad es un
indicador de envejecimiento exitoso en la cultura occidental (Smith, Braunack-Mayer,
Wittert, & Warin, 2007), el impacto de la dependencia en los varones viejos resulta más
denigrante ya que la pérdida de masculinidad tiene una importante repercusión sobre su
5
identidad personal. Por esta razón, Smith et al. (2007) aconseja que los practicantes de los
cuidados de la salud tengan en cuenta esta dimensión.
En las historias de la propia enfermedad o “patografías” (Hawkings 1993) de escritores
varones viejos se destaca que aún con buenas condiciones económicas, apoyo afectivo, y
buenas relaciones con médicos influyentes, todos padecieron someterse a la atención
médica y recurrieron a múltiples recursos internos para mantener un sentido de
individualidad, amor propio y dignidad (Disch, 1998). Incluso en muchos casos al suicidio.
La situación a nivel internacional actual acerca del suicidio muestra una alta proporción de
adultos mayores, con un incremento progresivo según avanza la edad, y dentro de estos se
destaca particularmente la proporción de varones con respecto a mujeres.
El Perfil Epidemiológico del Suicidio en Argentina (2011) muestra que el grupo de 80 años
y más registró la tasa más elevada (tasa: 6,18 x 100.000 hab.) de suicidios, observándose una
significativa diferencia de género ya que a medida que los varones envejecen, aumenta en
éstos la mortalidad por suicidio.
En EUA los suicidios de las mujeres disminuye después de los 60 años, pero la tasa entre
los hombres sigue subiendo. El 84.0% de los suicidios de adultos mayores fueron
cometidos por varones y fue 5.25 veces mayores que entre las mujeres de la misma edad.
Los hombres blancos de edad tienen la tasa más alta: 29 por cada 100.000 habitantes sobre
todo, y más de 47 por 100.000 en mayores de 85 años (NYT, 2010)
Según el Centers for Disease Control and Prevention de EEUU, una de las principales
causas de suicidio es la depresión, a menudo, sin diagnostico ni tratamiento aunque los
motivos más acusados son: la muerte reciente de un ser querido; la enfermedad física; el
dolor incontrolable o el temor de una enfermedad prolongada, la percepción de mala salud,
el aislamiento social y soledad y los cambios importantes en los roles sociales tales como la
jubilación. Estos resultados resultan semejantes en diversos países desarrollados y en vías
de desarrollo.
Las investigaciones referidas sobre el erotismo masculino dan cuenta de la incidencia de los
relatos sobre la masculinidad, la erótica de una época, sus modos de goces previos y la
situación actual.
Los discursos hegemónicos sobre la masculinidad presentan como características del varón
la fuerza, la capacidad física, la productividad, las ansias de éxito, la competencia con otros
6
hombres (Siever, 1994), así como el dominio y control de lo que se considera su territorio,
pudiendo generar altos niveles de agresividad en su desempeño. Estos significados
atribuidos se reflejarían a nivel sexual en una búsqueda que no siempre se compadece con
los cambiantes recursos del varón a lo largo de su vida.
Los escenarios culturales prevalecientes estimulan a los hombres, desde sus primeras
prácticas eróticas, a ver su sexualidad como un medio para reafirmar su identidad de rol
masculino y su maduración hacia la adultez (Gross, 1978).
La erección es una preocupación de toda la vida que puede acentuarse en la vejez por los
factores que disminuyen esta capacidad o la enlentecen. De esta manera, el conjunto de los
cambios esperables en el funcionamiento genital pueden ser comprendidos como
agraviantes a nivel de la identidad masculina. Los varones mayores buscan evitar cualquier
fallo, incluso a costa de abandonar la sexualidad, ya que cada relación sexual podría
representar un proceso auto-afirmante que le permita retener el sentido masculino del yo.
Por esta razón el declive relacionado con la edad es considerado un proceso de
desmasculinización (Huyck, 1977).
Toda esta expectativa de alta performance, temor por el desempeño y el centrarse en la
genitalidad, en detrimento del erotismo, se tornaría en una exigencia de tales proporciones
que, en determinados momentos, podría contribuir a la ansiedad por el desempeño
obtenido (Marsiglio, 1988) y en inhibición de la capacidad eréctil.
Esta tensión sexual aumenta con parejas recientes o con menor confianza y cuando las
creencias sobre sí mismos, en cuanto adultos mayores, son más negativas.
Tiefer (1986) señala que el uso del término: “impotencia” refleja un momento significativo
en la construcción social de la sexualidad masculina ya que da cuenta del demandante
guión sexual masculino. Esto deriva en que los trastornos eréctiles episódicos lleven a la
auto-recriminación y a un ciclo de “espectador”, por el cual los hombres se miran a sí
mismos en su desempeño y consecuentemente les resulta más difícil obtener y mantener
una erección (Williams, 1987).
Conclusión:
7
representación de sí que contenga dichos valores masculinos da como resultado una serie
de padecimientos subjetivos.
En las temáticas mencionadas hallamos fenómenos emblemáticos asociados a la potencia
masculina, tales como la pérdida de poder y reconocimiento social, la falta de un rol laboral,
la fragilidad física y los cambios sexuales. Su amenguamiento o carencia y su exposición
social aparecen como los causantes de dichos malestares, que van desde la disociación
frente a un cuerpo más débil y menos potente, los sentimientos de vergüenza o humillación
y con el efecto más dramático, en la mayor tasa de suicidios que se registra en los varones
viejos.
El proyecto de género en la vejez encuentra menos recursos en el varón que en la mujer.
De esta manera se produce una carencia de sentidos que den paso a un proyecto personal
por fuera de los ideales masculinos que, como Spector Mersel (2006) señala, alcanzan hasta
la mediana edad.
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