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13 - UN SOLO PROBLEMA

Cuando la ilusión se apodera de nuestro espíritu, empujándonos hacia amargas


desilusiones, evidentemente no nos es lícito echar toda la responsabilidad del fracaso de
nuestras expectativas a los demás, ya que, en el fondo, somos nosotros mismos los que
nos dejamos llevar por las nuestras. sobreestimación sobre criaturas y circunstancias.
***
Si la tentación nos coge desprevenidos, sacudiéndonos en ráfagas de aflicción, después
de arrojarnos por los acantilados del remordimiento, no nos será posible culpar a otro de
las penas que desarreglan las provincias de nuestra alma, sino a nosotros, que no velamos
suficientemente por la tranquilidad de la conciencia.
***
Detrás del sufrimiento que surge en nosotros del orgullo herido, está simplemente la
pasión por las apariencias a la que todavía se aferra el sentimiento de ilusoria
superioridad.
***
Frente a nuestras quejas por la ingratitud, en esencia sólo queda la incomprensión que,
por el momento, nos muestra la forma de ser, exigiendo de nuestros compañeros de
experiencia devociones y actitudes para las que aún no están maduros ni indicados.
***
Comprometidos con la amargura de la crítica, culpemos de tal perturbación únicamente
a nosotros mismos por nuestra incapacidad para apreciar los esfuerzos de los demás.
***
Y cada vez que tengamos que reclamar, estando en la Tierra, por pruebas e inhibiciones,
obstáculos y luchas que a veces nos comienzan desde la cuna física, la cantidad de estos
impedimentos es la carga de sombra que traemos en nosotros, por mandatos de la
Contabilidad Divina, transportados de existencia en existencia, así como una determinada
cuenta se traslada de libro en libro, en la Contabilidad Mundial, según las deudas que
asumimos.
***
En vista de esto, encontramos con nosotros solo un problema fundamental: nosotros en
nosotros mismos.
Aprendamos a conocernos a nosotros mismos y conoceremos a los demás.
Rectifiquemos nuestra vida en nuestro interior y la vida en el exterior siempre se nos
revelará por la maravilla de Dios.

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