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EL ORJG"E.

N DE U OBRA DE ARTE

delante) toma su forma como un modo de fijar (poner-fijo) y asegurar (poner-


seguro).
C uando en el ensayo sobre <<El origen de la obra de arte)) oímos las palabras
fijación y com-posición debemos, por una parte, aparrar de nuestra mente el
significado moderno de poner (.Stellen) y armazón (Gestell) pero, sin embargo,
no debemos pasar por alto el hecho de que el ser que determina la Edad Mo-
derna en ramo que com-posición proviene del destino occidental del ser,
que no ha sido pensado por los filósofos, sino pensado para los que piensan
(vid. <<Yortrage 'und Aufsatze)), 1954, pp. 28 y 49).
Lo que sigue siendo difícil es explicar las determinaciones dadas brevemente
en la página 44 acerca del «establecen>y «establecer de la verdad en lo ente>>.
Una vez más, debemos evitar entender el término <<establecer, instalar•> en el
sentido moderno, como en la conferencia sobre la técnica, esto es, como un
<<organizar» y poner a punto. Por el contrario, este «establecer, instalar» pien-
sa en la «tendencia (de la verdad] hacia la obra>> citada en la página 45, que
hace que la verdad que se encuentra en medio de lo eme, y que es ella misma
con carácter de obra, alcance el ser (p. 45).
Debemos pensar en qué medida la verdad en tanto que desocultamiento de
lo ente no dice otra cosa más que la presencia de lo ente como tal, es decir, del
m· (vid. p. 52), y de este modo el discurso acerca del establecerse de la verdad
-es decir, del ser- dentro de lo ente, cocará la parte cuestionable de la dife-
rencia ontológica (vid. <<ldentitat und Differenz)), 1957, pp. 37 y ss.). Por eso,
en «El origen de la obra de arte» (p. 44) se dice cautamente: «Cuando alude a
ese establecerse de la apertura en el espado abierto, el pensar toca una región
que no podemos detenernos a explicar Todo el ensayo sobre «El ori-
gen de la obra de arto• se mueve, a sabiendas aunque tácitamente, por el ca-
núno de la pregunta por la esencia del ser. La reflexión sobre qué pueda ser el
arte está determinada única y decisivamente a partir de la pregunta por el ser.
El arte no se entiende ni como ámbito de realización de la cultura ni como
una manifestación del espíritu: tiene su lugar en el Ereignis, lo primero a par-
tir de lo cual se determina el «sentido del sen• (vid. «Ser y Tiempo»). Qué sea
el arte es una de esas preguntas a las que no se da respuesta alguna en este en-
sayo. Lo que parece un a respucita es una mera serie de orientaciones para la
pregunta (vid. las primeras frases del Epílogo).
. Una de estas orientaciones la tenemos en dos importantes indicaciones que se
hacen en las páginas 51 y 56. En ambos lugares se habla de una «ambigüedad)>.
En la página 56 se habla de una «ambigüedad esencial» respecto a la determi-
nación del arte como el «poner en obra de la verdad». Aquí, la verdad es tanto
«Sujeto» como «objeto» de la_frase. AmbiiS caracterizaciones son «inadecuadas».
Si la verdad es «sujetO>>, la definición que habla de un <<poner a la obra de la
verdad>> quiere decir en realidad el <<ponerse a la obra de la verdad>• (vid. pp. 52

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