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Martin Heidegger: la época técnica y la esencia de la

técnica moderna
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Por todas partes permanecemos


presos, encadenados a la técnica,
aunque apasionadamente la
afirmemos o neguemos. Más
duramente estamos entregados a la
técnica cuando la consideramos
como algo neutral; pues, esta
concepción, que tiene hoy día gran
aceptación, nos vuelve
completamente ciegos para la
esencia de la técnica. (La pregunta
por la técnica, p. 117)

La esencia de la técnica moderna

¿Qué comprendemos por “técnica


moderna”? Primero, es necesario
dejar de pensarla como una cosa o
un conjunto o género de objetos
técnicos. Para Heidegger lo
preguntado aquí no es lo que usualmente comprendemos por “técnica”, a saber,
instrumentos neutrales usados como medios para diversos fines humanos, sino que
concierne a un orden mucho más fundamental. Se trata de comprenderla como un
destino dentro de la historia del ser, aquello que sostiene toda condición y situación
humana, aquello que desoculta o descubre todo lo que es. Y es que, en efecto, la
esencia de la técnica moderna es un modo de la verdad (alétheia), un modo de
desocultamiento o desvelamiento de la época en que vivimos.

Si bien la antigua “técnica manual” también fue un modo de desocultar lo que es [1], la
técnica que aquí importa es la técnica tal cual nosotros ya la conocemos, la “técnica
moderna” que, a diferencia de la antigua técnica artesanal, tiene una manera
completamente diferente de desocultar todo lo que es:

El desocultar imperante en la técnica moderna es un provocar que pone la naturaleza en


la exigencia de liberar energías, que en cuanto tales pueden ser explotadas y
acumuladas (…) Ésta [provocación] acontece de tal manera que se descubren las

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energías ocultas de la naturaleza; lo descubierto es transformado; lo transformado
acumulado; lo acumulado a su vez, repartido y lo repartido se renueva cambiado. (PT,
128)

Así, la técnica moderna desoculta descubriendo las energías de la naturaleza,


transformándolas para acumular, repartir y cambiar esto mismo renovadamente. Esta
“provocación” descubre en todo lo que es lo que Heidegger llama “lo constante”
(Bestand), esto es, los “múltiples y ensamblados carriles, a través de los cuales él [el
provocar] dirige” asegurando y estableciéndose por todas partes. La dirección y
aseguramiento son rasgos capitales del desocultar de la técnica moderna. Y es que
estableciéndose en todo, la esencia de la técnica debe comprenderse como un
“movimiento planetario” que domina la Tierra entera llegando a “determinar la relación del
hombre con lo que es” (S).

¿Se trata, entonces, del ser humano adquiriendo poder sobre todo lo que es y el planeta
en el que vive? No. Si bien el destino de la esencia de la técnica es realizado por el ser
humano, el desocultar mismo “en el que, en cada caso, lo real se muestra o se retrae, no
dispone el hombre” (PT 131). Y es que el ser humano “está pro-vocado ya a pro-vocar”
(PT 132) asegurándose a éste como el que establece y asegura el mundo y a sí mismo
como constante de la técnica. En esta “interpelación provocante” al ser humano se halla
lo esencial de la técnica moderna, a lo cual Heidegger llama Ge-stell (lo dis-puesto, im-
puesto o posicional total):

Nosotros llamamos ahora aquella interpelación provocante, que reúne al hombre en ella
a establecer lo desocultado como constante, lo dis-puesto. (PT 134)

Este destino histórico no ha dado al ser humano un poder para su quehacer según un
sentido y horizonte apropiado por él, ni tampoco ese destino ha otorgado un fundamento
para una existencia arraigada. Para Heidegger “todo mero querer y hacer según el modo
del establecer [técnico], persiste en el desamparo” (LV 202), es decir, lo mantiene en una
falta radical de fundamentos:

El arraigo del hombre de hoy está amenazado en su ser más íntimo (…) La pérdida de
arraigo procede del espíritu de la época en la que a todos nos ha tocado nacer (S)

¿Pero qué significa esta “amenaza” a su ser más íntimo? El peligro radica en que el ser
humano  provocado por la técnica moderna expulsa “todas las otras posibilidades del
desocultamiento” y, peor aún, “vela el desocultar en cuanto tal” (PT 144) impidiéndole así
que se entregue a su esencial pertenecer al desocultar y a la posibilidad de un desocultar
más originario. En otras palabras, la esencia de la técnica provoca y dispone al ser
humano a una radical y ciega unidimensionalidad comprensiva. Es por todo lo anterior
que no se debe pensar la amenaza fundamentalmente por el efecto destructivo de las
nuevas máquinas y técnicas creadas, sino más bien debe considerarse que “la más
peculiar amenaza se ha introducido ya en la esencia del hombre” (PT 144).

En el peligro de la técnica: pensar meditativo y poesía

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¿Es este un destino fatal e
inevitable? De ningún modo.
Heidegger afirma no sólo la libertad
del ser humano por su pertenencia
al desocultar mismo del ser, sino
que, escuchando las palabras de
Hölderlin, considera la posibilidad de
un giro, de algo salvador que crece
en la misma esencia de la técnica:

Pero, donde hay peligro

crece también lo salvador

(Hölderlin)

El Ser en su destinarse puede llegar


a transmutar en un nuevo modo de
desocultamiento. Sin embargo, “la
esencia de la técnica no puede ser
conducida a la transmutación de su
destino sin la asistencia de la
esencia-humana” para restablecer  -
y no meramente negar [2] – la
técnica “en su verdad, todavía
oculta” (LV 193). Para esto “la esencia del hombre tiene que abrirse a la esencia de la
técnica” (LV 193) pero no como un ciego siervo, sino  desde un pensar meditativo que
reflexione sobre su sentido y el lugar que le corresponde al hombre “para su
manifestación, salvaguardia y configuración” (ES). Y esto porque el hombre debe llegar a
intuir la dignidad de su esencia consistente precisamente en este “custodiar el
desvelamiento” (PT, 150).

Para comenzar a pensar este custodiar, Heidegger considera fundamental tanto el


pensar capaz de meditar el ser y el sentido o verdad de la época técnica, como el buscar
un “abrir más originario” que este desocultar imperante. Sobre esto último Heidegger
nuevamente acude a  Hölderlin:

 … poéticamente habita el hombre en esta Tierra.

El cuidado requerido de lo salvador nos pone en especial atención hacia el arte y la


poesía: “En otro tiempo se llamó téchne al producir (poiesis) de lo verdadero en lo bello”
(PT, 152). Al comienzo del “destino occidental” las artes fueron en Grecia algo
sumamente valioso, donde resplandecía lo más sagrado (los dioses) siempre en diálogo
con los destinados (los seres humanos). La téchne en ese entonces, a diferencia de
cómo lo es ahora, era un “único desocultar de muchas maneras” con una especial
relevancia del arte de lo bello (llamado en su propio imperar: “poético”) (PT 153).

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Si bien Heidegger no sostiene que deban ser inmediatamente convocadas las artes
como cierta respuesta a la técnica moderna, aún así, las artes tienen una especial
relevancia por este parentesco originario dado por la téchne antigua. Es el pensar y el
pregunta por la esencia de la técnica que, de alguna manera, nos conduce a prestar
mayor atención al arte o lo poético en el sentido de Hölderlin:

cuanto más interrogadoramente meditemos sobre la esencia de la técnica, tanto más


plena de misterio se nos vuelve la esencia del arte (PT 154).

Ahora bien, ¿qué pensar es capaz de meditar la esencia de la técnica? Primero, hay que
descartar tajantemente el pensar ya dado en la tradición filosófica occidental, pues éste
es precisamente el que ha dado origen a la técnica moderna y su modo de desocultar
 (“en cuanto figura de la verdad, la técnica se funda en la historia de la metafísica” CH
58). El pensamiento de nuestra tradición es incapaz de pensar la esencia de la técnica a
tal punto que “no sólo no abre la pregunta por la verdad del ser sino que la cierra” (CH
65).

Solo superando el pensamiento metafísico de la tradición puede comenzar a cultivarse


“otro pensar” que  medite “el sentido que impera en todo cuanto es” (S). Este meditar no
es en ningún caso un “profetizar y pretender dirigir”, sino más bien que, en
correspondencia a la “provisionalidad y la modestia del pensamiento”  intenta y comienza
a pensar aquello que aún está impensado (ES) como un preguntar que es precisamente
“devoción del pensar” (PT 154).

Esta modestia del pensar que pregunta, sin embargo, no debe tomarse como una pura
pasividad especulativa, sino,  por el contrario, una “acción que está en diálogo con el
destino del mundo”, una escucha que corresponde a la interpelación del Ser por medio
de un “pensar incesante y vigoroso” (S). Es este pensar el que debiera guiarnos hacia
“una relación satisfactoria con la esencia de la técnica” y así preparar una salida del
desarraigo en vistas de un “nuevo suelo y fundamento” (S).

En síntesis, debemos considerar la esencia de la técnica moderna como un modo


imperante de desocultar todo cuanto es, un destino de la historia del ser que conlleva el
peligro máximo de ocultar toda otra manera de abrir o desvelar y la propia pertenencia
del ser humano al desocultar del ser. Frente a esto, no cabe actuar bajo una mera
negativa ni una ciega afirmación de la época técnica, sino que la tarea fundamental
radica en volvernos especialmente meditativos y pensantes respecto al sentido del ser y
la época en la cual hemos nacido. El ser humano debe volver a pensar su pertenencia al
desocultar del ser, pero no tomándose a sí mismo como señor (ni fatal esclavo) del
destino del mundo, sino más bien -como señala poéticamente Heidegger- como pastor
del ser:

“Pues, en efecto, de acuerdo con ese destino, lo que tiene que hacer el hombre en
cuanto ex-sistente es guardar la verdad del ser. El hombre es el pastor del ser.” (CH 43)

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Notas

[1] A partir de una reflexión de lo instrumental desde sus orígenes, donde “impera la
causalidad”, se comprende su sentido originario como un traer lo no presente a la
presencia, como un pro-ducir (poiesis) dado desde el “velamiento al desvelamiento”, es
decir, como un modo de la verdad entendida como desocultamiento (PT, 125).

[2] Para Heidegger no se trata ni de dedicarnos ciegamente a la técnica, ni revelarnos sin


amparo contra ella como si fuera “obra del diablo” sino que, abriéndonos a su esencia,
mantenernos en un sí frente al uso inevitable de los objetos técnicos y a la vez un no
frente al que nos requieran tan exclusivamente que “dobleguen, confundan y, finalmente,
devasten nuestra esencia” (S).

Referencias

– (S) Serenidad (1955), Martin Heidegger.

– (ES) Entrevista del Spiegel (1966/1976), Martin Heidegger, Editorial Tecnos (1996)

– (PT) La pregunta por la técnica (1953). Filosofía, ciencia y técnica, Martin Heidegger,
Editorial Universitaria (2007)

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– (LV) La vuelta (1949). Filosofía, ciencia y técnica, Martin Heidegger, Editorial
Universitaria (2007)

– (CH) Carta sobre el humanismo (1947), Martin Heidegger, Editorial Alianza

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Se sugiere, sobre todo para quien no esté familiarizado con el lenguaje heideggeriano, el
siguiente texto para comenzar a meditar en torno a nuestra época técnica:

Serenidad – Martin Heidegger

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