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“LOS MITOS QUE NOS IMPIDEN EL

CAMBIO”
Resumen y Conclusión.

ALUMNO: EDITH AMELIE BARRERA MARTÍ


ASIGNATURA: TEORÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO.
DOCENTE: MTRO. JUAN CARLOS HERNÁNDEZ PACHECO.
Contenido

Que te gusta sufrir.............................................................................................................................1


Que no te quieres...............................................................................................................................3
Que la culpa es el destino..................................................................................................................4
Que las personas no cambian............................................................................................................5
CONCLUSIONES:.................................................................................................................................6
Que te gusta sufrir.

El verdadero problema de la idea de que “la vida es constante sufrimiento” es


el motivo detrás del individuo para creerla. Las personas que tienen normalizado el
sufrimiento ven difícil la idea de salir de él. Está tan implementado en su rutina
diaria que, de manera inconsciente, se enganchan en actividades que vuelven
difícil el proceso de cambio. No se habla de un sufrimiento físico, sino de uno
interno: un dolor que se asiente sin rehusar porque esa es la costumbre.

Se refiere al cambio como un camino difícil con muchos obstáculos pequeños


y de gran escala, donde los obstáculos grandes son los que duelen más. El dolor
es un espectro, o sea, depende de lo que la mente esté acostumbrada a pensar
ante ciertas circunstancias; por ejemplo, la muerte.

El fallecimiento de alguien implica sufrimiento y los pensamientos que giran


alrededor de la muerte sólo hacen el proceso más doloroso; y junto con el duelo
surge la impotencia. Se puede ver el sufrimiento como una alarma para hacernos
salir del dolor; para buscar un cambio y crecimiento en la vida fuera de ese dolor.

En realidad, a nadie en la vida le agrada sufrir. Sin embargo, hay gente que
de su sufrimiento puede sacar algo para usar a su favor. Hay quien obtiene ayuda,
cariño, comprensión o apoyo. También hay personas que usan el sufrimiento a su
conveniencia para conseguir algo.

La idea es buscar una salida del sufrimiento y no hacer del sufrimiento tu


lugar seguro.
Que no te quieres.

Erróneamente, a la persona que no quiere cambiar se le dice que es porque


“no se quiere/porque se odia”. No hay persona que se tenga autoodio sino una (a
veces muy) mala imagen de sí mismo, incuestionable e invisible. A veces la
autopercepción deplorable se aprende de alguien, a veces se construye a base de
críticas diarias y exigencias imposibles de seres queridos, especialmente padres.

La perspectiva de una persona sobre sí misma depende de cómo el cuidador


haya forjado a esta en la manera de ver la vida. Los cuidadores otorgan al infante
su perspectiva sobre el mundo y en base a ésta el niño puede forjar su propio
punto de vista. No sólo eso, también enseña al niño a verse a sí mismo como un
ser valioso, merecedor de cosas buenas y amor.

Sin embargo, cuando en el entorno familiar sólo se repiten críticas y quejas


sobre el niño, éste va a internalizar cada cosa mala que el cuidador le diga y su
autopercepción será afectada. El niño no sabrá reconocer su propio esfuerzo y no
se verá como merecedor de amor a menos que complazca al cuidador. Eso
también verá afectado su rendimiento en el futuro.

Se acostumbra a pensar que las personas crueles consigo mismas son


descuidadas, desarregladas y mediocres. Pero hay personas que rechazan esta
identidad: gente exitosa que se ve así misma como un fraude; el tan llamado
“Síndrome del Impostor”.

La persona que sobrevive es porque todavía hay una pizca de amor propio en
ella. Amarse es tan natural como odiar a todo lo que nos lastime. Pero las
experiencias propias pueden alterar eso y revertir el odio hacia uno mismo que
cree que es la razón de su propia infelicidad.

Y hay muchas situaciones que favorecen la creencia de que uno se odia a sí


mismo. El aguantar abusos y sobrellevar vínculos tóxicos son parte de ello.
Que la culpa es el destino.

Al destino se le atribuyen muchas cosas que se desconocen su origen, que no


se entienden o que se cree que son “inevitables”. La única cosa inevitable en la
vida es la muerte.

Creer en el destino no es un problema, pues cada quién es libre de creer lo


que quiera siempre y cuando aporte algo positivo. El problema es cuando la
creencia de un mal destino inevitable impide el cambio. Parecido al apartado de
“Que te gusta sufrir”, se resigna a aceptarlo sin rechistar.

Por creer en el destino, uno puede engancharse en cosas que fuerzan a que
ocurra lo que se cree que debe ocurrir por “el destino” en vez de dejar que las
cosas sigan su curso y fluyan, y volvemos al subtítulo del destino: “si las cosas no
cambian, es culpa del destino”.

El otro lado de esta creencia es conservar círculos abusivos y actitudes


tóxicas con el escudo de “el destino así lo quiso”. Sólo se acepta la situación, se
renuncia a nuevas oportunidades y al desarrollo de habilidades y cuando llegan los
problemas, se resignan a sufrirlos sin hacer nada para evitarlos.

También abarca las decisiones, pues uno suele tomar decisiones sin
evaluarlas de manera correcta y, una vez más, el resultado— ya sea bueno o malo
— se le atribuye al destino con la famosa frase: “Que sea lo que Dios quiera”.

La oposición y la aceptación del “destino” son dos cosas que van de la mano.
En la vida van a haber cosas que no podemos cambiar, cosas inevitables y cosas
evadibles. Debe de haber un buen equilibrio entre todas y sobre todo tener un
control en la vida propia.
Que las personas no cambian.

La gente le suele tener miedo al cambio por creer que ya no serán como
antes, pero el cambio no significa que se deja de ser uno mismo; lo único que se
modifica son actitudes o hábitos.

Se le tiene miedo al “dejar de ser”. La verdad es que no “se es”, sino “se está
siendo”. Como se está siendo de una manera, también se puede ser de otra que
lleve hacia el cambio que la persona quiera hacer. Se puede cambiar, pero el
cambio no es automático, no. El cambio lleva tiempo y esfuerzo. Vencer la inercia
es pesado, pero no imposible si se tiene en mente planeada la dirección en la que
se quiere cambiar.

Cambiar no es un acto de magia; es un proceso que empieza con una toma


de conciencia: ¿Cómo se es ahora? ¿Cómo se quiere llegar a ser? Si se cambia la
perspectiva de “ser” a “estar”, también es un buen resultado: ¿Dónde se está hoy?
¿Hacia dónde y cuánto conviene moverse para llegar al lugar deseado?
CONCLUSIONES:

Yo, escritor, no suelo ser de este tipo de lecturas; sin embargo, en cada
apartado hay cosas valiosas que se pueden sacar (pienso yo, todas relacionadas
con el conformismo).

“Que te gusta sufrir”


El subtítulo no busca echar la culpa del sufrimiento propio como se cree, sino
busca decir que poco se hace para cambiar cuando se tiene el sufrimiento como
una experiencia de todos los días, por ende, minimizándose. También habla de
cómo la gente puede usar su sufrimiento para conseguir cosas, sea de buena o
mala manera.

Cuando se lleva mucho tiempo con dolor interno inevitable, uno puede
encontrar consuelo en éste; tanto que al momento de presentarse una
oportunidad de cambio el individuo dolido teme a ésta.

La enseñanza es no hacer del dolor un lugar seguro. El cambio puede ser


aterrador y el camino hacia él aún más, pero es por un bien.

“Que no te quieres”
Fácil resulta decir que uno se niega al cambio porque “no se quiere”, aún
más fácil es catalogar a una persona así como un mediocre. En algunos casos
resulta así, pero en otros casos con gente exitosa se habla de ellos como personas
con síndrome del impostor: personas que no conciben sus logros como propios y
se autoperciben como farsantes.

Se dice que se odian, pero no hay persona que se odie a sí misma; sólo que
se tengan en un mal concepto distorsionado por críticas externas o internas y
exigencias de seres queridos que, de no ser cumplidas, automáticamente no
merecen nada.
La enseñanza va de aceptar que eres merecedor de cariño, que no te odias
tanto como crees y que sólo tienes una imagen de ti deplorable. Si se abriera a la
posibilidad de pensar que se es merecedor de ayuda y una vida feliz, entonces es
más fácil conseguir ayuda y hacer un cambio para una vida agradable.

“Que la culpa es del desti no”.


Se reitera, no hay nada de malo en tener una creencia propia. El problema es
cuando la persona sufriendo se conforma con su dolor y se escuda en “el destino”
para explicar su situación.

Al momento de escudarse en este argumento se deja que el sufrimiento siga


su ciclo y duela más. Que las relaciones abusivas y la inestabilidad sigan presentes
porque “las cosas por algo pasan” y “Dios lo quiso así”, sin darle oportunidad al
cuestionamiento de esto y abrir paso al cambio. Sin embargo, oponerse al destino
y actuar en base a ello también puede conllevar a las malas decisiones.

La enseñanza de esto es que nada pasa por casualidad— y no lo digo porque


“Todo tiene una razón” ni porque “Dios lo ha planeado todo”— sino que en la vida
hay que tener un equilibrio entre aceptación y oposición: aceptar que hay cosas
que no se pueden cambiar y oponerse a quedarse de brazos cruzados y hacer algo
por parar el ciclo.

“Que las personas no cambian”.


Nada es eterno, la actitud de la gente tampoco. La gente nunca permanece
en el mismo estado por siempre; al contrario, todos los días la gente cambia de
diferentes maneras.

El cambio puede ser difícil y longevo, pero atrae cosas buenas depende de
cuál sea la dirección del cambio deseado. A veces se pierde uno en el proceso,
pero la persona seguirá siendo como es. Nunca se es, sino “se está siendo”.

La enseñanza es que el transcurso natural de la vida es el cambio. Todo y


todos cambian, es lo normal. Pero todo cambio va de la mano con esfuerzo y
dedicación. Con la determinación suficiente, se puede lograr. Se tiene que tener en
claro: ¿Qué se quiere llegar a ser?

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