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ASIGNATURA FORMACION HUMANA

Objetivo:
Los estudiantes analizaran los siguientes casos de valores y las formas de pensar
tanto del hombre como de la mujer, para poder relacionarse de la mejor manera
y vivir en armonía

Actividad
1) Redacta en cada caso cual es o será tu forma de actuar en primer momento
y como seria después de analizarlo con la cabeza fría.
2) Que es lo que te hace ruido de cada caso
3) Da tu conclusión de cada momento.

APRENDIENDO A CONOCERNOS.

En 1991 se publicó en Alemania el best-seller de la sociolingüista Deborah Tannen


Du kannst mich einfach nicht verstehen («Es que tú no puedes entenderme») La
autora demuestra de forma científica lo que la experiencia cotidiana nos enseña:
para los hombres y para las mujeres la proximidad y la independencia tienen
un valor diferente en la escala de prioridades de cada uno. Allí donde el hombre
desea tranquilidad y libertad, la mujer busca compañía y vínculos.

PRIMER CASO

Tomemos el ejemplo de Teresa y Stefan: ambos constituyen una joven pareja.


Teresa quiere pasar la mayor parte posible de su tiempo libre con Stefan. Apenas
dedica ya tiempo a sus propias aficiones y a sus amigos. Stefan echa de menos
las horas libres que podía dedicar por completo a hacer loque se le ocurriera.

Para defender sus espacios de libertad, cada vez con más frecuencia, hace cosas
por su cuenta, sin contar con Teresa. Queda con sus amigos para pasar la velada
entre hombres o para ir de copas, y hace poco ha empezado a ir una o dos veces
por semana a jugar a squash.
Teresa interpreta su comportamiento como señal de que él ya no está tan
interesado en la relación y anda buscando a «otra» por ahí. Lo agobia con
preguntas, reclamando su atención, haciéndole reproches. Stefan, que se siente
acorralado y controlado, se retrae todavía más.

El comportamiento retraído de él y la actitud absorbente de ella se alimentan


mutuamente y producen una escalada. Se inicia un círculo vicioso que será difícil
que se rompa, ya que el mal ambiente entre ellos provoca una y otra vez nuevas
discusiones por cuestiones secundarias. Llegados a este punto, el famoso tapón
de la pasta de dientes que uno de los dos siempre se olvida de volver a enroscar
puede bastar para producir una ruptura definitiva.

SEGUNDO CASO
Una mujer se enteró de que una zapatería exclusiva, en Chicago, hacía liquidación
de sus existencias. Como vivía en una ciudad pequeña, pocas veces tenía la
oportunidad de comprar en las caras tiendas de Chicago. La idea de poder comprar
a buen precio zapatos exclusivos la entusiasmó de tal manera que lo dejó todo tal
como estaba, cogió el coche y se fue de inmediato a Chicago; un viaje de tres
horas.

Muchas mujeres podrán reconocer algo de sí mismas en esta historia, la mayoría


de los hombres sólo menearán la cabeza. A sus ojos, no tiene ningún sentido
emprender un viaje tan largo sólo por un par de zapatos de moda.

Sin embargo, el misterio no está tanto en que los hombres sean más fríos por
naturaleza. Sino, sobre todo, en que tienden a ocultar sus reacciones emocionales.
Los hombres, la vista de un niño que llora, por ejemplo, muestran los mismos
síntomas fisiológicos de excitación emocional (subida de la presión sanguínea,
aumento de la sudoración) que las mujeres. Pero mientras que la mayoría de las
mujeres reaccionan con prontitud e intentan tranquilizar al niño, la mayoría de los
hombres, ante las circunstancias, se muestran en apariencia indiferentes.

La responsabilidad del retraimiento masculino en todo cuanto se refiere a las


emociones sería, sobre todo, la diferente socialización de niños y niñas.
Precisamente en el ámbito emocional, los chicos tienen experiencias del todo
diferentes a las de las chicas; incluso cuando sus padres se esfuerzan en no hacer
diferencias en la educación entre hijos e hijas.
Esto se debe a que a partir del séptimo año de vida las niñas suelen rodearse, de
forma casi exclusiva, de otras niñas, y los niños de otros niños. Antes de llegar a
la pubertad, entre los niños y las niñas apenas hay puntos de contacto, a pesar de
que la mayoría de las escuelas practican la educación mixta.

Es muy poco frecuente que una niña y un niño compartan el pupitre de la escuela
de forma voluntaria, y, cuando lo hacen, esto provoca siempre risitas en el resto
de la clase. Las investigaciones sobre los juegos comunes y el trato entre unos y
otros mostraron importantes diferencias entre los grupos de chicos y los de chicas.

Los juegos, en los grupos de chicos, ponen el acento en el tema de la


competitividad; en definitiva, cada uno de ellos es un competidor individual.
Cuando un chico jugando al fútbol se tuerce un tobillo, los otros esperan de él que
se quite de en medio para que pueda seguir el juego. El herido recibe poca
compasión. Al contrario, incluso debe contar con que los demás se mofen de él si
se porta como un «quejica». En los grupos de niñas prevalece el aspecto de la
cooperación: cuando una de las niñas jugando a pelota se tuerce un tobillo, las
otras interrumpen el juego y consuelan a la herida. Ella se convierte en el centro
de la atención. Si no puede seguir jugando, lo más probable es que su mejor amiga
también deje de jugar para seguirse ocupando de ella.

TERCER CASO
Martina ha descubierto las primeras huellas de la edad: es tan inútil negar las
muchas arrugas alrededor de los ojos como la celulitis de los muslos. Está
deprimida y teme haber perdido ya su atractivo. A su marido Bernd le llama la
atención el estado de ánimo decaído de Martina. Le pregunta qué le pasa. Ella le
cuenta su dilema. El comentario de él: «En último extremo, dentro de unos años
puedes hacerte un lifting»; Martina está indignada: ¿Acaso él la encuentra ya tan
poco atractiva? ¿Se toma siquiera su problema en serio? Ahora se siente todavía
peor que antes.

Por fin habla con una amiga. Ésta la escucha llena de comprensión: ella también
ha comprobado con horror que los años no pasan en vano. Martina se siente
comprendida. Después de esta conversación se siente mucho mejor. Bernd
reacciona de una forma típicamente masculina: los problemas están para
solucionarlos. A Bernd las arrugas de Martina no le molestan en absoluto, pero se
da cuenta de lo mucho que le importan a ella.
Así pues, cojamos al toro por los cuernos. No se da cuenta de que con su práctica
propuesta para la solución del problema lo único que ha hecho es herir a Martina.
Ella quería algo muy diferente: un oyente comprensivo que contemporice con su
momentánea melancolía.

CUARTO CASO

Susanne y Uwe están enamorados desde hace poco. Juntos asisten a la fiesta de
un amigo que ha obtenido su licenciatura. No quieren ser una de esas parejas que
en las fiestas no se separan ni un momento. La mayor parte de la velada conversan
separados uno de la otra con sus amigos. De vez en cuando se lanzan miradas
tiernas, se sonríen, ambos disfrutan de la fiesta.

Cinco años más tarde. Susanne y Uwe —que ahora están casados— han sido
invitados a una fiesta de cumpleaños. Uwe lo está pasando muy bien. Susanne no
acaba de sintonizar con los otros invitados. Los temas de conversación la aburren.
A menudo lanza a su marido miradas irritadas. A Uwe lo está poniendo nervioso
el malhumor de ella y evita el contacto visual. Ya durante el camino de regreso a
casa, Susanne ataca furiosa a Uwe: «Ha sido otra vez muy típico de ti. Tú te
diviertes y a mí me dejas de lado. No eres más que un egoísta desconsiderado.»
¿Qué es lo que les ha pasado a esos dos en estos cinco años?

Con toda seguridad, hace tiempo que Susanne ha dejado de ver a Uwe a través
de las gafas con cristales rosa. Por lo general, al principio de una relación no vemos
a nuestra nueva pareja con objetividad. Ignoramos los hábitos de comportamiento
que normalmente nos molestan o los adornamos.

QUINTO CASO

Sandra tiene a sus espaldas un largo día de trabajo. Está agotada y además
irritable: se ha enterado de que una compañera de trabajo se dedica a intrigar
contra ella. Su compañero, Hannes, hace rato que la espera con la comida
preparada. Está enfadado y manifiesta su enfado de inmediato: «Escúchame bien,
esto no puede continuar así. ¡Es como si te hubieras casado con tu empresa!»

Sandra estalla: «¡Tú sabrás! ¡Déjame en paz!»; y se quita de en medio


encerrándose en su habitación. La velada está destrozada. Hannes debería haber
averiguado primero el estado de ánimo de Sandra. Entonces se habría dado cuenta
de que en esos momentos ella no está en situación de mantener una discusión
como es debido: primero tiene que relajarse.

Más tarde, mientras toman juntos una copa de vino, Hannes puede poner el
problema sobre la mesa: debido a la intensa dedicación de Sandra a su trabajo,
su vida privada se ve perjudicada. Aunque haya que esforzarse por encontrar el
momento más adecuado: los conflictos no deben aplazarse durante demasiado
tiempo.

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