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Los contrastes en los sistemas de valores y de normas sociales se han manifestado recientemente
de manera aguda allí donde las grandes migraciones han puesto en contacto a poblaciones con
tradiciones culturales diferentes. En algunos casos, estos contrastes han tenido inmediata
repercusión política, en forma polémica o de intervención directa de las autoridades para regular
determinadas prácticas. Veamos, por ejemplo, lo que ha ocurrido con el uso del chador en
determinados países. En Francia, los tribunales de justicia han intervenido para dictaminar si las
muchachas de cultura musulmana tenían derecho a usar el chador en la escuela francesa,
caracterizada desde su origen por una rigurosa laicidad. En esta polémica, a quienes propugnaban
la prohibición del chador se les ha opuesto el argumento de que hasta hoy no se ha impedido a los
escolares el uso de medallas o cruces de inspiración cristiana. En Dinamarca -país reputado por su
tolerancia- se han enfrentado el derecho de las empleadas al uso del chador en los puestos de
atención al público. En Turquía -país de tradición musulmana; pero con legislación estrictamente
laica- no se permitió que una disputada usara el chador en el parlamento elegido en 1999. Por su
parte, otros países islámicos con legislación de base religiosa siguen obligando a todas las mujeres
-incluidas las extranjeras residentes o visitantes al uso del chador o de prendas similares y castigan
con sanciones más o menos severas las infracciones a esta regla. ¿Qué soluciones políticas daría
usted a las situaciones descritas y con qué argumentos las justificaría?
Una comparación entre las situaciones muy contrastadas de algunos países se presenta el
siguiente cuadro:
IDEOLOGÍAS
Junto a actitudes y valores, las ideologías ocupan también un lugar importante en el contexto
cultural de la acción política. Con frecuencia, el comportamiento político de un sujeto o de un
grupo se justifica expresamente como una derivación necesaria de la ideología a la que se
adscriben: “ser liberal obliga a “los progresistas tenemos que”, “este gobierno adopta posiciones
conservadoras en materia de “. Las alusiones a la ideología liberal, progresista o conservadora son
constantes en la escena política contemporánea. Pero mucho menos claro es el sentido que se da
al término nuevamente, nos encontramos ante un concepto político controvertido.
¿Qué entendemos aquí por ideología? Entendemos por ideología política un conjunto compartido
de conceptos y valores que pretenden describir el universo político, señalar objetivos para
intervenir en el mismo y definir las estrategias necesarias para alcanzarlos. Este conjunto de
conceptos y valores presenta algunos rasgos característicos:
Así, pues, las ideologías pretenden explicarnos la realidad social y política tal como creen que es y,
al mismo tiempo, nos señalan cómo debería ser. Por ello, tienen carácter militante: no sólo se
presentan explícitamente, sino que hacen proselitismo para conseguir su máxima difusión. En
cierto modo, transforman los sistemas de valores en instrumentos para la acción política directa,
justificando determinadas intervenciones -de cambio o de bloqueo- en el proceso de regulación de
los conflictos.
Este afán proselitista explica que el gran éxito de una ideología consista en ser adoptada por el
mayor número posible de individuos y colectivos. Hasta el punto de convertirse -si puede- en el
“sentido común” de una gran parte de una comunidad política, que la adopta como esquema
compartido e indiscutido de entender y practicar la política. Cuando una ideología se difunde hasta
este extremo, se convierte en pieza esencial para legitimar los resultados del sistema político que
sustenta.
El término es atribuido al filósofo francés Antonie Destutt de Tracy (1754-1836). Figura en su obra
Elementos de ideología (1801-1815), un tratado sobre la formación de los conceptos a partir de las
sensaciones, según algunas teorías epistemológicas de la época. Pero fueron Karl Marx (1818-
1883) y Friedrich Engels (1820-1895) quienes situaron el término en el terreno político.
Esta ideología dominante se impone a la sociedad como interpretación válida de domino. Para
Marx y Engels la ideología, por tanto, no tiene que ver con el conocimiento o con la ciencia, sino
con el poder. A partir de este momento, el uso del término se extiende en la teoría y en la
polémica política.
Poco a poco adquiere un sentido más amplio: se calificará con este término a todo intento de
interpretación de la realidad social que contenga también un proyecto político, ya sea de
conservación, ya sea de cambio. En cierto modo, todos los actores requieren une esquema de
interpretación del mundo que les rodea cuando desean intervenir en el mismo con algún
proyecto: en otras palabras, cada actor necesita su ideología. Sin embargo, la palabra <ideología>
sigue afectada de una connotación negativa que se refleja en el uso del término: a menudo son los
adversarios los que tienen ideología -falsa, se supone-, mientras que <nosotros> tenemos ideas -
verdaderas, se sobreentiende-. Sin embargo, la historia de las ideas políticas califica hoy como
ideologías a concepciones sociales tales como el liberalismo, el socialismo o el nacionalismo. ¿En
qué medida es legítimo aplicar también el término al ecologismo o al feminismo?
¿Qué elementos contiene una ideología? En el amplio cuadro de conceptos y valores que incluye
una ideología podemos señalar cuatro grandes capítulos, que quieren dar respuesta a cuestiones
centrales de la organización social y política. Cada ideología procurará:
Hemos señalado qué elementos integran una ideología. Pero preguntarse también donde se
encuentra el punto de arranque desencadena su cristalización. O, en otros términos, cuáles son los
factores que posibilitan la combinación de categorías y valores tomar la forma de un sistema.
Para la visión más extendida el factor determinante en la formación de una ideología es la defensa
de intereses propios. En la versión más ruda de esta aproximación, ideología equivale validez
universal no lo haría para revelar la verdad a sus ciudadanos: lo haría para enmascarar sus
intenciones y, en la medida de lo posible, confundirles de tal manera que le fuera más fácil
conseguir los propios objetivos. En una versión moderada, la ideología de un grupo se identifica
con la racionalización -el reflejo de sus intereses: un grupo sostiene determinada visión del mundo
como la más recomendable para todos, porque – sin tener clara conciencia de ello – resulta ser la
más conveniente para su propia situación. Este empeño no sería siempre consciente, de tal modo
que contiene un elemento de autoengaño, y no sólo de camuflaje frente a los demás. En todo
caso, las ideologías acompañan inevitablemente al conflicto político: cada uno de los actores se
pertrecha con la suya, intentando convencerse a sí mismo y a los demás de la validez de sus
argumentos y de la legitimidad de sus pretensiones.
Otras aproximaciones prefieren localizar el origen de una ideología en una situación histórica
determinada, en la que las aspiraciones mayoritarias de la sociedad no son satisfechas por el
sistema como sistema de creencias y valores que refuerzan sus aspiraciones de seguridad, ya sea
consolidando existente, ya sea promoviendo un cambio. La sobreexplotación clases trabajadoras
por el capitalismo industrial del siglo XIX favorecería la elaboración del socialismo; la inseguridad
de la crisis económica y nacional en Alemania después de la Primera Guerra Mundial facilitaría la
eclosión y arraigo del fascismo; la marginación de determinados sectores sociales en los procesos
de modernización de algunos países de tradición musulmana daría lugar fundamentalismo
islámico. En esta aproximación, la ideología tiene más un modelo social a conseguir, que el reflejo
de unos intereses actuales.
En ambos casos, es la situación política y social la que engendra ideologías. Se convierten en uno
de los recursos a los que acuden los diferentes actores sociales para perseguir sus objetivos, a
veces de cambio, a veces de conservación. Ello explica que haya que entender la ideología, no
como un sistema inmutable y congelado, sino como un conjunto sujeto a cambios y adaptaciones
en función de las circunstancias de tiempo y lugar, conservando un núcleo central que permite
identificarlo como tal, la ideología liberal, conservadora, socialista, etc. De finales del siglo XIX no
es idéntica a las versiones que cada una de ellas presenta a principios del siglo XXI.