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El guardián de los códices del Sinaí

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14 de noviembre de
2020

Manuscritos

A la sombra del monte egipcio, la biblioteca del remoto


monasterio de Santa Catalina, una de las más antiguas del
mundo, abre sus puertas para mostrar su ambicioso proyecto
de preservación de documentos

El padre Justin con uno de los manuscritos conservados en la biblioteca del


monasterio de Santa Catalina (Egipto). En vídeo, la biblioteca del monasterio de Santa
Catalina.(FOTO: MARC ESPAÑOL | VÍDEO: EPV)

El padre Justin se muestra como un hombre retraído, introspectivo y sereno. Pero este
monje espigado, de larga barba blanca y ropas polvorientas del monasterio de Santa
Catalina, uno de los conventos cristianos en activo más antiguos del mundo, no puede
evitar sonreír cuando habla de los tesoros que protege en su biblioteca.

Enclavado en un cañón a la sombra del monte Sinaí, en el sur de la península


homónima de Egipto, el remoto monasterio, con una veintena de capillas, fue levantado
en el año 565 por el emperador Justiniano para proteger un templo levantado dos siglos
antes cerca de donde se cree que Moisés habría recibido los diez mandamientos. Desde
entonces, jamás ha sido abandonado.
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El monasterio de Santa Catalina (Egipto), a la sombra del monte Sinaí.MARC ESPAÑOL

En el pasado, los preciados manuscritos del monasterio se guardaban en tres lugares:


las copias de los evangelios y de los libros que se necesitaban para el culto a menudo
dormían en un depósito de su pequeña pero opulenta iglesia; las obras que los monjes
podían tomar prestadas para leer, en un recinto central; y los códices más antiguos, en
una torre al norte del convento. “En 1734, un obispo con un gran interés por la
biblioteca reservó una serie de salas en la parte central del monasterio y pidió que todos
los manuscritos se recopilaran allí. Podemos situar el origen moderno de la biblioteca
en aquel momento”, explica el padre Justin, que se da un aire a Albus Dumbledore, el
anciano mago de Harry Potter.

El padre Justin es el único monje, de los 25 que viven en el convento, que se encarga de
custodiar su biblioteca, hoy una de las más antiguas del mundo en servicio
ininterrumpido. En su interior, descansan nada menos que 3.306 manuscritos en 11
idiomas, 12.000 libros antiguos — 8.000 en griego y 1.000 en latín—, y 10.000
volúmenes impresos.

“No creo que nunca haya vivido aquí una gran comunidad. ¿Cómo es que se ha reunido
entonces una biblioteca con miles de manuscritos? Bien, en parte es porque [el
monasterio] nunca ha sido destruido, así que se trata de una lenta acumulación a lo
largo de los siglos. Pero también se debe a que el Sinaí ha sido el destino de peregrinos
llegados de todo el mundo, que algunas veces se quedaban aquí y producían
manuscritos”, explica el monje.

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Manuscritos conservados en horizontal en la biblioteca del monasterio.MARC ESPAÑOL

Cajas de acero inoxidable, cada una de las cuales vale cerca de 850 euros, protegen las obras más
valiosas de la biblioteca. MARC ESPAÑOL

En parte, este paulatino proceso de acumulación ha sido posible gracias al clima


desértico de la zona, propicio para la conservación, pero sobre todo se debe al
aislamiento del convento. “Incluso en 1890 se necesitaba una caravana desde Suez, la
ciudad más cercana, con camellos, suministros, porteadores y guías, y diez días a través
del desierto, para llegar al monasterio”, apunta el padre Justin. “Este aislamiento
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terminó en los años sesenta y setenta, cuando se construyó una carretera y mucha gente
empezó a venir a diario, lo que plantea al monasterio retos que no existían antes”, añade
el religioso. A pesar de la infraestructura que conecta hoy el lugar con el resto de Egipto,
alcanzarlo aún requiere de un tortuoso viaje de al menos seis horas y algunos controles
policiales desde El Cairo. Solo un cansado autobús público diario lo conecta con un
pueblo próximo.

Entre 2009 y 2017 se renovó la biblioteca, que hoy se encuentra en la planta superior
del ala sur del convento. La obra introdujo dos cambios principales. En primer lugar los
manuscritos se colocaron en el nivel inferior de la sala y los libros de imprenta en una
galería elevada. En segundo lugar se ideó un plan para conservar en cajas protectoras
especiales las obras más preciadas.

Las cajas metálicas contienen otra, de cartón, hecha a la medida del manuscrito.MARC ESPAÑOL

“En aquel momento nos preguntamos qué valía la pena guardar en una caja y
establecimos varias categorías: si el manuscrito tiene encuadernación bizantina, si
supera una cierta edad, si tiene iluminaciones o si es significativo de cualquier otra
forma lo guardaríamos en caja”, recuerda el padre Justin. “Para cuando aplicamos las
categorías, de los 3.300 manuscritos decidimos guardar 2.000”, recuerda riendo.
“Ninguna biblioteca tiene dos tercios de su colección en cajas. Pero esta se lo merece
porque aquí son muy antiguos y relevantes”. EL PAÍS es el primer medio que informa
sobre este proyecto de conservación.

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Para seleccionar esas 2.000 obras, la biblioteca se basó en una exhaustiva
documentación de sus manuscritos realizada entre 2001 y 2006 por un equipo liderado
por un reputado experto en conservación de libros, Nicholas Pickwoad. Luego, se pensó
qué tipo de cajas sería el más adecuado. Tras descartar el cartón de archivo y la tela que
usan la mayoría de las bibliotecas, así como la madera, ya que no son materiales
adecuados para el clima local, se optó por fabricarlas de acero inoxidable. Todas las
cajas, de estética similar a las de seguridad de los bancos, están hechas a medida para
cada manuscrito, que queda protegido en su interior por un segundo envoltorio de
cartón, y cuestan de media 850 euros cada una. Por último, un experto en conservación
de patrimonio, Thanasis Velios, desarrolló un programa informático para determinar la
configuración más eficiente al colocar las cajas.

Galería superior, donde se conservan los libros impresos. MARC ESPAÑOL

“La mayoría de las bibliotecas están muy llenas y no podrían poner 2.000 manuscritos
en horizontal”, explica el padre Justin, que también destaca que en su caso la mayo
amenaza para la conservación de los libros no es la humedad, a diferencia de lo que
suele ocurrir en las bibliotecas de las grandes ciudades europeas. “Algunas condiciones
de aquí no se pueden reproducir”, reconoce, “pero quizás podamos servir de precedente
para que otras bibliotecas implementen algo similar”.

Las primeras 200 cajas llegaron al monasterio el pasado 25 de junio y otras 200
deberían hacerlo a finales de este mes de noviembre. De momento, el proyecto, que se
desarrollará durante varios años, se ha asegurado fondos para “varios cientos” de cajas.
Lo financia la Fundación Santa Catalina, con sede en Londres y organizaciones
asociadas en Nueva York y Ginebra.
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Hacia 1997 el Padre Justin ya comenzó a tomar imágenes digitales de los manuscritos
por su cuenta a fin de documentarlos, pero fue entre 2012 y 2017 cuando gracias a otro
proyecto de conservación fue posible fotografiar 78 en alta resolución. En 2018 el
convento recibió nuevos fondos de la fundación estadounidense Ahmanson y del fondo
británico Arcadia para hacer lo propio con los manuscritos en árabe y siríaco, trabajo
que debería completarse en 2021. El monje avanza que unos mil manuscritos podrán
ser así accesibles a través de internet y calcula que es “realista” pensar que serían
necesarios tan solo otros siete años más para extender el proceso al resto de la
biblioteca.

“Mucha gente dice que la del Sinaí es la segunda biblioteca [más importante del mundo]
tras los archivos del Vaticano. Eso es verdad para los manuscritos griegos, ya que solo el
Vaticano tiene más”, afirma el padre Justin. “Pero para encuadernaciones antiguas
intactas y manuscritos antiguos siríacos y árabes cristianos, puede que el de Sinaí sea el
más importante”.

Uno de los códices de la biblioteca. MARC ESPAÑOL

Los palimpsestos, una joya oculta


Entre las reliquias que conserva la biblioteca hay libros para el culto, homilías y textos
de medicina antigua. Pero una de las joyas de la colección –y una de las favoritas del
padre Justin– es el Codex Sinaiticus Syriacus. Esta obra contiene el texto casi completo
de los antiguos evangelios siríacos y data de finales del siglo IV o principios del V,
aunque permaneció escondido durante siglos cubierto por el texto de otra obra llamada

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Vidas de mujeres santas, escrito posiblemente en el año 697. Según el monje, este texto
es el mejor testigo, y uno de los únicos tres en el mundo, de cómo era el texto de los
evangelios en el siglo II.

El primer intento de recuperar el texto, también conocido como Palimpsesto sinaítico


por tratarse de un manuscrito cuyo texto original se borró para sobreescribirlo, lo
llevaron a cabo dos reputadas académicas inglesas, las gemelas Agnes y Margaret
Smith, en los años noventa del siglo XIX. Pero hasta el Proyecto de Palimpsestos que
desarrolló la biblioteca entre 2012 y 2017 el anterior códice no se pudo recuperar
completo usando una imagen multiespectral. El mismo proyecto reveló que otros 160
manuscritos de la biblioteca son en realidad palimpsestos y recuperó 300 textos aún
más antiguos que los que se tenían.

“Tenemos palimpsestos de la zona del Cáucaso, de Etiopía y uno con una escritura que
solo se utilizaba en Inglaterra entre los años 600 y 850. Estos eran los tres extremos de
la cristiandad”, cuenta el monje. “Eso muestra no solo la importancia del texto sino
también que el Sinaí era por aquel entonces el destino de gente de allí. Los peregrinos
tenían que superar tremendas dificultades para viajar vastas distancias y llegar al
monasterio, y los manuscritos que permanecen aquí son un testimonio de aquella
peregrinación”, explica.

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