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La Fuente del Olivo, camino de su tercer siglo

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Jesús Cabrera 1 de mayo de 2021

El autor de su diseño, Tomás Jerónimo de Pedrajas, dejó diversas obras para la Mezquita
Catedral

Su nombre oficial es el del Fuente de Santa María, pero en Córdoba se le conoce como
Fuente del Olivo por el que retuerce su viejo tronco junto a uno de sus caños en un
espasmo postrero por no caer definitivamente. El único olivo del Patio de los
Naranjos no pasa desapercibido y rompe la simetría del conjunto junto a la fuente
que centra y protagoniza el jardín que antecede a las naves de la Mezquita-Catedral.

Hace poco más de tres siglos que el obispo Pedro Salazar y Góngora decidió una cuantiosa
inversión para mejorar la canalización que abastecía de agua a la Mezquita
Catedral. Esta actuación supuso un incremento en el caudal de que se disponía, por lo
que se inició en esos años el proceso de mejora de las fuentes del Patio de los Naranjos.

Esta Fuente del Olivo, que es la actualidad centra el objetivo de


las cámaras fotográficas de los turistas, cumplió durante
siglos una misión social tremendamente humanitaria,
como fue la de abastecer de agua potable a las familias que vivían
en las inmediaciones de la Mezquita Catedral y que carecían en
sus domicilios de este suministro de primera necesidad.

Fuente del Olivo. /Foto:


Jesús Caparrós

Fuente del Olivo. /Foto:


Jesús Caparrós

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Fuente del Olivo. /Foto:
Jesús Caparrós

Fuente del Olivo. /Foto:


Jesús Caparrós

Fuente del Olivo. /Foto:


Jesús Caparrós

Fuente del Olivo. /Foto:


Jesús Caparrós

Una fuente muy social

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En las fotografías más antiguas que se conservan del Patio de los Naranjos se pueden ver
grupos cargados de cántaros y de otros recipientes que llenaban de agua en
alguno de los cuatro caños de la Fuente del Olivo, en una liturgia que repetían a diario y
que servía para la convivencia vecinal.

Los cordobeses tomaron a esta fuente como


un elemento destacado de su
imaginario popular y en torno a él
tejieron leyendas y coplas: “A la Fuente del
Olivo,/ madre, llévame a beber/ a ver si me
sale novio,/ que yo me muero de sed”.

La actual fuente no fue la primera que hubo


en este lugar. A finales del siglo XVI
describe Ambrosio de Morales otra “harto Fuente del Olivo. /Foto: LVC
hermosa pieza y, tan grande, que tiene doce
pies de diámetro”. La actuación acometida en las primeras décadas del siglo XVIII en el
Patio de los Naranjos reformó por completo los elementos hidráulicos y en ellos
tuvo que ver uno de los artistas con más proyección en la Córdoba de ese momento, como
fue Tomás Jerónimo de Pedrajas, de cuyo diseño son las fuentes del Olivo y la del
Cinamomo.

La obra de Tomás Jerónimo de Pedrajas

El estilo de Pedrajas es de una personalidad tal que es inconfundible. La magistral


combinación de elementos vegetales y geométricos y su afición por los
volúmenes valientes para acentuar los contrastes entre luces y sombras son las señas
de identidad más destacadas en sus obras.

Por esto, se encontrará similitud con otras


fuentes monumentales salidas del diseño de
Pedrajas, como son las de Campo
Madre de Dios o la de los Padres de
Gracia, que estuvo junto al convento del
Carmen de Puerta Nueva. En ellas, los
pilares y las formas delatan la autoría del
artista bautizado en San Miguel.

Pedrajas, después de vender libros de


segunda mano, se formó como orfebre y es
coautor de la custodia procesional de
Espejo. Pero duró poco tiempo en este Fuente de Puerta Nueva. /Foto: LVC
oficio y tras casar con una hija de Teodosio
Sánchez de Rueda, el gran retablista granadino que tanto trabajó en Córdoba, decidió dar
un nuevo rumbo a su vida.

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La formación en el arte de la platería le sirvió a la hora de coger el lápiz y trazar todo tipo
de diseños. A partir de este momento es cuando su nombre comienza a ser
conocido no sólo en Córdoba sino en provincias limítrofes.

Más trabajos para la Catedral


Uno de sus primeros trabajos, hace ahora tres siglos, fue el presentado al Cabildo de la
Catedral con las nuevas fuentes para el Patio de los Naranjos, que no se llegarían a
ejecutar hasta unos años después. Este trabajo de juventud no caería en balde,
pues a lo largo de su vida cumpliría diversos encargos para el primer templo de la
Diócesis.

Además de las fuentes del Olivo y del Cinamomo,


Pedrajas es autor, por ejemplo, de los dos canceles de
madera noble que dan acceso al interior del templo por
la puerta de las Palmas y la nave del Sagrario. También
salieron de su mano las yeserías de la capilla del
Cardenal Salazar o la embocadura de la nave
principal, en mármoles de diversos colores para
el monumental cuadro de la aparición de San Rafael
pintado por el Arcediano de Castro. El lienzo se
encuentra ahora en otro lugar, pero sigue en su sitio la
decoración de capillitas en las dovelas del monumental
arco.

En el exterior de la Mezquita Catedral se puede ver la


conocida como Puerta de la Grada Redonda, en
la esquina nororiental del templo, con los volúmenes y Puerta de la Grada Redonda.
los elementos decorativos característicos de Pedrajas. /Foto: LVC

Pero no todo fue idílico en su relación con el Cabildo. El artista tuvo su desengaño cuando
presentó un proyecto de coro junto con Alonso Gómez de Sandoval y los
capitulares se decantaron finalmente por el presentado por Pedro Duque Cornejo.

Otras obras de Pedrajas


Aparte de la Mezquita Catedral, en Cordoba hay más obras de Pedrajas, como la portada
de San Hipólito o la peana recién restaurada de la Virgen de los Dolores en la iglesia de
San Jacinto. En Fernán Núñez trabajó en la parroquia de Santa Marina y en Priego de
Córdoba dejó una de sus obras más destacadas en las yeserías de la parroquia de
la Asunción.

Todo este trabajo lo simultaneaba con la realización de diseños de orfebrería que


vendía a plateros de toda España y de los que, desgraciadamente, no ha quedado su
autoría.

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En cambio, sí se conocen, por estar documentados los
diseños que hizo para otros puntos de Andalucía, como
Andújar, así como las cartujas de Granada y de El
Paular, en Madrid.

Pedrajas fue un artista del dibujo, con una creatividad


plenamente encajada en lo mejor del barroco
cordobés. La personalidad de sus obras, así como su
alta calidad, reclaman un reconocimiento de la ciudad
que le vio nacer.

Portada de San Hipólito. /Foto:


LVC

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