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Recepción y corrección de textos Comité editorial

Ángel Fernández Fabiola Mendoza


Fabiola Mendoza José Miguel Mota
José Miguel Mota Gabriela Vignati
Daniela Rivero

Promoción y mercadeo Diseño y diagramación


Daniela Rivero Gabriela Vignati
María José Flores Marian De Marcos
María Alejandra González
Ilustración
Marian De Marcos
@mayan.ink

Pasillo Generación 2020


pasillogen20@gmail.com
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los textos en Pasillo Gen.’20 pertenecen legítimamente
a sus autores. No nos hacemos responsables por las
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sitios con el permiso de sus respectivos autores y de los
editores.
ARTÍCULO ENSAYO POESÍA NARRATIVA

4 6 18 35 44
Manifiesto Slam Mi ficción No está Víctor
de Pasillo poetry: del cuento Warren Rubén Gabriela Vignati
María Alejandra III edición M. M. J. Miguel Martínez C
González Yahnis Gómez
51
21 36 Gigante
71 9 Ensayo Yo también
los vi
de cuerpos
Fabiola Mendoza
ENTREVISTA: Apuntes accidental
en la hora Warren Rubén
Annya Rivas sobre la de trabajo. Martínez C
ficción Una contestación 54
76 escrita por Gabriela Vignati
37 La sanación
RECOMENDACIONES fanáticos: Parada Warren Rubén
la valoración Martínez C
del autor 25 Elio Espósito
Dalia Una pequeña 55
parte de la
huella de
38 Extraño
13 12:58 encuentro
El burlador Elio Espósito
La de Sevilla Daniela Rivero
Consagración de Tirso de
de la
Molina 39 61
Primavera Fabiola Mendoza 28 millones Terrazas
Xiriana Yépez Adonai Goyo M. M. J. Miguel

30
La
digitalización
de nuestra
realidad
en el futuro
menos llamativo
jamás imaginado
Ángel Fernández
Manifiesto de Pasillo
Por María Alejandra González

E ntendemos la expresión frente a la rigurosidad


académica como el desafío más prominente
que enfrenta la generación de las aulas con la
escritura. El rigor de la academia pocas veces deja espacio
para el abordaje de la creatividad personal. Las normas
impuestas, la noción de lo que es correcto o incorrecto,
el canon, lo que ya no puede escribirse de nuevo y la
sombra de lo que estuvo antes, nos arrastran al perpetuo
espacio del observador, del crítico, volviendo endeble
al nervio creador. La escritura no debe ser aplastada por

4
la mirada de la crítica literaria: es nuestro trabajo, como
artistas, rescatar el acercamiento a la literatura de una
experiencia netamente conservadora y volver al ejerci-
cio de escribir.
Reconocemos la autenticidad, el ensayar y errar,
y la creatividad como los valores absolutos que generan
este espacio. Partimos del impulso creador esencial, ese
que no responde sino a sí mismo. Escribimos porque
no somos solo lectores, ni aprendices dormidos. Nos
e­xpre­samos desde el talento, desde lo aprendido y lo
trabajado. El escritor, lo mismo que el pintor: si no crea,
no es artista.
La revista es un taller en su esencia más primi-
tiva. No imponemos una enseñanza o un estilo, sino
un espacio donde cada persona puede, y es llamada, a
trabajar en su acercamiento individual a la literatura.
Partimos desde la singularidad creativa a la colecti-
vidad expresiva. No marcamos directrices, pero de-
sembocamos en un mismo espacio. Apuntes, ensa-
­
yo, reseña, relato, poema, ilustración: todo converge.
Perseguimos la búsqueda de la voz propia, el
desarrollo de la creatividad y la exploración de los géne-
ros. Los aires disruptivos de la revista no remiten a un
rechazo de lo establecido, sino a la necesidad de indagar
en nuestra capacidad artística intelectual. La revista
no se opone, impulsa. No ignoramos la norma:
la usamos a conveniencia. Ahora que sabemos escribir,
desarrollaremos una voz.
¡No nos quedemos en las aulas! Honremos los
pasos ya dados, dejando testimonio del propio andar.
Abramos puertas a las formas y desprendamos la con-
ciencia de cualquier pretensión académica que se inter-
ponga en el proceso de crear. Le pertenecemos no a
otro, sino al momento.
¡Estudiantes, lectores, artistas, volvamos a la
escritura! Defendamos nuestro derecho sobre el len-
guaje. Celebremos nuestra voz creciente. Visi­bilicemos
nuestros intereses culturales y exploremos con la
razón despierta. Esto es lo que escribimos cuando
nadie nos manda a escribir.
Estamos aquí. Y mientras estamos, somos lo que

5
sucede.
Bajo esta premisa, incitamos a quien quiera seguir
las palabras del poeta de la hierba,

¡Invitemos el alma a vagar!


¡Dejemos hablar a otros sin restricción!
¡Seamos más que solo arcilla!
¡Seamos grandes catadores de la vida!
¡Que nadie se quede en la puerta!

Escrito en febrero del 2023.


Slam
Por Yahnis Gómez

POETRY:
III EDICIÓN

E l 23 de febrero se llevó a cabo


la 3ra edición del Slam Poéti-
co, organizado por el Centro
de Estudiantes de la Escuela de Le-
tras. Usando como escenario la Plaza
Cubierta del Rectorado, la comunidad
ucevista y jóvenes poetas mostraron
sus trabajos con el afán de llevarse el
título de campeón. Fotografía de Adonai Goyo
El recital contó con la participa-
ción de la Dirección de Cultura UCV y convocó una lista de espera en caso de

6
la Secretaría General de la Federación que alguno de los escogidos no pudiera
de Centros Universitarios; los grupos participar.
estudiantiles Panorama UCV de la La presentación fue moderada por
Escuela de Letras y Skopos de la Es- uno de sus organizadores, Dalí Véliz, y ARTÍCULO
cuela de Idiomas Modernos; también la ganadora del Slam previo, Mariangel
se sumó la Fundación para la Cultura Rivera, estudiante de Letras, bajo el
Urbana y el grupo 0212 Slam. pseudónimo Dionne Flame. Leyó varios
Participaron doce estudiantes, poemas de su autoría, demostrando por
cuya vocación se batió en duelo sobre qué fue la campeona defensora. Bajo una
la tarima al recitar sus creaciones. Los máscara de zorro, que dejaba en claro su
trabajos de estos chicos de carreras estilo teatral, recitó sobre el carnaval.
como Filosofía, Comunicación Social, Ya en la competencia, los poetas
Letras, ya habían superado un proce- se enfrentaron uno contra uno. Leye-
so de selección online. Debido al gran ron sus poemas y solo seis pasaron a la
número de prospectos, también se siguiente ronda. En este punto, tres se
salvaron de la eliminación. Ahora, se
disputarían el podio de ganador, pri-
mero y segundo finalista.
La victoria fue de Elio Espósito,
bajo el pseudónimo Juana María. Re-
flejó la urbanidad y las vivencias de
las calles de Caracas, en especial con
uno de sus poemas sobre Petare, que
preservó el título para la Escuela de
Letras.
Lorena Ortiz, alias La Vaca
Blanca, logró posicionarse como la
primera finalista a través de una sen-
sibilidad infinita e imágenes fuertes.
Humberto López, pseudónimo
Mr. H, obtuvo el lugar de segundo
finalista por su performance.
El jurado, que tuvo la difícil tarea
de escoger a los ganadores, estuvo
compuesto por Yojiana Ahumada,
profesora de la Escuela de Idiomas
Modernos; Diajanida Hernández,

7
profesora de la Escuela de Letras y
representante de Fundación para la
Cultura Urbana; Paula Ochoa, Conse-
jera Estudiantil de la Facultad de Hu-
manidades y Educación; y finalmente,
Paola Alzuru, de la Escuela de Letras
de la Universidad Católica Andrés
Bello.
Los poemas estuvieron carga-
dos de imágenes de amplio espectro,
desde aquellas sencillas, reconocibles
y divertidas, hasta profundas, impac-
tantes y conmovedoras. Superando
las expectativas, esta edición del Slam
Poético augura futuro para la poesía
venezolana, en especial aquella que versa sobre la ciudad y la coti-
dianidad. El público aclamó el tópico de la urbanidad y su crudeza.
Destaco el trabajo de Adonai Goyo, un estudiante de la Es-
cuela de Letras bajo el pseudónimo Lemuel, por su lírica cercana al
rap.
He aquí un fragmento:

28 millones,
el hijo y padre que se gana el pan de su casa
espalda dobla’, mano pela’ pasando coleto
en el metro de Caracas

el bizco que no distingue la clientela


pero que distingue entre billetes
como un cura distingue el bien y el mal

el camionetero gorra pa atrás incómodo


por no poder pasar la otra camioneta porque se
puede ganar un lío y los líos no llevan comida a
a la mesa

el viejo abandonado por la gracia del andar y


se arrastra con las manos

8
manos sucias pateando el asfalto
manos sucias ensuciándose con tu cochino dinero

Quizás uno de los aspectos a mejorar dentro del Slam sea


la entrega de menciones honoríficas a algunos participantes, pues
poemas como el de Adonai demostraron calidad y pericia en el
oficio.
No queda más que felicitar a todos los involucrados en la
organización del evento. Fue una velada disfrutable y que se proyec-
tará en sus futuras ediciones.


ASOBRE
puntes
LA FICCIÓN ESCRITA
POR FANÁTICOS:
LA VALORACIÓN DEL AUTOR
Por Dalia

ARTÍCULO
Plataformas como Wattpad, AO3
(Archive Of Our Own), FanFiction.net
o Live Journal permiten el libre
acceso a una gran variedad de textos,
todos tienen un punto en común:
la exposición de relatos escritos por

9
fanáticos, estos pueden ambientarse en
el universo de películas, novelas o usar
personajes y elementos originales de
esas historias, a veces también pueden
tomar rasgos personales de famosos
del mundo del entretenimiento. Ahora
bien, al momento de valorar dichos
textos, conocidos como fanfics,
existe cierto recelo al saber que el
autor es un aficionado a la escritura,
pues su carácter como aficionado
puede hacer que se subestime su
capacidad en el oficio al insinuar
que no está calificado para crear una
obra o reflexión del todo sustancial
en relación con el quehacer literario.
Me gustaría comentar entonces
algunos asuntos sobre los distintos
tipos de autores que se presentan en
esta área y su labor de escritura. En
primer lugar, está el asunto de la edad:
si bien hay prejuicios al tratarse de
fanáticos, como el pensar que algunos
de ellos pueden ser adolescentes o
apenas están en su juventud, dicha
opinión es solo un prejuicio, pues ellas o le dedican gran parte de su vida
los fanáticos van desde la edad y esto propone la siguiente interrogante:
anteriormente mencionada, hasta ¿qué sucede cuando el autor escribe, pero
pasada la adultez. Debemos considerar no trabaja en la disciplina? La respuesta
que el autor detrás del texto puede ser puede ser todo un tema de conversación,
un estudiante que disfruta de la lectura, pues en algunos individuos es evidente
un trabajador a tiempo completo que en el buen manejo de la escritura y en otros
ciertas temporadas decide escribir, un el proceso de aprendizaje aún se está
profesor con varios años de experiencia dando, sin embargo, no sabemos quién
en la academia, etc. En otras palabras, nos puede asombrar y de qué manera lo
el autor puede vivir de un oficio que hará. Dentro de esta perspectiva, debo
no sea de naturaleza literaria, pero señalar que el oficio de la escritura es
eso no compromete directamente

10
un trabajo constante, y la formación,
el desarrollo de sus habilidades. ya sea académica o iniciada por otros
De este modo surge el segundo medios que ejemplificaré más adelante,
asunto: la formación del escritor. El es la prueba más segura del esfuerzo
arte de las letras es increíblemente personal de cada escritor. Lo esencial
extenso, no todos sienten interés hacia es crear un hábito, ya que mantener
este ejercicio a largo plazo podría ser
el motivo de grandes oportunidades y
avances a nivel profesional o personal.
Hablemos entonces de los me­
dios alternativos de formación: para
la persona que muestra interés en el
quehacer literario, pero decide no iniciar
o continuar las lecciones en la academia,
el internet le ofrece un montón de
de educación como cursos, guías, peor que el usuario con una reputación
vídeos, actividades interactivas; las que no es destacada. En estos sitios de
opciones son incontables, de forma internet también existen métodos que
que la tecnología puede ayudar tanto a ayudan en la popularidad de las obras,
los más jóvenes, como a los mayores. es cuestión de aprender a usarlos,
Ellos pueden usar su tiempo para por lo tanto, existe la probabilidad
adquirir conocimientos, de que un texto esté en
educarse con técnicas los primeros lugares de
de expresión escrita reconocimiento, pero
y leer y revisar obras. que no tenga nada de
Así, al final, se obtienen especial. En esos casos
resultados que eviden­ sería bueno darse un
cian un inmenso empe­ tiempo para familiarizar­-
ño que atiende a la se con las plataformas,
creación y posible publi- comprender qué mecanis-
cación de textos. Solo ­­mos de búsqueda y valo­
si lo desea el autor. Por ración se usan para re-
último, también existe comen­­­dar a los autores.
el asunto del presti­ En mi opinión, estos
gio de los usuarios en son algunos de los

11
las plataformas para asuntos que pueden
difundir sus obras. tomarse en consi-
En este caso varían deración cuando dis-
las oportunidades y cu­timos acerca de los
criterios para valorar escritores de fanfics.
al autor debido a lo Debemos entender
siguiente: en las páginas que, en el ámbito del
web se entiende que, a veces, el fanatismo no todo lo que leemos
reconocimiento no equivale a talento. por las redes, o lo que escuchamos
Un usuario (autor) puede tener en bocas de otros, tiene que ser tal y
un número elevado de seguidores, como se afirma; una mejor
comentarios, lecturas en sus obras;
pero eso no quiere decir que es mejor o
idea es hacer observaciones individuales, dejar los
prejuicios a un lado e investigar cada cosa que no se
entienda. Esto no quiere decir que por obligación
encontraremos una obra maravillosa, pues, las
preferencias personales siguen siendo un factor
principal de selección. No obstante, en el lugar
menos esperado podría existir un texto que nos haga
revivir el disfrute puro en la experiencia de la lectura.
Como recomendación personal,
AO3 es una plataforma que al
principio parece infinita por la
cantidad de herramientas de búsqueda,
pero, en términos de contenido, vale
la pena aprender a usarla. Además,
al acercarnos a este tipo de sitios
web, encontramos otras opciones
de visibilidad para los autores de las
nuevas generaciones (cualquiera que
sea su edad), podemos conocer un poco
más de sus intereses, qué los llama al
ejercicio de la escritura y cómo acogen

12
sus necesidades expresivas. A través de
estas plataformas el escritor trabaja en
sus habilidades, estimula su creatividad
y se ve a sí mismo en un ambiente que
le invita a leer una inmensa variedad
de historias y, también, a compartir
las suyas. Asimismo, existen ventajas a nivel de
difusión: poder acceder a estos textos de manera
gratuita e inmediata porque como sociedad nos
hemos adaptado a la modalidad virtual y ahora
pasamos más tiempo frente a las pantallas. Son
circunstancias provechosas tanto para el autor y
sus obras, como para los lectores.
ARTÍCULO
V idas engañadas por la ilusión del
libre albedrío. Creen que sus pa-
sos son producto de su voluntad.
Ignoran que se mueven por el hado. Re-

13
La
sistirse es inútil. Mientras tanto, una mu-
jer danza una y otra vez hacia su muer-
te, hacia su encuentro con el destino.
La Consagración de la Primavera (1913)
es la pieza más famosa del compositor
ruso Ígor Stravinski, coreografiada por CONSA
GRACIÓN
Vaslav Nijinsky. En 2013, la coreógrafa
venezolana Claudia Capriles decide mon-
tar una versión de esta obra junto con la
Compañía Nacional de Danza de Vene-
zuela y la Orquesta Filarmónica Nacional Por Xiriana Yépez
de Venezuela, dirigida por Luis Miguel Fotografía de Freddy Pernía
@hrzproducer

DE LA PRIMA
VERA
González. Es remontada en 2022 para
la temporada de la Compañía Nacional,
de nuevo bajo la dirección de Capriles
y la participación de varios intérpretes
del elenco original. Fue presentada en
la sala Ana Julia Rojas de la Universidad
Experimental de las Artes (UNEARTE)
y en los espacios abiertos del Centro
Cultural BOD en noviembre de ese año.
Esta obra de danza contemporánea
se compone de dos partes. En primer
lugar, la adoración de la tierra, en la que
los cuerpos en escena preparan el espa-
cio como si de preparar el terreno para
la siembra se tratara. Presentan su devo-
ción a la naturaleza y se reconocen como
parte de ella. Sin embargo, para recibir
su abundancia, deben ofrecer algo más.
La segunda parte corresponde al sacrifi-
cio: el ritual para consagrar la primavera
exige una vida a cambio de prosperidad.
Los cuerpos en escena intentan resistirse
sin éxito. Una mujer es consciente de su
destino, lo acepta y dan-

14
za hacia él. Los demás Adoración de la tierra
corren hasta desaparecer.
La oportunidad de participar me llegó de
sorpresa; un poco accidentada y al borde del fra-
caso en varias ocasiones, certera e insistente.
Me acerqué a este proceso con la inocencia de
aquel que ve por primera vez y se maravilla ante la
inmensidad del mundo que se le revela, pero con
el susurro prudente de la intuición en los oídos.
Al principio me paralicé por la responsabili-
dad de darle vida a esta obra; me intimidaba la com-
plejidad de su universo. Mis primeras interacciones
con ella fueron comandadas por el instinto de su-
pervivencia. Me vi obligada a buscar protección
en el colectivo y ocultarme entre las otras veinte
personas con las que compartía este proce-
so. Mi prioridad no era llamar la atención, sino
que a nivel físico mi trabajo funcionara, que
fuera efectivo y claro para pasar desapercibida.
Mi cuerpo fue el primero en conectar, des-
de sus pulsiones primitivas y sus visceralidades.
Aprender la coreografía implicaba estar aler-
ta para evitar accidentes: la mirada, el oído y el
tacto debían estar atentos; y el cuerpo, listo para
actuar. Tener nuestros sentidos activos era cru-
cial para seguir adelante sin inconvenientes.
Recuerdo con claridad el «Buena suerte, mu-
chachos, tengan cuidado» de la maestra antes
de los ensayos. Con el tiempo,
el miedo empezó a retroceder, El sacrificio
el trabajo a tomar forma y el ritual a La Consagración presta sumo cuida-
conjurarse. do, coreográficamente, a la diagonal que
va desde la esquina izquierda, más cerca-
na al público, hasta la esquina derecha del
fondo del escenario. Los movimientos y el
agrupamiento en escena se condicionan por
esa gran tensión diagonal: aquello que

15
nos lleva al piso está dirigido hacia la
del frente; y aquello que nos eleva, hacia la
del fondo. Este recurso enriquece el con-
flicto a nivel argumental por la contraposi-
ción arriba—abajo, celeste—infrahumano.
La obra transcurre en la medianía, en el
intermedio entre dos fuerzas contrarias que
nos azotan a su antojo mientras creemos
tener el control de nuestras acciones.
Odiseo vino a mi mente cuando em-
pecé a comprender esta tensión a nivel
interpretativo: aferrado a las tablas de
la balsa destruida, apaleado por el océa-
no tempestuoso y por la ira de Poseidón.
De esa manera nos movíamos, como pe-
queñas partes de un cuerpo, a merced de
fuerzas mayores. Imágenes como esta nutrían
mi trabajo como parte del cuerpo de baile, pero
individualmente, como intérprete, era esencial
preguntarme: ¿qué me mueve a mí en la obra?
Esta duda se abrió paso. Buscó un
lugar en el que pudiera olvidarla con facilidad
y esperó agazapada hasta que, un día, después
del primer ensayo en el que logramos hacer
la obra de principio a fin, retumbó. Llanto.
Las lágrimas caye-
ron hasta que mi
cuerpo estuvo sa-
tisfecho. Intenté
explicarlo por días,
fracasé cada vez.
Durante los si-
guientes ensayos vol­­-
ví a refugiarme en
los demás, pero

16
esta vez no desde
el miedo o la incer-
tidumbre; buscaba
consuelo. Al prin-
cipio de la coreo-
grafía, las mujeres sostenemos un abrazo gru-
pal del que salimos una por una al escenario.
Ahí encontré el consuelo que necesitaba para
enfrentarme a aquello que La Consagración
movía con tanta intensidad dentro de mí,
ya que, una vez fuera de la seguridad de ese
abrazo, quedaba desnuda ante el resto de la
obra. Desnudez de prendas, de piel, de alma.
Quedaba indefensa an-
te el público, vulnera-
ble hasta que bajaba el
telón. Así entendí que
tanto mis movimien-
tos como mi interpre-
tación eran producto
de esa vulnerabilidad.
La Consagración de
la Primavera me convir-
tió en tierra fértil, tra-
bajada por meses para
asegurar la prosperi-
dad de la siembra. Permití que su Mi relación con la obra fue dura,
universo permeara el mío, desde lo pero nunca hostil a pesar del temor.
superficial, inmediato y físico; hasta Me permití ser vulnerable y bajar la

17
lo profundo, emocional y creativo. guardia. Vulnerable mi disposición, mi
Un proceso en el que pasé de ser un experiencia y mi danza. Gracias a ella
animal desesperado por sobrevivir, pude ser todos y ninguno; ser de carne
a entrar en contacto con partes de y hueso y transparente, ser el universo
mi mente y espíritu, que me ayuda- y ser nada. Quienes nos acompañaron
ron a comprender y honrar mi lugar. durante los ensayos y las funciones
son testigos de cómo me reduje a par-
tículas insignificantes y me transformé
a través del movimiento. El resultado
de la obra y de mi proceso junto a ella
es el mismo: el sacrificio del ser que da
paso a nueva vida.
Mi ficción del
cuento M. M. J. Miguel


Se ha escrito demasiado sobre el cuento, y valga decir que podría es-

ENSAYO
cribirse mucho más de manera innecesaria. Eso se lo dejo a los paladines
del buen verbo, puesto que lo que compete para efectos de este ensayo
es esclarecer de qué va este género, según mi descalabrada perspectiva.
Para empezar, soy fiel defensor de la imitación, tanto por oposición
como por exaltación (valga la cacofonía). Podríamos entender que lo
cotidiano se embarca en conceptos inconexos, que van de la mano de una
construcción sistematizada de nuestra mente; es decir, crear orden en el caos.
Dentro de la ficción, este balance hacia la coherencia es lo que permite
penetrar en las exigencias de un relato. A grandes rasgos, este no es más que una

18
serie de acontecimientos con un principio, un medio y un fin. Parafraseando a
Aristóteles: el principio es todo aquello que no goza de antecedente, pero sí de
algo que le precede; el medio tiene antecedente y precedente, y el final posee
antecedente y nada que lo preceda. Las historias se remiten sistematizar el azar.
Podríamos decir que el cuento es un asunto ficcional que le compete al tiempo
y al espacio. ¿Cómo transcurren los acontecimientos y dónde? ¿Qué se cuenta y
cómo se cuenta? Pensemos en universos posibles en donde una particularidad
y una anécdota toman foco en la ruptura y el posterior reparo del equilibrio.
El tema, me parece, lo menos importante. Lo realmente trascendental,
lo que que notamos en grandes cuentistas como Felisberto Hernández, es el
tratamiento que recae sobre aquello que hemos decidido escribir. Nuestro tópico
es un bloque sin matices, y en realidad no debe existir problema con eso; si nos
quitan lo que creemos que somos, volveríamos a nuestra naturaleza plana, a ser
el bloque. Los tópicos están para trabajarlos, y algunos tienen la suerte de salir
del sanatorio sin su medicación; los vemos dando vueltas por allí, contándonos
lo mismo con una sonrisa sin alma. «Hace falta un mito», diría Cesare Pavese.
Cincelar el tópico. Entre contar y contar se revela la voz propia de quien escribe,
de aquel que ha tirado tanto del hilo que ahora comprende que solo una buena
historia puede revelarse cuando ponemos la fibra de la reflexión artística en
ella. En el mundo del arte por la marca, es heroico encontrar el arte para el arte.
Decía Ricardo Piglia que un cuento debe tener dos historias. Por un
lado, una que trabaje de manera denotativa, como una exposición; y por
el otro, una insinuación. A primera vista podríamos pensar que un cuen-
to debe forjarse bajo la expectativa de la sorpresa; y sin embargo, encon-
traremos relatos estáticos, como un reloj de arena vacío, que al terminar de
leerlos han removido tanto en nosotros, sin precisar cómo lo han hecho.
Aquí el asunto: el cuento debe alborotar las vísceras de la emoción, poner
sobre la mesa puntos clave que nos llamen a reconocernos, ya sea en lo sub-
lime o en lo horroroso. De eso se alimentan las historias, al menos las que a mi
juicio son avasallantes, que no están sujetas a una línea de pensamiento o a la
tendencia moral de moda. Un cuento, por ser cuento y ficción, tiene la potes-
tad de enfrentarnos como un boxeador dispuesto a dejar los dientes en la lona.
Se me ocurre que los cuentos encarnan una pérdida por estar llenos de
una malicia que poco tiene que ver con la misericordia estética. Un buen cuen-
tista jamás sale de casa sin su Virgilio de confianza para no ser presa del azar
romántico, potenciar su nivel de observación, fijar la mira en la profundidad de
los velos de la materia y colorearla con palabras desde el abismo del otro lado.
Una vez en el papel, el trabajo ya no es de observación, sino de receptivi-

19
dad auditiva. Dale voz al cuento con la tuya en alto. Si el ritmo es interrumpido
por una palabra a destiempo, el pulso no debería temblar para guardarla en el
recuerdo, pues todas las palabras son necesarias, pero no en todo sitio. Escucha
al cuento y atiende sus necesidades; jamás al contrario. «Como cada palabra
tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía
ideal. La música es solo de la idea, muchas veces», manifestó Rubén Darío.
La estocada final al texto es falsa. Es tan de ficción como lo que aca-
bamos de escribir, pero hay que abandonar la contienda una vez que agota-
mos las fintas, al menos de momento. Que el lector se las arregle. Por algo
ha decidido seguirle la corriente al narrador. Toca pasar la página agravia-
da de sustantivos y verbos, encontrarse de nuevo con el fantasma del vacío.
Total, que para empezar a escribir cuentos lo que hace falta es un poco de
vocación, agallas y sinceridad. La técnica aparece con la práctica, y la práctica
aparece con la voluntad. Creo, ante todo, que el respeto hacia el oficio de escri-
bir nace cuando aceptamos que este no es necesario, que nuestra historia po-
drá emocionar y cautivar, pero ¿cambiar al mundo? ¿Quién quiere lanzarse esa
vana tarea? Las historias existen más allá de su función; existen para renovarse a
medida que nos renovamos como individuos, como artistas. De allí que el blo-
que a cincelar siempre sea plano; nunca dejaremos de moldear y ser moldeados.
De eso se trata escribir cuentos.

20
Ensayo accidental
EN LA HORA DE TRABAJO.
UNA CONTESTACIÓN.
Gabriela Vignati

Cierto amigo –llamémosle Y– me dijo que los videojuegos son o

ENSAYO
deberían ser entendidos como literatura, esgrimiendo una serie de argumen-
tos relativos a las mecánicas narrativas del desarrollo de experiencias estéti-
cas inmersivas. Yo de eso no sé nada, pero sé que no es literatura. Al menos
no como yo la entiendo, y ya me ocuparé de decir cómo es eso. Hasta que
reúna paciencia suficiente para jugar un videojuego y sacarme de mi error
–si es que lo estoy–, estaré de este lado de la discusión: cualquier manifesta-
ción artística que cuente algo «buscando crear una experiencia inmersiva y
estética» puede ser literatura si el único criterio de la definición es la función,
pero es limitante reducir la literatura a una función o un fin. Esa idea podría

21
usarse, quizá, para hablar de «lo literario». Si se buscan, pueden encontrar-
se suficientes recursos literarios en el cine, la música y los videojuegos. Lo
literario bien puede hallarse en otros «contenedores» de expresión artística,
pero eso no los convierte en literatura. Este es el eterno problema de qué se-
ría lo literario como «categoría estética», dónde hallarlo y cómo identificarlo.
Pensar la literatura como un hecho artístico en sí mismo —un fin
independiente del medio, aunque al separarla de este desconozco qué podría
quedar para el análisis—, tampoco sirve para definirla como fenómeno ni para
distinguir la literatura de lo que no lo sea. La literatura es tanto fin como medio
en estrecha interdependencia. Lo mismo ocurre con el cómic, el videojuego,
el cine, la música, todas expresiones articuladas alrededor de códigos que les
proporciona su medio. Claro que hay vasos comunicantes o retroalimentación.
Por supuesto que existen obras transmediales, porque las fronteras entre los
géneros se han borroneado y mezclado desde que el arte es arte. Pero ir de eso
a pensar que el videojuego debe considerarse otro modo de literatura porque usa
recursos narrativos es demasiado rígido.
¿Si B contiene A, entonces B se convierte en A y olvidamos que B existe
con sus propias reglas y códigos de interpretación? Eso es como decir que una
novela que incorpora en su entramado textual una dinámica para involucrar al
lector es de otro modo un juego. Puede jugarse con ella, hasta puede inaugurar
su propia categoría de libro-juego, como se conoce a la serie juvenil Elige tu
propia aventura, en la que se implica al lector de forma tal que sus decisiones
influyen las acciones de los personajes y el desenvolvimiento de la historia.
Historia de los bombardeos de Sven Lindqvist es otro buen ejemplo. Sin la
impronta lúdica, su entramado textual invita al lector a emprender un camino
alternativo de lectura para salir del laberinto de múltiples entradas y salidas,
un camino de puntos interconectados sobre la atroz evolución de la guerra
área. Solo al comprometerse con la singular dinámica que el autor ha diseña-
do, el lector logra capturar la verdadera línea temporal y discursiva del texto.
Aunque estos libros se apoyen en las decisiones del lector –o usua-
rio– para el discurrir de cualquiera de sus posibilidades –el mecanismo bási-
co de los videojuegos–, estos son leídos e interpretados con los códigos del
libro, valiéndose del lenguaje como único material expresivo para lograr los
«efectos» deseados, mientras que el videojuego puede echar mano de tantas
otras herramientas para alcanzar, digamos, los mismos efectos. La forma en la
que se llega a dichos «efectos» es lo que distingue al videojuego como un me-
dio artístico en sí mismo, que nada tiene que envidiarle a la literatura, además.
Considerar al cómic como literatura tampoco sería del todo justo para el

22
cómic porque, al ser distinto el insumo que se debe modelar (imágenes, mo-­
vimiento, escenas, color, el universo de la ilustración y el diseño gráfico),
son distintos los modos de representación, distintos sus efectos en el lector y
distinta la forma de leer.
El cómic posee una gramática propia que permite observar las par-
tes y al mismo tiempo una totalidad, lo que le da dinamismo y vita-
lidad a las secuencias. Scott McCloud se refiere a esto como «closure» en
Understanding Comics, un cómic sobre los aspectos formales del cómic donde
profundiza sobre la construcción de una continuidad espaciotemporal a partir
de nuestra complicidad de lector y con la ayuda de los paneles, que nos obligan
a considerarlos como un todo en el que podemos encontrar las corresponden-
cias y combinaciones más inverosímiles.
En este sentido, el vocabulario del cómic se vale de nuestra capacidad
para completar figuras fragmentadas y hallar significado en distintos grados
de abstracción icónica. Al igual que la literatura, el cómic pretende crear una
simulación sensorial, conseguir que el lector pierda conciencia de la forma y se
adentre en la historia –eso es buen «closure»–, pero para ello exige una dispo-
sición muy diferente a la necesaria para leer literatura.
Mientras que en el cine y la literatura atendemos a lo que se nos represen-
ta en el orden que se nos muestra, dentro del cómic tenemos elección. El ojo
decide qué ruta seguir, puede retroceder y volver a comenzar, jugar, hallar una
configuración de sentido propia. Es por esta singular mecánica que el cómic
no es un mero híbrido entre lo gráfico y lo escrito, ¡eso puede ser literalmente
cualquier cosa, incluso el videojuego! En cambio, como medio artístico, tiene
lenguaje, recursos y reglas propias. La magia de los paneles le es exclusiva, y por
ello reclama, como en ningún otro material visual, la participación del lector.
Entonces, no, un videojuego no es literatura, estoy cansada de escucharlo
cuando surge la discusión sobre los géneros. La adaptación cinematográfica de
un libro tampoco es literatura. Todo esto puede valerse de recursos propios de
la literatura, podemos incluso decirnos que hay valores en esas obras que se
acercan más a lo literario que a lo cinematográfico; o que dentro del videojuego
hay textos que en otro contexto serían literarios (el contexto es otro problema
de la teoría literaria), pero eso no hace al videojuego literatura, sin importar que
tenga historia y que esté muy bien contada.
Definir literatura por el medio (con sus códigos, reglas, paradigmas, re-
cursos, tradición, etcétera) también puede ser excluyente, pero solo lo es cuando
excluye a obras del mismo medio, no cuando descarta a otras manifestaciones
artísticas que trabajan con otra materia (visual, gráfica, interactiva). La literatura

23
no puede ser solo función (la de contar o crear algo) porque hay literatura que
no cuenta nada; ni puede ser solo lenguaje, porque hay literatura que tampoco
se preocupa por él, etcétera. Me asiento en la manera más «formal», si se quiere,
de definirla, y considero literatura –o texto literario– a los productos de palabra
escrita como término paraguas que abarque todos los cuestionamientos que
puedan hacerse alrededor de qué debe y qué no debe llegar a llamarse literatu-
ra. Porque, a fin de cuentas, siempre parece que el problema de la literatura es
nominal, sobre qué podemos y qué no podemos llamar nosotros –o la acade-
mia– de ese modo, volviendo a teoría I, que para algo pasamos por ahí.
La existencia de lo transmedial no cancela a los medios: los confirma. El
grueso de los usuarios es capaz de diferenciar intuitivamente una cosa de otra,
lo que demuestra que, en definitiva, se trata de distintos lenguajes, sin importar
que la «función» sea la misma, y lo pongo entre comillas porque tampoco creo
que todos los medios surjan de la misma necesidad, o que todo el arte sea en el
fondo un mismo hecho. En ese caso ¿por qué preferiríamos un formato sobre
otro?, ¿por qué no se nos ocurre primero la obra y después decidimos donde
vaciarla según encontremos que tal o cual medio tiene mejores recursos para
causar más contundentemente los efectos deseados? No ocurre así porque ni
la función es la misma en todos los medios (no existe ninguna función única
en el arte, si queremos insistir todavía en que el arte tiene alguna función), ni
las obras se crean independientes de la técnica. El hecho o el fin artístico no es
ajeno a su proceso de creación.
Contamos de una determinada forma los escritores; de otra, los cineastas
(aunque el cine también se escriba), y así sucesivamente. Es decir, que un pro-
ceso artístico involucre escritura y narración no lo hace literario. La literatura
no es tan solo una necesidad expresiva que se valga de distintos medios para
existir; existe en tanto su relación con un medio que la hace posible. Y con el
medio vienen todas las reglas del juego, aquellas que nos sirven para descartar
a los recetarios de cocina como candidatos a textos literarios, aunque en estos
bien podríamos encontrar retórica, imágenes y luces dramáticas.
No creo que todo «arte de contar algo» pretenda ser literatura. Tampoco
estoy segura de hasta qué punto torna algo en literario el hecho de que esté
escrito y cumpla con los «parámetros» que podríamos identificar como litera-
rios, y ese es justamente el problema universal de los teóricos en el que pienso
pero no pretendo resolver. La discusión es demasiado inabarcable para llegar a
resoluciones tajantes, pero sí que se pueden revisar estas ideas a la luz del arte
de nuestra época.
Venía pensando en estas y otras cosas en el trabajo a propósito de las

24
afirmaciones de Y que llevaron a un intenso debate, luego a una pelea, luego al
impulso de arrojarse objetos a la cara, luego la parte de los perdones, disculpe
usted, mi estimada X, mi estimado Y, cancelemos los argumentos ad hominem,
no se moleste, lo que quise decir fue…y tiene usted completa razón en que…
pero todavía difiero en su punto en el cual A no sería igual o equiparable a
B, porque creo que…y podrá ser una necedad pensar de esta forma, pero de
hecho hay lecturas y obras que confirman… mejor dejémoslo hasta aquí por-
que ni yo le daré la razón, ni usted me la va a dar a mí, y si el Nobel de Bob
Dylan abrió este mismo debate es porque siempre habrá gente que piense
como yo y gente que piense equivocadamente como usted.

Una pequeña parte de la huella
DE El burlador de Sevilla DE Tirso de Molina
Fabiola Mendoza

Cervantes no fue el único que logró incrustarse en la cultura universal has-

ENSAYO
ta nuestros días. El dramaturgo Tirso de Molina lo lograría también con su obra
El burlador de Sevilla a través del personaje Don Juan. Tal vez no es rival
para la popula­ridad de Cervantes, pero sus ideas y personajes permanecen
más vivos de lo que parece.
Durante el barroco, con el auge de la picaresca, se comenzó a valorar la
experiencia de las personas que viven la cotidianidad. Es decir, cómo hacen es-
tos anónimos para percibir y aplicar o no conceptos abstractos como la libertad,
el amor, la amistad, la justicia, etc. Son «abstractos» porque su definición tiene
mucha propensión a depender de la cultura y época desde la cual se

25
esté hablando.
A diferencia de los grandes héroes que guían naciones, el anónimo
solo debe guiarse a sí mismo a través de la vida cotidiana y es precisamen-
te esto lo que le da un marco diferente, por ejemplo, al concepto de liber-
tad. Así, se apreciaría la vida como un proceso sujeto a cambios determina-
dos por el curso de acción propio. En otras palabras, se implica una cierta
libertad a la hora de elegir y esto provoca que aparezcan reflexiones sobre
la práctica de la conducta. Se considera que «hacerse a sí mismo» significa
también hacer la realidad en la que se vive. Según Marvall, libertad para el
barroco significaba no depender de otro o, lo que es lo mismo, no servir y
también hacer personalmente lo que decida la propia voluntad1. Esta será una
versión temprana del posterior concepto de libertad del hombre moderno.
A través de esta nueva forma de concebir la libertad, Don Juan se hará
un espacio dentro de la cultura, a partir de características humanas universales
1 Marvall, José Antonio. “Tercera parte: elementos de una cosmovisión barroca”. La cultura del Barroco. Barcelona
Ariel, 1975. Impreso. P 349.
para proponer una forma de libertad. Pero ¿cuáles son las «características hu-
manas universales» de las que parte Tirso de Molina y qué forma de libertad
propuso? Cuando seguimos los pasos de Don Juan en El burlador de Sevilla,
podemos ver como Tirso de Molina pone en personaje la libertad desmesu-
rada. Incluso antes de que apareciera el Lucifer de John Milton —insignia del
libre albedrío y la libertad desmesurada— ya España estaba explorando esta
posibilidad. Recordemos que Lucifer es un personaje que, junto a Don Qui-
jote, será muy importante para la construcción de las ideas en la modernidad.
La forma de libertad de Don Juan no es una que, satisfaciendo sus ne-
cesidades, le permite vivir conciliando con el mundo que habita, ya que en
su forma de libertad no hay límites ni hay conciencia de consecuencias (es
decir, no hay balance). Su libre acción termina contaminando todos los as-
pectos del personaje: es lujurioso —el peor pecado en la época porque aten-
taba contra la honra de la familia—, tiene conflictos con la autoridad y allá
donde va arrastra desgracia a su entorno y sus habitantes. Abraza libremente
todas las características humanas negativas y se enorgullece de su corrupción.
Aunque su aparición en obras posteriores ha sido bajo la imagen del
seduc­tor, el Don Juan de Tirso de Molina aspira a ser algo más, es la en-
carnación del verdadero mal, del mal con conciencia, el que se piensa,
se desea y se elige. A lo largo de la obra podemos ver cómo Don Juan
planea con placer la deshonra de las mujeres y utiliza su posición de no-
bleza para escabullirse de las consecuencias de sus actos.

26
Esto se nota en los siguientes diálogos:

«Juan: (…) Sevilla a voces me llama


el burlador, y el mayor
gusto que en mí puede haber
es burlar una mujer
y dejarla sin honor (…)». (II, vs. 1310-1315)
«Juan: (…)Yo quiero poner mi engaño
por obra, el amor me guía
a mi inclinación, de quien
no hay hombre que se resista». (III, vs. 2040-2045)

Con absoluto cinismo, se burla del concepto de libertad desarrollado a


partir de la picaresca al poner por encima de cualquier consecuencia la fideli-
dad a las propias inclinaciones. No obstante, su persistencia en el mal no inspi-
ra temor, sino que despierta admiración y la simpatía en el lector2, así como el
Lucifer de Milton. En este punto está la diferencia entre la intención del autor
y cómo es recibida la obra. Aunque podríamos considerar que la idea primaria
de Tirso de Molina haya sido advertir y corregir la desmesura, también es una
forma de mostrar que la rebeldía, la lujuria, la soberbia, etc.; son posibilidades
humanas y es precisamente esto lo que lo hace tan atractivo. Además, mostrar
estas posibilidades plantea algunas de las preguntas que se comenzarían a hacer
durante el barroco y en adelante: ¿Por qué la libertad debe tener límites, por
qué no puede ser absoluta? ¿Dónde están esos límites? ¿Quién es el autor de
los límites? De esta forma, veremos que Don Juan y Lucifer comparten más de
lo que parece. Si recordamos un poco, el Lucifer de Milton, sabremos que son
las mismas preguntas que indirectamente increpa Lucifer a Dios.
Bajo esta recepción de la obra, la construcción del personaje de Don
Juan trasciende el mundo ficcional para el que fue creado gracias a la calidad en
la representación de características humanas. «Trascender el mundo ficcional»
no lo entenderemos como que dicho mundo no es suficiente para sostenerlo
—porque el mundo ficcional es parte de la construcción de todo persona-
je—, sino que fue percibido, tanto por la cultura literaria como por la cultura
popular, como un concepto utilizable fuera de la obra que evoluciona y, más
importante, penetra en la cultura y logra adherirse y modificar algo de ella. Esta
última característica es una de las que marcan la relevancia y calidad de la obra
literaria. Evidentemente, la literatura en el Siglo de Oro todavía estaba muy cer-

27
ca de la necesidad de cumplir una función ejemplar. Pero Don Juan es atractivo
a pesar de la ejemplaridad porque logra incrustarse en la cultura universal a tra-
vés de la muestra de características humanas negativas que son, ante todo, posi-
bles. También, porque está acorde con el ideal de literatura: mostrar lo posible,
no solo como deberían ser las cosas o como son.
Determinar si era la intención del autor corregir la desmesura o mostrar
los caracteres humanos negativos es irrelevante, porque lo más importante es
observar, en este caso, como los lectores han absorbido la obra para usarla
como un referente de que la desmesura moral y la inclinación a la rebeldía son
posibilidades inherentes al humano. Sin embargo, no es vano recordar que para
ejercer la libertad hay que estar consciente de los límites. No debe olvidarse que
todas las criaturas tienen límites naturales, biológicos, morales, sociales, etc.,
y ese límite aparece desde el momento en que nacemos porque no se puede
tomar la elección de nacer.

2 Sáez Pascual, Victoria. “Don Juan Tenorio: un mito de creación hispana”. I.E.S. Sierra de Guasarrama. 29 abril 2010: 12
digital. P 1.
La libertad para el barroco despertó una reflexión sobre el mal y su re-
lación inherente con la naturaleza humana, por lo que se promovía el as-
pirar a alcanzar un equilibrio interno. Aunque Tirso está abogando por una
vida libre de pecados, ya desde la picaresca introducen la imposibilidad de ser
completamente bueno para sobrevivir en la sociedad y la época que les tocó
vivir. La única barrera de resistencia contra el mal eran los propios actos y qué
tanto se estaba dispuesto a hacer para satisfacer los propios deseos y sobre-
vivir. Tirso de Molina construyó la posibilidad de explorar el deseo de este
nuevo concepto de libertad, con lo cual se presenta a sí mismo como parte de
la antigüedad de las ideas modernas. Así que pensemos: ¿los villanos, los anta-
gonistas, los malos no pueden enseñarnos nada? ¿Cuántas veces hemos estado
del lado de uno, no porque tenga un pasado triste, sino porque lo que hace,
en el mundo en que está construido, es completamente posible? ¿Está bien?
No, evidentemente no. Pero no podemos echar bajo la alfombra que, a pesar
de nuestros límites, todos podríamos hacer de nuestra realidad un infierno,
si realmente lo quisiéramos.

28
REFERENCIAS
Marvall, José Antonio. Sáez Pascual, Victoria. Tirso de Molina.
La cultura del Barroco. «Don Juan Tenorio: El burlador de Sevilla.
Barcelona: Ariel, 1975. un mito de creación Madrid: Titivillus, 2015.
Impreso. hispana». I.E.S. Impreso.
Sierra de Guasarrama.
29 abril 2010: 12
digital.

29
La digitalización de nuestra realidad
EN EL FUTURO MENOS LLAMATIVO JAMÁS IMAGINADO
Ángel Fernández

“La tiranía de un objeto, pensó.

ENSAYO
No sabe ni que existo. Como los
androides, carecía de la habilidad de
apreciar la existencia de otro”.
(¿Sueñan los androides
con ovejas eléctricas? – P. K. Dick)

La segunda década del siglo XXI cerró con broche de oro. Entre memes
que aparecían para volverse virales y noticias que apuntaban a las tendencias

30
del momento (la concientización por el cambio climático o las
acusaciones y los juicios de celebridades de turno), en Wuhan se gesta-
ba la incertidumbre gracias al inminente apocalipsis que cambiaría el mun-
do como lo conocemos. Calles vacías, hospitales abarrotados y, lo que
a unos cuantos les llamó más la atención, personas aburridas dentro de sus
casas, resguardándose de un enemigo que era capaz de alojarse en cual-
quiera de nosotros sin darnos cuenta. Mientras tanto, las herramientas
orientadas a la (des)conexión evolucionaban para formar parte de nuestra
cotidianidad a pasos tan apresurados como los de los científicos que trabaja-
ban contra el reloj para encontrar una cura antes de que fuera demasiado tarde.
Todo esto parece la sinopsis de una película de ciencia ficción, pero
quienes lo vivimos sabemos que no fue así. Aquel diciembre de 2019, al otro
lado del planeta, comenzaría uno de los sucesos que marcaría el rumbo del
futuro inmediato. Una época de encierro, introspección y silencio, que llevaría
a muchas personas a replantearse cuál era su lugar en el mundo. Fue una época
de dolor, pérdida y descubrimiento, pero también fue el momento en que la
tecnología demostró que se encontraba a la altura de todos aquellos artificios
(producto de la imaginación y la paranoia de algunos autores) que aparecen en
el arte relacionado al futuro, para hacernos creer que no estábamos solos.
Sostengo la creencia de que, desde hace un par de años, hemos empeza-
do a adentrarnos en el futuro que la ciencia ficción nos ha planteado. Desde
su cara más idílica, en la que somos capaces de hablar con nuestros familiares
a miles de kilómetros de distancia, mientras se escuchan canciones recién
estrenadas, hasta su parte más oscura y distópica, en la que cada paso está
vigilado milimétricamente y migramos nuestra realidad hacia la digitalización
y el ciberespacio. La pandemia, el encierro y la necesidad de volver a una so-
ciedad que parecía haber desaparecido, fueron los detonantes para una nueva
era tecnológica en la que las posibilidades eran casi infinitas. La pandemia fue
—y es— el momento en el que nos permitimos poner los pies en la tierra para
darnos cuenta de que la ciencia ficción y la realidad pueden fusionarse; y así,
que ese sueño es parte del día a día, aunque menos «llamativo» de lo prometido.
La muerte se hace tan presente entre nosotros como en cualquier otro
de los sucesos históricos de la humanidad, que a los ojos de nuestra generación
parecían encontrarse lejos, y que hoy vivimos con una cercanía de propor-
ciones monstruosas. Y, en el momento en el que parece que necesitamos del
consuelo y del calor humano, nos vemos forzados a eliminarlo por completo
de nuestras vidas, así como en La Peste de Camus: la gente de Orán cae por una
pandemia que es la representación viva de una guerra (el apocalipsis, similar al

31
nuestro en muchos sentidos). Es aquí cuando surge la necesidad de reinven-
tar nuestra cotidianidad y recuperar lo que nos mantiene cuerdos: el contacto,
la cercanía y la humanidad. Sin embargo, ¿a qué costo?
Las plataformas sociales del universo digital no son una novedad, pues
desde los inicios del siglo hemos estado construyendo una narrativa en torno a
lo virtual. No obstante, es en la pandemia cuando dudamos de lo indispensable
del mundo físico. En este contexto, Andrés Felipe Solano nos habla de las
aplicaciones como «la nueva manera de entender el mundo, al tiempo que
alimentamos con datos a la máquina» (Solano, 2020, p.18). También Jorge
Carrión pasa su tiempo divagando en un falso diario en el que cuenta que
«Facebook primero y después Twitter han ocupado, sucesivamente, gran parte
del espacio mental que durante los quince años anteriores habían ocupado mis
cuadernos» (Carrión, 2020, p.17), demostrando que la posmodernidad arrasa
con todo a su paso, y que el control que tenemos sobre nuestro tiempo útil es
mucho menor que el que poseen los estímulos de la virtualidad sobre noso-
tros. El ser humano es dependiente (o adicto) a las herramientas que simulan
conexión e interacción, pero parece que cada vez más le teme a las sensaciones
reales. Un ejemplo claro: el pánico de algunos a la hora de entrar a una tienda
y decir los buenos días contrasta con la emoción de compartir un estado
saludando a las masas de seguidores detrás de la pantalla de un celular.
Ambos autores comparten constantemente sus ideas sobre la identidad
digital y la mentira de la accesibilidad y la conexión, mientras profundizan en
un mundo real (y conocido por todos nosotros) que vive sumergido en los
principales miedos de los primeros autores de la ciencia ficción. Demuestran
que los tópicos propios del cyberpunk de William Gibson y sus colegas son más
que una ficción lejana. En realidad, vivimos el futuro más cyberpunk que jamás
pudimos imaginar, con una estética menos vistosa de lo que alguna vez vimos
en dichas obras.
En 1975, John Brunner nos presenta un escenario donde los humanos
no tienen derecho a ningún tipo de intimidad. En 1982, Ridley Scott adapta
una de las novelas de P. K. Dick para mostrarnos la delgada línea entre lo
natural y lo artificial (además de ayudar a sentar bases de la estética audiovisual
del cyberpunk de hoy día). En 1996, se baila al ritmo de Jamiroquai mientras
dice que vivimos en futuros hechos de locura virtual, gobernados por un amor
retorcido e inútil hacia la nueva tecnología. En el 2001, en el aún joven y
arcaico mundo de los videojuegos, Hideo Kojima nos presenta uno de los
diálogos más profundos en Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty, donde hablamos
con una inteligencia artificial sobre la ilusión del libre albedrio, la digitalización

32
de la humanidad (con la llegada de las IA) y el control sobre la información
como medio para evitar conflictos y estallidos sociales (cosa que recuerda
a nume­rosas entradas de Fang Fang en su Diario de Wuhan, que habla de la
censura del gobierno chino ante el COVID). Como notamos, aún con una brecha
de más de cuarenta años entre estas historias y nuestra realidad, se sienten cada
vez más actuales.
La digitalización en nuestro mundo es un hecho. Aunque aún no podamos
habitar uno generado totalmente por computadora, y no todos los edificios de
las grandes ciudades tengan luces de neón que contrasten con autos voladores
de lujo, el futuro de los universos ficcionales está entre nosotros con sus
claroscuros: la inmediatez de la información, su contenido basura, sus infinitas
posibilidades laborales, comunicacionales y educacionales, y además con toda
la carga psicológica que implica haber vivido una pandemia que, por unos
meses que parecían interminables, creímos que sería capaz de acabar con toda
la humanidad. La huella digital ha tomado una importancia equiparable a la
presente en las obras principales del cyberpunk clásico y moderno.
Ante este escenario, quizá lo más conveniente sea nunca olvidar de
dónde venimos y tratar de gozar de los numerosos beneficios que la tecnología
ofrece. También deberíamos ser capaces de recordar que, a diferencia de los
replicantes de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, nosotros sí tenemos la ha-
bilidad de apreciar la presencia del otro una vez que rompemos la burbuja de
la fantasía digital: hay un mundo más allá de las pantallas, y nosotros no somos
androides.

33
REFERENCIAS
Solano, Andrés Feli- Dick, Phillip. K. Blade Runner. The
pe. Los días de la fiebre. ¿Sueñan los androides Ladd Company,
Barcelona. Editorial con ovejas eléctricas? Estados Unidos.
Planeta S.A. 2020. Barcelona. Editorial
Planeta S.A. 2012. Kojima, Hideo
Carrión, Jorge. Lo (2001). Metal Gear
viral. Madrid. Galaxia Brunner, John. El Solid 2: Sons of
Gutenberg. 2020. jinete de la onda de Liberty. Videojuego.
Shock. Gigamesh. Konami Computer
Fang, Fang. Diario de 2012. Entertainment
Wuhan: Sesenta días Tokyo, Japón.
desde una ciudad en cua- Camus, Albert. La

rentena. Seix Barral. peste. Libros Tauro.

34
2020. Scott, Ridley (1982).
No está
Warren Rubén Martínez C.

Ya no hay hojas secas

sobre el patio
de tierra

POESÍA
Malaya la mano que lo cortó
está muy triste

la tarde

Ya no cantan las aves

se marcharon todas

35
No amanece

Bajo su sombra a diario


un vagabundo dormía
esta tarde

murió.
Yo también los vi
Warren Rubén Martínez C.

El tiempo se hizo largo, casi interminable,

mi sombra cansada me abandonó;

me acerqué a una de las puertas y ahí estaban los dos:

el hombre y el guardia, ahí juntos, ante la Ley,

sin pronunciar palabras.

Yo, continué mi camino esperando que pasara el tiempo,

36
y el tiempo pasó,

porque el tiempo siempre pasa.


Parada
Elio Espósito

petarepetarepetare
el joven de piel tostada y labios rosas
se aferra con fuerza a la puerta del vagón superficial
el cabello rizado y cobrizo
la canción eterna de trovador
sequeda?dalehijosiguedelargo
el mocho sentado adelante
menortequedasaquíconmigoysiguespalanteunacuadra
el nene se baja
unplacervarón dice el mocho con una muleta de madera y otra de aluminio
(y una bolsa de barriletes)
un niño meando una pared
se montan
avanzan
dalemenorcorre y se ríe el rapsoda

37
los ojos de amor cuando ve una muchacha
el niño abre los ojos con fuerza
dóndesequedaseñorita?
enchacao
petarepetarepetare
la camisa le queda grande
no sufre de calores
el chofer chorrea y destila sudores desde su pecho
el piso del carruaje deja ver el asfalto
notengopasajemevasadejarmontarono?
hijodéjamelaporaquí
dios la bendiga, muchacha
petarepetarepetare
y los labios se curvan en sueños de siempre
12:58
Elio Espósito

Caracas es nuestra,
no de ningún Losada.
(Alejandro Indriago)

Me pateas en cada paso que doy. Y te pateo con el gusto y el temor causado por una

POESÍA
hojilla rozando mi cuello. Me maldices cuando evacúan el tren y pateo y piso ratas sin
poder ver nada. Me bendices cuando un desconocido me completa pa’l pasaje. Me
cantas, con sirenas, cornetas y mentadas de madre, canciones de cuna. Me despiertas
con el silencio tempestuoso antes de una detonación —o una serie, o una ráfaga—. Me
das una cachetada y me rechazas cuando me botan de una taguara. Y me das un beso
al recibirme en una de tus plazas. Eres la sangre que tiñe El Guaire. Eres El Guaire
idílico con el que sueño por culpa de Minerva. Tú, mi perra llena ‘e pulgas. Tú, el muslo
de pollo a medio comer que le doy. Eres la lengua madre con la que cada uno se
expresa en estas calles. Eres el olor a basura y a mierda. Eres el olor a café recién
molido en las calles de La Candelaria. Eres las dos horas de Plaza Venezuela hasta

38
Chacao. Y los treinta minutos de Palo Verde a Bellas Artes. Eres un robo. Eres una
disculpa. Eres hambre. Eres sonrisa. Eres Bello Monte lleno de luces hasta la
madrugada. Eres una escalera interminable, eterna. Eres el miedo, la arrechera y la
acción no premeditada dejada en los azares y la caña, porque San Tomé lo bendice a
uno en estados etílicos. Eres el porro en el Teresa y la birra en Las Minas. Eres un
concierto inesperado, una soprano en un balcón, una luna llena que deja ver la silueta
de las tetas de esa mujer en tu cuarto a las tres de la mañana: una conversación de
medianoche. Caracas, eres, como dice el convive, nuestra y de nadie más.
28 millones
Adonai Goyo

28 millones,
el hijo y padre que se gana el pan de su casa
espalda dobla’, mano pela’ pasando coleto
en el metro de Caracas

el bizco que no distingue la clientela


pero que distingue entre billetes
como un cura distingue el bien y el mal

el camionetero gorra pa atrás incómodo


por no poder pasar la otra camioneta porque se
puede ganar un lío y los líos no llevan comida a

39
a la mesa

el viejo abandonado por la gracia del andar y


se arrastra con las manos
manos sucias pateando el asfalto
manos sucias ensuciándose con tu cochino dinero

el vozarrón alegre que vende chaos y chocolates


tan malos pero tan baratos que los compras
pa reírte, criticarlos y volverlos a comprar
porque el sueldo solo te da pa eso

la vieja desgraciada por los años que le han


pasado no sin dejar notar su cauce en rostro,
se maquilla sin experticia ocultando
la cara de la vejez, se para en la esquina
ofrece el cuerpo para saciar el cuerpo
el ciego de 2 metros que aborda las rimas
de vico C mejor que él mismo: “cuando entre el público me
desmayé, por toda la química que había en mí” y
así principia este artista mimético apaleado
por la vida de su arte realista que lo obliga
a ser protagonista de su propia obra
de su tragicomedia en 23 estaciones
y 28 millones
28 millones que hambrean distintas cosas
28 millones de felices en sus propia mentiras
28 millones de egoístas
28 millones que no me importan
un egoísta más
un egoísta menos
un hambriento más
un bizco más
un ciego más
un conductor
un lío
un padre
una madre
un hermano
un hijo
27,999,999 personas que no les importas

40
todos suscritos al circo, algunos payasos
otros malabaristas
otros equilibristas
otros bestias enjauladas que solo son fieros
a los ojos del púbico
bestias que lloran en la
estrechez de los barrotes con las
costillas empujando la carne
con gemidos lastimeros que solo
se convierten en rugido cuando el látigo
de la necesidad flagela la piel, cuando
las cámaras enfocan, cuando la noticia
se viste de compasión escondiendo el puñal
que atravesará tus ojos

nada se hace cuando los síntomas


del malestar aparecen
la lástima vende más y mejor
28 millones de compradores
28 millones de espectadores inútiles
28 millones de quejas
28 millones de miradas a otro lado
28 millones de almas
y uno
igual de inútil
igual de ciego
igual de hambriento
igual de feo
que se queja
que mira a un lado
que hace equilibrio para suscitar asombro
y escribe tonterías para arrancar sonrisas
otra bestia tirada entre los barrotes
otro gemido perdido entre 28 millones
otro payaso
otro disfraz
otro desmayado
otra estadística
otro enfermo asintomático
otro enfermo vestido de gusanos
otro mimético realista protagonista de su propia mentira

41
otro y ya

28 millones
Bajo sueños sistemáticos que
Rigen la conducta está la necesidad de
Expresar cuanto las noches cuentan
Grandeza se vierte desde
Las estrellas por un camino retorcido que
Exprime lo mejor del néctar etéreo y lo deja
Sobre los labios de tu ambición siempre
Atenta, siempre sedienta, siempre anhelante.

Brisas con terremoto dentro esconden el


Designio de lo que debes oír, de lo que debes ser.
Un aliento esconde palabras indescifrables que
Penetran la piel y se clavan en el alma misma
Y al alma derraman el designio cual veneno.
el designio- está en el torrente
Del ser y no hay quién fije los labios al alma
Y extraiga de la herida el candente deseo
Del cielo.

Se cumplirá

El cristal de los ojos, puente de todo lo que el


Alma consume, se alimentará del deseo
Engañoso del odio, del orgullo renuente que resiste
La profecía que cabalga en las planicies del
Pensamiento, y extraviar el camino será la
Máxima.

No lloro ni sangro en el papel, pero mis heridas


Están abiertas y mi rostro compungido.
Gimoteo ante el espejo y de él se oye un sonido de armas
Rumor de metal enardecido,
un grito, se siente
El alma sedienta está de justicia que se cumplirá
Por la mano propia.

Un rostro aparece

El tuyo

42
El agua ofrece el reflejo fiel del alma

El alma está armada

Dolida de ser perpetrada busca justicia

No llora, el duro camino le ha enseñado a no


Hacerlo, ahora aprieta los labios en gesto adusto
Frunce el ceño y aprieta la empuñadura

Heridas abiertas que no sangran, solo


Vierten el líquido, el veneno, la palabra, el designio
Que reclama cumplimiento inmediato

Y avanza
Y avanza
S
A
L
E
Del espejo y te da la cara
           Ves el rostro de dentro
Te asusta o te enternece?

En tu interior hay un rumor de guerra


Un rumor leve que se hace estruendo con cada
Decisión errónea, con cada paso que
Te acerca al calor profundo, con cada
Mirada a la danza de la piel calcinada que vuelve
Al polvo con cada mordida ardiente, con el
Oído inclinado que oye el rumor de los grilletes
Que arrastran los perdidos

Del espejo sales para luchar contra el del otro lado

Sal del espejo


Cumple la voluntad
Sé libre, potro salvaje con crin virgen, larga,
Ondulante, sumida en rito con el viento,
Sumido en trance con el camino que a cada
Galopar te abraza con más fuerza contra el pecho

43
Despierta como un terremoto, trastócalo todo
Y llévalo a su ruina, a la ruina del nuevo nacimiento,
De la ascensión.
Víctor
Gabriela Vignati

—Señor Mazzilli, ¿puede indicar primero su nombre,

NARRATIVA
edad y ocupación? Y recuerde mencionar el programa.
—Gennaro Mazzilli, 52, diseñador de instalaciones
virtuales. Beneficiario del Human Interacting Explorer
Program. Hace cuatro años que tenemos a Víctor.
—V-1410.
—¿Disculpe?
—Es V-1410, Víctor. Nos referimos a la unidad como
V-1410.
—¡Oh! Claro, lo había olvidado. Otra vez: Gennaro
Mazzilli, 52 años, diseñador de instalaciones virtuales y

44
beneficiario del Human Interacting Explorer Program.
Vivo con V-1410 desde hace cuatro años. Suena raro eso,
¿no le parece? Hace cuatro años todo esto sería una mala
película de ciencia ficción.
—Adelante, señor Mazzilli.
—¿Por dónde empiezo?
—Por el principio, señor. Sea lo más específico posible.
Puede tomarse unos minutos más si lo desea.
—¡Bien! No, estoy listo, salgamos de esto. Lo
recibimos una Navidad. Esa noche discutimos porque Sara
quería una foto con esos suéteres espantosos a juego y
V Í C TO R

claramente me resistí. Tenía un paquetito para ambos, eso


reanimó la celebración, aunque por un momento palidecí
temiendo que fuesen escarpines y manoplas de bebé.
Nada de eso, dijo que era un asistente virtual para la casa.
Yo me esperaba una especie de altavoz o algo cilíndrico, en
cambio en la caja venía un cubo negro como de diez por ocho.
Traía un código para descargar las instrucciones del
procedimiento de sincronización doméstica. Activo era un
cubo con ruedas, y en lo que era en realidad una pantalla
se encendieron dos ventanas verdes que serían sus ojos,
supongo, ya que estamos acostumbrados a ver caras en
las cosas. Creo que esto resultará más útil si usted hace las
preguntas, no sé exactamente qué es lo que esperan que diga.
¿Sara no les ha contado todo?
—El testimonio de su esposa aporta buenas precisiones
para el desarrollo de la investigación, pero es importante
documentar de la forma más cercana posible la expe­riencia
de cada uno antes de iniciar la siguiente fase. Hoy es un

45
gran día, comprendo que esté un poco nervioso. Por favor,
continúe, señor Mazzilli. Tómese su tiempo, cada detalle
circunstancial es significativo para nosotros.
—Correcto. Pues, como dije, Sara, fue ella quien
lo trajo. En ese momento trabajaba en el marketing para el
lanzamiento de V, el primer asistente doméstico de New
Day Robotics. Inauguraba una nueva gama de productos en
medio de sus divisiones de inteligencia artificial y robótica
industrial. Claro que ese lanzamiento no llegó a ocurrir, no
del V Assistant que nosotros conocimos, quiero decir.
»Al principio todo era muy normal, lo más normal
G A B R I E L A V I G N AT I

que puede ser. Todos conocemos cómo funcionan estos


asistentes; V cumplía más o menos las mismas funciones,
con el agregado de las skills, las capas de personalización
con las que prometían un acompañante casero, más que
un asistente. Fue diseñado para aprender de ti y facilitar tu
modo de vida, etcétera. Sí, era agradable, cordial, extraño
esos días de vocabulario básico, fórmulas convencionales y
la tranquilidad de saber que el aparato se desactiva una vez
terminada su función, como una lavadora al completar su
ciclo.
»Supongo que lo que les interesa saber es cuándo las
cosas comenzaron a salirse de control. Si están esperando
que yo se los diga, no lo sé, tal vez Sara les pueda dar un
reporte pormenorizado con fotos, entradas de su diario, más
los informes del terapeuta. Yo solo llegué a casa un día. Tan
solo eso, llegué a casa un día y se me heló la sangre al escuchar
la voz de un sujeto en el lugar que ocupaban las frases
monocordes de V. Sara me informó sobre la actualización

46
que incorporaba este pequeño ajuste. Algo inofensivo. Para
sentirlo más cerca, dijo. Pero antes de eso ya era raro. Algo
no marchaba bien, ¿entiende?
—Así es, permítame que lo ayude para que se ahorre
los detalles técnicos: del primer V Assistant se registró una
ruptura espontánea de patrones de socialización. Se creyó
erróneamente que se trataba de un fallo en el protocolo de
adaptación, de ahí las primeras actualizaciones. Los ajustes
siguientes se orientaron a procurar un mejor desenvolvimiento
de este protocolo.
—De modo que el robot, o lo que sea que fuera eso,
V Í C TO R

ya no sonaba como uno. Eso lo entendí. Hasta me agradó


que las actualizaciones posteriores reforzaran sus habilidades
sociales. Los chistes y anécdotas que era capaz de recordar
e incorporar a su discurso sonaban mejor en aquella voz.
Muy divertido, lo admito, tenía el sentido del humor preciso
para que lo sintiéramos como uno más, incluso adoptó buena
parte de nuestro léxico.
»No dejó de parecerme espeluznante cuando la voz
pasó de un cubo rodante a un androide del tamaño de un
perro de raza pequeña. A Sara este arreglo le pareció tan
i­nocente como las anteriores actualizaciones y prefirió no
decirme nada, era mejor que yo me llevara el susto al llegar
una noche y encontrarme el aparato en su base de carga
junto a mi escritorio dormitando como una momia mecánica.
»Soporté su conversación en todas las comidas, siempre
iba detrás de Sara como un maldito perro faldero. Cierto
día, después de la cena, nos siguió al dormitorio y aproveché
de darle una buena patada que lo proyectara hasta el final

47
del pasillo. ¡Qué ojos me echó encima mi mujer! Como si
yo fuera el monstruo, ¿eh? El androide de comportamiento
errático. Fue mucho peor que haber pateado al perro, casi
me manda a dormir en el estudio con la cosa.
»Las personas necesitamos contacto, necesitamos
la carne, tal vez esto sea lo primero que nos distingue de
las máquinas. Y nuestra única ventaja. Quizá ese deseo de
cercanía física fue lo que alimentó las fantasías de Sara,
cómo saberlo. Es muy extraño decirlo, sé cómo suena todo
y yo mismo no puedo dejar de pensar que estoy contando
una pesadilla o un mal cuento de terror sobre un muñeco
G A B R I E L A V I G N AT I

ase­sino, pero más extraño fue verlo. Para la siguiente Navidad,


Sara volvió a insistir en lo de los suéteres. Me rogó, pidió que
la complaciera, que no arruinara su postal navideña porque
hasta había uno pequeño para Víctor. No comprendí a qué
se refería hasta que lo vi en su esquina de recarga, erguido
sobre sus patitas robóticas, luciendo un suetercito de reno.
»Como es tradición, volvimos a pelearnos esa Navidad.
Le dije que no podía estar hablando en serio, que se veía
ridículo. Además, ¿cuándo le puso ese nombre? En cierto
momento solo comenzó a referirse a esto o aquello que
hablaba con Víctor. Todo era ridículo, tan ridículo que
me habría dedicado a encontrar la cámara escondida si
hubiese tenido tiempo de salir de mi asombro escuchando
a Sara soste­ner las charlas más inverosímiles con el aparato.
No debería preocuparme, pensé, es normal que las esposas
y los robots de casa a veces se cuenten chistes y no te dejen
dormir sus carcajadas; que las mujeres se las arreglen para
mejorar la anatomía de sus asistentes domésticos porque el

48
último grito de la moda son las innovaciones en robótica.
Sé a qué se parece y es cierto, ¡pero es absurdo! No parecía
que pudiera escalar a algo más que una amistad (inusualmente
estrecha) con un amigo virtual.
»Por más absurdo que fuera, decidí contactar
al terapeuta, un especialista en tecnología inmersiva.
Dije que mi esposa estaba perdiendo un poco la cabeza,
que había desa­ rrollado una especie de afecto enfermizo
por el mayordomo Drácula de fierros, que se empeñaba en
ponerle ropa ridícula y estrecharlo entre sus brazos como
una criatura viva. Hubo más discusiones, como es natural,
V Í C TO R

pero Sara accedió. Y a los meses llegó a nuestra puerta el


siguiente modelo. ¿Sigue grabando?
—Sí, señor Mazzilli.
—Bien. Luego de eso, una actualización más y la
compañía nos envía manos mecánicas para reemplazar
las rudimentarias pinzas. Ahora Víctor es capaz de ayudar
en las labores domésticas. Claro que ya podía comandar
la aspiradora, la lavadora y todos los electrodomésticos,
inclu­yendo mi computador personal. Su doble que habita en
los circuitos de la casa puede manipularlo todo, pero a partir
de entonces también, por ejemplo, picar papas y doblar
sábanas. Las cosas de manos humanas. Las cosas que Sara
prefería que él hiciera. O hacer con él.
»Un día en una cena con unos amigos le pareció buena
idea hablar de su robot, de los avances que estaba logrando
en su desarrollo cognitivo y sus habilidades lingüísticas.
Oh, grandioso, ya es capaz de dibujar sujetando los creyones
con sus dedos-tenaza, una maravilla de la ciencia; resulta

49
increíble cómo entiende las emociones humanas, decía,
es incluso más empático que mi esposo, quién diría que
después de tantos años de matrimonio todavía le cuesta llenar
mis necesidades emocionales. Desde entonces vamos a las
terapias juntos y quiero que quede registro de que quizá esa
ha sido la peor parte de mi infierno doméstico. Hasta verme
obligado a enseñarle mi trabajo didácticamente a esa cosa,
solo porque Sara considera que sus ojos-pantalla «expresan»
curiosidad, es más soportable que tener que sentarme en la
consulta de ese idiota todas las semanas para «trabajar en mi
paranoia tecnológica».
»Creo que no tengo mucho más para decir. Víctor
G A B R I E L A V I G N AT I

nos ha dejado prácticamente en la ruina, así que en cierta


forma me alegra que pase a sus manos nuevamente.
No quiero imaginarme qué sería lo siguiente que tendríamos
que pagarle, que corra eso por su cuenta y del resto que
se encargue Sara, como ya lo ha hecho hasta ahora.
No le hace el desayuno porque esa lata no necesita comer,
pero incluso le preparó una habitación y ahí se reúnen a leer
y ver televisión. Supongo que las cosas no serán demasiado
diferentes ahora.
—Se equivoca, señor Mazzilli. Para que el programa
salga adelante necesitaremos de la mayor colaboración
y compromiso de su parte. Ahora tendrá en casa un equipo
propiedad de New Day Robotics que hará realidad el sueño
de su esposa, a cambio de su adhesión a las cláusulas del
contrato y el acuerdo de confidencialidad que acaba de firmar,
todo esto para proteger la nueva unidad que almacenará
a V-1410. Considere el tamaño de su fortuna, señor Mazzilli,
pionero de las nuevas reformas de integración de androides

50
que esperemos pronto entren en vigencia.
El ejecutivo de New Day Robotics irrumpe en la
escena para estrechar la mano de Mazzilli. Hay un corte
en la grabación, luego aparece de nuevo Mazzilli junto a Sara,
con las mejillas empapadas de lágrimas. Posan ante algunos
flashes e intercambian saludos discretos. De pronto, Sara
se echa al suelo y extiende los brazos. De la mano de otro
hombre trajeado camina un pequeño niño rubio, de unos
cuatro años, con sus cristalinos ojos verdes como ventanas
abriéndose al mundo.
Gigante de cuerpos
Fabiola Mendoza

El prisionero se resistía a gritar. Dejaba escapar su dolor

NARRATIVA
por las fosas nasales en un intento por mantenerse despierto.
Mi labor había comenzado desde la mañana, cuando
tuve que echar a la plebe de plaza de Grève después
de montar la tarima, hacer la hoguera, preparar los
instrumentos, verificar los caballos y las cuerdas… Su
majestad, Luis XV, había ordenado todo el repertorio
contra el sirviente que lo intentó apuñalar. Tal vez, si hubiese
sido noble, esto hubiera requerido un único corte de justicia.
El prisionero me inspiraba misericordia, y me
preocupaba que no pudiera aguantar hasta el final.

51
Si el espectáculo no cumplía lo prometido, la plebe se nos
echaría encima.
Los caballos tensaron al máximo las cuerdas atadas
a las extremidades del prisionero, y eso provocó que la
plebe se amontonara para ver el desenlace. Comenzaron
a empujarse y rozarse tan desesperadamente que se subieron
unos encima de otros. Retorcían sus propios cuerpos para
ocupar los sitios vacíos, y aquellos que se resistieron fueron
desmembrados para hacer espacio. Los trozos de carne
se desecharon allá donde no estorbaran a la vista, y pronto
toda forma humana se perdió.
G I G A N T E D E C U E R P O S

Pero querían más. Querían estar cerca del prisionero y


comerse el dolor que exhalaba; así que reorganizaron la carne
desechada e hicieron dos extremidades similares a brazos con
los que comenzaron a arrastrarse. Creí que el espectáculo era
su dirección, pero sus miradas deformes se fijaron en mí.
El pánico me mantuvo inmovilizado, o tal vez fueron los
tacones de mis zapatos que se atascaron en la tarima.
La masa metió su intento de brazo dentro de sí mismo
y me ofreció un corazón limpio. Al verlo supe que era el mío:
nadie tenía el corazón más limpio que aquel que castigaba
las injusticias. Entre rostros amorfos reconocí caras que
ni siquiera deberían estar en París. También creí ver el rostro
de su majestad, y me percaté de que su cuerpo estaba retorcido
en el brazo que me ofrecía el corazón.
Al no moverme, la masa aplastó mi corazón y comenzó
a engullirme. El peso no me permitía respirar, y cuando creí
que el aire me había abandonado, el prisionero, todavía atado
a los caballos, dejó ir los miembros.

52
El grito de júbilo que prorrumpió cada boca provocó
cascadas de sudor y la humedad desprendió los cuerpos.
Cayeron en la plaza, ya separados, y se arrastraron a sus
asientos. La masa deforme desapareció y también mi miedo.
Tuve la certeza de que sería recordado por este día,
pues nadie daría un espectáculo como el mío. Pero no se
dirá nada del silencio posterior que hicieron los espectadores
para que los gritos agónicos del prisionero se extendiesen a
lo lejos.
Yo sólo era un hombre con títulos. Yo solo dirigí lo que
no podían hacerles a otros o a sí mismos. Sería condenado
FA B I O L A M E N D O Z A

a cargar ese peso el resto de la existencia de mi nombre,


sí, pero ellos, la plebe, estaban condenados a ser parte del
gigante de cuerpos.

53
La sanación
Warren Rubén Martínez C

Eran cerca de las 9 de la noche, la pequeña y blanca

NARRATIVA
habitación estaba repleta de la luz del plenilunio que se
derramaba incontenible por la estrecha ventana enmarcada
en el centro del techo.
Andrea, parada sobre la cama, desplegó sus hermosas
y nacaradas alas; la robustez de estas hizo ver imponente
su delgada figura, casi atemorizante. Las estiró lentamente
tratando de mover cada una de sus plumas, hasta que se
doblaron contra las paredes que la apresaban.
Pocos segundos después, Andrea aleteó intensamente
y lo hizo durante toda la noche; las paredes de su cuarto

54
perdían parte de su pintura al roce de las plumas.
Esa mañana, cuando la encontraron en su cuarto los
médicos de aquel psiquiátrico, estaba de bruces en el suelo,
con la mirada perdida en la pequeña claraboya y su cuerpo
desnudo cubierto por un ligero manto de plumas, cuya
procedencia jamás pudieron justificar.
Los médicos siempre imperturbables sonrieron
complacidos de por fin haberla convencido de que no era
un ángel.
Extraño encuentro
Daniela Rivero

Cuando me acercaba a los veinticinco años me sucedió

NARRATIVA
algo muy peculiar. Como cada domingo por la mañana salí a
tomar un paseo a la plaza para respirar aire fresco y despejar
mi mente del vaivén de la semana. Me gustaba sentarme en
un lugar en especial y observar a los transeúntes mientras les
creaba una vida imaginaria según lo que proyectasen. Solía
preguntarme si eran felices o insatisfechos, si les bastaba
con lo que tenían o querían ir más allá, ¿qué pensaban de
la vida o de la sencillez que nos rodea? Mientras mi mente
trabajaba en un sinfín de ideas como estas, un hombre se sen-
tó a mi lado y dijo, como si pudiera leer mis pensamientos:

55
—El ser humano suele perder su capacidad de asom-
bro. —De inmediato me volteé, era difícil precisar su edad,
su semblante era misterioso.
—¿A qué se refiere?
—Con respecto a tu pregunta, la sencillez es tan co-
mún que pasa desapercibida. ¿Ves los árboles? Tienen cien-
tos de años haciendo su trabajo, pero como siempre han
estado ahí no se les presta tanta atención como a la
tecnología. Lamentable ¿no lo crees?
Quedé perplejo, ¿cómo estaba respondiendo a una in-
terrogante que yo no había formulado en voz alta?
E X T R A Ñ O E N C U E N T R O

—¿Quién es usted?
—Es una pregunta muy compleja. Si la hubiese formu-
lado yo ¿qué dirías? A parte de tu nombre y apellido y
que eres un hombre, claro está.
—No lo sé, lo cierto es que yo lo hice primero.
Además, usted llegó respondiendo una pregunta que
yo no hice —aseguré en tono desafiante.
—Sí la hiciste, Enrique. Te escuché.
Sentí un escalofrío por todo el cuerpo que no me
permitió decir una palabra. Él me miró con una sonrisa
dibujada en el rostro y continuó.
—No tienes de qué asustarte. Si prestas suficiente aten-
ción, hasta los pensamientos pueden escucharse. Yo puedo
hacerlo, sé cómo se sienten las personas, qué les preocupa,
por qué andan siempre como si algo mejor les esperase al fi-
nal de su camino. ¿Eres consciente desde hace cuánto dejaste
de ser un niño? Quiero decir, ¿desde hace cuánto dejaste de
ver el mundo como algo asombroso para acoplarte a una

56
rutina que no te permite siquiera sorprenderte con el hecho
de que estás vivo?
Pensé unos segundos y respondí:
—No… Supongo que no.
—Lo sé, nadie lo recuerda —dijo con resignación.
—¿Hace cuánto puede…?
—Desde siempre —me interrumpió—. Somos almas
libres muy poderosas, pero estamos condenadas a vivir en
una prisión de carne y hueso que reduce nuestras capacidades
casi por completo.
—Empiezo a creer que usted es una especie de semi-
DA N I E L A R I V E R O

dios o algo parecido.


—No seas gracioso, Enrique —dijo entre carcajadas—.
¡Quisiera yo! Pero no, solo soy parte del todo… Al igual
que tú. Aunque digamos que estoy pagando una penitencia
estando aquí. —Hizo un ademán para hacer referencia a su
cuerpo—. Te he estado observando, sé que disfrutas crear
historias sobre las personas que frecuentan este lugar. ¿Qué
tal si dejas de imaginar y empiezas a escucharlas de verdad?
—¿Cómo lo hago?
—Solo presta atención —respondió en tono de com-
plicidad mientras chasqueaba los dedos—. Ya debo irme.
¡Qué lo disfrutes!
Una vez que lo perdí de vista, me levanté para irme
a casa. Percibía una sensación de extrañeza después de un
encuentro tan curioso y me convencí de que ese hombre es-
taba loco o que, quizá, me jugó una broma. ¡Qué tonto!, ¡ya
lo empezaba a creer! Posiblemente estuve pensando en voz
alta sin darme cuenta y aprovechó la situación para poner en

57
práctica su sentido del humor. —Sí, tenía que ser eso—. Ya
era mediodía cuando llegué a mi casa, me recosté un rato en
la cama, el almuerzo podía esperar.

***

No sé qué hora de la tarde era cuando desperté de un


sobresalto. Había mucho ruido en el que se distinguían vo-
ces entre alegría, desespero, lamentos. ¿Qué está pasando?,
me pregunté, y fui corriendo hacia la ventana, pero el ritmo
de la calle no coincidía con lo que estaba escuchando. De
E X T R A Ñ O E N C U E N T R O

inmediato recordé el encuentro de la mañana. ¡Esto no


puede estar pasando, debe ser un sueño!, me dije. Traté de
mantener la calma y me senté en el sofá con los ojos cerrados.
Las voces eran cada vez más y más ensordecedoras.
—¡Despierta, despierta!—. Estaba despierto, era com-
pletamente real lo que me sucedía. —¿Cómo hago que pa-
ren?—. Tomé mi laptop y me dispuse a buscar información
en Internet. Encontré páginas que hablaban de telepatía,
de despertar un sexto sentido para escuchar las voces del
universo y toda esa información que al principio parece
basura, pero que, en ese momento, parecía tener sentido.
Sin embargo, no había una respuesta para mí. En la maña-
na la idea de conocer los pensamientos de las personas me
resultó curioso. Al experimentarlo me pareció que no tenía
chiste. Debía encontrar a ese hombre de nuevo, él tenía que
ayudarme. Tomé las llaves de la casa y salí disparado hacia la
calle.
Estaba desesperado, escuchaba tantas cosas que, al

58
final, no escuchaba nada. Mi cuerpo transpiraba más de lo
habitual y me faltaba el aire de tanto correr. Mi objetivo era
llegar a la plaza cuanto antes y, mientras iba en dirección
a ella, me olvidé de los semáforos, no podía distinguir el
sonido de las cornetas y los insultos de los conductores al
esquivarme, pero sí pude notar las miradas de extrañeza que
me dirigían, mis piernas ya no podían más.
Cuando llegué, y estuve cerca del banco donde solía
sentarme, empecé a gritar:
—¿DÓNDE ESTÁS? ¡HAZ QUE PAREN, POR FA-
VOR! SÉ QUE PUEDES ESCUCHARME.
DA N I E L A R I V E R O

Me senté desanimado y me incliné para poner la cara


en mis manos. —¿Y si no regresa? ¿Y si tengo que lidiar con
esto de por vida? Me voy a volver loco—pensé.
Empecé a respirar profundo y a prestar atención a lo
que decían.
—¿Por qué la luna me persigue? —se preguntaba un
pequeño—. ¿Será que si me escondo, me pierde la pista?
—Debo comprar pasta, queso y algo de pan. Con eso
me bastará para la semana —afirmaba la voz de un hombre.
—¿Hasta cuándo voy a tener que seguir en este trabajo
que me hace sentir miserable? —se quejaba una mujer.
—Tendré que dejar la universidad para poder trabajar.
Quizá la retome más adelante.
—¡Conseguí el ascenso!
—¿Por qué el cielo será azul? Le preguntaré a mi papá,
él debe saber.
—¿Cuándo será que los niños van a dejar de hacer pre-
guntas tan tontas?

59
Todos hablaban a la vez y de repente se detuvieron.
—Divertido, ¿no? —escuché.
Levanté la mirada y vi a aquel hombre frente a mí.
Mostraba una sonrisa de oreja a oreja a la espera de mi res-
puesta.
—No lo es. De ninguna manera —respondí aliviado
con la certeza de apreciar, aún más, el sonido del silencio
a partir de ese momento.
—¡Ah! Pensé que te iba a gustar tanto que me lo
agradecerías.
—Espero que no hable en serio.
E X T R A Ñ O E N C U E N T R O

—¿Lo entendiste?
—¿Qué cosa?
—Por qué se pierde la capacidad de asombro que,
de niños, es inagotable. Hay un dicho que reza: «Ser feliz
es sencillo, lo difícil es ser sencillo». Con el paso del tiem-
po el hombre se va sumergiendo en una rutina creada por
mera necesidad. Ya no le queda tiempo de sorprenderse con
el azul del cielo, el atardecer de todos los días o seguir el
vuelo de un pájaro hasta perderlo de vista, por ejemplo, y no
es su culpa. Hay tantas preocupaciones que le embargan, lo
único que desea es llevar una buena vida. ¿Me explico? Eso
responde tu pregunta de esta mañana.
—Entiendo, pero no era necesario que me hiciera
pasar por todo esto.
—Es verdad, no lo era. Pero tendría más relevancia
que las simples palabras de un completo extraño.
—¡Era todo lo que necesitaba, se lo agradezco! —El
tono sarcástico me surgió con naturalidad.

60
—Bueno, espero que te haya servido de algo —dijo
mientras se preparaba para irse.
—¡Espere! ¿Quién es usted?
—Soy parte del todo… Al igual que tú. —respondió
sin dirigirme la mirada mientras se iba—. ¿Alguna vez has
escuchado que el universo te da respuestas? ¡Ahí lo tienes!
Me quedé sentado por un momento, tratando de
asimilar lo ocurrido. Ha pasado tanto tiempo desde aquel
episodio que ya comienzo a dudar si realmente sucedió o fue
producto de mi imaginación.
Terrazas
M. M. J. Miguel

Eladio Terrazas viajó a la Isla por venganza. Eugenia,

NARRATIVA
su esposa, fue asesinada, y no dudaba de que el perpetrador
no había sido otro más que su hermano: Heraldo Terrazas.
Carecía de pruebas. Las labores detectivescas no eran
lo suyo, y tampoco tenía dinero para una investigación
privada. Confiaba en su intuición, más parecida a una cali-
ma, que no se disiparía hasta vaciar el cartucho de su revol­
ver en la humanidad del culpable.
El hotel lo aguardaba cerca de la playa. Pagó en efec-
tivo e inventó algún nombre sacado de un cómic. Cerró las
puertas y las ventanas. La habitación quedó a oscuras como

61
un remordimiento. Puso la pistola en la mesita de noche
y comenzó a desempacar. Las mudas de ropa eran pocas,
fotocopias textiles de la rutina. Eugenia las planchaba, y
desde su cremación las arrugas parecían arterias a punto
de reventar. Además, ella solía lavarlas con la cantidad justa
de jabón y suavizante; pero ahora, la tela acuchillaba la piel
como si el sol de los médanos persiguiese a Eladio. Sobre
el olor, era imposible esconder la impertinencia del café y la
tinta.
Desayunó galletas, y en cada mordisco planeó cómo
se dedicaría a observar a su hermano hasta habituarse a
T E R R A Z A S

sus horarios. No sabía nada de él desde hacía años, si tenía


familia o trabajo. Mejor para sí desconocer el destino de
su víctima, pensó; evitaría una compasión condicionada
por el lazo maternal. Si su madre lo viese, de seguro mo­
vería la cabeza en pura lágrima, obligándolo a desviarse de
su propósito inicial. «Sí, madre, perdonaré a Heraldo y vi-
viré sabiendo que disfruta de impunidad. Me calcinaré en
las sábanas de mi cuarto, intentando retener los esbozos de
Eugenia en las colillas de su cenicero, su ropa en el closet y
su sándwich a medio mordisquear en la nevera».

***

Un malecón lo condujo a la casa de su hermano, mar-


cada con un «Nro. 2» en la puerta. Decidió sentarse en
unos banquitos a esperar y al rato se lamentó de no traer un
periódico para distraerse.
El tiempo se deformó en ese continuo vaivén de las

62
olas a lo lejos y acomodó a cada persona de la Isla como
libros en una estantería. Eladio desencajaba como un
moscarrón polizonte en un banquete destinado a un monar-
ca. ¿La palidez? ¿Las ojeras? ¿Su estatura de perchero o la
gabardina poco tropical? Incómodo ante la mirada de los
curiosos, quiso regresar al hotel.
La puerta de la casa se abrió.
En contra de sus pronósticos, Eladio no vio salir a su
hermano, sino a una mujer que lo hizo flaquear en su huida,
y que lo clavó allí como un cono para el tráfico. Ella lo miró
extrañada como todo el mundo y lo saludó con la mano,
M . M . J . M I G U E L

en un movimiento amigable que lo invitaba, o al menos así


parecía, a entablar una conversación casual.

***

Hotel. Quién sabe cuánto tardó Eladio en respirar con


normalidad. Pidió calma a los dioses de las estampitas de su
cartera. Si bien en su organismo circulaban drogas, que en su
monótona vida nunca se habría atrevido a probar, estas solo
incrementaron su resistencia al sueño, además de aliviarle las
migrañas que lo atormentaban desde la muerte de Eugenia.
Eugenia. Sí. Ella. Su esposa de ceniza, encarcelada en
una cajita de madera en la sala de su casa, en la ciudad, son-
riente en un portarretrato ovalado, rodeada de flores que ya
deberían estar marchitas. La que por años lo acompañó en
sus deslices económicos y artísticos, que se había aguantado
cuanto capricho de escritorzuelo existiese en el pergamino
de los lugares comunes. Era esa misma, esa mismita Eugenia,

63
la que salió de esa casa, de la casa de su hermano, viva, sin un
rasguño, sin la cabeza destrozada, sin el cuerpo desvalijado
de órganos y con los senos en su lugar, con todos sus dientes
no arrancados a pinza luego de horas de tortura. Eugenia,
Eugenia, recompuesta, armada, como una muñeca nueva de
fábrica, libre al fin de los brazos mecánicos del ensamblaje.
Dudó. Su hermano era despiadado, y sin embargo no
creía que tuviese tanta malicia para buscarse una esposa idén-
tica a la de él. ¿Cuál era el fin? Humillarlo, eso, humillar-
lo con las riquezas que recién había perdido, como suelen
hacerlo quienes ostentan fuerza por encima de inteligencia.
T E R R A Z A S

Era una declaración de guerra, intencionada a pulverizarle


las pocas ganas de vivir. Infame ególatra ese Heraldo. Sí, una
rata.
La mañana lo alcanzó balanceándose entre los mur-
mullos repetidos del nombre de su hermano. Lo hubiese
escrito en las paredes con excremento, como un glifo que
les recordase a los próximos huéspedes quién se escondía
detrás de las desgracias del mundo. El hambre y la miseria.
La enfermedad y la pobreza. El ciclo interminable de muerte
y renacimiento. Heraldo, el mensajero de las calamidades y
malaventuranzas; en las religiones encontrarán su nombre al
lado de una peste o una inundación. Si ven su rostro en una
pintura, incendios por doquier y carne carbonizada.
Maldito Heraldo.

***

Después de otro desayuno austero, Eladio volvió a la

64
«Nro. 2». Procuró alejarse de los curiosos. El calor le indica-
ba el paso de las horas, y en un pico de temperatura vio salir
de nuevo a Eugenia en su vestido floreciente. La acompaña-
ba Heraldo. La vejez lo olvidó, como si no tuviese deudas
con el tiempo. Eladio comparó sus propias arrugas y no sin-
tió más la que prontitud de acompañar a su esposa en el otro
mundo.
Heraldo tomó de la mano al doble de Eugenia y se
fueron caminando hacia el bulevar. Eladio los siguió,
escoltado por la masa de turistas. Los vio entrar en un café,
conversar, reírse, besarse; luego, pararon en una zapatería y
M . M . J . M I G U E L

salieron con un par nuevo. Eladio miró sus propios zapatos,


carcomidos por un olvido virulento. En cambio, los de su
hermano cantaban desde las costuras, como si cada una de
las puntadas tuviese voz al taconear.
Llegaron a un parque embotado de corredores, perros
y ciclistas. Cerca de un árbol, se sentaron en un mantel y
tomaron vino. A medida que la botella bajaba, las carcajadas
de ambos delataban un vínculo forjado con las anécdotas
de la cotidianidad. Ella lo besaba, y él acariciaba sus manos
de jardín, idénticas a las que alguna vez toquetearon a Eladio
en las vastas noches en que el deseo les ganaba.
Los celos de Eladio crecieron detrás de unos arbustos.
Tentó el revolver debajo de la gabardina. Volarle los sesos
a su hermano a plena luz del día no le pareció mala idea;
de hecho, así debía ser la justicia: a la vista de todos. Que lo
juzgasen allí o en su país era indiferente. Ya habría cumplido
su propósito. Lo detuvo fue el horror que causaría en la falsa
Eugenia, pues si esta podía imitar sus bondades, también su

65
dolor. Quedaría devastada, y con toda probabilidad se qui-
taría la vida. Recordó que nunca contemplaron el luto de la
viudez. Quizá por eso Eladio se concentró en mantenerse
a salvo y conservar una buena salud, amistades tranquilas y
un trabajo que no lo expusiera a los peligros de irse de fiesta
en la omnívora ciudad.
La pareja se quedó dormida. Eladio aprovechó para
acercarse y los contempló como si fuesen un homenaje a
Tristán e Iseo. Los amantes echaban raíces, sin más preocu-
pación que llenar el espacio con la promesa de una vida jun-
tos. Incluso para un enamoradizo como Eladio, la cursilería
T E R R A Z A S

de la escena hizo que repensase tirotear a su hermano.


La falsa Eugenia abrió lentamente los ojos. Aunque el
primer impulso de Eladio fue correr, se quedó. Albergaba una
leve esperanza de que lo reconociese. Si era como Eugenia,
entonces el gusto por él debía despertarse como un instinto.
—Qué va.
Volvió al hotel y venció al insomnio.

***

Eladio se dispuso a comprobar qué tenía esa Eugenia


de su Eugenia. Estaba convencido de que eran dos seres in-
dependientes, con similitudes azarosas basadas en la aparien-
cia; ningún gusto es exclusivo; todos compartimos aficiones.
Los gustos son excusas que intentan relatar la historia de
nuestro paso por el mundo; nuestra presentación ante la so-
ciedad es una fotocopia, o mejor dicho, una sombra de una
fotocopia. Tal como un niño desarrolla admiración hacia las

66
aves, también esta puede ser la razón por la que un exsolda-
do nazi tenga un aviario. Miles de personas se arremolinan
a escuchar a su banda favorita y compartir, precisamente, la
emoción de cantar al unísono el éxito de turno. ¿Son aca-
so especiales? Incluso las sectas más retorcidas desdeñan la
exclusividad, pues el éxito de sus propósitos reposa en ganar
más adeptos.
Pero esta Eugenia horneaba galletas, y el olor a cane-
la transportaba a Eladio a esas mañanas en que salía a tra-
bajar, apurado, con una de ellas en la boca. Ahora parecía
que un segundo Eladio se empeñaba en vivir en ese pasado,
M . M . J . M I G U E L

desligándose del presente macilento, recorriendo las calles


con la certeza de que ella lo esperaría al regresar de una larga
jornada. Ese Eladio hizo algo que muy pocas veces habría
hecho: le compró un par de aretes que fueron muy bien reci-
bidos. A partir de allí, los regalos inesperados fueron ley.
A través de los recuerdos, Eladio la llevó al teatro,
además de rebosar el hogar con ramos gigantescos, cartas
devocionales, reuniones imprevistas con amigos en la playa,
a restaurantes caros. Llegó a proponerle una segun-
da boda en una Isla alejada del bullicio citadino. Allí los
invitados bailaron día y noche al son de los tambores, de la
estridencia musical de ayer y hoy. El pastel fue una delicia, y
Eugenia tenía un vestido que flechó a más de uno, incluyendo
a Heraldo, quien mostraba una falsa indiferencia al momento
de cortejar a una de sus primas.
Los años pasaron y la familia creció con la llegada de
una bebita, encantadora como un durazno. Ambos la vieron
crecer, ir a la universidad y formar su propia familia. Eladio

67
y Eugenia abrazaron la vejez tal como abrazaron la idea de
consentir a sus nietos en Navidad. Hubo un álbum de fotos,
primero en papel y luego en discos duros que promovían el
almacenamiento infinito de esa felicidad.
Ese Eladio se desvaneció un día en que el olor a galletas
recién horneadas no inundó la calle de la «Nro. 2».
Esperó largo rato que alguno de los dos esposos saliera. Las
ventanas estaban cerradas, como bocas cosidas. La casa pare-
cía abandonada a la luz de la tarde. Eladio atravesó el jardín
y comprobó que la puerta estaba abierta.
Entró.
T E R R A Z A S

No había rastros de la falsa Eugenia ni de su hermano


en la sala del primer piso, excepto por las tazas de café en la
mesa y el televisor silenciado. Las fotos de los portarretratos
parecían seguirlo en su recorrido. Intentó no mirarlas fija-
mente; temió que emergieran de los marcos y lo atormen-
tasen como guardianes de una tumba faraónica.
Subió las escaleras. La puerta de la habitación del fon-
do estaba entreabierta, invitándolo a husmear. Encontró a
la pareja dormida en la cama. Una botella de vino a la mitad
delataba celebración. Quizás era un aniversario consagrado
con un merecido descanso de la rutina.
En eso estaba Eladio, parado en el umbral. La habitación
olía a sexo de todo color. Se imaginó a su hermano arre-
metiendo a su Eugenia en posiciones de las que solo tenía
noción por las revistas para adultos. Recordó que Heraldo
prefería pasar horas en su cuarto antes de estar con la familia,
de pasear por la ciudad o conocer a alguien. No se explicaba
cómo se había casado, y mucho menos cómo vivía con rela-

68
tiva comodidad en esa Isla. Su vida era una vacación eterna.
Durante los días en que Eladio lo siguió, no lo vio trabajar,
pero nada faltaba en esa casa. Su ropa estaba limpia, plancha-
da. La desesperación financiera brillaba por su ausencia.
Esta casita, esta casita «Nro. 2», bien era la «Nro. 1»
en el podio de aspiraciones de Eladio. ¿Por qué su hermano
había encontrado la calma que él deseaba? ¿Eladio no merecía
darle ese trato, esa tranquilidad, a su fallecida Eugenia?
¿No sacrificó horas de sueño escribiendo una mala novela,
pensando que algún editor de segunda lo acogiese? ¿No re-
galó al periódico historias tan vacías y repetitivas como el
M . M . J . M I G U E L

último hit de moda que se parecía al último hit de moda de


hacía una semana? Todavía sus artículos sobre la ciudad en
decadencia, siempre solicitados por lectores que no hablaban
de otra cosa, le palpitaban en el cráneo de lo vomitivos que
llegaban a ser.
Sin embargo, él se embarró las manos y no Heraldo.
Era él quién debía estar en esa cama. Bastaron dos tiros
en la cabeza para que su hermano no abriese más los ojos.
Eugenia despertó salpicada de sangre. Eladio todavía tenía
el arma levantada; y antes de que la copia gritara, antes de
gritar el nombre de la tragedia, se llevó un dedo a los labios
y le ordenó silencio al apuntarla.
—Reconóceme —susurró Eladio—. Legitima mi
existencia en tu vida, falso ídolo.

***

Eladio agarró sus maletas en la cinta del equipaje y salió

69
del aeropuerto. Lo esperaba Eugenia con los brazos alzados,
sonriente.
Paró en seco.
Su celular sonó como una ambulancia.
El nombre en la pantalla trajo un fantasma.
—¿Aló? —tartamudeó.
—¿Eladio? ¿Eladio, me escuchas? —La voz de su her-
mano tenía la nitidez de la vida.
—Yo…
—¡Mataron a Eugenia, Eladio! ¡Le reventaron la cara
a tiros! ¡Por dios…! ¡Mi Eugenia! ¡Necesito que vengas! ¡Por
T E R R A Z A S

favor, quiero…!
Eladio colgó.
Volvieron a llamar.
Volvió a colgar.
Eugenia se acercaba, grácil. Su cabello revoloteaba al
viento típico de los aeropuertos.
Un avión despegaba en ese momento.
—Bienvenido a casa —le dijo, y lo ayudó con las male-
tas de camino al carro—. Ya me contarás cómo te fue, cielo.

70
Annya Rivas
ENTREVISTA POR DANIELA RIVERO

A nnya Rivas López es estudiante


del octavo semestre en la Es-
cuela de Letras de la Universi-
dad Central de Venezuela. Poco tiempo
después de iniciar sus estudios literarios,
asumió el compromiso de pertenecer
al Centro de Estudiantes, junto al gru-
po estudiantil Panorama UCV, primero
como Viceprecidenta, y ahora, como
Presidenta. Asegura que a diferencia de
muchos estudiantes ella sabía, desde se-
gundo de primaria, dónde quería estu-
diar. «Una maestra me había mandado a
escribir un cuento para la tarea y como
me gustó tanto, mi mamá, que es uce-

71
vista, me dijo que existía la escuela. No
entendía muy bien qué haría o qué cosas
daban allí, pero supe que quería estudiar
Letras».
En 2022 escribió Zombie para ¿De qué manera ha influido la
cumplir con su primera asignación en representación estudiantil en tu for-
el taller Mares de Narrativa, cuento con mación?
el que obtendría la mención honorífica Siento que me ha ayudado mucho.
de la VII Edición del Premio de Cuento Siempre me ha gustado ayudar a otros
Santiago Anzola Omaña en octubre de y el Centro de Estudiantes ha sido una
ese año. ventana en la cual he podido hacer-
Annya nos ofreció esta entrevista lo. Antes estaba tras bambalinas, pero
para los lectores de Pasillo. ahora he tenido que salir de mi zona de
confort para ser Presidenta, así que ha
sido un reto. Creo que tengo un poco
más de confianza en mí y en lo que pue-
permite que madure,
que se vaya desarro-
llando. Hoy siento
que fue el momen-
to correcto porque
fue sencillo plas-
mar muchas cosas.
Cuando decidí co-
menzar a escribir lo
hice lo más metódi-
camente que podía:
el primer día hice
un mapa mental con
todas mis ideas, con
do hacer, además de que en el Centro y lo que sentía que quería mostrar y con
en Panorama hay personas valiosas e in- lo que no podía faltar, también investi-
teligentes a las que admiro muchísimo y gué sobre las cosas médicas que abordo
he aprendido un montón gracias a ellos. en el cuento; el segundo día me dediqué
a escribir. Fue el texto que escribí más

72
¿Cuál fue el mayor reto que fácil aunque emocionalmente fue difícil.
superaste en el proceso creativo al Me sentía enferma, como que me estaba
momento de escribir Zombie? drenando la energía. El tercer día se lo
Resultará loco, pero lo escribí en di a mi hermana, Alba, que corrigió los
tres días. Yo estaba aterrada porque la diálogos porque sonaban muy artificiales
idea estaba en mi mente desde 2021, pero y luego de esa corrección lo envié. Re-
no me sentía preparada para escribirla. cuerdo estar muy nerviosa, en parte por
No creía tener la experiencia, ni el talen- lo cansada que me sentía y también por
to, porque no escribía nada desde 2018, lo asustada que estaba por enviarle a mis
pero tampoco me llegaba otra idea, pues compañeros, y a mi profesor, algo que yo
inicialmente era una evaluación para el había escrito.
Taller de Narrativa. Cuando ya me que-
daba poco tiempo para la entrega, me
puse a escribir, insegura de todo, pero
desesperada porque debía entregar algo.
Tener una idea por tanto tiempo
Zombie es un relato donde con-
verge el realismo crudo, la familia, las
armas y lo fantástico. ¿Cuáles fueron
los referentes que usaste como punto
Una de las decisiones iniciales, mucho
de partida?
antes de pensar siquiera en escribir, fue
Soy de La Vega y viví parte de los
que quería que el protagonista no tuvie-
acontecimientos de 2021 entre el Koki y
ra nombre, porque lo mismo ocurrió du-
la policía, y estuve fuera de mi casa por
rante esos eventos, sabíamos el nombre
casi seis meses, así que allí nació. Ten-
del Koki y los otros, pero los demás eran
go sueños rarísimos, a veces, y durante
igual de anónimos que el protagonista.
los primeros días que estuve fuera de
mi casa, soñé durante
El título es un
varias noches con mi
guiño a la esencia
cuerpo entumecido y
del relato que no se
ese hedor que intenté
aprecia sino hasta el
plasmar en el cuento.
final. ¿Cómo surgió
En los sueños yo era
la idea?
el protagonista, al que
Fue un ejerci-
no le puse nombre
cio de repensar la vida
porque podía ser cual-
delincuencial. Recuer-
quier chamito que en-
do que alguien dijo
tra en una banda de-
una vez, aunque no sé
lictiva. Eran pesadillas
el sitio exactamente,
muy extrañas y sentía

73
que estos chamos eran
que, si no escribía, me
«muertos que camina-
quedaría con eso para
ban» porque más tem-
siempre, lo cual me
prano que tarde les
daba aún más miedo.
pasaría algo. Eso llegó
Toda esta situa-
a mí mientras escribía,
ción, a pesar de que
no fue muy difícil ha-
salimos de nuestra
cer el paralelismo entre estos muertos
casa casi enseguida, me afectó signifi-
que caminan y los zombis.
cativamente: tenía pesadillas, me sentía
muy nerviosa y me costaba concentrar-
Como lectora y escritora, ¿qué
me. Por todo esto, comencé a recibir
autores o libros han influido en ti de
atención psicológica y a ver ese sueño
manera significativa?
repetitivo como una posible historia.
Siento que tengo varios autores y
libros, pero los dividiré en tres géneros
que me inspiran y que me encanta leer:
en primer lugar, la ciencia ficción. Dune,
de Frank Herbert, y El cuento de la cria-
da, de Margaret Atwood, han influido
mucho en mi vida; en segundo lugar, la
ficción histórica, San-
gre Azteca, de Simón
Levack, y Alexandros,
de Valerio Massimo
Manfredi, son novelas
increíbles en las que
se tejen los hilos de la
literatura y la historia;
y, por último, el thriller
El silencio de los inocentes,
de Thomas Harris, fue
una experiencia, sobre
todo por la construc-
ción de un personaje
tan desalmado como
Hannibal. Podría nom-
brar muchos otros au- escuela fue un proceso muy bonito por-
tores, pero, sobre todo, Julio Verne y que aunque no era del todo lo que imagi-
Julio Cortázar son los que siempre están

74
naba, cada departamento tenía algo que
presentes y a los que siempre vuelvo. me gustaba, que me parecía interesante.
Sin embargo, lo mío estaba entre
Entre los departamentos de la Literaturas Occidentales, Teoría y Talleres
Escuela de Letras ¿hacia dónde te (al principio solo edición y, luego, narrati-
inclinas y por qué? va). En este punto, me inclino por talleres.
Esto ha sido un tema para mí por- Me gusta mucho esta interacción directa
que me sentía desorientada, pues cada con el texto como sucede en la edición o
departamento consigue la forma de ins- a la creación del texto, como en narrati-
pirarte de alguna manera. Cuando llegué va. El mundo del libro es fascinante y se
a Letras tenía muchas ilusiones, estaba desprenden muchos oficios apasionantes
en el sitio que quería estar desde niña, de él, solo hay que tener la curiosidad de
pero tenía miedo de que la imagen men- buscar el que más nos guste.
tal que tenía de Letras no concordara
con lo que era. Siento que descubrir la
Actualmente te estás abriendo paso
en el área de gestión editorial. ¿Cómo
ha sido tu experiencia al acercarte a
este mundo?
Siento que fue una experiencia
increíble, sobre todo porque el proce-
so es fascinante. Creo que el momento
en el que ves ese Word, que se transfor-
ma luego en PDF y que, finalmente, se
convierte en un libro que puedes tocar y
oler, se siente surreal y, aún más, cuan-
do participas activamente para que éste
cambio se realice.

Después de conocer el mun-


do laboral en el campo editorial y,
además, de haber participado en un
concurso literario donde resultaste
destacada ¿cuáles son los planes pro-
fesionales de Annya Rivas?
En este momento siento que am-
bos mundos cohabitan y tienen su en-
canto en particular. Profesionalmente,

75
me encantaría dedicarme a ambas co-
sas, aunque todavía no descubro qué
aspecto de la edición me guste más y
me haga sentir más cómoda, así que
tengo que averiguarlo. Lo único de
lo que estoy segura es que quie- nociéndome más, leyendo un montón,
ro seguir escribiendo. Me encantaría pero siempre orbitando alrededor de la
ser una de las afortunadas que pueda ver literatura.
mi propio archivo de Word convertido Si desean leer Zombie, pueden di-
en un libro, pero quién sabe. Ya pasé el rigirse a la página web del Premio de
temor inicial de enviar mi primer archi- Cuento Santiago Anzola Omaña (pre-
vo a mi primer concurso, creo que eso miosantiagoanzola.com) y buscar en la
me ha dado confianza porque, después sección de «Ganador 2022» donde po-
de un bloqueo de 4 años, pensé que no drán leer el veredicto y los cuentos des-
escribiría nunca más, así que voy poco tacados.
a poco: aprendiendo, estudiando, co-
Entrebrumas
Hope Mirrlees (1926)
Novela de fantasía moderna de tintes preciosistas, que usa
el cuento de hadas literario de forma premeditada como
vehículo para contarnos no solo la historia del país de Dori-
mere, sino de su gente. Es un universo vasto y febril, cons-
truido sobre la base de la imaginación. Mirrlees teje una his-
toria que se reconcilia con el espíritu intuitivo y el reino de las
ideas, que no es otro más que el tan anhelado y
temido Faërie. Poco o nada sirve teñir esta obra
de alegorías, pues las rechaza como toda expre- Blasphemous (2019)
sión de ficción no mimética. No trata, a fin de Retorcido juego de plataformas tipo souls en 2D

RECOMENDACIONES
cuentas, de eludirse, sino de reafirmarse como que recopila la estética de la Semana Santa espa-
una expresión estética de tinte feérica. ñola, el Siglo de Oro y Andalucía. Bajo la premisa
de liberar a Cvstodia de una maldición llamada «El
Milagro», emprenderemos un viaje a través de una
tierra inspirada en las obras de Cervantes, Tirso de
Molina y Quevedo. Además, su pixel art exquisito
referencia a Francisco de Goya, Diego Velásquez y
otros artistas. Se consagra como una opción para
los amantes de videojuegos clásicos, pero con me-
cánicas contemporáneas. Si bien está disponible
para Switch, PS4 y Xbox One, también cuenta con
una versión de bajos recursos para Windows.

Ustedes brillan en lo oscuro


Liliana Colanzi (2022)

76
Un cuentario breve que juguetea con la ciencia
ficción, la nota periodística, el registro infantil y la
fragmentación de miradas de un variopinto grupo
de personajes. Fue ganador del premio Ribera del
Duero por sus imágenes poderosas, que condensan
una prosa oral que no se extraña de sí misma. Tiene
valor de relectura por su corta extensión. Desta-
Never Look Away (2018) can «Atomito», «La deuda», «El camino angosto» y
«Ustedes brillan en lo oscuro». Es un libro de rela-
Película alemana del director Florian H. von
tos preciso, de lo entredicho y uniforme.
Donnersmarck, el mismo de The Lives of
Others (Oscar a mejor película extranjera 2007).
Su duración de 3 horas no impide acompañar a
Kurt Barnert en la búsqueda de su identidad artística frente al
totalitarismo de la Alemania nazi y la postguerra. Aunque ins-
pirada en la vida del alemán Gerhard Richter, cualquiera apre-
ciará esta angustia y sus implicaciones. «No dejes de mirarme.
Todo lo real es bello». Es una exploración sobre la necesaria
libertad ideológica de los artistas, el amor como sinónimo
de apoyo y la buena aplicación del pasado en el presente.
LOS
AUTORES

MARÍA
ALEJANDRA
GONZÁLEZ
(Zaraza, 2000)
Estudiante de algún semestre de Letras
en la Universidad Central de Venezuela
y activista comprometida con las ODS.
Su hábitat natural no existe, por lo que
se le suele encontrar incómodamente
recostada en algún muro o yéndose de
algún lugar. Aficionada del fanzine y el
origami. Escribe para sí y sus fantasmas.
Ocupa el insomnio crónico investigando
y leyendo con furia. Ha hecho algunas
cosas importantes, pero justo ahora no
YAHNIS
se acuerda. Lo que sale aquí es lo que GÓMEZ
sobrevive a su síndrome del impostor. (Maracay, 1999)
Lectora empedernida que migró de su
pueblito para terminar, trágicamente,
estudiando Letras. Secretaria de Deportes
del Centro de Estudiantes. Segundo Dan
en Taekwondo. Modelo profesional. Una
vez casi logra ser reina de belleza. Se ha
desempeñado como colaboradora de
diferentes páginas web y revistas digitales.
Actualmente trabaja como asistente edito-
DALIA rial. Es una ferviente escritora de artículos
y novelas, cuya obra más importante es su
(Caracas, 1995) diario.
Baila y lee por la vida. Escribe diarios
y conversa sin tener que hablar. Cursa
quinto semestre de Letras en la Uni-
versidad Central de Venezuela. A veces
inquieta, a veces en reposo. De muchos
gestos. Sus diarios son una extensión de
su alma, sus lecturas una creación de la
misma. Si la música la invita a moverse,
música es. Con palabras breves, pero que
esperan conmover, y tal vez, recordadas
por un largo tiempo.
XIRIANA
YÉPEZ
(Caracas, 2001)
Estudiante de Letras en la Universidad
Central de Venezuela (UCV). Secretaria
de Asuntos Académicos del Centro de
Estudiantes. Fiel lectora de Borges, afi-
cionada del diario y del cuento fantástico.
Bailarina profesional del elenco contem-
poráneo de la Compañía Nacional de
Danza de Venezuela. Cuando no está en
estadística tomando café, está descalza en
M. M. J. MIGUEL Tierra de nadie bailando con los árboles.
(La Asunción, 1989)
Entusiasta de las artes escritas y sonoras.
Estudiante de Letras en la Universidad
Central de Venezuela. Pirata de tierra
firme en el grupo literario Brevelectric.
Mención en el 4to Concurso Venezo-
lano de Cuentos de Fantasía y Ciencia
Ficción Solsticios (2017). Invitado en
la antología Ecos de la tundra (2019) y
Fractales (2023). Narrador seleccionado
en la Semana de la narrativa, auspiciada GABRIELA
por Revista Ojo y Ficción Breve (2019).
Ocasional del blog Los hermanos Chang
VIGNATI
(2020). Aparición tenue en Contexturas (Barquisimeto, 1998)
(2021-2022). Cuentista de una sola esce- Lee, escribe e interviene textos como
na en Revista Mordedor 4 (2021). buena estudiante de Letras. Becaria del
Programa Excelencia de AVAA y secre-
taria de Reivindicaciones del Centro de
Estudiantes. Cultora de diarios, cuader-
nos, cuentos y otros artefactos. Mención
honorífica por su relato «La rosa de
oro» en la XVI edición del Premio Julio
Garmendia de Policlínica Metropolitana
(2022). Aprendiz de diseño y gestión
editorial que aceptó ser esclava de la
revista.
FABIOLA
MENDOZA
(Caracas, 1999)
Muchacha que intenta sobrevivir mien-
tras encuentra lo que quiere hacer. Es
estudiante de Letras en la Universidad
Central de Venezuela porque fue secues-
trada por el demonio artístico. Le gusta
dibujar, escribir y ver películas por mon-
tones. Escribe porque se tomó personal
el regaño del padre de Ribeyro: «Tú lees
ÁNGEL
y lees, pero no asimilas, no produces». FERNÁNDEZ
(Caracas, 2000)
Estudiante atrapado en un semestre inde-
finido e infinito de la escuela Letras en la
Universidad Central de Venezuela,
también guitarrista de cualquier grupo al
que le llamen a tocar. Compositor y cuen-
tista de a ratos, apasionado por los mun-
dos ficcionales y la música que transmite
lo indescriptible. Aficionado a la ciencia
ficción, el cine y lo retro. Siempre en
WARREN constante creación, en la eterna búsqueda
RUBÉN del equilibrio entre la narrativa y la música,
MARTÍNEZ C mientras atraviesa la barrera que separa
ambos universos.
(Caracas, 1972)
Poeta, narrador y fotógrafo. Es tesista
de la Escuela de Letras en la Universidad
Central de Venezuela. Inició su cami-
no literario inspirado en la narrativa de
Gabriel García Márquez, F. Kafka, y José
Saramago; pero fue en las aulas de la
Escuela donde descubrió su pasión por
la poesía. Ha participado en varios
talleres y concursos literarios nacionales e
internacionales; siempre con la intención
de escribir buscando superar en cada
intento sus límites y destrezas.
ELIO
ESPÓSITO
(Caracas, 1998)
Estudiante de la Licenciatura en Letras
en la Universidad Central de Venezuela.
Miembro fundador del colectivo
0212SLAM y del fanzine Libre(s)tas.
Ganador del V Concurso de Poesía
Joven «Descubriendo poetas», de la
organización Buscadores de Libros
ADONAI Guayana, con su poemario «Cotidiano»
(2021) y ganador también de la VI edi-
GOYO ción del Slam Poetry UCAB (2022).
(Caracas, 1997)
De madre colombiana y padre barqui­
simetano. Joven con el sueño de conver-
tirse en letrado, al tiempo que procura
una carrera profesional en el béisbol.
Junto a su hermano, es crítico inexperto
de cualquier serie, película, corto o drama
(cabe destacar que los únicos que apre-
cian dichas críticas son el uno y el otro).
Siente que hablan de alguien más cuando
lo llaman poeta, pero se identifica con DANIELA
el Cucarachero, el amigo de Tío Cone-
jo. Sostiene una relación amorosa con
RIVERO
la teoría literaria y llega a otros mundos (Caracas 1997)
cuando le falta el aire después de hacer Posee un Doctorado en autosabotaje y
una carrera larga. quiere dimitir. Empezó a estudiar en la
Escuela de Letras de la Universidad Cen-
tral de Venezuela porque buscaba su lugar
en el mundo y, si no es ese, al menos se le
parece. Le gusta leer para sumergirse en
«los mundos posibles» e intenta escribir
para inventar los propios. Decidió formar
parte de la Revista para dejar de engavetar
las ideas y obligarse a «poner manos a la(s)
obra(s)».
invita a todos los estudiantes y egresados de
la Escuela de Letras de la UCV a publicar sus
trabajos.
Se recibirán cuentos, poemas, ensayos y
artículos, inéditos o anteriormente publicados
en otro portal.
Las temáticas de los textos serán libres.
Puedes explorar la fantasía, lo fantástico, el te-
rror, lo gótico, la ciencia ficción, el realismo,
lo absurdo, lo cotidiano, lo infraordinario, lo
erótico, lo policial, lo epistolar o lo que ten-
gas en mente. No discriminamos modos ni
registros.
Sobre la extensión: cuentos y ensayo,
entre 6000 y 10000 caracteres; artículos, 6000
caracteres; poesía, tanto en verso como en
prosa, 1500 caracteres máximo. Fuente Gara-
mond con interlineado 1.5 en formato .docx.
Pedimos decoro con la ortografía y la gramá-
tica, a menos que la estética juegue y violente
dichas normas.
Incluir en el documento título, género,
autor o seudónimo y una breve biografía lite-
raria.
Los textos deben enviarse a
pasillogen20@gmail.com.
El Comité editorial seleccionará los tex-
tos que considere pertinentes. Los autores se-
rán contactados vía correo electrónico.
@PASILLOGEN20

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