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INTRODUCCIÓN
règles de la méthode sociologique [Las reglas del método sociológico], Le Suicide [El suicidio] y
Les formes élémentaires de la vie religieuse [Las formas elementales de la vida religiosa]. Para
simplificar, las designaremos de aquí en más con las siguientes abreviaturas: [DT], [R], [Su],
[FE]. Las otras referencias, entre paréntesis, mencionan el nombre del autor y la fecha de
publicación de su obra; si fuese necesario, se mencionan dos fechas: la primera indica la
fecha del escrito de que se trate; la segunda, la de la obra utilizada, que es la que aparece en
la bibliografía. Estas referencias remiten a la bibliografía que se encuentra al término de este
libro. [En esta edición, entre corchetes se agregan las traducciones al español, las referencias
al número de página corresponden a la edición original.]
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PARA USO EXCLUSIVAMENTE PEDAGÓGICO
PHILIPPE STEINER.
“ÉMILE DURKHEIM: 1858-1917”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
capítulo I, pp. 9-18.
social, 1893; Las reglas del método sociológico, 1895; El suicidio, 1897) y creó su
revista, L’Année sociologique, de la que aparecieron doce volúmenes entre 1898
y 1913, editados por uno de los grandes editores del momento, Félix Alcan.
Historia de la
costumbres
Solidaridad
Socialismo
Pedagogía
Sociología
sociología
Psicología
Fisiología:
derecho y
criminal
Religión
Suicidio
Familia
social
1887-88 1887-88
1888-89 1888-89
1889-90 1889-90
1890-91 1890-91
1891-92 1891-92
1892-93 1892-93 1892-93
1893-94 1893-94
1894-95 1894-95
1895-96 1895-96
1896-97 1896-97
1897-98 1897-98
1898-99 1898-99
1899-00 1899-00
1900-01 1900-01
1900-02 1900-02
redacción del comienzo de “su moral”, como él la llamaba al hablar con Mauss.
Murió el 15 de noviembre de 1917.
LA OBRA DE DURKHEIM
Podemos agruparla según estos cuatro registros:
1) las cuatro obras que aparecieron mientras estaba vivo (Durkheim, 1893, 1895, 1897, 1912);
2) las seis “monografías originales” publicadas en L’Année sociologique (en Durkheim, 1969);
3) ciertos cursos dictados en Burdeos o en París, publicados luego de manera póstuma (en Durkheim, 1925, 1928,
1938, 1950, 1955);
4) una gran cantidad de artículos y de intervenciones en debates, a los que se agrega una cantidad aún mayor de
reseñas de libros que aparecieron especialmente en L’Année sociologique (282, más 216 noticias cortas, en
Durkheim, 1922, 1924, 1969, 1970, 1975).
Esta tarea se llevó a cabo exitosamente. Por supuesto que había algunos
campos un tanto descuidados, como por ejemplo la sociología estética o la
sociología política (ver cuadro), pero estaban presentes en una época en la que
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PHILIPPE STEINER.
“LA FORMACIÓN DE UNA PROBLEMÁTICA”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
capítulo II, pp. 19-32.
Durkheim, como los de las escuelas leplaysianas, las iniciativas de René Worms
y las teorías de Gabriel Tarde.
PHILIPPE STEINER.
“EL MÉTODO SOCIOLÓGICO”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
capítulo III, pp. 33-50.
Definición
El objetivo es doble. Por una parte, se trata de construir el hecho social de
manera de escapar de los enfoques demasiado generales de Comte (la
humanidad en general) y de Mill (el estado social). Por otra, se trata de aislar
claramente el campo de lo social del de lo biológico y psicológico, sin lo cual no
sería posible justificar una ciencia específica (la sociología).
Un hecho social no es pura y simplemente un hecho que se desenvuelve en
una sociedad. Dentro de este conjunto muy amplio, Durkheim aísla un
subconjunto que comprende “las maneras de actuar, de pensar y de sentir que
presentan esta notable propiedad de existir fuera de las conciencias
individuales. Estos tipos de conducta o de pensamiento no solamente son
externos al individuo, sino que están dotados de un poder imperativo y
coercitivo (R, 4). De aquí surgen dos características del objeto de la sociología.
El hecho social difiere del biológico: alimentarse no es un hecho social, pero
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LAS COACCIONES
La coacción está ligada a la sanción: existen sanciones que favorecen ciertos comportamientos (sanciones
positivas, 1906, en Durkheim, 1924, 62) o que se aplican a los que no actúan de conformidad con lo que se espera
(sanciones negativas). La sanción negativa, de la que se trata fundamentalmente en Las reglas, puede tener
muchos aspectos, que van desde las formas más organizadas de la coacción social (el derecho penal o las reglas
morales) a las formas más impalpables (la risa, la burla, etc.) pasando por las convenciones o los usos. La coacción
puede ser sólo indirecta, como sucede con el empleo de una técnica de producción no adaptada a las condiciones
del mercado y de la competencia o con el uso de la lengua común.
La definición de lo social a partir de la coacción fue objeto de muchas críticas a las que Durkheim respondió con
las siguientes precisiones: “Porque hemos convertido a la coacción en signo externo en el que los hechos sociales
pueden reconocerse más fácilmente y distinguirse de los hechos de la psicología individual, se creyó que para
nosotros la coacción física era todo lo esencial de la vida social. En realidad, nunca vimos en ella más que la
expresión material y aparente de un hecho interno y profundo que es totalmente ideal: la autoridad moral. El
problema sociológico —si podemos decir que existe un problema sociológico— consiste en buscar, a través de las
diferentes formas de coacción externa, las diferentes maneras de autoridad moral que se corresponden con ellas
y en descubrir las causas que las determinaron” (FE, 298n2).
hecho social ya sea investigando directamente su signo (la sanción para el que
contraviene las reglas sociales), ya sea buscando los hechos generales.
Finalmente, Durkheim elabora una tipología de los hechos sociales según
su plasticidad en el tiempo. Los hechos más lentos en modificarse forman lo
que Durkheim denomina las maneras de ser colectivas o, también, los hechos
morfológicos (por ejemplo, para retomar ciertas variables que hizo intervenir en
la explicación de los progresos de la división del trabajo social: el tamaño de la
población, su densidad y su distribución en el territorio). Las maneras de hacer,
o hechos psicológicos, se modifican con mayor rapidez, pero conllevan dos
categorías. Por una parte, hay maneras de hacer ligadas a la existencia de
organizaciones muy definidas (el derecho, la religión, etc.) y, por otra parte,
están las que no se hallan vinculadas con ellas; Durkheim (R, 6, 14) las
caracteriza como “libres corrientes sociales”. Como consecuencia de sus
características son más volátiles que las relacionadas con el funcionamiento de
una organización, como queda demostrado por el comportamiento de los
individuos cuando están en una multitud.
Observación
Los hombres no esperaron que existiera la sociología para tener ideas sobre la
sociedad. Éstas forman el conocimiento espontáneo o lo que Durkheim,
retomando un término de Bacon, denominaba las prenociones. ¿Qué lugar
debían tener estos hechos sociales en la sociología? La respuesta de Durkheim
es que estas ideas, como cualquier otra representación, como cualquier otro
sistema socialmente formado, son objetos de la sociología, pero que de ningún
modo pueden servir para constituirla como ciencia. La sociología debía
construirse oponiéndose al conocimiento espontáneo.
Esta ruptura no es tan sencilla de realizar como parece, pues el
conocimiento espontáneo posee una temible capacidad para infiltrar los
razonamientos científicos. ¿Por qué? Porque la costumbre y la tradición hacen
que estas ideas adquieran una autoridad sobre todos los individuos y el
científico no escapa a este hecho ni en el nivel de la definición de su trabajo, ni
en los diferentes momentos de la demostración, y debe hacer un esfuerzo
constante para sustraerse a este conocimiento espontáneo. Por otra parte, estas
prenociones suelen encontrar apoyo en el “sentimiento”, en la pasión. Es muy
difícil que el científico pueda estudiar o criticar fríamente algunos hechos o
ideas que tienen adherida una gran fuerza sentimental, porque tendría que
sustraerse a modos de pensamiento tradicionales y que, con frecuencia,
resultan confortables. Finalmente, el conocimiento espontáneo agrega como
factor temible el hecho de que no está desprovisto de eficacia. Indica con una
precisión grosera, pero suficiente para la práctica, lo que hay que hacer en la
vida cotidiana.
La influencia de las prenociones en la sociología general era especialmente
fuerte —Durkheim apuntaba aquí a la sociología dinámica de Comte o al
evolucionismo de Spencer— y había hecho estragos en ciertas ramas específicas
(la economía política y la moral, sobre todo). En estos casos, en el punto de
partida se encuentran las ideas que se forma el teórico sobre tal o cual
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Tipo de Horizonte
Objetos Útiles Criterio de validez Meta
conocimiento temporal
Clasificación
Los historiadores, dice Durkheim, no conciben más que hechos sociales
heterogéneos, incomparables entre sí porque se trata de hechos sociales únicos.
Los filósofos, en cambio, encuentran lo real solamente en los atributos generales
de la naturaleza humana. Con los historiadores, el momento de la constitución
de los tipos sociales o de la comparación entre los hechos es atrasado hasta el
momento en que todos los elementos de la comparación hayan sido reunidos
gracias a meticulosas monografías. Con los filósofos —Durkheim apuntaba
explícitamente a Comte— se llega a una concepción evolucionista de las
sociedades en la que cada una prolonga los progresos que realizó la anterior.
Esta posición niega la variedad de los hechos y los elementos discontinuos entre
las sociedades.
La constitución de tipos sociales debe permitir evitar estos dos conjuntos
de dificultades. Durkheim consideraba que el método científico no debía tomar
el camino sin salida de las monografías sobre un montón de hechos sin
vínculos entre sí, porque no tenía fin, ni rechazar la multiplicidad de los
hechos. El método experimental debía sustituir los hechos comunes por hechos
elegidos, hechos decisivos o cruciales con un valor científico ejemplar. Éste es el
objetivo fijado para la constitución de los tipos sociales.
Para hacerlo, Durkheim proponía partir de la sociedad elemental, de la
sociedad más simple, ya que no contenía en su seno sociedades más simples
que ella. Esta sociedad —la horda o el clan (DT, 149-150) — es el alimento de
las demás y no hay que hacer otra cosa que investigar sistemáticamente las
diferentes combinaciones en las que los clanes pueden entrar para obtener la
gama infinita de los tipos de sociedades humanas. Estos tipos forman los
marcos a partir de los cuales es posible comparar los hechos sociales que
pertenecen a sociedades diferentes: “El método comparativo sería imposible si
5The Social Construction of Reality, Penguin Press, 1967. [La construcción social de la realidad,
Madrid, Martínez de Murguía, 1986.]
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Explicación
Como lo hiciera en La división del trabajo social, Durkheim rechaza sin
miramientos las explicaciones utilitaristas y psicológicas de lo social: “La
mayoría de los sociólogos creen que dieron cuenta de los fenómenos una vez
que hicieron ver para qué sirven y qué papel cumplen. Razonan como si
solamente existieran para cumplir ese papel” (R, 89). Para Durkheim, hacer ver
la utilidad de un hecho no es explicar cómo nació ni cómo es lo que es (1890-
1900, en Durkheim, 1950, 86). Esta explicación utilitarista que parte del
hombre y de sus necesidades implica negar la definición del hecho social como
algo que supera y restringe al individuo, al mismo tiempo que le otorga “al
cálculo y a la reflexión una parte mucho más importante en la dirección de la
evolución social” (DT, 37).
Por lo tanto, proponía disociar la investigación de la causa eficiente que
produce el hecho social, de la investigación de la función que cumple. La función
se define como la correspondencia entre el hecho social y las necesidades
generales del organismo social, sin que constituya una preocupación saber si
esta correspondencia es intencional o no (R, 95). Esta orientación no elimina el
estudio de la función que cumple un hecho social —por otra parte, muchas veces
se convirtió a Durkheim en un funcionalista por excelencia a causa de esto—,
pero ésta sólo llega después del estudio de la causa eficiente del hecho social.
Una explicación psicológica del hecho social deja escapar lo específico de lo
social —el hecho de ser independiente de las conciencias individuales— y por lo
tanto sólo puede ser falsa. De ahí la siguiente regla: “La causa determinante de
un hecho social debe buscarse entre los hechos sociales precedentes y no entre
los estados de conciencia individuales” (R, 109). Dicho de otro modo, según una
expresión célebre, “un hecho social no puede ser explicado más que por otro
hecho social” (R, 143).
¿Esta explicación de lo social por lo social no cae en una regresión al
infinito a causa de las relaciones mutuas entre los diversos hechos sociales,
entre las diversas funciones sociales? Durkheim explica que esto no sucede por
el lugar particular que ocupan los hechos de morfología social: “El origen
primero de todo proceso social de alguna importancia debe buscarse en la
constitución del medio social interno” (R, 111). Aquí volvemos a encontrar la
tipología de lo social que recordábamos más arriba y, si bien lo social está
jerarquizado de una manera un tanto mecánica en Las reglas, Durkheim
cambiará claramente su pensamiento. Aun cuando siga manteniendo
determinadas relaciones con el sustrato social —existe una homología entre la
estructura social y la estructura de las representaciones (1903, en Durkheim,
1969, 402, 456)—, las representaciones colectivas tienen una autonomía real
(1898, en Durkheim, 1924, 42-44), como lo indicó en una crítica de la
“geografía política” de Friedrich Ratzel: “Vemos todo lo que hay de erróneo en
las teorías que, como el materialismo geográfico de Ratzel, derivan toda la vida
social de su sustrato material (tanto económico como territorial). [...] Esto
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significa olvidar que las ideas son realidades, fuerzas, y que las
representaciones colectivas son fuerzas que actúan más y con mayor eficacia
que las representaciones individuales” (FE, 327).
DURKHEIM Y EL MARXISMO
Durkheim no ignora la obra de Marx. Mauss (1928, en Mauss, 1968, III, 507) señala que lo estudió desde la época
de su viaje a Alemania en 1886 y se encuentran alusiones a Marx en algunos de sus cursos y artículos, aunque, sin
embargo, es posible afirmar que Durkheim tuvo apenas un conocimiento superficial (Llobera, 1980).
Durkheim se halla de acuerdo con Marx en sostener “que la vida social debe explicarse, no por la concepción que
se hacen los que participan de ella sino por causas profundas que escapan a la conciencia: pensamos también que
esas causas deben buscarse principalmente en la manera en que se agrupan los individuos asociados" (1897, en
Durkheim, 1970, 250). Pero eso es todo lo que Durkheim acepta como acercamiento con Marx: “Hemos llegado [a
esas ideas] antes de conocer a Marx, del que no hemos sufrido ninguna influencia” (ibíd.); y, de hecho, Durkheim
se ocupa regularmente tanto de ampliar la distancia entre sus propios análisis y los de Marx como de criticar “la
concepción materialista de la historia” que le parece lo esencial del aporte de Marx. Tal teoría se halla
insuficientemente fundada, dice, pero sobre todo tiene el defecto de no reconocer autonomía a las
representaciones colectivas y afirma equivocadamente la primacía de lo económico, mientras que la religión
constituye el más primitivo de los fenómenos sociales.
Administración de la prueba
Al plantear de este modo el problema, Durkheim da pruebas de una real
originalidad para las ciencias sociales de la época. La preocupación por reunir
las condiciones que prueban que una explicación de lo social por lo social ha
sido proporcionada fue permanente en él y esto lo llevó a poner un acento
especialmente fuerte en el método comparativo, método constitutivo del enfoque
sociológico propiamente dicho, como sostiene a veces (1898, en Durkheim
1969, 33).
Durkheim declara que existe un solo medio para demostrar que un
fenómeno es la causa de otro: el método de experimentación indirecta o método
comparativo. Ya que el sociólogo no puede construir su experiencia en el
laboratorio, utiliza la variedad existente de los hechos sociales para
compararlos entre sí.
Para hacerlo, Durkheim afirma con fuerza que su método presupone el
principio de causalidad, o sea que un mismo efecto se corresponde siempre con
la misma causa. Por lo tanto, rechaza el principio de pluralidad causal de Mill
pues ve en él una verdadera negación de la causalidad. Para Durkheim, si
existen varios efectos, no por eso un mismo conjunto de causas puede producir
efectos diferentes, sino que existen varias causas que pueden, y deben,
analizarse separadamente.
¿Cómo construir un método comparativo que sea adecuado al objeto
sociológico? Durkheim conserva el denominado método de las “variaciones
concomitantes” en el que, partiendo de hechos debidamente seleccionados —y
no un revoltijo de hechos tomados sin criterio y al azar—, se construyen series
(por ejemplo, una sobre la tasa de suicidio y otra sobre el nivel de instrucción).
El paralelismo en la evolución de los valores de las dos series indica que existe
una relación entre las dos variables elegidas, pero la puesta al día de la relación
estadística no basta por sí misma, debe ser objeto de una interpretación
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experimentó este método mientras todavía vivía Durkheim. Podemos dar cuenta
de la medida de estos cambios si examinamos El suicidio.
PHILIPPE STEINER.
“EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
capítulo IV, pp. 51-72.
La integración social
La integración es el tema que Durkheim desarrolló de manera más completa. Lo
presentó del siguiente modo: “Cuando la sociedad está fuertemente integrada,
tiene a los individuos bajo su dependencia, considera que están a su servicio y,
por consiguiente, no les permite que dispongan de ellos mismos según sus
deseos” (Su, 223). Más adelante precisó el aspecto positivo de este proceso, al
subrayar la ayuda que encuentra el individuo en el marco de la integración
social: “En una sociedad coherente y viva, existe un intercambio continuo de
ideas y de sentimientos que va de todos a cada uno y de cada uno a todos y,
una especie de mutua asistencia moral, que hace que el individuo, en lugar de
estar reducido únicamente a sus fuerzas, participe de la energía colectiva y le
sirva para reconfortar la suya cuando está agotada” (Su, 224). La integración
social es tanto más fuerte cuanto más intensa sea la vida colectiva del grupo
considerado. Se puede sistematizar este aspecto de la teoría durkheimiana si
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La regulación social
Una dificultad mayor para interpretar la teoría durkheimiana de la socialización
se desprende del hecho de que el análisis del proceso de regulación no haya
sido completado del mismo modo que el de integración. La dificultad proviene
también de que una importante tradición sociológica reagrupa bajo la misma
palabra (integración) los dos procesos que Durkheim distingue (por ejemplo,
Parsons, 1960). Sin embargo, el principio de la distinción está claramente
expresado en el siguiente pasaje: “Pero la sociedad no es solamente un objeto
que atrae hacia ella, con desigual intensidad, los sentimientos y la actividad de
los individuos. También tiene un poder que los regula. Existe una relación entre
la manera en que se ejerce esta acción reguladora y la tasa social de suicidios”
(Su, 264).
A pesar de estas dificultades, es posible distinguir los tres elementos
esenciales del proceso de regulación de la siguiente manera. La regulación
social hace referencia al “papel moderador” que juega la sociedad, es decir, a la
autoridad moral que ejerce sobre los individuos. La regulación social significa
en primer término que las interacciones entre los miembros del grupo se
organizan en torno de una jerarquía social, como sucede en el caso del punto
de vista de las relaciones económicas: “En efecto, en cada momento de la
historia, en la conciencia moral de las sociedades existe un sentimiento oscuro
de lo que valen respectivamente los diferentes servicios sociales, de la
remuneración relativa de cada uno de ellos y, por consiguiente, de cuánto
confort le corresponde a la media de los trabajadores de cada profesión” (Su,
275-276). Luego, significa moderación de las pasiones: “Por lo tanto, ante todo
es preciso que las pasiones sean limitadas” (Su, 275). Finalmente, significa
justicia y legitimidad del orden social: “Solamente esta disciplina puede ser útil
si los pueblos que están sometidos a ella la consideran justa. (...) Porque esta
reglamentación está destinada a contener las pasiones individuales, es
necesario que emane de un poder que domine a los individuos; pero también es
preciso que este poder sea obedecido por respeto y no por temor” (Su, 279).
Por lo tanto, la regulación social significa, esencialmente, que un proceso
social es necesario para que límites sociales definidos contengan los apetitos
infinitos de los individuos. La regulación social es lo que permite pasar del
universo infinito de las pasiones y de los deseos humanos (socialmente
determinados, pues la individuación es el resultado de la solidaridad orgánica)
al mundo cerrado y jerarquizado de las pasiones sociales.
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cuanto más nos acerquemos a esa igualdad ideal, menos necesaria será la
obligación social. Pero no es más que una cuestión gradual” (Su, 278). Por lo
tanto, el modo de acceso a las diferentes funciones sociales debe ser lo
suficientemente abierto como para que se considere justo que un individuo
alcance tal o cual lugar. Si esto no sucede, la jerarquía ya no será considerada
legítima y debe desaparecer o basarse en la obligación.
El conjunto de estas consideraciones puede resumirse en la siguiente tabla:
las solteras es porque los matrimonios sin hijos son una minoría. Durkheim
concluye: “Por lo tanto diremos que la sociedad doméstica, del mismo modo que
la sociedad religiosa, es un potente sistema de preservación del suicidio. Ésta
es tanto más completa cuanto más densa sea la familia, es decir, cuanto mayor
cantidad de elementos comprenda” (Su, 208). De esta manera se fundamentan
teóricamente los resultados estadísticamente observados en la primera
regularidad. Respecto de la cuarta, proviene de la misma explicación sociológica
en tanto se admite que los efectos protectores del grupo familiar tienen cierta
inercia (los hijos y las relaciones sociales que implican no desaparecen con la
muerte de uno de los esposos) para los viudos y viudas, lo que explica que éstos
se maten más que los maridos, es cierto, pero menos que los solteros, en
cualquier edad.
Sin embargo, hay dos dificultades no resueltas con la segunda y tercera
regularidades. ¿Cómo explicar que la protección que el grupo familiar ofrece
intervenga, en general, con mayor fuerza en el caso del hombre que en el de la
mujer y que el grupo conyugal agrave la tendencia al suicidio de los hombres
casados de menos de veinte años y de las mujeres casadas sin hijos (Su, 196)?
En estos dos casos, parece que la totalidad de la problemática de Durkheim se
ve amenazada, ya que no existen razones para creer que el proceso de
integración se ponga a funcionar selectivamente. Si la integración del grupo
protege, entonces debe proteger a todo el mundo, tanto a las mujeres como a
los hombres, y a los hombres de menos de veinte años igual que a los mayores.
La solución provendrá de la teoría de la regulación.
La sociedad política. “Las grandes conmociones sociales y las grandes
guerras populares avivan los sentimientos colectivos, estimulan el espíritu
partidario y el patriotismo, la fe política y la fe nacional y, al concentrar las
actividades hacia un mismo fin, determinan, al menos por un tiempo, una
integración más fuerte de la sociedad. (...) Como obligan a los hombres a
acercarse para enfrentar el peligro común, el individuo piensa menos en él
mismo y más en la cosa común” (Su, 222). Utilizando, con una ligera vuelta de
tuerca de su propio método, las cifras brutas de los suicidios en Francia y en
Alemania, Durkheim explica de esta manera las variaciones comprobadas en la
cantidad de suicidios durante los años 1870 y 1871 en cada uno de estos
países.
Sigamos a Durkheim en los dos tipos de situación anómica entre los que
distingue la anomia económica y la anomia conyugal.
La anomia económica. El debilitamiento de la fuerza reguladora de la
sociedad en materia económica se marca espectacularmente durante las crisis
económicas, tanto en la fase de prosperidad como en la de recesión. Como
sugiere Philippe Besnard (1987, 109-111), únicamente se considera lo que
Durkheim denomina “crisis felices”, que surgen como consecuencia de la
brusca prosperidad de un país en la fase de boom del ciclo económico. En este
caso, existe una ruptura de equilibrio en los individuos que se benefician con
una movilidad ascendente y que ya no saben dónde ubicarse en la jerarquía
social, que desconocen qué es legítimo y qué no lo es para la satisfacción de sus
pasiones. Una situación de este tipo no se produce en el mundo moderno,
aunque éste acentúa este tipo de dificultad, ya que “desde hace un siglo, en
efecto, el progreso económico consistió principalmente en liberar a las
relaciones industriales de cualquier reglamentación” (Su, 283). El Estado ya no
es el regulador de la vida económica, sino su servidor, de ahí la creciente falta
de organización en la esfera económica. Este análisis le permite a Durkheim
explicar por qué las funciones industriales y comerciales son las más
alcanzadas por el suicidio: son las menos reglamentadas, especialmente en
relación con la actividad agrícola, todavía marcada por los antiguos poderes
reguladores y que sufrió menos la influencia de la fiebre en la que entró el
comercio y la industria. De este modo, se explica que entre 1878 y 1887 en las
tasas de suicidio por profesión aparezca un fuerte coeficiente de preservación
de las profesiones agrícolas respecto de las comerciales (1,83) y de las
industriales (1,41).
LA ANOMIA
En La división del trabajo social, la anomia caracteriza una situación en la que “la división del trabajo no produce
la solidaridad (pues) las relaciones de los órganos no están reglamentadas” (DT, 360). Esta situación remite a la
falta de contigüidad entre estos órganos, es decir, al hecho de que los órganos entre los que el trabajo se divide
no estén suficientemente en contacto o bien que este contacto no sea suficientemente prolongado (DT, 360)
como para producir las relaciones sociales necesarias para el buen funcionamiento de sociedades diferenciadas.
En El suicidio, la anomia sigue refiriendo a la falta de reglas sociales, pero el acento está en el hecho de que las
pasiones que surgen del proceso social de individuación no están contenidas por las reglas morales y que los
individuos lo padecen. Entonces, el individuo sufre “el mal del infinito que la anomia trae siempre con ella” (Su,
304).
En este caso, la anomia puede tomar diferentes formas (anomia económica, anomia conyugal o sexual), puede ser
aguda o crónica, regresiva o progresiva (deterioro o mejoramiento de la posición social). Estas diversas formas no
siempre son compatibles entre sí, como demostró el minucioso estudio de Philippe Besnard, y es conveniente
depurar el uso del término que hace Durkheim para eliminar situaciones que pertenecen más bien al fatalismo
(regulación excesiva, como sucede con la anomia económica regresiva) que a la anomia. Finalmente, debemos
mencionar que si tenemos que distinguir entre las dos definiciones de la anomia, el mal del infinito y la falta de
contigüidad, esto no quiere decir que no mantengan relaciones entre sí, ya que ambos enfoques permiten un
análisis similar de la situación del productor que se enfrenta a un mercado competitivo.
PHILIPPE STEINER.
“DE LA CIENCIA A LA ACCIÓN”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
capítulo V, pp. 73-89.
1. LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO
Cuando se interesaba por la relación entre la ciencia y la práctica social,
Durkheim tomaba un lugar en el amplio movimiento de las ciencias sociales de
su época. En ese momento muchos de los sociólogos deseaban que se
desarrollara una ciencia social que permitiera suplantar a los reformadores que
ignoraban el funcionamiento de la sociedad. Así, por ejemplo, la tercera de las
tres reglas propuestas por René Worms en los estatutos del Instituto
Internacional de Sociología planteaba lo siguiente: “Esforzarse por conocer bien
el mundo social tal como es, es lo único que va a permitir decir lo que debería o
deberá ser: hacer ciencia antes de pretender hacer reformas; saber para actuar,
pero saber antes de actuar”.1 Sin embargo, Durkheim enfocaba esta cuestión de
un modo muy especial, buscando cómo se podían vincular la práctica y la
ciencia. Para hacerlo, tenía que encontrar un camino entre dos concepciones de
la ciencia opuestas a la propia. Por una parte, estaban los que pensaban que la
ciencia no puede determinar lo que debemos querer. En este caso, la ciencia era
la explicación de las relaciones causa-efecto, pero no podía decir cuáles eran los
fines que había que perseguir. Por otra parte, estaban los que no querían
conformarse con esta prohibición y que, con frecuencia a través de la ideología
en el sentido definido por Durkheim, tuvieron una práctica reflexiva (guiada por
un razonamiento) pero pagaron el precio de abandonar la ciencia. Para
transitar su camino entre estos dos escollos, Durkheim se propuso encontrar
un criterio objetivo que perteneciera a los hechos en sí mismos y que permitiera
distinguir científicamente entre la salud y la enfermedad. Si existía ese criterio,
entonces era posible realizar el vínculo entre la ciencia y el arte social, ya que la
ciencia determinaría lo que es deseable (lo normal) y lo que no lo es (lo
patológico).
La argumentación muy densa de Durkheim tiene tres etapas: primero,
rechaza varios criterios habituales para discernir entre salud y enfermedad;
segundo, explícita su propio criterio de normalidad (lo normal es lo general) en
dos tiempos: un enfoque cuantitativo, o investigación de la normalidad de
hecho, luego una explicación teórica o elaboración de la normalidad de derecho
y, tercero, aplica este criterio tomando el crimen como ejemplo.
La primera etapa no le lleva mucho tiempo: rechaza los criterios usuales de
la normalidad (la ausencia de sufrimiento, la adaptación al medio, la
maximización de las oportunidades de supervivencia), porque estaban lejos de
ser tan precisos como se creía (por ejemplo, uno puede estar gravemente
enfermo sin sufrir y a la inversa) y porque su defecto residía en querer alcanzar
de manera inmediata la esencia del fenómeno. Sin embargo, estos criterios
podían tener un lugar en la problemática siempre que fueran considerados
elementos auxiliares en la determinación de la normalidad de derecho.
La segunda etapa es la más sustancial. Durkheim recuerda que los
fenómenos sociales pueden tomar formas diversas y, entre éstas, algunas son
generales y otras excepcionales. Éste es un criterio objetivo, fácilmente
reconocible por un signo externo. Esta idea, fundamento de su argumentación,
finaliza en el siguiente enunciado: “El tipo normal se confunde con el tipo
promedio y todo desvío en relación con este patrón de la salud es un fenómeno
mórbido” (R, 56). A esta proposición le adjunta dos precauciones importantes:
cada especie social posee su tipo promedio, su propia forma de normalidad y no
se trata de establecer una jerarquía entre ellas; la norma que define la salud de
una especie no puede contener nada de anormal, lo que quiere decir que una
especie no puede, por su propia constitución, ser irremediablemente patológica.
Dos ejemplos permiten ilustrar esta definición de lo normal. Un fenómeno
como la especialización profesional de los individuos, incluso dentro de una
profesión, es un fenómeno normal en una sociedad con solidaridad orgánica.
Un leitmotiv de Durkheim, en materia de sociología y en todo otro campo
científico, es que el tiempo de los diletantes se acabó y que el científico normal
se convierte en un especialista (DT, 5, 397). Aquí, el hecho normal es el hecho
general en el sentido en que se impone a todos los individuos que pertenecen a
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2 System of logic (1843) [Sistema de lógica inductiva y deductiva, Madrid (s.n), 1917, dos
volúmenes].
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desarrollando la idea de que nada permite creer que la tasa de criminalidad (la
relación cantidad de crímenes/población) baja cuando las sociedades pasan de
una solidaridad mecánica a una solidaridad orgánica. En suma, el crimen es
un hecho social normal de la vida social porque es un fenómeno general.
Siguiendo con la paradoja, Durkheim explica que el crimen es necesario y
útil. ¿En qué condiciones se puede concebir una sociedad sin crimen? La
supresión del crimen en una sociedad supone, sostiene, que los estados de la
conciencia social que rechazan la idea de crimen existen con igual fuerza para
todos los individuos de esa sociedad. Ahora bien, una uniformidad de este tipo
no es ni siquiera concebible en una sociedad con solidaridad mecánica. Y,
evidentemente, es incompatible con el principio de diferenciación en el que se
basa la solidaridad orgánica. En este caso, no puede existir la homogeneidad
supuesta en las conciencias individuales. Aun cuando se adquiriera esa
uniformidad y aun cuando estados fuertes de la conciencia contuvieran los
sentimientos que llevan a la criminalidad, esto no haría más que cambiar la
forma de la criminalidad. El refuerzo de la conciencia colectiva no haría otra
cosa que transformar en crimen lo que antes era considerado solamente como
una falta de delicadeza. Por lo tanto, el crimen está necesariamente ligado al
funcionamiento normal de la vida social.
Finalmente, Durkheim termina explicando que el crimen es “útil”. La
evolución de la moral y del derecho es necesaria pues, sostiene, nada es
eternamente bueno. Estos cambios únicamente pueden producirse si las
restricciones sociales no son demasiado fuertes. En el caso contrario,
opondrían un obstáculo demasiado grande para el cambio. Si carecen de esta
pregnancia, dejan lugar a la originalidad individual y, por consiguiente, a
posibles infracciones a la moral dominante. De este modo, el crimen puede
anunciar los cambios futuros, como sucedió, dice Durkheim, con el crimen por
el cual fue condenado Sócrates: la independencia del pensamiento (R, 71).
¿Qué relaciones mantiene esta demostración con el arte social? Una lectura
apresurada o malintencionada de Durkheim podría hacer creer que, como el
crimen es normal, no hay que ocuparse de él. Pero sería totalmente errónea: “Lo
que es normal, es la pareja inseparable del crimen y el castigo” (1895, en
Durkheim, 1975, II, 177). Del hecho de que el crimen sea un hecho normal no
surge que todo nivel de criminalidad sea normal. Por otra parte, según
Durkheim, esto es lo que sucedía en Francia, en donde la criminalidad se
incrementó en ese siglo en cerca de 300% (R, 66, 75). Por lo tanto, existe un
lugar para la acción y ésta recibe inmediatamente las primeras aclaraciones por
parte de la ciencia. Si el crimen no es una enfermedad, entonces el castigo no
es un remedio, su objeto no puede ser curar y su verdadera función es
diferente: por una reacción pasional, la sociedad se venga haciendo que el
criminal expíe el ultraje que le infligió a la moral (DT, 76). De este modo, el
sociólogo, al construir una teoría científica del crimen permite plantear con
claridad la cuestión práctica (que, además, es la gran preocupación de la
criminología desde la Revolución) del castigo. De este modo, el funcionario
público, guiado por el sociólogo, podrá convertirse en el médico de la sociedad
al preservar la salud o al restablecer las condiciones de sanidad (disminución
de la tasa de criminalidad) en lugar de poner los esfuerzos de un modo
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una manera intermitente, como la sociedad política, sino que siempre está en
contacto con ellos por el mero hecho de que la función de la que es órgano y en
la que éstos colaboran se ejerce siempre. Sigue a los trabajadores adonde
vayan, algo que la familia no puede hacer. (...) Finalmente, como la vida
profesional constituye casi toda la vida, la acción corporativa se hace sentir en
todos los detalles de nuestras ocupaciones que, de este modo, están orientadas
en un sentido colectivo” (Su, 435).
En este sentido, la agrupación profesional puede tener un papel integrador
y, de este modo, se vuelve un medio adecuado para hacer que el suicidio egoísta
dé marcha atrás. La agrupación profesional permite, por una parte,
incrementar las interacciones entre los individuos que pertenecen a una misma
profesión y, por otra, al favorecer los contactos entre los obreros y los patrones,
debería permitir unificar las pasiones sociales de sus miembros.
¿Qué sucede ahora con su acción sobre el suicidio anómico que, menos
importante cuantitativamente, no deja de representar una causa del aumento
de la tasa de suicidios en Europa? Es claro que esta institución sólo puede
tener un papel en lo que respecta a la anomia económica, ya que el problema
que plantea la anomia conyugal depende de otro tipo de consideración, a saber,
el refuerzo del vínculo que constituye el matrimonio, sin que, sin embargo, se
proscriba el divorcio, de manera de considerar los intereses contradictorios de
ambos sexos. El grupo profesional tiene una acción reguladora que puede
reducir la corriente de anomia que atraviesa a la sociedad moderna. Al
favorecer los contactos entre los diferentes miembros de una profesión, esta
institución podrá moderar las pasiones dentro del grupo según el lugar que
cada uno ocupa, definiendo una moral profesional que limitará las pasiones de
los individuos en conflicto o, simplemente, opuestos en términos de
competencia económica. Por otra parte, el hecho de que los individuos ya no
conozcan cuáles son las normas de justicia que deben aplicarse a su
contribución y a su participación en la riqueza social, plantea un problema
agudo de regulación social. La agrupación profesional, al organizar la vida
económica, permite que surja un acuerdo sobre el reparto de las riquezas y, por
lo tanto, que aparezca “esa ley de justicia distributiva, tan urgente” (Su, 440),
que podrá legitimar la situación jerárquica nueva que se instauró durante el
siglo XIX.
Por lo tanto, Durkheim puede concluir esta investigación señalando el
interés de su estudio minucioso del suicidio como hecho social: “De este modo,
una monografía sobre el suicidio tiene un alcance que supera el orden
particular de los hechos a los que apuntaba esencialmente. Las cuestiones que
suscita son solidarias con los problemas prácticos más graves que se plantean
en la hora actual” (Su, 450). Así, vuelve a encontrarse con un tema que era el
punto de partida de su investigación: la tasa de suicidios como indicador del
malestar social y, al buscar las explicaciones de la primera, se llega a establecer
las causas del malestar que experimenta la sociedad. Esta afirmación no es
meramente circunstancial, como queda demostrado en el prefacio a la segunda
edición (1902) de La división del trabajo social.
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PHILIPPE STEINER.
“CONSTRUIR UNA MORAL”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
capítulo VI, pp. 91-109.
Lo sagrado y lo profano
“Todas las creencias religiosas conocidas, sean simples o complejas, presentan
una misma característica común: suponen una clasificación de las cosas, reales
o ideales, que los hombres se representan, en dos clases, en dos géneros
opuestos, designados en general por dos términos distintos que traducen
bastante bien las palabras profano y sagrado. La división del mundo en dos
dominios que comprenden, uno, todo lo que es sagrado y el otro, todo lo que es
profano, es un rasgo distintivo del pensamiento religioso” (FE, 50-51). La
oposición conceptual entre ambos términos está en el centro del enfoque de
Durkheim. ¿Qué significa esta oposición?
y lo sagrado sin que este último quede mancillado por este contacto —por
ejemplo, el banquete de sacrificio que establece una comunicación entre el fiel y
su dios—. Luego, existen las transferencias entre ambos mundos. A lo largo de
la historia humana hay objetos que pueden terminar perdiendo su naturaleza
sagrada y caer en el mundo de los objetos profanos; a la inversa, a causa de la
naturaleza contagiosa de lo sagrado, objetos profanos en contacto con lo
sagrado pueden pasar de un terreno al otro.
En cuarto lugar, Durkheim asociaba un contenido emocional fuerte con la
categoría de lo sagrado, pues una de sus características esenciales era lo que
denominaba la conciencia colectiva en su primera obra: lo sagrado remite a
representaciones colectivas que son estados fuertes de la conciencia común.
Durkheim llegó a la conclusión de que existía una relación causal entre ambos
fenómenos: la sociedad tiene todo lo necesario para provocar en el espíritu de
los individuos el sentimiento de lo divino “pues es para sus miembros lo que un
dios es para sus fieles” (FE, 295). Por lo tanto, la relación individuo-sociedad
está en el origen de la relación profano-sagrado, fiel-Dios. La sociedad es la
única fuente de lo que es sagrado, de manera que Durkheim puede concluir con
esta fuerte tesis: “Entre Dios y la sociedad hay que elegir. No voy a examinar
aquí las razones que pueden militar a favor de una u otra solución, ambas
coherentes. Agrego que, según mi perspectiva, esta elección me deja bastante
indiferente, pues no veo en la divinidad más que a la sociedad transfigurada y
pensada simbólicamente” (1906, en Durkheim, 1924, 74-75). La tesis de
Durkheim es fuerte, pues no se conforma con alinear lo religioso entre los
valores sociales; sin establecer nunca una equivalencia entre Dios y la sociedad
—sabía demasiado bien que existen hechos sociales que son externos a la vida
religiosa— consideraba que los dioses son las formas simbólicas bajo las que
los hombres adoran la vida colectiva.
Junto a la función creadora de los medios sociales efervescentes, Durkheim
extrae también su función recreadora. En efecto, el esfuerzo desplegado
durante las ceremonias religiosas es intenso pero breve: ni los individuos ni la
sociedad podrían soportar durante mucho tiempo estas situaciones. Sin
embargo, para que los dioses sigan estando presentes y para que los
sentimientos que representan permanezcan vivos en la conciencia de los
individuos, éstos deben ser reavivados: “La única manera de rejuvenecer las
representaciones colectivas que se relacionan con los seres sagrados es
volverlos a sumergir en la fuente misma de la vida religiosa, es decir, en grupos
reunidos” (FE, 494). Las prácticas rituales en las reuniones religiosas sirven
como “medios por los cuales el grupo social se reafirma periódicamente” (FE,
553).
LOS RITOS
Aunque los diferentes ritos tengan una misma función de comunión social, Durkheim distingue tres formas: los
ritos negativos o ascéticos, los ritos positivos y los ritos expiatorios, es decir, marcados por la tristeza o la
inquietud.
Los ritos negativos sirven para preservar a los seres sagrados de los contactos con el mundo profano; por lo tanto,
sirven para mantener la separación esencial entre los dos dominios. El conjunto de las “prohibiciones” se
corresponde, por consiguiente, con los ritos negativos. Las prácticas de renunciamiento que están asociadas a
estas prohibiciones son fuentes importantes de la vitalidad religiosa de los individuos (FE, 442), por una parte al
preparar para el rito positivo, por otra, porque desembocan en el ascetismo, en la capacidad para soportar el
sufrimiento. La divinidad, al igual que la sociedad, exigen necesariamente perpetuos sacrificios por parte de los
individuos.
Los ritos positivos son los que permiten que los creyentes se comuniquen con su dios, como sucede en los
sacrificios o en los ritos de fecundidad. Los ritos expiatorios tienen “como objeto enfrentar una calamidad o,
simplemente, recordarla y lamentarse por ella” (FE, 556). Esta forma de la vida religiosa permite superar el
desamparo, como en el caso del duelo, pues la comunicación en la tristeza “demuestra que la sociedad está, en
ese momento, más viva y más fuerte que nunca” (FE, 574).
5. LA EDUCACIÓN MORAL
En el momento en que Durkheim explicaba que se apartaba de los trabajos que
lo habrían conducido a un análisis comparativo detallado de los grupos
profesionales, varias lecciones redactadas en este período —La educación moral
(1899), Pedagogía y sociología (1902) y La evolución pedagógica en Francia
(1904-1905)— expresaban el objetivo hacia el cual el autor se orientó con
resolución y que siguió como consecuencia en sus clases o en la conclusión de
Las formas elementales.
En sus cursos, Durkheim volvió muy explícitamente al problema
engendrado por el período tormentoso que atravesaban las sociedades
modernas en general y Francia en particular. Estas perturbaciones golpearon
también a una institución social como la educación y, más especialmente, la
educación moral. Efectivamente, el desconcierto en el que se encontraban las
sociedades se afirmaba de manera especial en este campo: “Quizás sea el lugar
en el que el estremecimiento sea más profundo y, simultáneamente, más grave”
(1898-1899, en Durkheim, 1925, 2). Por lo tanto, era urgente estudiar las
causas de esta situación, proponer un diagnóstico y orientar las energías hacia
lo que parecía ser la solución (ibíd., ver, también 1904-1905, en Durkheim,
1938, 9).
Primero, ¿qué es la educación? Es una acción que los adultos ejercen sobre
los niños de manera de “provocar y desarrollar en el niño un cierto número de
estados físicos, intelectuales y morales que reclaman de él no sólo la sociedad
política en su conjunto, sino también el medio especial al que está
particularmente destinado” (1911, en Durkheim, 1922, 51). Esta acción,
considerada de manera general, tiene una naturaleza doble: ante todo, significa
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PHILIPPE STEINER.
“EL IMPACTO DE LA OBRA”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
capítulo VII, pp. 111-122.
A partir del momento en que pudo concebir una relación de este tipo entre
la sociología y la psicología, el autor no perdería oportunidad de repetir que
“poner a la sociología fuera de la psicología individual, era simplemente decir
que constituía una psicología especial, que tenía un objeto propio y un método
distinto” (1901, en Durkheim, 1975, I, 53). Por otra parte, esta postura le
aseguró el apoyo de algunos durkheimianos, especialmente Bouglé, y permitió
que otros, como por ejemplo Mauss, vincularan psicología y sociología, el
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Sociología general
De esta sección, poco valorada por el equipo durkheimiano preocupado por la
especialización en las ciencias conexas, se encargaba Célestin Bouglé. Esta
actividad le convenía en la medida en que, entre los durkheimianos, ocupaba
un lugar aparte, tanto por su relación con la política como por su relación con
el desarrollo científico de la escuela sociológica (Vogt, 1979).
La sección abría L’Année sociologique y originariamente estaba destinada a
marcar las diferencias entre los grandes enfoques en materia de sociología, es
decir, a distinguir la sociología propiamente dicha de las filosofías sociales o de
las sociologías organicistas (volumen 1, 111). Bouglé cumplía con esta tarea sin
por eso dejar de lado lo que él veía como un acercamiento entre la sociología
durkheimiana y los sociólogos más “psicológicos”, como Gabriel Tarde o Georg
Simmel (un autor al que se refería con frecuencia y al que le daba mucha
importancia).
Además, los trabajos de Bouglé (1899, 1903, 1908), más claramente
orientados hacia los problemas sociopolíticos del momento (igualdad social,
democracia, etc.) que los de cualquier otro miembro del equipo —después de El
suicidio, Durkheim y los durkheimianos, con la excepción notable de
Halbwachs y Simiand, pusieron el acento en el estudio de las sociedades
primitivas más que en la sociedad moderna— aseguraron a las tesis
durkheimianas un cierto impacto en la materia, como se puede verificar en la
obra de 1908. En ésta, Bouglé, basándose en la concepción durkheimiana de lo
social, comenzó a criticar las tesis de moda de la sociología naturalista
(darwinismo social, antroposociología, etc.). Esta sociología naturalista, basada
en los trabajos de la biología del siglo XIX, extraía consecuencias políticas de las
“leyes sociales” establecidas de manera analógica a las leyes biológicas, de
manera que “la biología se vuelve contra el espíritu democrático” (Bouglé, 1908,
17). Tomando como fundamento la concepción del hecho social como hecho sui
generis y prolongando las aclaraciones de Durkheim sobre las confusiones
entre el reino de lo natural y el reino de lo social, Bouglé subrayaba la
autonomía de la vida social. De ningún modo había que extraer fines morales
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Sociología económica
Podemos establecer una relación cercana entre François Simiand y Maurice
Halbwachs, dado que sus trabajos se dedican a este campo. El primero era el
encargado de esta sección en L’Année sociologique y el segundo se le unió a
partir del volumen 8 (1905). Allí, con una gran cantidad de reseñas,
contribuyeron muy ampliamente al objetivo de informar que se había dado la
revista. Pero la calidad de su trabajo provenía esencialmente de que la primera
tarea que ambos realizaron juntos fue un notable trabajo pionero en materia de
sociología económica (Gislain y Steiner, 1995). En este ámbito, con la salvedad
de los agudos análisis como el del intercambio que aparece en La división del
trabajo, Durkheim no produjo nada preciso, sólo se conformó con indicar cuán
necesaria era la crítica sociológica de la economía política ortodoxa (Steiner,
1994). Estos dos jóvenes investigadores se zambulleron siguiendo esta pista:
Simiand se interesó sobre todo por cuestiones metodológicas y por cuestiones
centrales en la teoría económica de la época (teoría de los ciclos económicos,
teoría del salario); Halbwachs se orientó más hacia temas más “aplicados”
(especulaciones financieras, modos de vida de las clases obreras), pero no
menos decisivos.
Simiand —cuyas diatribas críticas son de una fuerza poco común— les
reprochaba con virulencia a los economistas “ortodoxos” no respetar los
cánones de la ciencia experimental moderna. En lugar de partir de los hechos,
de sus regularidades, partían de ideas a priori sobre lo que debían ser estos
hechos: ya no se trataba de relaciones experimentales, sino de relaciones
racionales o lógicas entre los hechos económicos. Sin embargo, Simiand no
postulaba un empirismo ateórico, aunque, a veces, algunas de sus
formulaciones, un tanto desafortunadas, dejarían creerlo: criticaba sin
miramientos la confusión teórica de los economistas historicistas alemanes.
Simiand adhería al método durkheimiano: observación razonada de los hechos
—en general considerados cuantitativamente, es decir, a partir de estadísticas—;
establecimiento de las regularidades estadísticas entre series de hechos;
investigación de las causas sociológicas de esas regularidades. Aunque se
introdujo en el molde metodológico durkheimiano, Simiand mantuvo una
originalidad, aun cuando más no fuere por el empuje con el que lo aplicó a
campos en los que Durkheim nunca se había aventurado. Por otra parte, esta
aplicación recibió el asentimiento de los durkheimianos (en primer lugar,
Durkheim, Hubert Bourgin y, sobre todo, Halbwachs luego), pero también de
economistas como Paul Cauwès o Clément Colson.
Este brío se verifica especialmente en su tesis (1904, publicada en 1907)
sobre los salarios en la industria minera. Después de haber establecido las
regularidades estadísticas que vinculan las evoluciones de los precios del
carbón a la productividad del trabajo, a los salarios obreros y a las “ganancias”
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escuela. Por otro lado, conocemos el prestigio intelectual que rodeó a sociólogos
como Halbwachs, Mauss y Simiand (los tres terminaron su trayectoria como
profesores del Collège de France). ¿Cómo explicar esta situación? El estudio
detallado de Johan Heilbron (1985) nos proporciona un elemento esencial
cuando señala que es preciso distinguir dos fracciones diferentes entre los
durkheimianos de esa época. Por una parte estaban los “profesores” (Bouglé,
Georges Davy o Paul Fauconnet, por ejemplo) que producían pocas
investigaciones originales y escribían sobre todo trabajos de divulgación, en
general en relación con cuestiones sociales y políticas del momento. Por otra,
estaban los “investigadores” (Halbwachs, Mauss o Simiand), más interesados en
desarrollar y, en todo caso, revisar, las ideas durkheimianas (Karsenty, 1997).
1 Nizan, Les chiens degarde (1923), reedición, Maspero, París, 1976, p. 97-98. [Los perros
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PHILIPPE STEINER.
“LA ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO DE DURKHEIM”.
En: La sociología de Durkheim, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1994],
conclusión, pp. 123-126.
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