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LA
REVOLUCION
INDUSTRIAL
EN EL SIGLO XVIII
E N SA Y O SO B R E LO S C O M IEN ZO S D E LA G R A N IN D U ST R IA
M O D ERN A EN IN G LA T E R R A
Prefacio Je
T . S. A S H T O N
Profesor honorario de la Universidad de Londrc»
Traducción de
|UAN MARTIN
TOMBO* . : 3 4 5 8 4
SBD-FFLCH-USP
«BUOTt&A Dt PILU."
K «nriAia
AGUILAR
)
M A D RI D - 1962
BIBLIOTECA CULTURA E HISTORIA
LA REVOLUCION
INDUSTRIAL
EN E L S I G L O XVIII
-¿•o L
21000019256
PROLOGOS
ganzl912
P R E F A C IO
que se explicaban por 5¡ mismos. P ero los comentarios del autor estaban
siempre bien ¡undados y su presentación era de una claridad admirable.
En M a ntou x nada hay de doctoral. L ejo s de parecerse al francés de
la leyenda— de la leyenda inglesa -—, que afirm a que el Sol gira alrede
d o r de la Tierra y com o garantía de ello no quiere dar sino su palabra
de honor, él, en cam bio, jamás solicita sin pruebas la confianza de sus
lectores. Tenia un conocim iento profundo de la literatura económ ica del
siglo X V l l l . incluso de los folletos y publicaciones ocasionales, y acudió
también a numerosas fuentes manuscritas. Sin em bargo, presenta su obra
com o una síntesis provisional. A diferencia del célebre historiador del
sitio de Rodas, estaba dispuesto a revisar sus conclusiones a la luz de
las investigaciones ulteriores; para convencerse de ello basta comparar
con el texto original, de 1906 la presente edición, que reproduce la edi
ción inglesa de 1928 revisada p or el autor. A l rendirle este breve ho
m enaje nos sentimos autorizados por esa amplitud de espíritu para
señalar algunos puntos sobre los cuales ciertos historiadores recientes
han expresado juicios que difieren de los suyos. Mas digamos en prim er
lugar que todos estos puntos son de importancia secundaria.
El capítulo relativo a los trastornos sobrevenidos en la agricultura es
uno de los que m e jo r iluminan el lema. Inglaterra tiene su m ito del
yeoman co m o Francia— si se nos permite decirlo— tiene su mito del cam
pesino. Es posible que la plena propiedad de una parcela de tierra sus
cite el espíritu de independencia y otras virtudes viriles. P e ro — com o ha
establecido m uy bien M . M antoux— las lamentaciones sobre ala decaden
cia de la yeomanry» han sido excesivas, lo m ism o que se han exagerado
las consecuencias de las enclosures. La mayoría de los pequeños propie
tarios habían abandonado el cultivo o se habían convertido en arrenda
tarios— generalmente acrecentando sus tierras— antes que comenzase lo
que a veces se ha llamado, desafortunadamente, la revolución agraria.
D e m uy otra manera sucedió con los que tenían sus tierras en arriendo
o los squatters, cuyos títulos dependían de la costumbre y n o de la ley.
Las enclosures fueron un duro golpe para ellos. L o que queremos seña
lar es que los historiadores de hoy son menos severos que los de la
generación precedente para con las comisiones parlamentarias y los co
misarios de enclosures. Estos parecen haber juzgado escrupulosamente
según la ley, si no según la equidad.
L o que se leerá más adelante sobre el perfeccionam iento de las téc
nicas agrícolas apenas podría decirse m ejor. A lo más desearíamos aña
dir que feth ro TuM nos parece hoy, b a jo ciertos aspectos, más reaccio
nario que reform ador, y que otros nom bres han venido a alargar la lista
de los innovadores al lado de los de Arthur Young, Coke y Townshend.
PREFACIO X III
nlf ii cm/ni. ) los sueños d e im perio de los ingleses no son ya lo que eran.
u\ 'd luiy peor agua que el agua estancada.» En Historia nada es nun
ca definitivo. El tiempo modificará todavía nuestros puntos de vista
*¡díte la revolución industrial. P ero, repitámoslo, por su amplitud a la
• que p o r su precisión, este lib ro es. y seguirá siendo sin duda, la
ntejitr iniciación a la historia económica que existe en ningún idioma.
( Unió obra de consulta, su papel es permanente. Este prejacio nos ha
dcfutimlo una feliz ocasión de releerlo desde la prim era a la última
pnffliui \ de apreciarlo m e jo r que nunca. Conserva una lozanía sor-
pirndrnlc, ) — lo hemos com probado más de una vez— las conclusiones
tic iiiihuns recientes, que se creían nuevas, eran ya las de Paul Mantoux.
' i < lib io rs. en este dom inio, una de las raras obras que con justicia
te pueden llamar clásicas.
T. S. A sh t o n .
Septiembre de 19¡7.
\
PREFACIO DE LA SECrUNDA EDICION
P a u l M aixtoux .
7 <lo <n**m (Ir 1927.
MAN'rotrx.—-n XVII
INDICE ANALITICO DE MATERIA!»
PARTE l
LOS ANTECEDENTES
I »D I I A ANTICUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION ...................................................... 25
I Mi industria de la lana, tipo de la antigua industria. Su an
tigüedad, su importancia, su situación privilegiada. Abundancia
da documentos a ella convenientes ..................................................... 25
II. Dispersión de esta industria: en toda Inglaterra, BCgim el Tour
■In Daniel Defoé (1724-1727); en el Interior de una región: e je m
plo» de Norfolk, de Devonshlre y de Yorkshlre; en una localidad:
la parroquia de Halifax ....................................................................... 28
MI Su organización: varia con el grado de concentración. El sis
temo doméstico en el West Riding : Independencia del maestro ar-
luMtiioi alianza de la pequeña industria y la pequeña propiedad ... 35
IV Papel del capital com ercial: su embargo gradual sobre el ám-
lillo de la industria,— i o s comerciantes-manufactureros del Sudoeste.
poMMKlores de las materias primas y. luego, del utllaje.— El trabajo
a (tmiilcUio, combinado, a menudo, con la agricultura.— Desarrollo
il» la» empresas capitalistas en la Industria de las lanas peinadas.
Iiedurldo número de los m anufactureros: el manufacturero es, sobre
Ualu, iui comerciante ...................................... ..................................... 40
V l<a condición de las clases industriales.— El maestro artesano :
•vi holgura relativa.— Los o b re ros: la tasa de su salarlo se rebaja
a lliodtda que desaparece su independencia.— La diferencia de las
condiciones señala las etapas sucesivas de la evolución económica. 48V
I
VI Uin conflictos entre el capital y el trabajo.— El divorcio entre
el productor y Iob instrumentos de producción separa y opone
a las clases industriales.— Coaliciones pemanentes de los peinadores
do la lona y de los tejedores del Sudoeste.— Orígenes del trade u iiio
nlamo.— Ejemplos sacados de otras Industrias: los obreros sastres,
«
XXI
XXII INDICE ANALITICO DE MATERIAS
PARTE II
GRANDES INVENTOS
Y G R A N D E S EMPRESAS
I- I'-I- MAQUINISMO EN LA INDUSTRIA TEXTIL ................................................... 173
I Distinción entre la m áquina y la herram ienta: y entre el uso
i|e la» máquinas y el maqum ism o.— El telar de hacer punto: el
molino de torcer la seda. Efectos de tales Invenciones: empresas
capitalistas: la fábrica de los hermanos Lambe 11718).— Esbozo de la
liran Industria: por qué quedó Inacabada .......................................... 173
II. La industria del algodón en Inglaterra; sus orígenes.— Prohi
biciones dictadas, en 1700 y 1719, contra los tejidos estampados
de la India, la benefician, a pesar de los recelos de la Industria
do la lana.— Terreno favorable ofrecido por el condado de Lancáster
para el crecimiento de esta Industria ................................................. 181
III La Industria del algodón antes del maqumismo.— Carácter em
pírico y práctico de los primeros Inventos.— La íantsdero roíante
fin John Kay 11733). Ai acelerar el tejido, rompe el equilibrio entre
liberaciones complementarias de la Industria y plantea el problema
ilu la hilatura mecánica .......................................................... ............ 188
IV. La primera m áquina de hilar.— John Wya.tt: tai Invención (17381.
lili asociación con Lewis Paul. La patente do 1738.—Empresas ludtis-
IHales de W yatt y Paul: su escaso éxito ........................................... 194
V. Haigreaves inventa la «jen n y » (1765)— Sus desazones. Pero el
uso de su m áquina se extiende muy rápidamente por el norte de
Inglaterra.— Transición entre la pequeña producción y la grande ... 201
PARTE n i
M A P A S Y [-'[GURAS I
MANTOtJX — l
INTRODUCCION
3
1 INTRODUCCION
II
~tl hemos insistido tanto sobre nociones casi triviales, y que debe-
1 U 11 serlo más todavía, es con el fin de no dejar subsistir ningún
»obre lo que entendemos por la expresión gran industria. La
no es inútil, pues su sentido en el uso común es bastante
tiiiiíiiso y variable, y los esfuerzos intentados para fijarla en una fórmu
la ilnllnillvn no han llegado hasta ahora a nada satisfactorio. Se ha
111111 it11 >1,111 distinguir entre la pequeña y la gran industria según la di-
iiiiinlón do los mercados a los que van sus productos: la pequeña
linlii«liIn sería la que abastece el consumo de una localidad o de una
irgli'ni |nti*o extensa; La gran industria, la que trabaja para un mercado
n.a Iniiid o internacional1. Esta definición no es en sí misma inacep-
lidilr tiene el mérito de poner en evidencia el papel esencial del ele-
luwitii comercial en La evolución económica. Pero se aparta de la acep-
i tfiii aoiriente, que, aun siendo sin duda bastante vaga, no se presta,
wn|t«iO, a una interpretación arbitraria. A nadie se le ocurriría incluir
mi In gran industria la fabricación d ^ tapices, tal como tiene lugar en
iniiutipa días en Turquía o en Persia; sin embargo, los tapices de
Milenio se venden en el mundo entero. ¿Se dirá que la gran industria
r i latín en Corinto en los tiempos en que la alfarería fabricada en el
Inliiiii se extendía por todos los países del Mediteráneo? Es que el tra
ba jn ejecutado a mano en pequeños talleres, por artesanos cuya habili
dad individual remedia los defectos de un utilaje primitivo, es, a nuestro
pMiacer, todo lo contrario de la gran industria. Su expansión exte-
ilor no es. pues, lo que la caracteriza esencialmente, sino más bien su
m Kitii ¡/.ación interior y su técnica. Es ante todo, como ya hemos dicho,
nimio régimen de la producción.
Mita aquí nos aguardan nuevas confusiones; porque la evolución
Iiii IiioI i ial tiene fases numerosas, que, por lo demás, se siguen en una
imln continua, en la que solo la abstracción puede señalar Límites pre
ciso»; según que se elija como punto de partida una u otra de entre
l*llii», el advenimiento de la gran industria se encuentra adelantada uno
n Varios siglos. Nosotros la hemos colocado en Inglaterra, entre 1760
y 1800; pero si hay que creer a ciertas obras recientes, o al menos a
»ll» lílu los2, la gran industria habría existido en Francia cien años
untes, desde el reinado de Luis XTV. ¿Es esto una contradicción o un
malentendido? Es lo que debemos examinar.
/ L íi gran industria que ha estudiado Cermain Martin no es, como se
1 Mit.iuun. A.: «De la vie industrielle en France depuis le xvn* siécle», Revue ^
(t* Synthése hislorique, III, 335.
a Mmitin. Germai n: L a gratule industrie en France sous le regne de <
Loui» XIV (1898); Cill Eüls, A. des; Histoire et régime de la grande industrie
iwx XV11‘ et XVIIfe siécle: (1900).
INTRODUCCION
1 Sobre las medidas tomadas por Colbert para atraer a Francia a los obreros
V fabricantes extranjeros, véase oh. cit., cap. V, págs. 60 y sgs. Hizo venir pañeros
tic Holanda (págs- 68-71), hojalateros de Alemania (págs. 71-75), ingenieros de mi
na» de Suecia (pág. 75), vidrieros y encajeros de Venccia y de Milán (págs. 76-79).
í l,a grande industrie en Frunce sous le régne de Louis XIV, págs. 10-11.
3 lbíd., págs. 67-69.
* G. Martin da cierto número de ejemplos, entre otros el de los estableci
mientos de Clermont, de Sapte y de Conques, que tenían el monopolio de los
paños finos en el Languedoc, pág. 12.
i
10 INTRODUCCION
III
1 DefoÉ, Daniel: A tour through the whole islami of Great Britain, II, 59.
El único de estos hechos que se ha podido verificar es el de la donación para la
construcción de la iglesia parroquial: está inscrita en d testamento auténtico de
John Winchcombe, lechado en 1519. A siilcy: Introductíon to English economic
history ami theory, trad. fr„ II, 277.
3 Deloxf. t, Thotnas: The story of John Winchcombe, commonly catted Jack
of Newbury. Londres, 1597. Este libro tuvo numerosas reediciones, bajo el título
un poco modificado de The pleasani history of John Winchcombe, in his younger
years called Jack of Newbury. Hay que señalar que su publicación tuvo lugar:
cerca de ochenta años después de la muerte de su héroe.
3 Deloney, Th.: The story of John Winchcombe, pág. 37.
INTRODUCCION 13
rv
1 En realidad, habría que adelantar mucho esta fecha. Según Doren, ob. cit,
páginas 2 2 y siguientes, el elemento capitalista aparece en la industria florentin
desde únales del siglo xnt. Véase también B r e n t a n o , Lujo: D ie Anfange di
Modtrnen Kapitalismus, (1916), pág. 199.
3 Das Kapital, 1, 335 (3.* ed.l.
* "El modo fundamental de la produccién capitalista es la cooperación, cu^,
forma rudimentaria, aun conteniendo el germen de formas más complejas, n
solo reaparece en estas como uno de sus elementos, 6 Íno que se mantiene tambié
al lado de ellas como modo particular.» Esla especie de cooperación, que tiene po
base la división del trabajo, reviste en la manufactura su forma clásica y preda
mina durante el período manufacturero propiamente dicho, que dura desde me
diados del siglo xvi aproximadamente hasta el último tercio del xvm. Ibid. Som
bart define la manufactura como Marx. Pero admite que, si con frecuencia es u:
estado de transición, a veces es también un término definitivo; da como ejemplo
la industria cerámica y la fabricación do muebles de lujo. Véase Der Modera
Kapitalismus, I, págs. 38, 4142.
INTRODUCCION 15
KmitU, Adam: Inquiry into the nature and causes oj the wealth oj nations,
• 'I Mil o Culluch, pág. 3. Otro texto que puede ser comparado con el de Adam
‘ iillili, y que es tres cuartos de siglo anterior: «Un reloj es un objeto de una
lii ill complejidad y es posible para un solo artesano hacer todas sus partes y
i ii-1111 1>111 ti a s a continuación. Pero supongamos que la demanda se hace lo bas-
-ula inerte como para dar constantemente trabajo a tantas personas como piezas
L a división del trab ajo ha servido tantas veces de tem a a las di I ■i», u ii liiglóa, nuestro térm ino de gran industria, es la de fa c to ry sys-
1 111
sertaciones de los econom istas que es casi inútil añadir nada. Por L I I ii palabra, factory designa una fábrica, un taller. A m ediados
dem ás, la precisión y l a ~rapidez gradualm ente adquiridas por los ohr( t tii l elg I11 xvm conservaba tod avía el sentido exclu sivo de la pala brF
ros especializados y su efecto sobre la producción, ya habían sido ad (i.imn ni c o n . la que está em parentada: fa ctorerie, e s decir, factoría, a l-™
vertidos desde su origen por los fundadores de las prim eras m anufactu mi ■HiAlt , de pósito * Cuando aparecieron las prim eras fábricas, no se
ras. A ntes que Adam Smith, antes que el autor de las ConsideraciorUÍ ln<* di migué en un principio con este nombre, sino con el de m ilis, m o-
sobre el co m e rcio de la\ In d ia , habían observado que «introduciendo ei 1 IrniXl h> que llam aba la atención era la gran rueda sob re el río, pare
el trab ajo m ás orden y regularidad, se llega a hacerlo en m enos tiem ' Id'1 n la de un molino de h arina. Por otra parte, la palabra m ili , to
po y con m enos m ano de obra, y por consiguiente a reducir su precio» ■' na irnfu inm acepción cada vez m ás amplia, acabó por convertirse casi en
¿Cómo distinguir la m anufactura, que corresponde a un grad o "iiiÓMÍHiii de m áq uina 3 A sí, el taller, el molino, la m áquina venían a
tan avanzado de la evolución económ ica, de la gran industria m oderna! el 1 id fíimii■ lo mismo. E n los últim os años del siglo X viii las dos pala-
P a ra M arx, com o p a ra la m ayoría de los q u e han exam inado est¡ 1 s m n1 t | 1 y factory se em plean casi indistintamente A A m bas s e en-
cuestión, el carácter distintivo de la gran industria es el uso de m aqui ■ n* úfuMn m el texto de la prim era ley para la reglam entación del tra-
nas. D espués de su capítulo sob re la D iv is ió n del trabajo y la maní 1 " ‘ I■ - 1 1 1 lag fáb ricas 5 L a expresión factory system aparece, desde 1806,
fa ctu ra , el siguiente lo titula: M a qu in ism o y Gran Indiwtrio. Dediú mi cI hdorme de una com isión parlam entaria sobre la industria de la
larg as consideraciones a las m áqu inas y a su papel económico. Defin 1 ‘Uro ", 11 in que la idea de m áquina parezca necesariam ente ligada a ella.
la fáb rica como «un taller en donde se emplean m áq u in as»: se ptiet; I' ' n i hueln 1830, cuando se hace de uso corriente, Ure, en su F i i o m f la
reconocer en ella todavía la división del trab ajo que reinaba en la mí '1' ■ I nd m tria, la define a sí: «E l sistema de fáb rica (fa c to ry Sy Stem )
nufactura, pero llevada hasta el límite por estos auxiliares atitomáfi di'el ¡pin In cooperación de diversas clases de obreros, adultos y n o ad ul-
cos, que equivalen por la fuerza m aterial a un número inmenso d I■'« qun se cundan con su trab ajo asiduo un conjunto_de m áquinas pro-
ob reros, y que cumplen su tarea con una precisión infalible. Segú I111 l 'Milii a las que se im prim e un m ovim iento ^ ¿gu laj m ediante una,
HGbson 3, son las m áquinas las que, al reem plazar a un utilaje relat lili 1 tu motriz central» 7 "Por último, en 1844, tenemos una definición
vamepte simple, han aum entado en proporciones considerables el cí mIla bd y legal concebida en los siguientes térm inos: «U n a fáb rica (f a c -
pital fijo de las em presas^ las que, por la aceleración form id ab le datj 6 1 1 7 ) nM un loca l donde se tra b a ja por m edio de m áquinas m ovidas p or
a la producción, acrecientan cad a vez m ás el capital circulante, y 1 a I I lni‘!7.n del a g ua, del vapor o de cualquier otro agente m ecánico,
que, en consecuencia, han hecho la dirección de las industrias cada ve ........ prnparar, m anufacturar, acabar o tran sform ar de alguna m anera
m ás inaccesible al obrero sin capital y determ inado el régim en socií • t elgodun. la lana, la crin, la seda, el lino, el cáñam o, el yute o la e s-
contemporáneo 3 Otro autor nos muestra que una organización del tra 1 1 ipil n *,
cierto grado de civilización y de prosperidad m aterial 4 P ero un elí 1 lín el sentido que todavía tiene en el Diccionario de Johnson. Es posible
qn . lar(ory deba su sentido actual a la palabra manufactory, manufactura.
m ento nuevo aparece a finales del siglo x v m , es el m aquinism o, y si Rlemplo, las expresiones paper mili, silk mili, etc.
aparición m arca una época en la h istoria económ ica del mundo. ' * En |n obra de AlKtN, p. ej., A descripion o/ the country from thirty to
L a s palabras m ism as parecen atestigu ar esta identidad íundamenti Ii■! í i mííiM round Manchester, 1795, una hilatura de algodón es casi siempre !la-
entre la gran industria y el m aquinism o. L a expresión que m ejor trs lli*dti 11 1 /IM mili. Véase E den: State of the poor (1797), II, 129-30.
_______ “ ^ * I- Cc°. II1, c. 73 0802). An act lor the preservatíon of the health and
l iarnt n of uppi-mtices employed in cotton and other milis and in cotton and other
ciones sucesivas. Se encontrará en Kail Bücher, Entstehung der Volks-wirtschi la e lr t r l a »,
(2."' ed.. 1898) un estudio completo de la división del trabajo, con la clasificad ^ Nfiport fr°m the select committee appointed ro consider the state of the
sistemática de los hechos que entonces se le relacionaban. iHellan tnnnu facture in England (1806), pág. 8 : «En el sistema de fábrica
1 Considerations upon the East India trade, pág. 69. m li-fur}' ,1yu emb el P_atruno, que a veces posee un capital muy grande, emplea
2 H obson, J. A.: Evolution oj modem capitalism, pág. 40. >II lllm 0 vuri° s edificios o fábricas, bajo su vigilancia directa o la de capataces,
J «El principal factor material de la evolución capitalista es el maqumismo Hll mirnnio de obreros más o menos considerable, según la importancia de sus
la complejidad y el número creciente de las máquinas empleadas para la fabt linUiiit|i)l,n
cación y el transporte de las mercancías, así como en las industrias extractiva ' IJilK, A.: Philosophy of Manufactures, pág. 14.
es el gran hecho que caracteriza el desarrollo de la industria moderna.» Ibíd II Víol.oria, a I5 (An Ast to amend the laws relating to labour in factories,
págs. 5-6. . luí1 1 fidi lftW . Hay que nota: que esta definición legal solo concernía a las ro
4 CooKE T aylor, R. W.: Factory system and factory acts, pág. 29. dilnliliu le xI ilcs. '
I m iií< iu x .~ 2
18 INTRODUCCION
l.i uiunufiK I uta y la gran industria, e insistir sobre los rasgos que
f ano i'iiiniinrs más bien que sobre los que las distinguen: «E n
ttiniMilii. timi escribe Held— se acabó ya la independencia del obre-
Wl m el Inlruior de cada establecim iento se desenvuelve ya una intensa
ifltdaldM del trabajo, que tiene por efecto hacer perder sin rem isión al
mImíoo « ii eiinocimiento general de la técnica.» Pero ¿llegarem os a de-
•It ipie <'ln diferencia entre la m anufactura y la gran industria no es,
Mt aintirt dt> una im portancia e s e n c ia l? » 1. En ninguna parte la suce-
l|Atl di In» fenómenos es m ás continua, m ás insensible, que en el orden
H’inii-niU a, ('He dominio de la necesidad y del instinto: toda clasifica-
i jnii bula distinción de especies y de épocas adquiere, aquí forzosam en
te un iilléntcr m ás o menos artificial. N ad a lmy m ás alojado de esas
huí inri clavas, tan elegantes, tan arb itrarias de la sociología de-
i|iH m IV i o existen y se pueden discernir fácilmente, a pesar de la
íhlqnMt iln su s contornos, ciertos gru p o s de hechos que form an cuerpo
I ipi por el lugar relativo que ocupan, dan su fisonom ía a los gran-
rilí1- |n'i lodos de la historia económ ica: b asta para definir cada período
i-1 mu tendencia predominante, to n an geb en d , según la expresión
itl* lle h l*. Por lo dem ás, al tiem po que nos esforzam os en distinguir y
MiMi li iizm estas fases sucesivas, no podemos olvidar que. después de
(ttdo no Mmi m ás que los m om entos de una m ism a evolución.
lllln, A.: Zmei Bücher :ur sociulen Grsrbtchle F.nglands, págs. 514-45.
• Mil II'MU casi a confundirlas. Después ríe la industria de. jamilia (Familienindus-
titr produce ¿¡reciamente para el uso; rl oficio maminl tllandwerk), domi-
“ í-. ,h I iii ipieño artesano libre, y ]a industria a domicilio (Hausindustrie), en
-tu. 1 1 librero trabaja en su casa, pero para un palrono, Hrlrl reúne bajo el nom-
I- <b industria de las fábricas ( Fabrikindustrie) todas las formas de explotación
i i|ti> bis locales, el utilaje y la dirección están en manos riel capitalista (pa
rí na» ill l.'l). Esta clasificación es. por lo demás, bastante defectuosa: si se con-
ilo i el utilaje y la producción, el término único de industria de las fábricas
lliMifii ienle: si se consideran solamente las relaciones entre el capital y el
- i|iw|ii< In industria a domicilio no debe clasificarse aparte: es ya una industria
qillulUlu. Lo que Helcl llama Hausindustrie se designa con frecuencia con las
. lulo a» i|e fábrica colectiva. G. Renard ha propuesto, para reemplazar esle tér-
. Iiiii ii|ttivoen. la expresión más justa de fábrica tlispersa («Coup d’oeil sur
l ¡i*nliiinin dit trnvail dans les quatre dernifrs sieVtcs», Rei ne Politit/ue et Parla-
\íl°nlnin\ I0 (lie. 1904, pág. 522). ,
’ IIi.i.o, Zwei Bütlter, pág. 414. Inclusive podría sostenerse que la manufactu-
i ■ Un bu sido nunca tonangebend.
20 INTRODUCCION
1 Véase SsrtTH, Aclam, lib. I. cap. II, Del principio que drt origen a la di vis
del trabajo, y cap. III, Que la división del trabajo está limitada por la exlens
del mercado.
INTRODUCCION 21
1 Charle» Beard, autor del interesante libriio publicado con el mismo título
<|Mn horcioB adoptado nosotros (The industrial revolntion, Londres, 1.* ed. 1901;
ti,* nl„ 1 002), vti más lejos aue Toynbee: muesira—con razón—cómo la revolución
lihliifltriul so ha prolongado a través del siglo xix y hasta nuestro tiempo.
22 INTRODUCCION
LOS ANTECEDENTES
t
CAPITULO I
25
26 PARTE I : LOS ANTECEDENTES
1 Y oiw e, A .: The farmer’s letters to the people of England, pág. 22. Sqj
encontrarán ejemplos de expresiones líricas empleadas por los escritores inglese»
en los siglos XVII y xvnr, a propósito de la industria de la lana, en el artículo!
tle H asbach «Zur Charakteristik der Englischen Industrie» ( Jahrbuch fiir Ge-
setzgebung, X X V I, 162, 1902).
2 Sobre la legislación relativa al comercio de la lana, véase H. H eaton : 77t<
Yorkshire Woollen and Worsted Industries, cap. XTI («T h e State and Industria'
Morality in the Eighteenth Century»).
I| W ANTICUA IND USTRIA Y SU EVOLUCION 27
rlt -ii 1111iini'l11. nni |)or este medio cómo los individuos o los grupos
l|p liiilklilmiH diwnoBOs de poner en evidencia tal o cual hecho, de pro-
ftiiiii luí o ciiiiI intervención en su favor, se dirigían al público o al
1‘ iti lililí ntn INo Imy cuestión de alguna importancia que no haya sido
|lM|i|li dn iml n lu atención general y discutida con miras a una solución
(iMtilli'ii l',n iikIii inmensa biblioteca de folletos, la industria de la lana
piuili 11 Ivlndicur por su parte una sección muy vasta. Nada de lo que
L i mii lci nn Im sido olvidado; se alaban sus progresos, se deplora su
líptrlduni ln y Imy mil informes contradictorios que mezclan los hechos
4 | il 11|i'im i.um invenciones interesadas: se trata de permitir o de prohi-
hll til fijin i tución de la lana, de fomentar o de impedir el desarrollo
|W Iiia 11Inn11 facturas en /Irlanda, de reforzar o de abolir los antiguos
l^lamniliiM de fabricación, de promulgar penas nuevas contra las prác-
Ih'itn |un(4iidiis como perjudiciales a la industria privilegiada, sagrada,
Ibi iI‘|'IIiIi*. I'ii cuanto al lugar que ocupa en los documentos parlamen-
Imltii, Im eiintirlad innumerable de peticiones presentadas por los pa-
ItniiM luí* obreros, los comerciantes, que nos han sido conservadas
»■« bi’i iilnnlados de la Cámara de los Comunes y de la Cámara de los
|iiier pudo nos puede dar una justa idea de ello el recuento de estas
tolí-i'iiliiiiuK imponentes. La industria de la lana tuvo muy pronto sus
l<M >il liidoíes i , e incluso sus poetas, pues el Toisón que canta Dyer 2 no
M i'li huido alguno el legendario vellocino de oro, sino el de los car-
peí u. Ingleses, del que se hacen los paños de Leeds y las sargas de
| ii lio Id suco de lana que, ante el dosel real, bajo el techo dorado de
I# Crtiii/ini de los Lores, sirve de asiento al Canciller de Inglaterra
fhp t"i un vmio símbolo.
V lun ojos de los ingleses— basta el día en que un nuevo sistema
flfc | inducción vino a transformarlo todo y a cambiar las ideas junto
pittt lu í cosas— la prosperidad del país tenia ñor alimento esencial la
Ihiiud.lilL de la lana. Orgullosa de sus tradiciones seculares, ya flore-
Mi'lili' miiiiiiIo apenas existía el comercio marítimo de Inglaterra, resu-
llfbt i'li ni el trabajo y las adquisiciones de un largo pasado. Los carac-
Ih iii# i pin conservaba casi intactos en 1760, y que todavía subsistían
mi pmlii en 1800, eran los que el pasado le había legado; su evolución
Re i li'i linilui, por así decir, al lado de ellos y sin destruirlos. Definir
t'i»I/)>■ i'tunrlores y explicar esta evolución es describir, en sus rasgos
ju Im IpiiIcH, el antiguo régimen económico.
II
1 Defoe, Daniel: A tour ihrough the whole i si and o j Great Britain, 1724, |
3 voU. (2.a ed. en 1742. 3.a en 1748). Compárele con la distribución geográfica
de la industria de la lana en diferentes épocas, según L ipsON: History of thet
Wooüen and fForsted Industries, págs. 220-55 (con un mapa).
* Defoe: Giving alms na charity, pág. 18. A finales del siglo xvm estos
yeonun y su industria babían desaparecido casi completamente: véase Edén, F.:
State of the poor, II, 283 (1797).
3 Defoe: Tour, I, 20, 43, 53: Brome: Tratéis over England, Scotland and
IVales, pág. 119; A journey through England, 1, 17.
1 Duninow, Braintree, Thaxted, Coggshall.
4 Defof.: Tour, I, 90: Y ounc. A.: A six toeeks'tour through the Southern
counties of England and Waies, pág. 55 (1768).
6 D efoe : Tour, I, 91.
i: I.A ANTICU A INDUSTRIA Y SU EVOLUCION 29
del pasado '. Era una choza con accesos a menudo malsanos, con ven
tanas raras y estrechas. Pocos muebles y aun menos ornamentos. La
pieza principal, y a veces única, servia a un tiempo de cocina y de
taller. En ella se encontraba el telar del tejedor, dueño de la morada.
Este telar— que hace cincuenta años todavía se veía en nuestros
campos— había cambiado poco desde la antigüedad. Los h¡los/que fo r
maban la urdimbre del tejido se trenzaban paralelamente sobre un bas
tidor doble, cuyos dos marcos se elevaban y se bajaban alternativa
mente por medio de dos pedales; y cada vez el tejedor, para hacer la
trama, pasaba la lanzadera de través, de una mano a la otra. Desde
1773, un dispositivo ingenioso *1
2 permitía lanzar y recoger la lanzadera
con vina sola mano; pero este perfeccionamiento so difundió bastante
lentamente3. El resto del utilnje era más simple todavía. Para cardar
se utilizaban cardas de mano, una de las cuales estaba fija sobre un
soporte de madera4. Para hjlnr se empleaba la rueca movida a mano
o a pie. en uso desde el siglo x v i 5, y muy a menudo incluso el torno y
el huso, tan antiguos como la industria textil misma. El ncoueño pro
ductor podía procurarse sin dificultad todos estos_ instrumentos poco
costosos. Tenía a su puerta el agua necesaria para desengrasar la lana
y lavar el paño. Si quería teñir él mismo la tela que había tejido, una
o dos cubas le bastaban. En cuanto a las operaciones que no era po
sible ejecutar sin una instalación especial, que acarreaba gastos dema
siado elevados, constituían el objeto de empresas particulares; por
ejemplo, para prensar y carduzar el paño, había molinos de agua a
los que todos los fabricantes de la vecindad llevaban sus piezas; se los
llamaba molinos públicos, porque cada uno podía hacer uso de él me
diante una cuota convenida ".
A la simplicidad del utilaje respondía la de la organización del tra
bajo. Si la familia del tejedor era bastante numerosa, resultaba sufi
cien te para todo, y se repartían entre sus miembros las operaciones
1 Véase WmcHí, (laroll D., citado por Cooke-Tavi.oii, R.-W: The modern
factory systcm. pág. 422: «Amontonada en lo que la | k>cs(d llama una quinta y
la historia iinu cabaña, la familia del tejedor trabajaba y vivía sin comodidades,
privada de alimento sustancial y de aire |iuro..,« Véase tambiói ITeato:w H.: The
Yorkshire IFoollen and IPorsted lndnstrie.s, pág, 319.
3 La lanzadera volante (fly-shttltle) de Juliii Kay. Sobre este invento, cuya
Importancia es capital, véase parle II. cap. L*
3 En la región de Maneltcsicr la fly-shuttlc tío se empleó corrientemente
más que a purlir de 1760. B dtterwoutu, V. E.: llist. of Oldham, pág. 111.
4 Véase* Encyclopédie méthodique, Manufacturas, 1. arl. «Pañería». Los pro
cedimientos eran aproximadamente idénticos en l'rnncia y en Inglaterra.
3 Jamks, J .: HUI. of the vrorsted manufacture, págs. 334-35. La descripción
completa de los procedimientos de fabricación anteriores a la revolución indus
trial llena todo un capitulo del libro ya citado de II. Heaton, págs. 322 a 358.
c En 1775 habla un centenar de estos Public milis en la parroquia de Habías.
Véase Bainks, Th.: Yorkshire, past and present, IV, 387. El desenvolvimiento del
maqumismo tuvo al principio como efecto el multiplicarlos. Keport Irom the se-
lect commiltee on woollen manufacture, págs. 5 v 9.
)
Media, que ha permanecido casi intacta hasta el umbral del siglo XIX L
Y nada indicaba que estuviese en vías de desaparición. Su produc
ción, por muy fragmentada que estuviese entre tantos pequeños talle-
res, no dejaba de ser. en total, muy considerable. En 1740. el distrito'k
occidental de Yorkshire, donde florecía la industria doméstica, producía
cerca de 100.000 piezas de paño; en 1750, cerca de 140.000: en 1760,
la guerra contra Francia y sus consecuencias comerciales hicieron des
cender esta cifra a 120.000; ]>cro en 1770 ascendía de nuevo a 178.000.
Progreso relativamente lento si se lo compara con el del período si
guiente, ¡tero progreso marcado, continuo, tpie correspondía a la ex
tensión gradual del mercado 2. Porque sería un error creer que esta pe
queña industria era una industria completamente local, sin salidas ex
teriores. Desde las lonjas de Leeds o do dnlifax, adonde el artesano
venía a traer personalmente la pieza que liahÍR tejido con sus manos,
los paños de Yorkshire se esparcían por toda Inglaterra3; se los ex
portaba con destino a puertos holandeses, n los países del Báltico, y,
fuera de Europa, hasta las escalas de LcvantL* y las colonias america
nas. .Es precisamente esta extensión comercial lo que hará inevitable la
transformación de la industria.
IV ^
más añadían a ella la ganancia que les procuraba algún trabajo indus
trial: hilaban o tejían la lana, el algodón o el lino» x. En las cercanías
de Leeds «n o había ni un arrendatario que se ganase la vida únicamen-
tg-cultivando la tierra: todos trabajaban para los pañeros de la ciudad» 2.
y fí.a agricultura y la industria estaban a veces tan estrechamente liga
das entre sí, que todo aumento de actividad de una parte suponía una
disminución equivalente de la otra. Solo en el invierno, cuando el tra
bajo de los campos se interrumpía, se podía oír en todas las chozas,
al amor de la lumbre, el zumbido diligente de la rueca. En la época de
la recolección, en cambio, la rueca descansuba, y los mismos telares, por
falta de hilo, cesaban de golpear: «Desde tiempo inmemorial, dice el
preámbulo de una ley de 1662, so lia conservado la costumbre de inte
rrumpir cada año la tejeduría durante la recolección, a causa de los hi
landeros que proveen de hilo a los tejedores, y uno, en esta estación,
se hallan ocupados todos en las labores del campo» 3.
Si el comerciante era rico y compraba la lana en grandes cantida
des, se veía obligado a enviarla, para hilarla a poca costa, hasta gran
des distancias, a veces a quince o veinte leguas4. Tenía corresponsales
que se encargaban de distribuir la tarea: a veces un arrendatario, a
menudo un tabernero de aldea. Este sistema, por lo demás, tenía incon
venientes: el tabernero se dirigía a su clientela ordinaria, y, com o le
interesaba no descontentarla, no se mostraba demasiado exigente sobre
la calidad del trabajo: los pañeros se quejaban a veces de e llo 1 5. Por
4
*3
su parte, el pequeño fabricante también se veía obligado, según ya d iji
mos, a buscar la mano de obra fuera de su casa: a medida que se hace
sentir la influencia del capital, esta primera división del trabajo se re
pite y se centúa 6*1
I.
0
1 Kntro oíros, el almidón para el apresto y las velas necesarias para el tra-
linio ib? noche. Véase B u tte r w o k th , E.: Hist. o/ Oldham, pág. 103; G u k t , R.:
t mnpcmlivtis history, pág. 10; Journ, of the House of Commons, LV, 493. Eslos
Ins lio se refieren a la industria del algodón, donde tal práctica era mis corriente
ipin rn la industria de la lana.
’ Heport from the select committee on the petition of persons concemed in
the mutilen manufacture in the counties of Somerset, ¡Pilis and Gloucester (1803)-
l'tlrl. lieports, V, 243.
* El tejedor recibía 36 chelines por tejer 12 libras de hilo. Las operaciones
ireUmhiare» (picking, earding y rotang) le costaban 9 chelines; el hilado, a
1 liemos tomado como ejemplo la industria de la lana. Pero los mismos he-
i'lin» se muestran con no menos evidencia en otras industrias. En Nottinghant,
■n 1750, 50 fabricantes de géneros de punto poseían en conjunto 1-200 telares;
véase F kikin , W.: H isl. of the machine-wrought hosiery and lace manufacture,
p*K. R.1 . la» mismos hechos se dan en la industria del encaje, cuya técnica es
imn de las que más tardamente se han modificado. En 1770 James Pilgrira, de
I iindrcs, empleaba 2 . 0 0 0 obreros y obreras, la mayoría de los cuales trabajaba
« ilnmirilio. Joum . of the House of Commons. XXXII, 127.
* P k.koe: Toar, II, 17: «Todos los pcipicñoa Iiuiro» que rodean a Tiverton
imlñn poblado» por obreros que dependen, en Cuanto a su subsistencia, de los
mnn*lroH pañeros de Tiverton.»
n Iikciiesnk, l.aurent: L ’évolttlion écono/iiiyne ct sacíale tle (industrie de la
filóle, piÍRs, 69-71. Cf. II eaton, H.: The Ynrltsliire If'oolten nnd STonted Indus
tries, pilan. 297 y sgs.
1 Mtislrr ramhcr.s. '
46 PARTE 1 : LOS ANTECEDENTES
V '
paz de Hampshire piden en 1795 que «e l jornalero pueda comer carne una vez
al día o al menos tres veces por semana». Annals of Agrie., XXV, 365. Véase
E dén, F . : State oj the Poor, I, 496.
1 Véase petición contra los derechos sobre la malta, Jotirn. of the Hou.se of
Commons, X X X V II, 834.
2 Report on the State of the ivoollen manufacture, pág. 10.
3 Ocho o diez libras a! año. H owei.í ., V; Conflicts oj capital and labour,
pág. 74.
1 Véase Repon on the wool.len clothiers' petition (1803). pág. 4.
3 Smith , J .: Memoirs of wool, lí. 308; I I c t t o n , W H i s t o r y oj fíirmingham,
pág. 97; An inquiry into the connection between the prese/il. high prices o] pro-
visions and the size o jarms, pág. 9.3. Citemos todavía el título significativo de un
folleto aparecido en 1764: Considerations on laxes, as they are supposed to affect
the price of labour in our manufactures. Also some reflections on the general
behaviour and disposition of the manufacluring populace of tkis kingdom; show-
ing, on arguments drawn from experience, that nothmg but necessity will enforce
labour, and that no State ever did or ever can malte any considerable figure in
trade, tehere the necessaries of lile are at a lotv price.
*
I: LA ANTrCUA IN D U STR IA , Y SU EVOLUCION 4,9
Young, entre 1767 y 1770 el salario de una hilandera variaba, según las
regiones y según los años, entre cuatro y seis peniques por día: era
aproximadamente el tercio del salario de un jornalero k Es verdad
que no era más que un sobrante del presupuesto ordinario de una fa
milia de agricultores. Y las condiciones del trabajo no tenían nada de
penosas. En el valle de Bradford, «las mujeres de Allerton, de Thom-
ton, de Wilsden y de todas las aldeas de los alrededores elegían un pa
raje favorito para reunirse allí los días de sol, llevando cada una su
rueca.,. En Back-Lane, al norte de West-Gate, se podían ve r así las
ruecas alineadas en largas filas en las tardes de verano» 2. Solo en el
nnso de que los hilanderos y las hilanderas se vean reducidos para v i
vir al tom o y a la rueca, de que se hayan alejado de la agricultura
hacia la industria, es cuando su condición se hace realmente precaria.
A medida que se pasa de las operaciones elementales de la indus-
I ti a a las más complicadas, a las más delicadas, a las que exigen asidui-
ilmt y aptitudes adquiridas, la r-sviccial izanjón se va acentuando todavía
más. El tejedor, inclinado largas horas sobre su telar, tiende cada vez
nw'm a no ser otra cosa que tejedor. Mientras vive en el campo sigue
Alendo, sin duda, campesino y cultivador, pero la agricultura pasa a
UU segundo plano: se convierte ahora en la ocupación accesoria, cuya
lentn viene a añadirse al salario cotidiano. En cuanto al tejedor de Nor-
wleli o de Tiverton, ya no es más que un obrero cuya subsistencia solo
riABgura la industria. En qué estado de dependencia se halla con res-
inicio al patrono que lo emplea ya se ha podido juzgar. Y cuanto más
retrecha se hace esta dependencia, cuanto más sabe el patrono que el
obrero no puede pasarse sin el trabajo que le da, tanto más desciende
el nivel de los salarios.
En los pueblos del Oeste, los tejedores, todavía apegados a la tie
rna »o ganaban bastante bien la vida. En 1757, un tejedor de Glouces-
I i M h I i Ii t , ayudado por su mujer, podía ganar, cuando ]a obra daba de
años más tarde por Arthur Young '. En la región de Leeds, donde la
aglomeración industrial era más densa, un buen obrero ganaba unos
diez chelines seis peniques por semana; pero la frecuencia de los pa
ros forzosos reducía este salario a una media de ocho chelines2. En
Norfolk, donde la industria de la lana peinada daba al capitalista un
papel preponderante, el salario descendía más bajo aún: en el mismo
Norwich era de seis chelines— apenas un chelín por día— 3. Así, a
medida que se pasa de la industria dispersa, mezclada todavía con la
agricultura, a la industria con un grado superior de concentración y
de organización no solo disminuye la independencia del trabajador,
sino también sus recursos; la abundancia de la mano de obra por una
parte, y por otra parte la dificultad creciente para el obrero de encon
trar fuera de su oficio medios de subsistencia, son las causas de ello.
Solo ciertos obreros cuya tarea especial exigía una mayor habilidad pro
fesional, tales como los peinadores de lana y los tundidores de paños,
estaban mejor pagados y podían defender más fácilmente su salario.
La mayoría de los males de que se quejan hoy día los obreros de
la gran industria ya los conocían los obreros ingleses a principios del
siglo x v iii . Recorramos la lista interminable de las demandas presenta
das al Parlamento por los obreros sastres *4. Se quejaban de la insufi
ciencia de los salarios56 . Se quejaban del paro forzoso: «los patronos
■3
nunca les dan trabajo más que durante la mitad, o, a lo más, las dos
J
terceras partes del año; es claro, para toda persona imparcial, que para
los que tienen mujer e hijos es imposible subsistir todo el año me
diante un salario tan precario, cuya media apenas sobrepasa de 15 ó 16
peniques por día» e. Se quejaban de la competencia de los aprendices.
reclutados en masa en los campos: «Los maestros sjistics, para procu
rarse trabajo barato, hacen venir do los pueblos gran cantidad de mu
chachos novatos e inhábiles, demasiado felices de aceptar escasos sala
rios» 7. Se quejan de la dureza excesiva de las jornadas: uEn la mayoría
<|i< los oficios se trabaja desde las seis de la mañana a las seis de la
liutlr, |>i’ro las jornadas de los obreros sastres tienen dos horas m ás1.
Kit invierno trabajan varias horas con velas: desde las seis de la ma-
iiima hasta las ocho pasadas... y desde las cuatro hasta las ocho de la
noche... De permanecer sentados tantas horas seguidas casi doblados
|uu lu mitad sobre la mesa, de inclinarse tanto tiempo sobre su labor
al resplandor de las velas, su ánimo se agota, sus fuerzas se consumen
y muy pronto su salud y su vista se debilitan...» 1 2. Y la mayoría de
ellos, lo mismo que el obrero de hoy, no tenía esperanzas de elevarse
por encima de su condición.
Esta condición, por lo demás, no era peor que en el siglo prece-
ilrnlc; más bien se había mejorado. El precio de los artículos que du-
uuili- cincuenta años permaneció cxcepcionaltnenle b a jo 3 contribuyó
en mucho a este innegable progreso. Casi en todas partes el pan de tri
go sustituyó al pan de cebada o de centeno, «que no se miraban sino
huí una especie de repu lsión »4* . El consumo de carne, todavía tan li
mitado. lo estaba menos, sin embargo, que en ningún otro país de Eu
ropa \ Incluso empezaba a introducirse en las chozas un producto de
lujo o que al menos se consideraba como tal: el té, traído del Extremo
t (líente por los navios de la Compañía de las Indias*. Pero el bienes
tar relativo de que son indicio cierto estos hechos era de lo más ines-
loliln. Bastaban para hacerlo desaparecer algunas malas cosechas que
i «indujesen al alza de los precios7. En un gran número de localidades,
lu división de los bienes comunales, que destruyó para siempre la alian
za tradicional de la pequeña propiedad con la pequeña industria, bastó
juma hacer insostenible la situacióh de los obreros rurales y empujar-
In» rn masa hacia las ciudades.
1 1Inula lu ley de 1768 (8 Geo, flf, e. 17), que redujo el número de horas
«lu Induljo ¡i trece (de seis de la mañana a siete de la larde).
* '/'/ir rrt.se oj the journeymen tailor.s and journeymen sl.aymakers, pág. 2.
* Segó o T oynbee, A .: Lectores on the industrial revolution, pág. 67. el pre-
i lo mi-iliii drl trigo, en el siglo xvlr. era de 38 chelines 2 ¡reniques, y el salario
iiindlii de un jornalero de 103/4 peniques. De 1700 a 1760, el precio medio del
irlgu era ilr 32 chelines, y el salario medio de un jornulero de 12 ¡teniques.
4 V o i i n c , A.: The farmer's letters to the peopte of England, I. 207. Con
ludo, rn Ina regiones más pobres (por ejemplo, los valles de Cumberland) él pan
blanco sigue siendo, hasta finales del siglo xvm, un manjar solicilado que solo
• parere <>n la mesa en los días muy señalados. Véase Edén, F.: State, of the
¡mor, 1, .Vid,
* ViiDnc, A.: Trovéis in Franco, cd. de 179.3, II, .'i!3. »No había tejedor
lilni • It«nido que no hiciese cuestión de honor el poner un ganso en su mesa
en la <«unida «leí domingo.» Norfolk Herttld, m'inicro drl 7 do lebrero de 1832.
* lnifHiriación de té en Inglaterra; en 1711, M2.000 libras, rn 1760, 2.516.000.
Nirnoii.s, Sir Geo.: History of the F.nglish poor late, II. 59. El aumento del
• iiiitiiUii» «lo té parece haber celado en relación con una disminución del consumo
di' leilie, «pie se había licclio deuiiisiadu contusa para las familias de los jorná
lelos, II akiiacii: History o/ the Engtjsh agriculturaI Inhonrer, pág. 128.
7 E« lu que so produjo en 1765 y 1775.
52 PARTE l: LOS ANTECEDENTES
1 El acta 1 Anne, c. 18 prohíbe pagar ile otra manera que no sea en mo-
neda legal a los jornaleros y obreros, so pena de «na multa doble del importe de |
los salarios debidos. El pago en especies (o iruck system) en la industria del
encaje constituye el objeto del Acta 19 Geo. Ul, c. 19 (1779). La exposición de
los motivos se inicia así: ^Resultando que la coslumbrc de pagar en mercancías,
y no en metálico, todo o parte del salario de las pcisonas empleadas en la fa
bricación de encajes causa un serio perjuicio a las citadas personas y amenaza
desalentar a la citada industria...» Una primera contravención debía castigarse
con una multa de 10 libras; la reincidencia, con seis mosca de encarcelamiento.
la ANTICUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION 53
VI
«Según Adam Smilh, «es raro que las gentes de oficio se reunieran, incluso
para pasar el ralo y divertirse, sin que su conversación tuviese por resultado
alguna coalición contra el público o algún arreglo con miras a obtener salarios
más elevados». Tenemos la prueba positiva de que una de las más antiguas Trade
Uflions salió de una reunión de los obreros «para beber juntos, como camaradas,
una'~piiilá de cerveza» ( ’.o take a social pint o/ poner togtther). Con más fre
cuencia todavía es una huelga tumultuosa lo que da nacimiento a una organización
permanente. En algunas partes vemos a los obreros reunirse para dirigir una pe
tición a la Cámara de los Comunes y juntarse de cuando en cuando para continuar
su agilnción, ya sea en favor de algún reglamento nuevo o bien para el mante
nimiento de una ley existente. En oíros casos vemos a los obreros de un oficio
frecuentar ciertas tabernas a donde van a informarse de los puestos vacantes, y
la oficina de colocaciones se convierte así en el centro de una organización obrera.
A veces lambién los obreros de un mismo oficio declaran que «es una antigua
costumbre, en esle reino de la Gran Bretaña, el que los artesanos se junten y
se unan en sociedades para el desarrollo de una mutua amistad y ríe la verdadera
caridad cristiana», y establecen un club para distribuir socorros en caso de en
fermedad y asignaciones funerarias; esle club, invariablemente, llega a discutir
el tipo de salarios ofrecido por los patronos y poco a poco se convierte en una
—Trade Union con funciones de asistiencia mutua. Por último, si el oficio es de
esos en que los obreros tienen que desplazarse frecuentemente para buscar traba
jo, asistimos a la lenta elaboración de un sistema que tiene por objeto acudir en
ayuda de estos vagabundos (tramps) en cada ciudad por la que pasan; después
esta sociedad de obreros viajeros, extendiendo su acción por una gran extensión
del país, se transforma gradualmente en Unión nacional.» W ebb, S. y B.: Hislory
o/ Trade Unionism, págs. 22-27.
2 El peinado se bacía, naturalmente, a mano. Los peinadores «desmotan la
lana, la baten, la desmotan de nuevo, la limpian y la tuercen, la acuchillan y la
abren bien, la engrasan, es decir, la rocían y la frotan con aceite, a menos que
la peinen con manteca, y la peinan mojada. En seguida se tiñe, si es que se ha
de someter a esta operación; en caso contrario, se lava la lana por segunda vez,
■ e la vuelve a peinar y, finalmente, se la lava por última vez. Solo entonces sale
t
t: LA ANTIGUA* INDUSTRIÉ V SU EVOLUCION 57
rlo Iiib manos del peinador». Encyclopédie Métliodique, art. «Peignage», Manu-
flnUilres, II, 264; James, J.: Hist. of the worsted manufacture, pág. 259. Para
nuil descripción completa de los procedimientos de peinado con anterioridad a
lili máquinas, véase H eaton : The Yorkshirc woollen and worsted industries,
liltgN. 332-34.
1 Según Bischoff ( A comprehensivo history o j the woollen and worsted
nuintifiicturc, I, 185), se contaban dos peinadores por cada siete tejedores. De
uminrilo con Haynes, J. (Provisión jor the poor, or a view of the decaved State
nI the woollen manufacture (1715), pág. 9), la transformación de 240 libras de
lana en tejido de worsted empleaba durante una semana 250 hilanderas, 25 te
jedores y solo 7 peinadores.
• Véase Journ. of the House of Commons, XLIX. 323.
B Filtre 1760 y 1770 el salario de un peinador de lana variaba entre 10 y 12
chelines por semana (es lo que ganaban los tejedores mejor pagados). Véase
Y u i i n c . A.: Norlh of England, I, 139; II, 134, y Southern counáes, pág. 65.
No’ hay que olvidar que su trabajo era duro y malsano, pues se realizaba cerca
ils una estufa de carbón de madera ( comb-pot) que servia para entibiar la lana
y tuna calentar fuertemente los dientes del peine, lo que llenaba la habitación
da cuín naciones deletéreas. Véase H eaton, ob. cit., púg. 334.
1 lEcbb M SS, General History, I, Woollen Trmte.
* A shorl essay upon trade in general (1741), citado por James, J.i Hist. of
lh* mnrstcd manufacture, pág. 232. '
5fl PARTE I : EOS ANTECEDENTES
1 IIardinc: Ifistory of the tourn of Tiverton, I. 95. Sobre los motines de los
tejedores de Willshire, en 1739, véase Smith, S.: Afemoirs of wool, ü , 78-79.
Sobre las huelgas de los peinadores de lana de Yorksbire, véase HEaton:
Yorkshire woollen and tcorsted industries, pág». 318 y sgs.
3 H ardinc, I, 113-14. Análogos hechos tuvieron lugar en la región de Nor-
wich: en 1752 los peinadores de lana, amenazados de una reducción de salarios,
abandonaban la ciudad y se retiraban a una especie de Monte Aventino, en
fWkheath. Gentleman’s Magazine, XXII, 476.
3 loiirn. o¡ theHouse of Conimons, XVIII, 715;XX, 268, 598, 602.
* W ebb: ffist. of Trade Unionism, pág. 29.
I: LA ANTICUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION 59
V II
------------------------ *
la época de Colbert. La idea de la reglamentación industrial es una idett
medieval: el Estado, o, más antiguamente, los gremios, asociados a~la
vida municipal, se consideraban como en posesión de un derecho de
control, en interés común del productor y del consumidor. Se trataba
de garantizar, a uno, el tipo remunerado!' de los beneficios, y al otro,
la buena calidad de las mercancías. De allí la estrecha vigilancia ejer
cida sobre la fabricación y la venta, las prescripciones minuciosas, que
fueron complicándose cada vez más hasta el día de su completo desuso.
La idea de la protección comercial tenía también sus raíces en la Edad
Media l . Pero no adquirió toda su fuerza sino a partir del momento en
que. por el desarrollo del comercio exterior, las agrupaciones naciona
les llegaron a la plena conciencia de su rivalidad económica. Fue en
tonces cuando la economía urbana, como la llama Karl Biicher. se sus
tituyó por la economía nacional 1 *3, que reunía en un haz los intereses
(le cada Estado para oponerlos a los de los Estados vecinos, frente a
los cuales no se concebían otras relaciones posibles que un perpetuo
antagonismo./Esta transformación se efectuó en Inglaterra durante el
siglo de los/Tudor/ El sistema mercantil, que solo mucho más tarde
halló su expresión teórica, data en realidad de este tiempo. Confun
diendo la riqueza con el numerario, toda la política comercial se redu
cía a dos preceptos bastante semejantes a los del viejo Catón: siempre
vender y nunca comprar; disminuir lo más posible la cifra de las im
portaciones, que hace salir del país determinada cantidad de dinero
amonedado; amplificar, por el contrario, las exportaciones, que hacen
afluir el oro extranjero. De aquí el proteccionismo exagerado, por el
cual no solo se procuraba fomentar las industrias nacionales, sino re
servarles, dentro y fuera, un verdadero monopolio.
L a industria de la lana, una de las más antiguas y la más impor
tante de las industrias inglesas, se hallaba más protegida y reglamen
tada que ninguna otra 3. Es grande el número de actas del Parlamento
que contienen prescripciones relativas a «la longitud, la anchura y el
1 10-11 Will. III. c. 10 (1699). Las pena» fueron agravarlas por la ley de 1732
(5 Geo. II, c. 22).
2 «Era una idea generalmente admitida lo de que solamente Inglaterra podio
producir lana y que si se impedía que las demis naciones se la procurasen se
verían obligadas a comprarnos las lelas totalmente fabricadas.» Sir Joseph Banks.
Instrucción a los abogados encargados de combatir el bilí sobre la exportación
de las lanas, Annals of Agricullure, VI, 479. El error había sido denunciado desde
hacía mucho tiempo: véase A nderson, James: Observations on thc means of
exciting a spirit o/ natíonal industry, pég. 264 (1777).
3 Annab o f Agriculture, VI. 434.
* 13 Gco. DI, c. 43.
* Véanse los folletos conservados en el Brilish Museum. especialmente en
el volumen B. 546, y en la biblioteca de la ciudad de Mancbester (núms. 26214
y 26216). Citemos como partidarios de la exportación libre a DalrtmpLE, Sir
John: The qu.esti on considered, ahethcr uool should be alióte ed to be expor-
ted (1781); T ucker, Josish: Refleetions on the present tow price of coarte
n’ools (1782), y en el sentido contrario, F orsteb, N.: An anstoer lo Sir John
Dalrymple's pamphlet, entilled: The quettion considered, etc. (1782); The con-
trust, or a comporison btltueen our Unen, colton, and silk manufactures (1783);
H usti.kr. John: Observations on the ¡Tool B ill (1788); Bischoff : Hisl, of the
>
i: LA ANTICUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION 67
uuirtli’d añil moollen manufacture, I. 207-16; James, J.: fíisl. of the worsted
t i m n t i f n r t i i r e , 301-05. Véase Annals of Agricultiire (artículos de Y o u n g , Artbur, VI,
r‘(Kl 16: Vri, 73, 94, 134-47, 164-70; VOT, 468, ele.
1 Annals of Agriculture, VU, 164-69.
* 28 Geo. III. c. 38. Ciertas disposiciones se copiaron de una ley de la Res-
lAUtnr.ltin (13-14 Ch. H, c. 18).
* «ra viernes por la mañana, al saberse la noticia de que el bilí contra la
ripnrlniúón de la lana había pasado a la Cámara de los Lores, todas las cam
pana* de Leeds y de los pueblos circundantes se pusieron a repicar y sus cari
llones aludieron oyéndose a intervalos durante lodo el dia; por la no he hubo
Inigiinran y otras demostraciones populare». Festejo» muy parecidos tuvieron lugar
en Noiwiih.» Lettcrs lo the Lihc.olnshire graziers, on the subfect of the wool
h w lr (17HH), |iá«. I.
68 PARTE i: LOS ANTECEDENTES
V III
1 Vciwe, Bobre el sentido que da Marx a este término. Introducción, pág. 14.
• Ni siquiera está probado que la manufactura haya sido la condición ne-
CMurla de la gran división del trabajo. En 1739 la industria del worsted, aun
f*|niriéndose en el domicilio o en pequeños talleres, comprendía unas cuarenta espe-
nlnllillidon cada una de las cuales era objeto de un oficio distinto. Véase Obscr-
iitl/tUM <m wnol and the woolten manufacture, by a manufacturer of Noríhitmpton-
70 PARTE l : LOS ANTECEDENTES
EL DESARROLLO COMERCIAL
IVrn ¿no es ese. por el contrario, uno de los rasgos más nuevos y
unía ni iginales de la gran industria moderna? Es gracias al extraordi
nario^ poder de transformación de que está dotada, gracias al papel
ilf"<cilipi'imdo por su utilaje de perfeccionamiento rápido e incesante,
pul lo qiie'teiiede salir al encuentro ile la demanda, modificarla e inclu-
M'f i i'iuirlu. Es el desenvolvimiento de la industria do los transportes
ln que permite al productor acrecentar a voluntad el alcance de su mer-
i'iiiln. sin otros límites que los de la tierra habitada. No sucedía lo
inliinii con la antigua industria. D ada la lentitud del progreso técnico
y Irt dificultad de las comunicaciones, la producción se hallaba fo rzo -
« imi ntii limitada por las necesidades reconocidas del mercado habitual.
I'nlnir.ir para una clientela desconocida y lejana de consumidores po
sible» se Imhiera mirado como un acto de locura. Era, en suma, la in-
ilu»lrin ln que debía regularse por el estado de las relaciones comercia-
Im I' or otra parte, a falta de inventos técnicos, apenas si existía más
míe un medio de renovar un poco los procedimientos de fabricación y
lie lili i nducir alguna variedad en los productos: era el de plagiar las
(U|lil*h ins extranjeras. Y también en este caso es el comercio el que,
|im Ins mercancías que trae de procedencias diversas, por las relaciones
qurt establece entre países diferentes, crea competencias y proporciona
ajampln* adecuados para estimular la iniciativa industrial.
71
72 PARTE I: LOS ANTECEDENTES
II
1 Mac K i n d e r : Britain and the British seas, págs. 1-13. ha mostrado muy
|||»R i11*11110 Ib Oran Bretaña, situada en uno de loa extremos del mundo antiguo,
>" riiiniuril, por el descubrimiento y poblamicnto de América, en el centro del
liiillldli moderno,
• Mitre clausum, seu de dominio maris, libri dúo (1635).
* I b iiiA» iinligna de todas es la compañía de los comerciantes a la ventura,
SIIrIiIm en nuipunición por carta real dcsrlc el año 156*1. Véase L ingelbacr, W. E.:
bURIliil/ n i K i m l s n t i o n o ) t h e M c r c .h t m i A d v e n t n r e r s o f E n g l a n d , Filadelfia, 1903.
74 PARTE I : LOS ANTECEDENTES
por dos veces condujo a la revolución. A veces, sin embargo, todavía en
contraba ocasión de manifestarse al exterior. Se la reconoce en los
emigrantes puritanos que colonizaron Nueva Inglaterra; recupera por
un instante todo su vigor y todo su prestigio bajo la mano poderosa de
Cromwell. Es de la República de cuando data la famosa Acta de Nave
gación 1, que se considera, no sin cierta razón, como el origen de la
grandeza marítima de Inglaterra. A l forzar a los ingleses a pasarse sin
los comisionistas holandeses para traficar con el resto del mundo, este
acta los obliga a construirse una marina mercante. Los elementos no
faltaban; en defecto de navegación de altura, el cabotaje por las costas
de Inglaterra era muy activo, tanto más cuanto que el transporte por
tierra de las mercancías era lento, difícil y costoso. Solo el comercio
del carbón entre Newcastlc y Londres ocupaba una verdadera flota,
puesta en marcha por varios miles de hombres; por eso se la llamaba
«el vivero de la marina» 12. Sin embargo, el Acta de Navegación no pro
dujo sus efectos en un solo día . f
La era de las luchas interiores no se había cenado. Se reanudaron
bajo la Restauración, después de algunos años de calma. P ero esos años
habían bastado para que el espíritu de empresa afirmase de nuevo su
vitalidad. Se ven aparecer nuevas compañías con carta: la Compañía
Real de Africa, que traficaba sobre todo con la costa de Guinea 3, y la
Compañía de la Bahía de Hudson. fundada, con vistas al lucrativo co
mercio de pieles, por el brillante y aventurero príncipe Ruperto4. F i
nalmente, después de un último período de conflictos y de disturbios,
llegamos a la gran fecha de 1688, que merece ocupar tan alto puesto
en la historia económica como en la historia política.
1688 ves el fin de esa larga crisis en que se debatió el pueblo inglés
■luíante sesenta años. Crisis beneficiosa, ya que su desenlace dio a In-
ghiterra lo que ninguna,de las grandes naciones de Europa poseía toda
vía: un gobierno libre,. Esta libertad tan caramente adquirida, asegu
rada por los esfuerzos que había costado, era la mejor garantía de la
prosperidad pública. Los ingleses, después de haber sufrido aún du-
i arito algún tiempo las dificultades inseparables de un régimen político
lluevo, no tardaron en darse cuenta de ello. «Nuestro comercio, escribía
t n 1708 el autor de una célebre descripción de Inglaterra, es el más
i nrniderable del mundo entero, y en verdad la Gran Bretaña es, entre
linio* los países, el más apropiado para el comercio, tanto en razón de
* ii «ituación insular como por la libertad y la excelencia de su consti-
ttiijón» b
La revolución de 1688 es un hecho de orden exclusivamente poli-
lian y religioso. Obra de los grandes organismos del Estado y de la na-
i h'ui protestante entera, no podría atribuirse a la acción interesada de
una «ola clase social. |Pero es lícito señalar la parte que tomó la bur-
jpietln comerciante en los acontecimientos decisivos que habían de te-
iií?r pnrn ella consecuencias tan ventajosas. ^Fue en el Guildhall, la vie-
p i «sil do las corporaciones mercantiles' en donde se reunieron los
I 'Oí ■=, Iras la huida del rey, para llamar a Londres al príncipe de
>tmiign. Cuando Jacobo II, vuelto a su capital por un momento, pide
■* lu magistrados de la ciudad que lo reciban y se comprometan a de-
fi-mlnilii, estos rehúsan; por el contrario, son los primeros en venir a
lu* du" días n saludar a Guillermo al palacio de Saint-James y agrade-
n (h . «I haber salvado las libertades inglesas. En el Parlamento provi-
tl'itmI i pin convoca el príncipe para compartir con él el poder, en es
pita I,, lu apertura de la Convención que debe proclamarlo rey, invita
t «> tipn «siento, al lado de los antiguos miembros de la Cámara de los
I 'iiiiini' iiI alcalde y a los ald erm en2 de la ciudad de Londres. Final-
tueitb |,nn hacer frente a las necesidades inmediatas, sobre todo para
pSHui «I n|Amito, la ciudad adelanta al Tesoro doscientas mil libras es-
I ilosi' ¡' lu prenda de la alianza enrte la monarquía nueva y la
i litiii >h )<■* nmierciantes y financieros/ Desde entonces empieza el gran
lian bulí uto qim culmina, ciento cincuenta años más tarde, con el triun-
I * *l* tlullka iln la burguesía y con su influencia sobre el Gobierno,
i .*vt tu i m i i i I i I ii recoge el beneficio de su actitud. Poco después de la
Ib., iihlr lita nr> pi adujeron dos acontecimientos económicos de primer
-iiilf ti U (iiuilneinii del Banco y la constitución definitiva de la Coin-
fuífiU *!<■ las Iiii Iírr.1
III
Las cifras que vamos a citar, comparadas con aquellas a las que
nos ha habituado la vida económica tan intensa de nuestro tiempo, pa
recerán insignificantes. Tanto m ejor se medirá la magnitud de los
cambios sobrevenidos. P o r lo demás la población de Inglaterra— otra
consecuencia de las mismas causas— era, a principios del siglo xviii,
aproximadamente siete veces menos numerosa que en nuestros días.
Examinemos en primer lugar las cifras relativas a la navegación. De
acuerdo con los registros de las aduanas inglesas, el tonelaje de los
navios comerciales salidos de los puertos ingleses durante el año 1700
no se elevaba por encima de las 317.000 toneladas de arqueo— cifra
irrisoria, sesenta y ocho veces inferior al movimiento actual del puerto
de Liverpool *. En 1714, inmediatamente después de la paz de Utrecht,
se eleva a ‘148.000 toneladas. El progreso es muy lento durante los
quince o veinte años siguientes: 503.000 en 1737, que se reducen a
471.000 en 1740 cuando la guerra contra España. A favor de la tregua
general que sigue a la paz de Aquisgrán, la actividad de la marina
mercante aumenta de nuevo: en 1751 la cifra de las salidas es de
661.000 toneladas. Nueva depresión durante la gran guerra contra Fran
cia: 525.000 toneladas en 1756, 574.000 en 1760. A partir de 1763
comprobamos un marcado restablecimiento, que se continúa con mucha
regularidad hasta el comienzo de la guerra de América: 658.000 tone
ladas en 1764, 746.000 en 1766, 761.000 en 1770. 864.000 en 1764.
Estalla la revolución en las colonias, y en seguida decrecen las cifras:
820.000 en 1777, 730.000 en 1779, 711.000 en 1781. Pero pasada la
crisis la subida es tan brusca y tan rápida, que deja adivinar la acción
oculta de alguna causa enérgica: 959.000 toneladas en 1783, 1.055.000
ni 1785, 1.405.000 en 1787. A pesar de cierta contención que se
lince sentir a partir de 1793— fecha inicial de un nuevo período de
guerra— el movimiento de salida de los navios llega, en 1800 y 1801,
n 1.924.000 y 1.958.000 toneladas: en veinte años casi se ha triplicado
ln cifra de 1781 J.
Y , como era de esperar, no sólo las exportaciones, sino también las
importaciones, siguen una curva que, si bien no es paralela a esta, al
Hrilain, págs. 231 y sgs. Véase también Journals o f the IIouse o¡ Commons, LVI,
frM y 846. No hay siempre una concordancia perfecta entre las cifras dadas por
«atoa diferentes textos, pero la divergencia no es nunca lal que haya que temer
etrores graves.
1 Evaluaciones de la edición de 1928.
3 El tonelaje de cada navio separadamente seguía siendo muy escaso toda
vía, Eu 1789 el número de los navios que salían era de 14.310, con un arqueo
do 1.443.658 toneladas, y en 1800 eran de 18.877, con un arqueo de 1.920.042 lo-
nelmlus. Journ. o¡ the Ilouse of Commons, LVI, 846. Es fácil hacer el cálculo,
que da una media apenas superior a las 1 0 0 toneladas. Con todo, hubo a esta
mspoCto un progreso real desde principios del siglo xvm. Según E ni7 iri.n: Hist. of
Idvttrfiaol, púg. 67, el arqueo medio de los barcos que frecuentaban el puerto de
Liverpool en 1703 no sobrepasaba las 38 toneladas.
HIAMOIIOS o
82 PARTE I : LOS ANTECEDENTES
págs. 49 y 51. Para el año 1922 las cifras fueron: importaciones, 1.003.918.241 li
bras; exportaciones, 824.274.297 libras.
1 H obson , J. A .: The evoluíion o j módem capitalism, págs. 12-13.
3 Tan solo en 1802 la exportación de los tejidos de algodón supera la de
las telas de lana, como muestra el cuadro siguiente:
1 Véase J ames, J.; History oj the worsted manufacture, págs. 269 y 309.
* lbíd., pág, 268. La exportación del worsted de Bradford se desarrolló en
tre 1750 y 1760.
:l La expresión Birmingham, o mejor, Brummagem mares, ha sido durante
Hincho tiempo el equivalente de la palabra baratija.
1 VIirrroN, WiiUam: History o f Birmingham, pág. 98.
* I) p i t ó n , W-> emplea una expresión que da una imagen, pero que, por des-
inelt!. es casi intraducibie: «.The uadesmnn stands at the head oj the manu-
Í iiiliirfr», el comerciante está a la cabera del fabricante, como se está a la cabeza
ila un caballo para conducirlo.
ir
IV
F.ntre los hechos que muestran mejor cómo el progreso del comercio
inglés en el siglo xvrn reaccionó sobre el desenvolvimiento de la indus
tria, no hay otro más significativo que el crecimiento de ciertos cen
tros comerciales, en cuya proximidad han aumentado las aglomeracio
nes manufactureras. La historia de la ciudad y del puerto de Livorpool
es su ejemplo más notable. Se estaría tentado a creer que Livorpool es
una creación de la gran industria. ¿No está situado en el umbral del
condado de Lancaster. a pocas leguas de Manchester, la metrópoli del
algodón? Por la depresión donde corren en sentido inverso el Weaver
y el Trent. comunica con. el distrito d e las alfarerías, y. más allá, con el
país negro de Wolverhampton y de Birmingham, mientras que al Este
una escasa distancia lo separa de LeedB y Bradfoi'd, las ciudades de la
lana, y de Sbeffield, la ciudad del hierro y del acero. En el ancho y
profundo estuario del Mersey, demasiado vasto para el río mediocre
que va a perderse en él, vienen a parar por todas partes poderosas co
rrientes de riqueza industrial, que encuentran allí su desembocadura
natural, su salida común hacia el mar.
Esto es el presente: el pasado es muy distinto. Liverpool, hasta una
fecha relativamente reciente, tenia pocas relaciones con la región de
Birmingham, orientada más bien hacia el valle del Severa y hacia Bristol.
De la parte de Yorkshire. el macizo Penino. atravesado solamente por
algunas malas carreteras, constituía un serio obstáculo. Quedaba Lan-
cashire: pero ¿es verdad que el desenvolvimiento de su industria baste
para explicar, desde el principio, el crecimiento de Liverpool?
Antes del siglo xvn Lancashirc era una especie de desierto, cubierto
di> bosques y de pantanos. Liverpool apenas era más que una aldea de
pescadores, aislada a la entrada de la inmensa rada, entonces sin mue
lles y casi sin navios. No obstante, el excelente abrigo que ofrece el
estuario atraía va el comercio. Mercaderes irlandeses traían el hilo de
lona que se tejía en tom o a Manchester '. Se reconocen también, a va-
i ios siglos de distancia, las relaciones que, todavía hoy. unen a las dos
calidades: una. recibiendo la materia prima; la otra, apropiándosela
pura transformarla. Señalemos, sin embargo, una diferencia esencial:
el movimiento se dirigía sobre todo desde fuera hacia dentro; Man-
clic’Nter, centro de una modesta industria local, no tenia productos que
exportar, a no ser un poco de paño, comprado por los mismos comer-
ríanles irlandeses que habían suministrado d hilo 1 2. En 1636, L iver
pool era todavía un puerto tan pequeño que Strafíord, al recaudar el
lamoso impuesto de los barcos (sh ip nton ey), lo tasaba en quince li
bras esterlinas, mientras que Chester pagaba cien y Bristol dos m i l 3*.
Fue aproximadamente en la época de la Revolución, en el momento
en que se reanuda la expansión marítima, interrumpida por un siglo de
luchas políticas, cuando Liverpool comienza a engrandecerse. En 1699
se convierte en una parroquia autónoma, y se construye una iglesia
nueva *. En 1709 su comercio es lo bastante importante como para no
r (informarse ya con el puerto natural formado por el estuario: se decide
nhrir un diq u e5, incentivo de esa magnífica hilera de docks que ex
tiende boy día sus muelles en un frente de diez kilómetros. Los con
temporáneos se asombran de esta prosperidad rápida: ((Liverpool, es
cribía Defoe, es en verdad una de las maravillas de la Gran Bretaña,
mucho más curiosa, a mi entender, que todas las curiosidades naturales
ilcl Pico de Derbyshire a; la ciudad, en mi primera visita hacia el
1 «l.yipole, a lia s Lyverpolc, mui chiiluil empedrada, no tiene más que ana
oiiplllu; ln iglesia parroquial se llalla en "W(ilion, a cuatro millas de allí.,. El
iry llene cu ella nn castillo y el conde de Derby una casa de piedra. Los mercaderes
lllimilpao* ln frecuentan mucho, porque el puerto es bueno... En Lyverpole solo
#i* patín un pequeño derecho de entrada; por esa causa la visitan tanto los co
men 1¡iMIc■ ■ Hucna mercancía en Lyverpole y mucho hilo de lana de Irlanda,
ipin violen u comprar las gentes de .Ñlancliesler.» L eí. and, John: ¡tinerary of
(Irrut flrlliilti, VII. 37. Sobre las primeras relaciones comerciales entre Liverpool
o li lamia, vfaw M u ir : Hislory o f Liverpool, pág. 84.
* Véase Itrmi.tts, Lewis: The tremare of tra/fic, pág. 32.
:1 (fnlrtidnr of State Papen, Domestic Series, 1634-1635, págs. 568-69 y 581.
25 libras en 1686. Ibíd.. 1636-1637, pág. 207.
I A ikin , J.: i ilescription o f the country from thirty to forty miles round
\fiimhester, pág. ,'135; Anderson, A.; Origin of eommerce, III, 143.
3 8 Anuo, e. 12. Véase M uir , R„ ob. cit., pág. 176. F.l segundo dock se insta
lé en 1731.
II The Pettk, Se designa con esle nombre la región montuosa y poblada de
árboles que forma el extremo meridional del Macizo Ponido, entre Manchester
y Shcffirld: sus rocaB y sobre >lodo sus gruías fueron visitadas por los turistas
iliWe principios del siglo xvin.
na PARTE ! : LOS ANTECEDENTES
1 Ya se sabe lo que Deloe entiende por una gran ciudad. De acuerdo con las
cifras de nacimientos y defunciones, la población de Liverpool en 1680 no puede
evaluarse en más de 4.000 habitantes. Véase Abstraéis o¡ the ansteers and re-
turns lo the Population Aet, 41 Geo. l í l (1801), II, 149.
2 D efoe : A tour through the whole island of Greaj Britain, III, 200.
3 Buques entrados en 1709: 374, con un arqueo de 14.574 toneladas. Sali
dos: 334, con un arqueo de 12.636 toneladas. Arqueo medio: 38,3 toneladas.
EríFrF.LD, W.: History of Leverpool, pág. 67. En 1723: buques entrados: 433,
con un arqueo de 18.840 toneladas. Salidos: 396, con un arqueo de 18.393 tone
ladas. Arqueo medio: 46,4 toneladas. Según Dumbell, S. (Enrly Liverpool cotton
imports, Economic Journal, XXXIIL 363), «en 1709 los armadores de Liverpool
no poseían más que 84 barcos; en 1752 este número pasó a 220, de los cuales
se empleaban 106 en el comercio con América y las Antillas. En 1770 el número
total de barcos llegaba a 309».
4 En 1766 entraron en Liverpool 803 navios y salieron 865, mientras que en
Bristol se registraron 431 entradas y 363 salidas. A nderson, A .: Origin of
commerce, IV, 97.
5 Enfield, W .: Hislory of Liverpool, pág. 25; A ik in , J.: A description of
the country round Manehesler, págs. 338-41. Este censo de 1773 fue emprendido
por un grupo de particulares bajo los auspicios de la municipalidad. Las cifras
anteriores a 1773 son el resultado de evaluaciones aproximativas, de acuerdo con
los registros de nacimientos y defunciones. Véase Abstracts of the ansteers and
returns to the Population Act 41 Geo. 111 (1801), II, 149.
0 Y o u nc , A.: Norlh of England, III, 168.
)
II; EL d e s a r r o l l o c o m e r c ia l 89
t hay que alimentar sin cesar, como otras tantas bocas in-
jnla masa de productos manufacturados que salen de ella
pnm ir a esparcirse por el mundo entero. Si esta circulación incesante
Lleno a Liverpool como punto de partida y de llegada, es la región
industrial de Mancliester la que es su centro y su corazón. Pero el im
pulso que lia puesto todo en movimiento lia venido de fuera: el desen
volvimiento de Lancasliíre, que entre todos los condados de Inglaterra
merece ser llamado la cuna de la gran industria, tuvo como primera
condición el desenvolvimiento de Liverpool y de su comercio L
gran parte de los negocios se trataba en las calles, en las plazas, en las
tabernas l .
De estas ferias periódicas o de estos mercados permanentes, ¿cómo
llegaban las mercancías a la masa de los consumidores? Es aquí donde
se manifiesta el estado completamente medieval todavía de las relacio
nes comerciales en el interior de Inglaterra. La clase de intermediarios
que está en contacto directo con los productores es, naturalmente, la
más importante y la más r ic a *1
23
. 'E s la de los mercaderes al por mayor,
a los que se da a menudo el nombre de mercaderes ambulantes, ira-
velling merchants. Están obligados, en efecto, a viajar personalmente,
tanto para aprovisionarse de mercancías como para entrar en relacio
nes con los detallistas. Conocemos la vida llevada, hace unos doscientos
años, por un negociante de Manchester que vendía tejidos de lana y
de algodón en los condados del Este y compraba en ellos plumas y
malta. «Caminando durante casi todo el año, y siempre a caballo, las
sumas que cobraba se le pagaban en guineas de oro, y las llevaba con
sigo en una maleta colgada a su silla.lSe exponía continuamente al mal
tiempo, a la fatiga, y corría perpetuos peligros.» El menor era ser des
valijado, lo que sucedía aún con bastante frecuencia en los caminos
reales de Inglaterra y de Escocia. Nótese que se trata de un rico merca
der «que hizo una fortuna lo bastante considerable como para gastar
carroza en una época en que no se hubiese hallado media docena de
coches entre todos los comerciantes de Manchester» s.
Las mercancías que así iba a ofrecer de ciudad en ciudad, dejando
en depósito en las posadas una parte de lo que no se había vendido,
casi siempre se transportaban a lomos de caballo o de mulo. Los ca
ballos de albarda, que se tenía buen cuidado de elegir de una raza
fuerte y paciente, llevaban cada uno dos fardos o dos cestos, cuyos pesos
se equilibraban. Formaban verdaderas caravanas, alineadas en fila en
los caminos estrechos 4. El que marchaba en cabeza llevaba al cuello una
en medio del cual hay un palio inmenso al que dan todas las ventanas del edi
ficio, que no tiene ninguna al exterior. Hay en esta lonja 370 salas, todas las
cuales tienen una puerta y una vidriera que dan al patio y a la galería que cir
cunda cada piso». Tournée faite en 1778 dans la Grand-Bretagne, pág. 198.
1 Véase anteriormente, caps. I, III.
2 Véase WESTEoriELn, R. B.: Middlemen in Englisli business, particularly
between 1660 and 1760 (Yate University Press, 1915).
3 IV alker , Th.: The Original, núm. X I (29 de julio de 1835).
4 P lace, Francis, ha conservado el relato de un viaje hecho a caballo, de
Glasgow a Londres, en 1739. Hasta Grantham los viajeros «seguían una calzada
estrecha bordeada a cada lado por la tierra blanda de un camino apenas esbo
zado. De cuando en cuando encontraban caravanas de caballos de albarda, treinta
o cuarenta en fila... El caballo de cabeza llevaba una esquila para advertir a
los viajeros que vinieran en sentido inverso. Cuando cruzaban estos largos con
voyes de caballos cargados con pesados fardos la calzada ya no era lo suficiente
micha. Para dejarles sitio se veían obligados a echarse a un lado, al camino
blando, de donde les costaba gran trabajo volver a subir a la calzada». P lace,
'i
Enlucí»; Addi.tional Manuscripts, 27.828 (British Museum), pág. 10. Hasta me-
111oiloa del siglo xvm los caballos de albarda continuaron siendo el medio uni-
vnrmlmf'iila empleado para transportar las mercancías en el interior del país.
Wiimi, S. y R.: The story of the King’s lúghuiay, págs. 63-64.
1 Vánae lo que refiere S ímiles, S.: Lives of the engineers, I, 307, a propósito
de lo» Indiuilrros de Derbyshire: «La mayoría eran originarios del Flash, distrito
•ti millo oulrn Mncclesfield, Leek y Buxton y bastante poco civilizado. Los Flash-
trian, otmneldo» por la rudeza de sus modales, vivían, según se decía, mitad de
la btdumi'i íu y mitad del latrocinio.»
3 Purliumnntttry History, XIV, 246; XXV, 885 y sgs.; Journ. oj the Eouse
oj Commom, XI., 1090, etc.
!l IJnu loy de 1697 obliga a «todo buhonero, baratillero y revendedor al detall
(hawker, pealar and pelty chapman) y cualquier otro comerciante que va de
oludad en Ciudad y do casa en casa, ya sea a pie o a caballo, o bien con caba
llos, etc.», a sacar tilín licencia (jicence) mediante un derecho de 4 libras. Además
debo pagar 4 libra» por cada cabeza de caballo, de asno o de mulo «o de cual
quier otro uuimnl que lleve o acarree un fardo». (8-9 Will. TIL c. 25.)
94 PARTE I : J.OS ANTECEDENTES
diversas aún que el fardo del buhonero. De allí esos nombres de sentido
tan general y tan vago que se daban a las tiendas: g rocer, que signi
ficaba, en su origen, lo que en francés grosá er , comerciante en grueso,
al por m a yor; m ercer , liaberdasher, que querían decir comerciante de
telas, droguero, quincallero, tanto como mercero. Asi ocurre todavía
en un gran número de aldeas; pero las aldeas, en el siglo XVIII, ni si
quiera conocían este género de tiendas; no habrían de hacer su apa
rición sino después de un trastorno profundo de las condiciones eco
nómicas 1.
VI
vesía tan arriesgada, que en muchos parajes los viajeros preferían aban
donarlos y salir a campo traviesa L Se comprende que en semejantes
caminos la circulación haya sido muy penosa. Aquí un carruaje tar
daba cinco horas en recorrer una distancia de diez millas; allí se en
contraba detenido por el agua durante todo un día 1 2. Para salir de los
malos pasos a que se estaba expuesto a cada instante eran indispensa
bles fuertes atalajes: no eran demasiados cuatro o seis caballos para .
sacar de los baches un carretón pesadamente cargado, o una maciza
berlina de viaje. En los casos críticos todavía era preciso pedir presta
dos algunos bueyes de una finca vecina. En consecuencia, los vehículos
eran un medio de transporte muy lento, muy costoso, poco práctico, y
se explica fácilmente que los comerciantes prefiriesen en general los ca
ballos de albarda, cuyas caravanas marchaban en fila en los caminos
estrechos, vadeaban los ríos y, cuando era necesario, se abrían paso
por fuera de las carreteras. Se comprende también cómo las provin
cias inglesas, aun careciendo de barreras artificiales como las que
dividían a la antigua Francia y a Alemania en la misma época, perma
necieron mucho tiempo casi separadas por la única dificultad de co
municarse entre sí.
Sin embargo, ya se habían realizado algunos progresos. Fue bajo
el reinado de Carlos I I cuando el Parlamento votó el primer turnpike
a c t 34
. Se designaron con este nombre las leyes que establecían en cier
tas carreteras derechos de peaje, cuyo producto debía consagrarse a los
trabajos de mejora de los caminos. L a percepción de los derechos y la
ejecución de los trabajos se hallaban bajo el control de comisiones es
peciales, nombradas por los jueces de paz de los condados F Anterior
mente, eran las parroquias las que estaban encargadas de la reparación
de las carreteras, pero cumplían muy mal su cometido, tanto más cuan
to que sus intereses en el asunto eran muy desiguales. Una carretera
real, útil sobre todo para las ciudades situadas en sus extremos, atra-
1 Bilí.! sistema fue muy estudiado y admirado en Francia. Véanse las Notes
tur la Ugislation anglaise des chemins, par Tauleur des Notes sur l’impót territo-
rhll en Anglelerre (L a R cichefoucauld.L iancourt ), París, 1801. W ebb, S. y B.
(VIte ttr/ry oj the King's highway, cap. VII, págs. 118-64) han hecho un estudio
ih lelililfi do las turnpike acts y de su aplicación.
* SlaUUes al large, 9 Anne, c. 18 (1770). Medidas análogas se tomaron más
liililn |iniu evitar el deterioro de las carreteras peajeras. Véase 30 Geo. II,
i, 211 (1757): «Resultando que, de acuerdo con una experiencia constante, el uso
til» ruiulu» con llantas anchas contribuye grandemente al mejoramiento y conserva
ción do las carreteras y que el uso de vehículos pesados con ruedas estrechas
llriio por efecto deteriorarlas y destruirlas, etc.» El Acta 14 Geo. II, c. 42 (1741)
inmrrlbe el establecimiento de básculas en las barreras: lodo vehículo que pese
m i» tío 6.000 libras pagará 20 chelines por cada 100 libras de exceso.
3 1 Geo. II, st. 2, c. 19 (1728). Las penas previstas son: tres meses de cár
cel u la primera contravención y siete años de deportación en caso de rein.ciden-
rlti. I‘".l Acta 8 Geo. II, c. 20 (1735) considera la destrucción de las barreras como
mi crimen (felony).
1 Wi mi, S. y B.: The story of the King’s highivay, pág. 123.
5 .Umiís , Conlinuation to the ttistory oj Bradjord, pág. 87.
MANir.mx.--T
9H PARTE 1: LOS ANTECEDENTES
la mitad del camino, entre Newport y Cardiff, no son más que senderos
ásperos, sembrados de piedras monstruosas tan grandes como vuestro
caballo, con agujeros abominablesl . La carretera de Witney a Nort
Leach es, según creo, la peor carretera peajera que jamás haya seguido,
tan mala que es una vergüenza para el país... 1 23
. De todas las carreteras
malditas que jamás hayan deshonrado a este reino, en las épocas más
bárbaras, ninguna igualó jamás a la de Billericay a Tilbury: en una
longitud de cerca de 12 millas esta carretera es tan estrecha que un
ratón no podría cruzarse en ella con un vehículo. Y o he visto a un
hombre obligado a arrastrarse bajo su carretón para venir a ayudarme
a alzar m i silla de posta por encima de un seto» s. En otra parte en
cuentra relejes de cuat o pies de profundidad, hoyos en que se corre
el riesgo de quedar enterrado4: o gran cantidad de rocas, arrojadas
en medio del camino «so pretexto de reparación» le infligen sacudidas
espantosas 5. En la carretera de Liverpool a W igan su indignación se
hace inexpresable: «N o conozco, en todo el vocabulario, términos bas
tante fuertes para describir esta carretera infernal... Debo advertir se
riamente a todos los viajeros a quienes pueda suceder que emprendan
un viaje en este terrible país que huyan de ella como huirían del dia
blo: hay mil probabilidades contra una para apostar que se romperán
la cabeza o los miembros» 6. Solo a fines del siglo xvm , en tiempos de
los Telford y los Mac A d a m 7, es cuando Inglaterra tuvo una red de
buenas carreteras s.
1 Y ounc, A.: A six weeks’ toar through the Southern colindes, pág. 120.
2 Idem, ibíd., pág. 101.
3 Idem, ibíd., pág. 72
4 Idem, A six months’ toitr through the North of England, IV, 133.
s Idem, ibíd., I, 83.
6 Idem, ibíd., I, <130.
7 El ingeniero escocés Mac Adam es el inventor del sistema de empedrado
que ha conservado su nombre. Véase Dictionary of national Biography, art. «Mac
Adam». Sobre Telford, véase SmIIES : Uves o¡ the Engineers, vols. II y III, y
Webb, S. y B.: The story of the King's highway, cap. VIII. Solamente después
de ellos se formó una verdadera escuela de ingenieros especialistas. Hasta enton
ces, los que se encargaban de establecer el trazado de las carreteras y de dirigir
los trabajos eran simples contratistas que habían ejercido antes los oficios más
diversos. Los comisarios de carreteras eran «una muchedumbre enmarañada de
pares del reino, de hidalgos campesinos, de arrendatarios y de Lenderos». Véase
Edinbnrgh Review, XXXII, 480-82 (1819).
* En el siglo xvm los constructores de carreteras ensayaron varios métodos,
algunos de los cuales dieron bastantes disgustos: «A menos de una jornada de
la capital se encontraba la «carretera en ondas», o «trench road», con altibajos
sucesivos; la «carretera angular», que descendía a derecha e izquierda, como las
vertientes de un tejado; la «carretera cóncava» o «vía hundida», en la que se
vertía periódicamente un arroyo para limpiarla; la «carretera horizontal», flan
queada por fosos profundos que a veces eran una calzada de veinte a treinta pies
de anchura, casi horizontal en la cima, bordeada a cada lado por precipicios
de una profundidad de cuatro a cinco pies.» W ebb, S. y B.: Story of the King's
highway, pág. 133, con citas de S cott , ,j.: Digest of the general highway and
II: EL DESARROLLO COMERCIAL 101
lumpihe Icios, págs. 320 y sgs. (1778), y H omer, H.: Means oj preserving and
improving the public roads, pág. 30 (1768).
1 P orter, R.: Progress of the nation, pág. 296-97.
2 Smollet, T.: Roderick Random, cap. VHI.
3 Gentlemans Magazine, año 1757, pág. 383. Hammersmith constituye hoy
día un barrio de Londres.
1 H abdwick, Ch.: The history oj the borough of Prestan and its environs,
págs. 382-84; Baines, T. y F airbairn, W.: Lancashire and Cheshire, past and
present, II, 105.
5 JBREMNEn, David: The industries of Scotland, pág. 108.
6 A ndrrson, A.: Chronological history and deduction of the origin of Com-
merce, suplemento. IV, 718 y sgs.; Joyce, II.: History of the Post Office to 1836,
págs. 208-80. Hasta 1696 Londres fue el centro único de distribución para las
cartas expedidas de mi condado a otro. Hacia mediados del siglo xvm las prin
cipales ciudades del reino estaban enlazadas entre sí, tres veces a la semana,
por un servicio postal regular. Se hallará un buen estudio resumido de esta
cuestión en M ort’tT: England. on the ene of the industrial revolution, pági
nas 243-46.
7 A ik in , J.: A descriplinn of the country ¡rom thirty to forty miles round
Manchester, pág. 183. A principios del siglo Xvtii apareció una categoría nueva
ile viajantes conocidos en laB industrias textiles con el nombre de riders out:
vendían y entregaban las mercancías que transportaban, en lugar de limitarse a
presentar muestras y a solicitar pedidos. Daniels ; Earty English cotton manufac
ture, pág. 62.
102 PARTE I : LOS ANTECEDENTES
' ~ — 5
V II
— --.n
104 PARTE l : LOS ANTECEDENTES
' England’s improvemenl by sea and land, l.* parte publicada en 1677,
2.* parte en 1682. El título completo es el siguiente: El avance de Inglaterra por
tierra y por mar, o la manera de vencer a los holandeses sin hacerles la guerra,
de pagar la deuda sin dinero, de dar trabajo a toda la población pobre por la
explotación de nuestro suelo, de prevenir los procesos inútiles y de establecer
un sistema de registro voluntario de las propiedades territoriales. Con indicaciones
sobre los lugares de donde se puede sacar en gran cantidad la madera necesaria
para las construcciones navales, y sobre la ventaja que supondría hacer nave
gables todos los grandes ríos de Inglaterra; reglas para evitar los incendios en
Londres y en las demás grandes ciudades, y el medio de asegurar a los obreros
de iodos los oficios el pan y la bebida a poco precio.
2 Y arranton , A.: EnglaruCs improvemenl by sea and land, I, 7, 181, 191.
3 Véase el libelo titulado A coffee-house dialogue, or a discourse between
captain 5' (Yarranton) and a young barrister of the Middle Temple. Y arranton
respondió con The coffee-house dialogue examined and refuted. Véase también
A word williout doors. A continualion of the coffee-house dialogue, etc. (Britísh
Museum T. 3*, 17 y sgs.)
4 Y arranton. A.: England’s imprmiement, I, 193-94.
* «Todo lo que se precisa para engendrar la industria, la fuerza y la rique
za. para asegurar la subsistencia de los hombres, para hacer al pueblo próspero
II: EL DESARROLLO COMERCIAL 105
? n |u mulle grande y poderoso lo posee Inglaterra y más Que dos reinos o dos
1 1 ”* rinuesquicra juntos. Si sus recursos agrícolas e industriales se utilizasen
silui lliiihiiiiiMito, en muy poco tiempo llegaría a ser Inglaterra la gloria de las
URi limo». I iibb en Inglaterra se encuenlra la lana más fina y más abundante que
« 1 1 llpigiiii piilu del mundo; se encuentra el mejor estaño, el mejor cuero, el
; ii |i |iii liliumi del mundo y en cantidad mayor que en ninguna pane; se encuentra
11,11 1 11 'a carne, para alimentar a los obreros que trabajan en Producir
11 Mi lliiii-liuiiiur oslas diferentes mercancías. Y en Inglaterra hay grano, suficien-
» íiiin» |iiirn (iluuenlor a la población; e Inglaterra posee los puertos mejores
* 1 'i/i* 1 '"ftm'i1* mundo.» Y arraíyton, A,; England’s improvemenl, I, 4.
II WIN, III, c. 19 y 20 (Aire, Calder y Trent); 1 Anne, c. 20 (Der-
vitmüi I. |, o, 27 (Derwent); 7 Geo. I, st. 1, c. 15 (Mersey e Irwell). La
r>iMNllj«iiliiii ilnl Wrnver, que atraviesa las salinas de Cheshire, data de 1720;
i! iln| llim. ijni> |is»n fior Sheífield, data de 1725. Véase Aikin , John: A des-
í( . . ' , 7 ' l rom thirty to jorty miles round Manchester, págs. 105-11;
«AtNK». ,t llutury „/ Liverpool, págs. 39-40.
..obro lu» lis11 » Industriales de la hulla antes de la invención de la máquina
II# vapor, vónjti pnrlri |l. cap. III. El empleo de la bulla en la metalurgia del
1 erro conteil/Q un I11 iiriiiiurn mitad del siglo xvttt, pero solo se difundió a par-
Itt ile 1700.
So lo llanuilio sen ron!, o carbón de mar. El nombre de pii.coal, carbón de
ni iim, estaba reservado 1, ln hulla extraída en los condados del centro y consu
mirla nII1 mismo. 1
inri PARTE I : I.OS ANTECEDENTES
historia de la hulla. El ahonde del río Douglas, entre 1719 y 1727. coin
cide con la explotación de las minas de hulla situadas en los alrededores
de Wigan, al nordeste de Liverpool; los trabajos del Sankey, en 1755,
con la apertura de las minas de St-Helens \ La excavación del primer
canal propiamente dicho que existió en Inglaterra, el canal de Worsley,
no tuvo otra causa.
Fue un gran señor, el duque de Bridgevvater, quien tomó la inicia
tiva. Poseía en Worsley, cerca de Manchester, importantes yacimientos
de hulla; pero el precio exorbitante de los transportes hacía su explo
tación casi imposible. De Worsley a Manchester el carbón viajaba a
lomos de caballo: costaba de 9 a 10 chelines por tonelada, para un
trayecto de apenas siete mialls 12. El duque pensó primero en utilizar
un riachuelo, el Worsley Brook, que desemboca en el Irvvell, no lejos
de su confluencia con el Mersey; pero lo disuadió de su propósito un
hombre que iba a revelarse, en su servicio, como un gran ingeniero,
James Brindley, como John Metcalf, como tantos otros entre los gran
des obreros de la revolución industrial, es un ejemplo notable de ese
genio práctico, que no se forma por el estudio, sino por la experiencia
y la necesidad 3. Ignorante del movimiento científico de su tiempo, casi
analfabeto 4, llegaba a resolver problemas arduos gracias a una poten
cia de imaginación poco común y a una meditación intensa5. Fue en
1759 cuando se encargó de abrir el canal de Worsley por cuenta del
duque de Bridgevvater: dos años después, en 1761, la obra estaba aca
bada. Brindley había sentado dos principios, a los que siempre perma
neció fiel: se habia abstenido de recurrir a los lechos de los riachuelos
1 Véanse el preámbulo y el texto riel Acta 28 Geo. II, c. 8; el Acta 8 Geo. III.
c. 38, y las peticiones resumirlas en los Journah of the 17ouse. oí Commons. XXVI.
905. 969, 977; XXVII, 53, 56, 115. 137, M4, 169, etc. (peticiones de los propie
tarios de minas del condado de Lancaster); XXXII, 667 y 771 (peticiones de
los magistrados y de los notables comerciantes de Glasgow); XXXIV, 200 (pe
tición de los dueños de forjas de Coalbrookdale). En cuanto a la influencia de
estos trabajos sobre el desenvolvimiento de las industrias en la región de St. He-
lens, véase Victoria hislory of the county o¡ Lancaster, II, 352.
2 Petición del duque de Bridgewater a la Cámara de los Comunes (25 no
viembre 1758). Journ. of the líouse of Commons, XXVIII, 321-22, 335.
3 Sobre James Brindley, véase Aikin, J.: A description o) the country /rom
thirty to jorty miles round Manchester, págs. 139-45; Fmt.ups, J .: A general
history of inland navigation, págs. 87-100; S mh .es, S .: Lives oj the engineers, I,
309-402; W ard, J,: The borough of Stoke-upon-Trent, págs. 162 y sgs.
4 Su ortografía era de tma incorrección inverosímil. No supo jamás escribir
la palabra navegación (navigation). Se hallarán extractos típicos de sus cuader
nos de notas en Smii.f.s, S.: Lives of the engineers, I, 320-21, y W arner, Town-
send: Social England, V, 323.
5 Raramente recurría a la ayuda de diseños o de planos; su memoria, de
una seguridad y de una precisión extraordinarias, le bastaba. Cuando tenía entre
manos un problema difícil solía permanecer acostado varios días para reflexionar
en silencio hasta que llegaba a imaginar, de una forma concreta, la solución en
sus más nimios detalles. P hillips, J.: Hist. of inland navigation, pág. 95.
n: EL DESARROLLO COMERCIAL 107
1 Aik in , J „ oh. cit„ págs. 113-14-; Y ounc, A.: A six monihs’ lour through
the North o/ linglarul. III, 196-241.
2 PntLi.il>», ,1.: Hisl. of inland navigation, pig. 76.
3 A i k i n , .1., oh, rit., pág. 115; P hillips , J„ oh. cil., pág. 78.
4 Es el curial iluuignudo frecuentemente con el nombre de Grand Trvnk Ca
nal: mide 93 milln», o sen, 149 kilómetros de longitud.
5 W edcwooii escribía en 1767: «Tengo miedo de que quiera hacer dema
siado y nos abandono unte» de haber puesto en ejecución sus vastos proyectos.
Tengo miedo do tpio Urimlloy, el gratule, el feliz Brindley se sacrifique por el
bien del público. Canurá quizá algunos miles de libros, pero ¿qué da a cambio?
Su salud y hasta temo que su nido.» Curlti a Bentley, 2 de marzo de 1767. Museo
iVvdgwood, Stoke orí Trent.
1(111 PARTE I : LOS ANTECEDENTES
s© ve circular por los grandes canales, como por ejemplo el del Trent
al Mersey, los productos más diversos, venidos de todas las provincias:
la sal del condado de Chester y los cereales del Este, las alfarerías de
Staffordshire. la hulla de Wigan y la de Nevvcastle, el hierro colado del
alto Severn, los hierros y cobres trabajados de Wolvcrhampton y de
Birmingham. En el primer puesto de las mercancías transportadas f i
gura el carbón: en todas partes llegan al corazón mismo de las minas
ramales injertados en las vías principales1; doble facilidad ofrecida
al productor, uue puede emprender la explotación de yacimientos nue
vos, y al consumidor, a quien el bajo precio de la hulla invita a emplear
la en nuevos usos.
Hasta los mercados exteriores parecen más próximos. Las corrien
tes de importación y de exportación, en lugar de filtrarse a duras penas
a través del país, circulan por él ampliamente. Los centros industriales
recibirán en abundancia, en lo sucesivo, las provisiones que reclama
su población creciente: Liverpool, por el canal del Mersey, abastece de
trigo a Manchester. que ya no corre el riesgo, como hacía poco, de su
frir los rigores de la carestía *. Y los productos manufacturados pueden
expedirse, sin un lujo costoso ríe intermediarios, desde su lugar de fa
bricación a los puntos de destino más lejanos: «Hasta mediados de si
glo, escribe un viajero, no habia un solo negociante en Birmingham que
estuviese en contacto directo con los extranjeros. Los negociantes de
Londres hacían un comercio de depósito con las mercancías fabricadas
en Birmingham. Ahora, los comerciantes de Rusia o de España obtie
nen directamente de esta ciudad todos los objetos que necesitan. Una
exportación fácil, por medio de ríos o de canales navegables, es menos
precisa para cualquier otro género de fabricación que para aquellas en
que hay que emplear metales que exigen una gran cantidad de combus
tible o materiales pesados y groseros. Ahora bien, Birmingham, desde1 *3
V IH
1 Ciutomm y Imarit»,
* S iin t lM ' M i l i , .F ,| Principies of political economy, I , 3 0 0 (ed. de 1 8 4 8 ) .
* IVUr AiiLAY l 111)1, d ’ Anuh.u-rre depuis l ’avénement de ¡arques II (liad. Mon-
tíiu i), 1, 8(16. *
119
120 PARTE i : LOS ANTECEDENTES
r ..nn Asi, pues, si un Estado cae en manos de los nobles, grandes y pequeños,
hasta el punto de que los agricultores y labradores do sean mis que jornaleros o
. .riMsAM pjun vale lamo como decir mendigos), podréis tener una buena cabs-
Ibi la. pian nunca una infantería sólida.,. Ea lo que sucede en Francia y en Ita
lia ■ Uaiuk, l‘ .¡ Uistary of King Henry F/7, Work» (ed- de 1878), VI, 95.
' 1 1 lu npintón clásica, expresada por Lr.DCY: Hist. of England in the XVUhh
MM'nu 1, 7.
4 I t Msnm tviTscit, A, (D ie B e w e g u ttg ru g a ru te n d tr k le in e n ia n d t c ir t t c h a f -
tlb 'fien fiilttt in págs. 7-9), cita numerosos testimonios sobre la impor-
E n g la n d ,
ItiHi'lti del nidilvu pequeño y medio a principios del siglo xvtn.
i me, iiintfmyi Natural and political obscrmlions apon the jíoíe of the
im iir» I tir'M. Itrlllsli Musoum, Hurleian MSS, núm, 1.898, pág. 14, publicado
pttf i■Hi »■*# por Ciialmers, C.: An estímate of ihe comparative forcé of
I,tr 0 i tl.nwn ( (Htl'tl, Véase también Davenant, Cli.; Essay on the probable nieans
al mitins ■ j itiptr giHttert by tht balance of trade (1697), Works, II, 184.
* « o l<'' ’i lite Srlect Committer ttppainíed to ¡nqttire into the present
itutr -I ugiü idiii'R (ItUN), pág, 65.
, ii .ib. clt., pág. 52; lli:roK: Tour, 1, 37.
" Vías* (tiniiM A.i l.nturet on tht Inilitilríal Hrimlutton io England,
l * id , fSce* ittWi, llar, II.i Why han* the yeomanry fterirhed, «Cuniemporsiy
II mOi' w, tiltil ||( lita j sgs| Lr.vv, 11,: Der Untergang kltintnlueiltrhrn üetiiebe
<>i Englumi, . l.iliiliili Im>i til, Nstiouaibkonomin un ,Si*ii«Uk", 1903, |isgs. 145-67;
Idi-nt, t.nrgu o/id tnmll huldmgr, pag. 30 y sgi,| II asiiaiiI, W, i Der Untergang
tísc eogíiv Afii / ( « M r m in nettrr llelttichiung, • Aicliiv Iilr Soríalvdascnschtiiu,
XXIV, Ii * Htttarf aI tht Etiglith ngricttltuntí InUourrr, pag», 73-76; J oiin-
A, ll.t Tkr dlMpp‘Htnnra of lia tittnll íandanner, págs. 128-45. Consúltese
asimismo I írav, II. 1 ; l'soaitin fatming tn Oslmdthíre ¡rom the XVDh century
tu the XlXih, «tlusfInly Inniti*^ ul ticumiiiilrca, XXIV, 293-326, y TAYI.OM, 11. C.:
i h * decline of hmdnwnlng /water» in England ( H ijrwma, Uttivfreity S e r ia , 1904).
116 PARTE I ! LOS ANTECEDENTES
L A S M O D IF IC A C IO N E S DE L A P R O P IE D A D
T E R R IT O R IA L
1 CaHomnry trnnnt»,
® S'I'iMiit M i)),, J , i Principies oj political economy, I, 300 (ed. de 1848).
I' M a CAuCa V l MÍU, (1‘Anuí,til,erre dermis l ’avenement de Jacques 11 (trad. Mon-
ló«m), I, 96(3. \
119
120 PARTE I : LOS ANTECEDENTES
V sana. Así, pues, si un Estado cae en manos de los nobles, grandes y pequeños,
basta el punto de que los agricultores y labradores no sean más que jornaleros o
c otta g ers (que vale tanto como decir mendigos), podréis tener una buena caba
llería, pero nunca una infantería sólida... Es lo que sucede en Francia y en Ita
lia.» Bacon, F,: H is to ry o f K i n g H e n r y V i l , Works (ed. de 1878), VI, 95.
1 Es la opinión clásica, expresada por L ecky: H is t. o f E n g la n d in th e X V I I I t h
cCnlury, I, 7.
2 Eliaschewitsch, A. ( D ie B e w e gu n g zu gu n sten der k le in e n la n d w irts c h a f-
(lid ie n págs. 7-9), cita numerosos testimonios sobre la impor
G iite r in E n g la n d ,
tancia del cultivo pequeño y medio a principios del siglo xvni.
■' K inc, Grogory: N a t u r a l and p o lit ic a l o b serva tion s u p o n the s la te o f the
lU ltlo n (1696), Brxtish Museum, Harleian MSS, núm, 1.898, pág. 14, publicado
|JW primera vez por Chalmers, G-: d n e s tím a te o f th e com .parative f o r c é o f
f i n a l B rita in (1804). Véase también Davenant , Ch.: É ssa y o n th e p ro b a b le means
bl in o h ín g a p eop le g a in e rs by th e balance o f Ira d e (1697), Works, II, 184.
* th e S e le c t C o m m itle e a p p o in te d to in q u ire ¿tito th e present
t ie p o r t ¡ro m
(1833), pág. 65.
t in te o f a g ric u ltu re
111 Wouoswoirj'H^ o b . c it,, pág. 52; Defoe: T o a r , I, 37.
" Véase T oynbee, A.: L e c lu r e s on the In d u s tria l R e v o lu tio n in E n g la n d ,
JA 0d., págs. 58-66; R ae, H.: IV h y have the y eom a n ry p erish ed , «Contemporary
Hvvfuw, 1883, II, 548 y sgs; L evy, H.: D e r U n te rg a n g Id e in b a n e rlic h e n B e tr ie b e
IH E n g la n d , tjahrbücher für Nutionalokonomie un Statistik», 1903, págs. 145-67;
Idbm, l.n rg c and s m a ll h o ld in g s , pág. 30 y sgs.; H asbach, W.: D e r U n te rg a n g
(hl,s (snglischen B a u e m sta n d e s in neu er B e le u c h tu n g , «Archiv íür Sozialwissenscbafc«,
JOdV, 11-29, e H is to ry o f the E n g lis li a g rie u llu ra l laboqirer, págs. 73-76; John-
»ON, A. H.: T h e d is a p p a re a n ce o f the sm a ll la n d o w n e r, págs. 128-45. Consúltese
intiuiisino C r a y , II. L.: Y eom a n fa rm in g in O x fo rd s h ire ¡r o m the X V l t h c e n tu ry
(o th e X l X l h , «Quarterly Journal of Economics», XXIV, 293-326, y T aylor , Ií . C.:
The d e clin e o f la n d o w n in g ja r m e r l in E n g la n d ( IVislo n -sin U n iv e rs ity S e rie s , 1904).
I
1 «Entre 1785 y 1802 el número de los yeomen propiamente dichos iba más
liten en aumento que en disminución en todas las regiones de Inglaterra, a ex
cepción de las que, como Lancashire, fueron afectadas directa y rápidamente por
lu revolución industrial.)) J ohnson , A. II.: The disappearance of the small lan-
tltiwner, pág. 144. Compárese con Gray, H. L.: Yeoman ¡arming in. Oxfordshire,
11 (,>iti ■rti'Hy Journal of Economics» XXIV, 306. Véase M arshall, J.: Rural economy
itI Not fník (1787), pág. 9; MolLa n d : Cheshire (1808), pág. 79.
“ I InLl, J.: A general view of the agriculture in the country of Lancaster
UV'H), iiég. 12; W alker, D.: A general view of the agriculture in the country
ni lleillnid (1795), pág. 15; A general view of the agriculture in the country oj
ITmiulih (1791), pág, 21; A ik in , J.: A description of the country ¡rom thirty
in /i i i I y miles round Manchester (1795), pág. 43; E dén, F.: State of the poor
(1707), II, ill), l'l Iicclio de que una parte de estos testimonios provenga de los
uoliiliiiiiidiiinit del tlvunl oj Agriculture, partidarios resueltos de la nueva agrono
mía, dnaniila lu sospecha de una tendencia hostil al gran cultivo.
* l.l vv, ll.l l.urgn and small holdings, págs. 30 y 34.
J Vófiipm Ida Iii fluíiics del Board of Agriculture mencionados por P rothf.ro
(L ottl ICiíivln) i li'.nglkh. ¡(trming past and present, págs. 293-96, y I-Iasbach : Der
ÜnlArgOlig diis Hiitfl/'Sduin Bfíuernst,andes in neuer Beleuchtung, págs, 27-29 (Ar-
ohiy f||i* tW.llíl'wllWillit'linfl, 1907): la pequeña yeomanry subsistía a fines del
íiglO X V lII 0l) Nih'llltllllliorlnnd, Ditrham, Yorkshire (West Rlding), Lincoln, Staf-
fot'd, Sálop, Wul'niMtor, llot'by, Nocibani|>ton, Oxford, NoLlingham, Cambridge,
ISauex, Wilis, tJutnhrUlqnil y Wowinóielund.
5 Report from tlw Siilect Cuminittee o¡ Agriculture (1883): Willshire: «Los
propietarios quo dlafrimilliit) di, ntm reñía do 50 a 300 lilira» han desaparecido»
(pág. 65). Yorlcshiro: «Tuda» loa pequeños yeomen han desaparecido después de
la guerra» (pág. 149). (ihoshlroi «Loa yttoim'n- lian perdido casi enteramente sus
propiedades» (pág. 272). Sliru|i«lillo¡ nl.o» pequeñas lincas se han vendido todas»
(pág. 285). Northumberlund y Ihnltnin: «Un gran número de pequeños agricul-
124 PARTE i : LOS ANTECEDENTES
II
tores se han puesto al servicio ajeno o han cambiado de ocupación» (pág. 327).
En Hampshire están hipotecados, arruinados, venden sus tierras a vil precio (pá
gina 466). En Nottinghamshire ya no queda ni uno solo (pág. 586). Se exceptúan
dos o tres condados: Worcestershire (págs. 84-85), Cumberland (pág. 325), Here-
fordshire (pág. 394).
1 Stuart M ill , J.: Principies o/ political economy (ed. de 1848), I, 300.
2 A principios de ese siglo la yeomanry había dejado de existir como clase.
Los statesmen de Cumberland habían desaparecido casi completamente. Aún ha
bía pequeños propietarios aislados en algunos de los condados del Sur (Glouces-
ter, Somerset, Devon, Kent) y en el Este, país del cultivo del trigo (sobre todo
on Lincolnshire). Sobre los últimos yeomen de Hampshire, véase Rogers, Tho-
rold: Six centuries of work and wages, pág. 55.
III: LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 125
1 An act jar dividing, allotihg and enclosing the open and common fields,
meadows, pastures, and common and wasle lands, in the parish of. ..
2 La cuenta se ha hecho- varias veces, pero incompletamente o con poco
mirlado. Las cifras dadas por Chalmers: Estímate of the comparative strenght of
(írcat Britain, pág. 146, son casi todas inexactas. Las que da P orter: Progress
i)f the nal,ion, pág. 348, son correctas, pero solo parten de 1760. Las estadísticas
HOltlPllhlM* en el Appendix to the 3d report from the select committee on agricul
tor!, pág. 501, proporcionan un excelente medio de control.
0 Ln primera en fecha es el Acta 8 Anne, c. 20 (Prívate Acts), promulga
da en 1709.
4 Si .ATtílt. G.: The English peasantry and the enclosure of common fields,
pág. 73 (mnpnb muestra que la zona de las leyes de cercamiento, que corlaba
oblicuamente Iti C.nin Rrelaña, dejaba fuera de ella el Sudeste, desde la isla de
Wight hasta Suffolk; el Sudoeste (Devon, Somerset, Cornualles) y el Noroeste,
con el País de GnluB. Poro indica al mismo tiempo cómo las endosares se efec
tuaban sin acta del Ptirlumcnlo (ibíd., págs. 152-55 y 187 y sga). En los condados
del Sudeste (Eseox, Kent, Suffolk) todo estaba cercado desde el siglo xvu.
Cf. Scrütton, Th, E,: Cotnmons and common fields, pág. 114. Según Gonneh
(Common land and inclosure, pág. 123), ocurría lo mismo on los condados de
Northumberland, Durhnm, Lnnrnstor, Cliesier, Dovoii, Cornualles, Sulop, Hereford,
Somerset y Sussex. '
¡2(1 PARTE I : LOS a n t e c e d e n t e s
parcelas, repartidas sobre todo el territorio del tow nsh ip1. Pues estas
partes separadas no se agrupan siquiera en un conjunto más o menos
vago: parece, por el contrario, que se haya tenido cuidado de distri
buirlas de un modo aproximadamente igual por todo el espacio consi
derado. En la realidad, cada una de estas superficies rectangulares se
presentaba bajo la íorma de una íaja de tierrgt-esífeeiia y larga, sepa
rada de la íaja vecina por una delgada cinta dej céspedj Sus dimensiones
medias eran de cuarenta rods de largo por cuatnTtTe ancho— unos dos
cientos metros por veinte . Son las dimensiones mismas de la medida
de superficie inglesa, el acre 1
2. A menudo la íaja de tierra estaba dividida
en dos partes iguales, de unos veinte rods de la rg o ; la parcela así consti
tuida llevaba el nombre de balk o de oxgang 3 4 ; el lado de mayor lon
gitud correspondía a la dirección de los surcos, y en cada extremo había
, un emplazamiento destinado a hacer volver el arado *. Esta fragmenta
ción extraordinaria ha dejado en ciertas localidades huellas curiosas: en
las colinas las fajas parcelarias estaban siempre dispuestas perpendicu
larmente a la línea de pendiente, para evitar el deslizamiento de las tie
rras después de cada labranza; niveladas poco a poco, han terminado
por formar terrazas estrechas escalonadas en la íalda de las lomas, ver
daderas gradas que una vez formadas se han conservado indefinida
mente. Se las ve a lo largo de los Chiltem Hills y de los Downs de Sus-
sex. así como en muchos parajes del norte de Francia 5.
Este sistema de fragmentación de las tierras, por singular que pueda
tido realmente este régimen igualitario? ¿En qué época? ¿Cuándo ha
bría nacido? ¿Sería de origen sajón o bretón, germano o celta? *1I ¿Habría
sido en sus comienzos una institución de aldea o de tribu? Otras tantas
cuestiones que continúan hasta ahora poco menos que insolubles, y la
mayoría de las cuales ni siquiera deben plantearse, si, como ha soste
nido Fustel de Coulanges, la comunidad primitiva no es más que una
novela.
Sea lo que fuere, si en el siglo x vin todavía subsistían vestigios de
esta problemática partición, iban borrándose cada vez más. Las parcelas
de que se componía una propiedad, salvo en los casos excepcionales que
acabamos de mencionar, permanecían siempre las mismas. No cambia
ban de mano sino, como toda propiedad individual, por vía de transac
ción o de herencia. El azar de las ventas y de las sucesiones, que a veces
las acumulaba y a veces las dispersaba, había hecho desaparecer hacía
tiempo toda igualdad real o imaginaria entre los derechohabientes. A l
lado de un yardland2 dividido en sesenta parcelas y de una superficie
total de treinta o cuarenta acres, otro consistía, en todo y por todo, en
un m«5Í¡agF~ág?n6dTo---fiere^jjprtdo-ss-elav-aba,la. casa vivienda^/"Lo que
se había conservado casi inacto era e l sistema de agricultura vinculado
al régimen territorial de los opea jield s; las modificaciones de este debía
acarrear forzosamente la desaparición de aquel.
III
pililil llnn redislribución periódica de las tierras, (véase Slatek: English peasan-
li Yt pág». 166 y sgs.). Las praderas se distribuían a menudo en lotes anuales,
dimilo pl din do la Candelaria al de San Juan (lord E rnle: English farming past
tiltil pr Martí, págs. 25-26). Lo mejor parece ser atenerse a la juiciosa observación
da Ma iii AMi (í)ome.vlay Book and beyond, pág. 340). «Nos movemos entre con-
letiinis, allí bolín podido, basta el presente, probar gran cosa.»
I Wouibl KaMAAY (pág. 159), el open ¡ield es de origen anglosajón; según
tarJIOIIM (prtK- 4ít7), na (interior a la ocupación romana.
II Viltltílld o ulfitnte (virgaia térra). Estas palabras designan una propiedad
i lo exletlitlón vni'llililo, según las provincias. Sobre el sentido de virgate en los
emulados del Súdente, vóuao T ait: «Hides and virgates at Battle Abbey», English
Ifittorical Unlino, 1903, págs. 705 y sgs.
,-1 El mesvtnge na el trueno situado en la aldea y sobre el que se levanta
la casa. Casi lodos loa yanl-land i comprendían uno. Véase el ejemplo dado por
SunnortM, ob. cit., piig, 26( una, propiedad sila en Winnlow se compone de un
messuage, de 68 parcolui do 1/2 aero, de 3 parecías do 1/4 de acre, más 1 acre
y 4 medios acres do puimrnjos, Sobro la doBigtinliliid de las propiedades, véase
iHd., pág. 11.
MANIOUX__ 9
1.10 PA RTE I : LOS ANTECEDENTES
1 Algunas veces dos o cuatro. Véase H omer, H .: Essay on the nature and
m.ethod, etc., p íg . 4; The advantages and disadvantages of inclosing ivaste lands
and open ¡ields (1772), píg. 13; P rothero (lord Ernle): Pioneers, pág. 5, y
Social England, V, 103-04. En lugar de tres campos, una parroquia o un toivnship
podía comprender seis, agrupados dos a dos; era el caso de Hitchin: SeeboHm,
ob. cit., pígs. 11-12. G ray : English field system, pág. 133, menciona en Great
T ew (Oxfordshire), a mediados del siglo xviti, una rotación en ocho tiempos.
2 Véase lord E rnle : English ¡armiiig past and present, píg. 22; Scrutton:
Commons and common ¡ields, pígs. 115-17; Curtlek : The endosare and redis-
III: LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 131
mayoría de las localidades. Incluso allí donde aún subsistía, no por eso
se olvidaban los derechos individuales del agricultor: las parcelas, sepa
radas unas de otras por fajas estrechas de tierra inculta, seguían siendo
perfectamente distintas. A l llegar el tiempo de la recolección el producto
de cada una de ellas iba a parar, sin discusión alguna, a su propietario
legal. Una vez más el open jie ld system no es un comunismo.
Entre el momento de la recolección y el de la siembra, cuando en la
tierra solo quedan los restos de cañas o de espigas perdonadas por la
hoz, o un poco de hierba crecida en la linde de los campos, el manteni
miento de los derechos exclusivos de cada uno resultaba inútil. Era en
tonces cuando el open jield tomaba más que nunca el aspecto de una
propiedad colectiva. Se convertía en un terreno de pasto adonde todos
los propietarios, indistintamente, enviaban sus cerdos, sus carneros y sus
gansos. L o mismo ocurría con los prados, que situados con gran fre
cuencia de arriba abajo, al borde del agua, no se consideraban como
formando parte del open jield propiamente dicho: en cuanto el heno
estaba en sazón, constituían una dehesa común para el ganado mayor 1.
Así durante varios meses del año— desde finales de julio hasta la Can
delaria— las tierras permanecían indivisas. L a ausencia de cercados
permanentes hacía inevitable esta indivisión periódica. Comprendemos
ahora toda la significación del término open jields, campos abiertos, cam
pos sin cercados, que se oponen a la propiedad autónoma y cerrada
como una federación de estados fragmentados a una monarquía unita
ria. Y de la misma manera que una constitución federal prolonga la
existencia de las pequeñas soberanías locales, así también el open jield
nyrte.m. preservó largo tiempo la pequeña propiedad. A llí donde había
doHapaiecido se notaba que el número de propietarios era menor y sus
dominios más extensos2. Así todo lo que contribuía a mantenerlo o a
ilnvl m irlo interesaba al mismo tiempo la suerte de los pequeños pro-
plelmjo*, do esos yeom en cuya desaparición coincidió precisamente con
ín ilcl indigno régimen territorial.
iV
ciertos derechos no se ejercían exclusivam ente sobre los com unales, sino
que a veces se extendían a otras partes de la p arroqu ia
¿Pertenecían estos derechos a todos los habitantes? ¿N o h abía nada
en ellos que recordase una igualdad prim itiva? En prim er lu g ar, el
com m on no es, hablando con propiedad, una tierra sin dueño: perte
nece, en principio, al señor, que posee una especie de derecho^ eminente
pobréTtodo el territorio de la parroquia, el lord o f the m a n a r 2. Se_lo
llam a a^veces el páram o del señor, the lo rd ’ s w aste. De hecho este dere
cho dom inical no tiene n ad a de exclusivo: lo m ism o que en la s tierras
que com ponen el open fie ld es com o si el señor hubiera cedido una parte
de su s derechos territoriales a los terrazgueros libres, así tam bién los
adm ite en el goce de los bienes llam ados com unes. Pero sucede con el
com m on como con el open fie ld : una vez efectuada la recolección, no
son todos los habitantes los que pueden llevar sus rebaños a los cam pos
segados, sino solam ente los que poseen una o varias hazas en la p arro
quia. Después de haber acom etido ju n tos el cultivo del suelo, u san ju n
tos de él com o de un apacentadero com ún: es una consecuencia natural
de la alianza, de la asociación consuetudinaria que los une. El com m on
está som etido al m ism o régim en: no es com ún a todos los aldeanos,
sino a todos los propietarios. A pesar de las apariencias no es una
tierra libre, cuyo uso no está som etido a ninguna restricción: es en
virtud de títulos definidos, y en proporción con esos títulos, cómo se
permite a cad a uno tener acceso a él.
Acabam os de ver que los derechos de los particulares sobre el co-
iiiiitml so clasifican b a jo v arias rúbricas, según el género de provecho
ipil’ di1 ellos puede obtenerse. Se clasifican tam bién según su origen y
Iri* mil i'lceiones que este les impone. A menudo están ligados, por cos-
im nliio, u la posesión de todo bien raíz situado dentro de los lím ites
ili'l ÍPtiilu, do la parroquia o del tow nship (co m m o n a p p e n d a n tj . E s el
(ano tiiri» ordinario y que m uestra m ejor la sem ejanza entre el régim en
pi i nuiMciili- del co m m on y el régim en periódico del oppen fie ld . A veces
fi»ln* iliim'lioHi considerados como creados en su origen por un acta
de i Iiiikii'Ióu (lid Ridior (lo r d o f th e m a n a r ), están lig ad o s a la persona
mito* i|tin n lo* bienes (co m m o n a p p u r te n a n t) , Otras veces son dere-
lilllto y muy Mifilltmlo, da una visión de conjunto del régimen y del estado de
tos bienal) oiniiiiiiidn», Véase lambién, entre las publicaciones del Board of Agri-
uiilnirQi oí Getmnil ¡{(¡¡orí un enclosures (1808), pág. 26, y J enks, Ed.: Modern
Intuí laxa, liéflii. Ifít) y »k«,
1 «dCíte derecho 0* mui ventaja que un hombre encuentra en la tierra de
nlro hombro, como piisiur nn ella su ganado, pescar, coger turba, cortar madera
it otras cosas noiuejunlpit.» Hlackstone: Commentaries, II, 32. Comp. H asbach:
l'lnglish agrícultiiral hihmirer, pigs. 89-90.
2 No pódenlas tislmllnr lii|iif, ni siquiera sumariamente, el Bistemn dominical
y su evolución. Casi tm lodus partes la propiedad moderna parece liaberBe cons-
l iluido por una especie de desmembración de la propiedad señorial, Biendo en
sil origen la mayoría de los propietarios lerruzgucroB, le.nanls. Véase F u s t e l de
(ImiLANCEs, L ’Alleu el le domapie rural, caps. V II n XVI.
134 PARTE I : LO S ANTECEDENTES
charse del bien comunal, y a veces en una medida bastante amplia. Las
mujeres iban allí a recoger leña En ciertas localidades de Yorkshire
era en el comunal donde tendían los tejedores pobres sus piezas de tela
después del blanqueo o del teñido Finalmente, allí se levantaban abri
gos, cabañas, humildes viviendas: estos terrenos yermos tenían dema
siado poco valor para que se impidiera a algunos pobres instalarse y
vivir en ellos. Sin ningún derecho establecido, pero por una especie de
permiso tácito, se multiplicaban las chozas, construidas con materiales
ligeros tomados del propio c o m m o n : los co tta g e rs y los squatters 3 eran
bastante numerosos y lo que se les dejaba coger en este dominio que
no les pertenecía contribuía a aliviar un poco su vida ruda y precaria
de trabajadores del campo 4.
Toda una población vivía así al margen de la propiedad. N o tenía
ningún título legal para el disfrute de los comunales. Sin embargo, a
ella era a quien importaba más su conservación. Si era imposible tocar
al o p e n f ie ld sm modificar la condición de los pequeños propietarios,
era imposible tocar al c o m m o n sin que se pusiera en cuestión la exis
tencia misma de los obreros agrícolas. Podemos comprender ahora toda
la importancia de las transformaciones territoriales que en el curso del
siglo Xviil trastornaron la Inglaterra rural.
VI
1 Excepto las razas de caballos, en las que siempre se había puesto cuidado,
especialmente por razones de orden militar. La cría de caballos de carreras solo
empezó en el siglo xvm.
2 Los efectos desastrosos de la tenure ai will, se han manifestado hasta una
cpoca reciente en Irlanda, donde ha retrasado, tanto o más que el absentismo, el
desarrollo de la agricultura.
3 T ull , Jethro: The new horse hoeing husbandry, or an essay on the princi.
pies o¡ tillage and vegetation, Londres, 1731. La lecha de 1733, dada por P rothe-
no (lord Ernle): Social England, V, 107-09, es la de la 2.1 edición.
* De 1693 a 1699.
III: LA S M O D IFICA C IO N ES DE LA PROPIEDAD TERRITO RIAL 143
más de una vez la acción recíproca de estos dos grandes hechos con
t e m p o r á n e o s P e r o por dispuestos que estuviesen a estimar la reforma
agrícola como una obra completamente reciente— olvidando un poco, a
veces, los esfuerzos de sus predecesores *— , no habrían cometido el
error de presentarla como una consecuencia del movimiento industrial.
Es solamente hacia el fin de su vida cuando han visto surgir del
suelo esas ciudades negras y populosas, cuyo empuje debía arruinar a
la agricultura inglesa mucho más de prisa todavia de lo que la había
enriquecido. El mismo progreso de la cria de ganado, evidentemente
estimulado por la demanda de los centros manufactureros, se explica
on sus comienzos por muy distintas razones. La causa principal que
durante mucho tiempo lo habia impedido, la dificultad de alimentar
a las ieses durante el invierno, había desaparecido. La guarda y el
cuidado de los rebaños exigen menos mano de obra que la mayoría
de los cultivos. Esto era bastante para tentar a un gran número de
granjeros, incluso en una época en que la carne se vendía aún a bajo
precio 1 *3. y en que su consumo permanecía relativamente escaso. Por lo
demás, ¿no había sido Inglaterra, desde tiempo inmemorial, un país de
pasturajes? L o que ella hacía ahora no era otra cosa que explotar de
nuevo y más activamente una de sus más antiguas riquezas.
V II
1 Ai lililí Yiinng, en sus viajes, nunca deja de informarse sobre los talleres
y lilaMliHrna, lomn ñola de los salarios y los compara a los de los jornaleros,
tr/ltn da salín al la población industrial aumenta o disminuye en relación con la
poblaolóu ugi indo, etc.
3 Yot/ftfi iuciIIiíii en 1770: olla habido desde hace seis años más experiencia
y descubrimiento! y luiia buen sentido empleado en el avance de laagricultura
iplc en lo» cien afín» precedentes.» R u r a l C E c o n o m y , pág. 315.
3 Víase ItiiUKiia, Thcunld: H is t o r y o ¡ a g r i c u l t u r e a n d price.r i n E n g l a n d , VI,
2H4306 (osins lubina, que condenen documento» ustndisticoa de un gran valor, son
desgraciadamente iln un mam lo más incómodo posible). Véase también las indi
caciones recogida» por Y ui -nc, Arlliur: N o r t h o ) E n g la n d , 111, 12, 170, 293-313;
F,ast o f E n g lo n d , IV, 311-20. lili 1770 el precio de In enrne de buey variaba, se
gún las localidades, cune 2.5 y 3,5 peniques lo libra.
í
1 «¿Qué sistema puede haber más bárbaro que aquel que obliga a todos los
granjeros de una parroquia, que ocupan propiedades cuyo suelo tal vez difiere
totalmente, a practicar una rotación idéntica?» General report on endosares,
pág. 219.
2 H omer, H .: An essay on the nature and method o¡ ascertaining the specific
shares of proprietors, etc., pág. 7. Sobre todos los inconvenientes del open field
system, véase J ohnson , A. H.: Disappearance of the small landowner, pági
nas 96-97.
3 «¿Cómo un granjero, con todo el trabajo y la aplicación de que es capaz,
logrará efectuar la menor mejora en tanlo subsista el open field? Jamás vería
recompensados sus sacrificios; sus dispendios serían siempre superiores, en razón
de la dispersión de sus tierras, a lo que pudieran reportarle sus mejoras, si es que
tenía tiempo y guslo para emprenderlas. Está forzado a conformarse con la prác
tica costosa de la labranza, incluso, si el valor del suelo es tal que cabría con
vertirlo en buenos pasturajes, que reportarían más con diez veces menos gastos.»
Board of Agriculture, «A view ol the State of tbe agricullure in the country of
Rutland», págs. 31-32. Véase Gentlemans Magazine, año 1752, pág. 454; S ik c m ih ,
John: An address to the memhers of the Board of Agriculture, pág. 22; Journ. of
the House of Commons, XXV, 511; XXVII, 70; XXXVII, 71; XXXIX, 904, etc,;
T u c k e tt , J.: A history of the past and present State of the labouring population,
II, 395. Todos los inconvenientes del open field son muy bien analizados por
P r o th er o : English farming, págs. 154-56, quien analiza a este propósito los in
formes de los corresponsales del Board of Agriculture (ídem,, págs. 226 y sgs.) y
concluye así: «La impresión que deja esta masa de testimonios es que el régimen
del open field y el enmarañamiento de tierras que de él resulta tienen para la
agricultura consecuencias desastrosas e irremediables.» Véase también J o h n s o n :
Disappearance of the small landowner, págs. 96-97, y G o nn er : Common land and
inclosure, págs. 308 y sgs.
Ilt : LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 149
' lit ilM.nl.' ni de Iris comunales es preconizada por las mismas razones. Véase
mi llill ni 'IMiiii I huí npnrecido en 1744 con el tirulo siguiente; . zf method humbly
i'ii'pui. ■/ fu thi (onatde rallón of the honourable the members of both Houses of
ftifr<(iii.<. uf h i mi intfUsh woollen manufacturer: «En ciertas partes de este reino
liar |+41 1■iv|ii itiiiiiitc* rispados incultos que si estuviesen divididos y cercados se
r lii|Vi1i|l|lii|i ni liiimimi fierras de labor y en buenos pastaderos.» La repartición
Cll lllll«« * In vi- ii Iii ilu ln« comunales, según el autor del folleto, debía reportar,
|nir lli iiU’ilu», t m111mui» de libras esterlinas; para animar a los compradores pro*
liitiihi iiiiii i t|i i u lo* qiio adquiriesen varios lotes un título de gentry (esquite
por lil i'illi|i|i| lie i |ii » lulos, caballero por cuatro, baronet por ocho).
* hiii'l Mili * In» |iili(H)(,’i loe epítetos más enérgicos, calificándolas de actos
iln niplhn, liu Intuí iiifiiiiilsinlii; «El progreso del siglo xvm consistió en que fue
In l«y inliotm lil i|ii<- su rmivli'Üó cu instrumento de expoliación.» Das ¡Capital,
fl.* oil,, 1, 714. Asm r.v, W. .1.: Introduction lo English economic history antl
thtory, II, nrci ióii !i(|, iiuit'iMiti que la eviccióii de los terrazgueros consuetudina-
dos piulo Inmerso sin vln|in liíu positiva de ningún (Wnt'lio reconocido,
11 (¡ONNl'.iu Qintimm lumia itnd rnchwtiea, luíg, .1112, O , I' iio t iie u o ; English.
fuiniing, págs. Ifil r¡'¿.
* lloMitu, l l.i /tu vaanr «ti the natura mui method of uscet taining the speci-
fte altares of proptietora, pág. 42,
ISO PARTE I : 1.0S ANTECEDENTES
t iMiiiim.ln*¿. Si.: An inquiry ínlo tkv rrnjoni lar and ogfltVut enctosing the
opu» M ili, lilis*. 21-25.
1 VAiifci i't Informe sobre las tierras incultas (1800), Jou rn , o f th e H o m e o f
t hmihiiiih, IV , 392, l.os derechos parlamentarios ( p a ríio tn e n ta ty j e e s i exigí bles
p.ti «I lino <le mi m'tn ile en clo s ttre ascendían, por termino medio, a 50 libras
¿0 i Itclhii i llar ¿tur nfíartir los bono tonos de los solicitar s * y de los abogados, los
jpMlna i a111M 1 <I1 << |im el envió de testigos ante la comisión parlamentaria encargada
ilá 1* i-nt-iii ule elt JstigiSn I.ecky : H is l, o f th e X V H h h cen tu ry , VT, 199, el total
vih UIm «ñire HUI y ,VH> libras.
* IriwMmil», j I j ti (Ti'Unge loboiirtr, pág». 65-70) citan el caso del bilí
de lo Une de k ImT» .Sedjpnoor. presentado cu interé* de lord Bollngbroke y
¿omitido * do inoilti* dri que formaba parte su hermano lord St. Jotra.
* /muo nf the tfousr of Commons, XXV, 285. W-l; XXX. 56, etc.
’ í’elJf Ido did limpie de Hnn-rl y del alcalde de Stratford-on-Avon contra la
r mioma e de tliuileiy 1 1 mojado de Warwiek). Journ. of The Homo of Commons,
XXXM, ftlM 1!l hllt de pa r t illa r e es derogado. Ejemplos de enmiendas añadidas
*t bíit tinle la demanda ¿ti-l ¿icario, ibid., XXV, 236, y Xl.lll, 317. Algunas veces,
por el contrario, lo# jmiiiietario» *e quejan de que *p haya concedido al vicario
iinn eon)t>eti»a»-l(Íi) ilriim*ímlo grande; ibid,, Xt.V'III, 217 (petición de W. Willder
iiinUn In enfilante de Pemileiiiii, Won e*irr*biro).
“ Vininr., A.t A'rnth 0 } ¡ tulmuí, l, 223.
* Procurad orea, f N, drt T.) ’
u .n PARTE I : LOS ANTECEDENTES
V III
|mi Smi i.I'.s, S.: The lives of Boulton and Watt, pág. 168. Véase IlOMEit, B., obra
ilhidit, púg. 23.
1 ni,as ventajas que los pobres cottagers obtienen de los comunales son más
'Mitin tiles que reales. En lugar de dedicarse a un trabajo regular que les propor-
i lultm la el medio de comprar lo necesario para calentarse, dedican su tiempo
ti itinijiof algunos trozos de leña... Uno o dos cerdos enflaquecidos, con algunos
KMli'ii* vagabundos... los pagan demasiado caros con el tiempo y los cuidados
tllli- i lli'ilim y el exceso de comida que aún es preciso comprarles.» Edén, F. M .:
Síid» t i l the poor, I, xix. Según C uktlek (The endosare and redistribution o¡
n n t /mu/ pág, 228), había tres categorías de personas «cuya suerte estaba hasta
lili liiliilu ligada a sus derechos comunales, que la pérdida de estos derechos fue
tutu dt> la* i'iiiiwis de la gran disminución de su número». Eran: l.°, jornaleros
qili i ii Ii IviiIiiiii muy pequeñas haciendas de las que eran propietarios o terrazgue-
niili 'J \ iji'iihi'Iíuh arrendatarios que culiivaban su finca solamente con ayuda de
mi lintillliií 11,‘ i la» pequeños yeomen que explotaban fincas de menos de cien
iu'I'u». da lil» que man propietarios. Cf. EliasChEWItsch: Die Bewegung zugunsten
di'l khhiett lailihtiirlxrhaltlichen Güler in England, púg. 46.
* íll lian. II, l!. 11.
-1 Vi'ilm- 1 1 ni tu de enclosnre de la parroquia de Walton-upon-Thames y del
«núiiifq do Wiilli.ii l.ei(<h (Surrey), 40 Geo. III, Local and personal public Acts,
o. fifi, Tmlti proaunii que ocupe un cotia ge de un alquiler máximo de 5 libras
gu/.ftrá da llaitu» i enervo, las con derecho de pasto, derecho de cortar madera, etc.
Huía» ticrnin dfliíun I mu prender una superficie de 260 acres.
* Eli loy d « IHIII ( l l Gen. III, c. 109) prevé la formación de allolmenls de
,'Hiu especio (mi, 111),
5 «llttrimu'itln «e loa concede una compensación cualquiera. El propietario,
que no conoce má» que *li ¡uleros, no deja de hacer observar que no tiene ningún
derecho a las vciilnjna de quo lian gozado anteriormente, que solo han tenido el
permiso de gnznr do t'llim como de un favor.» II omku, H„ oh. cit., pág. 23.
156 PARTE l : LOS ANTECEDENTES
mero de pequeñas fincas absorbidas por las grandes entre 1740 y 1788,
en una media de cuatro a cinco por parroquia, o sea para el conjunto
del reino, un total de 40 a 50.000 '. H e ahí el hecho esencial, mucho
más importante seguramente que la división de los comunales, aun
cuando haya agitado mucho menos a la opinión contemporánea. Se rea
liza mediante una multitud de transacciones privadas, sin ruido, sin que
el Parlamento ni las autoridades locales tengan que ocuparse de ello;
pasa, por decirlo así, inadvertido. Pero es, en realidad, la meta final
hacia la que tienden los esfuerzos de los grandes propietarios; las en-
closures, con todo el aparato legal de que están rodeadas, apenas son
sino el medio de forzar a los cultivadores a vender sus tierras o el de
explotar los dominios agrandados por adquisiciones recientes. Cuarenta
o cincuenta mil fincas menos en cincuenta años; esta cifra, que no pa
rece exagerada, muestra cuán profundas han sido las modificaciones
experimentadas por la propiedad territorial en el curso de ese me
dio siglo.
Bien es verdad que la desaparición de una finca no corresponde ne
cesariamente a la de una propiedad: lo que se ha llamado engrossing
of farm s es a menudo la reunión de pequeñas fincas de un mismo do
minio en fincas más extensas 1 2. Pero este cambio es por sí solo una re
volución, porque acarrea variaciones profundas en la naturaleza de la
explotación y el empleo de la mano de obra.
Durante los dos primeros tercios del siglo x vn i el retroceso del pe
queño cultivo va seguido, como en tiempos de los Tudor, por la exten-
*li’m ilc los pasturajes 3. Arthur Young, en sus Cartas de un granjero
rioi itns en 1767. hace constar oue una granja ganadera cuesta menos
immn de obra que una granja agrícola y produce más4. Un gran nú-
nii’ii) do condados, donde el laboreo se habia mantenido, pese a las
etudiuun es de los períodos precedentes, cambian entonces de fisonomía.
Itl rnmlndn de Leicester, famoso en otro tiempo por sus abundantes
1 llowir.ri. J.: The insufficiency of the causes to which the i arrease of the
/ifiiil hiuI tif the poor rafes have been commonly ascribed, pág. 42. El acapara-
iiilanln ile lea finolis fue alentado, a partir de 1765, por la recompensa que ofre-
of» i'l ulni ile prrrinB de los cereales. Véase L e v y , II.: Large and small Holdings,
|.4lí. II).
* Véuan llAalMrll. ob. cit., págs. 36-37. Después de una «encuesta bastante
arria en nienln n ln relación entre la enclosure y la consolidación*, y aun con
cluyendo ((lio «I» enclosure no iba seguida necesariamente de la absorción de las
liequrfina IInoasa, II. A. Johnson admite «que tal fue. con frecuencia has
ta I7B5 aproximadamente, el resultado de las endosares». ( Disappearance of the
small landnunter, tiAct. 147). Es uno de los deberes del intendente, según L vwrence.
i-1 irnhnjnr en la nltsorric'ín de las pequeñas fincas por las grandes: «El inten
dente debe esforzarle en unir a las grandes fincas las pequeñas haciendas arren
dadas a personan liiillgmlos.» I.awrence, E„ ob. cit., págs. 35.
3 Véase PnoiTimu: Fnglisk jarming, pág. 168. J ohnson, A. H,: Disappea
rance of the stnall ItuglOmnt'f, pág. 98. H asbaciI: Dio engtischen Landarbe'uer,
pág. 39-
1 Youiw, A.: The Jarmer’s letters, pág. 95.
16» PARTE I: LO S ANTECEDENTES
mieses, hacia finales del siglo está casi enteramente cubierto de praderas
artificiales; más de la mitad del condado de Derby, las tres cuartas
partes del condado de Chester y otras tantas del condado de Lancaster,
son herbazales l . A partir de 1765, aproximadamente, el alza de los pre
cios favorece el cultivo de los cereales, y el movimiento de transforma
ción de las tierras de labor en pasturajes se modera 1 2. Pero aun cuando
la producción del trigo o de la avena requiera más mano de obra que
la cría del carnero, el número total de trabajadores agrícolas se halla,
en todo caso, disminuido. ¿No es esa una de las economías esenciales
que la reunión de las parcelas dispersas en el antiguo open field y el
acaparamiento de las fincas habían procurado precisamente realizar? 3
Las actas de enclosure encontraron poca oposición efectiva: ya sa
bemos por qué. Los que más tenían que quejarse apenas osaban levan
tar la voz. Si se arriesgaban a reclamar, a apelar a la equidad del Par
lamento, sus gestiones casi no podían tener otro resultado que vanos
dispendios, derechos de notaría, gastos de tasación pericial, honorarios
de solicitors y de abogados. A menudo se limitaban a negar su firm a en
la petición redactada por los grandes propietarios sus vecinos, y toda
vía se apresuraban a declarar que no lo hacían por oposición 4. Rasgo
a la vez cómico y triste, donde se reconocía el temblor eterno del cam
pesino doblando el espinazo, habituado a recibir los golpes, incluso en
1 A i Kin , J.: A description oj the country round Manchester, págs. 18, 44..
69-70; E dén, F. M .: State oj the poor, II, 531; P ilk in c to n , W .: A view oj the
present State oj Derbyshire, I, 301.
2 Véase L evy , H.: Die Entstehung und Rückgang des landwirtschajtlichen
Grossbetriebes, pág. 18. P rothero : English jarming, pág. 168. «Los beneficios
eran tan grandes y tan rápidos, lo mismo para los propietarios que para los te
rrazgueros, que las demás cosechas no solo fueron reducidas, sino, en cierto modo,
sacrificadas, con el propósito de recoger las grandes ventajas de una producción
acrecentada de cereales. Con este objeto, los cultivadores transformaron en cam
po hasta el más pequeño rincón de sus tierras, y el mismo cottager, renunciando
a su único cordero, trabajó su pobre huerto.» ( An enquiry into the advantages and
disadvantages resulting ¡rom the bilis oj enclosure, 1780, pág. 23.) La impre
sión que trasunta este texto era muy exagerada, pues el examen de las cifras
citadas en el General Report on Endosares, publicado por el Board oj Agricul-
ture (págs. 229-31 y 232-52), muestra, entre 1760 y 1800, una ligera disminución
de la superficie cultivada de trigo (unos 10.000 acres). E liaschewitsch (D ie Be-
ivegung zugumten der kleinen landwirtschajlichen Güter in England, págs. 23
y sigs.) señala que, por lo demás, este alza, entre 1760 y 1793, aprovechó tanto
a la cría de ganado como a la agricultura. Mediante una serie de textos, esta
blece (págs. 34 y sigs.) contra H. Levy, que las endosares del siglo XVIII, en
su conjunto, han tenido como efecto la extensión de los pasturajes, y cita en
apoyo el General Report on Inclosures de 1808: «Que eso sea un hecho, nadie
puede ni debe negarlo.»
3 Sir John Sinclair lo reconocía: «En cuanto al efecto de las enclosures
sobre la población, muestra ciertamente una tendencia a la disminución del nú
mero de obreros agrícolas.» Citado por WtTr B ow d en : Industrial Society in
England towards the end oj the X VIlIth century, pág. 241.
4 Los hechos de este género son muy frecuentes. Véase, p. ej., Journ. oj
the House oj Commons, X X X , 607, 608, 613, etc.
III: LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TF.llIUTORIAL 159
Hrítain muí Ireland, pág. 49. «Se ha oído al propio docior Goldsmith confesar
•Iiic mi pueblo abandonado no era más que una ficción poética.» (Gendeman’s
M a g u tin e , LXX, 1175.) Es posible que Goldsmilb no haya querido describir el
un»» piirl¡ciliar de tal o cual pueblo real; ¡isro los términos que emplea son
ilutuimliiclii precisos y concuerdan demasiado bien con los huellos que conocemos
pin nlniN piules, para que se pueda considerar el P u e b lo abandonado como una
nhi il iln pum imaginación. Y para nosotros, si no es el documento de un hecho,
un Mi mi IIUM el diicumento de una opinión.
1 t un lililí (The endosare and rediuribulion of our (and, púgs. 182-226)
iituiinii- |p|> i iiMi'lusioncs de los informes de! Board o¡ Agricuhure sobre los re-
-iiIiiiiIuh nuilnmltut il<: las enclosures: «Sobre dos puntos son decisivos los testi-
niiiuliiM i'Alulitei ru que las ventajas de las enclosures «on indiscutibles y que
Isa il" lila iiiiuimuld» están mucho más que compensadas por sus inconvenien-
m« . Id i iiinnlinl mi el residuo de un estado primitivo de la agricultura, cuyo
pilnrlpnl Inlorfl* Imilla desaparecido...!
■ Yiiiinl, AiiIiiiit On the sise of farms. GeórgicaI Essays. IV. 56465. Véase
The InrmePi In tu í, pág. 56.
* Idem, Oii the tito of farms. pág. 560.
4 lliiraAiu, (Y A general view of the agrirtilltire In the counly of Pem-
Itutkr, pág. 211 Yni'wr,, A: Southern connties, pág. 22: «En las inmediaciones
lie Hialmli's llnrloii tu encuentra uno de los t>/>m ¡¡chis mÚB csuraordinarios
mu que jamás huyii tupiido: cuando so liiilluluiii un su uuiitfuo estado, la tierra
iitmiHíiba nllf ii Ifl y 20 chelines el tumi uhorit que se ha volado un acta
ili ni'losare, se ilico ipio In m ita lefrlloriul luí subido n cerril de 30 chelines
M A U 'I O I IX , — 11
162 PARTE I: LOS ANTECEDENTES
ANTES DESPUES
ádmll liiHin Iti autenticidad de estas cifras, aun cuando no ae nos den, para
ulildtiilii iln (’hlns endosures, indicaciones ele lugar o de focha que permitan
i'ititlqnli l vi'i ilinación. Eu conjunto, muestran un ligero crociniienln de la pobla
ran «|| i linio 112,5 familias en lugar de 41) y de lo suma lotal de los salarios
*Niii bliii« cu logtir de 820 libras). Pero este creciniiemo se debe únicamente
■t l,i< jni/o»iUi., de comunales: las endosures de open ¡ield. por el contraria,
li o pi,uliii Ido uno disminución marcada de la población y de los salarios
i^l I l lnmlllim rn lugar de 40. y 425 libras en lugar de 800 libras). Queda
pin i,ibfi nuilI bu sido, en general, la proporción de las dos especies de endo
na»- i -iiflolrilion la diferencia de clase entre las familias que desaparecen
dnl iipitn liM las que se instalan en el antiguo comunal: en el primer grupo
había vboliiiituiili' propietarios o copyholders, mientras que el segundo está cora-
)oi< ' :ii fixulualvaniniile de jornaleros.
* VrilfM., A.: The farm ers letters, págs. 66-72; HotvLETT, J.: An exami-
lutlnm nf l)r. 1‘rnc's essny. pág. 20; S incuiu , sir John; «Aildrcss lo the mem-
lu-iv ni tito lloaró of Agticulture», en los Journ. of the Iloase of Comntons, LI,
|iág. 2511.
Véase Woi.es, W .: A n i n t j u i r y i n l o t h e p r e s v n t SK I i r o f p o p u l a l i o n i n
I nd, pág». 38-41. •
I
1M PARTE I : LOS ANTECEDENTES
IX
1 «Sus placeres son tan costosos como ciega ules, ya que no es raro ver a
uno ile estos nuevos granjeros gastar diez o doce libras esterlinas para una re
cepción. y para acompañar manjares delicados le hacen falta los vinos más ca
ros y mejore». Fin cuanto al vestido, no hay nadie, entre los que conocen a la
hija de uno de estos opulentos granjeros, que pueda distinguirla por su atavío
de la hija de un duque.» Cursory remarles on indosures, |'«g. 21 ( I78fi). Véase
Gentleman's Magazine. LXXI. 588.
2 «Parece haber aquí (en 'Winslow, condado de Buckinghum) gran escasez
de Irulmjo. La mayoría de los jornaleros están, como se dice, «de ronda» (on
lite roundsl: es decir, que van a trabajar de casa en ca6a. Fin invierno hay qui
zá cuarenta personas que están asi de ronda.» F.pen. F. M.: State of the poor.
II, 29-30. El hecho era reciente: «Un viejo labriego me «lijo que antes de la
enclosure la tierra no se arrendaba a 10 chelines el acre y que en su juventud
el nombre de round.tman era desconocido en la parroquia.» Id., ibtd. Véase sobre
este punto H asbach : Agricultural labourer. paga. 188-90, y H a.m.mono. J. L.
y B.: Vittage labourer, pág. 164.
3 Sobre la residencia forz.ada de los indigentes asistidos y su abolición
en 1795. véase más adelante, tercera parte, cap. III.
* «Un arado hace, con el mismo gasto, diez reves más labor que una pala,
y priva, por tanto, de su trabajo a diez hombres, para uno solo que conserva el
suyu. ¿Es por eso una causa de despoblación? Todo lo contrario: permite a esos
diez hombres emplearse mucho más útilmente en el comercio y la manufactura.»
Younc., A.: On the sise of farms, Georgieal F.ssays, IV, 566. (Según las notas
ríe trabajo del autor.) An inquiry inlo the connection. between the presenI high
oríce of prouisions and the size of farms, págs. 124 y 136. Véase H o w l e t t :
Fuiiniiiation of ()r. Price's essrry, pég. 32.
M I: LAS M O D IFICA C IO N ES OE LA PltOlMKOAO TER R ITO R IA L 167
1 Maiiik , .1,: A plan /or ¡he establhfimrni of rhariiy hoitses, pág, 99 (1758).
A iiiiis m o n , Si ., iras liaber consifrnaiio lu misaría cfne reina en un gran número
ilu liu al litados, añade que a veres logra avilarse «cuando los pobres encuentran.
mi)m violándoles en su ayuda, alguna industria floreciente establecida en la
iw lliduifi' An ¡tiquiry into the reaxans ¡or and against inclaúng tkc open
fiptih nág. :tn, aSi el suelo cae en manos de un pequeño numero de grandes
lemtii'itli’ltti'*, los pequeños arrendatarios se transformarán en otras turnas per-
«iili»> t..l**dii* n ganarse la vida trabajando en serví lío ajeno... Se ejecutará más
tisUstu ipiltá, porque habrá más sujeción. I .as ciudades y las manufacturas cre-
•oiiilii, |iuri|im más hombres, en busca de ocupación, serán como carados en
elUs » 1'nlt» II . On repersionary payments, II, Id9.
' W iiiii to b o : A g e n e ra l órete o f the a g r ir t ih u r r in th e r e u n í f of IF a r-
tllif. pág ti
fenni i»/ thr Ueuse of Ctimmons, LII, 661 (1797). ■ —¿Cuándo tuvo lugar
la enr/iMure ' lisie nueve años. —¿No ha mejorado nada desde ese tiempo la
cortil leído de lo» linbltanles de Harmley? —No. según Irtigo entendido. Lo que
•á e* que w tuo «Uto obligados i ir a la fábrica muchos de los que antes tra-
b.i jabalí su» i'i lipis» l asas.» Repart from the 1 eíert comnuílce appainted la
in n líder the
t n u » of the amollen manufacture in England I1B06), pág. 22.
' Según liuaniig, yl movimiento hacia las ciudades tuvo por causa» «la separa
ción entre rl ira luí Jn agí [cola y el trabajo industrial y lu organización de las
ptbnera» fábricas», f d a m m o n (and and inclmure, pág. -VW.) Esto es verdad del
período siguiente, en que la» nuevas industrias habían mmum/adu a desarrollarse.
i
1 Véase parte III, cap. II. El hecho es. sobre todo, manifiesto en las regiones
en que ha sido más rápido el impulso de la gran industria, p. ej„ en los alre
dedores de Manchester: «La yeomanry, que formaba hace poco una clase nume
rosa y honorable, ha disminuido mucho en estos últimos tiempos: un gran nu
mero de yeornen han entrado en la industria.» A ik in , J.: A descñption o¡ the
counl.ry /rom thirty to forty miles round Manchester, pág. 23. El mismo testi
monio para la parte lindante con Cheshire (ibíd., pág. 48). Para el West Riding,
reglón de la industria lanera, véase James , J.: Hist. of Bradford, pág. 376.
♦ m : LAS M O D IFICA C IO N ES Oli LA M O P IC O A D T P ím iT o n iA L 169
1 'lu ¡tttjnii v hito the cormection belween the presen!, high price o¡ provi-
t/nn i aiiil the site o ¡ farms, pág. 129.
170 PARTE I : LO S ANTECED ENOS
GRANDES INVENTOS
Y GRANDES EMPRESAS
I
CAPITULO 1
L O S C O M IE N Z O S DEL M AQU1N1SM O
EN L A IN D U S T R IA T E X T IL
173
174 PARTE I I : CHANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS
dos por la fuerza del agua o mediante maniobras con asnos o caba
llos 1. Un poco más tarde aparecen los tornos para metales, las lamina
doras automáticas, los cinceles para cortar el hierro 2. Pero en tanto
que, por falta de combustible, el hierro colado solo pudo obtenerse en
pequeña cantidad, y en tanto que el hierro en barras tuvo que forjarse
durante mucho tiempo a martillo, las máquinas no ejercieron en realidad
más que una influencia secundaria en el desenvolvimiento de la indus
tria. Por lo demás, hay grados en el maquinismo; la imprenta es, por
definición, una industria mecanizada, y esto desde su origen. No obstan
te ha llegado a serlo mucho más desde que las prensas rotativas, m o
vidas por el vapor o la electricidad, han reemplazado a la antigua
prensa de mano; y más todavía: a medida que la máquina de compo
ner reemplaza al obrero cajista, al menos en cuanto a la parte material
de su labor.
Si se deja aparte la imprenta, que, en rigor, presenta mucho más
interés para la historia del progreso intelectual que para la de la evo
lución económica, son las industrias textiles las que ofrecen el primer
ejemplo del maquinismo, entendido en el sentido más completo de la
palabra. La transformación rápida de la industria del algodón por una
serie de invenciones técnicas, ha hecho de ella la primera en cuanto a
la fecha y el tipo clásico de las grandes industrias modernas. N o sin
razón Schulze-Gávernitz, bajo el título general de La gran industria,
ha publicado, pura y simplemente, una monografía de la industria del
algodón. Pero por precipitada que baya sido la evolución cuyas fases
vamos a narrar, no se ha producido en modo alguno sin preparación.
Bajo los cambios en apariencia más repentinos se oculta la continuidad
de los fenómenos. El maquinismo, como todos los grandes hechos, ha
sirio orecedido, anunciado de lejos, por hechos precursores 3.
Uno de los más interesantes, aun cuando sus consecuencias hayan
sido limitadas, fue la invención, en 1598, del telar para tejer medias
( stocking-frame) por un graduado de la Universidad de Cambridge,
William L e e 4. Este telar es sin duda una m áquina5, y precisamente
llilml posible de telares separados, ya que cada lelar les proporciona nn alquiler
entero. a tanto por semana.» Webb, S. y B: Industria} Democrncy, l, 317.
1 Víase sobre esta cuestión el estudio bastante completo de Held: Zweí
Ifíh hrr tur sncialen Geschichte Englrmds, págs. 484 y sgs.
* Idem, ibid. Los estatuLos de la Company of Frameworlt Knitler», revisados
»n 1744, están reproducidos en los Journals oj tbe Ilmise o/ Commons, XXVI,
Háble. 770-!)4.
Ma n í n ú *, tí
178 PAUTE II: CRANDES INVENTOS Y CRANDES EMPRESAS
II
1 Jollín, ttl the llotisp. of Commons, XXX, 215 y sgs. La industria de las
cliilnit en t-nvniilry, llene su historia aparte.
• Vertía fi (Jen. III, c. 21, 5 Geo. III, c. 48. Estas medidas solo satisficieron
il inpilln» il luí tullí Innllles, que solicitaron en varias ocasiones la prohibición com-
|iUln iln lo» lojlilu» 0 * 1 ru ajeros, con penas muy duras contra el fraude. Journ. of
t l w l i n t mí o/ C n n i i n n n t , XXX, 87, 93, 725.
® Vóftilo prhriprn iinrln, cap. I, pá g. 99.
* V ín s o ili!H i7 „ (i, U ,i « T h e ' E n glis h sillc in d u stry in the X V I I I t h c o n tu ry »
<N ii (¡ Hnh fílfia r k ir l K m lato, 1909, págs. 710-29).
182 PA R T E rr: GRANDES i n v e n t o s y grandes em presas
III
1 El telar holandés, que estaba en uso desde hacía un siglo, era muy incó
modo-siendo accionada la lanzadera por un sistema de engranajes—y solo podía
servir para la fabricación de cintas.
2 Véase la especificación adjunta a la patente y fechada el 26 de mayo
de 1733: aLanzadera inventada recientemente para tejer mejor y más exactamente
el paño y la sarga de gran anchura, la lona y en general todas las telas anchas... Es
mucho más ligera que la lanzadera empleada hasta ahora y va provista de cuatro
ruedecillas: pasa a través de los hilos de la urdimbre siguiendo una tabla de unos
nueve pies de larga colocada debajo y fijada al marco del telar. La citada lanzadera
se mueve por medio de dos raquetas de madera suspendidas del marco... y de
un bramante sostenido con la mano por el tejedor. Este, sentándose en el centro,
arroja la lanzadera de un lado al otro con una facilidad y una rapidez extremas,
por una ligera sacudida dada al bramante.» Abridgments oj specijications relating
lo weaving, I, núm. 542. Véanse las láminas de la Enciclopedia, t. III del suple
mento, artículo «Draperie».
3 Barlow, A.: Principies and hiswry of weaving, pág. 96; W oodcroft B.:
Brief biographies o f inventors, pág. 3; Cotton-spinning machines and their in
ventor s, «Quarterly Review», CVII, 49.
4 W oodcroft, B, ob. cit., págs. 4-5: A complete history of the cotton trade,
pág. 302.
T: COMIENZOS DEL MAQÜINISMO EN LA INDUSTRIA TE X TIL 193
IV
1 W yatt, Ch. (On the origin of spinning collon by machinery, «Reper tory
of arts, manufactures and agriculture», segunda serie, vol. XXXII, 1818) reivin
dica para su padre el honor del invento. Colé Rob. (Some account of Lewis
Paul, publicado Como apéndice a la Vida de Cromplon, de F rench) sostiene, por
el contrario, que Lewis Paul es el verdadero inventor. Según B aI nes, E.: Hist. of
the eotton manufacture, págs. 19 y sgs., la máquina fue inventada por Wyatt y
perfeccionada por Lewis Paul. Dobson, B. P. defiende también los derechos de
Lewis Paul (The story of the evolution of the spinning machine, págs. 51-52).
Pero no presenta ninguna prueba que pueda invalidar los testimonios de los
manuscritos conservados en la Biblioteca Pública Central de Birmingham, citados
más adelante.
2 Abridgments of specifications relaiing to weaving, T, nútn. 562. Carla del
doctor James al librero Warren, 17 de julio de 1740: «Ayer fuimos a ver la
máquina del señor Paul, que nos ha dejado enteramente satisfechos, tanto en lo
que se refiere al cardado como al hilado.» C olé , R.: Some account of Lewis
Paul, pág. 256.
3 John Wyatt, master carpenter and inventor, págs. 1-4.
i : COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDÜSTllIA TEXTIL 195
un invento nuevo del que espera grandes resultados: «C reo haber halla
do, escribe a su hermano, un utensilio ( gimcrack) de cierta importan
cia.» Y habla de ir a instalarse a Birmingham Son también dos do
cumentos bastante enigmáticos, que llevan las fechas del 12 y del 14
de agosto de 1733: en ellos se estipulan las condiciones por las que
Lewis Paul se convierte en el único propietario «de cierta máquina des
tinada a cierto uso» 12. Esta designación, de una oscuridad premedita
da, y la importancia de la suma prometida a W y a t3 a cambio de sus
derechos sobre la misteriosa máquina, hacen pensar que se trata de
un secreto de gran valor. El invento, por lo demás, todavía estaba in
completo, y no podia dar beneficios inmediatos.
Transcurrieron varios años antes que estuviese en condiciones de
recibir una aplicación práctica. La correspondencia de ambos socios
descubre sus contratiempos. En 1736, sus mutuos reproches estuvieron
a punto de ocasionar una ruptura. W vatt se quejaba de la miseria en
que lo habían dejado las promesas de Lewis Paul: «Soy más miserable,
escribía, que un pobre que pide limosna... L o que me pregunto es si
mi credulidad atrevida no es un crimen más imperdonable que todos
los que usted me imputa.» Lewis Paul le recordaba que lo tenía a su
merced: «Conozco su gran secreto, y puedo tratarlo como me parezca»4.
P o r lo demás, no tenía dinero; hasta 1737 apenas si pudo socorrer a
Wyatt, que había llegado al límite de la indigencia. Parecía desesperar
de llevar a buen término la empresa comenzada: «Creo que todavía
se deja usted arrastrar por vanos sueños sobre lo que ha sido para
nosotros el camino directo de la ruina... Era una imprudencia mons
truosa por su parte el arriesgarlo todo en una empresa de la que. razo
nablemente, no cabía esperar sino poco o ningún resultado» 3. A l año
siguiente, habiendo recibido la máquina, sin duda, los perfecciona
mientos que necesitaba, recobraron los ánimos. La patente fue regis
trada el 24 de junio de 1733.
Esta patente es un documento capital para la historia de la técnica
industrial: su texto es relativamente claro, y da de la máquina de
Wyatt, cuyos modelos originales han desaparecido, una idea bastante
precisa: «Esta máquina es apropiada para hilar la lana o el algodón.....
los cuales, antes de ser colocados en ella, deben ser preparados de la
1 P y a a U SS. I. 31.
3 Ibid.. 33.
3 Ibid.. 32.
*■ Carla de Lewis Paul. 6 de enero de 1739. Carla de Wyatt. 17 de abril.
Wyatt MSS. I, 50-57. En este momento fue cuando Lewis Paul solicitó del duque
de Bedford hacer una experiencia de su máquina en la Inclusa de Londres.
3 W yatt , Ch.. ob. cíe., oág. 81: Local Notes and Queries <Bíbl. de Birmin-
gham), 1889.1893. núms. 2811. 2815, 2832.
3 (Tin:, A.: Catión manufacture, I. 217.
(: COMIENZOS DEL MAQUlNISSlO EN LA i n d u s t r i a TE X TIL 199
Este momento decisivo por fin había llegado. Hay que notar que los
dos inventos cuyo éxito ha revolucionado la industria textil aparecieron
casi al mismo tiempo. La spinning-jenny de Hargreaves y el water-frame
de A rkw righ t1 son contemporáneos, con uno o dos años de diferencia.
La invención del water-jrame parece datar de 1767; la de la jenny, de
1765. Fue en 1768 cuando ambas entraron en uso, y las patentes que
constituyen, por decirlo así, sus partidas de nacimiento oficiales datan
respectivamente de 1769 y 1770. Constituyen la doble culminación de
una misma corriente de causas económicas.
Pero si los orígenes de los dos inventos son idénticos, sus efectos han
sido, en cambio, bastante diferentes. Si históricamente son simultáneos,,
en el orden lógico representan dos grados sucesivos de la evolución in
dustrial. El invento de Hargreaves es más simple: modifica menos pro
fundamente la organización del trabajo. Marca la transición entre el
trabajo manual y el maquinismo, entre el sistema doméstico o el de la
pequeña manufactura y el sistema de fábrica.
Se sabe poca cosa sobre la persona y la vida de James Hargrea
ves. Entre 1740 y 1760 lo encontramos establecido en los alrededores
de Blackburn, en Lancashire, donde alternaba el oficio de tejedor con
ti de carpintero 1
2. Fue sin duda en calidad de carpintero como se ini
ció su ocupación con las máquinas. En esta época en que los inge
nieros de profesión apenas existían, su papel era desempeñado, mal
(pie bien, por obreros carpinteros, cerrajeros, relojeros, suficientemen
te acostumbrados a trabajar la madera y el metal, a montar estruc-
luras o a ajustar piezas. Entre estos ingenieros improvisados hay que
dejar un sitio aparte a los constructores de molinos ( miü-wrights) , cuyo
Concurso fue con frecuencia indispensable para instalar las primeras
lúbricas 3. El millwright sabía manejar las herramientas del tornero, del
1 A complete history of the cotton trade, pág. 79. La máquina de Paul, muy
simple, se componía de una especie de canalón cóncavo provisto de dientes me
tálicos y de cardas cilindricas movidas por una manivela.
a Véase la conversación característica entre el relojero Kay v Rich. Ark-
wright en una taberna de Wairington. The Irial of a cause instituted by R . P. Ar
den erg., ílis M ajestys attomey-general, by writ of scire /acias, to repeal a patenl
granted on the 16 dec. 1775 to Mr. Rich. Arhwright, pág. 63.
5 Por eso pudo ser acusado llargraves de no ser el primero o el único au
tor de su invento. Véase R. Cues!. The British cotum manufacture, págs. 176-80.
4 Abridgments of specificalions relaling to spinning, pág. 19 (núm. 962);
Transactions of the Socíety for the Encouragemenl of Arts and Manufactures,
TI, 32-33: J ames, J.: History o/ the ivorsted manufacture, págs. 345-16. G u e s t , R.:
Compendióos history of the cotton manufacture, págs. 13-11; B . E.: Hist. el
a i n e s
1 «La jenny no es más que una rueca con varios husos (a múltiple hand).*
Hiib, A.: The cotton manufactures of Grrat Rrilain, I, 203.
* Abbam: Hist. of Blackburn, páRS. 205-06.
3 Kerkin, J.: History of the hosiery and lace manufacture, p íg s 81-97.
4 Núra. 962 (1770).
8 Ukr, A.: The cotton manufacture, I. 198.
* «The case of Richard Arkrmehí». en Tlic tria! of a cause, etc., pá?. 98.
7 Aiiham: Hist. of Blackburn, pág. 209.
8 An important crisis in the callico and mimlin manularlttre o/ Grcal Briiain.
pilK. 2 (1788).
m PARTE I I : GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS
LAS FABRICAS
205
2 » PA RTE I I : GRANDES INVENTOS V GRANDES EMPRESAS
TI
' Seis peniques por yarda. Véase Journ. o/ the ftouse of Commons, XXXIV,
págs. 496-97.
3 Journ. o ¡ the House of Commons, XXXIV, 497 (1774).
s fbid., 709.
4 14 Ceo. III, c. 72. El texto de esta ley reproduce casi palabra por palabra
los términos de la petición de Arkwright, salvo en lo que concierne a las primas
por la exportación que Arkwright solicitaba y que no le fueron concedidas.
8 Num. l i l i (16 dic. 1775). Vcase Abridgments o/ specifications relating lo
spinning, pág. 19. El toril del proceso de 1785 contiene la reproducción por ex
tenso de la patente. Véase The triol of a cau.se, etc., págs. 4-10.
8 Por ej., la que figura al frente de la especificación («Descripción de un
martillo para machacar el cáñamo»).
II: LAS FABRICAS 211
contra las máquinas, sobre los que insistiremos más adelante; las pér
didas fueron evaluadas en 4.400 libras k Otra hilatura, fundada en
Manchester en 1780, fue tan importante, y acaso más: los edificios so
los, apropiados para contener un personal de seiscientos obreros, costa
ron más de 4.000 libras1 2. La asociación de Arkwright con los fabri
cantes de medias Need y Strutt no podía proporcionarle los capitales
necesarios para la creación de todos estos nuevos establecimientos: supo
encontrar otros socios, a medida que los fue precisando, cuyos derechos
limitó hábilmente. El solo estaba presente en todos lados, tomaba parte
en todas las empresas, y, en realidad, las dirigía todas34.
6
5
En virtud de sus dos patentes— de 1769 y 1775— , tenía la propie
dad exclusiva del water-jrame y de los inventos accesorios; pero podía
autorizar a otras personas a emplearlos mediante un censo convenido *"•
Fue así como se formaron, entre 1775 y 1780, un determinado núme
ro de empresas, tributarias en cierto modo de las suyas. Citemos, entre
otras, las de Altham, Burton y Bury, que pertenecían a los dos Robert
Peel, el abuelo y el padre del primer ministro s . Pero la envidia, lio
menos que el afán de lucro, impulsó a los fabricantes de hilados al
fraude: se ingeniaron para construir máquinas que diferían en algu
nos detalles de las que Arkwright Esto decidió, en 1781, entablar un
proceso por falsificación contra nueve de ellos78 . Se defendieron y ale
garon la oscuridad sospechosa de la patente: ¿cómo reconocer lo que
pertenecía a un inventor cuando él mismo no quería o no sabía definir
lo? Arkwright perdió su proceso, y su privilegio fue de hecho suspen
dido sin haber llegado al término legal de su expiración.
No se dio por vencido: el 6 de febrero de 1782 dirigió al Parla
mento una petición, solicitando no solo la confirmación, sino la pro
longación de sus derechos s. A l mismo tiempo publicaba una memoria 9
mi eligirte for spinning cotton, etc., into yarn, stating his reassons for applying to
I'tirliament for an Act to secare his right in such invention, or for such. other
trllef as lo the Legislature shall seem m eetj
1 Rich. Arkwright versus Peter Nightingale (Court of Commons Pleas, 17
fnhr. 1785), págs. 3*-7*. Véanse también los testimonios de W il k in s o n , págs. 2*-3*;
■U'AI), Jolin, pág. 9 "; DAnwiN, Erasmus, pág. 15*; Woon, Th., pág. 19*.
* H/unes , E.: Hist. of the cotton manufacture, pág. 184. Los establecimien-
111» limdndos por los competidores de Arkwright representaban en esa fecha un
mphnl de 300.000 libras.
n Se encontrará la lista de los nombres en WliEEl.Elt: Manchester, pági
na 522. En ella figura Robert Peel, así como Peter Drinkwater, uno de los pri-
M inin a fabricantes de hilados que hizo u s o de la máquina de vapor.
211 PA RTE I I : GRANDES INVENTOS Y CRANDES EMPRESAS
III
nnzns. justificadas o no, de que había sido objeto, «pues no hay situa
ción más miserable y más peligrosa para un hombre pobre que la de
hallarse en posesión de un secreto, cuyo descubrimiento teme un hom
bre poderoso y rico» 1.
¿Por qué, si Higsh era el verdadero autor del invento atribuido a
Arkwright, aguardó veinte años para reivindicar sus derechos? 1 2 El
caso no deja de ser sorprendente, pero nos asombra menos cuando co
nocemos la vida y el carácter del personaje. Pertenece a esa raza de
inventores natos, cuyo tipo nos es familiar. Era un buen hombre, sen
cillo y rudo, que trabajaba por instinto, desorientado en cuanto salía
de su taller y muy poco ducho en negocios. Intentó varias veces montar
por su cuenta una hilatura: siempre fracasó por falta de capital, así
i'oino de sentido práctico 3. Carecía Robre todo de aquello que consti
tuía la fuerza de un Arkwright: la enérgica voluntad de hacer fortuna.
Se contentó con elevarse de la condición de obrero peinero4 a la de
ingeniero al servicio de los grandes industriales. Dio muchas veces prue
bas de su talento inventivo: en 1772 expuso en la Bolsa de Manchester
una je n n y doble de cincuenta y seis canillas que le valió un premio de
doscientas guineas5. Según varios testimonios, recogidos después de
su muerte por su biógrafo y apologista Richard Guest. no solo se ía el
inventor del tvaier-fram e, sino el de la je n n y , antes de Hargreaves; y
el nombre de esta máquina, que nunca ha sido bien explicado, no sería
otro que el de una de sus hijas *.
IV
(Ion Arkwright el maqumismo cesa de pertenecer únicamente a la ft
Itlslniia de la técnica: se convierte en un hecho económico, en el sen- j,
litio más amplio de la palabra. Pero todavía estaha lejos de haber al- i
i mundo, incluso en la industria del algodón, su completo desarrollo. P
Lo i|iti’ caracteriza al período que describimos es el uso tan difundido'
do lu je n n y * que no modificaba profundamente la organización d e l'
luibiijo ni la vida de la población obrera. P or otra parte, el telar no
liuliln recibido ningún perfeccionamiento desde la invención de la
liin/udi’ia volante. E l tejedor era, pues, ahora, el que se encontraba
ii'tiimiulo con respecto al hilandero. Los dos inventos que culminaron
la transformación de la industria textil son los de Samuel Crompton y*
ilr Kdinund Cartwright.
I ti nu tlee de Crompton es, como su nombre indica, una máquina
1 K ennedy, ob. cit., pág. 321. Jowrnals oj the House oj Commons, L X V II,
pág. 838.
2 La petición es del 5 de marzo. Jown. oj the House oj Commons, LX VII,
175. La indemnización fue votada el 25 de junio, ¡bíd., pág. 476. Véase Da
niels , G. W .: Early English cotton industry, págs. 155-58.
3 Daniels, G. W., que ha estudiado la correspondencia original de Crompton,
llega a la misma conclusión: «N o se puede considerar a Crompton más que
como un obrero, pero sus cartas y sus demás obras muestran que había utilizado
plenamente la educación que pudo adquirir.» Early English cotton industry, pá
gina 149.
4 K ennedy, an, cit., págs. 329-30.
5 Idem, ibíd., págs. 337 y sgs.; Ba INES, Ed.: Hist. o] the cotton manujac■
ture, pág. 205, menciona, como uno de los autores de este perfeccionamiento, ti
William Strutt, hijo de Jedcdiah Slrutt.
II: LAS FA8IUCA5 223
1 Fillh report Irom ihe select committee on artizans and rnachinery, pági
na 392 (1824); Minutes of the evidence taken hcfore to select committee appoin-
ted to report upon the condition of the hand-loom weavers, pág. 389 (18351.
2 Place MSS (Britisli Museum, Add. MSS, 27828), pág. 199.
3 Precio de la tejeduría de muselinas en Bolton (la yarda):
Esta baja fue causada sobre todo por el aumento rápido del número de te
jedores en el momento de los altos salarios. Fifth report ¡rom the select com
mittee on artizans and rnachinery, pág. 392.
4 «Las cotonadas eran objeto de tal demanda que todo el producto de las
hilaturas se habría vendido en seguida si se hubieran podido encontrar bastantes
tejedores para convertirlo en tela; pero como esto no era posible, los fabricantes
decidieron pasar al extranjero el exceso de su producción.» Report on Dr. CarU
wright’s petition (1808), pág. 7. Esta exportación permitía, en el interior, redu
cir los salarios de los tejedores, aun cuando hubiese todavía una fuerte demanda
de mano de obra. Hacia 1800, escribe un fabricante, «no ¡labia una sola
aldea en un círculo de treinta millas en torno a Manchester... donde alguno
de nosotros no enviase hilados, que le eran devueltos en forma de tejidos. Con ■
tratamos a tejedores de paño y a tejedores de liento, que abandonaban sus es
pecialidades a medida que crecía la industria del algodón; tuvimos que recurrir
a todas las personas que estuviesen dispuestas a ponerse ante un telar». R\n
Ci.iffe, W.: Origin of the new S y s t e m of manufacture, pág. 11.
II: LAS FABRICAS 225
1 R adcliffe, W„ ob. cit., págs. 78-84, 163-72, etc. Radclifíe fue uno de los
que se pusieron al frente de este movimiento en Lancashire. Sobre las discusiones
(i que dio lugar esta cuestión en la Cámara de Comercio de Manchester, véase
HlíLlvt, E.: Chapters in the history of the Manchester chamber of commerce, pá
ginas 17 y sg?.
2 El invento ha sido atribuido a nn tal Antón Miiller, que vivía en Dantzing
n finales del siglo x v i i . Véase B e c k m a n n : Reitrage íur Geschichte der Erfin-
tltingen, TI, 527.
3 Véase la descripción del telar para tejer cintas en la EncYclopédie Métho-
itU/ue, «Manufactures», II, c a í y sgs, y en su Recueil de Planches, VI, 72 y si
guientes. Véase también B aRLow, A.: History and principies of weaving (con
láminas), págs. 217-27.
* En Alemania hubo verdaderos motines contra esta máquina. Véase
Marx, K .-. Das Kapital, I, 438.
Se lo llamaba también «telar de torniquete».
® Véase Journal des Savanls, año 1678, núm. XXV11; Philosophical Tran-
tfUitiOns of the Royal Society, XIjI, 1001, y sgs., y Abridgments of specificalions
trínting lo weaving, introd., pág. XXXV.
MANimix. 15
2 2 <> PARTI" I I : GRANDES INVENTOS Y CHANDES EMPRESAS
trndn, como en las primeras hilaturas, por bestias de carga; pero desde
1789 Cartwright hizo traer de Birmingham una máquina de vapor. Por
desgracia el establecimiento, bien equipado, estuvo mal dirigido: Cart-
ria lamentable de todos los inventores que se repite una vez más. En
1791 creyó haber encontrado el camino de la fortuna: se puso de acuer-
do con unos fabricantes de hilados de Manchester, los hermanos Grims-
haw, para fundar una gran fábrica, que no habría de contener menos
de 400 telares, movidos por vapor. Se levantaron expresamente edifi
cios considerables 1
2. Pero apenas se habían instalado las primeras má-
quinas cuando se desencadenó contra ellas la hostilidad violenta de los
tejedores. Los propietarios recibieron cartas amenazadoras3. Un n
después ardin la fábrica: Cartwright no solo perdió el beneficio
contrato firmado con los hermanos Grimshaw: no volvió a encontrar ai
nadie que osase renovar la experiencia 4. '
De 1792 a 1800 el telar automático es a la vez necesario e impopu
lar: deseado por unos, rechazado por otros; disminuida su urgencia por
la baja de los salarios su uso no llegó a imponerse. Cartwright, entera
mente arruinado, obligado a poner sus patentes en manos de trastees,
se debatía en medio de violentos acreedores y de deudores ineducados °.
Entabló una serie de procesos contra los que trataban de arrebatarle el
beneficio de su segundo invento, el de la máquina para peinar la lana.
Sin embargo, por la fuerza de las cosas el éxito final se preparaba. Fue
en Escocia donde se esbozó el movimiento en 1793, James Lewis Ro-
bertson instaló en Glasgow dos telares, movidos por una especie de es
petón mecánico al que daba vueltas un perro de Terran ova*; en 1794
se inauguraba en Dumbarton un ta ler de 40 telares; en 1800. John
Monteith, renovando la tentativa de los hermanos Grimshaw, montaba,
1 Guest , R.: Compendious history, pág. 46: B aI n e s , E.: H ist. of the cotton
moni¡facture in Creat Britain, pág. 231.
* HAtiDWtCK: History of the borough of Presión, pág. 375. Sobre los per-
li‘criom«micntos introducidos p<* Peter Marsland y Millcr, de Glasgow, véase
W iieeler : Manchester, pág. 167, y «Cotton-spinning machines and their inven-
Inrin, Quarterly Review, CVTT, 78.
9 Journ. of the fíouse of Commons, LXIV, 97. La petición fue remitida el
7 de junio a la comisión de snbsidios libido pág. 391), que decidió, el 8 de
junio, conceder a Cartwright una suma de 10.000 libras (ibíd., pig. 393). Can-
w.lght no había caído en la misantropía, como Crompton. Con las 10.000 libras
ilr su indemnización compró una finca en Kent y pasó los últimos años de su
«lila ocupado en experiencias sobre agricultura, química y mecánica. Véase L ip -
ItiN, F..: History of the iuoollen and viorsted industries, pág. 168.
* Minutes and reporls from H. M.'s comrrisioners and assistant-commissio-
lU'rn on the condilion of the hand-loom iceavers (1839-1841).
2 :to 1* ARTE II: CRANDES INVENTOS Y CHANDES EMPRESAS
1 CoOKK-T\Yt.on, R. W.: The modern jactory system, pág. 94, ría las cifras
siguientes: en 1813. 100 telares de vapor: en 1820. 14-000; en 1829. 60.000;
en 1833, más de 100.000. Según CnAPMAN, S.: Lancashire collon industry. pá
gina 28. en 1813 había en Inglaterra 2.400 telares automáticos, parle de los cuales
eran movidos, probablemente, por la fuerza hidráulica.
2 Véase Giiest , R.: Compendious history, págs. 47-48.
9 Para estampar una pieza de tela de 28 yardas de longitud había que apli
car la plancha, de 10 pulgadas de longitud por 5 de anchura, cerca de 450 ve
ces. W arner, Townsed, en Social England, V, 471-72.
4 Véase The callico-printer’s assislant (1790).
9 Bell había tenido precursores desde 1764 6 1765. Véase Gentleman’s Maga-
d n e , XXXV, 439 (1765). La introducción de su máquina en Lancashire dala
de 1785: WnEELER: Manchester, pág. 169.
* iDcscription du blanchiment des toilcs par l’acide muriatique oxygéné»,
Annales d e Chimie, II, 151; \T, 201, y sgs. «Aclion de Pacido muriatique ozygéné
sur les maderos colorantes», la misma colección, VI. 210.
T Sobre las relaciones de James Watt con los químicos franceses e ingleses
llcrlhollcl, Black, Priestlcy, etc., véase Sm ii.f.s, S.: Lives oí [ioulton and IFat!,
II: L A S F A B R IC A S 231
VI
Iiiigs. 14142. F.l mismo año (1786) la Sociedad Literaria y Filosófica de Man-
r.liesti-r publica la memoria de Tli. Henry sobre la Teoría del teñido ( Memoirs
of the IJterary and Philosophical Society o¡ Manchester. III, 34.1 y »gs.). Los
manuscritos de Soho contienen una carta de Watt a Berthollet, ríe 25 ilc febre
ro de 1787, cuyo comienzo está escrito en francés: «Monsietir: L’accumulation
de» affaire». suite nécessaire de notre lnngue absence de rhez nou», m'a em-
peché jusqu'á piésenl de me preter á votre affaire de blancliinrenl, mal» je n’ai
pas oubiié cetle im|»oi1 anle affaire, ni non plus nos promessea rio vona nider
Lanl qn'il nous sera it possible.» Soho MSS.
1 Bailes, K.: Hist. of the callón manufacture, pág. 2W.
3 Ñola sobre Charles Taylor en los papeles de la Calentón Ornen, I.XXX,
74. Reíercnce Library de Manchester.
3 A complete history of the cotlon trade, piigs. 71-7.1.
* Señalemos un invento americano. In divunoindnrn do algodón (rotton gin),
cuyo empleo hizo mucho más rápida la prrpnrarión drl algodón bullo partí la
industria (1793). Sobre esta máquina y su Irivrnlnr, Elfaa Whlint-y, vésse ITam-
mono, M. B.: The cotton industry, an ess,tv ort American «ronoirtír history, I,
págs. 25-31. ,
¡tu 1‘ A lt I K II: CHANDES IN V E N T O S Y GRAND ES EMPRESAS
Iiiiii tniiilo i]tie reparar los graneros e incluso las trojes abandonadas,
loi tinglados, los cobertizos de toda especie: se abrían ventanas en los
x lejos muros ciegos, por todas partes se organizaban talleres. Cuando
ya no quedó ningún sitio se vieron levantarse por todos lados casas nue
vas, habitadas por los t e je d o r e s L a s fábricas son todavía poco nume- (
rosas, la concentración capitalista no ha revestido aún la forma que
bien pronto se hará visible a todas las miradas. Es en apariencia la
edad de oro del sistema doméstico.
El segundo período data del proceso memorable que terminó con la i
anulación de la patente de Arkwright1*34. Es a partir de este momentof
cuando el sistema de fábrica se generaliza en la industria textil. El uso)
de un material perfeccionado, que ocupaba mucho sitio y costaba caro,,
era incompatible con la pequeña producción a domicilio. El agrupa-
miento de los trabajadores manuales en la manufactura, pese a sus ven-'1'5
tajas evidentes desde el punto de vista de la organización y de la vigi
lancia, jamás se habia impuesto absolutamente^ De hecho el régimen de,
manufactura, si por ello se entiende un modo 3e producción dominante^
en una época dada, nunca existió en Inglaterra. El sistema de fábrica,'
por el contrario, es la consecuencia necesaria del maqumismo. Un uti-
laje formado de partes solidarias, con una fuerza motriz central, no
puede ser instalado más que en un local único, donde su funcionamiento
es dirigido por un personal disciplinado.íJEste local es la fábrica: nO|
tiene otra definición *Tj >
Las primeras hiláfíiras parecerían muy pequeñas, comparadas con
las de hoy. Sin embargo, cada una de ellas contenia un personal ya nu
meroso, de 150 a 600 obreros4. Sus edificios de ladrillo, con una al
tura de cuatro o cinco pisos, han cambiado poco—aparte las dimensio
nes—durante más de medio siglo 8. El rasgo característico de este pe-1
V II
diff sus fábricas se ha reducido a la mitad, algunas han sido complclanien le aban
donadas en razón del mal estado de los negocios.» Jorirn. oj the House o/ Com-
mons, XL1V, 54A4Ó. Véase CoUJtmoN, Patrick: A represenlrttion of the facls
relative to the rise and progress o¡ the cntton mamijiutnre in Great Britain
(1789), págs. 3 y sgs.
1 W iie ELKr : Manchesler, púg 244.
- Uri:, A.: Ph'tlonophy o¡ iminnjfu-wies, púg, 441.
3 Bainks, E. : Htslory o¡ the ¿oíton inttniiftielinc, pág. .'457.
a-m I-ARTE t í: CHANDES IN V E N T O S Y GRAND ES EM PRESAS
i (-«-cu por vez primera, a un esquema tan sencillo, tan fácilmente expre-1
alible en los términos abstractos de la economía política. Si se estudia,
más atentamente la historia de cada una de estas crisis no se tarda en
apercibir que 1^ superproducción no siempre basta para explicarlas. L a.
de 1788 es la única que se presta a esta explicación: siguió de cerca a|
la expansión extraordinaria de la industria tras la expiración del pri
vilegio de Arkwright; a ese momento de actividad febril y de especu
laciones desmesuradas en que centenares de empresas, grandes y peque
ñas, se fundaron en todas partes, en que el menor fabricante entrevio
la fortuna. L as quejas de los propietarios ingleses de hilaturas con
tra la importación de los productos de la India muestran bien claro el
mal que sufrían *: el mercado inglés se iba quedando demasiado es
trecho, «el consumo—decían un poco ingenuamente— era insuficiente» 1*3.
Esto equivale a decir que la producción era excesiva, que había su->
perproducción. En 1793 la situación es muy distinta. En primer lugar la]
crisis no está limitada a la industria del algodón, ni siquiera al con-1
junto de las industrias cuyo régimen de producción se ha transformado
recientemente. Es una crisis general de los negocios. El número total
de quiebras en el Reino Unido, cuya media anual, de 1780 a 1792,
apenas pasaba de 530, se elevó en 1793 a más de 1.300 s. Este tras
torno universal no podría atribuirse a los efectos, todavía tan limita
dos, del maquinismo y de la gran producción. De hecho comienza—y i
es lo que explica su extensión— por una crisis financiera. En febreroi
de 1793 varios bancos importantes suspendieron sus pagos, de ahí una/
conmoción que hizo caer, en algunas semanas, a un centenar de bancos
provincianos *. Se declaró un pánico general, se anuló el crédito, el d i-f
ñero se ocultaba en el fondo de las arcas, «cada cual miraba a su ve
cino con precaución, cuando no con desconfianza» 4. Las transacciones
se redujeron a lo indispensable: las mercancías quedaron en depósito
no porque fuesen demasiado abundantes para el consumo habitual, sino
porque nadie quería comprar ya. Y el remedio fue también de orden
1 Vénse «Repon from the selecl cnmmillee on the State of commercial cre-
,|¡U, Parliamentarv kistorr. XXX. 740-66. Jottrn. of the Hotise of Commons,
LXVIH. 702-07.
* E dENson , W. en *n Address lo the spinneers and manufacturen of cotlon
waol upon the presenr útuation of the market (1792), se lamenta del ««lado del
mercado, de Ibb fluctuaciones de los precios debidas, según él, a la especulación.
3 Estas consideraciones se aproximan a las conclusiones do Bounialian, si
bien este, en lugar de restringir únicamente el lírminn «superproducción» a los
fenómenos industriales, lo extiende a toda expansión económica excesiva (Bou-
NtATTAN: Geschichte der Handelskrisen in F.ntííawl, cap. V, págs. 151-72). A con
sultar igualmente B o b r e las criBis de 1703 (págs. 1>14-50), 1797 y 1799 (pá
ginas 173-99). '
M A N T O U X ____16
Ü'IU PARTE u : CHANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS
VIII
IX
1 Cunnikcham, W.: Growlh ' oj English induUry and commerce, II, 452
(2.* ed.; este pasaje no se encuentra en la 5.a ed.). Está fuera de duda que la
importancia del West-Ridding (Yorkshire) es anterior a la introducción del ma
qumismo en la industria de la lana. La prosperidad creciente de sus ciudades
entro 1770 y 1780 está atestiguada por la construcción de las lonjas de paños
(Bradford. 1773; Coiné, 1775: Wakefield. 1776; llalifax, 1779). Victoria history
oI the cormty of York* II, 417-19.
* Fin llalifax las hilanderas, pagadas de 5 a 6 peniques por día en 1770,
recibían en 1791 de 1 chelín 3 peniques a 1 chelín 4 peniques, ¡bid. (3.a ed.),
II, 657.
8 Otra ventaja: «la presencia de una lioblación a la que el cultivo de sus
montañas ingratas no bastaba para alimentar, y que, heredera de la habilidad
adquirida por generaciones de artesanos, estábil completamente señalada para
un trabajo industrial», H e a t o n , R.: Yorkshire uwollen and tvorstetl industries,
pág. 281.
4 «1.a fábrica, desde hace do* siglos, memprv luí ido en tilíntenlo, pero jamás
ha tenido tanta actividad como ñuño ahora... bus calarntmdas se exportan a
¡í'<0 PARTE I i: CHAN DES IN V E N T O S Y CRANDES EM PRESAS
orto» más tarde, Edén notaba los síntomas de la decadencia, las quejas
dn Iw» fabricantes, los parcos salarios de los obreros l. Hoy día esta
industria ha desaparecido. Norwich, antaño famosa por sus bellas telas
de lana peinada, ya no tiene ni hilaturas ni tejedurías; han sido reem
plazadas por fábricas de productos alimenticios, mientras que la indus
tria de los peinados emigraba hacia el Norte, hacia Bradford, que en
un siglo ha visto ascender la cifra de su población de 13.000 a 200.000
habitantes.
La más sencilla de las máquinas de hilar, la j e n n y , fue empleada en
Yovkshire poco tiempo después de su invención, hacia 1773 *123. Pero
su uso no parece haberse difundido mucho, antes de 1785, es decir,
antes del momento en que, en la industria del algodón, empezaba a
dejar sirio en la m u l é y al w a t e r - jr a m e Como en Lancashire, y por
las mismas razones, fue durante algún tiempo impopular; en 1780 es
tallaron en Leeds motines contra las máquinas, unos meses después del
incendio de la fábrica de Arkwright, en Chorlcy4. Pero esta hostilidad
no era seria y durable más que entre los obreros, que temían la baja
de los salarios; para los maestros artesanos, tan numerosos en el West-
Riding, la j e n n y , por el contrario, era bien venida; les permitía acre
centar considerablemente la producción de sus talleres sin alterar su
organización tradicional. Lejos de exponer sus empresas a la invasión
capitalista, parecía proporcionarles armas nuevas para defender su inde
pendencia. De ahí su éxito en el país por excelencia de la pequeña,
industria. En el Sudoeste los comerciantes manufactureros, poco al co
rriente de la técnica, no comprendieron tan bien el interés que tenían
en transformar su utilaje. y lo que debía costarles por haber tardado
demasiado en hacerlo. Creían asegurados sus beneficios con tal que los
obreros ejecutasen la tarea prescrita por el salario convenido, y deja
ban a éstos el cuidado de elegir personalmente sus herramientas, sus
procedimientos de fabricación, según sus preferencias o sus hábitos.
Por lo demás, algunas iniciativas aisladas en Tivcilon, en Sbepton
Mallet, en Leicester 5, hallaron por parte de los obreros la resistencia
Alemania. Polonia y España; los camelotes a Flandes, España, las Islas y Ame
rica meridional.» L a R ochefouca Uld -L ia n c o ur t , A. y F.: Voyage en Sujfolk et
Norfolk, H. carta del 24 de septiembre de 1784. No hay que fiarse sin reservas
de la descripción admirativa de los jóvenes viajeros. Según J ames , J .: Hist. of
the worsted manufacture, pág. 270, el ocaso de Norvich comenzó hacia 1760.
' F.DEN: State of the poor. II, 477.
1 Report /rom the commiilee on the State of the woollen manufacture (1806),
pág. 113.
3 Report on the woollen manufacture (1806), pág. 73. Este retraso tenía
prohablcmenle causas técnicas. «Era debido en parle a la poca resistencia de
la lana, que se rompe más fácilmente que el algodón cuando es sometida a un
esfuerzo.» IIammond , J. L. y B.: The skilled labourer, pág. 145.
1 Report /rom the committee on th e State of th e woollen manufacture, pá
gina 81.
a IIahdinc, Lt. Col.: Hist. of Tiverlon, L, 198; The httmble petidon o f the
II: LAS FA B R IC A S 251
¡mor sttinners in the lown and county o j Leictster (1787); ¡Fcbb MSS, «Texti
les». V, 1.
1 Entre 1790 y 1794 en Frome. Shepton y Tauton. Antes de 1791 en Bam-
inaple. Annals of Agriculture, XV, 494, y Biluncsley , G.: A general view o/
the agriculture in the countj of Somerset, paga. 90, 167.
2 IJischocf, ]. : .4 comprehensive hislory oj the woollen and worsled manii-
Indure, 1, 315.
x Re/tort on the woollen manu/acture (1806), pág». 43. 72. 76, 118, 445:
Abridgmenls oj specificaáons relating to the sleam-engine. I, 106.
4 Ibíd., págs. 45, 71; H ibst , W.: Hist. o j the woollen trade dttring the
hist. sixty years, pág. 39. Hacia la misma época se fundó la gran fábrica de
lienzos de Marshal), que ocupaba en 1806 cerca de 1.100 olimos. Sobre la in
troducción de las máquinas en la industria del lienzo. véase WaiiiiKN, A.: The
lurn trade, págs. 690-93. '
« í.ií IM U T E It: G RAND ES IN V E N T O S Y CHANDES EMPRESAS
I
CAPITULO III
EL H IERRO Y LA H U LLA
hírgico por excelencia. Bajo este aspecto no podía compararse con Sue
cia o con Alemania. La riqueza en hierro del suelo inglés parecía
desconocida, muchos yacimientos permanecían inexplotados. Lejos de
poder exportar, como en nuestros dias, grandes cantidades de fundición
y de hierro en barras, Inglaterra se veia forzada a importarlos, en
particular de los paises del Báltico, y, en menor proporción, de España
y de las colonias americanas L
La industria del hierro se divide naturalmente en dos ramas prin
cipales: la primera comprende la extracción, y el tratamiento del mi
neral; la segunda, el trabajo del metal en todas sus formas. La prime
ra, con mucho la más importante, puesto nue sin ella es preciso ir a
buscar fuera la materia prima manufacturada a medias, estaba tan
decaída, a principios del siglo XVIII, que se desesperaba de que llegara
a restablecerse. Hacia 1720 no habla en toda Inglaterra más que unos
sesenta altos hornos, que producían anualmente 17.000 toneladas de
fundición 2. Y esta producción miserable, muy inferior a la de uno
de nuestros grandes altos hornos3, estaba singularmente parcelada.
Hallamos aquí esa dispersión característica que ya hemos notado en
la antigua industria textil. Las principales forjas estaban repartidas
entre dieciocho o veinte condados diferentes *. Algunos, como los con-1
1 Scrivenor: Hist. of the iron trade, págs. 325-27: de 1710 a 1720 la im
portación de hierro bruto varía entre 15.000 y 22.000 toneladas; la exportación
apenas pasa de 4.000 toneladas. Las importaciones suben constantemente hasta
1765 (57.000 toneladas), luego permanecen casi estacionarias. Los hierros suecos,
de calidad superior, constituían ellos solos cerca de las tres cuartas partes. Véa
se A nderson, A .: An historical and chronological deduction o/ the origin o¡
commerce, ITT. 217. La tonelada inglesa es sensiblemente igual a la tonelada
métrica (1016,048 Kg.).
2 MusriET, D.: Paperj on iron and Steel, pág. 43. Alrededor de 18.000 to
neladas en 1737, de acuerdo con una encuesta parlamentaria (véase Journ. o¡
the House o/ Commons, XXIII, 109 y sgs.). Se desearía poder comparar estas
cifras con las de los períodos anteriores, pero para el siglo xvn solo poseemos
evaluaciones caprichosas, como las de Sturtevant, S. (Treatise o/ Metallica ,
págs. 3-4, 1612) y Dudley, Dud (Metallum Martis, prefacio, págs. VIII y si
guientes, 1665). La producción de fundición en Inglaterra antes de la primera
guerra mundial era de unos dies millones de toneladas (10.425.000 en 1913).
3 En 1921 los Estados Unidos tenían 331 altos hornos, que representaban
una capacidad diaria de 126.115 toneladas (Statesmanls Yearbook, 1925, pági
na 471). En 1925 la producción americana de fundición alcanzaba 37.288.000 to
neladas.
4 He aquí la lista de esos condados, clasificados por regiones: l.° Sudeste,
15 altos hornos (Kent, 4; Sussex, 10; Hampshire, 1); 2.a Bosque de Dean y
alrededores, 11 (Gloucester, 6; Hereford. 3; Monjnouth, 2); 3.°Gales del Sur,
5 (Brecon, 2; Glamorgan, 2; Caermarlhen, 1); 4.° Midlands, 12 (Shropshire,
6; Worcester, 2; Warwick, 2, Stafford, 2); 5.° Región de Sheffield, 11 (York.
6; Deiby, 4; Nottingham, 1); 6.° Noroeste, 5 (Chester, 3; Denbigh, 2). Mus-
het, D.: Papers on iron and Steel, págs. 43 y sgs. A esta lista habrá que añadir
Cumberland, con uno o dos altos hornos: véase Swedenborg: Regnum subterra-
neum, sive de ¡erro, obras III, 160.
[U: EL HIERRO Y LA HULLA 25t>
II
1 La del País de Cales también fueron explotadas desde muy pronto. Defoé
menciona la ciudad de Swansea. que enviaba grandes cantidades de carbón a
Somerwt. Devon, Comualles y a Irlanda. T o u r , 111. 82.
2 Según B raro: H is t. o j N e w c a s tle , II, 273, eate comercio ocupaba, en 1705.
a 1.277 embarcaciones de gran tonelaje. «Las minas de carbón deben ser esti-
mudas canto una de las cansas que más han contribuido a extender la navega
ción y la marina en Inglaterra. Esta sola rama del comercio emplea más de
1.500 buques de 100 basta 200 toneladas y se la juzga como la escuela de los
marinero» de la marina inglesa. Lo cual ha hecho dar a estas minas el nombre
de Indita Negras.» L a riq u e z a d e I n g l a t e r r a (1773), pág. 56. D u d l e y escribía
ya: «Los territorios de Gran Bretaña son nuestras Indias del Norte, ricos en
minas y en metales.» M e ta llu m M a r i i s , pág. v.
3 Journ. o j th e llo u s e o f C o m m o n s , XXIII, 263. En algunas de estas indus
trias la hulla no parece haberse introducido más que a finales del siglo XVI o prin
cipios del XVU: «En ios ladrillares, las cervecerías, las tintorerías, las fundi
ciones ilo cobre, los únicos combustibles empleados hace solo algunos años eran
la Mintiera y el carbón de madera; pero ahora se los reemplaza por el carbón de
piedra, que da ton buenos resultados.» St UrtgVant, S.: A tr e a d s e o j m e ta lh c a ,
prefacio, pág. 8. Los herreros lo emjjleabun desde hacía mucho tiempo: «Antaño
los herreras forjaban el hierro con un fuego de carbón de madera (y en ciertos
sitios donde el carbón de madera es burato aún continúan sirviéndose de él);
pero desde hace largos años se ha empleado y se emplea en su lugar el carbón
de piedra partido en pequeños trozos.» Idem, i b i d . Véase el pasaje donde Agrí
cola, en 1546. enumera los usos de la hulla: «Etenim fabri aerorii el f e r r a r e
carbonttm, quod eis multo diutius durci, vice ipso utuntur. Sed quia sua pingue
tudine inficit ferrum el fragile fácil, qui subtilia opera eíficiunt hoc non utuntur,
nisi eorum qui ex ligno íiunt magna lucrit penuria. Eodcm bituininc hi, qtios
ligua dcficiunt, cibos coquunt. caldaria, in quibus hieme degunt vitam, calefa-
ciunt, calcem urunt, viü'um vero ioeioris plcrumque sale, in ignem iujecto, corri-
gunt. Agrtcolac codem vites oblinunt. quod vermes illarum oculos róllenles in
tcrficiat. Eodcm, dccoris gratia, quídam tingunt palpebras et capillos, in medi-
cinae vero usu exsiccat et digerit. Atque ex duro político figurantur efligies
homitttun, globuli quibus numerantur preces, gemmae aunulis inferendae, aut
lumia clandendae.» A grícola, C.: D e n a tu r a j o s s i l i i i m , libro IV, pág. 237 (edí-
líútl tic I.V16).
iir : el h ie r r o y la h u lla 271
rato para probar que la metalurgia, desde esa época, bacía corriente
mente uso de la hulla? La usaba, sin duda, pero solamente para algunas
de sus operaciones. Para forja r o moldear los metales, la hulla tenía
aproximadamente las mismas cualidades que el carbón de madera; pero
no sucedía igual cuando se trataba de fundir las menas, y sobre todo
la mena de hierro. Esta, bajo la acción de los compuestos sulfurosos
que la hulla contiene en cantidad más o menos grande, y que se des
prenden en el momento de la combustión, se altera y da una fundición
impura, quebradiza, que es imposible trabajar con el martillo. N o se
sabía cómo evitar este inconveniente. Asi, la industria a la que la hulla
ilohía prestar los mayores servicios era justamente la que no podía ser\
virse de ella. Las fraguas continuaron quemando carbón de madera,'
cada vez más raro y mus caro, mientras quo a su lado inmensas reser
vas de carbón de piedra permanecían inutilizadas.
¿Cómo llegar, empleando la hulla, a producir metal de buena cali-!
dad? Tal es el problema que acometieron con obstinación varias ge-^
neraciones de investigadores. L a historia de sus tentativas es muy in
teresante, aunque sea harto dificil apreciar exactamente los resultados
de cada una de ellas. En 1612 un tal Simón Sturtevant, de origen ale
mán, obtuvo por cartas patentes un privilegio exclusivo para el trata
miento de la mena de hierro con fuego de hulla D ejó un libro curioso,
que trata, en forma un tanto escolástica, pero con atisbos a menudo in
geniosos, de los inventos en general, y del suyo en particular 1 2. Todo
procedimiento técnico nuevo, decía, debe cumplir tres condiciones m í
nimas en relaeión con aquel al que reemplaza: debe asegurar una pro
ducción por lo menos equivalente en cantidad, en calidad y en precio 3.
Su utilidad real no se demuestra y su éxito no es probable sino cuan
do este mínimo es superado, y la producción resulta más abundante,
más perfecta o menos costosa. El invento que Sturtevant pretendía ha-
1 T r e a t is e o/ M e t a l li c a , pág. 2.
2 S turtevant vuelve sobre ello a menudo, con marcada insistencia, Ib id e m ,
págs. 2. 8, lO.1).
3 I b í d „ pág. 106. V ase P ercy: /r o n a n d S te e l, pág. 882.
4 R ovENZON, John: A Ir e a tis e o f m e t a ll ic a , b u l n o t t h a t t v h ic h w as p u b lis h e d
b y M r . S im ó n S t u r t e v a n t a p o n A is p a t e n t , pág. A. Beck, I..: G e s e h ic h te des
F is e n s . II. 1253-54, toma partido contra Sturtevant, tratándolo de charlatán y de
timador.
3 Henry Stuari, primogénito de Jacoo 1. que murió en 1613.
* M üshet, D.: P a p e r s o n i r o n a n d S te e l, págs. 43 y 401. y P ercy: [ r o n and
Steel., págs. 884-85, hablan con estima de sus trabajos. A siito n , T. S.: I r o n
a n d S te e l i n t h e i n d u s t r ia l r e v o lu t io n , págs. 11-12, se mantiene escéptico.
7 F.n la obra titulada M e t a l l u m M a r t i s , o r i r o n m a d e u iith p it - c o a l, s e a -
C oa l. e t c ., a n d ic it h th e s a m e f u e l l o m e l t a n d f in e i m p e r f e c t m e tá is , a n d r e fin e
ncr/i-cí m e tá is (1665).
III: EL HIERRO Y LA MULLA 273
contornos inmediatos del alto homo habia hulla en gran cantidad. Esto
fue lo que me determinó a m odificar la estructura del hogar para tra
tar de meterle hulla... El éxito que obtuve desde el primer ensayo me
animó... Después de un segando ensayo vi que el metal obtenido con
mi nuevo procedimiento era de buena calidad. La cantidad dejaba que
desear, ya que no pasaba de tres toneladas por semana: pero no du
daba que llegaría a perfeccionar mi invento» 1... Hizo presentar mues
tras al rey Jacobo, las cuales fueron reconocidas como «de buen hierro
comercialn, y habiendo caducado el privilegio de Sturtevant y de Ro-
venzon, pudo sacar en seguida una patente a nombre de su padre, lord
Dudley 2.
No lo seguiremos a través de todas las vicisitudes de su existencia
agitada. Tuvo que sufrir los percances habituales de lo » inventores. Los
altos hornos que había construido cerca de Stourbridge, en la región
de Birmingham, fueron arrastrados por una inundación s. Más tarde,
establecido en Sedgaley, Staffordshire, se vio expuesto a la envidia de
los maestros de forjas, que excitaron a sus obreros contra él: su esta
blecimiento fue invadido y saqueado 4. En medio de sus apuros, el rey
Carlos I le dio señales de sn benevolencia, y hasta accedió en 1638 a
otorgarle la renovación de su privilegio s. Pero casi en seguida estalló
la guerra civil. Dudley, realista exaltado, abandonó sus fraguas para
alistarse en la caballería del príncipe Ruperto. Se distinguió por su
Valor y llegó al grado de coronel. Terminada la guerra con la derrota
y la muerte del rey, se encontró arruinado, aislado, sospechoso ®. N o po
día pensar en defender su privilegio: consintió incluso en ayudar— sin
confiar, no obstante, su secreto— a algunos de los que intentaban, por
métodos más o menos análogos al suyo, obtener los mismos resultados.
Primero fue a cierto capitán Buck, que, asociado con Edward Dagney,
«un ingenioso vidriero», se había instalado en el bosque de Dean: su
procedimiento consistía en aislar la mena de la hulla colocándola en
crisoles de barro cocido. Pero los crisoles estallaron y las experiencias
1 M a r tis , pág. 6.
M e t a llu m
3 Esta patente fue renovada en 1621 por un período de catorce año». Véase
Abridgments of speci/ications relating to th e m a n u fa c tu re of iron and Steel,
pág. I (patente núm. 18).
3 M e t a llu m Martis, pág. 13: «En la parte baja de la ciudad «le Stoubridge
las gentes salvaron a duras penas sus vidas refugiándose en el tillimo piso de
sus casas.»
4 Ib íd ., pág. 16.
* «Mi muy querido señor, nuestro santo mártir Carlos 1—que su memoria
sea por siempre bendecida— me estimuló concediéndome, en el decimocuarto año
de su remado, cartas patentes para confirmar mi derecho exclusiva de fundir el
hierro y de preparar y refinar todos los metales por medio de carbón de piedra
y de turba.» I b í d . , págs. VII y 17-18.
0 I b i d . , págs. 17-20. Sus fraguas habíap sido destruidas por tercertt ver por
el ejército republicano,
mantoux __ 18
a ;i PARTE ir : C IU N D E S IN V E N T O S Y CRAN O ES EM PRESAS
1 MetaUum Mariis, págs. 21-25. La patente del capitán Buck está fechada
el l.° de marzo de 1651. Una serie de patente* anteriores, algunas concedidas
con infracción del primer privilegio de Dudley, testimonian repetidos esfuerzos
dirigidos en el mismo sentido. Véase Abridgments of specilicaiions retalias lo
ihe manufacture of iron and sleel, págs. 2-3. Tentativas del mismo género tu
vieron lugar en Francia, aproximadamente al mismo tiempo. Véase el Portíllele
des bois et forests avec les ierres ó brusler, verbal de l’invenlion du vray charbon
de terre par toute la France (anónimo, París, 1627), y L ambf.rvh .i.e, Cb.: (Eco-
nomié ou mesnage des ierres inútiles propres á brusler el taire charbons de
jorge (Paría, 1631).
a Metallum Martis, pág. 26.
3 lb íd „ págs. xv, 2, 9 y 38-39.
I b í t l. , MI.
ÍJI: E L H IE R R O V L A H U L L A 275
1 Es la opinión de M ushet, David.: Papen on irán and Steel, pág. 43. Véa-
/ron and Steel, pág. 885; B eck, L.: Geschickte des Eiscns, 11, 9oo.
rp P e rc y :
a MetaUum Martin, págs. 14-15. Lo vendió hasta 12 libraB la tonelada,
s A shton , T. S.: Iron and Steel in the industrial revolulion, págs. 11-12.
* P lot , R.: N a t u r a l h is t o r y o f S t a j lo r d s h i r e (1686), pág. 128. La patente
concedida a Blauenstein (bajo el nombre inglés de Blewstone) « t é fechada el
25 de octubre de 1677 (núm. 198). Véase A b r id g t n e n t s o j s p e c t lic a U o n s r e la U n g
lo iron a n d S te e l, pág. 3. . _ . . . , », , ..
* Idem, l o e . cil.; Becher, J.: Narrische Weishetl und uietse r/arrneit,
nág. 34, pretende que Blauenstein logró resolver esta dificultad: «Yo he vibIo
recientemente la prueba en casa del príncipe [Ruperto]: un instrumento, hecho
de metal fundido según este método, que presentaba todos los caracteres del
hierro maleable.» Pero: 1.» el testimonio de Plot es posterior al de Becher
<1686 y 1683): en el intervalo se había podido juzgar el valor real del invento;
2 o Plot que vivía en Inglaterra y escribía la historia,<1e1 condudo donde habían
tenido lugar las experiencias, ha debido recoger informes más directos y mas
completos; 3.° Becher, compatriota de Blauenstein (no ge olvido de hacer notar
que es un alemán, ein Teulscher), es sospechoso de parcialidad en su favor.
27fi l’ A U T E II I G R A N D ES IN V E N T O S Y CRANDES EMPRESAS
gil: todos los herreros que lo habian ensayado declaraban que no que
rrían servirse de él ni aunque se les diera gratis. Se lanzaron falsos
prospectos en los que, contando con estos bellos resultados se invitaba
al público a suscribir somas fabulosas: «Se aceptarán incluso los cuar
tos irlandeses de Mr. Wood» x. Una prueba ante testigo», a la que Wood
fue obligado a prestarse, remató su confusión 123*. Lo cual no impidió
que el mismo año un al William Fallowfield anunciase ostentosamente
un invento análogo5 *: hasta tal punto se deseaba encontrar una solu
ción al problema que interesaba la existencia misma de la metalurgia
inglesa,
UnR familia, o mejor dicho una dinastía de maestros de forjas, los
Darby de Coalbrookdale, halló por fin lo que desde hacía un siglo se
buscaba en vano. Hoy sabemos que el invento debe ser atribuido al
abuelo, el primer Abraham Darby, que murió en 1717. Era un cuáque
ro, h ijo de granjeros, que ejerció primeramente el oficio de construc
tor de molinos y luego el de fabricante de cacharros de fundición. Du
rante un viaje que hizo en 1704 había observado los métodos de los fun-
didores holandeses, y en 1707, conjuntamente con otro cuáquero, John
Thomas, obtuvo una patente «para la fabricación de marmitas y otros
utensilios panzudos, vaciados en moldes de arena, sin arcilla ni tierra
gredosa» L En 1709 se estableció en Coalbr ookdafe, no lejos de Wolver-
hampton, en los confines de esa región de los Midlands, que es el país
por excelencia de los inventos metalúrgicos, como Lancashire lo es de
los inventos textiles. El valle del Coldbrook, pequeño afluente de la iz
quierda del Severn, era un antiguo centro de fraguas poco menos que
abandonado, aunque sus alrededores estuviesen todavía muy poblados
de arbolado. Habia en su proximidad importantes yacimientos de hulla
fáciles de explotar. ¿Había visto Darby desde el principio las ventajas
de esta situación? Lo cierto es que lo comprendió rápidamente y en
neguida trató etc sacarle partido.
Es difícil precisar la fecha de la invención. En una carta escrita
muchos años más tarde y descubierta recientemente, Abiah Darby, es
posa del segundo Abraham Darby, hace el relato siguiente: «H acia el
año 1709 v in o 8 a instalarse a Coalbrookdale, en Shropsbire, donde con
varios asociados tomó en arriendo las instalaciones, es decir, un viejo
alto horno y algunas fraguas. A llí colaba en moldes de arena diversos
III
no eren que jamás se haya conseguido... Hay que exceptuar a Mr. Ford, de
Coalhi'ookrlale, en Shropshire; con mena do hierro y Hulia, ambos extraídos en
el mismo lugar, produjo a su antojo fundición frágil y fundición maleable. Ca
ñones fabricados por este procedimiento son do un metal tan blando que se
puede horadar y moldear a tomo como si fuera hierro forjado. P h i l o s o p h i c a l
ir a n s a c tio n s o f th e R o y a l S o c i e t y , XLIV, 305. Ford era yerno y asociado de
Abraham Darby. Según M ac Cüli.och: L i l e r o t u r e o/ p o l i t i c a l e t o n o m y , pági
na 238. el procedimiento solo fue verdaderamente conocido y empleado corrien
temente hacia 1780. Las quejas a pro osito de la falta de combustible se pro
longaron mucho tiempo después del invento que las hacia inútiles; véase T h e
s l a t * o í th e tr a d e a n d m a t U íf a c to r y o / i r o n i n G r e a t B r i t a í n c o n s id e r e d (1750).
T. 5. Ashton apunta que el uso de la fundición con cok no se introdujo en el
condado de Worccster sino hacia 1750. Explica que sel fundidor que deseaba
vender a los maestro» de forjas no tenia ninguna razón pura anticipar el hecho
de que su fundición estaba colada con la ayuda de un combustible mineral».
O b . e ir ., pág. 36.
1 H ostleth w ayte: C o n s i d e r a t io n s on th e r n a k tn g oí bar ir o n K Ítli p it Or
peat con l ¡ir é(1747). pág. 5.
~ El refinado en bajo bonio se practicaba directamente sobre las menas
ricas; tenía lugar mediante fusión en un crisol colocado tt rus de lierru, bajo
la acción de los fuelles. Véase B eck, L.: t G e s c h ic h t e d e s E is c n s , 111, 113-31, y
Lr.nEBtm: M a n u e l d e l a m é t a ll u r g i e d a ¡ e r (irail, fr.), II, 335 y sig.
■ jmt I'A R T E M: G R A N D ES IN V E N T O S V CRANDES EMPRESAS
la Cámara de los Comunes en 1812, Journ. of the House o f Commons, LXVII, 77.
S e precisaban doce horas para martillear una tonelada de hierro; en el mismo
espacio de tiempo se podían hacer pasar quince toneladas por la laminadora.»
Scrivenor: Hist. oj the iron trade, pág. 122.
1 Un perfeccionamiento casi inmediato consistió en colocar en el fondo de
los hornos de pudelar ceniceros móviles de hierro que permitían retirar el metal
a voluntad. Patente de Robert Gardner, nóm. 1.642.
3 Se verificaron ensayos en Portsmouth, en Plymouth, en Wootwich y en
Sheem ess. Véase W ebster, Th., ob cit., pág. 85.
3 C arta de Walt a Boulton, 14 de diciembre de 1782: «IToy hemos tenido
la visita de un tal ¡Mr. Cort, de Gosport; posee allá fraguas y ha descubierto,
según dice, un gran secreto para la producción de hierro, gracias al cual puede
proporcionar una cantidad doble en el mismo tiempo y al mismo precio que
antes. Dice que tiene necesidad de una máquina, pero no ha podido decirme
cu ál; desea que uno de nosotros vaya a visitarlo, y, al parecer,le ha escrito a
usted sobre el particular. Tiene aspecto de un buen hombre sin m alicia.» Smiles :
Lives of Boulton and Watt, pág. 327.
4 Carta del 6 de junio de 1784, citada por W ebster, pág. 52.
5 W ebster, Th., ob. cit., pág. 118.
6 0 sea, del 2,5 a l 3 por 100 del precio de venta, que era de unas 18 libras
la tonelada. M ushet, D .: Papers on iron and Steel, pág. 39.
7 Webster, Th., ob. cit., pág. 385.
I I í: EL HIERRO y LA TOLLA 283
il<> ñire enérgica y continua que mantenían, un alto horno que antes
producía 10 ó 12 toneladas de fundición por semana podía producir
más de 40 *. Hemos mencionado las laminadoras empleadas por Cort
para trabajar el hierro después de la pudelación *1
3*5
2 , y que reemplazaron
en parte a los martillos hidráulicos; casi al mismo tiempo Watt cons
truía para las fraguas de John Wilkinson un martillo de vapor, pesaba
ciento veinte libras y daba ciento cincuenta golpes por minuto J. A las
máquinas desde hacía mucho tiempo en uso para tirar, cortar y mol
dear metales, vinieron a añadirse otras nuevas: máquinas de taladrar
para horadar el ánima de los cañones *, tornos para metales, cuyo per
feccionamiento principal fue, en 1797, el soporte de carro de Henry
Maudslay *, sin olvidar las máquinas más complicadas y más especia
les, como la máquina de forjar clavos y la máquina de hacer tornillos6-
Estos inventos no tenían solamente como efecto acelerar el trabajó
y realizar una economía sobre la mano de obra, ante todo aseguraban
esa precisión perfecta de la ejecución, esa regularidad absoluta de las
formas, sin la que hasta entonces se hahia podido pasar, pero que había]
IV
Gran producción, grandes empresas, los dos términos son casi sinó
nimos, Lo que había impedido a los maestros de forjas, en los siglos XVI
y Xvil, extender su hegemonia sobre la industria del hierro eran Los
límites estrechos impuestos a la producción por la falta de combustible.
Varios altos hornos, reunidos en una sola explotación, no podían ser
alimentados más que por la tala regulada de una vasta extensión de
bosque. Desaparecido este obstáculo, nada se oponía a la fundación de
grandes establecimientos metalúrgicos; por el contrario, todo parecía
contribuir a ello. No solo se hacia posible, sino necesario, producir en
grandes cantidades. Y los que primero se internaron en esta via, ad
quirieron en seguida tal superioridad, que sus capitales aumentaron muy
rápidamente.
El ejemplo que desde luego se presenta es el de los Darby. En 1750
las forjas de Coalhrookdale eran todavía las únicas en que corriente
mente se hacía uso de la hulla *. Su importancia era ya tal, que el ria
chuelo a cuya orilla se habían colocado era ya insuficiente para accionar
aus fuelles; fue preciso crear, por medio de una bomba atmosférica 1 2,
un salto de agua artificial, que hacía girar una rueda motriz de veinti
cuatro pies de diámetro 34 . Nuevos altos hornos se construyeron sucesi
vamente en las localidades vecinas *. El de Horsehay, desde 1754, pro
ducía de veinte a veintidós toneladas de fundición por semana \ Richard
Reynolds, que tomó la dirección de los negocios en 1763, fue un gran
industrial en toda la fuerza del término ®. Después de haber dirigido
los negocios de Coalbrookdale durante la minoría de edad de los hijos
del segundo Darby, siguió luego asociado a ellos durante muchos anos,
1 L loyd, J.: Early kistory of the oíd South fíjales ironworks 0760-1840),
pág. 48.
2 Las fraguas de Cyfarthfa han pertenecido sucesivamente a Richard Craw
shay. a su hijo W illiam Craw’shay. a su nieto, llamado igualmente W illiam ; a
su biznieto Robert Thompson Crawshay. E ste murió en 1879. legando la empresa
a su hijo. Véase L loyd, J., o6. cit... págs. 63 y sgs.
3 S aúles , S . : Industrial Biography, pág. 132. Véase A shton, T. S., ob. ci
tada, págs. 94 y sgs. En 1803 los establecimientos de Cyfarthfa empleaban para
ellos solos 2.000 obreros.
'* Los pocos altos hornos construidos desde 1730 a 1760 (en Bunawe, Goat-
field, Abernethy, etc.) consumían carbón de madera. Véase I vison M ac A dam, W .:
Notes on the ancient iron industry o f Scotland, pág. 89.
íi La fuerza motriz la proveía un pequeño afluente de la izquierda del Forth,
el Carrón W ater; Bheuner, D .: The industries of Scotland, pág. 42.
III: E l HIERBO Y LA HULLA 291
1 F ue allí donde se usaron por primera vez las cám aras de plomo en las
que se condensan los gases sulfurosos. Véase Jabdine: «Account oí John Roe
buck», en las Transaclions oj the R oja l Society o j Edinburgk, IV, 69. El precio
del ácido sulfúrico bajó la s tros cuartas partes.
2 Véase más adelante, cap. IV.
3 .Iardine, ob. cit., pág. 75: Smiles, S.: Boulton and Watt, págs. 150-53.
4 En 1788 la producción era de 4.000 toneladas; en 1796, de 5.620. Véase
Sckívenor: Hist. of the iron trade, págs. 87 y 96.
3 Beck, L.: Geschichte des Eisens, III, 364..
0 «E s la mayo:' fundición de hierro que existe en Europa.» S t . F ond, Fau-
ja s d e : Voyage en Angleterre, en Ecosse el auz iles Hébrides, I, 209. F a u ja s
de St. Fond describe las carroñadas como «enormes piezas, cortas y abultadas
por la culata». Ibíd., pág. 210. Antes que él, otro técnico francés, Jars, G., en
sus Voyages métallurgiques, h abía descrito la s fundiciones de Carrón. Entre los
demás establecimientos m etalúrgicos fundados en Escocia entre 1770 y 1800,
citemos las Devon Ironworks, la s Clyde Ironworks y la fábrica de John Wilson
en Wilsontown. Véase D a y : The iron and Steel industries oj Scotland, pág. 34,
y Svedenstjerka, E .: Reise dttrch einen Theil von England und Scholdand in
<len 1802 und 1803, pág. 157.
7 «Resumen de la s operaciones de la fundición instalada en unu vieja fá
brica de clavos de Crennoside, hacia el mes de noviembre de 1.74-1, por Sam uel
y Aaron W alker», publicado por H untek, J . : llaUanisliire, págs. 211-12.
202 I’ AII'I'F. I I : CRANDES INVENTOS Y URANDRS HMI'ltKSAS
1 Svedenstjerna , Erik: R e is e d u re k e in e n T h e il E n g lm id x im il S r h o t t lc m d s ,
[láff. 40. '
2 Main, i b íd ., púg. 50.
2‘H DARTE II: grandes inventos y grandes empresas
fio ollas de setenta y ochenta caballos Cada fábrica semeja una ciudad
donde se agolpa una población atareada: una ocupa, junto con las
minas que de ella dependen, a novecientos obreros. Su propietario es
Samuel Homfray, que pasa por emplear, en sus diversas explotaciones,
a cerca de cuatro mil hombres 1234.
Es bastante curioso comparar con las descripciones de Svedens'tjer-
na, escritas con toda la precisión de un técnico, las imágenes, quizá
menos netas, pero muy vivas, y a veces pintorescas, que relatan otros
espectadores menos avisados. Al mineralogista francés Faujas de Saint.-
Fond le fue permitido, en 1784, visitar las fraguas de Carrón. Vio
los talleres donde se fabricaban las famosas carroñadas: «En medio
de estas máciuinas de guerra, de estos terribles instrumentos de muerte,
grúas gigantescas, cabrestantes de todas clases, palancas, máquinas con
polipastos, que sirven para mover tan pesadas cargas, están dispuestas
en lugares convenientes para tal servicio. Sus movimientos, los agudos
chirridos de las poleas, el ruido repetido de los martillos, la actividad
de los brazos que dan impulso a tantas máquinas, todo ofrece aquí un
espectáculo tan nuevo como interesante A,, Existe una serie tan grande de
estos talleres, que el aire se caldea a gran distancia y la noche está
toda llena de fuego y de luz, de manera que cuando se divisan, desde
cierto trecho, tantas masas de carbón abrasado por una parte, y por
otra los haces de chispas que se elevan por encima de los altos hornos,
y cuando se oye el ruido de los pesados martillos que golpean sobre los
yunques resonantes, mezclado con el silbido agudo de las bombas de
aire, no se sabe si estamos al pie de un volcán en erupción o si hemos
sido transportados, por algún efecto mágico, al borde del antr o donde
Vulcano con sus ciclopes se ocupa en preparar el rayo» ,l.
La vista de estas grandes fábricas mostraba, del modo más concreto
y más sorprendente, la revolución que acababa de realizarse en la me
talurgia inglesa. Lo que hacía prever desde entonces sus consecuencias
eran los nuevos y múltiples usos del hierro. Al cesar de estar limitada
su producción ®, el hierro y el acero, con sus cualidades únicas de cohe
sión y de resistencia, su aptitud para tomar todas las formas y conser
varlas indefinidamente, se convertían, para una multitud de industrias,
en materias primas incomparables.
Hemos visto a Richard Reynolds, desde 1767, sustituir por raíles
de fundición los raíles de madera que unían entre sí los altos hornos
1 S vf.d en stjer n a , E rik : Re i se durch einen Theil Englands und Schottlands,
pág. 57.
2 Idem, ibíd-, pág. 56. Sobre el grupo del Severn (Coalbrookdale, etc.), véan
se págs. 68-80. Sobre Nevrcastle, págs. 115-17.
3 S t . F ond , F a u ja s de: Voyage en Anglelerre, en Ecosse et aux iles H ¿bri
des, I, 210-11.
4 Idem, ibíd., págs, 216-17.
s Producción de fundición en Gran Bretaña: en 1788. 68.000 toneladas;
en 1796, 128.000; en 1804., 250.000. Parliamentary Debale.s, V II, 81 y 88.
III: E L H IE R R O Y LA HULLA 295
1 Svedensljerna las vio flotar en 1802 en loa canales que rodean a Bir-
mingham; Reise durch einen Theil Englunds, ele., pág. 87.
2 Macpiier.son: Annals o¡ Commerce, IV, 176. Es la entrega mencionada en
el «Examen et débat des comptes lant de l'ancienne que de la nouvelle adminis-
tration des eaux de París, á partir de l’origine de celle entreprise jusq’au 10
aoút 1793 (vicux siyle), par le citoyen G. I). David, liquidateur, ci-devanl bomme
de loi», pógs 27 y 92. Archives Naliónales, 11.396.
5 Dict. of National Biography, artículo «Wilkinson (Jolin)».
1 La máquina de Arkwrighl, cuyo modelo se puede ver en el Science Mu-
seum, Kcnsinglon, también era enteramente de madera.
5 Véase la patente de J. Paine (mim. 505): «Las barras, después de haber
sido calentadas al rojo en el bogar abovedado de un horno para mena, pasan
entre dos grandes rodillos metálicos que llevan en su superficie muescas y cana
laduras dispuestas con tocio intento.» (1728.)
Í<M PARTE H: GRANDES INVENTOS Y CHANDES EMPRESAS
LA MAQUINA DE VAPOR
299
,100 '♦AKTE II; CHANDES INVENTOS Y CRANDKS EMI'HKSAS
1 Hay que señalar también algunas tenlativa» con vistas a utilizar la fuerza
del viento, a imitación de los holandeses. En 1766 se construyó en Limehouse,
en el este de landres, una serrería mecánica movid.'i por un molino de viento.
Pero fue demolida en 1768 por una muchedumbre amotinada. Véase Journ. of the
House of Commons, XXXH, 160 y 191.
3 K! grupo metalúrgico del Severo puede considerarse como perteneciente
o la región galcsa, con la qae se relaciona, geológicamente, la alta colina del
Wrckin. al norte de Coalbrookdalc.
IV: LA MAQUINA IIK YAI'tlH 301
1 C aus, Salomón de, en las Raisons des ) orees motivantes (Francfort. 1615).
liág. 4. fue el primero en señalar las aplicaciones prácticas posibles de las pro
piedades del vapor y construyó una máquina que recordaba el eolipyle de Herón
Je Alejandría. El marqués de Worcester, hacia 1660, cmplenba la presión del
vapor |iara elevar el agua a unos depósitos y producir surtidores. En Veaux-
liall se construyó una fuente de vapor de su invención y recibió, en 1669. la
visita del gran duque de Toscana. Véase DlRCKS, Henry: The life, times and
srientific labours of the second marquis of Worcester, págs. 264 y sgs. Las in
dicaciones liadas por el marqués mismo, en su famosa Century of inventions,
números 68 y 100. son muy vagas. El digestor de Papin data de 1682; sus pri
meros trabajos sobre el vapor como fuerza motriz datan de 1690 («Nova methodus
.id vires motrices validissimas levi pretio comparandas», publicado en las Acta
Hruditornm de junio de 1960).
2 T iiurston: Growth o/ the steam-engine, págs. 31 y sgs,; Matschoss, C .:
Pie Entivicklung der Dampfmaschine (2.* ed.), 1, 292-93.
3 En virtud del principio elemental de física descubierto por Torricelli
en 16*10, la altura de la columna de agua elevada por lina bomba aspirante está
limitada por la intensidad de la presión atmosférica: no puedo pasar de 10,336
metros para una presión de 0,760 m. de mercurio. Pura llegar a una profundidad
de 60 metros era preciso emplear seis bombas colocadas una encima de otra;
cada lina de ellas vertía su agua en un depósito, de donde lu sacaba la bomba
inmediatamente superior. Este sistema de extracción escalonada era conocido
empíricamente y empicado en las minas mucho tiempo antea del descubrimiento
ile Torricelli. Véanse las figuras del De re metallica, de A chicóla.
1 Comunicación a la Sociedad Real (14 de junio de 1699); véanse las Trans-
acnons of the Royal Society, XXI, 228 (con láminas). La patente es del 23 de
julio de 1698 (núm. 356): «Nuevo invento para elevar el agua y poner en movi
miento toda clase de máquinas por la fuerza motriz del fuego (b y the impellent
¡orce of fire ), que será de uso muy ventajoso para drenar las minas, abastecer
de agua las ciudades y hacer girar los molinos en los parajes donde no se dis
imile de aguas corrientes o de vientos regulares.» S avery ha dejado un opúsculo
intitulado The miner's friend. or an engine to mise water by fire described, and
the manner of fixing it in the mines, icith an accounl of the sevcral uses it is
npplicable unto, and an ansuier to the obiections agninsl it (1707). Hay que
l itar finalmente las descripciones contemporáneos do II a k iu s : Lexicón tcchnicum,
en la palabra «Engine»; de D esacuciek .s: Expelíineitutl plülosophy, 11, 465, y
de L eucoi d : Theatrum machinarum hydrthtlictitutn, 111, 302-01.
m I-AH1E 11: GRANDES INVENTOS Y CHANDES KMI'HKSAS
Iki'ciI
o en jardines. Varias fueron instaladas, hacia J712, en Londres
pañías privilegiadas, las cuales, por lo demás, habían hecho mucho para justifi
car su monopolio. Defoé. en 1724. ensalza «la gran comodidad de lener agua en
las calle», distribuida por cañerías de madera. Hay dos grandes máquina; para
elevar el agua del Tájnesis: una en el pucnlc, la Otra cerca de Broken Wharf,
las cuales elevan tal cantidad de agua que podrían, según se dice, aprovisionar
toda la ciudad hasta sus barrios extremos y todas las casaB hasta el último
piso... Sin cmhargo, el ¡Vev-B-iver, traído desde Ware por un acueducto, sigue
abasteciendo (le agua la mayor parte de lo ciudad. Es preciso añadir que la com
pañía se fui visto obligada a abrir un nuevo estanque o depósito en Islington,
a un nivel más alto que el del curso ntilural del río. Pura hacer subir el agua a
este estanque elevado se emplea una gran máquina movida en otro tiempo por
un molino de seis aspas y ahora por una gran número do caballos que trabajan
sin cesar.» DefOÉ: Tour, II, 150.
1 Véase Abridgments of specijications relalins to the steam-engine, I, 35.
Un modelo de la máquina de Neweojnen. construido en1740 por el físico Desa-
guliers y perteneciente al King’s College (Londres! está expuesto en el Science
Muscnm de KcnBÍngton, galería núro 3 (en 1957).
2 Data de 1705 ó 1706. Véase Smu.es, S .: Lives «) lioidton and Watt, pá
gina 63: Beck, L.: Geschichte des Eisens, III. 91; Ma t s c u o s s . C., ob. cit., I,
304 y sgs.
3 En Modbury, cerca de Plymoulh.
1 Rorinson. en el artículo «Steam-engine». de la Eneyclopedia Britannica
( ‘V.’ e d .. 1805), presta su autoridad a esta tradición que ningún documento apoya.
En todo caso. Newcomen no tenía nada do sabio. He aquí lo que Desaguíjers
dice de él y de su socio Calley: «No siendo ni bastante filósofos para compren
der las razones y las causas, ni bastante matemáticas para calcular las propor
ciones de las partes, fueron bastante afortunados para encontrar por azar lo que
Imanaban.» Experimental phisolophy, II, 532.
IV : L A M A Q U IN A B E V A P O n 305
II
1 El 19 de enero de 1736.
8 Símiles, S.: Lives of Bouhon and Watt, pág. 81.
s W illiamson, Me moríais of Watt, 91. Era también fabrícame de instru
mentos náuticos, telescopios, brújulas, sextantes, etc. T immins. S.: lam es Watt,
página 4.
4 Idem, ob. cit., 1, 152.
4 T immins, S., ob. cit, pág. 5.
* U he, A.: The cotton manufacture of Great Britain, I, 175. Ure conocía
rl hecho por Wall mismo.
7 R obison: Steam and steam-engine, pág. 108.
* Smiles, S., ob. cit., págs. 145.146.
0 Las discusiones que tuvieron lugar sobre este punto están bien resumidas
Cu el nrt. «Walt» del Dictionary of National IHograplty. Las cartas que establecen
tos títulos de Wall han sido publicadas por M uiuiiead 1.: (Correspondence o)
tlie ¡ate Jumes Watt on tke discovery, of the composition of ¡linter).
.HIO parte t i: chandes in v e n t o s y chandes empresas
II I
1 Sobre esta correspondencia, véase Smiles, S.: Boulton and Watt, páginas
182-183. Erasmus Darwin, naturalista y poeta, fue el abuelo de Charles Darwin.
Una carta de Boulton a Franklin, del 22 de febrero de 1766, es citada por
Lord, Capital and steam potoer, pég. 96.
2 T immins, S.: James Watt, pág. 9; Smiles, S.: oh. cit., pég. 187. L ord,
obra citada, pég. 93.
3 Febrero de 1769. Citado por T imm INS, James Watt, pégs. 11-13. La misma
caita contiene indicaciones interesantes sobre la colaboración que Boulton ofre
cía a Watt «Pienso que para sacar de su invento el mejor partido posible, es
preciso dinero, una ejecución muy esmerada, y relaciones comerciales extensas.
El único medio de asegurarle el éxito que merece es no dejar su ejecución a la
turba de mecánicos empíricos, que, por ignorancia, por falta de experiencia, y
carencia de un utilaje apropiado, no harían probablemente sino un mal trabajo...
Podríamos reclutar e instruir a cierto número de obreros escogidos; pondríamos
en sus manos herramientas mucho mejores, las cuales no se toma uno la molestia
de buscar cuando se trata de construir una sola máquina; obtendríamos un
20 por 100 de economía en la ejecución, y tanta diferencia en la calidad de la
obra como puede haberla entre un ^herrero y un fabricante de instrumentos cien
tíficos.»
Jll C U I T E 17: C H A N D E S IN V E N T O S Y G R A N D E S E M I'R E S A S
IV
iti fabricación casi el mismo puesto que tomó más tarde el elemento
científico, le proporcionaba estímulos preciosos. La aristocracia lo pro
tegía. Horace Walpole, lord Shelbume, lord Dartmouth, el duque de
Northumberland, le prestaban bronces antiguos para que los copiara;
lord Cathcart lo recomendaba a la emperatriz de Rusia l . Valido de un
éxito merecido, se comprende que con su espíritu naturalmente ambi
cioso y audaz haya form ado grandes proyectos: «M e intereso— escri
bía— por todo lo que puede acrecentar o mejorar mis conocimientos en
materia de artes mecánicas. Es preciso que el campo de mis negocios se
extienda de año en año. Debe, por tanto, estar al corriente de los gustos
y de las modas que reinan en las diferentes partes de Europa... Qui
siera trabajar para Europa entera y fabricar todos los artículos que
pueden ser objeto de una demanda general: oro, plata, cobre, metal
chapeado, metal dorado, similor, acero, platino, concha...» 1 23
Se ve lo que era ya el establecimiento de Solio, cuando Watt entró
allí, tras la nuiebra de Roebuck. Nunca el régimen de la manufactura
y el de la fábrica han estado tan cercanos uno de otro; nunca la tran
sición del uno al otro ha sido más insensible ni la distinción— que per
manece justificada cuando se trata de clasificar hechos vistos en con
junto y sumariamente— más difícil de hacer sin caer en sutilezas y
arbitrariedades. L o que Boulton ponía a disposición de W att eran los
recursos y casi la potencia de la gran industria.
Watt se puso en seguida a trabajar. En el mes de noviembre de
1774 la máquina de Kiuneil House, transportada a Bírmingham y re
parada con el concurso de los hábiles obreros formados por Boulton,
pudo al fin funcionar. Watt lo anunciaba a su padre en estos tér
minos: «E l asunto que me ha conducido aquí se desenvuelve más bien
que mal: la máquina que he construido marcha ahora y da resultados
muy superiores a los de ninguna otra que haya sitio inventada antes
de mi. Confío en que este invento me será mnv provechoso» s. Pero
había que esperar, antes del éxito definitivo, lartrns esfuerzos y grandes
dispendios. Cinco años habían transcurrido desdo que W att sacó su pa
tente, cuya validez expiraba en 1783. La competencia de inventos si
milares o de‘ imitaciones más o menos disimuladas era de temeT. Watt
tomó el partido de pedir al Parlamento la prórroga de sus derechos de
propiedad. El 23 de febrero de 1775 dirigió a la Cámara de los Comu
nes una petición 4 que gracias a sus relaciones en el mundo científico
y gracias también sin duda a las relaciones aristocráticas de Boulton,
fue examinada con la mayor atención. L a comisión encargada de la
encuesta oyó el testimonio de Roebuck: este hizo plena justicia al in
vento, cuyo valor práctico había sido el primero en reconocer: «L a
1 Journ. o¡ the House of Commons, XXXV, pág. 168. Boulton declaró, más
o menos, en los mismos términos: «No es solo la más económica de las máquinas
motrices inventadas hasta el presente—poniendo aparte los molinos de agna y de
viento—, sino que puede aplicarse a un número infinito de usos psra los que la
máquina de fuego ordinaria es absolutamente inapropiada.»
1 15 Ceo. ni, c. 61. He aquí los considerandos del Acta: «Resultando que
Su muy excelente Majestad el rey George HI, por cartas patentes, bajo el gran
«ello del reino, con fecha 5 de enero del noveno año de su reinado, ha dado y
concedido a james Watt, de la ciudad de Glasgow, comerciante, y a toda per
sona que esté en calidad de representarlo, el derecho exclusivo de fabricar y de
vender ciertas máquinas por él inventadas, para reducir el consumo de vapor y
de combustible en las máquinas de fuego... [sigue el texto de la patente de 1769];
resultando que el citado James Watt ha pasado varios años y ha gastado una
notable parte de bu haber en hacer investigaciones sobre el vapor y las máquinas
do vapor, comúnmente llamadas máquinas de fuego, a fin do mejorar estas muy
lítilos máquinas; que gracias a estas investigaciones bo linn realizado muy im
portantes perfeccionamientos, pero que en razón do las dificultades inherentes
ii la construcción de máquinas tan complicadas y del largo espacio de tiempo
que requieren las experiencias necesarias, no ha podido acabar bu invento antes
de finalizar el aiio de 1774. que a fin de fabricar estas máquinas con todo el
cuidado deseado y de poder venderlas a precios moderados, se deberán gastar
probablemente sumas considerables para organizar talleres y proveerlos de un
nlilaje apropiado, y que siendo necesarios todavía varios años para que una parle
suficientemente numerosa del público pueda comprender bien la utilidad del in
vento y su propio interés en hacer uso de él, el período fijado por las citadas
carias patentes podría transcurrir enteramente antes que el citado James Watt
haya recogido un beneficio en relación a su trabajo y al valor de au invento...
•« ordena...», etc.
3 Solo después de la renovación de la patente de Watt tomó una forma de
finitiva au asociación con Bonlton. Véanse los términos de au contrato, firmado
rl 1.* de junio de 1775, por una duración de vinticinco años, en M u irilea d :
Mechanical inventions o¡ James Watt, II, 98.
* De acuerdo con una nota de los Timmins MSS, las construcciones, el uti-
llijc, etc., habrían costado unas 47.000 librvas. No hemos podido contrastar la exac-
3IH IM R T R U : CRANDES IN V E N T O S Y C R A N D E S E M P R E S A S
titud de esta cifra con ayuda de los Solio MSS, ya que esta colección no se
remonta más allá de 1780 para la correspondencia, v 1795 para los libros.
1 Véase Soko .1/55, correspondencia comercial, 1780-1785: L ord, J.: Capital
and steam power, pág. 130.
2 Boulton lo G. Matthcw, 19 de junio de 1782, citado por L ord, J., ob. ci
tada, pág. 130, según los Tew MSS.
3 S auces, S.: Boulton and (Fatt, págs. 262-63, 314; L ord, J., ob. cit., pá
gina 114.
*Birmingham Gazette, 1] de marzo de 1776.
5 B eck, L.: Geschichte des Eisens, III, 1079, y AsilTON, T. A.: Iron and
Steel in the industrial revolution, pág. 70.
0 M atscaoss, C.: Die Entwicklung der Dampfmaschine, I, 126-27.
T Smiles, ob cit., págs. 242-48. Véase la descripción de otra máquina colo
cada en Gwenham, cerca de Truro: «La máquina de fuego que hace andar la
bomba es de un tamaño prodigioso y de una actividad por encima de toda expre-
rv: la maquina de vapob 319
ció los Itencficios obtenidos gracias a su uso. Pero una vez superada la
repugnancia en servirse de un invento nuevo se ve manifestarse, inva
riablemente, una repugnancia no menos fuerte en pagar por aprove
charse de él. Los propietarios de las romas de Comualles en particu
lar dieron prueba de una mala voluntad y de una mala fe insignes,
cuando se trató de entregar el censo estipulado. Fue, durante años,
una batalla perpetua entre ellos y los manufactureros de S o h o *. En
1780 se propagó un movimiento en todo el condado para pedir al P a r
lamento la supresión del privilegio. W att se quejaba de ello con vehe
mencia: «N os acusan de establecer un monopolio, pero si lo es, este
monopolio, en todo caso, ha hecho sus minas más productivas de lo
que nunca lo fueron... Dicen que es incómodo para ellos tener que pa
gar derechos por hacer uso de las máquinas; también es incómodo para
aquel que quiere robarme el dinero que yo tenga cerrado el botón de
mi bolsillo. No está en nuestro poder forzar a quienquiera que sea a
emplear nuestras máquinas. ¿Qué responderá, pues, el Parlamento
cuando vayan esas gentes a quejarse a él de un mal que son perfecta
mente libres de evitar?»... 1 2* La diligencia proyectada no tuvo lugar.
P ero empezaron interminables procesos: en 1799 Boulton y Watt, ha
biendo ganado la causa, cobraron de golpe más de 30.000 libras de de
rechos impagados s.
Tuvieron también que defenderse contra las empresas de competi
dores más o menos escrupulosos. El más temible fue Jonathan Hom -
blower. en quien hay que ver algo muy distinto de un imitador vulgar:
adelantó a Watt en el estudio y utilización de las altas presiones. Su
máquina, más complicada que la de Watt, tenía dos cilindros, que el
vapor llenaba alternativamente'4. Tuvo bastante éxito como para inspi
rar serias inquietudes a Boulton y Watt, los cuales se decidieron a de
mandar a Homblower, que fue condenado y arruinado s.
Otras dificultades, y no las menores, eran las de la organización
interior. Se superaron gracias sobre todo a Boulton, cuya cualidad maes-
1 AsilTON, T. S.: Iron and Steel in the industrial revolution, pág. 64.
* En una carta a un cliente, con fecha del 27 de julio de 179S. el hijo de
Walt escribe, hablando de Wilkinson-, »En veinte años no hemos instalado mas de
tres o cuatro máquinas cuyos cilindros no salieran de sus talleres.» Idem. ibíd.
3 T immtns, S.: William Murdock. pág. 2. Su entrada en Soho tuvo lugar
en 1774. aproximadamente al mismo tiempo que la llegada de Wall.
1 Soho M SS, correspondencia comercial, años 1780 y ags.
* TtMMtNs. S.: William. Murdock, págs. 7 y sg».; T iiurston: Crowth of
the steam-engine. pág. 153. Este invento es mencionado en nna de laa patente*
de Walt (núm. 1.432, 18 de abril de 1784). Es sabido que Ciigitol enneiruyó su
vehículo de vapor, conservado en la Escuela de Artes y Oficios, eti 1769.
* Sus emolumentos eran los de un capataz más bien que los de un ingenie
ro. Hasta 1780 no ganaba más que 20 chelines por semanu. En 1793 Be lo envió
ti instalar unu máquina a Cádiz en las condiciones siguientes: gastos de viaje
maktoux .— 21
,132 1‘ ARTE I I : CHANDES INVENTOS V CHANDES EMPRESAS
V
Boulton nunca había tenido dudas sobre el éxito final de la empre
sa, muy contrariamente a Watt, siempre desalentado y pesimista*1. En
1781 vio por fin dibujarse el movimiento que aguardaba desde hada
diez nííos: el invento de Watt se convertía en objeto de la atención e
incluso do la curiosidad general. «La genle de Londres, de Manchester
y de Birmingham— escribía— ban perdido la cahczn por las máquinas
de vapor» *.
El mismo ano, Watt sacaba su segunda patente, la del movimiento
circular. Hasta esa fecha, la máquina de vapor no era otra cosa que
una bomba de fuego perfeccionada. Como tal se la empleaba en las
minas o para el servicio de aguas. Mediante la invención del m ovi
miento circular se convirtió en una máquina motriz: en lo sucesivo,
sus usos pueden multiplicarse indefinidamente; el campo entero de la
industria le está abierto. Las primeras aplicaciones se llevaron a efecto
en el mismo Soho, donde se emplearon fuelles, laminadoras y martillos
de vapor. Casi en seguida Wilkinson encargó máquinas similares para
sus establecimientos de Bradley, y Reynolds para Coalbrookdale: su
ejemplo fue seguido por todos los grandes maestros de forjas de In
glaterra y de Escocia3. Es en este instante cuando las fábricas meta
lúrgicas, provistas ya de máquinas de todas clases, toman su aspecto
característico; es entonces cuando se sella, por decirlo así, la alianza
todopoderosa del vapor y del hierro.
Desde muy pronto la máquina de vapor fue empleada para mover
molinos: molinos de harina, molinos de malta para las cervecerías4,
molinos de sílice para la industria cerámica n, molinos para triturar la
gina 44. Según L ord fob. cit., pág. 176). el número total de máquinas cons
truidas por Boulton y Watt para Inglaterra, Escocia y el País de Gales, desde
1775 a 1800. se elevaba a 321.
1 Clarke MSS, III, 150.
3 G a s k e l l : Artizans and machinery, pág. 35; B ainE s , E.: Hist. of the cotton
manufacture, pág. 227.
* Patente» del 11 de noviembre de 1797 (núm. 2.202) y del 5 de lebrero
de 1801 (núm. 2.471).
4 Patente del 7 de julio de 1790 (núm. 1.760). Una máquina de Heslop
estuvo funcionando en Whilehaven hasta 1878. Se halla en el Science Musenm,
Kenaington (East Hall).
s F o r s t e r , G.: Voyage phUosopkique et pitloresque en Angleterre et en
France, pág. 88; S t-Fond, Faujas de; Voyage en Angleterre, en Ecosse el aux ües
Hibrides, II, 387.
6 Duque de RuUand, Journal of a toar to the northern parís of Great Britain,
citado en las Local notes and queries la Bibl. de Birmingham, año» 1889-1893,
número 2.438.
S J fl PARTE n : CH AN DES IN V E N T O S Y CRAN DES E M PR E SA S
VI
1 Patente del 8 de julio de 1790 (núm. 1.757). Anuncio del molino de moneda
en el Moniteur Universal, suplemento al núm. del 27 de enero de 1791.
2 De los talleres de Sobo fue de donde salieron las piezas llamadas Monne-
rons, emitidas por los Monneron, banquero» de París, con la autorización del l
gobierno. Véase Dewamin E.: Cents ans de numismatique ¡ranqaise, láminas 7.
10 y 11.
3 39 Ceo. III. c. 95.
* S mii. ks: Boulton an d Walt, pág. 399. Las máquinas suministradas por
Boulton funcionaron en la Casa de la Moneda de Londres hasta 1882. Dict. of
National fliogrnpAy, ar1. Boulton
iv : la m a q u in a di: v a i ' iiii 327
fllfin de inventos realizados desde hace cincuenta años con vistas a abre
vi ni las operaciones de la industria; si se piensa que empiezan ahora
fl ponerse en uso, mientras que hace cincuenta años eran absolutamente
ignorados, no es extravagante suponer que de aquí a cincuenta años se
habrán hecho otras invenciones, en relación con las cuales las de la
máquina de vapor y de la máquina de hilar, por admirables que nos
parezcan, resultarán insignificantes y sin alcance» h1
P A R T E TERCERA
1 "YOVNC, A .: N o r t h o f E n g ta n d , 1, 173.
* Idem, ibid., 1, 178.
3 Idem, ibid.. I, 177.
* E ssa y on th e p r in c ip ie o} p o p u la tio n as it a ffe e ts th e fa tu re im p r o v e m e n t
o í s o c ie ty , Londres, 1798.
* Sobre los orígenes abstractos de la teoría He Malthus, véase H alévy, Elie.;
L 'E v o l u l i o n d e l a d o c t r i n e u ü l i l a i r e d e 1785 a 18 1 6 , págs. 136-156.
I: GKAN INMISTIUA Y l’ OIII.AlíiON 337
loa hechos en que Malthus apoya su teoría solo un número muy pe
queño están tomados de Inglaterra: ha querido pasar revista a todos
loa pueblos, a todos los estados de civilización, a íin de mostrar que
su ley se verificaba— o parecía verificarse— en los casos mus diferentes.
Sin embargo, nos es imposible olvidar que este libro fue escrito en
Inglaterra, en los últimos años del siglo xvm. Las ideas no nacen solo
ile las ideas, y el pensamiento de Malthus ha sido formado por el me
dio y las circunstancias tanto como por la lectura de Adam Smith, de
Condorcet o de Godwin. En 1798 el régimen de la gran industria es
taba ya constituido: las aglomeraciones industriales empezaban a en
grosarse, y aparecía el proletariado de fábrica. Al mismo tiempo el
país atraviesa una crisis de las más graves: una sucesión de malas
cosechas, cuyos electos se ven agravados por los de la guerra maríti
ma, hicieron subir, en 1795 y 1796, el costo de los géneros alimenticios
a precios de hambre h Se puede juzgar el incremento de la miseria
por el aumento del impuesto de los pobres: de dos millones y medio
de libras esterlinas se elevó, en ocho años, a cerca de cuatro millones.
f*a reforma de la ley de los pobres, corregida por primera vez en 1782 3,
está a la orden del día. En medio de este crecimiento apresurado y de
esta penuria es cuando Malthus escribe su libro. Y trata de demostrar
que esta es consecuencia de aquel. Al miedo de ver a Inglaterra despo
blarse sucede ahora el miedo de encontrarla demasiado poblada, abo
cada al pauperismo, menos por la mala repartición de la riqueza que
por el número demasiado grande de sus habitantes.
El problema que Malthus creía haber resuelto sigue planteándose
todavía hoy. La verdadera ley de población— si es una ley única
la que rige fenómenos tan complejos— no es conocida, ni podría serlo
más que después de investigaciones pacientes, realizadas según los mé
todos de la ciencia positiva. En cuanto a la cuestión histórica del
crecimiento de la población inglesa en el siglo xvm, fue resuelta por
el empadronamiento de 1801. Inglaterra y el País de Gales tenían, en
1791. — 2 £ lo s. 6 í Í. 1796. — 4 £ 10 a. 4 d.
1792. — 2 ■ 19 » 7 » 1797. — 3 . 9 » 9 »
1793. — 3 1* 2 » 8 » 1798. — 3 » 9 » 9 -
1794. — 3 1» 0 « 9 » 1799. — 1 » 5 » 1 »
1795. — 4 1» 11 » 8 * 1800. 7 » 2 » 10 »
II
HABITANTESPORKm. CUADRADO
menoide 70 .
dt 70 a 40
de 40 a 60—
de 60 a 60. ..
de BO s 100..
de 100 a ISO
por tocimadeISO
M A R
Los condados más poblados forman ana zona alargada de Orale a Este, desde el
estuario del Severa a la costa de Suffolk. Uno de aquellos en que la población
alcanza su máximo de densidad, aparte de la aglomeración londinense, es el
condado de Wilta, país de cría de ganado y de pequeña industria.
...... ....., ac l'nNSECIJENCIAS INM EDIATAS
u, m . .1.1»««. u .» ..» -
adquirir imparuucia: .1 m á m e n lo * '■
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H rosinnzc BensibltpiCnlC.
I: GRAN INOIJSIHIA Y l'Olil,ACION 343
Una ¿ona de intensa población se extiende de Norte a Sur, desde los condados
«le York y Lancasler hasta el condado fie Somerset: las regiones más pobladas
son las de Manchester y Birminghani. La aglomeración londinense está separada
de esta nona por comarcas agrícolas medianamente pobladas (Berks, Oxford,
NorthamptoiO.
PARTE U t : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
1 Estas cifras están tomadas de las tablas de Gonneh, E. C. K..: ob. cit. pá
gina 296.
Mil PARTE ni: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
Entre las ciudades cuyo nomine se repite a cada página de este li
bro, y a quienes la gran industria debe lauto como ellas le deben, aque
llas cuyo crecimiento ha sido más precoz y mt'ts notable son las ciudades
de la industria del algodón, y en el primer puesto, [a más importante,
la más ¡lustre de todas, que ha seguido siendo hasta nuestros días el
tipo clásico de la gran ciudad manufacturera: Manchester.
No hay que creer que la ciudad do Manchester sea de creación mo
derna. Es. por el contrario, muy antigua: es el Mancunium de los ro
manos1. Dominaba el paso entre los escarpes del macizo Penino y las
turberas infranqueables que se extendían al lado del mar 2. Su posición
a orillas del Irwell. no lejos de la confluencia de este rio con el Mer-
sey, y en medio del anfiteatro de colinas que circunda la parte meri
dional de Lancashire. la designaban para» convertirse en un centro de
intercambios locales. La pendiente rápida de las corrientes fluviales que
por todos lados descienden hacia la cuenca natural cuyo fondo ocupa,
ha sido una de las causas do su fortuna industrial. El tejido de las te
las, y el de esas lanas burdas llamadas cottons, que fueron largo tiempo
la especialidad de la región, dieron a Manchester, hacia finales de la
Edad Media, una prosperidad que atestiguan todavía uno o dos monu
mentos que han quedado en pie en medio de la| ciudad moderna \ En
tiempos de los grandes pañeros del Renacimiento su reputación fue
muy superior a su importancia real ': se hablaba de ella como de una1
1 Véase el «Itinerarium Anlonini Augnsli, ller Rritannicum». M o n u m e n t o
H is tó r ic a B r i t o n n i c a , L xxu. Las disertaciones ríe WtllTAKER. John: H is t. o/
M a n c h e s te r , J, 3 y sgs.. no añaden a este texto explicaciones muy concluyentes.
1 Cubrían todavía grandes espacios a fines del siglo xvlll. Véase la descrip
ción que da Aikin: «En tiempo seco la superficie es bastante sólida para sopor
tar a un hombre, pero a cada paso el suelo tiembla a gran distancia; los caba
llos y el ganado no pueden aventurarse allí sin |ieligro. Kn tiempo de lluvia estas
tierras pantanosas forman un obstáculo infranqueable.» Aikin, J.: D e s c r i p t i o n
o f th e c o u n t r y f r o m . t h i r t y t o f o r t y m ile s r o u n d M a n c h e s te r , pág. 11.
1 Los edificios del Chelham Hospital, que contienen una bella biblioteca an
tigua, datan del siglo xv: la catedral, de la primera mitad del xiv.
1 «Manchester es, desde hace ya mucho licm|io, una ciudad muy poblada...
Kn ella se fabrican telas lanío de lino como ríe lana, industnia que enriquece
a los habitantes y los pone en condicionen de vivir confortablemente. Su activi-
r : c r a n in d u s t r ia v i’ o i i u n t i N 347
cal Socttly o / Manchester, III, 159; Percival: Observations on the State o/ pc-
pulation in Manchester, pág. 1.
1 Véase la serie de planos de Manchester en el departamento cartográfico
del British Museum.
2 Véase J o t t m . o / t h e T I ouse. o / C o m m o n s , XXX, 159.
3 C e n s u s o / M a n c h e s t e r a n d S a l f o r d (1773), Chetham Library. Cada casa,
como se ve, contenía por término medio de seis a siete personas.
4 Contando la población de los suburbios. Véase W heelek: M a n c h e s te r , pá-
I: GRAN INDUSTRIA Y POIILACION 349
| Cíadad Cfodjd [
una fábrica de seis pisos, que comprendia una hilatura v una tintorería,
y estaba provista del utilaje mecánico más reciente *. Ante tales ejem
plos, parece que se vea a la industria, según la enérgica expresión de
Young, hacer propagarse a los hombres.
En las regiones en que predominaba la industria de la Innn, la
revolución industrial fue más tardía y más lenta: del mismo modo, el
crecimiento de la población y la formación de las grandes ciudades.
Leeds, a principios del siglo xvttt, era una ciudad más importante que
Manchester a; pero en 1775 su población «{tenas llegaba a 17.000 ha
bitantes3. mientras que la de Manchester alcanzaba o sobrepasaba
los 30.000. Su desarrollo no empieza verdaderamente sino hacia 1780,
cuando la jenny hace su aparición en Yorkshire, y solo se hace rápida
a partir de 1793 ó 1794, cuando se abren las primeras fábricas. Es
únicamente entonces cuando en lugar de ser como la cabeza de un
distrito extenso sobre el que se desparrama la pequeña producción, el
mercado a! que varios miles de tejedores venían cada semana a vender
las piezas que habían tejido con sus manos, Leeds se convierte en la
sede de una industria concentrada. Pero esta concentración está lejos
todavía de ser completa. Las fábricas, poco numerosas aún, dejan sub
sistir a su lado multitud de talleres domésticos. De los 53.000 habi
tantes que contenía la parroquia en 1801. más de 20.000 vivían en ca
bañas, fuera de la ciudad propiamente dicha.
Si de Leeds, donde la influencia del maquinismo, aunque débil to
davía, era ya sensible, pasamos a la parroquia vecina de Halifax, se
revela un contraste evidente. Aqui no se ha producido ningún cambio
MANCHESTER * LEEDS
Bautlxo* ,tutUnoi H
Entierro»
1 Véase Report from the select commitlee on the ivoollen manufacture 0806),
página 9.
2 fourn. of the Hoitse o/ Cammons, XXVI11, 133.
3 James, J.: Hist. of the worsted manufacture, pág. 616. La ciudad vecina de
Bradford, hoy día mucho más importante que Haiifax, permaneció insignifi
cante hasta fines del siglo xvm. Véase James J.: Hist. o f Bradford, pág. 185,
Continuation to the history of Bradford. págs. 180 y sgs.
4 Abstraéis of the anstmrs and relurns to the population Act I I Geo. IV,
prefacio, pág. XXIII.
11 H ardinc: H i s t . o f T iv e r to n ,, I, 191. En 1793. una gran hilatura de algodón
fue instalada en Tiverton: pero a su propietario le íueron mal los negocios, y
tuvo que renunciar.
E dén: State of the poor, TI, 142.
7 Idem, ib íd . , II, 644.
I: GRAN FNDUSTRtA V 1‘OIU.Af'tON 353
IV
Las ciudades del hierro se lian engrandecido menos do |ii isa que
las del algodón, y más de prisa que las de la lana. Si no se lum apro
vechado, como las primeras, del nacimiento y el desarrollo de una
industria nueva, han visto sus industrias antiguas transformarse rápi
damente y sin dificultad. Bien es verdad que esta transformación se
lia consumado fuera de las ciudades y lejos de ellas. La mayoría de
los grandes establecimientos metalúrgicos, el de los Darby. en Conl-
hrookdale; los de Roebuck, en Carrón; de Wilkinson, en Rersham y
en Bradley; de Homfray y de Crawshay, en el País de Gales, se han
fundado aparte de los antiguos centros. ¿Y no es, por el contrario,
en ciudades como Birmingham o Sheffield donde junto con la multi
tud de las pequeñas especialidades se han mantenido las formas tra
dicionales de la producción? 1 Sin duda; pero la influencia de la gran
industria tampoco ha tardado en penetrar en ellas. Al proporcionar a
los pequeños talleres la materia prima que necesitaban, ha cambiado,
si no el modo, al menos la importancia de la producción. E l uso del cok
en los altos hornos, la pudelación, el procedimiento de Huntsman para
la fabricación del acero, si no han modificado inmediatamente los
hábitos técnicos de los quincalleros de Birmingham y de los cuchilleros
de Sheffield, lian ayudado de manera singular a la fortuna de sus
empresas y al crecimiento de sus ciudades.
La población de Birmingham, durante la primera mitad del si
glo XVIII, parece haber sido sensiblemente superior a la de Manchester.
En 1740. podía elevarse a 25.000 habitantes; en 1760, a 30.000 2. Pero
de 1760 a 1800, mientras que la población de Manchester se cuadru
plicaba, la de Birmingham apenas si se hacía el doble: cuando el cen
so de 1801, era de 73.000 habitantes. La ciudad, edificada del modo
más irregular— así ha permanecido, por lo demás, hasta las grandes
obras ejecutadas a fines del siglo pasado— , era ya bastante extensa:
cubría una superficie de una milla cuadrada aproximadamente, deli-
renta y cinco mil ¿Pero cuántas ciudades de 45.000 almas tenía In
glaterra un siglo antes?
Ni siquiera es necesario, para hacer la comparación, remontarse a
un siglo atrás. Antes de 1750, lo que se llamaba una gran ciudad era
una localidad de más de 5.000 habitantes. Defoe podía decir, hablando
del condado de Devon: «Es un país lleno de grandes ciudades» a. De
hecho, la masa de la población vivía en pueblos y burgos de menos de
trescientos vecinos. Y entre esas «grandes ciudades» de hace doscien
tos o doscientos cincuenta años, ¿cuántas han cumplido las promesas
que parecían ofrecer? En cambio, aquellas cuyo crecimiento data de
la revolución industrial no han cesado de engrandecerse. Su fortuna
estaba ligada a la de la gran industria. No solo su situación, sino su
estructura y su fisonomía, se han fijado a un mismo tiempo. L os úl
timos años del siglo x v n i las han visto tal como fueron cien años
más tarde: feas y negras, envueltas por una atmósfera humosa, ex
tendiendo por todos lados sus arrabales mal edificados como tentácu
los informes, pero desbordantes de actividad, ricas, y enriqueciéndose
más cada día, en relaciones ya con toda Europa, sobre la cual derraman
el sobrante de su producción, que crece sin cesar. En estas ciudades de
un tipo nuevo, donde se desenvuelve una vida urbana que la vieja
Inglaterra no ha conocido, hombres nuevos, clases nuevas, casi se
podría decir un pueblo nuevo, se forman en e l espacio de una o dos
generaciones: es la muchedumbre enorme y confusa del proletariado
obrero, que colma con su movimiento disciplinado el hormiguero in
dustrial; es, por encima de ella, y dirigiendo en su provecho todo el
mecanismo de la gran industria, la aristocracia manufacturera, la clase
poderosa de los capitalistas, fundadores y propietarios de las fábricas.
Después del movimiento de población provocado por la revolución in
dustrial, es menester describir las especies sociales que ha creado, y
cuyas necesidades, tendencias, conflictos, llenan la historia del mundo
contemporáneo.1 2
EL CAPITALISMO INDUSTRIAL
35fi
II: El, CAPITALISMO INlWKTIUAI, 357
1 Véase introducción.
2 Véase segunda parte, cap. III, El hierro y la hulla, sección I.
3 T oynbee, A.: Lectures on the industrial revolulion in England, pági
na 53: «The manufacturer was literally the man who wotked with his own hands
in his own cotlage.» Véase ibíd., ¡ndustry and democracy, pág. 183.
1 A complete hiswry oj the cotton irade, pág. 170; W heeler, J.: Manchester,
lis pnlitical, social and commercial history, pág. 149.
•’ A ikin , J.: Description of the country, pág. 181: «La historia de la industria
en Manchester puede dividirse en cuatro períodos. El primero es aquel en que
los manufactureros trabajaban duramente para ganarse la vida, sin haber acumu
lado todavía ningún capital; el segundo es aquel en que, habiendo comenzado
a enriquecerse, trabajaban tan duramente y vivían con tanta sencillez como en
el pasado, y aumentaban su pequeña fortuna tanto por la economía como por
beneficios moderados; el tercero es aquel en que el lujo hizo su aparición y
la industria fue estimulada a producir por el envío de viajantes de comercio
en busca de pedidos a todas las ciudades de mercado del reino; el cuarto es
aquel en que las relaciones comerciales, extendidas a través de toda Europa,
dieron a este lujo reciente todo su imperio.» Hay que notar que lo que cons
tituye la distinción entre estos diferentes periodos, son los progresos sucesivos,
no de la técnica industrial, sino del comercio con Inglaterra y el extranjero. Los
manufactureros de que habla Aikin eran sobre todo comerciantes.
6 Idem, ibíd., pág. 190. Un gran induslrial, a únales del siglo, se hace servir
por un lacayo, tiene una casa en la ciudad y una casa de campo, y se muestra
en Bulh o en Brighton. Véase L ecky„ flist. of Ertgland in the XVIlIth centu-
ry, VI, 185.
A l» PAUTE X II: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
II
ilfn c!n terratenientes que se contaban entre los más ricos de la parro
quia. La guerra civil de 1642-1649 había comenzado su ruina, que
culminaron las enclosures y el movimiento de acaparamiento que las si
guió b Para ganarse la vida, los Radcliffe se habían hecho tejedores.
William, desde muy pequeño, aprendió a cardar y a hilar en el taller
familiar donde tejían sus padres y sus hermanos; se lo sentó ante un telar
tan pronto como sus piernas fueron lo bastante largas 1*3 El mismo ha
contado sus principios en la gran industria3: «Yo me aproveché del
progreso que se había realizado durante mis años de adolescencia4: en
el momento de mi matrimonio— tenía veinticuatro años, era en 1785—
poseía algunas economías y conocía por la práctica todos los detalles
de la fabricación, desde que la bala de algodón llega al almacén hasta
aquel en que es transformada en una pieza de tejido; sabía cardar
a mano y a máquina, hilar con la rueca y con la jenny, encanillar, tren
zar la urdimbre y prepararla, tejer tanto con el telar ordinario como con
la lanzadera volante. Estaba, pues, en condiciones de establecerme por mi
cuenta, y desde 1789 me hallaba al frente de una buena casa donde ha
bía empleados muchos obreros, así para el tejido como para el hilado» °.
En 1801 distribuía labor a más de un millar de tejedores36.
¿Citaremos otros ejemplos? Joshua Fielden, en 1780, todavía vivía
como campesino en su pueblo natal de Todmorden 7. Poseía y cultivaba
aún el campo patrimonial; pero su renta más limpia la obtenía de dos
o tres telares instalados en su casa: de cuando en cuando iba a vender su
paño al mercado de Halifax. Sin embargo, los progresos de la indus
tria del algodón empezaban a tener resonancia en la región: Fielden
compró unas jennie's y estableció en tres pequeños cottages talleres don
de sus hijos, en número de nueve, componían por sí solos todo el per
sonal. Antes de acabar el siglo este embrión de hilatura se había con
vertido en una fábrica de cinco pisos 8. Jedediah Strutt, que fue uno de
los primeros asociados de Arkwright, era hijo de un pequeño terrate-
III
vivir a los más aptos. Esos cultivadores, esos herreros, esos tejedores,
esos barberos de pueblo que han formado la primera generación de
los grandes industriales ingleses, para liiunfnr han tenido que poseer en
el más alto grado ciertas cualidades apropiarlas para su nueva tarea,
v que les dan a todos cierto aire de parentesco. No era por el ta
lento inventivo por lo que se distinguían. Trataban de explotar sobre
todo tos inventos ajenos. No todos han teñirlo, como Arkwright, la
suerte o la audacia de apropiárselos enteramente y de hacerse atribuir
su monopolio. Pero han trabajado sin descanso, como su interés los
impulsaba, en reducir a la nada los derechos legítimos de los inventores:
la conducta de los fabricantes de hilados frente a Hargrcaves y Cromp-
ton l , de los maestros de forjas frente a Henry Coit *34, los procesos in
numerables que tuvieron que sostener Walt y Boulton contra los que
empleaban sus máquinas3 teslinmninn esta disposición más natural se
guramente que laudable. Hay que guardarse, sin embargo, de exagerar
la incompetencia de los industriales en materia técnica: estaba lejos
de ser general. Varios de ellos son autores, si no de inventos muy im
portantes, al menos de perfeccionamientos de un valor práctico real.
Slrult introdujo en el telar de tejer punto un mecanismo especial para
fabricar medias con costas*: John Wilson. de Ainsworth. imaginó pro
cedimientos nuevos para teñir y aprestar los tejidos de algodón5; Wil-
liam Radcliffe, con uno de sus obreros, Thomas Johnson, inventó el
telar Je aderezar (dressingmaclwne) *. El propio Arkwright tuvo el mé
rito de combinar hábilmente lo que otros habían encontrado y de llegar
a resultados prácticos que aquellos se habían mostrado incapaces de
obtener.
Donde se manifiesta la inteligencia particular del industrial es en la
organización de las empresas. Era preciso, en primer lugar, reunir el
capital necesario: los que no tenían necesidad de pedirlo a comandita
ríos, como Mntthew Boulton o Roebuck, hijos de fabricantes ya ricos,
eran la excepción. Y no era fácil hallar comanditas, sobre todo al prin
cipio, cuando máquinas y fábricas pasaban por novedades sospechosas
y de porvenir incierto. Arkwright descolló en estas negociaciones di
fíciles: recuérdense los contratos de asociación de que se sirvió, como
de otros tantos escalones sucesivos, para llegar a la fortuna. A los que
le proporcionaban capitales les ofrecía, por lo demás, algo en cambio:
sus patentes, cuyo valor fue muy pronto indiscutible. Aquellos que no
tenían ni patente ni capital se encontraban más apurados. Comenzaban
en pequeño sin otros recursos que sus pobres economías Fue asi como
la fábrica cada uno tiene su puesto marcado, sil tarea estrictamente de
limitada y siempre la misma; cada uno debe trabajar regularmente y
sin detención, bajo la mirada del capataz que lo fuerza a la obediencia
con la amenaza de la multa o del despido, y a veces incluso con una
coacción más brutal1. Esta disciplina no era, bay que reconocerlo, una
cosa absolutamente nueva. Existía desde hacía mucho tiempo en un pe
queño número de manufacturas donde la división del trabajo, llevuda
hasta su extremo, tenía por complemento necesario una fuerte dirección
de conjunto *12. Pero es el maqumismo el que le ha dado su rigor y el
que la ha generalizado. Los grandes industriales ingleses del siglo XVin,
si no son sus creadores, han sabido organizaría con una inteligencia y
una energía notables. Aquí también el ejemplo de Arkwright es el cjue
hay que citar en primera línea3. El orden que supo establecer en sus
hilaturas fue su invención más original. Estaba presente en todas partes,
vigilaba a sus obreros, les exigía el trabajo más asiduo y más exacto.
Rudo de ademanes y de lenguaje, implacable para los que juzgaba in
capaces o negligentes, no cometía, sin embargo, el error de agotar de
fatiga al personal de sus talleres: no les bacía trabajar más que doce
horas diarias4*, cuando el tiempo medio, en los establecimientos funda
dos después que los suyos, alcanzaba y sobrepasaba las catorce horas *.
Dirigir una fábrica es hacer acto de gobierno. El manufacturero es,
en toda la fuerza del término, un jefe de industria. Boulton, en la fá
brica de Soho, había obtenido de sus obreros tal regularidad que una
disonancia en la armonía acostumbrada de las ruedas y de los martillos
bastaba, según se decía, para que advirtiese una parada o un accidente 6.
anunciadas al loque de una campana. De allí el nombre que se le daba en la
vecindad: «the Bell-Works», la fábrica de la campana. Smu.es, S.: J o s ia h JPedg-
uiood, pág, 44; M eteyakd, E.: T h e U fe o f J o s ia h (V e d gw oo d , I, 330; L t.ewellyn
jEwrnn: T h e W e d g tv oo d s , I, 132.
1 Véase 3.‘ parte, cap. IV.
2 E11 las manufacturas reales de Frauem. Véase Martin, Germain: L a g r a n d e
in d u s t r ie en. F r a n c e sous le r h g u e d e L o á is X I V , pág. 14i (Manufactura de paños
en Villenouvelte, en Langucdoc). Id. en Abbevitle. en casa de los Van Robáis, que
empleaban a 600 obreros: «Todo su personal eslá gobernado con mucho orden
y regularidad. Se pone al trabajo y lo deja al loque de un tambor. Si un obrero
se embriaga o comete una falla cualquiera, es despedido por el capataz de
la división a que pertenece; cada especialidad, en efecto, esiá colocada bajo la
vigilancia de un jefe particular, que disciplina a sus hombres con objeto de
obtener de ellos el mejor trabajo posible en cada parte, a fin de contribuir a la
perfección del conjunto.» A n essay i n tr a d e a n d c o m m e r c e , pág. 131 (1770).
3 Es esta una de las razones principales de loa elogios hiperbólicos que le
ha prodigado la escuela individualista de la generación siguiente: «Promulgar y
poner en vigor un código eficaz de disciplina industrial adecuada a las necesi
dades de la gran producción, tal fue la empresa hercúlea, la obra grandiosa de
Arkwright.» U re, A .: P h i l o s o p h y o j m a n u f a c tu r e s , pág. 15.
4 M in u te s of evidence... on the State of the children employed in th e manu-
f u e t o ñ e s , etc. (1816). Declaración de A. Biiclianan, jiág. 8.
J h id ., págs. 96-98.
0 Smii.es, S.: B o u lt o n and IP t á l, [>ág. 4(12.
; in ii PARTE [ I I : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
Por lo demás, la forma de tales contratos, que hacía depender sus be
neficios de las economías realizadas por el comprador gracias al empleo
de la máquina de vapor, estaba muy hábilmente concebida: *11 éxito no
ha sido únicamente el de un invento técnico, sino asimismo el de un
sistema comercial.
A la vez capitalista, organizador del trabajo en la fábrica; en fin,
comerciante, y gran comerciante, el industrial es el tipo nuevo y cum
plido del hombre de negocios. Con frecuencia no es otra cosa. Robe.rt
Owen, que conocía mejor que nadie a los que llama los (dores del algo
dón», juzga bastante desfavorablemente a la mayoría de ellos: «Fuera
del círculo inmediato de sus ocupaciones profesionales sus conocimien
tos eran casi nulos, sus ideas limitadas» 1. Algunos, sin embargo, unían
a la habilidad y a la energía práctica cualidades de un orden superior.
Formaban en medio de esta, aristocracia del dinero como una minoría
intelectual. Ya se los mire como personalidades originales y excepcio
nales o bien como los representantes más eminentes de su clase, merecen
ser estudiados con más detenimiento.
TV
l»lo Imcer sin rebajarse al papel de delator para poner fin a sus prácti-
i’iifl indignas» \ En una reunión de fabricantes, celebrada en 1795, se
levantó contra los engaños en la calidad de las mercancías: «No me
extenderé sobre la imprudencia del acto en sí mismo y sobre las conse
cuencias que inevitablemente deben resultar de él, a saber: el daño cau
sado a nuestra industria y la mancha infl gida al nombre de Birmin-
gham. No olvidemos que la política de la honradez es siempre la mejor,
y que la buena fe en los negocios no puede dejar de ejercer la influencia
más venturosa sobre el comercio de la ciudad en general y de cada
una de nuestras casas en particular» 3. Personalmente se ajustaba a este
principio de la manera más escrupulosa. Se abstenía de usar represa
lias contra los que trataban de sobornar a sus obreros3. Se abstenía
ttambién de reducir los precios por bajo de cierto nivel, cualquiera
que fuese el rigor de la competencia. Bajar los precios habría sido
bajar la calidad y, por ende, destruir la confianza 4. Practicaba así, antes
que Bentham la hubiese expresado en fórmulas, la moral utilitaria.
Su generosidad era proverbial. Cuando Priestlev fue víctima de los
motines provocados en Birmingham por el odio a la Revolución fran
cesa, Boulton, sospechoso asimismo de opiniones subversivas, abrió una
suscripción para ayudarle a vivir y a continuar sus trabajos °. Al fun
darse, en 1792, el Birmingham Dispensary, aceptó ser su tesorero, di
ciendo: «Si los fondos no bastan para cubrir los gastos, aquí estaré
yo para completar el déficit» 6. Para con s u s obreros s u conducta era
la de un «hombre sensible», lector de Ríchardson y de Rousseau, más
bien que la de un discípulo de los economistas, a cuyo parecer el tra
bajo no es más que una mercancía. Autoritario y benévolo, se hacía
querer de ellos por sus modales' francos y sencillos, y por su espíritu
de equidad. Permanecían mucho tiempo a su servicio, y a menudo em
pleaba al hijo después del padre7. Conociéndolos personalmente, se
interesaba por su suerte; había instituido para ellos una caja de so
corros en la que ingresaban cuotas que variaban entre medio penique
y cuatro peniques por semana, según el monto de su salario R.12345678
1 S m ii . es : B o u lto n a n d ÍP a tt, p á g . 1 7 8 .
2 B irm in g h a m G a zette, 2 8 d e d i c i e m b r e de 1795.
3 C a r la a J. T a y lo r , 23 de en ero de 1769. Smiles, S., lo e . c it .
4 Id e m , ibíd., p ág s. 3 7 4 -7 5 .
5 E n tre lo s p r in c ip a le s su sc rip lo re s fig u r a b a Jo h n W ilk in so n . que e n v ió oOO
lib r a s . Palmer, A .: W ilk in s o n and
the o íd B e rs h a m iro n w o rh s , p á g . 3 3 . V é a s e
s o b r e e l p a r t i c u l a r e l o p ú s c u l o d e T immins, S.: D r . P r ie s tle y in B irm in g h a m .
6 I.ANOFORD, W.: A cen tu ry o f B irm in g h a m U fe , II, 143.
7 E n g e n e r a l , s e a j u s t a b a n p a r a c u a t r o o c in c o a ñ o s p o r c o n tra to r e n o v a b l e ;
por e je m p lo , con re sp e c to al o b rero G a v io M ac M u rd o, que e n tró al se r v ic io de
B o u lto n y W att en 1 7 9 3 , h e m o s e n co n tra d o c u a tro de e sto s co n tra to s (1 7 9 3 , 1796,
1799 y 1 8 1 0 ).
8 L o s a p r e n d ic e s, que ganaban 2 c h e lin e s 6 p e n iq u e s p or se m an a, in g re sa b a n
m e d io p e n iq u e ; lo s q u e ganaban 5 c h e lin e s, 1 p e n iq u e , y a s í su c e siv a m e n te , h a s ta
II: EL C A P IT A L IS M O IN D U S T R I A L 373
«jit efecto, no menos que sus éxitos artísticos, inspirarle cierto orgullo.
Tales hombres, en quienes el talento práctico no perjudica a las
más altas cualidades intelectuales y morales, y cuya actividad tan fe
cunda no tiene por único fin el interés, hacen honor a la clase de la
que han salido. Pero hay que guardarse de juzgar conforme a ellos a
la clase entera. La mayoría de los grandes industriales, sus contemporá
neos, no se les asemejan por su lado más hermoso. Su iniciativa y su
actividad, sus cualidades de organizadores y de conductores de hombres
merecen nuestra admiración. Pero no pensaban más que en hacer for
tuna. Los hombres, igual que las cosas, no eran en sus manos sino ins
trumentos con vistas a este solo objetivo. Acerca de la manera como
trataban al personal de sus fábricas, daremos más abajo detalles edifi
cantes l. El sentimiento de su poder los hacía tiránicos, duros, a veces
crueles. Sus apetitos de advenedizos se satisfacían brutalmente. Tenian
la reputación de beber con exceso y de no perdonar la virtud de sus
obreras *. Muy vanidosos, vivían como grandes señores, con lacayos,
carruajes de lujo, suntuosas residencias en la ciudad y en el campo *.
Mas su generosidad apenas estaba en proporción con el lujo que osten
taban. De 2.500 libras recaudadas en Manchester en los primeros años
del siglo Jtrx para la fundación de las escuelas dominicales, los princi
pales fabricantes de hilados de la región, cuyos establecimientos emplea
ban a 23.000 personas, dieron 90 libras 12*4. La conquista de la riqueza
los absorbía por completo: si tenían las cualidades de los conquistado
res, la ambición, la audacia, la infatigable energía, también tenian su
egoismo.
V
A pesar de su formación reciente, de la diversidad de sus orígenes y
el valor desigual de los elementos que la componían, la clase de los
manufactureros tomó muy pronto conciencia de sí misma. Esta concien
cia de clase, que no es otra cosa que el sentimiento del interés común,
no puede existir sino allí donde encuentra ocasión de expresarse. Ingla
terra ofrecía a este respecto condiciones más favorables que ningún otro
país del mundo. La libertad de su régimen político, y sobre todo el
1 Véaae cap. III, páf^. 73B60.
2 R e p o r t ora t h e s t a t e o f t h e c h i l d r t n , etc. (1816), paga. 104 y sgs.
* Véaae, p. ej-, lo que cuenta Robert Blincoe de uno de sus antiguos pa
tronos, Ellice Needham: «Se decía que había salido de la condición más misera
ble y tenía la debilidad de avergonzarse de su origen. Por la profusión de su
mesa, la magnificencia de las fiestas que daba frecuentemente, parecía que qui
siese cubrir y disimular su bajo nacimiento. Por su casa, su parque, sus carrozas
y su tren de vida eclipsaba a la e e n t r y de la vecindad.» Brown , J.: «Memoir of
Ííolicrt Blincoe», en T h e L i o n , I> 181.
1 R e p o r t o n t h e State o f the c h i ld r e n e m p lo y e d i n th e manufactories (1816),
i.ág, 837.
n : EL C A P IT A L IS M O IN D U S T H IA L 381
1 Al mismo tiempo que sobre los tejidos de algodón. Véase TI parte, cap. II.
1 «Los progresos de la metalurgia del hierro en estos últimos años han sido
gigantescos. Se ha pensado, y se ha tenido razón en pensarlo, que la preparación
de la fundición mediante fuego de hulla sería de una gran ventaja para nuestro
país. Al ahorrar la madera y reemplazarla por otro combustible, se ha transfor
mado una industria cuya producción había perma iccido siempre por bajo de las
necesidades, debido a la falta de madera... La industria de tos clavos, hoy tan
floreciente, se habría perdido para Inglaterra si no se hubiera llegado a hacer
los clavos con hierro fundido en fuego de hulla. Ahora tenemos que buscar otro
procedimiento que permita obtener hierro en barras con luego de hulla, y a
este fin hemos iniciado construcciones en Donnington Wood, en Ketley y en
otros sitios también. Esperamos terminarlas este año. No habrán costado menos
de 20.000 libras, que habremos perdido sin ningún provecho para nadie si el
derecho sobre la hulla queda establecido.» Véase Símiles; I n d u s t r ia l B i o g r a p h y ,
página 93.
Carta de M. Boulton a J. Wilson, 16 de diciembre de 1784. .Sm u .e s : L iv e s
« I B o u lt o n a n d W a tt , pág, 343. ’
;IIIJ t’ARTE I I I : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
1 Véase Bow Den, Wilt: Industrial society in England towards the end oj
the X V U lth century, págs. 172-73. En poco tiempo se recogieron 350 suscripcio
nes. Los tintoreros y blanqueadores amenazaron con parar todo el trabajo hasta
que el proyecto fuese abandonado.
2 La cuestión fue planteada en Inglaterra por el discurso del trono del
20 de enero de 1785. Journ. oj the House oj Commons, XL, 453.
3 Según Bowden, W. ( ibíd ., págs. 175 y sgs.), esta oposición no carecía de
fundamento, sobre lodo por parte de las industrias nuevas, cuya situación apenas
habían considerado Pitt o sus consejeros.
4 Josiah Wedgwood a Matthew Boulton, 21 de febrero de 1785. Vease ME-
t e y a r d , E.: Josiah Wedgwood, II, 540. .
s An answer to the Treasury paper on the iron trade oj England. and lre
inad (1785). _ . -r .
fi Correspondencia, marzo-abril de 1785, Museo Wedgwood, otoke on Xrenl.
7 Parliamentary History , XXV, 311-75, 409-14, 575-778, 820-85, 934-82. La
lercera lectura del bilí fue aplazada sirte die después del discurso del trono del
24 de enero de 1786, que hacía constar el fracaso de las negociaciones con Ir-
II: E l. C A P IT A L IS M O IN IH ISTU IAI. 383
landa. IbítL, 985. Véanse las numerosísimas peticiones relativas a este asunto en
el tomo XL de los Journals oj the House oj Commons. La campaña de la Cámara
de Fabricantes conlra el tratado angloirlandés sirvió de ejemplo: en 1794 la So
ciedad Comercial de Manchester, creada desde hacía poco, presentó al Gobierno
-observaciones sobre el tratado de comercio que se intentaba concluir con España.
Véase H elm, E.: Chapters in the history oj the Manchester Chamber oj Com-
merce, pág. 17,
1 Los fabricantes de cotonadas que combatían el impuesto de los fustanes
supieron sacar provecho del sentimiento antiirlandés. Véase en Bowden, ob. ci
tada, pág. 176, un buen estudio de la formación y de la actividad de la Cámara
de Fabricantes. Véase también A shton: ¡ron and Steel in the industrial revolu-
tion, págs. 170 y sgs., sobre el tratado de comercio con Francia y las diferencias
de opinión entre los maestros de forjas sobre el particular; Dumas, F.: Etude
sur le traite de commerce de 17H6 entre la France et l’Angleterre (Toulouse, 1904),
y R ose, J. H.: «The Franco-British commercial treaty oí 1786», Engl. Hist. Re-
vieut, XXIII, 709 y sgs. (1908).
2 Hizo ejecutar por Flaxman un bajorrelieve alegórico para conmemorar el
acontecimiento. Notemos, empero, que en los debates tan largos que tuvieron lu
gar en ambas Cámaras a propósito de este tratado no se encuentra ni una alusión
a las transformaciones recientes de las industrias. Parliamentary History, XXVI,
381-514 y 534-96.
8 Watt le escribió: «.Me ha irritado el saber que hay en la Cámara de Fa
bricantes dos opiniones con respecto al tratado con Francia. Como la suya pa
rece concordar con la mía, he pensado que, al decírselo, podría darle algún alien
to; también le puedo asegurar que Mr. Boulton, Mr. Carbett y creo que toda la
ciudad de Birmingham son del mismo parecer. En todo caso, asistí el otro día
a una reunión en la que se hallaban un centenar de los habitantes notables,
comerciantes y manufactureros de In ciudad; se bebió por el éxito del tratado
y por una paz perpetua entre Francia y la Gtun Ilretañu, y el brindis fue salu
dado por tres aclamaciones unánimes.» Cnrlu de ,1, Watt u Wedgwood, 26 de
febrero de 1787. Sobo MSS.
;m i PA R TE III: L A S C O N S E C U E N C IA S IN M E D IA T A S
VI
LA R E V O L U C IO N IN D U S T R IA L
Y L A C LA SE O BRERA
Nos queda por mostrar cuáles fueron los primeros efectos de la re
volución industrial sobre las condiciones del trabajo y la suerte de la
clase obrera. Y para eso no basta oponer al cuadro de la aristocracia
manufacturera el del proletariado de fábrica. No es, en efecto, hacia la
fábrica sola, sino al lado y en torno a ella, hacia donde debe dirigirse
nuestra atención. La masa de los trabajadores manuales, que había
permanecido largo tiempo fuera deTa gran industria, sufrió, no obs-
tante,.desde.el_p_EÍnct|iio su influencia todopoderosa.
392
Iü : LA REVOLUCION INMISTIIIAL. Y LA CLASE OUHERA 393
1 Smiles , S.: Lives of the engineers, I, 390. Véase una liistoiia análoga so
bre Th. Benford, de K eiterin c : Gcnt/tman's Magaúnc, LXI, 587 (1791).
!l ul PARTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
haber dejado atrás Cliowbent nos topamos en la carretera con una tur
ba de varios centenares de hombres. Creo que pasahan de 500, y como
le preguntamos a uno de ellos por qué razón se encontraban reunidos,
en tan gran número me dijeron que acababan de destruir algunas má-j.
quinaá y que tenían la intención de hacer otro tanto en todo el país. En f
consecuencia se ha prevenido aquí que se debe esperar su visita para
mañana: los obreros de la vecindad ya han reunido todas las armas ¡
que. han podido hallar y están fundiendo balas y haciendo provisión de [j
pólvora para atacar m añaqa..por la mañana. Sir Richard Clayton 1 aca
ba de traer la noticia: en este instante está en la ciudad, a fin de enten
derse con los habitantes sobre las medidas a tomar para protegerlos.
Creo que han decidido mandar a pedir a Liverpool inmediatamente
una parte de las tropas que hay allí acuarteladas» 12. Wedgwood no ha
bía encontrado más que la vanguardia de los amotinados. «El mismo
día, en las primeras horas de la tarde, una gran fábrica situada cerca
de Chrosley y organizada según el sistema de Arcrite (sic), que es uno
de sus propietarios, fue atacada por ellos. La posición del edificio no
les permitía aproximarse más que por un pasaje estrecho, gracias a lo
cual el jefe de la fábrica pudo, con la ayuda de algunos vecinos, re- y
chazar el ataque y salvar la fábrica por esta vez. Dos de los asaltantes
quedaron muertos en el sitio, uno ahogado y varios heridos. La muche
dumbre no tenía armas de fuego y no esperaba tan cálido recibimien
to. Aquejhr gente se exasperó y juró vengarse. Así, pues, pasaron la
jornada dei domingo y la mañana del lunes en reunir fusiles y municio-_
nes... Los mineros del duque de Brldgewater se juntaron entonces a
ellos, y otros obreros más, tantos que su número alcanzó, según se nos
ha dicho, a 8.000 hombres. Estos 8.000 hombres marcharon, al toque
de tambores y con banderas desplegadas, hacia la fábrica de donde ha
bían sido rechazados el sábado. Hallaron allí a sir Richard Clayton, al
frente de una guardia de 50 inválidos. ¿Qué podía hacer un puñado de
hombres contra estos miles de furiosos? Tuvieron que retirarse— los
inválidos—y desempeñar el papel de espectadores, mientras que la mu
chedumbre destruía de arriba abajo un utilaje evaluado en más de
10.000 lib ras3. Así transcurrió la (Jornada del lur¡e&> El martes por la
mañana oímos sus tambores a una distancia desunas dos millas, poco
antes de abandonar Bolton. Su intención declarada era apoderarse de
la ciudad, luego de Manchester y de Stockport, de aquí marchar a j
Cromford y destruir las máquinas no solo en estos diferentes lugares,
constar que una sola máquina, vigilada por una persona adulta y servida por
cuatro o cinco niños, efectúa tanta labor como treinta hombres trabajando a
mano según el antiguo método. Las razones invocadas en favor de las máquinas
empleadas en otras industrias, tales como la industria del algodón, las de la
seda, el lienzo, etc., no se aptican a la industria de la lana; porque aquellas pue
den procurarse materias primas en cantidad casi ilimitada, lo que les permite
desenvolverse y emplear un número de personas igual o superior [al que em
pleaban antes de la invención de las máquinas]; mientras que esta no dispone
más que de una cantidad determinada de materia prima, apenas Buñciente para
ocupar a los obreros de tal industria sin cambiar nada en los procedimientos an
tiguos. La introducción de la citada máquina tendrá como consecuencia casi in
mediata el privar de sus medios de existencia a la masa de los artesanos. Todos
los negocios serán acaparados por algunos empresarios poderosos y ricos, y, tras
un corto período de lucha, el provecho adicional producido por la supresión del
trabajo manual pasará a los bolsillos de los consumidores extranjeros. Las má
quinas cuyo uso deploran los peticionarios se multiplican rápidamente en todo el
reino, haciéndoles ya sentir cruetmente sus efectos: un gran número de ellos
están sin trabajo y sin pan. Con el dolor y la angustia más profunda ven acer
carse el tiempo de la miseria en que cincuenta mil hombres, con sus familias,
privados de todo recurso, víctimaa del acaparamiento, lucrativo para algunos, de
sus medios de existencia, se verán reducidos a implorar la caridad de la s pa
rroquias.» Journ. of the House of Commons, XL1V, 21. He aquí los principales
pasajes de la contrapetición de los fabricantes: «Es seguramente un derecho
común a todo súbdito del reino, y reconocido desde hace largos años por la sabi
duría del Parlamento, el de que puede ejercer su arte o su profesión de la
manera que le parezca más ventajosa, a condición de no transgredir la ley y de
no atentar contra el derecho ajeno; no es menos cierto que cada cual es el mejor
juez de su propio interés, y que de la búsqueda libre y bien dirigida del interés
individual ha resultado y resultará siempre la mayor ventaja para la nación.
Gracias a la protección de las leyes que garantizan a los peticionarios y a otras
personas la posesión de ciertas natentes. el público se ha aprovechado de un
precioso invento, el del peinado mecánico... Beneficios considerables ya se han
realizado gracias a e6te procedimiento de fabricación perfeccionada, pero es poca
cosa al lado de los resultados que se confía obtener... Según una evaluación
razonable, el coste del peinado, para las lanas de calidad inferior, se ha rebajado
por este procedimiento de 2,5 ó 3 peniques a 1 penique por libra; y cuando las
lunas finas sean sometidas a la misma operación, el gasto, que es actualmente
de 6 peniques por libra y más aún, descenderá, sin duda, a 1 ó 1,5 peniques por libra...
Si los peticionarios se vieran constreñidos a renunciar al uso de las máquinas se
hallarían sometidos a la obligación ruinosa de gastar, para producir el hilo (de
worsted), 1.500 ó 2.000 libras más al año de lo que lea costaría la producción
de ese mismo hilo por procedimientos mecánicos. Si, por el contrario, el peinado
a máquina, en ausencia de toda ley prohibitiva, llegase al cabo de cierto tiem
po a reemplazar completamente al peinado a mano, resultaría para la industria
nacional una economía de más de un millón de libras al año, sin exageración:
ca la carga que la industria tendrá que soportar si se veda el peinado mecánico...
La excelencia de la política que consiste en dejar a las industrias a su desen
volvimiento natural ha Bido demostrada, del modo más impresionante, por el
ni: L A R EV O LU C IO N IN D U S T R IA L V LA C L A S E ODRERA 401
roncal principio, los únicos niños empleado» en loa fábricas. Los obreros
se negaban, y con razón, a enviar a los suyos l. Su resistencia, desgracia
damente, no duró mucho tiempo; empujados por la necesidad, se re
signáronla lo que antes tanto los había horrorizado.
La ¿ola, circunstancia atenuante de los actos odiosos que debemos re
cordar brevemente es que el trabajo forzado de los niños no era un mal
nuevo. En el taller doméstico, la explotación de los niños se practicaba
como una cosa completamente natural. Entre los quincalleros de Bir-
mingham el aprendizaje comenzaba desde la edad de siete años 4; en
tre los tejedores del Norte y del Sudoeste, los niños trabajaban a los
cinco años, a los cuatro años, desde que se los juzgaba capaces de aten
ción y de obediencia 123. Lejos de indignarse, los contemporáneos encon
traban eso admirable. Yarranton recomendaba el establecimiento de
escuelas de industria, como las había visto en Alemania, donde dos
cientas niñas, bajo la férula de una maestra, hilaban sin descanso, obli
gadas a un silencio absoluto, y azotadas si no hilaban bastante bien o
bastante de prisa. «En ese país—añadía—el hombre que tiene más hijos
es el que vive mejor, mientras que aquí, cuantos más se tienen, más
pobre se es; allí los hijos enriquecen a sus padres, aquí los reducen a la
mendicidad» 4. Defoé, al visitar Halifax, se maravillaba de ver a niños
de cuatro años ganarse la vida como personas mayores56. La frase de
William Pitt sobre el trabajo de los niños, que Michelet, con su habi
tual exuberancia de sentimiento y de lenguaje le ha reprochado como
un crimen, no era más que la expresión trivial de una opinión ad
mitida \
1 Report de 1816, pág. 8. Véase A lfhed: Hist. of the factory movement, I, 16.
«Durante mucho tiempo los obreros miraron como una vergüenza para un padre el
dejar a su hijo entrar en la fábrica. El que se resignaba a ello se convertía en
la mofa de la ciudad.»
2 Journ oj the House of Commons, XXVIII, 496.
3 Defoé: Toar, II, 20; III, 101.
4 'Yarranton , A.: England’s improvement on sea and land, I , 45-47. El autor
del Essay on Trade, en 1770, empleaba palabras análogas.
5 No hay, por decirlo así, ni una persona, por encima de la edad de cuatro
años, que no esté en condiciones de ganarse la vida con el trabajo.» Defo é ;
Toar, III, 101.
6 Véase M ichelet; Le Peuple, págs. 90-91: «En la violencia del gran duelo
entre Inglaterra y Francia, cuando los manufactureros vinieron a decirle a M. Pitt
que los salarios elevados del obrero los imposibilitaban para pagar el impuesto,
dijo una frase terrible. «Tomad a los niños.» Esa frase gravita pesadamente sobre
Inglaterra como una maldición.» Lo malo es que nunca fue pronunciada. He aquí
el pasaje de un discurso de Pitt al que Michelet parece hacer alusión; «La expe
riencia ha mostrado ya todo lo que puede producir el trabajo de los niños y la
ventaja que se puede hallar en emplearlos tempranamente en las labores de que
son capaces. El desarrollo de las escuelas de indusina debe dar también resul
tados materiales importantes. Si alguien se tomuse la molestia de calcular el
valor total de lo que ganan desde ahora los niños educados según este método,
se sorprendería al considerar la'carga de que exonera al país su trabajo, que
basta para subvenir a su mantenimiento, y los ingresos que sus esfuerzos labo-
Wfi PA R TE m : LA S C O N SE C U E N C IA S IN M ED IATAS
riosos y los hábitos en los que son formados vienen a añadir a la riqueza nacio
nal.» Pirr, W.: SpeecA«,Itríl7.1 (Discusión del bilí Whilbread sobre la asistencia
pública, 12 de febrero dé^1796)'. Hacia la misma fecha, «un caritativo» sacerdote
de la Iglesia anglicana, q u ése interesaba particularmente en el bienestar de las
clases laboriosas (el reverendo David Davies), recomendaba que en todas partes
se adoptase la regla aplicada en el Rutland en 1785: que no se asigne ningún
socorro para loa niños mayores de seis años que no sepan hacer pumo, como
tampoco para los niñoB mayores de nueve años que un sepan hilar el hilo o la
lana.» B owpen : Industrial society towards the end o¡ ihe XVUlth century, pá
gina 276.
1 C oocke - T aylo r , W .: Notes of the manujacturing distric of Lancashire,
pág. 111. Según un viejo obrero que había empezado a trabajar hacia 1770, alus
pequeños eran puestos al trabajo cuando apenas sabían andar, y sus padres e an
los más duros maestros». Otro declaraba «que no aceptaría el ofrecimiento de ,
revivir su vida entera si este ofrecimientu se le hucía con la condicióndepasar
una segunda vez por la miserable esclavitud que había sufrido en su infancia». .
Hay que reconocer que la antigua reglamentación de la condición de los apren
dices imponía a sus maestros toda clase de obligaciones legales y morales, a las
cuides los manufactureros que organizaron la gran industria no se encontraban
sujeLos en sus comienzos; pero esta reglamentación se había relajado gradual
mente mucho antes de la revolución industrial.
2 Report de 1816, págs. 89, 146, 252. En Manchestcr la duración media de
la jomada era de catorce horas (veintidós ejemplos citados, págs. 96-97). David
Dale, que era un filántropo, hacía trabajar a sus aprendices trece horas al día;
tbid.. pág. 27, y Life of Robert Owen, wrilten by kimsel/, pág. 116. I
n Eiei.den, John: The curse o j the ¡aclory syslem, pág. 10. I
III: LA R EV O LU C IO N IN D U ST R IA L Y LA C L A S E OUItfiUA 407
,i
4011 PASTE m : L A S C O N SE C U E N C IA S IN M ED IATAS
lia en ]>ellizcarles una oreja entre las uñas lo bastante fuerte como para
atravesarla L Los capataces eran peores. Uno de ellos, Robert Wood-
ward, inventaba torturas ingeniosas. Fue él quien imaginó colgar a
Blincoe de las muñecas, por encima de una máquina en movimiento,
cuyo vaivén lo obligaba a tener las piernas dobladas; hacerle trabajar
casi desnudo en invierno, con grandes pesos sobre los hombros; limar
le los dientes. El desgraciado habia recibido tantos golpes, que su ca
beza estaba cubierta de llagas; ju ra curarlo se empezó por arrancarle
los cabellos mediante un casquete de pez1*3*5. Si las víctimas de estas
atrocidades intentaban huir, se les ponían grilletes en los pies. Muchos
pensaban en el suicidio: una muchacha que aprovechando un momento
en que la vigilancia se había relajado, había corrido a arrojarse al
agua, obtuvo así su libertad: se la despidió, «temiendo que el ejemplo
fuera contagioso» 3.
Todas las fábricas, sin duda, no fueron teatro de tales escenas, pero
no eran tan raras como su horror haría suponer *, y se renovaron hasta
que no fue instituido un control muy severo ®. Aun sin malos tratos, el
exceso de trabajo, la falta de sueño, la sola naturaleza de las tareas im
puestas a los niños en la edad del crecimiento_ habrían bastado para
arruinar su salud y deformar su cuerpo. Añádase a esto la alimentación
mala e insuficiente, pan negro, gachas de avena y tocino rancio s. En
Litton Mili los aprendices se peleaban con los cerdos que se cebaban
en el patio de la fábrica para disputarles el contenido de su gamella7.
Entre los que resistían las pruebas de estos terribles años de apren
dizaje, muchos conservaban sus estigmas: columnas vertebrales des
viadas, miembros torcidos^ por el_ raquitismo o mutilados por los acci
dentes de máquinas. «La cara pálida y fofa, la estatura deficiente, el
vientre .hinchado#.1, eran las víctimas señaladas para todos los conta
gios, a los que en el curso de su vida debían quedar demasiado expues
tos. Su estado intelectual y moral no era mejor: salían de la fábrica
ignorantes^ corrompidos. No solo no habían recibido durante su lamen
table esclavitud ninguna especie de "ínstrübcTóHj- sín o q u e ni" siquiera
hablan ^adquirido, pese a las cláusulas formales del contrato de apren
dizaje, el saber profesional necesario para ganarse la vida; no sabían
nada fuera 3e la labor maquinal a la que se los habia tenido encade
nados durante largos y crueles años 2. Por eso estaban condenados a
seguir siendo siempre braceros, ligados a la fábrica como el siervo
a .la gleba.-
No se podría juzgar, por la condición de los aprendices en las hila
turas, la de todo el personal obrero de la gran industria. Pero si_la
opresión que se ejercía sobre los adultos no tenía el mismo carácter de
irritante crueldad, también a e1Tos~Tes bacía_la vida muy dura. Para
ellos .también Jas_horas de trabajo eran demasiado largas, los talleres
abarrotados v malsanos, la vigilancia tiránica. La arbitrariedad patro-I23
nal, a falta de la violencia, empleaba contra ellos la mala fe. Uno^de los_
abusos de que con más frecuencia tenían que quejarse era el siguiente:
con el fin de alargar las jornadas, cada instante de las cuales represen-
taba para el manufacturero una fracción de provecho cotidiano, se les
robaba literalmente una parte de_su tiempo de descanso. Durante el
almuerzo el reloj de la fábrica adelantaba de repente como por mila-
¡r, gro, de suerte que había que reanudar el trabajo cinco o diez minutos
antes que la hora fijada hubiese sonado realmente3. A veces el pro
cedimiento era más simple y menos hipócrita: la comida y la salida
aparecido ei(\1802, «no puede ser considerado má.s que como un mal sin mezcla
de bien, mal a la vez moral, médico, religioso y político: en las grandes fábricas
parece que la corrupción, llevada a su colmo por la promiscuidad, alcanza un
I grado de virulencia cuyo equivalente se buscaría en vano fuera del infierno».
Gentleman s Magazine, LXXII, 57.
1 Gask e ix , P.: M anuíacta ring population, pág. 195. Véanse las declaraciones
ante la Comisión de encuesta de 1832.
2 The Lion, I, 181-82.
3 «Se decía que el minutero a menudo corría de golpe, cuando llegaba a lo alio
de la esfera a la hora del almuerzo; eso apenas sucedía en algún otro momento de la
jornada. Yo lo he visto con mis propios ojos correr tal vez cinco mínalos; cuando en
realidad no eran más que las doce del día, avanzaba hasta la doce y cinco...
No puedo decir cómo se hacía esto, pero pensamos todos que era para acortar
eí tiempo de nuestra comida. Habíamos barruntado la cosa, y un día una docena
de entre nosotros miraron a la ventana, justo en el moinento deseado, y ocurría,
en efecto, como se ltabía dicho.» First repon from the Central Board o¡ H. M.’s
enmmissioners... on the employment of children in faetones (1833), pág. 9.
III: LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA C LASE OBRERA 411
III
1 E dén: State o f the poor, I, 476. I.a idea de que la condición del obrero
ea el resultado de una especie de íatalidad económica se expresa, desde esta
época, como una verdad demostrada: «No oa posible que los argumentos de los
filántropos tengan nunca fuerza suficiente para determinar a la masa de los em
pleadores a aumentar los salarios de los empleados, porque hay un conjunto de
circunstancias ineluctables que ni el patrono ni el obrero pueden modificar a sn
antojo y que son las que regulan las demandas de estos y las concesiones de
aquellos.» Ibíd., pág. 454
2 TncniOU) RocEfis, James E.: A history of agricullure and prices in England
H I: LA REVOLUCION INDUSTRIAL V LA CLASE OIIRE1U 413
(jila leñemos que contentarnos, mas sin engañamos sobre su valor y sin
olvidar que la verdad no es nunca más que parcial y local.
La insuficiencia de los documentos aumenta la dificultad de inter
pretarlos, que se uiría siendo muy grande aun cuando fuesen más abun
dantes y más seguros. Si se quiere conocer, no el salario nominal, la
suma de dinero pagada por un tiempo o un trabajo dados, sino el sa
lario real, con eí poder adquisitivo que representa, se aborda un pro
blema dificil y complejo, cuya solución no podría obtenerse más que
por la comparación de datos múltiples. En primer lugar sería menester
saber cuál es el importe del salario para un mes, para una estación,
para el año entero, y en qué proporción se reduce por el paro volunta
rio o forzoso: un obrero puede estar bien pagado, y ganar poco, si no
trabaja todos los días. Sería preciso saber si tiene algunos recursos!
aparte de su oficio: era el caso del obrero de los campos, ya estuviese
relativamente acomodado y cultivara un cuadro de tierra o enviara una
vaca lechera al comunal, ya hubiese caído en la indigencia y recibiera
socorros de la parroquia. H aría falta conocer la aportación respectiva
del marido, de la mujer, de los hijos, al presupuesto anual de la fami
lia. Suponiendo tratada esta parte del problema, quedaría otra, no me
nos ardua. Habría que establecer, al lado de la lista de ingresos de la
economía obrera, la de los diferentes artículos de gastos. ¿Basta para
ello conocer el precio de los géneros y del alojamiento? Pero si igno
ramos cuáles son los géneros efectivamente consumidos y su puesto re
lativo en las necesidades y los hábitos del consumidor \ este cuadro de
precios no nos enseñará ran cosa. En resumen, para estar en condicio
nes de concluir, habría que poseer una multitud de elementos de infor
mación que casi siempre nos fallan, Balvo para el periodo contempo
ráneo. En verdad no llegaremos a captar más que relaciones exteriores
y burdas entre los fenómenos: podemos establecer, por ejemplo, la di
ferencia del salario nominal de un oficio a otro, sus variaciones durante
un cierto tiempo y las variaciones, correlativas o no, del precio de tal
o cual género. Sucede a veces que estos fenómenos siguen una marcha
lo bastante netamente dibujada como para que se pueda sacar una con
clusión inmediata: cuando, por ejemplo, se produce una fuerte subida
de los precios sin que los salarios aumenten, o viceversa. Pero más fre
cuentemente su interpretación es dificil, y siempre más o menos arbi
traria, cualquiera que sea el esfuerzo que se haga para evitarlo. Tal
interpretación sería imposible sin la ayuda de documentos descriptivos,1
1 Mr. Cunningbam hace observar que los jornaleros, en la Edad Media,
podían procurarse gratuitamente ciertos artículos de consumo corriente que hoy
aa verían obligados a comprar {por ejemplo, la leña), y que ignoraban completa
mente otros anículos que ban llegado a ser casi indispensables para la población
obrera inglesa (p. ej., el té, el tabaco). Véase Gromh o/ English industry and
commerce, II, 937-42. Hay que tener en cuenta sobre todo el lugaT cada v e *,
más importante ocupado en la alimentación por la carne y el papel de las bebidas
alcohólicas.
m : LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA CLASE OBHERA «5
to# quedaban cuatro chelines y medio por el trabajo de toda una se
mana '. Pero incluso en este caso extremo, agravado por una crisis
temporal* el salario nominal apenas descendía por debajo del que re
cibían normalmente, durante dos tercios del año, la mayoría de los
trabajadores agrícolas.
A fines del siglo, la diferencia no solo se había mantenido, sino acre
centado sensiblemente. El salario de los jornaleros, durante esos veinti
cinco años que vieron tan grandes cambios en el orden económico y
social, habia aumentado en notables proporciones: siete a ocho chelines
en invierno, ocho a diez durante los meses de verano, habian llegado
a ser la tasa ordinaria 1*3*. Pero los salarios industriales habían aumentado
más de prisa todavía. En 1795, los obreros empleados en las hilaturas
de algodón do Manchester, Bolton, Bury y Cnrlile, ganaban, a pesar
de las frecuentes jornadas de paro, una media semanal de dieciséis
chelines'1; especialistas como los estampadores de indianas ganaban vein
ticinco chelines 5. Los metalúrgicos, en Birmingham, en Wolverhampton,
en Sheffield, ganaban de 15 a 20 chelines: era lo que Boulton y ^Katt
daban a sus obreros6*8. Estos altos salarios se explican por el estado
elevarse a 21 chelines por semana. En los contratos firmados entre 1780 y 1790
los salarios, sensiblemente más bajos, varían enlro 11 y 15 chelines. El mismo
género de documentos se encuentra en los edgweds M SS de Stolce on Trenf.
Se hallará en U nwin, C., ob. cit., págs. 167-69, un interesantísimo resumen de
documentos relativos a los salarios pagados en Mellor en 1792 y 1793.
1 Entre 1780 y 1790 el precio de un telar se triplicó. Véase Journ. o) the
House o j Commons, LVIII, 884-85.
2 Report upon the petitions o¡ masters and journeymen weavers (1800), pá
ginas 11-13. Encuesta en los Journals o/ the House of Commons, LV, 487 y 493
(declaraciones de James llolcroft, tejedor en Bolton, y de. Daniel Uuret, tejedor
en Oldham).
3 Report Irom the eommittee... on the petitions o/ seueral cotton mannjac-
lurers and journeymen cotton weavers (1808), |iág. 21.
4 Journ. of the House o/ Common.\. Ion. rit. Tu thr nohility, geniry and
peopte oj (ireat Hritain. manifiesto de los tejedores, l ’lacc M SS , Hritish Museum,
Addilional M SS, 27.828, pág. 199.
MANTOUX.— 27
418 PARTE m : L A S C O N S E C U E N C IA S IN M ED IATAS
que nos parezcan estos salarios, es cierto que al menos eran equivalentes
a los del período anterior l. Nunca el trabajo femenino y el de los niños
había sido objeto de tal demanda. Pero precisamente este uso cada vez
más general de una mano de obra inferior y barata constituía para los
obreros adultos un verdadero peligro. Fueron los progresos del maqui-
nismo los que apartaron este peligro después de haberlo suscitado: a
medida que el utilaje mecánico se desarrollaba, su manejo se hacia
más difícil. Muy pronto hubo que renunciar a los talleres poblados de
aprendices. Aquí, como en todas las grandes transformaciones, fue sobre
todo la transición la que estuvo, para los individuos, llena de dificul
tades y sufrimientos. Pero se prolongó durante años, tan dolorosa como
fecunda, mereciendo, a pesar de sus beneficios ciertos, la instintiva
maldición de la muchedumbre.
IV
State oj the poor, III, lxxv-lxxviii, y el Abstract of the answers and retaras to
the Population Act 11 Geo. ¡V , I, LII, dan cifras un poco diferentes. Comparad
con las tablas de R ocers , T u .: Hist. oj agriculture and prices, VII, 4-229.
1 Véanse las numerosas peticiones contenidas en los Journals of the House
of Commons, tomo XXX. Entre los folletos publicados a este propósito, citemos:
An inquiry into the causes of the high price of provisions (¿por William Vaug-
ham?), 1767, y An inquiry into the connection between the present prices of
provisions and the size of farms, by a Farmer (J. A R B U T H N o r), 1773. Véase
Y oung, A.: Political Arithmetic, I, 42.
2 En Bath y en Malmesbury los amotinados se apoderan de los sacos de grano
y los venden a 5 chelines el celemín; en Oxford, la harina cogida en los molinos
es distribuida en la vía pública; en Leicester se intenta forzar las puertas de la
cárcel; cerca de Kidderminster tiene lugar una escaramuza en la que resultan
muertos ocho hombres. Annual Rcgistcr, 1766, pág. 140. Análogos hechos en
Birmingham. Durante algunas horas el pueblo es dueño de la ciudad y decreta
un máximo de lodos los géneros. Clarke: Hist. of Birmingham, III, 60-61.
3 Barcos cargados de harina y de quesos fueron detenidos en el Grand
Trunk Canal; una compañía de fusileros galeses, enviada para restablecer el
orden, encontró resistencia e hizo uso de las armas. El asunto terminó con varias
condenas, una de ellas a pena de muerte. Derby Mercury, 20 de marzo de 1783.
Ni Thorold Rogers (VII, 183) ni las cuentas de Eton permiten comprobar en
1783 un alza general. Th. Rogers da para el invierno de 1782 precios de 53 a
58 chelines; pero hallamos ya 57 chelines en el mes de agosto de 1782 y 55
chelines 6 peniques en el mes de mayo de 1781 (págs. 176 y 179).
4 T ooke: Hist. of Prices, II, 182. Las causas naturales se mezclun aquí a
las causas artificiales de lal manera que es difícil distinguir sus efectos respecti
vos. La hipótesis más razonable consiste en atribuir las variaciones de los precios
de un año para otro a la diferencia de las estaciones, y su tasa generalmente ele
vada a la insuficiencia de las imporl,aciones durante todo el tiempo de la guerra.
5 Las sumas entregadas durante el año 1796 u título de primas a la impor-
422 PARTE I I I : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
medio siglo más tarde, pusieron ante la vista del público espantado, es
más sombrío aún que este A. A medida que se agrandaron las ciudades in
dustriales, el mal cundió en extensión, cuando no en gravedad: su natu
raleza y sus causas permanecieron las mismas.
Por medianamente alojado, por mal nutrido que estuviese, el obrero
inglés no conseguía reducir sus gastos en proporción con el alza de los
precios. Las más de las veces superaban a sus recursos. En las épocas
de crisis, el presupuesto de una familia obrera, por poco numerosa que
fuese, estaba casi constantemente en déficit *. Para enjugar este défi
cit, se veía forzada a apelar a la caridad pública: un estudio sobre la
condición de las clases laboriosas en Inglaterra no es completo si no
trata la cuestión del workhotise y de la ley de los pobres.
La ley de los pobres, que forma uno de los capítulos más origina
les*
3 de la legislación inglesa, data del reinado de Isabel4. Su objeto
2
1
primitivo, como el de las medidas de que es consecuencia y culminación,
parece haber sido la represión de la mendicidad y el vagabundeo tanto
como el alivio de la miseria. Está marcada a la vez por un sentimiento
de caridad cristiana y por un violento prejuicio social. La idea de que
la limosna es una obra pía y redime los pecados, conducía a distribuir
socorros ampliamente y sin discriminación; pero no excluía en absoluto
la desconfianza y el recelo con respecto a los que la recibían. De ahí
las alternativas de debilidad y de rigor en la aplicación de esta ley:
las más de las veces fue el rigor quien venció. Se trataba de hacer des-
1 9 Geo. I, c. 7.
2 «El parecer ele la comisión es que el nso actual ele dar dinero de los fon
dos parroquiales a personas válidas para impedir que soliciten ser completamente
mantenidas, ellas y sus fam ilias, a costa de las parroquias, es contrario al es
píritu y a la intención de las leyes sobre la asistencia pública, pone un poder
peligroso en manos de los funcionarios parroquiales y constituye, en fin, un mal
uso de los caudales públicos y un gran incentivo para la pereza y la intemperan
cia.» Informe de la comisión encargada de examinar diversas enmiendas a la
ley de los pobres, Journ. of the Ti ouse oj Commons. X X V III, 599 (1759).
3 Fielding escribía en 1753: «I.os sufrimientos de los pobres son menos
conocidos que sus fechorías: es lo que disminuye nuestra piedad hacia ellos.
Para mendigar o robar van a casa de los vicos; permanecen en sus casas para
reventar de hambre y de frío.» Véanse sus dos opúsculos: An inquiry into the
causes of the late increase of rohbers (1751) y A proposal /or making an effec-
tual provisión jo r Ihe poor (1753). «M uchas gentes—escribía algunos años más
tarde J. M assie—se ven reducidas a esta condición lastim osa por la falta de
trabajo, por enfermedad o por algnna otra cau sa accidental, y lo que prueba la
repugnancia con la que estos desgraciados se dedican a la mendicidad o su poco
resultado e s que no es raro encontrar abogado o muerto de hambre a un pobre
hombre o una pobre mujer, de cuerpo enflaquecido por la s privaciones. E s posi
ble que cierto número de personas se hagan mendigos voluntariamente, o por
pereza o por em briaguez; pero esos Fuicidas, esos muertos por inanición son la
triste prueba de que la causa genera] de la mendicidad no es otra que la nece
sidad.» M a s s i e , J .: A plan jo r the cslablishment of charity houses (1758), pá
gina 50.
4 22 Geo. III, c. 83. Fue obra de Th. Gilbert, miembro de la Cámara de los
Comunes. Su objeto principal era dar a las parroquias la facultad de agruparse
en Vnions para la percepción y el empleo del impuesto de los pobres. Estos
Unions, dotados de personalidad civil, tenían por funcionarios guardians y visitors
designados por los jueces de paz. Estaba prohibido a las parroquias arrendar las
empresas de asistencia, a menos de ejercer sobre su dirección un control muy
severo. N ichols , G : Hist. of the English poor lato, 11, 83-88.
III: I.A REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA CLASE OBRERA 431
los niños, los viejos y los lisiados. Los administradores del impuesto de
los pobres debían buscarles faena en las fincas y si el salario era insu
ficiente añadir un suplemento tomado del producto de este impuesto L
Así, el Estado parecía reconocer no solo el derecho al trabajo, sino el
derecho a la existencia 12.
Estas, disposiciones no fueron puestas en vigor en toda Inglaterra
al mismo tiempo: la ley Gilbert, en efecto, admitía el principio de la
opción local; las parroquias eran libres, o bien de someterse a ella, o
bien de atenerse al régimen anterior. Las circunstancias se encargaron
de consumar el movimiento iniciado. La escasez, a finales del siglo, pro
dujo un terrible recrudecimiento del pauperismo. ¿Qué hacer para ate
nuar sus males y sus peligros? Fue este el problema que se planteó en el
mes de mayo de 1795 ante los magistrados de Berkshire, reunidos en la
posada del Pelícano, en el pueblo de Speenhamland34. La angustia ge
neral causada por el alza de las subsistencias estaba agravada, en la In
glaterra del Sudoeste, por una crisis de la industria de la lana, cris¡9
juzgada temporal, pero que en realidad marcaba el comienzo de una de
cadencia irremediable, que privaría para siempre a la población de los
campos de uno de sus recursos habituales. Ya estallaban disturbios en los
mercados; aquí y allá se saqueaban almacenes y tiendas *. La asamblea,
convocada para examinar la situación y aconsejar los medios de reme
diarla 5, fue del parecer de que (da condición de la clase pobre exigía
más socorros de los que generalmente se le habían concedido». Estos
socorros, para ser equitativos, debían variar con los precios de los gé
neros. Se redactó una tabla que evaluaba el mínimo de renta necesario
para vivir, según que el precio del trigo fuese más o menos elevado:
«Cuando el pan de un galón, de ocho libras once onzas de peso, hecho de
harina de segunda calidad, cueste un chelín, todo pobre en condiciones
de trabajar deberá, para subvenir a sus necesidades, tener tres chelines
por semana, ya sea que los gane con su trabajo o el de los suyos, ya
reciba una asignación de la parroquia; además, para alimentar a su
mujer y por cada uno de los miembros de su familia, un chelín y seis
peniques. Cuando el pan de un galón cueste un chelín y seis peniques, de
berá tener cuatro chelines por semana para sí mismo y un chelín diez
peniques para cada uno de los suyos. Y así sucesivamente, añadiendo tres
1 Fue así como nació el sistema de los roundsmen, del que se ha iraliulo
m ás arriba (primera parte, cap. III, sec. IX).
2 Véase H ai.É vy, E lie : La evoltuion de la doctrine utililaire de 1789 a 1815,
pág. 98.
3 Corea tle Newbury, en Berkshire.
4 E s lo que se ha llamado1 la reviiollu de las nniuB de rasa (Th e revolví of the
homeuiivesl. Véase H ammonh, ,1. L. y B.: The idlhiHt' tnlnnncr, piíg. 121.
5 Era la consecuencia de mm drrifliíin imnuila en las «General Qnnrler Ses-
sionsii, «Asamblea trimestral de los jueces do ikiz. ii del condado do Berkeshire, en
el curso del mes precedente. II amHONI», .1. L. y ít.: nh. n t„ pdgs. 161-62.
PAUTE I I I : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
INTERVENCION Y «LAISSEZ-FAIRE.
mún acuerdo la tarifa de los salarios a destajo, chocaron con una resis
tencia organizada. Los obreros en masa se negaron a trabajar por bajo
de cierto mínimo. Las casas que no consintieron en pagar ese mínimo
fueron puestas en cuarentena. El conflicto se terminó con violencias y
fusilazos en las calles; pero el método con el que desde un principio
fue entablado y sostenido parece demostrar la existencia de una asocia
ción obrera que imponía a sus miembros una consigna y una discipli
na b Un conflicto análogo que estalló en 1792 entre los fabricantes de
Bolton y Bury y los tejedores de algodón acabó con la conclusión de
un tratado, verdadero contrato colectivo: los patronos se comprometían
a no cambiar los tipos de hilo empleados para cada clase de ar
ticulo sin un aumento de salario proporcional a la finura mayor del
tejido; los obreros, a cambio, renunciaban a la dieta de un penique y
medio de cada chelín que cobraban por los suministros accesorios que
tenían a su cargo. Este convenio fue respetado por ambas partes du
rante seis años, «hasta el momento en que los manufactureros se inge
niaron a porfía para hallar los medios de disminuir sus gastos» 12.
Estas organizaciones, al principio enteramente locales, no tardaron
en extenderse y en reunirse. En 1799 hubo una Sociedad de tejedores
de algodón, cuya acción se ejercía en todo Lancashire y quizá más allá.
Se había asignado como tarea principal la de presentar las denuncias de
los obreros ante los poderes públicos. Lejos de procurar disimular su
existencia apelaba osadamente a la opinión pública. Poseemos, gracias
a William Radcliffe3. el texto de un manifiesto lanzado por el comité
general, cuya sede estaba en Bolton, el 23 de mayo de 1799. Empieza
por una exposición de la línea de conducta que la sociedad se proponía
seguir: «Como las leyes actuales, que deberían proteger a los obreros
tejedores contra la opresión, han sido pisoteadas por falta de unión
entre los interesados, estos han decidido prestarse mutuo apoyo para la
reivindicación de sus derechos, según la equidad y según la ley, y di
rigirse a los legisladores para obtener de ellos las medidas que en su
sabiduría juzguen convenientes, cuando les haya sido expuesto el es
tado real de la industria del algodón...» Siguen protestas contra las
sospechas y los recelos que provocaba la sola idea de una gran coali
ción obrera: «Vosotros, que sois nuestros enemigos..,, ¿estáis muy asus
tados de vernos obtener acceso cerca del gobierno y decirle la verdad?
¿Es por eso por lo que recurrís a la miserable estratagema que con
siste en deshonrarnos con el nombre de jacobinos y en hacer correr
rumores de conspiraciones y motines? Desdeñamos vuestras calumnias y
1 Véase H ammond , J. 1.. y R.: The town la b o ttre r, |>ág. 123 y ggs.
1 20 de junio de 1799. P a rlin m e n ta r y R e g iste r, I.XXT, 65-66.
3 A f u l l a n d a c a i r a / e r e p o r t o [ t f’n; p r o r e e d in g o / th r p e t it io n tr s a g a in s t
th e en m b in a tin n lo w s, b y one o f t h r petidoner.% Londres, 1800.
4-M PARTE i n : LAS C O N S E C U E N C IA S INM EDIATAS
1 «Los peticionarios se hallan, por esta ley, privados ele bu drreeho u ser
juzgados por un jurado según la costumbre de su país; se los envía unte un
juez de paz que, las más de las veces, es un hombre de negocios, y niyn nom
bramiento, en todo caso, está al arbitrio de los patronos.» Id., ibltl.
3 Véanse las numerosas peticiones presentadas en 1800 a In rim ara dr los
Comunes, J o u r n . o f th e H o u se o f C o m m o n s, l-V, 648, 665, 672, 706, 712, ele.
3 39-10 Geo. 1H, c. 106.
4 H ammond . J. L . y B.: T h e lo t in la b o tire r, pág. 126.
■' W ebh: H ís t . o ¡ T r a d e lln io n ís m , píga. Íi6 y aga, y It'e b li l/.S'.S, ( ¡ m u r a l
llis t o r y , I ! , I.a w s r e la t in g lo tr a d e un ión ».
■ ilr. I’ AIITE 111: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
II
guna cosa que pueda perjudicar a su citado maestro y no lo permitirá por parle
de otras personas, sino que deberá dar aviso de ello inmediatamente a su maestro
en cuanto pueda; no deberá sustraer o deteriorar las mercancías que pertenecen
a su maestro, no jugará a la s cartas, a los dados y a otros juegos ilícitos; no
frecuentará las tabernas y bodegones, no cometerá fornicación, no contraerá ma
trimonio. No abandonará, aunque sea por un momento, el servicio de su Inaestro
ni se ausentará sin permiso del citado maestro; en lodo deberá conducirse y se
conducirá para con su maestro y los suyos como un buen y fiel aprendiz.
Y el citado maestro enseñará a su aprendiz el arte de tornear y decorar las
alfarerías, que practica actualmente, con todo lo que a él se refiere; deberá ins
truirlo o hacerlo instruir lo mejor que pueda; deberá igualmente asegurar al
citado aprendiz la comida, la bebida, el lavado, el alojamiento, vestidos de toda
clase, de lana y de lienzo, y todas las cosas necesarias en estado de salud y de
enfermedad, de la manera que conviene a un aprendiz, durante el tiempo del
término fijado; y para garantizar la ejecución fiel de todas las cláusulas anterio
res, aceptadas por las dos partes, los infrascritos se ligan mutuamente por el
presente documento, en fe de lo cual han cambiado sus firmas y sus sellos el
día y el año mencionados más arriba.* Publicado por M eteyard , E.: L i f e o f
J o s i a h IF e d g tv o o d , 1, 222-23.
5 F,liz., c. 4, art. 33. «Los fabricantes de paños, los bataneros, lo* tundido
res de lelas, los tejedores, los sastres, los zapateros tendrán por lo menos nn
obrero por cada tres aprendices.» E l límite es, por [o domó», muy amplio.
Carta de los C u U e rs o f H a lla n x M r e , 21 jante* I, c. 31.
8 De S a 20 libras, según W e Uii: l l i s t , o f T r a j e lln io n is m , pág. 75, nota 1.
J o u m . o f the H o m e o f C o m m o n s, X V III, 171. y XX|, 153. Véanse también
las peticiones de 1742, X X IV , 117 y 124.
MANT0UX— 29
4 l' i 0 PARTE I I I : L A S C O N S E C U E N C IA S IN M E D IA T A S
III
1 5 Eiiz., c. 4, art. 15. L es había sido conferido por vez primera en 1389
(13 Rich. II, c. 8): «Como es imposible saber de antemano el precio del grano
y de los demás géneros, los jueces de paz deberán declarar públicamente, el día
de San Miguel y en Pascua, según el grado de carestía de los víveres, cuánto
deberá recibir por día un albañil, un carpintero o cualquier otro obrero o jo r
nalero, en tiempo de siega y en las demás estaciones del año, con o sin comida
o bebida.» A sí la ley, en lu g ar de fijar los salarios directamente y de una vez
para siempre, como se había intentado hacer antes sin miramiento a las necesi
dades económicas, instituía una autoridad encargada de regularlos en épocas de
term inadas y según la s circunstancias. Recordemos que los jueces de paz fijaban
también el precio del pan. Véase Híii.n, A., ob. cit., y W ebb , S. y B .: The assize
of bread, «Economic Jou rn al», XTV, 196 y sgs. 1904).
2 Véanse sobre su s orígenes los artículos de m iss M ac A rthur : «T h e Bobo
lohgyng to a justice of the peace and the assessm ent of wages» ( Englisk Histo-
rical Review, IX , 1894), «A fifteenlh century assessm ent of wages» (ib íd ., X III,
1898), «The regulation of wages in the síxteenth century» (ibíd., X V I, 1900).
P ara el período reciente, véase C unningham , W .: «A Shrewsbury nSBosstmmt of
w ages» (Economic Jou rn al, IV , 1894); H ewins , W. A. S .: «Englhth tmilo «mi
íinance, chieíiy in the X V IIth century», y «The regulation oí wago» by the jtm-
lices of the peace» (Economic Journal, VIII, 1898).
3 Cunningham , W .: Growth of English induslry and cornmcrce, II, díl. Atlom
Sm ith, en 1776, comprobaba ya su desuso O Feallh of Nati orín, \nlg, 65),
4 Uno de los últim os ejem plos conocidos es el assessment tls lo» J uocch de
paz de Shropshire, en 1732. Véase Economic Journal, IV. filó,
5 32 Geo. III, c. 44. Esta le y cjftendfu el modo do lljnoión do lo» salarlos,
prescrito en 1773, a la industria de las getlcrín» tramada».
■Ifíl PARTE I U : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
1 Journ. o/ the tí oase of Commons, LV, 488 y 492, y Reporl on the cotton
weavers' petition, págs. 9 y sgs.
2 Véase a este respecto el testimonio de un manufacturero, R. Needham, de
Bolton: «En 1800 solicitamos del Parlamento una reglamentación de los salarios
según el modelo del Spitalfields Act. Mr. Pitt, que entonces era canciller del
Erario, encargó a nuestro solicuor que viniese a buscarnos a Lancashire para
decimos que si queríamos renunciar a la reglamentación nos haría una ley que
respondería tan bien o mejor a nuestros deseos. Resolvimos por unanimidad, en
una reunión de delegados, aceptar el ofrecimiento de Mr. Pitt, y nos dio la ley
de arbitraje 3940 Geo. IH, c. 90.» Fijth report from the select committee on
artizaos and machinery (1824), pág. S44.
IV : INTERVENCION V «LAISSEZ-FAtltF.» 457
¿Por qué el que teje una pieza de fustán o de calicó gozaría de un privilegio
que los que liilan su trama, los que la blanquean, la tiñen, la estampan o hacen
con ella vestidos no poseen? ¿Qué título tiene m á s que el obrero que fabrica
sillas o barreños y por qué se negaría a nuestros ayudas de cámara y a nuestros
cocineros la facultad de ir ante los árbitros que lijarían sus gajes y las condi
ciones de su servicio?»
1 Muy a menudo los jueces de paz consentían, a petición de los patronos,
en intervenir en causas que habrían debido ser llevadas primcramenlc ante los
árbitros. Ibld., pág. 8.
2 44 Geo. III, c. 87. «I-a ley daba potestad al magistrado para confeccionar
una lista (de cuatro nombres como minimo y seis como máximo, formada por
una mitad de patronos o de sus representantes y por otra mitad de tejedores)
de la cual ambas partes elegían cada una un árbitro.» IIammond, J. L. y B.:
The skilted labourer, pág. 68. Esta enmienda, que lmcía imposible designar árbi
tros que no pudieran o no quisieran ocupar asiento en el tribunal, fue vigorosa-
mente combatida por lo* manufactureros. Parliamentary Debates. T, 1172-73, y
I I 943-
3 El más conocido <)« estos manufacturen)* era Ainsvviirlh, que distribuía
unas 40.000 libras de salará». II ammoni», J. 1., y ll,¡ The sldlled labourer, pá
gina 76.
4 fbíd., págs. 72-80; Reporta o/ the YotUm ueuvera' per¡tloin, 1808 y 1809,
y Parliamentary Débales, XI. 426 y sgs.
V lil i*ARTE IH : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
IV
1 28 Gco. flf, c. 48. F.sln ley, por lo quedó »ln efecio, como lo de
mostraron varin» encuesta» ulteriores.
l'tl I'AIIIX IU : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
1 «Hubo que reunir una población nueva para proporcionar obreros a la ex
plotación naciente. No era una tarca fácil, porque a todos los campesinos es
coceses que sabían hilar o tejer les repugnaba igualmente la idea de trabajar
todos loa días desde muy temprano y hasta una hora muy avanzada de la noche,
encerrados en una fábrica.» O w e n , Rob.: S e c o n d e s s a y on th c fo r m a iio n o f
c h a r a c t c r , ed. de 1857, pág. 276. «No quedaban más que dos maneras de procu
rarse la mano de obra necesaria: una era solicitar niños de las diferentes
instituciones de caridad del país, y la otra traer familias a establecerse en tomo
a la fábrica.» T h e U fe o f R o b e n Oteen, u r i n e n b y h im s e l) , pág. 58.
2 i a n u a l R e g is t e r , año 1792 ( C h r o n ic le , pág. 27); D ale O wen , R.: o b . c i
ta d a , págs. 12-13; B remneR, D.: T h e in d u s tr ie s o f S c o t la n d , pág. 281.
2 Roben Owen hizo lo mismo durante el embargo americano de 1806. D ale
Owen, R„ o b . c it., pág. 15.
* Testimonio de un visitante en 1804: «Cuatrocientos niños son alimentados,
vestidos e instruidos a costa de este venerable filántropo... Los demás viven cou
sus padres en viviendas adecuadas y confortable» y reciben un salario por su
trabajo. La salud y el contento pintados en el rostro de eswe niños muestran
que el propietario de las fábricas de 1-annrk, en Jitudio do la prosperidad co
mercial, no ha olvidado el deher de la caridad,.. La» medidas lomadas con el
fin de preservar su salud moral y física presentan el cimiruste más sorprendente
4M PARTE i n : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
con las que rigen la mayoría de nuestras grandes fábricas, verdaderos focos de
enfermedad y de corrupción. Un hecho que debería ser conmemorado con letras
de oro, en eterno honor del fundador de New-Lunark, es que de cerca de tres
mil niños empleados en esta fábrica desde hace doce años, solo catorce han
muerto y ni uno siquiera ha incurrido en condena.» Gentleman’s Magadne,
LXXIV, 49394.
1 Report on the State o¡ children employed in the manu/actories oí ihe
United Kingdom (1816), pág. 25, deposición de Robcrt CKvcn.
2 Ibid., pág. 20. Recordemos que pocos años antes Samuel Oldknov. era
considerado como un patrono excepcionalmente humano, porque sus aprendices
hacían jomadas de doce horas solamente.
3 The Ufe of Roben Owen written by himself, pág. 58. Hay cierta dife
rencia de tono entre esta página, escrita en los últimos años de la vida de Owen,
v su deposición de 1816. Es muy posible que haya recargado las tintas del cua
dro, con objeto de dar más relieve a su papel persona], y esto de buena fe, por
que había llegado a considerarse como el verdadero fundador de New-Lanark.
* The Ufe of Roben Owen, págs. 80-84.
5 Véanse los dos diálogos que forman la introducción a la vida de Owen.
particularmente págs. IV, V y XJI. Esta idea está netamente expresada ya en 1814
en las Observations on the effeets of the manufaeturíng system: «Los habitantes
tV: INTERVENCION Y «t.AISSEZ-l-'AIUK» 465
de an país son formados por las grandes rautas que rigen la vida Renrral de
ese país; las que moldean el carácter de las cítisos inferiores en Gran Itrriaña
están en relación estrecha con el desenvolvimiento del comercio y de lo Industria.»
The tife of Robert Oteen, apéndice H, pág. .I'A
1 Véase U utciiinr y IIaiuiison: U i .h . al fm-tory texisla/mn, piig. 8.
mantovx_JO
PARTE n i : LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
znr las obras y de cumplir los deberes de la edad viril. 3.° El trabajo de
noche y las jornadas prolongadas, cuando se trata de niños, no solo
tienden a disminuir el total de vida y de actividad con el que cuenta
el porvenir, al alterar las fuerzas y destruir la energía vital de la gene
ración naciente, sino que favorecen demasiado a menudo la pereza, la
prodigalidad y el vicio de los padres que, contrariamente al orden de
la naturaleza, viven de la explotación de sus hijos. 4.° Los niños em
pleados en las fábricas están generalmente privados de toda ocasión de
instruirse y de recibir una educación moral y religiosa. 5.° Los exce
lentes reglamentos en vigor en algunas hilaturas de algodón muestran
que es posible, en una amplia medida, remediar la mayoría de estos
males. Así, pues, autorizados por la experiencia y seguros del concurso
de los hombres liberales que dirigen esas hilaturas, proponemos, si no
se cree posible alcanzar la meta por otros medios, hacer una gestión
cerca del Parlamento, para obtener leyes que establezcan en todas esas
fábricas un régimen razonable y humano» L
Este último parágrafo es el que da al documento su importancia his
tórica. Contiene, en efecto, un llamamiento inequívoco a la interven
ción del Estado. Ante los abusos que acompañan al desarrollo de la
gran industria, se reconocen como impotentes los esfuerzos de la bene
ficencia privada. Se pide que el Estado haga obligatorio para todos los
manufactureros lo que no es todavía más que pura caridad por parte
de algunos. El Manchester Board of Health se había contentado con ex
presar un aviso o un deseo: faltaba pasar a los actos. Fue un manu
facturero el que se encargó de ello. Sir Robert Peel, al recorrer sus
propios talleres, había quedado impresionado por el aspecto enfermizo
y dolorido de los aprendices; se había conmovido por las condiciones
malsanas en las que vivían, por su ignorancia y sus disposiciones vi
ciosas 12. Sabiendo que en las otras fábricas el mal era peor aún, com
prendió que para remediarlo se imponía una medida general. En su
calidad de miembro del Parlamento, le correspondía provocar su adop-
Seguía, por último, la lista de las penas: toda contravención era cas
tigada con una multa de dos a cinco libras; la negativa a recibir a los
inspectores, o toda traba puesta a su misión, con una multa de cinco
a diez libras. El texto de la ley debía ser fijado de modo visible en
todos los establecimientos afectados por sus disposiciones, a fin de que
todos los interesados estuviesen en condiciones de conocerlo y de recla
mar, en caso necesario, su aplicación.
Esta ley, cuyo voto pasó casi inadvertido 1, merece toda la aten
ción de la historia. Fundó una institución que ha desempeñado en In
glaterra un papel considerable en el curso del siglo XIX, y que todos los
países civilizados han adoptado: la inspección de las fábricas. Sentó el
principio de la obligación en lo que concierne a la higiene de los talle
res, la instrucción de los aprendices, la limitación de las horas de tra
bajo. Al introducir una restricción, por ligera que fuese, en el poder
arbitrario del industrial, marca el primer paso en el camino cuyas eta
pas extremas son el laissez-faire absoluto y el socialismo de Estado.
Hay que reconocer que su efecto práctico fue casi nulo. En primer
lugar, no se aplicaba más que a las grandes fábricas, y particularmente
a las hilaturas. Los talleres pequeños y medios, donde con frecuencia
no eran mucho mejor tratados los aprendices 12, escapaban a todo con
trol, Incluso allí donde este control existía, los patronos, después de ha
ber protestado del ataque perpetrado— decían—contra su libertad y los
intereses de la industria 3, supieron pronto hacerla ilusoria. Los térmi
nos de la ley eran vagos, las sanciones que imponía, insuficientes. El me
dio más sencillo de eludirla consistía en ajustar jóvenes obreros, sin
firmar contrato de aprendizaje; desde entonces, no siendo aprendices,
en el sentido legal de la palabra, cesaban de estar protegidos, y se podía
impunemente hacerles trabajar día y noche4. Esta práctica se hizo casi
universal, cuando las máquinas de vapor reemplazaron a las máquinas
de agua: al poder instalar en lo sucesivo sus fábricas al alcance de las
grandes ciudades, los manufactureros no tuvieron ya necesidad, para
encontrar mano de obra, de tratar con las parroquias 5. La ley había
tandas más vivas, para que fijase a la jom ada do trabajo un limite
muy inferior al que yo juzgaba conveniente. Se me pedia que exten
diese los efectos de la ley a los menores colíages de Inglaterra, lo que,
a mi parecer, hubiera sido tan desatinado que habría decidido aban
donar completamente la dirección de este asunto si hubiese dependido
de mí so lo » '. Lo quisiera o no, había sentado el principio de donde
debía salir toda la legislación moderna del trabajo. La tendencia a la
que había cedido, aun esforzándose en combatirla, iba a desarrollarse
al mismo tiempo que la tendencia contraria. Una y otra tomaban su
fuerza de la revolución industrial, la cual, mientras que por sus conse
cuencias económicas precipitaba la ruina de las antiguas reglamentacio
nes, por sus consecuencias sociales creaba la necesidad o el deber de
inslituir otras nuevas.
En la época a que nos conduce este estudio, es decir, en los prime
ros años del siglo XIX, la revolución industrial está lejos de haberse
consumado. El dominio del maqumismo está todavía limitado a ciertas
industrias, y en estas industrias, a ciertas especialidades o a ciertos
distritos. Al lado de fábricas metalúrgicas como las de Soho o Coal-
brookdale subsisten, y subsistirán mucho tiempo aún, los pequeños ta
lleres de los quincalleros de Binningham o de los cuchilleros de Shef-
field. Al lado de las hilaturas de algodón de Lancashire y de las hila
turas de lana del West-Riding, millares de tejedores continúan trabajando
a domicilio, en sus viejos telares a mano. El vapor, que debe llevar a
su más alta potencia los efectos de todos los inventos precedentes, apenas
si acaba de inaugurar su reinado. Sin embargo, la gran industria mo
derna existe: está constituida en sus elementos esenciales. Y ya se pue
den despejar las características de la transformación que acaba de rea
lizarse.
Desde el punto de_vista técnico, la revolución industrial, consiste en
la invención y el uso de procedimientos que permiten acelerar y acre-
ceplnr constantemente la producción: procedimientos mecánicos, como
en las industrias textiles ; procedimientos químicos,, como encías ^indus
trias metalúrgicas, que preparan la materia de las mercancías o deter
minan su forma, y cuya variedad fecunda no expresa sino imperfecta
mente el término «maqumismo». Estos procedimientos no son debidos,
al menos en su origen, a^ la aplicación de los descubrimientos teóricos
de la ciencia. Los primeros inventores—el hecho parece suficiente
mente establecido—no eran en modo alguno sabios: eran hombres de
oficio que, puestos en presencia de un problema práctico, empleaban
en resolverlo su inteligencia natural y su conocimiento profundo de los
hábitos y de las exigencias de la industria. Tales fueron Higlis, Cromp-
lon. Hargreaves, Dudley. Darby, Cort. A vece», también investigadores
que trabajan por instinto o por curiosidad, sin educación científica ni1
I. D ocumentos :
IV . M o n o g r a fía s v t r a b a jo s de d eta i .l e :
V. OttKAS GENERALES.
VI. HniL.tor.tiAi-ía s :
l. DOCUMENTOS
B) Documentos impresos
Calendan of Home Office Papen in the reign o/ K ing George III (1760.1775),
4 vols. Colección del Archivero .Mayor, Londres, 1873-1899.
Journats of the House of Commons, Actas de las sesiones, peticiones, informes de
las comisiones, cuentas y documentos sometidos a la Cámara de los Comunes.
Fuente de primer orden para la historia económica. Tomos XX a LXX
(1714-1815).
Journals of the House o/ Lords. Actas de la Cámara de los I-ores y documentos
anejos. Tomos XX a XLIX (17141815).
Ceneral índex to the Journal o/ the llouse of Commons, en cuatro partes: 1.* par
te, lomos I a XVII (1547-1713), publicada en 1852 ; 2.a parte, lomos XVIII
a XXXIV (1714-1773), publicada en 1778; 3.» parte, lomos XXXV a LV
(1774-1800). publicada en 1803; 4.“ parte, tomos LV1 a LXXV (1801-1820)
publicada en 1825. Los volúmenes relativos al siglo XVIII no pueden ser reco
mendados ain reservas.
_ General índex to the Journals of ihe Hottse of Lords, en cuatro partes: 1.a parte,
lomos I a X (1509-1649), publicada en 1836 : 2.* parle, lomos XI a XIX (1660-
1714), publicada en 1834; 3.a parte, tomos XX a XXXV (1714-1779), publicada
en 1817; 4.a parte, tomos XXXVI a LUI, publicada en 1832.— 1 * misma ob
servación anterior. .
Parliamentary Regtster (1743-1802), 88 vols. Londres, 1775-1803. Recopilación de
los debates de ambas Cámaras, según los diarios y periódicos contemporáneos.
Contiene extractoe de debates que faltan en la recopilación siguiente.
Parliamentary History of England from the Norman conquest to the year 1803
(ed. Cobbetl), 36 vols. Londres, 1806.
Parliamentary Debates (ed. Tlansard), 1.a serio (1803-1812), 22 vols. Londres,
1804-1833.
Reports of lite Commitlees of the House of Commons from 1715 to 1801, 16 vo
lúmenes. Londres, 1803.
Ceneral, índex lo the repons Irom the Committees of the House of Conunont
(3715-1801). Londres, 1803.
Ceneral índex to the reports from Seíect CommiUees of the Hottse of Commons
from 1801 lo 1852. Londres, 1852.
Entre loe Informes publícanos aparte de los Journals. ciue. salvo excepciones»
se contentan con dar su resumen, citaremos los slguentes:
Repon from the Committee to whom the petition of the coton spinners in and
adfoining to the county of Lancaslcr... was referred. I-ondres, 1780.
Re por t from the Committee lo 1 chom the petilions from the -u/oolcombers, cono
plaining o f cerlain machines constructed for the combing of wool, viere refer
i d , 1794.
Report from the Select Committee appointed to take into consideration te means
of promoting the cultivation and improvement of the uaste, uninclosed, and
unproductive lands of the kingdom, 1795.
Second report from the committee, etc., 1797.
Report ¡rom the Select Committee appointed to consider of the mosl effectual
means of ¡acilitating under the authority of Parliament the inclosure and imprl>•
1. DOCUMKNTOS 481
vement of the vaste, uninclosed and unproductive lands, 1800 (Informe prepara
torio del General Inclosure Act).
Reports /rom the Committee appointed to consider o/ the preitnt hlgh price of
provisions (seis informes). 1800.
Report ¡rom the Committee to whom the petitions o¡ several master and ¡ourneymen
weavers... viere re/erred, 1800.
Report on the improvemerU o¡ the port o ¡ London, 1801.
Reports ¡rom the Select Committee appointed to consider o ¡ the standing orders
relating to bilis o¡ inclosure, so ja r as regards the setting out or the altering
of public roads, 1801.
Reports from the Committee appointed to consider o ¡ the presen) hlgh ¡trie» o¡
provisions (siete informes), 1801.
Repon ¡rom the Select Committee on the petitions o¡ persons concerned in the
woollen trade and manufactures in the counlies o/ Somerset, ITiVt.l and Glott-
cester, 1803.
Report from the Select Committee on the petition of merchanls and mamtfactnrers
concerned in the woollen manufacture in the county o/ York and totm of
Halifax, 1803.
Report from the Select Committee on the petitions of the manufacturrrs of
woollen cloth in the county of York, 1803.
Minutes o/ the euidence taken befóte the Committee lo whom the several petitions
presenled to the House in this session relating lo the Act of the 30th and
40th year o / His presera Majesty *¡o r setding disputes between masters and
workmen engaged in the cotton manufacture• soere referred, 1803.
Minutes o¡ the evidence take befóte the Select Committee to whom the petitions
o/ the journeymen callico-printers and olhersworking in that trade etc., were
referred, 1804.
Report from the Committee to whom U was referred to examine into the matter
of the minutes o/ evidence respecling the callico-printers, 1806.
Repon from the Select Committee appointed to consider the State of the woollen
manufacture in F.ngland, 1806. — Muy importante: presenta un cuadro com
pleto del estado de la industria de la lana desde el punto de vista económico
y aociul, en los primeros años del siglo XIX.
Repon from the Select Committee to whom the petition of Edmmttl Caiiwright,
elerk, D. !)., respecling a machine for weaving, was referred, 1808.
Report from the Select Committee to whom the petition of Richard Mnstoorlh
of Bollon, manufacturer, and also the petition of several journeymen COttón-
weavers, resident in England, were severally referred, 1808.
Report from the Select Committee to whom the petition o/ several journeymen
cotton-weavers resident in England, and also the petition o/ the cotton mam i-
facturers and operative cotton-weavers in Scolland, tvere severally re/erred, 1110'J.
Report from the Committee o/ Secrecy on the disturbances in the Northern eOun-
ties, 1812.
Report Irom the Committee to whom the several petitions presented to litis House,
respecling the apprentice laws of the kíngdúm, were referred, 1U1.H,
Report of the minutes of evidence taken befare the Seten Commiltee oppolñted
to inquire into the State of the chiltiren eniftlofed ht the nitninlnrloriet af the
United Kingdom, 1816.—Documento ntenrinl puní l« liUltnla dfl In legisla
ción de fábrica, asi como también bit no» sluuloniat.
Rejnirts from the Select Commiltee on atligtms nn tutuhinery, 1824.
MANTOUX__3)
•UV¿ BIBLIOGRAFIA
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intuiré into the employment of children in factories, 183.3.
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quire into the administration and practital operation o¡ the poor-taws, 1834.
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41 Geo. I l l (1801), to 25 Victoria [1862) (ed. Tnmlins, líaithby y Simons).
26 vola. Londres, 1862.—Recopilación de las leyes del Reino Unido; sn pu
blicación lia sido continuada de año en afio basta la época actual.
A) Descripciones
Las obras descriptivas publicadas en el s ig lo x vm , sobre In gla te rra en general
y sobro aua d iferen tes condados, son m u y num erosas; solo Indicam os las mil*
Interesantes para el tem a a u e teníam os q u e tratar,
A uCIN, J.: A desCription of the country from thirty to forly miles round Manches
ter. Londres, 1795.—Importante.
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C ampbell . J . : A political survey of Britain. being a series of reflections on the
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C hamberlayne, J . : M agna Britannia ffotitia. or the presenl State o¡ Great Britiun,
Londres, 1708. Numerosas ediciones desde 1708 a 1750.
DefoL, D.: A tour through the whole island of Great Britain. divided into
circuits or journeys, 3 volé. Londres, 1724-1727. —1
Obra clásica, que abuitil*
en informaciones de iodo tipo sobre el. estado de Inglaterra entre 1720 y 1727-
— Rrlición modificada por S. Richardson, 4 vols. Londres, 1742.
The Manchester guide, or a useful pocket companion, cotitaining a briej hisloricol
accotmt of the tincas of Manchester and Salford. Manchester, 1804.
II. TESTIMONIOS CONTEMPORANEOS 483
M a n s k a i . l , W .: R e v ie w a n d c o m p le te a b s t r a c l o f th e r e p o r ts o f the B o a r d of
A g r ic u ltu r e fr o m th e N o r th e r n d e p a r tm e n ts o f E n g la n d . Londres, 1808.
— i.. fr o m th e ( P e s t e r a d e p a r tm e n ts. Londres, 1810.
— ... fro m the E a s le r n d e p a r tm e n ts. Londres, 1812.
— ... from the Midland departments. Londres. 1815.
— . . . ¡ r o m the S o u th e r n d e p a r tm e n t s. Londres, 1817.
B) Vtajes
F auja S de S aint-F ond, B.: Voyage en Angleterre, en Ecosse et aux lies Hébrides,
2 vols. París, 1797.
F orstf.r, G.: Voyage philosophique et pitloresque en Angleterre et en Franco,
fait en 1790 par George Forster , un des coniftagnons de Cook. Pürís, nño IV ( I79(>.)
Nkminicu, P.: Beschreíbung einer im Sommer des Jaltres 1799 volt Hambitrg nnrh
and dtirch England geschehenen Reise. Tubinga, 1800.
S ved Iín s t .íkuna , Krik T.: R esa igonom en del a f England ocli Skotland, ui <it
1802 och 1803. Eslocolmo, 1804.
— Reise dtirch einen Theil von England und Schottlartd in den Jtihrrn 1802
und 1803, besonders in berg-und hüttenmánru'scher, technologischer nuil mmerola-
gischer Absicht. Marburgo y Casel, 1811. Traducción de la obra procmlome,
Tournée faite en 1788 dans la Grande-Bretagne par tm Frtmt,aisv parlant la Itingue
angtaise. París. 1790.
Wendeborn , F. A.: Beitráge zur Kenntniss von Grossbritannien. 2 vnl» Lrm-
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113. y minas, 262.
Board of Trade, 244. capital comercial, 35961.
Bomba de fuego de Chai! ot. 319. antigüedad de la oposición entre ca
Boutlon. Matthew, 83. 111, 266, 310 n., pital y trabajo. 411, 412. 436, 437.
364, 369-73, 375, 376, 387-89, 462. e impuesto de loa pohres, 434, 4,35.
y Wilkinson. 288, 289. 321. Capitalismo:
y Wall, 299, 313-26, 359, 365, 367-71, formas precoces, 11, 13. 14, 44 n., 254.
417. so desarrolla con el maqumismo, 179,
y política fiscal de Pitt, 381. 382. 180, 208, 235, 236.
Bourne, Daniel, 217. progresa en el sistema doméstico, 189.
Bradford, 33. 34, 45, 91, 248, 250, 255, industria de la lana, 248.
324, 358. minas, 263.
Bridgewalcr, duque de, 106, 107, 110, y pauperismo, 435, 436, 467.
262, 387. ntmcrnlración tic ios capitales, 473.
Ilrmdloy, .lame», 106-08, 110, 11 I, 306, Vótino In d ic e a n a lític o de materias,
liuckley, John, 324. pune llf. cap. II.
Buhoneros, 93. Capitalistas, 10 n.
Burguesía, 75, 142, 143. comerciantes pañeros, 11, 40-42. 85.
Véase también Clases medias. en el régimen de manufactura, 44.
Bury, 233, 234. 391. comerciantes aún no industriales, 72.
motines contra J. Kay, 192. Banco de Inglaterra, 76. 79.
población, 350. exportadores, 84, 90.
salarios, 416. agricultura, 169. 170.
Byron, lord, 399. industria doméstica, 176. 177.
industria lanera, 252, 253.
Caldera tubular. 371. aparecen romo clase, 355.
Cámara general de fabricantes, 382-86. poder absoluto al principio de la era
Cambios, 19, 71, 86. industrial, 410, 411.
Véase parle I, cap. II. «El desarropo Carbón:
comercial». conflictos del trabajo, 61, 62.
Caminos, 92-102. de madera, escasez de madera. 267-72.
mal estado, 92-100. 278-80.
caminos de peaje, 96-98. exportación, 270.
grandes obras, 97-100. concentración de las industrias, 326,
Melcolf, 98, 99. 327.
Canales, 10.3-12, 114. Vénsfl In d ic e a n a lític o de m aterias.
Trent, 104, 105, 107, 111, 112, liarlo II, cap. III, y H u lla .
y minas de hulla, 105. Carlylc, 5, 20,5,
Mersey, 105, 107, 111, 112, 348. Carrón, fraguas de, 280, 285, 290-92, 294,
Worsley, 106, 107, 262, 348. 312, 353.
F'orth al Clyde, 108. Carlwright, Edintuid, 226-30, 254. 399,
Grand Tronco, 110, 354. 419.
y exportaciones, 112, 114.
caledoniano, 311. Censo primero en 1801. 337.
cerca de Birmingham, 353, 354. Clases industriales, 355.
Capital: Clases medias:
causa y fin de la actividad industrial, papel político, 75.
2-4. importancia comercial y social. 117,
separación del capital y el trabajo, 118.
14, 43, 53. envidiadas por la aristocracia, 142. 143,
capital y maqumismo, 16. compran tierras, 155-57.
concentración gradual, 35, 52, 232, evolución de los yeomen, 365, 366.
265, 266. a veces, hostiles a las máquinas. 396.
de comercial se convierte en indus Coalbrookdale, 277-80, 287, 288, 295,
trial, 40, 41. | 322, 353, 413 n., 471.
IN D IC E A L F A B E T IC O 517
Fije, Daniel He, 12 n„ 28-30, 32-34, 87, finir». Pilis de, 260, 290. 293.
110. 259. • milirll, Samuel, II], 290, 363.
forjas. (Véase Carrón, Cori, C.oulbronk- t»a* Hi | alumbrado, 321.
dale, Crawshay, Pnrbv, Kuehttch, (irtwral Post Office, 102.
ilicinson.) Véase también Correo.
y (ala He árboles, 267-7I, Ci-uni's. de, 225.
Véase Indice analítico de materia i, CiK tmll, 64 n., 396, 400, 401 n., -119 n.
parle II, rap. III. llilbrrl, ley de ^véasc Legislación so
Folhcrgill, 315, 318. cial J,
Fox. C. J., 245, 382, 454. I •l.ixgmv, 28, 223, 228, 2-15.
Francia; líoll, llcnjamfn, 251.
manulaciuras reule» e Industria do tiranías, acaparamiento de las. 156-59.
méstica, 7-11. l-'i ierras y paz:
Hesaparición He 1a servidumbre, 52. oléelos sobre el comercio y las finan
ferias y arbilrios, 90.92. zas, 40, 79, 211, 242, 249.
ramales, 103. 1111 r<i obrero, 394 n.
propiedad territorial, 127, 128, 132, sobre el precio ile las mercancías.
169. 420-25.
viaje de Young, 145, 146, ( I ucbi, Richard, 215.
progreso inHuslriol más Irnio, 16)9, 170.
refugio de l.cc, 175, 176: y de Kay, llnhilnción, condiciones de, 35, 36, 47.
192. '18. 125, 426.
temores He concurrencia francesa. 225. I lalifnx, 29, 32-35. 38 10. 45
guerra de 1793. 241, 242, 421. mercado de tejidos, 91, 249 n., 253,
iratado de comercio, 243. 351. 358. 401 n.
ensayos en metalurgia, 273. trabajo de los niños, 405.
compra de acero fundido, 283, 284. IIniirnck, .loseph. 265.
íorjus de Wilkinson, 289. Ifargronves, James, 201-04, 216, 231, 359.
canalizaciones de París, 297. 367, 393. 471.
reimportación, 315. llasUngu, Warren, 78.
bomba de fuego de Chaillol, 319. Ileslop, Adam, 325.
comparación, 423-26. Hierro:
revolución, 432. importación, 258. 260.
¡deas filantrópicas, 462. extensión de su empleo, 29497.
Fuelles, 274, 275, 278, 28.5. primeros puentes de, 295, 296.
Fuerzas motrices y gran industria, 4, 17, barcos, conducción de aguas, 296, 297.
18, 201, 202, 231, 232, 327. hierro y maquinismo, 297.
hidráulicas. 36, 174, 175. 179. 199, 209, Véasn también Metalurgia y parte 11,
217, 222, 231, 249, 254 n„ 255, 259, cap. III.
263, 278, 285, 287, 290 n„ 293. lliglis, Tilomas, 214-17.
295 n„ 300, 303 n„ 310, 349, 366. Hilaturas:
y definición He una máquina, 173. 174. primeras hilaturas a vapor, 323, 324.
animales. 174, 175, 198, 209, 228- Véase parte 11, cap. II.
288 n„ 303 n. Hobhousc, Benjamín, 443, 444.
y máquina de Wyyll, 197. Holanda, 40, 72, 74. 76, 77, 79, 104.
humanas, 201 03, 22,5, 227, 229, 274 Hollaml, lord, 443, 444.
366. 171. Nomíray, Samuel, 290, 291.
máquina do vapor, 228-31), 249, 251. Hornbiower, Jonallian, 320, 325.
254 n., 255, 288, 293, 291. 295, n., Iluddersfield, 91, 248, 401.
298. 349, 169, 472- 1lorigas:
viento, 300 n, IK'inadurrs de lanas, 54, 57-60, 254.
caldera tubular, 371. diversas, .-interiores al inaquiidsino, 54,
Véase parte 11, t:;ip. IV, Ln máquina 59-61.
de vapor. ilv Moni lieslcr. en IMIl), 417.
Fundición, 280. iiuloslria textil, 160.
520 INDICE ALFABETICO
Jenny, 197, 198, 20104, 215-17, 220, 222, y enclosuras, 155, 156.
223, 231, 250, 253. ley Gilüerl, 337 n, 430, 431, 434 n.
Jueces de paz, 59 «., 61, 64, 96, 120, trabajo nocturno, 411.
396, 408 n.. -130 n., 431 a , 4-13, 453 ley de jtobres, 426-35.
56, 459, 468. ley del domicilio, 427-29, 461.
Kay, John, de Oury-, la luirmclei a vola»- l«-y ríe Speenhandand, 431, 453.
te. 191-93. uhrogación, 447 y sgs.
Kay, John, de Warrington. 209, 214 Hi. proyecto de ley VVhitbread, 454, 455.
Kelly, Willinm, 222. ley de 1802 (trabajo de los niños),
King. Grcgory, 331-33, 338. 465.71.
I.eicestcr, conde de, 164.
iMÍsaez-fairv: I.t-y <lcl domicilio (véase Legislación so-
libertad de contratos, 242, 245, 457, c ia l).
458. U:y de ¡os Pobres (véase Pauperismo,
libertad econónndti, 248.4-0, 399 í|50, ttigislación social).
452, 460, '169, 470. Mltoruid económica, 244-47 (véase Lain-
Pin, 381-84. liién Laisscz-jaire).
Véase labia armllüca de materias, |ntr- Librecambio, 383.
te 111, cap. IV. Lista negra, 385.
lama, industria de la: l.ivt-riKjol, 86-90, 10002, 312. 185. 186,
grandes pañeros, 11-13. 339, 340, 347, 348.
tipo de la antigua industria, 25-27. l-ocomotora, 321.
orígenes, 25-27. l.ombe, Johny Thomas, 178-81. 209. 218.
dispersión, 28-30, 32-34. •108 n.
industria doméstica, 35-40. Londres, 59, 74-77, 180. 183, 185.
manufactureros, 44-47. instalación de la bomba de 5averv,
condiciones de trabajo, salarios, 48-50, 302- 05.
52, 55-60. instalación de la bomba de Newcomen.
protección, 62-67. 303- 05,
exportación, 84-85. moneda, 325, 326.
se transforma en gran industria, 248, l-ord of the Manar, 132, 133, 152, 153 n.
360-62, 397, 398. Lucha de clases, 54, 437, 438.
y máquina de vapor, 323, 324. Luddiius, 39a 399.
su retraso con respecto a la industria I .uís XIV, 7, 8.
del algodón, 350-52. Luis XV. 9.
Véuse Máquinas, talleres, coaliciones, Lumir, sociedad, 370.
huelgas, salarios, reglamentación.
Liincusliire, 86.90, 185-87, 189-91, 203, Madera:
211, 229, 233, 245, 256, 339, 340, 346, su puped en la metalurgia, 259, 260,
818, 349, 358, 360, 394, 459, 473. 267-72, 288.
Lanzadera volante, 191-93, 248, 253, 452. Malthus, 336-39.
l.chon, Philippe, 321. Manchester, 28, 86, 87, 89. 90. 92, 112.
Lee, William, 175. comienzos de la industria del algodón.
I.eeds, 32, 33, 37, 38, 40, 67, 91, 248, 180. 182, 183, 185-87, 189, 192.
251-53, 325, 351, 358. 401 n., 418. apogeo, 236, 237, 255, 256.
motines, 97, 250. tratado (raneo-inglés, 243.
legislación industrial y comercial: máquinas de vapor, 322-25.
antigua industria, 9. 10, 58, 62-67, 177. población, 346-50.
ley de SpUalfields, 60, 449, 453. 459. manufactureros, 357.
algodón, lana, 212-47, 252, 253, 38-1, fiebre de las fábricas, 409.
385. salario de los bilnndecoa. 415, 416.
contra lita coaliciones obreras. 441*47. condicionen do vivienda, '125.
Catión IPeauerV zfeí. 455-60. huelgas de 1(110, 446, 447.
Legislación social: Manchester liu/lrtl a) llctdt, 465, 466.
salarios en especie, 52 n. - Muño do libra:
antigua industria, 58, 441. c e tm tm d il, 116, I I ? ,
r.22 INDICE ALFABETICO
Salarios, 248, 249, 411-20. 436, 438. 439, Siurlevanl, Simón, 271.
441, 413, 145, 148. 453-56. Svedenstjernn, Krik, 293, 294, 324.
industria doméstica, 13. 44, 18-50, 57- Stceaiing Sy*lrm, 52, 229.
60, 402. Swedenborg, 276.
en especie, 52,
niños. 177. 103, 1W. 450-52, Talbot, lord. 290.
tejedores. 224. 22*4, 415-20. 434. Tejedores:
y progreso técnico, 254. 396-08. en la industria doméstica. 37-40, 49,
hilanderos do algodón, 397. 50, 189.
altos en la imliivlrja, 403 n,: más en paro (concurrencia del algodón), 181-
apariencia ipic realmente. 117, 418. 86 .
mujeres, 403, 419. división del trabajo. 189.
metalurgia, 415*17. hostiles a la lanzadera volante. 192.
agrícolas o industriales compuiados, carecen de hilo anteB de las máquinas
415-17. de hilar, 193, 194, 200.
gran industria, 416, 417, prosperidad y, luego, baja de salarios,
salarios agrícolas, dril n. 224, 228.
fijación legal, 45.4 y sgs. v t4 telar mecánico, 228.
ley de nrhitrujo (Colton (Propios’ Acl), encuesta sobre su condición, 229.
455. arbitrariedad de los fabricantes, 411,
tejedores de algodón, 455 , 456. 412.
salario mínimo, 459. salarlo?, 415-20, 437-39.
Véase Legislación imlustrial, social. primeras uniones, 437, 440.
Savcry, Thomas: su máquina, 301-05. ley contra sua coaliciones, 442-15.
Savile, Gcorge, 284. reglamentación, 443.
Seda, industria de la, 86, 177-81. Callón Weavers’ Act, 455 y 3gs.
Ségnin, Maro, 371. Telnr de punto, 175.
Selburne, lord. 332. de tejer, a torniquete, 225.
Servidumbre, 52, 53. de Carlu'righl, 226-28.
comparación con la ley del domicilio, de v,t|«>r. en hierro, 228. 229.
427. 428. Telar holandés, 225.
Sheífield, 260, 264-66, 353, 354, 115, 116, Territorial, régimen (véase Agricultura).
440. Textiles (industrias):
Sheridan, Richard, 245, 382, 445, 151. lanzadera volunte, 191-93.
Sistema de fábrica, 17. comparadas con la metalurgia, 257, 279,
Sistema doméstico, 39, 40. 285.
Sistema mercantil, 65. y máquina fie vapor, 323, 324.
Smealon, .Inlm, 285, 291, 306. y población, 346-49.
Smith, Adatn, 15, 16, 65, 69. 70. I I I. Véase itarte II, caps- I y II.
^ 115. 163, 235, 429. Tivertnn:
Sorialismo, 5, 6, 462. conflictos del trabajo, 57, 58.
Sociedad de fomento de las artes y ma su decadencia, 250, 352.
nufacturas, 200. Tonangehcml, 19.
Soho, manufactura de, 311, 314-16, 318. Tnwnsheml, lord, 143-46.
319-22, 324-26, 367, 376. Toynbee, Arnold, 3. 21, 62, 122.
Specnhamland, ley de (véase Legisla Traltujo nocturno, 251, 402 n., 407. 411.
ción social). 165.
Spilalfields, industria de la aeda: Véase también Duración, división, etc.
motines, 60. Trnde Unions, orígenes, Si. 56-62. 437-47.
estado de esta industria, 181. Tratados de comercio:
ley de (véase Legislación industrial). (raneo-ingles (1786). 243, 383.
Stafford, marqués de, 110. unglo-irlandés (1785), 382.
Staiute of Artijicers, 448, 449, 451. 452, Tul!. Jelliro, 142.
460. Tumpihc roads, 97.
Slourbridgc, feria ,1c. 91. Vaiicanson, 226.
Slrutt, Jcdcdtah, 362. Volt aire, 117, J 18.
526 INDICE ALFABETICO