Está en la página 1de 31

1

Buenos Aires
1932
Villa Ventana
2023

Ejemplar de distribución gratuita | Prohibida su venta

2 3
IMPRESIONES DE LA ESCUELA

CANTINAS ESCOLARES

La puntualidad no es, precisamente, la característica criolla. A las maestras


corresponde crear ese hábito en la generación nueva. Por eso en el reglamento
interno de cada escuela ocupa un lugar primordial el asunto “puntualidad”, y se
ha establecido que, pasados cinco minutos de tolerancia después del toque de
campana para entrar a clase, todo alumno que llegue será considerado como
“tarde” y anotado en un cuaderno especial. Dos veces puede disculparse su fal-
Publico estas impresiones en momentos en que dejo de ta. La tercera ya no es posible y se castiga dejándolo “después de clase” en pen-
itencia.
pertenecer al magisterio bonaerense. Mantengo viva mi ¡Después de clase! ¡Quedarse en la dirección. donde lo ven todas las maestras!
Y quedarse mientras los demás chicos se van corriendo, jugando, charlando!
fe hacia la escuela, a pesar de la incomprensión o de la

incapacidad de ciertas “altas autoridades”. Felizmente, LA MENTIRA SALVADORA

ni la acción escolar ni la obra de los maestros dignos y A mi me hacen mucha gracia los pretextos, las excusas, las mentiras que in-
ventan para salvarse del castigo.
útiles dependen en forma decisiva de tales autoridades. Algunos quieren mentir como grandes, pero ellos ignoran que yo también
mentí cuando chica, con sus mismas palabras, con sus mismos gestos, con su
Dedico estas páginas sencillas escritas al margen de la misma seguridad.
Cuando el recurso de “en el reloj de mi casa eran las siete”, o el de “mi mamá
vida cotidiana en el aula, a la Escuela N°10 de Sarandí se levantó tarde”, ya no surte efecto. Entonces, todos, sin excepción, recurren al
“mandado” a la farmacia.
(Avellaneda), donde he pasado tan gratas horas junto ¡Cómo no me van a conmover a mi con el cuento del hermanito enfermo!
Tuve que ir a la farmacia.
a sus chicos y a mis compañeros. —¿A comprar qué?
(La réplica no tarda:)
A comprar aceite de castor para mi hermanito...
(Otras veces es manzanilla...)
¿Qué tiene su hermanito?
—Dolor de “barriga”.
—Míreme, míreme bien.
H. C. B. (Los obligo a alzar sus ojos hasta los míos. Pobrecitos chicos de mi corazón: no
se necesita ser adivina ni gran psicóloga para saber cuando mienten. La inocencia
tiene la mirada tan clara, tan pura, que la más insignificante sombra la empaña).
— Vamos a ver —le digo—¿Por qué me engaña? Usted no fue a la farmacia.

4 5
Usted vino despacito, y se puso a jugar en el potrero. . . (¿Cuál de los dos lo dijo? Yo he oído eso y todo mi discurso se ha venido abajo).
Al final siempre los perdono. ¿Por qué no tomaron la leche hoy? —pregunto severamente, como para
(¿Hay un placer más grande que perdonar a las criaturas? Es una di- deshacer con mi tono frío una posible mentira...
cha sentirse dueña absoluta de esos chicos, poder hacer de ellos los seres Porque la leche la toma mi papá cuando va al trabajo.
más desgraciados de la tierra —¡quitarles el recreo, dejados después ¿Y ustedes? ¿Y su mamá?
de hora!— y perdonados con un “gesto magnánimo y noble”, que ya se Nosotros tomamos un mate, y mamá también, antes de ir a la fábrica.
quisieran para sí los reyes perdonando la vida a uno de sus súbditos. Tan- ¿Va a la fábrica?
to me gusta perdonarlos, que, a veces, me horroriza la idea de que todos pu- Si; y ella no viene a casa a comer porque le queda muy lejos. La llave se la deja a la
dieran portarse bien y llegara un día de clase sin tener que perdonar a nadie. vecina para cuando nosotros volvemos.
Decididamente, es bueno que estos chicos me hagan, de cuando en cuando, ¿Y quién le hace la comida a ustedes?
alguna diablura...). —Comemos en la Cantina Escolar, y si tardamos no habrá sopa... Y rompe de nuevo
a llorar la chica.
Así que. . .
LOS DOS HERMANOS Empiezo, pero ¿qué voy a decir? Yo en estos casos no sé decir nada,
nada. Me olvido de la penitencia, me olvido que peligra mi “autoridad” si
Sin embargo hay días que me propongo ser inflexible, y escarmentar así a los contrarío la orden dada “se quedaran hasta las dos”. Me olvido del regla-
impuntuales. mento, de la puntualidad, del deber... Todo se esfuma: frente a mi cora-
—Hoy no me van a conmover con el cuento del hermanito enfermo, ni del papá, ni de zón hay dos chicos que por todo desayuno — ¿quién dice que las criatu-
la mamá, ¿Me oyen? Se quedan después de clase, y no un momento: se quedarán ras deben tomar leche, pan y manteca, miel, frutas, harinas, vegetales?
hasta las dos de la tarde. han tomado un mate, y que ahora van a comer a la Cantina Escolar.
Y no les permito que se defiendan ni que insinúen siquiera una excusa, porque yo
conozco bien este “elemento”, y sé que si los dejo hablar, con el cuento de los
enfermos me convencen. ¡VAMOS!
Por eso están después de hora, hoy, llorando con todo desconsuelo, estos dos
hermanos: la chica de segundo grado y el varón de primero. Bueno, pueden irse por hoy. Vamos, yo también voy a ir a la Cantina.
Y nos vamos los tres, yo en el medio de ellos, tomándolos de la mano al cruzar
las calles. Cuatro, cinco cuadras.
¡NO ES PARA TANTO! Ellos se han olvidado de la penitencia, del hambre, del llanto. Se ríen y juegan.
Yo voy ensombrecida.
—Bueno. Basta de llantos. ¡No es para tanto!
Y para que no lloren y para escarmentarlos, les endilgo un soberano discurso:
—Muy bonito quedarse después de hora! La mamá estará esperándolos en LA CANTINA ESCOLAR
la puerta, mirando con miedo de que les haya pasado algo. A lo mejor les habrá
hecho una rica comida: bifes con papas fritas y huevos. . . Al frente, en sus ventanas, esta inscripción:
(El varoncito ha dejado de llorar, y mira a su hermana). Yo prosigo: “Aquísedadecomergratuitamenteatodamadrequecría,yalosescolarescomiday
Así van a tener que ir cuando esté la comida fría. Y agrego con un tono el vaso de leche”.
despreocupado: Entro. Mesas, bancos, un montón de niños con el blanco guardapolvo salvador.
—Y bueno... total... han tomado la leche esta mañana... (Ahora es la chica quien mira Otros más pequeños. Y mujeres también, muchas mujeres con niñitos de pecho
con sus ojos llorosos.) en los brazos.
—¿No es así?—insisto. Comen, todos comen con deleite el gran plato de sopa que les dan. Unos, los más
—Es que no tomamos leche. audaces, tienden el plato vacío a la señorita que les sirve:

6 7
¿Puede darme más? ra en absoluto la delicada psicología infantil.
Cuando el plato vuelve lleno nuevamente, brillan los ojos de alegría. Trato de Y yo sé por qué lo digo: está enseñando un canto a los niños de segundo grado.
no ser vista, pero me descubren. Una canción bonita, sencilla y emotiva.
¡La señorita! ¡La señorita! Todos la han aprendido y a los chicos les gusta cantar. Pero hay un varoncito
¡Cuántos alumnos de mi escuela! Veinte, treinta, más quizá. vivaracho y simpático que tiene voz gruesa. No desentona, apenas si se nota en
Los más chicos me sonríen y me llaman. Los mayores —hay de tercero y cuar- el conjunto su voz de futuro bajo.
to grado — se avergüenzan de su pobreza, de que los vean comer una sopa que A la señorita que enseña canto le horroriza esa voz. Ella con su exquisito oído
no es de ellos, sino de los otros, de los que tienen mucho y se la dan. musical, con su refinamiento artístico. ¿cómo podría permitir ese crimen de leso
Y a mi me sube el calor al rostro, de vergüenza también y de indignación. buen gusto?
—He venido a ver cómo se portan — explico, por decir algo. Y ordena secamente:
Y me quedo mirándolos un minuto más. ¡Usted, no canta!
El “sandwich” de pan y queso o dulce que les dan de postre es cuidadosamente Y como el chico la mira extrañado, preguntándose a sí mismo qué falta habrá
guardado por algunos. ¿Para saborearlo luego? ¿Para llevárselo a algún hermani- cometido, qué error pudo deslizarse en su comportamiento, la señorita explica:
to? —Ud, no canta; tiene la voz muy gruesa.
¡Extraña manera de enseñar canto! Ridícula orden que revela de cuerpo ente-
ro, la falta de comprensión de la señorita.
¿CUÁL DE ELLOS SERÁ EL ELEGIDO? Precisamente ese, el que más mal canta ha de ser el que más necesita prac-
ticar.
Sí, la Cantina Escolar cumple su cometido, satisface el apetito de estos niños y No se trata aquí, en las escuelas, de presentar coros artísticos intachables: se
de estas madres que crían. Pero ¿eso puede dejarnos tranquilos? Esa limosna de trata simplemente de desarrollar el gusto de los alumnos.
comida ¿no es más dolorosa y denigrante para nosotros que la damos que para ¿Sabe la señorita el mal que le hizo a este niño con su orden estúpida y an-
quienes la reciben? ¿No sería lo justo que todos tuvieran comida en su casa? tipedagógica?
Al salir los miro por última vez, inclinados ávidamente sobre el humilde plato El chico quedó mortificado, empequeñecido ante los demás. A él le gustaba
de sopa. Siento amargor en los labios, y lo que es peor; amargura en el corazón. cantar. Los días de canto regresaba a su casa y con toda alegría hacía oír a su
Y para no irme con esta angustia, hago surgir del fondo de mi pesimismo una mamita la canción aprendida.
idea optimista, radiante, llena de luz: Ahora ya no cantará más, tiene...fea voz.
¿Cuál de estos chicos será el elegido? ¿Cuál de ellos será un gran artista o Sus compañeros, cuando oyeron la orden lo miraron burlones.
el inspirado poeta, el austero sabio, el mejor ciudadano? ¿No saldrá de aquí el Las chicas ¡esas chicas que están siempre dispuestas a reírse de los varon-
orientador, el que encienda la antorcha de la libertad y la justicia para todos los es!— lo miraron también... Y mientras los demás niños reanudaron el canto, él
oprimidos? permaneció ahí silencioso, avergonzado, dolorido.
Casi siempre surgió de la pobreza, de estas cabezas inclinadas sobre un plato Esta señorita ha hecho hoy un grave mal. Ella no se lo imagina porque no tiene
de sopa humilde, el elegido... ¿Cuál de ellos será? alma de maestra, porque no sabe ver a través de los ojos de los chicos.
¡Hasta mañana. señorita! — oigo que gritan aún. Será, lo repito, una gran música, todo lo inteligente que se quiera, pero para
¡Si, hasta mañana, chicos! ¡Hasta mañana! andar entre los chicos no se necesita sabiduría sino tacto. En la escuela no pre-
cisamos técnicos sino corazones.
Un chico es una cosa demasiado delicada para que pueda manipularse sin
¡USTED NO CANTA! cuidado.

Esta señorita que enseña canto en una escuela primaria sabrá mucha música,
tocará muy bien el piano, tendrá un educadísimo oído musical, un extraordinario LA ALEGRIA DEL OFICIO
gusto artístico, una refinada sensibilidad, pero no tiene alma de maestra e igno-

8 9
Y usted ¿qué va a ser cuando sea grande? beres: el deber de la asiduidad, de la modestia en el vestir, del sacrificio en el
Hice esta pregunta en un tercer grado de cuarenta niños. placer, de la ternura y la comprensión en todos sus actos.
Unos, los más, me respondían con un “no sé” vacilante, tímido, que me caía en ¿De qué derechos pueden hablar algunas maestras hoy, si son las primeras en
el corazón duramemte. pisotear su dignidad para obtener un empleo, si no vacilan en denigrarse para
(¡Malo! ¡malo! —pensaba yo—. Estos chicos indiferentes, no tienen vocación ascender, si, una vez en posesión del puesto, tratan de aprender, antes que el
ninguna no tienen entusiasmo. Serán cualquier cosa, lo primero que salga. Se- divino arte de enseñar, la manera más cómoda de “pasarla bien”, engañando a
guramente estos niños vienen de un hogar donde el trabajo esos treinta niños que llegaron a ellas ávidos de encontrar maestras y no en-
—por mal remunerado, por excesivo— se considera una maldición). señadoras a sueldos?
Otros contestaban: Antes, al hablar de una maestra, se hacía con respeto. Se rodeaba de cierta
Seré mecánico. . . aureola de virtud, se cercaba con un poco de cariño su figura, se descubrían la
Seré maestra. almas a su paso porque ella lo merecía. Ahora el almacenero de la esquina se
(Es probable que cambien de vocación. Yo, cuando chica decía con todo aplomo permite sonreir despectivamente al paso de alguna maestra, porque sabe cómo
que sería escultora. Apenas sabía escribir, y debajo de mi nombre añadí: “Escultora”. ha obtenido su puesto y, hace chistes de “la gran vida” que se pasa la maestrita
Lo ponía así, como un rótulo, y anhelaba ardientemente llegar a esculpir. La vida luego eternamente en vacaciones y recreo.
me señaló otro camino, y aquella criatura que soñaba hacer grandes esculturas, A tal punto ha llegado la degradación moral de la escuela, que ni se disimulan
no sabe moldear la más sencilla fruta.) los favores. La política se ha enseñoreado en tal forma que, a su sombra, se com-
Al fin conseguí la respuesta deseada. Un niño me respondió, brillándole los eten impunemente atropellos y ruindades.
ojitos vivaces: Las maestras mismas son víctimas de este estado de relajación; pero ¿quién,
¡Carpintero, como mi papá! sino ellas, tienen la culpa?
¡Carpintero, como mi papá! La escuela debió ser torre de marfil cerrada a todos los malos vientos de la calle;
He aquí que este chico siente la alegría del oficio paterno, porque seguramente pero si las mismas maestras, en su ambición, abrieron la ventana para asomarse
su padre será de los bienaventurados que trabajan con cariño. al exterior y mezclarse a él, es lógico que el polvo de la calle haya penetrado a
He aquí la respuesta que yo quería, porque me revela que el padre de esa cria- montones, enturbiando el aire e infectando el ambiente.
tura es un hombre honesto, que ama su trabajo y pone en el lo mejor de sí mismo Las maestras que no aman su oficio más que en virtud del sueldo que ob-
hasta contagiar al hijo, ennobleciendo así, aún más, la fecunda obra que surge tienen, maestras sin vocación, son un peligro para la sociedad. Son criminales
de sus manos creadoras... que matan los espiritus infantiles en flor.
Y si eso se requiere hasta para los más sencillos trabajos manuales... ¿cómo no Ellas cierran, en la sordidez y la avaricia con que dan los conocimientos, toda
será necesaria para el maestro la alegría de su oficio? expansión a la mente de las criaturas ávidas de saber. Son maestras mecánicas
Una maestra sin vocación, es el espectáculo más triste que pueda concebirse. que cumplen con su horario por temor o estímulo del superior, pero nunca por
Concurre por obligación a la escuela y llega a odiar a los niños que se le confían satisfacción propia.
para su educación. Crimendelesaniñez.Ylashayamontones.Ynovacilanentomarasucargocuarenta
No siente la alegría de su trabajo, que es pesado, sí, pero fecundo en goces niños hasta que la hora de la jubilación —¡de la liberación para ellas!— señale el fin de
espirituales. la labor nefasta.
Envejece y enferma odiando todo lo que debe hacer día a día, y su desagrado Maestras que se avergüenzan de su profesión, ignorando que enseñar con
se refleja en la más pequeña de sus acciones. Y lo notable es que ese maestro, amor es la más noble de las profesiones.
amparándose en el apostolado que del oficio hicieron sus antecesores en tiem- Y así, sin sentir la alegría del oficio, son fatalmente maestras sin personalidad.
pos en que ser maestro era símbolo de inteligencia y modelo de integridad, qui-
ere conservar los mismos derechos que aquellos.
Quiere tener el derecho al respeto, a la consideración de las gentes, al cariño LA PERSONALIDAD DEL MAESTRO
de sus alumnos, a la satisfacción del descanso, pero olvida que esos derechos
deben ser comprados —como todos los derechos— a precio de oro con de- De la falta de vocación surge la ausencia de personalidad.

10 11
Iguales entre sí las maestras, mecán ca su enseñanza, tendientes siempre a en el lugar en que los muchachos, todos en la edad de la gracia, esperan re-
nivelar el paso, a nivelar las actitudes, y los corazones. Me remito a los niños cibir su educación. La escuela no es ya escuela: es un jardín encantador.
para deducir. El maestro marcha con el rostro alegre, entre sus amigos que le confían el
¿Con qué maestra estuvo el año pasado? Con... con... No me acuerdo la señor- alma. Se vuelve con ellos muchacho, y les enseña las ciencias del modo que
ita. cuando niño hubiera querido aprenderlas. Es su camarada, trabaja con el-
—¿Yen segundo grado? los y los inflama con su entusiasmo, lo mismo que un carbón ardiente en-
—¿Yen primero? ciende a los demás. La escuela es lo que fue para los romanos; “ladus”
¡Horror! Antes, cuando las maestras no tenían vergüenza de serlo, los chicos se pasatiempo; lo que para los griegos: “gymnasium”, lugar de ejercicios, donde los
acordaban de su maestrita de primero, de la señorita de segundo. . . niños, puros como la aurora y lozanos como las Gracias, se animan mutuamente
Da pena pensar, que de seguir así, un día llegará en que las maestras puedan y se desarrollan y resplandecen como flores”.
reemplazarse por un muñeco mecánico con discos seriados y una máquina de Pero para no —terminemos el pensamiento de Zulueta y Herder —de-
proyecciones. ben las maestras sentir la alegría del oficio, adquirir una cultura gen-
Oprimiéndole un botón, ese muñeco explicaría el descubrimiento de Améri- eral digna de un estudioso, renovarse día a día y marchar a la vanguar-
ca, la orografia de Buenos Aires, las partes de la planta, y en realidad, los niños dia de los ideales humanos, atento el corazón al ms pequeño dolor
saldrán ganando, porque algunas maestras son simples enseñadoras a sueldo, de los hombres para comprenderlo, para perdonarlo, y si es posible,
sin personalidad, sin conciencia de su misión. para mitigarlo.
Luis de Zolueta define la personalidad, sencilla y admirablemente, en este pár-
rafo que no me resisto a transcribir:
“¿En qué consiste una personalidad completa y elevada? No es ningún se- EL AHORRO EN LA ESCUELA
creto: entendimiento claro, abierto a todos los vientos del espíritu, a todas las
corrientes del pensamiento; sentido estético, moral profunda; amor y simpatía EL DESPILFARRADOR. . .
hacia todos los hombres; tolerancia, que es la virtud de nuestro tiempo. Tam-
bién necesita el maestro espíritu de ciudadano. No formará ciudadanos quien Entraba a la escuela con una maestra. De pronto, siento que ella me oprime el
no lo sea, quien no se interese por los grandes problemas nacionales y sociales, brazo.
quien no tenga sensibilidad para percibir la vibración de las ideas en el ambi- —Mire; pero ¡qué cosa bárbara!
ente contemporáneo. Y luego religiosidad, si, religiosidad, confianza en que el Miré, y no vi nada que me llamara la atención. Insistió:
triunfo definitivo es del bien, en que los hombres y los pueblos no se sacrifican ¿No ve a González, de mi grado?
en provecho de la nada, ni se pierden en el vado; fe en que el último de nuestros González —de su grado— terminaba de campear a la “masitera” una enorme
actos, como nazca de una buena intención, tiene un valor universal y un sentido torta con dulce y la empezaba, no diré a comer, sino a saborear, y ese término no
eterno”. da aún exacta idea de la fruición del pequeño.
He aquí descripta la personalidad de una manera sintética, y coronando ello, ¿Qué tiene? — me aventuré a preguntar.
la palabra de Herder, en una conferencia sobre “De la gracia en la escuela”, pro- Pero ¿le parece bien? Se ha gastado diez centavos en la torta, y hace tres días
nunciada en 1765, y que dice: que viene sin lapicera porque no puede comprarla. Es inútil; los pobres son los
“¿La gracia? Llámenla ustedes encanto, decoro, hermosura, donaire, sim- peores, gastan en golosinas en lugar de comprar lo que hace falta. Después,
patía, agrado, amabilidad; todo esto son partes, grados, caracteres de la gra- quién les pide para ahorro si es trabajo inútil. ¿En su grado ahorran muchos?
cia, sin que ninguno de ellos por separado agote plenamente su concepto. —Yo no sé.
Lo que los griegos designaron con el nombre de Venus, lo que el maestro de Pero ¿usted no lleva el cuaderno de ahorro?
belleza —Platón— descubrió como la seducción de las ciencias y el incen- Todavía no lo he hecho... Lo empezaré, lo presentaré cuando no tenga más re-
tivo de la virtud; la bella naturaleza que llevan en sí los verdaderos sabios y medio, como todas las cosas que se hacen por obligación, peleándole al tiempo
los buenos; esa diosa incomparable quiero yo ahora mostrarla bajo las for- con el último minuto, el más insignificante cuarto de minuto, con la íntima es-
mas humanas de un maestro y su discípulo, introduciéndola en la escuela, peranza de que en ese pequeñísimo espacio de tiempo llegue una contraorden,

12 13
sobrevenga un accidente, una catástrofe que nos exima de cumplirla... momento que usted lo miraba su amigo guardó la revista!
Porque las maestras debemos llevar cuenta, centavo por centavo, del dinero “¡Criatura de Dios! Con esos ochenta y cinco centavos; ¡cuántas alegrías pudo
ahorrado por los chicos en cada día de cada mes. tener! ¡Criatura de Dios, miserable y escuálida, que no tiene presente y que ya
Una estadística minuciosa y prolija, con casilleros, números de orden, edad, le hacen preocuparse de su futuro! Que viene con las zapatillas mojadas y la
estado, clases, recaudación... Una anotación prolija y detallada que hace perder camisetita rota, y le hacen guardar monedas, miserables monedas, que son una
un montón de tiempo y que seguramente no ha de llevar con tanta escrupulo- ironía, una tristísima y trágica ironía ante sus necesidades, y que invertidas rep-
sidad el Ministro de Hacienda en la mismísima Inglaterra al anotar las finanzas, resentan un enorme caudal de satisfacciones, un infinito cúmulo de goces, en la
empréstitos, recaudaciones, deuda flotante, etc., de la poderosa Gran Bretaña. única edad en que las pequeñas, las miserables alegrías no tienen precio porque
González, de su grado, pasa ahora a nuestro lado. Ha terminado la torta, pero dan, no la ilusión, sino la realidad de la perfecta dicha, de la completa, de la inal-
el dulce le ha dejado dibujada en los labios una sonrisa de satisfacción. . . canzable felicidad.
Cierto, es pobrísimo. Zapatillas rotas, medias descoloridas, guardapolvo per-
cudido a fuerza de secarlo con la plancha. y debajo, trapitos, miserables trap-
itos... Sobre todo esto, una carita delgada, paliducha, y dos ojazos demasiado ENSEÑO A GASTAR
grandes demasiado tristes, demasiado brillantes...
Yo soy una irremediable tonta. Yo no comprendo la indignación de esa maestra “Yo, enseño a gastar...”
porque el chico no compró la lapicera o estampillas. Yo estoy convencida que Mi interlocutora, maestra prolija, ordenada, cumplidora de su deber, casi a
lo real, lo lógico, lo único concebible, y sobre todo lo humano —¡lo humano!—, punto de jubilarse, me ha mirado con los ojos más grandes que tuvo en su vida...
es que esta miserable criatura, con esos diez centavos que ganó acaso con un Prolija, ordenada, maestra de reglamento, no me comprende, naturalmente.
mandado, haya comprado esa torta, cuyo dulce le ha dibujado en los labios esa Enseño que el dinero es el medio de proporcionarse los mejores momentos de
adorable y extraña sonrisa de dicha. la vida, y no ha de ser un fin. Las monedas son estériles y las ideas que pueden
obtenerse invirtiendo esas monedas pueden rendir un espléndido beneficio.
Yo les evoco la época de Licurgo, quien en Esparta creó una moneda pesada,
OCHENTA Y CINCO CENTAVOS grande, inmanejable, fea de aspecto y con el mínino valor, con ello consiguió que
sus conciudadanos no guardasen —pues les ocupaba demasiado lugar y no les
¿De manera que en su grado no ahorran? reportaba beneficios mayores— dinero. La ambición, el egoísmo, la vanidad que
¡Cómo no! Los hábitos —buenos y malos—los traen de los grados inferiores y, da la posesión de lo inútil, desapareció en aquella admirable ciudad donde la
a veces, de su casa. Figúrese que ayer he preguntado: “Fulanito ¿cuánto tienes moneda corriente y apreciada era el ingenio y la salud física.
de ahorro?” Y Fulanito, que lleva las zapatillas mojadas hace dos días y que no —Ahorrar es guardar lo que podría gastarse en cosas inútiles o superfluas.
me trajo el deber porque no pudo comprar cuaderno, se levanta y me contesta: De mis treinta alumnos, puedo asegurarle que veintisiete son hijos de hogares
“Tengo ochenta y cinco centavos”. humildes, donde el padre y a veces la madre salen a la calle a ganarse el pan de
He repetido en voz baja, mordiendo las sílabas: ochenta y cinco centavos... Y cada día. Si uno de estos chicos ahorra, se suprime, por voluntad, el gusto de la
no se cómo me he contenido y no he gritado en el más alto de los tonos. golosina, del paseo, de la revista, del cine. . .
¡Criatura de Dios! ¡Ochenta y cinco centavos que representan para usted el Esas son cosas superfluas.
precio de tres secciones en el cine del barrio, y donde Harold Lloyd, Carlitos o Está en un error. ¿Es cosa superflua, o necesaria como el pan, la inocente dicha
Tom Mix lo hacen reír a carcajadas hasta hacerle olvidar la paliza brutal que le de poseer un juguete ansiado, de realizar un paseo agradable, de leer un cuen-
propinó su padre borracho o su madre neurasténica! Ochenta y cinco centavos, to hermoso, de mirar un paisaje amable? ¿Son cosas superfluas todas esas ilu-
y le sobraba todavía para cuatro tortas, de esas de dos por cinco que vende la siones logradas, esos ensueños realizados, ese deseo satisfecho? ¿Acaso tiene
“masitera”, un poco crudas y otro poco duras, pero, con un sabor un exquisito!.. utilidad solamente el pan que comernos y el abrigo que llevamos? ¡Desgraciado
Y hasta le alcanzaba para comprar esa revista tan linda que usted miraba a hur- el hombre que, mirando hacia atrás, no recuerda una infancia con golosinas, la
tadillas porque su compañero no quería prestársela y tenía el retrato de todos pequeña alegría de la excursión, la dicha del libro de cuentos, el hurto del dulce a
los jugadores argentinos. ¡Qué bien estaba Cherro riéndose, y . . . más. . . en el la mamá, la travesura que arrugó el entrecejo del padre! ¡Desgraciado el hombre

14 15
que no recibió en su infancia esta alegrías pequeñísimas y enormes, esas repre- el horror del porvenir, y obligarles a guardar en una complicada —y problemáti-
siones inútiles y dolorosas, porque quien no fue niño del todo en su niñez, lleva ca—caja de ahorros, con mil requisitos de oficina, con el horroroso interés del
amargura en su alma hasta la muerte! tanto por ciento que les enseña el sistema de ganar sin exponer capital ni en-
“Yo enseño a gastar. Les obligo —¿no es obligarles hacerles una inteligente ergía ni inteligencia, es hacerles temer al futuro, es inculcarles la idea de una
y cariñosa insinuación?— a que traigan todos los meses cinco o diez centavos posible eventualidad, de una decadencia, de un porvenir misterioso y espantoso
cada uno para suscribir el grado a un diario de la mañana que ellos leen en clase a la vez, que hace temblar de miedo al tímido y que llenaría de sombras el cora-
para enterarse de lo que pasa en los otros países y que llevan a su casa uno por zón de los pequeños si fuesen conscientes de su táctica de ahorro.
día; les sugiero la utilidad de comprar revistas, de asociarse a bibliotecas para Cuando terminé de hablar, estaba sola.
que le pierdan el miedo a esos lugares; juntan para poder ir a las excursiones, Mi interlocutora se había fugado, un poco escandalizada de mis ideas, y habla-
a los museos; les doy noticias para que vayan a ver las cintas históricas o inte- ba con las demás compañeras del inspector —¡el inspector!— que vendría a
resantes que les conviene... ¡Ya ve si tienen en qué gastar las pobres monedi- tomar examen...
tas con provecho inmediato! Y si aún les queda, me gusta que contribuyan para
comprar una pelota de ejercicios físicos y que tampoco se olviden del barniz
para arreglar sus bancos, de alguna lámina agradable con que adornar el salón: JUSTICIA
todo lo que sirve en su vida de escolares para hacerles grata su permanencia en
clase. Antes que fomentar el ahorro —un ridículo y absurdo ahorro de moneditas,
¿Y en caso de una desgracia? un escaso y esforzado ahorro de “chirolitas”—, el gobierno y los hombres que
¿Quedarse sin Padre, por ejemplo? ¿Qué pueden remediar a esa familia los orientan al pueblo deben consolidar la justicia.
cinco o seis pesos juntados en tres o cuatro años? Ni cien, ni mil. En cambio, yo Si el trabajador gana lo que por derecho humano le corresponde en mérito a
le pongo el caso de los dos muchachitos de 13 años, uno ahorrando cincuen- cantidad y calidad de trabajo; si la cooperación y la mutualidad no son una as-
ta centavos semanales, privándose de comprar un libro, revistas, cine, paseo; y piración de pocos; si los hombres dejan de creer que el dinero es un fin y no un
otro que ha gastado inteligentemente su dinero y ha visto más, ha leído más, ha medio; si la comprensión del alma humana estrecha los corazones hasta nive-
observado más. larlos en el anhelo de un mejoramiento común, el ahorro no tendrá necesidad de
Es indudable que el segundo está más capacitado para trabajar, para luchar, ser, porque el porvenir no será una amenaza obscura e incierta, sino una segura
para vencer en la labor que elija a fin de ganarse el pan. Y no se olvide ust- realidad, fruto de cada honesta vida de labor.
ed que hablamos de los que guardan a costa de sus satisfacciones, porque
el que, además de darse todos los gustos, puede guardar dinero, ese no
ahorra: acumula. Ese amontona lo que a él le sobra y a otro le falta porque
el hombre viene a la tierra a disfrutar de todos sus encantos y no a amon- FIESTA PATRIA
tonar una cosa inútil como el metal... Por eso creo que una maestra tiene
obligación de orientar, de enseñar a gastar inteligentemente. LA ESCARAPELA
—Pues no me convence. Tengo el orgullo de que mi grado sea el primero en
ahorro. Desde los primeros días de mayo la profesora lleva prendida a su “loutre de
—Y el mío el último... Pero, en cambio, puedo asegurarle que mi chicos salen Colombia” una linda escarapela argentina. Ciertamente, colocada ahí, en el bril-
del grado sabiendo dar vuelta las hojas de un libro, sintiendo afán por conocer lante “loutre” negro, la escarapela semeja una flor delicada con su blanco blan-
tierras extrañas y lejanas, la dicha de las excursiones de estudio y placer, el en- quísimo y su divino azul celeste... Queda bien, muy bien.
canto del aula alegre, donde si no se guarda el frío y silencioso metal, se oyen Y como esa profesora me ha sorprendido mirándola, me ha dicho, entornando
frecuentemente las carcajadas que provocan las narraciones cómicas de los los ojos:
cuentos adquiridos con las “chirolitas”. ¿Ha visto qué patriota soy? Yo llevo escarapela todo el mes de mayo.
Ríe último quien ríe mejor... Usted, como no es patriota. . .
¡Por favor, mi distinguida maestra! Los niños deben vivir como los pájaros sin Yo la dejo sonreír, y vuelvo a mirar, esta vez con angustia, la hermosa cinta,

16 17
prendida en su pecho como un adorno... durece su rostro? Una sola cosa los iguala: su inocencia; ellos no saben lo que
Le diría: dicen esos hombres que hablan. Vienen porque los mandan y porque tienen la
¿Qué clase de patriota es usted, que por nada del mundo se pondría un par de íntima esperanza de que al final del suplicio repartirán caramelos...
medias hechas en el país, ni compraría una tela de industria nacional, ni calzaría Al frente de la escuela, el director se siente en su día patrio, más que nun-
zapatos quc no sean dc cabritilla francesa, que trata en todo momento dc de- ca, general en jefe de fuerzas de mar, tierra y cielo. El director desde su puesto
fraudar al pueblo argentino que le paga el sueldo, trabajando lo menos posible observa la correcta formación de los grados, el acompasado y marcial paso. Su
y robando a sus alumnos el esfuerzo de su inteligencia para ser una enseñadora oído es sordo para toda cosa que no sea el ruido del paso de sus alumnos, sus
a sueldo fácilmente reemplazable por un fonógrafo, que desconociendo en ab- ojos son ciegos para toda cosa que no sea la perfecta alineación de los grados,
soluto el idioma nuestro y sus bellezas dedica dos horas diarias al aprendizaje y su corazón insensible a toda emoción que no sea la del orgullo que le produce
del francés porque “es bien” hablar la lengua de Moliere, que no hace nada por el desfile modelo de sus alumnos.
contribuir a la cultura del país y regatea unos centavos en el precio de un buen
libro argentino, pero paga altos precios por una obra trivial extranjera?...
“Como usted no es patriota...”
En otra época no la hubiera dejado hablar, porque todas esas cosas que he SOY MAS ARGENTINA
pensado de ella, se las habría dicho impetuosamente, acaso arrancándole la es-
carapela blanquísima prendida al “loutre”. Pero ahora me estoy poniendo mayor, Como no oigo a los oradores, observo a mi alrededor. Veo que mis alumnos se
y yo no sé si llamo comprensión a la cobardía. Lo cierto es que callo... ríen. Una señora bien, que conozco, y no da hijos al país por no perder la línea ha
traído a la concentración su perrito. Lo ha levantado en sus brazos, para que él
—también con cintita argentina al cuello— vea al orador. El perrito se ha puesto
EN EL DESFILE a ladrar, y eso ha hecho reír a los chicos. Yo confirmo, una vez más, la inteligencia
de los perros.
Como todos los años, la banda de música en la plaza del pueblo ejecuta el Por la calle del hospital de donde lo han dado de alta esa mañana, pálido aún,
Himno, que apenas si corean los niños de las escuelas, endurecidos los labios y lentamente, llega a la esquina de la plaza un hombre. Se detiene junto a un gru-
por el frío. Pero el hombre de las bombas se encarga de traducir el entusiasmo po de señoritas que charlan y festejan las gracias de un joven, inútil empleado
patrio hendiendo el aire con el más ingrato de los ruidos. nacional. En ese momento ejecutan el Himno, y el hombre —¿distraído?, ¿en-
A la cabeza de la columna, las autoridades del pueblo toman posesión del pal- fermo?, ¿rebelde?— ha permanecido con el sombrero puesto. Entonces, en el
co oficial y alternan con ellas las damas más representativas del lugar. momento en que el suavísimo “coronado, de gloria vivamos” se deja oír, la voz del
Los oradores, en riguroso orden jerárquico, hacen oír sus discursos y la joven que enarbola su bastón se oye áspera, dirigiéndose al hombre:
atención decrece paulatinamente, porque los ruidos sonoros de las palabras —¿Quiere que le saque el sombrero de un bastonazo? Las señoritas aplauden,
huecas repetidas con incansable tenacidad, se tornan insoportables. sonriendo...
En tercer lugar, las escuelas. Niños y niñas —estas últimas disfrazadas de ar- También entre las mujeres que cantan eI Himno está la señora aquella de
gentinas con moños celestes de papel en la cabeza— soportan con admirable cuyas manos saqué una vez, magulladas las carnes, a la pobre negrita que le
resignación el espectáculo. La democracia, la igualdad a que se tiende hacién- había dado el juez de menores para esclava...
doles vestir a todos el guardapolvo blanco, cae al primer vistazo del observador. También ella tiene, como todos, la escarapela argentina prendida de su pecho.
¿Puede el guardapolvo salvador, igualar los piececitos de estos niños, calzados Y yo miro la mía colocada en la solapa de mi mejor vestido... Un gesto sombrío
unos con el flamante zapatito charolado y cubiertos otros con la gastada zapa- me tuerce los labios
tilla que mal disimula la media remendada? ¿Puede el guardapolvo salvador — Señorita, ¿no está conforme cómo nos por-
igualar todas estas caritas, rosadas y relucientes de bien nutridos organismos tamos?— me interroga un alumno que
unas, y amarillentas y pálidas de miseria, otras? ¿Puede el guardapolvo salvador ha sorprendido mi gesto.
igualar la expresión tranquila de este niño bien abrigado con la de aquel otro —No, es que tengo las manos y los pies helados.
cuya camisetita de algodón y su pantaloncito barato dejan filtrar el frío que en- He mentido. Tengo el corazón helado ante este espectáculo de hipocresía. Me

18 19
da vergüenza ser hermana de todas estas gentes que ostentan mi mismo símbolo. Otro: en mi casa somos cinco y hay dos camas... En la cama grande de mi
Y sin querer, instintivamente, cubro con la solapa de mi mejor vestido, la enseña mamá duermen mi papá, mi mamá y mi hermanito. Yo y mi hermano más grande,
blanquísima y azul. en el catre...
Yo, sin más distintivo que mi corazón, me siento más argentina que ese direc- Mi escuela queda a diez minutos de tren de la capital. A diez minutos de dis-
tor en jefe, que ese orador florido y ampuloso, que esas señoras que aplauden tancia de donde hablaron de “grandeza nacional, país rico, industrial, floreciente,
elegantemente, que el hombre del bastón que hace respetar el Himno. vanguardia de la civilización”, etcétera.
Porque desde mi cátedra digo la verdad a mis alumnos, y no les decla- Y todas estas frases huecas, ampulosas y falsas, mezcladas con estas otras
mo que mi país es el mejor del mundo, sino que les señalo sus defectos para sencillas y sinceras de mis pobres chicos, me golpean en el corazón angustián-
que ellos los subsanen; sus fallas para que las salven, sus errores para que dome...
los supriman. Enseño dónde hay campos sin labrar, minas sin explotar, fuer-
zas naturales que encauzar. Digo que en mi país hay analfabetos que recla-
man escuelas, provincias que tienen innumerables enfermos, donde la tu- INICIACIÓN DE CURSOS
berculosis y el alcoholismo hacen grandes estragos. No digo que mi patria
es poderosa: digo, enseño cómo puede serlo. LA INSCRIPCIÓN

Las madres llegan a la escuela, en gran número, los primeros días de inscrip-
EL PUEBLO ción escolar, y causa alegría ver cómo se disputan turno, y no respiran tranquilas
hasta no tener en sus manos el recibo de anotación de sus hijos.
Y, sin embargo, atrás de los niños entumecidos de frío, tan atrás que no oyen ¡Cuánta preocupación por la educación de sus chicos! ¡Cuánto desvelo por
los discursos, ni ven a los oradores, hay un grupo de patriotas cuyas manos, en- hacer de ellos hombres de provecho!, se dirá.
durecidas y ásperas, no saben trazar en el aire gestos artísticos, pero que em- Pero... oigamos a las madres hablar entre ellas a la puerta de sus casas un día
puñan la herramienta que no es elegante, pero que es fecunda; cuya palabra no cualquiera de vacaciones:
es fácil, pero cuyo sentimiento es puro; cuyo traje no es suntuoso, pero cuya ¡Ay, mi dios! ¡Cuándo terminarán las vacaciones! ¡Estoy más aburrida!
vida es útil. Son los trabajadores del país, patriotas aún sin haber nacido en esta ¡No los puedo sacar de la calle; siquiera en la escuela están cuatro horas su-
tierra. jetos!
En ese grupo está, sin duda, acompañándolos, el espíritu de Moreno, orgullo- ¡Deberían tener clase mañana y tarde, como en los colegios pagos!
so de llamar hermano patriota a cada uno de estos hombres de manos toscas —Y darles de comer allí también, así le dejan en paz a una todo el día.
que forjan la nacionalidad, creando al pueblo la independencia económica y Dejá nomás, que ya va a empezar “la escuela” y se te acabará la farra. ¿quién
que, en verdad, “ni ebrios ni dormidos, tienen inspiraciones contra la libertad habrá inventado las vacaciones? ¡Estos chicos todo el día entre los pies!
de su patria.” Y así, con ligeras variantes, las madres, que no saben, o que no pueden ser
tales, claman a todos los cielos por la apertura de las clases que han de alejarles
por unas horas a esos hijos que tanto las molestan.
DESPUÉS ¿Censurarlas? Según.
Hay madres que, pudiendo, no quieren cumplir sus obligaciones, y no dedican
Y en las fiestas, discursos. Y en los discursos: frases ampulosas, grandiosas... a sus hijos el tiempo que malgastan en visitas o paseos. Son aquéllas que, dispo-
Las tengo en mi oído fresquitas aún: “Soberanía nacional, “grandeza del país”, niendo de tiempo, no se deciden a perderlo jugando con sus hijos, paseando con
“pueblo rico, civilizado, a la cabeza de las naciones progresistas,” “industrias flo- ellos, buscándoles en el mismo sencillo quehacer doméstico el entretenimiento
recientes”. etcétera. necesario a los inquietos espíritus infantiles.
Llego a la escuela, y no sé cómo viene al caso, pero oigo que me cuentan unos Pero hay otras mujeres, ésas a quienes realmente la escuela sirve de salvación para
alumnos: sus criaturas que, en tiempo de vacaciones, viven en la calle, expuestos a mil peligros.
—Yo duermo con dos hermanitas en un catre... ¡Pobres madres que deben trabajar fuera del hogar, confiando sus hijos a la bue-

20 21
na voluntad de una vecina que los mira!... ¡Pobres mujeres, otras, entregadas alguna vez ¿entrarán o saldrán en fila?
todo el dia al trajín de su casa sin descanso, sin tranquilidad, sin el tiempo mate- ¿No seńa mejor que esta maestra que con tanta ansiedad oye el isócrono
rialmente necesario para conversar dos minutos con sus chicos! taconear de sus alumnos les enseñara a caminar con moderación, a formar gru-
¿Qué puede esperarse de esas criaturas o de aquellas que crecen moralmente pos sin atropellarse, a entrar a un salón con corrección, primero las niñas, por
lejos de su madre? ¿Qué personalidad puede formarse en estos seres, educados razones de galantería, después los varones, cada uno con su manera propia de
en montón, primero por la calle, luego por la escuela? caminar?
Conventillos, casuchas miserables de cinc, barrios llenos de basuras, calles Aprovecharía mejor el tiempo, que empeñándose en hacer marcar el paso...
anegadas, pieza única donde se hacinan de noche cinco, seis, ocho personas,
sin una silla apropiada para sentarse a hacer el deber . .
¿Dónde he soñado yo, cada familia, por derecho de vida, con su casita propia, RESPUESTA A UNA NORMALISTA
con jardín, amplio patio arbolado, gallinerito al fondo, sol por todos lados? ¿Y
las chicas ayudando a su mamá en el cuidado de ese hogar y los varoncitos en- Su carta tan ingenua, tan espontánea, tan sincera, me ha dado una gran alegría.
tretenidos en atender el jardín, arreglar el patio, conservar las cosas, cuidar las Hace una temporada que estoy pesimista, que, a menudo, pierdo la fe, aunque
aves? ¿Y a la hora de las clases la despedida tierna de las criaturas: “Hasta luego momentáneamente, porque pasado ese instante de decaimiento sigo trabajan-
mamita”, completado al regreso por el ansioso: “Ya estamos, mamá”, mientras los do. Pero me hace falta de vez en cuando el estímulo de ver que hay mucho bueno
estrecha en sus brazos la madre, que ve en la escuela, no el lugar donde pueden aún entre nosotros, a mi lado, cerca.
estar sus hijos para no molestarla, sino el sitio donde continuarán su obra de El gesto de una maestra a quien sorprendo emocionada, o la que comprende
mejoramiento las criaturas! ¿Dónde he soñado yo eso tan lejano aún? su misión o la que intenta comprenderla, me bastan para levantar mi espíritu.
Cómo no habría de alegrarme su carta, querida muchacha, si toda ella es una
clarinada de fe y optimismo!
MARQUEN EL PASO Dice usted:
“Tengo dieciocho años y estoy en mi último año normal. Siento vocación por
Hay espíritus que se complacen con el isocronismo. Son aquellas personas mi carrera y quiero ser una maestra de corazón.
que sólo se emocionan con la matemática regularidad de los desfiles, de los pa- “No me explico cómo hay maestras, que destruyen esas ilusiones, esa
sos a compás, de los ruidos a tiempo. adoración de las criaturas por la mujer ideal que es para ellas la maestra”.
Cuestión de temperamento... A mi, por ejemplo más que la monótona regu- “Le aseguro que quiero ser maestra de verdad y para ello quiero tenerla a ust-
laridad de un ejército en marcha, me emociona el desordenado avanzar de un ed presente siempre, para recordar su noble empeño, como aliento, como una
montón de obreros cantando, un grupo de chicos que salen, en desbande, de la luz que me guíe... “
escuela, un revolotear de cientos de pájaros sin orden, sin compás, sin método... “Ayúdeme, aconséjeme.”
Cuestión de temperamento... Chiquilina: usted no necesita tener presente a nadie para ser buena maestra,
Hay maestras cuya única preocupación es el orden matemático de su grado. porque quien como usted es capaz de escribir esa carta impulsada por la lectura
Todo lo quieren al compás, medido. El entrar y salir de clases, el sacar o guardar de mis notas, sin conocer a la autora, tiene lo único que se necesita para ser
los útiles, el abrir o cerrar cuadernos, todo se hace por órdenes casi militares. maestra de corazón: entusiasmo.
iY sobre todo marcar el paso! ¡Ah, la angustia de las maestras cuando la fila, Con eso usted lo tiene todo, tiene la más hermosa materia prima para realizar
recta, bien alineada, no marca bien el paso! Un dos, un dos... cuenta la maestra la más completa labor artística. Y artística digo porque no se olvide usted que
a todo pulmón. maestra y artista van unidos.
Y ahí van los chicos marchando ridículamente rígidos, muñecos que tiran de “Tengo vocación” quiere decir que se entrega usted de cuerpo y alma.
una cuerdita invisible. Ya se ve que ha de ser usted de las que toman en serio todavía el trabajo, el
¿A qué, para que les sirve caminar en fila, aprender a marcar el paso, si después amor, la vida.
de la escuela, ni en la casa, ni en la calle ni en ningún lado han de caminar así? A usted le dirán:
Y cuando sean grandes, ya hombres y mujeres, ¿caminarán marcando el paso “Hay que ser como casi todas las niñas modernas que no “toman a pecho nada.

22 23
Que no sufren por nada, que bailan y ríen, pero no lloran.” leas, pescando en el arroyo, para llegar a sus casas entrada la noche, perdida la
Es probable que usted sea de las que, al primer fracaso amoroso, piensen has- gorra, los cabellos revueltos y la cara enrojecida, me ha parecido que el cuento
ta en el suicidio. Las demás se reirán de usted, la llamarán tonta. Y, sin embargo, más oportuno sería “Sangre romañola”.
si yo tuviera una hija la querría así: que supiera llorar, que le diera gran impor- ¿Lograré hacerme entender siquiera?, me digo. Bueno, lo procuraré; leeré
tancia a las cosas que no la tienen, que sufriera, porque sólo quien sabe sufrir artísticamente, dramatizaré las frases modulando la voz y estilizando el gesto.
puede gozar. Empiezo a leer, y a los dos minutos no me acuerdo más de mi intención de
Una sensibilidad refinada sufre con la misma intensidad que goza. dramatizar la lectura.
Hay una compensación divina entre la dicha y el dolor. Llevada por la sencillez de esas páginas admirables, apenas si voy pronuncian-
No se olvide de eso, maestrita en proyecto, no se olvide que el dolor debe do las frases naturalmente. Al contrario, hago esfuerzos por que salga la voz de
enorgullecernos porque no todos son capaces de sentirlo. mi pecho, porque a veces la congoja me detiene:
Vuelvo a su carta: Saludo en usted a todas las futuras maestritas buenas que tendrá —Abuela —replicó el muchacho— siempre os he dado disgustos... pero os he
mi país, tan necesitado de gente que ame su oficio, este querido y despreocupado querido siempre...”
país mío, esperanza y promesa de una generación, por joven y por sana, mejor “Pero Federico ya no respondió. El pequeño héroe, el salvador de la madre de
que las de otras partes. su madre, herido de arma cuchillada en el costado... “
“Aconséjeme”... No, no hace falta estilizar el gesto ¿Para qué? Todos estos chiquilines terri-
No sé qué decirle: ¡hay tantas cosas! Pero por ahora se me ocurre esto: ande bles de este segundo grado que parece elegido por niños que llegan tarde a sus
por la calle y mire viendo. casas, marcada, la cara en la pelea callejera, desarrapados y convulsos, están
(La calle es fuente de toda vida. Recórrala y aprenda cosas que no traen los ahora inmóviles en su banco, los ojos fijos en mí, ansiosos de oír, conmovidos del
libros. dolor de esa abuelita y del remordimiento del muchacho. El peor de todos, ése
Vaya al teatro, al cine, a oir conferencias, músicas, al circo.) que molesta en el recreo a sus compañeros, que en la casa no pueden más con
Coquetée y tcnga novio también cuando pucda. (Una maestrita con ilusión él, y que está sentado adelante, bien cerca del escritorio de la maestra, porque
trabaja con más gusto.) es la única manera de tenerlo quieto, tiene, como casi todos, los ojos llenos de
Cuide su físico y su manera de vestir. (Es deber de toda maestra ser lo menos lágrimas.
fea posible y dar siempre una nota de buen gusto en su vestir.) ¿Quién dijo que los chicos de ahora eran indiferentes, frívolos? ¿Cómo pude creer
Cultive un arte (música, pintura), y si no puede, aprenda idiomas. semejante cosa un solo instante, si ha bastado una página de belleza y de sen-
—Lea, lea todo lo que pueda, lo que caiga en sus manos. timiento para purificar sus corazones, empañando sus ojos de emoción?
Lea también de a poco y silabeándolos los libros de Rafael Barret. (Yo no he Ha sido necesaria la magnífica palabra de D’Amicis para proporcionarme esta
tenido maestro más grande de optimismo y de vida que él, y todavía, cuando honda alegría. Acongojada aún la voz por la pena de ese relato, turbios aún los
decaigo, recurro a esa lectura para volver a lo que debo.) ojos, he sentido que mi corazón, apretado como un puño, se henchía de alegría,
la honda alegría de ver conmovidos a estos niños de ahora, mi constante preocu-
pación de todos los días.
“CORAZÓN” Nada se ha perdido entonces; los chicos de hoy son como los de antes, y sólo
basta, para encontrarlos, llamar a sus conciencias con la única campana digna
Como en este grado ha faltado la maestra, he creído que la mejor manera de de ser oída: la emoción.
aprovechar el tiempo era leerles un cuento del libro “Corazón”. Yo, que aspiro a veces humildemente a escribir cosas que puedan interesar a
Es un segundo grado, donde parece que se ha elegido el elemento “re- los niños, cada vez que leo páginas de “Corazón” de D’Amici, pienso, tal vez con
voltoso”, de tal modo abundan los traviesos y los llamados insoporta- la amargura del que no ha logrado un anhelo: nada todavía ha podido superar,
bles. Pienso, mientras hojeo el libro buscando el cuento, qué poca im- ni siquiera igualar, las sencillas páginas de este admirable libro sin complica-
presión les hará a estos muchachos tremendos cualquiera de las ciones literarias, breviario para las almas infantiles, catecismo de fe, fuente de
narraciones de D’Amicis. Y como hay muchos entre ellos que al salir toda comprensión, manantial de optimismo y esperanza.
de la escuela se quedan vagando por las calles, concertando y actuando en pe- Nada ha podido superarlo.

24 25
VIAJANDO LA COLEGA

Durante todo el viaje, este grupo de maestras conversa de cosas de escuela. Esta maestrita que viene de lejos a ejercer en mi escuela, trae en su porte
Ni un día, por casualidad, se les ocurre cambiar de tema. achiquilinado algo aún de la escuela normal.
“El inspector que ha ido, o está por ir”, “la directora que les ordenó las carpe- No ha dejado todavía en ella la vida esa leve sombra que pone los ojos severos
tas”, “el chico que no sabe nada y tiene la cabeza dura”, “el punto del programa y los labios apretados.
que no sabe cómo enseñarlo”, “el registro de asistencia”, “esa niñita a quien no Apenas si se ha puesto seria para saludar al personal directivo de la escuela,
le entra la aritmética y es buena en las demás materias”, “el diario de lecciones”, y cuando le han presentado a las que serán sus compañeras de tareas, les ha
en fin, todos los días con la misma intensidad y generalmente a toda voz estas estrechado la mano un poquito displicentemente, como diciendo:
maestras hablan de asuntos escolares. “—Aquí estoy yo, una nueva maestra, tan maestra como ustedes, o mejor”.
Naturalmente, les huyo. Yo también salgo de una escuela y este pequeño viaje Las otras le miran el vestido, se fijan si es bonita, si es joven, lo demás no in-
en tren sirve para renovarme, para cambiar de espíritu, para dejar de ser maes- teresa. De aquí a unos días —piensan las maestras— esta muchacha alegre y
tra, para pensar en otras cosas y vivir otros horizontes. optimista será una maestra más de la escuela. Ya se encargará alguna de las
Me fastidian estas muchachas que no saben modifi- compañeras de restarle entusiasmo, de aconsejarla y enseñarle la mejor manera
carse, que no tienen otro tema, que prolongan la —para el- de “pasarla bien”; ya le envenenarán su entusiasmo presentándole “los ogros” de
las pesada— tarea escolar no desligándose de sus obligaciones la directora y la vice...
ni en el momento del viaje. Me da pena. Cuando la veo ahora sonriente y feliz entre los chicos, la miro con
¡Y cómo comentan! Siempre protestando, siempre malhumoradas, siempre pena. Siento lástima de ella, que si no tiene un fuerte caracter y una gran dosis
con el gesto agrio cruzándoles las bocas. de personalidad, será de aquí a poco tiempo una enseñadora a sueldo. Pienso
Cuando empezó la primavera nació en mí la esperanza de no oírlas más. en lo que va a sufrir entonces, trabajando todos los días, trabajando con la an-
Con la nueva estación —pensaba yo— cambiarán de asunto. Hablarán de nov- gustia bíblica de que el trabajo es castigo. Contará así los días que viene a clase,
ios o, al menos, de vestidos. en ella contará las horas, los minutos, los segundos que faltan para la salvadora
Pero la primavera llegó y todo se renueva menos esos espíritus petrificados. campana de la salida.
Ganas me dan de acercarme a ellas un buen día y gritarles: O, como una maestra que conocí hace muchos años, dirá cada día al empezar
¡Por favor! Dejen tranquila a la escuela, al inspector, a los programas a los ex- las tareas:
ámenes. Hablen de otra cosa si no son lo suficientemente espirituales como “¡Al yugo! ¡Vamos al yugo!”
para saber callar algunas veces. Hablen de los hombres que las miran, de la cin- (“Al yugo”!... Me daba impresión oírla. Impresión de animal que baja la testuz...
ta de amor que les encantó, de las flores de durazno, de la canción bonita que Impresión de buey. Y viendo bien, ¿qué otra cosa que un buey picaneado por el
oyeron. Hablen de vestidos, de sombreros graciosos, de trapos, en fin, que las amo era esa maestra que trabajaba a la fuerza?)
maestras tienen obligación de saber todas estas cosas, porque deben vestir con Y esta maestra que se ha convertido en empleada, que viene porque la obligan,
gusto y elegancia. por ganarse el pan de cada día, me da lástima e indignación.
“Dejen lo de la escuela para la escuela y renueven sus conversaciones. Les Lástima, porque es tan pobre de espíritu que no es capaz de liberarse —aun-
hará bien a ustedes y nos harán un favor a los que estamos obligados a escucha- que sea con el deshonor o con la muerte— de esta obligación que le resulta odi-
rlas sin querer...” osa. Me da indignación porque es tan cínica que se deja llamar maestra —cuan-
do maestro debe significar lo mejor, el modelo orientador—, y porque toda su
amargura todo su desprecio por el oficio, todo su desamor por la tarea cae como
una maldición sobre el alma de todos esos niños que están diariamente con ella.
La alegría del oficio. Lo digo a cada momento, lo repito a cada instante, recor-
dando lo que leí de D’Ors sobre el asunto: alegría del oficio.
Hoy llamaría aparte a esta maestrita nueva que llegó llena de entusiasmo, plena
de optimismo, claros los ojos sin sombra y claro el corazón sin veneno, y le diría:

26 27
“Si, muchacha, ser maestra es lo mejor que hay en la tierra”. ARTISTAS
Cierto que ganarse el pan es duro y que las mujeres y los niños no deberían
trabajar. Modelar la forma, cincelar, crear con el color, dar vida a un ser con la pluma,
(Un día llegará en que no trabajarán los niños ni las mujeres: los niños porque con la música es obra de artistas.
alegran la Vida y ya cumplen, con eso, una hermosa misión en la tierra; las mu- Formar un espíritu, plasmar un corazón, hacer un “hombre” de un pedazo de
jeres, porque embellecen la existencia del hombre, y éste entonces les retribuirá carne, obra de artistas también, y esto lo hace el maestro.
prodigádoles toda clase de atenciones y comodidades). No puede ser buen maestro quien no sienta, mejor que los otros, admiración
Pero, entretanto, mientras trabajamos, tengamos amor por el oficio. Nada da por la belleza. La belleza en todas sus formas: en el trabajo útil, en la mujer
más alegría que ser maestra. madre, en el hombre activo, en el niño que no habla aún, en el viejo que agoniza...
Si, maestrita, la mujer, cuyo bienestar envidiarnos es útil a un hombre; si ama Y la belleza también del que creó consumiéndose en la fiebre de un ideal que no
y es amada hace la felicidad de un hombre, pero no sentirá nunca la dicha que logró alcanzar nunca...
puede percibir usted cuando se sepa útil a treinta chicos, útil, insustituible como Estoy rodeada por doce maestras una tarde cualquiera, y hablando, no sé por
lo es la verdadera maestra. qué, digo yo:
¡Insustituible!, la primera en el corazón de sus alumnos, la primera en el en- —En el primer salón del Museo de Bellas Artes está... No dije más. No sé por
sueño de esas mentes. qué me corrió frío por el alma, e interrogué a las doce maestras,
Pensará usted día a día, al venir a la escuela, fría la mañana, cortante y duro el que me contestaron, naturalmente:
aire, espesa la niebla: —Yo no conozco cl Museo de Bellas Artes.
—Yo me prodigo a treinta espíritus infantiles, yo hago la alegría de trein- —¿No conocen?
ta corazones puros, yo soy la bienvenida de estas manecitas que todavía Pero no seguí. Para seguir, hubiera tenido que decir muchas cosas desagradables.
no se han manchado. Lo que yo digo en el grado es palabra sagrada para tre- No me hubieran entendido.
inta criaturas que me recuerdan en sus casas a la hora de la cena, mien- Ahora aquí, esta noche, sentada frente a mi mesa, reflexiono: ¿es posible que
tras cuentan a sus padres: “Mi señorita dijo..” Mi señorita dijo... y les flo- las maestras no hayan tenido curiosidad artística ninguna para no ir al Museo,
rece la boca en una sonrisa. Ojos de chicos, límpidos ojos de chicos que que es la única parte en nuestra ciudad donde hay reunidas obras que, si no son
atisban con ansiedad en la esquina de la escuela mi llegada para gritar gozosos: perfectas, dicen, por lo menos, de ensueños y de esfuerzos? Si no tienen ansia
“¡ahí viene mi señorita!” de belleza. ¿cómo pueden trasmitirla a sus alumnos? Yo, que todavía creía en
¿Ve, maestra nueva, como su oficio tiene cosas bonitas? No le haga caso a su ellos, al ver muchas veces cómo nos inferiorizamos, he tenido ganas de decir a
compañera que le amarga la vida con su pesimismo. No oiga. Ella no supo ser lo los maestros:
que debía, espíritu cobarde, sin entereza, que viene a la escuela protestando y ¡Maestros! Nuestro país, tan hermoso y tan desgraciado, precisa hoy más que
fracasó como maestra aunque el inspector le haya puesto diez puntos. Fracasó nunca de nosotros. A esta catástrofe de sentimiento, a este desprecio de va-
porque no puso amor en su oficio. Pero si usted me hace caso, si usted no cree lores morales, pongamos nuestro hombro, levantemos nuestra tierra, seamos
en “el yugo”, si usted ama su trabajo, se le harán cortas las horas... quienes la sostengan, empujémosla con nuestro corazón...
Siembre cariño. No olvide lo que dijo el poeta: “El que sembró rosales cosechó Y ahora, esta noche, pensando en todo aquello, me he quedado largo rato, los
siempre rosas.” ojos empañados y los labios firmes, amargada y repitiendo en voz baja para mí,
Y picnsc que quizá cuando la mujer a quien usted envidió su bienestar no ten- como una tortura:
ga a nadie ya a su lado, quién sabe en qué país lejano, a la luz de qué lámpara, ¿Para qué si esos maestros no me comprenderían?
uno de aquellos treinta chicos, hecho hombre ya, diga una noche con un poco ¿Para qué, si no hay nada que hacer?”
de melancolía en la voz llena de ternura:
“—Yo tuve una maestrita”
Y ese recuerdo, mi amiga, vale por toda una vida, ese recuerdo no tiene precio...

28 29
LOS DEBERES hojitas borroneadas, sucias, escritas con estas manos nudosas y ásperas que
lustran los zapatos de los otros para poderse comprar zapatillas!
Me mandan un alumno a la dirección y entra con un hosco gesto partiéndole ¡Primero será una copia, después el problema, luego más, más! Yo soy maestra
en dos la frente ensombrecida. y tengo el deber de pedirles trabajo para la escuela.
No es necesario preguntarle nada para saber que la vida no lo acogió en el sen- Porque, si no fuera así y me dejara llevar por el impulso de mi corazón, es prob-
dero de los felices. Tiene el cuerpo flaco, las rodillas ásperas, las zapatillas gasta- able que, cruzada de brazos delante de estos alumnos que no tienen padre, que
das, el guardapolvo con remiendos, las manos nudosas y los ojos —los ojos, el comen mal y duermen peor, que cuentan diez años y ya saben lo amargo que es
espejo del alma— preñados de angustia. ganarse el pan, les dijera:
No sé si la maestra ha podido ver todo eso, porque generalmente la maestras a ¿Deberes? Ustedes no tienen que hacer deberes. Jueguen en la calle si les
fuerza de ver los programas, el horario, el método, el procedimiento, el inspector queda tiempo, aprendan lo malo, háganse miserables. Nada de deberes. Ust-
y la técnica, concluye por no ver al niño. edes no tienen ni el deber de ser buenos, porque les han negado el derecho a la
Me lo han mandado “porque no hace los deberes ni estudia la lectura y no sirve felicidad.
para nada” Para captarme su confianza le hablo de cualquier cosa, lo primero
que se me ocurre:
Qué lástima. cómo se ha ensuciado el patio con esta humedad, ¿viste? LO IMPORTANTE
—A “nosotro” nos embroma este tiempo para lustrar.
Ya está todo, ya no hace falta averiguar nada más para explicarse por qué es La maestra me explica:
mal alumno. Trabaja, lustra. —Yo me dedico especialmente a las “materias fundamentales”.
—Y cuando la lustrada anda floja —me dice después de otras cosas—, los ¿Cuáles? — pregunto.
lunes y los viernes vendo pastillas... —Aritmética, lectura, escritura e idioma nacional —me contesta, un poco
¿Y tu papá, que hace? asombrada de mi ignorancia.
—A mi papá lo llevaron al hospicio; estaba loco de tanta bebida... “Cierto —pienso, —así se designan— desde que yo vivo, por lo menos esas
¡No me atrevo a preguntar más ni cuántos hermanitos son, ni qué hace la materias”.
madre, nada! Pero parece imposible que en estos tiempos, después de las visitas y conferen-
Me quedo doblada en dos, enmudecida, porque ya no es la primera vez que me cias de tantos pedagogos y de haberse escrito tanto sobre la nueva educación,
contestan así, porque estoy cansada de comprobar que estos llamados malos las maestras hablen todavía de “materias fundamentales”.
alumnos no lo son por propia voluntad, sino porque la vida los maltrató prime- Ella no me responde nada, ni falta que hace: ya sé bien lo que piensa de mi al
ro. Ya me está dando miedo investigar nada, ya me está dando miedo acariciar darle esa indicación.
un chico porque enseguida me abre su corazoncito, y ese corazón está siempre Pero piense lo que quiera, yo creo que “en la escuela hay que adquirir el hábito
lleno de tragedia y lo peor es que el mío no se endurece a fuerza de sufrir con de no mentir y de atender a las molestias y a los sufrimientos del prójimo. Hay
la pena de estas criaturas, sino que se sensibiliza más y más, a tal punto que a que salir de ella verídico, compasivo y cortés. Y es de lo que nadie se ocupa”.
veces me basta sólo la fugaz mirada de un niño para comprenderlo todo!
¡No, no me atrevo a preguntar nada más! Pero tengo que justificar mi auto-
ridad en la escuela, tengo que intentar siquiera algo para decirle a la maestra FIN DE CURSO
que este alumno me ha prometido cumplir con sus deberes, repasar la lectura,
atender en clase. PASA DE GRADO
Y después de hablar un rato termino pidiéndole:
Me traes a mi una copia nada más. Cortita, lo que puedas, con lápiz, como sea. Antes de llegar a su casa ya le preguntaron la vecina y la señora de enfrente y el
Una vez por semana... y si puedes dos. Así yo le diré a la maestra que me traes a almacenero también:
mi los deberes, ¿entendido? ¿Pasás de grado?
Sí, me lo promete. Me lo promete y cumplirá. ¡Y yo tendré en mis manos unas ¡Y... no! — contesta con aire de suficiencia el niño.

30 31
Y pone ante los ojos de todos el papelito que lleva en la mano, al viento, sin doblar, y regalos, Navidad, Año Nuevo, Reyes, días de sorpresas y de ilusiones colmadas.
que dice con tinta negra, de puño y letra de la maestra: “Pasa de grado”. Pero para estos mis chicos pobres, de zapatillas rotas y delantales zurcidos
Ya en la casa, le muestra a su mamá el papelito con aire de triunfo, afloja la pobre hasta más no poder, las vacaciones no llenan ninguna ilusión.
cartera en un rincón, hace unas piruetas y se va a la calle, porque la alegría lo Viniendo a clase estaban más horas siquiera en una casa linda, amplia, con
empuja. grandes patios donde jugar con otros chicos, aprendiendo cantos, oyendo el pi-
ano.
Ahora, en la casa, pasados los primeros días de novedad, se añora el colegio,
NO PASA DE GRADO porque en el conventillo el patio está sucio, lleno de moscas, y en la calle los au-
tomóviles y los ómnibus ponen en peligro su vida a cada momento.
Ya se lo había prevenido la señorita muchas veces: él lo sabía, pero no se convence, y La escuela vacía, me he quedado sola en el amplio patio pensando en todas estas
lee otra vez la frase escrita en tinta roja: “No pasa de grado”. cosas. En ese momento entra una niña con el lápiz y un papel en la mano. Es otra
Dobla en cuatro eI papelito y lo guarda en lo más hondo del bolsillo del pantalón. alumna que quiere mi dirección para escribirme en las vacaciones. Se la doy,
Cuando la mamá le pregunta, dice tímidamente: y recuerdo la más linda cartita que he recibido en mi vida, de una alumna que
—No sé, no me dieron nada... decía: “La extraño de una manera insoportable”. ¡Insoportable, chicuela de Dios!
Pero ese día se porta bien, y no va ni a la calle... Se ha terminado el año. Alegrías, dolores... ¿Cuántas injusticias habré cometido
por ignorancia? ¿Acaso se leer bien en la compleja conciencia infantil para dar a
cada cual la palabra debida? Sé lo que me dicen: pero a los chicos tímidos, que
¡HASTA EL AÑO QUE VIENE, CHICOS! de tan humildes tienen miedo hasta de hablar, ¿los entiendo siempre?
Alegrías, dolores...
El turno reunido me ha contestado en pleno, más fuerte que siempre, como para Maestras que han sabido serlo, capaces de dejar fuera, al entrar en la escuela,
intensificar la despedida: todas sus preocupaciones, todas sus amarguras, para ser solamente la com-
¡Hasta el año que viene, señorita! pañera de estos niños más necesitados que nadie de ternura, han llevado en
¿Todos? Sí, todos ¡Pero cuántos de éstos no volverán más! la despedida la cariñosa mirada de sus alumnos, que iluminará sus vacaciones.
Los sacarán para que trabajen. De diez, de once años, sabrán lo que es ganarse Maestras comprensivas que se prodigaron y que estrecharon contra su cora-
el pan. Ahora están contentos, y dicen con orgullo: zón más de una vez al alumno torpe sin culpa de su torpeza, al alumno dísco-
—Me ponen a trabajar. lo sin culpa de su desatención, al alumno perverso, inocente de su maldad. Yo
Y piensan en el trabajo —que no conocen—como en horas de libertad, en el agradezco a ellas, en nombre de los niños, no las cuentas que enseñaron, no
taller o en la fábrica, sin obligaciones y sobre todo ganando sueldo. ¡Ganando los nombres de los ríos y montañas que fijaron, no las lecciones de historia que
sueldo! ¡Llevarle a la mamá, para que compre cosas, un peso y veinte todos los dieron, sino el momento de ternura que prodigaron, por breve, por fugaz que
días! fuera, porque bastó para hacer florecer una sonrisa en algunas conciencias na-
Tampoco vendrán más muchas de esas chicas que deben asumir funciones de cidas en la sombra.
dueñas de casas, para suplir a la mamá que está lavando para afuera... Y es para ellas el saludo, el saludo hasta de los que las recordarán el año que
¡Vacaciones!... viene y el otro y el otro más...
Despedidos los niños, le dicen adiós a la escuela con la mirada, al salón de Es para ellas:
clase, a las flores del jardincito, a la vereda donde al salir, todas las tardes, el ¡Hasta el año que viene, chicos!
hombre del fainá y el masitero los esperan con las canastas amplias llenas de ¡Hasta el año que viene, señorita!
cosas ricas.
El desbande es lento. A los chicos pobres, a estos mis chicos humildes les cuesta
dejar la escuela.
Para los escolares ricos las vacaciones significan playas jugando con otros
niños felices. Significan la proximidad de las fechas clásicas de los hermosos

32 33
NUEVA MORAL El primer día se tocó Strauss.
Sí, los chicos tienen el espíritu predispuesto a la belleza. Escuchan.
Se acerca una niñita llorando: De pronto noto movimiento inusitado en la fila de un tercer grado. Una niña
Me tomaron la goma de borrar. (Me tomaron significa me robaron.) se ha indispuesto. La sostienen dos compañeras que la traen a la dirección.
Las maestras no quieren que los niños digan: robaron, y les enseñan entonc- Está desvanecida y se oprime el estómago con ambas manos.
es una palabra que, significando lo mismo, sea menos áspera: ¡me tomaron la Mientras reacciona le pregunto:
goma! ¿Y a mi qué me dice? ¿Por qué no la cuidó? A mi no me toman nada ni pier- ¿Qué has comido hoy que pueda haberte hecho daño?
do nada porque cuido las cosas que quiero. Dc mancra que al que se le pierde Vacila en contestar. Por último, medio dicha, medio dejándola adivinar, tengo la
algo es porque no lo ha cuidado o porque es un tonto. Y en mi escuela no debe respuesta: Hoy no he comido y anoche tampoco porque en mi casa no hay qué
haber ningún chico tonto. (Naturalmente, como nadie quiere ser tonto, ya no comer.
vienen más con el cuento: “me tomaron o se me perdió la goma.) La audición de música ha terminado ya.
“¿La orientación artística —pienso—, y sin comer más de un chico de estos?
“Si —medito viendo tomar ávidamente la taza de leche que han traído a esta
OTRA criatura hambrienta—no sólo de pan vive el hombre, pero para que viva hay que
darle pan ante todo.”
El pleno recreo:
Un chiquilín me cuenta:
¡Señorita, Fulano me pegó! DOS CONFERENCIAS
¿Y a mi me lo dice, —respondo enojada—. Si le pegó péguele usted también.
A mi no tiene que contarme nada. UNA OBRA DE AMOR
Yo comprendo que esto no está muy bien, pero he pensado:
Si hasta ahora en las escuelas te ha enseñado que se debe presentar la mejilla Publico en este libro, donde he reunido notas de la vida escolar, esta conver-
izquierda si le golpean la derecha o que, por lo menos se perdone al que golpea, y no sación que hice por radiotelefonía. Es, más que un comentario, casi una traduc-
se ha conseguido otra cosa que esos mismos niños, de grandes, desencdenaran la ción de un libro francés donde trataban más ampliamente la obra de Bakulé. La
más terrible de las guerras, como la pasada guerra mundial, me he dicho: ¿No será transcribo aquí para dar a conocer a las maestras que no leyeron ese libro: “Trois
mejor enseñarles a los chicos a devolver —espontáneamente—golpe por golpe? pionners de l’éducation nouvelle”, la obra del gran educador.
Puede ser que así, cansados de golpearse de chicos sin ninguna consecuencia, Francisco Bakulé es un modestísimo maestro de escuela checoslovaco. Un
sean de grandes más buenos los unos con los otros... maestro, nada más. Su título, tan pequeño, tan insignificante que no dice nada.
Apenas si una manera de ganarse la vida... escasamente. En las esferas sociales
un dedo más arriba que el obrero manual, pero cien metros más abajo que cual-
ORIENTACIÓN ARTÍSTICA quier industrial rico o cualquier “estrella” de cine.
¿Cómo ha logrado destacarse en su oficio al punto de llamar la atención de
Como había oído una magnífica conferencia sobre orientación artística esco- gente entendida? ¿Cómo ha llegado hasta nosotros y hoy, a tantas millas de dis-
lar, me propuse llevar a la práctica en la escuela las teorías escuchadas. tancia de donde reside, una argentina, modesta también, distrae la atención de
—Es necesario —les expliqué a las maestras haciendo míos los términos del alguna gente comentando la obra de ese maestro!
conferencista— “que el niño reciba en la escuela sugestiones artísticas. El es- Es que Francisco Bakulé ha realizado una obra de amor. Y si una obra de amor
píritu infantil está predispuesto a la belleza, etc.” es en todos los tiempos algo digno de mención, en nuestra época, un poco ach-
Y seguí por un momento mi peroración, para terminar con un rotundo: no solo atada y vacía, es digna de los más calurosos elogios. Hablar de ella, de esa obra
de pan vive el hombre. y de su animador el hombre, es traer un poco de aire fresco, puro, vivificador, al
Convinimos las maestras y yo que diariamente, al empezar las clases, reuniría- ambiente sofocante malsano, a veces irrespirable de esta época. ¡Por lo menos,
mos los niños para hacerles oír durante diez minutos música selecta. a mi me ha entusiasmado tanto..!

34 35
Este maestro de quien no tengo la menor referencia de cómo es su persona mentos productivos capaces de procurarse ellos mismos lo que necesitan
fisicamente, mas a quien imagino con ojos tristes porque ha visto mucho dolor, para vivir” ¿Cómo? Por la vida misma, ya que no hay mejor maestra que ella.
pero con una boca sonriente porque quiere mitigarlo, se plantó en la vida con su Abre Bakulé de par en par las puertas de la vida para que llegue hasta sus
diploma de maestro bajo el brazo. Como si dijeramos, con nada. niños y la vean de cerca con sus claro-oscuros, con sus altos y bajos. Sin es-
Pero él tenía algo imprescindible, algo que no se compra ni se consigue, ni tatutos ni presidente, funda una sociedad entre ellos, con obligaciones.
lo da tampoco la naturaleza; algo que se obtiene con voluntad y comprensión; Una de ellas, la primera, es el cuidado del cuerpo. Esos cuerpos enclenques,
tenía la alegría del oficio. Amaba su oficio de maestro, le parecía que él podía ser esos miembros mutilados han de ser higiénicamente atendidos, ya que ellos,
útil y así fue. En los primeros años de empleo, viviendo con los niños y amándo- maltrechos y todo, han de ser su sostén. Paralelamente se atiende a la elevación
los, los comprendió. No en balde es aquello de “quien ama, comprende”. del espíritu, a su cuidado, a su higiene, ya que también de él depende la felicidad.
Pero, en 1913, lo nombran maestro de un instituto de niños inválidos. A unos Bien pronto los inválidos adquieren una noción justa de la vida. Bakulé les en-
les faltan los brazos, otros no caminan por impedírselo la parálisis, otros son seña lo primero que debe saber todo ser: a no esperar nada de nadie. Ni los mila-
contrahechos, de grandes cabezas y miembros débiles y, para que no falte nada gros del buen Dios, ni la piedad de los hombres les procurarán lo que necesitan.
en este cuadro miserable, hay tambićn huérfanos y niños recogidos quc no con- Nadie. Lo que se da puede quitarse un día. Lo que se recibe por favor no tiene
ocicron padres. sabor a nada. Ellos aprenden que lo único que sabe bien es lo logrado por esfuer-
Y a estos niños había que darles instrucción en primer término, según la orden zo propio con trabajo. Conocen entonces el valor del trabajo y la alegría que da.
del Consejo Escolar. Y lo primero que se le exigió a Bakulé fue el programa de Para Bakulé y sus alumnos, el trabajo no es una maldición, como dice la Biblia,
estudios que iba a desarrollar con ellos. El primer día, en seguida, sin esperar a sino una bendición, una alegría; no el pavoroso dicho “ganarás el pan con el su-
que el maestro se orientara, conociera ese elemento. dor de tu frente”, sino esto: “eres hombre, tienes derecho al trabajo, que es, con el
Era el primer instituto de esa especie que se creaba en Bohemia y quizá en el amor y la belleza, lo más grato de la vida”. Trabajando iban a olvidar sus miserias.
mundo entero. Se necesitaba observar, tantear, hacer experiencias. Las auto- Trabajando — dice Bakulé en sus memorias—, Juan no pensaba en sus piernas
ridades no entendían estas cosas —en todos los países las autoridades... son paralíticas que no le servían para nada, y Francisco, el que no tenía brazos, salta-
autoridades— y exigieron el programa; y Bakulé lo mandó para que lo dejaran ba de alegría sobre las mesas al terminar con los pies ¡su primer trabajo!
en paz. Mandó cualquier cosa, y después, ya tranquilo en ese sentido, empezó La divisa de la comunidad fue: trabajar. Nada de leer en los libros y repetir
a trabajar. Y, naturalmente, empezó a desobedecer. Digo naturalmente, porque como loros las lecciones. ¡Trabajar!, pero no en el taller obligado, sino de acuer-
todas las grandes cosas tienen su origen en la desobediencia. Y la desobedien- do con la vocación individual. Y ese es el mérito de este maestro: desentrañar
cia consistió en esto: a él lo emplearon para que instruyera a esos niños, para la vocación de cada uno de sus alumnos, alentarla, hacerla fructificar en obra.
enseñarles a leer, escribir, hacer cuentas, geografía y gramática. Pero él pensó Él no era ni un artista ni un artesano. Él no había aprendido más que el oficio
que esto no era lo urgente, ni lo imperioso. A ese montón de desgraciados había de maestro de escuela. Y cuando se trató de hacer un armario, tallar una caja,
que enseñarles a vivir. ¡A vivir! Pero a vivir plenamente, que no es el vivir animal encuadernar un libro, tuvo que aprender. Fue a los talleres, observó a los obreros
de comer y dormir o del común de las gentes que leen, escriben y hacen cuentas vio cómo y corrió a su escuela. Después los llevó a ellos mismos, cuando alguna
como máquinas, sino a vivir amando la vida, amando la belleza, comprendiendo dificultad surgía. Los bancos de la sala de clases fueron desterrados y su lugar lo
a los hombres, siéndoles útiles. ocuparon mesas y herramientas de labor. Mientras trabajaban, cantaban. Y, en
¡Dura tarea! ¿Cómo podrían amar la vida quienes desde pequeños habían sido las horas de ocio, él les leía trozos de literatura selecta y accesible a sus espíritus
tan duramente castigados por ella misma? ¿cómo adorar a la Naturaleza que o, con el lapiz en la mano o —en el pie—, trazaban líneas, figuras. Habían apren-
sólo habíales concedido deformidades, y a la belleza quienes eran una irónica dido a hacer estudios de expresión entre ellos mismos, observando los cambios
muestra de fealdad? ¡Dura tarea! ¿Y cómo hablarles de deberes para con sus de los rasgos fisonómicos de acuerdo con los estados del espíritu.
semejantes a quienes no les habían dado el derecho de ser siquiera normales? Así pasó casi el primer año, olvidados los chicos y el maestro del programa,
Bakulé busca el medio. Él no piensa en la escuela ni en el programa oficial: cuando las autoridades escolares le devolvieron aquel que él había mandado,
busca sin descanso el medio de que los miembros de esa comunidad “sal- diciéndole que tenía que hacerle algunas modificaciones.
gan de las llamas y las tinieblas de su infierno espiritual para ser conducidos Bakulé no se inquietó. Pensó que si habían tardado ocho meses para revisarlo,
a su lugar”. “Ellos no deben ser parásitos que se toleran por piedad, sino ele- él podía tardar otros ocho meses en modificarlo.

36 37
El maestro da conferencias, cobrando entradas para reunir fondos, y los chi-
cos dan representaciones teatrales con gran éxito.
Pero empezaron las visitas de inspección al Instituto, y si al principio, al pre- ¿Qué misteriosa atracción fluye de esta comunidad estropeada? Lo cierto es
guntarle si les enseñaba a sus alumnos lectura, escritura y cuentas, él podía que los niños sanos de Praga, muchachos de la calle sin oficio, sanos de cuer-
conformarlos diciéndoles: “si, les enseñaré más tarde... “, ya al último la pacien- po, pero acaso ya viciosos o predispuestos a delinquir, se acercan a la casita de
cia de los inspectores se acababa, y exigían esas materias. las tres piezas baratas. Al principio, un sentimiento de curiosidad. Vienen a ver
Pero también llegó por sí sola la hora en que los mismos niños sintieron la cómo trabajan estos inválidos. Les asombra ver que el jefe del taller, el más hábil
necesidad de aprender a leer y escribir. De la manera más simple. Un domingo. y el más entusiasmado, es Francisco, el muchacho que no tiene brazos. Luego el
Descansaban. De pronto, uno de los muchachos se acerca al maestro y le dice: asombro se convierte en respeto, en simpatía, en cariño por esos lisiados que
Hace un mes que no vienen a verme de casa. No sé si pasará algo. Yo quisiera los invitan a entrar, que les ofrecen enseñarles a trabajar como ellos. Entran,
escribirles una carta. forman parte del taller, aprenden los mismos cantos, oyen los mismos relatos,
—Y, escríbeles... —dice Bakulé apenas si levantando la vista del libro que leía. ríen con la misma risa sana del trabajo feliz, y forman ahora sanos y enfermos la
—Es que yo no sé— responde el chico. comunidad.
—Bueno; te enseñaré — dice el maestro. Los lisiados hablan a su maestro: hay que trabajar mucho, dicen; vamos a tra-
La voz se corre. Otros chicos y otros más quieren también escribir cartas. bajar fuerte, así ampliamos el taller y la casa, para que puedan venir a nuestra
Ponen empeño. La mano acostumbrada a manejar útiles de labor y a dibujar escuela los otros niños.
cosas no puede ser torpe para dibujar letras. Hay memoria y hay interés por Los otros, ¡Los otros son los sanos! ¡Ellos, los inválidos trabajarán para los
aprender. A los quince días son capaces de escribir una cartita. A los dos meses sanos! Yo no he podido leer eso sin sentir la honda emoción de las lágrimas...
leen y escriben de corrido. ¡He aquí un fantástico resultado! Porque este rasgo de esas criaturas es divino, no humano.
En esa época —1914— estalla la guerra. El instituto de niños inválidos se Más tarde, cada día más floreciente el instituto, una muchacha norteameri-
necesita para heridos de la guerra. Bakulé debe ahora atender a hombres pero cana, miembro de una Cruz Roja, se entera de la obra que realiza esta escuela.
no por eso se aleja de sus alumnos. Al contrario, deja a éstos que alternen con Se hace amiga y logra llevar a Norteamérica a Bakulé y sus niños. Ellos no van
los heridos y que saquen conclusiones humanas. Bakulé no descuida detalle a enseñar lo que saben; van con sus canciones admirables de ingenuidad y ar-
para hacer de sus niños hombres de paz. Y la vista de cerca de los horrores de la monía, van con diseños, con sus plásticas, pero sobre todo con su corazón puro
guerra producirá en esos corazones sensibles más amor a la paz. y alegre. Se hacen amar amando, y realizan con su visita una obra de fraternidad
Terminada la guerra, los espíritus, aún trastornados por las derrotas, quieren que salva las fronteras y que no podrá morir. En el Congreso Internacional de
apresurarse a poner orden. La autoridades escolares observan a Bakulé como la Nueva Educación realizado en 1929, en una ciudad de Alemania, Bakulé se
maestro. No lo encuentran suficiente patriota, ya que él pone muy a menudo en presenta con sus 40 niños. Ellos intervienen en la apertura del congreso con un
los labios y en el corazón de sus chicos la palabra humanidad. Surgen divergen- concierto vocal que asombra al auditorio. Los criticos musicales dicen que se
cias insalvables y Bakulé es obligado a dejar su puesto. trata de un coro insuperable. Canciones populares, heroicos, poesía, gracia, y
Entonces, se produce el más emocionante de los hechos: un grupo de alum- fuerza, duelo, melancolía, desgarramiento y júbilo, todo lo interpreta este coro
nos sigue a Bakulé. Se van con él. ¿Adónde? A ganarse la vida, bien o mal, pero maravilloso, la cara de cuyos componentes se ilumina, irradia mientras cantan.
al lado de su maestro. Con el grupo de niños va también una muchachita, una Llevan también un exposición de trabajos de dibujos humorísticos, originalísi-
criatura raquítica, con giba en el pecho y en la espalda, y tan miserable que tiene mos, objetos de madera tallada, en materiales cincelados. Y, a todo esto, Bakulé,
15 años y representa 9. Es una excelente encuadernadora y se une al montón de sin saber dibujar, ni plasmar, ni cantar. ¡Pero sabe amar! Amar con inteligencia.
desheredados, desheredados mucho más ricos que muchos ricos de la tierra, Y ese amor realiza el milagro de sacarlo todo de la nada. Por eso he llamado a la
porque tienen fe en sus fuerzas y alegría de vivir. obra de este maestro: “Una obra de amor”.
En una callejuela apartada alquilan una casa de tres piezas, las cuales de día
son taller y de noche dormitorio. No hay dinero para comprar camas al principio;
no importa; las cajas de herramientas servirán de almohadas y no serán del todo
duras para esas cabecitas voluntariosas y dignas.

38 39
SUGESTIONES A LAS MAESTRAS JÓVENES defenderse, y el maestro no tiene que defenderse sino atacar, atacar siempre los
prejuicios, la rutina, la ignorancia, la injusticia.
(Conferencia pronunciada en Santa Fe en julio de 1932. La publico a pedido de Con el diploma se han olvidado de todo y, lo que es peor—lo trágicamente
muchas personas que la escucharon y tal como fue dictada —a pesar de haber peor—es que se han olvidado de su deber: vivir, pero vivir quiere
sido escrita al correr del lápiz— porque, de corregir o agregar, no sería ya aquella decir renovarse, y renovarse es mezclarse “al ritmo de la vida y de las cosas” y
conferencia). estar atento a todos los rumores, al más insignificante, al que parece más oscu-
Me dirijo a las maestras jóvenes —recién recibidas—y a aquéllas aque, a pesar ro o más necio quizá, y tomarlo con el espíritu y acogerlo y hacerlo propio si ese
de los años de tarea, conservan la indispensable frescura de espíritu y el entu- rumor encierra un nuevo valor o si ese rumor trae un clamor de angustia.
siasmo necesario para comprender ciertas cosas que voy a decir y que están al La maestra argentina no se entera ni oye nada. Yo he podido comprobarlo algu-
margen del orden establecido. nas veces:
Y no me dirijo a las madres, porque a las madres jóvenes apenas les alcanza Hace poco, desde un diario de la Capital, me dirigí a las maestras argentinas
el tiempo para lavar y alimentar a sus hijos; las madres ricas necesitan las horas pidiéndoles me acompañaran para obtener la supresión del presidio de Ushuaia,
para atender sus deberes de sociedad y las mujeres de la clase media se pasan que es la más vergonzosa de las instituciones del país. Nadie respondió a mi
sus días preocupadas en ser —o parecer—de la categoría. superior social. llamado.
Quédanme entonces las maestras, a quienes se entrega el tesoro de la mate- “Las cárceles de la Nación deberían ser sanas y limpias, para seguridad y no
ria primitiva que es el niño. Ellas son las que deben poner su hombro para alzar para castigo de los detenidos” les recordaba con el artículo de la Constitución.
el ideal humano. Y ojalá, contemplando su obra en el futuro, se enorgullezcan de Nadie hizo eco a mi voz. Nadie unió su voz a la mía, que se perdió así en el
haber contribuido a formar una generación muy superior a la nuestra. vacío. ¿Nadie? No es verdad. Me ha respondido un eco: el clamor cada vez más
Todo lo que yo diga aquí: cosas inconexas, frases sueltas, recuerdos de una hondo y más trágico de esos desgraciados presos...
lectura, transcripción de un pasaje, comentario a un párrafo que me ha impre- Yo no pedía —porque comprendo que hubiera sido ridículo ahora— la liber-
sionado, es todo lo que sin método —pero con honesta finalidad— se me podía tad de los penados, sino que se suprimiera aquel antro de horror y se trajeran
ir ocurriendo decirle a una muchacha de buena voluntad que con su flamante los penados a otro establecimiento más cercano, donde el control de las auto-
diploma de maestra bajo el brazo me preguntara: ridades o del pueblo evitaría las inhumanidades con que está escrita la historia
—¿Qué puedo hacer? del presidio maldito.
Yo —claro está—no sabría responderle trazándole un programa de acción, No logré conmover a nadie, repito, porque la maestra argentina vive aún en la
primero porque no podría erigirme en orientadora de la juventud, y segundo creencia de que a ella sólo le incumbe enseñar a leer, a escribir y hacer cuentas
porque no creo en la eficacia de ciertos programas. y, sobre todo, cree que tiene el deber de encontrar ideal el orden establecido.
Le diría estas cosas que sugieren simplemente, de las cuales puede tomarse Y, sin embargo, nadie mejor que la maestra para comprobar por sí misma que
alguna idea, plantear algún problema, despertar alguna inquietud. no es posible, que no es justo, que no es humano este estado social a base de
mentira e injusticia, que mientras hay gentes disfrutando de cuanto placer y
bienestar pueda concebirse, hay chicos que van sin comer a la escuela. No es
LA MAESTRA Y SU POSICIÓN ACTUAL EN LA SOCIEDAD leyenda. Hace apenas unos días, la estadística de la Capital dió esta cifra horri-
ble que llena de piedad al corazón más árido: treinta mil chicos, decía, concurren
Es doloroso confesarlo y más doloroso aún comprobarlo: la mayoría de las a las clases mal alimentados: cinco mil, ¡cinco mil! sin haber tomado alimento
maestras de mi país vive al margen de la hora actual. Las excepciones confirman alguno!
la regla. Viven las maestras al margen de toda preocupación social, imperme- ¿Puede enseñar una maestra a esos chicos hambrientos que está bien el or-
ables a toda inquietud de clases, ajenas a toda lucha de superación, lejanas a den establecido, que nuestro país y todos los países no tienen que hacer otra
toda idea de renovación de valores. cosa que conservar las instituciones tal cual están, las organizaciones sociales,
Les ha bastado pasar por la Escuela Normal y salir con su diploma bajo el bra- las leyes de hoy? Imposible.
zo para sentirse dueñas y señoras de sumisión.
Cierto, el diploma es escudo; pero el escudo es necesario a quienes deben

40 41
EL DEBER DE LA HORA PRESENTE LA PERSONALIDAD DEL MAESTRO

El maestro debe estar siempre más allá del presente, porque debe anticiparse Para que el maestro tenga personalidad ahora, en este tiempo sobre todo de
al ritmo de la vida, ser un centinela avizor que a fuerza de desear la luz la vislum- pesimismo y de derrota, de fracaso y de experimentaciones, ha de creer, tener
bre antes que nadie. Solamente un necio o un ignorante pueden permanecer confianza en el triunfo definitivo de todo esfuerzo sano, de toda obra alta de
indiferentes a este enorme período decisivo que está viviendo la humanidad. toda noble intención.
Guerras, revoluciones, hambre, suicidios... ¡Creer! Pero creer con optimismo, digo yo.
¡Pueden muchos negarlo, ocultarlo! Pero el cielo se tapa con un pañuelo y al Mirando la injusticia actual creer: esto terminará pronto.
mar para no verlo basta con poner la mano delante de los ojos... ¿pero acaso Con el tiempo... dirá la voz del sentido común.
dejan de existir por eso el cielo o el mar? El maestro no ha de tener sentido común sino ser un nuevo Quijote.
Detrás de esas palabras trágicas de los diarios: guerras, revoluciones, hambre, Debe responder peleando:
suicidios, una nueva luz avanza. ¿Con el tiempo? ¡No! Al tiempo lo que es del tiempo. A las cosas del sentimien-
No es un secreto. El edificio social se derrumba. ¿Qué debe hacer el maestro? to, del afecto, los hombres pueden resolverlas sin esperar al tiempo en cuanto
No es cuestión de ponerse a llorar cuando vemos derrumbarse la vieja casa, ni comprenden lo que quieren y lo que deben.
siquiera tratar de apuntalarla, porque está roída en sus cimientos y deshecha ¿Mañana? No, hoy, ahora mismo. Mañana —recordemos a Ingenieros— es la
por sus cuatro costados, sino salir de ella, respirar aire pleno y construir un nue- mentira de los espíritus débiles.
vo edificio con nuevas bases y con nueva arquitectura. Hoy, ahora mismo. Creo. ¡Y ahora!
Para esto el maestro no necesita salir a la calle a levantar barricadas ni inscrib- Y después de creer, de tener esa “religiosidad”, el maestro, para comprenderlo
irse en tal partido político o agrupación social por perfectos que parezcan, pues todo, debe poseer en primer término cultura general.
el maestro debe estar siempre más allá de toda agrupación. Cultura general no significa que sea una enciclopedia. Tampoco la da la Escue-
¿Cuál es entonces su misión? la Normal por buena que ella sea, porque en la Normal apenas si nos forman la
Decía Kant en su Introducción a la Pedagogía: “Un principio del arte de la ed- aptitud para aprender mañana, viviendo. Cultura general es el conocimiento de
ucación en el que deberían fijarse especialmente los encargados de dirigirla, es la vida, “un criterio acerca de la vida y el hombre”.
el de que no se debe educar a los niños conforme al presente, sino conforme a Cultura general no es, precisamente —y recuerdo palabras de Luis de Zulue-
un estado superior, más perfecto, posible en el porvenir de la especie humana es ta—, “una explicación científica del Universo, sino una interpretación moral de la
decir, conforme a la idea de Humanidad y a su completo destino.” vida que le permita vivirla con sentido, con orientación, dándole valor”.
En la hora actual urge tomar una actitud. Para que, producido el cam- Esa comprensión, ese criterio acerca de la vida no se encuentra en ningún
bio profundo que se vislumbra, puedan los hombres disfrutarlo, para que libro de pedagogía, ni de psicología, ni de filosofía siquiera. Lo da el vivir, los li-
no sea esteril todo este dolor que precede al parto de los espíritus, para bros de todas clases, las conversaciones de distintos individuos, la admiración
que no se limite la conmoción social a un cambio de amos o al triun- artística, la belleza de la música, la contemplación de la Naturaleza, los juegos
fo de la envidia y no del amor, para que no resulte luego que los oprimi- inocentes de los niños, la torpeza de los malos, el reír a tiempo y el cantar al sol
dos de hoy pasen a opresores de mañana, los hambrientos a ahitos y los todo eso mezclado, unido, saturado, diré así, de desinterés y de amor.
pobres a ricos e injustos, la maestra debe enseñar a sus alumnos a aquilatar los No puedo hablar de cultura general de la maestra argentina sin recordar un
valores que hoy están depreciados y que no los da el dinero, sino la vida misma. detalle ingrato que presencié: en rueda de maestras —cierto día— comprobé
Lo importante para que nada se pierda, es formar una personalidad al niño, que gran parte de ellas no conocían el Museo Nacional de Bellas Artes de Bue-
pero para ello deberá el maestro tener la propia, porque “una personalidad hu- nos Aires. No era falta de medios: les quedaba el Museo a pocos minutos de
mana superior no se forma más que por la acción, el contacto, el estímulo de ómnibus, muchas habrían pasado mil veces por delante y no miraron por indifer-
otra personalidad humana superior”. encia, por negligencia, que sé yo por qué.
No será un templo perfecto de arte nuestro museo, pero si es lo único que
tenemos, ¿Cómo no ir las maestras allí a deleitar su espíritu contemplando esos
cuadros y esas esculturas, admirables unos, hemosísimos otros y, los peores,

42 43
cuando menos el resultado de una inquietud espiritual del artista? vocación”.
La maestra no debe olvidar tampoco los conciertos, y así su espíritu He ahí el más alto concepto del trabajo: el trabajo alegre.
ha de compenetrarse —para transmitirlo a los niños— del riquísimo folk- El trabajo, el más humilde, la más mecánica de las tareas hecha con amor, co-
lore nuestro. Las canciones típicas y los bailes argentinos no debe ignorar- bra un nuevo sentido. El trabajo hecho con amor debe ser otro de los principios
los una maestra. Enseñar los bailes nativos es hacer obra de tradición y de a enseñar al alumno.
gracia. Huellas y zambas, estilos y chacareras, vidalitas y cielitos, suaves, Pero ¿puede ahora hablarse honradamente de la alegría del oficio?
sentimentales, ingenuos o traviesos, son bailes que deben enseñarse en El colono que surca la tierra con su arado bajo el frío de mayo y recoge la mies
las escuelas a todos los niños para formar nuestro tesoro artístico que bajo el sol de diciembre, ¿puede amar la tierra que fecunda si sabe que su traba-
se va perdiendo, por desgracia, en la indiferencia de las gentes. jo sólo beneficiará al dueño del campo, que reclamará todos los frutos mientras
La maestra debe estar siempre buscando su perfeccionamiento. Carga pesa- él y sus hijos viven en la miseria?
da resulta, a veces, este deambular con ansiedad hacia lo más bello. ¿Pero qué ¿Se puede hablar, ahora, de alegría del oficio a un minero? Baja a seiscientos
artista no la soporta? Preguntad a un músico verdadero: es un esclavo de su metros en medio de las sombras y el aire enrarecido. Saca de las entrañas de la
arte. Toda su vida ha de ser estudio para encontrar una pureza de sonido o una ruina la piedra que nos dará el calor, la luz, la vida misma. Dobla sus espaldas,
nueva idealización que persigue. reseca su garganta. Ásperas las manos temblorosas: ¡trabaja! ¿Es la bendición
El escultor de alma, por más famoso que sea, ¿puede considerarse satisfecho de su de su hogar, acaso? ¿cómo no maldecir de su trabajo, si sabe que con su produc-
obra y desentenderse de su trabajo’? to no ha de llevar siquiera abundante comida a sus hijos?
También el maestro lleva la carga de su misión: es artista. Hasta que el deber del trabajo no dé derecho a disfrutar de todos los goces de
Si artista es el que crea, el que forja una nueva estrofa, un pasaje musical, un la vida no se puede, no es posible hablar de la alegría de todos los oficios.
cuadro o una estatua, ¿cómo no va a ser artista el maestro que forja, que modela, Pero el maestro sí debe sentirla. El maestro es un artista: sienta él la vocación,
que crea el espíritu del niño? He aquí cómo he llegado a lo que siempre pensé: ame su tarea para que ahora, hoy mismo, sea una realidad total la alegría de
el maestro es un artista y como tal tiene los derechos y los deberes del artista. todos los oficios.
Derechos y deberes se complementan; éste es un principio que debe inculcarse
en el espíritu infantil en primer término. Derecho es lo que puedo hacer, deber
lo que estoy obligado a hacer. Lo que puedo hacer por mi voluntad, lo que estoy EL ARTE
obligado a hacer también por mi voluntad.
Los derechos sin deberes no son valores ante nuestra conciencia. Por ejemp- Los verdaderos artistas son los que aman su oficio entrañablemente,
lo, al derecho de disfrutar del sol corresponde el deber de amar al sol. El derecho “Vencedores de la mediocridad de los hombres, vencedores de su propio des-
al descanso, el deber de llenar ese descanso con la fatiga de crear una nueva tino, vencedores de su dolor”, como Beethoven.
visión, una nueva inquietud. El derecho al respeto que tengo como hombre, el Los grandes artistas como él, Miguel Angel, Tolstoi, “son grandes ałmas que se
deber de solidarizarme con los hombres. sacrifìcaron para el bien” devolviendo ese tesoro que tienen con obras para in-
Entonces, si quiero tener derecho a que como maestro se me llame artista, fundir —como dijo el genial músico, por ejemplo-- “un poco de valor a la pobre
tengo el deber de sufrir lo que el artista para superar y crear. humanidad”.
He aquí, entonces, que producen para todos como el sol brilla para todos y el
aire y la tierra deben ser para todos.
EL TRABAJO Y sin embargo, piense el maestro, meditando con ejemplos, que el arte es pos-
esión, propiedad de quienes tienen dinero para pagarlo. El arte que no se paga
Para no desmayar en la tarea hay que sentir la alegría del oficio de ser maestro. llega al pueblo generalmente envilecido, degenerado, empobrecido.
Decía Azorín: ”Quien no ama su oficio, quien no siente la alegría de su trabajo ¡Y cuánto nos hace falta para mejorar el corazón del hombre!
no es honrado, porque no puede ser buen blanqueador ni buen albañil quien La contemplación de una obra bella influye sobre el espíritu mil veces más que
no pone en su pintura o en la pared que construye lo mejor de sí mismo, que el mejor curso de moral dictado.
es el espíritu, y no pone espíritu en su obra quien no siente por ella verdadera Por eso las maestras han de procurar inspirarse allegándose a las obras de

44 45
arte y, si es posible, practicándolas. do la debilidad de replicarme: —Pero si no hubiera matrimonio legal, ¿quién se
Una maestra amiga que practica el arte de la danza clásica me decía hace responsabilizaría y cuidaría de los hijos? Y yo les respondo: —Me parece que si
unos días: Cuando tengo pena o amargura me encierro en mi cuarto y bailo mis la ceremonia del matrimonio es necesaria como una protección que asegure el
danzas. Se me limpia así el espíritu. cuidado y la educación de los hijos, quiere decir que usted se casa con un hom-
¡Se me limpia así el espíritu! Frase sencilla y gráfica a la cual no hay nada que bre de quien usted sospecha que, en otras condiciones, negaría su apoyo a sus
agregar. hijos; en este caso, lo que usted firma es un contrato plebeyo. Porque usted se
¡Si pudiéramos sobre todo hacer disfrutar del arte a las madres! Ellas lo necesi- casa con un hombre de quien usted ya sospecha que es un villano”.
tan más que nadie, pero lo necesitan perentoriamente, como perentoriamente Estas palabras de la Duncan sintetizan —a mi juicio el concepto que del matri-
necesitan de alimento especial para que el hijo en gestación nazca más fuerte. monio surge en la conciencia de muchas mujeres inteligentes.
El arte influye en el niño desde antes de nacer, y es probable que si todas las Pero este tema es motivo de detenido examen, y a mis maestras jóvenes, que
madres disfrutaran del arte engendrarían hijos más aptos, diré así, para el amor. están deseando casarse sin duda, no puedo desilusionarlas más. Solo báste-
les tener presente que no hay amor sin libertad, pero la libertad del amor solo
será un hecho cuando se sepa bien dónde acaba la libertad y dónde empieza el
EL AMOR libertinaje.
La libertad del amor es la más responsable de las libertades, e implica más
¿Cómo —preguntaréis— es que no está lleno el mundo de amor? ¿Es que es deberes de los que suponen las gentes.
tan dificil amar? Volviendo al punto de partida diremos que falta amor en el mundo. Todo lo
No hay amor. Hay pasión, hay deseo, hay costumbre, hay interés, no hay amor prueba. Pero nada de una manera más absoluta que la pasada guerra mundial.
porque no hay comprensión entre los hombres y menos aún de hombre a mujer. ¿Cómo es posible que, de haber amor se hubiera desencadenado tal furia de
Me refiero a “l’ amor che renuove il sol e l´altre stelle”, como dijo Dante, o tam- odios?
bién al amor que inspira ese “disiato riso”, es decir, que desea besar la sonrisa de Si las mujeres amaban, ¿cómo dejaron ir a matarse a sus hombres? ¡Y lo que es
una boca amada! A ese amor me refiero. peor, alentándolos, arrojando flores al paso de los batallones, aplaudiéndolos!
Del otro, del torpe, del todo sentidos está llena la vida. Los ejemplos los dan las Oigamos lo que a propósito de ello decía Andreas Latzko en su libro “Los hom-
crónicas policiales. Dificulto que haya un país donde se cuenten más crímenes bres en guerra”:
pasionales que en el nuestro. “La mató y se suicidó”. Pero el amor no mata, el “No, no a la guerra. La guerra no a más que lo que debe ser. ¿Te extraña a ti
amor crea. El amor se mata tal vez, pero no hiere al objeto que lo motiva, dice que sea tan cruel? Sólo la partida fue falaz. La crueldad de las mujeres, esa es la
Barret. ¡Pobre amor, ridiculizado más que nunca en estos tiempos, y que debe sorpresa. Que hayan tenido la horrible fuerza de sonreír y de arrojar rosas; que
estar oculto por ahí, esperando más claras épocas para reinar! hayan podido dar, sí, dar a sus maridos, a sus hijos, a los pequeñitos a quienes
Hablando de amor viene a mi mente el problema del matrimonio, en que un vistieron más de mil veces y acariciaron mucho más de mil, a quienes dieron la
nuevo concepto se abre camino. Y a propósito de matrimonio recuerdo unas fra- vida con su propia vida. Eso es lo que sorprende.”
ses que leí en un libro de Isadora Duncan. En un libro que probablemente habrán “¡Decir que ellas hubieran podido salvarnos y se han contentado con ser cas-
leído muchos de quienes me escuchan. Lo escribió la bailarina trágica. quivanas! ¡Y lo mismo en todas partes, en todas partes del mundo!”
Confieso que empecé a leer ese libro con prevención. ¿Qué podría decir de Maestras jóvenes a quienes hablo: ¡ojalá nunca vuestros compañeros os di-
sustancioso una bailarina? Una bailarina es un ser a quien concebimos con pies rijan de viva voz o con el pensamiento este amargo anatema! Y para eso sed
de pluma y con cabeza de pluma también. Lo empecé a leer con prevención — fervientes pacifistas.
decía— y lo terminé con admiración. Tiene la Duncan ideas sobre el amor, la
amistad, el arte, que realmente sorprenden.
Dice a propósito de la mujer casada: “Empecé a observar las caras de las mu- LA PAZ
jeres casadas y noté que en cada una de ellas había estigmas de esclavitud”.
Más adelante añade: Una maestra que todos los días, en todas las horas de su vida no haga obra de
“Muchas mujeres a quienes he predicado la doctrina de la libertad, han teni- Paz, no es maestra.

46 47
La paz no debe mirarse como un estado transitorio que pueda terminarse por Segundo Sombra, de una pieza su hechura y de una hechura su talla!
la invasión de un país vecino. La paz debe ser duradera, eterna, propia, con la Sería desdecir de las mujeres cuyanas que ayudaron en su hora a salvar el país,
misma eternidad del aire que respiramos. de los soldados desconocidos y de los héroes recordados, valientes, íntegros,
Para eso es necesario suprimir la guerra. Pero la guerra se nutre, vive, se desar- salvadores como los que más!
rolla a expensas de la patria. Pero si mi amor por la patria —que es todo eso— debe detenerse en la fron-
Modificando la idea de patria la paz mundial sería posible y no ya un ideal por tera, yo reniego del patriotismo, porque entonces el patriotismo es un molde de-
desgracia todavía lejano. masiado chico para mi amor.
El maestro es quien debe dar el verdadero valor a la palabra patria. Permitidme Yo no sé odiar a las demás patrias. Amo a la mía sobre todas las otras pero no
que transcriba aquí al admirable Barrett: contra todas las otras.
“Si no fuera por las bayonetas con que aún les podéis picar las espaldas, ¿con “Un amor que se detiene en la frontera no es más que odio.”
qué argumentos les arrancaríais de su tranquilo trabajo a los obreros para ob- La maestra no debe odiar, porque ella debe tender al triunfo del amor y no del
ligarlos a ir a la guerra? ¿A qué concepto, a qué emoción apelaríais?. odio.
—La patria lo quiere — les diríais tal vez. Maestra pacifista: se burlarán de ti. Te dirán: la guerra es necesaria. ¿Para qué?
¿Qué es la patria? —pregunta el proletario—. ¿Es el templo? Está vacío. ¿Es la Antes, en la antigüedad fue un medio de acercar los pueblos, de mezclar las
ciencia? No tiene fronteras. ¿Es la fortuna? La fortuna suele estar del otro lado razas, fomentar el comercio, crear nuevas industrias, pero ahora! Ahora está la
de los mares. ¿Es mi linaje? Las castas se confunden pacíficamente. ¿Es la tier- ciencia que no tiene fronteras y alcanza a todas partes y lleva la voz sobre las
ra, acaso? No es mía. No eres tú mi compatriota, sino el proletario de la nación montañas y despliega las fantásticas aves de acero más lírica y más fuertes que
vecina. Deseáis mi vida para salvar —no la patria que habéis inventado— sino las alas de los pájaros, porque las impulsa el cerebro y la voluntad del hombre!
vuestra propiedad. Os dirán: la guerra nació con el mundo, los animales luchan!
“Soy francés, me dices que Alemania me ha insultado. No hay Alemania para El maestro “debe lanzar las ideas nuevas contra las ideas viejas: hay que con-
mi, no hay más que alemanes. No sé qué alemanes me han insultado, pero estoy spirar contra el pasado y barrer los fantasmas”.
cierto de que no ha sido ninguno de los millones que como yo aran el campo en Al pesimismo de los que creen en la eternidad de la guerra, la maestra debe
que ni siquiera nos enterrarán. mostrar su optimismo proclamando a todos los vientos que la solidaridad hu-
¿Que vienen, que invaden el país? ¡Pobres hermanos nuestros en esclavitud! mana es grande pero está descentrada, desviada por intereses creados a la que
Vienen espoleados por el terror y aterrado también marcharé yo contra ellos.” es preciso combatir!
Ante esta reflexión de los pobres del mundo sin los cuales no sería posible la Y una voz de orden: “Sólo el amor arraiga y procrea, lo demás sucumbe”.
guerra, por cuanto constituyen la carne de cañón, ¿qué debe pensar el maestro? Y eso también lo dijo Barret.
El maestro debe definirse y ser antes que nada el más fervoroso antimilitarista. Disculpadme si me apoyo en Barret a cada momento, pero es que él ha dicho
Esto no significa ser antipatriota, ¿Cómo puedo dejar de amar a mi patria? tan bien todas estas cosas que yo quiero decir! Nunca terminaré
Sería denegar de mi pueblo, de los frutos de la tierra que hicieron la carne de de admirarlo —grande y olvidado Rafael Barrett!—. Optimista y valiente, sólo
mi cuerpo y la luz de mi alma, olvidarme de las chicas con quienes jugaba y reñía sus libros son capaces de reanimarme a la lucha cuando flaqueo.
en la escuela, de las flores que me mandaba mi novio, de las naciones que acun- “Solo el amor arraiga y procrea —repitamos con él—, lo demás sucumbe”.
aron mis sueños, de los rulos que caían sobre mis hombros, de la visión de mamá Ya véis, maestras jóvenes, si tenéis tarea que realizar: modificar las ideas sobre
esperándome en la puerta al regreso del colegio, de los bailes, de mis amigos, de trabajo, sobre arte, sobre paz!
mis enemigos también, que son parte de mi vida y de mi patria, sería renegar de
este montón de hombres hermosos y de mujeres bonitas que hablan como yo
y andan por las mismas calles de mi ciudad, acaso llevados por el mismo afán. LA MUJER ARGENTINA
Sería olvidarme de las músicas criollas, mis vidalitas sencillas, mi pericón
majestuoso, mi traviesa chacarera, mi picaresco cuando, mi vivaz zamba y tam- Pero ante todo debéis formar la mujer argentina, por aquello de que “los hom-
bién, ¿por qué no incluirlo?, mi dormilón tango arrabalero, que llenan con su evo- bres proyectan el futuro, las mujeres lo realizan”.
cación toda la vida. Sería desdecir de la tradición gaucha —lírico y quijote don El futuro ya está proyectado. Los genios, que son unos pocos impulsores del

48 49
progreso, han lanzado a través de los tiempos las palabras que se divisan nítidas Verdad. Yo también creo que en las ciudades de provincia la mujer tiene una
en el horizonte: justicia, igualdad, fraternidad! cultura más vasta y más espiritual que la decorativa porteña.
Realicémoslo. A formar mujeres capaces de ello. Nadie mejor que las mujeres Empleo la palabra decorativa, no al azar, sino por esto: en Buenos Ai-
de mi país. Tienen lo principal: juventud. Pueblo joven de mujeres sanas, hermo- res la mujer se echa a la calle en los grandes acontecimientos con la mis-
sas, pueblo de mujeres ideales, quiero yo. ma inconsciencia que las flores que sirven de adorno. Así, por ejemp-
No creo que pueda haber un pueblo de mujeres ideales, como no hay pueblos lo, cansada estaba de ver la Casa de Gobierno atestada de mujeres que
libres, sino hombres libres: pero yo deseo vivamente que en mi país el número de esperaban audiencia. El mismo día de la Revolución, las argentinas —
mujeres libres sea tan numeroso que lo parezcan todas. sin saber a dónde iban y qué se proponían —arrojaban flores y sonrisas y vítores
Voy a hacer una aclaración respecto a la palabra mujer libre, porque si bien al paso de los revolucionarios. Y no sé si es prejuzgar, pero tal vez no sería im-
supongo a mi auditorio inteligente, puede haber muchachas para quienes la posible que mañana estuvieran en la calle decorándola en otro cambio funda-
aclaración no está de más. mental de instituciones.
Se ha hecho corriente comprender bajo la denominación de mujer libre a la No es que yo abogue por la mujer timorata o burguesa refugiada en las cuatro
que no es sino esclava de sus pasiones o vicios, es decir a la libertina. Beber los paredes de su casa, pero me parece que la mujer no ha de brindarse así como así
costosos “copetines” hasta marearse, usar lenguaje insolente y maneras proca- si no quiere verse desvalorizada, y cuando salga a la calle ha de hacerlo sabiendo
ces, vestidos inadecuados, y cambiar de amantes diariamente no significa ser lo que quiere, no por el simple afán de mezclarse a la bulla populachera.
libre. Una mujer libre a la que ha conseguido antes que nada liberarse de los Decía entonces que las opiniones podían ser incompletas, pues todos con-
vicios y cuya vida está controlada severamente, no por los otros, sino por su con- ocían solamente a las porteñas.
ciencia, que le ha dado norma y orientación a su vida. Y no será libre una mujer Por desgracia, también han opinado de las provincianas. y nada bien. El profe-
que no se responsabilice en primer término de su deber de femeneidad. sor Dr. Jorge Nicolai, dijo así de Córdoba: “Sus lindas mujeres, esbeltas en su ju-
Sigamos ahora delineando el tipo de mujer argentina a través de los ojos de ventud y gordas después de casadas, dan una nota alegre cuando se las ve pasar
extranjeros que nos han visitado. pero no desempeñan papel predominante en la sociedad como en Europa”.
En cuanto llega un visitante —más o menos ilustre, diré así— a nuestra Bue- Como véis, tampoco quedan bien las provincianas.
nos Aires, los periodistas se encargan de hacerle la consabida pregunta. ¿Qué ¿Es que los extranjeros ilustres que nos visitan —pensamos— hablan sin con-
opinión le merece la mujer argentina? ocimiento de causa, tal vez por diferencia de idioma, de hábitos?
Yo espero o leo con ansiedad la respuesta. Nadie más que yo siente tan hon- Me remito entonces a la opinión de nuestros compatriotas que nos conocen y
damente cariño por las mujeres de mi tierra y de América toda: y sufro pensando después del viaje a Europa hacen comparaciones.
en que no parezcan bien. Quisiera para ellas la respuesta única: No voy a referirme a las comparaciones que entre nosotras y ellas —las de al-
¿Qué opino de las mujeres argentinas o americanas? Que son mujeres lende el mar— puedan hacer los niños bien que van a París sólo para divertirse.
superiores. Pero la respuesta es generalmente esta otra: Esos, como no tienen nada dentro, mal pueden encontrar interesante ninguna
—La mujer argentina es hermosa, sus líneas son perfectas, su elegancia mujer.
señorial, pero...nada más. Voy a mencionar los juicios de muchachos estudiosos o artistas que, al regre-
Algunos más sinceros aún, dicen: son bonitas, pero vacías. so, dicen con la mayor sinceridad:
Ortega y Gasset no quiso opinar sobre las mujeres, pero su opinión sobre los “¡Oh! La francesa! ¡Es espiritual. No, no se puede comparar con la argentina.”
hombres, veraz y contundente, lo dice todo: el argentino es guarango, dijo. No Y si no: “Las alemanas son deliciosas, tienen una cultura firme y especialmente
hacía falta que opinara de nosotras. musical... ¡No! ¡No! ;Qué esperanza! Usted no encuentra muchachas agentinas
Drieu La Rochelle, el escritor francés que nos visitara, ha visto certeramente como aquellas.”
a la mujer argentina cuando en su comparación con la francesa dice así: “La (Y algo de eso debe haber, porque muchos artistas han elegido en Europa las
mujer francesa al casarse obtiene su libertad, la argentina pierde su libertad al compañeras de su vida.)
casarse”. No puedo decir con exactitud la reacción que experimento al oír estas cosas.
Me diréis que estos extranjeros ven y conocen solamente Buenos Aires y las No es precisamente envidia a las mejores: es amargura, es dolor, y es dolor y
porteñas, y que las mujeres porteñas no constituyen por sí solas las argentinas. amargura porque en esa opinión tan general debe haber algo cierto.

50 51
No todas serán mujeres espirituales, excelentes camaradas, buenas amigas
en Europa, pero el porcentaje ha de ser enormemente mayor que entre nosotras.
Ayudemos a formarlas aquí. III— A las personas superiores les gusta servir. El vulgo gusta de ese servicio.
Mentiría si no reconociera que ya hay núcleos de mujeres entre nosotras que La dama que debe llamar a la doncella para que cruce la habitación y le traiga
despiertan —diré así— a la vida y que trabajan empeñosamente por ser libres, su abrigo, el caballero cuya alma se ensancha cuando el sirviente le entrega su
que es el primer paso para ser superiores. sombrero y su bastón, no son raros: sus gustos son los de las masas, son gustos
ordinarios.

v
IV— La persona superior está por encima de sus placeres. Tiene placeres
¿Y en qué consiste la superioridad, concretamente? como tiene todo el mundo. Gusta de comer y distingue entre un bistec bien co-
Ha llegado a mis manos —regalo de un gran amigo mío, hombre superior—un cinado y otro que no lo está: gusta de beber, aprecia el sabor de la buena leche
extracto de un artículo de Frank Cran, periodista americano, donde se especifi- y del excelente café; gusta de jugar a la raqueta, de pasear en automóvil, del
can algunos de los puntos que responden a esa pregunta. Entresaco de ahí, es- teatro, la música y el arte. Pero lo importante está en que por intenso que sea su
tas páginas, porque no sabría decir nada mejor. placer en cualquiera de estas diversiones, ninguna de ellas es más grande que
Dice así: “¿En qué consiste la superioridad? él mismo.

I— El hombre superior (la mujer, digamos para el caso) es espiritual. No quie- V— Las personas superiores no son nunca pesimistas: si usted cree que es
ro decir que es santo o poético o que desdeña trabajar con las manos. Lo que usted un fracasado, que el mundo va derecho a su perdición, que todos los hom-
quiero decir es que sus placeres son sobre todo mentales. ¿Qué le gusta a usted bres son embusteros y que no hay mujeres buenas, todo esto es enteramente
más: la cerveza, la carne, el sueño, la comodidad indolente, el baile, la caza? ¿Es humano, ésa es la tendencia, la inclinación general de la mente vulgar y ordina-
la privación de estas cosas lo que más le irrita a Ud? ¿Se enoja usted cuando no ria. El pesimismo es la filosofía del vulgo. Equivale a vestir con bellas frases la
puede disfrutar de lujo? Pues bien, así es todo el mundo. Es vulgar. cobardía del espíritu.
Pero le gusta a usted la Mona Lisa, o la Balada de Chopin. o una nueva vida, o
un bello bosque, a tal grado que estaría dispuesto por ellos a perder una comida,
o a dejar de ser presentado a un embajador? Si así es regocíjese, pues va usted VI— La persona superior es limpia. Puede estar sucia pero no le gusta el de-
por la senda estrecha, y pocos, son los que la encuentran. Usted puede tener saseo. Puede verse obligada a ensuciar sus manos en la mina y a manchar sus
muchos defectos, pero no es usted vulgar. trajes en la máquina, pero aprovecha la primera oportunidad para limpiarse.
Ama la limpieza del espíritu tanto como la del cuerpo; la mugre no se le pega.
No recuerda las calumnias, evita la mentira, el engaño y la blasfemia.
II— Las personas superiores gustan de la sencillez. El vulgo gusta de la ostent- Limpia su espíritu de la mezquindad, del orgullo, de la doblez y de la crueldad,
ación. ¿Le gustan a usted los trajes, los sombreros, los zapatos, las joyas y los lo mismo que se lava las manos después de manejar la basura. No solamente es
pefumes costosos? Estos gustos pueden no ser malos, yo no digo que lo sean: limpio, sino que hace que uno se sienta limpio en su compañía.
pero toda cortesana los tiene.
Un alma grandc no podría vivir en un palacio dc mármol y tener más cocineros,
despenseros, chauffeurs y doncellas que dedos de las manos y de los pies. VII— El verdadero aristócrata no gusta de la ostentación. No desea que nadie
Mientras más verdadera cultura adquiere una mujer, menos le gustan las plumas. lo crea más inteligente, mejor o más capaz de lo que realmente es.
Aborrece todo sombrero o vestido que llame la atención. Al hombre superior le apena ser elogiado en demasía. La adulación no lo com-
El lenguaje de la persona superior es sencillo. También lo son sus hábitos, su place, lo humilla.
alimentación, sus diversiones.

52 53
VIII —El hombre superior es benévolo. La benevolencia no es el atributo de la
debilidad, sino de la fuerza. Es el hombre de vocabulario defectuoso el que blas-
fema. Siempre, y en todas partes, la rudeza, la brutalidad, el tono dominante, el
abuso y la violencia, son la máscara de cierta impotencia.”

A todo esto que se requiere para ser superior —hombre o mujer—. añadid
gran ternura, piedad para los que sufren, comprensión para todas las ideas,
y entonces ya no responderán los extranjeros que nos visiten:
—Lindas, pero vacías.
Yo necesito que las mujeres argentinas agraden al espíritu y al corazón más
que a los ojos!
Maestras jóvenes recién recibidas o espiritualmente jóvenes en quiénes confio,
para lograrlo todo debéis tener la convicción de que lo lograréis. Y creer. Hacer
una especie de profesión de fe: creo en el amor de los hombres aún sabiendo
la traición, creo en el triunfo de la vida a pesar que voy muriendo minuto a minu-
to, creo en la justicia, en la igualdad y en la fraternidad de los hombres!

54 55
Herminia Brumana

56 57
Brumana, Herminia
Tizas de colores / Herminia Brumana. - 1a edición especial -
Villa Ventana : Editorial Maravilla, 2023.
60 p. ; 21 x 16 cm.

Edición para Dirección General Cultura y Educación Provincia de Buenos Aires.


ISBN 978-987-47797-6-2

1. Educación. 2. Feminismo. 3. Historia. I. Título.


CDD 305.4201

Edición: Celeste Caporossi, Roberta Iannamico


Diseño: Pablo Picyk
Corrección de textos: Mafu Paez

www.editorialmaravilla.com.ar
editorialmaravilla@gmail.com

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.


Impreso en Argentina.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro
sin permiso por escrito de los autores y/o editorial.

Este ejemplar forma parte de la colección Identidades Bonaerenses


y es una herramienta de democratización y difusión de la lectura.

Ejemplar gratuito. Queda prohibida su comercialización.

58 59
60

También podría gustarte