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EL BOOM DE LA NOVELA ROSA

corín tellado, la reina de


la literatura romántica
Considerada un fenómeno sociológico, Corín Tellado consiguió que todas su
lectoras se identificaran con los personajes surgidos de su inagotable
imaginación. Autora también de cuentos infantiles y novelas eróticas, algunas de
las obras de la escritora asturiana se llevaron al cine, la radio y se plasmaron en
fotonovelas. Incluso fue declarada por la Unesco como la escritora más leída en
lengua española después de Cervantes.
Biografías  Escritores  Historia de la literatura

Foto: CC

J. M. Sadurní
Colaborador

Actualizado a 19 de abril de 2022 · 13:22  · Lectura: 6 min


maría del Socorro Tellado López, más conocida como Corín
Tellado, está sentada delante de su máquina de escribir. Aún no
ha salido el sol y la escritora sostiene su sempiterna cajetilla de
tabaco en la mano en espera de una inspiración que seguro no
tardará en llegar... La autora asturiana, que ostenta el privilegio de
ser la escritora mas leída en lengua española, escribió alrededor de
cinco mil libros, calificados por la crítica como literatura menor.
Conocida sobre todo por ser la autora más famosa del género
romántico, Corín Tellado también cultivó otros géneros como los
cuentos infantiles y juveniles, e incluso las novelas eróticas.

ESCRITORA PRECOZ
Nacida el 25 de abril de 1927 en el pueblo de Viavélez, en el concejo
asturiano de El Franco, Corín Tellado fue hija de una ama de casa y de
un maquinista de la marina mercante. La que estaba llamada a
convertirse en una escritora de éxito fue bautizada como María del
Socorro, aunque desde muy pequeña sus hermanos la llamaban
cariñosamente Socorrín, un apodo que se acabaría convirtiendo
en el nombre por el que todo el mundo la recuerda: Corín. Al
finalizar la Guerra Civil, su padre fue ascendido a primer oficial y la
familia tuvo que mudarse a Bilbao y desde allí a Cádiz, donde la
joven Corín finalizó sus estudios y pasó una feliz adolescencia. A
pesar de que ella misma se definía como una niña muy tímida, una
compañera suya, Ana María Morgado, en cambio la recuerda como
una joven "muy lanzada", que no dudaba en montar en bicicleta y en
fumar pitillos a escondidas.

Foto: Istock
A pesar de que ella misma se definía como una niña muy
tímida, una compañera suya, Ana María Morgado, la
recuerda como una joven 'muy lanzada' que no dudaba
en montar en bicicleta y fumar pitillos.
Tras la muerte de su padre en 1945, Corín dio un paso adelante y
con tan solo dieciséis años escribió su primera novela de corte
romántico a la que tituló Atrevida propuesta, que sería publicada
un año después por la editorial Bruguera. La novela tuvo una gran
aceptación por parte del público y la editorial pagó a la joven tres mil
pesetas en dos plazos, una cantidad considerable para la época.
Además le propuso una colaboración fija por la que debería entregar
una novela por semana. Pero la segunda novela de Corín no tuvo el
mismo éxito que la primera, y la joven estuvo a punto de entrar a
trabajar en una zapatería para ganarse la vida, aunque al final no
lo hizo puesto que pudo vender alguna novela más. Por aquel
entonces, la editorial gallega Cies también publicó algunas de sus
novelas, y en 1947 Bruguera acabó incluyéndola en la nómina de la
editorial.

UNA FELIZ SOLEDAD


Corín demostró desde muy pronto ser una escritora prolífica y muy
dedicada. Se ponía a escribir antes de que saliera el sol y en poco
más de dos días podía tener acabada una novela. Aunque empezó
a estudiar Psicología, al final Corín prefirió seguir con lo que
realmente le apasionaba: la literatura romántica. Sus novelas cortas,
de poco más de cien páginas, eran recibidas con enorme entusiasmo
por los lectores, hasta el punto de que muchas de ellas tuvieron que
reeditarse debido al gran éxito obtenido. En 1951, Corín Tellado se
trasladó a vivir definitivamente a Gijón, donde firmó un contrato
con la revista femenina Vanidades  (que tenía gran difusión en
Hispanoamérica), con la que colaboraría durante más de
cincuenta años. Corín entregaba a la publicación dos novelas cortas
e inéditas al mes, con lo que la tirada de la revista aumentó de
dieciséis mil ejemplares al mes a casi setenta mil. El corrector
de Vanidades, por aquel entonces Guillermo Cabrera Infante, dijo
de Corín que su influencia resultó decisiva en su posterior
carrera como escritor.
Sus novelas cortas, de poco más de cien páginas, eran
recibidas con enorme entusiasmo por los lectores, hasta
el punto de que muchas de ellas tuvieron que reeditarse
debido al gran éxito obtenido.
Foto: Planeta
Según la propia Corín, "harta de pagar las bodas de sus
familiares", se casó en 1959 con Domingo Egusquizaga
Sangroniz con quien tuvo dos hijos, Begoña y Domingo, y del que se
acabaría separando en 1962. A pesar de haberse convertido en la
reina de las novelas románticas, Corín nunca más volvió a
enamorarse (como declararía una vez a un medio digital, una vez sus
hijos fueron mayores, ella prefirió la soledad).Ese mismo año, 1962,
Corín Tellado fue declarada por la Unesco la autora en lengua
española más leída después de Cervantes. Al parecer, todo iba sobre
ruedas en la carrera de Corín. En 1964 firmó un contrato de
exclusividad con Bruguera, pero la propia autora decidió
rescindirlo poco después tras algunas desavenencias con la
editorial. Corín comprobó que sus obras se reeditaban con otro
título y sin consultarle: "Esta avalancha de viejas novelas publicadas
como si fueran nuevas, cambiándoles el título, me desacreditaba.
Algunas lectoras me escribían llamándome estafadora", declaró la
escritora.
Sofía Casanova, la primera corresponsal de guerra
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CINE Y RADIO
La obra de Corín Tellado alcanzó tal fama que alguna de sus novelas
incluso fue adaptada al cine. En 1970 se estrenó la película dirigida
por Antonio del Amo inspirada en su novela Tengo que abandonarte.
Pero no todo fueron buenas noticias para la exitosa autora. Pocos
años después, en 1973, Bruguera ganó un pleito que mantenía
con Corín y esta se vio obligada a pagar una altísima
indemnización y a trabajar en exclusividad para la editorial hasta
1986, momento en el que Bruguera quebró y Corín pudo recuperar
los derechos de sus obras. Pero no solo fue el cine; también el mundo
de las ondas quería a Corín. En 1977, la autora estrenó el serial
radiofónico Lorena, historia de una chica de alterne, que se vio
sometido a la censura de la época debido a sus constantes
alusiones políticas. A pesar del éxito alcanzado con la literatura
romántica, Corín también decidió explorar otros géneros. Entre los
años 1978 y 1979, y bajo el seudónimo de Ada Miller, Corín publicaría
una veintena de novelas de bolsillo de temática erótica que incluyó en
la colección Especial Venus. La autora también publicó una
colección de relatos juveniles, entre los que destacan Cuando
llega Pizca, El circo del corazón o La rebeldía de Boris, para las
editoriales Júcar y Cantábrico. Y en 1981 se hicieron fotonovelas de
algunas de sus obras.
Foto: CC
Entre los años 1978 y 1979, y bajo los seudónimos de
Ada Miller Leswy y Ada Miller, Corín publicó una
veintena de novelas de bolsillo de temática erótica que
incluyó en la colección Especial Venus.
Con el paso de los años, el estado de salud de Corín Tellado se
volvió cada vez más precario. Al final tuvo que someterse a un
tratamiento de diálisis peritoneal, lo que no le impidió seguir
publicando (aunque fuera dictando a su nuera) algunas obras
más. En el año 2000, y gracias a las nuevas tecnologías, publicó su
primera novela por internet titulada Milagro en el camino. En 2008,
Corín se adhirió a la campaña Doi la cara pola oficialidá, en favor del
reconocimiento del asturiano o bable como lengua cooficial del
Principado. El 11 de abril de 2009, después de sufrir un infarto
cerebral, Corín Tellado moría a los ochenta y un años en su casa de
Gijón. Tras de sí dejó cinco mil títulos publicados y tres novelas
inéditas. Al final, fue la propia Corín Tellado quien resumió
perfectamente lo que pensaba de su vida. Preguntada una vez en qué
le gustaría reencarnarse si esto fuera posible, contestó lo siguiente:
"¿En que me reencarnaría? Yo no lo pasé muy mal con Corín Tellado.
Creo que me volvería a reencarnar en mí misma".
De: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/corin-tellado-reina-literatura-
romantica_16675

EL FOLLETÍN MEDIÁTICO
POSTED ON ENERO 6, 2012
by Ricardo Baduell

Eugène Sue (1804-1857)

Hubo una vez, en París, un hombre de imaginación afiebrada capaz


de contagiarla a los demás. En aquel hormiguero de actividad, aquella
jungla de intrigas e intereses que era París bajo la monarquía
constitucional de Luis Felipe, un pueblo hambriento de novedades se
precipitaba cada día sobre los periódicos en busca de sucesos:
crímenes escalofriantes, veredictos escandalosos, fortunas
escamoteadas, víctimas inocentes, genios del crimen y justicieros
clandestinos eran el tipo de material que por entonces multiplicaba las
ventas. Pero lo que el hombre de prensa Eugenio Sue publicaba en
los diarios, aquellos sucesos en los que criadas, comerciantes y
artesanos buscaban fielmente el reflejo de sus temores y expectativas,
no eran noticias sino ficciones: las novelas por entregas conocidas
como folletines, cuyo estilo parecerá hoy anticuado hasta el ridículo
pero cuyos motivos y situaciones resisten firmes en el imaginario
popular. Pues obras como El Judío Errante o Los Misterios de
París establecieron no sólo una literatura, sino también un modelo de
comunicación.

Mayo de 2002. Leo un artículo de Loïc Wacquant: En las grandes


cadenas de televisión francesas, los informativos de las ocho de la
tarde se han transformado en crónicas de los sucesos judiciales, que
proliferan de pronto y nos amenazan por todas partes. Los
semanarios están llenos de reportajes que revelan las “verdaderas
cifras”, los “hechos ocultos” y otros “informes explosivos” sobre la
delincuencia, donde el sensacionalismo pugna con la moralina, sin
olvidarse de levantar periódicamente la terrible cartografía de los
“barrios prohibidos” y de desgranar los “consejos prácticos”
indispensables para hacer frente a unos peligros que han sido
decretados como omnipresentes y multiformes. En efecto, ¿cuál es el
estilo en que se dan las noticias hoy? ¿Qué estado de conciencia
crean? ¿En qué mitología se apoya la imagen del mundo y de la
sociedad que transmiten? Las historias de la vida real que nos ofrecen
los medios guardan más de un parecido con las aventuras en
continuado de los intrépidos héroes y dolientes heroínas de Sue. ¿Es
que acaso la realidad tiene formato de melodrama?

La poesía hecha por todos


En la confección del folletín era esencial la relación con el lector. Esta
relación no se establecía una vez terminada la obra, como ocurre con
las novelas que se publican en volumen independiente, sino que
avanzaba paralelamente a la redacción del texto, del que cada día se
publicaba un capítulo en el periódico. Al igual que ocurre hoy con las
telenovelas, era posible medir diariamente el impacto alcanzado; y el
interés del público, manifiesto en la cantidad de ejemplares vendidos,
influía directamente sobre el devenir de la obra. Una fluida relación
triangular, paralela al correr de las semanas, se establecía entre autor,
personajes y lectores. De esta manera, por descabellado que fuera el
relato y aunque a menudo transcurriera en algún siglo anterior, poco a
poco llegaba a ser un delirio inmerso en la cotidianeidad de todos los
involucrados, lo que daba a esta literatura popular una relación con el
tiempo quizá más propia de los medios de comunicación que del arte.
Este delirio, construido día a día por autor y lector, tenía en relación
con sus vidas mucho más de sintomático que de reflexivo; del mismo
modo, cada página no era juzgada a posteriori sino de inmediato. Los
argumentos de Sue no admiten distanciamiento, como podemos
comprobar hoy, pero funcionan precisamente a partir de la
identificación.

Lo que la ciudad esconde


Sue, hijo rebelde de un cirujano militar favorito de Napoleón que a su
muerte le dejó una fortuna, comenzó a escribir folletines para pagar
las deudas contraídas mientras gastaba su herencia. El dandy cuyo
modelo era Lord Byron se dedicó, en su novela Los Misterios de París,
a presentar los bajos fondos de la ciudad como un mundo de miserias
debidas a las crueldades del capitalismo, donde las mayores
iniquidades eran posibles. Así, a la prédica socialista y a la declaración
de propósitos virtuosos podía unir la prolija y morbosa descripción de
todo tipo de maldades, peligros y complicados sufrimientos. Su héroe,
Rudolphe, Príncipe de Geroldstein, nos lleva gracias a su título a
visitar los más altos círculos de la sociedad, a la vez que gracias a su
proteica habilidad para disfrazarse nos introduce en los más bajos; su
heroína, Fleur-de-Marie, tras padecer durante cientos de páginas entre
malvivientes de toda especie, es rescatada del malvado notario
Jacques Ferrand por Rudolphe para que al fin sea revelada su
verdadera identidad de hija del Príncipe. Esta novela, a la que siguió
toda una ola de libros que exploraban los “secretos” de las metrópolis
(Los Miserables de Víctor Hugo, Los Misterios de Londres de Paul
Feval), fue celebrada tanto por la prensa progresista como por la
burguesía cuya caridad santificaba. Por su siguiente obra, El Judío
Errante, Sue recibió del periódico El Constitucional, que durante la
publicación aumentó su circulación de 5.944 a 24.771 ejemplares,
100.000 francos que establecieron su tarifa standard para los
próximos 14 años. Este excelente negocio haría de él uno de los
escritores mejor pagos de Francia y le permitiría llegar a convertirse
en una suerte de magnate mediático de la época, propietario de varios
periódicos en toda Europa. Tras la caída de Luis Felipe, ya diputado
socialista, Sue sería tachado de perezoso por sus compañeros de
partido. Sin embargo, una anécdota ilustra el grado de fervor popular
que era capaz de despertar: cierta vez, en los años difíciles,
encarcelado por deudas, Sue suspendió la publicación de su folletín.
El clamor del lector no se hizo esperar: fueron cientos los que pidieron
su liberación, y muy pronto nuestro autor estuvo de regreso en su
buhardilla, soñando nuevos abusos y reparaciones.

Pegan a un ciudadano
En nuestros días, los competidores de Sue se han multiplicado; es
más, se han sindicado. Posiblemente hoy el puesto del autor hubiera
sido cubierto antes de que nadie notara su ausencia, o la cadena de
TV y los anunciantes hubieran pagado su fianza antes de que ningún
espectador tuviera que abandonar su sofá para sumarse a la protesta.
Las reglas del folletín forman parte a tal punto del imaginario colectivo
que actualmente basta el oficio donde alguna vez hizo falta algo de
genio. Esa “paradoja de locura infantil y habilidad consumada” que es
para Edgar Allan Poe el estilo de Sue nos llega hoy diluida y graduada
en forma de series, películas, novelas de bolsillo y dibujos animados,
pero también de diarios, noticieros, semanarios, programas de
entretenimientos, concursos musicales, talk-shows y reality-shows.
Episodios melodramáticos, con los mismos elementos que
caracterizan las novelas de Sue, encontraremos con sólo hacer un
poco de zapping. Reconoceremos personajes y situaciones: el hombre
perseguido, la mujer engañada, el niño abandonado, organizaciones
malignas, sospechosos de guante blanco, crímenes y venganzas,
abusos, denuncias, injusticias; también tendremos nuevas alternativas
a diario y un amplio surtido de caracteres con los que ejercitar la
identificación. Pero, a diferencia de los capítulos de Sue, estos
momentos de variado patetismo no tejerán una trama ni hallarán
resolución alguna. Pues no sólo nosotros hacemos zapping: también
los medios lo hacen, es un aspecto estructural de su narrativa. La
atención del espectador, conquistada a base de golpes y efectos de
melodrama, no puede ser sostenida hasta un fin del que los medios,
como la realidad, carecen. Tenemos, precisamente, los medios sin el
fin. El folletín mediático, aún confeccionado con los mismos elementos
que el de Sue, presenta una diferencia fundamental con éste, una falta
que es tal vez una falta de perspectiva, de la perspectiva que hace
posible un relato continuo. Hemos perdido, en la confusión de relatos,
una palabra clave: continuará.

Intrigas de ayer, de hoy y de siempre


La historia esencial que sirve como hilo conductor a prácticamente la
totalidad de los folletines, enlazando sus distintas situaciones y
permitiéndoles el máximo despliegue, es un cuento muy viejo que el
siglo 19 puso en escena a su modo. Se trata del mito del expósito y el
bastardo, cuyo tema es la lucha por la legitimidad y el reconocimiento
de un destino acorde con ella. Cada una de estas novelas ofrece sus
variaciones del esquema básico: Fleur-de-Marie es reconocida por su
padre el Príncipe Rudolph y rescatada así de la miseria; Lagardere,
protagonista de El Jorobado de Paul Feval, adquiere por el
reconocimiento de sus méritos los títulos de caballero y conde; su
amada Aurora de Nevers, amenazada durante toda la obra por
quienes desean arrebatarle definitivamente su herencia, al fin logra
probar su verdadera identidad de condesa, que la hará rica y en el
futuro duquesa. ¿Qué son todas estas aventuras sino otras tantas
metáforas de un ascenso social basado en el surgimiento a la luz de
una verdad oculta hasta entonces por intereses espurios o por una
sospechosa fatalidad? Legitimistas se llamaban entonces los
partidarios de la monarquía destituida; paralelamente, como si
buscaran también legitimarse en la divinidad, aún si condenaban
iglesia y religión los adeptos a las reivindicaciones sociales solían
adoptar un tono de prédica virtuosa: la moralina que acompaña las
narraciones de Sue puede ser un buen ejemplo. En aquel período de
irrevocables cambios políticos, la ficción delirante del folletín ofrecía la
ilusión de una nueva identidad que haría justicia a héroes, heroínas y
lectores, a la vez que cumplía sus deseos más postergados: señoras
soñándose raptadas por bandidos honestos, criadas soñándose
condesas desposeídas o burócratas soñándose líderes de
organizaciones al margen de la ley encarnan diversas formas de
compensación psíquica de una vida oprimida de modo nuevo, cuya
liberación se busca en la apropiación de un pasado ajeno que nunca
podría coincidir con el propio porvenir y sin embargo guarda el germen
de un mañana distinto.

El marqués en nuestros días


En contraposición con esto, ya Sade en el siglo anterior había roto la
ilusión democrática de redención para la naturaleza humana. Las
atroces intrigas y emboscadas de sus novelas prohibidas, tan
folletinescas, rompen con el mundo del folletín en la medida en que no
hay en estas ficciones reconocimiento final que restituya orden
legítimo alguno. En las populares novelas por entregas, al contrario, lo
que está en suspenso a lo largo de los sucesivos continuará que
interrumpen cada capítulo es precisamente este reconocimiento, que
da sentido a la obra y cumple la expectativa del lector. Ahora bien, si
habitamos un mundo en el que este reconocimiento es imposible, ya
que no hay nadie capaz de otorgarlo, si entonces no puede
establecerse genealogía alguna que legitime a nadie, si así la
transformación soñada es una quimera insostenible, si el humor, como
dijo Kant, es la espera de algo que acaba en nada, no debe
sorprendernos que el melodrama hoy nos cause risa. Cartas escritas
con sangre, súbitos reencuentros de parientes, estigmas que
identifican a un heredero, son cosas en cuya verdad no podemos
creer. Imposturas de la ficción. ¿Se debe a esto el creciente interés
por las historias de la vida real, reality-shows incluidos? Aunque los
incidentes varíen, los presupuestos del folletín se mantienen: los
modelos de identificación se conservan y tanto da si las lágrimas que
nos salpican pertenecen a una huérfana desheredada o a un
expulsado del reality-show. La diferencia es que en los medios los
capítulos son simultáneos o se suceden sin enlazarse; y su brevedad,
así como la rapidez con que se salta de uno a otro y la facilidad con
que intercambian sus lugares, se encuentra en razón directa al
absurdo que los reúne, oculto en la velocidad del zapping y la
multiplicidad de canales. El interés del espectador depende del
impacto inmediato, no de la satisfacción de una expectativa que en el
fondo sabe que no se va a producir. Nada de importancia será
revelado al cabo de la intriga, ya que el hacer sin consecuencias del
espectáculo, su ininterrumpido hablar sin llegar a decir nada, es al fin y
al cabo puro entretenimiento, pasatiempo. Si la compaginación en
continuado de distintos momentos en clave de folletín resulta absurda,
no por ello nos deja perplejos: comprendemos de inmediato cada
instante, sólo que falta entre ellos el secreto que, en un folletín, daría
sentido al conjunto: la filiación restituida.

Susan Smith
Pues la ruptura de la genealogía implica la pérdida, repetida con cada
corte, del sentido de la historia. La falta de relación entre los hechos
que se suceden en los medios conforma un desorden afín al del
universo del folletín hasta el momento de su desenlace, cuando se
restablece la genealogía correcta y, así como los hijos encuentran a
sus padres, los herederos encuentran sus fortunas y los nobles
reciben sus títulos. Nosotros ya no esperamos, no creemos en estos
finales felices. Tampoco en una súbita transformación del mundo o de
nuestras vidas. Y sin embargo, por ejemplo, cuando en 1994 Susan
Smith encubre el asesinato de sus hijos detrás de un supuesto
secuestro llevado a cabo por un enmascarado igual a los de las series
policiales, su pueblo y su país le creen y rastrillan el estado buscando
al culpable. Cuando la realidad se parece a la ficción, aumenta a
menudo la impresión de realidad y no es raro que el público se sienta
llamado a escena, ni que acuda poseído por una esperanza obtusa.
Desconfiamos de los discursos moralizantes como aquellos con que
los autores de folletines sublimaban sus escabrosas ficciones, pero
aceptamos la “sobria objetividad”, igualmente afectada, con que los
medios masivos nos presentan sus pruebas. Creemos en un verosímil.
¿Por qué? Quizás la expectativa, aunque vaciada, sigue siendo la
misma, y la perspectiva de un territorio en el que ningún
reconocimiento nos reivindicará resulte demasiado árida; de esta
manera, irracionalmente, algo en nosotros responde cada vez que se
lo interpela a la manera del folletín, algo que no quiere renunciar a un
pasado que, tal vez, suponía un destino. Pero ese impulso no tarda en
tropezar con nuestro propio y moderno nihilismo, que niega su fe a las
revelaciones y pronto nos recuerda el control remoto en nuestra mano:
el episodio no continuará; quebrado está el árbol genealógico que,
para lectores de otro siglo, aunaba vida y verdad.

De: https://refinerialiteraria.com/2012/01/06/el-folletin-mediatico/

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