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1. Definición y finalidad
II. los derechos políticos, entre los cuales podemos incluir al derecho de asistir y
votar en las juntas, al derecho de información y al derecho de impugnación, entre
otros.
Sin embargo, debe tenerse presente que esta distinción es meramente
académica, pues, como ya se ha advertido en la doctrina comercial, lOs
derechos políticos tienen por finalidad asegurar el interés económico de los
accionistas y, por lo tanto, ambos derechos resultan ser complementarios (5).
Efectivamente, los derechos políticos tienen por finalidad permitir a los socios el
goce y defensa de los derechos económicos. Así, por ejemplo, cuando el socio
acude a una junta y vota a favor de la adopción de un acuerdo (ya sea que éste
tenga por finalidad aprobar la distribución de dividendos, para decidir por la
remoción de los gerentes, aprobar la realización de una actividad comercial o
adquirir una maquinaria) lo hace por que en el fondo dicho acuerdo le retribuirá
una ventaja económica directa o indirecta, inmediata o futura.
Con el derecho de impugnación sucede lo mismo, esto es, siendo una de las
expresiones o manifestaciones del haz de derechos políticos de los socios,
también tiene por finalidad la defensa de los derechos económicos.
Pero vayamos por partes. El derecho de impugnación, en principio, es un
derecho político en la medida que, mediante su ejercicio, el socio expresa su
disconformidad con la adopción de determinado acuerdo y solicita su inmediata
revocación a efectos de que no despliegue los efectos deseados por los demás
socios. Es decir, el socio impugnante discrepa abiertamente de la decisión
adoptada en la junta, por lo que es una manifestación política de negación de la
legalidad o validez del acuerdo.
Pero también tiene por finalidad la defensa de un interés económico, porque de
lo contrario ningún accionista invertiría tiempo, trámites, dinero en contratar a un
buen abogado y demás gastos colaterales para conseguir que en las instancias
judiciales se revoque el acuerdo.
En otras palabras, si no existe una finalidad económica, el acuerdo no será
impugnado; si no existe interés económico mellado, por modesto que éste sea,
nadie, absolutamente nadie se daría la molestia de impugnar el acuerdo.
Esto significa que si el pacto social o el estatuto hubiesen previsto a favor de los
accionistas otro mecanismo de impugnación de los acuerdos de junta, éste no
podría ser ejercido frente a los tribunales, inclusive si la totalidad de accionistas
en junta universal decidieran "diseñar" un nuevo procedimiento de impugnación.
La misma suerte correrían las disposiciones del estatuto que establezcan para
interponer la acción de nulidad o de impugnación, requisitos o exigencias
distintas a las previstas por nuestra actual legislación, ya sean menores o
mayores, pues éstas no deberán ser apreciadas por el órgano jurisdiccional,
quien deberá considerarlas como no puestas en el estatuto social.
1. Supuestos de impugnación
Habíamos dicho que los socios cuentan con dos pretensiones procesales para
impugnar los acuerdos de junta. La primera la llamada acción de impugnación y
la segunda la denominada acción de nulidad.
De estas dos, tal vez la acción de impugnación sea la que resulte más conocida
por los justiciables, debido a su mayor uso y, claro, porque se encuentra mejor
regulada en nuestro cuerpo de leyes societario.
Así, podrán ser impugnados, por ser absolutamente ilegales, aquellos acuerdos
que, por ejemplo, establezcan que un determinado socio minoritario no recibirá
los dividendos que legítimamente le correspondan durante cinco ejercicios
económicos consecutivos o que aprueban la emisión de acciones sin que se
haya pagado el 25% de su valor nominal (infringiendo los artículos 95 y 84 de la
Ley General de Sociedades, respectivamente).
Ahora bien, cabe señalar que el socio impugnante puede dirigirse contra todos
los acuerdos adoptados en una junta en particular, cualquiera sea su número, o
solamente contra alguno de éstos. Obviamente si el socio impugna varios
acuerdos deberá demostrar una por una las causales de nulidad incurridas.
Esto es, que evidentemente colisione con alguna o varias disposiciones del
estatuto y/o del pacto social. .
Así, por ejemplo, si el estatuto establece en favor de los socios fundadores una
mayor participación en las utilidades de la empresa de lo que corresponda a otros
socios (12), un acuerdo posterior de la junta de socios no podría privarles de este
beneficio si es que previamente no se ha modificado el estatuto (con la votación
calificada y formalidades correspondientes) a fin de eliminar este trato
preferencial.
Por dos razones, nosotros somos de la opinión de que se ha optado por usar el
término "Ley" como diminutivo de Ley General de Sociedades. Primero, porque
si se hubiera utilizado como sinónimo de ordenamiento jurídico en general, no
hubiese sido necesario citar a continuación al Código Civil, pues éste código
obviamente forma parte del ordenamiento jurídico y hubiera sido redundante
hacer mención expresa a dicho código. Y, segundo, porque el texto del mismo
artículo 139 distingue el término "Ley" (así, con mayúsculas) de "ley": "Los
acuerdos que incurran en causal de anulabilidad prevista en la Ley o en el Código
Civil, también serán impugnables en los plazos y formas que señala la ley (los
resaltados son nuestros).
Bajo esta premisa, queda claro que los acuerdos que pueden ser impugnados
utilizando esta causal son aquellos que incurran en algún supuesto de
anulabilidad previsto en la Ley General de Sociedades o en el Código Civil.
3. Vías procedimentales
a. Dos vías procedimentales
En principio, la impugnación de un acuerdo societario que incurra en alguno de
los supuestos contemplados en el artículo 139 de la Ley General de Sociedades
antes señalados deberá tramitarse en la vía procedimental abreviada, prevista
en los artículos 486 y 494 del Código Procesal Civil.
Es válido preguntarse las razones por las cuales nuestra ley societaria optó por
diferenciar la vía procedimental aplicable a uno y otro caso.
a. Legitimidad pasiva
La única que tiene legitimidad pasiva en un proceso de impugnación de
acuerdo de junta es la sociedad, por lo que su lugar en este tipo de procesos
siempre va a ser la de parte demandada.
En ese sentido, la sociedad nunca podrá tener legitimidad activa, pues resultaría
ilógico y un despropósito que la sociedad impugne los acuerdos adoptados por
la mayoría social.
b. Legitimidad activa
Por su parte, los únicos que pueden interponer la acción de impugnación son los
socios. Ni los administradores (obviamente, que no sean a la vez socios) ni los
terceros (ya sea que tengan intereses económicos con la sociedad) se
encuentran facultados para interponer una acción de impugnación. Sin embargo,
los administradores y los terceros cuentan con la acción de nulidad para discutir
la validez de un acuerdo de junta, lo que será materia de análisis más adelante.
Claro que lo mejor sería retirarse de la junta cuando sea previsible que la mayoría
va a votar de una manera distinta a la que el socio considerada adecuada, pues
si no se encuentra presente en la junta al momento de tomarse el acuerdo podrá
impugnarlo sin haber reunido el requisito antes mencionado, esto es, no
necesitará que conste en el acta su oposición del acuerdo. En otras palabras, el
mensaje de la Ley General de Sociedades parece ser "si estás seguro que vas
a perder en las votaciones, mejor es retirarte de la sesión". De esta manera se
podrá impugnar el acuerdo sin que sea necesario que el socio se haya opuesto
a él.
Igualmente, en el supuesto de que el socio sea privado de manera ilegítima de
expresar su voto, también se encontrará en la facultad de impugnar el acuerdo
sin necesidad de haberse sentado en acta su disconformidad.
5. Plazos de caducidad
En primer lugar, los dos primeros plazos de caducidad (de dos y tres meses,
respectivamente), se aplican cuando se traten de acuerdos no inscribibles;
mientras que el último plazo solo se refiere a los acuerdos sujetos a inscripción.
Por otro lado, ¿cómo debe realizarse el cómputo del plazo de caducidad? Esto
es, si el acuerdo se adoptó el14 de abril, ¿hasta que día podrá presentar la
demanda de impugnación el socio que no asistió a la junta que dispuso este
acuerdo? ¿hasta el14 de julio o hasta el15 de julio?
Sobre el particular, también sería saludable que mediante una reforma legislativa
(o en todo caso nuestros jueces en mérito de su labor de llenar o suplir los vacíos
de la ley) se establezca que cuando sea evidente que el error o defecto es
subsanable, se otorgue a la sociedad un plazo razonable para que puedan
corregir el error advertido, tal como establece el Texto Refundido de la Ley de
Sociedades Anónimas española (23). De tal manera de que al admitirse la
demanda de impugnación de acuerdo societario, el juez otorgue un plazo (que
podría ser de treinta días, a fin de que se pueda realizar la convocatoria
respectiva) a efectos de que la sociedad demandada pueda subsanar el acuerdo.
Por supuesto que el socio coadyuvante no podrá realizar actos procesales que
estén en oposición a los intereses de la sociedad o que impliquen disposición del
derecho discutido, pero sí estará facultado para realizar cualquier otro acto
procesal que le permita colaborar con la defensa de la validez del acuerdo tales
como alegatos, informes orales, ofrecer medios probatorios, etc.
En ese sentido, durante el proceso los socios no podrán transferir todo o parte
de su paquete accionario, pues de lo contrario perderían legitimidad para obrar
en el proceso judicial de impugnación. Y, lo que resulta más grave, si solo un
socio ha impugnado el acuerdo, el hecho de que transfiera una de sus acciones
implicaría la conclusión del proceso de impugnación.
Comentando dicho dispositivo, el reconocido tratadista Ricardo Beaumont afirma
que éste ha sido un paso adelante de la norma contenida en el artículo 145 de
la antigua Ley General de Sociedades(26).
y de hecho lo es, pues el que los socios impugnantes tuvieran que depositar
previamente las acciones en una institución de crédito -tal como exigía la
derogada norma societaria-, era una obligación explicable y razonable solamente
para el caso de las acciones al portador pero no para el caso de las acciones
nominativas, pues la única forma que tiene el tenedor de un título valor al
portador de acreditar su condición es manteniendo su posesión. Y, como quiera
que las acciones al portador fueron prohibidas en virtud de la Primera Disposición
Transitoria y Final del Decreto Legislativo N° 774, Ley del Impuesto a la
Renta(27), la exigencia del artículo 145 de la antigua Ley General de Sociedades
perdió toda justificación.
Esto es, ¿cuál es la razón que podría justificar que un socio que ha impugnado
un acuerdo de junta y transfiere alguna de sus acciones deba ser apartado del
proceso de impugnación? Si el socio tiene 20 acciones, ¿acaso no podría
transferir una de ellas y mantener el mismo interés por impugnar el acuerdo?
Beaumont, anticipándose a las críticas, ha respondido a esta observación de la
siguiente manera: "Es posible que alguien ponga en duda la validez del porqué
la transferencia 'parcial' también produce la extinción de la acción de
impugnación, y eventualmente considere incorrecta esta norma. Se preguntará,
por ejemplo, si el accionista impugnante posee el 30% del capital social y
transfiere un 10%, por qué esta transmisión parcial va a extinguir respecto de él,
el proceso de impugnación. La respuesta es que la impugnación se planteó con
la voluntad unitaria del 30% que no es divisible en varias o numerosas
voluntades, tales como y dentro de ellas, algunas para enajenar, otras para dar
en prenda, unas terceras para dar en usufructo y las últimas para continuar la
impugnación La voluntad expresadas con la totalidad de las acciones, es una:
con las que impugnó debe continuar, sin fraccionamiento ni cortapisas. Por
cierto, nada quita ni agrega la adquisición de un mayor número de acciones, en
el intervalo"(28).
Pero, en verdad ¿resulta coherente hablar de una "voluntad unitaria" que debe
permanecer incólume cuando a la par nada imposibilita que esta "voluntad"
crezca al permitirse al socio que sí pueda adquirir nuevas acciones? ¿Es sensato
pensar que si del 30 % de la participación social del accionista, éste transfiere el
0,5% ya no va a tener la misma "voluntad" de impugnar un acuerdo? Considero
que la respuesta en ambos casos es negativa.
Por todo ello, consideramos que el artículo 144 de la Ley General de Sociedades
requiere una inmediata y urgente reforma en la parte que dispone que la
transferencia voluntaria parcial de las acciones de propiedad del accionista
demandante extingue, respecto de dicho socio, el proceso de impugnación.
9. Medidas cautelares
Obviamente que los peticionantes deben exponer con claridad los fundamentos
de su pretensión cautelar, a fin de acreditar ante el juez la verosimilitud del
derecho y el peligro en la demora. El pedido puede ser interpuesto antes de
iniciado un proceso o durante la tramitación de éste, siempre que los
peticionantes demuestren que la medida esté destinada a asegurar el
cumplimiento de la decisión definitiva.
b. Anotación de la demanda
Como se puede apreciar del texto del artículo 148 de la Ley General de
Sociedades(31), lo que se resuelve en la sentencia que ponga fin al proceso de
impugnación afectará a todos los accionistas mas no así a los terceros de buena
fe que hayan contratado con la sociedad con posterioridad de la adopción del
acuerdo impugnado. Por ello, la única forma de asegurar la eficacia I frente a
éstos es la anotación-preventiva de la demanda, medida cautelar comentada
anteriormente.
11. Reflexiones
Luego de haber revisado los innumerables requisitos para que sea procedente
la acción de impugnación, cabe preguntarse por qué nuestra legislación
societaria ha establecido requisitos tan severos para que un accionista pueda
interponer la acción de impugnación.
La mayor parte de la doctrina responde a esta interrogante argumentando que si
bien es cierto que debe permitirse a los accionistas la facultad de impugnar un
acuerdo societario como una manera de control extra-junta de las decisiones
adoptadas por las mayorías, también es cierto que permitir libre y
anárquicamente los cuestionamientos de dichas decisiones no haría sino
entorpecer la constante y dinámica marcha de las actividades negociales de la
sociedad, afectando la circulación de los capitales y la seguridad jurídica de las
operaciones comerciales efectuadas con terceros con arreglo a dichos acuerdos.
Por ello -se señala- resulta prudente encontrar un mesurado equilibrio entre el
derecho de impugnación de los socios y el normal desarrollo de las actividades
económicas de las empresas. En esa línea de pensamiento, Tomás Pelayo
Muñoz ha señalado que el ejercicio del derecho de impugnación "debe matizarse
con el principio de mantenimiento de los acuerdos sociales, en clara protección
al tráfico mercantil"(33).
En efecto, en contrapartida a lo difícil que resulta cumplir con los requisitos para
interponer la acción de impugnación, la acción de nulidad de acuerdo de junta
de accionistas no presenta mayores exigencias.
Así, dicho artículo establece que la acción de nulidad puede ser ejercida por
cualquier persona que tenga legítimo interés (léase, administradores, un tercero
ajeno a la sociedad e incluso los mismos accionistas) para invalidar
judicialmente, vía proceso de conocimiento, los acuerdos contrarios a normas
imperativas o que incurran en causales de nulidad previstas en la Ley General
de Sociedades o en el Código Civil.
Esto es, mediante esta pretensión procesal cualquier tercero o accionista (sin
necesidad de haber concurrido a la junta y dejar constancia de su oposición, o
haberse encontrado ausente, etc.), podrá solicitar la declaración judicial de
nulidad del acuerdo de junta de accionistas, sin más requerimientos que el
demostrar su legítimo interés en que éste se revoque, así como interponer la
acción en el plazo de un año contado desde su adopción (35).
Por citar un ejemplo, si en junta se adopta un acuerdo que colisiona con una
disposición del estatuto, cualquier accionista podría interponer la acción de
impugnación, ya que esto lo prevé expresamente el artículo 139 de la Ley
General de Sociedades; pero, también el socio podrá discutir la validez de este
acuerdo vía acción de nulidad, porque el artículo 150 lo faculta a interponer esta
pretensión cuando el acuerdo incurre en una causal de nulidad establecida en la
Ley General de Sociedades, lo que sucede con los acuerdos que violen el
estatuto social, en virtud de lo dispuesto en el artículo 38 de dicho cuerpo de
leyes.
Lo mismo podríamos decir de aquellos acuerdos que lesionen los intereses de
la sociedad en beneficio de uno o varios socios, o que violen el pacto social o
sean contrarios a las leyes que interesan al orden público.
Por ello nos parece totalmente contradictorio que si, en aras de la libre circulación
de los capitales y la seguridad jurídica, se ha tomado partido por restringir la
posibilidad de los accionistas para discutir los acuerdos de junta mediante la
llamada acción de impugnación, imponiendo una serie de requisitos tan
exigentes en los artículos 139 y 140 de la Ley General de Sociedades; luego, a
sólo diez artículos más adelante, se abra la posibilidad para que no únicamente
los accionistas, sino cualquier tercero con legítimo interés, pueda dirigirse contra
el mismo acuerdo vía la flexible acción de nulidad, la misma que adicional mente
tiene un mayor plazo de caducidad que el de la acción de impugnación.
3. Algunas sugerencias
Por dichas razones creemos que se hace urgente una reforma en nuestra
legislación societaria que apunte a un tratamiento más coherente y que esté
plenamente acorde con la idea de no sacrificar el normal desenvolvimiento de
las actividades negociales de las sociedades en aras de proteger en exceso el
derecho de impugnación de los accionistas.
En ese sentido, creemos que una buena alternativa sería eliminar de nuestra Ley
General de Sociedades la llamada acción de nulidad de acuerdos societarios,
conservando únicamente la acción de impugnación como la ruta por la cual los
socios puedan cuestionar la validez de los acuerdos de junta; mientras que los
terceros podrían ejercer un derecho de oposición, tal como se encuentra previsto
para el caso de reducción de capital (artículo 219 de la Ley General de
Sociedades).