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Un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiere mantenerse, debe comprender

bien que no le es posible observar en todo lo que hace mirar como virtuosos a los
hombres; supuesto que a menudo, para conservar el orden en un Estado, está en la
precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes de humanidad, caridad, y aun
contra su religión. Su espíritu debe estar dispuesto a volverse según que los vientos y
variaciones de la fortuna lo exijan de él; y, como lo he dicho más arriba, a no
apartarse del bien mientras lo puede, sino a saber entrar en el mal, cuando hay
necesidad. Debe tener sumo cuidado en ser circunspecto, para que cuantas palabras
salgan de su boca lleven impreso el sello de las cinco virtudes mencionadas; y para
que, tanto viéndole como oyéndole, le crean enteramente lleno de bondad, buena fe,
integridad, humanidad y religión. Entre estas prendas no hay ninguna más necesaria
que la última. Los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos; y
si pertenece a todos el ver, no está más que a un cierto número el tocar. Cada uno ve
lo que pareces ser; pero pocos comprenden lo que eres realmente; y este corto
número no se atreve a contradecir la opinión del vulgo, que tiene, por apoyo de sus
ilusiones, la majestad del Estado que le protege.

COMENTARIO

Este fragmento pertenece al Príncipe de Maquiavelo.

Maquiavelo nace en Florencia en 1469, de familia noble, y recibe una educación


esmerada. Participa activamente en la vida política, actuando como diplomático para
diferentes ciudades-estado italianas. Trató de ganarse el favor de los medicis y, por
ello, le dedicó a Lorenzo de Medici su obra más importante, El príncipe. Debido a las
tensiones políticas, fue encarcelado y después exiliado de la capital. Otra obra de
interés es Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Es el máximo
representante del realismo político y su pensamiento político se encuadra en la
modernidad, desterrando la trascendencia de cualquiera de sus planteamientos.

En este fragmento se trata un problema relacionado con la Política, responde a la


pregunta filosófica que reflexiona sobre cómo debe actuar el príncipe y, más
concretamente, sobre la necesidad de una apariencia virtuosa del príncipe ante los
súbditos.

Maquiavelo defiende que el príncipe debe aparentar ser piadoso, mientras que actúa
guiándose por la razón de Estado-que tiene como fin mantener la cohesión de
Estado- y no por la virtud.
El argumento principal que esgrime Maquiavelo es que la mayoría atiende a las
apariencias y que los pocos que van más allá de ellas, nunca se atreven a ir en contra
de la opinión de la mayoría. De esta manera, el príncipe puede actuar lejos la virtud
cuando es necesario, pero nunca mostrar ese proceder ante el vulgo.
Como vemos, Maquiavelo demuestra aquí el realismo de su planteamiento. Lejos de
las teorías políticas precedentes, por ejemplo la de Platón, muestra que la razón de
Estado se instala en un análisis de la realidad de las circunstancias y no, por el
contrario, en lo que debe ser. De este modo, el príncipe no debe sentir la obligación
de guiarse por la virtud cuando las circunstancias requieren lo contrario. Como
vemos, en su planteamiento se separa radicalmente la Ética de la Política.

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