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INTRODUCCIÓN
1 Es un dato llamativo, repetido varias veces pero que no hace inútil recor-
darlo de nuevo, que el famoso Dictionnaire de Théologie catholique ignoró
la palabra trabajo (¡y no sólo ésta!). La teología del trabajo fue introducida
propiamente por M.-D. CHENU en su librito Hacia una teología del trabajo,
Estela, Barcelona, 1960 (el original francés es de 1955. El mismo P. Chenu ha
contado el origen casi rocambo1esco que dio origen a este libro).
2 Después de la segunda guerra mundial se desarrolla la teología de las
realidades terrestres (G. THILS) y, en este marco, «el tema privilegiado fue el
del trabajo» (E. VILANOVA, Historia de la teología cristiana, IlI, Herder, Bar-
celona, 1992, p. 882. Ahí puede verse la ambientación de lo que sería progre-
sivamente teología del progreso (cf. A DE NICOLÁS, Teología del progreso,
Sígueme, Salamanca, 1972).
3 M.-D. CHENU pasa por ser, y es, el padre de la teología del trabajo. Quiero
9 Carta encíclica del Papa Juan Pablo II sobre El trabajo humano, firmada
el 14 de septiembre de 1981.
10 En la parte dedicada a la espiritualidad del trabajo y después de haber
expuesto el pensamiento del apóstol Pablo sobre el trabajo, leemos en LE: «Las
enseñanzas del Apóstol de las Gentes tienen, como se ve, una importancia
capital para la moral y la espiritualidad del trabajo humano» (LE 26d).
11 El texto continúa: «a participar en sus planes salvíficos respecto al hom-
bre y al mundo, y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo, asumiendo
mediante la fe una viva participación en su triple misión de Sacerdote, Profeta
y Rey, tal como lo enseña con expresiones admirables el Concilio Vaticano Il»
(n. 24a).
12 No deja de ser significativo que la palabra trabajador y trabajo es desa-
rrollada por la misma persona, G. MATTAI (profesor de moral) en los dos
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rece claro que para entrar en el mundo del trabajo, incluida la espi-
ritualidad del mismo, hay que ir más a otros dominios 16, lo cual dice
mucho a favor de éstos pero no a favor de la espiritualidad.
17 'De la Edad Media occidental ha escrito J. LE GOFF: «ün n'y pense pas
toujours mais les gens du Moyen Age y ont pensé et l'on dit, le Nouveau
Testament en nous montre pas que le Christ ait travaillé. Dans une societé oil.
il est le grand modele,' cela a incontestablement pesé sur l'image du travail»
(citado en Travail, en DS, 15, c. 1212).
18 Hay que agradecer a LE que no haya ocultado las palabras de Mt 6,25-
34 (LE 26a) sobre la Providencia, unas palabras que, efectivamente, pueden
llevar a pensar, falsamente, por supuesto, que Jesús prohibía el trabajo. Habría-
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dificultades son tan enonnes que saben que sus propuestas se hacen
sobre una bomba de relojería, Fuerzas empresariales y sindicales,
ninguna de ellas santa, seguramente, pero merecedoras de una aten-
ción que con frecuencia se les niega. Las largas jornadas de discu-
sión y diálogo, metodológica o vitalmente tensas, han logrado gran-
des mejoras en el mundo del trabajo. Economistas. Los separamos
y distinguimos de los filósofos y teólogos, porque ellos son técnicos
en el mundo laboral, saben mucho mejor la trastienda de la comple-
jidad laboral y, en su pluralismo (lícito siempre) buscan el modo de
ordenar y humanizar el mundo del trabajo.
Si el tiempo y las fuerzas empleadas en canonizar o satanizar a
todas estas fuerzas se emplease en elevar la cultura del trabajador,
la cultura laboral y el trabajo mismo, las cosas podrían mejorar un
poquito más.
CONCLUSIÓN