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Amor bajo la Luna

Por las grietas de la de la pared de tabla, se filtraba una luz pálida que iluminaba su rincón,
era un simple colchón sobre el piso de tierra, una caneca con su ropa, una caja con
cuadernos y libros, respiraba con dificultad, el aire era húmedo y mohoso, a ese ambiente
su padre le agregaba el olor a sudor y alcohol. Pobre de papá, siempre moliendo como
esclavo, para llevar apenas unos granos de arroz, una panela y unos cuantos huevos que a
veces ni alcanzan para que todos podamos comer uno entero, papá siempre se sacrifica,
dice que él ya está viejo para comer huevo, que eso le sube el colesterol, duerme siempre
abrazado a mi madre. Ella una mujer de esas que fueron criadas únicamente para servir al
esposo y a los hijos, ya se marchito, el nacimiento de mis dos hermanos le quito muchos
años de juventud, envejeció en un solo día, siempre dice que los mellizos son una
bendición, pero no le creo, ¿cómo va ser una bendición un par de muchachitos llorones?,
duermen a mi lado, sus caras iluminadas por la luz de la luna que se filtra parecen
cadavéricas, no son unos niños agraciados como el doña Ester, ese si es un bebe regordete
de mejillas rosadas, doña Ester lava la ropa en una casa de ricos, allá le dan leche para su
hijo, ¡si mamá no se hubiera embarazado otra vez!, seria a ella la que le dieran la leche,
¡seria yo la que tendría los cachetes colorados! ¡no unas ojeras de muerta de hambre!, esos
pensamientos me hacen sentir punzadas en el corazón, las lagrimas asoman a mis ojos, la
rabia no me deja dormir, ¿como pudieron tener mas hijos si no podían con ellos mismos?, si
a mi nunca me dieron un pedazo de carne, ¿para qué más bocas que alimentar?.
En unos días cumpliré 16 años, ya podre irme de este basurero, se que mis padres sentirán
tristeza, pero entenderán que no quiero el mismo futuro que ellos, mamá me dice que
simplemente lo digo porque soy joven y no me he enamorado, ¡y nunca lo hare!, el amor
solo te ata y yo quiero ser libre, no llenarme de hijos llorones y mocosos corriendo todo el
día entre mis faldas, o tener un esposo al que tengo que atender, porque para eso nacimos
las mujeres según mi mamá y mi abuela.
El ruido de un rata buscando entre las ollas me sobresalta y me saca de mis pensamientos
turbulentos, con sigilo trepo por el tronco que hace las veces de columna y estantería (es el
único lujo de nuestra casa), con cuidado corro la teja para que no haga ruido y se
despierten, apenas asomo la cabeza una oleada de aire frio me serena, por fin mi lugar
favorito, el tejado, desde allí puedo ver todo el caserío, cambuches fabricados de
escombros, a los perros buscando en la basura, los gatos peleando en los tejados y los
borrachos que van por la calle cantando o arrastrando sus miserables cuerpos buscando
donde viven.
La luna luce hermosa esta noche, esta inmensa, siento que la puedo atrapar si me acerco
un poco más, recuerdo la ves que papá me dijo que era de queso, quería hacer una escalera
gigante para atraparla y poder comerla, mamá solo reía con mis ocurrencias, saco un viejo
libro que le faltaban paginas y me enseño a leer, mis primeras lecturas fueron en que fase
de la luna se debe cultivar, gracias a eso nuestra pequeña huerta ha progresado mucho,
siempre que tenemos dudas consultamos el libro de la luna, adoro esos momentos en que
mamá y yo nos ocupamos en la huerta, es nuestro momento, nos contamos historias, unas
veces tristes otras veces que nos hacen reír hasta que nos duele la panza, o simplemente
trabajamos en silencio para despejar nuestros pensamientos, en la ultima cosecha nos fue
bien, con lo que vendimos nos alcanzo para los zapatos del colegio, yo quería que mamá se
comprara un vestido nuevo, pero ella dijo que unas señoras ricas a las que a veces les lava
la ropa le habían regalado unos, que solo era cogerles una puntada y como nuevos, ese día
estábamos muy felices, era la primera ves que mis zapatos no eran regalados, ¡eran
nuevos!, cuando llegamos a casa los mellizos salieron a recibirnos, en sus caritas solo
había felicidad de ver llegar a su hermana mayor, me abrazaron y llenaron de besos
babosos, como quiero a esos flacuchentos, papá estaba en el fogón preparando el arroz, hoy
todos comeríamos huevo ¡y con salchichón!, no todos los días una hija del caserío asiste al
colegio, había que celebrar, mi corazón se lleno de nostalgia al recordar que hemos tenido
mas momentos felices que tristes, y que aun en ese rincón frio en el que duermo la felicidad
me puede alcanzar.

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