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(Sófocles)
Personajes:
Antígona
Ismene (hermana de Antígona)
Coro de ancianos tebanos
Creonte (jefe)
Guardián
Hemón (Hijo de Creonte, prometido de Antígona)
Tiresias (adivino ciego)
Mensajero
Eurídice (Esposa de Creonte)
Otro Mensajero
-Ismene. — ¿Es que proyectas enterrarlo, siendo algo prohibido para la ciudad? -Antígona. —
Pero es mi hermano y el tuyo, aunque tú no quieras. Y, ciertamente, no voy a ser cogida en
delito de traición.
-Creonte— Ciudadanos, yo ahora poseo todos los poderes y dignidades por mi cercano
parentesco con la familia de los muertos. pero es imposible conocer el alma, los sentimientos y
las intenciones de un hombre hasta que se muestre experimentado en cargos y en leyes.
-Guardián. — Señor, nada existe para los mortales que pueda ser negado con juramento. Pues la
reflexión posterior desmiente los propósitos.
-Estrofa 2.a
¿Qué conducta de los hombres podría reprimir tu 60S poder, Zeus? esta ley prevalecerá: nada
extraordinario llega a la vida de los mortales separado de la desgracia.
-Antístrofa 2.a
Sabiamente fue dada a conocer por alguien la famosa sentencia: lo malo llega a parecer bueno a
aquel cuya mente conduce una divinidad hacia el infortunio, y durante m uy poco tiempo actúa
fuera de la desgracia.
-entre los hombres la irreflexión es, con mucho, el mayor de los males humanos.
-Corifeo. — Aquí llega Creonte en persona, llevando en sus brazos la señal clara, si es lícito
decirlo, de la desgracia, no por mano ajena, sino por su propia falta.
-Estrofa 1.a
Creonte. — ¡Ay de mis malhadadas resoluciones! ¡Ah hijo, joven, muerto en la juventud! ¡Ay,
ay, has muerto, te has marchado por mis extravíos, no por los tuyos!
Corifeo. — ¡Ay, demasiado tarde pareces haber conocido el castigo!
Creonte. — ¡Ay de mí! Ya lo he aprendido, ¡infortunado! Un dios entonces, sí, entonces, me
golpeó en la cabeza con gran fuerza y me metió por caminos de crueldad, ¡ay!, destruyendo mi
pisoteada alegría.
Corifeo. — La cordura es con mucho el primer paso de la felicidad. No hay que cometer
impiedades en las relaciones con los dioses. Las palabras arrogantes de los que se jactan en
exceso, tras devolverles en pago grandes golpes, les enseñan en la vejez la cordura.