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Versos 1 al 16: Apolo esparció por los ejércitos una peste. Crises, su
sacerdote, implora a los aqueos que devuelvan a su hija.
53 al 171: Las flechas de apolo volaron durante 9 días sobre el ejército de los
aqueos. Aquiles convoca a una asamblea y le dice a Agamenón que tendrán
que volver atrás, pero que consulten con un adivino. Entonces, Calcante
Testórida, el mayor de los adivinos, que dijo que la cólera de Apolo provenía
del robo de la hija de su sacerdote y que para calmarla habría que devolverla a
su padre.
318 al 430: Agamenón pide a sus servidores que vayan a la tienda de Aquiles
a buscar a Briseida para quitársela. Así lo hacen. Se dirigen a la tienda y
Aquiles termina aceptando esto, diciéndole a Patroclo que entregara a Briseida
y él obedeció. Luego, Aquiles rompió en llanto e invocó a su madre. Ésta le
preguntó que era lo que le pasaba y Aquiles le contó toda la situación,
pidiéndole que intercediera ante Zeus para que recuperase su propia honra,
dándole victoria a los troyanos y no a los aqueos. Tetis cuenta que Zeus se fue
a un banquete, pero que en doce días volverá al Olimpo y que le rogará por
eso; además, le recomienda a Aquiles que se quede en su nave y que se
abstenga de combatir. Después, Tetis partió, dejando a Aquiles irritado por la
mujer que se le fue arrebatada.
431 al 492: Criseida es devuelta a su padre Crises y este ruega a Apolo para
que la peste ya no turbara a los aqueos, haciéndole una ofrenda, el cual oyó la
súplica. Comieron y bebieron, y durante el día los aqueos entonaron cantos a
Apolo, el cual los escuchó con el corazón complacido. Los aqueos después
siguieron su rumbo hasta llegar a su campamento. Mientras tanto, Aquiles
permanecía enfadado en las naves, añorando el combate.
493 al 605: Cuando los dioses regresaron al Olimpo, Tetis le rogó a Zeus para
que Aquiles recuperara su honra y para que le diese la victoria a los troyanos.
Zeus al principio no respondió, por lo que Tetis imploró más. Entonces Zeus le
dijo que por la ira de Hera no podía decirle que sí, pero que sí lo haría y que la
señal de asentimiento sería la prueba de ello, la cual consistió en bajar sus
cejas negras. Después, ambos se separaron y Zeus volvió a su palacio. Hera
no ignoraba lo que había sucedido y le reclamó a Zeus por nunca contarle las
cosas y por seguramente querer darle preferencia a Tetis y darle la victoria a
los troyanos. Zeus se enojó con ella y le dijo que se siente y que le obedezca.
Hera así lo hizo y Hefesto, su hijo, que era el que le habría fabricado los
palacios a los dioses, le recomendó que le obedeciera porque el poder de Zeus
les sobrepasaba. Hera aceptó. Todo el día se estuvo celebrando el festín en el
que Apolo tocaba la cítara y las nueve musas cantaban. Luego, los dioses se
fueron a sus respectivos palacios. Zeus se fue a dormir y a su lado descansó
Hera, la de los níveos brazos.
121 al 244: La mensajera Iris fue en busca de Helena y le contó que Menelao y
Paris iban a abatirse en una contienda por ella. Helena empezó a extrañar su
antigua vida, por lo que derramó lágrimas y salió de su habitación para ir a las
puertas de Esceas. Los próceres troyanos (Príamo, Pántoo, Timetes, Lampo,
Clitio, Hicetaón, Ucalegonte y Antenor) entendieron al verla por qué se
peleaban por ella, ya que su hermosura era extrema, pero querían que se fuera
de sus naves. Príamo llamó a Helena y empezó a preguntarle por cada hombre
aqueo que le llamaba la atención. Ella le contó sobre el rey Agamenón (su
cuñado, que era un buen rey y esforzado combatiente), sobre Odiseo
(ingenioso, hijo de Laertes, criado en Ítaca, diestro en tramar engaños como en
dar prudentes consejos), sobre Ayante (antemural de los aqueos) y sobre
Idomeneo (que estaba rodeando a los capitanes de sus tropas).
245 al 313: Los heraldos trajeron a las víctimas para los divinos juramentos
(dos corderos) y el vino dentro de un odre de piel de cabra. También se llevó
una reluciente crátera y copas de oro. Se le acercaron a Príamo y se le
convidó, diciéndole que bajara a la llanura y sancionara los fieles juramentos,
pues Alejandro y Menelao combatirían por Helena, quedándose el ganador con
la mujer y con las riquezas, mientras que los demás quedarían en paz. Príamo
fue y cuando se levantó, Agamenón cortó pelo de la cabeza de los corderos,
que fue repartido a los próceres troyanos. Luego imploró a Zeus para que
aprobara los fieles juramentos. Le cortó el cuello a los corderos y así realizó los
juramentos, pero Zeus no confirmó el voto. Príamo dijo que regresaría a Ilión,
puesto que no podría ver a su hijo Paris combatir y así lo hizo.
314 al 339: Héctor, hijo de Príamo, y Odiseo midieron el campo y, echaron dos
suertes en el casco de bronce para saber quién arrojaría la lanza primero. Los
aqueos y algunos troyanos pidieron a Zeus que Paris muriese, por ser causa
de la guerra, y que ellos gozaran de la amistad. Los guerreros se sentaron y
Paris y Alejandro vistieron las armas.
421 al 461: Cuando llegaron al palacio de Paris, las esclavas volvieron a sus
labores y Afrodita se dirigió hacia la cámara nupcial. Luego, colocó una silla
delante de Alejandro donde se sentó Helena, la cual, apartando la vista de él, lo
increpó diciéndole que según él era superior a Menelao cuando casi perece en
esta lucha a manos de él. Le dijo también que no se enfrentara con él porque
perdería. Paris le respondió que él había ganado con ayuda de los dioses, pero
que la próxima le ganaría él mismo. Además, le dijo que su deseo nunca había
sido tanto como en ese momento. Entonces se encaminó al tálamo, Helena lo
siguió y ambos se acostaron en el lecho. Mientras tanto, Menelao buscaba a
Paris entre la muchedumbre, pero nadie le dijo porque nadie sabía dónde
estaba (si hubieran sabido, le habrían informado, ya que odiaban a Paris).
Entonces Agamenón dijo a todos que la victoria era de Menelao, por lo que le
tenían que entregar a Helena y pagar una compensación justa. Los demás
aqueos le aplaudieron.
Canto VI: Coloquio de Héctor y Andrómaca
119 al 236: Glauco, hijo de Hipóloco, y el hijo de Tideo, ansiosos por combatir,
fueron al espacio que había entre ambos ejércitos. Diomedes entonces se
dirigió a Glauco y le pidió que le contase quién era, pues nunca lo había visto y
éste le contó que era hijo de Hipóloco, el cual era hijo de un gran guerrero
llamado Belerofonte. Diomedes se alegró con esto y le dijo Belerofonte había
sido su antiguo huésped paterno, y que, por lo tanto, era ahora huésped de
Glauco y que Glauco iba a ser su huésped; además de decirle que
intercambien sus armaduras. Luego, descendieron de los carros y se
estrecharon las manos como prueba de amistad. Entonces Zeus hizo perder la
razón a Glauco, ya que cambió sus armaduras por las de Diomedes, siendo
que las suyas valían mucho más.
311 al 368: En tanto, Héctor fue hasta el palacio de Paris, donde ambos
tuvieron una discusión ya que Héctor le reprochó su cobardía y Alejandro le
responde que volverá al combate. Helena trata de persuadir a Héctor con
suaves palabras, pero no lo consigue. Le dijo que se sentara, pero Héctor se
negó y le dijo que animara a Paris para el combate y para que lo alcanzara
dentro de la ciudad, ya que él iría a ver a su familia.
Canto IX
101 al 209: Mientras tanto, Ayante trataba con todas sus fuerzas de resistir el
ataque de los troyanos, los cuales le arrojaban dardos. Llegó a un punto en el
que su cuerpo estaba muy cansado y Héctor, que estaba cerca, golpeó la pica
de él con su espada, rompiéndosela. Se dio cuenta de que Zeus frustraba
todos sus intentos porque le quería dar la victoria a los troyanos, por lo que se
vio obligado a huir de los tiros. Entonces, los troyanos le prendieron fuego a la
nave. Aquiles pudo divisar esto y le dijo a Patroclo que pronto se armase y que
él iría a reunir gente. Así lo hizo Patroclo y Aquiles, recorriendo las tiendas,
hacía tomar las armas a los mirmidones, sus tropas. Luego, les infundió a los
mismos valentía y fuerza, enviándolos a luchar.
210 al 256: Las tropas de Aquiles cerraron más sus filas y delante de todos se
pusieron Patroclo y Automedonte. Aquiles fue a su tienda y del arca de su
madre sacó la copa que solo era utilizada para ofrecerle libaciones a Zeus.
Entonces llenó la copa y le rogó a Zeus que le diera la victoria a su compañero
con sus muchos mirmidones y que pudiera volver a salvo. Zeus le otorgó que
apartase las naves del combate y la pelea, pero le negó que volviera ileso.
Luego Aquiles dejó la copa en el arca y salió a ver la pelea entre aqueos y
troyanos.
419 al 507: Sarpedón, hijo de Zeus, al ver que sus compañeros sucumbían
ante los aqueos, le dijo a los troyanos que dejaran de huir y que él iría a ver
quién es el que los estaba matando tanto. Entonces se bajó de su carro y
Patroclo también lo hizo. Zeus los vio y le dijo a Hera que sabía que el destino
de Sarpedón era morir a manos de Patroclo, pero se preguntó si debía salvarlo.
Hera le dijo que no, que lo mejor sería dejarlo morir, y así lo hizo Zeus,
haciendo caer sobre la tierra gotas sanguinolentas para honrarlo. Luego,
Patroclo y Sarpedón se enfrentaron. Patroclo arrojó primero la lanza y le dio a
Sarpedón; luego este arremetió, pero erró el tiro, dándole a uno de los
corceles. Después Sarpedón arrojó otra lanza, pero también erró el tiro y
finalmente Patroclo arrojó una lanza y le dio a Sarpedón, acabando con su
vida, no sin antes decirle a Glauco que fuera por los troyanos para que
pelearan por él, para que peleara él mismo y para que animara a los teucros.
508 al 683: Glauco sintió gran pesar por la muerte de Sarpedón y, como su
brazo estaba herido por una flecha, le rogó a Apolo porque lo curara y así lo
hizo el dios. Glauco fue y le reclamó a Héctor por su cobardía, informándole de
la muerte de Sarpedón, noticia que lo irritó. Por otra parte, Patroclo animó a los
aqueos para la batalla. Luego, los troyanos y los mirmidones empezaron a
luchar en torno al cadáver, combatiendo por él, por lo que Zeus cubrió la
contienda con oscuridad para que produjese mayor estrago este combate.
Epigeo quise llevarse el cadáver, pero Héctor, con una piedra, alcanzó a
matarlo, cayendo éste sobre el cuerpo de Sarpedón. Así inició una matanza de
troyanos y aqueos, todos peleando por el cadáver, el cual estaba cada vez más
irreconocible. Zeus no apartaba sus ojos de la contienda y dudaba si debía
hacer que Héctor matara a Patroclo o alargar la batalla, y optó por la segunda
opción, haciendo que Héctor huyese. Los licios (de los troyanos) también
huyeron al ver a Sarpedón muerto. Entonces los aqueos le quitaron a Sarpedón
su armadura, pero Zeus mandó a Apolo a que fuera por el cuerpo de él y que,
luego de lavarlo, ungirlo con ambrosía y vestirlo; lo llevara a los gemelos Hipno
(Sueño) y Muerte, los cuales lo llevarían a Licia para que sus familiares le
hagan los debidos honores que se le hacían a los muertos. Así lo hizo Apolo y
los gemelos lo transportaron a Licia, y allí lo dejaron.
684 al 711: Patroclo animaba a los corceles y a Automedonte, y perseguía a
los troyanos y licios, trayéndose con ésto un gran infortunio. Si bien Zeus lo
animó a combatir, tenía dispuesta la muerte para él. Patroclo mató a varios
troyanos y los aqueos habría tomado Troya si no fuera que Apolo se los
impedía, colocándose en la torre y negándole el paso a Patroclo, diciendo que
retrocediera, el cual lo hizo un gran trecho para evitar la cólera del dios.
712 al 782: Héctor se hallaba con el carro y los corceles en las puertas Esceas,
dudoso de si volver a combatir o hacer que los troyanos se refugiasen en el
muro, cuando Apolo, tomando la figura de su tío materno Asio, se le apareció y
lo instó a volver a combatir. Apolo regresó a la batalla y Héctor también.
Patroclo mató a Cebriones, hijo bastardo de Príamo, y luego se burló de él.
Luego quiso ir por su cadáver, pero Héctor se lo quiso impedir. Saltó del carro y
ambos empezaron a luchar por el muerto, alrededor de éste, queriéndose herir
el uno al otro. Héctor sostenía al cadáver por la cabeza y Patroclo lo tiraba del
pie, mientras que los demás troyanos y aqueos se mataban los unos a los
otros. Cuando el sol llegaba al ocaso, los aqueos vencían a los troyanos, contra
lo dispuesto por el destino y arrastraron luego el cuerpo de Cebriones fuera del
alcance de los troyanos para finalmente quitarle la armadura de los hombros.
783 al 818: Patroclo acometió furioso a los troyanos y tres veces mató nueve
hombres. Cuando iba a acometer una cuarta vez, Apolo intervino, el cual le dio
un golpe desde atrás en la espalda y los hombros y también le quitó el casco
que llevaba e hizo que su pica se rompiera y que su escudo y su correa
cayeran al suelo, quitándole a sus miembros la fuerza que tenían. Patroclo
quedó atónito y Euforbo Pantoida le hundió la lanza en la espalda. Lo dejó
herido, pero no lo mató. Entonces Patroclo retrocedió al grupo de sus
compañeros para evitar la muerte.
448 - 498 Idomeneo logra divisar desde muy lejos las yeguas de Eumelo y escucha a Diomedes. Pero
Ayante de Oileo, molesto le dice que no es el indicado para decir eso, que su visión no es de las
mejores. Ambos se disputan con una apuesta y Aquiles los calma.
499 - 565 Culmina la carrera , con la llegada triunfante de Tidida, seguido de Antíloco, quién se adelantó
con astucia a Menelao que quedó tercero, y detrás de éste Meríones, y Eumelo último.
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Canto XXIV: Rescate de Héctor
Versos 1 al 21: Luego de haber terminado las luchas, se disolvió la junta y los
guerreros fueron a comer para luego dormir. Aquiles lloraba por Patroclo y no podía
concebir el sueño, por lo que terminaba vagando triste por la playa. A su carro ataba el
cadáver de Héctor y lo arrastraba hasta dar tres veces vuelta al cadáver de Patroclo,
insultándolo.
188 al 321: Príamo envió a sus hijos a que le prepararan un carro con mulas y
Hécube, su esposa, le solicita que no vaya, por temor a que Aquiles le haga algo.
Príamo responde que de todas formas irá y Hécube se pone a llorar y le dice que
mejor que no buscara el cadáver de Héctor, que se queden llorando ahí en el palacio
por él, pero Príamo se sigue negando a ésto, diciéndole que no lo persuadirá y que no
le importaba si Aquiles lo llegaba a matar. Luego, tomó del arca los dones que le iba a
llevar a Aquiles y después echó a los troyanos, para después reprender a sus hijos por
no darse prisa con el carro. Ellos, por el reto de su padre, preparon el carro. Mientras
tanto, Hécube se acercó a Príamo con una copa de oro en la mano y le recomendó a
Príamo que antes de partir le hiciera la libación a Zeus para que éste le acompañara y
no lo mataran y también para que haga aparecer un ave mensajera suya a su lado. Así
lo hizo Príamo y Zeus envió a la mejor de las aves agoreras llamada percnón. Al ver el
ave volando sobre la ciudad, todos recobraron la confianza.
322 al 467: Príamo se subió a su carro y empezó su recorrido y todos estaban llorando
mientras salía de la ciudad. Zeus se compadeció de verlo y envió a Hermes para que
lo condujera a las naves de los mirmidones sin que los aqueos pudieran verlo. Hermes
le obedeció y fue con Príamo disfrazado de un joven príncipe. Se le apareció al
anciano y Príamo creyó que quizás querría matarlo, pero Hermes se le acercó y lo
interrogó, entablando diálogo con él: le dijo que servía a Aquiles, le contó sobre Héctor
y el estado perfecto en el que estaba su cadáver y le dijo también que lo podía guiar a
sus naves, pero de forma sigilosa para que no lo descubrieran. Hermes condujo a
Príamo a las naves, durmiendo a todos al llegar a las torres. Cuando llegaron por fin,
le reveló que en realidad era Hermes y que Zeus lo había enviado, pero que se tenía
que volver antes de que Aquiles lo viera ya que sería indecoroso que un dios tomara
tanto interés por los mortales, y también le dijo que se arrodillara ante Aquiles y,
abrazando sus rodillas, le suplicara, a fin de conmoverlo. Luego, el dios volvió al
Olimpo.
468 al 676: Príamo se bajó del carro y fue hasta la tienda de Aquiles. Lo encontró solo,
sin comer (mientras que sus dos compañeros queridos, Automedonte y Alcimo le
servían), y, sin que nadie más lo viera, se dirigió hacia él, le abrazó las rodillas y le
besó las manos. Aquiles quedó atónito y Príamo le rogó que por su padre, que era
parecido a él, le diera el cadáver de su hijo. Aquiles quiso llorar al venirle el recuerdo
de su padre y tomando de la mano a Príamo, lo apartó suavemente. Príamo
derramaba lágrimas por Héctor y Aquiles por su padre un poco y por Patroclo otro
poco. Entonces Aquiles decidió cesar el llanto, se levantó de la silla y le tomó la mano
al anciano para que se levantara, admirándolo por ir solo hasta allí y animándolo a
también cesar su llanto. Tuvo una charla con él donde Príamo le dijo que le devolviera
el cuerpo de su hijo y Aquiles se irritó, diciéndole que dejara de acrecentar los dolores
de su corazón, haciéndole temer al anciano, el cual le obedeció. Después, Aquiles
salió de la tienda con sus compañeros, los cuales hicieron sentar al heraldo y
recogieron los dotes que había traído Príamo, para luego envolver el cadáver de
Héctor antes de que su padre se lo llevase, enviando Aquiles a los esclavos a que lo
lavaran y lo unigieran. Así lo hicieron y lo cubrieron con una túnica y con telas. Aquiles
lo levantó y lo colocó en un lecho, y sus compañeros lo subieron al carro, pero el
Pelida le pidió perdón primero a Patroclo y luego volvió a su tienda. Después, Aquiles
se sentó y le dijo a Príamo que el cuerpo de su hijo ya estaba rescatado y que fueran
primero a comer, que luego le podría llorar. Entonces Aquiles degolló una oveja, sus
compañeros la prepararon y luego disfrutaron todos comieron y bebieron. Luego,
Príamo le pidió a Aquiles poder dormir y éste mandó traer dos camas para él y para el
heraldo, haciendo que las coloque en el vestíbulo. Aquiles le dijo que le dijera cuántos
días necesitaba para hacer los funerales a Héctor, así él detuviera a su ejército, y
Príamo le respondió que doce días, por lo que el Pelida prometió suspender el
combate durante ese tiempo, estrechando luego la mano de Príamo para que no
tuviera temor. Luego, Príamo y el heraldo durmieron, y Aquiles también lo hizo,
descansando a su lado Briseida.
677 al 804: Las demás deidades y hombres durmieron toda la noche, excepto Hermes
que planeaba cómo sacar a Príamo de las naves sin que lo vieran. Entonces se acercó
a él y, despertándolo, le advirtió que, por más que haya recuperado a su hijo, estaba
en peligro, pues si lo descubría Agamenón, no había vuelta atrás. Entonces, el
anciano sintió temor y despertó al heraldo. Luego Hermes los guió a través del ejército
sin que nadie los viera. Cuando llegaron al río Janto, Hermes volvió al Olimpo y
Casandra, subiendo al cerro, pudo divisar el carro de su padre y luego el cuerpo de
Héctor, por lo que empezó a llorar y fue a llamar a toda la población, diciéndoles a
todos los troyanos que vayan a ver a Héctor. Es así que todos salieron a ver el
cadáver y la esposa y la madre se Héctor, tomando la cabeza del mismo, se
arrancaban los cabellos y la turba las rodeaba llorando. Entonces Príamo les pidió que
se apartasen y que le podrían llorar todo lo que quisiesen cuando lo haya llevado al
palacio, por lo que la gente se apartó, dejando que pasase el carro. Dentro del palacio,
pusieron el cadáver en un lecho y a su alrededor cantores. Luego iniciaron tres duelos:
el de la esposa de Héctor, Andrómaca (que se lamentaba por la pérdida de su esposo
y por el destino de su hijo sin el mismo, además de por no poder despedirse), el de su
madre, Hécube (que se lamentaba de haber perdido a tan gran hijo), y el de Helena
(que se lamentó la pérdida de su cuñado porque jamás había sido ofensivo o grosero
con ella y, además, contenía el enojo de los que la increpaban a ella con sus suaves
palabras). Luego, toda la muchedumbre rompió en sollozos. Príamo le dijo al pueblo
que trajesen leña para realizar los funerales, puesto que Aquiles le prometió detener la
batalla por doce días, y así lo hizo la gente, acarreando durante neuve días leña para
luego colocar en el fuego el décimo día el cadáver de Héctor. Después, el pueblo se
congregó alrededor del cadáver y apagaron el fuego para luego los más cercanos de
Héctor recoger los huesos y colocarlos en una urna de oro, envueltos en fino velo
púrpura. Depositaron la urna en un hoyo que cubrieron con piedras y allí erigieron el
túmulo, estando vigilando por todos lados muchos centinelas para evitar que los
aqueos los atacasen. Luego, levantaron el túmulo y volvieron al palacio de Príamo,
donde celebraron el banquete fúnebre.