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Universidad Abierta para Adultos Mayores - 2023.

Filosofía en práctica.
Conceptos y métodos de una disciplina
más vieja que los trapos.

Módulo I

Lic. N. Ludmila Barta


Universidad Abierta para Adultos Mayores - 2023.

Programa Universidad Abierta para Adultos Mayores

Modalidad de Presencial
dictado Martes 10 am.

Conformación de la Cátedra
Profesor/es N. Ludmila Barta
Duración Anual

Fundamentación
¿Cómo hacer Filosofía? Este curso apunta a dos aspectos fundamentales
de la reflexión filosófica: los conceptos y su justificación. ¿Qué temas le
son propios a la Filosofía? Responder a esta pregunta va a ser uno de los
objetivos de esta propuesta aunque en principio podríamos afirmar que
todos los temas son temas filosóficos si se los trata como tales. Amor,
muerte, dolor, fútbol, tecnología, sexualidad, historia…la cuestión no es
qué tema sino cómo abordarlo. En este sentido, hacer Filosofía es en gran
medida, indagar, es decir, intentar llegar al conocimiento de alguna cosa
reflexionando sobre ella. Hacer Filosofía es cuestionar, es decir, poner en
duda lo que es (o parece ser) aceptado sin dudas. Hacer Filosofía es
pensar. ¿Sobre qué cuestiones es relevante indagar, cuestionar, pensar?
Propondré algunas líneas de fuga para responder a esta pregunta pero
sin poner límite a la posibilidad misma de la reflexión. ¿Hay límites para
el pensar? Si hay límites, los vamos a cruzar… ¿a quién no le genera
emoción pensar más allá? Si al leer esto ya se siente, entonces es por
acá.
Universidad Abierta para Adultos Mayores - 2023.

Módulo I Contenidos y Bibliografía

¿Qué significa “Filosofía”? En este módulo nos vamos a introducir en la


definición misma de este saber –de serlo-, su método -de tenerlo- y sus
objetos de estudio -de haberlos-.

Videos:

Filosofía ¿Qué es la filosofía?. UBA XXI.

https://youtu.be/vVXu-dinzkM

¿Por qué estudié filosofía? Filosóficas-tube

https://youtu.be/H1OgiqHQu4c

¿Por qué y para qué filosofar (hoy)?

https://youtu.be/MkJDGpJSBE8
LA FILOSOFÍA
Karl Jaspers

¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA? adelantados que Hipócrates, el médico griego; pero apenas podemos
decir que estemos más adelantados que Platón. Sólo estamos más
Qué sea la filosofía y cuál su valor, es cosa discutida. De ella
adelantados en cuanto al material de los conocimientos científicos de
se esperan revelaciones extraordinarias o bien se la deja
que se sirve este último. En el filosofar mismo, quizá apenas hayamos
indiferentemente a un lado como un pensar que no tiene objeto. Se la
vuelto a llegar a él.
mira con respeto, como el importante quehacer de unos hombres
insólitos o bien se la desprecia como el superfluo cavilar de unos Este hecho, de que a toda criatura de la filosofía le falte, a
soñadores. Se la tiene por una cosa que interesa a todos y que por diferencia de las ciencias, la aceptación unánime, es un hecho que ha
tanto debe ser en el fondo simple y comprensible, o bien se la tiene por de tener su raíz en la naturaleza de las cosas. La clase de certeza que
tan difícil que es una desesperación el ocuparse con ella. Lo que se cabe lograr en filosofía no es la científica, es decir, la misma para todo
presenta bajo el nombre de filosofía proporciona en realidad ejemplos intelecto, sino que es un cerciorarse en la consecución del cual entra en
justificativos de tan opuestas apreciaciones. juego la esencia entera del hombre. Mientras que los conocimientos
científicos versan sobre sendos objetos especiales, saber de los cuales
Para un hombre con fe en la ciencia es lo peor de todo que la
no es en modo alguno necesario para todo el mundo, se trata en la
filosofía carezca por completo de resultados universalmente válidos y
filosofía de la totalidad del ser, que interesa al hombre en cuanto
susceptibles de ser sabidos y poseídos. Mientras que las ciencias han
hombre, se trata de una verdad que allí donde destella hace presa más
logrado en los respectivos dominios conocimientos imperiosamente
hondo que todo conocimiento científico.
ciertos y universalmente aceptados, nada semejante ha alcanzado la
filosofía a pesar de esfuerzos sostenidos durante milenios. No hay que La filosofía bien trabajada está vinculada sin duda a las
negarlo: en la filosofía no hay unanimidad alguna acerca de lo conocido ciencias. Tiene por supuesto éstas en el estado más avanzado a que
definitivamente. Lo aceptado por todos en vista de razones imperiosas hayan llegado en la época correspondiente. Pero el espíritu de la
se ha convertido como consecuencia en un conocimiento científico; ya filosofía tiene otro origen. La filosofía brota antes de toda ciencia allí
no es filosofía, sino algo que pertenece a un dominio especial de lo donde despiertan los hombres.
cognoscible.
Representémonos esta filosofía sin ciencia en algunas notables
Tampoco tiene el pensar filosófico, como lo tienen las ciencias, manifestaciones.
el carácter de un proceso progresivo. Estamos ciertamente mucho más
Primero. En materia de cosas filosóficas se tiene casi todo el
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mundo por competente. Mientras que se admite que en las ciencias son Ahora, una niña, que va de paseo, a la vista de un bosque hace
condición del entender el estudio, el adiestramiento y el método, frente que le cuenten el cuento de los elfos que de noche bailan en él en
a la filosofía se pretende poder sin más intervenir en ella y hablar de corro... "Pero ésos no los hay..." Le hablan luego de realidades, le
ella. Pasan por preparación suficiente la propia humanidad, el propio hacen observar el movimiento del sol, le explican la cuestión de si es
destino y la propia experiencia. que se mueve el sol o que gira la tierra y le dicen las razones que
hablan en favor de k forma esférica de la tierra y del movimiento de
Hay que aceptar la exigencia de que la filosofía sea accesible a
ésta en torno de su eje... "Pero eso no es verdad", dice la niña
todo el mundo. Los prolijos caminos de la filosofía que recorren los
golpeando con el pie en el suelo, "la tierra está quieta. Yo sólo creo lo
profesionales de ella sólo tienen realmente sentido si desembocan en el
que veo." "Entonces tú no crees en papá Dios, puesto que no puedes
hombre, el cual resulta caracterizado por la forma de su saber del ser y
verle." A esto se queda la niña pasmada y luego dice muy resuelta: "si
de sí mismo en el seno de éste.
no existiese él, tampoco existiríamos nosotros." Esta niña fue presa del
Segundo. El pensar filosófico tiene que ser original en todo
gran pasmo de la existencia: ésta no es obra de sí misma. Concibió
momento. Tiene que llevarlo a cabo cada uno por sí mismo.
incluso la diferencia que hay entre preguntar por un objeto del mundo y
Una maravillosa señal de que el hombre filosofa en cuanto tal el preguntar por el ser y por nuestra existencia en el universo.
originalmente son las preguntas de los niños. No es nada raro oír de la
Otra niña, que va de visita, sube una escalera. Le hacen ver
boca infantil algo que por su sencillo penetra inmediatamente en las
cómo va cambiando todo, cómo pasa y desaparece, como si no lo
profundidades del filosofar. He aquí unos ejemplos.
hubiese habido. "Pero tiene que haber algo fijo... que ahora estoy aquí
Un niño manifiesta su admiración diciendo: "me empeño en subiendo la escalera de casa de la tía siempre será una cosa segura
pensar que soy otro y sigo siendo siempre yo". Este niño toca en uno para mí." El pasmo y el espanto ante el universal caducar y fenecer de
de los orígenes de toda certeza, la conciencia del ser en la conciencia las cosas se busca una desmañada salida.
del yo. Se asombra ante el enigma del yo, este ser que no cabe
Quien se dedicase a recogerla, podría dar cuenta de una rica
concebir por medio de ningún otro. Con su cuestión se detiene el niño
filosofía de los niños. La objeción de que los niños lo habrían oído antes
ante este límite.
a sus padres o a otras personas, no vale patentemente nada frente a
Otro niño oye la historia de la creación: Al principio creó Dios el pensamientos tan serios. La objeción de que estos niños no han
cielo y la tierra..., y pregunta en el acto: "¿Y que había antes del seguido filosofando v que por tanto sus declaraciones sólo pueden
principio?" Este niño ha hecho la experiencia de la infinitud de la serie haber sido casuales, pasa por alto un hecho: que los niños poseen con
de las preguntas posibles, de la imposibilidad de que haga alto el frecuencia una genialidad que pierden cuando crecen. Es como si con
intelecto, al que no es dado obtener una respuesta concluyente. los años cayésemos en la prisión de las convenciones y las opiniones
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corrientes, de las ocultaciones y de las cosas que no son cuestión, por ejemplo en el lenguaje de los espíritus ilustrados, de las ideas y
perdiendo la ingenuidad del niño. Éste se halla aún francamente en ese creencias políticas, pero ante todo, desde el comienzo de la historia, en
estado de la vida en que ésta brota, sintiendo, viendo y preguntando los mitos. No hay manera de escapar a la filosofía. La cuestión es tan
cosas que pronto se le escapan para siempre. El niño olvida lo que se sólo si será consciente o no, si será buena o mala, confusa o clara.
le reveló por un momento y se queda sorprendido cuando los adultos Quien rechaza la filosofía, profesa también una filosofía, pero sin ser
que apuntan lo que ha dicho y preguntado se lo refieren más tarde. consciente de ella.

Tercero. El filosofar original se presenta en los enfermos ¿Qué es, pues, la filosofía, que se manifiesta tan
mentales lo mismo que en los niños. Pasa a veces —raras— como si universalmente bajo tan singulares formas?
se rompiesen las cadenas y los velos generales y hablase una verdad
La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a
impresionante. Al comienzo de varias enfermedades mentales tienen
sophós. Se trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia
lugar revelaciones metafísicas de una índole estremecedora, aunque
de aquel que estando en posesión del conocimiento se llamaba
por su forma y lenguaje no pertenecen, en absoluto, al rango de
sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la
aquellas que dadas a conocer cobran una significación objetiva, fuera
busca de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía,
de casos como los del poeta Hölderlin o del pintor Van Gogh. Pero
por frecuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en
quien las presencia no puede sustraerse a la impresión de que se
un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable.
rompe un velo bajo el cual vivimos ordinariamente la vida. A más de
Filosofía quiere decir: ir de camino. Sus preguntas son más esenciales
una persona sana le es también conocida la experiencia de
que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una nueva
revelaciones misteriosamente profundas tenidas al despertar del sueño,
pregunta.
pero que al despertarse del todo desaparecen, haciéndonos sentir que
Pero este ir de camino —el destino del hombre en el tiempo—
no somos más capaces de ellas. Hay una verdad profunda en la frase
alberga en su seno la posibilidad de una honda satisfacción, más aún,
que afirma que los niños y los locos dicen la verdad. Pero la
de la plenitud en algunos levantados momentos. Esta plenitud no
originalidad creadora a la que somos deudores de las grandes ideas
estriba nunca en una certeza enunciable, no en proposiciones ni
filosóficas no está aquí, sino en algunos individuos cuya independencia
confesiones, sino en la realización histórica del ser del hombre, al que
e imparcialidad los hace aparecer como unos pocos grandes espíritus
se le abre el ser mismo. Lograr esta realidad dentro de la situación en
diseminados a lo largo de los milenios.
que se halla en cada caso un hombre es el sentido del filosofar.
Cuarto. Como la filosofía es indispensable al hombre, está en
Ir de camino buscando, o bien hallar el reposo y la plenitud del
todo tiempo ahí, públicamente, en los refranes tradicionales, en
momento —no son definiciones de la filosofía. Esta no tiene nada ni
apotegmas filosóficos corrientes, en convicciones dominantes, como
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encima ni al lado. No es derivable de ninguna otra cosa. Toda filosofía Bien que la filosofía pueda mover a todo hombre, incluso al
se define ella misma con su realización. Qué sea la filosofía hay que niño, bajo la forma de ideas tan simples como eficaces, su elaboración
intentarlo. Según esto es la filosofía a una la actividad viva del consciente es una faena jamás acabada, que se repite en todo tiempo y
pensamiento y la reflexión sobre este pensamiento, o bien el hacer y el que se rehace constantemente como un todo presente —-se manifiesta
hablar de él. Sólo sobre la base de los propios intentos puede en las obras de loa grandes filósofos y como un eco en los menores. La
percibirse qué es lo que en el mundo nos hace frente como filosofía. conciencia de esta tarea permanecerá despierta, bajo la forma que sea,
mientras los hombres sigan siendo hombres.
Pero podemos dar otras fórmulas del sentido de la filosofía.
Ninguna agota este sentido, ni prueba ninguna ser la única. Oímos en No es hoy la primera vez que se ataca a la filosofía en la raíz y
la antigüedad: la filosofía es (según su objeto) el conocimiento de las se la niega en su totalidad por superflua y nociva. ¿A qué está ahí? Si
cosas divinas y humanas, el conocimiento de lo ente en cuanto ente, es no resiste cuando más falta haría...
(por su fin) aprender a morir, es el esfuerzo reflexivo por alcanzar la
El autoritarismo eclesiástico ha rechazado la filosofía
felicidad; asimilación a lo divino, es finalmente (por su sentido universal)
independiente porque aleja de Dios, tienta a seguir al mundo y echa a
el saber de todo saber, el arte de todas las artes, la ciencia en general,
perder el alma con lo que en el fondo es nada. El totalitarismo político
que no se limita a ningún dominio determinado.
hizo este reproche: los filósofos se han limitado a interpretar
Hoy es dable, hablar de la filosofía quizá en las siguientes variadamente el mundo, pero se trata de transformarlo. Para ambas
fórmulas; su sentido es: maneras de pensar ha pasado la filosofía por peligrosa, pues destruye
el orden, fomenta el espíritu de independencia y con él el de rebeldía y
Ver la realidad en su origen;
revolución, engaña y desvía al hombre de su verdadera misión. La
apresar la realidad conversando mentalmente conmigo mismo,
fuerza atractiva de un más allá que nos es alumbrado por el Dios
en la actividad interior;
revelado, o el poder de un más acá sin Dios pero que lo pide todo para
abrirnos a la vastedad de lo que nos circunvala; sí, ambas cosas quisieran causar la extinción de la filosofía.

osar la comunicación de hombre a hombre sirviéndose de todo A esto se añade por parte del sano y cotidiano sentido común
espíritu de verdad en una lucha amorosa; el simple patrón de medida de la utilidad, bajo el cual fracasa la
filosofía. Ya a Tales, que pasa por ser el primero de los filósofos
mantener despierta con paciencia y sin cesar la razón, incluso
griegos, lo ridiculizó la sirviente que le vio caer en un pozo por andar
ante lo más extraño y ante lo que se rehúsa.
observando el cielo estrellado. A qué anda buscando lo que está más
La filosofía es aquella concentración mediante la cual el lejos, si es torpe en lo que está más cerca.
hombre llega a ser él mismo, al hacerse partícipe de la realidad.
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La filosofía debe, pues, justificarse. Pero esto es imposible. No


puede justificarse con otra cosa para la que sea necesaria como
instrumento. Sólo puede volverse hacia las fuerzas que impulsan
realmente al filosofar en cada hombre. Puede saber qué promueve una
causa del hombre en cuanto tal tan desinteresada que prescinde de
toda cuestión de utilidad y nocividad mundanal, y que se realizará
mientras vivan hombres. Ni siquiera las potencias que le son hostiles
pueden prescindir de pensar el sentido que les es propio, ni por ende
producir cuerpos de ideas unidas por un fin que son un sustitutivo de la
filosofía, pero se hallan sometidos a las condiciones de un efecto
buscado —como el marxismo y el fascismo. Hasta estos cuerpos de
ideas atestiguan la imposibilidad en que está el hombre de esquivarse a
la filosofía. Ésta se halla siempre ahí.

La filosofía no puede luchar, no puede probarse, pero puede


comunicarse. No presenta resistencia allí donde se la rechaza, ni se
jacta allí donde se la escucha. Vive en la atmósfera de la unanimidad
que en el fondo de la humanidad puede unir a todos con todos.

En gran estilo, sistemáticamente desarrollada, hay filosofía


desde hace dos mil quinientos años en Occidente, en China y en la
India. Una gran tradición nos dirige la palabra. La multiformidad del
filosofar, las contradicciones y las sentencias con pretensiones de
verdad pero mutuamente excluyentes no pueden impedir que en el
fondo opere una Unidad que nadie posee pero en torno a la cual giran
en todo tiempo todos los esfuerzos serios: la filosofía una y eterna, la
philosophia perennis. A este fondo histórico de nuestro pensar nos
encontramos remitidos, si queremos pensar esencialmente y con la
conciencia más clara posible.
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LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA conciencia de no saber. Busco el saber, pero el saber mismo, no "para
La historia de la filosofía como pensar metódico tiene sus satisfacer ninguna necesidad común".
comienzos hace dos mil quinientos años, pero como pensar mítico
El filosofar es como un despertar de la vinculación a las
mucho antes.
necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando
Sin embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo, preguntando qué
comienzo es histórico y acarrea para los que vienen después un sea todo ello y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no
conjunto creciente de supuestos sentados por el trabajo mental ya serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola.
efectuado. Origen es, en cambio, la fuente de la que mana en todo
Segundo. Una vez que he satisfecho mi asombro y admiración
tiempo el impulso que mueve a filosofar. Únicamente gracias a él
con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen
resulta esencial la filosofía actual en cada momento y comprendida la
seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crítico
filosofía anterior.
no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están condicionadas
Este origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y el por nuestros órganos sensoriales y son engañosas o en todo caso no
conocimiento, de la duda acerca de lo conocido el examen crítico y la concordantes con lo que existe fuera de mí independientemente de que
clara certeza, de la conmoción del hombre y de la conciencia de estar sea percibido o en sí. Nuestras formas mentales son las de nuestro
perdido la cuestión de sí mismo. Representémonos ante todo estos tres humano intelecto. Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas
motivos. partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me
apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en
Primero. Platón decía que el asombro es el origen de la
la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su
filosofía. Nuestros ojos nos "hacen ser partícipes del espectáculo de las
parte tampoco logra dar un paso más, o bien preguntándome dónde
estrellas, del sol y de la bóveda celeste". Este espectáculo nos ha
estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica
"dado el impulso de investigar el universo. De aquí brotó para nosotros
honrada.
la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza
de los mortales". Y Aristóteles: "Pues la admiración es lo que impulsa a La famosa frase de Descartes "pienso, luego existo" era para él
los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les indubitablemente cierta cuando dudaba de todo lo demás, pues ni
sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por siquiera el perfecto engaño en materia de conocimiento, aquel que
las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del quizá ni percibo, puede engañarme acerca de mi existencia mientras
universo." me engaño al pensar.

El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen
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crítico de todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún situaciones límites es después del asombro y de la duda el origen, más
verdadero filosofar. Pero lo decisivo es cómo y dónde se conquista a profundo aún, de la filosofía. En la vida corriente huimos
través de la duda misma el terreno de la certeza. frecuentemente ante ellas cerrando los ojos y haciendo como si no
existieran. Olvidamos que tenemos que morir, olvidamos nuestro ser
Y tercero. Entregado al conocimiento de los objetos del mundo,
culpables y nuestro estar entregados al destino. Entonces sólo tenemos
practicando la duda como la vía de la certeza, vivo entre y para las
que habérnoslas con las situaciones concretas, que manejamos a
cosas, sin pensar en mí, en mis fines, mi dicha, mi salvación. Más bien
nuestro gusto y a las que reaccionamos actuando según planes en el
estoy olvidado de mí y satisfecho de alcanzar semejantes
mundo, impulsados por nuestros intereses vitales. A las situaciones
conocimientos.
límites reaccionamos, en cambio, ya velándolas, ya, cuando nos damos
La cosa su vuelve otra cuando me doy cuenta de mí mismo en
cuenta realmente de ellas, con la desesperación y con la reconstitución:
mi situación.
Llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la
El estoico Epiciclo decía: "El origen de la filosofía es el conciencia de nuestro ser.
percatarse de la propia debilidad e impotencia." ¿Cómo salir de la
Pongámonos en claro nuestra humana situación de otro modo,
impotencia? La respuesta de Epicuro decía: considerando todo lo que
como la desconfianza que merece todo ser mundanal. Nuestra
no está en mi poder como indiferente para mí en su necesidad, y, por el
ingenuidad toma el mundo por el ser pura y simplemente. Mientras
contrario, poniendo en claro y en libertad por medio del pensamiento lo
somos felices, estamos jubilosos de nuestra fuerza, tenemos una
que reside en mí, a saber, la forma y el contenido de mis
confianza irreflexiva, no sabemos de otras cosas que las de nuestra
representaciones.
inmediata circunstancia. En el dolor, en la flaqueza, en la impotencia
Cerciorémonos de nuestra humana situación. Estamos siempre nos desesperamos. Y una vez que hemos salido del trance y seguimos
en situaciones. Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si viviendo, nos dejamos deslizar de nuevo, olvidados de nosotros
éstas no se aprovechan, no vuelven más. Puedo trabajar por hacer que mismos, por la pendiente de la vida feliz.
cambie la situación. Pero hay situaciones por su esencia permanentes,
Pero el hombre se vuelve prudente con semejantes
aun cuando se altere su apariencia momentánea y se cubra de un velo
experiencias. Las amenazas le empujan a asegurarse. La dominación
su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de
de la naturaleza y la sociedad humana deben garantizar la existencia.
luchar, estoy sometido al destino, me hundo inevitablemente en la
El hombre se apodera de la naturaleza para ponerla a su
culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra existencia las
servicio, la ciencia y la técnica se encargan de hacerla digna de
llamamos situaciones límites. Quiere decirse que son situaciones de las
confianza.
que no podemos salir y que no podemos alterar. La conciencia de estas
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Con todo, en plena dominación de la naturaleza subsiste lo siquiera ella da una confianza absoluta, pues tal como se adelanta
incalculable y con ello la perpetua amenaza, y a la postre el fracaso en hacia nosotros es toda ella obra humana; en ninguna parte del mundo
conjunto: no hay manera de acabar con el peso y la fatiga del trabajo, la está Dios. La tradición sigue siendo siempre, además, cuestionable. En
vejez, la enfermedad y la muerte. Cuanto hay digno de confianza en la todo momento tiene el hombre que descubrir, mirándose a sí mismo o
naturaleza dominada se limita a ser una parcela dentro del marco del sacándolo de su propio fondo, lo que es para él certeza, ser, confianza.
todo indigno de ella. Pero esa desconfianza que despierta todo ser mundanal es como un
índice levantado. Un índice que prohíbe hallar satisfacción en el mundo,
Y el hombre se congrega en sociedad para poner límites y al
un índice que señala a algo distinto del mundo.
cabo eliminar la lucha sin fin de todos contra todos; en la ayuda mutua
quiere lograr la seguridad. Las situaciones límites —la muerte, el destino, la culpa y la
Desconfianza que despierta el mundo— me enseñan lo que es
Pero también aquí subsiste el límite. Sólo allí donde los
fracasar. ¿Qué haré en vista de este fracaso absoluto, a la visión del
Estados se hallaran en situación de que cada ciudadano fuese para el
cual no puedo sustraerme cuando me represento las cosas
otro tal como lo requiere la solidaridad absoluta, sólo allí podrían estar
honradamente?
seguras en conjunto la justicia y la libertad. Pues sólo entonces si se le
hace injusticia a alguien se oponen los demás como un solo hombre. No nos basta el consejo del estoico, el retraerse al fondo de la
Mas nunca ha sida así. Siempre es un círculo limitado de hombres, o propia libertad en la independencia del pensamiento. El estoico erraba
bien son sólo individuos sueltos, los que se asisten realmente unos a al no ver con bastante radicalidad la impotencia del hombre.
otros en los casos más extremados, incluso en medio de la impotencia. Desconoció la dependencia incluso del pensar, que en sí es vacío, está
No hay Estado, ni iglesia, ni sociedad que proteja absolutamente. reducido a lo que se le da, y la posibilidad de la locura. El estoico nos
Semejante protección fue la bella ilusión de tiempos tranquilos en los deja sin consuelo en la mera independencia del pensamiento, porque a
que permanecía velado el límite. éste le falta todo contenido propio. Nos deja sin esperanzas, porque
falla todo intento de superación espontánea e íntima, toda satisfacción
Pero en contra de esta total desconfianza que merece el mundo
lograda mediante una entrega amorosa y la esperanzada expectativa
habla este otro hecho. En el mundo hay lo digno de fe, lo que despierta
de lo posible.
la confianza, hay el fondo en que todo se apoya: el hogar y la patria, los
padres y los antepasados, los hermanos y los amigos, la esposa. Hay Pero lo que quiere el estoico es auténtica filosofía. El origen de
el fondo histórico de la tradición en la lengua materna, en la fe, en la ésta que hay en las situaciones límites da el impulso fundamental que
obra de los pensadores, de los poetas y artistas. mueve a encontrar en el fracaso el camino que lleva al ser.

Pero ni siquiera toda esta tradición da un albergue seguro, ni Es decisiva para el hombre la forma en que experimenta el
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fracaso: el permanecerle oculto, dominándole al cabo sólo la paz del alma.


fácticamente, o bien el poder verlo sin velos y tenerlo presente como
Cada uno de estos estados de turbación tiene su verdad,
límite constante de la propia existencia, o bien el echar mano a
vestida históricamente en cada caso de las respectivas ideas y
soluciones y una tranquilidad ilusorias, o bien el aceptarlo
lenguaje. Apropiándonos históricamente éstos, avanzamos a través de
honradamente en silencio ante lo indescifrable. La forma en que
ellos hasta los orígenes, aún presentes en nosotros.
experimenta su fracaso es lo que determina en qué acabará el hombre.
El afán es de un suelo seguro, de la profundidad del ser, de
En las situaciones límites, o bien hace su aparición la nada, o
eternizarse.
bien se hace sensible lo que realmente existe a pesar y por encima de
Pero quizá no es ninguno de estos orígenes el más original o el
todo evanescente ser mundanal. Hasta la desesperación se convierte
incondicional para nosotros. La patencia del ser para la admiración nos
por obra de su efectividad, de su ser posible en el mundo, en índice que
hace retener el aliento, pero nos tienta a sustraernos a los hombres y a
señala, más allá de éste.
caer presos de los hechizos de una pura metafísica. La certeza
Dicho de otra manera: el hombre busca la salvación. Ésta se la
imperiosa tiene sus únicos dominios allí donde nos orientamos en el
brindan las grandes religiones universales de la salvación. La nota
mundo por el saber científico. La imperturbabilidad del alma en el
distintiva de éstas es el dar una garantía objetiva de la verdad y
estoicismo sólo tiene valor para nosotros como actitud transitoria en el
realidad de la salvación. El camino de ella conduce al acto de la
aprieto, como actitud salvadora ante la inminencia de la caída
conversión del individuo. Esto no puede darlo la filosofía. Y sin
completa, pero en sí misma carece de contenido y de aliento.
embargo, es todo filosofar un superar el mundo, algo análogo a la
Estos tres influyentes motivos —la admiración y el
salvación.
conocimiento, la duda y la certeza, el sentirse perdido y el encontrarse
Resumamos. El origen del filosofar reside en la admiración, en
a sí mismo— no agotan lo que nos mueve a filosofar en la actualidad.
la duda, en la conciencia de estar perdido. En todo caso comienza el
En estos tiempos, que representan el corte más radical de la
filosofar con una conmoción total del hombre y siempre trata de salir del
historia, tiempos de una disolución inaudita y de posibilidades sólo
estado de turbación hacia una meta.
oscuramente atisbadas, son sin duda válidos, pero no suficientes, los
Platón y Aristóteles partieron de la admiración en busca de la
tres motivos expuestos hasta aquí. Estos motivos resultan
esencia del ser.
subordinados a una condición, la de la comunicación entre los
Descartes buscaba en medio de la serie sin fin de lo incierto la hombres.
certeza imperiosa.
En la historia ha habido hasta hoy una natural vinculación de
Los estoicos buscaban en medio de los dolores de la existencia hombre a hombre en comunidades dignas de confianza, en
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instituciones y en un espíritu general. Hasta el solitario tenía, por decirlo con el prójimo es sólo preliminar, pero en el momento decisivo se exige
así, un sostén en su soledad. La disolución actual es sensible sobre mutuamente todo, se hacen preguntas radicales. Únicamente en la
todo en el hecho de que los hombres cada vez se comprenden menos, comunicación se realiza cualquier otra verdad; sólo en ella soy yo
se encuentran y se alejan corriendo unos de otros, mutuamente mismo, no limitándome a vivir, sino llenando de plenitud la vida. Dios
indiferentes, en el hecho de que ya no hay lealtad ni comunidad que sólo se manifiesta indirectamente y nunca independientemente del
sea incuestionable y digna de confianza. amor de hombre a hombre; la certeza imperiosa es particular y relativa,
está subordinada al todo; el estoicismo se convierte en una actitud
En la actualidad se torna resueltamente decisiva una situación
vacía y pétrea.
general que de hecho había existido siempre. Yo puedo hacerme uno
con el prójimo en la verdad y no lo puedo; mi fe, justo cuando estoy La fundamental actitud filosófica cuya expresión intelectual he
seguro de mí, choca con otras fes; en algún punto límite sólo parece expuesto a ustedes tiene su raíz en el estado de turbación producido
quedar la lucha sin esperanza por la unidad, una lucha sin más salida por la ausencia de la comunicación, en el afán de una comunicación
que la sumisión o la aniquilación; la flaqueza y la falta de energía hace auténtica y en la posibilidad de una lucha amorosa que vincule en sus
a los faltos de fe o bien adherirse ciegamente o bien obstinarse profundidades yo con yo.
tercamente. Nada de todo esto es accesorio ni inesencial.
Y este filosofar tiene al par sus raíces en aquellos tres estados
Todo ello podría pasar si hubiese para mí en el aislamiento una de turbación filosóficos que pueden someterse todos a la condición de
verdad con la que tener bastante. Ese dolor de la falta de comunicación lo que signifiquen, sea como auxiliares o sea como enemigos, para la
y esa satisfacción peculiar de la comunicación auténtica no nos comunicación de hombre a hombre.
afectarían filosóficamente como lo hacen, si yo estuviera seguro de mí
El origen de la filosofía está, pues, realmente en la admiración,
mismo en la absoluta soledad de la verdad. Pero yo sólo existo en
en la duda, en la experiencia de las situaciones límites, pero, en último
compañía del prójimo; solo, no soy nada.
término y encerrando en sí todo esto, en la voluntad de la comunicación
Una comunicación que no se limite a ser de intelecto a propiamente tal. Así se muestra desde un principio ya en el hecho de
intelecto, de espíritu a espíritu, sino que llegue a ser de existencia a que toda filosofía impulsa a la comunicación, se expresa, quisiera ser
existencia, tiene sólo por un simple medio todas las cosas y valores oída, en el hecho de que su esencia es la coparticipación misma y ésta
impersonales. Justificaciones y ataques son entonces medios, no para es indisoluble del ser verdad.
lograr poder, sino para acercarse. La lucha es una lucha amorosa en la
Únicamente en la comunicación se alcanza el fin de la filosofía,
que cada cual entrega al otro todas las armas. La certeza de ser
en el que está fundado en último término el señuelo de todos los fines:
propiamente sólo se da en esa comunicación en que la libertad está
el interiorizarse del ser, la claridad del amor, la plenitud del reposo.
con la libertad en franco enfrentamiento en plena solidaridad, todo trato
Temas Centrales de la Investigación Filosófica
Introducción a la Investigación Filosófica
Apuntes de Clase: Lunes 20 de Agosto, 2012
Dr. Axel Arturo Barceló Aspeitia
abarcelo@filosoficas.unam.mx

A. Ramas de la Filosofía
Tradicionalmente, la filosofía suele dividirse de manera temática en ramas. Algunas de ellas son tan antiguas como

la filosofía misma – por ejemplo, la metafísica o la ética – , mientras que otras son de cuño más reciente – como la

bioética o la filosofía del deporte. Sin embargo, las grandes ramas están ya bastante establecidas. La primera

distinción clásica dentro de éstas es entre filosofía práctica y filosofía teórica. Tradicionalmente, se consideran

como ramas prácticas de la filosofía a la ética, la estética, la filosofía política, la filosofía de la historia y la

filosofía de la religión; mientras que se consideran como ramas teóricas a la ontología, la metafísica, la filosofía

de la mente, la epistemología, la filosofía del lenguaje, la filosofía de la acción y la lógica. A grandes rasgos,

las ramas prácticas se distinguen de las teóricas por su interés en aspectos eminentemente humanos de la realidad,

como son la moralidad (la ética), el arte (la estética), la política (la filosofía política), la historia (la filosofía de la

historia) y la religión (la filosofía de la religión). En otras palabras, son ramas de la filosofía centradas

principalmente en lo que los humanos hacen, y no tanto en la realidad independiente de la actividad humana. La

filosofía teórica, en contraste, se interesa principalmente en aspectos de la realidad que, aunque están relacionados

con el hombre, no suelen pensarse como dependientes de la actividad humana, como la existencia (la ontología), la

realidad (la metafísica), el pensamiento (la filosofía de la mente), el conocimiento (la epistemología), el lenguaje

(la filosofía del lenguaje) y la validez lógica (lógica). Sin embargo, la distinción no es realmente muy profunda y no

hay razón ya para tomarla muy en serio, ya que (gracias, especialmente, al neo-positivismo de principios de siglo

pasado, Ayer 1965) actualmente se reconoce que las ramas consideradas prácticas pueden abordarse de manera

teórica, y (gracias, especialmente, al así-llamado giro pragmático de décadas recientes, Cabanchick 2003) que las

ramas teóricas tienen casi todas un aspecto práctico también.

Además de las ramas antes mencionadas, existen otras ramas que suelen abordar preguntas mas específicas

o combinar elementos de las ramas antes mencionadas. Por ejemplo, la filosofía de la ciencia suele concebirse

como una rama de la epistemología, ya que la ciencia suele considerarse fundamentalmente como un tipo de

conocimiento. Sin embargo, dado que la ciencia es una actividad e institución humana muy compleja, la filosofía

de la ciencia actual suele abordar también preguntas éticas o políticas. También hay áreas de la filosofía de la
1
ciencia, dónde se abordan preguntas metafísicas o ontológicas como ¿realmente existen todas las entidades de las

que habla la ciencia? o ¿cual es la estructura fundamental de la realidad según nuestras mejores teorías científicas

actuales? La teoría de la argumentación es otra rama híbrida de la filosofía que suele combinar elementos de

lógica, filosofía del lenguaje, ética y epistemología, ya que la argumentación tiene todos estos aspectos.

Por otro lado, vale la pena mencionar que no siempre existen límites claros entre las diferentes ramas de

la filosofía. Hay muchos temas que pertenecen, por ejemplo, tanto a la lógica como a la epistemología, como el de

la verdad o la coherencia. Igualmente, hay aspectos ontológicos y metafísicos involucrados tanto en la estética –

por ejemplo, en la pregunta por le tipo de objeto que son las obras de arte – como en la filosofía de la mente –

por ejemplo, en la pregunta por el tipo de relación que hay entre la mente y el cuerpo.

B. Corrientes y Doctrinas Filosóficas


Finalmente, es muy importante no confundir las ramas de la filosofía, las cuales se caracterizan por el tipo de

preguntas que se hacen y el aspecto de la realidad a cuyo estudio se dedican, y las doctrinas o corrientes filosóficas,

las cuales se caracterizan por le tipo de compromisos teóricos o metodológicos que adoptan para tratar de dar

respuesta a dichas preguntas. La filosofía experimental, por ejemplo, es una corriente filosófica que trata de

responder a las preguntas tradicionales de la filosofía haciendo experimentos similares a los de la psicología o la

economía experimentales (Knobe & Nichols 2008). No es una rama de la filosofía porque no se hace nuevas

preguntas filosóficas, sino que trata de dar respuesta a preguntas de ética, epistemología, adoptando una

metodología experimental. Igualmente, la fenomenología se funda sobre un método filosófico propio y, por ello,

no se considera una rama, sino una corriente filosófica (Husserl 1990). Por otro lado, doctrinas filosóficas como el

idealismo, el realismo, el empirismo, el nominalismo, etc. tampoco son ramas de la filosofía, sino tradiciones de

investigación en filosofía cada una de las cuales adopta una hipótesis o familia de hipótesis centrales para dar

respuesta a preguntas pertenecientes a diferentes ramas de la filosofía. Se les llama “doctrinas” precisamente

porque adoptan estas hipótesis como dogmas al rededor de los cuales construyen sus teorías. El empirismo, por

ejemplo, asume (y explora las consecuencias de) la hipótesis de que todo conocimiento humano se basa en la

experiencia. El realismo – aunque más bien deberíamos de hablar de los realismos (Dummett 1978) –, a su vez, se

basa en la hipótesis de que cuando decimos algo verdadero, aquello de lo que hablamos existe y es tal y como

decimos que es, de manera independiente de nuestras convenciones, circunstancias históricas, opiniones o gustos

personales, etc. Así pues, el realismo matemático, por ejemplo, sostiene que las cosas de las que hablamos en

matemáticas – números, curvas, estructuras, etc. – realmente existen y nuestras teorías matemáticas correctas

2
describen cómo son realmente. una vez más, no nos encontramos con una rama de la filosofía, sino una doctrina

para dar respuesta a un problema en alguna rama de la filosofía, en este caso, en filosofía de las matemáticas.

Referencias
Cabanchik, Samuel, et. al (eds.) [2003] El Giro Pragmatico en la Filosofía Contemporánea. Barcelona:
Gedisa (Colección Biblioteca Iberoamericana de Pensamiento).
Ayer, J. (comp.) [1965] El Positivismo lógico; Fondo de Cultura Económica; México D.F.
Knobe, Joshua & Shaun Nichols (eds.) [2008] Experimental Philosophy, Oxford University Press.
Husserl, Edmund [1990] El artículo de la Encyclopaedia Britannica, UNAM.
Dummett, Michael [1978] Truth and Other Enigmas, London: Duckworth.

3
SIMÓN BLACKBURN

PENSAR
Una incitación a la filosofía

PAIDÓS
Barcelona • Buenos Aires • México
Título original: Think. A compelling introduction to philosophy
Originalmente publicado en inglés, en 1999, por Oxford University
Press, Oxford, R.U.
Traducción publicada de conformidad con Oxford University Press
Originally published in English in 1999 is published by arrangement with Oxford
University Press
Traducción de Ramón Vilà Vernis
Cubierta de Mario Eskenazi

© 1999 Simón Blackburn


© 2001 de la traducción, Ramón Vilà
© 2001 de todas las ediciones en castellano
Ediciones Paidós Ibérica, S. A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
y Editorial Paidós, SAICF,
Defensa, 599 - Buenos Aires.
http://www.paidos.com

ISBN: 84-493-1037-7

Depósito legal: B-10.166/2001

Impreso en A&M Gràfic, S.L.


08130 - Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)

Impreso en España - Printed in Spain

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Sumario

Prefacio ............................................. 4
Introducción ..................................... 6

1. El conocimiento........................ 21
2. La mente ................................... 60
3. La libertad ................................ 96
4. El yo .......................................... 141
5. Dios ........................................... 174
6. Razonar .................................... 223
7. El mundo .................................. 271
8. ¿Qué hacer? .............................. 313

Notas ................................................. 347

Bibliografía ....................................... 354


Simón Blackburn Pensar

Prefacio

Este libro se ha gestado a lo largo de años de lidiar con el problema de


conseguir que la gente se interese por las ideas. Me he entregado a esta
tarea ante todo como profesor, aunque también me he esforzado por
explicar el valor de las humanidades en general, y de la filosofía en
particular, a una audiencia más amplia. Sin duda, estoy en deuda en
primer lugar con el clima intelectual de nuestra época, cuyo escepticismo
hacia el valor de la educación superior hizo evidente para mí lo urgente
de la tarea. Una segunda deuda, más seria, se refiere a mis alumnos de
todos estos años, cuyos gestos de asentimiento o incomprensión han
dado al libro su forma definitiva. También debo agradecer la experiencia
de primera mano que me brindaron algunos profesores asistentes que
trabajaron con sus alumnos sobre versiones anteriores del libro, aquí en
la Universidad de Carolina del Norte. Sin embargo, nunca me hubiera
atrevido a dar el paso definitivo si no fuera por el generoso apoyo que me
prestaron Catherine Clarke y Angus Phillips, de Oxford University Press.
Angus ha seguido de cerca el progreso de mi trabajo y debo mucho a su
aliento y consejo.
Huw Price y Ralph Walker, cuyas sugerencias fueron de inestimable
valor, leyeron versiones anteriores del texto. Yuri Balashov y Dan Ryder
me prestaron su ayuda en materias específicas. En beneficio de la

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Simón Blackburn Pensar

brevedad no he incluido un glosario de términos filosóficos, que en todo


caso no habría hecho más que recordar las definiciones que figuran en
mi Oxford Dictionary of Philosophy.
El magnífico trabajo de edición de Maura High y Angela Blackburn me
hizo tomar conciencia, para mayor incomodidad mía, de mis propias
limitaciones como escritor, al tiempo que afortunadamente las ocultaba
al público en general. Por supuesto, Angela tuvo que soportar los
inconvenientes habituales de tener un marido escritor, y sin su apoyo
nada habría sido posible.

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Simón Blackburn Pensar

Introducción

Este libro está destinado a la gente que desea reflexionar sobre los
grandes temas: el conocimiento, la razón, la mente, la libertad, el
destino, la identidad, Dios, la bondad, la justicia. Tales cuestiones no
pertenecen al coto privado de los especialistas. Son cuestiones sobre las
que hombres y mujeres se preguntan naturalmente, ya que estructuran
nuestra forma de pensar acerca del mundo y acerca del lugar que
ocupamos en él. Son también temas sobre los cuales los pensadores han
tenido cosas que decir. En este libro pretendo mostrar diversas formas de
pensar sobre los grandes temas, así como algunas de las cosas que los
pensadores han dicho sobre ellos. Los lectores que hayan asimilado el
libro deberían encontrarse en mejor posición para abordar estas
cuestiones. También deberían ser capaces de leer con placer y un grado
razonable de comprensión a grandes autores que de otro modo podrían
resultar desconcertantes.
La palabra «filosofía» trae consigo connotaciones desafortunadas:
improductiva, etérea, rebuscada. Sospecho que todos los filósofos y
estudiantes de filosofía compartimos aquel momento de embarazoso
silencio que se produce cuando alguien nos pregunta inocentemente qué
es lo que hacemos. Yo prefiero presentarme como un ingeniero de
conceptos. El filósofo estudia la estructura del pensamiento del mismo

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Simón Blackburn Pensar

modo en que el ingeniero estudia la estructura de los objetos materiales.


Comprender una estructura significa identificar cómo funcionan sus
partes y cómo se relacionan entre sí. También implica saber qué
sucedería, para mejor o para peor, en caso de que se introdujeran
cambios. Éste es también nuestro objetivo cuando investigamos las
estructuras que configuran nuestra visión del mundo. Nuestros
conceptos o ideas constituyen el edificio mental en el que vivimos. Puede
que nos sintamos orgullosos de las estructuras que hemos construido, o
bien podemos convencernos de que debemos desmantelarlas y empezar
otra vez desde los cimientos. Pero antes que nada debemos saber en qué
consisten.
El libro funciona por sí solo y no presupone otros conocimientos en el
lector. Pero se podría ampliar. Por ejemplo, se puede complementar con
la lectura de algunos de los textos originales que aparecen citados con
frecuencia. Se trata de clásicos fácilmente accesibles como las
Meditaciones de Descartes, los Tres diálogos de Berkeley, la Investigación
sobre el conocimiento humano de Hume o sus Diálogos acerca de la
religión natural. También puede ser leído perfectamente sin tener estos
textos a mano. Una vez terminado, el lector puede dirigirse a los clásicos
y a otros materiales como manuales de lógica o escritos sobre ética.

¿Sobre qué debemos pensar?

Estas son algunas de las preguntas que cualquiera de nosotros puede


formularse acerca de sí mismo: ¿Qué soy? ¿Qué es la conciencia? ¿Puedo
sobrevivir a mi muerte corporal? ¿Tengo la certeza de que las

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Simón Blackburn Pensar

experiencias y las sensaciones de los demás son como las mías? ¿Si no
puedo compartir la experiencia de los demás, puedo comunicarme con
ellos? ¿Actuamos siempre de forma egoísta? ¿Acaso soy una especie de
títere que cree actuar libremente cuando en realidad sus actos están
programados?
También hay preguntas acerca del mundo: ¿Por qué existe algo, y no
la nada? ¿Cuál es la diferencia entre el pasado y el futuro? ¿Por qué la
causalidad actúa siempre desde el pasado hacia el futuro, o tiene sentido
pensar que el futuro puede influir sobre el pasado? ¿Por qué hay
regularidades en la naturaleza? ¿Presupone el mundo un Creador? Y si
es así, ¿podemos comprender por qué lo creó (él, ella o ellos)?
Finalmente, también hay preguntas acerca de nosotros y el mundo:
¿Cómo podemos estar seguros de que el mundo es tal como creemos que
es? ¿Qué es el conocimiento y cuánto poseemos? ¿Qué es lo que
convierte un campo de investigación en una ciencia? (¿Es una ciencia el
psicoanálisis? ¿Lo es la economía?) ¿De dónde procede nuestro
conocimiento de los objetos abstractos, como los números? ¿De dónde
procede nuestro conocimiento de los valores y los deberes? ¿Cómo
podemos saber si nuestras opiniones son objetivas o meramente
subjetivas?
Lo raro de estas preguntas no es sólo su aspecto desconcertante a
primera vista, sino también que desafían cualquier intento de encontrar
la solución por un procedimiento sencillo. Si alguien me pregunta
cuándo hay marea alta, sé dónde tengo que buscar la respuesta. Puedo
consultar tablas autorizadas sobre mareas; puede ser que tenga una idea
aproximada de cómo se forman, y si falla todo lo demás puedo ir y medir

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Simón Blackburn Pensar

yo mismo la subida y la bajada de la marea. Una pregunta como ésta se


responde por medio de la experiencia: es una cuestión empírica. Se
puede resolver mediante procedimientos convencionales, que consisten
en realizar ciertas observaciones y mediciones, o bien en aplicar ciertas
reglas que han sido contrastadas con la experiencia y se sabe que
funcionan. Las preguntas del párrafo anterior no son de este tipo.
Parecen requerir un mayor grado de reflexión. No se nos ocurre de forma
inmediata dónde tenemos que buscar la respuesta. Tal vez no estemos
del todo seguros de lo que queremos decir con ellas o de qué podría valer
como respuesta. ¿Cómo podría saber, por ejemplo, si no soy después de
todo un títere que cree actuar libremente cuando en realidad sus actos
están programados? ¿Deberíamos preguntar a científicos especializados
en el cerebro? Pero ¿cómo sabrían ellos lo que tenían que buscar? ¿Cómo
sabrían que lo han encontrado? Imaginen el titular de prensa: «Los
neurofisiólogos descubren que los seres humanos no son títeres». ¿Cómo
es posible?
Entonces, ¿de dónde surgen estas preguntas tan desconcertantes?
En una palabra, de la autorreflexión. La capacidad de reflexión sobre
sí mismos acompaña siempre a los seres humanos. Incluso cuando
actuamos guiados por el hábito, seguimos siendo capaces de reflexionar
sobre dicho hábito. Es algo habitual para nosotros pensar sobre algo y
luego reflexionar sobre lo que estamos pensando. Podemos preguntarnos
a nosotros mismos (o bien puede ser otra persona quien nos haga la
pregunta) si sabemos de lo que estamos hablando. Para responder a eso
debemos reflexionar sobre la posición que hemos adoptado, sobre
nuestra propia comprensión de lo que decimos, sobre nuestras fuentes

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Simón Blackburn Pensar

de autoridad. Podemos comenzar a dudar si de verdad sabemos lo que


queremos decir. Podemos preguntarnos si lo que decimos es
«objetivamente» cierto, o sólo el resultado de la perspectiva que
adoptamos, de nuestra forma de enfocar la situación. Al pensar sobre
estas cuestiones, nos encontramos con categorías tales como el
conocimiento, la objetividad, la verdad, y es posible que también
queramos pensar acerca de ellas. En tal caso lo que hacemos es
reflexionar sobre conceptos, procedimientos y creencias que
habitualmente nos limitamos a usar. Observamos el andamiaje de
nuestro pensamiento, hacemos ingeniería de conceptos.
Este momento de reflexión puede plantearse en el curso de un debate
de lo más normal. Un historiador, por ejemplo, se verá obligado en algún
momento a preguntar por el significado de «objetividad», «evidencia» o
incluso «verdad» en el campo de la historia. Un cosmólogo deberá
detenerse por un momento antes de resolver ecuaciones que incluyan la
letra t, y preguntar qué significa, por ejemplo, el flujo del tiempo, la
dirección del tiempo o bien el origen del tiempo. Pero en este momento, lo
admitan o no, se convierten en filósofos. Y se ponen a hacer algo que se
puede hacer bien o mal. La cuestión es hacerlo bien.
¿Cómo se aprende filosofía? Una forma más adecuada de plantear la
pregunta sería decir: ¿Cómo se pueden adquirir nuevas técnicas de
pensamiento? En este caso se trata de pensar acerca de las estructuras
básicas del pensamiento. Esto es algo que puede hacerse bien o mal, de
modo inteligente o inepto, pero hacerlo bien no depende en primer lugar
de la adquisición de un cuerpo de conocimientos. Es más parecido a
tocar bien el piano. El «cómo» es tan importante como el «qué». La

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personalidad filosófica más famosa del mundo clásico, el Sócrates de los


diálogos platónicos, no se vanagloriaba de lo mucho que sabía. Al
contrario, se enorgullecía de ser el único que sabía cuán poco era lo que
sabía (de nuevo, reflexión). Lo que de verdad hacía bien —se supone,
pues existen divergencias sobre este punto— era mostrar la debilidad de
las pretensiones de conocimiento de los demás. Pensar correctamente
significa evitar las confusiones, detectar las ambigüedades, centrar la
atención en cada cosa por separado, construir argumentos fiables, darse
cuenta de las alternativas posibles, y esta clase de cosas.
En resumen: nuestras ideas y conceptos se pueden comparar con las
lentes a través de las cuales vemos el mundo. En filosofía, el objeto de
estudio es la lente en sí misma. El éxito no depende tanto de lo que
podamos saber al término de la investigación como de lo que podemos
hacer cuando la cuestión se pone difícil: cuando soplan los vientos de la
argumentación y la confusión lo invade todo. Se tiene éxito cuando se
toman en serio las implicaciones de las ideas.

¿De qué nos sirve?

Todo eso está muy bien, pero ¿por qué molestarnos? ¿De qué nos
sirve? La reflexión no es lo que mueve el mundo. No nos da de comer ni
hace que vuelen los aviones. ¿Por qué no dejamos a un lado los
problemas de la reflexión y seguimos adelante con lo demás? Me gustaría
esbozar tres tipos de respuesta, de distinto nivel de abstracción: alto,
medio y bajo.
La respuesta de alto nivel cuestiona la propia pregunta —una

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estrategia típicamente filosófica, porque implica subir un grado de


reflexión—. ¿Qué queremos decir cuando preguntamos de qué nos sirve?
La reflexión no da de comer, pero tampoco la arquitectura, la música, el
arte, la historia o la literatura. Deseamos comprendernos a nosotros
mismos, eso es todo. Es algo que deseamos por sí mismo, igual que un
científico puro o un matemático puro desean comprender el origen del
universo o la teoría de conjuntos, o un músico desea resolver un
problema de armonía o de contrapunto. No tenemos la mirada puesta en
ninguna aplicación práctica. Buena parte de la vida se nos va en
proyectos como el de criar más cerdos para comprar más tierra, de modo
que podamos criar más cerdos y podamos comprar más tierra... El
tiempo que nos queda, sea para la música o las matemáticas, o para leer
a Platón o a Jane Austen, es un tiempo que hay que cuidar. Es el tiempo
que dedicamos a mimar nuestra salud mental. Y nuestra salud mental es
algo bueno en sí mismo, como la salud física. Además, también existe
una retribución en términos de placer. Cuando nuestra salud física es
buena, disfrutamos haciendo ejercicio físico y cuando nuestra salud
mental es buena, disfrutamos ejercitando la mente.
Ésta es una respuesta muy abstracta. El problema no es que sea
errónea, sino que sólo resultará convincente para alguien que ya esté
convencido a medias —alguien que no haya formulado la pregunta
original en un tono de voz demasiado agresivo.
Vamos pues con una respuesta de nivel medio. La reflexión es
importante porque forma un continuo con la práctica: lo que pensamos
sobre las cosas que hacemos influye en nuestro modo de hacerlas, o
incluso en si las hacemos o no. Puede influir en nuestras

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Simón Blackburn Pensar

investigaciones, en nuestra actitud hacia la gente que hace las cosas de


un modo distinto a como las hacemos nosotros o, en fin, en el conjunto
de nuestra vida. Por poner un ejemplo sencillo, si nuestras reflexiones
nos llevaran a creer en una vida después de la muerte, quizás
estuviéramos dispuestos a soportar ciertas persecuciones que
preferiríamos evitar si nos convenciéramos —al igual que muchos
filósofos— de que tal idea no tiene sentido. El fatalismo, es decir, la
creencia en que el futuro está fijado de antemano, sean cuales sean
nuestras acciones, es una creencia puramente filosófica, pero que es
capaz de paralizar cualquier acción. Traducido a términos más políticos,
también puede expresar una cierta aquiescencia con el bajo estatus
social asignado a ciertos sectores de la sociedad, lo cual puede resultar
ventajoso para la gente de estatus más elevado que propicia la situación.
Consideremos algunos ejemplos comunes en Occidente. La reflexión
acerca de la naturaleza humana ha llevado a mucha gente a considerar
que somos esencialmente egoístas. Sólo buscamos el beneficio propio,
sin preocuparnos realmente por nadie más. Un acto en apariencia
desinteresado oculta la expectativa de un beneficio futuro. El paradigma
dominante en las ciencias sociales es el homo economicus, el hombre
económico que mira por sus intereses, en abierta competencia con los
demás. Ahora bien, si la gente se convence de que todo el mundo es así,
las relaciones entre las personas cambian; se vuelven menos confiadas y
cooperadoras, más suspicaces. Ello influye en su forma de actuar en
relación con los demás, y se traduce en diversos costes. Les resultará
más difícil, y en ocasiones imposible, poner en marcha empresas
conjuntas: pueden quedar atrapadas en una «guerra de todos contra

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todos», de acuerdo con la memorable expresión del filósofo Thomas


Hobbes (1588-1679). En el mercado, su miedo a ser estafadas les hará
incurrir en elevados costes de transacción. Si estoy convencido de que
«un contrato verbal no vale el papel sobre el que está escrito», me veré
obligado a pagar abogados para que elaboren contratos que impongan
sanciones, y si no confío en que los abogados vayan a poner algo más de
su parte que el mínimo indispensable para justificar el cobro de sus
honorarios, tendré que hacer revisar los contratos por otros abogados, y
así sucesivamente. Pero todo ello se puede basar en un error filosófico:
interpretar las motivaciones humanas desde un conjunto equivocado de
categorías y, por lo tanto, sin comprender su naturaleza. Puede que la
gente sea capaz de preocuparse por los demás, o que al menos esté
dispuesta a poner algo de su parte o a cumplir sus promesas. Tal vez si
se propusiera una visión más optimista, la gente sería capaz de vivir de
acuerdo con ella, en cuyo caso mejoraría su calidad de vida. Así pues,
este momento de reflexión, destinado a poner en claro las categorías
adecuadas para comprender las motivaciones humanas, es una tarea
importante desde un punto de vista práctico. No se limita al campo de lo
académico, sino que escapa de él.
Veamos ahora un ejemplo muy distinto. El astrónomo holandés
Nicolás Copérnico (1473-1543) reflexionó sobre nuestro modo de captar
el movimiento y se dio cuenta de que lo percibimos de forma
perspectivista, es decir, que nuestra noción del movimiento de las cosas
depende del lugar en que nos encontramos y, en particular, de si
nosotros mismos estamos en movimiento. Cuando estamos en un tren o
en un aeropuerto, a menudo caemos en la ilusión de que el tren o el

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avión de al lado se pone en marcha, para luego darnos cuenta con


sorpresa de que somos nosotros quienes nos movemos. Sin embargo, en
la época de Copérnico la vida cotidiana ofrecía menos ejemplos de ello.
Del mismo modo, podría ser que los desplazamientos aparentes de las
estrellas y de los planetas no se debieran a su propio movimiento, según
parece a primera vista, sino a que nosotros, los observadores, nos
movemos. Y finalmente resultó que era así. La reflexión sobre la
naturaleza del conocimiento —lo que los filósofos llaman epistemología,
del término griego episteme, que significa «conocimiento»— se encuentra,
pues, en el origen del primer avance espectacular de la ciencia moderna.
Las reflexiones de Einstein sobre nuestro modo de concebir la
simultaneidad entre dos acontecimientos siguieron el mismo camino.
Einstein se dio cuenta de que el resultado de nuestras mediciones
depende de nuestro propio desplazamiento en relación con los hechos
que observamos, lo cual llevó finalmente a la teoría especial de la
relatividad (y el propio Einstein reconoció la importancia que habían
tenido algunos filósofos del pasado a la hora de hacerle tomar conciencia
de las complejidades epistemológicas de esta clase de observaciones).
Como último ejemplo, me gustaría examinar un problema filosófico en
el que se ven atrapadas muchas personas cuando piensan acerca de la
relación entre la mente y el cuerpo. Es habitual partir de una separación
estricta entre la mente y el cuerpo, como si fueran dos cosas
enteramente distintas. Esto que puede parecer una cuestión de mero
sentido común puede llegar a interferir en nuestra práctica cotidiana de
forma bastante insidiosa. Por ejemplo, resulta difícil comprender cómo se
relacionan entre sí estos dos objetos separados. Los médicos podrían ver

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Simón Blackburn Pensar

casi como inevitable el fracaso de los tratamientos cuando se trata de


estados físicos que responden a causas mentales o psicológicas. La
posibilidad de que hurgar en la mente del paciente pudiera originar
algún cambio en el complejo sistema físico en que consiste su organismo
podría parecerles rayana en lo imposible. Después de todo, la ciencia de
toda la vida nos enseña que se requieren causas físicas y químicas para
obtener efectos físicos y químicos. De este modo llegamos a un a priori, la
certeza incuestionable de que cierta clase de tratamientos (las drogas y el
electroshock, por decir algo) son «correctos» por definición y que otros
(tratar a los pacientes de una forma más humana, mediante el consejo y
el análisis) son «incorrectos»: acientíficos, poco serios y destinados al
fracaso. Sin embargo, esta certeza no se basa en la ciencia, sino en una
falsa teoría filosófica, y cambia por completo si poseemos una mejor
concepción filosófica de la relación entre la mente y el cuerpo. Esta mejor
concepción debería hacernos ver que no hay nada sorprendente en el
hecho de que exista una relación entre la mente y el cuerpo. Es bien
sabido, por ejemplo, que el hecho de pensar en ciertas cosas (algo
mental) puede hacer que una persona se sonroje (algo físico). Pensar en
un peligro futuro puede dar lugar a toda clase de cambios corporales: el
corazón late con fuerza, se aprietan los puños, los músculos se contraen.
Por extrapolación, nada nos impide pensar que un estado mental como el
optimismo pueda tener efectos físicos, como la desaparición de ciertas
marcas o incluso la remisión de un cáncer. Si estas cosas ocurren, o no,
se convierte en una cuestión empírica. La certeza incuestionable de que
no pueden suceder se revela como el resultado de una mala comprensión
de la estructura del pensamiento o, en otras palabras, de una mala

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filosofía, y en este sentido se la puede considerar acientífica. Las


actitudes y prácticas de los médicos se pueden beneficiar positivamente
de este cambio de planteamiento.
Así pues, la respuesta de nivel medio nos recuerda que la reflexión
forma un continuo con la práctica y que ésta puede cambiar para mejor
o para peor en función de la validez de nuestras reflexiones. Vivimos en
un determinado sistema de pensamiento, del mismo modo que vivimos
en un determinado edificio, y si nuestro edificio intelectual resulta
estrecho y opresivo, nos interesa saber qué otras estructuras son
posibles.
La respuesta de nivel bajo se limita a sacar algo más de brillo a esta
argumentación, ya no en los terrenos limpios y bien ordenados de la
economía o de la física, sino abajo, en los sótanos, donde la vida humana
es menos civilizada. Uno de los Caprichos de Goya lleva por título El
sueño de la razón produce monstruos. Goya creía que buena parte de las
locuras de la humanidad eran el resultado del «sueño de la razón».
Siempre habrá gente dispuesta a decirnos qué es lo que queremos, cómo
nos lo van a dar y en qué deberíamos creer. Las creencias son
contagiosas, y se puede convencer a la gente de casi cualquier cosa.
Estamos típicamente convencidos de que nuestra forma de hacer las
cosas, nuestras creencias, nuestra religión, nuestros políticos son
mejores que los de los demás, o de que los derechos que nos ha otorgado
nuestro Dios están por encima de los suyos, o de que la defensa de
nuestros intereses exige maniobras defensivas o ataques preventivos
contra ellos. En último término, son estas ideas las que hacen que las
personas se maten unas a otras. Ideas sobre cómo son los demás, o

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sobre quiénes somos nosotros o sobre cómo defender nuestros intereses


o nuestros derechos, son las que nos llevan a la guerra, nos convierten
en opresores sin sentir apenas mala conciencia o incluso hacen que nos
resignemos a ser nosotros mismos los oprimidos. Cuando estas creencias
van acompañadas del sueño de la razón, el único antídoto es un
despertar crítico. La reflexión nos permite dar un paso atrás y tal vez
reconocer cuán ciega o desviada era nuestra anterior forma de ver las
cosas, o descubrir por lo menos si existen argumentos en favor de ella o
si es simplemente subjetiva. Hacer esto de forma adecuada significa, una
vez más, hacer ingeniería de conceptos.
La reflexión puede ser vista como algo peligroso, ya que no hay forma
de saber por adelantado a dónde nos puede llevar. Siempre habrá
argumentos en contra de ella. Mucha gente se siente incómoda o incluso
se indigna ante las preguntas filosóficas. Algunos porque temen que sus
ideas pudieran salir peor paradas de lo que desearían si empezaran a
pensar sobre ellas. Otros tal vez se sientan atraídos por las llamadas
«políticas de la identidad», en otras palabras, la clase de identificación
con una determinada tradición o identidad de grupo, nacional o étnica,
que les induce a cerrar la puerta ante cualquier extraño que venga a
cuestionarla. Cualquier crítica será eliminada de un plumazo: sus
valores son «inconmensurables» con los valores de los demás. Tan sólo
aquellos que pertenecen a su reducido círculo pueden comprenderlos. La
gente se siente cómoda cuando se retira a los senderos trillados de la
tradición y no se preocupa demasiado por su estructura, sus orígenes o
incluso por las críticas que puedan merecer. La reflexión abre una ancha
avenida hacia la crítica, y los senderos de la tradición acostumbran a

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alejarse de ella. En este sentido, las ideologías se convierten en círculos


cerrados, siempre a punto para responder con indignación ante la mente
inquisidora.
La tradición filosófica de los últimos dos milenios ha sido enemiga de
esta amable complacencia. Ha insistido en que no vale la pena vivir la
vida si uno no la somete a examen. Ha insistido en el poder de la
reflexión racional para eliminar los elementos negativos de nuestras
prácticas, y reemplazarlos por otros más positivos. Ha identificado la
autorreflexión crítica con la libertad, de acuerdo con la idea de que sólo
desde una adecuada comprensión de nosotros mismos podemos
controlar la dirección en la que queremos ir. Sólo cuando contemplamos
con prudencia nuestra propia situación, y la contemplamos como un
todo, podemos comenzar a pensar en cambiarla. Marx dijo que los
filósofos anteriores se habían esforzado por comprender el mundo,
cuando en realidad se trataba de transformarlo —uno de los comentarios
más célebres y absurdos de todos los tiempos y del todo desmentido por
su propia práctica intelectual—. Hubiera sido mejor añadir que si uno no
comprende el mundo, poco sabrá cómo cambiarlo, por lo menos hacia
mejor. Rosencrantz y Guildenstern admiten que no saben tocar la flauta
y sin embargo pretenden manipular a Hamlet. Cuando actuamos sin
comprender, es bien posible que el mundo se haga eco de la respuesta de
Hamlet: «¿Acaso creéis que soy más fácil de tocar que una flauta?».
Hay tendencias académicas en nuestra época que reaccionan en
contra de estas ideas. Hay gente que pone en duda la idea misma de
verdad, o de razón, o la posibilidad de una reflexión desinteresada. En
general, lo que hacen es mala filosofía, a menudo sin darse cuenta

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Simón Blackburn Pensar

siquiera de ello: ingenieros de conceptos incapaces de esbozar un plan,


ya no digamos diseñar una estructura. Volveremos a tratar esta cuestión
en varios puntos del libro, pero de momento puedo prometer que este
volumen se alinea sin vergüenza al lado de la tradición y en contra de
cualquier escepticismo moderno o posmoderno sobre el valor de la
reflexión.
La leyenda completa de los grabados de Goya es «La imaginación,
abandonada por la razón, produce monstruos imposibles: unida a ella,
es la madre de las artes y la fuente de sus maravillas». Así es como
deberíamos pensar.

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