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Una mayoría de autores coinciden en señalar que es a partir del año 1738,
cuando la leyenda se difunde en la nueva masonería especulativa,
estableciendo que Salomón solicita a Hiram, Rey de Tiro, apoyo para la
construcción del Templo que ofrece a Dios por mandato de su padre David.
El Rey de Tiro, ofrece entonces toda su ayuda y envía, a Hiram Abif, a quien
la Biblia lo describe como un hombre hábil e inteligente.
En cierta ocasión, una vez recibidos los salarios y habiéndose retirado todo
el personal al merecido descanso, tres obreros, clasificados como
Compañeros, observando que la construcción del Templo llegaba a su fin, y
manifestando desacuerdo y descontento con su salario, intentan obligar al
Maestro Hiram, para que les dijese la palabra de pase y el signo de
identificación de los Maestros. Estas tres personas, a quienes algunos
autores identifican con los nombres de Jubelás, Jubelós y Jubelúm,
sabiendo que el Maestro regresa al Templo para hacer sus oraciones e
inspeccionar la obra, se colocaron en cada una de las puertas para
emboscarlo. El primero lo sorprende cuando intenta salir por la puerta del
Sur, le pide de manera insolente la palabra de Maestro y ante la negativa,
lleno de ira, le golpea con una Escuadra en el cuello. Mal herido, va a la
puerta de Occidente y allí es esperado de la misma manera, por otro de los
conjurados y ante la categórica negativa le golpea fuertemente con una
Regla en el hombro izquierdo y el tercero, cuando el Maestro intenta huir
por la puerta de Oriente y al no obtener otra respuesta que el silencio
absoluto le “agarra furioso por los cabellos ensangrentados, le arrastra sin
piedad por las gradas del Templo, le propina la herida mortal sobre la frente
con un martillo”.
Cubren con unas ramas de Acacia el sitio, para de esa manera poder
encontrarlo cuando el resto del grupo, viniese a buscar los restos del
Maestro. En tempranas horas de la mañana, Salomón, como habitualmente
lo hacía, va al Templo a observar el avance de la obra y se sorprende al no
encontrar al Maestro Hiram Abif, ni obtener respuesta alguna sobre su
paradero. Sus sospechas lo llevan a pensar que había sido objeto de algún
atentado, hecho este que confirma cuando encuentra rastros de sangre en
la puerta de Oriente, que al seguirlos lo llevan hasta los escombros donde
inicialmente había sido colocado el cadáver, la noche del crimen. Decide
reunir a los Maestros y mediante un riguroso escrutinio, selecciona nueve
de ellos para que inicien la búsqueda.