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Colección Otraparte
Editorial Universidad de Antioquia
Instituto de Filosofía Universidad de Antioquia
Colección Otraparte
© Carlos Arturo Fernández Uribe
© Instituto de Filosofía Universidad de Antioquia
© Editorial Universidad de Antioquia
ISBN: 978-958-714-069-9
Instituto de Filosofía
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Apartado 1226. Medellín. Colombia
Arthur C. Danto
Contenido
Introducción ................................................................................................. xi
La “muerte de la Historia del Arte” ........................................................ xi
Historia del Arte y concepto de arte ......................................................... xiv
Hacia una nueva perspectiva para la Historia del Arte ........................... xx
1 “El término ‘historia del arte’ es ambiguo. Indica, por una parte, la historia del arte como
tal y, por otra, la disciplina que tiene el arte como objeto de estudio”. Hans Belting, “La fine
della storia dell’arte o la libertà dell’arte”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte,
Torino, Giulio Einaudi, 1990, p. 3. A lo largo de todo este trabajo se adopta la convención de
utilizar las mayúsculas cuando la expresión Historia del Arte se refiere a la disciplina, y las
minúsculas cuando la historia del arte se refiere al proceso histórico de la producción artística.
Sin embargo, cuando se trata de citas textuales se respeta el uso de cada autor.
2 Cfr. Javier Domínguez Hernández, “Posiciones filosóficas de Hegel y Danto sobre el ‘fin del
arte’”, Estudios de Filosofía, Medellín, Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia, núm. 13,
feb., 1996, pp. 71-87.
xii
3 H. Belting, “La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte”, en: La fine della storia dell’arte
o la libertà dell’arte, Op. cit., pp. 3-68.
4 Benedetto Croce, Estética como ciencia de la expresión y lingüística general, Buenos Aires, Nueva
Visión, 1969, pp. 222-223. No se discute aquí el problema fundamental de Croce que, como
se ve, acaba negando toda posibilidad a la Historia del Arte.
5 Por ejemplo, ya desde 1913 Wladyslaw Tatarkiewicz se había declarado partidario del plu-
ralismo estético en su obra El desarrollo del arte, afirmando que la concepción de un sistema
estético universal era insostenible. Cfr. Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, 3.a ed.,
Madrid, Tecnos, 1992, pp. 14-15. En el mismo sentido se movían muchas actitudes dentro de
la llamada Escuela de Viena, como la “generosamente universalista” de Franz Wickhoff; cfr.
José Francisco Yvars, “La formación de la historiografía”, en: Valeriano Bozal, ed., Historia de
las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas, Madrid, Visor, 1996, vol. 1, p. 142.
xiii
siglo XVIII, se desarrolla en todos los campos, y también en el del arte, a la relación
entre el individuo y la colectividad que había predominado desde la Edad Media y
el Renacimiento6 y que, todavía más profundamente, será uno de los núcleos fun-
damentales de la reflexión de Immanuel Kant. Además, las ideas de Hegel acerca
del carácter pretérito del arte pueden leerse articuladas con este contexto teórico.
Pero es indiscutible que la situación se transformó vertiginosamente a lo largo
del siglo XX, hasta un punto tal que ya no son posibles aquellas Historias del Arte,
universales y cerradas, que encontraban su paradigma en Hegel. Arthur C. Danto
caracteriza de esa manera las últimas décadas:
Esas narrativas maestras inevitablemente excluyen ciertas tradiciones y prácticas
artísticas como “fuera del linde de la historia” […]. Una de las tantas cosas que ca-
racterizan el momento contemporáneo del arte —o lo que denomino el “momento
posthistórico”— es que no hay más un linde de la historia. Nada está cerrado a la
manera en que Clement Greenberg supuso que el arte surrealista no formaba parte del
modernismo como él lo entendía. El nuestro es un momento de profundo pluralismo
y total tolerancia (tal vez sólo) en arte. No hay reglas.7
6 Cfr. al respecto, Giulio Carlo Argan, L’arte moderna 1770/1970, 2.a ed., Firenze, Sansoni, 1977,
pp. 13-14. (Existe una traducción en lengua española: Giulio Carlo Argan, El arte moderno
1770/1970, Valencia, Joaquín Torres Ed., 1977).
7 Arthur C. Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia, Barcelona,
Paidós Ibérica, 1999, p. 20.
8 “La convicción de Hegel en ese entonces era la siguiente: nos encontramos en una época de
cambios tan radicales para el espíritu, que estamos a las puertas de una transformación sin pre-
cedentes para el arte; el arte se convierte en reflexión filosófica sobre sí mismo, es decir, abriga
ahora en su propio seno a su archienemigo la filosofía, el espíritu de la reflexión. Esta consi-
deración hegeliana, según la cual las barreras entre el arte y la filosofía no son ya las barreras de
la reflexión, ha sido uno de los pilares de la propia Filosofía del Arte de Danto. Lo interesante
en su caso es que Danto no llegó a dicha conclusión por la vía de la filosofía, como Hegel, sino
por la vía del arte, y en concreto ante el Pop-Art de los años sesenta, y en particular ante la obra
del artista Andy Warhol, a quien Danto considera ‘el genio filosófico de la historia del arte’. […]
estas obras plantearon por primera vez la pregunta por el arte, es decir, su carácter artístico con-
sistió en dejar dicha pregunta filosófica sobre el tapete”. J. Domínguez Hernández, “Posiciones
filosóficas de Hegel y Danto sobre el ‘fin del arte’”, Estudios de Filosofía, Op. cit., p. 85.
9 A. C. Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia, Op. cit.,
pp. 30-36.
10 Ibíd., p. 34.
xiv
La tesis que aquí nos sirve de punto de partida es la de que la disciplina de la His-
toria del Arte sólo fue posible en conexión con el desarrollo de los conceptos de
la autonomía estética y del carácter pretérito del arte, que encuentran en la Crítica de la
facultad de juzgar de Kant y en las Lecciones sobre la estética de Hegel su planteamiento
más completo, pero que, en realidad, son consecuencia de los amplísimos ámbitos
11 H. Belting, “La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte”, en: La fine della storia dell’arte
o la libertà dell’arte, Op. cit., pp. 13-14. Es la misma idea de Danto; señala Domínguez: “[…] ya
no es posible una Historia del Arte como venía ocurriendo en el período de la modernidad
—nuestro siglo—, una historia jalonada por la revolución permanente. El arte ya no tiene esta
necesidad, al menos por razones internas. Por razones externas, por ejemplo las del mercado
del arte, se seguirá echando mano de tal historia, pero para justificar publicitariamente la
ilusión de la eterna novedad”. J. Domínguez Hernández, “Posiciones filosóficas de Hegel y
Danto sobre el ‘fin del arte’”, Estudios de Filosofía, Op. cit., p. 86.
xv
de discusión que se habían desarrollado a lo largo del siglo XVIII,12 relacionados, aun
antes que con la Historia del Arte, con la aparición de la arqueología científica, del
concepto de bellas artes, de la disciplina estética, de la crítica de arte y el desarrollo
de la institución del museo.13
Por tanto, este punto de partida —según el cual la posibilidad de pensar una
Historia del Arte depende del desarrollo de los conceptos de la autonomía estética
y del carácter pretérito del arte— no se establece aquí como límite cronológico dado,
ni se toma como problema delimitado y preciso, sino mejor como campo conceptual
básico que conserva su validez y coherencia a pesar de una compleja movilidad
interna. En efecto, al analizar el significado del concepto del carácter pretérito del
arte, Hans-Georg Gadamer formula la estrecha relación que existe entre éste y el
concepto kantiano de la autonomía estética: para Kant, dice Gadamer, la obra de
arte comenzó a existir por sí misma cuando abandonó las connotaciones religiosas
o seculares de la vida, que determinaban primariamente la producción del arte
clásico; pero, en realidad, esto corresponde, precisamente, a la hegeliana muerte del
arte. Entonces, “[...] desprendido de toda relación con la vida […] el arte ya no quiso
12 La amplitud de esa discusión puede percibirse, por ejemplo, en el estudio de Dino Formaggio,
que privilegia el análisis de los teóricos y escritores italianos del siglo XVIII. Cfr. Dino Forma-
ggio, La “muerte del arte” y la estética, México, Grijalbo, 1992, pp. 39-67.
13 El concepto de bellas artes se impuso a partir del libro Les beaux arts reduits à un même principe
de Charles Batteux, publicado en 1747. La Estética de Alexander Baumgarten, con la corres-
pondiente consolidación del concepto, apareció en 1750. Diderot escribió el texto sobre Arte
en el primer tomo de la Enciclopedia aparecido en 1751, y luego, a partir de 1759, comenzó
a escribir sus críticas sobre los Salons. La arqueología científica se inicia con las excavaciones
de Herculano y Pompeya, en 1738 y 1748 respectivamente. Finalmente, en 1764 aparece la
Historia del arte en la Antigüedad de Winckelmann, frecuentemente visto como el texto funda-
cional de la disciplina, al menos en el siglo XVIII. Inclusive el desarrollo de los museos presenta
un proceso anterior. Hasta el siglo XVIII predomina el coleccionismo de los reyes, príncipes y
grandes financieros, aunque el cambio de gusto del barroco al rococó hace que las grandes
colecciones queden ocultas en los gigantescos palacios del siglo XVII que, en general, se cierran;
y, por ello, inclusive un rey como Luis XV ya prácticamente no hace grandes compras. “Luis
XIV hacía vida de hombre público y el acceso a los departamentos reales era fácil; entonces
se podían ver cómodamente los cuadros de la Corona. La vida de Luis XV es más íntima, más
secreta, y ya no es posible admirar ‘las obras maestras de los más grandes pintores europeos,
de un valor enorme, que componen el gabinete de cuadros de su Majestad, amontonados hoy
y enterrados en habitaciones pequeñas, mal iluminadas y ocultas en la ciudad de Versalles […],
desconocidos o indiferentes a los extranjeros por la imposibilidad de verlos’”. Germain Bazin,
El Louvre, Barcelona, Círculo de Lectores, 1971, p. 45. Aunque desde mediados del siglo se
insiste en la necesidad de exponerlos al público, no es hasta el reinado de Luis XVI que la
Corona se interesa en el proyecto, con la idea de impulsar “la educación virtuosa del pueblo”.
Sólo en 1793 logrará inaugurarse el museo. Cfr. Ibíd., pp. 46-55. Antes del Louvre —y antes
del libro de Winckelmann— se establecieron otros museos como el de Nápoles (1738, a raíz de
los hallazgos de Herculano), la Galería de los Oficios de Florencia (1743), la Galería de Dresde
(1746, que será fundamental para la formación de Winckelmann) y el Museo Británico de
Londres (1753); pero quizá el Louvre los superaba a todos por su universalidad y apertura.
xvi
ser nada más que arte […]”,14 un planteamiento de Hegel que equivale a la defensa
kantiana de la autonomía de lo estético respecto a todo fin práctico y a toda teoría.
A partir de aquí, señala Gadamer, comienza la gran revolución artística moderna.
Y es necesario reconocer el desarrollo de la disciplina de la Historia del Arte como
partícipe de esa revolución, lo que significa percibir la incidencia, en la historiografía,
de un concepto renovado de arte que tiene que ver con la vigencia de la idea de la
autonomía de lo estético, y de una nueva comprensión que coloca en primer plano
la subjetividad del artista y el tratamiento de lo casual y lo transitorio. La necesidad
de pensar otra vez la Historia del Arte en el contexto analizado por Danto y Belting
es, pues, perfectamente coherente con los procesos de la disciplina.
De hecho, remitirse a un punto de partida que se define con base en su coherencia
con el concepto de arte, equivale solamente a afirmar que la disciplina de la Historia
del Arte mantiene relación esencial con la reflexión estética; o bien, que es necesario
establecer una vinculación entre la posibilidad del surgimiento y desarrollo de todas
las disciplinas que se refieren al arte y lo qué se entiende como arte.15 Por eso, con lo
dicho no se pretende plantear el desarrollo del que hemos llamado campo conceptual
básico del arte como el resultado de una historia exclusivamente filosófica. En la
medida en la que el arte es un producto de la cultura históricamente desarrollado,
su marco conceptual está ligado con la producción efectiva de las obras de arte y,
al mismo tiempo, con la reflexión acerca de determinadas “familias” de conceptos
y de realidades históricamente dadas; reflexión que ya desde la Antigüedad había
conducido a la formulación de distintos conceptos y clasificaciones del arte.16
Pero esta historización y diversificación del concepto hace percibir de inmediato
que nuestra tesis de partida es incompleta. No es suficiente el planteamiento de
la autonomía estética o de la condición de pasado del arte para desencadenar la
posibilidad de una Historia del Arte, porque, de alguna manera, en esos conceptos
predomina una genérica negatividad: el arte no tiene una utilidad práctica ni obedece
a una teoría, no responde a reglas exteriores, ya no es la suprema determinación del
espíritu, ya no es nada más que arte. Es claro, en todo caso, que con ello se declara
efectivamente ocurrida la muerte de una casi universal manera de entender, desde
la Antigüedad hasta este siglo XVIII, un cierto grupo de actividades humanas, que
habían sido a veces relacionadas y a veces separadas bajo denominaciones tales como
las de “artes mecánicas”, “ingeniosas”, “musicales”, “nobles”, “memoriales”, “poé-
ticas”, “elegantes”, o “agradables”.17 Cuando Charles Batteux estableció en 1747 el
concepto de las bellas artes, dio un contenido positivo para aquel campo conceptual
básico que había surgido a lo largo del siglo XVIII. Y ese concepto identificó el arte
con la belleza y definió su función como la de imitar la naturaleza.18 A partir de la
posibilidad distintiva de la autonomía estética y del contenido positivo de las bellas
artes se estableció la Historia del Arte.
Con todo, el intenso debate que se desarrolló tanto acerca de la belleza como de
la imitación de la naturaleza, dos problemas que eran ya discutidos desde la época de
Winckelmann y a lo largo de todo el siglo XIX, hasta que finalmente, desde comien-
zos del XX, son desechados como innecesarios para explicar el arte, demuestra que,
sobre el campo conceptual básico que conserva su validez, el concepto de arte es una
variable en permanente estado de revisión, con la realidad adicional de que ello no
acontece sólo en el ámbito de las discusiones estéticas, sino también en la produc-
ción misma de los artistas. Ya Hegel lo había percibido frente al arte de su tiempo,
en el contexto de la disolución de lo clásico, que constituye la forma romántica del
arte:19 cuando las obras de arte ya no toman como objeto lo necesario en sí mismo,
sino la realidad casual en su variedad ilimitada de juegos de formas y relaciones, se
hace obvia la pregunta de si podemos seguir llamándolas “obras de arte”, es decir,
si continúan siendo auténticamente manifestaciones sensibles de la idea, cuando ya
ni siquiera aparece en ellas la visión del artista, sino sólo su experiencia. Y a partir
del contexto que así se crea, la producción de los artistas se vuelve una discusión
permanente acerca de la pregunta por el arte, de la cual la Historia del Arte deberá
dar cuenta. Por eso, tras la conciencia de la autonomía de lo estético y de la muerte
17 Ibíd., pp. 46-48. Como se analizará en su momento, los trabajos del Renacimiento y la obra
de Vasari no logran superar totalmente las concepciones medievales.
18 “Desde el siglo XVIII en adelante no había quedado ninguna duda de que los oficios manuales
eran oficios y no artes, y que las ciencias eran ciencias y no artes: de este modo, sólo las bellas
artes eran realmente artes. Y como esa era realmente la situación se pensó que era posible y
adecuado denominarlas sencillamente artes. Y esta terminología sí que fue aceptada; no sucedió
inmediatamente, por supuesto, sino en el siglo XIX. En esa época cambió el significado de la
expresión ‘artes’: se restringió su ámbito, y ahora incluía sólo las bellas artes, dejando fuera las
artesanías y las ciencias. Puede decirse que sólo se conservó el término, y que surgió un nuevo
concepto de arte”. Ibíd., p. 49.
19 Cfr. Wilhelm Friedrich Hegel, Lecciones sobre la estética, Madrid, Akal, 1989, p. 437.
xviii
del arte, surge, por una parte, la posibilidad de una filosofía de la historia del arte
como la que formula Hegel, mientras que, por otra, en el contexto propio de la
disciplina de la Historia del Arte será indispensable establecer los vínculos con una
historia de las ideas estéticas.
Pero si, como se ha señalado, tales discusiones se desarrollan primariamente a
través de la producción de los artistas, es decir, por medio de las obras mismas, y sólo
secundariamente a partir de éstas, para una Historia del Arte será indispensable,
en todo caso, definir los límites dentro de los cuales una serie de realidades histó-
ricamente dadas —correspondientes al ámbito general de las artes— conservan un
cierto “parecido de familia”, que nos permita determinar los campos de interés de
la disciplina. Y es claro que, predominando aquí el aspecto productivo más que el
teórico, en ello no se procede muchas veces a través de necesidades conceptuales,20
sino con síntesis de experiencias.
Ya desde la aparición de Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos, desde Cimabue hasta nuestros tiempos, descritas en lengua toscana por Giorgio Vasari
pintor aretino. Con una útil y necesaria introducción a sus artes (en adelante, Las vidas),
de Vasari, en 1550, se había establecido un límite que comprendía sólo la arqui-
tectura, la escultura y la pintura. En el concepto de artes del diseño de Vasari aparece
una primera fusión de las artes plásticas, a partir de sus analogías y similitudes, pero,
como consecuencia, también una separación de la poesía; habrá que esperar hasta el
siglo XVIII para que el concepto de bellas artes las unifique y, de paso, cree la necesidad
de volver a pensar en sus diferencias. El siglo XVIII, aunque toma el mismo grupo de
artes de Vasari, se preocupará por establecer sus límites a partir del problema de la
belleza y del análisis de sus recursos de expresión y significación, contexto en el cual
se da, por ejemplo, la discusión de Gotthold Ephraim Lessing.
Con ello, la clasificación de las artes deja de ser un asunto de destreza técnica,
como había ocurrido desde la Antigüedad, y se convierte en un problema histórico,
lo que significa que la delimitación interna y externa de las artes visuales no ha pro-
cedido nunca a partir de conceptos unívocos sino, más bien, abiertos, y de manera
especial en el mundo contemporáneo. Por eso, junto al análisis del concepto de
arte como una primera variable para el desarrollo de la disciplina de la Historia del
Arte, resulta indispensable la consideración del paradigma dentro del cual se han
desarrollado históricamente las obras de arte, como segunda variable.
Estas dos consideraciones, sin embargo, no parecen suficientes para justificar el
desarrollo de una disciplina que analice la evolución histórica del arte. En realidad,
20 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., p. 62. La expresión “parecido de familia”
parte de Ludwig Wittgenstein. Aquí, en concreto, se está pensando no sólo en el proceso
de aparición del concepto de bellas artes en 1747, sino, además, en la restricción del mismo
concepto al campo de las artes visuales en el curso del siglo XIX; cfr. Ibíd., pp. 48-49. Las Lec-
ciones de Hegel plantearon la clasificación del arte a partir de necesidades conceptuales; en
cambio, la restricción histórica al campo de las artes visuales y la discusión contemporánea
de sus límites internos y externos ha procedido quizá más empíricamente.
xix
21 Giulio Carlo Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, 2.a ed., Roma,
Editori Riuniti, 1993, p. 25 (Existe una traducción en lengua española: Giulio Carlo Argan,
Historia del arte como historia de la ciudad, Barcelona, Laia, 1984). Este texto de Argan, sobre
el cual se regresará muchas veces, tiene estrechos vínculos conceptuales con Erwin Panofsky.
Cfr. Erwin Panofsky, “La historia del arte en cuanto disciplina humanística”, en: El significado
en las artes visuales, Madrid, Alianza, 1975, pp. 17-43.
xx
Ello implica que, aunque las obras de arte nos aparezcan siempre como realidades
pasadas, en la medida en la cual nos ocupamos de ellas como trabajos que ya han
salido de las manos del artista, se dan siempre como presentes a nosotros por su
intrínseco carácter de juego y autorrepresentación y, por tanto, las interpretamos a
partir del presente y, por supuesto, basándonos en nuestra actual comprensión de
lo que es el arte: aunque para la edad dorada de los griegos la escultura haya sido
la “manifestación de la verdad” y tal idea la haya hecho posible, nuestra compren-
sión actual no se satisface con dicha escultura ni le concede ese valor determinante,
con lo cual la hacemos participar, por lo menos en cierta manera, de aquella “gran
revolución artística moderna” señalada por Gadamer.22
En definitiva, si nos encontramos ante la “muerte de la Historia del Arte” que
señalaran Belting y Danto a raíz de una nueva concepción del arte que determina
el fin de las “narrativas maestras”, se hace indispensable una nueva reflexión acerca
del sentido y posibilidades de la Historia del Arte en el momento actual.
Ernst H. Gombrich, sin lugar a dudas uno de los historiadores más influyentes de
la segunda mitad del siglo XX, ha replanteado de manera constante muchos de los
lugares comunes de la historiografía del arte, comenzando, quizá, desde la presen-
tación misma de su Historia del arte, en la cual se cuestionan, de entrada, tanto el
concepto de Historia como el de Arte. En efecto, el título en inglés original no habla
de una History, con su carga de solemnidad clásica y de modelo ideológico cerrado,
sino de una más amable y directa Story of Art: un relato o una narración más directa y
simple aunque, posiblemente, una más auténtica “maestra de la vida” a través de la
posibilidad de diálogo que sugiere. Además, la primera afirmación del texto, quizá
la más conocida de toda la producción de Gombrich —aunque no sea suya— es la
sentencia según la cual “No existe, realmente, el arte. Tan sólo hay artistas”.23
Y si seguimos a Gombrich hasta sus últimas consecuencias, el asunto tiende a
22 Aunque no se refiera directamente al teórico, puede aplicarse aquí la visión de Hegel sobre el
artista en el estadio final de la forma romántica: “El artista no puede tener necesidad primero
de ponerse en claro con su ánimo y debe preocuparse de la salvación de su propia alma; su alma
grande y libre, antes de ponerse a producir, debe saber y tener desde un principio su propio
sitio y estar segura de sí y confiada en sí; particularmente el gran artista actual precisa del libre
desarrollo del espíritu, en el cual toda superstición y creencia, que permanecen limitadas a
determinadas formas de concepción y de representación, son degradadas a meros aspectos y
momentos de los que el espíritu se ha adueñado, pues en ellas no ve condicionamientos en y
para sí santificados de su exposición y modo de configuración, sino que sólo les confiere valor
por el superior contenido que al recrear les transfiere como conforme a ellas”. W. F. Hegel,
Lecciones sobre la estética, Op. cit., p. 444.
23 Ernst H. Gombrich, Historia del arte, 15.ª ed., Madrid, Alianza, 1990, p. 13.
xxi
complicarse; luego dirá que la Historia del Arte realmente no existe, sino que es
apenas una convención arbitraria, un medio cómodo de clasificación para encon-
trarnos a nosotros mismos mediante la producción de imágenes;24 con el agravante,
de que, como afirma el mismo Gombrich, se trata de un esquema en el cual se hace
indispensable trabajar a partir de la idea del progreso, lo que nos lleva a imaginar
que existe un encadenamiento lógico de obras y estilos. En la producción del arte,
en cambio, se desafía toda explicación racional, pues la previsión es totalmente im-
posible y no podemos saber lo que pasará en la próxima etapa; por eso, el progreso
no puede afirmarse dentro de los procesos estéticos: los sucesores de Miguel Ángel
Buonarroti no son mejores que él, por ejemplo.25
Lo que queda claro de lo anterior es que no puede entenderse la Historia del
Arte, ni ningún tipo de trabajo histórico, como el mero recuento de eventos dados.
Según el planteamiento de Argan, por una parte, la Historia del Arte se basa en he-
chos absolutamente concretos, como son las obras de arte o el trabajo de los artistas;
hechos y eventos que se pueden determinar muy claramente: los podemos ubicar,
medir, fechar, exhibir en los museos, vender y comprar, restaurar y, en cualquier
caso, tratarlos como “cosas” u “objetos de valor”. Pero, por otra, la Historia del Arte
nunca se queda en las obras de arte como “cosas”, sino que, a partir de ellas, intenta
una interpretación, el establecimiento de un conjunto de relaciones que permitan
entenderlas como una totalidad. En otras palabras, la Historia del Arte no existe;
hay que crearla.
24 Quizá se parta aquí de presupuestos diferentes a los de la muerte del arte y de la Historia del
Arte de Danto y Belting; pero en la posición de Danto resulta posible rastrear consecuencias
similares a ésta de Gombrich. Para Danto, según Domínguez, “La historia, y en especial la
Historia del Arte, ya no es la disciplina interesante pero externa al acceso adecuado a las obras
de arte. Ahora hay que renunciar a esa extendida y socorrida representación del espectador
no necesitado de Historia, que capta la fuerza intemporal de la obra de arte. […] El vínculo
entre historia e interpretación, que ya de por sí es indisoluble, tampoco se puede separar
ahora del arte, y en realidad, eso pasa con cada obra de arte en particular”. J. Domínguez
Hernández, “Posiciones filosóficas de Hegel y Danto sobre el ‘fin del arte’”, Estudios de Fi-
losofía, Op. cit., p. 86. Cfr., igualmente, Javier Domínguez Hernández, “Redescubrimiento
del arte moderno y la filosofía actual en El origen de la obra de arte de Martin Heidegger”,
Morar. Revista de la Facultad de Arquitectura, Medellín, Facultad de Arquitectura, Universidad
Nacional de Colombia, Sede Medellín, vol. 1, núm. 1, jun., 1995, p. 27; Domínguez afirma,
a partir de Danto, que “[…] para reaccionar ante una obra necesitamos más de condiciones
intelectuales que de condiciones estéticas, necesitamos de una interpretación. Buena parte
del arte contemporáneo es la mejor prueba de que la comprensión estética está más cerca de
una acción intelectual que de una estimulación de los sentidos o la pasión”. Ibíd.
25 La misma paradoja de la Historia del Arte, como disciplina que tiene la necesidad de trabajar
a partir de la idea de progreso para analizar una realidad como el arte que no se constituye
con base en el progreso, aparecía ya en Croce; y la primera sentencia de la Historia del arte de
Gombrich es de estirpe croceana. En cierto sentido, todo este estudio se refiere, precisamente,
a esa paradoja, en la medida en la cual ella implica la necesidad de una reflexión acerca de
la forma “como conoce” la Historia del Arte.
xxii
26 Resulta imposible tener en cuenta todos los desarrollos de la Historia del Arte. Por eso, el
“diálogo” fundamental de la tesis y los historiadores del arte se realiza con Gombrich y Argan,
además de referencias más o menos abundantes a Wölfflin, Panofsky, Hauser, Belting, Danto,
Clark y Barilli. En todo caso, se trata de “ejemplos” y no de discusiones completas sobre sus
obras.
27 Ernst H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estética, de
G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, México, Fondo
de Cultura Económica, 1991, pp. 66-67.
28 “Gadamer no se apropia de Hegel contra Hegel […] sino que da un largo rodeo histórico y
etimológico para llegar, bastante inesperadamente a Kant. Kant va a venir en ayuda del arte
moderno. […] Kant contradice a Hegel. […] Kant preparó teóricamente el terreno pues,
según opina Gadamer, ‘desde que el arte no quiso ser ya nada más que arte comenzó la gran
revolución artística moderna’”. Rafael Argullol, “Introducción. El arte después de la ‘muerte
del arte’”, en: H.-G. Gadamer, La actualidad de lo bello, Op. cit., pp. 15-17.
xxiii
Immanuel Kant fue quien insistió en la sombría y aterradora doctrina de que nada
ni nadie puede quitarnos la carga de la responsabilidad moral de nuestros juicios; ni
siquiera una teofanía como la que Hegel vio en la historia. “Pues en cualquier forma
en la que una Entidad pueda ser descrita como Divina… e incluso manifestarse”,
esto no puede eximir a nadie del deber de “juzgar por sí mismo si tiene motivos para
considerar Dios a dicha Entidad y adorarla como tal”. Bien puede ser que aquí exija
más de lo humanamente posible; sin embargo, mucho se ganaría si el mundo del arte
comprendiera que Kant tenía razón.29
29 E. H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estética, de G.
W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., p. 67. La
cita corresponde al texto de La religión dentro de los límites de la mera razón, de Kant.
xxiv
mejor no sólo el prestigio del que gozó en su propio tiempo sino, sobre todo, la
influencia de sus planteamientos en el pensamiento de Kant y Hegel.
El capítulo tercero, “Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte”,
enriquece, a través de dos discusiones vivas, efectivamente desarrolladas, el proceso
de pensamiento que se desarrolla entre Winckelmann y Kant. En primer lugar, se
analiza la discusión de Lessing acerca de la superioridad de la poesía con respecto
a la pintura, en contra de la doctrina predominante en esta época, para descubrir
que se trata, además, de un ataque violento contra las ideas de Winckelmann y, en
particular, contra su concepto de arte. En el contexto de este trabajo, el interés de esa
discusión radica en que, una vez demolido el concepto winckelmanniano de arte, se
desarticula totalmente la posibilidad de plantear una Historia del Arte, lo que, por
vía de negación, viene a reforzar nuestra tesis de partida. La segunda discusión es
la desarrollada entre Johann Gottfried Herder y Kant alrededor de una filosofía
de la historia de la humanidad que presenta una evidente correspondencia con la
Historia del Arte. El mayor interés de esta problemática son las consecuencias de
la pretensión de Herder de entender la historia como si se tratara de un fenómeno
natural, con una metodología equivalente a la de las ciencias naturales; el resultado
para una Historia del Arte será la negación de sus posibilidades interpretativas y, en
última instancia, el desconocimiento del concepto de arte.
El capítulo cuarto, “Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como
interpretación”, hace, en primer lugar, una lectura de los textos kantianos de filo-
sofía de la historia, desde una perspectiva analógica con relación a una Historia del
Arte; el resultado es su insistencia en el concepto de progreso, que articula mediante
un hilo conductor que, en última instancia, tiene como horizonte teleológico el de-
sarrollo de una sociedad cosmopolita; en la analogía con la Historia del Arte, el
progreso aparece ya liberado de rezagos biológicos y se constituye en una idea, que
tiene como fin último al hombre mismo. La Crítica de la facultad de juzgar se analiza
de manera sistemática, pero, en lugar de la lectura estética propuesta por Kant,
se propone aquí que, por analogía, se lea desde la perspectiva de la Historia del
Arte. El estudio parte de la conciencia de que Kant no se ocupó jamás de manera
directa ni del proceso histórico del arte ni de los problemas de su historiografía.
Sin embargo, una vez justificada desde el mismo Kant la posibilidad de una lectura
analógica como ésta, que, además, establece claras vinculaciones entre la filosofía
de la historia y la filosofía crítica, la disciplina de la Historia del Arte se presenta
como un terreno de sublimes posibilidades. Por supuesto, la Crítica de la facultad de
juzgar no revela metodologías, pero abre la posibilidad de entender la Historia del
Arte en cuanto historia y, en definitiva, permite plantear el tipo de conocimiento al
que puede aspirar la disciplina.30
30 Se puede recordar aquí la visión de Danto: “La identificación de los límites es el asunto ge-
neral de la filosofía, la identificación de ese límite la cuestión particular de la filosofía analítica
de la historia tal como la concibo”. Arthur C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía
xxv
1 Giorgio Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’
tempi nostri, Torino, Giulio Einaudi, 1991.
2 Cfr. Hans Belting, Likness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Chicago, The
University of Chicago Press, 1994, p. 9.
3 Cfr. Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, 3.a ed., Madrid, Tecnos, 1992, pp. 39-43.
2 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
reglas, la obra se entenderá a partir de su nos resulta difícil imaginar “la era de
pura realización, es decir, básicamente las imágenes”.4
como una cosa determinada sólo desde Wladyslaw Tatarkiewicz sugiere que
un saber-hacer que se basa en el pasado si la pintura y la escultura no aparecen
y cuya aparición se debe a la tradición en las mencionadas listas de las artes
artesanal. Por tanto, no será evidente, ni mecánicas medievales es porque en éstas
para su autor ni para quien la percibe, predominaba el valor de la utilidad; y
que ella refleje relaciones significativas en ese sentido la pintura y la escultura
en el contexto general de la cultura. En tenían poco que ofrecer: “[…] eran tan
otras palabras, el artista es alguien que poco importantes que no merecía la
sabe hacer algo, pero tal habilidad no pena incluirlas en las clasificaciones”.5
conlleva una visión del mundo, como Y donde sólo cabe lo utilitario, se ex-
debería ocurrir, al menos desde la pers- plica la aparición de los “recetarios”
pectiva del moderno concepto de arte. que transmitían procesos técnicos, y la
Como dice Hans Belting: inexistencia de cualquier tipo de Histo-
ria del Arte, al menos si se entiende en
Es difícil evaluar la importancia de
la dimensión interpretativa que hoy le
la imagen en la cultura europea. Si
permanecemos en el milenio del
damos, porque de una disciplina de este
que se ocupa este libro [antes del tipo no podría esperarse la solución de
Renacimiento], encontraremos obs- aquellas necesidades prácticas.
táculos por doquier, en forma de En definitiva, ni el artista es un inte-
textos escritos, pues el cristianismo lectual ni pretende desarrollar una idea
es una religión basada en la palabra. propia por medio de su obra:6 en el con-
Si pasamos de este milenio al periodo
texto medieval el artista todavía no es el
moderno, encontramos arte a nuestro
modo, una nueva función que trans- sabio o el hombre inspirado posterior,
formó fundamentalmente la antigua sino sólo un artesano.7 Por eso, incluso
imagen. Estamos tan profundamente un tratado como Il libro dell’arte de Ce-
influenciados por la “era del arte” que nnino Cennini, escrito hacia 1400, es,
4 H. Belting, Likeness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Op. cit., p. 9.
5 Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de la estética, Madrid, Akal, 1991, vol. 3, La estética moderna,
1400-1700, p. 43.
6 En el Renacimiento la situación será radicalmente distinta: “A partir de entonces, pues, las
consideraciones teóricas acompañan la práctica del arte o, para ser más exacto, es un artículo
de fe para los artistas de vanguardia que la práctica debe basarse en una teoría. Desde ese
momento no solamente tendremos qué averiguar qué es lo que hacen los escultores, sino tam-
bién qué piensan y qué dicen […]”. Rudolf Wittkower, La escultura: procesos y principios, 3.a ed.,
Madrid, Alianza, 1983, p. 94.
7 “Un Leonardo podía demorarse y vacilar sobre cómo completar su imagen de Cristo, pero
el artista de una época anterior solamente tenía ideas que sabía cómo realizar. No luchaba
con su medio ni buscaba un nuevo método de expresión, sino que pensaba y formulaba con
elementos ya conocidos. No seguía una voz interior, sino un encargo externo que establecía
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 3
que la obra proyectada estuviese firmemente basada en las estructuras ya establecidas para las
obras de esa índole. Por tanto, la obra que el artista medieval se ponía a producir no existía
en la mirada de su mente, pues, como sabemos por la obra de Schlosser dedicada al tema, el
procedimiento era de índole muy diferente. Lo que tenía delante no era una imagen mental
sino un modelo real (simile). Sabía, en conjunto, qué aspecto debía tener su producto termi-
nado. […] Su educación artística le podía haber enseñado que aquello que tuviera un acabado
técnico perfecto era precisamente lo que estaba bien; y eso doblemente en un mundo en el que
lo que se apreciaba en una obra de arte era lo acabado de su artesanía”. Ernst H. Gombrich,
“El logro en el arte medieval”, en: Meditaciones sobre un caballo de juguete y otros ensayos sobre la
teoría del arte, Madrid, Debate, 1998, pp. 71-72.
8 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 39. Pero Il
libro dell’arte se encuentra en el límite entre dos períodos; aunque la pintura se reconoce, ante
todo, como ars mechanica vinculada con la habilidad para fabricar algo, Julius von Schlosser
destaca en Cennini la presencia de una “fantasía artística”, necesaria para representar como
real lo que no está presente: “[…] es una primera alusión —justamente en vísperas del Re-
nacimiento, y al margen de la práctica artística— a liberar el arte figurativo de los vínculos del
oficio, del ars mechanica, y ello con un factor que también pertenece al pensamiento antiguo.
A la pintura corresponde un segundo puesto después de la ciencia, junto a la poesía y antes
de ésta. Por ese camino marcharán también los teóricos posteriores hasta llegar al concepto
de ‘bello arte’ independiente”. Julius Schlosser, La literatura artística, 3.a ed., Madrid, Cátedra,
1986, pp. 99-100.
9 En este sentido, es elocuente el problema que enfrenta el creyente cuando quiere orar ante
las imágenes de una iglesia diferente a la propia: “Las iglesias occidental y oriental estaban a
veces tan en desacuerdo en lo que se refiere a la iconografía de las imágenes como lo estaban,
en el aspecto lingüístico, en la disputa del filioque. Cuando el delegado papal proclamó el
cisma de la Iglesia en Constantinopla en 1054, criticó a los griegos por presentar la imagen
de un hombre mortal en la cruz, con lo que representaban a Jesús como un muerto. De igual
manera, cuando los griegos llegaron a Italia para el Concilio de Ferrara-Florencia en 1438,
fueron incapaces de orar frente a las imágenes sagradas occidentales, cuyas formas no les eran
familiares. Entonces el patriarca Gregorio Melissenos argumentó en contra de la propuesta de
unión de la Iglesia diciendo: ‘Cuando entro en una iglesia latina no puedo orarle a ninguno
de los santos allí retratados porque no reconozco a ninguno de ellos. Aunque reconozco a
Cristo, no puedo siquiera orar frente a él porque no reconozco la manera como lo retratan’”.
H. Belting, Likeness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Op. cit., p. 1.
4 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
10 Anthony Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), 4.a ed., Madrid, Cátedra, 1985,
p. 13. De todas maneras, con André Chastel conviene tener en cuenta que ya desde la Edad
Media existe una diferencia grande entre Oriente y Occidente que, en cierto sentido, hará po-
sible el Renacimiento, y que consiste en una debilidad de la posición doctrinal de éste frente a
las imágenes: “[…] en Occidente no había, ni siquiera en los cánones eclesiásticos, una doctrina
precisa del arte. No había una teología de la imagen como en Bizancio, ni una codificación gen-
eral, sino sólo la costumbre, la tradición (consuetudo)”. André Chastel, “El artista”, en: Eugenio
Garin et al., El hombre del Renacimiento, Madrid, Alianza, 1993, p. 251.
11 H. Belting, Likeness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Op. cit., p. 9. “Dentro
del campo especializado del historiador del arte, las imágenes sagradas son de interés sólo
porque se han coleccionado como pinturas y se han utilizado para formular o ilustrar las
reglas que rigen el arte. Sin embargo, cuando se libraban batallas de fe por las imágenes, no
se buscaban los puntos de vista de los críticos de arte. Sólo en los tiempos modernos se ha
afirmado que deberían estar por fuera de cualquier contienda, con el argumento de que son
obras de arte”. Ibíd., p. 2.
12 “Vasari aplica a Masaccio una frase que suena trivial: ‘… reconoció que la pintura no era
otra cosa que la imitación de las cosas como son’. Cabe preguntarse por qué no se podía
decir lo mismo de Giotto. Sin duda esta frase tiene un sentido más profundo. Lo que ahora
nos parece tan natural, que la pintura deba dar la impresión de realidad, no fue siempre
así. Hubo un tiempo en el que no se conocía esta exigencia, precisamente porque a priori
parecía imposible reproducir sobre un plano la realidad espacial. Toda la Edad Media
pensó de este modo y se conformó con una representación que sólo contenía indicaciones
de las cosas y de su relación en el espacio, pero que no quería compararse en absoluto con
la Naturaleza”. Heinrich Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano,
Madrid, Alianza, 1982, p. 22.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 5
13 A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 13. La importancia de la
dimensión racional aparece claramente expresada en la filosofía de Nicolás de Cusa: “Todas
las representaciones en escultura, pintura o artesanía no pueden realizarse sin la mente, sino
que es la mente misma la que configura todo”. Nicolás de Cusa, transcrito en W. Tatarkiewicz,
Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 84. “Las matemáticas y el
afán creador de los artistas abrieron una de las tantas vías en que la ciencia sustituyó a la religión
como sustento del conocimiento de la naturaleza”. J. Rafael Martínez-E., “Leon Battista Alberti
y el arte de lo visible”, en: Leon Battista Alberti, De la pintura, México, Servicios Editoriales de
la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1996, p. 46. Y
en palabras del mismo Alberti: “Nadie negará que las cosas invisibles dejan de ser el tema de
los pintores. El pintor se ocupa sólo de representar lo que puede ser visto”. Ibíd., § 2, p. 64.
14 En este sentido se produce una nueva valoración del hombre: “[…] no es sólo, y no es tanto, el
mundo de los valores antiguos, clásicos, griegos y romanos, a los que se retorna programática-
mente. El despertar cultural, que caracteriza desde sus orígenes al Renacimiento es, por encima
de todo, una renovada afirmación del hombre, de los valores humanos en diversos campos:
de las artes a la vida civil. No por casualidad aquello que más impresiona en los escritores, y
en los historiadores, desde los orígenes, es esta preocupación por el hombre, por su mundo,
por su actividad en el mundo”. Eugenio Garin, “El hombre del Renacimiento”, en: E. Garin
et al., El hombre del Renacimiento, Op. cit., p. 12.
15 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 47. Un
buen ejemplo de lo mismo se encuentra en el Tratado de la arquitectura (De re aedificatoria), donde
Alberti se declara a favor de las iglesias circulares más que de las cruciformes, sólo porque el
círculo es una forma querida por la naturaleza; los motivos teológicos que apoyaban la planta
central no parecen preocuparle. Cfr. A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600),
Op. cit., p. 136. La preferencia de Alberti se ubica, pues, en un contexto de “gusto”. Tomando
como punto de partida este problema particular de las plantas circulares, Ernst Gombrich
insiste en que la historia no puede analizarse desde la generalización del “espíritu de una
época”, como hacía el “historicismo hegeliano”, sino “[…] buscando una respuesta, no en la
metafísica de la historia, sino en la psicología social de las modas y movimientos”. Ernst H.
Gombrich, “Del renacimiento de las letras a la reforma de las artes: Niccolò Niccoli y Filippo
Brunelleschi”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Madrid, Alianza,
1982, p. 179. Es una llamada de atención para no replegarse en generalizaciones sino, por el
contrario, intentar el análisis en el marco de las obras concretas.
16 Por supuesto, se trata, ya desde el Renacimiento, de una discusión no sólo teórica sino, sobre
todo, desarrollada a través de la práctica; en este sentido, “[…] el arte moderno provocó el
nacimiento de una teoría imponiéndole sus tesis, y con el tiempo dicha teoría produjo un arte
determinado, imponiéndole también sus imperativos. La historia moderna pone de manifiesto
esta recíproca dependencia: la teoría depende del arte, y el arte depende de la teoría”. W.
Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 12. Y más
6 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
adelante: “Todos estos detalles concernientes al arte renacentista son de gran relevancia para
la historia de la estética, porque por un lado muestran el paralelismo en el desarrollo de un arte
concreto y su teoría general y, por otro, señalan los límites de dicho paralelismo, es decir, la gran
diversidad de algunas corrientes y la gran uniformidad de la teoría del arte”. Ibíd., p. 67. Este
planteamiento del teórico polaco indica un camino de particular importancia en una reflexión
sobre la disciplina de la Historia del Arte, como es el de la influencia que sobre su desarrollo
ejercen las obras de arte efectivamente realizadas; es un camino no seguido en este estudio, que
busca limitarse a las relaciones entre el concepto de arte y la Historia del Arte. Sin embargo,
en el texto aparecerá claro que tal límite no tiene nada que ver con el planteamiento de una
“Historia del Arte sin obras de arte”; se trata de una decisión básicamente metodológica que
se relaciona con el carácter filosófico aquí intentado, mientras que el camino insinuado por
Tatarkiewicz abre una perspectiva de carácter más histórico.
17 Es, por ejemplo, la situación que se presenta en el concurso para las segundas puertas del
Baptisterio de Florencia en 1401, ganado por Lorenzo Ghiberti, en el cual también participa
Brunelleschi; el complejo enfrentamiento de la naturaleza, estudio de lo antiguo, “moderni-
dad” y cambio que se presenta entre las propuestas de ambos, pasa desapercibido. Cfr. Giulio
Carlo Argan, Storia dell’arte italiana, 7.a ed., Firenze, Sansoni, 1975, vol. 2, pp. 88-91 (existe
una traducción parcial en lengua española: Giulio Carlo Argan, Renacimiento y Barroco, Madrid,
Akal, 1987).
18 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 11-12.
Tatarkiewicz señala que la idea según la cual hacer arte es muy difícil mientras que hacer crítica
es muy fácil, o que es más difícil la práctica que la teoría, procede apenas del siglo XVIII; desde
la Antigüedad había predominado la idea contraria y todavía Michel Eyquem de Montaigne
sostenía que la poesía es más fácil de hacer que de conocer. Ibíd., p. 11.
19 “[…] desde los tiempos de Tomás de Aquino no apareció nada nuevo ni importante al respecto.
Dionisio el Cartujo (m. 1471), que prestó a la estética más atención que otros escritores de la
época, no le añadió ninguna idea nueva, y lo que escribió era […] genuinamente medieval
[…]”. Ibíd., p. 38. Los románticos alemanes, algunos de los cuales se ubican entre los primeros
historiadores del arte que tienen una clara conciencia hermenéutica, serán particularmente
críticos de esta situación. Según Augustus Wilhelm von Schlegel: “En los primeros tiempos de
nuestra era desaparecieron las bellas artes, y con ellas el estudio de lo bello: mas desde que los
tesoros de la antigüedad volvieron a ver la luz, el amor al arte se despertó apresurándose a
producir. Pero los italianos se dedicaron poco a investigar su esencia, y la doctrina de Aris-
tóteles, que reinaba entonces en las escuelas, no era favorable al desarrollo del sentimiento
del arte”. Augustus Wilhelm von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Buenos Aires,
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 7
Tor, 1943, p. 7. Es la misma idea sostenida por Kenneth Clark: “A veces alguien se pregunta
por qué los italianos del Renacimiento, con su curiosidad inteligente, no aportaron más a la
historia del pensamiento. La razón es que el pensamiento más profundo de la época no se
expresó en palabras, sino en imágenes visuales”. Kenneth Clark, Civilización, Madrid, Alianza,
1979, vol. 1, p. 190.
20 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 104.
Pero no siempre se reconoció la importancia de Alberti y de sus teorías en el contexto del
Renacimiento: Vasari había cuestionado su obra, demasiado teórica, como trabajo de literato,
y todavía Julius von Schlosser lo señalaba como el “no artista” y como teórico mediocre; cfr.,
al respecto, Giulio Carlo Argan, “Il trattato ‘De re aedificatoria’”, en: Storia dell’arte come storia
della città, 2.a ed., Roma, Editori Riuniti, 1993, pp. 112-113.
21 “[…] el artista medieval era responsable sólo de la ejecución porque los contenidos e inclusive
los temas de las imágenes le eran dados; ahora el artista debe encontrarlos y definirlos; es decir,
no trabaja ya según directivas ideológicas impuestas por una autoridad superior o por una
tradición consagrada sino que determina de una manera autónoma la orientación ideológica
y cultural del propio trabajo. El arte ya no es una actividad manual o mechanica, aunque sea
de alto nivel, sino intelectual o liberalis. Alberti no indica, más que de manera incidental y
por hábito de humanista, nuevos contenidos ideológicos y nuevos temas de imágenes; lo que
dice es cuál debe ser la estructura y el significado de la forma artística”. G. C. Argan, Storia
dell’arte italiana, Op. cit., vol. 2., p. 75. El asunto es claro en la carta del 10 de mayo de 1548
que Annibale Caro escribe desde Roma a Giorgio Vasari, quien se encuentra en Florencia, para
solicitarle la realización de un cuadro, quizá sobre el tema de Venus y Adonis: “Y en cuanto
a la invención del tema, también lo dejo a vuestra voluntad, recordando otra similitud que
tiene la pintura con la poesía; especialmente porque sois tanto poeta como pintor, y porque
en cada uno de estos empeños uno tiende a expresar sus propias ideas y sus propios conceptos
con más pasión y ardor que los de cualquier otra persona”. Citado en Ernst H. Gombrich, “El
estímulo de la crítica en el arte del Renacimiento: textos y episodios”, en: El legado de Apeles.
Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 225.
8 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
22 “Lorenzo Ghiberti (1378-1455) es una de las grandes personalidades del siglo, a pesar de que
su programa cultural es reformista y no revolucionario. Escultor, orfebre y arquitecto, es también
escritor y, como tal, el primer historiador del arte. Los tres libros de los Comentarios demuestran
cómo pretendía dar al arte la base cultural más amplia posible: en el plano doctrinal, no tiene
dificultades para aceptar las nuevas concepciones, por ejemplo la perspectiva, como desarrollo
pero no como subversión de las concepciones tradicionales; en el plano histórico, reconoce la
grandeza y ejemplaridad de los antiguos […]. El arte puede tener contenidos cognoscitivos
(como pretendía Brunelleschi), o morales, o religiosos o históricos, pero debe seguir siendo
arte, es decir, debe desarrollar una experiencia operativa y conceptual transmitida desde el
pasado”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 2., pp. 136-138. “Ghiberti se adelanta
al infinito pelotón de quienes, después de él, se afanarán por dar una base científicamente
fundada al arte figurativo. Esta originalidad se evidencia sobre todo en las importantísimas
noticias sobre las antigüedades de Florencia, Siena y Roma, que inserta como ejemplos en
su exposición [en los Comentarios], con un enfoque libre y tranquilo; es la primera vez que un
artista habla con sentido artístico de estas sagradas reliquias nacionales, y Ghiberti fue uno de
los primeros coleccionistas de antigüedades”. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 107.
La valoración de Ghiberti se dificulta porque el texto de los Comentarios que se conserva es
una copia y no puede saberse qué corresponde en ellos al autor y qué al copista; cfr. Ernst H.
Gombrich, “La concepción renacentista del progreso artístico y sus consecuencias”, en: Norma
y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Madrid, Alianza, 1985, p. 25.
23 Ya Marco Vitruvio Políón había sostenido que el oficio del arquitecto debía respaldarse con
elementos de corte intelectual: debería saber de letras, de dibujo, de geometría, de óptica, de
aritmética, de historia, de filosofía, de música, e inclusive poseer conocimientos de medicina,
de leyes, de astrología y de astronomía. Cfr. J. R. Martínez-E., “Leon Battista Alberti y el arte
de lo visible”, en: L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., p. 33. Los diez libros de arquitectura de
Vitruvio, del siglo I a.C., es el único texto del mundo antiguo sobre cualquiera de las artes
que ha llegado completo al presente; sin embargo, no ha sido posible determinar cuánto fue
conocido ni qué tanta influencia tuvo en su propio tiempo. Su importancia será clara en el
Renacimiento, en un contexto que no es posible desligar de Alberti o de Ghiberti, quienes se
apoyan ampliamente en sus ideas. Ibíd., pp. 34 y 116.
24 Leon Battista Alberti, “Prefacio al De re aedificatoria”, en: Antología, Josep Maria Rovira, comp.,
Barcelona, Península, 1988, pp. 256-257. El mismo Alberti, máximo exponente de la cultura
humanística, es literato, filósofo, arquitecto y teórico del arte. “Con él, el arte se convierte en
eje del nuevo sistema cultural y asume el valor de doctrina autónoma y hegemónica, se plan-
tea como concepción del mundo. […] Para Alberti la arquitectura representa una concepción
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 9
del espacio, pero representa también, al mismo tiempo, las grandes ideas históricas que han
determinado las diversas concepciones del espacio. Para él, el edificio sigue siendo un objeto,
pero es un objeto ideal y absoluto que expresa una concepción del mundo como naturaleza
y como historia”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 2., pp. 158 y 163-166.
25 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 52 y 63.
Y es también la idea de Schlosser; cfr. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., pp. 121-122. Sin
embargo, “[…] el tratado albertiano de la arquitectura es sobre todo un tratado de urbanística.
Más exactamente es el tratado que funda la urbanística como disciplina o ciencia de la ciudad;
y por eso, precisamente, es tan diferente del tratado de Vitruvio del cual sólo repite la subdi-
visión en diez libros. […] Para Vitruvio, la arquitectura se encuadra en el ámbito más amplio
de las técnicas del construir, es precisamente el arte de la construcción, el construir con arte,
el momento estético de una albañilería civil y militar, que no es problema porque cuenta ya
con una tradición técnica propia. Para Alberti, la arquitectura se encuadra en el ámbito más
amplio de la ciudad: es la interpretación, la comunicación de su significado en formas visibles”.
G. C. Argan, “Il trattato ‘De re aedificatoria’”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit.,
pp. 113-114.
26 “Lo que Alberti quiere definir y explicar en el De re aedificatoria es la forma del espacio urbano
en relación con la forma del espacio natural. Es urbano el espacio en el cual vive una sociedad
organizada, donde las técnicas del trabajo humano tienen dignidad de ciencia, donde se toman
decisiones políticas y se cumplen acciones destinadas a tener efectos lejanos y duraderos: en
una palabra, el espacio de la ciudad es el espacio de la historia”. G. C. Argan, “Il trattato ‘De
re aedificatoria’”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 120. “En todas las ciudades
el poder definía su imagen pública mediante empresas arquitectónicas. […] La arquitectura
así sentida como un arte mayor, exige arquitectos preparados y conscientes. […] Será al docto
arquitecto a quien se recurra para construir […]”. A. Chastel, “El artista”, en: E. Garin et al.,
El hombre del Renacimiento, Op. cit., p. 246. Ello no es contradictorio con el hecho de que, de
acuerdo con la cultura general de su tiempo, partiera de concepciones más prácticas que
teóricas: “[…] Alberti mostró especial interés en las matemáticas ‘prácticas’ asociadas con
oficios tales como la agrimensura. Este tipo de matemáticas no se enseñaba en las universi-
dades, pero podían ser aprendidas en las ‘escuelas de ábaco’, escuelas que se especializaban
en la enseñanza de elementos matemáticos que se requerían en la práctica del comercio o de
ciertos oficios. Por otra parte, no se cuenta con ninguna evidencia que apunte a que Alberti
hubiera asistido a este tipo de escuela. Es posible que simplemente haya adquirido algunos de
los conocimientos matemáticos relevantes para el agrimensor conforme avanzaba su interés
en la arquitectura”. J. V. Field, “Introducción”, en: L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., p. 2.
27 Cfr. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 53, pp. 136-137. Y los beneficios son reconocidos por
Vasari, en el comienzo de la vida de Alberti: “Grandísimo provecho producen universalmente
las letras a todos aquellos que de ellas toman gusto, pero, sin comparación ninguna, lo aportan
mucho más a los escultores, a los pintores y a los arquitectos, embelleciendo y haciendo sutiles
(como ellas hacen) las invenciones que nacen naturalmente en aquellos. Lo que es verdade-
10 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
medieval del arte como la “Biblia de los fine, en última instancia, su concepción
iletrados”28 y el nuevo artista aparece de que el arte, sin descuidar el oficio y
comprometido con una visión científica la tradición artesanal, debe reivindicar
de la realidad.29 Por eso, en cada una de nuevos valores de racionalidad: “Las
las artes que analiza, arquitectura, pintu- artes se aprenden mediante la razón y
ra y escultura, Alberti parte siempre de el método, y no existe para ellas más
sus fundamentos científicos, lo que de- maestro que la práctica”.30
ramente la más útil y la más necesaria cosa que pueda acontecer a los ingenios milagrosos
de estos artífices […]. […] y hace sus cosas con más bondad y con mayor inteligencia que lo
que hacen los iletrados”. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da
Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 354. En la traducción de éste y de todos los fragmentos
que aparecen en adelante, se ha buscado conservar el carácter arcaico del italiano de Vasari,
lo mismo que sus repeticiones y, hasta donde ello es posible, su misma puntuación.
28 “Pictura est quaedam litteratura illitterato, dice ya Estrabón; y pictura et ornamenta in ecclesia sunt
laicorum lectiones et scripturae, dice todavía Durando. Según la concepción de la Alta Edad Media,
el arte sería completamente superfluo si todos fueran capaces de leer y seguir los caminos del
pensamiento abstracto”. Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte, 3.a ed., Madrid,
Guadarrama, 1969, vol. 1, p. 174.
29 Tampoco aquí se trata de un cambio súbito; de la misma manera que la formulación de unas
nuevas ideas estéticas encuentran su punto de partida en Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio
(cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 12-24),
la nueva actitud del pintor ante la realidad puede remontarse a Giotto (c. 1266-1337), es
decir, a las primeras décadas del siglo XIV. En el Decamerón escribe Boccaccio que Giotto era
“[…] de ingenio tan excelente que reproducía con su buril, pincel o pluma, cualquier cosa.
Su arte era tanto, que a veces se creía natural lo pintado por él. Se dedicaba a restaurar el
arte que había quedado sepultado a través de los siglos” (Jornada VI, narración quinta; cfr.
Giovanni Boccaccio, Decamerón, Barcelona, Bruguera, 1974, p. 323; cfr. para esta referencia,
W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 19). La
anotación de Boccaccio no pasa desapercibida para Vasari, quien en la vida de Giotto la
recuerda como prueba del elevado prestigio del pintor; cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti
architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 119. Así, ya en
Giotto se originaba, de esa manera, una nueva pintura y, en general, un arte más profano,
más independiente de la teología, de la iconología, las formas y normas tradicionales, lo que
significa que algunos de los cambios más esenciales habían comenzado a operarse ya desde
el pleno Gótico. Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna
1400-1700, p. 37. De todas maneras, los elogios de Boccaccio, como casi toda la crítica de
arte del Renacimiento, son decepcionantes en lo que se refiere a la valoración detallada de
los méritos y defectos de la obra individual: “La cultura de los humanistas fue sobre todo li-
teraria y retórica, y aunque les gustaba congratularse del florecimiento de las artes que había
presenciado su siglo, tenían que recurrir en general a fórmulas tomadas de autores clásicos
cuando se enfrentaban a un logro particular. En sus homenajes poéticos solían contentarse
con exponer de distinta manera las convenciones desarrolladas por los escritores antiguos de
epigramas que elogian el realismo de una figura a la que ‘sólo falta la voz’”. E. H. Gombrich,
“El estímulo de la crítica en el arte del Renacimiento: textos y episodios”, en: El legado de
Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 205.
30 Leon Battista Alberti, De statua, transcrito en: A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450
a 1600), Op. cit., p. 23. Por tanto, no hay una ruptura entre teoría y práctica dentro de la idea
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 11
Es cierto que no existe aún el concep- mienzan a definir el área de las “artes del
to de bellas artes,31 y que, además, Alberti diseño” —o del dibujo— sobre la cual
desarrolla separadamente los análisis de versará la obra de Vasari. Alberti plantea
las tres artes que estudia, por lo cual la que son las únicas artes que comparten
percepción aquí de una teoría única del tres características: aspiran a la belleza
arte es, más bien, obra de los historia- —rasgo que las asocia también con la
dores.32 Sin embargo, puede afirmarse música y la poesía—, buscan la belleza
que el teórico renacentista encontraba en las proporciones y en las relaciones
ya entre la arquitectura, la pintura y la numéricas —lo que ocurre igualmente
escultura un cierto “aire de familia”, con la música— y se valen de imágenes
unas características semejantes que co- y no de abstracciones —lo mismo que la
de Alberti, como tampoco la hay en los sistemas de trabajo artístico de la época: “En lo que
se refiere a la práctica propia de la perspectiva, parecería poco probable que algún artista
hubiera considerado útil lo dicho en De la pintura, en parte por lo breve que resulta y por
su vaguedad en muchos aspectos, pero principalmente porque las cuestiones prácticas se
aprendían en los talleres, donde los aprendices aprovechaban la experiencia de los maestros.
[…] Hasta nuestros días no se sabe qué tanto fue usado en la pintura el método descrito por
Alberti. Con toda la ambigüedad que reviste, la evidencia tiende a señalar que, cualquiera que
hayan sido las reglas de construcción adoptadas, en general se utilizaron con poco apego al
espíritu científico del que Alberti era partidario”. J. V. Field, “Introducción”, en: L. B. Alberti,
De la pintura, Op. cit., pp. 22-23.
31 Un buen ejemplo de ello son los estudios de Nicolás de Cusa, en los cuales se analizan especial-
mente las artes “productivas” como la carpintería o la alfarería. Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de
la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 79-83. En el Renacimiento se habla
sucesivamente de artes “ingeniosas”, artes “musicales”, artes “nobles”, artes “memoriales”,
artes “pictóricas”, artes “poéticas”, artes “elegantes”, artes “agradables”; Francisco de Holanda
utiliza la expresión “bellas artes” en el siglo XVI, pero ésta no arraigó porque no implicaba
entonces un concepto realmente nuevo. El concepto de bellas artes sólo se desarrollará en el
siglo XVIII, aunque, paradójicamente, en un contexto que no utilizaba entonces esa expresión,
al menos al comienzo. Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 46-48.
32 En general, Alberti seguía siendo objeto de admiración entre los intelectuales congregados
alrededor de Lorenzo el Magnífico en el último cuarto del siglo XV; cfr. J. R. Martínez-E.,
“Leon Battista Alberti y el arte de lo visible”, en: L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., p. 48.
Pero, por lo demás, la posibilidad de percibir la unidad de este pensamiento escapó a su
tiempo, porque los textos de Alberti sólo fueron publicados muy tardíamente y no de manera
unitaria. El Tratado de la arquitectura (De re aedificatoria), escrito hacia 1450, apenas fue publi-
cado póstumamente, en latín, en 1485 y en traducción toscana en 1550 (“[…] las citas no muy
numerosas que se encuentran en Biondo de Forlí, en Filarete, en Manetti (Vita del Brunellesco),
en Franceso di Giorgio demuestran que el libro se conocía más de oídas que por una lectura
a fondo”; J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 121); el Trattato della pittura fue escrito
en latín y terminado en 1435, con una versión en toscano de 1436; se publicó una traducción
de la versión latina en 1545, mientras que la versión en lengua vulgar, que se perdió, fue des-
cubierta y publicada sólo en 1887; cfr. en G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et
scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 355, notas 3, 4 y 5. Después de una
traducción de 1748, la primera edición en español es la aquí revisada, apenas de 1996, de
la Universidad Autónoma Nacional de México: L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit. El Trattato
12 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
poesía—.33 Es decir, que el campo básico arte es un tipo de ciencia, lo cual tiene
de todas las artes es la idea de la belleza, como fundamento teórico el hecho de
y que las artes luego llamadas plásticas que el Renacimiento encuentra en la
comparten por una parte unos ritmos percepción, y especialmente en la per-
matemáticos y por otra la creación de cepción visual, la fuente primera de la
imágenes.34 verdad.35 Como es lógico, por tanto,
Pero la belleza no alcanza a definir la perspectiva36 y las proporciones, que
toda la realidad de las artes a las que son los elementos que determinan la
Alberti se refiere. En los siglos XV y XVI, arquitectura, la pintura y la escultura
Alberti y muchos otros piensan que el renacentistas en sus ritmos matemáticos
de statua, que ni siquiera es mencionado por Vasari, quizá se remonta a 1430, aunque el mo-
mento de su escritura sigue siendo motivo de discusión; sólo se tradujo en 1568 y permaneció
casi desconocido hasta finales del siglo XIX; todavía en la actualidad “Es posible que el lector
moderno lo halle desconcertante y abstruso, y por eso apenas es leído o mencionado por los
historiadores del arte”. R. Wittkower, La escultura: procesos y principios, Op. cit., p. 94.
33 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 108-109.
34 Adolfo Venturi recuerda dos textos de Alberti en los cuales se descubren estos caracteres propios
de las artes plásticas, un ritmo matemático y musical, y un universo de imágenes que resulta
casi romántico: “En sus obras [de Alberti] siempre preside la idea de que el fundamento de la
belleza tiene que ser la euritmia: ‘Los mismos números por los cuales acontece que el acorde
de las voces suena bien a los oídos de los hombres, son los que llenan los ojos y las almas de
un placer maravilloso’. Al componer el edificio, parece como si Alberti se inspirase en un
sentido romántico ignorado de Filippo [Brunelleschi]: ‘El misterio de la sombra dentro del
templo; el fuego, la luz, el esplendor en torno del altar’”. Adolfo Venturi, Arte italiano, 2.a ed.,
Barcelona, Labor, 1943, p. 137.
35 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 91. El
tema es fundamental en la primera parte del Tratado de la pintura de Leonardo. Así, ya desde
el § 3 se hacen depender los valores de la pintura de su relación con el sentido de la vista:
“La ciencia más útil es aquella cuyo fruto es más transmisible y es por el contrario menos
útil aquella cuyo fruto es menos transmisible. La pintura tiene su fin, transmisible a todas las
generaciones del universo, porque su fin depende del sentido de la vista, y no llegan las cosas
al entendimiento por el oído de la misma manera de cómo llegan por la vista”. Leonardo da
Vinci, Tratado de la pintura, 3.a ed., Buenos Aires, Losada, 1954, § 3 (“De qué ciencia es más útil
y cuál es su utilidad”), p. 4. El § 7 reivindica la mayor precisión de la vista: “De cómo la vista
es menos engañosa en sus funciones que los otros sentidos, en luminosidad o transparencia,
y en uniformidad y medios”. Ibíd., pp. 6-7. Y más adelante regresa sobre el sentido de la vista
como herramienta privilegiada para el conocimiento de la naturaleza: “La vista, donde se
refleja la belleza del universo para el admirador, es de tanto valor, que aquel que consiente
en perderla se priva de la imagen de todas las obras de la naturaleza, en cuya visión se recrea
el alma en las cárceles humanas a través de los ojos, mediante los cuales el alma se representa
las diversas cosas de la naturaleza”. Ibíd., § 20 (“De la vista”), p. 17.
36 Gombrich relaciona el desarrollo de la perspectiva desde Brunelleschi con este interés por
el “conocimiento visual”: “¿Por qué correspondió a un arquitecto hallar remedio a esta des-
agradable distorsión de las líneas [que era corriente en la pintura gótica]? Quizá porque
un arquitecto está acostumbrado a plantear una pregunta diferente que el pintor. El pintor
suele preguntar: ‘¿Qué aspecto tienen realmente las cosas?’, mientras que el arquitecto se
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 13
suele enfrentar a la cuestión más precisa de qué se puede ver desde un punto dado”. E. H.
Gombrich, “Del renacimiento de las letras a la reforma de las artes: Niccolò Niccoli y Filippo
Brunelleschi”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 201.
37 “El sistema perspectivo del siglo xv es, por tanto, la reducción a la unidad de todos los posi-
bles modos de visión; la unidad se da cuando la imagen tiene la certeza y el carácter absoluto
del concepto, es decir, cuando la imagen de espacio percibida por los ojos se identifica con
la imagen de espacio concebida por la mente. Más exactamente: cuando los ojos perciben
como concibe la mente. La perspectiva no es, por tanto, una reflexión intelectual sobre el dato
percibido por los ojos, sino el modo de ver según el intelecto, con la mente antes que con los
ojos. […] Con la perspectiva ya no vemos las cosas como cosas en sí, sino que vemos todo por
relaciones proporcionales. […] Corolario de la teoría del conocimiento ‘per comparatione’ y
de la perspectiva, es la teoría de las proporciones. […] es la mente humana que, procediendo
por ‘comparatione’ reduce todo a relaciones de tamaño”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana,
Op. cit., vol. 2., pp. 80-82. Y, según Alberti, el parámetro es siempre la figura humana, inclu-
sive en un sentido práctico: “Dado que el hombre es lo que resulta mejor conocido para el
hombre, quizá por ello Protágoras, al decir que el hombre es la escala y la medida de todas
las cosas, se refería a que los accidentes de todas las cosas se conocen comparándolas con los
accidentes en el hombre. Todo esto debería convencernos de que sin importar qué tan pequeños
se pinten los objetos en el cuadro, lucirán grandes o pequeños dependiendo del tamaño de
cualquier hombre que aparezca en la pintura”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 18, p. 87.
En definitiva, las proporciones son parte de un método de conocimiento que opera mediante
la comparación por contrastes; cfr. H. Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento
italiano, Op. cit., p. 290.
38 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 105.
14 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
39 Por supuesto, también esta “exactitud” y “rigor científico” debe entenderse por comparación con
el estado anterior y, aunque inclusive se vea como anuncio del posterior desarrollo de la ciencia,
no se identifica con ella. Esos límites aparecen en la formulación de la perspectiva como una
“pirámide visual”: al mirar el mundo, como a través de una ventana, concebimos un plano ideal
que corresponde a nuestra visión, mientras que todas las líneas paralelas, perpendiculares a ese
plano, parecen unirse en un punto en el horizonte, frente a nuestros ojos. En otras palabras,
para ver el mundo construimos frente a nuestros ojos una pirámide visual cuya base corresponde
al plano ideal de nuestra mirada. Es importante que no se conciba como un cono, sino como
una pirámide cuyos lados son triangulares, porque de ello depende la posibilidad de aplicar
un teorema de Euclides: al trazar una paralela a uno de los lados de un triángulo, se crea un
segundo triángulo cuyos lados son proporcionales a los del primero; de aquí se desprende la
posibilidad de definir las dimensiones que debe tener un objeto en cualquier parte del cuadro,
de tal manera que resulte proporcional a los demás que se encuentran representadas en él. Sin
embargo, esta exactitud ha sido cuestionada desde muchos puntos de vista. “La descripción [de
la pirámide visual] no es absolutamente precisa en términos matemáticos. Por otra parte, aquí y en
otro sitio del texto, Alberti recurre a la imaginería visual que se supone ayudará a que un lector
sin conocimientos matemáticos se forme su propia imagen de lo que sucede. Ciertamente, el
texto no está dirigido a un público interesado particularmente en las matemáticas. Alberti no se
dirige a quien consideraría irritante la falta de precisión en el uso de las matemáticas, sino, por
el contrario, a uno que hallaría tremendamente aburrido encontrarse con demasiados detalles
matemáticos. Como consecuencia de ello, el empeño de ser breve donde resulta permisible
puede ser la explicación de las lagunas intelectuales que afectan la descripción albertiana […]”.
J. V. Field, “Introducción”, en: L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., pp. 10-11. El problema se
ubica entre el carácter abstracto de las matemáticas y la condición material de las artes; el mismo
Alberti intenta dejar en claro su posición al comienzo del libro I de su Tratado de la pintura: “A lo
largo de esta presentación les ruego tengan en mente considerarme no como un matemático,
sino como un pintor que escribe acerca de estas cosas. Los matemáticos miden con la mente las
formas de las cosas, separándolas de lo que es la parte material. Por nuestra parte, y en vista
de que deseamos hablar de las cosas visibles, nos expresaremos en términos más burdos”. L. B.
Alberti, De la pintura, Op. cit., § 1, p. 63.
40 Lo que aparece en la perspectiva es “[…] la mente humana que piensa la realidad en la unidad
fundamental de sus aspectos”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 2., p. 80. Pero
se plantean, además, los vínculos con una dimensión histórica: “[…] la perspectiva no era
una óptica sino una construcción intelectual, una teoría: exactamente, la construcción de la
dimensión espacial en la cual la acción humana no puede ser ocasional o episódica sino sólo
‘histórica’. Es, por tanto, el hacer histórico que, con su propia eticidad fundamental, determina
y configura el espacio dando orden al mundo de los sucesos”. G. C. Argan, “Il trattato ‘De re
aedificatoria’”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 121.
41 A partir de esta concepción científica, las artes plásticas serán reivindicadas como liberales por
su esencial dimensión mental, que está ligada con el valor básico del diseño como pensamiento:
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 15
ser tan valorada que cuando un artista idea nueva, original del Renacimiento y
de la altura de Piero della Francesca no redescubierta de los antiguos.43
debe abandonar la pintura durante los Además, sobre todo a través de esa
últimos veinte años de su vida al perder ciencia que es el arte, el Renacimiento
la vista, se dedica exclusivamente a las no se limitó a desarrollar una teoría del
especulaciones matemáticas, campo espacio, sino que se planteó también la
donde es igualmente reconocido.42 problemática del tiempo y, de esta mane-
En esta vinculación del arte con las ra, contribuyó a refundar las disciplinas
matemáticas puede verse un fenómeno relacionadas con lo histórico:
natural en una cultura filosófica que
El pensamiento humanista, del que
había unido la tradición platónica con
el arte es parte esencial, modifica
interpretaciones de carácter pitagórico, profundamente las concepciones del
lo que se da, especialmente, en el ámbito espacio y del tiempo. Los infinitos y
de los llamados humanistas florentinos; diversos aspectos de lo real se clasifi-
pero la ecuación arte igual ciencia fue una can y ordenan en un sistema racional,
“De sus textos se desprende que Alberti entendía el diseño de modo diferente a como lo
entendemos hoy, no como un conjunto de líneas y de ángulos sino como un proyecto pre-
concebido por la mente que se expresa en las líneas y los ángulos. Asimismo, Alberti opina
que cultivar un arte más que imitar significa proyectar; en la teoría del arte expuesta en estos
textos bajo el nombre de diseño se destaca el factor activo, proveniente de la mente del artista,
lo que implica una concepción del arte distinta a la tradicional, mimética y más pasiva”. W.
Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 110.
42 “Además de su merecida fama como pintor, della Francesca es el único pintor del Renacimiento
que gozó de una reputación independiente como matemático”. J. V. Field, “Introducción”, en:
L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., p. 12. “Él fue estudiosísimo en el arte, y en la perspectiva
tuvo tanta autoridad que ninguno fue más admirable que él en las cosas del conocimiento de
Euclides […]”. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue
insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 342. Vasari acusa a Luca Pacioli de apropiarse de los textos
de Piero y haberlos publicado luego con su propio nombre. El texto de Pacioli, La divina pro-
porción, se constituye en el más claro ejemplo del interés por la geometría, inclusive más allá
del arte; el subtítulo es elocuente al respecto: “[...] obra muy necesaria a todos los ingenios
perspicaces y curiosos, con la que todo estudioso de filosofía, perspectiva, pintura, escultura,
arquitectura, música y otras disciplinas matemáticas conseguirá suavísima, sutil y admirable
doctrina, y se deleitará con varias cuestiones de secretísima ciencia”; cfr. Luca Pacioli, La di-
vina proporción, Buenos Aires, Losada, 1946. La obra de Pacioli se fundamenta en los mismos
intereses científicos del Renacimiento: “[…] había llegado el momento para la formulación
teórica, para la reflexión, para los tratados que expusiesen los buenos métodos. Luca Pacioli
debía gran parte de su éxito como conferenciante al hecho de que exponía a un público am-
plio recetas ‘científicas’, de las que todos se podían aprovechar. Sin duda De divina proportione
es la expresión más avanzada —y, según un juicio moderno, la menos convincente— de esta
voluntad de extraer la estructura matemática inherente en todas las operaciones técnicas”. A.
Chastel, “El artista”, en: E. Garin et al., El hombre del Renacimiento, Op. cit., p. 246. Realmente
Piero escribió también un texto, De prospectiva pingendi (De la perspectiva para la pintura), quizá
en la década del sesenta del siglo xv, aunque sólo publicado por primera vez en 1899.
43 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 67-70.
16 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
De la pintura, Op. cit., p. 35. En concreto, Alberti, quien nació en 1404, se dedicó al estudio de
las letras; hasta 1421, en Padua, estudió a Cicerón, Quintiliano, Plauto y Terencio, además de
geometría, astrología y música; a partir de esa fecha estudió derecho canónico en Bolonia y
desde 1430 quizá acompañó al Cardenal Albergati, legado del papa Martín V, en un largo viaje
por Europa destinado a terminar la guerra entre Inglaterra y Francia. Cfr. Josep M. Rovira,
“Nota introductoria”, en: L. B. Alberti, Antología, Op. cit., pp. 17-19. En síntesis, una formación
que poco tuvo que ver con la educación medieval y que estuvo más vinculada con las nuevas
tendencias. Cfr. J. V. Field, “Introducción”, en: L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., p. 1.
48 Aunque es claro que Alberti no se preocupa por el aspecto histórico. Por ejemplo: “Sin embargo,
no es nuestro interés descubrir quiénes fueron los primeros pintores o quiénes los inventores
el arte, pues no estamos escribiendo una historia de la pintura a semejanza de Plinio, sino
erigiendo de una manera totalmente novedosa un arte de la pintura del que nada, hasta
donde veo, había sido escrito”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 26, p. 101. Cfr. al res-
pecto, J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 145.
49 E. H. Gombrich, “El estímulo de la crítica en el arte del Renacimiento: textos y episodios”, en:
El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 211. “El artista trabaja como
un científico. Sus obras existen no sólo por su interés intrínseco, sino también para mostrar
ciertas soluciones a problemas. Las crea para que todos las admiren, pero con la vista puesta
principalmente en sus colegas artistas y en los entendidos, capaces de apreciar el ingenio de la
solución ofrecida. […] En otras palabras, cuanto mayor fuera la dosis de ciencia en el arte, más
justificable resultaba hablar de progreso”. E. H. Gombrich, “La concepción renacentista del
progreso artístico y sus consecuencias”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento,
Op. cit., p. 27. Y serán los historiadores del arte quienes harán patentes las consecuencias de
este tipo de interpretación.
50 L. B. Alberti, De la arquitectura, transcrito en: A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a
1600), Op. cit., p. 27.
51 Este aspecto técnico recuerda a Vitruvio, en quien se destacaba “el construir con arte”. Los diez
libros de arquitectura de Vitruvio se conocieron a lo largo de toda la Edad Media, pero, como
los cánones antiguos no encontraban ninguna aplicación en la época gótica, acabaron por
caer en el olvido. Cuando fueron redescubiertos en la biblioteca del Monasterio de Monte
18 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Cassino en 1414 (cfr. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 225) aparecieron como
una extraordinaria revelación. Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La
estética moderna 1400-1700, pp. 52 y 63. Sin embargo, el texto de Vitruvio circulaba entonces
sólo en manuscritos; la primera edición es posterior al texto de Alberti; cfr. J. Schlosser, La
literatura artística, Op. cit., p. 122.
52 Los conceptos de Vitruvio son los de simmetria, consensus membrorum, convenientia, compositio,
proportio y modus (con el sentido de medida). W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol.
3, La estética moderna 1400-1700, p. 52. Y que fueran ideas corrientes en este momento del
Renacimiento, se puede desprender también de los Comentarios de Ghiberti: “Cuando los
miembros sean proporcionales a la medida de la corpulencia y a la del rostro la forma será
bella, aunque dichos miembros en sí mismos no sean bellos. Mas sólo la proporcionalidad
crea la belleza”. Lorenzo Ghiberti, transcrito en: W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit.,
vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 76 (la traducción del texto italiano es mía).
53 “[…] deben ser seleccionadas las mejores partes de los más hermosos cuerpos, y se debe invertir
el mayor de los esfuerzos para percibir, entender y expresar lo que es la belleza. A pesar de ser
esto lo más difícil de todo, ya que los méritos de la belleza no se encuentran todos en un solo
sitio, sino que están dispersos aquí y allá, en muchos lugares, de cualquier manera se debe
poner todo el empeño en investigarlos y entenderlos cabalmente”. L. B. Alberti, De la pintura,
Op. cit., § 55, pp. 139-140. El ejemplo, que procede de Cicerón y de Plinio, es el trabajo de
Zeuxis para el templo de Lucina en Crotona, que también será retomado por Winckelmann;
cfr. Ibíd., § 56, p. 140.
54 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 109. En el
Tratado de la arquitectura escribe Alberti: “El juicio que emitas de si una cosa es bella no ha de nacer
de la opinión, sino de un discurso y razón que tengas dentro, juntamente nacidos con el alma, que
se ve que es así; pues es sabido que no existe ninguno que mirando cosas feas y mal hechas no se
sienta de súbito por ellas ofendido y que no las deteste”. Leon Battista Alberti, De la arquitectura,
transcrito en W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700,
p. 118. A pesar de la diferencia básica de que para Alberti el arte es ciencia y conocimiento, en
este juicio estético se prefigura ya un aspecto esencial del concepto kantiano del juicio de gusto,
que no se funda en conceptos. Immanuel Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Caracas, Monte
Ávila Latinoamericana, 1992, § 32 (“Primera peculiaridad del juicio de gusto”), p. 194.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 19
uno de ellos las proporciones y las En síntesis, para Alberti y los pri-
medidas. Después, hemos compara- meros renacentistas, el arte se libera
do estas proporciones y medidas y, de la función mística que cumplía en
dejando aparte las medidas extremas
el Medioevo, pero se ajusta a un doble
que estaban bien por encima[,] bien
por debajo de un determinado límite, criterio. Por una parte, el arte es belleza
hemos escogido aquellas que la coin- y en su reivindicación aparece ya una
cidencia, en muchos casos, designaba formulación básica de la autonomía
como la medida proporcional.55 artística:
55 L. B. Alberti, De statua, Op. cit., p. 29. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, en general, y
desde una tradición antiguo-medieval que, hasta cierto punto, todavía se mantiene en Alberti,
la belleza va más allá de estas proporciones: “[…] el concepto de belleza […] era mucho más
amplio y a la vez más restringido que el actual. Más restringido porque en general designaba
sólo la belleza humana, y no solía aplicarse a la naturaleza ni el arte. Y más amplio porque en
el hombre designaba no sólo la belleza de su cuerpo, sino también las virtudes del alma”. W.
Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 13.
56 Esta media proporcional como fundamento de la belleza aparece reiteradamente en los siglos
siguientes, e inclusive será retomada y criticada por Kant. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de
juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), pp. 147-151.
57 “Esta identificación de lo bello con lo típico de la naturaleza implica el creer en la teoría
aristotélica de la naturaleza, según la cual ésta es una artista que se esfuerza por alcanzar la
perfección que no consigue debido al accidente. Siguiendo esta concepción, el artista, elimi-
nando las imperfecciones de los objetos naturales y combinando sus partes más típicas, revela
lo que la naturaleza tiende permanentemente a producir y está constantemente impedida
de hacerlo. En este punto, Alberti ha simplificado las concepciones de Aristóteles, pues llega
a una belleza-tipo a través de un proceso de reducción a la media más o menos aritmética,
mientras que en Aristóteles entra en juego una facultad próxima a la imaginación”. A. Blunt,
La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 29.
58 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 114. El
teórico polaco concluye así su análisis sobre Alberti: “Los conceptos estéticos de Alberti eran,
por tanto, nuevos, al menos en el sentido de que de su antigua condición de marginales pasa-
ron a ser conceptos principales. Esto concierne en especial a las tesis que establecen que uno
de los objetivos fundamentales del arte es la belleza y que el arte es una clase de saber y de
ciencia. Y más secundarias aún antes de Alberti habían sido las tesis de que el artista dirige su
obra mediante el diseño que posee en su mente, y la de que la obra de arte puede superar a la
naturaleza. Incluso si estas ideas habían sido antes enunciadas, lo importante desde el punto de
vista histórico es que Alberti las recogiera, y las ‘rescatara’ y transmitiera a la época moderna,
gracias a lo cual prácticamente todos los teóricos posteriores se valieron de ellas”. Ibíd.
20 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
59 “Que no dude nadie, nunca será un buen pintor quien no entienda perfectamente lo que
intenta hacer cuando pinta. Es inútil tensar el arco si no se tiene a donde apuntar la flecha.
Quisiera que quedáramos convencidos de que será un buen pintor sólo quien haya aprendido
a entender los contornos y todas las propiedades de las superficies”. L. B. Alberti, De la pintura,
Op. cit., § 23, p. 96.
60 En este sentido, los elementos que constituyen la armonía, es decir, la belleza, de la obra son
los mismos que definen su potencial cognoscitivo. En la arquitectura, esos elementos son la
proporción (o relación aritmética de las partes de cada obra), la forma (o figura o acabamiento,
entendida como forma geométrica) y la colocación (o unión con el entorno); cfr. Ibíd., p. 110.
En la pintura, indica Alberti el contorno (o circunscripción), la composición y la recepción de
luz: “Hemos dividido a la pintura en tres partes, y ello porque así lo enseña la misma natura-
leza. Dado que la pintura tiene como objetivo la representación de las cosas vistas, pasemos
a señalar cómo se ven las cosas. En primer lugar, cuando miramos algo lo vemos como un
objeto que ocupa un espacio. El pintor dibujará alrededor de ese espacio, y a este proceso de
definir con una línea cuál es el contorno lo llamará circunscripción. Luego, conforme seguimos
mirando entendemos cómo varias superficies del objeto visto se acomodan unas respecto de
las otras; el artista, al dibujar estas combinaciones de superficies según el lugar que ocupan,
dirá con toda propiedad que está realizando una composición. Finalmente se determinan
con mayor claridad los colores y las cualidades de los planos. Ya que toda diferencia en ellos
proviene de la luz, la representación en la pintura de estos aspectos será llamada, con toda
justicia, recepción de la luz”. Ibíd., § 30, pp. 106-107. Al análisis de cada uno de estos tres
aspectos dedica todo el resto del libro II del tratado; cfr. Ibíd., §§ 31-50, pp. 107-134.
61 El sentido ambivalente de este carácter liberal surge, además, si se tiene en cuenta que la pers-
pectiva albertiana es entendida, ya desde la obra de su autor, como una pérdida de libertad
para el artista que se está proclamando libre: “[…] el mismo Alberti es consciente que de
esta manera él establece una especie de camisa de fuerza para el artista, que le obstaculiza
la libertad de movimiento, obligándolo a ser solamente un ojo. Evidentemente, para él el
arte es sinónimo de técnica y el artista está obligado a asumir fuertes responsabilidades en
lo que tiene que ver con la eficacia y la funcionalidad técnico científica de sus elaboraciones,
debiéndose así transformar casi en un ‘fotógrafo’ antes de tiempo”. Renato Barilli, Scienza
della cultura e fenomenologia degli stili, 2.a ed., Bologna, Il Mulino, 1991, p. 67. Esta idea de
que, en realidad, la perspectiva renacentista limita la libertad del artista y del espectador co-
brará fuerza en el contexto contemporáneo: “[…] la concepción de la ‘ventana abierta’ sobre
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 21
decir, artes intelectuales basadas en las que la del estamento de los artesanos
matemáticas, se busca, precisamente, medievales.63 Además, en las relacio-
separarlas de las artes mecánicas o ser- nes con el gremio artesanal se reflejan
viles y distinguirlas del trabajo artesanal, igualmente los límites conceptuales con
que estaba organizado en gremios.62 Y los cuales todavía debe enfrentarse el
no era, por supuesto, sólo una discu- Renacimiento.64
sión ideológica, sino que estaba basada Por otra parte, junto a Alberti, ana-
también en las motivaciones de carácter lista del arte, es necesario considerar,
social y económico que se desprendían aunque en el otro extremo del espectro
de una nueva posición más elevada teórico, a Marsilio Ficino, filósofo de
la realidad será luego la bestia negra de todas las formas simbólicas del espacio nacidas en
la edad contemporánea, precisamente porque se funda sobre una interpretación reductiva
de la percepción (puntual, monocular, estática, instantánea)”. Ibíd. Sin embargo, es necesario
insistir en que el Renacimiento estaba orgulloso de sus ventajas: “Ninguno de los argumentos
que generalmente se han aducido para subrayar el carácter convencional de la perspectiva
afecta materialmente a su exactitud: ni el hecho de que vemos con dos ojos, ni el hecho de
que la retina es curvada, o de que existe un conflicto entre la proyección sobre un plano y la
proyección sobre una esfera”. E. H. Gombrich, “Del renacimiento de las letras a la reforma
de las artes: Niccolò Niccoli y Filippo Brunelleschi”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte
del Renacimiento, Op. cit., pp. 201-202.
62 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 58-59.
63 Ibíd., p. 70. La exaltación social del artista es clara en Alberti, quien se basa para ello en los textos
de la Historia natural de Plinio: “El número de escultores y pintores fue enorme en aquellos
días [del mundo griego y romano], cuando príncipes y plebeyos, educados y no educados, se
deleitaban con la pintura, y estatuas y pinturas, consideradas el botín más selecto de lo traído
de las provincias, se exhibían en los teatros. Y llegó el momento en que L. Paulo Emilio y
muchos otros ciudadanos romanos enseñaron a sus hijos a pintar, incluyendo esta actividad
entre las artes liberales con las que se buscaba alcanzar una vida buena y llena de felicidad.
Esta excelente costumbre fue muy popular entre los griegos, quienes, deseando que sus hijos
fueran bien educados, les enseñaban el arte de la pintura junto con las letras, la geometría y
la música”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 28, p. 104.
64 Tatarkiewicz recuerda cómo inclusive un humanista de la extrema avanzada de la época, como
Angelo Poliziano, no posee todavía a finales del siglo un concepto de escultor que sea más o
menos cercano al que nosotros usamos en la actualidad, porque sigue privilegiando una visión
material y técnica, en otras palabras, porque todavía no se ha clarificado el concepto de arte:
“[…] cuando escribió su enciclopedia de las artes, el Panepistemon, utilizó cinco conceptos
diferentes en vez de uno: statuarii (quienes trabajaban la piedra), caelatores (los que trabajaban
el metal), sculptores (la madera), fictores (la arcilla), encausti (la cera). Estos trabajadores se dife-
renciaban entre sí en vez de agruparse, igual que, según nuestro actual sistema de conceptos
y profesiones se tiende a separar al carpintero del albañil en vez de agruparlos. El arte de
cada uno de estos cinco grupos se consideraba que era distinto, porque cada uno trabajaba
un material diferente y con métodos diferentes. Fue sólo en el siglo XVI cuando comenzó el
proceso de integración conceptual, y surgió un concepto más amplio que abarcó estas cinco
categorías: el nombre de quienes trabajaban la madera, los escultores, se adoptó como su
designación y con el tiempo este nombre incluyó también a quienes trabajaban la piedra, el
metal, la arcilla y la cera”. W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 44-45.
22 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
65 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700,
pp. 123-138.
66 Ibíd., pp. 126-127.
67 Escribe Ficino que “Está tan lejos la belleza de ser corpórea, que no sólo no puede serlo la que
se halla en las virtudes del alma, sino que tampoco lo es la que radica en los cuerpos y en los
sonidos. Pues aunque digamos que algunos cuerpos son hermosos, no lo son por su propia
materia”. Marsilio Ficino, transcrito en: W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3,
La estética moderna 1400-1700, p. 135.
68 La influencia de Ficino aparecerá, sobre todo, en la obra de Botticelli: “La belleza que el pintor
quiere exaltar es, en todo caso, una belleza espiritual y no física […] no lo gobierna ninguna otra
ley sino el genio platónico, el furor que Ficino llamaba malinconicus, porque es generado por la
aspiración hacia algo que no se tiene o por la nostalgia de algo que se ha perdido”. G. C. Argan,
Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 2., pp. 243-244. Leonardo, por su parte, en una actitud de
crítica directa contra Botticelli y Ficino, expone en la Adoración de los Magos de 1481, de la Galería
de los Oficios, un concepto distinto del furor basado en la experiencia. Ibíd., pp. 264-266.
69 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 130. Es una
idea que contrasta violentamente con la de Alberti, quien piensa que la belleza se conoce medi-
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 23
ante la simple percepción y la reflexión, aún si en ésta existe una dimensión “innata”, como ya
se indicó.
70 Ibíd., p. 140.
71 Lo que está aquí en discusión es el concepto mismo de naturaleza. “Ya en la Antigüedad se
podía observar un profundo dualismo en la concepción de la naturaleza; si el arte ha de imi-
tar la naturaleza, esto puede significar dos cosas distintas; o la imitación de las leyes que la
rigen o la imitación de su aspecto. El primer concepto derivaba de Demócrito y el segundo
de Platón. […] Y en el siglo XVI a estas concepciones se añadió la tesis de que el arte antiguo
profundizó y puso en práctica las leyes de la naturaleza mejor de lo que lo hubiera hecho la
naturaleza misma, por lo que por ello puede constituir un modelo en el terreno del arte igual
de bueno o mejor que la propia naturaleza”. Ibíd., p. 239. Wittkower señala las consecuencias
de esta doble concepción de la naturaleza para el trabajo del artista, en su caso, el del escul-
tor: “Y ya que su objetivo es la imitación de la naturaleza, el escultor ha de advertir que la
imitación tiene dos aspectos: tenemos que admitir que hay universales y particulares. Todos
los seres humanos tienen un aspecto parecido, pero al mismo tiempo no hay dos iguales”. R.
Wittkower, La escultura: procesos y principios, Op. cit., p. 95.
72 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 158. Por
ejemplo, Leonardo afirma que “Entre los diversos estudios del proceso natural, el de la luz es
24 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
el que produce mayor placer a quienes lo contemplan. Y entre las principales características
de las matemáticas, la de la certeza de las demostraciones es la que más eleva la mente de los
investigadores. Por tanto, debe preferirse la perspectiva a todos los discursos y sistemas de
los eruditos”. Leonardo da Vinci, Cuaderno de notas, Madrid, M. E., 1995, p. 29. En definitiva,
según Tatarkiewicz, “Leonardo entendía la experiencia de manera moderna, o sea, estrecha-
mente vinculada con la práctica, y se daba cuenta de que las relaciones entre ambas son muy
complejas: que no existe teoría sin la práctica y, al revés, que mal maestro es aquel cuya obra
no va precedida del juicio. La experiencia, que constituye el cimiento del saber, no es infa-
lible; así precisa de comprobaciones, debiendo ser colectiva y controlada por las matemáticas.
Leonardo tomaba en consideración estas advertencias aplicando dichos principios tanto para
el arte como para la ciencia”. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética
moderna 1400-1700, p. 158.
73 “[…] existen todas esas fastidiosas consideraciones encaminadas a saber cómo combinó Leonardo
el arte y la ciencia. Pero él, ciertamente, no habría dicho que combinaba el arte y la ciencia, pues
no sabía qué era ‘el arte’ en este sentido. Para él, era una simple cuestión de conocimiento, de
tratar de comprender la realidad”. E. H. Gombrich, en: Ernst H. Gombrich y Didier Eribon, Lo
que nos dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Bogotá, Norma, 1993, p. 75.
74 Pero no debe olvidarse que, en el fondo, la perspectiva científica del arte del Renacimiento,
ya desde Alberti, se dirige más hacia el mismo conocimiento que hacia el mundo exterior:
“[…] el arte es un proceso de conocimiento cuya finalidad no es tanto el conocimiento de la
cosa cuanto el conocimiento del intelecto humano, de la facultad de conocer. Cuando Alberti
dice que el artista se ocupa sólo de lo que se ve y no de lo que eventualmente se oculta detrás
de la apariencia, afirma precisamente que el valor no está en la cosa como fenómeno sino en
lo que el intelecto construye sobre el fenómeno”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit.,
vol. 2., p. 76.
75 Y aquí aparecen las diferencias esenciales entre la pintura y la poesía: “El arte, la pintura en
especial, conoce y reproduce la realidad y es por tanto un saber, y se parece a la ciencia, lo cual
no se puede decir de la poesía. Lo que es conocimiento en la poesía proviene de otras ciencias,
mientras que ella misma no es ninguna forma de saber porque sólo se sirve de palabras pero
no de las formas ni colores reales. La pintura tiene su propio objeto de cognición —que es la
superficie visible de las cosas— del que la poesía carece (la poesia non ha propria sedia)”. W. Tatar-
kiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 162. En definitiva,
la posición de Leonardo descalifica la poesía: “[…] el poeta queda muy por detrás del pintor
en la figuración de las cosas corpóreas, y detrás del músico en cuanto a las cosas invisibles. Y si
el poeta pide ayuda a las otras ciencias, podrá acudir a las ferias como los demás mercaderes
de cosas diversas, creadas por varios inventores. Y esto hace el poeta cuando toma prestadas
otras ciencias como la del orador, el filósofo, el astrólogo y otros análogos, que son ciencias
completamente apartadas del poeta. Éste es pues un intermediario que reúne a varias personas
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 25
para llegar a la conclusión de un negocio. Si quieres encontrar el verdadero oficio del poeta,
hallarás que no es otro que el de un compilador de cosas robadas a diversas ciencias, con las
que él hace un compuesto mentiroso, o si quieres con palabra más honesta un compuesto
fingido; y en esta ficción libre, el poeta se ha equiparado al pintor, pues es la parte más débil
de la pintura”. L. da Vinci, Tratado de la pintura, Op. cit., § 28 (“Conclusión del poeta, del pin-
tor y del músico”), pp. 23-24. La posición de Leonardo es tanto más extrema si se recuerdan
los consejos de Alberti: “[…] le aconsejo a quien se ocupa de la pintura que se familiarice con
poetas, retóricos y otros hombres de letras, porque no sólo obtendrá maravillosos elementos
de ornato de mentes tan ilustres, sino que obtendrá su ayuda en aquellas invenciones que
tantos elogios le deben aportar como pintor. […] Creo que si ponemos nuestra atención en
el estudio y no en las riquezas, leyendo a nuestros poetas podríamos llegar a ser mejores
pintores”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 54, p. 138.
76 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 163. Y en
palabras de Leonardo: “El pintor debe buscar ser universal, porque le falta dignidad si hace una
cosa bien y otra mal, como muchos que solamente estudian el desnudo medido y proporcionado,
sin buscar su variedad; puede un hombre ser proporcionado y ser grueso y corto, o largo y sutil,
o mediocre, y quien no toma en cuenta esta variedad hace siempre sus figuras iguales y todas pa-
recen hermanas, cosa reprensible”. L. da Vinci, Tratado de la pintura, Op. cit., § 75 (“De la variedad
de las figuras”), p. 50. De particular interés para la consideración de la pintura como ciencia, es
la caracterización que hace del pintor como universal (el pintor debe tratar de ser universal).
77 A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 38.
78 El rechazo a la pintura no es, por tanto, un asunto de gusto, sino que tiene que ver con la
posibilidad de conocer la misma realidad: “Si despreciaras la pintura, que no es sino la que
copia todas las obras evidentes de la naturaleza, despreciarías en verdad una sutil invención,
que con aguda y filosófica especulación trata todo género de formas: mares, lugares, plantas,
animales, hierbas, flores, a las cuales rodean la sombra y la luz. En verdad ésta es ciencia, e hija
legítima de la naturaleza, porque de esa naturaleza ha nacido; para mejor decir, la llamaremos
nieta de la naturaleza, ya que todas las cosas evidentes han sido producto de la naturaleza, y
de tales cosas ha nacido la pintura. En justicia, pues, la llamaremos nieta de la naturaleza y
pariente de Dios”. L. da Vinci, Tratado de la pintura, Op. cit., § 8 (“De cómo quien desprecia la
pintura no ama la filosofía ni la naturaleza”), p. 7.
26 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
79 Ibíd., § 65 (“Placer del pintor”), pp. 45-46. Al contrario de la pintura, para Leonardo la es-
cultura es menos intelectual y carece de muchas de las cualidades intrínsecas de aquella y, en
definitiva, no es ciencia ni verdadera creación: “La pintura es de mayor razonamiento mental y
de mayor artificio y maravilla que la escultura […]”. Ibíd., § 36 (“Comparación entre la pintura
y la escultura”), p. 31. Y también: “La escultura no es ciencia sino arte muy mecánico, pues
causa fatiga y sudor al que la realiza y bastan al artista las simples medidas de los miembros
y la naturaleza de los movimientos; y termina en sí misma, mostrando a la vista lo que es, sin
causar la admiración del que la contempla como hace la pintura que, en una superficie plana,
y a fuerza de ciencia, presenta los inmensos campos con los lejanos horizontes”. Ibíd., § 31
(“Principio de la escultura y si ella es o no ciencia”), p. 26.
80 “[…] se tiene que haber producido una profunda discontinuidad en las prácticas artísticas
entre el antes y el después del comienzo de la era del arte, dado que el concepto de artista
no entraba en la explicación de las imágenes piadosas [de la Edad Media]. Pero luego en el
Renacimiento el concepto de artista se volvió central hasta el punto de que Giorgio Vasari
escribió un gran libro sobre la vida de los artistas. Antes tendría que haber sido a lo sumo
sobre las vidas de los santos”. Arthur C. Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y
el linde de la historia, Barcelona, Paidós Ibérica, 1999, p. 26.
81 Ya en la obra de Alberti comenzaba a aparecer esta exaltación de la figura del artista: “La
pintura posee la virtud de que sus maestros, al ver la admiración que despiertan sus obras, se
contemplen a sí mismos como dioses”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 26, p. 100.
82 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 159.
83 Como ya se indicó, comenzaba a plantearse la idea de que el arte antiguo podía constituir
un modelo inclusive mejor que la propia naturaleza; Leonardo previene sobre sus peligros:
“Hay quienes piensan que para adquirir práctica y hacer muchas obras, es mejor ocuparse
de dibujar partiendo de diversas composiciones de otros autores en el primer período de
estudio. Mi respuesta es que el método será bueno siempre y cuando esté basado en obras de
maestros hábiles. Pero como estos maestros son tan escasos, el camino más seguro es ponerse
en contacto con la naturaleza, más que copiarla de otros cuadros que no son sino una imitación
de aquella, ya que el que puede ir a la fuente no se contenta con ir a la jarra de agua”. L. da
Vinci, Cuaderno de notas, Op. cit., p. 80.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 27
pasividad sino, mejor, como una lucha de seleccionar los elementos más bellos o
la ingeniosidad de la creación frente a más típicos; su estética, determinada por
los fenómenos de la realidad, de lo cual la visión científica del arte, que exige la
la vida misma de Leonardo puede ser total fidelidad a la naturaleza, es de un
el mayor testimonio. En síntesis, sigue naturalismo integral: toda la naturaleza
predominando la teoría albertiana acerca y nada más que la naturaleza.87
de la naturaleza científica del arte y de su Esta concepción tiene grandes impli-
búsqueda de la verdad, pero que ya no se caciones en la perspectiva de constitución
limita a una visión antropocéntrica, sino de la Historia del Arte, porque en esta
que se extiende a una consideración más afirmación del arte como ciencia acaba
estricta y más amplia de la realidad.84 por eliminarse la condición de la belle-
Y como consecuencia trascendental za, que había empezado a plantear la
en la definición del concepto de arte, en posibilidad de un concepto de autonomía
su obra y en su reflexión, Leonardo85 del arte y, por lo mismo, la posibilidad
abandona la anterior concepción de de la disciplina de la Historia del Arte.
la “belleza típica” de Alberti, e inclu- Se consolida, en cambio, como ya se ha
sive tiende a eliminar el problema de insinuado, el concepto del artista indivi-
la belleza como propio de una pintura dual, lo que lleva a que una obra como
que está llamada a representar todo lo la de Vasari no se plantee, en realidad,
de la naturaleza, incluido “lo feo” como como una Historia del Arte, sino como
contrario de lo bello. Aunque el asunto una historia de los artistas.
se formula en el Tratado de la pintura, en En último término, hasta su ocaso a
particular en el reproche a “[...] los pinto- finales del siglo XVI, el sistema tradicio-
res que quieren enmendar las cosas de la nal del taller renacentista88 contribuyó
naturaleza”, la obra plástica de Leonardo a la pervivencia del método científico
habla con más claridad aún:86 en las artes de las artes, basado en la observación
imitativas no cabe corregir o idealizar ni directa de la realidad.89 Pero junto a él
84 Y ello está vinculado con su mismo trabajo plástico; es “[…] Leonardo da Vinci (nacido en
1452) quien marca un primer gran paso de adecuación entre la práctica y el espíritu de la
perspectiva. Con él termina el primado del dibujo, de la ‘circunscripción’, para decirlo otra
vez con Alberti, e ingresa la perspectiva aérea, que tiene en cuenta el aire, disolviendo los
perfiles en un continuo (el famoso ‘difuminado’). Una tal revolución encuentra correspon-
dencias homológicas interdisciplinares. En efecto, ella señala el final del antropocentrismo
y el delinearse de una concepción cosmocéntrica pre-galileana […]”. R. Barilli, Scienza della
cultura e fenomenologia degli stili, Op. cit., pp. 72-73.
85 Cfr. ampliamente en A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., pp. 35-51.
86 Cfr. al respecto, el estudio de Ernst Gombrich acerca de las cabezas grotescas de Leonardo:
E. H. Gombrich, “Las cabezas grotescas”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Rena-
cimiento, Op. cit., pp. 115-153.
87 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 162.
88 Cfr. A. Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Op. cit., vol. 1, pp. 401-414.
89 “La evolución [en el Quattrocento] comienza sustituyendo la autoridad de los maestros por
el modelo de la naturaleza, y termina con el complejo montaje docente de la educación
28 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
académica en la que el lugar de los antiguos y desacreditados modelos lo ocupan ideales ar-
tísticos igualmente estrechos, aunque fundamentados científicamente. El método científico
de la educación artística comienza ya en los mismos talleres. […] La enseñanza en el taller y
en academias particulares se mantiene durante todo el Cinquecento, pero pierde poco a poco
su influencia en la formación del estilo”. Ibíd., pp. 413-414.
90 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 158. Al
respecto, las referencias a procesos concretos son abundantes en el Tratado de la pintura y entre
ellos se podrían citar numerosos ejemplos: § 99 “De cómo retratar de noche un relieve”; § 144
“De cómo representar una tempestad”; § 187 “De cómo hacer ver vivos y bellos los colores de
tus pinturas”, etc. La primera parte del Tratado, que comprende los capítulos del 1 al 40, es
más teórica y se centra en un problema típico de la época, que es la relación de la pintura con
las demás artes, para demostrar su superioridad, especialmente frente a la poesía, la música
y la escultura. Las restantes siete partes, §§ 41-935, son casi totalmente prácticas. De todas
maneras, no conviene caer en exageraciones que pueden hacer olvidar los verdaderos propó-
sitos de la obra: “Su teoría del arte, recogida en el llamado Libro della Pittura, contrasta con la
concepción y la práctica del arte que prevalecía antes y durante su época, exactamente igual
que lo hacen las nuevas ideas académicas de los humanistas con las doctrinas dominantes de
las viejas universidades escolásticas. El principal logro de Leonardo fue el de elevar la pintura
de una mera habilidad manual al nivel de ciencia”. Nikolaus Pevsner, Las academias de arte:
pasado y presente, Madrid, Cátedra, 1982, p. 35. De todas maneras, su influencia tuvo que ser
relativamente limitada en su propio tiempo, si se tiene en cuenta que la primera edición del
Tratado apareció sólo 150 años después de la muerte de Leonardo.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 29
91 Giulio Carlo Argan, en: Rossana Bossaglia, Parlando con Argan, Nuoro, Italia, Ilisso, 1992,
pp. 18-19. “Pero precisamente porque Leonardo es el primero en desarrollar investigaciones
científicas con finalidades y metodologías específicas, es también el primero en separar el
arte de la ciencia, por su propia específica finalidad y metodología. No por nada su colección
de notas acerca de la pintura forma un tratado completo, muy distinto de los tratados que
proyecta para las otras disciplinas que ocupan su mente”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana,
Op. cit., vol. 2., p. 374.
92 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 166.
“Leonardo es el único artista del Quattrocento que no cree en el ‘retorno a lo antiguo’ y que no
aconseja la imitación de los clásicos”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 2., p. 376.
La importancia de un hecho como éste se revela en la historia de Alberto Durero: “Cuando
a Durero le dijeron en Venecia que su obra ‘no iba con la manera antigua, y por tanto no era
buena’, hubo de enfrentarse al principal criterio de exclusión que caracteriza la crítica artística
y literaria del Renacimiento”. E. H. Gombrich, “El estilo all’antica: imitación y asimilación”,
en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 249. La efectiva vinculación
de Leonardo con la Antigüedad debe entenderse no como un proceso de imitación, sino de
asimilación, fundamentalmente de una “ilusión de vida” que supera la mera fidelidad al aspecto
superficial de las cosas; cfr. Ibíd., pp. 269-271.
30 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
se asume bien con un arte que busca desde el códice Anónimo Maglabechiano o
entender la realidad, lo mismo que con la biografía sobre Jan van Eyck, hasta el
la nueva grandeza del artista e inclusive libro de Ascanio Condivi sobre Miguel
con la nueva visión del hombre.93 Eso Ángel.95 De todas maneras, son textos
es lo que aparece en los Comentarios de que se convierten en fuentes primarias
Lorenzo Ghiberti, con abundantes citas para Las vidas de Vasari.96
de autores antiguos e incluso con frag- Pero habrá que esperar hasta me-
mentos enteros, copiados muchas veces diados del siglo XVI para que una nueva
sin indicar la fuente.94 Igual actitud se da concepción del arte, ya no basada en la
frente a hechos que se pretende que han exactitud de la ciencia, sino en el juicio
sido comprobados de manera científica, crítico intuitivo, posibilite una lectura
93 “En otros términos, la atención filosófica por el hombre en general se concreta en la historia
de los hombres, y, por encima de todo, en la memoria de sí mismos, en el recuerdo de sus
propias vicisitudes terrenas, hoy: ‘el hombre, precisamente, del Renacimiento’”. E. Garin, “El
hombre del Renacimiento”, en: E. Garin et al., El hombre del Renacimiento, Op. cit., pp. 14-15.
94 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 72.
Schlosser destaca la importancia del segundo Comentario: “[…] las biografías de artistas, de
carácter estilístico, las más antiguas que conocemos (si se exceptúan las de los ‘trovadores’
provenzales), no son colecciones de anécdotas —es muy notable cómo Ghiberti sabe evitar la
anécdota en especial en la vida del astuto y popular Buffalmacco—, sino auténticas vidas de
artistas realizadas a través de sus obras”. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 106. Las
autobiografías tenían, además, la función de hacer publicidad a la propia obra como artista,
con finalidades económicas encubiertas; es lo que ocurrirá todavía con Vasari.
95 “Mientras se estimaba en poco la profesión, los escritores no se decidían a preocuparse se-
riamente por los artistas. Florencia, de nuevo, abrió el camino, comenzando, antes de 1400,
con Le vite d’uomini ilustri fiorentini de Filippo Villani, y continuando con las monografías anó-
nimas, fechadas a mediados del siglo XV de Alberti y Brunelleschi, las primeras de su género;
las biografías colectivas de artistas de Antonio Billi, el Anónimo Maglabechiano y Giovanni
Battista Gelli y, finalmente, la gran obra, compendio de todos los esfuerzos anteriores, Las
vidas de Vasari, fechadas en 1550, la piedra angular de la literatura sobre la Historia del Arte”.
Rudolf y Margot Wittkower, Nacidos bajo el signo de Saturno, Madrid, Cátedra, 1985, p. 24. Del
códice Anónimo Maglabechiano forman parte las Vite di XIV uomini singhulary in Firenze dal 1400
innanzi. Es atribuido con frecuencia al matemático Antonio de Tuccio Manetti (1423-1497) y
en él se habla, junto a ciudadanos tan ilustres como Leonardo Bruni, de Filippo Brunelleschi,
Donatello, Lorenzo Ghiberti, Masaccio, Fra Angélico, Filippo Lippi, Paolo Uccello y Luca
della Robbia. También se considera a Antonio Manetti como el autor de la Vita di Filippo di Ser
Brunellesco, contemporánea de una biografía anónima (quizá una autobiografía) sobre Alberti.
En De viris illustribus de Bartolomeo Facio, de 1455, se incluye una biografía de Jan van Eyck,
calificado como “el más grande pintor de nuestro tiempo”. La Vita di Michelangelo de Ascanio
Condivi fue escrita en 1553. Cfr. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., pp. 109-120.
96 En la biografía de Brunelleschi, de Antonio Manetti, aparece un completo esquema acerca
de la historia de la arquitectura, desde la cabaña primitiva hasta el presente; se diferencian
los aportes de Grecia y Roma, la influencia “bárbara” y hasta el “protorrenacimiento” toscano
del siglo XIII, antes de llegar a la “buena arquitectura” del presente. Este esquema marca los
cimientos sobre los que después construye Vasari su obra. Cfr. J. Schlosser, La literatura artística,
Op. cit., pp. 146-147.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 31
interpretativa por lo menos del proceso del hombre y del arte que predomina
del arte, aunque no todavía de las obras en el siglo XVI.99
concretas, lectura que habría resultado
impensable para las primeras genera-
ciones renacentistas. El contexto de Vasari: la teoría
La transformación más radical, del arte en el siglo XVI
aunque todavía no permanente, de las
originales ideas renacentistas la produ- En el siglo XVI la reflexión teórica sobre el
cirá el trabajo de Miguel Ángel,97 que arte es muy escasa. El Alto Renacimiento
no cree que el camino para alcanzar produjo una florescencia extraordinaria
la belleza sea la imitación exacta de la de las artes, que, sin embargo, no se vio
naturaleza sino la imaginación98 y que, acompañada de una correspondiente
incluso, descarta los esquemas básicos abundancia de trabajos teóricos nove-
de Alberti, es decir, la perspectiva y las dosos. Seguramente, dentro de nuestra
proporciones. En el sentido más exacto, hipótesis de base, tal situación debe
Miguel Ángel inaugura la nueva visión estar relacionada con la idea de arte
97 Cfr. A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., pp. 75-96. “Miguel Ángel
lleva a cabo una gran fractura: aquella por la cual Leonardo es un modernista y él un moderno”.
G. C. Argan, en: R. Bossaglia, Parlando con Argan, Op. cit., p. 18.
98 “Para Alberti, el artista depende por completo, en su trabajo, de la naturaleza y sólo puede
aminorar este hecho si trata de representar los tipos que la naturaleza aspira a realizar. Para
Miguel Ángel, en cambio, el artista, aunque directamente inspirado en la naturaleza, debe
representar lo que ve en la naturaleza conforme a un canon ideal de su espíritu”. A. Blunt,
La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., pp. 80-81.
99 “Miguel Ángel, por el contrario, llega y dice: ‘¿De qué sirve conocer el mundo? Conócete
a ti mismo y a Dios’. Pasa de un plano gnoseológico a un plano ontológico. Ahora bien, si
piensas que del Cinquecento en adelante (mira a Giordano Bruno) el pensamiento moderno
es fundamentalmente ontológico, no puede dejar de reconocerse que el antimodernista
Miguel Ángel es más moderno que el modernista Leonardo. Es extraño que nadie lo haya
subrayado jamás; se pone a Galileo en relación con Leonardo porque hace ciencia al final
del siglo, como Leonardo la había hecho al principio del siglo; pero en el medio se había
producido el gran conflicto religioso acerca del problema del origen, de la esencia y del des-
tino de la humanidad. Cuando Galileo estructura la nueva ciencia, no se remite a Leonardo;
el presupuesto especulativo de su ciencia (experimental, pero sobre la base de una premisa
especulativa) está más acorde con Miguel Ángel. La concepción científica de Leonardo es toda
en sentido horizontal; en cambio, Miguel Ángel tiene una concepción de la vida intelectual
en sentido vertical”. G. C. Argan, en: R. Bossaglia, Parlando con Argan, Op. cit., p. 19. Desde
una perspectiva que tiene en cuenta los procesos tecnológicos y los desarrollos de los estilos,
más que las reflexiones ontológicas, Renato Barilli encuentra más moderno a Leonardo por su
tratamiento más “abierto”, en el sentido de Wölfflin, mientras que Miguel Ángel permanece
vinculado con lo clásico: “En síntesis, he aquí la ambigüedad de esta generación de grandes
clásicos, suspendidos entre lo antiguo y lo moderno, entre valores plásticos y triunfo de lo
visible, entre ostentación anatómica y, por el contrario, conquista de los fondos, del paisaje;
entre una modernidad plenamente alcanzada y, por el contrario, residuos de arcaísmo y de
dureza”. R. Barilli, Scienza della cultura e fenomenologia degli stili, Op. cit., p. 75.
32 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
que predominó a todo lo largo de estos blemas del arte, aunque, en ese caso, con
siglos. En otras palabras, la identifica- una aplicación más directa al campo de la
ción entre arte y ciencia favorece, como poesía que al de las artes plásticas.101
de hecho puede comprobarse, el surgi- Este contexto de escaso desarrollo
miento de una reflexión moderna sobre teórico estético, pero de interés del arte
la ciencia,100 pero no tanto del arte, que por el arte mismo, con las consecuencias
aún no ha alcanzado su autoidentifica- que de ello se derivan, es el marco histó-
ción. Además, la publicación de la Poética rico y conceptual en el cual aparece Las
de Aristóteles continúa impulsando la vidas de Giorgio Vasari.102 Al margen de
idea de analizar científicamente los pro- las discusiones que se puedan plantear
100 En este asunto tiene importancia la discusión entre la Academia Platónica de Florencia y la
Universidad de Padua, acerca de la manera como debía interpretarse a Aristóteles y que, al
decir de Tatarkiewicz, constituye la oposición filosófica más evidente y substancial del Rena-
cimiento; en este sentido, el siglo XVI es la época de esplendor de la filosofía paduana que, si
bien había abandonado la interpretación puramente naturalista de Aristóteles, seguía dando
especial valor al estudio no teológico de los problemas del hombre. Cfr. W. Tatarkiewicz, His-
toria de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 57. Y también los estudios
de Vasari se mueven, al menos parcialmente, en la dirección “científica” de las biografías de
artistas que habían aparecido desde el siglo anterior.
101 Dentro de nuestra reflexión es importante notar que el enganche científico que ofrecía la Poética
es de carácter literario, lo que viene a reforzar una lectura de las artes plásticas a través de la
literatura: es un proceso que existe ya en el carácter determinante del texto bíblico analizado
por Belting para la Edad Media, y que se percibe todavía en Lessing. En el momento de la
publicación de la Poética, “La obra fue acogida con entusiasmo por los escritores italianos,
pareciéndoles un modelo insuperable y único de tratar el arte científicamente, por lo que se
dio la coincidencia de que justo en el momento en que decaía la popularidad del aristote-
lismo, su influencia sobre la poética —e indirectamente sobre toda la estética— llegaba a su
cenit. Así, pues, el siglo XV fue el siglo de la estética platónica, mientras que el XVI lo sería de
la aristotélica; el predominio de la primera se debió a los humanistas y el de la segunda a la
filosofía universitaria”. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna
1400-1700, p. 58. Aristóteles no es mencionado por Vasari; la traducción de la Poética apare-
ció a mediados del siglo y la primera edición de Las vidas en 1550; sin embargo, bien puede
encontrarse una relación entre el aristotelismo como “filosofía universitaria” en el siglo XVI,
que, como ya se dijo, tenía su centro en la Universidad de Padua, y la idea vasariana de que
el arte es una disciplina que se puede enseñar y aprender, idea a partir de la cual el mismo
Vasari fundará la Academia florentina en 1562.
102 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri,
Op. cit. Se trata, en este caso, de la primera edición de Lorenzo Torrentino en Florencia, en
1550. Vasari publicó una segunda versión en 1568, impresa por Giusti, y muchas veces se ha
discutido la calidad de una y otra versión. Julius von Schlosser define la edición de 1550 como
una obra maestra de más alto grado que la segunda edición, y afirma que es más coherente
en sus esquemas historiográficos; el texto de 1568 es más amplio, más erudito y elegante,
pero pierde la frescura del anterior y, sobre todo, la claridad de su esquema histórico. Cfr.
J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., pp. 259-261. A pesar de ello, tradicionalmente se
ha reimpreso la edición de 1568, quizá porque recoge más vidas; así, se cuentan dieciocho
ediciones italianas y ocho traducciones de ese texto, mientras que la edición aquí seguida,
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 33
de 1991, es la primera que se hace del texto príncipe, si se exceptúa una reproducción en
facsímil de 1927. Aquí se sigue esta versión de 1550 a partir de muchas autoridades, como
Schlosser, que reconocen su mayor rigor metodológico e incluso artístico. Vasari entiende la
historia como un arte y, por eso, se aparta de las más abundantes colecciones de extractos sin
forma o de los catálogos de datos; cfr. Ibíd., p. 271; pero con una actitud muy nueva, al mismo
tiempo se aparta de la concepción de un tratado, más frecuente en su tiempo, porque sabe
ya que no puede agotar plenamente la realidad que tiene entre manos. Nunca ha existido
una traducción completa de Las vidas a la lengua castellana; existe una versión publicada en
Barcelona en 1940 que no he visto. En el presente estudio se ha revisado también la selección
y traducción del texto de 1568 realizada por Julio E. Payró, que se limita exclusivamente a
veintiséis vidas, eliminando todos los textos introductorios que, por el contrario, son nuestro
principal material de análisis; cfr. Giorgio Vasari, Vidas de los más excelentes pintores, escultores y
arquitectos, 4.a ed., Buenos Aires, W. M. Jackson, Inc., 1956. También se cotejó la más reciente
versión de la obra en lengua española, una selección realizada por Guillermo Fernández en
la Universidad Nacional Autónoma de México, que recoge, al menos parcialmente, los im-
portantes textos introductorios de Vasari (pero no los capítulos introductorios a cada una de
las artes) y un total de treinta vidas; cfr. Giorgio Vasari, Las vidas de los más excelentes pintores,
escultores y arquitectos, escritas por Giorgio Vasari, pintor aretino (selección), México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1996.
103 Sobre la actualidad y pertinencia de ese análisis da cuenta el estudio de Hans Belting, “Vasari
e la sua eredità”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Torino, Giulio Einaudi, 1990,
pp. 69-98. También Gombrich se ha ocupado del asunto. Cfr. Ernst H. Gombrich, “Enfoques
de la historia del arte: tres puntos de discusión”, en: Temas de nuestro tiempo. Propuestas del
siglo xx acerca del saber y del arte, Madrid, Debate, 1997, pp. 62-73.
104 J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 270. En el contexto historicista del siglo XIX fue
casi un lugar común rechazar a Vasari como “antihistórico”; por eso, tanto Schlosser como
Gombrich, Belting, Panofsky y Argan insisten en la necesidad de reconocer su interés y logros
en este terreno.
34 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Pero este análisis es todavía más ur- La crisis de la idea del arte
gente porque el mismo Vasari concibe como ciencia en el siglo XVI
su obra como la Historia del Arte de su
propio tiempo, e inclusive parece tener Lo primero que debe señalarse es que,
muy claro que su propósito es ser “histo- entre los siglos XV y XVI, resulta necesario
riador” y “escritor de historias”; por eso, distinguir por lo menos tres fases dis-
desarrolla una infatigable actividad de tintas, que corresponden, en términos
recolección, observación, comparación, generales, a los momentos del Primer
entrevistas y diálogos que le permite Renacimiento, el Alto Renacimiento y
penetrar en las aspiraciones, los mitos y el Manierismo, cada uno con un arte
la conciencia de la más avanzada cultura propio y diferente, pero con una teoría
de su tiempo; y no se contenta sólo con y una estética relativamente comunes,
narrar las anécdotas que ha logrado dentro de las cuales pueden encontrarse
conocer acerca de los artistas, sino que, variantes que, en realidad, no proceden
sin buscar una objetividad neutral, juz- tanto de su materia de estudio, sino de
ga y analiza las raíces de los procesos sus fuentes de inspiración.107 Así, mien-
de mejoramiento o decadencia de las tras que en un primer momento, como
artes.105 En ese contexto, quiere hacer ya se ha analizado, la estética se inspira
una Historia del Arte que supere el nivel en la filosofía en la medida en la cual en-
de la crónica.106 tiende el arte como medio para explicar
Con todo, conscientes de sus méri- la realidad, más adelante encontrará su
tos, lo que aquí se intenta demostrar es punto de partida en la literatura, de lo
precisamente que en el libro de Las vidas cual es el mejor ejemplo la actividad de
no hay todavía una Historia del Arte, los humanistas neoplatónicos del círculo
por lo menos en el sentido moderno de Lorenzo el Magnífico y la poesía de
del concepto. Miguel Ángel; finalmente, en el siglo XVI
105 Cfr. Giovanni Previtali, “Presentazione”, en: G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori,
et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., pp. viii-ix.
106 En el mismo sentido en el cual Arthur Danto encuentra la forma esencial de la historia en la
narración que, desde un punto de vista lógico, es diferente de los simples datos en los cuales
se basa: “[…] realmente no podemos dar sentido a cualesquiera fragmentos o piezas que
poseamos de ‘historia-como-registro’ hasta que hayamos encontrado una narración a la que
fundamenten”. Arthur C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia,
Barcelona, Paidós, Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de
Barcelona, 1989, p. 69.
107 Cfr. al respecto W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna
1400-1700, p. 51; en la misma dirección son útiles sus análisis sobre la estética de Nicolás
de Cusa (pp. 79-85) y Alberti, por una parte (pp. 100-122); de los humanistas (pp. 85-99)
y la Academia florentina y Ficino, por otra (pp. 123-138) y, finalmente, de la estética del
siglo XVI (capítulo 5).
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 35
108 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., p. 49. Este análisis desvanece ese cierto
anacronismo que podría alegarse por el hecho de que la disciplina de la Historia del Arte no
incluya hoy, por ejemplo, la Historia de la Música o de la Literatura. De todas maneras, esta
restricción representó, en su momento, más bien la independencia de las áreas más nobles, que
eran la poesía y la música, presentes ya respectivamente en el trivio y en el cuatrivio medie-
vales y, por tanto, consideradas entre las ciencias universitarias y liberales, las cuales dejaban
atrás a unas artes más materiales e incluso inferiores desde su misma esencia; las Historias
de la Música y de la Literatura se hicieron independientes porque se consideraban distintas a
estas disciplinas que se habían apropiado del concepto de arte. Cabe avanzar, por otra parte,
que el campo de las artes visuales coincidirá con el de las vasarianas artes del diseño, es decir,
arquitectura, pintura y escultura, que, a diferencia de las elevadas música y poesía, no eran
ni universitarias ni liberales.
109 G. Previtali, “Presentazione”, en: G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori
italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., pp. ix-x. Y, seguramente por esta situación,
Vasari se va a mover en medio de continuas contradicciones. Previtali propone, entonces,
36 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
114 Como el fresco del Juicio final en el interior de la gran cúpula de Brunelleschi o las abundantes
decoraciones del Estudiolo de Francisco I y de la Sala de los Quinientos en el Palazzo Vecchio
de Florencia. La preferencia de Vasari por la cantidad era reconocida en su tiempo. “En su
autobiografía [que aparece sólo en la edición de 1568], Vasari se jacta de que puede ejecutar sus
obras ‘no sólo con la mayor rapidez posible, sino también con una increíble facilidad y con el
mínimo esfuerzo’, y que esa afirmación no era una fanfarronada lo prueba suficientemente el
hecho de que cubriera de frescos en cien días la gran sala del Palazzo della Cancelleria de Roma.
Cuando Vasari dice a Miguel Ángel que había ejecutado los frescos en un tipo tan corto, éste le
replicó: ‘Ya lo veo’”. A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 108 y cita
26. Y esa preferencia por la cantidad está en la base de su texto Las vidas, que se construye,
literalmente, sumando biografías. En todo caso, Gombrich señala que Vasari ha recibido un
trato injusto por parte de los historiadores del arte, quizá a partir de la falta de entusiasmo
con la cual él mismo relata su autobiografía al final de la segunda edición de Las vidas; cfr.
E. H. Gombrich, “El estímulo de la crítica en el arte del Renacimiento: textos y episodios”,
en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 225.
115 Y en ese nivel de reflexión, ello no es contradictorio con el hecho de que en la primera edición
de Las vidas sea Miguel Ángel el único artista vivo que se estudia, pues se plantea en realidad
con el sentido de meta de toda la evolución histórica del arte.
116 G. Vasari, citado por A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 132 (se
trata de un texto de la edición de Las vidas de 1568, que no aparece en la de 1550).
117 Sin que con ello se quiera decir que Vasari se dedica a un análisis teórico estricto. Blunt señala
cómo sólo hay un texto que puede ser considerado como una definición abstracta y general;
aparece en la edición de 1568 como un agregado al capítulo introductorio sobre la pintura y
se refiere al tema del dibujo: “[…] originándose en el intelecto, saca de muchas cosas un juicio
universal parecido a una forma o idea de todas las obras de la Naturaleza. […] y como este
conocimiento da a luz una concepción o juicio, se forma en la mente un no sé qué, y a esta
idea a la que se da expresión por medio de la mano se le llama dibujo. Puede concluirse que
este dibujo es simplemente una expresión visible y una manifestación tangible de la idea que
38 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
existe en nuestra mente y que otros han formado en su mente y creado en su imaginación”.
G. Vasari, transcrito por A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 112.
Tampoco aparece en la edición de la UNAM, de 1996.
118 “Para el siglo XVI lo más importante era lo real. […] para el espíritu nuevo la realidad no es ya
el criterio decisivo, y […] lo innatural se admite también en interés de la forma artística”. H.
Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., p. 254.
119 Inclusive la misma idea del arte como ciencia puede encontrarse en Las vidas de Vasari, si el
concepto de ciencia se identifica con la “solución de problemas”, como era en Durero, por
ejemplo: “Leer a Vasari teniendo presentes algunas de las formulaciones de Durero es ver la
empresa que abordó bajo una nueva luz. Su concepto dominante del arte como solución de
ciertos problemas le proporcionó sin duda un principio de selección que le permitió escribir
historia más que una mera crónica”. E. H. Gombrich, “El estímulo de la crítica en el arte del
Renacimiento: textos y episodios”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento,
Op. cit., p. 211.
120 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp.
176-177. En esta misma línea se ubica la interpretación general de Miguel Ángel que plantea
Wölfflin: “Enriqueció el arte con efectos nuevos e insospechados, pero lo empobreció al qui-
tarle la alegría por lo sencillo y cotidiano. Y por él entró la disonancia en el Renacimiento.
Con la utilización consciente de ésta preparó el terreno para un nuevo estilo, el barroco”. H.
Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., pp. 59-60.
121 Citado en W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700,
p. 176. Los Diálogos, de 1538, seguramente no eran producto de conversaciones directas con
Miguel Ángel, sino sólo una manera literaria utilizada por Francisco de Holanda. La repercusión
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 39
de la idea del “moderno” Miguel Ángel llega hasta nuestros días: en declaraciones hechas
a Marius de Zayas en 1923 y aparecidas en mayo de ese año en la revista The Arts de Nueva
York, decía Pablo Picasso: “Todos sabemos que el arte no es la verdad. Es una mentira que
nos hace ver la verdad, al menos aquella que nos es dado comprender. El artista debe saber el
modo de convencer a los demás de la verdad de sus mentiras”. Pablo Picasso, “El arte es una
mentira que nos hace ver la verdad”, en: Adolfo Sánchez Vázquez, Antología. Textos de estética
y teoría del arte, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, p. 403. En el mis-
mo sentido puede leerse una conocida anécdota acerca de las tumbas de los Médicis en San
Lorenzo: “Cuando se reprendió a Miguel Ángel por haber modelado a Lorenzo y Giuliano de
Médicis totalmente distintos de cómo eran en la realidad, su respuesta fue que en todo caso
al cabo de mil años nadie sabría cómo habían sido”. N. Pevsner, Las academias de arte: pasado y
presente, Op. cit., p. 38. Y Picasso, reconociendo que su retrato no se parecía a Gertrude Stein,
afirmaba que algún día Gertrude Stein se parecería al retrato…
122 Para Miguel Ángel ese juicio del ojo merece más confianza que todas las reglas y, aunque es
individual, no por ello es subjetivo. Es una visión innata, pero que no se otorga a todos y, por
eso, el buen gusto es raro y casi todo el mundo es ciego, según dice. En su consideración debe
tenerse en cuenta la afirmación de la superioridad del sentido de la vista sobre los demás. W.
Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 178-179. La
idea de Miguel Ángel va a tener mucha influencia a lo largo del siglo XVI: “Esta voz, ‘juicio’, tenía
un sentido restringido y designaba exclusivamente el juicio individual y directo, a diferencia
de los juicios generales, reglas y principios. Y se solía creer que este giudizio tiene algo que ver
con determinadas facultades innatas y que, por tanto, es siempre válido, pues no es un juicio
personal sino que se hace sin licenza individuale. Para el futuro de la historia de la estética, ya en
el siglo XVII y en la doctrina kantiana esta idea sería de la mayor importancia”. Ibíd., p. 247.
123 “Negaba que fuera arquitecto. Ya hemos hablado del discurso que hace Vasari acerca del estudio
de Miguel Ángel para la curvatura de la cúpula externa [de San Pedro]; se trataba de poner
dos semiesferas de diámetro igual una sobre la otra; era una dificultad lógicamente insoluble.
Sin embargo, Miguel Ángel caviló sobre ello durante un año. Pero porque ya había llegado
al punto de pensar que hacer una obra de arte es pensar un pensamiento, más que hacer un
objeto”. G. C. Argan, en: R. Bossaglia, Parlando con Argan, Op. cit., p. 17.
124 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 179. Es,
por ejemplo, lo que Wölfflin encuentra en los frescos de la bóveda de la Sixtina, donde ya no
40 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
opera el ideal matemático: “Con este motivo del ropaje se crea entre la derecha y la izquierda
un contraste de siluetas que Miguel Ángel presenta a menudo. A un lado la línea cerrada,
al otro la línea movida y quebrada. Y el mismo principio del contraste se repite en algunos
miembros por separado. Un brazo aparece elevado enérgicamente, mientras el otro se queda
completamente muerto, sólo como un peso. El siglo XV creía tener que animar todo por igual;
el siglo XVI encuentra un efecto más fuerte en la acentuación de algunos puntos aislados”. H.
Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., pp. 80-81.
125 Y, de esa manera, se resaltan los rasgos anticlásicos de los maestros clásicos: “Pero si el Ma-
nierismo aparece como más moderno que el llamado Clasicismo, ¿cómo explicar la mayor
grandeza de los maestros de la primera mitad del siglo [XVI], es decir, de los ‘clásicos’? Quizá
con el hecho de que no eran propiamente clásicos y que los grandes problemas del siglo se
plantean precisamente en su obra. Por tanto, si el Manierismo es, como es, un movimiento
sustancialmente anticlásico, es porque la crisis del clasicismo o, mejor, del renacimiento de la
cultura clásica se perfila y se completa precisamente en la obra de los grandes maestros de
comienzos del siglo”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 3, p. 4.
126 R. Barilli, Scienza della cultura e fenomenologia degli stili, Op. cit., p. 75.
127 Y Argan lo reitera, al presentar el manierismo en Toscana: “El proceso del desplazamiento
del interés desde el sujeto externo (la naturaleza, la historia), al sujeto operante del arte,
tiene su fase de máxima intensidad en Florencia. El problema no se funda ya sobre el cono-
cimiento de la realidad, sino sobre el arte mismo, del cual se quiere establecer el principio
y la praxis: sus datos, en Florencia, son las concepciones opuestas de Leonardo y Miguel
Ángel”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 3, p. 138.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 41
128 Aunque no está de acuerdo en identificar el siglo XVI con el Manierismo, el análisis de Wöl-
fflin acerca de los nuevos ideales, la nueva belleza y la nueva forma pictórica que se pueden
identificar en el paso del Quattrocento al Cinquecento, va a reforzar en muchos historiadores la
idea de que el Renacimiento propiamente dicho no va más allá de 1520 (fecha de la muerte
de Rafael y que coincide con el inicio de la segunda época de Miguel Ángel, según Wölfflin).
Cfr. H. Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., pp. 237-320.
129 La “crisis del siglo XVI” apareció, además, como un espejo en el cual podía mirarse la situación
del hombre en el siglo XX, lo que acentuó el interés por los estudios acerca del Manierismo.
Cfr. Arnold Hauser, El Manierismo, crisis del Renacimiento y origen del arte moderno, Madrid,
Guadarrama, 1965.
130 G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 3, p. 4. “[…] el arte ya no es contemplación
o representación de lo creado sino inquieta búsqueda de la propia naturaleza, de los propios
fines y procesos, de la propia razón de ser en el devenir de la historia. ¿Para qué reflejar en la
forma artística la forma del universo, si ésta es desconocida y objeto, ella misma, de indagación?
¿Para qué admirar la divina armonía de lo creado, si Dios no está allí sino en la interioridad
de la conciencia, en la tensión del alma que lucha por la propia salvación? El gran problema
es ya la conducta humana: la actitud respecto a Dios y la disciplina de la vida religiosa, el
método de la investigación y de la experiencia científica. También el arte, en su hacerse, es
un modo de comportamiento; y la definición de su proceso, de su actuarse como arte y de su
concurrir como tal al fin último de la salvación espiritual aparece no menos importante que
el objeto de la representación artística misma”. Ibíd., p. 3. En la misma dirección de Argan, y
en contraposición con ideas como las de Hauser, Gombrich insiste en que se trata, ante todo,
de una crisis que se ubica en la concepción del arte, más que en el “espíritu de los tiempos”.
Cfr. E. H. Gombrich, “La concepción renacentista del progreso artístico y sus consecuencias”,
en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 28.
42 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
131 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 188-197.
132 Rafael, quien murió en 1520, es presentado por Vasari dentro de la clave historiográfica
que va a predominar en el Manierismo: es el primer artista que, en cierto sentido, vive a la
sombra de Miguel Ángel e imita su maniera; cfr. E. H. Gombrich, “El Manierismo: trasfondo
historiográfico”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 221. Pero
lo realmente significativo, que Gombrich no señala, es que esta reflexión no aparece en la
primera edición de Las vidas de 1550, sino en la de 1568, como un largo agregado en la
parte final de la vida de Rafaello da Urbino (el inserto se ubicaría en G. Vasari, Le Vite de’ piú
eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 638). Allí
se analiza cómo Rafael imita el estilo de Perugino y luego se dedica a estudiar a Leonardo
(“Pero a pesar de toda su diligencia y todos sus esfuerzos, pese a que muchos lo consideran
superior a Leonardo en cuanto a cierta facilidad natural y dulzura, es innegable que nunca
pudo superarlo en cuanto a concepto y grandeza del arte, cosa en la que pocos han igualado
a Leonardo”) y después a Miguel Ángel (“[…] zafándose con gran fatiga de la manera de Pietro
para abrazar la de Miguel Ángel, llena de dificultades bajo cualquier aspecto, casi llegó a ser
su discípulo pese a que en la otra estaba a punto de ser maestro”). G. Vasari, Las vidas de los más
excelentes pintores, escultores y arquitectos, escritas por Giorgio Vasari, pintor aretino (selección), Op. cit.,
pp. 471-472. El resultado es aquella especie de eclecticismo que más tarde se identificó como
“manierista”, que Vasari rechaza si se reduce a la pura imitación de un maestro: “De modo
que, al considerar Raffaello que no podía agregar nada al propio terreno de Miguel Ángel,
decidió no sólo igualarlo sino tal vez superarlo en estas otras cosas. Así, pues, dejó de imitarlo
para no perder el tiempo en vano y convertirse en óptimo universal en todas esas cosas que
ya he mencionado. Y si lo mismo hubieran hecho muchos artífices de nuestra época, que por
haber querido estudiar únicamente las cosas de Miguel Ángel han acabado en imitarlo mal
y sin llegar ni por asomo a su tanta perfección, habrían evitado trabajar en vano y tener una
manera tan dura, defectuosa, sin belleza alguna ni colorido, tan pobre en invención. Debieron,
en cambio, con el fin de ser universales y útiles al mundo, imitar sólo algunas partes (de Miguel
Ángel) y ser ellos mismos”. Ibíd., p. 474.
133 Este carácter claramente dominante sólo lo adquiere, en realidad, hacia mediados del siglo.
Cfr., por ejemplo, H. Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit.,
p. 230.
134 “El fenómeno conocido como manierismo puede ser interpretado como una crisis de la
doctrina estética adoptada por Vasari. Inclusive sin encontrar durante largo tiempo una
adecuada expresión literaria, la crisis se reveló sin embargo en algunas características de las
mismas obras de arte, en particular cuando la ‘autoridad intelectual’ y la reproducción técnica
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 43
138 “La crítica moderna, por el contrario, ha rehabilitado el antes desacreditado Manierismo:
un arte independiente de la realidad objetiva y que tiende a expresar una idea que el artista
tiene en mente, es un arte dirigido al conocimiento del sujeto más que del objeto y, por tanto,
mucho más próximo a las concepciones estéticas modernas”. G. C. Argan, Storia dell’arte
italiana, Op. cit., vol. 3, p. 4. Así, como base de Las vidas de Vasari, se puede vislumbrar ya una
manifestación de la autonomía estética.
139 “Se refiere al reflejo e incluso al origen de un proceso de ‘muerte del arte’ no sólo como un
tránsito del plano sensible al racional y como un morir del arte en idea-verdad y en filosofía,
sino como un morir del arte en el arte mismo; o sea, no ya en una verdad de reflexión filosó-
fica, sino propiamente en la verdad artística de la pura ‘artisticidad’, en una autoconciencia
que se actúa no ya en la idea, sino como autoconciencia que el arte asume de sí mismo dentro
de su propio operar praxístico-corpóreo. Todo el arte contemporáneo ha vivido y documen-
tado esta muerte corpórea —es decir, sensible, intuitiva— no como muerte del cuerpo y los
cuerpos sensibles, sino como reencuentro y actuación de una dialéctica interna más sólida y
autónoma de la corporalidad, como matriz de signos y símbolos no lingüísticos, no discursi-
vos, no metafóricos, no científicos ni intelectuales, sino que viven por sí mismos de manera
inmediata, autosignificante y no representativa de otro distinto de sí”. Dino Formaggio, La
“muerte del arte” y la estética, México, Grijalbo, 1992, p. 17.
140 “Ante una figura de Pisanello nos preguntamos ante todo ¿quién es? Frente a una figura de
Masaccio, nos preguntamos ¿dónde está? ¿por qué está allí y no en otra parte? ¿qué hace?
¿por qué lo hace? Es decir, nos encontramos inmediatamente inmersos en una dimensión en
la cual lo que cuenta es la acción; y toda acción es un ponerse en relación con alguien o con
algo. […] Lo que Masaccio intuye es la grave responsabilidad que se deriva para el hombre
por el solo hecho de estar en el mundo y, como consecuencia, deber afrontar la realidad”.
G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 2, pp. 82 y 116. “El espacio de la perspectiva
tenía una razón geométrica sólo porque era la dimensión de la acción humana, cuyo orden
era racional. […] Una pintura histórica (lo predicará Alberti) debía reflejar un pensamiento
histórico; en el pensamiento histórico era inmediata la correlación de causas, actos y efectos”.
Giulio Carlo Argan, Ritratti di opere e di artisti, Roma, Editori Riuniti, 1993, p. 5.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 45
141 “El objeto de la investigación ya no es lo bello ideal, sino un estilo que desde el arte se extiende
naturalmente hacia el vestuario y el modo de vida; el arte se convierte en guía del gusto so-
cial”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 3, pp. 231-232. Por eso, el Juicio final de
Miguel Ángel es, para Vasari, “[...] un ejemplo de escorzo y de todas las demás dificultades en
el arte”, que “[...] ha abierto el camino más fácil hacia esta provincia principal del arte que es
el cuerpo humano”. Citado por A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit.,
p. 106. “Allí podemos ver escorzos que parecen relieves, unidos con infinita morbidez; y la
finura de las partes que pintara con tanta dulzura, muestra es en verdad de cómo deben ser
las pinturas de los buenos y verdaderos pintores […]”. G. Vasari, Las vidas de los más excelentes
pintores, escultores y arquitectos, escritas por Giorgio Vasari, pintor aretino (selección), Op. cit., p. 641.
Y la evaluación posterior será muchas veces negativa, por ejemplo en Wölfflin: “El arte se ha
vuelto completamente formalista y no tiene ya ninguna relación con la naturaleza. Construye
los motivos de movimiento según recetas propias, y el cuerpo es ya sólo una máquina es-
quemática de articulaciones y músculos. Cuando nos acercamos al Cristo en el limbo de Bronzino
(Uffizi) creemos contemplar un gabinete anatómico. Todo es erudición anatómica; ya no hay
rastro de la manera de ver ingenua. El sentido de la textura, la sensibilidad por la suavidad de
la piel, por el encanto de la superficie de las cosas, parece haberse extinguido. El gran arte
es la escultura y los pintores se convierten en pintores de esculturas. Con tremenda ceguera
han tirado por la borda toda su riqueza y se han convertido en mendigos. Los encantadores
temas antiguos, como la Adoración de los pastores o el Cortejo de los Reyes Magos, no son
ahora más que un pretexto para construcciones de curvas más o menos indiferentes con
cuerpos desnudos universales”. H. Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento
italiano, Op. cit., p. 231.
142 En el mismo sentido puede citarse la anécdota de la creación del Rapto de las sabinas de Giam-
bologna, en Florencia, relatado por Raffaello Borghini y citado por Gombrich. Giambologna
era reconocido por su habilidad en la realización de figuras de bronce, grandes y pequeñas,
pero especialmente en pequeños modelos; para responder a las críticas de quienes afirmaban
que no sería capaz de crear grandes figuras en mármol, lo que, en definitiva, era el cometido
más importante de la escultura, creó el conjunto que sólo posteriormente, y por iniciativa de
Borghini, asoció con el tema del rapto de las sabinas: “Aquí tenemos, pues, una obra de arte
que […] debe su existencia enteramente al deseo de su artífice de mostrar que podía resolver
un problema artístico. El tema, como expresó él mismo en una carta, fue elegido ‘para de-
mostrar su comprensión y dominio del arte’”. E. H. Gombrich, “El estímulo de la crítica en
el arte del Renacimiento: textos y episodios”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del
Renacimiento, Op. cit., p. 230.
46 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
[…] no se debe usar ninguna otra finales del siglo XV y comienzos del XVI,
medida mejor que el juicio del ojo, ese vínculo se hace cada vez más claro a
el cual, si queda molesto con alguna medida que se la considera como engen-
cosa, aunque ésta haya sido muy
drada por la belleza y manifestación de
bien medida no dejará por eso de
criticarla.143 la misma, tan esencial para el esplendor
corporal como la sal para los alimentos,
Este juicio del ojo es, por una parte, un según Pico della Mirandola. El concepto
nuevo logro a favor de las artes visuales de la gracia, entonces, no altera sino
en su competencia con la poesía, y, por que explica la identidad clásica entre
otra, un replanteamiento de la idea de armonía y belleza y, al eliminarse la car-
la construcción de la belleza con base ga científica de la estética renacentista,
en varios sujetos; es decir, la belleza ya por efecto de la gracia al arte se le exige
no se descubre a partir de proporciones menos rigor y racionalidad. De todas
racionales o medias aritméticas, sino por formas, lo que resulta fundamental es
un proceso de gusto, lo que permitirá la manera como la gracia se manifiesta
entender más adelante la aparición del en el trabajo de los artistas:
capriccio manierista.144
Y en este desplazamiento desde el Los renacentistas clásicos creían que
la gracia es propia de todo aquello
predominio de la inteligencia hacia
que es natural, fácil y espontáneo.
el predominio del gusto se puede intuir Castiglione escribe así que la gracia
no sólo el espíritu cortesano del prin- aparece cuando el comportamiento,
cipado mediceo sino, además, la fina- el gesto o bien la obra son realizados
lidad “cortés” de los estudios de Vasari sin esfuerzo. “Es verdadero arte el que
que, en contraposición al racionalismo no lo parece” [escribe Castiglione].
anterior, proponen un nuevo concepto: Bembo, por su parte, fue más radical
aún: la mayor gracia consiste en un
la gracia.
comportamiento negligente (negligen-
En realidad, la palabra gracia apa- tia); y Castiglione empleó un término
recía ya desde Alberti en relación vaga nuevo: sprezzatura (desprecio, desdén)
con la belleza de los cuerpos, pero sin para definir el comportamiento y las
un fuerte valor conceptual. Más tarde, a acciones descuidadas e indolentes,
143 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 45. Esta referencia al juicio del ojo aparece en la introducción correspondi-
ente al arte de la escultura.
144 “El capriccio, al plantearse como ‘género’ artístico, es la anti-regla, pero precisamente oponién-
dose a la regla tiene su propia regla. Contribuyen a formarla: el uso de alegorías extremadas
hasta la dificultad o hasta la imposibilidad de recuperar el significado de las imágenes, es decir,
hasta la charada; la imitación de motivos antiguos ‘extravagantes’ respecto a la teorización
corriente de lo antiguo; el gusto creciente por el ornato en grutescos; los encuentros siempre
más frecuentes con un mundo de imágenes no clásico, es decir, con el arte flamenco y alemán;
la aplicación extremada hasta el absurdo de las ‘reglas’ perspectivas y proporcionales; el análisis
mismo de la naturaleza que, aunque tenga sus propias leyes, está llena de excepciones, de
bizarrías, de contradicciones”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 3, p. 242.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 47
145 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 146. Cfr.
H. Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., p. 245.
146 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 45 (“Un arte es arte bello en cuanto que a la vez
parece ser naturaleza”), pp. 215-216. Es una reflexión que llegará a ser explícita en la primera
mitad del Cinquecento: “Francisco de Holanda, al referirse a los conceptos de Miguel Ángel,
nos dice que una obra de arte cuando es perfecta, aunque realizada con el mayor esfuerzo,
causa la impresión de que no ha exigido esfuerzo alguno en su realización”. W. Tatarkiewicz,
Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 177.
147 Ibíd., p. 105.
148 Ibíd., p. 163.
146 Ibíd., p. 247.
150 Cfr. A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., pp. 106-107. En los maestros
del Quattrocento no falta la belleza, garantizada por la corrección racional de las proporciones,
sino, precisamente, esa cierta “corrección del juicio” que es la gracia; por eso Vasari define su
estilo como una maniera secca.
48 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
151 Ibíd., p. 111. “Italia estableció en el siglo XVI los conceptos de distinción que han perdurado
hasta hoy en Occidente. Multitud de gestos y movimientos desaparecen de la pintura porque se
consideran demasiado ordinarios. Tenemos la sensación de pasar a otra clase de sociedad; un
arte burgués se convierte en arte aristocrático. Se adopta lo aceptado en los círculos más altos de
la sociedad en cuanto a caracteres distintivos del comportamiento y del sentimiento, y todo el
cielo cristiano, los santos y los héroes, son estilizados para convertirse en seres aristocráticos”. H.
Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., p. 244. En una dirección
que aquí no es la fundamental, será especialmente a partir de la obra de Castiglione cuando la
gracia adquiera su completo significado como condición esencial del “cortesano” ejemplar.
152 Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 235.
153 “Mientras que para los escritores del Primer y del Alto Renacimiento la naturaleza era la
fuente última de toda belleza, cualquiera que fuera la manera con que la imaginación del
artista pudiera transformarla, para los manieristas tardíos, la belleza constituye algo que el
espíritu de Dios infunde directamente en el del hombre y que allí prosigue con independencia
de toda impresión sensorial. La idea contenida en el espíritu del artista es la fuente de toda
belleza en las obras que ha creado y su facultad de producir una imagen del mundo exterior
no tiene importancia, salvo en la medida en que ayuda a dar una expresión visible a su idea.
Aquí, pues, la relación del artista con la naturaleza, que era importante en los comienzos del
Renacimiento, y menos relevante en el caso de Miguel Ángel, casi desaparece”. A. Blunt, La
teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., pp. 145-146.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 49
característico del Barroco del siglo XVII […] hay que tomar en consideración
y que acabará por romper los vínculos el dualismo entonces existente en
entre el arte, la naturaleza y la histo- la comprensión de la naturaleza: la
naturaleza como es en esencia, y la
ria, para refugiarse sólo en las esferas
naturaleza que conoce el hombre
de la idea.154 En Vasari, que trabaja en mediante la experiencia. A juicio de
esta época de transición, conviven el Vasari era una justa aspiración del
trascendentalismo y el empirismo: la arte no limitarse a la experiencia
idea de la gracia como don divino y sino “acercarse a la causa”, y tanto
la reivindicación de que cada artista para él como para la mayoría de los
debe ser analizado y alabado —es decir, teóricos del siglo XVI, la “imitación”
significaba un designio mucho más
juzgado—, no de manera absoluta sino
ambicioso que el requisito de copiar
relativa, dentro de su propio contexto la naturaleza; significaba nada menos
histórico y social. que penetrar en sus leyes.156
En efecto, y como manifestación de
su más decisiva ambigüedad, en Vasari Además, al igual que para la generali-
sigue estando presente la idea del arte dad de los manieristas, para Vasari sigue
como ciencia y del artista como inte- siendo esencial, en cierto sentido, la idea
lectual que investiga la esencia de lo medieval que define el arte a partir de
real;155 incluso está convencido de que la destreza técnica, lo mismo que la idea
el siglo XVI ha dominado, finalmente, renacentista de la aplicación de reglas
la habilidad de imitar y ha logrado la con las cuales se logra la belleza, que se
mayor conformidad con la naturaleza. comprende entonces desde este punto
Sin embargo, el asunto no es simple, de vista material y objetivo:
pues, como dice Tatarkiewciz, para la […] tanto para Vasari como para la
concepción de Vasari mayoría de sus contemporáneos, la
154 En realidad, como se verá más adelante, toda la reflexión de Winckelmann se desarrolla pre-
cisamente en contra de este proceso trascendentalista.
155 Por eso sigue pensando en el arte con referencia a la naturaleza. Por ejemplo, en una encuesta
realizada por Benedetto Varchi en 1546 entre un amplio grupo de artistas, acerca de las dife-
rencias y la superioridad entre la pintura y la escultura, Vasari respondió que la pintura es
superior por “[...] su mayor conformidad con la naturaleza, pues sabe representar más cosas
que la escultura”. La interdependencia entre arte y naturaleza sigue siendo un lugar común
durante todo el siglo XVI y aparece constantemente en Vasari. De aquí surgía la necesidad de
definir la imitación realizada por el arte: imitación, pero no representación (se representan
las cosas como se ven, pero se las imita como se deberían ver); imitación de las leyes que rigen
la naturaleza, pero no imitación de su aspecto; imitación, pero no copia. Cfr. W. Tatarkiewicz,
Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 237-240. Como se verá
más adelante, en la primera edición de Las vidas, posterior cuatro años a la encuesta de Varchi,
Vasari busca una salida diferente: rechaza la disputa entre pintura y escultura, y afirma que
son hermanas, hijas del diseño. Cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori
italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 15.
156 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 251.
Puede recordarse aquí que, por el contrario, según Leonardo, el objeto de cognición de la
pintura es la superficie de las cosas, es decir, el mundo visible.
50 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
tesis de que las artes “provienen de la encima de éste y, por tanto, siendo su-
mente” no significaba que éstas fue- periores a la misma verdad que su obra
ran un producto subjetivo o personal. artística pudiera revelar: es una nueva
Bien al contrario, por idea, forma o
perspectiva para la figura del artista.
diseño entendían un modelo fijo,
universal y objetivo del arte.157 “Así el papa Pablo III dijo del escultor
Benvenuto Cellini que hombres como él,
De todas maneras, es importante se- sin igual en su profesión, estaban por
ñalar que Vasari introduce un elemento encima de la ley”,158 y Cesare Cesarino,
nuevo, antes rechazado por Leonardo, editor y comentador de Vitruvio, afirma-
pues aunque la pintura es una ciencia ba que los artistas eran “semi-dioses” por
que puede enseñarse según reglas fijas, crear obras parecidas a la naturaleza.159
estas reglas se descubren estudiando los Miguel Ángel, por su parte, se dirige al
ejemplos de los mejores maestros del artista afirmando que “[...] con cincel y
arte anterior, como lo intenta, precisa- colores has realizado una obra de arte
mente, en el texto de Las vidas. igual a la de la naturaleza, pero tu mano
aún la ha superado haciendo su belleza
más bella todavía”.160
Arte, artistas y ciudad Esto confirma, ahora incluso con un
en Giorgio Vasari mayor alcance teórico, la exaltación de
la figura del artista no sólo como inte-
En el contexto del Manierismo, Las vidas lectual, sino también como creador, que
de Vasari aparecen como las de persona- se da desde el siglo XV y que explica una
jes con un indiscutible reconocimiento conocida sentencia atribuida a Lorenzo
social, adquirido por medio del arte mis- el Magnífico según la cual “[...] todo
mo, que en el proceso de reflexión del pintor se pinta siempre a sí mismo”.161
arte sobre el arte acaban ubicados por Así, en la misma concepción renacentista
157 Ibíd.
158 Ibíd., p. 93.
159 Ibíd., p. 145.
160 Del Soneto XI, transcrito en W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética
moderna 1400-1700, p. 176. Sin pretender borrar la diferencia entre el genio renacentista y el
genio kantiano, puede reconocerse ya aquí una aproximación a la idea según la cual “[…] las
bellas artes tienen que ser consideradas necesariamente como artes del genio”, a través del
cual la naturaleza da la norma al arte. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 46
(“El arte bello es arte del genio”), p. 217. Como se verá más adelante, Hauser, por su parte,
establece un paralelismo casi absoluto entre la obra de Miguel Ángel y el concepto kantiano
de genio. Cfr. A. Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Op. cit., vol. 1, pp. 418-419.
161 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 93.
Savonarola, a quien tanto Blunt como Tatarkiewicz reconocen un carácter muy avanzado en sus
ideas estéticas, desarrollaba así la misma idea: “Según se dice, todo pintor se pinta a sí mismo;
y si no en cuanto hombre, ya que si hace imágenes de leones, caballos, hombres y mujeres
que no son él, sí se pinta a sí mismo en tanto que pintor, esto es, según su concepción; y aún
siendo distintas las fantasías y figuras que pintan los pintores, todas son, sin embargo, según
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 51
del arte como ciencia, que tendería a rista, sino una consecuencia de su misma
cierta uniformidad como exigencia de concepción teórica, además de un pro-
su lógica matemática interna, comienza yecto político acerca de la relación entre
a afirmarse la multiplicidad de la pro- el artista y la sociedad.163 Es incluso una
ducción artística y, por tanto, la necesi- condición de posibilidad para imaginar
dad del reconocimiento individual: ya el esquema de su trabajo: una Historia
Castiglione diferencia un estilo y tipo de del Arte así habría sido imposible en
belleza propios de cada artista, distintos la época de los clásicos cuando, según
de los demás, pero todos igualmente el mismo Vasari, todos le apostaban
válidos.162 a las matemáticas y, por tanto, a una
Por eso, desde la perspectiva vasaria- normatividad generalizadora; pero es
na, cualquier estudio del arte se desa- posible ahora, a mediados del siglo XVI
rrolla a partir de la obra de los artistas cuando, según él, los artistas le apuestan
y por medio de ella; la búsqueda de una al talento.164
Historia del Arte como historia de los artistas Resulta significativa la vinculación
—que luego atacará Winckelmann— no entre el trabajo de Vasari y la cultura de
es, por tanto, un simple capricho manie- la ciudad específica que es Florencia,165
lo cual se da pese a que él procedía de “[…] como una ciencia en la cual todos
una población diferente, Arezzo, y a podían tomar parte, ya no destinada
pesar de que, por lo menos según las exclusivamente a un consumo interno
leyendas más corrientes, encontró la sino también al gran público”.168 Gracias
inspiración para su libro en los círculos a esta idea, pero contando también, por
literarios de Roma. En otras palabras, supuesto, con las adecuadas condiciones
Las vidas ponen a la ciudad de Florencia de carácter político y económico que se
como escenario del proceso histórico- dan en Florencia, el arte se convierte en
artístico que conocemos con el nombre uno de los elementos que contribuyen a
de Renacimiento.166 la autodefinición cultural de la ciudad,
Por eso, no basta con seguir la tra- en la medida en la cual integra a todos
ma que le permite a Vasari hilvanar sus los miembros de la comunidad:
historias; más en el fondo, como señala
El celebrado ascenso social del ar-
Hans Belting,167 es necesario percibir las
tista renacentista se impone sobre la
fuentes del concepto vasariano de desa- escena pública de la vida ciudadana.
rrollo, que se encuentran en el abandono Las conquistas artísticas comenzaron
de la concepción anterior sobre las artes a conllevar prestigio y consideración
figurativas, que era la de una artesanía social, sobre todo cuando en ellas
herméticamente cerrada en la cual to- fueron reconocidas las contribuciones
dos los elementos del oficio, del manejo que se derivaban de la comunidad. La
existencia de la comunidad o público
de las técnicas y de los instrumentos se era clara para todos sus miembros,
conservaban y transmitían como secretos precisamente porque estaba limitada
corporativos de los gremios. Para Vasari, y estructurada. El individuo recono-
por el contrario, el arte es revalidado cía el propio puesto en la sociedad y
dentro de la idea del progreso artístico: “[…] cuando Vasari identificaba la historia del arte
casi por completo con la historia del arte en Florencia (dejando un margen para aportaciones
tangibles del norte tales como la ‘invención’ de la pintura al óleo), no sólo le movía un pa-
triotismo localista: es que estaba escribiendo la historia del nuevo juego [del arte] que había
surgido ciertamente en Florencia. Y esta nueva concepción actuaba como un vórtice de alcance
e impulso cada vez mayores”. E. H. Gombrich, “La concepción renacentista del progreso
artístico y sus consecuencias”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit.,
p. 29. El “nuevo juego” del arte es, por supuesto, el de la idea del progreso.
166 Es una actitud que, por lo demás, tiene antecedentes claros en el Tratado de la pintura de Alberti:
“La evidencia que aporta Alberti, en la primera parte de su segundo libro [se refiera a los §§
25-29], para argumentar que el arte debe ser considerado como una práctica de quienes ocupan
una posición elevada en la sociedad, proviene toda ella de las fuentes clásicas; por ello señala
que la pintura fue considerada en la antigüedad como una actividad digna de todo tipo de
halagos. Se pensaba que esta clase de argumentos pesarían enormemente entre los contem-
poráneos de Alberti, quienes se veían a sí mismos como patronos ilustrados del movimiento
que buscaba revivir los maravillosos logros del mundo clásico”. J. V. Field, “Introducción”, en:
L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., pp. 18-19.
167 Cfr. H. Belting, “Vasari e la sua eredità”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte,
Op. cit., pp. 78-81.
168 Ibíd., p. 79.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 53
entraba en competencia con los otros, desconocer que aquí radica la mayor
pudiendo ejercer una influencia di- limitación de la obra: ser una historia de
recta sobre el curso de los eventos. artistas para artistas.170 Aunque se limitan
Aquí se formó la conciencia de la
sus alcances en el seno de la sociedad, se
“unidad del problema” en el desarro-
llo de un arte nuevo.169 confirman sus pretensiones de servicio a
la ciudad. De hecho, ubicar a los artistas
El éxito alcanzado por la historiogra- dentro del grupo de los hombres ilustres
fía artística que aparece, entre otras obras se entendía como una exaltación de las
en Las vidas de Vasari, se explica, precisa- glorias de la comunidad.171
mente, porque esa historia de los artistas Dicha exaltación es una idea política
posibilita que se tenga conciencia de la que hunde sus raíces en las concepciones
“unidad del problema” o, lo que es igual, más propias del Renacimiento y que ya
que por lo menos los artistas mismos había encontrado una amplia expresión
descubran y analicen el perfil cultural en los tratados de Leon Battista Alber-
propio de la ciudad. Pero no se puede ti172 y, en concreto, en su reivindicación
teóricos. De hecho, puede decirse que los relatos que logra obtener de personas
Vasari entendía su obra como una gran ancianas y de escritos dejados por los
teoría general de las artes del diseño. artífices, que, según dice, encuentra a
No hay, sin embargo, una equivalente merced del polvo y del gorgojo.177
preocupación por problemas de tipo La dedicatoria a Cosme de Médicis,
metodológico, sino que ha procedido duque de Florencia, que abre el texto de
a una investigación intensa que podría Las vidas, nos interesa porque allí Vasari
calificarse de espontánea y desordenada, contrapone sus posibles deficiencias
pero no de ingenua:175 busca las obras literarias178 a la exaltación de las artes
de arte por todo el país y luego intenta del diseño a las que califica de “exce-
descubrir la patria, los orígenes y las lentísimas y dificilísimas”; se trata, por
acciones de los artífices,176 por medio de supuesto, de la ya vieja reivindicación
175 Vasari hace el más amplio examen de todas las fuentes escritas sobre la historia del arte exis-
tentes en su tiempo, casi todas ellas en manuscritos. Según Schlosser, conoce, entre otros,
los de Ghiberti, el Libro de Antonio Billi, el Anónimo Maglabechiano, el libro de Manetti sobre
Brunelleschi (que le inspira el esquema progresivo), los libros impresos de Alberti, el libro de
Condivi sobre Miguel Ángel (que plagia en muchos puntos) y prácticamente todos los trata-
dos de arquitectura de la época; y su bibliografía se hace mucho más amplia para la segunda
edición. Por otra parte, mantiene amplia correspondencia con muchos informantes de toda
Europa. Conoce y utiliza muchos otros textos de historia general y posee una cultura literaria
poco común. Cfr. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., pp. 263-266. “Esta rápida revista
muestra cuán enciclopédico era Vasari, de qué penetrante mirada estaba dotado y cómo se
basaba en un material del que ningún artista o escritor de arte pudo disponer antes de él”.
Ibíd., p. 267.
176 A lo largo de todo el texto, Vasari utiliza siempre la palabra italiana artefice y no la voz artista
(que no existe en el Renacimiento; cfr. A. Chastel, “El artista”, en: E. Garin et al., El hombre
del Renacimiento, Op. cit., p. 231). De hecho, artefice, en italiano, es una palabra que procede
de artefice, en latín, compuesta de ars, artis, “arte”, y facere, “hacer”; en la palabra artista no
se presenta esta composición, profundamente significativa dentro del concepto vasariano de
arte. Aunque, en general, en toda la bibliografía revisada sobre Vasari se usa la forma artista
que corresponde al uso contemporáneo, en nuestro propio análisis de Las vidas se respeta
la forma artefice, traducida como artífice, excepto en los casos en los cuales se aplica desde
nuestro presente el concepto de artista. De una manera más genérica se podría sostener que,
en buena medida por los vínculos con una concepción artesanal del arte, el contexto de Vasari
es el de una estética de la producción, mientras que el desarrollo de la disciplina de la Historia
del Arte, desde Winckelmann, pero sobre todo por la influencia de Kant, se dirige hacia una
estética de la recepción.
177 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 7.
178 Conviene notar que, desde el título, el libro se dice escrito en toscano, es decir, en lengua
“vulgar” y no, por ejemplo, en el culto latín, alrededor del cual se habían producido las más
fuertes discusiones de los orígenes del Renacimiento; cfr., al respecto, E. H. Gombrich, “Del
renacimiento de las letras a la reforma de las artes: Niccolò Niccoli y Filippo Brunelleschi”,
en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., pp. 183-187. El asunto
se carga de importancia en la definición cultural italiana y reivindica el valor de lo regional
frente a los solos polos urbanos.
56 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
del carácter liberal de las artes plásticas. cierto sentido como una consecuencia
Además, en contra de una visión sim- que se espera obtener por la influencia
plista tradicional que lee en el esquema pedagógica del mismo texto.180
de Vasari el pesimismo de la decadencia
inminente, éste pronostica para el arte
una “cuarta edad”, que seguirá a las tres Los límites de la teoría vasariana
estudiadas en Las vidas, y en las cuales de las artes del diseño
se ha llegado al “supremo grado de la
perfección”.179 Se trata, por supuesto, de Dentro del larguísimo texto de Las
un gesto de cortesía política, propia del vidas, la reflexión teórica de Vasari se
Vasari artista cortesano, dentro del clima concentra en una serie de capítulos que
cultural de la capital medicea; pero, al se separan del cuerpo principal: un
mismo tiempo, es una idea que corres- proemio general, luego la “necesaria
ponde al interés básico en Las vidas por introducción” a las artes del diseño,
exaltar a los artífices, incluyéndose él donde aparece su más densa reflexión
mismo, y al trabajo que continúan reali- acerca del concepto de arte, más adelan-
zando, aún después de Miguel Ángel. La te un prólogo particular a cada una de
idea de una futura y espléndida cuarta las tres partes en que se divide la obra,
edad resuena también al final del pró- y finalmente una conclusión dirigida a
logo a la tercera parte de Las vidas, en los artífices y a los lectores.181
179 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. 3-5.
180 Cfr. Ibíd., pp. 543-544.
181 “Los pasajes más importantes para conocer esta visión histórica son los Proemios de la obra
en sí y de las tres partes, y también el epílogo, la Conclusión”. J. Schlosser, La literatura artística,
Op. cit., p. 279. El análisis que aquí se desarrolla de la obra de Vasari presenta dos límites: el
primero, que ya se ha insinuado, porque se privilegia el texto de 1550, lo que permitirá analizar
con profundidad su planteamiento teórico e histórico, pero no hace posible un estudio “geo-
lógico” de su pensamiento entre las dos versiones de Las vidas; y el segundo, porque el estudio
se circunscribe a los apartes específicamente teóricos del texto. Sería siempre válido intentar
rescatar, dentro del estudio de cada uno de los ciento treinta y tres artífices que escoge Vasari,
las referencias, más o menos explícitas, que tengan que ver con el problema del arte y con los
conceptos de historia, de Historia del Arte, del progreso, del juicio, de la belleza o la gracia, etc.
Pero si el mismo Vasari escribió unos capítulos específicos dedicados a estos temas, es evidente
que los consideraba como la esencia de su pensamiento y su expresión más directa. Por eso,
coherente con el planteamiento básico que establece una conexión esencial entre la claridad
de los problemas teóricos y el desarrollo de la disciplina de la Historia del Arte, el análisis
siguiente se dedica sobre todo a esos textos, aunque como soporte hace también referencia a
los estudios de las vidas de los artistas más emblemáticos de cada una de las tres partes de Las
vidas. El interés que tienen aquí los textos teóricos no sólo se deriva del mismo perfil de este
trabajo, sino también de su condición prácticamente inédita en lengua castellana; de hecho,
la más conocida versión de Las vidas, la de Julio Payró, los elimina totalmente, y se une a la
tradición que atribuye su autoría a Annibale Caro, el amigo de Vasari, quien le ayudó en la
corrección de la obra; cfr. Julio E. Payró, “Estudio preliminar”, en: G. Vasari, Vidas de los más
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 57
El proemio define los objetivos del mundo, de tal manera que su fama viva
trabajo y señala su marco cronológico eternamente.
y conceptual básico: en primer lugar,
[…] sin embargo, se ve claramente
una declaración de propósitos, a la que
que la voracidad del tiempo no sólo
debemos darle la mayor trascendencia, menguó en gran parte las obras pro-
porque marca la que será por siglos la pias [de los artífices] y los testimonios
finalidad de la Historia del Arte: el libro de alabanza de los otros, sino que
de Las vidas tiene como objetivo conser- también borró y extinguió los nom-
var la fama de los grandes maestros.182 bres de todos aquellos que nos fueron
Los más elevados espíritus, piensa, conservados por cualquier medio dis-
tinto a las vivísimas y devotas plumas
caracterizados por un encendido anhelo
de los escritores.183
de gloria, han desplegado siempre los
mayores esfuerzos para crear obras Ahora, a través de un sólido trabajo
que resulten maravillosas para todo el de investigación, busca evitar que pasen
excelentes pintores, escultores y arquitectos, Op. cit., p. xxiii. Schlosser reconoce el estilo peculiar
de estos textos introductorios, moralizantes y más ampulosos según la costumbre de la época,
pero afirma que pertenecen enteramente a Vasari; cfr. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit.,
p. 260. La selección de Guillermo Fernández, publicada por la UNAM en 1996, además del
anunciado trabajo de selección, conserva sólo el proemio general y elimina las introducciones
específicas a las tres artes y la conclusión.
182 Un ejemplo concreto de aquellos síntomas “psicológicos” que se pueden descubrir en Las vidas,
según Previtali, sería, precisamente, esta relación entre historia, arte y fama que surge como
el objetivo inicial de todo el trabajo de elaboración de Las vidas y que debe leerse, de hecho,
en la clave de una propia apología jamás presentada abiertamente. Sin olvidar, además, sus
intereses propagandísticos: “[…] en efecto, no es una casualidad que cuando se le ocurría
elogiar sus propias pinturas (y, como notaba Zuccari [Federigo Zuccaro, pintor italiano y
tratadista de arte, 1542-1609], se lo ocurría con bastante frecuencia), Vasari no insistía mayor
cosa sobre la calidad del producto sino, más bien, sobre la cantidad, la rapidez de ejecución,
el bajo precio, la puntualidad de la entrega, sobre la propia capacidad de enrolar buenos co-
laboradores y de coordinar la obra, y así sucesivamente. Más aún, creo que no se aleje mucho
de la verdad imaginar incluso que él aplicó conscientemente una política de ampliación del
mercado, de bajos precios y de acaparamiento de los encargos”. G. Previtali, “Presentazione”,
en: G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. x-xi.
183 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 7. Sobre el anhelo de la fama como uno de los motores del arte se regresa
permanentemente a lo largo de todo el texto vasariano. Julius von Schlosser ha señalado la
importancia de tener en cuenta la tradición clásica para la consideración de Las vidas; en este
sentido convendría señalar que la fama en Vasari equivale a un concepto de la Antigua Roma
donde la inmortalidad del hombre estaba ligada al recuerdo efectivo que los vivos conservaran
acerca de los muertos. Estas mismas ideas se encontraban también entre los propósitos de
Alberti, tal como lo señala en la dedicatoria del Tratado de la pintura a Filippo Brunelleschi:
“Te suplico continúes, como lo has venido haciendo, encontrando los medios para que tu
maravilloso genio obtenga fama imperecedera”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., p. 59. La
fama como objetivo del arte quedará totalmente por fuera de la idea de la autonomía del arte
que se desarrollará en el siglo XVIII.
58 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
por una segunda muerte y lograr que los límites cronológicos que el mismo
se conserven en la memoria de los autor impone a su trabajo; y no porque
vivos.184 Pero es importante destacar queramos encontrar una dificultad
aquí que, más allá de la temática de la teórica en el hecho de que Vasari los de-
fama, que contribuye a que se considere fina, sino por los argumentos que, casi
el trabajo histórico de Vasari como una de paso, da para ello: en concreto, no
historia de los artistas más que del arte,185 el habla de los antiguos187 “[…] porque
trabajo histórico logra superar inclusive no se puede decir más de lo que ya dije-
la fugacidad del tiempo; así, la verdade- ron todos aquellos escritores que se han
ra historia no es la que se produce en la conservado hasta nuestro tiempo”.188 Es
sucesión de los eventos, sino que es su decir, si frente al arte de sus contempo-
recuento e interpretación lo que los inte- ráneos se preocupa por las obras, que
gra en verdaderos procesos históricos.186 busca recuperar para que puedan ser
Vasari escribe, pues, la verdadera realidad juzgadas, con respecto a los antiguos
de la ciudad a través de la verdadera rea- carece de ese interés, a pesar, por ejem-
lidad de las artes del diseño. plo, de las obras abundantísimas que
En segundo lugar, dentro del proe- habían ya aparecido en las excavaciones
mio no se puede hacer caso omiso de arqueológicas que se hacían en Roma;
184 “[…] me parece del todo adecuado que la historia del arte fuera lanzada al mundo por un artista
interesado en los recuerdos de un gran pasado: Giorgio Vasari. Siempre me ha parecido muy
emocionante que fuera Vasari quien proyectara los Uffizi de Florencia, donde están custodia-
das tantas de las obras que él admiró. […] En Vasari, la convicción de que sólo la tradición y
la memoria pueden conservar vivo el arte, es algo dominante. Dice, exactamente, que esa es la
razón que le hizo escribir las vidas de los artistas”. E. H. Gombrich, “Arte y saber histórico”, en:
Meditaciones sobre un caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., pp. 108-109.
185 Al respecto era ya clara la posición de Alberti: la fama corresponde al artista más que al arte.
“Más que la riqueza, lo que con su trabajo busca el pintor es el elogio, la opinión favorable y
la buena voluntad. Lo logrará si su pintura atrae y encanta a los ojos y a la mente del obser-
vador. […] Pero para que alcance todas estas metas, el pintor primero que nada debe ser buen
hombre y conocedor de las artes liberales. Todos saben que para recibir la buena voluntad de
las personas es mucho más efectivo poseer un buen carácter que ser excelente en el trabajo y
en el arte”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 52, p. 135.
186 La historia es el tiempo verdadero, según un Argan ya citado. G. C. Argan, Storia dell’arte italia-
na, Op. cit., vol. 2, p. 79. Cfr., por ejemplo, Régis Debray, Vida y muerte de la imagen. Historia de
la mirada en Occidente, Barcelona, Paidós, 1994, pp. 20-21.
187 En el “Prólogo de Las vidas”, que viene después de la introducción a las tres artes y antes de
la vida de Cimabue, y que equivale a la presentación de la primera época del arte moderno,
se detiene Vasari en la distinción entre antiguo y viejo, una distinción que es definitiva dentro
de su esquema histórico y que será luego considerada con mayor atención. Baste aquí indicar
que lo antiguo se refiere a las obras hasta Constantino, es decir, al arte clásico y clásico tardío;
lo viejo son las obras hechas a partir de san Silvestre, papa del 314 al 335 y hasta Cimabue, es
decir, todo el arco del arte bizantino y medieval, en su sentido más general. Cfr. G. Vasari, Le
Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit.,
p. 100. Como se verá, sobre lo viejo ni siquiera vale la pena hablar.
188 Ibíd., p. 8.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 59
189 En 1546 Benedetto Varchi publicó en Florencia sus Lecciones sobre la pintura y la escultura, cuyo
mayor interés radicaba en la comparación entre ambas artes, a partir de una especie de encuesta
realizada entre los artistas, inclusive con la participación de Miguel Ángel, y a la cual ya se
hizo referencia. Varchi había ordenado cuidadosamente los argumentos de uno y otro bando.
Miguel Ángel rechazó ese tipo de clasificaciones porque consideraba que ambas artes proceden
de la misma inteligencia. En la encuesta, Vasari defendió la superioridad de la pintura, pero
indicó, además, que la arquitectura está por encima de las demás artes. Cfr. W. Tatarkiewicz,
Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 186, 235-237.
190 “[…] a los términos generales empleados en escritos anteriores referentes al arte, Cennini
añadió uno nuevo, el de diseño. Era éste un nuevo concepto que se convertiría en primordial
para la teoría renacentista del arte. Es difícil comprobar si fue ésta una idea original de Cen-
nini o un término ya usado por aquel entonces en los talleres de pintores. En el lenguaje de
Cennini, diseño ya se usa con las dos acepciones que hoy tiene en italiano moderno, es decir, que
significa tanto el dibujo, como el proyecto, la intención, el propósito. Asimismo, Cennini usa
el término dándole ambos significados a la vez, es decir, en el sentido de dibujo, de forma, de
esbozo de un objeto que no tiene su fuente en el propio objeto sino en el sujeto, en el artista,
y como tal en su proyecto, su intención, su idea, su concepción. Y no se entiende por diseño
aquello que el artista reproduce, sino lo que crea; el factor activo en el arte se contrapone aquí
al pasivo. Y este concepto, que alrededor del año 1400 aparece en la obra de Cennini, sería
uno de los conceptos esenciales de la estética renacentista”. Ibíd., p. 40.
191 Ibíd., p. 187. Como es claro, el carácter conceptual del diseño justifica aquí la consideración
de estas artes como ciencias. Miguel Ángel ya emplea expresamente el concepto de artes del
diseño desde una carta de 1546. Ibíd., p. 245.
60 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
que es el diseño, en el mismo parto cosas difíciles se hacen fáciles por él,
y al mismo tiempo; y no precede la como podréis ver al leer las vidas de
una a la otra sino en la medida en la los artífices; los cuales, ayudados por
cual la virtud y la fuerza de quienes la naturaleza y por el estudio, han
las llevan sobre sí hacen que un artí- hecho cosas sobrehumanas por el
fice se adelante a otro, pero no por medio único del diseño.193
una diferencia o grado de nobleza
que efectivamente se encuentre en En este sentido, más que una res-
ellas. […] con razón, se puede decir puesta nueva a una vieja cuestión, lo
que una misma alma gobierna dos que plantea con respecto al diseño es
cuerpos.192 la reafirmación de que el argumento
de la práctica y de lo concreto sigue
Esta posición, que seguramente
teniendo la primera y la última pa-
puede deberse al eclecticismo teórico
labra, y lo teórico pasa a un segundo
de Vasari, le permite, además, cerrar
plano.194 Por eso, si este texto de Las
la disputa conceptual de manera prag-
vidas es una Historia del Arte, debemos
mática: la hermandad entre pintura
seguir entendiéndolo, al menos en este
y escultura queda comprobada por la
aspecto, dentro de la dirección “cien-
existencia de muchos maestros, entre
tífica”, típica de los análisis desarro-
ellos Leonardo, Antonio Pollaiolo y Mi-
llados desde el Primer Renacimiento.
guel Ángel, que han trabajado en ambos
Pero la influencia de los conceptos
campos. Y toda la introducción se cierra
del pasado es todavía mayor cuando
con una afirmación que el mismo Vasari
aborda cada una de las artes del dise-
presenta como uno de sus aportes funda-
ño, porque Vasari vuelve a establecer
mentales para la práctica artística:
un fuerte paralelismo entre sus propias
Todas estas profesiones y artes inge- investigaciones y los antiguos recetarios
niosas se ve que derivan del diseño, el medievales: es un aspecto que frente a
cual es principio necesario de todas,
nuestro punto de partida básico, que
y no teniéndolo no se tiene nada.
Porque si bien todos los secretos y
plantea la relación esencial entre el
todos los modos son buenos, el del concepto de la autonomía del arte y la
diseño es óptimo por el cual todo Historia del Arte, corrobora las res-
lo perdido se encuentra, y todas las tricciones del concepto de arte como
192 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 15. Cabe recordar que esta idea es diferente a la que presenta el mismo Vasari
en la encuesta de Varchi.
193 Ibíd., p. 88.
194 “Es un error olvidar esta orientación profesional a favor del tesoro de anécdotas que abundan
en ella [la obra de Vasari]; ya que su originalidad depende de una sorprendente insistencia en
las exigencias e incluso las cargas de la profesión, los problemas concretos y, por así decirlo, la
‘física’ de la actividad artística. […] No era negando la realidad material concreta, de las ‘artes
del dibujo’ y su pertenencia natural, necesaria, al campo de las artes mechanicae, como se pretendía
elevar la condición de esos productores a un nuevo estatuto. Por el contrario, fue mediante la
exaltación de los recursos del oficio y la profundización del carácter ‘operativo’ de esta actividad”.
A. Chastel, “El artista”, en: E. Garin et al., El hombre del Renacimiento, Op. cit., p. 231.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 61
195 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 16. Schlosser se remite a la célebre frase de Cicerón acerca de la historia
como maestra de la vida, luz de la verdad, vida de la memoria; cfr. J. Schlosser, La literatura
artística, Op. cit., pp. 269-271. El énfasis en la acción es aquí particularmente significativo: “Se
trata claramente de uno de los aspectos, y no el menos importante, de la revalorización de la
vida activa que hace que los humanistas, al igual que los hombres de negocios, sean favorables
a la conquista, a la exploración, a la posesión del contenido positivo del universo”. A. Chastel,
“El artista”, en: E. Garin et al., El hombre del Renacimiento, Op. cit., p. 231.
196 “Sin duda es incorrecto afirmar que somos más graciosos que otros animales, y por lo menos
no puede decirse que nos sintamos como dioses inmortales. Pero en 1400 los florentinos sí
se sentían así. […] El segundo y más grande de estos cancilleres florentinos, Leonardo Bruni,
comparó las virtudes cívicas de la república de Florencia con las de la Roma republicana.
Luego fue todavía más lejos y la comparó con Atenas en tiempo de Pericles. […] expresa un
ideal que, en la Florencia del siglo XV, había de suplantar a la idea de la caballería: la fama, la
recompensa final del individuo superior”. K. Clark, Civilización, Op. cit., vol. 1, pp. 142-143.
197 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 16. De todas maneras, el tratamiento no es simétrico entre las tres artes;
mientras que dedica siete capítulos a la arquitectura y otros tantos a la escultura, sobre la
pintura se extiende a lo largo de los veintiún restantes. Además, no limita el campo de las
artes del diseño a las más tarde llamadas artes mayores, sino que, dentro de su análisis, incluye
también estucos, decoraciones arquitectónicas, tallas en madera, acuñación y troquelado de
monedas, camafeos, talla de piedras semipreciosas, decoración de fachadas, falsas fachadas
escenográficas, trabajos en laminilla de oro, taraceas en madera, en mármol, en piedras, en
mosaicos o en cáscaras de huevo, esmaltes, pinturas sobre vidrio, etc.
62 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
198 Todavía en 1747 Charles Batteux encontraba problemático el carácter utilitario de la arqui-
tectura: no es una de aquellas bellas artes cuya razón de ser es deleitar ni un arte mecánica que
tiene por finalidad la utilidad; en consecuencia, Batteux se ve obligado a plantear un tercer
grupo, intermedio entre las bellas y las mecánicas, integrado por la arquitectura y la retórica.
Sólo a comienzos del siglo XIX se integra la arquitectura dentro de las bellas artes. Cfr. W. Ta-
tarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 90-91.
199 El énfasis se repetirá en las tres artes; a modo de ejemplo, puede tenerse en cuenta aquí que,
de los títulos de los siete capítulos dedicados a la arquitectura, los seis primeros se refieren a
problemas técnico-artesanales: 1) “De las diversas piedras que sirven a los arquitectos para
los ornamentos y para las estatuas a la escultura”; 2) “Qué es el trabajo de cuadro simple y el
trabajo de cuadro cincelado”; 3) “De los cinco órdenes de arquitectura: rústico, dórico, jónico,
corintio, compuesto, y del trabajo germánico”; 4) “De la manera de hacer las bóvedas vaciadas
que luego se tallan; cuándo se desarman y cómo se empasta el estuco”; 5) “Cómo se hacen las
fuentes rústicas de toba y de residuos de agua y cómo en el estuco se muran los residuos de
piedras cosidas”; y 6) “De la manera de hacer los pavimentos de taracea”. Sólo el séptimo se
refiere a problemas más directamente vinculados con el gusto y la gracia: “Cómo se conoce
un edificio bien proporcionado y qué partes lo componen generalmente”. Cfr. G. Vasari, Le
Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit.,
pp. 19-42. Como de entrada deja de lado el problema utilitario de la arquitectura, el análisis
está limitado, casi siempre, al terreno de lo decorativo que, por supuesto, era esencial en una
época como la suya, anterior a los planteamientos funcionalistas; por ello las referencias a la
arquitectura se encuentran mezcladas casi siempre con temas de escultura.
200 Ibíd., p. 20. Nuestra posición no pretende negar el carácter incluso determinante que pueden
llegar a tener los materiales en una obra de arte; pero este argumento de Vasari, que pasa
por alto trabajos más antiguos en pórfido que él conoce, revela su limitado interés por los
problemas estéticos que vayan más allá de lo técnico. Sobre el mausoleo de Santa Constanza,
realizado en la primera mitad del siglo IV, cuyo estilo está definido por su carácter tardoan-
tiguo, cfr. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 1, pp. 194-197.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 63
acerca del estilo de algunas obras.201 En estética de la obra: los edificios revelan
la misma dirección, dirá que el proble- una mayor maestría y belleza interna en
ma con las piedras más duras es que no la medida en la cual se encuentran cons-
existe en la actualidad un método para truidos de manera más sólida y simple,
hacer figuras con ellas, con lo que revela y a partir de un buen diseño o proyec-
indirectamente que aspiraría a realizar to.203 Sin embargo, en su desarrollo, el
con esas piedras una escultura que vaya análisis se plantea como una revisión de
más allá de la decoración. Esto equivale la forma de sus detalles constructivos y
a reconocer que, a diferencia de lo que decorativos, lo que, en realidad, equivale
ocurría en el taller medieval y del Primer a ubicarlos más en una perspectiva de
Renacimiento, el trabajo artístico no se “escultura”, artesanía y trabajo manual.
encuentra al mero nivel de lo artesa- A pesar de ello, conviene destacar el
nal:202 el artífice Vasari ya no se contenta reconocimiento del valor de la originali-
con las solas labores decorativas, sino dad en el orden compuesto, incluso más
que encuentra en la escultura el valor allá de los clásicos, cuando afirma que:
superior de la creación de imágenes. E […] si los griegos y los romanos
inclusive en la larga lista de piedras bien formaron aquellos primeros cuatro
puede percibirse un valor pedagógico, órdenes y los redujeron a medida
aunque sea teñido con el sabor del taller y regla general, […] puede haber
medieval, pues, además de los datos habido quiénes hasta ahora hayan
prácticos, da ejemplos de obras cono- hecho, en el orden compuesto o
componiendo por sí mismos, cosas
cidas para que el lector identifique los
que aporten mucha más gracia que
materiales, lo que casi siempre es difícil las antiguas.204
de manera directa, y comprenda mejor
sus características físicas y cromáticas. En definitiva, aunque no logre des-
También en el análisis de los órdenes vincularse de las tradiciones anteriores,
de la arquitectura postula nuevos asun- en el texto subyace siempre la idea de
tos que tienen que ver con la valoración una valoración a partir del gusto, que es
201 “Y se conoce que son [esculturas] griegas no sólo por el mármol sino también por el estilo
de las cabezas y el arreglo del cabello y por la nariz de las figuras, que son casi rectas desde
la unión de las cejas hasta la punta de la nariz. Y esto se trabaja con hierros corrientes y con
taladros y se le da brillo con pómez y con yeso de Trípoli, con cuero y estropajo de paja”.
G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 24.
202 André Chastel analiza el carácter de las botteghe (talleres) renacentistas, sus características
sociales y sus implicaciones intelectuales. Cfr. A. Chastel, “El artista”, en: E. Garin et al., El
hombre del Renacimiento, Op. cit., pp. 232-244. Se destaca, en concreto, el proceso de libertad
creciente, en especial en algunos artistas: “[…] la idea de que existía una cierta distancia entre
el programa o el encargo y lo que posteriormente será la obra realizada tras su elaboración,
sitúa al artifex a mitad de camino entre el artesano y el poeta”. Ibíd., p. 252.
203 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. 31-32.
204 Ibíd., p. 34.
64 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
205 Ibíd., pp. 35-36. De este texto procede el apelativo de gótico que damos al arte del final de la
Edad Media: “Esta manera [este estilo] fue encontrada por los Godos quienes, por haber sido
arruinadas las fábricas antiguas y muertos los arquitectos a causa de las guerras, con lo que
quedó hicieron después las obras de esta manera […]”. Cfr. E. H. Gombrich, “Norma y forma.
Las categorías estilísticas de la historia del arte y sus orígenes en los ideales renacentistas”, en:
Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., pp. 187-189. La relación es más
compleja de lo que parece; Panofsky analiza detenidamente la primera hoja de un álbum,
el llamado Libro de dibujos, reunidos por Vasari, publicados por primera vez con la segunda
edición de Las vidas (cfr. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 261) y hoy dispersos; esa
hoja presenta dibujos atribuidos por Vasari a Cimabue, a los cuales el propio Vasari enmarcó
con dibujos arquitectónicos de referencia gótica, que Panofsky vincula con Arnolfo di Cambio,
arquitecto de la Catedral de Florencia (una construcción gótica que Vasari admira): “Para
Vasari, Arnolfo es pues un Cimabue que construye y Cimabue un Arnolfo que pinta […]. Si
Vasari pretendía colocar su ‘dibujo de Cimabue’ en un marco ‘estilísticamente correcto’ (y el
que lo deseara particularmente es bien comprensible, dado su excepcional respeto hacia este
‘renovador del arte’), debía pensar en un ‘marco arnolfiano’, no en uno pura y simplemente
gótico”. Erwin Panofsky, “La primera página del ‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El significado
en las artes visuales, Madrid, Alianza, 1975, p. 231. La investigación de Panofsky es importante
aquí porque revela el carácter relativo del juicio del ojo.
206 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. 40-42. Para destacar la perspectiva de Vasari, es necesario señalar que él no
piensa que el suyo sea un discurso que caiga en detalles, como se sostiene aquí al no encontrar
una auténtica teoría estética; el capítulo se cierra afirmando que ha hablado de manera general
de la arquitectura porque hacerlo de otra forma no sería apropiado para ese texto.
207 Ibíd., p. 41.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 65
como la formulación de una de las ideas pintura presentan la misma dualidad en-
estéticas esenciales vigentes desde Al- tre sus concepciones artesanales, propias
berti y los demás teóricos renacentistas. del taller medieval y renacentista, y la
Quizá lo más importante es que, de búsqueda de una dimensión intelectual.
manera explícita, abandona aquí el es- En concreto, a diferencia del caso de la
quema de cánones y medidas que había arquitectura, ahora plantea de entrada
repetido en los capítulos anteriores y una definición de la escultura,209 donde
reafirma el juicio de gusto: reúne la dimensión conceptual del dise-
ño y la formulación de un procedimiento
Y estas cosas son mejor conocidas por
un buen ojo, el cual, si sabe juzgar, técnico:
se puede considerar como el ver-
dadero compás y la misma medida, La escultura es un arte que va qui-
porque será él quien alabe y exalte tando lo superfluo de la materia que
las obras.208 se trabaja, hasta que la reduce a la
forma de cuerpo diseñada en la idea
Los análisis sobre la escultura y la del artífice.210
En seguida pasa a determinar cuatro ellas juntas las que demuestran el in-
aspectos que deben estar presentes en genio y valor del artista. Su idea es, en
toda escultura perfecta.211 Son ellos: realidad, que “[…] tanto las figuras en
primero, la semejanza con la realidad relieve como las pintadas deben ser
que se pretende imitar; segundo, la co- realizadas más con el juicio que con
rrespondencia entre las distintas partes la mano […]”.213 Y también todos los
de la obra, lo que incluye ante todo una cánones y medidas, que hasta entonces
coherencia de tipo mimético (si el rostro habían sido tan rigurosos en el ámbito
es de un anciano, también deben serlo de la producción, quedan ahora someti-
los demás miembros) a la cual se agrega dos al juicio del ojo y se acomodan a los
más adelante la idea de una coherencia dictados de la gracia, con lo cual ya se
formal que está dada por la aplicación insinúa el desarrollo de una estética de la
de un canon de proporciones; un tercer recepción: el juicio de un espectador, que,
aspecto se refiere al decoro que debe como se sabe, para Vasari casi siempre
presentar la escultura, entendido como es, al mismo tiempo, un artífice:
el trabajo respetuoso sobre el modelo,
vestido o desnudo, de tal manera que se Pero no se debe usar ninguna medida
mejor que el juicio del ojo, el cual,
revele su dignidad, sin ninguna crudeza
aunque una cosa esté muy bien me-
que nos ofenda en la figura; en última dida pero él queda molesto, no dejará
instancia, el decoro es la misma gracia; por ello de criticarla. Puede decirse
y, finalmente, el cuarto aspecto que debe que la medida es una regla justa para
estar presente en toda escultura perfecta ampliar la figura de tal manera que,
es la consideración del lugar en el cual si se conserva el orden, las alturas y
será ubicada, pues ello determina el anchuras, hagan la obra proporciona-
punto de vista del observador y, por da y graciosa; sin embargo, después
el ojo con el juicio va a quitar y a
tanto, resulta esencial para la definición
agregar, donde vea los defectos de la
de todos los demás aspectos. La perfec- obra, de tal manera que le dé preci-
ción que de esta manera alcanza la obra samente proporción, gracia, diseño y
de arte es la más alta imaginable: “Y la perfección, y así la obra sea alabada
estatua o figura que tenga estas partes, por todo buen juicio.214
será perfecta de bondad, de belleza, de
diseño y de gracia”.212 De todas maneras, tras esta expo-
Es obvio que quien habla aquí es sición conceptual, en los restantes seis
un artista intelectual, pues estas con- capítulos sobre la escultura, el texto de
sideraciones no se quedan en la mera Las vidas vuelve a dedicarse a los asun-
dimensión de la práctica, y son todas tos puramente técnicos, típicos de los
211 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. 43-45.
212 Ibíd., p. 45.
213 Ibíd., p. 44.
214 Ibíd., p. 45.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 67
215 “Quizá tengamos que volver sobre nuestros pasos hasta Vasari y reconocer el papel de la habi-
lidad, con el proceso de aprendizaje que lleva implícito. Vasari lo sabía, porque él mismo era
un artista que había luchado con la representación. […] ¿Hubo, quizá, un cambio de función
en la imagen? ¿Desempeñó un papel diferente en aquellas asombrosas sociedades de mentes
exploradoras? El saber histórico, tal como yo lo veo, sólo puede beneficiarse de que se hagan
preguntas tan sorprendentes como éstas; pues sin ellas siempre está en peligro de someterse
a una rutina perpetuadora de sí misma: el refinamiento de las técnicas por ellas mismas”.
E. H. Gombrich, “Arte y saber histórico”, en: Meditaciones sobre un caballo de juguete y otros
ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., pp. 117-118.
216 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri,
Op. cit., p. 58. También aquí aparece la deuda con Alberti quien, en su Tratado de la pintura
la define en los siguientes términos: “El oficio del pintor es describir con líneas y pintar con
colores un cierto grupo de cuerpos de manera que, sobre una superficie dada, a una distancia
fija y con una determinada posición del rayo céntrico, aparezca en relieve y justo como a la
vista lucen dichos cuerpos”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 52, p. 135. El problema
es, pues, la comprensión científico-matemática de la perspectiva y la habilidad técnica para
manejarla y aplicarla, con miras a una mejor imitación de la naturaleza. Lo que ocurre es que
se trata de una definición “de artífice” o “de artista” y no de teórico.
68 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
grandes maestros o esculturas antiguas. porque su mano recibió del cielo esa
Aquí se reivindica un valor especial para agilidad y porque presente las cosas
la práctica del dibujo, pues posibilita un finitas con estudio y fatiga y no con
instinto […].219
arte que hasta se puede llegar a liberar
del modelo exterior, cuando éste ya Además, ya desde la definición origi-
ha sido trabajado con intensidad; por nal de la pintura, enuncia su preocupa-
ejemplo, en el caso de la pintura al ción por los problemas del volumen que
fresco,217 ese previo ejercicio del dibujo antes habían aparecido en la escultura;
es definitivo, porque aparece como la no se trata, en ningún caso, de una am-
única fuente de un juicio práctico que le bigüedad conceptual, sino de reafirmar
permite al fresquista tomar decisiones en que la función y sentido del arte es la
el curso de su trabajo, cuando no resulta imitación de la naturaleza, y, por tanto,
suficiente la sola referencia a los diseños que éste tiene un carácter científico que
preparatorios. resulta más difícil para la pintura, pues
Además, también en la pintura se trabaja a partir de la ilusión desarrolla-
plantea una perfección equivalente a da sobre un plano. Vasari pretende que
la de la escultura, en cuanto a natura- las cosas naturales que muestran en las
lidad, coherencia, gracia y decoro, con pinturas
un discurso que inclusive se repite por
momentos.218 En realidad, el artífice […] no estén muertas sino que se
logra la perfección por un don especial presenten vivas y verdaderas a quien
del cielo que es, de hecho, el don de la las considere. Que se cuiden de las
crudezas y busquen que las cosas que
gracia, pero también como resultado del
hacen continuamente no parezcan
estudio académico, el mismo que más pintadas sino que se demuestren
adelante será impulsado en la Academia como vivas y con un relieve que salga
vasariana: de sus obras. Este es el verdadero
diseño establecido y la verdadera
[…] de manera que el arte sea acom- invención que se percibe que ha sido
pañado siempre con una gracia de dada por su autor a las pinturas que
facilidad y de limpia hermosura de se pueden llamar buenas.220
colores, y la obra realizada con per-
fección, no con un esfuerzo de pasión De todas maneras, también en el
cruel que haga sufrir a los hombres
análisis de la pintura acaban por pre-
que la miran por el dolor que en
tal obra ven que soporta el artífice,
dominar los aspectos manuales que van
sino que los lleve a sentirse felices a cobrar un peso definitivo a la hora
217 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 66.
218 Ibíd., p. 59.
219 Ibíd., pp. 59-60.
220 Ibíd., p. 60. Es la búsqueda de aquella “ilusión de vida” que supera la mera fidelidad al aspecto
superficial de las cosas; cfr. E. H. Gombrich, “El estilo all’antica: imitación y asimilación”, en:
Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., pp. 269-271.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 69
de intentar una historia de las artes del de la obra en tres partes, y en el tercero
diseño.221 se analizan, de manera general, las con-
diciones del arte de su tiempo.
Para toda la discusión posterior resul-
Hacia una teoría de los orígenes ta indispensable detenerse en la historia
del arte del arte antiguo según Vasari, la cual, tal
como había aparecido ya desde el proe-
Cada una de las tres partes de Las vidas mio general, confirma que el análisis del
está antecedida por un prólogo dedica- arte no se realiza desde las obras mismas,
do a la formulación de los problemas sino a partir de fuentes y paradigmas
teóricos que se generan en su trabajo literarios. Vasari no estudia las obras de
historiográfico y que, de acuerdo con arte antiguas, ni parece interesado en
nuestra tesis básica, que postula el víncu- conocer siquiera las que han sido exca-
lo esencial entre el concepto de arte y la vadas a su alrededor; en cambio, dirige
disciplina de la Historia del Arte, harán su atención a los textos escritos, como
patente la misma ambigüedad teórica documentos permanentes que superan
que se percibe en la introducción a cada unas manifestaciones artísticas irreme-
una de las artes. En el primero de estos diablemente transitorias.223
prólogos se regresa a la historia del arte Por eso, buscando la más antigua re-
antiguo222 en un sentido que ya había ferencia literaria, encuentra los orígenes
sido insinuado desde el proemio gene- del arte en el relato mismo de la creación
ral; en el segundo se justifica la división en el Génesis;224 y este origen genera a
221 Incluso aunque en el capítulo XXI, “Del pintar al óleo, en madera o sobre tela”, en: G. Vasari,
Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit.,
pp. 67-69, se intenta una historia de la pintura al óleo desde Jan van Eyck hasta Rafael,
se anuncian ya los límites de todo el texto de Las vidas, pues se reduce a una historia de la
producción de las obras; sirva de ejemplo el siguiente fragmento: “[…] Giusto da Guanto,
que hizo la tabla de la Comunión del Duque de Urbino y otras pinturas, y Ugo de Amberes
[Hugo van der Goes] que hizo la tabla de Santa María Nueva de Florencia. Este arte [del óleo]
fue llevado luego a Italia por Antonello da Messina quien pasó muchos años en Flandes, y al
regresar más acá de los montes [de los Alpes] se quedó a vivir en Venecia donde la enseñó a
algunos amigos, uno de los cuales fue Domenico Veneziano que la llevó a Florencia, donde
pintó al óleo la capilla de los Portinari en Santa María Nueva […]”. Ibíd., p. 68.
222 Ibíd., pp. 89-102.
223 Esta actitud de Vasari contrasta con la de Alberti quien, aunque también está obligado a re-
visar la pintura antigua a partir de la literatura y no puede realizar análisis directos, no hace
depender su valor del paradigma literario. Cfr. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., §§ 25-28,
pp. 99-106.
224 En general, según Vasari, los escritores están de acuerdo en considerar que la pintura y la es-
cultura nacieron en Egipto, aunque algunos atribuyen a los caldeos la invención de la escultura
y a los griegos la del pincel y el colorido. “Pero yo digo mejor que el ser de esas dos artes es
el diseño, que éste es su fundamento, más aún que es el alma misma que concibe y nutre en sí
todas las partes de los intelectos y que ya era perfectísimo en su origen más que todas las demás
cosas, cuando el Dios altísimo, habiendo hecho el gran cuerpo del mundo y adornado el cielo
70 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
con sus luces clarísimas, descendió con la inteligencia más abajo en la limpieza del aire hasta
la solidez de la tierra, y, al formar al hombre, con la bella invención de las cosas descubrió la
primera forma de la escultura y de la pintura […]”. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti,
pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 89.
225 Ibíd., pp. 93-94. De todas maneras, como se anotaba antes (cfr. A. Blunt, La teoría de las artes
en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 111) hay un cierto límite “provinciano” en Vasari, que
privilegia el arte toscano, aunque ello se justifique desde la perspectiva historiográfica de ese
“arte que progresa”, que es, efectivamente, el arte florentino.
226 Se podría aplicar aquí la afirmación ya citada de Julius von Schlosser acerca de la vinculación
de Vasari con la tradición clásica. Cfr. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 270.
227 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 91.
228 Ya antes del diluvio se hacían estatuas con el fin de conservar la fama inmortal de determinados
individuos. Ibíd., p. 91. La idea de la fama es un leitmotiv a lo largo de todo el texto y dentro de
cada una de las vidas, que casi siempre se inician con una referencia a ella. Así, por ejemplo,
la obra de Cimabue fue la razón para que su alumno Giotto, “[…] movido por la ambición de
la fama y ayudado por el cielo y la naturaleza, llegó tan alto con el pensamiento, que abrió la
puerta de la verdad a quienes han llevado ese oficio al estupor y a la maravilla que vemos en
nuestro siglo”. Ibíd., p. 108 (de la vida de Giovanni Cimabue). El problema es tan importante,
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 71
entender que, dentro de la perspectiva Según Vasari, tras este último mo-
histórica vasariana, no cabe buscar una mento de la grandeza clásica, que
Historia del Arte que se plantee como coincide con el reconocimiento de los
interpretación de las obras. artífices, nos hundimos en la oscuridad
El objetivo de la fama aparece tam- de las invasiones bárbaras que destru-
bién ligado, desde el arte antiguo, con yeron a Roma.
el interés por una historia de los más Pero más allá de esa destrucción vino
excelentes artífices, de quienes afirma la que propiciaron los mismos cristia-
que fueron dotados por el cielo, no sólo nos,230 a quienes Vasari considera los
de los más altos valores del ornamento de más responsables de la pérdida del arte
la poesía, sino inclusive de la filosofía; se antiguo: buscando eliminar los errores
trata, por supuesto, de la reivindicación de los gentiles, acabaron también con sus
del ambicionado carácter liberal de estatuas y esculturas, pinturas, mosaicos
estas artes, sobre el que se discute en el y ornamentos, e incluso destruyeron
Renacimiento, pero que Vasari remonta los templos de los dioses para construir
libremente hasta la época romana, fun- iglesias con sus despojos. Y para rematar
damentándose en Plinio y en Alberti: la destrucción, Constante II de Constan-
tinopla, emperador del 641 al 668, tomó
Por decreto público fue prohibido
que los siervos hicieran obras de arte la ciudad de Roma en 663 y la despojó
para la ciudad, y las personas co- de todo lo que aún se conservaba:
rrientes alababan tanto al arte y a los
artífices que las obras raras del botín Y así, todo lo que no habían dañado
de los triunfos se enviaban a Roma los pontífices, y principalmente San
como cosas milagrosas, y los artífices Gregorio, de quien se dice que elimi-
egregios que eran siervos recibían nó todo lo que quedaba de las estatuas
la libertad y el reconocimiento con y de los despojos de los edificios,
grandes premios por parte de las finalmente acabó mal por las manos
repúblicas.229 de este malvadísimo griego.231
que la edición de Torrentino de 1550 se concluía con una única xilografía del propio Vasari
que representaba a la Fama con las tres artes y los artistas muertos. Ibíd., p. 919. (La edición
de 1568 tendrá, en cambio, muchos grabados e ilustraciones).
229 Ibíd., p. 92. El asunto tiene incluso el carácter de propaganda que intenta conmover a los
mecenas del siglo XVI. En Alberti la referencia se hacía a Grecia, aunque quizá se trate de una
generalización de “los antiguos”, pues, como se sabe, también para él la fuente principal es
la obra de Plinio: “Tan grande era la reputación que la pintura guardaba entre los griegos
que se proclamaron leyes y edictos para prohibir a los esclavos el aprendizaje de la pintura.
Ciertamente hicieron algo correcto, pues el arte de la pintura sólo merece la atención de las
mentes liberales y de los intelectos nobles”. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 28, p. 105.
230 La idea de que el estancamiento y decadencia del arte comienza con Constantino aparecía
ya en Ghiberti e inclusive en los escritos de Villani, en la segunda mitad del siglo XIV. Cfr.
J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 146.
231 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri,
Op. cit., p. 97. La dura crítica de Vasari a la Iglesia romana sólo pudo ser posible por la relativa
72 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
(no espontaneidad), gracia, orden, me- viejas, las que desde San Silvestre
dida, diseño, racionalidad. en adelante fueron hechas por un
Hacia 1250,235 dice, se va a producir cierto reducto de griegos, que más
bien sabían teñir que pintar. Porque
el cambio definitivo: movidas por el
habiendo muerto en aquellas guerras
cielo y ayudadas por la sutileza del aire, los excelentes artífices primeros,
las bellas inteligencias que produce la al remanente de aquellos griegos,
Toscana236 se remiten a las primeras viejos y no antiguos, no quedó más
formas del arte. Y aunque lo que cono- que las líneas básicas en un campo
cen del arte antiguo son apenas restos y de color […].238
ruinas, ello les basta para desarrollar su
Pero no distingue el arte bizantino
juicio y distinguir lo bueno de lo malo;
por sus elementos formales, sino sólo
por eso abandonan el viejo estilo y se
como punto de partida del arte me-
dedican fervientemente a la imitación
dieval; y tampoco establece ninguna
de lo antiguo, posibilitando así el redes-
distinción entre el tardorromano y el ro-
cubrimiento y reinicio del arte.237
mánico, sino que, por ejemplo, atribuye
Vasari distingue cronológicamente lo
a los mismos artífices los mosaicos de las
antiguo y lo viejo:
iglesias romanas de Santa Prudenciana,
[…] antiguas son las cosas anteriores del siglo IV, y de Santa María Nueva,
a Constantino […] las otras se llaman realizados en el siglo XII.239 Tal falta de
235 Esta fecha, señalada expresamente por Vasari con un fuerte valor de deux ex machina, continúa
siendo un hito en la historia del arte y la cultura italianos; de hecho, el siglo XIII se interpreta
como un “Primer Renacimiento”; cfr. Erwin Panofsky, “‘I primi lumi’: la pintura del Trecento
italiano y su impacto sobre el resto de Europa”, en: Renacimiento y renacimientos en el arte
occidental, 3.a ed., Madrid, Alianza, 1981, pp. 175-235.
236 De nuevo, los ingredientes iniciales del proceso que conducirá al Renacimiento tienen que
ver con el origen divino del arte (fuente de la inspiración), la inteligencia (por el carácter
intelectual y liberal del arte) y la naturaleza-historia (Toscana, en este caso). Gombrich anota
que se trata, en realidad, de explicar el arranque de la tradición renacentista y que la clase
de “insensatez incidental” representada por la explicación de Vasari no ha desaparecido del
horizonte de la Historia del Arte: “Aquellos de ustedes que tengan familiaridad con obras
de arte y arqueología saben que este tipo de insensatez incidental no ha desaparecido en
absoluto de nuestros libros. Pero en Vasari era más excusable. Al fin y al cabo, su libro apare-
ció catorce años antes de que naciera aquel otro gran toscano que acabó con esta idea de la
explicación: me refiero a Galileo Galilei. […] Ahí, desde luego, está el gran peligro de este
tipo de explicaciones por esencias. No sólo están vacías en sí, sino que detienen por completo
toda averiguación”. E. H. Gombrich, “Arte y saber histórico”, en: Meditaciones sobre un caballo
de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., p. 113.
237 Gombrich señala cómo esta idea general de una “restauración del arte” había sido ya formulada
por Dionisio de Halicarnaso en el texto Sobre los antiguos oradores, del año 25 a.C., tal vez fuente
directa de la interpretación de Vasari. Cfr. E. H. Gombrich, “El Manierismo: trasfondo histo-
riográfico”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., pp. 219-220.
238 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op.
cit., p. 100. Constantino fue emperador del 306 al 337 y san Silvestre fue papa del 314 al 335.
239 Cfr. Ibíd., p. 101, y en ella las citas 221 y 222.
74 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
preocupación, que se une a las disculpas repite por descuido de los hombres, por
por haberse extendido demasiado en es- maldad de los siglos o por orden del
tos temas, sólo es explicable porque, en cielo, y el arte regresa al desorden y la
su concepción del arte, no tiene cabida ruina, los trabajos de Vasari contribuirán
tal tipo de obras ni en ellas encuentra la a mantenerlo con vida o, por lo menos,
posibilidad efectiva de seguir un proceso incitarán a buscar las ayudas para ello,
histórico estético que vaya más allá de ayudas que hasta ahora no ha recibido.
las fuentes literarias. A partir de la analogía biológica, así
Con todo, Vasari ratifica la importan- definida para comprender el progreso
cia de esta rápida mirada al arte antiguo, del arte,241 y que se descubre ya en el
muy útil para los artífices modernos análisis del arte antiguo, emprende Va-
quienes, al considerar el proceso desde sari su minucioso recorrido por la obra
sus incipientes principios hasta la suma de cada uno de los artífices. Y aunque,
grandeza, para precipitarse luego en la como se ha dicho, se tratará de una His-
ruina extrema, comprenderán la natu- toria del Arte como historia de los artistas
raleza de estas artes, cuya fama y memoria se quiere conservar,
Vasari afirma que no se detendrá a des-
[…] similar a la de las demás artes
que, como los cuerpos humanos, cribir la apariencia física de cada uno de
nacen, crecen, envejecen y mueren; ellos porque eso se puede conocer mejor
[así los artífices] podrán ahora cono- viendo los retratos que se compromete
cer más fácilmente el progreso de su a identificar y ubicar: los artífices son
renacimiento, y la misma perfección gloriosos por sus obras y, por eso, Vasari
a la que el arte ha llegado en nuestros se dedicará a presentarlas, esforzándose
tiempos.240
“[…] en observar lo más que se pueda
Y ratifica la trascendencia de esta el orden de su estilo, más que del tiem-
historia que escribe, pues, ¡Dios no lo po”.242 Y en esta separación entre estilo
quiera!, si el proceso de decadencia se y tiempo, que se aplica al relato de cada
240 Ibíd.
241 “[…] el propio Vasari estaba hechizado por el espectro de un mito, un mito que hizo mucho
por propagar. Creía que las artes tienen su nacimiento, crecimiento, vejez y muerte, igual
que nuestros cuerpos humanos. Y sentía, aunque no se atrevió del todo a decirlo, que los
enormes logros de Miguel Ángel indicaban que el ciclo vital del arte había llegado a su cima
y ya marchaba hacia su decaimiento. Sería interesante especular con qué efecto tuvo esa visión
del pasado, que sin duda compartían muchos amigos de Vasari, sobre el arte de ellos mismos,
sobre el discutidísimo estilo que llamamos manierismo. Pues aquí tenemos un ejemplo donde
un mito del pasado quizá haya creado realmente una de esas neurosis colectivas que men-
cionaba. En efecto, el mito irracional del ciclo y el temor a la decadencia han obsesionado
desde entonces al arte occidental, a veces, claro está, en forma de un exagerado acento puesto
sobre la creencia en el progreso”. E. H. Gombrich, “Arte y saber histórico”, en: Meditaciones
sobre un caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., p. 109.
242 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 102.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 75
vida, pero no al proceso general, pue- […] como los que sabían que la his-
de percibirse otra contradicción en el toria es verdaderamente el espejo de
planteamiento vasariano; como se verá, la vida, no para narrar áridamente
los casos ocurridos a un príncipe o
Las vidas se estructuran a partir de la
a una república, sino para llamar
ubicación geográfica de cada obra y así la atención acerca de los juicios, los
acaba perdiéndose la posibilidad de que consejos, las decisiones y los manejos
éstas se iluminen mutuamente, lo que, de los hombres, razón luego de las
por lo demás, tampoco formaba parte acciones felices o infelices. Todo ello
de sus intereses. es precisamente el alma de la historia;
y lo que verdaderamente enseña a
vivir y hace prudentes a los hombres y
La Historia del Arte como progreso lo que, unido al placer que conlleva el
ver las cosas pasadas como presentes,
es el verdadero fin de aquella.244
Los prólogos a la segunda y tercera parte
de Las vidas están dedicados a caracteri- En segundo lugar, reivindica el juicio
zar el moderno progreso del arte a partir de valor como la condición esencial del
de Giovanni Cimabue y, en ese sentido, trabajo del historiador del arte y como
plantean el esquema histórico esencial la base de la misma actividad de los ar-
de esta historia de artistas. tistas, y plantea los alcances y objetivos
Pero para contextualizar el esque- de ese juicio dentro de Las vidas:
ma, el prólogo a la segunda parte243 se
Para lo cual, habiendo decidido es-
abre con la reformulación de todo el
cribir las historias de los nobilísimos
fundamento teórico, no mecánico, que artífices, para provecho de las artes
sostiene el trabajo de Las vidas, en la hasta donde soportan mis fuerzas, y
misma dirección en la que se insiste a lo adicionalmente para honrarlas, he
largo de la obra, pero ahora condensado mantenido cuanto podía el mismo
en tres fragmentos de extraordinaria proceder, imitando a hombres tan
importancia, que definen con especial valientes; y me las ingenié no sólo
claridad sus objetivos. para decir lo que hicieron sino in-
En primer lugar, la intención de Va- cluso seleccionarlo, distinguiendo
lo mejor de lo bueno y lo óptimo de
sari es escribir una historia; no se limita a
lo mejor, y darme cuenta un poco
hacer un mero inventario de los artífices cuidadosamente de las formas, las
y de sus obras, sino que quiere plantear expresiones, los estilos [maniere], los
su punto de vista sobre ellas, para lograr rasgos y las invenciones de los pinto-
un trabajo histórico entendido en pers- res y de los escultores; investigando
pectiva pedagógica y social: lo más diligentemente que he sido
capaz, para hacerlo conocer a quie- por mí, para no caer en demasiada
nes no saben hacer estas cosas por sí minuciosidad, en tres partes o, si
mismos, las causas y las raíces de los se quiere, en tres edades, desde el
estilos [maniere] y del mejoramiento o renacimiento de estas artes hasta el
empeoramiento de las artes, sucedi- siglo en que vivimos, con base en la
dos en diversos tiempos y en distintas clarísima diferencia que se percibe en
personas.245 cada una de ellas.246
significación parece que es esencial para la propia estructura de las narraciones. Si un aconte-
cimiento anterior no es significativo con respecto a uno posterior en un relato, no pertenece
a ese relato. Y siempre se puede justificar la inclusión de un acontecimiento mostrando que
es significativo en este sentido precisamente”. Ibíd., p. 87. En esta misma dirección, Gombrich
descubre el límite más problemático de Las vidas en el empleo de una “mirada retrospectiva”:
“Lo que importa es su voluntad de proyectar el presente sobre el pasado, de suponer que
los artistas que trabajaban al temple anhelaban un método [el óleo] que no conocían. […] Y
aunque la mirada retrospectiva deforma nuestra visión si imaginamos a Fra Angelico apurado
por la falta de suavidad y vivacidad de su medio, la mirada retrospectiva muestra su poder si
nos hace prestar atención a las razones que aseguraron una victoria tan rápida del óleo sobre
el temple. […] Lo que puede molestarnos en el relato de Vasari es meramente la suposición
de que toda mejora haya debido proceder de un ansia de la misma […]. Pero aunque tenemos
que reconocer estos peligros de la visión retrospectiva, que han viciado historias más recientes
que la de Vasari y han tendido a reducir la historia del arte a la historia de cómo el pasado
luchó por convertirse en el presente, no debemos permitir que nuestra conciencia de estas
limitaciones descarte como ahistórico todo el relato de Vasari”. E. H. Gombrich, “El estímulo
de la crítica en el arte del Renacimiento: textos y episodios”, en: El legado de Apeles. Estudios
sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., pp. 212-213.
249 En el fondo existe aquí una intuición jamás explicitada de la relación entre historia del arte e
historia de las ideas estéticas, que será luego desarrollada por Winckelmann y que reviste la
más profunda significación para nuestro análisis: “Es característico de la concepción de Vasari
de la historia, compartida por sus contemporáneos y ‘compañeros de viaje’, el hecho de que
ésta se halle dominada por dos principios esencialmente heterogéneos, que sólo a través de un
largo y trabajoso proceso de desarrollo habían de disociarse (proceso que, dicho sea de paso,
puede constatarse en todos los dominios de la búsqueda intelectual), Por una parte, se sentía
la necesidad de una exposición de los fenómenos en función de sus relaciones tangibles en el
tiempo y el espacio, y por otra, la de interpretarlos en función de su valor y de su significación.
Hoy nos hemos situado más allá de la disociación entre estos dos principios, que se había rea-
lizado sólo en los siglos XVIII y XIX, y creemos firmemente que la ‘historia del arte’ y la ‘teoría
del arte’ representan dos puntos de vista diferentes en cuanto al método, pero necesariamente
interrelacionados e interdependientes por lo que se refiere a su fin último. Distinguimos la
‘historia del arte’, que se limita a comprender las relaciones que existen entre las creaciones
individuales, de la ‘teoría del arte’, que se ocupa, de manera crítica o fenomenológica, de los
problemas generales que plantean y resuelven esas creaciones u obras. Y justamente porque
somos conscientes de esta distinción, somos capaces de apuntar a una síntesis que en última
instancia consiga interpretar el proceso histórico con la debida consideración de los ‘problemas
artísticos’, e inversamente logre valorar los ‘problemas artísticos’ desde un punto de vista
histórico”. E. Panofsky, “La primera página del ‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El significado en
las artes visuales, Op. cit., pp. 220-221. En el fondo, se trata de la pregunta acerca de la posi-
bilidad de relacionar historia (“las relaciones tangibles en el tiempo y el espacio”) y arte (“el
valor y significado” de las obras).
250 Desde el mundo clásico, este tipo de esquemas se relaciona con “las tres edades del hombre”;
cfr. Ibíd., p. 226. Las tres edades tienen una amplia tradición romana; los escritores antiguos
identificaban una latinidad de oro, plata y bronce, en la cual había una expresa referencia a los
78 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
son características que se refieren a las se ha dicho, el interés de Vasari por las
condiciones internas del estilo de las vidas y las obras específicas de los artífi-
obras251 y que en ningún caso establecen ces se haya originado en la pervivencia
relaciones entre el arte y la realidad exte- de las concepciones medievales ligadas
rior, política, social, cultural o religiosa. a la condición mecánica de las artes del
Por otra parte, es un proceso en el cual diseño; sin embargo, lo que de hecho
llega a estas formulaciones de carácter encontramos en Las vidas anuncia ya
general sólo a partir del conocimiento un planteamiento inductivo, que pode-
particular de la vida y de las obras con- mos considerar de carácter científico y
cretas de los artífices;252 hay aquí, por experimental; y con ello se formula un
tanto, un camino hasta cierto punto punto de partida esencial para todos
inverso al seguido por el mismo Vasari los desarrollos futuros de una disciplina
en sus referencias al arte antiguo, y sobre que, en gran medida, se sigue basando
todo al de Alberti en sus tratados, o al en Vasari.
de todos los esquemas trascendentalis- Pero tampoco puede afirmarse que
tas medievales, donde se partía o bien el proceso sea exclusivamente induc-
de textos clásicos, como los de Plinio tivo, lo que, además, quizá nunca sea
y Vitruvio, o de ideas universales que posible en las disciplinas históricas,
de manera deductiva se aplicaban a la pues la idea del progreso aparece como
realidad concreta. Posiblemente, como una estructura propia de la cultura de
La imagen, por tanto, estaba a la […] se ha visto que estas tres artes es-
mano. Además se daba casi por taban muy alejadas de su perfección, y
253 Estamos aquí ante el problema básico del punto de partida de la interpretación. “Puede decirse
que ‘idealmente’ deberíamos limpiar nuestras mentes de toda idea preconcebida e ir contem-
plando una tras otra las obras de arte creadas en una época o región dadas, tomando diligente
nota de cuanto tengan en común. Pero los que abordan un problema con la mente vacía saldrán
inexorablemente con una solución vacía. Si pidiéramos a un investigador verdaderamente sin
prejuicios que investigue lo que tienen en común la mayor parte de los cuadros de una época,
tal vez proponga la respuesta de que todos ellos contienen carbono. […] En realidad el punto
muerto no es tan grave como parece. Cierto que no podemos abordar el pasado sin nociones
preconcebidas, pero nada nos obliga a aferrarnos a ellas si se demuestran inadecuadas. […]
las categorías estilísticas tienen un carácter de hipótesis”. E. H. Gombrich, “El Manierismo:
trasfondo historiográfico”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit.,
pp. 219-220. Desde esta perspectiva, no tiene sentido desconocer el valor del previo esquema
vasariano y sus esfuerzos deductivos.
254 “Solía sucederme que a la par de maravillarme me lamentaba de que tantas excelentes y divinas
artes y ciencias, que a partir de sus trabajos y relatos históricos sabemos fueron poseídas en
abundancia por los talentosos hombres de la antigüedad, hayan desaparecido y estén perdidas
casi en su totalidad. Pintores, escultores, arquitectos, músicos, geómetras, retóricos, adivinos
y demás distinguidos y notables intelectos son raramente encontrados en nuestros días y se
les considera de poco mérito. Por ello había creído lo que escuché a muchos decir, que la na-
turaleza, señora de todas las cosas, se había llenado de años y de fatiga, y ya no engendraba
intelectos como tampoco gigantes en la vasta y maravillosa escala como lo hacía en lo que
podríamos llamar sus jóvenes y más gloriosos días. Pero a mi retorno a ésta la más bella de las
ciudades, acabado el largo exilio con el que nosotros los Alberti habíamos envejecido, reconocí
en muchos, pero sobretodo en ti, Filippo, y en nuestro gran amigo el escultor Donatello y en
los otros, Nencio, Luca y Masaccio, un genio para toda empresa loable que en manera alguna
lucía inferior al de cualquiera de los antiguos que alcanzaron la fama en estas artes”. L. B.
Alberti, De la pintura, Op. cit., p. 57.
255 E. H. Gombrich, “La concepción renacentista del progreso artístico y sus consecuencias”, en:
Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 15.
256 Para las características de esta primera etapa, cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti,
pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., pp. 208-213.
80 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
cuando en ellas ha habido algo bueno escultura. Vasari denomina esta época
estaba acompañado de tanta imper- como el estilo de Giotto porque, después
fección que, ciertamente, no merece del comienzo de Cimabue, fue él quien
gran alabanza […].257
logró acabar definitivamente con la
Por eso, afirma que, aunque las obras manera bizantina, a través de una me-
de entonces no se pueden medir con el jor imitación de la naturaleza en las
rigor de la regla del arte porque no me- actitudes de sus figuras, la vivacidad de
recerían ningún reconocimiento, debe las cabezas y rostros, el tratamiento de
tenerse en cuenta que en ellas se dio los vestidos, la suavidad del color y, al
comienzo al proceso hacia lo mejor. menos de manera inicial, en unos es-
Pero, de todas maneras, habían corzos incipientes. Además, comienza a
partido de las deformidades anteriores presentar sentimientos como el temor, la
donde, en casos como los de la arqui- esperanza, la ira o el amor, implicando
tectura, lo único bueno eran los escasos en ello todos los elementos de la figura,
fragmentos antiguos; y aunque cierta- aunque sin la bella gracia móvil que da
mente estos artífices mejoraron bastante la vida; de todas maneras, a pesar de la
las cosas, las obras siguen siendo confu- pobreza de este arte y de esos tiempos,
sas e imperfectas, sin gran ornamento, nunca en la época anterior había habido
sin las medidas y proporciones correctas, un pintor mejor que Giotto.
sin respeto a los órdenes clásicos. Lo En la segunda edad 258 aparecen
mismo se puede decir de la escultura, artífices como Brunelleschi, Masaccio,
que comienza a alejarse del estilo grie- Donatello, Lorenzo Ghiberti, Alberti,
go burdo, en el cual, en realidad, las Paolo Uccello, Piero della Francesca,
estatuas parecían más una obra salida Filippo Lippi, Verrocchio y Perugino que
de una cantera que de manos de un corresponden a los tres primeros cuartos
artífice. Giotto y los escultores pisanos del siglo XV y son, en general, considera-
comienzan a intentar algo bueno al dos hoy como los pioneros y los represen-
mejorar las figuras, los pliegues y las tantes del Primer Renacimiento; pero, al
actitudes, pero siguen faltando muchos mismo tiempo, se agrega a Gentile da
elementos porque ni el diseño estaba Fabriano y a Pisanello, mejor ubicados
suficientemente desarrollado en su en el Gótico Internacional de finales del
tiempo ni los artífices conocían obras siglo XIV. En este segundo momento, dice,
buenas que pudiesen imitar. las artes han mejorado mucho, tanto en
A la pintura se dedica un análisis más la invención como en el diseño, el estilo
amplio porque, debido a la religiosidad y el cuidado en la ejecución, de tal forma
popular, presenta un número mayor que se liberan de la herrumbre de la ve-
de artífices y se hace más evidente su jez, de las desproporciones y groserías
progreso que en la arquitectura y la heredadas del arte bizantino, aunque sin
259 Renato Barilli señala que, ya que la perspectiva es, ante todo, una “forma simbólica”, en este
momento, cuando apenas ha sido formulada, no puede reflejar toda su significación: “[…] está
admitida a nivel mental, voluntarista, pero no apoyada en sus pretensiones y consecuencias
lógicas […]”. R. Barilli, Scienza della cultura e fenomenologia degli stili, Op. cit., p. 71.
260 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 213.
261 Vasari era atacado en su tiempo por su “asombrosa incoherencia” que, como en este caso,
mezclaba juicios absolutos y relativos. Cfr. E. Panofsky, “La primera página del ‘Libro’ de
Giorgio Vasari”, en: El significado en las artes visuales, Op. cit., pp. 222-223.
262 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 215. Se manifiesta así, de manera explícita, la idea del progreso en el arte
del Quattrocento: “En su reforma de los métodos pictóricos [Brunelleschi] pudo sentir la cer-
teza de haber descubierto o redescubierto realmente el instrumento que había permitido a
los famosos maestros antiguos Apeles o Zeuxis engañar el sentido de la vista. Aquí había un
progreso tangible y ese progreso actuó a su vez sobre la seguridad que tenían en sí mismas su
generación y las que la siguieron”. E. H. Gombrich, “Del renacimiento de las letras a la reforma
de las artes: Niccolò Niccoli y Filippo Brunelleschi”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte
del Renacimiento, Op. cit., p. 203. También Wölfflin se alinea en esta visión de progreso, inclusi-
ve con una cierta dosis de “visión retrospectiva”: “Es un error creer que un cuadro medieval
fuera contemplado jamás con nuestros conceptos de efecto ilusionista. Fue sin duda uno de
los mayores progresos de la humanidad que se comenzase a sentir esta limitación como un
prejuicio y se creyese en la posibilidad de alcanzar, a pesar de los medios tan distintos en sus
efectos, algo que equivaliese a la impresión de la naturaleza. Un individuo solo no puede llevar
a cabo tales transformaciones, ni tampoco una generación. Giotto hizo bastante, pero Masaccio
añadió tanto que puede decirse que fue el iniciador de la ‘imitación de las cosas como son’”.
H. Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., p. 22.
82 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
263 Para las características de esta tercera etapa, cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti,
pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., pp. 209, 214, 539-544 (este
último fragmento corresponde al prólogo a la tercera parte de Las vidas).
264 Ibíd., p. 209.
265 Ibíd., p. 539.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 83
intuitiva, por medio de la visión de las la escultura; y es algo tan cierto, para
obras antiguas de “graciosísima gracia” él, que bastaría cambiar los nombres de
que van surgiendo de las excavaciones los artífices para que nos encontráramos
arqueológicas, que, así, interesan más ante el mismo principio y el mismo
por su influencia en el presente que por mecanismo del progreso: un progreso
sí mismas. definible en tres etapas que también se
En la cumbre máxima del arte se puede afirmar de la escultura griega,
encuentra Miguel Ángel, príncipe de entre Calamis, Mirón y Policleto, o de la
las tres artes, quien no sólo supera a sus pintura helénica, para la cual se supone
contemporáneos, sino incluso a los anti- un período inicial monocromático sin
guos, lo que, en realidad, es apenas una gran perfección, seguido por el de Zeuxis
consecuencia lógica de la convicción de y Polignoto, hasta el momento cumbre
Vasari acerca del progreso en la historia de Protógenes y Apeles, con una pintura
del arte. tan perfecta y bella que no se puede (y la
El progreso que se descubre en las afirmación se hace en tiempo presente)
artes del diseño a lo largo de su historia imaginar nada mejor.
es parte de su misma esencia y, según su- Pero, de todas maneras, aunque el
pone Vasari, es posible que se desarrolle progreso aparezca como un aspecto
en todas las artes liberales, pues entre esencial de las mismas artes, lo ubica en
ellas existe un cierto parentesco: un contexto histórico y social. Gombrich
Considerando dentro de mí mismo recoge la explicación sociológica que da
estas cosas, juzgo que es una propie- Vasari en la Vida de Perugino, puesta en
dad y una particular naturaleza de boca de su maestro, para justificar que
estas artes, las cuales a partir de un esta búsqueda de perfección se hubiese
humilde principio van poco a poco dado precisamente en la ciudad de
mejorando y finalmente llegan al
Florencia, en un contexto que, según
máximo de la perfección.269
él, se basa en la libertad, el carácter
Y ese progreso debió ocurrir tam- industrioso y el ansia de gloria, virtudes
bién en otros tiempos con la pintura y típicamente ciudadanas.270
269 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 209.
270 “Que fue en Florencia, más que en cualquier otro lugar, donde la gente alcanzó la perfección
en todas las artes y especialmente en la pintura, pues en esta ciudad la gente es espoleada
por tres cosas. La primera, las injurias a las que tantos son tan aficionados, dado que allí el
aire favorece una libertad natural de la mente que no se contenta generalmente con la mera
mediocridad, y que siempre está más interesada en honrar lo bueno y lo hermoso que en
respetar a la persona. La segunda razón es que si uno quiere vivir allí, debe ser industrioso,
lo que significa emplear siempre su mente y su juicio, y ser pronto y rápido en su trabajo, y
finalmente saber ganar dinero […]. La tercera cosa, posiblemente no menos importante que
las otras dos, es una sed de gloria y honor, que en gran medida es producida por el aire en
los hombres de cada profesión y que no permite a nadie que esté en su sano juicio dejar que
otros estén a su nivel, y menos quedarse rezagado detrás de aquellos que consideran hombres
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 85
como ellos, aunque reconozcan que son maestros. […] Florencia trata a sus artistas como el
Tiempo trata a sus creaciones, haciéndolas y deshaciéndolas y consumiéndolas poco a poco…”.
G. Vasari, en E. H. Gombrich, “El estímulo de la crítica en el arte del Renacimiento: textos y
episodios”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 216 (Se quiere
reconocer aquí el señalamiento de Gombrich a este texto; sin embargo, también puede verse
en el original de Vasari: G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da
Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., pp. 529-530).
271 Panofsky percibe el límite de la concepción histórica de Vasari a partir de la coincidencia de
dos principios antitéticos: Vasari piensa en una explicación pragmática del fenómeno que
es cada obra como efecto de una causa, pero, al mismo tiempo, cada fenómeno como una
tentativa de conformarse a una regla absoluta y perfecta del arte, lo que equivale a la “mirada
retrospectiva” de Gombrich. “Se vio forzado a interpretar toda la sucesión de las obras indi-
viduales como una sucesión de tentativas para aproximarse cada vez más a esta perfetta regola
dell’arte: lo que significa que fue obligado a elogiar o censurar cada una de estas realizaciones
individuales según el grado de perfezione que hubiera alcanzado”. E. Panofsky, “La primera
página del ‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El significado en las artes visuales, Op. cit., p. 221. Esta
es la fuente de las limitaciones que el método vasariano enfrenta para la consideración de los
valores individuales de cada artista, pues lo que predomina es la historia de la norma.
272 El asunto se analizará más adelante, en un contexto kantiano. Cfr., al respecto, Lionello Venturi,
Storia della critica d’arte, Torino, Einaudi, 1964, p. 33 (existe una traducción española: Lionello
Venturi, Historia de la crítica de arte, 2.a ed., Barcelona, Gustavo Gili, 1982); y G. C. Argan, “La
storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 21.
86 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
273 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 212.
274 E. Panofsky, “La primera página del ‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El significado en las artes
visuales, Op. cit., p. 220. Confluyen así en Vasari dos criterios de valoración: la perfecta regla
del arte y el nivel general de calidad de una época, es decir, la naturaleza de los tiempos (los
enfrentamientos sincrónico y diacrónico); en un sentido, la obra es buena o mala, mientras,
en el otro, es más o menos meritoria, y Vasari formula simultáneamente juicios absolutos y
relativos; lo importante es que él reconoce ese movimiento de sus juicios y lo considera como
propio de su trabajo como “historiador del arte”. Cfr. Ibíd., pp. 221-224. Panofsky destaca que
toda manera histórica de pensar debe ser, a su vez, valorada “históricamente”.
275 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 209. Quizá la prudente expresión de Schlosser sea más justa que la simple
afirmación de una inminente decadencia: “Aunque Vasari no escatime alabanzas a su época
y a su ambiente, también tiene, como dijimos, la vaga sensación de que, aunque sólo sea
por razones teóricas, a la altura alcanzada tenía que seguir una decadencia”. J. Schlosser, La
literatura artística, Op. cit., p. 280.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 87
276 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. 543-544. Se utiliza en la traducción la forma antigua fame, que sigue estan-
do en el Diccionario de la Real Academia Española como sinónimo de hambre, para posibilitar el
juego de palabras de Vasari.
277 “[…] el manierismo alcanza su punto álgido en el momento en que se ponen de manifiesto
las ambigüedades inherentes a la idea renacentista del progreso artístico, en el momento
en que, por consenso general, Miguel Ángel había alcanzado la ‘perfección’ al materializar
las más elevadas potencialidades de su arte. Según esta interpretación, se trata de una crisis
de la concepción del arte, y no tanto una crisis enraizada en el ‘espíritu de los tiempos‘”. E.
H. Gombrich, “La concepción renacentista del progreso artístico y sus consecuencias”, en:
Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 28. Esta idea de una “crisis en
la concepción del arte” se refuerza, precisamente, con el hecho de que en la segunda edición
aparezcan artistas vivos: Vasari abandona así una tradición historiográfica del arte florentino
que indicaba que sólo se debía hablar de artistas muertos, cuya obra, ya concluida, podía ser
vista en todo su conjunto; cfr., J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 260. En ese sentido,
la segunda edición viene a reforzar la idea de un proceso del arte “que continúa”.
88 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
278 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 101.
279 De hecho, por ejemplo, en el proceso del arte y de la cultura de su tiempo, se tiene plena
conciencia de que el “estilo nuevo”, que había comenzado con Brunelleschi, se realizaba me-
diante una recuperación del pasado: era una arquitectura all’antica. Cfr. E. H. Gombrich, “Del
renacimiento de las letras a la reforma de las artes: Niccolò Niccoli y Filippo Brunelleschi”, en:
El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 189. En otras palabras, en la
cultura del Renacimiento es esencial una mirada del pasado que aparta su idea del progreso
de cualquier visión biológica literal.
280 Panofsky señala el origen del esquema en escritores como Floro y Salustio y, precisamente
frente a ellos, puede definir la distancia de Vasari: “No obstante, si comparamos las opinio-
nes de Vasari con las de Floro (y las de otros historiadores romanos, desde Salustio hasta
Lactancio), nos choca una diferencia crucial. Mientras que Floro y Salustio, en buena lógica,
admiten que la robusta maturitas del género humano vaya a desembocar en la decrepitud de
la ancianidad, y mientras Lactancio observa incluso que a esta ancianidad sigue una segundo
infancia, y al fin la muerte, Vasari limita el paralelo entre el proceso histórico y las edades del
hombre a la ‘perfección’ de la madurez: esto es, de las cuatro fases de la vida que distinguía
Floro (infantia, adolescentia, maturitas, senectus), sólo reconoce las tres primeras, ascendentes”.
E. Panofsky, “La primera página del ‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El significado en las artes
visuales, Op. cit., p. 227.
281 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. 101-102.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 89
piensa que el arte ha llegado a las alturas que más fácilmente se deba temer que
actuales, a pesar de que no ha contado decaiga, y no esperar ya un mayor
con este tipo de ayudas. No parece, pues, aumento.283
dentro de la más simple lógica, que pue-
De todas maneras, se debe reconocer
da verse aquí una actitud de inevitable
que el problema “apocalíptico” está pre-
apocalipsis.
sente en Vasari, seguramente también
Además, cuando Vasari indica que,
por influencia de Plinio:
frente a la perfección a la que ha lle-
gado la imitación de la naturaleza en Para este crítico último, sin embargo,
esta última etapa del arte, es más fácil la clave [del progreso] adolecía de un
pensar que puede decaer y no que pueda grave inconveniente, que reside en
progresar más, no está planteando un la naturaleza de esta concepción del
esquema historiográfico abocado a un fin despliegue gradual de un ideal que ha
de llegar a un alto una vez alcanzada
inminente, sino un proceso histórico en
la perfección. En el contexto de esta
el cual él mismo está involucrado.282 De clave la historia posterior puede ser
hecho, si se lee atentamente el texto, tan sólo de decadencia […].284
se descubre que el interés de Vasari es
exaltar el arte de su tiempo y que no Y, por último, no puede olvidarse
pretende hacer una historia del futuro: jamás que la perspectiva de Vasari es
en esta tercera edad estrictamente histórica y que de manera
expresa deja de lado la especulación teó-
[…] me parece que se puede decir
rica, por lo cual no puede buscarse en su
con certeza que el arte ha hecho todo
lo que es lícito para un imitador de esquema la formulación de una filosofía
la naturaleza, y que ha subido tanto general de la historia,285 único campo en
282 “El artista que cree que las artes progresan se pone automáticamente fuera del nexo social de
la compra y la venta. Su compromiso no es tanto con el cliente como con el Arte. Debe pasar
la antorcha, hacer su aportación; está situado en la corriente de la historia, y esta corriente
la ponen en movimiento los historiadores”. E. H. Gombrich, “La concepción renacentista del
progreso artístico y sus consecuencias”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento,
Op. cit., p. 16.
283 G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 209.
284 E. H. Gombrich, “El Manierismo: trasfondo historiográfico”, en: Norma y forma. Estudios sobre el
arte del Renacimiento, Op. cit., p. 220. Tal estado sólo podría ser superado recurriendo a postular
un futuro en el cual se regrese a una edad de oro; pero ese paso, que introduce un carácter
cíclico en la historia, no se da aquí sino en Winckelmann; quizá entonces se encontrará una
mejor expresión para el sentimiento de Vasari: “Por continuar con la misma imagen, las flores
del pleno Renacimiento tenían que marchitarse para dejar lugar al rico otoño del Barroco,
cargado de frutos, y Vasari y su tiempo se encuentran en una poco clara e incómoda fase de
transición”. J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 281.
285 Pero, evidentemente, es posible rastrear la presencia de una filosofía de la historia en su obra;
Schlosser la define como “[…] la idea de la evolución, aunque desde luego no de la forma
en que se expresa en la filosofía postkantiana y en la ciencia natural moderna, sino con un
90 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
ropaje casi mitológico que tiene el aspecto del crecimiento orgánico natural, del germinar,
del florecer y del marchitarse, herencia, como ya vimos, de la época clásica”. Ibíd., p. 282. Y
en esa idea de evolución distingue dos corrientes que se mezclan, no siempre claramente,
en Vasari: una histórica clásica, determinada por el pesimismo pagano, y otra, la concepción
cristiana, con san Agustín a la cabeza, que señala hacia la perfección en una lejanía ideal; el
resultado es una construcción histórica poco rigurosa, cambiante y multicolor, de la cual Vasari
es plenamente consciente. Ibíd., pp. 282-283.
286 “El campo de la génesis de lo clásico, para Vasari como para todos sus contemporáneos, se
identificaba con el bien conocido ciclo biológico de crecimiento, madurez y decadencia. La
repetibilidad del ciclo permite la fórmula de la rinascita o Renacimiento. La asimilación entre
un ciclo antiguo y uno ‘moderno’ fue una simulación, pero pareció proporcionar una prueba
histórica de la real existencia de una norma, una norma que habiendo sido ya descubierta
una vez, podía ser redescubierta. Lo clásico, por tanto, realiza simplemente una norma ya
establecida. A los ojos de Vasari la futura historia del arte no habría debido jamás modificar
estas normas ni siquiera si el arte mismo, para descrédito suyo, ya no se adecuase más a ellas.
Mientras que las normas hubiesen sido reconocidas, la historia no habría jamás podido contra-
decirlo. Así, Vasari escribe la historia de una norma”. H. Belting, “La fine della storia dell’arte
o la libertà dell’arte”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit., p. 7.
287 Sin embargo, de esta manera, se introduce en el esquema general de la historia vasariana un
elemento determinante (en términos kantianos), una especie de ley universal que, de paso, hace
que el asunto del carácter apocalíptico no se logre rechazar con toda claridad: Vasari no quiere
hacer “profecías”, pero sí insinúa referencias a hechos que todavía no han sucedido, y ello lo
aproxima a la que Danto llama filosofía sustantiva de la historia: “Existen formas de averiguar lo
que sucederá e incluso formas de proporcionar una descripción histórica de cosas que pasarán.
[…] No obstante, [es] en esa clase de descripciones de acontecimientos, descripciones que
hacen una referencia esencial a acontecimientos posteriores, en un momento futuro al que
se da la descripción, en las que están empeñados los filósofos de la historia. En efecto, tratan
de escribir la historia de lo que sucede antes de que suceda, y dar explicaciones del pasado
basadas en explicaciones acerca del futuro”. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía
analítica de la historia, Op. cit., pp. 46-47.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 91
288 En autores renacentistas como Maquiavelo existe la idea del tiempo presente como una gran
decadencia de la edad de oro de la libertad y la dignidad republicana; cfr. J. Schlosser, La
literatura artística, Op. cit., p. 279. Sin embargo, la interpretación apocalíptica de Las vidas tiene
quizá su origen, sobre todo, en la crítica que el siglo XVII hace del arte manierista del XVI. Así,
Giovanni Battista Agucchi, hacia 1610, escribe que “[…] tras los tiempos en que florecieron
los capitanes de las escuelas o estilos mencionados de nuestra época, y cuando los demás
trataban de imitar a estos maestros con buen gusto y saber, vino a suceder que la Pintura des-
cendió de la cumbre alcanzada en tal medida que aún sin llegar a hundirse nuevamente en
la completa oscuridad de la barbarie precedente, al menos sí que cambió, corrompiéndose,
alejándose del camino verdadero, de forma que el conocimiento de lo bueno desapareció
casi por entero, al tiempo que surgían maneras nuevas y diferentes, ajenas a la realidad y a lo
plausible, más entusiastas de las apariencias que de la auténtica sustancia, contentándose los
artistas con regalar la vista del populacho con colores hermosos y ropas chillonas y haciendo
uso de cosas plagiadas de todo lugar; pobres en dibujo, rara vez bien compuestas y víctimas
de otros notables errores, quedan al margen del buen camino que lleva a lo mejor”. G. B.
Agucchi, citado en E. H. Gombrich, “El Manierismo: trasfondo historiográfico”, en: Norma
y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 224. En el mismo sentido escribe
Giovanni Pietro Bellori en su Vida de Annibale Carracci de 1672: “Pero como aquí en la Tierra
nada hay inmutable, y como lo que ha llegado a la cima debe necesariamente tornar y caer,
en ascenso y caída perpetuos, las artes, que a partir de Cimabue y Giotto habían progresado
poco a poco en el largo curso de doscientos cincuenta años, pronto comenzaron a declinar, y
de una situación regia pasaron a otra humilde y vulgar”. G. P. Bellori, citado en Ibíd., p. 225.
Antecediendo a Winckelmann, Agucchi y Bellori piensan en los Carracci como el inicio de
una nueva era de progreso en el siglo XVI, que Vasari no conoció.
289 “Nadie tratará de hacer a Miguel Ángel personalmente responsable del destino del arte cen-
troitaliano. Él fue como tenía que ser y sigue siendo grandioso también en las distorsiones
del estilo de su vejez. Pero su efecto fue terrible. La belleza vino a ser medida por sus obras,
y un arte que había aparecido en el mundo bajo condiciones individuales muy especiales se
convirtió en estilo universal. […] Se buscaba una generalidad que se encuentra más allá del
mundo presente y la esquematización se unía perfectamente a un afán erudito de imitar la
Antigüedad. La diversidad de las escuelas locales desaparece. El arte deja de ser popular. En
estas circunstancias no tenía remedio; se pudría en su raíz, y el empeño desdichado de querer
representar sólo lo monumental a la mayor escala aceleró aún más el proceso”. H. Wölfflin,
El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., pp. 230 y 232. Aunque en otros
lugares busca imágenes diferentes, aquí predomina una formulación biológica del progreso
en Wölfflin.
92 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
290 Cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., pp. 283-301.
291 Y tampoco se pretende aquí desconocer la trascendencia de la cúpula de Brunelleschi y la
significación histórica de su construcción que, como ya describía Alberti, es hecha sin anda-
mios: “[…] una técnica que no es recibida y refinada al ser transmitida por una tradición sino
que, en cambio, es reconstruida a partir de los documentos de un pasado remoto, ya no es
magisterio de un empírico sino de un historiador; y, por lo tanto, se trata siempre de una
invención, ya sea que repita algo que ha encontrado, o encuentre algo nuevo (pero siempre
partiendo de la investigación histórica)”. G. C. Argan, “Il trattato ‘De re aedificatoria’”, en:
Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 119. Cfr. igualmente, G. C. Argan, “Il significato
della cupola”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., pp. 103-111.
292 Vasari viajaba por Italia tomando nota de todo lo que conocía de cada artista; así, sus apuntes
contaban con una fuerte variable geográfica más que estilística: “Sea lo que fuere, más impor-
tante que su producción pictórica y arquitectónica tan abundante en ese período es el hecho
de que, en el curso de sus andanzas por las ciudades de Italia y sus visitas a los monasterios,
Vasari fue acopiando informaciones acerca de los artistas que actuaban o habían actuado an-
teriormente en la península. […] y registraba prolijamente en sus papeles la ubicación exacta
de cada cosa. Esos apuntes acumulados en largos años de viajes fueron la base documental
de las Vidas […]”. J. E. Payró, “Estudio preliminar”, en: G. Vasari, Vidas de los más excelentes
pintores, escultores y arquitectos, Op. cit., pp. xx-xxii.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 93
solidez teórica293 y sólo anuncia el futuro en 1562, y que desde su mismo nombre
desarrollo de la crítica de arte. se remite al concepto básico del texto
En síntesis, en Vasari percibimos un mayor.
concepto de arte que, en lo esencial, El problema de la formación de los
y especialmente en sentido práctico, artistas se encuentra esencialmente li-
se puede definir desde la perspectiva, gado con las ideas imperantes en cada
de por sí debatible, de la ciencia como época acerca del arte y de la obra de arte,
solución de un problema básico, que hasta un punto tal que se constituye, por
es la representación precisa de la rea- derecho propio, en uno de los aspectos
lidad, lo que conlleva la afirmación de más definitivos de una Historia del Arte
un proceso progresivo en la producción vinculada con la historia de las ideas
artística. Además, a diferencia de los estéticas. Pero, por supuesto, no se trata
estudios sobre arte anteriores al suyo, de un proceso unidireccional, porque la
Vasari propone un criterio de análisis formación del artista afecta de manera
estético, que es el juicio del ojo, que, al profundísima las concepciones del arte
menos teóricamente, le permite valorar que éste despliega en su trabajo y ello
las obras de arte y, por tanto, ubicarlas resuena, necesariamente, en los ámbitos
en su universo interpretativo. Pero, por de la filosofía, la teoría, la crítica de arte
otra parte, esta reflexión se desarrolla y toda la estructura cultural.294
en un contexto cultural en el cual la va- En un contexto en el cual predomi-
loración del artífice es más importante na la idea de que el artista es sólo un
que la de la obra. Esto permite entender artesano, y éste se define por los ma-
por qué se presenta esa Historia del Arte teriales que emplea en su trabajo y por
como historia de los artistas, que es el las técnicas con las que los maneja, y no
texto de Las vidas. por lo que es como productor de una
Finalmente, conviene anotar que la obra personal, es apenas obvio que su
pretensión pedagógica de Las vidas tiene formación consista en un ejercicio que
un desarrollo ulterior en la constitución apunte ese tipo de manejos. Por eso,
de la Academia de las Artes del Diseño, los lugares en los cuales se desarrolla la
fundada por iniciativa de Giorgio Vasari formación de los jóvenes artífices son
293 Seguramente el asunto se puede relacionar con la conciencia general anterior al siglo XVIII de
que el arte es más fácil de hacer que de conocer, que ya se ha señalado. Cfr. W. Tatarkiewicz,
Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 11-12. La dificultad
de la crítica estaría relacionada con su condición intelectual y filosófica, la misma razón que
luego explicará la dificultad de la práctica artística a partir del siglo XVIII, pero que se prepara
desde el Renacimiento.
294 Un ejemplo extemporáneo puede encontrarse en la formulación de Arnold Hauser acerca
de la incidencia de las escuelas catedralicias y de la cultura monástica en la cultura medieval:
“Muy pronto [en el siglo VII] no hubo otros centros de enseñanza que las escuelas catedralicias,
que los obispos tenían que mantener para asegurar las nuevas promociones de clero. Con
ello comienza la Iglesia a adquirir aquel monopolio de la educación al que debe su influencia
extraordinaria sobre la sociedad de Occidente”. A. Hauser, Historia social de la literatura y el
arte, Op. cit., vol. 1, p. 202.
94 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
295 “Hasta la época de Miguel Ángel los métodos medievales no habían sido cuestionados. A la
edad de doce años o más, un chico podía entrar en el taller de un pintor como aprendiz y de
dos a seis años aprendía todo lo necesario, desde moler el color hasta preparar los fondos para
dibujar y pintar. Al mismo tiempo se esperaba que hiciera todo tipo de servicios para la casa
de sus maestros. Tras concluir su aprendizaje podía pasar a ser oficial y después, una vez que
pasaran varios años, obtener su certificado de maestro de la compañía local de pintores o la
compañía a la que los pintores pertenecieran y podía instalarse como pintor independiente”.
N. Pevsner, Las academias de arte: pasado y presente, Op. cit., pp. 37-38.
296 Ibíd., p. 43.
297 “La diferencia esencial entre los gremios y las academias consistió en que estas últimas trataron
las artes como temas científicos, de los que era preciso enseñar tanto la teoría como la práctica,
mientras que las corporaciones se contentaron con fijar y perpetuar una tradición técnica”.
A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 73.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 95
298 Y ello se puede poner en relación no sólo con la idea pedagógica que subyace a Las vidas, sino
además con la claridad de Vasari frente a los destinatarios de su trabajo: en toda su obra se
pueden ir distinguiendo las personas o, por lo menos, el grupo social al cual se dirige, lo mismo
que los fines que se propone con cada frase: “Sería fácil distinguir entre las consideraciones
[…] dirigidas, en cuanto artista-cortesano, a la categoría de los artistas tradicionales (entre
artesanos y bohémiens) exhortándolos a respetar la ‘buena crianza’ (vestirse bien, acompañarse
de literatos y no de ‘gente baja’, llevar una vida moderada, etc.), y las dirigidas, en cuanto
artista ‘que vive civilmente como hombre honorable’, a los comitentes en general (defensa
de la nobleza de la profesión y de la libertad del artista que no está ‘obligado a trabajar sino
cuando y para quien le parece’) o al príncipe en particular (elogio del mecenazgo, desprecio
hacia los soberanos ‘ahorradores’ o que prefieren gastar en empresas bélicas, jactancia de la
‘prontitud’ y economía de los trabajos modernos con respecto a los antiguos, etc.) y así suce-
sivamente”. G. Previtali, “Presentazione”, en: G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori,
et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. xv.
299 N. Pevsner, Las academias de arte: pasado y presente, Op. cit., p. 46.
300 Ibíd., p. 49.
301 H. Belting, “Vasari e la sua eredità”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit.,
p. 83.
302 Se conserva el primer “Código de reglas”, compuesto por cuarenta y siete artículos; cfr. el docu-
mento completo en N. Pevsner, Las academias de arte: pasado y presente, Op. cit., pp. 197-203.
96 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
303 “Los artistas mismos son responsables si las normas vuelven a caer en el olvido, así como en
su tiempo fueron responsables de haberlas rescatado del olvido. La obra de Vasari es una
historia de artistas para artistas, una historia del arte en la cual sólo figuran los artistas. Y es
precisamente en la visión, bastante unilateral, de un simple desarrollo inmanente del arte, en
la concepción de un evento orquestado desde los mismos actores, que la obra de Vasari revela
más claramente las deudas hacia su época”. H. Belting, “Vasari e la sua eredità”, en: La fine
della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit., p. 83.
304 Este propósito de la Academia vasariana sigue resonando en los métodos actuales de la peda-
gogía de la Historia del Arte, cuando, efectivamente, ha dejado de ser un proyecto irreali-
zable. En el caso de Vasari, la realización de esta idea se debió limitar a su álbum de dibujos
originales de los artistas estudiados en Las vidas, en el llamado Libro, que debía unirse a la
edición de 1568; cfr. E. Panofsky, “La primera página del ‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El
significado en las artes visuales, Op. cit., pp. 195-233. La idea de la “galería de retratos” se realizó
en la serie de doscientos cincuenta grabados en madera de retratos de artistas, que apareció
en la segunda edición de Las vidas.
305 H. Belting, “Vasari e la sua eredità”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit.,
p. 84.
306 “Y así ha sido desde entonces. El centro del vórtice podía emigrar de Florencia a Roma, de
Roma a París, de París a Nueva York; los problemas candentes podían no ser ya el realismo,
sino la expresión o la articulación del inconsciente, pero el impulso de la revolución iniciada
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 97
La Historia del Arte después La tesis del giudizio dell’occhio [de Mi-
de Vasari guel Ángel], que afirmaba que el arte
y la belleza son cuestión de una visión
directa, llegó a reemplazar el concepto
La historiografía del arte tiene tam- tradicional según el cual el arte y la
bién su historia, y está sometida a los belleza eran cuestión de principios
avatares de los tiempos. En concreto, el generales. Alberti, Piero della Frances-
modelo vasariano, y la misma disciplina ca y Leonardo da Vinci creían haber
de la Historia del Arte que implicaba, convertido el arte en una ciencia y su
van a padecer un profundo proceso de convicción formaba parte de la teoría
hibernación a lo largo de los siguientes renacentista. Miguel Ángel, por su
parte, al dejar de creer en la existencia
dos siglos. Pero no se trató, fundamen-
de reglas generales, no pensaba en
talmente, de una consecuencia que se hacer del arte una nueva ciencia […]
pudiera atribuir a las dificultades y am- el arte era tan grande como la ciencia,
bigüedades teóricas de Vasari, compren- pero no era ciencia.307
sibles por ser la primera manifestación
de la disciplina, e insignificantes frente Quizá pueda afirmarse que, de esta
a la trascendencia de sus logros. manera, con Miguel Ángel se había
En todo caso, ya estaban aseguradas abierto el camino teórico y se habían
las transformaciones conceptuales más dado ya todos los pasos necesarios
importantes, aunque en Las vidas no se para que fuera posible desarrollar una
recogieran todavía las consecuencias de Historia del Arte que superara las am-
un nuevo concepto de arte: bigüedades de Vasari;308 en efecto, en
en Florencia nunca se agotó. […] Hasta en 1951 pudo escribir un influyente portavoz del
movimiento moderno como Herbert Read que ‘para un pintor ignorar los descubrimientos de
un Cézanne o un Picasso es como si un científico ignorase los descubrimientos de un Einstein
o un Freud‘. Supongo que el historiador no precisa ni puede ir más lejos. No puede mediar
entre esta opinión extremada y la de Hazlitt, que en 1814 negaba que las artes pudieran
‘progresar’, porque esta idea ‘se aplica a la ciencia y no al arte’. Quizás el arte progresa menos
a la manera de la ciencia que al modo en que se puede decir que una pieza musical hace
progresar cada frase o motivo adquiriendo su sentido y expresión de lo que ha habido antes,
de las expectativas que se han despertado y ahora se cumplen, burlan o niegan. Sin la idea
de un Arte que progresa a través de los siglos no habría historia del arte”. E. H. Gombrich,
“La concepción renacentista del progreso artístico y sus consecuencias”, en: Norma y forma.
Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., pp. 29-30.
307 W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 178. No
es un asunto sólo teórico, sino también basado en actitudes prácticas: “[…] su actitud personal y
su reputación sin ninguna duda han influido más en la nueva concepción de lo que el mundo
debe al artista que los escritos de Leonardo, sólo conocidos por un número reducido de per-
sonas”. N. Pevsner, Las academias de arte: pasado y presente, Op. cit., p. 37.
308 Cfr., al respecto, J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., pp. 285 y ss. En concreto, aunque
Miguel Ángel lo hubiera planteado, Schlosser señala que el concepto de arte bello, en el sen-
tido que se va a generalizar más tarde, no existe todavía en Vasari y que todas sus categorías
estéticas poseen orígenes literarios.
98 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
309 A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 117. Cfr., igualmente, H.
Belting, Likeness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Op. cit., capítulo 20,
pp. 458-490.
310 “La oposición exitosa a las imágenes durante la Reforma debe verse como evidencia de que,
en efecto, las imágenes carecían de poder, por lo menos frente a los textos escritos y a las in-
terpretaciones de los predicadores; en realidad, la toma del poder posterior por parte de los
teólogos confirma su inicial impotencia. La época en que se toleraron las imágenes, cuya
función había sido racionalizada repetidas veces por la teología formal, llegaba a su fin”.
H. Belting, Likeness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Op. cit., p. 14.
311 Ibíd., p. 16. Es el mismo proceso que será planteado por Hegel a propósito de la forma román-
tica del arte que ya no es capaz de hacer doblar nuestras rodillas. Wilhelm Friedrich Hegel,
Lecciones sobre la estética, Madrid, Akal, 1989, p. 79.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 99
312 Cfr. A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., pp. 115-141. “Los teólogos
de la Contrarreforma se dieron cuenta entonces, con cierta turbación, de que hasta entonces
realmente no había habido una verdadera doctrina de las imágenes en la Iglesia latina”. A.
Chastel, “El artista”, en: E. Garin et al., El hombre del Renacimiento, Op. cit., p. 252.
313 A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 124.
314 “Las poéticas barrocas retoman, revalúan y desarrollan la concepción clásica del arte como
mímesis o imitación; el arte es representación, pero la finalidad de la representación no es la
de conocer mejor el objeto que se representa sino la de impresionar, conmover, persuadir. ¿De
qué cosa? De nada en concreto; ni la verdad de fe ni la bondad de una concepción política se
pueden demostrar o imponer con una pintura o un edificio. El arte es el producto de la ima-
ginación y su fin principal es el de enseñar a ejercitar la imaginación. Es importante porque
sin imaginación no hay salvación. Proponerse la salvación significa admitir que la salvación es
posible, imaginarse salvados; es decir, significa imaginarse más allá de la contingencia de la rea-
lidad cotidiana. […] La imaginación que es ahora reconocida como la facultad que produce el
arte es muy distinta de la fantasía y del capricho. La imaginación tiene un fin: persuadir que una
cosa no real puede volverse real”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 3, p. 258.
315 A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 141. “En sentido estricto,
una teoría histórica del arte barroco no se constituyó de ninguna manera, y ciertamente no
en el ámbito del proyecto vasariano”. H. Belting, “Vasari e la sua eredità”, en: La fine della
storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit., p. 85.
316 Recuérdese la ya varias veces citada afirmación de Argan: la perspectiva y la historia, en
las cuales se basa el intento renacentista por caracterizar y estudiar el arte, equivalen a la
comprensión racional (“según la razón”) del espacio y del tiempo. G. C. Argan, Storia dell’arte
italiana, Op. cit., vol. 2, p. 79.
100 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
que se logra recuperar el nexo entre rrollan los principios académicos que,
arte y libertad que encontraremos en en adelante, intentan definir reglas de
Winckelmann. carácter absoluto:
Además, mientras tanto, lo que pre-
domina en el arte que se desarrolla en Los teóricos de principios del Renaci-
la órbita católica romana es el someti- miento creían que era posible ayudar a
un estudiante a que aprendiese el arte
miento a la autoridad religiosa:
de la pintura haciéndole aplicar mé-
Este dirigismo de la autoridad eclesiás- todos racionales; los manieristas, sin
tica muestra cómo el arte, en su sentido embargo, deseaban que lo aprendiera
más literal, había vuelto a su posición por medio de reglas absolutas.319
medieval y se había convertido una vez
más en el servidor de la religión.317 También los maestros del pasado se
convierten en dogmas incuestionables:
Un arte que no existe como tal, que mientras que Palladio discute y modifica
encuentra su sentido fuera de sí mismo, las enseñanzas de Vitruvio a partir de su
implica la disolución del concepto de propio estudio de los edificios antiguos,
arte en el seno de la utilidad religiosa318 Serlio afirma que debe seguírselo como
y, al mismo tiempo, dentro de nuestra guía infalible e indiscutible, dejando de
hipótesis de partida, la imposibilidad de lado incluso las variantes que el mis-
desarrollo de una disciplina que estudie mo Vitruvio pudo en algún momento
su historia. introducir en sus teorías:320 es pecado
Y, correspondientemente, se desa- infringir estas reglas. Un momento
317 A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 138.
318 “Paleotti pone de relieve este cambio de posición de las artes cuando dice que ‘El arte de las
imágenes es una de las más nobles que existen, si está guiada por la disciplina cristiana’, pero
Comanini discute la cuestión con mayor amplitud en su diálogo Il Figino, publicado en 1591. Sus
interlocutores son Ascanio Martinengo, abad de San Salvatore de Brescia, Stefano Guazzo, mece-
nas de las bellas artes y de la literatura y Ambrogio Figino, pintor milanés. En la primera parte
del diálogo, Guazzo afirma que el fin de la pintura es sólo causar placer y se declara partidario
de una teoría del arte por el arte. Martinengo, el sacerdote, se opone a esta concepción; aunque
la pintura —dice— suscite placer por medio de la imitación, está sometida a la filosofía moral
y su fin real es la utilidad, no el placer. El Estado —sostiene— ha controlado y dirigido siempre
el arte hacia fines buenos como, por ejemplo, en Egipto, Grecia y Roma. En la época cristiana,
el control del arte en tanto que actividad útil pertenece a la Iglesia que lo ha orientado y debe
siempre orientarlo hacia el sostenimiento de la religión. Al final, Guazzo cede y admite que el
fin esencial de la pintura es la utilidad, y que el placer que ocasiona sólo tiene una importancia
secundaria. Sus interlocutores pasan entonces a otras cuestiones y Figino mantiene que la pintura
es capaz de una imitación más perfecta que la poesía y es, en consecuencia, de mayor utilidad.
Pero el tema principal queda claro: la pintura debe tender a la mejor moral, instruyendo según
los principios de la Iglesia, y no al placer mediante el efecto estético. Esta tesis resume toda la
concepción contrarreformista de la posición y función de las Bellas Artes”. Ibíd., p. 138.
319 Ibíd., p. 152.
320 Cfr. Michèle Humbert, “Serlio e Palladio: la dialettica classico / anticlassico”, en: AA. VV., Studi
in onore di Giulio Carlo Argan. III. Il pensiero critico di Giulio Carlo Argan, Roma, Multigráfica,
1985, pp. 89-99.
Vasari: teoría e historia en la era del arte / 101
culminante en esta confrontación entre las Artes del Diseño, el proyecto quedó
la razón y la regla, de especial interés truncado por la falta de continuidad en
para nuestro análisis de las teorías de esta reflexión histórico-estética; todo lo
Winckelmann, será la formulación de contrario ocurrirá tras los análisis de
Giovanni Battista Armenini, un teórico Winckelmann a mediados del siglo XVIII,
de Faenza pero con formación romana, que fueron retomados desde todas las
quien en 1586 publica un texto titulado perspectivas y recibieron los aportes del
De los verdaderos preceptos de la pintura: pensamiento subsiguiente.322 Por eso,
seguramente a su pesar, Giorgio Vasari
Cuando [Armenini] da las proporcio- sólo alcanzó a anunciar el desarrollo
nes correctas para la representación de
posterior de la disciplina.
la forma humana, no basa enteramente
sus medidas en los más bellos ejemplos Es necesario indicar aquí que si Bel-
vivos, sino que verifica los resultados ting reivindica a Vasari como iniciador y
obtenidos de esta manera mediante padre de la Historia del Arte, eso, en el
“las más perfectas estatuas de Roma”. fondo, refuerza nuestro punto de partida,
Sin duda Alberti y sus contemporáneos según el cual la disciplina de la Historia
habían sido influidos en su elección de del Arte guarda una relación especial
la belleza natural por su gusto por la con el contexto de la reflexión estética
escultura romana; pero era la primera
pues, como ya se indicó, Belting sostie-
vez que un escritor tomaba las estatuas
antiguas como piedra de toque de la ne que la noción de arte apareció en el
belleza natural.321 Renacimiento. Nuestra posición es que la
peculiaridad de la Historia del Arte que
En síntesis, aunque con los teóricos desarrolla Vasari depende, precisamente,
del Renacimiento y, en concreto, con de su concepto de arte; el hecho de que
Miguel Ángel y Giorgio Vasari, se había haya quedado atrás la era de las imágenes
producido un desarrollo muy significa- y con el Renacimiento hayamos entrado
tivo, tanto en lo que tiene que ver con el en la era del arte no significa que se com-
concepto de arte como con los problemas plete entonces el cambio del concepto
de una filosofía de la historia y la meto- de arte.323 De todas maneras, Belting
dología específica para una Historia de también reconoce que sólo en los siglos
321 A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 155.
322 Sin que con ello se pretenda afirmar que existe una ruptura entre los esfuerzos de Vasari y los
del siglo XVIII; por ejemplo, Belting afirma que “Winckelmann no nos dijo nunca todo lo que
le debía a Giorgio Vasari”. H. Belting, “Vasari e la sua eredità”, en: La fine della storia dell’arte
o la libertà dell’arte, Op. cit., p. 71. Además, el concepto de artes del diseño sigue teniendo reso-
nancia inclusive en Kant, que reconoce el valor del dibujo como forma (lo que ya habíamos
encontrado desde Cennino Cennini): “En la pintura, la escultura, en todas las artes plásticas,
en la arquitectura, la jardinería, en tanto que son bellas artes, el diseño es lo esencial; en él,
el fundamento de toda disposición para el gusto no lo constituye aquello que deleita en la
sensación, sino meramente lo que place por su forma”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar,
Op. cit., § 14 (“Esclarecimiento mediante ejemplos”), p. 141.
323 Quizá conviene citar de nuevo a Schlosser para asumir estas “peculiaridades conceptuales”
del texto vasariano: “Idéntica vacilación, idéntica dependencia de las ideas de su tiempo y
102 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
de sus premisas se muestra en el concepto que Vasari tiene del arte. Ante todo, no podemos
atribuirle nuestro modo de ver que evolucionó desde el siglo XVIII en adelante; en este ter-
reno Vasari depende, como en gran medida todo el Renacimiento, del pensamiento medieval.
En la Vida de Albertinelli, por ejemplo, dice con desenvoltura que pasó de la pintura a ‘un
arte más bajo’, es decir, que se dedicó al oficio de posadero. No olvidemos que una profesión
estimada —a la que aún hoy llamamos con distinto sentido ‘arte culinario’— figuraba antaño
entre las artes mechanicae, no demasiado lejos de las artes figurativas. Cierto que Vasari es
un nieto de aquellas generaciones que en el siglo XV proclamaron a su profesión arte ‘libre’,
identificándola incluso con la ciencia. Pero también se encuentran en él residuos de un modo
de ver más anticuado, por ejemplo, cuando cuenta que el haberse dedicado al arte perjudicó
a un discípulo de Leonardo —Rustici— en su condición de noble”. J. Schlosser, La literatura
artística, Op. cit., p. 288.
324 H. Belting, Likness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Op. cit., p. 16.
325 J. Schlosser, La literatura artística, Op. cit., p. 290.
326 “Los dos siglos y medio que van desde la fundación de la primera academia hasta la secesión
de los tardos Nazarenos de la Academia de Viena, podrían ser considerados como la edad
de las academias. Ellas se convirtieron en los templos de la doctrina estética que Vasari había
querido fijar para la eternidad sobre la base normativa de su tiempo. Igualmente, este intervalo
de tiempo está acompañado por la autoridad indiscutida de Vasari. Las numerosas imitaciones
y las continuaciones de sus Vidas en las épocas sucesivas perpetúan su modelo historiográfico,
difundiéndolo más allá de los confines italianos”. H. Belting, “Vasari e la sua ereditá”, en: La
fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit., p. 84.
2
Winckelmann: del concepto
de arte a la Historia del Arte
1 “La escritura artística [después de Vasari] se inclinó decididamente hacia un clasicismo par-
tidista, hacia una rígida selección y hacia un más o menos consciente extrañamiento de lo
contemporáneo. El arte se convierte así en una cadena de renacimientos que continuamente
negaba la decadencia de lo clásico, y la acumulación de regeneraciones necesariamente de-
bilitó el significado histórico del fenómeno revelando el sustancial estatismo del proceso. En
efecto, Las vidas de Vasari no proporcionan tanto un modelo de escritura histórico-artística
cuanto, más bien, una serie de normas estéticas, las mismas normas que todavía debían servir
a Winckelmann en la polémica contra el arte de su tiempo”. Hans Belting, “La fine della storia
dell’arte o la libertà dell’arte”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Torino, Giulio
Einaudi, 1990, p. 85.
104 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
historiográfico, ahora, cuando nos move- entre distintas épocas y que trazó la
mos en la era del arte, será necesario pasar historia de los estilos en su gradual
a un tipo de reflexión donde se impone crecimiento y decadencia.2
la dimensión estética para analizar la
Aunque estas consideraciones revis-
problemática tanto de la historia del arte
ten una especial importancia para la
como de la disciplina que la estudia.
Historia del Arte,3 no son aceptadas de
Es casi un lugar común presentar a Jo-
manera unánime y, por ejemplo, Ernst
hann Joachim Winckelmann (1717-1768)
Gombrich piensa que tal papel corres-
como padre de la Historia del Arte. Tal
ponde a Wilhelm Friedrich Hegel.
idea encuentra quizá una de sus prime-
El planteamiento de Ernst H. Gom-
ras expresiones en el diario italiano de
brich, que conviene analizar, es que He-
Johann Wolffang von Goethe, de 1787,
gel amplió la perspectiva de un sistema,
donde escribe que
el de Winckelmann, que era estático; y
Winckelmann fue el primero que nos que tal ampliación le permitió contem-
hizo sentir la necesidad de distinguir plar y sistematizar toda la historia uni-
2 Citado por David Irwin, “Introduzione”, en: Johann Joachim Winckelmann, Il bello nell’arte.
Scritti sull’arte antica, Federico Pfister, ed., Torino, Giulio Einaudi, 1973, p. viii. En Vasari existe
ya un interés por el problema del estilo dentro de las etapas del arte y dentro de la obra de cada
artista, pero sin una referencia directa a la historia, a no ser en el planteamiento genérico del
progreso entre las tres edades; así lo anuncia antes de la vida de Cimabue: “[…] me esforzaré en
observar lo más que se pueda el orden de su estilo, más que del tiempo”. Giorgio Vasari, Le Vite
de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Torino, Giulio
Einaudi, 1991, p. 102. La falta de relación entre estilo y tiempo en Vasari se traduce, como se
sabe, en un discurso que se liga sobre todo por la ubicación geográfica de las obras.
3 En todo caso, el asunto es de fundamental interés para nuestro problema; en realidad, está
en juego la valoración de los aportes de la discusión estética del siglo XVIII para la Historia
del Arte. Cuando se puede plantear, por ejemplo, que nuestra idea del arte procede apenas
del siglo XVIII (cfr. E. H. Gombrich, en: Ernst H. Gombrich y Didier Eribon, Lo que nos dice
la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Bogotá, Norma, 1993, p. 75; y Hans-Georg
Gadamer, La actualidad de lo bello, Barcelona, Paidós, Instituto de Ciencias de la Educación
de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1991, p. 46), no resulta válida una postura como
la de Emiliano Aguilera, que considera “inexplicable” que se presente a Winckelmann como
padre de la Historia y de la crítica de arte, con base en el argumento de que desde Grecia se
practicaban estas disciplinas (cfr. Emiliano Aguilera M., “Winckelmann, historiador y crítico de
arte”, en: Johann Joachim Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Barcelona, Iberia,
1984, pp. vii-xii). No sobra decir que, en el prólogo a su Historia, el mismo Winckelmann aclara
que, a pesar de existir muchos libros con ese nombre de “Historia del arte”, el arte interviene
muy poco en ellos. Ibíd., p. 5. El libro de la editorial Iberia sigue la primera edición de la
Historia, publicada en Dresde en 1764; se ha revisado paralelamente el texto de la segunda
edición que Winckelmann preparaba al momento de su muerte y que apareció en Viena en
1776; esta segunda edición fue la traducida en: Johann Joachim Winckelmann, Historia del
arte en la Antigüedad, Madrid, Aguilar, 1989. Las citas de este estudio se refieren siempre a la
primera edición (Iberia); cuando se hace referencia a la segunda edición (Aguilar), aparece
el nombre de la editorial entre paréntesis.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 105
4 Cfr. Ernst H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estéti-
ca, de G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, México,
Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 53-54.
5 Wilhelm Friedrich Hegel, Lecciones sobre la estética, Madrid, Akal, 1989, p. 49.
6 Ibíd., p. 883.
106 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
7 Johann Joachim Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la es-
cultura, Barcelona, Península, 1987. El texto original fue publicado en 1755. Rosario Assunto
considera este texto como auténtico “manifiesto” de las teorías estéticas neoclásicas y señala en
él la “[...] perentoriedad de todos los ‘manifiestos’ con los que comparte el fijar una ruptura en
la historia del gusto y del pensamiento estético”. Rosario Assunto, La Antigüedad como futuro.
Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Madrid, Visor, 1990, p. 27. (Pevsner lo califica
como un “panfleto”, “[...] una obra de escritura joven y apasionada”. Nikolaus Pevsner, Las
academias de arte: pasado y presente, Madrid, Cátedra, 1982, p. 105). Será importante analizar
en su momento la distancia entre Assunto y Giulio Carlo Argan, quien considera que “Debe
buscarse el fundamento conceptual del neoclasicismo, más que en los Gedanken [Reflexiones]de
Winckelmann (1755), en el Laocoonte de Lessing (1766), es decir, en la crítica radical de la
formulación clave de toda la poética barroca: Ut pictura poësis”. Giulio Carlo Argan, “El valor
de la ‘figura’ en la poética neoclásica”, en: AA. VV., Arte, arquitectura y estética en el siglo XVIII,
Madrid, Akal, 1980, p. 71.
8 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 18.
9 Que la insuperabilidad de los griegos fuera una idea corriente en la época, se desprende
también de Herder: “[…] el último de los artistas griegos es por su estilo un auténtico griego;
podemos superarlo en tal o cual aspecto, pero el conjunto genético del arte helénico seguirá
siendo para nosotros siempre inalcanzable; la época de ese genio ha pasado”. Johann Gottfried
Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Buenos Aires, Losada, 1959, p. 415. El
asunto es importante, porque plantea un cuestionamiento generalizado en el siglo XVIII, acerca
de la manera como se interpreta la historia del Arte a partir de la idea del progreso de tipo
vasariano. Vasari consideraba que el arte de su tiempo, el correspondiente a la tercera parte
de Las vidas, era superior al arte clásico: ahora se ha desarrollado “[…] lo verdaderamente
bueno que hace lo moderno tan glorioso, superando la época antigua”. G. Vasari, Le Vite de’ piú
eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 539. Rafael,
en concreto, lleva la pintura a una perfección tal que, si se pudieran tener hoy las pinturas
de Apeles y Zeuxis, se vería que él las ha superado. Ibíd., p. 542. Pero por encima de todos se
encuentra “[…] el divino Miguel Ángel Buonarroti quien no sólo posee el principado de una
de estas artes [arquitectura, pintura y escultura], sino de las tres juntas. Él supera y vence no
sólo a todos aquellos que casi han vencido la naturaleza sino también a aquellos famosísimos
antiguos que tan elogiosamente fuera de toda duda la superaron: […] bien se puede decir,
y con seguridad, que sus estatuas en cualquiera de sus partes son mucho más bellas que las
antiguas”. Ibíd., p. 543. Por el contrario, la opinión de Winckelmann sobre Miguel Ángel es
bastante crítica y no cree que los modernos hayan superado a los antiguos.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 107
perspectiva del autor, para controvertir ción de la Historia no habría sido posible
y rechazar todo epíteto de “estatismo” sin las Reflexiones; y es que lo que se
en la valoración de su sistema10 y para consolida allí es una dimensión teórica
percibir que si la belleza del arte mo- en la consideración del arte que, a dife-
derno debe proceder de la imitación de rencia del análisis sobre la arquitectura,
los griegos, está implícita, también en la pintura y la escultura que servía de
Winckelmann, la idea de que el arte de introducción a Las vidas de Vasari, logra
hoy es un “arte del arte” y, por tanto, se desligarse de la mecánica artesanal. Por
vislumbra ya en él, desde el comienzo, el eso, también a diferencia de Las vidas,
concepto mismo del carácter pretérito o la Historia del arte en la Antigüedad, de
de la muerte del arte.11 Así, las Reflexio- Winckelmann, no es escrita pensando
nes se deben tomar, ante todo, como la sobre todo en los artistas: la dimensión
formulación de una idea sobre el arte teórica cambia la perspectiva cultural
totalmente novedosa. de esta Historia del Arte que pretende,
Pero cuando en 1764 aparece la His- entonces, enseñar a mirar las obras de
toria del arte en la Antigüedad, los objetivos arte; ni tendrá como paradigma los
son diferentes. Se trata ahora de textos clásicos, sino la obra de arte con-
[…] la elaboración de un sistema del creta, imagen y figura, que es objeto de
arte antiguo, no ya con el fin de utili- interpretación.
zarlo, por esta vía, para el perfeccio- El punto de partida de Winckelmann
namiento de nuestro arte de hoy, lo es el de una mirada al arte del presente;
que sólo es posible para aquellos po- es decir, su trabajo se origina en una
cos que estudian el arte antiguo, sino crítica de arte agresiva que rechaza
para aprender a observar éste último
tanto el barroco, al que considera falso,
[el arte antiguo] y a admirarlo.12
como el rococó, al que tilda de inmoral.
Sin embargo, el paso a esta concep- Y luego, a partir de esa crítica al arte
10 Que para Vasari su “tercera edad” fuera superior a los clásicos planteaba un sistema abierto
de progreso que sólo parcialmente se vinculaba con la biología. Que para Winckelmann los
clásicos sean insuperables será la garantía perpetua del progreso de un arte que, al llegar a la
decadencia —como en el mismo siglo XVIII— podrá reencontrar siempre su sentido (su racio-
nalidad) en los clásicos de sublime grandeza. En definitiva, mientras que en Vasari la idea de
progreso se veía relacionada con un posible apocalipsis inminente, la idea de Winckelmann
está vinculada con el “retorno” a la Antigüedad como medio para superar la decadencia.
11 Ello permite ubicar a Winckelmann en la amplia tradición prehegeliana de este concepto que
analiza Dino Formaggio. Cfr. Dino Formaggio, La “muerte del arte” y la estética, México, Grijalbo,
1992, pp. 39-67.
12 De la carta de Winckelmann a Salomón Gessner, 25 de abril de 1761, citada por R. Assunto,
La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit., p. 119: si en
las Reflexiones ve Assunto el manifiesto del Neoclasicismo, en esta afirmación encuentra el
momento esencial de la génesis de la identificación entre filosofía del arte e Historia del Arte.
Además, hay aquí una reinterpretación en clave racionalista de la idea básica vasariana, según
la cual la visión de las obras de arte forma el juicio del ojo, que es el medio por excelencia para
su disfrute.
108 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
13 La expresión de Assunto tiene un antecedente en Aby Warburg, quien hablaba de “la vida fu-
tura” de la Antigüedad clásica. Cfr. Ernst H. Gombrich, “Un apunte autobiográfico”, en: Temas
de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Madrid, Debate, 1997, p. 20.
14 Sin embargo, el concepto del arte antiguo como modelo que permite mirar hacia el futuro
plantea ya, de entrada, el peligro de aproximarse, como ya se había anotado en el caso de
Vasari, a la que Arthur Danto llama una “filosofía substantiva” de la historia que no sólo
explica el pasado, sino que trata de proporcionar una explicación de todo el conjunto de la
historia, lo que también incluye el futuro. Cfr. Arthur C. Danto, Historia y narración. Ensayos
de filosofía analítica de la historia, Barcelona, Paidós, Instituto de Ciencias de la Educación de la
Universidad Autónoma de Barcelona, 1989, pp. 29-30. En palabras de Danto, aquí se trata de
“[…] escribir la historia de lo que sucede antes de que suceda, y dar explicaciones del pasado
basadas en explicaciones acerca del futuro”. Ibíd., p. 47.
15 La dificultad de encontrar una estructura coherente en las ideas de Winckelmann se percibía
ya casi desde su misma época; así, Augustus Wilhelm von Schlegel señala que: “[…] por la
fuerza de su juicio se liberó de la falsa tendencia de su siglo; mas no era bastante profundo en
la filosofía, de manera que muchas veces es confuso y embrollado. Avanza fuera del santuario
como un neófito a quien se acaba de relevar del voto de silencio; tartamudea sus oráculos,
pero bien pronto se detiene sin aliento. Lo que exclusivamente le pertenece es su descripción
de la belleza humana; respecto a lo que sienta sobre la belleza en general, lo ha tomado de
Platón, como es fácil convencerse”. Augustus Wilhelm von Schlegel, Teoría e historia de las bellas
artes, Buenos Aires, Tor, 1943, p. 11.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 109
16 E. H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estética, de G.
W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., pp. 53-54.
17 El concepto de ideas estéticas aplicado aquí a la definición de la Historia del Arte será amplia-
mente usado por Assunto. No debe entenderse, en ningún caso, en el sentido kantiano de la
expresión, desarrollado en el § 49 de la Crítica de la facultad de juzgar, como “[…] aquella re-
presentación de la imaginación que da ocasión a mucho pensar, sin que pueda serle adecuado,
empero, ningún pensamiento determinado […]. Fácilmente se ve en ella la pareja (pendant)
de una idea de la razón, que inversamente es un concepto al que no puede serle adecuada
ninguna intuición (representación de la imaginación)”. Immanuel Kant, Crítica de la facultad de
juzgar, Caracas, Monte Ávila Latinoamericana, 1992, § 49 (“De las facultades del ánimo que
constituyen al genio”), p. 222. Se trata aquí, por el contrario, de aquella realidad percibida
por Hegel en la obra de un Winckelmann dedicado a buscar las ideas acerca del arte en las obras
de arte y en la historia del arte. Ese mismo sentido genérico lo percibía Hegel también frente
a su propio tiempo, analizado desde el contexto de la disolución de la forma romántica del
arte: cuando éste ya no toma como objeto lo necesario en sí mismo, sino la realidad casual
en su variedad ilimitada de juegos de formas y relaciones, se hace obvia la pregunta de si
tales producciones se pueden seguir llamando obras de arte, es decir, si continúan siendo
auténticamente manifestaciones sensibles de la idea, cuando ya ni siquiera aparece en ellas
la visión del artista, sino sólo su experiencia. Cfr. W. F. Hegel, Lecciones sobre la estética, Op. cit.,
p. 437. “Es la exigencia que afirma Mallarmé en los mismos años [de Toulouse-Lautrec] para
la poesía: el arte ya no es la visión del artista, sino el núcleo de su existencia y experiencia”.
Giulio Carlo Argan, L’arte moderna 1770/1970, 2.a ed., Firenze, Sansoni, 1977, p. 164 (existe
traducción en lengua española: Giulio Carlo Argan, El arte moderno 1770/1970, Valencia, Joa-
quín Torres Ed., 1977). Y a partir de este sentido, la producción de los artistas aparece como
una discusión permanente acerca de la pregunta por el arte, de la cual la Historia del Arte
deberá dar cuenta.
110 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
18 Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, 3.a ed., Madrid, Tecnos, 1992, p. 157.
19 Cfr. Ibíd., pp. 169-174.
20 Ibíd., pp. 174-175.
21 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 19.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 111
22 Argan establece a partir del siglo XVIII la contraposición entre forma y figura; la primera, parte
de la naturaleza como creación divina, mientras que la segunda, aunque obviamente pueda
surgir de la observación de la naturaleza, es creada exclusivamente por el artista; y atribuye
esta concepción a Lessing; cfr. G. C. Argan, “El valor de la ‘figura’ en la poética neoclásica”,
en: AA. VV., Arte, arquitectura y estética en el siglo XVIII, Op. cit., pp. 71-74. Aun sin usar esta
terminología, puede ya encontrarse la figura en Winckelmann, en “las imágenes trazadas por
el solo entendimiento”, y esa parece ser la idea de Assunto. De todas maneras, el problema
importante aquí es el de reivindicar que ya en Winckelmann aparece el arte como actividad
vinculada con la imaginación. Sin embargo, en realidad, la posición de Winckelmann se
mueve entre las dos dimensiones: por un lado, da más importancia a la forma, y por eso sigue
haciendo referencia a que “[...] el concepto universal de verdad debería [...] encontrar un
lugar en las obras de arte [...]”. J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego
en la pintura y la escultura, Op. cit., p. 123. Pero, por otro, en la contraposición que a renglón
seguido establece entre Rubens y Jordaens para mostrar la superioridad del primero, ésta
surge de que Jordaens “[...] pintó la naturaleza tal como la encontró” (es decir, se limita a la
forma como verdad) mientras que el arte de Rubens deposita en sus obras “[...] algo fuera de
lo común” (es decir, descubre la figura como imaginación).
23 La expresión es del poeta Antonio Machado; cfr. Eustaquio Barjau, “Introducción”, en: Gotthold
Ephraim Lessing, Laocoonte, Madrid, Editora Nacional, 1977, pp. 19-20. Ya el siglo XIX era
consciente de que las investigaciones arqueológicas llevarían a modificar muchas de las ideas
que se tenían sobre Grecia; es el caso de A. W. von Schlegel, quien escribe su Teoría e historia
de las bellas artes en 1827: “La lucha sangrienta que sostienen aquellos desgraciados cristianos
contra los feroces enemigos de su creencia y de su libertad [Schlegel se refiere a la guerra
de independencia de los griegos contra los turcos], nos interesa, no sólo por ser la causa de
la humanidad, sino porque es también la de las artes y de las ciencias: cuando los bárbaros
dejen de infestar esta tierra clásica, se podrá hacer excavaciones, como se ha practicado en
Italia, y se hallará una mina de preciosos documentos. Las estatuas de Egina han demostrado
recientemente de qué importancia es el descubrimiento de obras antiguas, porque se ha visto
que el estilo de los artistas de Egina era otra cosa de lo que se había creído y escrito hasta el
presente”. A. W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Op. cit., p. 94.
24 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
p. 15. Es necesario detenerse aquí porque se trata de un tema esencial. Pero el problema no
112 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
parece entenderse igual desde la perspectiva de Argan: “La diferenciación desarrollada por
Assunto entre los neoclásicos, para los cuales lo racional es tal en cuanto está modelado sobre
el ejemplo de los antiguos, y los racionalistas, para los cuales lo antiguo tiene valor de modelo
sólo si corresponde a los requisitos de la razón, es decir, si la forma corresponde a la razón
estructural, es llevada por Argan a una dialéctica inherente al Neoclasicismo mismo, entre las
polaridades de lo antiguo como comportamiento paradigmático y como referencia tipológica”.
Maria Grazia Messina, “‘Poetica’ e ‘figura’ nell’arte neoclassica”, en: AA. VV., Studi in onore di
Giulio Carlo Argan. III. Il pensiero critico di Giulio Carlo Argan, Roma, Multigráfica, 1985, p. 184.
En realidad, parece que Argan fuera aún mucho más allá, al plantear que “[…] no tiene sentido
dividir claramente los dos campos, el Rococó y el Neoclasicismo. El racionalismo neoclásico
nace en el ámbito del Rococó y lo corroe desde el interior, críticamente”. Giulio Carlo Argan,
Storia dell’arte italiana, 7.a ed., Firenze, Sansoni, 1975, vol. 3, p. 376 (existe traducción parcial
en lengua española: Giulio Carlo Argan, Renacimiento y Barroco, Madrid, Akal, 1987). Pero
esta afirmación de Argan parece asumir un contexto diferente al que le atribuye Maria Grazia
Messina: Argan plantea el problema en una dimensión histórica, de desarrollo de los estilos,
mientras que Assunto formula una relación, siempre en clave dialéctica, entre las fuerzas
subyacentes a esos estilos. Ello permite reafirmar que dichas fuerzas deben ser diferentes,
precisamente para que puedan establecer una dialéctica entre polaridades. Y para lo que aquí
más interesa, será siempre útil distinguir entre el racionalismo, cuyo interés por la “razón
rectilínea” justifica el gran prestigio del que llegó a gozar en el Movimiento Moderno y que
con su afirmación ahistórica asume una posición formalista o tipológica, y el Neoclasicismo
como ideal retrospectivo que pretende hacerse proyectivo, que permite el desarrollo de la
Historia del Arte. Además, conviene señalar que la aparente discusión entre Assunto y Argan
corresponde, en realidad, a la ambivalencia del concepto de imitación de los antiguos, concepto
esencial para Winckelmann; es una ambivalencia que se remonta a los humanistas renacen-
tistas y que Tatarkiewicz presenta en detalle: “‘Tengo por ley todo aquello que gustaba a los
grandes maestros’, nos dice Valla [Lorenzo Valla, humanista y filólogo italiano, 1407-1457].
Pero algunos humanistas —Pico, por ejemplo— entendían la ‘imitación’ bastante libremente.
Así, según su definición, ‘imitar’ no significaba adaptar a sus propios escritos algunas formas
concretas, sino el estilo de los grandes antecesores […]. Asimismo, los humanistas asociaban
la imitación con la selección; el escritor debe seleccionar del pasado sólo lo más perfecto, sólo
aquello que se preste al imitar; así se debe —al decir de Bembo— imitar la probidad de Cesar,
la majestuosidad de Cicerón, la concisión de Salustio y la riqueza de Livio. Pero algunos de
los humanistas, al acoger el nuevo principio de imitación de los modelos, no renunciaron al
antiguo de imitación de la naturaleza, por lo que ‘imitación’ llegó a ser un término ambivalente,
aunque, por otra parte, se creyera que como los antiguos habían sido fieles a la naturaleza, al
imitarlos a ellos, se imitaba al mismo tiempo a la naturaleza misma”. Wladyslaw Tatarkiewicz,
Historia de la estética, Madrid, Akal, 1991, vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 93.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 113
25 Friedrich Schiller, Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre, Barcelona, Anthropos;
Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1990, p. 89; el texto corresponde a la carta del
28 de febrero de 1793, párrafo 2; la cita de Kant, realizada por Schiller, procede de I. Kant,
Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 48 (“De la relación del genio con el gusto”), p. 220.
26 Kant, lector de Winckelmann, profundiza en el sentido de la belleza ideal que no es un a priori
del que estemos en posesión, sino que tenemos que producir en nosotros mismos (y, por tanto,
en esa unión de historia y naturaleza). Cfr. Ibíd., § 17 (“Del ideal de la belleza”), pp. 147-151.
27 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 25.
28 Es fácil percibir el paralelismo existente entre estas ideas de Winckelmann y las exigencias
formuladas por Vasari en su introducción a la escultura; cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti
architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., pp. 43-45. Como se
podrá percibir muchas veces en este análisis, tiene razón Belting cuando señala que “Winc-
kelmann no nos dijo nunca todo lo que le debía a Giorgio Vasari”. Hans Belting, “Vasari e la
sua eredità”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit., p. 71.
29 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 36.
114 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
gracia de la naturaleza, sin dar cabida a solublemente ambos conceptos. Para lo-
lo sublime,32 y Gotthold Ephraim Lessing grarlo, presenta el concepto de lo sublime
se aproximará notablemente a esta visión como relacionado con las condiciones de
rococó de la gracia.33 sencillez y serenidad —hasta entonces
Winckelmann, en cambio, une indi- propias de la gracia—,34 mientras que
Winckelmann, contraria a la idea de la gracia en Vasari; y vinculada con ello está la opinión
general que Wölfflin tiene de Miguel Ángel: “Como un poderoso torrente, fecundo y devastador
al mismo tiempo, actuó la figura de Miguel Ángel sobre el arte italiano. Irresistible, arras-
trando a todos consigo, fue para pocos un liberador y para muchos la perdición”. H. Wölfflin,
El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano, Op. cit., p. 59). Quizá la influencia de
Winckelmann sobre Kant se manifiesta en este sentido; así, en el análisis del juicio de gusto,
Kant rechazará la vinculación entre atractivo y belleza, que hace “bárbaro” el gusto: “El gusto
sigue todavía siendo bárbaro donde sea que requiera de la mezcla de atractivos y emociones con
la complacencia y, más aún, haga de éstos la medida de su aprobación. No obstante, a menudo
se cargan los atractivos no sólo a la cuenta de la belleza (que sin embargo debería concernir
simplemente a la forma), como contribución a la complacencia estética general, sino que incluso
se los hace pasar a sí mismos por bellezas y, así, a la materia de la complacencia por su forma;
malentendido que como tantos otros que siempre tienen un fondo de verdad, sólo puede ser
suprimido a través de una esmerada determinación de estos conceptos”. I. Kant, Crítica de la
facultad de juzgar, Op. cit., § 13 (“El juicio puro de gusto es independiente de atractivo y emoción”),
p. 139. Y en el mismo sentido de la crítica a Miguel Ángel puede leerse la afirmación de Kant
de que si entran en conflicto el gusto y el genio se debe preferir el primero; cfr. Ibíd., § 50 (“Del
enlace del gusto con el genio en productos del arte bello”), p. 228.
32 “El buen gusto en la ornamentación [...] se ha visto en nuestros días todavía más deteriorado,
en parte a causa de los grotescos [...] y también por las pinturas carentes de sentido que pueblan
nuestros aposentos [...]. Nuestras volutas y nuestras adorables rocallas en forma de concha, sin
las que hoy ningún ornamento es concebible, no resultan más naturales que los candelabros
de Vitruvio, que soportaban pequeños castillos y palacios. [...] es el horror a los espacios vacíos
el que llena las paredes; y son pinturas vacías de pensamiento las que por necesidad han de
reemplazar el vacío”. J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura
y la escultura, Op. cit., pp. 57-58. La referencia a Vitruvio no es accidental; Winckelmann parte
de un texto del tratado De la arquitectura del teórico romano; cfr. Ernst H. Gombrich, “Norma y
forma. Las categorías estilísticas de la historia del arte y sus orígenes en los ideales renacentistas”,
en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Madrid, Alianza, 1985, pp. 187-189.
33 Por ejemplo, en este texto del Laocoonte: “Otro de los medios de los que la poesía se vale para
alcanzar a las artes plásticas en la descripción de la belleza corporal consiste en transformar
la belleza en gracia. La gracia es la belleza en movimiento, y, precisamente por esto, resulta
menos fácil para el pintor que para el poeta. El pintor sólo puede hacernos adivinar el movi-
miento, pero de hecho sus figuras no se mueven. Por esto en su obra la gracia se convierte en
mueca. En la poesía, en cambio, esta cualidad sigue siendo lo que es: una belleza transitoria
que desearíamos ver una y otra vez. La gracia se va y vuelve; y, como, en general, somos
capaces de recordar más fácilmente y con mayor viveza un movimiento que unas simples for-
mas o colores, igualmente la gracia produce en nosotros una impresión más profunda que la
belleza”. G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., pp. 216-217. De hecho, Lessing deja así por fuera,
por ejemplo, toda la discusión moral contra el rococó; cfr. Rosario Assunto, “Los teóricos del
Neoclasicismo”, en: AA. VV., Arte, arquitectura y estética en el siglo XVIII, Op. cit., p. 65.
34 Así se puede marcar su distancia de las ideas que, al mismo tiempo, expone Edmund Burke en
Inglaterra; según Burke, sublime es “[...] todo aquello que puede despertar en nosotros la idea de
116 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
dolor y peligro…; es decir, todo lo que actúa de un modo análogo al terror”. Citado por Rosario
Assunto, Naturaleza y razón en la estética del setecientos, Madrid, Visor, 1989, pp. 27-28. Conviene
señalar que las dos visiones contrapuestas son prácticamente contemporáneas: mientras que
las Reflexiones winckelmannianas habían aparecido en 1755, el libro de Burke, A Philosophical
Enquiry into the Origin of our Ideas of the Sublime and Beautiful, es de 1756. La coincidencia viene
a recordar el carácter polivalente de este complejo siglo XVIII.
35 J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit.,
p. 66. Con este carácter racional de la gracia, Winckelmann se aproxima a la idea del Primer
Renacimiento de Alberti y rechaza la gracia cortesana, casi diríamos “rococó”, de Castiglione
y Vasari; cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700,
pp. 105, 146, 153-155.
36 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
p. 76.
37 Es ya la distinción entre lo bello natural y lo bello del arte, que se convierte en uno de los
problemas básicos de la reflexión estética hasta Hegel.
38 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
p. 81.
39 Ibíd., p. 56.
40 Ibíd., p. 83.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 117
41 J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit.,
p. 59. Es claro, así, que Winckelmann quiere apartarse del concepto tradicional de belleza basado
en las proporciones y en el ordenamiento de las partes, y busca una idea menos material.
42 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 45 (“Un arte es arte bello en cuanto que a la
vez parece ser naturaleza”), pp. 215-216.
43 F. Schiller, Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre, Op. cit., p. 21.
44 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
pp. 28-29.
45 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 180. En el texto de la segunda
edición se hace referencia a la abundancia de “bustos y cabezas” aunque no directamente a
“retratos”, pero la identificación es clara. Ibíd., (Aguilar), p. 304. La peculiaridad de esta visión
neoclásica winckelmanniana puede ser más clara si se compara con lo que, en 1827, escribe A.
W. von Schlegel acerca del mismo asunto de los retratos en su Teoría e historia de las bellas artes,
donde no se oponen “decadencia”, “individualidad” y “belleza”: “Después de Alejandro sería
118 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
suyos, es decir, los neoclásicos, no tienen leza se formulará siempre una relación
porqué escoger entre esas dos posibilida- compleja:
des, pues no están llamados a buscar lo
En lo que se refiere a la belleza de las
bello en la naturaleza, sino que pueden
distintas partes del cuerpo, el mejor
y deben seguir el camino más expedito maestro será la propia naturaleza,
de imitar a los antiguos.46 Pero aquella dado que, en los detalles, ésta supe-
distinción, que dentro de los textos de ra al arte, del mismo modo que, en
Winckelmann es paralela a la que se conjunto, el arte puede elevarse por
plantea entre lo bello natural y lo bello encima de la naturaleza.47
del arte, constante en la filosofía del
Por ello, por ejemplo, el enfren-
siglo XVIII, se mantendrá siempre como
tamiento del arte exige una tensión
una de las bases de su pensamiento y
especial:
uno de los fundamentos de su método,
tanto para la consideración de la obra Se necesita mayor sentimiento para
independiente como para su ubicación lo bello en el arte que para lo bello
histórica. Y es que entre arte y natura- en la naturaleza, porque en el arte lo
muy difícil seguir las variaciones que sufrió el arte en Grecia. Se había llegado a la perfección,
y los artistas no hacían más que limitarse a copiar los modelos que habían dejado los grandes
maestros, o bien se aplicaban a representar personas vivas; por este motivo, los tiempos mismos
de la decadencia del arte fueron tan ricos en hermosos retratos, principalmente en tiempo de los
emperadores romanos”. A. W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Op. cit., p. 108.
46 “Seguid la naturaleza, recomendaba Batteux en 1747, pero sólo ‘la belle nature’, y, ¿cómo
sabemos qué seguir y qué evitar? Winckelmann responde a la pregunta: es ‘más fácil descu-
brir la belleza de las estatuas griegas que la belleza de la naturaleza… imitarlas nos enseña
a convertirnos en sabios sin perder tiempo’. Esta receta, como apenas hará falta decir, no se
reduce sólo a los escritos de Winckelmann, se puede encontrar también en Diderot y Reynolds,
y puede remontarse hasta la teoría francesa del siglo XVII”. N. Pevsner, Las academias de arte:
pasado y presente, Op. cit., p. 106.
47 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 136. De hecho, no puede des-
conocerse que aquí reaparece la discusión, ya amplia en el Renacimiento, acerca del concepto
mismo de naturaleza, discusión que se remontaba a la Antigüedad; cuando se dice que el arte
ha de imitar la naturaleza, esto puede significar o la imitación de las leyes que la rigen o la
imitación de su aspecto, como se anotaba anteriormente (véase el capítulo 1, apartado “Entre
Leonardo y Miguel Ángel: de la ciencia a la imaginación”, nota 71); es la contraposición entre
Alberti y Leonardo, por ejemplo. Pero ya desde “[…] el siglo XVI a estas concepciones se añadió
la tesis de que el arte antiguo profundizó y puso en práctica las leyes de la naturaleza mejor
de lo que lo hubiera hecho la naturaleza misma, por lo que por ello puede constituir un mo-
delo en el terreno del arte igual de bueno o mejor que la propia naturaleza”. W. Tatarkiewicz,
Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 239. En este sentido, el
modelo clásico nos remite de manera directa a los antecedentes del concepto de genio, de
Kant, pues puede reconocerse ya aquí una aproximación a la idea según la cual “[…] las bellas
artes tienen que ser consideradas necesariamente como artes del genio”, que es modelo ejemplar
mediante el cual la naturaleza da la norma al arte. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar,
Op. cit., § 46 (“El arte bello es arte del genio”), p. 217.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 119
bello es como son las lágrimas en el la manera como se llega a la belleza ideal
teatro, sin dolor y sin vida, y por tanto en la práctica artística; de hecho, la mis-
es necesario que ello sea provocado y ma concepción aparece desde el mundo
suplido por la imaginación.48
antiguo y había sido retomada por Leon
Más adelante se notará, además, que Battista Alberti,49 Rafael Sancio,50 Alberto
ese “mayor sentimiento” se une a la nece- Durero y Miguel Ángel,51 por ejemplo.
sidad del pensamiento frente a la obra. Lo bello ideal se compone con partes
Ciertamente, puede parecer poco separadas de los hombres más bellos del
novedosa la idea de Winckelmann sobre lugar donde se encuentra el artista;52 es
48 J. J. Winckelmann, “Dissertazione sulla capacità del sentimento del bello nell’arte e sull’inseg-
namento della capacità stessa”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit., p. 87. Este texto
fue escrito en 1763. Conviene notar que, de nuevo, el concepto de imagen está desarrollando el
papel que luego ocupará la figura en Lessing.
49 En el Tratado de la pintura señala Alberti que “[…] los méritos de la belleza no se encuentran
todos en un solo sitio, sino que están dispersos aquí y allá, en muchos lugares […]”; Leon
Battista Alberti, De la pintura, México, Servicios Editoriales de la Facultad de Ciencias, Univer-
sidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1996, p. 139. Y en el Tratado de la escultura (De
statua) repite las mismas ideas: “Hemos escogido varios cuerpos considerados por los expertos
como los más bellos y hemos tomado de cada uno de ellos las proporciones y las medidas”.
Transcrito en Anthony Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), 4.ª ed., Madrid,
Cátedra, 1985, p. 29.
50 Las expresiones teóricas de Rafael se reducen a dos pequeñas cartas; una de ellas, dirigida a
León X, trata sobre las cualidades de la arquitectura renacentista y los defectos de la gótica; la
otra, dirigida a Baltasar Castiglione, autor de El cortesano, toca, precisamente, este tema de la
belleza como selección, pero agregando que, a falta de modelo, trabaja a partir de una idea:
“Así, le digo que para pintar una bella, me sería preciso ver a varias bellas, con la condición
de que Vuestra Señoría se encontrase conmigo para seleccionar lo mejor. Pero si hay escasez
de buen juicio y de mujeres bellas, yo me sirvo de cierta idea que me viene a la mente. No sé
si esta idea tiene ya en sí alguna excelencia artística; ciertamente yo me esfuerzo por tenerla”.
Transcrito en W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700,
p. 154 (la traducción es mía).
51 Condivi, biógrafo de Miguel Ángel, señala que éste “Amaba no sólo la belleza humana, sino
universalmente todas las cosas bellas […] escogiendo la belleza en la naturaleza, como las
abejas que cogen la miel de las flores y la emplean enseguida en sus trabajos, y actuando
como todos los que alguna vez han soñado en el reino de la pintura. El viejo maestro, cuando
tenía que pintar Venus no se contentaba con mirar una sola virgen, sino que estudiaba varias
y tomaba de cada una los rasgos más bellos y perfectos y se los confería a sus Venus”. Trans-
crito en A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 79. Sin embargo,
la concepción de Miguel Ángel, que ya desde su tiempo se caracterizaba con los conceptos
de profondità y terribilità frente a la facilità, varietà y grazia de Rafael, es un poco diferente a la
de éste: más que seleccionar y componer fragmentos, Miguel Ángel elige de la naturaleza los
objetos más dignos para ser imitados y no se limita a los objetos exteriores, sino que recurre
también a la imaginación, con la idea de que la mera imitación de la naturaleza no es tarea
suficientemente digna para el artista. Cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3,
La estética moderna 1400-1700, p. 176.
52 J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 60.
120 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
53 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 138. Esta valoración del estilo que
reinterpreta la realidad se conserva sólidamente a lo largo de todo el siglo XIX; a este propósito
se pueden citar las indicaciones que, según Claude Monet, le hizo su maestro, el académico
Gleyre, al revisar por primera vez su trabajo de estudiante en 1862: “No está mal, no está del
todo mal esto, pero ha cogido demasiado el carácter del modelo. Se encuentra Usted con un
hombre rechoncho y lo pinta rechoncho. Tiene los pies enormes y Usted los pinta tal cual.
Todo esto es muy feo. Recuerde, joven, que al ejecutar una figura hay que pensar siempre
en la Antigüedad. La naturaleza, amigo mío, está muy bien como elemento de estudio, pero
no ofrece ningún interés. ¡El Estilo, ve Usted, eso es lo único que cuenta!”. Citado en John
Rewald, Historia del Impresionismo, Barcelona, Seix Barral, 1972, vol. 1, p. 69. Vale también
la pena recordar a este propósito un párrafo del texto “De la gracia en las obras de arte” de
Winckelmann: “Parece que conocer la gracia y juzgarla en el hombre sea diferente a conocerla
y juzgarla en la imitación que de él nos ofrecen las estatuas y pinturas, porque a muchos no
desagrada en la imitación lo que en la vida desagradaría. Esta diferencia de sentimiento nace,
o bien de las propiedades de la imitación en general, la cual conmueve más cuanto más diversa
es del objeto imitado, o más bien del negligente ejercicio de los sentidos y de la falta de un fre-
cuente examen y de una severa confrontación de las obras de arte”. J. J. Winckelmann, “Della
grazia nelle opere d’arte”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit., pp. 66-67.
54 La idea de Winckelmann se ubica, así, en el contexto del descubrimiento mismo de la auto-
nomía del fenómeno estético: “La palabra estilo, que desde este momento [del Neoclasicismo]
comienza a tener un significado, está precisamente indicando una cultura figurativa que no
implica una concepción del mundo sino, simplemente, una concepción del arte: no un sistema,
sino un método. En otras palabras, y en el sentido más elevado del término, una técnica [...]”.
G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit., p. 18.
55 Las consecuencias para el desarrollo de la disciplina de la Historia del Arte serán inmensas,
porque de ello depende la utilización libre de las categorías estilísticas: “Lo que nos interesa es
la idea, nacida en el siglo XIX, de que el historiador puede pasar por alto la norma y contemplar
sin prejuicios la sucesión de estos estilos; que puede, en palabras de Hippolyte Taine, acercarse
a las distintas creaciones del pasado como un botánico a su materia prima, sin preocuparse
de si las flores que describe son bonitas o feas, venenosas o saludables. No es sorprendente
que este modo de entender los estilos del pasado le pareciera plausible al siglo XIX, pues su
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 121
práctica marchaba acompasada con su teoría. […] No es de extrañar que ganase terreno la
idea de que los estilos se distinguen por ciertas características morfológicas reconocibles, tales
como el arco apuntado en el caso del gótico y la rocaille en el del rococó, y que fuera posible
aplicar sin riesgo estos términos desprovistos de su connotación normativa”. E. H. Gombrich,
“Norma y forma. Las categorías estilísticas de la historia del arte y sus orígenes en los ideales
renacentistas”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 190.
56 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op.
cit., p. 148. Este texto, el último de Winckelmann, fue escrito en italiano en 1767. Un texto
equivalente al citado aparecía ya en la Historia del arte en la Antigüedad de 1764: “Los primeros
fundadores de la religión, que fueron poetas, dieron los conceptos para estas imágenes, de
los cuales surgió luego la alada imaginación que elevaría la labor por encima de los sentidos.
¿Podía el concepto humano encontrar algo más digno de sus sensuales dioses que un estado
de eterna juventud, de la primavera de la vida, cuyo recuerdo incluso en años tardíos nos ha
de producir alegría? La idea se avenía, además, con la inalterabilidad del ser divino, ya que un
dios hermoso y joven despertaba la ternura y el amor que transportan el alma al dulce estado
de embeleso en que consiste la dicha humana, cosa que ha sido buscada, en mejor o peor
interpretación, por todas las religiones”. J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad,
Op. cit., pp. 122-123. Esta concepción concuerda perfectamente con la idea de “figura” que
Argan atribuye a Lessing; cfr. G. C. Argan, “El valor de la ‘figura’ en la poética neoclásica”,
en: AA. VV., Arte, arquitectura y estética en el siglo XVIII, Op. cit., pp. 71-74.
122 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
57 “[…] el historiador del arte que debe explicar el significado intrínseco de los hechos artísticos
no puede limitarse a proclamarlos memorables sino que debe tenerlos presentes. De hecho,
la historia del arte es la única entre todas las historias especiales que se hace en presencia de
los hechos y, por tanto, no debe evocarlos, reconstruirlos ni narrarlos, sino sólo interpretarlos.
Esta es la característica y, al mismo tiempo, la mayor aporía de la historiografía del arte”.
Giulio Carlo Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, 2.a ed., Roma,
Editori Riuniti, 1993, p. 30 (existe traducción en lengua española: Giulio Carlo Argan, Historia
del arte como historia de la ciudad, Barcelona, Laia, 1984).
58 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 149.
59 El mismo ejemplo, procedente de Cicerón y Plinio, aparecía ya en Alberti; cfr. L. B. Alberti, De
la pintura, Op. cit., § 56, p. 140; sin embargo, Alberti insiste más claramente que Winckelmann en
la importancia de mirar la naturaleza y no confiar en la sola luz de la propia inteligencia.
60 En este punto estarán plenamente de acuerdo Winckelmann y Lessing, a quien vale la pena
recordar aquí. Lessing cita a Hogarth sobre el Apolo del Belvedere, del cual dice que “[...] los pies
y las piernas son demasiado anchos y demasiado largos en relación con las partes superiores
del cuerpo”; y Lessing concluye que “Si examinamos con detalle las cualidades de esta figura,
podremos decir con razón que lo que hasta ahora nos ha parecido de una indescriptible
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 123
65 Ibíd.
66 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 147.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 125
67 Ibíd., p. 149.
68 En efecto, la idea de ese “frío neoclasicismo” no es más que un lugar común de la cultura occi-
dental; la realidad, por el contrario, es que se trata de la época de las mayores revoluciones.
“El Neoclasicismo es el estilo de fines del siglo XVIII, de la fase revolucionaria en que culmina
ese gran estallido de la indignación humana que conocemos como Ilustración”. Así comienza
Hugh Honour su análisis del Neoclasicismo; cfr. Hugh Honour, Neoclasicismo, Madrid, Xarait,
1991, pp. 53-70.
69 Cfr. G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit., pp. 12-13. Estas ideas son planteadas por
Argan al analizar a Füssli y Blake, más que a Winckelmann. De todas maneras, puede recordarse
que el mismo autor considera que “[…] el Neoclasicismo histórico no es más que una fase
de la concepción romántica del arte”. Ibíd., p. 6. Pero además, y sobre todo, el Neoclasicismo
destruye el concepto mismo del clasicismo como equilibrio de humanidad y naturaleza, porque
es ya un revival, es decir, una plena formulación de la humanidad contra lo natural.
70 El asunto parte de la lectura que en el siglo XVIII se hace del tratado Sobre lo sublime del Pseudo-
Longino: “[…] una retórica que induzca a los oyentes ‘no sólo a la persuasión, sino al éxtasis’,
dotada de fuerza para ‘elevar nuestras almas a las más altas cimas’, por medio de la sublimi-
dad, o sea, de las ‘más altas y bellas formas de expresión’, que ‘a la manera de un rayo todo
lo turbe’ y ‘no sólo persuada al oyente sino que lo subyugue’ […]”. R. Assunto, Naturaleza y
razón en la estética del setecientos, Op. cit., p. 18.
71 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 117.
126 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
que encontramos aquí es la necesidad y con el todo […]”.73 Pero, anota, ello
de considerar a Winckelmann, en este equivale a confundir la belleza con la
sentido, dentro de un amplio proceso de perfección. Y es que la belleza no puede
pensamiento que se desarrolla entre los definirse porque es “[…] una cosa supe-
siglos XVII y XVIII, con la interpretación rior a nuestro intelecto”:74 de nuevo, al
sobre Longino como telón de fondo, y estilo romántico, pone en tela de juicio
que tiene que ver con los antecedentes el poder supremo de la razón humana
del Romanticismo.72 y, en concreto, su capacidad de definir
Ese desequilibrio romántico se percibe de estos asuntos fundamentales. De todas
manera eminente en el esquema general maneras, este planteamiento es precursor
del texto de los Monumentos antiguos in- de la formulación de Kant de que lo bello
éditos, que hemos venido considerando. place sin conceptos e inclusive, aunque en
En efecto, la primera parte del mismo otro contexto, de la idea de Hegel de que
recibe por título “De la belleza; y que la belleza artística es la belleza generada
es imposible definirla”. Winckelmann y re-generada por el espíritu.
recuerda, ante todo, que comúnmente La solución de Winckelmann al pro-
se considera que la belleza “[…] consiste blema de la belleza anuncia pues a Kant
en la mutua armonía de la criatura con y a Hegel: “[…] el cumplimiento de la
sus fines, y de las partes consigo mismas belleza no existe sino en Dios”;75 y las
72 R. Assunto, Naturaleza y razón en la estética del setecientos, Op. cit., p. 26. Vale la pena señalar aquí
que Lessing considera a Winckelmann como impulsor de ideas francesas; quizá percibía en él
la interpretación aristotélica de Longino iniciada por Dryden y Boileau: “[…] la lectura que
hizo Boileau de Longino como la que hizo de Aristóteles, de Horacio y de los teóricos italianos
del tardo-renacimiento, es, al decir de Artz, la manifestación de la más perfecta armonía entre razón,
naturaleza y antigüedad en la que consiste la poética de Boileau”. Ibíd., p. 22, nota 19. Y se puede
agregar que esa es la base misma del esquema de Winckelmann que, quizá erróneamente,
Lessing identifica con el pensamiento del clasicismo francés.
73 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit.,
p. 143. Igual idea formula en la Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 118. Assunto señala,
sin embargo, que en un escrito de 1763 Winckelmann planteaba una concepción de la belleza
como “armonía de las partes” y descubre allí la herencia de la filosofía de Wolf (la belleza como
variedad hecha unidad) y del pensamiento de Baumgarten en Winckelmann. Cfr. R. Assunto,
La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit., pp. 37 y ss. El
problema nos interesa, sobre todo, porque permite complementar el tema de las complejas
relaciones entre racionalismo (v.gr., Milizia con una idea de la belleza como perfección, “sen-
cillez, claridad y facilidad de intuición”) y Neoclasicismo.
74 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 143.
75 Ibíd., p. 144. En Kant, Dios aparece para nosotros como condición de posibilidad para alcanzar el
fin final y hacia allá se dirige la teleología; cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 91
(“Del modo del asentimiento [que resulta]* de una creencia práctica”), pp. 391 y ss. Y respecto
a Hegel puede verse aquí un anticipo de esa clase de identificación entre Dios e historia que
desarrolla el historicismo: “[…] la propia historia sería la demostración de la existencia de
Dios porque sería la propia realización de su existencia”. José Luis Villacañas, “Naturaleza y
razón: Kant filósofo del clasicismo”, en: José Luis Villacañas, et al., Estudios sobre la “Crítica del
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 127
del trabajo artístico respecto del utilitario”. Giulio Carlo Argan, “El revival”, en: Giulio Carlo
Argan et al., El revival en las artes plásticas, la arquitectura, el cine y el teatro, Barcelona, Gustavo
Gili, 1977, p. 9.
77 Como ya se anotó, hay aquí un interesante apunte para los problemas metodológicos de la
Historia del Arte: el hecho de que el presente se preocupe de los dioses griegos significa, de
hecho, que la obra de arte es un fenómeno pasado que consideramos como presente, pero
siempre en cuanto continúa siendo pasado.
78 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 24. Y, más tarde, lo ratificará
Herder: “La religión favoreció en gran medida las artes de Grecia, como se desprende del
elenco de sus obras de arte en Pausanias, Plinio o también de cualquiera de las colecciones
que hacen mención de ellas. Hay aquí una analogía con toda la historia de los pueblos y de
la humanidad: era un deseo común ver al objeto de la adoración, y donde no mediaba una
prohibición por parte de la ley o de la misma religión, se manifestaba la tendencia de imagi-
narlo o representarlo. Hasta los negros hacen visible a su dios mediante un fetiche, y de los
griegos sabemos que en tiempos primitivos veían a sus dioses representados en una piedra o
un tarugo”. J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., p. 409.
79 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 55.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 129
80 Ibíd., p. 70.
81 Ibíd., p. 216. Lessing, por el contrario, lo verá como signo de progreso: “Numa no quiso que se
representara ninguna divinidad bajo forma humana o animal, y, sin duda alguna, el progreso
que él introdujo en lo tocante al culto de Vesta fue el haber excluido […] toda representación
humana”. G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 125. Por supuesto, Winckelmann y Lessing se-
ñalan un síntoma, que es la prohibición, pero no lo explican. Argan intenta una explicación
menos teológica y más “cultural”: “Solamente a partir del siglo II a.C., comienza a existir un
arte romano. Roma republicana, fuerte organismo político y militar, no aspira al conocimiento
especulativo sino a la posesión práctica del mundo. […] no sólo no da a la experiencia estética
un lugar en el sistema de valores de la propia cultura sino que deliberada y ostentosamente
la excluye. […] El ciudadano romano es un soldado y un político; el arte, como actividad
manual y servil, es indigna de él y no haría más que distraerlo de sus deberes civiles. Este es
el argumento de las burdas diatribas de Catón”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit.,
vol. 1, p. 127.
82 Las mismas reflexiones seguirán apareciendo en el siglo XIX, por ejemplo, en los textos de A. W.
von Schlegel: “[…] las artes no deben su nacimiento a la necesidad, ni al deseo de satisfacer los
goces puramente sensuales; debe buscarse su origen más elevado y en el corazón del hombre;
desde luego y en primera línea en la religión, y después en la ambición y el orgullo nacional.
Más tarde fue cuando el lujo las hizo servir para sus goces. La religión ejerció sobre ellas un
grande influjo, porque no pudieron florecer entre los pueblos que desecharon el antropo-
morfismo; y vemos, en efecto, que entre los mahometanos y los persas no hay, propiamente
hablando, escultura ni pintura”. A. W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Op. cit., p.
68. Después se imponen consideraciones más sociológicas del arte, las cuales, además, deben
tener en cuenta las artes prehistóricas que en los contextos historiográficos de los siglos XVIII
y XIX todavía no se conocían; las primeras manifestaciones del arte en el paleolítico se expli-
carán, entonces, como medios mágicos para satisfacer las necesidades básicas de la existencia
humana, y la referencia a la divinidad, dentro de concepciones animistas, se planteará, en
general, sólo en el ámbito neolítico. Cfr., por ejemplo, Arnold Hauser, Historia social de la
literatura y el arte, 3.a ed., Madrid, Guadarrama, 1969, vol. 1, pp. 16-43; y G. C. Argan, Storia
dell’arte italiana, Op. cit., vol. 1, pp. 3-10.
130 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
83 “No se puede censurar a los antiguos si pensaban a sus dioses de manera tan múltiplemente
variada, en parte por su poder, en parte por los designios y los pareceres de la voluntad, pero a
todos ellos, sin excluir a su mismo jefe máximo, siempre limitadamente, al modo humano. Pues
al observar la ordenación y el curso de las cosas en la naturaleza, hallaban harto fundamento
para suponer algo más que lo mecánico como causa de éstos, y conjeturar, tras la maquinaria
de este mundo, los designios de ciertas cosas superiores, que no podían pensar sino como
sobrehumanas. Mas como encontraban muy mezclados en él lo bueno y lo malo, lo conforme
a fin y contrario a fin, al menos para nuestra comprensión, y no se podían permitir el aceptar
secretamente, empero, unos fundamentales fines sabios y bienhechores, de los que no veían
la prueba, en pro de la idea arbitraria de un autor supremamente perfecto, difícilmente podía
ser otro su juicio acerca de la causa suprema del mundo, en la medida que, ciertamente, pro-
cedían con plena consecuencia siguiendo máximas del uso meramente teórico de la razón”.
I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 85 (“De la fisicoteología”), p. 365.
84 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 111.
85 Ibíd., p. 283.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 131
86 Ibíd.
87 Ibíd., pp. 281-282.
88 Por ello, en la perspectiva de Winckelmann resultaría totalmente anodina la negación de su
aporte, partiendo de sus equivocadas atribuciones. Quizá su mayor error es la consideración
del Apolo de Belvedere como “[...] la más sublime de todas las obras antiguas que han podido
escapar a la destrucción”; J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 281.
En realidad, se trata de una copia romana del siglo II d.C., hoy muy poco estimada, realizada
a partir de un original griego de la segunda mitad del siglo IV a.C., que no se conserva. Según
Lionello Venturi, ello significaría que, en el mismo sentido que las copias romanas son meros
esquemas abstractos de un arte perdido, así el pensamiento de Winckelmann es un esquema
abstracto: “Un equívoco por tanto, sea de carácter histórico, sea de carácter estético: he ahí
a qué se reduce el neoclasicismo”; Lionello Venturi, Storia della critica d’arte, Torino, Einaudi,
1964, p. 168 (existe una traducción española: Lionello Venturi, Historia de la crítica de arte,
2.a ed., Barcelona, Gustavo Gili, 1982). En realidad, la posición de Winckelmann como “co-
nocedor” puede quedar mal parada con estos errores, pero ello no menoscaba su reflexión.
De todas maneras, sobre el libro de Venturi conviene recordar que se trata de una obra de
1936, muy anterior a toda la actual revaluación del Neoclasicismo; pero dentro del proceso
de la crítica, valdría la pena seguir la diferencia de valoración que al respecto se establece
entre Venturi y su discípulo Argan. Por otra parte, la crítica de Venturi a Winckelmann es,
de hecho, la misma que ya se formulaba en la primera mitad del siglo XIX, por ejemplo, en
palabras de A. W. von Schlegel: “Apareció entonces Winckelmann, que proclamó la verdad
con ese sentimiento profundo y esa verdadera inspiración que le han asegurado la inmortali-
dad. Más, sin embargo de nuestra sincera admiración hacia él, diremos que su historia de las
artes es defectuosa y que, hablando con propiedad, no es más que la historia de la escultura.
Con las anotaciones de los sabios editores de esta obra, en Alemania, en Italia y en Francia,
es como ha podido completarse; y podemos afirmar que debe escribirse de nuevo la historia
de las artes. Cuando él trazó, antes que ningún otro, la historia de las artes entre los griegos,
no poseíamos nosotros sino copias y descripciones de las obras de la arquitectura griega, que
en realidad él no conocía; mas luego se han encontrado y traído a Europa fragmentos de
escultura, que pueden servir para resolver cuestiones esenciales en la historia de las artes”. A.
W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Op. cit., p. 92.
132 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
89 De nuevo, en este sentido, Winckelmann aporta una auténtica imagen del mundo a través de
su visión de Grecia, definitiva para la cultura humanística occidental; como señala Barjau,
“[...] la vigencia que una interpretación determinada del pasado haya tenido sobre el espíri-
tu de los hombres es, nos guste o no, la verdadera herencia de este pasado [...]”. E. Barjau,
“Introducción”, en: G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 20. Lo que se hace patente otra vez,
lo mismo que en la discusión con Venturi, es que nos enfrentamos a dos asuntos diferentes:
el de Grecia misma en un sentido arqueológico y el de nuestra visión acerca de su arte y su
cultura.
90 Giulio Carlo Argan, “Premessa allo studio della storia dell’arte”, en: Giulio Carlo Argan y
Maurizio Fagiolo, Guida alla Storia dell’arte, 2.ª reimp., Firenze, Sansoni, 1977, p. 8. O también:
“[...] la ‘figura’ es un grado supremo de la objetividad: no un ‘en sí’, sino un ‘para nosotros’ que,
precisamente por ello, se funde con la idea del héroe, que no es héroe más que en la concien-
cia y en el juicio que lo reconoce como tal”. G. C. Argan, “El valor de la ‘figura’ en la poética
neoclásica”, en: AA. VV., Arte, arquitectura y estética en el siglo XVIII, Op. cit., pp. 82-83.
91 Cfr. las descripciones del Torso del Belvedere, en: J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte an-
tica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit., pp. 74-80; y en: Historia del arte en la
Antigüedad, Op. cit., pp. 265-267.
92 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 146.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 133
95 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., pp. 153-154.
96 Winckelmann no tienen ningún conocimiento directo, ni a través de copias, del arte griego
geométrico ni del arcaico; toda su reflexión se limita a lo que actualmente se ubica en las épocas
clásica y helenística, mientras que las etapas anteriores le son conocidas sólo por referencias
literarias.
97 En el fondo, este caminar por el doble carril del concepto y de la sensibilidad es el elemento
constitutivo del arte en Hegel (y seguramente mucho más allá y más acá de él); así, el arte es
la autoaprehensión del espíritu en un saber inmediato y, por eso mismo, sensible, “[…] un
saber con la forma y figura de lo sensible y objetivo mismo, en que lo absoluto accede a la
intuición y al sentimiento”. W. F. Hegel, Lecciones sobre la estética, Op. cit., p. 78.
98 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 132.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 135
99 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 117. La idea de esta contraposición
entre entendimiento y sentimiento aparecerá también de manera clara en Schiller: “Pero es
justamente esa forma técnica, que revela la verdad al entendimiento, quien la oculta a su vez
al sentimiento, pues al entendimiento le es necesario desgraciadamente destruir primero el
sentido interior del objeto para poder apropiarse de él” (de las Cartas sobre la educación estética
del hombre, I, 4); F. Schiller, Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre, Op. cit., p. 115.
El tema no está separado de la discusión kantiana del problema del genio.
100 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 19.
136 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
101 Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), pp. 147 y
ss. Sin embargo, el anuncio se refiere sólo a esa actividad personal; en efecto, Winckelmann
llega a plantear una regla objetiva que Kant no aceptará.
102 Cfr. Louis Hautecoeur, Historie de l’architecture classique en France, París, 1950, pp. 487-490,
reproducido en Luciano Patetta, Storia dell’architettura. Antologia critica, Milano, Etas libri, 1979,
pp. 178-179.
103 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 91. Extendiendo la idea de
Argan (quien la aplica a Lessing), podría decirse que la diferencia entre antiguos y modernos
es la misma que existe entre forma y figura: “La forma no es necesariamente artística, dado que
existe una forma universal que Dios ha dado al mundo y que el artista sólo puede imitar [...].
Por el contrario, la figura sólo existe en el arte: es la imagen extraída, elaborada, acabada por
el artista mediante procedimientos propios y exclusivos del arte”. G. C. Argan, “El valor de la
‘figura’ en la poética neoclásica”, en: AA. VV., Arte, arquitectura y estética en el siglo XVIII, Op. cit.,
p. 74. En ese sentido, Winckelmann está claramente a favor de la idea de figura.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 137
104 “Imitar a los antiguos, en el estricto sentido que Winckelmann había recomendado en los
Gedanken, quiere decir para Füssli y Gessner, contemplar la naturaleza con los ojos de los
antiguos; y comportarse como los antiguos —en el arte, pero también en todo lo demás— en
relación con la naturaleza: descubriendo las bellezas diseminadas en la naturaleza y unificán-
dolas en una sola. Imitar el modo de actuación de los antiguos no quiere decir copiar lo que
ellos hacían (porque copiar a los antiguos sería un alejamiento de la naturaleza y por tanto
representaría una traición a los antiguos): este es el sentido de la polémica de Füssli contra el
‘sklavisch nachahmen’, imitar servilmente, más aún, copiar y plagiar a los antiguos, que Füssli
imputa a quienes carentes de pensamiento y de gusto se aferran a la exterioridad, pintan en las telas
imágenes no de hombres, sino de muñecos de cartón-piedra, mezclando lo inerte con la carta palpitante
de vida”. R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo,
Op. cit., pp. 155-156.
105 En este contexto cobra especial valor la idea kantiana de la relación entre presente y pasado
en la historia del arte, como sucesión con respecto a un curso previo y no como imitación; I.
Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., §32 (“Primera peculiaridad del juicio de gusto”), p.
195. Y más adelante insiste en ello, con el mismo argumento de Winckelmann según el cual hay
que imitar a los antiguos como única manera de aproximarse a la naturaleza: “Difícil es que
una época posterior haga prescindibles esos modelos; porque estará cada vez menos próximo
a la naturaleza, y porque no podría, por último, sin tener de ella ejemplos permanentes, estar
en condiciones de hacerse un concepto de la dichosa unificación, en uno y el mismo pueblo,
de la coartación legal de la más elevada cultura y la rectitud de la libre naturaleza que siente
su propio valor”. Ibíd., § 60 (“Apéndice. De la metodología del gusto”), pp. 261-262.
106 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
pp. 54-55.
138 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
107 Recuérdese la ya citada afirmación de que “[…] en el arte lo bello es como son las lágrimas
en el teatro, sin dolor y sin vida, y por tanto es necesario que ello sea provocado y suplido
por la imaginación”. J. J. Winckelmann, “Dissertazione sulla capacità del sentimento del bello
nell’arte e sull’insegnamento della capacità stessa”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 87.
108 J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., pp. 55-56.
109 Ibíd., p. 56.
110 Ibíd., p. 58.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 139
111 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., pp. 23-24. Hay aquí una cierta
relación con las ideas de los humanistas renacentistas, que retomaban planteamientos antiguos:
“Poliziano, en su Panepistemonie (1491) afirma que el dibujo (graphice) es un eslabón entre la
pintura y diversos tipos de escultura en piedra, metal, madera, barro y cera, y añade —citando
a Nicómaco— que el dibujo es para las artes lo mismo que la filosofía para las ciencias”. W.
Tatarkiewicz, Historia de la estética, Op. cit., vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 92. La idea
de que la escultura es más antigua que la pintura fue repetida durante todo el Renacimiento;
según Tatarkiewicz, se trata, en realidad, de una dudosa tesis de Plinio. Ibíd., p. 237. Pero que
es una idea de curso regular en el Renacimiento queda demostrado en el proemio de Las
vidas de Vasari; cuando se resume allí la discusión acerca de la superioridad de la escultura o
de la pintura, impulsada además por la encuesta de Benedetto Varchi en 1546, se dice que
los escultores defienden la nobleza de su arte argumentando que el primer escultor fue Dios
mismo al moldear al hombre, en referencia al relato bíblico. Cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú
eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Op. cit., p. 8. Y más
adelante: “Así, por tanto, el primer modelo, de donde salió la primera imagen del hombre,
fue una masa de tierra y no sin razón; puesto que el divino arquitecto del tiempo y del espacio,
como perfectísimo que es, quiso mostrar en la imperfección de la materia el camino del quitar
y del agregar, del mismo modo que acostumbran hacer los buenos escultores y pintores, los
cuales agregando y quitando en sus modelos, convierten los bocetos imperfectos en el fin y
perfección que quieren”. Ibíd., p. 89. También recuerda Vasari a Firmiano Lactanzio, un apo-
logista cristiano del siglo IV, quien sostenía que Dios (Yaveh) había concedido a Prometeo que
formara la imagen de Adán de barro; así, según Lactanzio, Prometeo resultaba ser el creador
del arte de la escultura. Ibíd., p. 91. De todas maneras, lo que aquí resulta fundamental es
que el planteamiento winckelmanniano se ha desacralizado por completo y ubica el asunto
en el puro decurso histórico de los pueblos antiguos. Alberti, por su parte, se inclina por el
carácter originario del dibujo: “Quintiliano creía que los pintores de la antigüedad dibujaban
sobre el borde de las sombras provocadas por la luz del sol, y el arte creció por añadiduras”.
L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 26, p. 101. Y a la misma tradición se remite Leonardo:
“La primera pintura fue de una sola línea que contorneaba la sombra del hombre, provocada
sobre las paredes por el sol”. Leonardo da Vinci, Tratado de la pintura, 3.a ed., Buenos Aires,
Losada, 1954, §126 (“Cómo se hizo la primera pintura”), p. 65.
112 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., pp. 63-64.
140 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
superación de la forma por el contenido, aunque falte de ella todavía una exac-
con la cual Winckelmann, desde el pre- ta definición.118
sente, se enfrenta al arte antiguo. En el Esta certeza sobre los alcances de la
fondo, equivale a afirmar que la forma educación en el campo del arte lo llevará
clásica se disuelve cuando el arte griego incluso a redactar, en 1763, una Diser-
llega a su más alto nivel; lo que, por lo tación sobre la capacidad del sentimiento de
demás, no está desligado de la ya vista lo bello en el arte y sobre la enseñanza de la
“descoordinación” entre la misma forma capacidad misma.119 De nuevo, la tesis cen-
clásica y una concepción de la divini- tral es que la capacidad de comprender
dad griega que ya parece vista desde el lo bello se despierta y madura por me-
cristianismo o, por lo menos, desde una dio de una buena educación. También
crítica filosófica a la mitología. reivindica la importancia de la práctica
A lo anterior debe agregarse que sobre la erudición, esto es, el contacto
Winckelmann no privilegia la idea con las obras de arte antes que “el mucho
de la inspiración; el artista no crea saber” que “[...] no genera una sana in-
su obra a partir de la nada, de una teligencia”, como, según Winckelmann,
genialidad gratuita, como tampoco la decían los griegos. Y unido a lo anterior,
capacidad de analizar las obras surge afirma que la capacidad de comprender
espontáneamente: de hecho, “[...] en lo bello se desarrolla mejor en las gran-
arte la ciencia adelanta a la belleza”.117 des ciudades que en las pequeñas, y se
En realidad, tanto la belleza como la encuentra más fácilmente entre “jóvenes
gracia, aunque sean “dones del cielo”, se bien nacidos” que entre quienes no lo
pueden enseñar y, por tanto, se pueden son. Sin entrar en esta última cuestión,
adquirir; cuando no se presentan es por toda la historia del arte, inclusive en
falta de contacto con las bellezas de la la “aldea global” del presente, parece
Antigüedad: darle razón sobre la importancia de los
“grandes centros” artísticos.
El sentimiento de la verdadera gracia
Pero regresando a nuestro punto de
no sería, por tanto, natural; pero
puesto que la gracia no sólo puede partida, hay un elemento que preocupa
ser adquirida sino que hace también enormemente a Winckelmann en todo
parte del buen gusto, éste, lo mismo este proceso y que podríamos definir
que aquélla, puede ser enseñado; la como la justa proporción entre filoso-
belleza misma puede ser enseñada, fía y arte, entre teoría y práctica, entre
interés por lo bello y por la belleza. Así, También en este caso, como en mu-
postula que el conocimiento de las obras chos otros, la comparación entre Grecia
es anterior a la especulación, que la y Roma, o sea, entre el apogeo y la de-
impresión debe preceder a la reflexión cadencia del arte, le permite encontrar
porque, aunque aquella sea confusa, lo un ejemplo feliz:
que ésta nos hace sentir es siempre más
débil. Pero un ejercicio o una visión del Las obras de Herculano [...] no pare-
cen ser más antiguas, pues general-
arte que se quede en la pura dimensión
mente representan paisajes, puertos,
de lo sensible, tampoco tiene sentido. casas de campo, bosques, escenas de
Lo había afirmado desde el comienzo, pesca y panoramas [...]. Los antiguos
desde su primer texto de las Reflexiones, griegos no eran partidarios de los te-
insinuando ya la mencionada diferencia mas sin vida, que entretienen la vista
entre lo bello y la belleza: pero no inspiran el cerebro.121
120 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 60.
121 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 206. Esta parte se omitirá en la
segunda edición de la Historia (Aguilar). En realidad, eran líneas escritas sobre unas pinturas
aparentemente descubiertas en Pompeya, e identificadas como auténticas por Winckelmann,
y que a la postre resultaron ser un montaje del pintor Casanova, discípulo de Mengs; quería
vengarse de Winckelmann haciéndolo quedar en ridículo al revelar luego el falso origen de
las pinturas. Pero el incidente, aunque hirió mucho su vanidad, no disminuyó su prestigio.
Sin contar con que, irónicamente, las falsas pinturas de Casanova llegaron a tener notable
influencia cuando el gusto helénico se extendió a las modas y vestidos; cfr. Manuel Tamayo
Benito, “Introducción”, en: J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad (Aguilar),
Op. cit., pp. 24-25.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 143
122 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 142.
123 Dado que el mismo autor hizo una “exposición histórica” de su método, es útil detenerse
primero en el texto “Dalla prefazione alle note sulla ‘Storia dell’Arte Antica’”, aparecido en
1766, y que se puede enriquecer con referencias de otros escritos. J. J. Winckelmann, “Dalla
prefazione alle note sulla ‘Storia dell’Arte Antica’”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., pp. 109-118. Más adelante se analizará la relación entre arte y sociedad; y luego, como
en los temas anteriores, se señalan elementos puntuales, procedentes de distintos textos, que
enriquecen el panorama del desarrollo de las artes.
144 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
124 De la carta de Winckelmann a Salomón Gessner, el 25 de abril de 1761; citado por R. Assunto,
La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit., p. 119.
125 Citado en Ibíd., p. 56.
126 J. J. Winckelmann, “Dalla prefazione alle note sulla ‘Storia dell’Arte Antica’”, en: Il bello nell’arte.
Scritti sull’arte antica, Op. cit., pp. 109-118.
127 La conversión al catolicismo era la condición sine qua non para ir a Roma; para Winckelmann
no se trata, en ningún caso, de un engaño ni a Dios ni a los hombres, sino un medio para
cumplir la misión de abrir el mundo a “[...] ‘las más puras fuentes del arte’, que era para él un
modo de abrir la vía a una vida mejor, o a una civilización superior: desde el momento en que
el arte, para Winckelmann, como para sus herederos, no comienza ni termina en sí mismo,
sino que tiene una función de inicio y de síntesis, y se sitúa en el centro de lo que nosotros
llamamos el proceso histórico”. R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética
del neoclasicismo europeo, Op. cit., p. 133.
128 La gravedad y dificultad, inclusive personal, de una decisión como la de Winckelmann se
percibe todavía hacia finales del siglo en juicios como los de Herder acerca del catolicismo,
que reflejan una oposición que se considera intrínseca entre el espíritu alemán y la Iglesia de
Roma: “No pueden concebirse, de suyo, dos cosas más extrañas y contrarias que el papado
romano y el espíritu de las costumbres germanas […]”. J. G. Herder, Ideas para una filosofía de
la historia de la humanidad, Op. cit., p. 618.
129 J. J. Winckelmann, “Dalla prefazione alle note sulla ‘Storia dell’Arte Antica’”, en: Il bello nell’arte.
Scritti sull’arte antica, Op. cit., p. 109.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 145
debe entenderse dentro de una tradición con los cambios generales de la historia
de pensamiento neoplatónico:130 humana.
También aquí es como si la idea, que La historia del arte se concibe, pues,
al principio sólo existe como un algo como una historia no sólo de artistas
espiritual y, por tanto, como un al- y de obras, sino también de ideas
go uno e indivisible, se expandiese en estéticas: de las distintas determina-
el mundo de la materia; el arquetipo ciones de la categoría estética (lo bello,
espiritual que el artista lleva dentro de la gracia, lo sublime...).133
sí se impone a la materia y la convierte
en reflejo de la unidad de la forma. Es decir, lo que existe detrás de su
Cuanto mayor es la perfección con división de la historia del arte griego en
que esto acaece, con mayor pureza se cuatro estilos (el más antiguo, el sublime,
realiza el fenómeno de lo bello.131 el bello y el de la decadencia) es también
la búsqueda de criterios filosóficos y her-
En consecuencia, desde el comienzo
menéuticos explícitos y, en concreto, de
Winckelmann rechaza un planteamiento
las determinaciones de la categoría de
de la Historia del Arte a partir de las
lo bello, que no pueden ser entendidas,
biografías de los artistas, para buscar
entonces, sólo como caracterizaciones
su objetivo en las obras mismas;132 lo
de la actividad artística:
primero se reduciría al recuento de la
anécdota, mientras que la vía winckel- [...] era criterio unánime de ese
manniana posibilita la historización de tiempo, aunque fuese sólo implícita-
mente, que las determinaciones de la
las categorías estéticas y su vinculación
130 “La estética especulativa, que brota de los medios de la academia florentina, y cuya trayectoria
posterior va desde Miguel Ángel y Giordano Bruno hasta Shaftesbury y Winckelmann, no es,
en rigor, sino la continuación y el desarrollo de los motivos fundamentales tocados por Plotino
y los neoplatónicos”. Ernst Cassirer, Kant, vida y doctrina, 2.ª ed., México, Fondo de Cultura
Económica, 1974, p. 326.
131 Ibíd.
132 Assunto recuerda a propósito las palabras del crítico Pietro Giordani a comienzos del siglo
XIX, que son todavía un eco de Winckelmann: “Aquello que suele narrarse en la vida de los
artistas […] no es más que parte de la materia que se debe tratar e ilustrar en la historia del
arte, ya que el arte está principalmente en las obras, y éstas, comparadas entre sí en razón del
tiempo y del mérito, muestran realmente el proceder del arte, que unas veces se encamina a
la perfección, otras se para, y alguna otra vez, retrocede. Y estos vaivenes tienen, sin embargo,
sus fuentes y sus razones, no tanto en las escuelas de los artistas, como en los hábitos de los
hombres y en las fortunas de las ciudades; y el explicar estas razones es tarea no poco impor-
tante que ha de exigírsele debidamente al historiador del arte, quien, por ello, conviene que
posea una mente abierta y participe del artista, del erudito y del filósofo”. Pietro Giordani,
citado por R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo,
Op. cit., p. 126.
133 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
pp. 127-128. Aunque este texto de Assunto se refiere a Pietro Giordani y a Leopoldo Cicognara,
el contexto global de su planteamiento insiste en su descendencia de Winckelmann.
146 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
cualquier otra [...]. Una completa y eficaz historia del arte en un estado, aportaría, al mismo
tiempo, un excelente punto de vista para toda la instrucción popular de dicho estado [...]’”.
Ibíd. En el planteamiento de Moritz nos encontramos, por tanto, no sólo con el problema de
lo nacional, que tiene una importancia definitiva para Humboldt y Hegel, sino también con
la relación entre Historia del Arte y educación estética de los pueblos, que sigue las huellas
de Schiller.
138 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 18. Es un tipo de planteamiento
que se encuentra en el mismo Lessing; en la carta 32 de las Cartas sobre temas de la Antigüedad, al
referirse a la investigación arqueológica, Lessing afirma que “En el estudio de la Antigüedad,
a menudo es más hermoso encontrar lo verosímil que lo verdadero. Lo uno exige la actividad
entera de nuestro espíritu, lo otro puede a veces no ser más que un descubrimiento debido
a una feliz casualidad”. Citado por E. Barjau, “Introducción”, en: G. E. Lessing, Laocoonte,
Op. cit., p. 11.
139 J. J. Winckelmann, “Dalla prefazione alle note sulla ‘Storia dell’Arte Antica’”, en: Il bello nell’arte.
Scritti sull’arte antica, Op. cit., p. 111.
148 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
como lux veritatis, magistra vitae, vita contrara razones convincentes; pero el
memoriae”;140 en Lessing será otra vez respeto de aquél, que se le “[...] imponía
la verdad indiscutible del texto clásico, como un artículo de fe”, lo sostenía en
que por medio de un profundo análisis la búsqueda. Examinaba cada estatua
filológico se logra conocer en su mayor como si debiera dar cuenta de ella a una
pureza, la que enseña la manera de en- asamblea de estudiosos y se imponía la
tender las obras plásticas. Winckelmann, obligación de no abandonar el examen
por el contrario, plantea un método que antes de haber encontrado alguna belle-
parte directamente de la observación de za y la razón de la misma: es el proceso
las esculturas antiguas: con él, por fin, la que lleva a la práctica en las descripciones
obra de arte es el paradigma del estudio con las cuales pretende dar cuenta de las
de la Historia del Arte. obras más importantes, trabajo que con-
En definitiva, el estudio de las obras sidera como uno de los fundamentales
de arte siguió siendo su principal ocupa- con el arte griego.
ción; y en ellas debió primero aprender En los Breves estudios sobre el arte
a distinguir las partes antiguas de los antiguo, de 1756-1759, a propósito pre-
agregados modernos, que identificaba cisamente de una primera descripción
casi siempre en los brazos y manos, y a del Torso del Belvedere, presenta algunas
veces en la cabeza. Viene luego el mo- características de estas descripciones. En
mento quizá más difícil, que es el des- concreto, indica que
cubrimiento de lo bello, lo cual muchas
veces sobrepasaba sus conocimientos en La descripción de cualquier estatua
debería dividirse en dos partes: la
la materia. Entiende entonces que no
primera debería referirse a los valo-
puede quedarse en una actitud de indi- res ideales y la segunda al arte [...].
ferencia ante las obras, sino que acepta la Porque no basta decir que una cosa es
validez del “prejuicio” que reputa como bella; se debe saber hasta qué punto
valiosas algunas esculturas y descubre y por qué es bella.142
y se convence de lo bello que existe en
ellas. Es, en realidad, el reconocimiento Aquí en las descripciones se descu-
de que se trata de un juicio de gusto que, bren las que Kant llamará ideas estéticas
como tal, aspira a que todas las personas presentes en la obra; además, resulta
lo acepten.141 Así procede frente al Torso clara la diferenciación entre valores
del Belvedere, que en principio lo dejaba ideales y arte, entre contenido y forma,
insatisfecho: no le bastaba saber de la que se acentuará notablemente duran-
admiración que sentía Miguel Ángel te el período romántico y que, como
por esta obra mientras él mismo no en- contenido espiritual y forma sensible,
140 Julius Schlosser, La literatura artística, 3.a ed., Madrid, Cátedra, 1986, p. 271.
141 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 32 (“Primera peculiaridad del juicio de gusto”),
p. 193.
142 J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., pp. 74-75.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 149
será más tarde uno de los fundamentos Ya en los Gedanken podemos ver el ca-
de la estética hegeliana. En efecto, al mino señalado hacia la historización
defender que el arte bello es un objeto de lo bello ideal, hacia la pregunta no
sólo de en qué consiste la belleza del
apropiado para un examen filosófico,
arte para la que los antiguos represen-
Hegel señalará que
tan el modelo inalcanzable, sino por
[…] en tanto que originados en el qué y cómo consiguieron los griegos
espíritu y creados por él, el arte y aquel nivel artístico, qué circunstan-
sus obras son ellos mismos de índole cias les dotaron de una capacidad
espiritual, aunque su representación tan grande, que sería posteriormente
adopte en sí la apariencia de la desarrollada en la Historia del arte en
sensibilidad y penetre de espíritu lo la antigüedad y en los Monumentos anti-
sensible.143 guos inéditos. [...] se produce el paso de
la fundamentación de la belleza clási-
Esta distinción entre el arte y su repre- ca del plano metafísico al plano que
sentación es equivalente a la planteada podemos llamar histórico-social.144
por Winckelmann entre lo bello y la belle-
za, sobre la cual se ha insistido antes. También en el prólogo a la Historia
Conviene indicar que Winckelmann del arte en la Antigüedad se había detenido
pretendía, al menos en principio, que principalmente en el asunto de las des-
sus descripciones estuvieran acompa- cripciones de las estatuas antiguas; por
ñadas de dibujos y grabados de algún medio de abundantes críticas a quienes
artista muy hábil, seguramente porque antes habían desarrollado descripciones,
ello contribuiría a alejar de su investi- señaló que el método debía permitir la
gación la sospecha de un exceso me- identificación de los temas, motivar sus
tafísico, y garantizaría el contacto del juicios, y exigir un conocimiento directo,
lector, al menos indirectamente, con las profundo y completo. En lo que se re-
obras estudiadas. Digamos, por último, fiere al arte antiguo, ello sólo es posible
que aunque ve sus descripciones como con una larga permanencia en Roma,
imperfectas e incompletas, considera entre otras cosas porque cada vez que
que no sólo son un ejemplo de lo que se observa una estatua antigua se descu-
se puede pensar y decir sobre una obra, bre algo nuevo; por eso, será necesario
sino también de lo que constituye la in- repetir constantemente el proceso de
vestigación en el campo artístico y del observación.145
esquema básico de su narración histórica. Sin embargo, el proceso de las
Según Assunto, descripciones no agota el método de
146 El diario de Goethe citado por D. Irwin, “Introduzione”, en: J. J. Winckelmann, Il bello nell’arte.
Scritti sull’arte antica, Op. cit.
147 Vale la pena destacar aquí, como un aspecto muy importante dentro del planteamiento de
Winckelmann, la posibilidad de vincular el concepto de estilo con lo que, al menos desde su
punto de vista, constituye el análisis del valor estético de la obra. En épocas posteriores, desde
Wölfflin hasta Argan, el estilo se consideró como un asunto de carácter más exterior con res-
pecto a la calidad artística. Según Wölfflin: “Con los esquemas de los tres ejemplos de estilo,
individual, nacional y de época, hemos aclarado los fines o propósitos de una historia del Arte
que enfoca en primera línea el estilo como expresión: como expresión de una época y de una
sentimentalidad nacional y como expresión de un temperamento personal. Es evidente que
con todo esto no se ha tocado la calidad artística de la producción”. Heinrich Wölfflin, Conceptos
fundamentales de la historia del arte, 3.ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1952, p. 13. Giulio Carlo
Argan, por su parte, ubica el asunto del estilo en el ámbito “[…] del análisis empírico-científico
de la obra de arte en su realidad de cosa (análisis que no se limita a la materia, a la técnica, al
estado de conservación, al grado de autenticidad, a la destinación originaria y a sus sucesivas
vicisitudes, sino que puede extenderse a la temática, a la iconografía e inclusive al ‘estilo’)”. G.
C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 21.
148 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 90.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 151
arte, sólo hablaremos de las primeras Por eso, al considerar el arte desde
cuatro partes.149 el Renacimiento, no puede entenderlo
como un fenómeno diferente al arte
Está aquí presente la idea de un griego, o sea, como un arte particular y
proceso fatal e inevitable que, como se único en su concreción histórica.152 Como
dijo, parece tomado de la biología; es en la biología, que ahora no es sólo un
decir, coherente con su tiempo, elige ejemplo como en Vasari, sino un ver-
un modelo de las ciencias naturales150 dadero modelo explicativo del proceso
que le permite hacer predecibles los histórico, la decadencia es necesaria para
procesos particulares, e inclusive ubicar Winckelmann; pero, de alguna manera,
su propia época; pero también, de esta es también una realidad paradójica,
manera, la obra de arte concreta es sólo porque en un ser vivo, más allá de su
un caso que viene a confirmar una regla pleno desarrollo, sólo puede seguir el
general,151 que, por supuesto, está dada decrecimiento inevitable.153 Lo mismo
por el arte griego: así, el esquema histó- ocurre en el arte, donde el apogeo va
rico convierte el carácter ideal y libre del necesariamente seguido del derrumba-
modelo en una regla dada, de valor miento, aunque entonces Winckelmann
absoluto y, en realidad, acaba privi- no logre articular una explicación que
legiando los valores de la belleza por supere el mero esquema lógico: “Y el arte,
encima de lo bello. que como todas las cosas del mundo no
de toda consideración biológica, como lo destaca Renato Barilli: “En primer lugar, nuestro
autor se afana para despejar el campo del equívoco de una historia o evolución natural de
los estilos, como si existiese un progreso de los sentidos por el cual lo abierto, lo unitario o lo
pintoresco fueran más fieles a la naturaleza, a la realidad, de lo que se podría afirmar para
las fases precedentes. Por el contrario, se trata de sistemas culturales cada uno de los cuales
tiene su razón de ser y su dignidad; se puede ser grandes artistas tanto en el uno como en el
otro. Ello implica una plena aceptación del relativismo histórico-cultural, la superación de
las prevenciones tanto hacia el arte de los orígenes como hacia el Barroco que, en cambio, en
aquellos años a caballo del siglo era comúnmente considerado como un momento de dege-
neración y de corrupción del gusto, como un fatal decaimiento después de la cima alcanzada
por la clasicidad renacentista”. Renato Barilli, Scienza della cultura e fenomenologia degli stili,
2.a ed., Bologna, Il Mulino, 1991, pp. 150-151.
154 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 175. Por el contrario, Gombrich
plantea que no es indispensable considerar una vinculación biológica en el proceso histórico
del arte: “Algún día quizá sea posible describir el desarrollo hacia lo primitivo, en el arte de
fines de la antigüedad, calificándolo como movimiento de disolución, pero no de declinación
sin más”. Ernst H. Gombrich, “El logro en el arte medieval”, en: Meditaciones sobre un caballo
de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Madrid, Debate, 1998, p. 74..
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 153
antiguos, pues hay muy poco en los sólo es pertinente lo que contribuye a
modernos que sirva a sus propósitos. Es, aclarar el estilo o una época del arte; lo
en realidad, el proceso de confrontación demás es anodino, aunque sea conoci-
de sus hipótesis con una concordancia do.156 Y como en ese fin que ha asignado
cultural cada vez más rigurosa. Se trata, a su disciplina poco influyen las historias
en todo caso, de un proceso que deberá de los artistas, tampoco ellas formarán
continuarse en el futuro para corregir parte de su trabajo.157
los errores que él haya podido cometer. Sin embargo, ya que la observación
Además, Winckelmann aclara que se ha y reflexión sobre las obras constituye
permitido lanzar hipótesis, “exteriorizar el momento fundamental del método,
ideas” que no aparecen suficientemente conviene agregar, a la exposición de su
probadas, pero que pueden abrir cami- desarrollo histórico, cuatro máximas que
nos a la investigación futura. Winckelmann considera de vital impor-
Hasta aquí llega la exposición que tancia para quien observe las estatuas
Winckelmann hace del desarrollo histó- griegas.158 En primer lugar: “No buscar
rico de su método. Sin duda se percibe los defectos y las imperfecciones en las
el intento de elaborar una metodología obras de arte, si antes no se ha aprendi-
científica que conduzca desde el simple do a conocer y a distinguir lo bello”. En
encuentro accidental de un objeto hasta otras palabras, al examinar las estatuas
la demostración de su carácter necesario antiguas hay que estar prevenidos a su
dentro de una estructura cultural siste- favor, porque si estamos persuadidos de
mática y progresiva que podemos encontrar en ellas cosas
En definitiva, para Winckelmann, bellas, efectivamente las hallaremos.
Será, sin lugar a dudas, la condición
La historia del arte ha de enseñar
necesaria para acercarse al arte griego
el origen, el desarrollo, la transfor-
mación y decadencia del mismo, como modelo; pero, al mismo tiempo,
así como los distintos estilos de los es una nueva reivindicación de la pre-
pueblos, épocas y artistas, demos- cedencia del concepto, pues antes de
trando en la medida de lo posible, y aproximarse a la obra es indispensable
por medio de las obras antiguas que contar con una hipótesis acerca de lo be-
han sobrevivido, la veracidad de lo llo. La segunda máxima indica que “Es
expuesto.155
necesario no confiarse del juicio técnico
Para la Historia del Arte, según él, que frecuentemente valora más lo difícil
155 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 5. Un esquema similar se aplicará
al “arte de los tiempos modernos”. Ibíd., pp. 183-184.
156 Ibíd., p. 16.
157 Ibíd., p. 5.
158 Véase J. J. Winckelmann, “Historia del arte antiguo”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., “Observaciones generales sobre el modo de considerar las obras de arte griego”, libro V,
capítulo VI, §§ 13-17, pp. 119-123. En la primera edición de la Historia, edición de Dresde (en
español, Iberia), sólo aparece la primera máxima; las otras tres habrían sido agregadas para
la edición de Viena (Aguilar, pp. 246-248).
154 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
que lo bello”, lo que significa que nos Por eso el espíritu de los antiguos
conduce al error de admirar más el tra- está profundamente encerrado en
bajo manual que las facultades espiritua- sus obras; en cambio los modernos
son como los mercaderes empobre-
les, más la belleza que lo bello. En tercer
cidos que ponen en exposición todo
lugar, “[…] debemos distinguir entre las lo que todavía poseen [...]. Si existe
partes esenciales y las accidentales”, no una prevención útil, es ciertamente
para justificar los errores e inexactitudes la convicción de lo que digo: con ella
que a veces aparecen, sino para poder te debes aproximar a las obras anti-
captar la estructura total, los elementos guas y debes esperar que encontrarás
fundamentales de la obra; esta máxima mucho, porque así indagarás mucho.
Pero las debes considerar con gran
retoma una vieja discusión, ya presente
calma; de lo contrario, lo mucho en
desde las Reflexiones, de 1755, donde lo poco y la quieta simplicidad te
sostenía la existencia de “sabios descui- dejarán insatisfecho [...].159
dos” aun en las mejores obras. Por fin, la
cuarta máxima insiste en la necesidad de Como es lógico, la comprensión de
observar directamente las obras: quien las obras se facilita con la práctica de la
no haya podido hacerlo, no debe juzgar búsqueda de sus bellezas, práctica que,
sus defectos a partir de reproducciones en todo caso, es absolutamente indis-
que lo pueden inducir a error. pensable para no quedarse sólo en la
En otros textos Winckelmann amplía consideración abstracta: “[...] no es
algunos problemas centrales de su mé- posible enseñar todo por escrito. La
todo, ya insinuados en lo dicho. Antes única palabra que aquí vale es ésta:
se expuso su idea de que sólo será un ‘id y ved’”.160 Pero dicha observación
verdadero artista aquel que piense inten- no se realiza a partir de una simple
samente, lo que refuerza su convicción de “calma” que se entiende sólo como
que la comprensión de la obra de arte, pura “inocencia” despojada de todo
en especial del arte antiguo, se logra por prejuicio, sino mediante el estudio y
medio de la reflexión serena. Y es que el conocimiento; ya lo había afirmado
es de la esencia del arte la imposibilidad frente al Torso del Belvedere y en la pri-
de una comprensión inmediata, puesto mera máxima sobre la observación de
que una inteligencia robusta, como era las estatuas griegas; recuérdese, además,
evidentemente la de aquellos hombres su afirmación de que “[...] en arte la
“[...] dotados de una mente más elevada y ciencia adelanta a la belleza”. En otros
más fuerte que la nuestra”, prefiere antes casos será aún más explícito: sólo quien
“decir mucho con poco” que lo contrario: conoce las bellezas de las obras antiguas
159 J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 57.
160 J. J. Winckelmann, “Dissertazione sulla capacità del sentimento del bello nell’arte e
sull’insegnamento della capacità stessa”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit.,
p. 106.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 155
las puede encontrar;161 y poco después llas apariencias que llamamos las
reafirma que bellas formas.163
Podrá comprender estas pocas pala- Hay, por tanto, un movimiento conti-
bras [se refiere a la idea de que “lo nuo entre la idea y las obras. Porque, por
bello está dado por la variedad en lo demás, tampoco es posible plantear
la simplicidad”] solamente quien se la hipótesis, esto es, la idea de lo bello,
haya formado por sí mismo la idea
como si fuera algo innato, definitiva-
de lo bello.162
mente fijado de antemano: ya la belleza
Y arribará hasta la afirmación clara de clásica no se ubica en un plano metafí-
que, antes de llegar a lo concreto, es ne- sico, como se concebía en el clasicismo
cesario plantear una hipótesis de trabajo, barroco, sino en una dimensión histórica
que en este caso consiste, por supuesto, y social. Y no es posible tampoco porque,
en una idea de lo bello ideal, una idea que como se recordará, no podemos conocer
tenemos, y que luego debe contrastarse la esencia de la belleza:
con las obras concretas, que manifiestan
Aquí, como en la mayoría de las
las ideas que los griegos tuvieron: observaciones filosóficas, no pode-
mos, como en la geometría, partir
[...] es necesario pasar de lo ideal a lo
de lo general hacia la excepción y lo
sensible, y de lo general al individuo,
particular, definiendo sus cualidades
combinando las ideas que tenemos y
por la sustancia de las cosas, sino que
tuvieron los artífices griegos acerca de
hemos de contentarnos con llegar a
lo bello disperso por toda la naturale-
probables conclusiones formadas por
za, y en particular de lo bello con que
incontables detalles aislados.164
dotó al hombre, con la consideración
de las bellezas de los griegos mismos
En síntesis, estamos ya frente a la
que han sido retratadas en sus obras;
y haciéndolo no con discursos vagos concepción de la Historia del Arte como
e indefinidos, sino con una precisa una disciplina de carácter hermenéutico
determinación de esos contornos y que nos enseña a mirar las obras de arte
delineamientos, donde nacen aque- con ojos nuevos.165
161 J. J. Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 57.
162 Ibíd., p. 59.
163 J. J. Winckelmann, “Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., p. 142.
164 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 118.
165 “En realidad, era demasiado apasionado y receptivo para que lo consideremos un arqueólo-
go erudito, y demasiado poético y asistemático para convertirse en filósofo de la estética. Su
valor está en los escritos interpretativos. Enseñó a su tiempo a mirar con nuevos ojos no sólo
las estatuas y vasos antiguos sino la civilización griega como un todo. En palabras de Goethe,
‘no aprendemos nada leyendo a Winckelmann, pero nos convertimos en algo’”. H. Honour,
Neoclasicismo, Op. cit., p. 96.
156 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Historia del arte y progreso social artístico. El tema del clima, sin embargo,
no era nuevo; como se recordará, Vasari
En otro momento se ha indicado que atribuía a la sutileza del aire de la Tos-
en la idea de Winckelmann sobre el cana la reacción contra el arte bizantino
desarrollo histórico del arte se encuen- que se produce a partir de 1250.166 La
tran múltiples elementos que, aún sin un referencia al clima se encuentra también
planteamiento sistemático, anuncian ya en El espíritu de las leyes de Montesquieu,
aparecido en 1748, y que Winckelmann
el poderoso esquema hegeliano. Debe
había estudiado en su época de Dresde;
ahora señalarse que, más allá de sim-
en realidad, Montesquieu parte de una
ples insinuaciones específicas, hay pasa-
afirmación de Polibio, según la cual el
jes de tal contundencia que hacen pensar
clima plasmó las características naciona-
que sirvieron como punto de partida a
les en Grecia, y la desarrolla al plantear
Hegel; de todas maneras, aunque aquí
los efectos de las variaciones climáticas
pueda encontrarse de manera implícita
sobre el carácter de los hombres, como
una filosofía de la historia, ésta nunca se
explicación de las diferencias entre los
enfrenta como problema central, como,
varios sistemas de gobierno y estructuras
antes de Hegel, lo harán por ejemplo
políticas. Y después de Winckelmann, el
Johann Gottfried Herder o Kant. En
tema seguirá siendo objeto de estudio,
concreto, conviene detenerse ahora en
por ejemplo de Kant y Herder.167 Her-
la Historia del arte en la Antigüedad. Des-
der, en concreto, señalará en 1784 las
pués de desentrañar en los textos más posiciones extremas frente al asunto:
teóricos un sentido de progresión que
opera en una dimensión básicamente […] ya es tiempo de que analicemos
formal, el progreso se puede analizar en más a fondo esta palabra clima; […]
éste desde la perspectiva de las relacio- algunos estudiosos de la filosofía de
la historia de la humanidad han cons-
nes entre la historia del arte y la historia
truido sobre ella la mayor parte de su
cultural y social. edificio, mientras otros han negado su
Muchas veces, a lo largo de sus escri- influencia casi totalmente […].168
tos, Winckelmann insiste en que la histo-
ria del arte está directamente vinculada Winckelmann, por su parte, vincula
a un pueblo, a su medio geográfico, a el clima con el análisis del estilo, pues-
toda su cultura. Ya en su tiempo se lo to que, de la misma manera que actúa
criticó porque parecía conceder dema- sobre la constitución de los hombres,
siada importancia a la influencia de la actúa sobre el arte. El calor de los paí-
geografía y el clima sobre el fenómeno ses orientales y de Egipto le sirve para
166 Cfr. G. Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi
nostri, Op. cit., p. 99.
167 Cfr. D. Irwin, “Introduzione”, en: J. J. Winckelmann, Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica,
Op. cit., pp. lvii-lviii.
168 J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., p. 200.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 157
169 De nuevo, en la misma línea se ubicará el análisis de Herder, dentro de una perspectiva que no
se limita a la historia de las artes, sino que se plantea como filosofía de la historia de la huma-
nidad. Refiriéndose a la situación geográfica y a la población griega indica: “Considerando la
historia de las islas y los estrechos en cualquier parte del mundo, hallaremos que los habitantes
de tales islas y regiones costeras se distinguieron de los habitantes de tierra adentro en la
medida que su colonización fue acertada, el ciclo de sus actividades agilizado y múltiple, y la
situación mundial favorable a su acción política. […] En todos los mares hallaron los viajeros
que las islas, penínsulas o costas de situación favorable dieron lugar a una civilización más libre
e industriosa de lo que podía esperarse de la presión de una legislación antigua y uniforme
propia de los países continentales”. Ibíd., pp. 399-400.
170 Puede decirse que Herder ofrece una formulación del problema del clima al nivel de la filosofía
de la historia, que, sacado de su esquema histórico general, traduce en términos conceptuales
las intenciones de Winckelmann: “El influjo del clima abarca los cuerpos más diversos, pero con
preferencia los más delicados, los húmedos, el aire y el éter. Incide en mayor medida sobre el
conjunto de las cosas que en los individuos, pero también en estos últimos a través de aquéllos.
No se manifiesta en un momento del tiempo sino que se extiende sobre épocas enteras, durante
las cuales, tarde a veces, se manifiesta a raíz de circunstancias de poca monta. Finalmente,
el clima no impone su influjo a la fuerza, sino que promueve una proclividad determinada;
confiere una disposición apenas perceptible, que se puede observar en el cuadro conjunto de
las costumbres y el estilo de vida de ciertos pueblos bien arraigados en su tierra, pero que se
sustrae a una definición descriptiva por separado”. Ibíd., p. 206. Es interesante destacar que
también Herder exige fundamentar la reflexión en el análisis de la realidad concreta; así, ante
el tema del clima concluye: “Tal vez aparezca algún día un explorador especializado, libre de
prejuicios y exageraciones, cuyo objetivo exclusivo sea la captación del espíritu peculiar del
clima. Nuestro deber, por el momento, consiste más bien en dejar constancia de las fuerzas
vivas a que corresponde cada clima y las cuales lo modifican y cambian de diversa manera
por su sola presencia”. Ibíd.
158 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
de este paso de una naturaleza antes pensar de los pueblos, y en ello se fun-
de la historia, en la que la belleza se damenta la más profunda filosofía de su
encuentra solamente esparcida, a la Historia del Arte, en una dimensión que
historia después de la naturaleza, en la
no se encuentra en Vasari:
que el arte cristaliza la belleza, libe-
rando, por decirlo de algún modo, la Tan simbólica y comprensible como la
idea de la naturaleza.171 influencia del cielo en la constitución,
es la influencia de ésta en el modo
Por tanto, el clima no aparece a los
de pensar, en el cual intervienen las
ojos de Winckelmann como una explica- circunstancias exteriores, principal-
ción mecánica; en realidad, la naturaleza mente la educación, la situación y el
no basta si no se realiza en historia: gobierno de un pueblo. La forma de
pensar de los países orientales y me-
[...] para Winckelmann y para todo ridionales, así como la de los griegos,
el neoclasicismo, la historia era un se revela en las obras de arte.173
modo para acceder, en la naturaleza,
a la belleza superior a la naturaleza Es innecesario, pues, insistir en que
pero manifestada a través de la natu-
no se trata de una visión unidireccional:
raleza [...].172
el apogeo del arte griego no se debió
Pero también en el presente, de todas sólo a un clima moderado, sino también
maneras, el clima conserva su carácter a un gobierno más temperado:
de posibilidad condicionante y, por
Para juzgar, pues, las capacidades
tanto, puede usárselo como una especie
naturales de los pueblos, y aquí ante
de pauta crítica, unida, por supuesto, a todo de los griegos, no hay que te-
otras variables. El clima le permite ex- ner en cuenta sólo la influencia del
plicar, por ejemplo, la viva imaginación cielo, sino también la educación y el
y fantasía de los italianos de su propio gobierno.174
tiempo, mientras que en Inglaterra o
Francia predomina la razón; y aunque También en este caso es necesario se-
no se atreve a afirmarlo categóricamen- ñalar la evolución del pensamiento que
te, plantea la inquietud de que es quizá se da entre las Reflexiones y la Historia,
a causa de su clima que en estos países y que se concreta en las insinuaciones
faltan totalmente los pintores. de Winckelmann para una filosofía de
Pero, más que el influjo del mero la historia. En el primer texto parte de
factor geográfico, lo que Winckelmann una visión más tipológica y se dedica bá-
reivindica es una visión de la historia del sicamente a la definición de su concepto
arte vinculada con la historia cultural, de arte, pero no se da todavía el paso
o, más precisamente, con la forma de decisivo de la naturaleza a la historia;
171 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
pp. 89-90.
172 Ibíd., p. 158.
173 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., pp. 36-37.
174 Ibíd., p. 38.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 159
175 Sin duda alguna, esta multiplicidad de puntos de vista aparece como determinante en la inter-
pretación de Herder, lector minucioso de Winckelmann, que la sintetiza así como introducción
de su análisis de las bellas artes en Grecia: “Un pueblo de esta mentalidad tuvo que elevarse
naturalmente en todas las artes de la vida de lo necesario a lo bello y ameno; los griegos
lo lograron a la perfección en todos los órdenes de su mundo. Su religión exigía imágenes y
templos; sus constituciones políticas requerían monumentos y edificios públicos; su clima y sis-
tema de vida, su intensa actividad, opulencia, vanidad, etcétera, hacían indispensables varias
obras de arte. El genio de la belleza les inspiraba estas obras y les ayudó a perfeccionarlas de
un modo sin parangón en la historia”. J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la
humanidad, Op. cit., p. 409.
176 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 37. “Con Winckelmann la liber-
tad asume el papel de protagonista de la historia, y la ecuación entre aquélla y el buen gusto
se convierte en el criterio capital de la interpretación, aplicado con un rigor casi mecánico”.
C. Antoni, La lucha contra la razón, citado por R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio
sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit., pp. 106-107. La relación entre libertad y buen
gusto que aquí se establece se ubica ya en una línea de interpretación que llegará a su más alta
expresión en las relaciones entre los conceptos de genio y de gusto de Kant.
160 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
177 Y que sea una característica de los estudios winckelmannianos que no siempre fue seguida
posteriormente, puede deducirse de las afirmaciones de A. W. von Schlegel, muy contrarias a lo
que expresamente afirma Winckelmann. Schlegel abandona la vinculación entre arte y libertad
para reafirmar, en cambio, las consecuencias de la influencia directa de los griegos sobre los
romanos, quizá para hacer más claro el esquema de su Historia del Arte: “El arte sobrevivió en
Grecia a la libertad; siguió a los vencedores a Roma, pero no produjo allí nuevos frutos. Cierto
es que los romanos llegaron a ser el pueblo-rey; pero respecto a las artes quedaron bárbaros
[…]”. A. W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Op. cit., p. 108.
178 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., pp. 71-72.
179 Ibíd., pp. 75-76. Ya Alberti reconocía a los etruscos como los más grandes expertos de la antigua
Italia en el arte de la pintura. L. B. Alberti, De la pintura, Op. cit., § 26, p. 102.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 161
180 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., pp. 106-107. Y Herder insistirá de
nuevo en la relación entre arte y libertad democrática: “También las constituciones políticas de
los griegos ayudaron al desarrollo de las artes; no tanto por ser Estados independientes cuanto
porque estos Estados necesitaban a los artistas para la ejecución de grandes obras. Grecia estaba
dividida en muchos Estados que, gobernados por los reyes o arcontes, fomentaban las artes.
[…] Con todo no es menos cierto que fueron precisamente las constituciones democráticas
que se iban introduciendo paulatinamente en toda la Grecia, las que dieron mayor expansión
a las artes. En una comunidad política de esta índole se necesitaban edificios públicos para la
asamblea del pueblo, para el tesoro público y para los deportes y diversiones comunes […].
Como en las repúblicas griegas todo se hacía en nombre del pueblo o de la ciudad, nada era
bastante bueno de cuanto se dedicaba a los dioses que la protegían o a la gloria de su nombre,
mientras el ciudadano particular se contentaba con una morada más modesta. Este espíritu de
comunidad que lo daba todo, por lo menos en apariencia, para el bien común, era el alma de
los Estados helénicos al que, sin duda, alude Winckelmann donde glorifica la libertad de las
repúblicas griegas como el siglo de oro de las artes. El esplendor y la grandeza no estaban allí
distribuidos como en los tiempos modernos, sino que coincidían con las cosas que realmente
interesaban al bienestar de la república”. J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de
la humanidad, Op. cit., pp. 412-413.
181 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 231. Y podría agregarse, apli-
cando aquí una idea de Argan, que ya desde sus orígenes la Historia del Arte está ligada a la
historia de la libertad: “¿Cómo es posible que los historiadores del arte de tendencia socio-
lógica no se hayan dado cuenta que la historia del arte no está ligada a la historia del poder
o la de la autoridad sino, a través de la historia del trabajo, a la de la libertad? […] Como
consecuencia de un curioso error, que tiene origen en la metafísica, el sociologismo histórico,
al ver al arte determinado por el poder religioso o político, lo ve determinado por la idea de
lo divino. En cambio, es el arte el que le sirve de fundamento, aunque sea parcialmente: pero
no como principio metafísico del poder sino como aspiración de la sociedad que quiere ser
verdaderamente ella misma, libre”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come
storia della città, Op. cit., pp. 47-48.
182 Una resonancia de estas ideas aparece todavía en la Crítica de la facultad de juzgar de Kant,
inclusive con una referencia muy expresa al arte religioso del barroco de la Contrarreforma
162 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
hay una subordinación del arte a la po- Gracias a la libertad se elevó el pensa-
lítica, pues ésta le aparece, incluso en la miento de todo el pueblo, del mismo
radical concreción de su vida privada,183 modo que, de un tronco sano, brota
una rama noble y firme [...]. En sus
por ejemplo en su conversión al catoli-
buenos tiempos, los griegos fueron
cismo, como un puro instrumento para
seres muy pensadores que a la edad
el retorno del hombre a una civilización en que uno de nosotros empieza a
estética; la motivación estética, lejos del dedicarse al pensamiento ya llevaban
puro placer esteticista, se plantea, pues, veinte o más años haciéndolo.185
como aspiración ética, como búsqueda
de una vida moralmente sana.184 Lo mismo que en el terreno del pen-
Así, en consecuencia, también la His- samiento, en el arte lo que interesa es
toria del Arte es, para él, radicalmente la calidad, y es ésta la que garantiza la
crítica cultural, historia del mundo, que inmortalidad a los grandes artistas, sin
supera el simple nivel de la belleza: que, por otra parte, quiera predicar una
y a los gobiernos absolutistas que lo soportaban: “[…] ahí donde los sentidos no ven nada
más ante sí y, sin embargo, resta la inconfundible e inextinguible idea de la moralidad, sería
necesario mesurar el ímpetu de una ilimitada imaginación para no permitirle a ésta elevarse
hasta el entusiasmo, antes que, por temor a la falta de fuerzas de esas ideas, buscarles auxi-
lio en imágenes y pueril aparato. De ahí que de buen grado los gobiernos hayan permitido
proveer ricamente a la religión con estos últimos accesorios y buscaran así ahorrarle al
súbdito el esfuerzo, pero también, al mismo tiempo, la potencia de extender sus fuerzas del
alma por encima de las barreras que le pueden ser impuestas arbitrariamente y merced a las
cuales, vuelto él simplemente pasivo, se lo puede manejar más fácilmente”. I. Kant, Crítica
de la facultad de juzgar, Op. cit., (“Comentario general a la exposición de los juicios estéticos
reflexionantes”), p. 187.
183 Con frecuencia se ha hecho con Winckelmann lo que él intentó evitar con la Historia del Arte
entendida como historia de los artistas, y se ha especulado que su pensamiento sólo manifiesta
sus inclinaciones sexuales: “Es indudable que su homosexualidad influyó en esa adoración que
sentía por las estatuas griegas. Desde luego su visión de un país poblado por bellos jóvenes, a
menudo desnudos, está teñida de un anhelo personal”. H. Honour, Neoclasicismo, Op. cit., p. 97.
Sin embargo, desde un punto de vista conceptual no parece muy serio el establecimiento de
una continuidad directa entre la esfera de la intimidad de Winckelmann y sus planteamientos
teóricos, lo que, de paso, significa darle un sentido muy particular y poco consistente a la re-
sonancia de estos trabajos en las décadas siguientes. Por el contrario, quizá pueda encontrarse
en Kant una caracterización del ideal de belleza que marca los límites precisos del mismo,
inclusive frente a la propia sensualidad, y permite entender sus alcances en Winckelmann: “La
corrección de un ideal de belleza como éste se prueba en que no permite a ningún atractivo
sensorial mezclarse a la complacencia en su objeto, y, sin embargo, nos deja tomar un gran
interés en él […]”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”),
p. 151. Para un análisis de la personalidad de Winckelmann y de su vida íntima, pero que
reconoce la diferencia entre su complejidad intelectual y su profundidad humana, cfr. Juan A.
Ortega y Medina, Imagen y carácter de J. J. Winckelmann. Cartas y testimonios, México, Instituto
de Investigaciones Estéticas, Universidad Autónoma de México, 1992.
184 Cfr. R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo,
Op. cit., p. 22.
185 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 108.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 163
186 Ibíd., p. 241. Frente al concepto kantiano de genio, podría afirmarse que aquí Winckelmann
privilegia más su carácter ejemplar que su originalidad. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar,
Op. cit., § 46 (“El arte bello es arte del genio”), p. 217.
187 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 247.
188 Ibíd., p. 257.
164 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
189 E. H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estética,
de G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit.,
p. 54. Más adelante, aún antes de Hegel, y además de la ya citada reflexión de Moritz (cfr.
R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
pp. 148 y 172), el colectivismo tiene su más amplio desarrollo en Humboldt; la consecuencia
para la Historia del Arte será la tendencia a subordinar el concepto de estilo, fundamental en
Winckelmann, bajo la idea de las “escuelas nacionales”. Wölfflin, por ejemplo, distingue entre
el estilo individual, el nacional y el de la época. Cfr. H. Wölfflin, Conceptos fundamentales de la
historia del arte, Op. cit., p. 13.
190 Ernst H. Gombrich, “En busca de la historia cultural”, en: Ideales e ídolos. Ensayos sobre los valores
en la historia y el arte, Barcelona, Gustavo Gili, 1981, pp. 29-70. Gombrich cita como texto clave
la siguiente presentación que toma de la Filosofía de la historia de Hegel: “La historia del mundo
representa [...] la evolución del reconocimiento por parte del espíritu de su propia libertad
[...]. Cada paso, por ser diferente de cualquier otro, tiene su propio principio determinado y
peculiar. En la historia, tal principio se convierte en la determinación del espíritu, un peculiar
espíritu nacional (ein besonderer Volksgeist). Es aquí donde expresa concretamente todos los
aspectos de su conciencia y voluntad, su realidad total; es esto lo que imparte un sello común
a su religión, su constitución política, su ética social, su sistema legal y sus costumbres, pero
también a su ciencia, su arte y sus capacidades técnicas. Estas particulares cualidades indivi-
duales deben ser entendidas como derivadas de aquella peculiaridad general, el principio
particular de una nación. Por lo contrario, el carácter general de esta peculiaridad ha de ser
derivado a partir de los detalles factuales presentes en la historia”. W. F. Hegel, Filosofía de la
historia, citado por E. H. Gombrich, Op. cit., p. 37.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 165
191 E. H. Gombrich, “En busca de la historia cultural”, en: Ideales e ídolos. Ensayos sobre los valores en
la historia y el arte, Op. cit., pp. 49-50. Sin embargo, es necesario encontrar un justo equilibrio
entre el rechazo al citado método exegético y el carácter abductivo que pueden presentar los
datos en la historia, que llegan a plantear una significación reveladora (la abducción consiste en
un silogismo cuya premisa mayor es evidente y la menor menos evidente o sólo probable):
“He sugerido que la relación entre un relato y un cuerpo de datos puede ser, en un cierto
momento, abductiva. Esto es, sobre la base de un conjunto de registros, postulamos un tipo de
historia y luego procedemos buscando datos adicionales que la sustenten. Esa evidencia, una
vez encontrada, puede ser considerada un hallazgo significativo, porque fundamenta final-
mente una afirmación de la que hasta entonces no estábamos seguros”. A. C. Danto, Historia
y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., pp. 87-88.
192 W. F. Hegel, Lecciones sobre la estética, Op. cit., p. 15.
166 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
200 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 111. Se revela aquí la discusión
acerca del problema de la mímesis con respecto a la arquitectura que se discutía a mediados del
siglo XVIII; al clasificar las bellas artes en 1747, Batteux la ubicó aparte, junto a la retórica, porque,
aunque buscaba la belleza —y por eso era arte—, no imitaba la naturaleza. Cfr. W. Tatarkiewicz,
Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 90-91.
201 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 41.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 169
incapaz de dársela.205 Y para que no falte [...] Fidias y sus contemporáneos pa-
un presagio más de Kant y del esquema recen haber puesto todo su arte en
hegeliano, recordemos que Winckel- expresar más la belleza verdadera que
la vaga belleza, y haber estado más
mann afirma que el auténtico pintor, el
atentos a la expresión de lo sublime
que ha aprendido a pensar, “[...] intenta que de lo agradable.207
conducirse como un poeta”, es decir,
“trata de pintar alegóricamente”,206 con Es como si en la época de Fidias
lo cual la pintura se extiende al ámbito hubiesen prevalecido leyes rigurosas
de las cosas que no son sensibles. que exigiesen contornos exactos, duros
Pero, en realidad, las relaciones van y severos; en síntesis, esencialmente
todavía más allá. Aunque no exista aquí un escultóricos. Frente a ellos, los artistas
esquema dialéctico a la manera hegeliana, posteriores, como Praxiteles y Apeles,
las artes en Winckelmann no se hallan ofrecen contornos vagos o ligeramente
establecidas en una especie de intempo- insinuados; son más pictóricos, diríamos
ralidad, sino que muchas veces insinúan nosotros.208 Entre ellos existe la distancia
su propia disolución, con lo que refuer- que separa a Rafael, Leonardo o Andrea
za su idea de un proceso progresivo. El caso del Sarto (que serían los “sublimes”) de
más significativo es el del paso del estilo Antonio Allegri Correggio o Guido Reni
sublime al estilo bello, tal como lo plantea (que serían los “bellos”).209 En otras pa-
en el texto Monumentos antiguos inéditos: labras, en Praxiteles hay una especie de
disolución de lo clásico que, por lo demás, Se siente demasiado elevada para ser
cronológicamente corresponde bastante sensual, ya que, como dice Platón, “lo
bien al desarrollo de la comedia. sublime no tiene imagen”. Únicamen-
te conversa con los sabios [...].211
Y es que en contraposición al valor
sublime de la representación de la divi- La otra Gracia es más terrenal, no
nidad, que caracteriza a Fidias y a sus desea pasar inadvertida y se ofrece al
contemporáneos, la gracia, que define gusto de los hombres; de todas for-
el estilo bello, se dirige a situaciones más mas, para lo que nos interesa, lo más
cotidianas, más humanas: importante es que esta segunda Gracia,
Ella se forma y vive de los gestos y se la bella, nació en la pintura y de ella se
nos revela en la actitud y movimien- comunicó a la escultura.212
tos del cuerpo, incluso en la caída Finalmente, dentro del proceso de
de una prenda y en el conjunto de la desarrollo de las artes, resulta importan-
indumentaria.210 te señalar que, según Winckelmann, la
Pero con ello no se están abando- decadencia del arte clásico se ve acom-
nando los altos ideales que son el fin pañada por un poderoso resurgir de la
del arte, pues estos artistas siguen in- arquitectura, como si el final del Imperio
tentando unir contenidos y formas que y la llegada de los bárbaros representa-
deberíamos considerar clásicos, esto es, ran un retorno a lo simbólico:
ideas elevadas y precisión del dibujo.
El lector debe tener en cuenta que,
Es como si, en su progreso, lo clásico se cuando hablo de la decadencia del
disolviera a partir de sí mismo, como si arte, me refiero principalmente a
produjera su propia negación. Winckel- la escultura y a la pintura, ya que
mann parece formular una especie de mientras éstas se acercaban a su
relación dialéctica entre lo sublime y lo hundimiento, la arquitectura tuvo un
bello: dentro de las Gracias de la mito- cierto resurgir. En Roma se realizaron
logía existe una que es noble y nació de obras cuya grandeza y esplendor
no había conocido Grecia ni en sus
la Armonía; es la sublime, que
mejores días. Cuando casi no había
[…] parece bastarse a sí misma y no artistas que supiesen dibujar una
se ofrece sino que quiere ser buscada. figura aceptable, Caracalla construyó
las asombrosas termas que aún hoy en encontramos a Apeles, pintor, junto a
día, nos parecen maravillosas.213 Praxiteles, escultor. O cuando en las
Reflexiones analiza la diferencia de cali-
En realidad, la explicación de este
dad entre la escultura y la pintura que
fenómeno concuerda plenamente con
aparecen en el recién descubierto teatro
el proceso de desarrollo del espíritu en el
de Herculano, no tiene la menor duda
arte; es que casi todo en la arquitectura
en afirmar que ello se debe a motivos
responde a normas fijas y abstractas,
totalmente casuales, sin que se vislum-
independientes del poder del hombre,
bre una interpretación filosófica como
pero que cualquiera podría aplicar;
la que plantearía Hegel; las pinturas de
la escultura y la pintura, en cambio,
Herculano son mediocres, simplemente
dependen esencialmente de la acción
porque son obra de artistas mediocres y
particular de cada artista, por medio
no por ningún tipo de relación especial
de la flexibilidad del dibujo214 En otras
entre lo clásico y la escultura:
palabras, el desarrollo histórico de las
artes —desde la arquitectura hacia la La ciencia de las bellas proporciones,
escultura y la pintura— corresponde del contorno y de la expresión, debió
al predominio original de normas ab- ser propia no sólo de los escultores
solutas y al desarrollo progresivo de la griegos, sino también de los buenos
pintores.215
libertad; así, el progreso del arte es el
progreso de la libertad y, en consecuen- De todas formas, Winckelmann
cia, no será posible una Historia del Arte reconocerá que los modernos son supe-
que no tenga en cuenta su vinculación riores a los antiguos en la perspectiva,
con el progreso político y social, propio la composición y el color, aunque hace
de la Ilustración. notar que este juicio se basa en obras
Por supuesto, no planteamos una de bajorrelieve o en pinturas romanas,
identidad ni un paralelismo perfectos no griegas. Además, si se profundiza la
entre Winckelmann y Hegel. De hecho, significación de estos elementos —pers-
aquél no se presenta tan dispuesto a pectiva, composición y color— en el
conceder a los modernos (a la época “arte romántico” que a Winckelmann
romántica en sentido hegeliano) la interesa, es decir, en el de los siglos XV a
primacía en la pintura (esencial en el XVIII, es claro que reconoce la superiori-
esquema de aquél). Así, por ejemplo, dad absoluta de los pintores modernos,
en el “proceso de disolución de lo clá- lo que se observa por contraposición
sico” que mostramos en Winckelmann, a su casi total rechazo a la escultura
213 Ibíd., p. 301. El esquema no es muy coherente con la realidad histórica. Las termas de Caracalla
fueron construidas entre el 211 y el 217; Winckelmann las vincula con el arte tardoclásico que
se presenta mejor en el siglo IV; en la decadencia del Imperio romano la crisis de la arquitectura
fue total en Occidente, pero su desarrollo fue espléndido en Bizancio.
214 Ibíd.
215 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 53.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 173
220 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 59. En la misma línea de la crítica al barroco y rococó se podrán leer los planteamientos
de Kant acerca del ideal de la belleza que no se limita a lo meramente estético y exterior; por
el contrario, ese ideal sólo puede esperarse de la figura humana y en ella el ideal consiste en
la expresión de lo ético. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de
la belleza”), p. 150. Sin embargo, a diferencia de Winckelmann, Kant no rechazará ni el ba-
rroco ni el rococó, por lo menos desde el punto de vista formal, porque en ellos reconoce que
se manifiesta la libertad de la imaginación, esencial en el juicio de gusto, completamente al
margen de valoraciones reflexivas (pero sin impedirlas): “[…] pero ahí donde sólo se trata de
mantener un libre juego de las fuerzas representacionales (aunque bajo la condición de que el
entendimiento no sufra impedimento alguno), en jardines de recreo, decoración de recámaras,
en toda suerte de muebles de buen gusto y cosas semejantes, una regularidad que se anuncie
compulsiva se evitará en la medida de lo posible; de ahí que el gusto inglés en los jardines, el
gusto barroco en los amoblados, prefieran impulsar la libertad de la imaginación hasta rayar en
lo grotesco y en este apartamiento de toda compulsión de la regla cifren precisamente el caso
en que el gusto puede mostrar su perfección máxima en proyectos de la imaginación. Todo
lo rígido-regular (que se aproxima a la regularidad matemática) conlleva en sí algo contrario
al gusto: es que no brinda ningún entretenimiento prolongado con su contemplación, sino que
aburre, en la medida en que no tenga expresamente por propósito el conocimiento o un fin
práctico determinado”. Ibíd., (“Observación general sobre la primera sección de la analítica”),
p. 157. Sin embargo, más allá de esta valoración formal, puede encontrarse claramente en
Kant un rechazo al arte que se limita al placer de los sentidos, pues así se distorsiona su pro-
pósito básico (lo mismo que si se limita al ámbito de los conceptos): “[…] el arte tiene siempre
el propósito determinado de producir algo. Si esto fuera, empero, simple sensación (algo
meramente subjetivo), que debiera ser acompañado por el placer, placería este producto, en
el enjuiciamiento, sólo por el sentimiento de los sentidos. Si el propósito estuviese dirigido a
la producción de un determinado objeto, placería éste —cuando el propósito fuese logrado a
través del arte— solamente por conceptos. En ambos casos, sin embargo, el arte placería en el
mero enjuiciamiento, es decir, no como arte bello sino mecánico”. Ibíd., § 45 (“Un arte es bello
en cuanto a la vez parece ser naturaleza”), p. 216.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 175
228 En apoyo de esta consideración pueden traerse las palabras de Wölfflin sobre el problema
de los períodos en la Historia del Arte, e inclusive un ejemplo a partir de la consideración de
un momento concreto en el siglo XIX: “El concepto de periodicidad implica el hecho de una
interrupción y un recomienzo de las evoluciones. Y se antojará preguntar aquí también el
porqué: ¿Por qué vuelve atrás la evolución? […] el caso de la renovación artística de 1800
es insólito, tan insólito como las circunstancias de época que le acompañaron. Dentro de un
lapso de tiempo relativamente corto pasó entonces la humanidad occidental por un proceso
de profunda regeneración. Lo nuevo se plantea en franca oposición frente a lo viejo, y en toda
la línea. En realidad parece como si todo pudiera comenzar otra vez. Un examen más atento
evidenciará pronto que el Arte no ha retrocedido por esto a un punto en que ya estuvo de
antes; únicamente la imagen de un movimiento en espiral es lo que se acercaría al hecho real”.
H. Wölfflin, Conceptos fundamentales de la historia del arte, Op. cit., pp. 335-337. Barilli destaca
este diagrama espiraliforme de la Historia del Arte como el principal aporte de Wölfflin
para la comprensión de su proceso. Cfr. R. Barilli, Scienza della cultura e fenomenologia degli
stili, Op. cit., pp. 151-156. Y la imagen de la espiral resulta también coherente con la visión
de Kant, en la cual cada genio parte de los anteriores y regresa a los modelos, pero a partir de
su propia construcción de lo ideal.
229 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
p. 166.
178 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
230 “La principal clave historiográfica legada por la Antigüedad clásica a la tradición occidental es
la del progreso hacia un ideal de perfección. Las ventajas de esta clave a la hora de dotar de
coherencia a la historia de un arte quedaron demostradas por Aristóteles para la historia de
la tragedia griega, por Cicerón para el auge de la oratoria, y, por supuesto, por Plinio para el
auge de la pintura y la escultura. Para este crítico último, sin embargo, la clave adolecía de un
grave inconveniente, que reside en la naturaleza de esta concepción del despliegue gradual
de un ideal que ha de llegar a un alto una vez alcanzada la perfección. En el contexto de esta
clave la historia posterior puede ser tan sólo de decadencia, algo que en términos generales
cabe lamentar pero que no resulta fácil de presentar como la epopeya de unos individuos que
hacen su aportación al triste conjunto. Sólo hay una manera de introducir un gran individuo
o grupo en esta secuencia post-clásica: recurriendo a una segunda clave historiográfica de
origen todavía más mítico, la idea de rescate y restauración, el retorno de la Edad de Oro por
virtud de algún agente benéfico”. E. H. Gombrich, “El Manierismo: trasfondo historiográfico”,
en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Op. cit., p. 220.
231 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 19. Sobre la presencia de estas ideas en el siglo XVIII, cfr. N. Pevsner, Las academias de arte:
pasado y presente, Op. cit., p. 106. “Esta receta, como apenas hará falta decir, no se reduce sólo
a los escritos de Winckelmann, se puede encontrar también en Diderot y Reynolds, y puede
remontarse hasta la teoría francesa del siglo XVII”. Ibíd.
232 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 27.
233 Ibíd., p. 29.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 179
Pero, todavía más, el método de Ber- camino que con seguridad le llevará a
nini conduce al error y, por tanto, a un la imitación de la naturaleza.235
arte que ha perdido la ruta del progreso
La Historia está llena de considera-
y está abocado a la decadencia:
ciones similares. Por ejemplo, dice que
En lo que al contorno de los cuerpos no puede pretenderse que la condición
se refiere, parece, en efecto, que el es- para percibir la belleza de la naturaleza
tudio de la naturaleza, al que Bernini sea que se asemeje al arte griego, por-
se entregó en sus años de madurez, que jamás encontraríamos un tipo de
extravió a este gran artista del camino
hombre como el Apolo; en cambio, las
de la bella forma.234
estatuas antiguas son bellas porque se
Sin embargo, no puede sostenerse que asemejan a la naturaleza, “[...] pero no
Winckelmann aspire a encerrarse en un en un sentido individual, sino colecti-
asfixiado mundo académico de yesos y vo”,236 en lo que seguramente debemos
esquemas. Ya ha sido claro al afirmar leer una nueva referencia a los criterios
que se trata de buscar lo bello huma- de la distinción inicial entre la belleza
no y lo bello divino, de avanzar en el del retrato y las bellezas ideales. Y no se
aprendizaje captando la belleza “con- olvide que ya en las Reflexiones, ambas
centrada”; se decía al comienzo que en se refieren a la naturaleza:
esto radicaba la perspectiva de su visión
La imitación de lo bello en la natu-
del arte como “construcción”. Pero así raleza, o bien trata un asunto único,
como hay siempre en Winckelmann o bien reúne los rasgos de diversos
un juego de circulaciones entre teoría objetos particulares y los presenta en
y práctica, filosofía y “descripción”, una unidad.237
lo bello y la belleza, la hay también
entre lo ideal y lo natural, con lo cual, O también:
de nuevo, reaparece la perspectiva de En lo que se refiere a la belleza de las
su visión del arte como mímesis: su distintas partes del cuerpo, el mejor
consejo de imitar el Apolo y el Antínoo maestro será la propia naturaleza,
está inmediatamente seguido por la dado que, en los detalles, ésta supe-
afirmación de que ra al arte, del mismo modo que, en
conjunto, el arte puede elevarse por
Cuando el artista construye sobre es- encima de la naturaleza.238
tos cimientos y deja a la regla griega
de la belleza dirigir su mano y sus Casi como síntesis de todo lo dicho, al
sentidos, entonces se encuentra en el final de la Historia retoma el tema:
el arte griego tuvo un carácter divino; Y, sin ninguna duda, Kant era abso-
pero para él, hoy es esencialmente un lutamente consciente de ello y lo señala
problema filosófico, técnico y formal, es con claridad en su Crítica de la facultad de
decir, “pasado”; Vasari, por el contrario, juzgar: el juicio de gusto tiene una pre-
parte de un arte “presente”, con respecto tensión básica de autonomía, mientras
al cual no resulta posible establecer esta que su formulación con base en juicios
distancia conceptual. ajenos constituye heteronomía; y si Winc-
Las críticas de Winckelmann al arte kelmann defiende una actitud moral en el
moderno refuerzan la idea de su opción contexto del arte, no podría, de ninguna
por lo clásico; pero dejando de lado manera, seguir por esta segunda vía. En
los incontables ataques contra Berni- otras palabras, las obras de los antiguos
ni, ejemplo para él de todo lo malo y forman el espíritu del genio creador para
pernicioso, en algunos de las cuales enfrentar el arte del presente y evitar los
nos hemos detenido, no son muchas errores.243
las referencias a artistas de su tiempo, a Parece que la imposibilidad de Gom-
pesar de que, como se ha insistido, todo brich para entender el aporte de Win-
su esfuerzo está dirigido precisamente a ckelmann se debe a que no ha integrado
ellos. Es tan marcada esta ausencia, que la consideración del “carácter pretérito”
generalmente se ha considerado que del arte; en efecto, para Gombrich, el
el trabajo de Winckelmann se redujo al texto de Hegel según el cual “[...] el arte
deseo de hacer resucitar el arte griego.242 está lejos [...] de ser la más elevada for-
Quizá su pretensión iba más lejos. ma de expresión del espíritu” significa
la grandeza más que femenina, en una posición de serenidad casi beatífica, en esa quietud
que los antiguos sólo atribuían a sus dioses. ¡Qué grandeza y qué nobleza a su derredor!”.
J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, ci-
tado por R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo,
Op. cit., p. 82.
242 Es la idea de Gombrich, la cual explica su precaria valoración de Winckelmann: “[…] Winckel-
mann consideraba su misión: llamar a emular las obras griegas y retornar a la Edad de Oro
del arte”. E. H. Gombrich, en: “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre
la estética, de G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones,
Op. cit., p. 54.
243 “Que con derecho se encomie las obras de los antiguos como modelos y se llame, a sus autores,
clásicos, a manera de una cierta nobleza entre los escritores que por su precursoriedad le diesen
leyes al pueblo, pareciera indicar fuentes a posteriori del gusto y contradecir la autonomía
de éste en cada sujeto. […] [Sin embargo] No hay un solo uso de nuestras fuerzas, por libre
que pueda ser, ni aun de la razón (que debe extraer a priori todos sus juicios de la fuente
común) que no incurriese —si cada sujeto tuviera que empezar siempre y totalmente desde
la rudimentaria disposición de su natural— en ensayos erróneos, de no haberle precursado
otros con sus ensayos, y no para hacer de los sucesores simples imitadores, sino para poner a
otros, a través de su proceder, en la huella, a fin de que busquen en sí mismos los principios
y tomen su propio camino, a menudo mejor”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit.,
pp. 194-195.
182 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
que al arte “[…] lo disuelve la reflexión sino también a la religión griega, a sus
y lo reemplaza el pensamiento puro, la ciencias, a la filosofía, a las costumbres,
filosofía, cuyo resultado es que el arte a las formas de gobierno e inclusive a
pertenece al pasado”.244 Sin embargo, a su constitución física y atlética. Y nin-
favor de Gombrich es necesario recono- guno de esos elementos sobrevive en
cer en este punto que su dificultad para el presente de Winckelmann y éste no
aceptar la peculiaridad de Winckelmann pretende que resuciten porque, como
parte de los elementos de la “filosofía debe recordarse, el suyo es un pen-
sustantiva de la historia”245 que subyacen samiento “clásico” que, como tal, se
en todo su sistema y que, como es claro, formula a partir de una consideración
favorecen una lectura “hegeliana” de universalista del hombre y que sólo
Winckelmann. desde allí se plantea las peculiaridades
De todas maneras, lo que no está espaciotemporales.246
claro en ese tipo de interpretaciones es En el límite del absurdo, no podía
que, en su relación con la Antigüedad, imaginar siquiera la “implantación”
Winckelmann entiende la historia del del clima y la geografía griegos entre
arte como historia de la libertad. los alemanes, a quienes se dirige en su
Winckelmann sabía que no era po- propia lengua; además, ello no serviría
sible resucitar el arte griego. Él mismo de nada, porque él mismo afirma que
había señalado que ese arte era ma- ya la belleza no se nos muestra a noso-
nifestación de los altos principios del tros, como sí a los griegos, a través de la
pueblo, expresión de su espíritu, y que naturaleza. Tampoco aboga por la reli-
estaba esencialmente ligado no sólo a gión247 o el pensamiento clásicos, e inclu-
condiciones climáticas y geográficas, so piensa que debe haber nuevas formas
244 E. H. Gombrich, en: “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estética, de
G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., p. 57.
245 Cfr. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit.,
pp. 29-31.
246 Es una actitud que se mantendrá en la cultura alemana posterior a Winckelmann: “[…] la
dimensión clásica —grecolatina— del romanticismo alemán le permitió alcanzar un carácter
universal, entendido aquí en el sentido etimológico del término, el ‘uno’ en la diversidad.
La maravillosa síntesis lograda por el romanticismo alemán (no puede olvidarse que Hölder-
lin fue compañero de habitación de Schelling y de Hegel en el seminario de Tubinga) fue
la de haber afirmado en su pueblo su vocación universal sin negar su identidad particular
(Volkgeist). Como acertadamente observó Alfonso Reyes, clásico es aquello que, sin dejar de
estar anclado en unas coordenadas espaciotemporales, es al mismo tiempo universal. Y es
universal —afirmaba Reyes— porque en lo clásico se reconoce al hombre. Lo clásico habla al
hombre”. Luis Xavier López Farjeat y Héctor Zagal Arreguín, Dos aproximaciones estéticas a la
identidad nacional. Una filosofía de la cultura desde el barroco y el surrealismo, Monterrey, México,
Universidad Autónoma de Nuevo León, 1998, p. 17.
247 Herder sigue insistiendo en la relación esencial entre arte y religión, y en la superación de
una religiosidad como la griega: “El que quiera producir una nueva Grecia en estatuas mi-
tológicas, deberá inculcar a un pueblo estas supersticiones poético-mitológicas con todo lo
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 183
que esto implica y con toda la simplicidad natural de aquella época. Pero éste haría mejor
en viajar a través de Grecia contemplando sus templos, sus grutas y bosques sagrados, hecho
lo cual optará por abandonar semejante proyecto por haberse persuadido de que no sería
deseable siquiera un arte de la índole del griego para un pueblo que se halla completamente
al margen de una religión de esta clase, es decir, de una superstición tan intensa que acababa
por llenar cada ciudad, cada poblado y cada rincón con su presencia sagrada y tradicional”.
J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., p. 411.
248 Herder, cuya visión de Grecia es tan deudora de Winckelmann, va a señalar expresamente la
imposibilidad de una resurrección mecánica del pasado: “La sola evolución del tiempo impli-
ca, por lo tanto, una evolución del género humano, por cuanto éste forma parte de la serie de
creaciones terrenas y temporales. […] Es innegable que esta evolución ha influido también en
la mentalidad del género humano. Trátese de inventar o cantar ahora una Ilíada o de escribir
a la manera de Esquilo, Sófocles o Platón, y se verá que es imposible. La sencillez del niño, la
manera desprevenida de considerar el mundo, en una palabra: la infancia de Grecia ha pasado.
[…] Todo retorno a los tiempos pasados, hasta el famoso año platónico, es un mito y, según el
mismo concepto del mundo y del tiempo, una contradicción. Estamos navegando sin cesar, pero
el río no vuelve nunca a sus fuentes […]”. Ibíd., pp. 510-511. Con todo, no se puede desconocer
que la posición de Herder es más radical y, con la idea de que el arte de un pueblo no puede
trasplantarse a otro, pretende eliminar las posibles ambigüedades de Winckelmann.
249 Se aplican aquí las mismas restricciones que, dentro de un esquema historiográfico en el cual
ya no hay “retornos”, plantea Wölfflin frente al arte del Alto Renacimiento italiano que, sin
embargo, sigue siendo clásico y, por ello precisamente, modelo: “[…] se tomó por algo universal
algo profundamente condicionado por caracteres nacionales, y se quisieron repetir, en con-
diciones totalmente distintas, formas que sólo tienen vida y sentido sobre un determinado
suelo y bajo un determinado cielo. El arte del Alto Renacimiento en Italia es siempre un arte
italiano, y la potenciación ‘ideal’ de la realidad que produjo aquí no fue sino la potenciación
de la realidad italiana”. H. Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al Renacimiento italiano,
Op. cit., p. 17.
250 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
p. 134.
184 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
aquí ha revelado como el esencial: la sible sostener, como lo hace, que “Para
vinculación entre el progreso del arte aquél, la esencia del arte residía en el
y la forma de gobierno de los pueblos ideal griego”.253 No. Para Winckelmann
o, mejor, más ampliamente, el proble- la esencia del arte reside en la libertad:
ma político, la libertad como motor “De todo cuanto podemos decir se tras-
ético no sólo de la historia en general, luce que la mejor base para el desarrollo
sino también de la historia del arte en del arte fue la libertad”.254
particular. Pero ya no es tampoco posible pensar
Winckelmann piensa que volverá con Assunto que
a haber un arte grande, clásico, bello,
Para Winckelmann [...] la historia
como el griego, cuando haya liber- no es solamente historia de la caída,
tad. Quizá por eso insiste tanto en la [...] historia es también el retorno al
decadencia vertiginosa del arte en los Paraíso Perdido, a la fuente de la que
tiempos modernos, sin desconocer, por mana toda la belleza, y con la belleza
supuesto, la grandeza de los maestros también la moralidad y la libertad
civil;255
del Renacimiento.251 Y, por lo mismo,
hay un sentido de crítica política que ya ni como señala más adelante, que
anuncia el Romanticismo, cuando no
puede exaltar el arte de su tiempo,252 en [...] la Historia que, si somos capaces
el cual descubre que la pintura se queda de repensarla, remontando todo su
curso, nos pone en situación de libe-
en lo exterior, sin representar las cosas
rarnos de la presente decadencia [...].
invisibles, pasadas y futuras. Es el descubrimiento de la historia
Al descubrir que para Winckelmann como vía de repatriación [...].256
la libertad es el soporte estructural de la
disciplina de la Historia del Arte, es nece- Y es que si pensamos, como aquí
sario afirmar que se equivoca Gombrich se propone, que para Winckelmann
cuando considera el de aquél un sistema la esencia del arte es la libertad, las
estático; y se equivoca porque no es po- implicaciones deben cambiar, porque
251 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., pp. 183-184.
252 Pero se trata de una actitud crítica y no del pesimismo frente a una decadencia generalizada;
por eso conserva una confianza absoluta en los poderes del arte: “Lo que se refleja en las
recomendaciones de Winckelmann y sus partidarios sobre la educación de los artistas es la
nueva fe en la gran importancia del mensaje del artista, y la nueva confianza en sí mismo
que resulta de ello. Mengs, el seguidor más directo de Winckelmann, afirma: ‘para que las
artes puedan florecer en una nación, los artistas deberían recibir honores‘”. N. Pevsner, Las
academias de arte: pasado y presente, Op. cit., p. 108.
253 E. H. Gombrich, en: “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estética, de
G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., p. 53.
254 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 231.
255 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
p. 170.
256 Ibíd., p. 173.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 185
la libertad hay que ejercerla. Así, no Así podemos decir que con el concep-
bastaría un simple retorno a lo griego. to de la libertad como condición sine qua
La sola recuperación de la Antigüedad non para el arte se completa el sentido de
sin historia, es decir, sin el ejercicio de todo el planteamiento de Winckelmann.
la libertad, sería una pura reducción El libre desarrollo de la idea ha abando-
a la naturaleza; y, como bien señala nado las esferas metafísicas del clasicismo
Assunto, “La naturaleza no basta, si no barroco y se ha instalado firmemente en
se transforma en historia”,257 lo que se la historia. Frente a la concepción del cla-
logra mediante el ejercicio de la libertad. sicismo del siglo XVII que, como anotamos
Así, la historia y la Antigüedad no son desde el comienzo, colocaba la belleza y
el paraíso perdido, sino la base para la el espíritu por fuera de la historia y de la
construcción del futuro, y la edad de oro, naturaleza, ahora tenemos la posibilidad
antes que un retorno es, básicamente, un de “hacerlos funcionar” en su relación
fin del exilio, un paraíso reconstruido. con ellas, para llegar más adelante con
De esta manera, el Winckelmann que Hegel a un espíritu —y una belleza— que
surge de la lectura de la Historia del arte se desarrollan en la historia.
en la Antigüedad no propende por la idea Ahora sí puede aparecer la Historia
de repatriación, que será predominante del Arte; antes, con el espíritu exila-
en el pensamiento neoclásico postwin- do del siglo XVII, no era posible, porque
ckelmanniano, sino, mucho mejor, por la idea pura no tiene historia: más aún,
la Antigüedad como libertad que rompe el para Winckelmann, sólo en cuanto tiene
círculo vicioso e inexorable del paraíso historia es arte. Es decir, sólo contando
perdido. En otras palabras, Winckel- con el análisis histórico es posible com-
mann comienza a plantear ya la crisis pletar el círculo de la comprensión: así,
romántica del concepto renacentista y la consideración histórica sirve de apoyo
clásico de Antigüedad que ahora, inclu- a la conciencia estética que, obviamente,
sive paradójicamente, se impregna con es la base para el descubrimiento y el
la idea de progreso.258 análisis de las obras.259
Por tanto, aunque, como señala historia de las ideas estéticas. Es la mis-
Gombrich, ya el espíritu en Winckel- ma idea ya expuesta por Winckelmann
mann no tiene todavía las connotaciones a Gessner el 25 de abril de 1761 acerca
metafísicas del espíritu hegeliano, es de la construcción de la Historia del
claro que se ha abierto el camino hacia Arte como un sistema, que se puede
la historización del concepto. Y, por lo desarrollar sólo si se logra “[...] conjugar
mismo, no es posible entender la His- la reflexión histórica del arte real con la
toria del Arte en Winckelmann más que reconstrucción teórica de las ideas esté-
como definitivamente vinculada con la ticas y de su historia”.260
260 R. Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit.,
p. 148.
3
Lessing y Herder: contrastes
frente a la Historia del Arte
1 Hans Belting, Likness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Chicago, The
University of Chicago Press, 1994, p. 16.
188 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
problema de la historia— en los cuales más, leer entre líneas la posición frente
se centra este análisis. Y en ambos casos a la Historia del Arte que se insinúa en
se trata de lectores de Winckelmann esta reflexión del Laocoonte, que Lessing
y de lecturas que de ellos hace Kant, califica como “no sistemática”.3
con intereses siempre contradictores Si, como hicimos en el caso de Win-
y, por ello mismo, fuentes de nuevas ckelmann, se intenta buscar en las Leccio-
perspectivas. nes de Wilhelm Friedrich Hegel algunas
referencias a Lessing que nos sirvan
como punto de partida, la decepción
La Historia del Arte es total. Hegel hace caso omiso de Les-
en el Laocoonte, de Lessing sing como teórico y sólo le dedica unas
pocas referencias a su obra teatral; más
En 1766 apareció en Berlín el Laocoonte adelante podremos encontrar la posible
de Lessing (1729-1781), que se va a causa de este claro rechazo.
constituir en pieza clave no sólo de la Por el contrario, resulta llamativa la
discusión estética en Alemania, sino in- apreciación de Giulio Carlo Argan:
clusive del desarrollo de su lengua, que
es afinada por Lessing para este tipo de Debe buscarse el fundamento con-
discusiones.2 En realidad, aunque es clara ceptual del neoclasicismo, más que en
los Gedanken de Winckelmann (1755),
la orientación antiwinckelmanniana del
en el Laocoonte de Lessing (1766),
Laocoonte, Lessing discute directamente
es decir, en la crítica radical de la
las ideas de las Reflexiones y sólo parece formulación clave de toda la poética
tocar de manera muy tangencial los nue- barroca: Ut pictura poësis.4
vos problemas planteados por la Historia
del arte en la Antigüedad. Por eso, nuestro Esta afirmación, según la cual “una
intento será el de analizar la crítica de poesía debe ser como una pintura”,
Lessing al concepto de arte que servía a procede de un texto de Horacio que se
Winckelmann como punto de partida utilizaba para justificar la más estrecha
para su trabajo historiográfico y, ade- relación entre las diferentes artes; com-
5 E. H. Gombrich, “La diversidad de las artes. El lugar del Laocoonte en la vida y obra de G. E.
Lessing (1729-1781)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., p. 37. Nuestra
perspectiva (la del “cómo piensan” Winckelmann y Lessing) privilegia una argumentación dife-
rente a la de Gombrich quien investiga las motivaciones del autor. En este punto conviene citar
a Gombrich extensamente: “En el contexto de su correspondencia sobre teatro, Mendelssohn
recomendó a Lessing las Consideraciones sobre la imitación de las obras griegas en la escultura y en la
pintura, de Winckelmann, que habían aparecido en 1755. Por primera ocasión vio enfrentado
a sus ideas sobre el teatro griego un argumento de la escultura griega. Lessing, que tenía una
misteriosa sensibilidad para las corrientes intelectuales, debió haber venteado el peligro.
En la obra de Winckelmann se encontró con un manifiesto del neoclasicismo platonizante,
presentado con todo el entusiasmo de un credo místico. [...] La noble sencillez y majestuosa
calma de la estatuaria griega era encomiada como gran fuerza moral, verdadera manifestación
del alma griega. En una de las notas para el Laocoonte, Lessing expresa la sospecha de que el
ideal de belleza en las artes visuales originó el de la perfección moral en la poesía: el ideal de
Corneille, por supuesto. [...] Todo lo estoico es antidramático, untheatralisch. El dominio de sí
mismo puede suscitar admiración, pero la admiración es una emoción fría, que excluye todo
el calor de la pasión. La referencia polémica debe ser obvia para alguien familiarizado con
los escritos de Lessing sobre teatro: es contra Corneille y su ideal de que la nobleza resulte en
admiración. Esto, propongo, es lo que Lessing realmente ‘quería decir’, por qué el Laocoonte
debía ser escrito. Temía que en Winckelmann, y en la corriente que lo llevó a la cumbre de la
fama europea, el clasicismo francés, que ya casi no podía sostenerse, se hubiera hecho de un
apoyo inesperado”. E. H. Gombrich, “La diversidad de las artes. El lugar del Laocoonte en la
vida y obra de G. E. Lessing (1729-1781)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones,
Op. cit., p. 38. La afirmación de que “[...] todo lo estoico es antiteatral” es directamente de
Lessing. G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 46. De todas maneras, es por lo menos paradójica
esta implícita relación entre Winckelmann y los franceses que tanto hace temer a Lessing;
puede recordarse que aquél rechaza constantemente el arte francés, sin contar con que “Tanto
Winckelmann como Lessing sentían una animadversión casi patológica contra todo lo francés”;
Hugh Honour, Neoclasicismo, Madrid, Xarait, 1991, p. 68. Pero quizá Lessing percibía con
190 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
particular intensidad la inclinación de Winckelmann hacia puntos de vista que habían tenido
su origen en Francia, como podría ser la lectura aristotélica del Pseudo-Longino, a partir de
la traducción de Boileau, ya citada en la nota 72 del capítulo 2, “Winckelmann: del concepto
de arte a la historia del arte”.
6 El texto de Winckelmann es el siguiente: “Tal es el alma [un alma grande y equilibrada] que
se revela en el rostro de Laocoonte —y no sólo en el rostro— dentro de los más violentos su-
frimientos. El dolor, que se manifiesta en cada uno de los músculos y los tendones del cuerpo
y que, aun sin considerar el rostro y las restantes partes, se cree casi sentir en uno mismo a la
sola vista del bajo vientre dolorosamente replegado; este dolor, decía, no se exterioriza, sin
embargo, en el menor rasgo de violencia en el rostro ni en el conjunto de su actitud. Laocoonte
no profiere los horrísonos gritos de aquel que cantó Virgilio: la abertura de la boca no lo per-
mite; se trata más bien de un gemido angustioso y acongojado como el que describe Sadoleto.
El dolor del cuerpo y la grandeza del alma están repartidos, y en cierto modo compensados,
con el mismo vigor por la entera estructura de la figura. Laocoonte sufre, pero sufre como el
Filoctetes de Sófocles: su miseria nos alcanza hasta el alma, pero desearíamos poder soportar
la miseria como este gran hombre”. Johann Joachim Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación
del arte griego en la pintura y la escultura, Barcelona, Península, 1987, pp. 36-37. Entre otras
cosas, Lessing criticará a Winckelmann la comparación con Filoctetes, quien efectivamente
manifiesta su dolor de manera muy ruidosa.
7 La discusión entre pintura y poesía es muy antigua; la referencia a Horacio lo demuestra;
además, se trató de un asunto que despertó mucho interés en el Renacimiento y de aquí pasó
al clasicismo del siglo XVII. El clasicismo francés, lo mismo que Winckelmann y Lessing, pudo
conocer algunos textos de Leonardo da Vinci; por eso, conviene recordar aquí sus ideas acerca
de la superioridad de la pintura sobre la poesía, expuestas en los §§ 18-28, del Tratado de la
pintura, publicado en 1651: “La pintura es superior a la poesía porque: 1. su alcance es mayor;
siendo una de las artes de imitación de las cosas visibles, lo hace incluso con aquellas para las
que la poesía carece de palabras; 2. representa las cosas mediante imágenes y no palabras, y la
relación entre imagen y palabra es la misma que entre la sombra y el cuerpo real; 3. representa
a la naturaleza —que es obra de Dios— y no las fantasías humanas, como hace la poesía;
4. representa las cosas con mayor veracidad que la poesía, porque las palabras no son más
que signos convencionales; 5. se sirve de un sentido que raras veces yerra, que es el ojo, el
sentido más noble; a diferencia de la poesía que se sirve del oído, un sentido que no es fiable
en el mismo grado; 6. se basa en el saber, especialmente en la óptica, permitiendo profundizar
en los conocimientos de la misma; 7. la pintura no puede ser copiada, como es el caso de las
obras literarias, cuya copia vale lo mismo que el original, y gracias a esta ‘unicidad’ la pintura
es la más noble de las artes; 8. es más asequible para el hombre que la poesía, puesto que exige
menos comentarios; 9. afecta al hombre más rápidamente que la poesía; 10. interesa y atrae al
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 191
[...] la primera es una acción visible conservar de un modo estable los mis-
pero que tiene un carácter progresivo, mos atributos. En el poeta, en cambio,
sus distintas partes ocurren una des- son seres reales que actúan y que, por
pués de otra, en el curso del tiempo; encima de su carácter general, poseen
la segunda, en cambio, es una acción otras cualidades y sentimientos que,
visible pero estática, sus distintas según las circunstancias, puedense
partes se desarrollan unas al lado de destacar sobre aquel.10
otras, en el espacio.8
Ello implica que la poesía y la pintu-
De aquí se desprende el diferente ra poseen campos semánticos propios
carácter y los distintos recursos de la y que, inclusive, los temas de la una no
poesía y la pintura. Y no son intercam- puedan ser traducidos a la otra, sencilla-
biables, pues las imágenes de la poesía mente porque los episodios de la prime-
son signos espirituales y pueden estar ra se desarrollan sucesivamente y, por
juntos sin que se oculten unos a otros tanto, las características del personaje
ni se desfiguren; lo contrario ocurre en o de la acción se pueden ir matizando,
las artes plásticas con las cosas y con los mientras que la pintura se debe someter
signos naturales en los estrechos límites a un momento fijo y a un único punto
del espacio y del tiempo.9 La poesía es de vista, que descarta la posibilidad de
un arte discursivo, mientras que la pin- tales matices.
tura es un arte “figurativo”: El concepto de arte figurativo intro-
ducido por Lessing implica, a la vez, el
Los dioses y los espíritus que el artista
desarrollo del concepto de figura, que
representa no son exactamente los
mismos que los que el poeta necesita. no procede ya directamente del hombre
En el caso del artista se trata de abs- ni de la naturaleza, sino del arte; no se
tracciones personificadas que, para identifica con la forma, que no es nece-
que se las pueda reconocer, necesitan sariamente artística, ni con la imagen,
hombre, mientras que las descripciones poéticas a menudo le aburren y fatigan; 11. contiene
una armonía similar a la de la música; 12. presenta todo su contenido de una vez, mientras que
la poesía lo hace gradualmente y necesita del tiempo”. Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de la
estética, Madrid, Akal, 1991, vol. 3, La estética moderna 1400-1700, p. 160.
8 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 162.
9 Ibíd., p. 96. Aunque limitado a la comparación de las artes plásticas y la música (no de la
poesía), también Kant, por su parte, se plantea el asunto de las artes espaciales y temporales;
y, con vistas al conocimiento, señala el valor superior de las primeras: “Ambas especies de arte
toman cursos completamente diversos: la primera [la música], desde las sensaciones hacia ideas
indeterminadas; la segunda especie [las artes figurativas o plásticas], en cambio, de ideas deter-
minadas a sensaciones. Las últimas son de impresión duradera, las primeras sólo de impresión
transitoria. Aquéllas las puede evocar la imaginación y entretenerse agradablemente con ellas;
éstas, en cambio, se disipan enteramente, o bien, cuando son involuntariamente repetidas por
la imaginación, nos son antes molestas que agradables”. Immanuel Kant, Crítica de la facultad
de juzgar, Caracas, Monte Ávila Latinoamericana, 1992, § 53 (“Comparación del valor estético
de las bellas artes entre sí”), p. 237.
10 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., pp. 119-120.
192 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
que es siempre caduca y transitoria y, sica. Pero valdría la pena recordar aquí
por tanto, aparece como parte de una que las mismas características que Argan
sucesión de imágenes. Argan caracteriza señala en la figura de Lessing, habían
así el concepto de figura: aparecido ya en las Reflexiones de Winc-
kelmann, referidas a “aquellas bellezas
[…] la figura sólo existe en el arte:
ideales” del arte griego que “[...] se pro-
es la imagen extraída, elaborada,
acabada por el artista mediante ducen a partir de imágenes trazadas por
procedimientos propios y exclusivos el solo entendimiento”. Con todo, puede
del arte. Las reglas de la ponderatio, afirmarse que Lessing da al concepto
de la proporción, de la expresión de figura un contenido más retórico12 y
no se recaban del estudio de la na- literario y, por supuesto, más alegórico,
turaleza, sino del estudio del arte de mientras que las imágenes ideales de
los maestros. La novedad sustancial
Winckelmann son más formales.13
reside en que el artista no se forma ya
sobre la naturaleza considerada como Para reforzar la idea de la cercanía
creación divina, sino sobre la historia profunda entre ambos, vale la pena
considerada como experiencia hu- señalar que la concepción de Lessing
mana: basar el arte en el estudio de de las artes figurativas como espaciales
la antigüedad y no en la naturaleza y no temporales se podría ubicar en el
significa negar su sustancia metafí- mismo contexto de la crítica antirrococó
sica y someterlo al mismo proceso de Winckelmann, aunque en su caso
de laicización al que el pensamiento
predominaba la dimensión ética sobre
ilustrado había sometido todas las
demás disciplinas.11 la teórica: el concepto de artes espaciales
descarta el detallismo y movimiento de
En esta concepción de figura como las exquisitas porcelanas y rocallas de la
realidad esencialmente artística, es decir, época.
esencialmente construida, encuentra Ar- Por otra parte, además, volviendo al
gan el tema central de la poética neoclá- pasaje de Winckelmann, será convenien-
11 G. C. Argan, “El valor de la ‘figura’ en la poética neoclásica”, en: AA. VV., Arte, arquitectura y
estética en el siglo XVIII, Op. cit., p. 74.
12 Es obvio que el análisis del Laocoonte se presta muy bien para su preocupación de señalar los
límites entre poesía y pintura, por la existencia de la estatua y del texto de Virgilio. Pero se
podría pensar, además, que el análisis le interesa porque la estatua se presta muy bien para
justificar la visión retórica que Lessing tiene de las artes plásticas. Cabría recordar aquí que,
en su presentación de la escultura helenística, Argan señala el gusto esencialmente retórico de
esta obra: “La escultura es ya una técnica al servicio de un fin retórico: y para dar evidencia
a la imagen y conmover al espectador pone en acto los recursos más sagaces, aunque con el
creciente virtuosismo técnico se debilita la fuerza plástica de la forma”. Giulio Carlo Argan,
Storia dell’arte italiana, 7.a ed., Firenze, Sansoni, 1975, vol. 1, p. 96 (existe traducción parcial
en lengua española: Giulio Carlo Argan, Renacimiento y Barroco, Madrid, Akal, 1987).
13 Por lo mismo, el concepto de figura hace crisis por lo menos desde el Impresionismo; en cam-
bio, en muchas de las concepciones contemporáneas del arte como arte, y muy en concreto
en las tendencias abstractas, se encuentran resonancias de concepto winckelmanniano de la
imagen ideal trazada por el mero entendimiento.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 193
14 J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit.,
p. 37.
15 Ibíd., pp. 39-40.
16 Nótese la diferencia de matiz: en Winckelmann la expresión de lo equilibrado y permanente
es una búsqueda histórica, mientras que en Lessing es una exigencia de la naturaleza espacial
de la escultura y, por tanto, no puede relacionarse con un momento histórico determinado.
194 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
tardío como Virgilio continúa amando los símbolos y la alegoría que, como se
los “contrastes”. En otras palabras, el recordará, son para Winckelmann uno
sistema de cada uno de los dos hace agua de los caminos fundamentales para el
porque le falta la adecuada considera- crecimiento de la pintura y la escultu-
ción de la posición del otro, que Hegel ra. Para Lessing, por el contrario, “el
hará aparecer como complementaria. prurito de la alegoría” en la pintura
Por ese exclusivismo, tampoco Winckel- es paralelo a “la manía descriptiva” en
mann cae en lo que Lessing considera el la poesía y es un auténtico error de los
falso problema de definir si la escultura críticos, que no entienden la diferencia
antecedió al poema o procede de él. En entre pintura y poesía y llegan hasta
realidad, más que de un falso problema, descarriar a los mismos artistas.18 En
se trataría de un tema para una historia realidad, mediante la alegoría, Winc-
comparada de las artes que no parece kelmann da un valor casi filosófico a
estar en la perspectiva de ninguno de la pintura y la escultura, camino que
los dos.17 considera el correcto aunque reste im-
Dentro de la anterior discusión, Les- pulso al sentimiento. Lessing, por el
sing reitera muchas veces el que será su contrario, señala que lo determinante
argumento, esto es, la superioridad de para el espectador de las artes plásticas
la poesía sobre las artes plásticas, en una es la “primera ojeada”:
perspectiva que es exclusivamente teó- De la primera ojeada depende lo
rica y no tiene en cuenta la dimensión fundamental de la impresión que la
histórica. Para nuestro planteamiento, obra de arte ejerza sobre nosotros; y
resulta particularmente reveladora la si esta primera mirada nos obliga al
constante crítica que Lessing hace de esfuerzo de reflexionar y meditar, en-
17 “[...] no puede negarse la relación (directa o por dependencia de una fuente común) entre
la descripción plástica y la poética que, sobre el mismo hecho, da Virgilio en la Eneida. Los
escultores del Laocoonte trabajaron sobre un tema literario, buscando traducir a la escultura,
mediante la descripción de la zozobra del padre y de los hijos atacados por las serpientes
marinas, la imprecación contra los dioses injustos”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana, Op. cit.,
vol. 1, p. 94-96. En la perspectiva de una historia comparada de las artes se ubican, en cambio,
las referencias de Herder a la relación entre poesía y artes plásticas en Grecia. Ante todo, la
poesía se ubica como punto de partida de la cultura: “Siendo la mitología, poesía y música
el punto de partida de la cultura griega, no puede extrañar que la afición a estas artes fuese
un rasgo dominante de su carácter, que se mantiene aun en sus escritos de índole científica
y todas sus instituciones”. Johann Gottfried Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la
humanidad, Buenos Aires, Losada, 1959, p. 407. Las consecuencias son claras: “De ahí que
ningún pueblo de la Antigüedad pudiese producir un arte como el griego sin haber tenido
también la mitología y poética griegas y haber obtenido su cultura asimismo a la manera
griega. Como este caso no se dio en la historia universal, el arte homérico es un privilegio de
los griegos. Así se explica, por lo tanto, la creación ideal del arte griego que no debe su origen
a una profunda filosofía de los artistas ni a una supuesta naturaleza ideal de la nación, sino a
las causas que han sido expuestas hasta ahora”. Ibíd., p. 410.
18 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 39.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 195
tonces nuestro afán de que la obra nos de inmediato nos surge el problema que
llegue y nos conmueva se enfría; para plantea la posición de Lessing. Aquí
vengarnos de este artista enigmático existe una total dicotomía entre belleza
y oscuro nos resistimos a dejarnos
y verdad: la alegoría no cabe porque,
influir por su poder expresivo, y ay de
él si ha llegado a sacrificar la belleza como es claro, para Lessing el objetivo
a la expresión... Entonces no habrá del arte es la belleza, no la idea, y ni si-
nada que nos mueva a permanecer quiera la expresión; y la belleza, en todo
unos momentos ante su obra: lo que caso, es sólo un placer, no es necesaria
vemos no nos gusta, y la idea que el y, por tanto, no tiene una vinculación
artista ha querido comunicarnos, la esencial con la verdad:20 de hecho, no es
ignoramos.19
posible realizar frente a ella un proceso
Esta es una consecuencia de su consi- de interpretación. De nuevo, la distan-
deración de la pintura como arte figura- cia entre ambos es básica; a diferencia
tivo y en ello debe percibirse un cambio de Winckelmann, Lessing afirma que la
en la discusión estética, que viene a colo- pintura, como resultado precisamente
car en primer lugar su carácter sensible, de su misma esencia figurativa, es un
por el cual la obra debe imponerse por arte para ver y no para pensar. Las con-
sí misma, de una manera directa. Pero secuencias para nuestra relación básica
19 Ibíd., p. 140. Al contrario, Winckelmann afirmaba que “[...] la belleza es captada por los sen-
tidos, pero es la inteligencia la que nos la hace reconocer y comprender, y si bien con ello resta-
mos impulso al sentimiento, seguimos, sin embargo, el camino más certero”. Johann Joachim
Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Barcelona, Iberia, 1984, p. 117. Y se recordará
también el texto ya citado: “Si existe una prevención útil, es ciertamente la convicción de lo que
digo: con ella te debes aproximar a las obras antiguas y debes esperar que encontrarás mucho,
porque así indagarás mucho. Pero las debes considerar con gran calma [...]”. Johann Joachim
Winckelmann, “Brevi studi sull’arte antica”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Federico
Pfister, ed., Torino, Giulio Einaudi, 1973, p. 57.
20 Para percibir el camino recorrido en la perspectiva del desarrollo de un concepto acerca de
la autonomía estética, vale la pena recordar aquí que, según Leonardo da Vinci, la pintura es
superior a la poesía porque produce imágenes de obras de la naturaleza que presentan mayor
veracidad que las que puede lograr el poeta: la pintura es a la poesía lo que la realidad es a
la sombra. Cfr. Anthony Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), 4.ª ed., Madrid,
Cátedra, 1985, p. 39. Una síntesis del “parangón” entre la pintura y las demás artes que ocupa
el primer libro del Tratado de la pintura de Leonardo aparece ya desde el comienzo de la obra:
“Igual proporción existe entre la imaginación y el efecto como la que hay entre la sombra y el
cuerpo que la provoca, e igual proporción existe entre la poesía y la pintura; porque la poesía
sitúa sus cosas en la imaginación de letras y la pintura las presenta realmente ante la vista,
que percibe las semejanzas del mismo modo que si fueran naturales; la poesía las da sin esa
semejanza y no se imprimen por medio del sentido de la vista como la pintura”. Leonardo
da Vinci, Tratado de la pintura, 3.a ed., Buenos Aires, Losada, 1954, § 2 (“Ejemplo y diferencia
entre pintura y poesía”), p. 4. La comparación con Leonardo es interesante porque ratifica que
contra una concepción del arte como ciencia y como manifestación de la verdad, en Lessing el
arte es ya una realidad autónoma, lo que se expresa señalando que su objetivo no es la idea,
sino la belleza.
196 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
entre concepto de arte e Historia del Arte para ser contempladas —para ser
son claras: si la pintura se reduce a la contempladas despaciosa y repetida-
belleza y, por tanto, se limita al nivel de mente...— [...]. Por otra parte, sólo
es fecundo aquello que permite el
la sensación y a una complacencia de la
juego libre de la fantasía. Cuanto más
que se descarta todo interés intelectual penetramos en una obra de arte más
o conceptual,21 no hay campo para la pensamientos suscita ella en nosotros,
Historia del Arte. y cuanto más pensamientos suscite
Así, la afirmación de la especificidad tanto más debemos creer que estamos
de la pintura frente a la poesía desem- penetrando en ella.23
boca en la imposibilidad de las artes
Para despejar toda duda, porque el
plásticas para acceder, en cualquier me-
párrafo puede parecer contrario a lo
dida, al universo del concepto; en lo que
dicho antes, a renglón seguido indica
los críticos con el prurito de la alegoría
que estos pensamientos que suscita la
no han pensado, según Lessing, es en
pintura son el “desenvolvimiento de
si la pintura “[...] es capaz de expresar
un proceso afectivo” en el cual el buen
conceptos generales sin apartarse de
artista debe encontrar la manera de no
su misión y su destino propios, y sin
cortar alas a la imaginación. Ninguna
convertirse en una forma de escribir ar-
concesión, pues, al clima filosófico
bitraria”,22 es decir, si es posible hacerlo
winckelmanniano; así, no hay contra-
respetando su carácter figurativo. Como
dicción, aunque pareciera haberla,
las artes plásticas no pueden utilizar más
pues la contemplación despaciosa y
que un momento único que, además,
repetida es sólo una continuación de
sólo puede ser percibido desde un punto
la primera ojeada, frente a una pintura
de vista único, no pueden expresar con-
que se deja contemplar largamente sin
ceptos generales, y su relación no es con
aburrirnos, ni obligarnos a reflexionar
el pensamiento, sino con la fantasía:
y meditar. 24
[...] las obras del artista están hechas Además, es igualmente claro que la
no sólo para ser vistas sino también pintura se ve forzada a recurrir a los
21 En este sentido, según Lessing, en términos kantianos la belleza de la pintura se limita a la pura
dimensión estética y se accede a ella sólo mediante el juicio de gusto; incluso parece restringirse
al campo de lo agradable, que descansa enteramente en la sensación. Cfr. I. Kant, Crítica de la
facultad de juzgar, Op. cit., §4 (“La complacencia en lo bueno está ligada a interés”), p. 125.
22 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 39. La idea de Winckelmann según la cual la belleza no
puede definirse porque “[...] es una cosa superior a nuestro intelecto”, no tenía el menor
sentido para Lessing.
23 Ibíd., p. 58.
24 “En síntesis, Lessing se encuentra inducido en contradicciones inextricables, precisamente
por no haber comprendido el carácter espiritual del arte, que puede existir en una figura fea;
por no haber tenido ojos para la belleza moral, por ejemplo de un Rembrandt; y por haber
interpretado de una manera física la belleza de una escultura griega”. Lionello Venturi, Storia
della critica d’arte, Torino, Einaudi, 1964, p. 170 (existe traducción española: Lionello Venturi,
Historia de la crítica de arte, 2.a ed., Barcelona, Gustavo Gili, 1982).
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 197
símbolos por sus propias limitaciones alegoría podría relacionarse muy bien
específicas: con el momento preñante formulado
por Lessing:
Cuando el poeta personifica abstrac-
ciones las caracteriza de un modo En sus composiciones, que implican
suficiente con el nombre que les da y coexistencia de elementos, la pintura
con las acciones que les atribuye. El solamente puede utilizar un único
artista carece de estos medios. De ahí momento de la acción; de ahí que ten-
que a las abstracciones que personifi- ga que elegir el más pregnante [sic]
ca necesita asignarles unos símbolos de todos, aquel que permite hacerse
que permitan reconocerlas como cargo lo mejor posible del momento
tales. Estos símbolos, por el hecho de que precede y del que sigue.27
ser una cosa y significar otra, hacen
de estas abstracciones personificadas Pero, como aparece de nuevo aquí, de
figuras alegóricas. [...] Al artista lo que
una manera u otra, toda la reflexión de
le ha llevado a inventar los símbolos
correspondientes a estos seres ha
Lessing queda viciada por el prejuicio
sido la necesidad. Porque no tiene de partida, pues está siempre prevenido
otro medio de dar a entender lo que para ver unas veces “[...] a la poesía ence-
significa esta o aquella figura.25 rrada en el estrecho coto de la pintura” y
otras a ésta invadiendo la dilatada esfera
Por tanto, en contra de la concepción de la primera;28 y es ese prejuicio el que
de Winckelmann, la alegoría es inclusive lleva a Lessing a insistir en que la poesía
una muestra del rango inferior de las es por su propia esencia superior a la
artes plásticas frente a la poesía: las artes pintura, porque los medios más excelsos
plásticas se ven sometidas a la necesidad, de la pintura son, en realidad, los más
lo que, de hecho, en la idea de Lessing, insignificantes de la poesía:
compromete la libertad esencial para el
verdadero arte.26 Sin detenernos a investigar si el poeta
El fundamentalismo teórico y me- es capaz o no de representar la be-
todológico de Lessing era demasiado lleza física, una cosa sí es innegable:
dado que a la imitación poética le
radical y definitivo como para que se
está abierta la totalidad del inmenso
pudiera proponer una vía de concilia- imperio de la perfección, esta envol-
ción, aunque, en realidad, el mismo texto tura visible bajo la cual la perfección
del Laocoonte insinuaba esos espacios de se convierte en belleza solamente
diálogo entre ambas posiciones. Así, el puede ser uno de los medios más in-
valor que Winckelmann concedía a la significantes de que el poeta dispone
para atraer nuestra atención sobre sus también en el arte religioso correspon-
personajes.29 diente a la forma romántica. En este sen-
tido, Gombrich descubre en el Laocoonte
De esta manera, Lessing no se detie- un claro enfoque antiplatónico, que se
ne en una caracterización de las artes constituye en el fundamento filosófico
figurativas que pudiera relacionarse con de la preeminencia de la poesía sobre la
Winckelmann. De hecho, aquél rompe pintura.31 Pero, en todo caso, quizá más
con la tradición clásica y deja de lado allá de sus intenciones, el planteamiento
una buena parte de la herencia griega de Lessing peca por no entender que,
en la cual, como sabemos, era determi- junto a la significación en sí de la obra, se
nante el aspecto religioso. Y quizá aquí despliega también, y como consecuencia
comienzan a insinuarse los motivos del de aquella, su significación histórica.
escaso interés que siente Hegel hacia El planteamiento teórico antes que
sus posiciones teóricas, porque Lessing histórico de Lessing corresponde tam-
descarta la parcela de verdad que corres- bién a la perspectiva diferente desde
ponde a las determinaciones de lo bello la cual enfrenta el problema global
en la plástica griega30 y, en consecuencia, del mundo griego. En contraste con
29 Ibíd., p. 63.
30 Winckelmann había formulado el cumplimiento de la belleza sólo en Dios, identificando así
belleza y verdad, en un planteamiento que, a diferencia de la distinción entre belleza y verdad
de Lessing, se ubica ya en la corriente preparatoria del pensamiento hegeliano.
31 “En su Tratado sobre la fábula hay un breve pero relevante pasaje que ya pone al pintor en su
lugar. La prueba de una buena fábula, declara Lessing, es que no puede ser ilustrada. De un
golpe destruye la combinación de imagen y moraleja que era esencia del libro emblemático
y había estado tan en boga desde el Renacimiento. Aquí se abren extrañas perspectivas, pues
la moda del emblema no carecía de relación con la antigua convicción platónica de que la
vista es el más noble de los sentidos y de que ver una verdad materializada en un símbolo no
está lejos de la más elevada forma de comprensión: la forma en que Dios y los ángeles ven la
verdad, no a través de un vidrio oscuro, sino frente a frente. Para el platonista esa intuición
directa es superior al razonamiento discursivo que procede paso a paso con gran esfuerzo.
Lessing rompe con esta tradición. Para él, una fábula no condensa una verdad, sino un argu-
mento, al que compara con las demostraciones de la ciencia. Me parece que a partir de esto
debemos juzgar su disputa con Spence y la tradición que representa. Spence se interesaba
en los símbolos y esquemas de la antigüedad. Lessing no, aunque lamento decirlo. No tiene
caso, objeta, comparar imágenes con textos si el artista que creaba las imágenes no era libre”.
E. H. Gombrich, “La diversidad de las artes. El lugar del Laocoonte en la vida y obra de G. E.
Lessing (1729-1781)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., p. 36. Quizá
la dificultad de plantear claramente las relaciones entre Winckelmann y Lessing resida en el
hecho de que, en todo caso, el primero no puede ser considerado como un “platonista puro”,
como piensa Gombrich: también Winckelmann rechazaba la idea de que la intuición directa
fuera superior al razonamiento discursivo: “[los artistas griegos] comenzaron a concebir, tanto
de partes individuales como del conjunto de las proporciones del cuerpo, ciertas nociones
universales de belleza que debían elevarse sobre la naturaleza misma; su modelo era una na-
turaleza espiritual concebida por el solo entendimiento”. J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre
la imitación del arte griego en la pintura y la escultura, Op. cit., p. 25.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 199
32 Aunque hay párrafos, sin embargo, en los cuales coloca muy alto a Grecia y, sobre todo, a
Homero, quien siempre parece tener la razón. Es lo que hace, por ejemplo, al referirse a la
reacción de los griegos frente al dolor: “El griego sentía y temía; exteriorizaba sus dolores y
sus penas; no se avergonzaba de ninguna de las debilidades humanas; sin embargo, ninguna
de ellas podía apartarle del camino del honor y del cumplimiento del deber: lo que en el
bárbaro brotaba de su ferocidad y rudeza, le venía al griego de determinados principios. [...]
Homero quiere enseñarnos que únicamente el griego civilizado puede al mismo tiempo llorar
y ser valiente; en cambio, para conservar el valor el troyano, el bárbaro, debe primero ahogar
toda la Humanidad”. G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., pp. 44-45. Por supuesto, lo mismo que
en el caso de Winckelmann, no tendría sentido criticar aquí esta visión de la Grecia homérica,
cuando, en realidad, más que el honor y el cumplimiento del deber que postula Lessing, se
impone la fuerza de “héroes” que a la hora de la verdad son piratas, ladrones, saqueadores
y mentirosos. Cfr. Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte, 3.a ed., Madrid, Gua-
darrama, 1969, vol. 1, pp. 85-99. Pero si tal crítica no viene al caso, por lo menos permite
dejar claro que también en Lessing nos encontramos, en otro sentido, con una visión ideal
de Grecia.
33 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 166.
34 G. C. Argan, “El valor de la ‘figura’ en la poética neoclásica”, en: AA. VV., Arte, arquitectura y
estética en el siglo XVIII, Op. cit., p. 74. Argan reconoce que aquí “La crítica es también el proceso
de la ciencia, el método newtoniano […]”. Ibíd. En contra de esta seguridad de Lessing, Kant
afirmará que por este procedimiento “científico” nunca se logrará crear arte bello, por exhaus-
tivos que puedan ser los preceptos académicos, porque el artista trabaja con ideas estéticas y no
con conceptos científicos. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 47 (“Esclarecimiento
y confirmación de la anterior definición del genio”), pp. 217-218.
200 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
la obra o, con sus palabras que ya hemos holandeses que sólo miran lo ordinario,
recordado, en “[...] la envoltura visible ni privilegia el retrato que idealiza a
bajo la cual la perfección se convierte un único hombre determinado; por el
en belleza”.44 contrario, en el arte griego se buscaba
la idealización del hombre en general,47
El artista griego no pintaba más que
lo que, por supuesto, no era posible lo-
lo bello; incluso la belleza común,
la belleza de rango inferior, no era grar mediante una simple concepción
para él más que un tema ocasional, mimética, como también había notado
un ejercicio, una diversión. Era la antes Winckelmann: el arte, entonces,
perfección y el acabamiento del ob- empieza a ser interesante por sí mismo y
jeto mismo lo que en su obra debía no por lo que representa, lo que significa
maravillar al que la contemplaba; el
que estamos frente al descubrimiento de
artista era demasiado grande para
exigir de sus espectadores que se
la conciencia estética, aunque todavía no
contentaran simplemente con el frío sea clara su formulación conceptual.48
placer que surge de la constatación de Sin embargo, conviene insistir en que
un acertado parecido entre la realidad este asunto de la belleza y la fealdad se
y la representación, o de la reflexión plantea en Lessing en el más riguroso
sobre la habilidad en la ejecución nivel de la teoría, al margen de la histo-
de la obra; al artista nada le era tan
ria del arte: no es, por ejemplo, que los
querido, nada le parecía tan noble
como el fin último del arte.45
griegos buscaran la belleza ideal y los
romanos no, sino que ese tipo de belleza
Es decir, no se trata de que con la ideal pertenece a la esencia misma de la
envoltura visible Lessing se contente pintura en cuanto arte, por encima de su
con la habilidad en la ejecución de la pura capacidad mimética, y se convierte,
obra; de hecho, lo que rebate es, ante por tanto, en paradigma crítico:
todo, la idea de la mímesis, en la cual
La pintura, como capacidad imita-
se basa la pretensión, que él rechaza, de
tiva, puede expresar la fealdad; la
que la verdad y la expresión transforman
pintura, como bella arte, no quiere
la fealdad natural en belleza artística.46 expresarla; en su primera condición
El artista griego, en cambio, no se que- le pertenecen todos los objetos visi-
da en lo feo, ni hace como los pintores bles; en su segunda se limita sólo a
44 “Es claro, por tanto, que era más elevada la crítica de Winckelmann que intentaba explicar una
obra griega con base en un ideal moral, que la crítica de Lessing que reducía la explicación a
un nivel materialmente físico”. L. Venturi, Historia de la crítica de arte, Op. cit., p. 170.
45 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 47.
46 Ibíd., p. 57.
47 Ibíd., pp. 47-49.
48 Como se ha dicho, Belting sostiene que esta conciencia estética aparece ya desde el Renaci-
miento, mientras que autores como Gombrich la ubican en este siglo XVIII. De todas maneras,
aunque Winckelmann y Lessing la reconocen con una claridad que no se daba en el Renaci-
miento, su clara formulación y análisis sólo se produce en Kant.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 203
aquellos objetos visibles que suscitan temporal de la poesía hace que ésta no
sensaciones agradables.49 pueda regodearse en la belleza mate-
rial, que es espacial, pero le posibilita
El problema no es, pues, histórico,
la presentación de la fealdad, porque la
sino esencial, porque
enumeración sucesiva de sus elementos
[…] la fealdad de las formas [...] ofen- desvanece el efecto repulsivo y permite
de nuestra vista, repugna a nuestro el planteamiento de sensaciones más
sentido del orden y de la armonía complejas.51
y despierta en nosotros aversión, El rechazo de la mímesis está, pues,
independientemente de que exista
también en Lessing, asociado con la
o no el objeto en el que nosotros la
percibimos.50 concepción del arte como producción
o construcción; en este caso, es la idea
Se trata, de hecho, de una consecuen- de que la belleza, o sea, la perfección y
cia del carácter espacial de la pintura, el acabamiento que Lessing invoca, se
de la misma forma como el carácter da sólo en el hallazgo y desarrollo del
49 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 235. Y a continuación cita las palabras de su amigo Moses
Mendelssohn, en las cuales se refuerza, de hecho, la idea de que la esencia imaginativa y no
conceptual del arte descarta la representación de lo feo (del asco, en el texto de Mendelssohn):
“Las representaciones del miedo —dice—, de la tristeza, del espanto, de la compasión, etc.,
sólo son capaces de producir desagrado en la medida en que tomamos el mal como algo que
existe realmente. Estas imágenes pueden, pues, convertirse en sensaciones agradables recor-
dando que nos las habemos con un engaño artístico. En cambio, en virtud de las leyes de la
imaginación, la repulsiva sensación de asco sigue a la mera representación sensible que tiene
lugar en el alma, tanto si se toma el objeto por verdadero y real como si no. [...] Las sensaciones
de asco son siempre naturaleza, nunca imitación”. Ibíd., pp. 235-236. Nótese que estas ideas
son coherentes con las que sigue Lessing en la distinción entre ver y pensar frente a la obra,
que se han señalado más arriba. También Kant excluirá el asco de las posibilidades del arte
bello: “El arte bello muestra precisamente su eminencia en que describe bellamente cosas que
en la naturaleza serían feas o displacientes. Las furias, las enfermedades, las devastaciones de
la guerra y las cosas de esa índole pueden ser descritas, como nocividades, muy bellamente, e
incluso representadas en pinturas; sólo una especie de fealdad no puede ser representada en
conformidad con la naturaleza sin echar por tierra toda complacencia estética y, con ello, la
belleza artística: es la fealdad que inspira asco. En efecto, debido a que en esta extraña sensa-
ción, que descansa en la imaginación neta, el objeto es representado, por decir así, como si se
impusiera al goce, contra lo cual, no obstante, nos debatimos con violencia, la representación
artística del objeto no se distingue ya en nuestra sensación de la naturaleza misma de este
objeto, y es entonces imposible que ésa fuera tenida por bella”. I. Kant, Crítica de la facultad
de juzgar, Op. cit., § 48 (“De la relación del genio con el gusto”), p. 221. Y Schlegel, quizá más
cercano en este aspecto a Lessing, excluye el sentimiento de disgusto de los dominios de la
pintura: “Nada hay que no sea de su dominio, ni objetos tan despreciables que no tengan su
valor, si están bien representados. Sólo aquellos que inspiran un sentimiento de disgusto, tal
que la magia del arte no pudiese vencer, serán los que deban excluirse”. Augustus Wilhelm
von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Buenos Aires, Tor, 1943, p. 63.
50 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 236.
51 Ibíd., pp. 229 y ss.
204 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
52 También Winckelmann había rechazado los retratos individuales; quizá ello permita establecer
que, a pesar de sus argumentaciones diferentes (Lessing los rechaza invocando la idea de figura
y Winckelmann el concepto de lo ideal), no se encuentran realmente tan alejadas, como ya se
insinuaba antes.
53 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 141.
54 “[...] tanto la una como la otra [la pintura y la poesía] ponen ante nosotros cosas ausentes
como si fueran presentes, nos muestran la apariencia como si fuera realidad; ambas engañan
y su engaño nos place”. Ibíd., p. 37.
55 Ibíd., p. 49. Es necesario señalar que todo el capítulo II del Laocoonte, en el cual se encuentra
este texto, se refiere exclusivamente a las artes plásticas y no menciona la poesía. Muchas veces
Lessing parece, en realidad, estar contradiciendo a un Winckelmann que supuestamente aún
no ha leído; el texto citado parece responder a uno de los párrafos iniciales de la Historia:
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 205
En síntesis, con Lessing las artes plás- belleza se hace todavía más significativa
ticas y su concepto se hunden en contra- cuando Lessing analiza las relaciones
dicciones y ambigüedades. Como arte, entre arte y religión. Su carácter de
son un engaño y un mero placer que no manifestación sensible de la divinidad
satisface ninguna necesidad natural del ya no es, como era en Winckelmann y
hombre y de ellas se puede prescindir. como será en Hegel, la mayor grandeza
Y al mismo tiempo, la belleza de esas del arte griego; para el primero, ese arte
artes plásticas, es decir, su ley suprema, se constituía así en un modelo insupera-
que por su carácter simbólico es como ble, un proyecto pasado que debe guiar
un préstamo de la poesía, es, además, el desarrollo del presente, mientras que
producto de una necesidad servil: el para el segundo es una etapa que ad-
artista crea símbolos porque no tiene quiere pleno sentido en un proceso que
otra manera de hacer entender lo que se proyecta en una perspectiva de futuro.
significa una figura. Por el contrario, para Lessing la mani-
O sea, que Lessing no se contenta festación sensible de la divinidad es,
con la distinción entre belleza y verdad, precisamente, la fuente de la debilidad
sino que ataca el corazón mismo de la del arte griego; en efecto, ese arte no
idea de Winckelmann, al contraponer el manifiesta la divinidad, sino la religión,
arte con la libertad, e incluso someterlo no puede aportar ningún elemento de
a las decisiones de la ley civil. Por eso, en verdad,56 ni es realmente auténtico, por-
contraposición a Winckelmann, piensa que es producto de la coacción:
que el mejor momento del arte griego
es la época en que ya se ha perdido la Para los artistas de la Antigüedad,
con gran frecuencia esta coacción
libertad, con lo cual se aleja todavía
externa fue la religión. Su obra,
más de la platónica identificación entre destinada al culto y a la adoración,
belleza, verdad y bien que establece la no pudo siempre ser tan perfecta
concepción de Winckelmann. como hubiera sido si su autor hubiera
Y si nos ubicamos en un horizonte perseguido única y exclusivamente el
hegeliano, la discrepancia entre verdad y placer del espectador. La superstición
“Las artes relacionadas con el dibujo deben su origen a la necesidad; por esto han tenido que
ser imaginadas en particular en cada país; y aunque la escultura y la pintura, lo mismo que la
poesía, puedan ser consideradas preferentemente como hijas del placer más que de la nece-
sidad, no se puede negar que el placer es algo tan esencial para el hombre como los objetos
más inmediatos y necesarios para su existencia”. Johann Joachim Winckelmann, Historia del
arte en la Antigüedad, Madrid, Aguilar, 1989, p. 47.
56 La extensión al terreno del arte de aquello que Lessing afirmará sobre la religión en el texto
“La educación del género humano”, de 1780, habría cambiado totalmente este punto de vista.
En el § 36 de ese texto dice: “La revelación había dirigido a su razón y ahora era la razón la que
iluminaba a su revelación”. Gotthold Ephraim Lessing, “La educación del género humano”,
en: Escritos filosóficos y teológicos, 2.ª ed., Barcelona, Anthropos, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1990, p. 635. Lessing, sin embargo, no realizó jamás tal desarrollo sobre el
arte, lo que será, en cierto sentido, el propósito de Hegel.
206 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
60 Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, Salamanca, Sígueme, 1993, vol. 1, pp. 31-33.
61 La idea de la obra de arte como pasado que está presente en cuanto pasado es planteada por
Rosario Assunto en relación con el pensamiento de G. C. Argan. Cfr. Rosario Assunto, “La
storia dell’arte come filosofia”, en: AA. VV., Studi in onore di Giulio Carlo Argan. III. Il pensiero
critico di Giulio Carlo Argan, Roma, Multigráfica, 1985, pp. 17-32.
62 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 106.
208 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
63 Immanuel Kant, Lo bello y lo sublime. La paz perpetua, 4.ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1964,
p. 11.
64 Pero no puede aceptarse la afirmación completa de Gombrich, según la cual, “Lessing creía con
firmeza que el testimonio histórico estaba tan fuera del alcance de las pruebas racionales como
los artículos de la fe”. E. H. Gombrich, “La diversidad de las artes. El lugar del Laocoonte en
la vida y obra de G. E. Lessing (1729-1781)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones,
Op. cit., p. 44. Tal afirmación no parece coherente con lo señalado por Lessing en el texto “La
educación del género humano”, donde sostiene que la revelación se puede enriquecer por
medio de la razón y que “[...] es absolutamente necesario transformar verdades reveladas en
verdades de razón”. G. E. Lessing, “La educación del género humano”, en: Escritos filosóficos
y teológicos, Op. cit., p. 643.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 209
hacia esta disciplina. Pero, con toda [...] sólo quisiera dar el nombre de
seguridad, tampoco habría aceptado la obras de arte a aquellas en las que
pretensión teórica de Hegel. el artista se ha podido manifestar
como tal, es decir aquellas en las que
Finalmente, de esta reflexión se
la belleza ha sido para él su primera
desprenden profundas consecuencias.
y última intención.66
Por una parte, la idea de belleza vuelve
la espalda a la historia; con Herder Aquí no hay espacio para la “filosó-
valdría la pena replicar, aquí, que “[...] fica guirnalda” del arte ni para las “dis-
los Egipcios no trabajaron ni para los tintas determinaciones de lo bello” que
Griegos ni para nosotros” y que el arte permiten enfrentar la riqueza cultural de
está “[...] determinado por cada época y las manifestaciones artísticas.67
cada pueblo”.65 Además, por otra parte, De la misma manera, queda descarta-
la búsqueda de una libertad y belleza do todo el trabajo artístico que haya sido
tan absolutas como las que pretende realizado bajo el signo de la necesidad,
Lessing, hace que el concepto de arte se lo que, ya desde la perspectiva de Win-
vea limitado. Afirma que: ckelmann, que, a nuestro modo de ver,
65 Citado por Rosario Assunto, La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo
europeo, Madrid, Visor, 1990, p. 176. Para Herder, aquí se descubre también la estructura de la
historia, al mismo tiempo casual y necesaria: “Los pueblos de Asia influyeron sobre el griego,
y éste sobre aquellos. Romanos, godos, turcos y cristianos vencieron a los griegos y éstos les
aportaron no pocas luces. ¿Cuál es el nexo causal de estos fenómenos? El lugar, el tiempo
y el efecto natural de fuerzas vivas. Los fenicios trajeron los caracteres de la escritura a los
griegos; mas no los habían inventado para ellos [para los griegos] sino que los trajeron con
ocasión de una colonia que fundaron allí. Relaciones análogas hubo entre helenos y egipcios,
y lo mismo ocurrió cuando los griegos asediaron Bactra. Ésta es la historia de todas las musas
que ellos nos legaron. Homero cantaba, pero no para nosotros; poseemos sus obras porque
llegaron hasta nosotros y por eso podemos aprender de él. […] Si una serie de hechos casuales
lo hubiera querido así, los caracteres de nuestra escritura serían mongólicos en vez de griegos,
no obstante lo cual el mundo seguiría rodando y la tierra con sus años y estaciones seguiría
siendo la fértil madre nutricia de todo cuanto vive y opera sobre ella conforme a las divinas
leyes de la naturaleza”. J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit.,
pp. 439-440. También Panofsky destacaba, hablando de Vasari, que toda manera histórica de
pensar debe ser, a su vez, valorada “históricamente”. Erwin Panofsky, “La primera página del
‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El significado en las artes visuales, Madrid, Alianza, 1975, p. 220.
66 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 124.
67 Es útil recordar la aclaración del mismo Lessing en una nota a pié de página en el capítulo IX
del Laocoonte: “Cuando arriba afirmaba que los artistas antiguos no representaban furias, no
me pasó por alto el hecho de que en aquella época hubo más de un templo dedicado a estos
seres, y que, sin duda alguna, tales templos debieron de tener estatuas. En el que había en
Cyrnea, Pausanias encontró algunas de ellas talladas en madera; no eran ni muy grandes
ni especialmente dignas de atención [...]. Tampoco había olvidado que me parece ver unas
cabezas de furia sobre un abraxas [...] y en una lámpara [...]. Ni siquiera la urna de factura
etrusca [...] en la que aparecen Orestes y Pílades acosados por unas furias que llevan hachas
en las manos me eran desconocidas. Pero yo hablaba de obras de arte, y de entre ellas creía
poder excluir estas piezas”. Ibíd., p. 127.
210 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
72 Ibíd., p. 81.
73 “[...] una narración está, con todo, localizada con respecto al espacio y el tiempo, constituye
una respuesta a una pregunta histórica y, de acuerdo con ello, se la ha de distinguir de una
teoría general, que no se encuentra localizada de ese modo y, por lo tanto, no constituye
ninguna respuesta a una pregunta histórica”. Arthur C. Danto, Historia y narración. Ensayos de
filosofía analítica de la historia, Barcelona, Paidós, Instituto de Ciencias de la Educación de la
Universidad Autónoma de Barcelona, 1989, pp. 91-92. De alguna manera, se puede afirmar
que la discusión entre Lessing y Winckelmann procede de que ninguno de lo dos entiende
que el otro se mueve en un terreno diferente al suyo.
74 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., p. 47.
75 Este aspecto es uno de los aportes básicos de Winckelmann; frente a una idea como la de Vasari,
que remonta el origen de las artes al mismo Dios, pues al crear al hombre lo hizo a partir de
212 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
un modelo de tierra, agregando y quitando como hacen los pintores y escultores (cfr. Giorgio
Vasari, Le Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri,
Torino, Giulio Einaudi, 1991, p. 89), en Winckelmann el arte se desacraliza y se convierte en
realidad y producto de la naturaleza y de la historia. La idea vasariana puede ser vista como
el punto de contacto entre las concepciones medievales y el trascendentalismo barroco del
siglo XVII que ubicaba el origen del arte en el mundo de la idea, aunque la preocupación de
Vasari en este aspecto es más la del culto humanista vinculado con las literaturas antiguas que
la de un teórico estricto. Lessing regresa a una especie de metafísica poética.
76 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., pp. 46-47. Pero hay una diferencia
básica: en Winckelmann es la libertad política, “del pueblo”, mientras que en Lessing se trata
de la libertad interior, “mi” libertad, que será luego desarrollada por Kant. Aquí la diferencia es
entre una posición que privilegia la comunidad y otra que mira al sujeto como genio creador.
77 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., capítulo XII, p. 151, nota 86. De inmediato podría planteársele
la objeción de que, por ejemplo, en la pintura egipcia, en la bizantina o en la románica se da
una representación “colosal” de Dios por la aplicación de las leyes de la jerarquía; pero se trata
de una objeción que no toca su sistema, porque se refiere a artes que Lessing no reconoce, en
cuanto serían productos de la “coacción religiosa”.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 213
78 Ibíd., pp. 85-86. Esta consideración del “maestro del vestido” como un artista incapaz y menor
es un ataque directo a Winckelmann, quien sostenía que el trabajo de los paños era uno de
los grandes logros del arte griego; cfr. J. J. Winckelmann, Reflexiones sobre la imitación del arte
griego en la pintura y la escultura, Op. cit., p. 35.
79 Haciendo de nuevo referencia a Danto, se debe afirmar que Lessing no sólo descarta el signi-
ficado de la historia, sino que niega también el significado en la historia: “Los críticos trazan
en ocasiones una distinción importante entre el significado de la historia y el significado en la
historia, con el fin de poner en cuestión la legitimidad del proyecto completo de la historia
filosófica. Preguntar por el significado de un acontecimiento supone estar preparado para
aceptar un contexto en el que el acontecimiento se considere significativo. Ese es ‘el significado
en la historia’, y es legítimo preguntar por esos significados. Normalmente, el contexto en el
que un acontecimiento es significativo es un conjunto limitado de acontecimientos en el que
pueden constituir unidos una totalidad, de la que el acontecimiento en cuestión es una parte”.
A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., p. 48.
80 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., pp. 44-45.
81 Ibíd., p. 72.
82 Spence recuerda que estas diosas aparecían lanzando rayos en las celebraciones de los “misterios
de Samotracia”, a los cuales no debían asistir los artistas plásticos que eran considerados de
baja condición social; y, ya que nunca habían presenciado esos actos, no los podían represen-
tar. Lessing enfrenta a Spence en la lógica misma de su argumento: “Pero ahora yo quisiera
preguntarle a Spence: esta gente de baja condición ¿trabajaba por su cuenta, siguiendo su
propia imaginación, o bien a las órdenes de gente noble, de personas, por tanto, que podían
estar instruidas en estos misterios? Entre los griegos, los artistas ¿eran también despreciados
de este modo? Los artistas latinos ¿no eran en su mayor parte griegos de nacimiento? Y así
siguiendo”. Ibíd., p. 119.
214 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
83 Ibíd., p. 49. Aquí parece moverse una idea que luego será desarrollada por Heidegger acer-
ca del lenguaje: “El hombre se comporta como si fuera él el forjador y dueño del lenguaje,
cuando en realidad es éste el que es y ha sido siempre el señor del hombre”. La extensión de
estas ideas al terreno del arte sería extraordinariamente fecunda.
84 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., pp. 191-192.
85 Ibíd., p. 171.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 215
al margen del espacio y del tiempo. Pero En otras palabras, para recordar de nue-
ahora el problema se presenta en toda vo a Winckelmann, podríamos decir que
su magnitud, porque dicha formulación Lessing continúa pensando, en el fondo,
abarca las relaciones entre el arte y lo so- en una “historia de los artistas”. Al res-
cial: y salta a la vista de cualquier lector pecto, vale la pena leer detenidamente
que no es posible concebir una sociedad su argumentación acerca de la datación
al margen del espacio y del tiempo, o de la estatua del Laocoonte:
sea, sin vinculación histórica.
Winckelmann ve sin duda alguna
Por último, a pesar de que, en ge-
en el Laocoonte demasiadas de las
neral, pueda decirse que son mucho argutiae propias de Lisipo —unos
menos comprometidas las anotaciones recursos con los cuales este maestro,
de Lessing a la Historia del arte en la antes que ningún otro, enriqueció el
Antigüedad, de Winckelmann, podrían arte— como para considerar que esta
darnos algunos indicios que nos permi- obra pertenece a una época anterior.
tieran entender mejor su posición. Ante Ahora bien, ¿por el hecho de que
esté demostrado que el Laocoonte
todo, es preciso destacar que Lessing no
no es anterior a Lisipo va a quedar
desprecia la historia y que, inclusive, le demostrado también que pertenece
señala una altísima misión: más o menos a la época de este autor?
¿No es posible que sea una obra muy
Lo que aquellos artistas hicieron me
posterior? Aún dejando aparte los
va a enseñar lo que todo artista debe
tiempos en que el arte griego, hasta
hacer, y cuando un hombre toma la
el comienzo de la monarquía romana,
antorcha de la historia, la especula-
florecía unas veces y se marchitaba
ción puede atreverse a seguirle.86
otras: ¿Por qué no pudo ser el Lao-
coonte el fruto logrado de la compe-
Lo que ocurre, en realidad, es que
tencia que la pompa y el derroche de
su pretensión teórica de buscar leyes los primeros emperadores debió de
universales inmodificables implica un suscitar entre los artistas?87
concepto de arte que se reduce a lo
estético y que le impide comprender la Es decir, Lessing acepta el argumento
significación de la obra como aconteci- de Winckelmann para demostrar que la
miento que puede ser interpretado y, estatua no puede ser anterior a Lisipo
por tanto, como historia. puesto que presenta muchos rasgos de
Así, por ejemplo, desconoce la im- su estilo, pero rechaza la conclusión que
portancia de los problemas del estilo la ubica en la época de ese artista; como
que, como se sabe, era una de las piedras él piensa en un plano estrictamente
angulares de la visión de Winckelmann; teórico, considera las argutiae de Lisipo
o, a lo más, piensa que el estilo tiene una como aplicables a todo el arte posterior,
relación con el artista individual, pero no lo que equivale a pensar el estilo como
considera que esté ligado a una época. un depósito de substratos definitivos y
86 Ibíd., p. 253.
87 Ibíd., p. 255.
216 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
atemporales. Por eso mismo, cuando los artistas antiguos unían a su firma,
lo ubica en el tiempo de los primeros sin tener en cuenta, por supuesto, pro-
emperadores, no piensa en ningún blemas de orden estilístico.90
momento en el estilo del arte romano Y con respecto a Winckelmann, toda
de ese tiempo; y, por supuesto, nuestra la discusión se reduce a la corrección de
idea actual de los sucesivos renacimien- detalles eruditos y triviales, siempre a
tos del arte griego ya desde la época partir de textos clásicos, como los de
helenística y romana, le es totalmente Plinio y Pausanias, y jamás a partir del
extraña.88 análisis de las obras de arte en cuestión.
Sin embargo, quizá lo más indicativo La referencia de esos detalles no pasa
sea el argumento final que, en realidad, de ser un asunto curioso. Así, corrige
es una mera suposición, pero que le a Winckelmann, quien había señalado
sirve de punto de partida para un largo entre los autores del Laocoonte a Apolo-
análisis filológico89 de un texto de Pli- doro, mientras que el nombre correcto
nio, sin pensar que entre los artistas y es Polidoro; 91 o que presenta como
las obras mencionadas en él pudieran de Longino ideas que son de Junius; de
existir profundas diferencias estilísti- todas maneras, en estas pequeñas dis-
cas y temporales. Por lo mismo, podrá cusiones aparece una distancia tanto
plantear más adelante el desarrollo de mayor cuanto que no respondía a un
todo un aparato cronológico, valiéndo- enfrentamiento conceptual sino emoti-
se únicamente de la recurrencia de las vo, cargado de esos dardos irónicos que
expresiones “lo hacía” o “lo hizo” que tanto herían a Winckelmann:92
Algunas otras fallas, de poca im- parece más a la pedantería, que era, al
portancia, son simplemente faltas mismo tiempo, el defecto más detestable
de memoria, o se refieren a cosas de Winckelmann. Y, por lo menos frente
que el autor aduce a modo sólo de
al arte, Lessing actúa básicamente como
aclaración ocasional. Por ejemplo:
fue Hércules y no Baco el dios de un erudito, con conocimientos pura-
quien Parrasio se gloría de habérsele mente librescos y académicos,94 lo que
aparecido bajo la figura en que lo todavía le achacaba Augustus Wilhelm
pintó. Taurisco no era de Rodas, sino von Schlegel a comienzos del siglo XIX:
de Tralles, en Lidia. Antígona no es
la primera tragedia de Sófocles. Pero Baumgarten [...] no conocía los
me abstengo de acumular pequeñeces cuadros de los grandes maestros, y
como éstas. Como mero afán censorio no sabía de pintura más que lo que
no creo que puedan tomarse estas ob- había leído en Plinio. [...] y Lessing,
servaciones mías; sin embargo, quien aunque por el vigor de su inteligencia
conozca la alta estima en que tengo al dejó muy atrás a sus contemporáneos,
señor Winckelmann podría tomarlas siguió, sin embargo, esta escuela.95
por pedantería infantil.93
Con el planteamiento de la erudición
Pero si hay un sabor que dejan las libresca hemos llegado, quizá, a uno
críticas de Lessing es, precisamente, el de los problemas básicos de la obra de
de un afán de censura, que cada vez se Lessing. Porque ello significa que en el
tradiciones, Op. cit., p. 33. No se debe olvidar en este contexto que las principales objeciones
que se formularon contra Winckelmann cuando publicó las Reflexiones se basaron en que el
autor había dejado por fuera de su texto ese tipo de referencias eruditas; esos problemas lo
llevaron a ampliar su libro con una segunda parte y a ser particularmente amplio en las citas
bibliográficas en todas sus obras posteriores.
93 G. E. Lessing, Laocoonte, Op. cit., pp. 279-280. Pero en nota a pié de página agrega: “Sobre
Sófocles, me acuerdo todavía, el señor Winckelmann dejó colar una inexactitud en su primera
obra, Sobre la imitación en las obras de arte griegas. ‘Los jóvenes más bellos bailaban desnudos en
el teatro, y Sófocles, el gran Sófocles, fue el primero que en su juventud ofreció este espectáculo
a sus conciudadanos’. Jamás bailó Sófocles desnudo en el teatro; bailó en torno a los trofeos
después de la victoria de Salamina, y, además, según algunos, desnudo, y según otros vestido”.
Ibíd., p. 281. Para la edición de Viena, Winckelmann eliminó los detalles señalados aquí por
Lessing, excepto el de la patria de Taurisco, que le sirve de desquite: introduce la corrección
de Lessing, pero a su vez lo corrige indicando que Tralles queda en Cilicia, no en Lidia. J. J.
Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., (Aguilar), p. 430.
94 “Entre más progresan las investigaciones, más comprendemos que Lessing ‘pensaba en citas’;
pero el hecho es que no se interesaba en el conocimiento e ideas del pasado por sí mismos. [...]
Cuando se le puso a cargo de una tesorería de erudición, Lessing concibió su deber con este
espíritu”. E. H. Gombrich, “La diversidad de las artes. El lugar del Laocoonte en la vida y obra
de G. E. Lessing (1729-1781)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., p. 33.
95 A. W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Op. cit., p. 10. De manera más genérica,
Herder también dirige un devastador ataque contra los eruditos: “[…] los hombres formados
a fuerza de palabras abstractas, a menudo han oído tantas que son incapaces de ver lo que
tienen delante de las narices”. J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad,
Op. cit., p. 224.
218 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
96 A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., p. 77. Desde
el punto de vista del desarrollo de la narración histórica planteada por Danto, pueden encon-
trarse aquí los problemas del uso excesivo de la evidencia conceptual: “[…] una narración que
haga una considerable utilización fundamentadora de ella y un uso relativamente escaso de la
evidencia documental, depende necesariamente de ciertas ideas generales que son verdaderas,
o se mantiene que son verdaderas, de la época en que se escribe. Si toda nuestra evidencia
fuera de esta clase, toda la historia escrita sería realmente ‘historia del presente’. Queremos
denominar a este fenómeno provincianismo temporal. […] Una narración que depende mucho de
la evidencia conceptual tiene una inevitable aura de contemporaneidad o de intemporalidad,
como si no fuera sobre el pasado, sino sobre el presente, no sobre una época determinada,
sino sobre ninguna época en particular”. Ibíd., p. 76.
97 Giulio Carlo Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, 2.a ed., Roma,
Editori Riuniti, 1993, p. 20 (existe traducción en lengua española: Giulio Carlo Argan, Historia
del arte como historia de la ciudad, Barcelona, Laia, 1984). Conviene señalar que se ha corregido
el texto; tanto la edición original italiana aquí citada, como la española (Ibíd., p. 16) hablan al
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 219
Y en cierta forma aquí se resume toda ssing no le interese el arte del pasado; es
la problemática del enfrentamiento en- que desde su perspectiva no tiene nada
tre Lessing y Winckelmann. El primero nuevo que decir sobre él.
se detiene en la verdad definitiva de Gombrich reconoce que
la reconstitución filológica del texto,
A menudo se ha dicho que Lessing
mientras que el segundo se abre a la
no sabía mucho de arte. Temo que la
posibilidad de que las obras se reinter- verdad pueda ser aún más molesta
preten constantemente a la luz de todas para un historiador de arte [...]: no
las consideraciones que, por supuesto, va veía mucha utilidad en el arte;100
produciendo el esfuerzo ininterrumpido
de la interpretación: y cabe agregar que tampoco en la histo-
ria.101 Y por eso, nuestra crítica ha podi-
[…] y el historiador mismo no puede do aparecer como extremada, al margen
eximirse de la investigación directa de las propias intenciones de Lessing
porque, si su diseño es original, no
o sin tenerlas en cuenta. Lessing quizá
puede no exigir el aporte de nuevos
documentos o una diversa interpre- pensaría que peleamos contra molinos
tación de los ya conocidos.98 de viento, al referirnos a asuntos que
para él no tenían ningún interés. Sin
En definitiva, lo que está en tela de embargo, no renunciamos a la impor-
juicio es el significado y valor que se tancia de esta discusión, porque en ella
reconoce a la organización de los aconte- se puede vislumbrar que la respuesta
cimientos que propone el historiador.99 para una historia sin teoría que Lessing
En conclusión, no es sólo que a Le- le reprocha a Winckelmann102 no puede
comienzo de “indagación filosófica o erudita”; hemos corregido filosófica por filológica, porque
a ello corresponde la definición que se da a renglón seguido, de “[...] verificar o restituir la
autenticidad de los textos”; y más adelante se hace de nuevo referencia expresa, dentro de
la misma idea, a “la investigación del filólogo”.
98 Ibíd.
99 “[…] los acontecimientos se reescriben continuamente y se reevalúa su significación a la luz de
la información posterior. Y, como poseen esta información, los historiadores pueden decir cosas
que los testigos o los contemporáneos no podrían haber dicho justificadamente. Preguntar por
la significación de un acontecimiento, en el sentido histórico del término, es preguntar algo que
sólo puede ser respondido en el contexto de un relato (story). El mismo acontecimiento tendrá
una significación diferente de acuerdo con el relato en que se sitúe o, dicho de otro modo, de
acuerdo con qué diferentes conjuntos de acontecimientos posteriores pueda estar conectado”.
A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., p. 45. Cabe
relacionar esta caracterización de la historia en Danto con la obra de Ernst Gombrich, que,
como se sabe, no apareció publicada como History of Art, sino como Story of Art.
100 E. H. Gombrich, “La diversidad de las artes. El lugar del Laocoonte en la vida y obra de G. E.
Lessing (1729-1781)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, Op. cit., p. 35.
101 Recuérdense las palabras de Gombrich arriba citadas: “[...] el hecho es que no se interesaba
en el conocimiento e ideas del pasado [...]”. Ibíd., p. 33.
102 No es el punto de vista que sostiene este trabajo; aquí se ha demostrado que el texto de las
Reflexiones, unido a los demás trabajos teóricos de Winckelmann, crea una teoría del arte y un
220 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
ser una teoría sin historia, como la que él conceptual” y, por ello intemporal,
propone en el Laocoonte. Se trata de un “[…] como si no fuera sobre el pasado,
nudo que sólo será plenamente desata- sino sobre el presente, no sobre una épo-
do, según se piensa comúnmente, en las ca determinada, sino sobre ninguna
Lecciones sobre la estética, de Hegel, pero época en particular”.103
que, para nosotros, está ya presente en la Y después de Winckelmann y, aún más
posibilidad de leer los textos de filosofía precisamente, contra él, esa actitud ya no
de la historia de Kant y la Crítica de la es posible con relación a los problemas
facultad de juzgar desde la perspectiva de del arte. Por eso, cuando Lessing enfrenta
la Historia del Arte. el problema del arte y la divinidad entre
En Lessing encontramos la ausencia los griegos, o el conflicto entre belleza
del carácter pretérito del arte; su idea es y fealdad a causa de la búsqueda de la
que la crítica sólo enfrenta la obra como expresión, se ve obligado a desconocer
un objeto dado y, por tanto, como una el juicio histórico, lo que, después de
cosa presente que no admite interpreta- Winckelmann, significa, sencillamente,
ción. Así, el arte del pasado se resuelve rechazarlo. Así, sólo puede responder a
como presente, como si fuera actual, y, esos problemas desde la perspectiva del
por lo mismo, se le asigna un carácter presente, buscando conceptos intempo-
esencialmente atemporal. Es claro que rales para enfrentar el arte y la poesía.
cuando Lessing habla del arte antiguo Lessing plantea la consideración de
desarrolla una forma de narración la religión, e inclusive de la revelación,
que, en el fondo, no se refiere jamás como problema histórico y cultural que
al pasado, sino al presente, siempre en se puede enriquecer por medio de la
un nivel estrictamente conceptual, con razón;104 pero no enfrenta jamás una
una total dependencia de la “evidencia historización semejante del arte. En
concepto de arte, aunque sea limitado a un nivel tipológico, que sirven de base a su Historia
del Arte.
103 A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., p. 76. Que es
lo mismo señalado ya por Gombrich en el caso de Lessing.
104 Vale la pena recordar algunos parágrafos de “La educación del género humano”, de 1780.
“§ 72 - Así como con relación a la doctrina de la unidad de Dios ya podemos prescindir del
Antiguo Testamento; así como, poco a poco, con relación a la doctrina de la inmortalidad del
alma empezamos a poder prescindir también del Nuevo Testamento, ¿no cabría la posibilidad
de que en éste se simularan aún otras verdades del tipo de ésas que hemos de considerar con
asombro como reveladas hasta que la razón aprenda a deducirlas de sus otras verdades ya
digeridas, y a relacionarlas con ellas?”. G. E. Lessing, “La educación del género humano”, en:
Escritos filosóficos y teológicos, Op. cit., p. 642. “§ 76 – En los primeros tiempos del cristianismo,
la palabra misterio significaba algo completamente distinto de lo que hoy entendemos, y es
absolutamente necesario transformar verdades reveladas en verdades de razón, si se ayuda con
ello al género humano. Cuando se las reveló, no eran aún verdades racionales, pero fueron
reveladas para que se convirtieran en verdades racionales”. Ibíd., p. 643. “§ 77 – La verdad
histórica de la religión es precaria pero nos orienta hacia conceptos a los cuales la pura razón
humana nunca hubiera llegado sola”. Ibíd., p. 644.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 221
105 G. C. Argan, “El valor de la ‘figura’ en la poética neoclásica”, en: AA. VV., Arte, arquitectura y
estética en el siglo XVIII, Op. cit., p. 74.
106 J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit. Este libro de Herder
consta de tres partes: la primera, fechada en 1784, había sido antecedida en diez años por
222 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
duda, descubrir los mecanismos básicos De haber sido otro el recorrido de las
de funcionamiento en este gigantesco montañas, el curso de los ríos o la zona
proceso, que abarca desde los orígenes bañada por el mar, ¡cuán infinitamen-
te distinta habría sido la dispersión en
del universo hasta la formación de los
este hervidero de naciones!108
pueblos actuales y de los individuos
particulares, implica necesariamente un En otras palabras, si en el mismo mo-
método para la consideración de todas mento Kant concebía la historia como el
las áreas de la historia y, en particular, gradual desenvolvimiento de las poten-
de la historia del arte, más allá de cier- cialidades de la razón, Herder plantea
tas analogías e, inclusive, dejando de un contexto de sublime totalidad que
lado las escasas páginas que el mismo supera a la razón, considerada sólo como
Herder dedica a las manifestaciones un momento del proceso. Pero, al mismo
artísticas de algunos pueblos. Además, tiempo, en el polo opuesto, reivindica
puede ser un procedimiento útil para la centralidad del valor del individuo y
percibir, por contraste, la especificidad de las culturas particulares, por cuanto
de la idea kantiana de progreso y lo no- la reflexión de Herder se desarrolla a
vedosa que fue en el contexto de finales partir de cada hombre concreto y no de
del siglo XVIII. abstracciones metafísicas, de
Ante todo, es necesario señalar que
Herder analiza un proceso que abarca, […] la sensibilidad individual, la
al mismo tiempo, “[…] tanto a la histo- experiencia concreta del sujeto hu-
mano, en lugar de los principios
ria naturalmente progresiva del género
abstractos en los que se enredaba la
humano como a la historia natural de estética racionalista:109
la tierra”,107 dos desarrollos imbricados,
pero donde el segundo parece contar […] si preguntamos: “¿dónde está
con cierto poder determinante: la patria de los hombres?, ¿dónde el
otra obra titulada También una filosofía de la historia para la cultura de la humanidad. La segunda
parte apareció en 1785. Hasta aquí la obra fue analizada por Kant en recensiones que son
fundamentales en su filosofía de la historia. Finalmente, la tercera fue publicada entre 1787
y 1791. A lo largo de la lectura del texto de Herder conviene tener presente la manera como
fue escrito; ello podría ser útil para entender ciertos avances y retrocesos que conducen a
repeticiones y a inconsistencias, especialmente en el valor que se concede a algunos concep-
tos (por ejemplo, en el caso de las leyes de la historia en las cuales se logra percibir el proceso
seguido por el autor, que implica una generalización constante a partir de lo empírico). Son
de particular interés las fechas de las dos primeras partes, pues coinciden exactamente con los
estudios de filosofía de la historia de Kant y deben ser entendidas, por tanto, como elementos
de una discusión viva sobre el tema.
107 Ibíd., p. 35.
108 Ibíd., p. 36.
109 Vicente Jarque, “Johann Gottfried Herder”, en: Valeriano Bozal, ed., Historia de las ideas estéti-
cas y de las teorías artísticas contemporáneas, Madrid, Visor, 1996, vol. 1, p. 89. Y en este aspecto
de crítica a la estética racionalista y de reivindicación del valor del individuo, Herder y Kant
resultan aliados.
Lessing y Herder: contrastes frente a la Historia del Arte / 223
110 J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., pp. 27-28.
111 Cfr. V. Jarque, “Johann Gottfried Herder”, en: V. Bozal, ed., Historia de las ideas estéticas y de las
teorías artísticas contemporáneas, Op. cit., pp. 87-92. En este sentido, es fundamental su interés
por los pueblos primitivos, y plenamente romántica ya su concepción de la imaginación: “De
ahí se puede colegir cuáles son los pueblos que deben ser dotados de una imaginación más excitable: a
saber, los que prefieren la soledad, los parajes salvajes de la naturaleza, el desierto, las regio-
nes rocosas, la costa del mar azotada por los vientos, la vecindad de los volcanes en actividad
u otras zonas llenas de acontecimientos no explicables a primera vista”. J. G. Herder, Ideas
para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., pp. 229-230. Pero también en la vía del
romanticismo se ubica su exaltación casi indiscriminada de todo lo germánico; bien podría
afirmarse que para Herder lo bueno en la historia ha sido siempre la intervención de lo ale-
mán, mientras que ataca todo lo italiano, lo español, lo godo, lo católico, etc.; cfr. Ibíd., pp.
591-592, acerca del reino longobardo en Italia y el desarrollo hasta Carlomagno. La crítica a
“la barbarie del papado romano” es particularmente radical, pues lo considera como extraño
y contrario en su esencia al espíritu de las costumbres germanas; cfr. Ibíd., pp. 617-618. La
permanencia de estas valoraciones es absoluta, incluso sobreponiéndose a todas las crisis
históricas: “[…] sucedió casi en todas partes lo que tuvo que suceder: que los miembros de
la nación [germánica] se desintegraron en la anarquía; oprimieron a los indefensos y sustitu-
yeron lo que les faltaba de inteligencia y laboriosidad por un prolongado desorden tártaro.
Con todo, para la historia del mundo, la constitución común de los pueblos germánicos ha
sido, por así decirlo, la firme envoltura dentro de la cual la cultura que restaba halló refugio
de la tormenta de los tiempos, y el espíritu de comunidad de Europa se fue desarrollando y
madurando lenta y ocultamente para ejercer su influjo sobre todos los países de la tierra”.
Ibíd., p. 619. Todo es mejor en Alemania, como las universidades (Ibíd., p. 690), o es resul-
tado de antiguos desarrollos germanos, como en el caso de la pintura al óleo (Ibíd., p. 691).
Finalmente, si se quiere destacar aún más a Herder como creador de tipologías del espíritu
romántico, puede citarse su clara admiración por el arte gótico: “Una historia de las artes
medievales, particularmente del llamado arte arquitectónico gótico, en sus diversos períodos,
sería una obra digna de ser leída […]”. Ibíd., p. 640. Es ya una posición totalmente contraria
al Neoclasicismo anterior: “Las obras maestras de la Edad Media que atestiguan el mérito de
las ciudades por todo cuanto sean artes y oficios, son dignas de nuestra admiración reveren-
te”. Ibíd., p. 689. La exaltación de lo germánico es un asunto propio de la época, más allá de
Herder; así, por ejemplo, A. W. von Schlegel, historiador del arte, no es más equilibrado y
atribuye a la escuela alemana de los siglos XVI y XVII la superación del predominio del dibujo
224 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
en la pintura que hasta ella aparecía, según él, como el mero intento de pasar al lienzo los
contornos recortados de las estatuas. Cfr. A. W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes,
Op. cit., p. 34. También, según Schelgel, es la “nueva escuela alemana” la que supera el colorido
agrio de los antiguos sin caer en colores vaporosos ni en la confusión y exageración de los re-
flejos. Ibíd., p. 62. Además: “A Alemania es a quien pertenece propiamente la escultura gótica.
Bien pronto se desarrolló allí la escultura; y no era otra cosa que una imitación de la escultura
griega, mientras que la pintura no recibió inspiración sino de sí misma”. Ibíd., pp. 67-68. En la
perspectiva de Arthur Danto, se podría afirmar que toda esta historiografía está determinada
por una significación pragmática: “A veces un historiador escoge un cierto suceso o individuo
para escribir una narración, porque ese objeto tiene, para él, un interés moral, de forma que,
además de escribir lo que sucedió precisamente, espera establecer alguna clase de conclusión
moral. Su narración estará al servicio, entonces, de algún objetivo más allá o más acá de de-
cirnos qué es lo que realmente sucedió”. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía
analítica de la historia, Op. cit., p. 85. En la confrontación con Kant, podría ubicarse aquí una
manera de explicar la incapacidad que encontraremos en Herder para desarrollar una historia
verdaderamente científica, basada en ideas y no en prejuicios.
112 Sobre todo, dejaremos por fuera el análisis del ideal de la “formación del individuo” que,
indiscutiblemente, también está vinculado con el problema general del progreso: “Fue sobre
todo Herder el que intentó vencer el perfeccionismo de la Ilustración mediante el nuevo ideal
de una ‘formación del individuo’, preparando así el suelo sobre el que podrían desarrollarse
en el siglo XIX las ciencias del espíritu históricas”. H.-G. Gadamer, Verdad y método, Op. cit.,
vol. 1, p. 37.
113 Decía Kant: “A su modo de ver [de Herder], esta disciplina no requiere una precisión lógica en
la determinación de los conceptos o una cuidadosa distinción y verificación de los principios,
sino una mirada que abarca mucho sin reparar en nada, una sagacidad bien dispuesta para
el hallazgo de las analogías y una osada imaginación en el empleo de las mismas que se alía
con la habilidad de captar su objeto —mantenido siempre en una enigmática lejanía— por
medio de sentimientos y emociones, los cuales se presentan como resultados de una enjundiosa
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 225
meditación o como insinuaciones que permiten conjeturar mucho más de lo que un examen
desapasionado encontraría en él”. Immanuel Kant, “Recensiones sobre la obra de Herder
Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad”, en: Ideas para una historia universal en clave
cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Madrid, Tecnos, 1987, p. 26. (Se trata aquí
de la recensión sobre la primera parte de la obra de Herder, publicada anónimamente por
Kant el 6 de junio de 1785).
114 Cfr, J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., p. 317.
115 Ibíd., p. 136. Aunque resulte difícil precisar con exactitud la sucesión de los golpes y contragol-
pes en la disputa entre Kant y Herder, bien puede ubicarse en este rechazo a la teoría como
punto de partida, uno de los núcleos atacados por aquél en la primera recensión, ya citada,
del 6 de junio de 1785. En la segunda parte de las Ideas para una filosofía de la historia de la
humanidad, publicada ese mismo año y reseñada de inmediato por Kant el 15 de noviembre, se
repite el ataque de Herder a los teóricos, refiriéndose, quizá, al mismo Kant: “[…] los hombres
formados a fuerza de palabras abstractas, a menudo han oído tantas que son incapaces de ver
lo que tienen delante de las narices”; Ibíd., p. 224; e incluso diferencia a estos teóricos de los
“libres hijos de la naturaleza”.
226 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Considerar el arte y su historia que, por significa que Herder quiera poner en
supuesto, serían también fenómenos discusión su validez. El hecho de que la
naturales, puede conducir aquí, y de ciencia y el arte sean fenómenos natura-
hecho lo hace, a un callejón sin salida les no los priva de su esencial condición
donde desaparecen todos los concep- creativa; por el contrario, son, precisa-
tos básicos acerca del arte, del artista y mente, la evidencia de que las fuerzas
hasta de la historia, subsumidos por un superiores del genio están presentes en
esquema de interpretación causal que el proceso natural de la historia humana
no podrá dar cuenta de su peculiaridad y constituyen la cadena esencial de la
hermenéutica. tradición, con muchas de las condiciones
Y es que, también con respecto al que más adelante serán formuladas en
arte, Herder tiene la idea de que se trata, la Crítica de la facultad de juzgar, de Kant,
lo mismo que las ciencias, de una forma aunque todavía, indiscutiblemente, sin
de invención que, a partir del destino claridad con respecto al problema de la
y la casualidad de las circunstancias, se autonomía estética:
desarrolla por imitación o por el esta-
Si reduzco las invenciones del espíritu
blecimiento de relaciones nuevas entre
humano a este simple principio de su
ideas ya conocidas: arte y ciencia son intelecto que conoce y denomina, lo
también fenómenos naturales. De esa hago con gran reverencia, pues pre-
manera, el arte cisamente esto es lo verdaderamente
divino en el hombre y su privilegio
[…] se explica más que nada [se está
característico. Todos los que usan
refiriendo aquí, en concreto, al góti-
un idioma aprendido viven como en
co] por la constitución de las ciudades
un sueño intelectual; piensan con
y el espíritu de la época. Los hombres
la inteligencia ajena y son sabios de
edifican y construyen sus moradas
remedo; pues, ¿acaso quien utilice
conforme a su mentalidad y estilo de
el arte de otro artista será por eso
vida […].122
artista él mismo? Mas aquel en cuya
Pero es indispensable agregar que alma nacen pensamientos propios y
toman cuerpo por sí mismos, el que
esta concepción de las artes y las ciencias
no ve sólo con los ojos sino también
como ligadas esencialmente al proceso con el espíritu, el que logra espiar a
concreto de la tradición histórica en la naturaleza en el mismo secreto de
cuanto fenómenos naturales, y desarro- la creación descubriendo nuevas ca-
lladas en “[...] un momento de placer, racterísticas de sus efectos y utilizán-
una unión conyugal entre la idea y el dolas para fines humanos mediante
signo, entre espíritu y cuerpo”,123 no instrumentos artificiosos, éste es el
a leyes naturales […]. Las dos ciudades [Atenas y Esparta] con todo lo que salió de ellas son
tan evidentes productos de su situación, época, constitución y circunstancias como cualquier
producto de la naturaleza pudiera serlo”. Ibíd., pp. 430-431.
122 Ibíd., p. 689. O, en otro caso: “Circunstancias de tiempo y lugar explican que tampoco en su
estilo artístico los etruscos se hayan puesto nunca a la altura de los griegos”. Ibíd., p. 450.
123 Ibíd., p. 276.
228 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
hombre propiamente dicho que, por los efectos de la naturaleza. De los pos-
aparecer tan pocas veces, merece lla- teriores planteamientos de la Crítica de
marse un dios entre los hombres. Él la facultad de juzgar ya se percibe aquí la
habla y miles imitan sus palabras; él
idea del genio; pero Herder no piensa en
crea y otros juegan con lo que él ha
producido; él fue un hombre y acaso su carácter ejemplar que, a partir de Kant,
los siglos posteriores vuelvan a ser resulta indispensable para una conside-
niños. ¡Qué raros han sido siempre ración de la Historia del Arte. Pero lo
los inventores en el género humano, más grave es que pasa por alto que el
y con cuánta inercia y negligencia nos arte trabaja con las que Kant llamará
aferramos a lo que ya poseemos sin ideas estéticas; es por eso, precisamente,
cuidar de lo que nos falta todavía! El
que también el arte se puede agotar
aspecto que presenta el mundo y la
historia de los pueblos nos ofrece de
con las explicaciones que proceden de
ello mil ejemplos; más aún: la historia las circunstancias de los pueblos, de su
de la civilización nos lo probará hasta mentalidad y estilo de vida. En otras
la saciedad. Con las artes y ciencias palabras, aunque el esquema herderiano
tenemos, pues, otra tradición más puede ayudar a sustentar una Historia
que acompaña el género humano y a del Arte como historia de los artistas y de
cuya cadena sólo unos pocos elegidos las obras de arte, el desarrollo de las
tuvieron el honor de añadir un nuevo
Ideas para una filosofía de la historia de la
eslabón; los demás cuelgan de la ca-
dena cual esclavos fieles y serviciales humanidad impide a su autor una valo-
que tiran de ella mecánicamente.124 ración efectiva de esta temática, porque
lo conduce fatalmente a desconocer la
Sin embargo, es indispensable seña- dimensión hermenéutica del arte y de
lar aquí las diferencias con la Crítica de la su Historia.
facultad de juzgar. Es cierto que se exalta Como la historia es un fenómeno
el carácter divino del genio, quien, muy natural y Herder fundamenta la posibi-
cerca de la idea kantiana, “[...] logra lidad de la comprensión científica en la
espiar a la naturaleza en el mismo se- reivindicación de lo empírico, puede so-
creto de la creación”; pero, en contraste meterla, incluso, a cierta forma de análisis
con lo que nos encontraremos en Kant, experimental, cuasi teórico:
Herder no establece ninguna diferencia
entre la creación del científico y la del Es un interesante ejercicio mental
poeta (de forma paralela a como Lessing preguntarse alguna vez qué hubie-
ra sido de Roma en circunstancias
había identificado la del poeta con la del
distintas […]. Cada uno de estos
científico), y homologa la ciencia con planteamientos nos conduce a una
la tecnología. Incluso, sería más exacto tal concatenación de circunstancias
destacar que, de hecho, las artes quedan que, al fin, se aprende a considerar
reducidas aquí al esquema causal de las a Roma a la manera oriental, como a
ciencias, pues también a través de ellas un ser viviente que sólo bajo éstas y
se buscan las nuevas características de no otras circunstancias pudo un día
124 Ibíd.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 229
surgir […]. Para esta manera de con- bilita darle el peso de una ley natural
sideración histórica desaparece toda perfectamente demostrada.126
arbitrariedad sin sentido, aun en la Pero, entonces, el problema salta a la
historia. En ella, como en todo fenó-
vista de inmediato, porque, a diferencia
meno de los reinos naturales, todo o
nada es casualidad, todo o nada es de lo que ocurrirá en Kant con el pro-
arbitrario. Todo fenómeno histórico greso como idea teleológica a priori,
se transforma así en un fenómeno na- planteada al nivel de la especie, en esta
tural, y el más digno de ser meditado visión empírica sería necesario explicar
por el hombre […].125 la presencia del mal en el progreso de la
En síntesis, aparentemente dejan- historia concreta, que para Herder es un
do de lado la posibilidad de abrir una fenómeno natural, de la misma manera
perspectiva romántica de terrible su- que, sin suposiciones gratuitas, se inves-
blimidad, según la cual quizá todo sea tigan libremente las causas y efectos de
mera casualidad y arbitrio, perspectiva los demás fenómenos naturales.127
que parecería no tener aquí más que un Como es apenas lógico, aparece un
sentido lírico sin fuerza en el esquema rechazo explícito de toda explicación
general de las Ideas para una filosofía de la teleológica:
historia de la humanidad, Herder sostiene, La filosofía teleológica no aportó
de manera general, que el progreso se ventajas a la historia natural, antes
logra percibir y formular sólo desde una bien sustituyó la investigación cien-
perspectiva empírica global que posi- tífica con un espejismo; cuánto más
125 Ibíd., pp. 482-483. Es, pues, claro el predominio del paradigma de las ciencias naturales frente
a las “ciencias del espíritu” o “humanas”: “Estas ciencias, las más antiguas y las más aprecia-
das de la tradición humanista de la cultura occidental, fueron desplazadas de su lugar en la
autocomprensión del hombre en su relación con el mundo y la tradición, debido al progresivo
afianzamiento del concepto moderno de ciencia, su criterio metodológico y su concepto de la
objetividad. […] Ciencia y objetividad, verdad y método se convirtieron en conceptos intercam-
biables”. Javier Domínguez Hernández, “La filosofía en la perspectiva hermenéutica”, Revista
Universidad de Antioquia, Medellín, vol. 56, núm. 213, jul.-sep., 1988, pp. 22-23.
126 “Todas las dudas y lamentos de los hombres acerca de la confusión reinante y el poco progreso
del bien que se advierte en la historia provienen de que el desanimado peregrino abarca una
parte demasiado corta del camino. Si ampliara sus miras y comparara imparcialmente sólo
las épocas que conocemos por la historia y considerara la naturaleza de la razón y la verdad,
dudaría del progreso tan poco como de la ley natural más perfectamente demostrada”. J. G.
Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., p. 509.
127 Cfr. Ibíd., p. 485. “Nada más contrario a esta manera imparcial de ver la historia [se refiere
aquí a la consideración del fenómeno histórico como fenómeno natural] que suponer, aunque
fuera en una historia tan sangrienta como la romana, un secreto plan de la Providencia”. Ibíd.,
p. 483. En nuestro campo de interés sería necesario justificar el sentido de realidades como
la destrucción masiva de grandes obras de arte, la “decadencia” artística de ciertas épocas y
el desarrollo de manifestaciones sin ningún valor estético que Herder atribuye prácticamente
a todos los pueblos no europeos e inclusive más, a todos los que se ubican fuera de la órbita
germana.
230 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
ocurre esto en la historia humana con era posible que perecieran o se con-
su infinito engranaje de miles de fines servaran. Los períodos históricos
particulares. Por consiguiente, debe- se suceden y con ellos las múltiples
mos renunciar también a la hipótesis formas del fruto de los tiempos: la
de que el fin de los romanos en la humanidad.130
sucesión de los períodos históricos
haya sido constituir un eslabón más Y es en ese contexto donde Herder
perfecto en la cadena de las culturas, comprende que aquella perspectiva
como podría ocurrir en una construc- romántica de terrible sublimidad no
ción ideada por el hombre.128 es una mera referencia lírica, sino una
justificación límite que, sin dar una ex-
Contra la metafísica del plantea-
plicación concreta de los acontecimientos
miento teleológico se impone, entonces,
empíricos, les sirve de soporte irrefuta-
con todas sus consecuencias, el carácter
ble: en última instancia, es el plan de la
empírico de la historia en cuanto fenóme-
Providencia divina el que ha marcado las
no natural, marco en el cual, según dice,
leyes generales del proceso histórico.
cada cultura y cada momento producen
lo que les es posible, en una especie de
evolucionismo anticipado o precientífico. La Providencia como soporte
Para ese análisis, Roma se constituye en de la historia
un momento clave para la interpretación
de Herder dentro del esquema histórico
En la tierra floreció todo lo que
pues, desde su punto de vista, contradice pudo florecer, cada cosa a su tiempo
cualquier idea teleológica de progreso;129 y dentro de su esfera; se marchitó
de hecho, se trata del peor puente a tra- y volverá a florecer una vez que su
vés del cual hubiéramos podido recibir tiempo haya llegado. La obra de la
los tesoros de la Antigüedad que, en Providencia continúa su eterno pro-
efecto, se perdieron casi todos a causa de ceso de conformidad con las grandes
leyes generales […].131
los romanos, destructores por naturaleza
y finalmente destruidos. No hay milagros Y de inmediato pasa Herder al aná-
metafísicos en la historia, sino sólo fenó- lisis de estas mismas, que limita a cinco
menos naturales: y que enuncia así con los títulos de los
Los romanos fueron y llegaron a ser capítulos del libro XV de la tercera par-
lo que pudieron ser. Todas sus cosas te:132 según la primera ley general de la
perecieron o se conservaron según historia, “El fin de la naturaleza humana
es [el] ser humano y con este fin Dios apenas lógico dentro de este sistema, el
puso el destino de la especie humana soporte irrevocable de la Providencia:
en sus propias manos”; la segunda se- “Puesto que una sabia benevolencia di-
ñala que rige el destino de los hombres, no hay
dignidad mayor ni dicha más duradera
Todas las fuerzas destructivas de la
y pura que la de cooperar con ella”.
Naturaleza no sólo son superadas por
las fuerzas constructivas en el trans-
Así, en síntesis, para disolver la
curso del tiempo, sino que, en último disyuntiva de que “[...] todo o nada es
término, tienen que contribuir ellas casualidad, todo o nada es arbitrario”, la
mismas a la evolución del conjunto; filosofía de la historia de Herder y, por
lo mismo, su concepción del progreso,
la tercera ley indica que se ven determinadas por el providencia-
Aunque es el destino del género lismo: “No, el buen Dios no abandonó a
humano escalar sucesivamente di- su criatura al mortífero azar”;133 y, más
versos grados de cultura bajo varias todavía, la divina Providencia grabó en
transformaciones, sin embargo, la el hombre todos los rasgos necesarios
estabilidad de su bienestar se funda, para que gracias a la tradición y a la
esencial y exclusivamente, en la razón educación lograra un progreso autén-
y la justicia;
ticamente humano,134 lo que implicará,
la cuarta agrega que necesariamente, un desarrollo progresivo
“auténticamente humano” también para
La razón y la justicia conforme a su el arte: en la medida en la cual éste se
naturaleza intrínseca y en el trans- presente como producto de las predis-
curso del tiempo tienen que ganar
posiciones grabadas por Dios en el alma
cada vez más lugar entre los hombres
fomentando la estabilidad de los va-
del hombre, no podrá ser considerado
lores humanos; como si fuera un mero resultado del azar
—aspecto en el cual Kant estará de acuer-
y, finalmente, la quinta ley general do—. El azar habría imposibilitado toda
de la historia vuelve a plantear, como es explicación y cualquier tipo de contacto
con una historia filosófica de la humani- necesaria de las culturas y las artes; hay
dad. Pero, a diferencia de Kant, aquí es aquí, por tanto, la posibilidad de pensar
claro que el proceso del arte debe estar un esquema de desarrollo general en el
vinculado con el desarrollo de aquella cual, aplicando una insistente expresión
“[...] verdadera ciudad de Dios en la de Herder, cada momento, cada cultura
tierra”,135 proceso que está formulado y cada artista, produjeron lo que les fue
en las leyes generales de la naturaleza y posible.
de la historia. La tercera ley plantea un problema
Por eso, mientras que frente a la fi- historiográfico de particular interés, no
losofía de la historia de Kant debemos tanto porque en ella se formulen los
limitarnos a lecturas analógicas, en el valores de la época ilustrada, esto es, la
caso de Herder resulta válido, dentro de razón y la justicia, como los objetivos de
un respeto total a su metodología, leer toda actividad humana, sino, sobre todo,
las ya citadas leyes generales pensando porque esta ley representa un elemento
en la historia del arte, lo que nos llevará, esencial dentro de una metodología his-
necesariamente, a un esquema general tórica al considerar que sólo podemos
de comprensión de su proceso. analizar y discutir el pasado desde la
Así, tal como señala la primera ley, si perspectiva del presente. Por tanto,
Dios puso el destino de la especie huma- aunque Herder no lo desarrolle, se puede
na en sus propias manos, ello significa, percibir aquí la conciencia de que todas
no lejos de la idea de Winckelmann, que las disciplinas históricas, y en este caso
la obra de arte se produce a partir de la específico la Historia del Arte, exigen una
naturaleza y de la historia y no, como consideración hermenéutica de fusión de
pensaba el trascendentalismo barroco horizontes: toda Historia del Arte será
del siglo XVII, de una instancia metafísi- siempre una interpretación vinculada
ca. Por ello, la historia del arte se deberá con la propia actualidad conceptual, lo
entender como resultado de la acción que implica una transformación perma-
concreta del hombre y de su cultura. nente y necesaria de la disciplina que,
La segunda ley, que postula la contri- sin embargo, no podrá olvidarse de la
bución de todas las fuerzas, incluso de las cadena de la tradición y la cultura.
destructivas, en la evolución del conjunto, Una lectura de la cuarta ley para la
puede leerse como una superación de los perspectiva de una Historia del Arte
esquemas formalistas y biológicos, por podría plantear que, lo mismo que en los
ejemplo los de Vasari y Winckelmann, demás campos de la actividad humana,
vinculados a la idea de la decadencia aquí el progreso que se debe buscar es
135 A propósito del desarrollo del concepto de formación, en el cual reconoce a Herder un papel
protagónico, Gadamer plantea una vinculación mística que, seguramente, será útil no olvidar
dentro del análisis de la historia herderiana: “El resurgimiento de la palabra ‘formación’ des-
pierta más bien la vieja tradición mística según la cual el hombre lleva en su alma la imagen
de Dios conforme la cual fue creado, y debe reconstruirla en sí”. H.-G. Gadamer, Verdad y
método, Op. cit., vol. 1, p. 39.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 233
136 J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., p. 515. La superación
de esta conceptualización de la divinidad deberá ser una de las rupturas básicas de Hegel
con respecto a Herder.
137 Ibíd., p. 18.
138 Cfr. en especial, el libro II de la primera parte, Ibíd., pp. 43-59, que analiza sucesivamente las
características de la tierra, de las plantas y de los animales y, finalmente, las del hombre con
respecto a ese marco.
139 Ibíd., p. 18. Cfr., además, el ya citado libro II de la primera parte, pp. 43-59, donde concluye
que en esas relaciones del todo y la parte se perciben con claridad las intenciones de la na-
turaleza como un proceso que se identifica con el plan divino, que siempre predomina; es lo
que ocurre, por ejemplo, cuando el hombre busca satisfacer los impulsos del amor: “¡Criaturas
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 235
imperativo coincide, de hecho, con una bien, una consecuencia que, de manera
capacidad para el desarrollo de nuestras lógica, se sigue de aquella totalidad
predisposiciones, es decir, un impulso empírica que identifica la historia como
que procede de aquella “sapientísima fenómeno natural, la remonta hasta los
bondad del Creador”: lo que significa orígenes del universo y la hace producto
que el progreso debe concebirse como de las intenciones de la naturaleza:
algo real, porque necesariamente tienen
que poder desarrollarse las potenciali- […] el principio orgánico de la natu-
raleza, único, que ora denominamos
dades que Dios dio al hombre.
formativo, ora impulsivo, ora sensi-
Sin embargo, como se insinuaba ble, ora artísticamente constructivo,
antes, considerar el arte y su historia aunque en el fondo es siempre una
como fenómenos naturales conduce irre- sola fuerza orgánica […].142
mediablemente a un callejón sin salida.
Como consecuencia de que todo el pro- Puede parecer poesía romántica
ceso general se pueda comprender en pero, en realidad, oculta un problema
cuanto desarrollo de las intenciones de de fondo, tanto para el arte como para
la naturaleza y de las potencialidades la consideración de su historia. Y es que,
que Dios marcó en el alma del hombre, a pesar de que intente establecer alguna
y que sea una sola y única fuerza la que distinción —puesto que califica de “me-
mueve todos y cada uno de los elementos cánico” ese arte natural e indica que, a
del universo, Herder califica la natura- medida que nos acercamos al hombre,
leza como “artista”,140 cuyos resultados tal mecánica disminuye—,143 Herder
son “obras de arte”, producidas por una queda envuelto en un nudo conceptual
acción instintiva de “internas fuerzas que no logra resolver, el mismo que
orgánicas”.141 Como ya se indicó, no Kant soluciona al distinguir las leyes de
se trata, seguramente, de un elemento la naturaleza de las leyes de la libertad
que en el sistema de Herder proceda de y al colocar el campo del arte en el te-
una reflexión estética autónoma; es, más rreno de éstas; y el mismo problema que
dulcemente ilusas, gozad de nuestra época! Pero sabed que con ello no realizaréis vuestros
pequeños sueños sino, gratamente obligados, el máximo designio de la naturaleza”. Ibíd.,
p. 48. Y, más adelante: “[…] ningún plan de la sabiduría increada puede ser cambiado por
una criatura salida de sus manos […]”. Ibíd., p. 263.
140 Es claro que no se trata aquí de una teoría estética, sino de una teoría de la naturaleza, de raíz
griega, según la cual la naturaleza es un artista que busca siempre la perfección de toda la
realidad, aunque muchas veces no lo logre por los accidentes de los individuos concretos. Esta
concepción de la naturaleza había aparecido ya, según Anthony Blunt, vinculada con la idea de
belleza en el Renacimiento a partir de Alberti, y es una idea que encuentra cierta continuidad
en Winckelmann. A. Blunt, La teoría de las artes en Italia (de 1450 a 1600), Op. cit., p. 29.
141 J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., 79-80.
142 Ibíd., p. 82.
143 Ibíd., p. 86. Se trata, pues, de una diferencia meramente cuantitativa, lo que confirma, así,
que, en un nivel propio, la naturaleza es artista de manera esencial.
236 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
144 Cfr. G. C. Argan, “El valor de la ‘figura’ en la poética neoclásica”, en: AA. VV., Arte, arquitectura
y estética en el siglo XVIII, Op. cit., pp. 71-74. Argan atribuye esa concepción a Lessing, pero aquí,
buscando la ayuda de R. Assunto, se ha descubierto la misma concepción en “las imágenes
trazadas por el solo entendimiento” que son las obras de arte según Winckelmann.
145 Se podrían recordar aquí las afirmaciones de Régis Debray acerca de la relación entre lo
empírico y la imagen: “Entre el representado y su representación hay una transferencia de
alma. Ésta no es una simple metáfora de piedra del desaparecido [se refiere a las figuras
yacentes de las tumbas góticas], sino una metonimia real, una prolongación sublimada pero
todavía física de su carne. La imagen es el vivo de buena calidad, vitaminado, inoxidable. En
definitiva, fiable”. Régis Debray, Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente,
Barcelona, Paidós, 1994, p. 24. La Historia del Arte es, así, la historia que hace fiables, es decir,
comprensibles, esas realidades que son las obras de arte, en cuanto imágenes (o figuras, en la
terminología que Argan ubica en el siglo XVIII).
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 237
146 J. G. Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Op. cit., p. 279.
147 Ibíd., p. 266.
148 “[…] jamás se me habría ocurrido que las pocas palabras alegóricas: infancia, juventud, edad
viril, avanzada, de nuestro género, cuya prosecución no se aplicaba ni era aplicable más que a
unos pocos pueblos de la tierra, hubiera de servir para trazar una gran ruta con que pisando
terreno firme pudiera medirse siquiera la historia de la cultura y menos aún la filosofía de
toda la historia de la humanidad”. Ibíd., p. 9.
149 “Al igual que en una naturaleza llena de cosas mutables se hace obligado el movimiento, así
resulta también obligada la decadencia, naturalmente: una decadencia aparente, un cambio de
238 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
en la historia, de tal manera que también se trata apenas de una alegoría, le dan las
ella refuerza la unidad de los procesos pistas necesarias para llegar al proyecto
de la naturaleza y la cultura: progresivo que Dios tiene determinado
para el hombre.
¿Por qué el Creador eligió esa or-
De manera general, y siempre con
ganización de sus reinos vivientes
en apariencia tan destructores? […] el valor de indicios, se pueden señalar
Alejad la estructura exterior y des- por lo menos tres niveles posibles en la
aparece la muerte de la creación; toda relación entre la biología y el problema
destrucción es un paso a la vida más del progreso. En primer lugar, casi de
elevada, y el sabio padre hizo este manera intuitiva, poética, resulta nece-
tránsito todo lo temprana, rápida y sario reconocer que la obra de arte ma-
diversamente como podía permitirlo
ravillosa que es la creación debe tener su
la conservación de las especies y el
goce de la criatura, destinada a dis- conclusión final en el caos, de la misma
frutar de su envoltura y desarrollarla manera que nació de él y que, sin lugar
todo lo posible. Mediante miles de a dudas, de allí volverá a surgir con una
muertes violentas previno la extinción nueva vida;151 esto significa el recono-
lenta y fomentó el germen de la fuer- cimiento de un ciclo vital biológico. En
za floreciente para llegar a órganos segundo lugar, y en un nivel que implica
superiores.150 cierta interpretación evolutiva de carácter
Pero, aunque los esquemas bio- científico, Herder sostiene que el progre-
lógicos sean alegóricos, no se puede so de la especie humana mantiene una
desconocer la realidad efectiva de los vinculación esencial con la biología y
procesos naturales sobre los cuales la geografía.152 Se ubica aquí la perspec-
insiste de manera permanente. Por tiva del evolucionismo herderiano.
eso, en su misma orientación empírica Finalmente, se presenta un tercer
general, que inclusive hemos identifi- nivel, ya de filosofía de la historia, que
cado con una especie de evolucionismo recoge los anteriores, poético y científi-
precientífico, Herder les otorga a estos co, y los lleva hasta la necesaria expli-
esquemas el valor de indicios dentro de cación providencial. El libro XV de la
un diseño general de ordenación de la tercera parte que, como se ha indicado,
realidad histórica; es decir, aunque no le analiza las leyes generales conforme a las
sirven de explicación suficiente, porque cuales obra la Providencia, se abre con
figuras y formas. Pero ese cambio jamás afecta a lo interno de la naturaleza, la cual, superior
a toda ruina, cual ave fénix resurge siempre de sus cenizas y florece con remozadas fuerzas”.
Ibíd., p. 25.
150 Ibíd., p. 137.
151 Cfr. Ibíd., p. 318.
152 “¡Oh madre naturaleza, de qué menudencias haces depender el destino de nuestra especie!
Basta una minúscula modificación en la conformación de un cráneo y cerebro humanos, basta
un pequeñísimo cambio de estructura en el organismo y los nervios, causado por el clima, la
raza y el hábito, y ya cambia también el destino del mundo, la suma de todo cuanto en esta
tierra obra y sufre la humanidad”. Ibíd., p. 358.
Winckelmann: del concepto de arte a la Historia del Arte / 239
una síntesis de las consecuencias que se hombres parecen seguir ningún proceso
derivan de dar al esquema biológico el progresivo, lo que sume al hombre en la
valor de explicación final. Cuando así duda y la desesperación;154 y la sucesiva
se procede, se impone una inexorable decadencia y destrucción de los estilos
transitoriedad en la historia, lo que de artísticos, un elemento esencial dentro
entrada descalifica la posibilidad del del sistema winckelmanniano, daría
progreso, que sólo es concebible en la como resultado una radical perplejidad
medida en la cual se entienda como un frente al futuro del progreso histórico.
principio necesario. En un sentido muy concreto, según Her-
Transitorio es todo en la historia. der, lo biológico nos concede un camino
[…] La causa del carácter efímero de tan corto de existencia que nos resulta
todas las cosas terrenas se encuentra en imposible incluso percibir su significado;
su esencia, en el lugar que ocupan, en lo que tampoco encuentra solución si, en
todas las leyes que gobiernan nuestra lugar de centrarnos en la vida del indivi-
naturaleza. […] Siendo nosotros meros duo, nos volvemos hacia la historia de la
eslabones de una concatenación de co-
especie, la que, en realidad, nos somete
sas transitorias, no podemos sustraer-
nos al ciclo vital del conjunto, que no es
al arbitrio inconstante e irracional de los
otro que su nacimiento, su existencia y demás hombres. Así, de una forma que
su muerte. […] Así van eslabonándose se aproxima al pensamiento kantiano
los días, las estirpes y los reinos; el sol —a pesar de su concepción diferente
se pone para que sobrevenga la noche acerca del vínculo entre individuo y espe-
y nazca en los hombres la esperanza cie—, comprende Herder que el sentido
de una nueva aurora.153 de la historia humana o, lo que es igual,
En esta perspectiva del nivel biológi- el progreso, no puede concluirse a partir
co, ni las naciones, ni las culturas ni los de una historia empírica. Y comprende
además, inclusive, que se exige aquí una contexto empírico que en su arbitra-
reflexión diferente a la de la historia riedad parece estar en contradicción
natural: con la misma Providencia divina, lo
que resultará aún más dramático en la
De esta manera, el hombre se consu-
sucesión de obras de artistas y culturas.
me por la duda y la desesperación, y
al parecer con el fundamento que le Sin embargo, de nuevo en una situación
prestan las experiencias históricas; límite, Herder reafirma su confianza en
más aún: parece que esta triste queja el plan de Dios que, superando la inme-
se confirma con cada uno de los he- diatez, posibilita la comprensión de los
chos de la historia universal, por lo procesos históricos:
cual conozco a más de cuatro que co-
rren el riesgo de perder la fe en Dios […] como estoy convencido de que
cuando se embarcan en el rugiente es posible y lícito para el hombre
mar de la historia humana, después saber lo que debe saber, las escenas
de haber contemplado su rostro y turbulentas que pasaron ante nuestra
adorado su santidad en cada hierbita vista no me impiden acercarme con
y grano de arena que admiraron en confianza y libertad de espíritu a las
la tierra firme de la historia natural. magníficas y elevadas leyes naturales
Todo en el templo de la creación les que gobiernan también en medio de
parecía repleto de omnipotencia di- tanto aparente tumulto.156
vina y benigna sabiduría; en cambio,
trasladados al bullicio de las acciones La quiebra de los esquemas biológicos
humanas que también constituyen el como forma de explicación históri-
fin de nuestra vida, no vieron más ca aparece clara en el análisis de la
que un campo de batalla de pasiones historia griega que es particularmente
desatinadas, fuerzas salvajes, artima- amplio, quizá por influencia del interés
ñas destructoras sin una intención
generado a partir de Winckelmann. Así,
final bondadosa que sirviera de
norte a todo este caos. La historia les
[…] la historia de Grecia es para
pareció, al fin, una telaraña relegada
nosotros lo que una planta para el
a un pobre rincón de la creación
naturalista, que sólo puede analizarla
en cuyos hilos entreverados se en-
completamente si la conoce desde
cuentran víctimas desgraciadas o sus
la semilla y germen hasta la flor y la
momias resecadas en demasía, pero
muerte.157
sin advertir siquiera el centro donde
convergen los hilos de la telaraña, ni Pero, cuando podría esperarse que
mucho menos la araña misma, autora
esa planta se analizara con base en su
de tan triste tejido.155
proceso de nacimiento, desarrollo, ma-
En definitiva, la concepción bioló- durez y decadencia, Herder hace caso
gica de la historia y del progreso es un omiso del esquema biológico elemental
callejón sin salida porque se limita al y aplica a la historia, ya no el esquema,
1 “De dos cosas heterogéneas se puede ciertamente pensar una de ellas por analogía con la otra,
aun en el punto de su heterogeneidad; pero no, a partir de aquello en que son heterogéneas,
concluir por analogía una de otra, es decir, transferir de una a otra la marca que caracteriza a
la diferencia específica”. Immanuel Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Caracas, Monte Ávila
Latinoamericana, 1992, § 90 (“Del modo del asentimiento en una prueba teleológica de la
existencia de Dios”), pp. 388-389. Y allí mismo, en nota a pie de página, agrega: “Analogía
(en acepción cualitativa) es la identidad de la relación entre fundamentos y consecuencias
(causas y efectos), en la medida en que ella tenga lugar, a pesar de la diferencia específica
de las cosas, o de sus propiedades en sí (es decir, consideradas fuera de esta relación), que
contienen el fundamento de consecuencias similares”. Ibíd., p. 388. En síntesis, a lo largo de
nuestro tratamiento deberá tenerse mucho cuidado para no transferir de una realidad a otra
aquello que, precisamente, constituya su diferencia específica.
244 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
de 1784,2 reflexión que se puede ver Crítica de la facultad de juzgar, con una
enriquecida con la referencia específi- reflexión que, además, es coherente con
ca a otros escritos suyos, más o menos sus trabajos sobre filosofía de la historia,3
próximos en el tiempo. lo que, así el filósofo no lo haya hecho
La justificación para dicha analo- explícitamente, nos permite pensar en
gía se encuentra ya en la introducción una consideración de la Historia del Arte
misma de las Ideas, que resume los a partir de Kant. Inclusive, también en la
principales problemas de las disciplinas “Introducción” de la Crítica se justificará
históricas, tales como la posibilidad de de manera directa nuestra analogía, con
encontrar leyes de carácter universal base en el concepto de la conformidad a
para las acciones humanas, la relación fin de la naturaleza, desarrollado por la
entre el individuo particular y los proce- facultad de juzgar reflexionante:
sos generales, el papel del filósofo frente
La conformidad a fin de la naturaleza
a la historia y la multiplicidad de niveles
es, por lo tanto, un concepto a priori
de interpretación a partir de un plantea- especial, que tiene su origen exclu-
miento general. Por eso, conviene realizar sivamente en la facultad de juzgar
una lectura detenida de dicho texto. reflexionante. Pues a los productos
Pero Kant sí se ocupó con particular naturales no se les puede atribuir algo
interés de los problemas del arte en la así como la referencia de la naturaleza,
2 Immanuel Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una
historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Madrid, Tecnos,
1987, pp. 3-23. “Parece, a primera vista, que estos artículos no pasan de ser trabajos breves
y ocasionales, redactados a la ligera, y, sin embargo, se contienen ya en ellos todos los fun-
damentos de la nueva concepción desarrollada por Kant acerca de la naturaleza del Estado
y de la historia. Por eso hay que asignar a estos estudios, tan pequeños en apariencia, una
significación en cuanto a la trayectoria interna del idealismo alemán que apenas es inferior
a la que, dentro del círculo de sus problemas, corresponde a la Crítica de la razón pura”. Ernst
Cassirer, Kant, vida y doctrina, 2.ª ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1974, p. 264. Y,
más adelante el mismo Cassirer concluye: “[…] los estudios filosófico-históricos de los años
1784 y 1785 […] establecen el enlace con todo un círculo de problemas nuevos en los que
se irá concentrado cada vez más intensamente, en lo sucesivo, el interés sistemático”. Ibíd.,
p. 273. En el mismo sentido son valorados por otros autores: “Pero una consideración atenta
de la obra kantiana nos permite advertir que las ideas, en apariencia ocasionales, de estos
opúsculos, están incorporadas a la sustancia misma del sistema o que, al menos, la concep-
ción del hombre, de la sociedad y del Estado —puntos esenciales de una ‘metafísica de las
costumbres‘ y, con ello, de la ética— reciben su sentido de la filosofía de la historia”. Emilio
Estiú, “La filosofía kantiana de la historia”, en: Immanuel Kant, Filosofía de la historia, Buenos
Aires, Nova, 1964, p. 7.
3 José Luis Villacañas plantea la afinidad entre los dos textos kantianos que son la base de estos
análisis: “[…] en La crítica del juicio deberemos ver una forma más desarrollada de defender
esta obrita [las Ideas para una historia universal en clave cosmopolita]”. José Luis Villacañas, “Na-
turaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”, en: José Luis Villacañas et al., Estudios sobre la
“Crítica del juicio”, Madrid, Instituto de Filosofía, Centro Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC) y Visor, 1990, p. 30.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 245
4 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de
juzgar como una facultad legislativa a priori”), p. 92. En última instancia, la conformidad a
fin significa que sólo podemos concebir la naturaleza a partir de la idea de que es un todo
múltiple cuyas partes están coordinadas para formar una unidad.
5 “Naturalmente, quienes directa o indirectamente simpatizaron con la doctrina de la vanguar-
dia pensaron confiados en un recorrido continuo de progreso e innovación del arte. No se
advirtió temor por el rechazo de la tradición por parte de la vanguardia hasta que esta última
pareció simplemente prolongar lo que la primera ya había iniciado: la perpetua renovación
de la fisonomía del arte”. Hans Belting, “La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte”,
en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Torino, Giulio Einaudi, 1990, p. 13.
6 Aunque muchas veces esas ideas, originalmente kantianas, se han revestido de hegelianismo.
Cfr., por ejemplo, la crítica de Arthur Danto a la posición de Clement Greenberg frente al
desarrollo de la abstracción en el siglo XX, que en los textos de éste aparece como “[…] un
hecho histórico inevitable, un imperativo de la historia, una purificación que sólo se pudo
haber esperado a la luz de los dinamismos que pueden observarse en la pintura moderna […].
Mi punto de vista es que Greenberg estaba buscando lo que en sus propios términos fue una
‘justificación histórica de la abstracción’ […]”. Arthur C. Danto, “Art after the End of Art”, en:
Embodied Meanings. Critical Essays and Aesthetic Meditations, Nueva York, The Noonday Press,
1995, pp. 328-329.
246 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
7 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., pp. 3-4. Los resalta-
dos son del texto de Kant. Ya desde aquí se nos plantea la necesidad de extender la reflexión
a la Crítica de la facultad de juzgar pues, como el mismo Kant señalará luego en la “Introduc-
ción” de ese texto, el paso del dominio del concepto de naturaleza al del concepto de libertad
sólo se hace posible mediante la facultad de juzgar: “[…] la facultad de juzgar, suministra el
concepto mediador entre los conceptos de la naturaleza y el concepto de libertad, que hace
posible el tránsito de la [legislación]* teórica pura a la práctica pura, de la conformidad a ley
según la primera, al fin final según la segunda, en el concepto de una conformidad a fin de la
naturaleza; pues por este medio es conocida la posibilidad de ese fin final, que es el único que
puede llegar a ser efectivo en la naturaleza y con el acuerdo de sus leyes”. I. Kant, Crítica de
la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IX (“De la vinculación de las legislaciones
del entendimiento y de la razón por medio de la facultad de juzgar”), p. 106.
8 Por una parte, Winckelmann se opone al pensamiento del clasicismo barroco del siglo XVII, que
contraponía la naturaleza al universo de la idea y ubicaba el origen del arte en este universo
metafísico; de hecho, sosteniendo nuestra analogía, ve el arte como “una cosa del mundo”,
un “fenómeno de la naturaleza” (“Y el arte, que como todas las cosas del mundo no puede
permanecer quieto, al no poder avanzar, tuvo que retroceder”. Johann Joachim Winckelmann,
Historia del arte en la Antigüedad, Barcelona, Iberia, 1984, p. 175). Y, por otro lado, recuérdese
que para Winckelmann la esencia del arte es la libertad (“De todo cuanto podemos decir se
trasluce que la mejor base para el desarrollo del arte fue la libertad”. Ibíd., p. 231), aunque
se trata allí de una libertad más política mientras que Kant, lo mismo que antes Lessing, se
refiere a una libertad interior, personal. En otras palabras, el arte es ya un asunto histórico
y, por ello mismo, un problema cultural: “Kant estableció el carácter ‘cultural’ de la historia.
Un hecho tiene significación histórica cuando se refiere a las tareas de la razón, que son co-
munes a la humanidad, y que exigen, primordialmente, la realización de valores morales. Los
acontecimientos, en cambio, que no ingresan en ese todo de valor, es decir, en los contenidos
que derivan de la actividad de la razón, pertenecen al dominio de la naturaleza”. E. Estiú,
“La filosofía kantiana de la historia”, en: I. Kant, Filosofía de la historia, Op. cit., p. 30. Así, por
ejemplo, también la consideración que hace Giulio Carlo Argan acerca de la historia a partir
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 247
Pero en la afirmación de Kant subyace, dad de los seres vivos, en cuanto son
al mismo tiempo, la sugerencia de que, racionales, y la libertad sería la carac-
en nuestra analogía, debemos reconocer terística de esa causalidad, al poder
ser operante independientemente de
paralelamente, por un lado, el estudio
causas externas que la determinen;
de la historia del arte y, por otro, la con- […] una voluntad libre y una voluntad
sideración del problema de la moralidad bajo leyes morales es la misma cosa.
implicado en la producción de la obra Así, pues, si se supone la libertad
de arte. Es decir, la Historia del Arte se de la voluntad, la moralidad surge
ocupa de las obras creadas por los artis- a continuación por el mero análisis
tas, las cuales, en cuanto aparecen con del concepto.9
un carácter fenoménico, “[...] se hallan
A diferencia de lo que ocurre con res-
determinadas conforme a leyes univer-
pecto a la historia del arte y a la disciplina
sales”; pero en ningún caso el análisis
que la estudia, Kant plantea de manera
que dicha Historia puede realizar de
explícita la problemática del artista en la
ellas agota las implicaciones del pro-
Crítica de la facultad de juzgar; y no se limi-
blema del arte y de la libre voluntad del
ta sólo a la estética de la producción, sino
artista que opera sin determinación de
que analiza la de la recepción de la obra
causas externas:
de arte. De todas formas, la referencia es
La voluntad es una manera de causali- suficiente para nuestra analogía, y será
del Renacimiento (“La forma o la representación del espacio según la razón es la perspectiva; la
forma o la representación de la sucesión de los acontecimientos según la razón es la historia”.
Giulio Carlo Argan, Storia dell’arte italiana, 7.a ed., Firenze, Sansoni, 1975, vol. 2, p. 79 (existe
traducción parcial en lengua española: Giulio Carlo Argan, Renacimiento y Barroco, Madrid,
Akal, 1987)) se remite a este origen kantiano. Pero conviene no olvidar que el proyecto de
Winckelmann es aquí un precedente claro de Kant; donde se entendía que el arte sólo tiene
una significación histórica si se refiere a la realización de los valores morales identificados con
el retorno a la razón, en contra, por ejemplo, de Bernini y del Rococó. Hans Belting refuerza
la precedencia de Winckelmann, al señalar que no se trataba en este caso de la libertad del
arte, que de hecho se encontraba sometido a las normas clásicas, sino de la libertad del hombre
para desarrollar sus capacidades naturales y ve en ello el “compendio de historia e historia
del arte” que sirve de base a nuestra analogía en el terreno kantiano; cfr. H. Belting, “Vasari
e la sua eredità”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit., pp. 85-86.
9 Immanuel Kant, Cimentación para la metafísica de las costumbres, 4.ª ed., Buenos Aires, Aguilar,
1973, pp. 135-136. Este texto fue publicado en 1785. Por eso, mientras que la Historia del Arte
puede ser vista como un problema disciplinar, el arte es un asunto vital. Todos los problemas
esenciales del artista se encuentran necesariamente implicados con su condición de hombre:
“[…] un ser racional debe considerarse a sí mismo como inteligencia […]. Como ser racional,
por tanto, perteneciente al mundo inteligible, nunca puede el hombre pensar la causalidad
de su propia voluntad de otro modo que bajo la idea de la libertad; pues la independencia
de las causas determinantes del mundo sensible (al que la razón ha de soslayar ella misma
en cada ocasión) es libertad. Con la idea de la libertad se encuentra unido inseparablemente
el concepto de autonomía y con éste el principio general de la moralidad, que en la idea de
todas las acciones de los seres racionales yace como base al igual que la ley natural en todos
los fenómenos”. Ibíd., p. 144.
248 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
10 “Si la obra de arte es un hecho histórico, quiere decir que su estudio entra de lleno dentro
del campo de la historia general del hombre y de la cultura. Aquí aparece otro de los grandes
enemigos de la historia del arte: la pretensión de ser una ayuda para la historia general. De
hecho lo es […]. La historia del arte, por otra parte, está dependiendo de métodos de la historia
general. […] Esta doble servidumbre de la historia del arte respecto a la historia general, no
debe continuar considerándose como tal, sino que debemos entenderla dentro del contexto
de interdisciplinariedad que debe imbuir a ambas ciencias […]”. José Fernández Arenas, Teoría
y metodología de la historia del arte, Barcelona, Anthropos, 1982, pp. 20-21.
11 J. L. Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”, en: J. L. Villacañas et al.,
Estudios sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., p. 43.
12 Villacañas agrega: “Pero todo lo que se pueda decir para este momento teórico ya está para
siempre condenado a ser una paráfrasis de este pasaje: [y, citando a Goethe, continúa] ‘Cu-
ando la sana naturaleza del hombre obra cual un todo; cuando éste se siente a sí mismo en el
mundo, con un grande, bello, digno y valioso todo; cuando el bienestar armónico le depara
un goce puro libre, entonces el cosmos, si fuera capaz de sentirse a sí mismo, lanzaría gritos
de júbilo, como que habría llegado a su meta y admiraría la cumbre de su devenir y esencia
propios. Pero, ¿a qué fin sirve todo ese derroche de soles y planetas y lunas, estrellas y galaxias,
cometas y nebulosas, de mundos hechos y haciéndose, si no ha de regocijarse finalmente un
hombre feliz, sin saberlo, de su existir? […] Los antiguos sentían sin más ambages, inmediata-
mente, su único placer dentro de los dilectos confines del bello mundo. En él radicaban, a él
estaban llamados, aquí hallaba su campo, su actividad y objeto y pábulo de su pasión’”. Ibíd.,
pp. 43-44. El hombre busca la finalidad en sí mismo, como lo señala el propio Kant: “A ello
se añade la admiración de la naturaleza que se muestra en sus bellos productos como arte, no
meramente por accidente, sino, por así decir, intencionalmente, según una ordenación legal
y en cuanto conformidad a fin sin fin; y como este fin no lo encontramos externamente en
ninguna parte, lo buscamos de modo natural en nosotros mismos y ciertamente en aquello
que constituye el fin último de nuestro existir, o sea en la destinación moral […]”. I. Kant,
Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 42 (“Del interés intelectual en lo bello”), p. 211.
13 Hay un detalle anecdótico con respecto al texto de las Ideas que resulta interesante para
nuestra perspectiva de una lectura estética de los textos kantianos de filosofía de la historia:
“[…] Idea para una historia general concebida en un sentido cosmopolita, lleva consigo un recuerdo
de alcance universal en la historia del espíritu: fue el primer escrito de Kant que Schiller
leyó y que hizo a nuestro gran poeta tomar la firme determinación de estudiar a fondo la
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 249
doctrina kantiana”. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 264. Aunque no analicemos
la relación Kant-Schiller, resulta significativo que en la lectura que éste hace del primero
predomine una perspectiva estética.
14 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 4. No se debe
pensar en una especie de contradicción entre intenciones de la naturaleza y libertad. Según Vi-
llacañas: “De hecho, ven la categoría central del mismo [del texto de las Ideas], la intención
de la naturaleza no tiene ningún fundamento crítico para ser empleada. Tampoco filosófico.
Todo lo que sabemos es que el hombre ha salido del seno de la naturaleza. Por tanto, tenga o
no intenciones, la naturaleza no parece dominar sobre él. Las tendencias naturales no determi-
nan la acción, sino sólo inclinan a ella. Sólo las determinaciones culturales y sociales elevadas
a voluntad determinan la acción. Así las cosas, por mucha intención que tenga la naturaleza,
lo que realmente hace es dejarnos libres. De hecho así es. Y Kant sólo desea afirmar que la
responsabilidad de la acción humana con sus propios frutos es total y que la única intención
atribuible a la naturaleza por expulsarnos de su seno no fue sino abrirnos al ámbito de la
responsabilidad a fin de reconciliarnos con el origen de donde procedemos”. J. L. Villacañas,
“Naturaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”, en: J. L. Villacañas et al., Estudios sobre la
“Crítica del juicio”, Op. cit., pp. 30-31.
15 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de juzgar
como facultad legislativa a priori”), p. 92. No sólo está de por medio el concepto de naturaleza,
sino también el análisis del problema del conocimiento: “[…] el fundamento de la gran admi-
ración de la naturaleza, no tanto fuera de nosotros, como en nuestra propia razón, reside en la
necesidad de aquello que es conforme a fin y que está constituido de tal suerte como si estuviese
intencionalmente dispuesto para nuestro uso, pero parece corresponderle originariamente a la
esencia de las cosas sin consideración de ese uso nuestro […]”. Ibíd., § 62 (“De la conformidad
a fin objetiva, que es meramente formal, a diferencia de la material”), p. 295.
250 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
mentos históricos.16 Pero, por otra parte, ésta, y puede aplicarse muy bien allí la
es claro que, en el texto de las Ideas, Kant observación de Kant:
se refiere a una historia que se ocupa de
Poco imaginan los hombres (en tanto
la narración de los fenómenos y de su
que individuos e incluso como pue-
interpretación, y no sólo del desarrollo de blos) que, al perseguir cada cual su
los mismos.17 En nuestra analogía, ello propia intención según su parecer
significa que la disciplina de la Historia y a menudo en contra de los otros,
del Arte, mirada desde una perspectiva siguen sin advertirlo —como un
kantiana, no opera a partir de puros jui- hilo conductor— la intención de la
cios estéticos, si no de juicios teleológicos, Naturaleza, que les es desconocida, y
trabajan en pro de la misma, siendo
en cuanto narra e interpreta los hechos
así que, de conocerla, les importaría
artísticos como el desarrollo progresivo bien poco.19
y continuo de las intenciones originales
de la naturaleza en este campo.18 Es decir, los hombres se comportan de
Sin embargo, en esa visión de la un modo extremadamente difícil de ana-
totalidad histórica de Kant, se destaca lizar, pues no puede decirse que actúen
un problema, que la aversión de Win- de forma instintiva como los animales,
ckelmann por la Historia del Arte como pero tampoco lo hacen de una manera
historia de los artistas había hecho olvi- racional que obedezca a un plan general
dar: ese desarrollo, que abrigaremos la concertado universalmente. Por eso,
esperanza de comprender como sistemá- ante la actuación del hombre en el gran
tico sólo en la medida en que logremos teatro del mundo,
considerarlo en bloque, aparece como
[…] haciendo balance del conjunto
enmarañado e irregular a nivel indivi-
se diría que todo ha sido urdido por
dual. En la relación entre la historia del una locura y una vanidad infantiles e
arte y los artistas subyace la diferencia de incluso, con frecuencia, por una mal-
partida entre la libertad de la voluntad dad y un afán destructivo asimismo
y las manifestaciones fenoménicas de pueriles […].20
16 “Toda acción o proceso tiene cinco partes o grados: el comienzo, el desarrollo, el apogeo, la
decadencia y el final [...]”. J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 161.
17 “[…] en la medida en que los historiadores describen lo que sucedió por medio de narraciones,
se encuentran implicados en algo que se podría denominar ‘dar una interpretación’, puesto que
la narración misma es una forma de organizar las cosas y, por ello, ‘va más allá’ de lo dado”.
Arthur C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Barcelona, Paidós,
Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1989, p. 95.
18 También desde la “Introducción” de la Crítica de la facultad de juzgar, apartes VII y VIII. Este
asunto deberá ser analizado más adelante y será básico para percibir el aporte de la Crítica de
la facultad de juzgar a la disciplina de la Historia del Arte.
19 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 4.
20 Ibíd. Y es que la existencia de la ley moral no garantiza su realización concreta en la conducta
de los hombres: “Ciertamente estas leyes [a priori] requieren aún un juicio agudizado por la
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 251
experiencia, en parte para distinguir en qué casos encuentran su aplicación y en parte para
facilitar la entrada en la voluntad del hombre e inclinación para su ejercicio, ya que el hombre,
como afectado de tantas inclinaciones, es, desde luego, capaz de una razón pura práctica pero
no se encuentra tan fácilmente dotado para realizarla in concreto en su conducta”. I. Kant,
Cimentación para la metafísica de las costumbres, Op. cit., p. 53.
21 Al respecto es muy significativo que Kant encuentre fundamentada la opinión que, a partir
de la experiencia, tienen muchas personas acerca de los artistas: “[…] los virtuosos del gusto,
no sólo con frecuencia, sino incluso habitualmente, son vanidosos, obstinados y entregados a
perniciosas pasiones, y que podrían tener acaso menos pretensión que otros al privilegio de
ser proclives a principios morales […]. Concedo de buena gana que el interés en lo bello del arte
[…] no da prueba alguna de un modo de pensar asociado al bien moral o siquiera proclive a
éste”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 42 (“Del interés intelectual en lo bello”),
pp. 208-209.
22 I. Kant, Cimentación para la metafísica de las costumbres, Op. cit., p. 122. Y un poco más adelante
agrega: “Así, se hace posible un mundo de seres racionales (mundus intelligibilis) como reino
de los fines, y por cierto mediante la propia legislación de las personas en calidad de miem-
bros. Por esto todo ser racional debe actuar como si por su máxima fuera siempre miembro
legislador en el reino general de los fines. El principio formal de esta máxima es: condúcete
como si tu máxima, al mismo tiempo, hubiera de servir de ley universal (para todos los seres
racionales). Un reino de los fines es, pues, posible solamente conforme a la analogía con un
reino de la naturaleza, pero aquél solamente conforme a máximas, e. d., reglas autoimpuestas;
éste conforme a leyes de causas que aparecen necesariamente operantes”. Ibíd., pp. 124-125.
En todo caso, lo que de aquí resultará es la coherencia entre la obra libre del genio individual
y el reino de los fines de la naturaleza.
252 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
ambas dentro del reino general de los imperativo categórico según el cual su
fines: obrar como artista debe encerrar validez
para todo ser racional. Sin embargo,
La teleología considera a la naturale-
debe entenderse que esto no se refiere
za como reino de los fines, la moral
considera un posible reino de los fines al cómo de la obra o a sus caracterís-
como reino de la naturaleza. Allí el ticas formales, pues de ese aspecto se
reino de los fines es una idea teorética ocupará, precisamente, la Historia del
como explicación de lo que existe. Arte; lo que la máxima del imperativo
Aquí es una idea práctica para hacer ordena al artista es que actúe como
realidad, de acuerdo con esa idea, lo genio, pues “[…] las bellas artes tienen
que no existe, pero puede llegar a
que ser consideradas necesariamente
existir mediante nuestros actos.23
como artes del genio”,24 a través del cual
Si se pretende, pues, que la pregun- la naturaleza da la norma al arte. En
ta sobre el arte, lo mismo que sobre la este sentido, elementos como el rechazo
Historia del Arte, tenga sentido, será a la imitación o a la mera habilidad, o
necesario, en todo caso, plantearla con el deber de que sus productos tengan el
respecto al reino de los fines. En el caso carácter de ejemplares, constituyen lo
de la Historia del Arte el problema es cla- que podríamos llamar la moralidad del
ro, pues ese reino nos permite entender y genio, la cual garantiza el progreso del arte
organizar el “museo imaginario” de unas en la producción de las obras, en cuanto
obras que efectivamente ya existen como debe concebirse en relación con el reino
fenómenos, o han existido antes; pero en general de los fines.25
el caso de la producción concreta de la Así, ya desde el texto de las Ideas, la
obra, es decir, en esa relación del artista misión de la historia, entendida como
racional y libre con su trabajo, relación un proceso filosófico de comprensión de
que hace al primero ser artista y a su obra sentido y no como mera enumeración
una obra de arte, también deberá formu- de eventos individuales y aislados,26 es
larse la vinculación con el reino general el intento por
de los fines, sin que ello interfiera con la [...] descubrir en este absurdo decurso
autonomía del hecho estético. de las cosas humanas una intención de
Es decir, en esta perspectiva moral, la Naturaleza, a partir de la cual sea
también el artista está sometido a un posible una historia de criaturas tales
que, sin conducirse con arreglo a un y se acepta que tal serie se aproxima
plan propio, sí lo hagan conforme incesantemente a la línea de su desti-
a un determinado plan de la Natu- no, entonces no resulta contradictorio
raleza.27 sostener que esta línea del destino es
asintótica a cada uno de los puntos
Y lo anterior no significa que para de la línea generacional y coincide
el análisis histórico no sea importante con ésta en el todo; en otras pala-
tener en cuenta el individuo particular. bras, que ningún miembro de todas
Pero será necesario tener presente que, las generaciones del género humano
alcanza plenamente su destino, sino
con respecto a las intenciones de la na-
únicamente la especie.28
turaleza, el individuo y la especie no se
encuentran jamás en la misma situación En una Historia del Arte que preten-
ni pueden ser considerados desde igual diera dar cuenta en forma adecuada del
perspectiva. Kant lo precisa cuando desarrollo de las artes, sería necesario,
expone su pensamiento acerca del libro por tanto, considerar y valorar simultá-
de Johann Gottfried Herder Ideas para neamente la posición de cada artista, de
una filosofía de la historia de la humanidad. cada generación, de cada escuela, y, al
Allí trata el asunto y lo resuelve a través mismo tiempo, el desarrollo y destino
de una metáfora feliz, pero ciertamente del arte como totalidad: un destino que
paradójica: escapa a los ojos del artista individual
(“[...] es asintótica a cada uno de los
[…] si la especie supone (en su sentido
más usual) el conjunto de una serie de puntos de la línea generacional”) y sólo
generaciones que se extienden hasta es comprensible desde la perspectiva de
el infinito (hasta lo indeterminable) una Historia del Arte como filosofía,29 como
ideal de una ‘meta’ inmanente. Sólo allí donde aplicamos consecuentemente este pensamiento,
esta nueva manera de enjuiciar, se destaca el acaecimiento histórico, en su independencia y
peculiaridad, de la corriente uniforme del devenir, del complejo de la simple trama natural de
causas y efectos”. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 268. El rechazo de Winckelmann
a la Historia del Arte como historia de los artistas se movía ya en esta dirección, pero revelaba,
al mismo tiempo, que él todavía no disponía de un método ni de unos conceptos (como el de
la Idea kantiana) que le permitiera entender, al mismo tiempo, el proceso global (que en Win-
ckelmann se vincula con el ciclo natural biológico) y la peculiaridad del acaecimiento histórico
independiente; tampoco parece entender Winckelmann que su predicación de la necesidad de
un “neoclasicismo”, que será, en todo caso, un “estilo elegido” de manera personal, conduce
irreversiblemente a la reconsideración de la Historia del Arte como historia de los artistas.
27 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 5.
28 Immanuel Kant, “Recensiones sobre la obra de Herder Ideas para una filosofía de la historia de
la humanidad”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía
de la historia, Madrid, Tecnos, 1987, p. 56. Este texto fue publicado en 1785. En geometría
se califica como asintótica una curva que se acerca de continuo a una recta o a otra curva sin
llegar nunca a encontrarla.
29 Cfr. Rosario Assunto, “La storia dell’arte come filosofia”, en: AA. VV., Studi in onore di Giulio
Carlo Argan. III. Il pensiero critico di Giulio Carlo Argan, Roma, Multigráfica, 1985, p. 17.
254 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
interpretación; pero una Historia de esta los artistas individuales (“[...] esta línea
clase, sin embargo, sólo existe como tota- del destino […] coincide con [la línea
lidad a través de la sucesión completa de generacional] en el todo”).30
La expresión se utiliza aquí sólo en el sentido genérico que se define en este parágrafo; en
general, parece preferible la idea de una Historia del Arte como interpretación que, como es
claro, constituye la columna vertebral de todo este estudio.
30 El intento de dar cuenta de distintas pero simultáneas líneas de desarrollo aparece como
una constante dentro de la historiografía del arte; a ello dedica Wölfflin su interés antes de
enfrentar los problemas estructurales de la Historia del Arte: “[…] y Hobbema y Ruysdael,
aun distanciándose tanto uno de otro, se emparejan al punto como holandeses, en cuanto
se los enfrenta con un flamenco como Rubens. Esto quiere decir que junto al estilo personal
aparece el de escuela, país y raza”. Heinrich Wölfflin, Conceptos fundamentales de la historia del
arte, 3.ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1952, pp. 8-9. Renato Barilli asume la historia del arte
contemporáneo con base en una metodología que enfrenta tres líneas de desarrollo, u “órdenes
de variación” diferentes: “Uno de ellos es de naturaleza ‘fuerte’ y extrínseca, y se identifica en
los desarrollos de la tecnología o de la que hoy se define como cultura material. El segundo
factor de variación intenta un cotejo continuo y sistemático entre lo que sucede ‘dentro’ del
campo del arte y lo que acontece en los sectores contiguos de las otras artes y ciencias; lo
que constituye en conjunto el ‘saber’ de una época o, como se dice ahora, su ‘enciclopedia’.
Finalmente, una tercera variable es de carácter decididamente ‘interno’ a la vida del arte y
consiste en esas oscilaciones de un extremo al otro (de lo cerrado a lo abierto, de lo rígido a lo
blando, de lo racional a lo pintoresco, y así sucesivamente) que los sistemas expresivos (todas
las artes, incluida la moda) revelan y ejemplifican con un ritmo casi paroxístico. […] Dicho
en otras palabras, es como disponer de tres longitudes de onda para la interpretación del
arte contemporáneo: ondas cortas, medias y largas. Corresponde al olfato del investigador,
del intérprete, establecer sucesivamente en cuál de estas longitudes de onda se deba hacer
entrar en sintonía el hecho artístico, el protagonista o el estilo que se está afrontando”. Renato
Barilli, L’Arte Contemporanea. Da Cézanne alle ultime tendenze, 3.ª ed., Milano, Feltrinelli, 1988,
pp. 10 y 12 (existe una traducción en lengua española, realizada por mí: Renato Barilli, El arte
contemporáneo. De Cézanne a las últimas tendencias, traducción de Carlos Arturo Fernández U.,
Bogotá, Norma, 1998, pp. 15 y 16-17). Igual planteamiento, que hace posible acceder al nivel
de la interpretación de la obra de arte, pero que también revela sus dificultades intrínsecas,
aparece en Giulio Carlo Argan: “Si el arte es uno de los grandes tipos de estructura cultural,
el análisis de la obra de arte debe interesarse, por una parte, de la materia estructurada y,
por otra, del proceso de estructuración. En cada objeto artístico se reconoce fácilmente un
sedimento de nociones que el artista tiene en común con la sociedad de la cual hace parte
y que es como el lenguaje histórico y hablado del cual se sirve el poeta. Por encima de ello
se encuentra siempre un estrato cultural más específicamente orientado o intencionado que
podría llamarse profesional: es lo que Venturi llamaba el ‘gusto’ y que comprende las ideas
sobre el arte y las preferencias artísticas, los conocimientos técnicos, los modos convencionales
de representación, las normas o las tradiciones iconográficas e inclusive ciertas predilecciones
estilísticas, que son generalmente comunes a los artistas del mismo círculo cultural. Y existe
finalmente un último estrato, cuya composición escapa al análisis desarrollado a partir de
modelos culturales dados, y que constituye la contribución personal, innovadora, del artista.
No se está diciendo que este último estrato, más refinado y sensible, sea imponderable y no
analizable, y mucho menos que represente el momento inefable del arte que trasciende el
cúmulo de una cultura adquirida e inerte. Simplemente, la historiografía del arte no dispone,
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 255
34 “[…] la libertad es una idea de la razón cuya realidad objetiva en sí es indudable[;] la natu-
raleza, en cambio, es un concepto del entendimiento que muestra —y necesariamente tiene que
mostrar— su realidad en ejemplos de la experiencia. Si de aquí surge en seguida una dialéc-
tica de la razón, puesto que, con respecto a la voluntad, la libertad que se le atribuye parece
estar en contradicción con la necesidad natural, y en esta bifurcación la razón con propósito
especulativo encuentra más expedito y utilizable el camino de la necesidad natural que el de
la libertad, sin embargo, en sentido práctico, el sendero de la libertad es el único en el que es
posible hacer uso de la razón en nuestros actos […]”. I. Kant, Cimentación para la metafísica de
las costumbres, Op. cit., p. 149.
35 Ibíd.
36 De la misma manera, la dialéctica individuo-especie se encuentra en la base de toda la visión
ética kantiana, tal como aparece en el imperativo categórico desde la Cimentación para la me-
tafísica de las costumbres; en nuestro contexto, ello surge en la dialéctica que se establece entre
la ley moral del genio y la Historia del Arte.
37 E. Estiú, “La filosofía kantiana de la historia”, en: I. Kant, Filosofía de la historia, Op. cit., p. 35.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 257
como la serie de las generaciones hu- la base esencial sobre la cual deberá
manas que se extienden hasta lo infinito componerse la historia y que no la ago-
o indeterminado, aproximándose a la ta totalmente; más aún, esa diferencia
Idea, al cumplimiento de las intenciones entre el hilo conductor y la historia com-
originales de la naturaleza, sentido en pleta determina siempre la posibilidad
el cual es tan esencial la valoración del de distintos niveles de interpretación y
individuo como su vinculación con la comprensión, de la misma manera como
humanidad en progreso.38 ocurre en la ciencia, la cual busca expli-
El esfuerzo de Kant en el texto Ideas caciones cada vez más generales hasta
para una historia de la humanidad en clave llegar al planteamiento de una causa
cosmopolita se reduce a encontrar un universal de la naturaleza.39
“hilo conductor” de carácter general que Y, de nuevo, tal esfuerzo sería abso-
permita diseñar esa historia de criaturas lutamente pertinente también para la
que se conducen conforme al plan de la posibilidad de pensar en una Historia
naturaleza, hilo conductor que es sólo del Arte, o, más exactamente, en una
38 “Herder lo acusaba de averroísmo, porque Kant sostenía que el destino individual era im-
posible de ser cumplido. En efecto, éste sostenía que sólo la especie se puede determinar,
logrando así ser lo que por esencia, o idealmente, es. En su defensa, Kant hace un distingo
fundamental: diferencia entre el género, lógicamente considerado, que es un universal abs-
tracto, un compositum de unidades discretas, y el género, históricamente concebido, que es una
totalidad continua, un totum constituido por la íntegra serie de las generaciones humanas,
que se extiende a lo infinito o indeterminado. En un caso, el género es mero concepto; en
el otro, Idea. Desde esta última perspectiva, ‘género’ equivale a ‘humanidad’, es decir, a un
todo que no está sumativamente compuesto por individuos, sino que es el supuesto del ser
de las individualidades que lo constituyen. Los individuos no se desvanecen en la abstracción
genérica de la humanidad, sino que reciben de ésta el sentido que ellos tienen, porque, en
cierto modo —desde el punto de vista de la razón—, aquélla los precede”. Ibíd., p. 15.
39 Es lo que ocurre en la comparación entre Kepler y Newton; cfr. I. Kant, “Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros
escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 5. Arthur Danto encuentra en esta comparación de
Kant la diferencia entre una teoría descriptiva y una teoría explicativa, que, aunque parte de
la relación entre la observación científica y la ciencia teórica, con frecuencia ha sido asumida
para entender las tareas propias de la historia y de la filosofía de la historia. Cfr. A. C. Danto,
Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., p. 34. “[…] una teoría
descriptiva es la que trata de mostrar una pauta en los acontecimientos que constituyen todo
el pasado, y proyectar esa pauta sobre el futuro, manteniendo, por lo tanto, la tesis de que
los acontecimientos en el futuro, o bien se repetirán, o bien completarán la pauta exhibida
por los acontecimientos pertenecientes al pasado. Una teoría explicativa es un intento de dar
cuenta de esta pauta en términos causales. He de insistir en que una teoría explicativa equivale
a una filosofía de la historia sólo en la medida en que se encuentra conectada con una teoría
descriptiva. Existen teorías causales que persiguen dar cuenta de los acontecimientos históricos
en los términos más generales, explicables mediante referencias a factores raciales, climáticos
o económicos. Pero, como mucho, esas teorías constituyen contribuciones a las ciencias so-
ciales y, como tales, no son filosofías de la historia”. Ibíd., pp. 30-31. En Winckelmann puede
percibirse claramente la doble problemática descriptiva y explicativa.
258 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
40 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de
juzgar como una facultad legislativa a priori”), p. 90.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 259
41 J. L. Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”, en: J. L. Villacañas et al.,
Estudios sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., p. 45.
42 Cassirer identifica en este ámbito de ideas el surgimiento de la teodicea como justificación moral
interior de la historia; cfr. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 265. Resulta interesante
señalar, en este sentido, que, con alguna frecuencia, Kant utiliza la expresión “providencia”
como equivalente a “naturaleza”.
43 “Desde el punto de vista de Kant era tan legítimo hablar de un plan de la Naturaleza revelado
en los fenómenos estudiados por el historiador, como hablar de leyes de la Naturaleza en los
fenómenos estudiados por el hombre de ciencia. Lo que las leyes de la Naturaleza son para el
hombre de ciencia, son los planes de la Naturaleza para el historiador. Cuando el hombre de
ciencia se describe a sí mismo como descubriendo leyes de la Naturaleza, no quiere decir que
haya un legislador llamado Naturaleza; lo que quiere decir es que los fenómenos muestran
una regularidad y un orden que no sólo puede sino que debe ser descrito mediante alguna
metáfora de este tipo. De manera semejante, cuando el historiador habla de un plan de la
Naturaleza que se desarrolla en la historia, no quiere decir que existe una mente real llamada
Naturaleza que elabore conscientemente un plan que ha de cumplirse en la historia, quiere
decir que la historia procede como si existiera tal mente”. Robin George Collingwood, citado
por Roberto Rodríguez Aramayo, “Estudio preliminar. El ‘Utopismo ucrónico’ de la reflexión
kantiana sobre la historia”, en: I. Kant, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y
otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., pp. xiii-xiv. Kant, hijo de la Ilustración, no quiere
incurrir en desviaciones “metafísicas” y por eso habla de la naturaleza, mientras que Hegel,
en el horizonte del Idealismo y de una metafísica de la subjetividad, hablará del espíritu.
44 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de
juzgar como una facultad legislativa a priori”), p. 91. Y más adelante: “[…] la naturaleza es
260 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
tal retorno a la razón debe entenderse cesario que sólo puede encontrarse en
como el predominio de las disposiciones principios a priori.49 Por eso, en Kant, la
generales de la naturaleza. Pero es igual- idea central y definitiva, a la cual regresa
mente cierto que las leyes generales que de manera insistente, es la formulación
Winckelmann buscaba eran las de una del progreso incesante, aunque difícil y
naturaleza definida por un carácter bioló- siempre por medio de tanteos, planteado
gico, lo que, en sentido general, obligaba al nivel de la especie y como desarrollo
a incluir la interpretación de la historia de la intención de la naturaleza.50
como decadencia cíclica. Y ello significa, Así, al analizar el texto de Herder so-
por otra parte, que Winckelmann traba- bre el proceso de evolución de los seres,
jaba con base en principios empíricos, y citando párrafos de éste, Kant señala
procedentes de la experiencia, mientras que “En cada criatura la duración de su
que Kant buscaba un hilo conductor del vida se adaptó al fin de la Naturaleza
proceso histórico, con un carácter ne- que ella debía secundar”.51 Inclusive la
49 “[…] el conocimiento práctico del mundo se diferencia de una metafísica de las costumbres
[…]. Debe entonces la metafísica de las costumbres investigar la idea y los principios de una
posible voluntad pura y no los actos y condiciones de la volición humana en general, cuyo
conocimiento en su mayor parte ha de extraerse de la psicología. El hecho de que en el cono-
cimiento práctico general del mundo (aunque bien contra todo derecho) se hable también de
leyes y obligaciones morales no constituye objeción alguna en contra de mi afirmación. Pues los
autores de esta ciencia permanecen también aquí fieles a la idea que de ella tienen; no hallan
diferencia entre los principios activos que, siendo totalmente apriorísticos, son representados
meramente por la razón y son propiamente morales, y los empíricos, elevados a ideas generales
por el entendimiento a partir de la comparación de las experiencias, sino que los consideran, sin
atender a la distinción de su procedencia, según su mayor o menor suma (ya que son mirados
como equivalentes) y de este modo se hacen su idea del compromiso que ciertamente no deja de
ser moral pero, de tal índole, que entra en una filosofía en la que puede postularse, pero nunca
juzgarse sobre el origen de toda posible idea práctica, tanto tenga lugar a priori como a posteriori”.
I. Kant, Cimentación para la metafísica de las costumbres, Op. cit., p. 55.
50 La misma distancia de la biología, que Herder no logró establecer, aparece como esencial en
la Crítica de la facultad de juzgar. Afirma Cassirer: “La filología y la crítica kantianas modernas
no han sabido, generalmente, encontrar este problema de conjunto, sobre todo porque en su
enjuiciamiento sistemático de los pensamientos de Kant se atienen demasiado unilateralmente
a aquel estrecho concepto del ‘desarrollo’ que se impone en el campo de la ciencia biológica
en la segunda mitad del siglo XIX. […] Pero en realidad sólo es posible llegar a comprender
claramente la posición histórica que ocupa la Crítica del juicio a condición de que se haga frente
a todo intento de proyectar de antemano esta obra sobre el punto de vista de la moderna
biología, para considerarla exclusivamente dentro de su propio medio”. E. Cassirer, Kant,
vida y doctrina, Op. cit., pp. 332-333. En otras palabras, la visión de Kant no se matricula en la
lógica insoslayable del progreso biológico, más general en la Ilustración: para él, la historia
presenta, sí, un progreso incesante, pero no con un carácter mecánico, sino con las restricciones
que se derivan de las condiciones éticas de la acción libre del hombre, abocado siempre a la
búsqueda y la elección del mejor camino.
51 I. Kant, “Recensiones sobre la obra de Herder Ideas para una filosofía de la historia de la huma-
nidad”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la
262 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
historia, Op. cit., p 33. Aquí nos interesa sólo la preocupación de Kant por el tema del progreso
y no entramos para nada en el conflicto con Herder.
52 Ibíd., p. 34. Cfr. Johann Gottfried Herder, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad,
Buenos Aires, Losada, 1959, p. 139; el texto aparece en el libro V, capítulo III: “Todo el en-
granaje de fuerzas y formas no es retroceso ni estancamiento, sino progreso”.
53 I. Kant, “Probable inicio de la historia humana”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmo-
polita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., pp. 57-77. Este texto fue escrito en 1786.
54 Ibíd., p. 66.
55 Ibíd.
56 Ibíd., pp. 76-77.
57 I. Kant, “Replanteamiento de la cuestión sobre si el género humano se halla en continuo
progreso hacia lo mejor”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 263
que se enfrenta con una historia “profé- cia.59 Por el camino de la experiencia no
tica”,58 referida esencialmente al futuro; podríamos sostener, por ejemplo, que
no busca preguntarse por una historia aunque la humanidad hubiese venido
natural del hombre, sino por una historia progresando hacia lo mejor no fuera
moral y no con relación a los individuos, a decaer en el futuro, o viceversa. El
sino al conjunto de los hombres, reuni- motivo es que
dos en sociedades y pueblos.
[…] nos las habemos con seres que
Se tratará, pues, de una representa-
actúan libremente, a los que se puede
ción a priori de lo que ha de acontecer, dictar de antemano lo que deben hacer,
un asunto que no puede resolverse pero a los que no cabe predeterminar
inmediatamente gracias a la experien- lo que harán […].60
sobre filosofía de la historia, Op. cit., pp. 79-100. Este texto, ya listo en 1797, apareció por primera
vez en 1798 como segunda parte de El conflicto de las facultades.
58 En este sentido, Kant asume una posición que, en términos de Danto, se ubica en el contexto
de una historia sustantiva, lo que equivale al interés kantiano de limitarse al campo de la teoría,
sin entrar en el terreno de los acontecimientos: “En cualquier caso, debería quedar claro que
la expresión ‘el conjunto de la historia’ abarca más que la expresión ‘todo el pasado’. Abarca
también todo el futuro o, si es que merece la pena establecer esta calificación, todo el futuro
histórico. […] Se podría decir entonces que ese es el sentido en que la filosofía substantiva de
la historia tiene que ver con el conjunto de la historia: todo el pasado y todo el futuro, la to-
talidad del tiempo. En contraste con ello, los historiadores tienen que ver sólo con el pasado,
y con el futuro en la medida en que se convierte en pasado. Porque todos los datos actuales
proceden del presente y el pasado: no podemos, ahora, reunir datos acerca del futuro, y la
historia no es sino una tarea de recolección de datos” A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos
de filosofía analítica de la historia, Op. cit., pp. 33-35. “La inimaginabilidad del arte futuro es uno
de los límites que nos mantienen encerrados en nuestros propios períodos”. Arthur C. Danto,
Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia, Barcelona, Paidós Ibérica,
1999, p. 20. Kant, por su parte, afirmará más adelante que su intento no es el de reemplazar
la historia “empírica” por esta “filosofía de la historia”.
59 A través de la experiencia se puede llegar a una regla práctica, pero no a la ley moral: “[…] la
base del compromiso no debiera buscarse en la naturaleza del hombre ni en el mundo circuns-
tancial en que aparece sino a priori, sencillamente en ideas de la razón pura. Cualquier otro
precepto fundado en los principios de la mera experiencia e incluso un precepto hasta cierto
punto general pero apoyado, aunque sea en la más mínima parte, sobre una base empírica,
puede recibir el nombre de regla práctica pero nunca el de ley moral”. I. Kant, Cimentación para
la metafísica de las costumbres, Op. cit., p. 52. Este problema será básico, también, para la Crítica de
la facultad de juzgar: “La facultad de juzgar reflexionante, que tiene la obligación de ascender
desde lo particular en la naturaleza hacia lo universal, requiere, entonces, de un principio
que no puede tomar a préstamo de la experiencia, porque precisamente debe fundamentar la
unidad de todos los principios empíricos bajo principios igualmente empíricos, aunque más
altos, y, así, la posibilidad de la subordinación sistemática de unos a otros”. I. Kant, Crítica
de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de juzgar como una
facultad legislativa a priori”), p. 91. Como ya se ha señalado, ese principio trascendental es
la conformidad a fin de la naturaleza.
60 I. Kant, “Replanteamiento de la cuestión sobre si el género humano se halla en continuo pro-
greso hacia lo mejor”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre
264 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
63 Contrario a Kant, el rechazo de Schiller hacia la Revolución francesa a causa de sus crímenes y
horrores viene a significar, por supuesto, una interpretación que no parte de un a priori, sino
de la experiencia. Villacañas señala, además, que la valoración que Schiller hacía de la Revo-
lución francesa como una prueba de la corrupción universal de la naturaleza, conduce a que
éste se plantee que la “[…] sensibilidad es ya una anti-natura que debe morir si debe brillar la
autonomía de la ley moral”. J. L. Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”,
en: J. L. Villacañas et al., Estudios sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., p. 24, nota 22. En definitiva,
ese tipo de valoración de Schiller nos aboca al juego trágico de la autodestrucción: “Pero lo que
resulta claro es que si el conocimiento decidiera que una acción moral lleva consigo efectos en
el mundo sensible que arruinan nuestra posibilidad de felicidad, la ley moral con su obediencia
incondicional no impondría sino el juego trágico de la autodestrucción”. Ibíd.
64 I. Kant, “Replanteamiento de la cuestión sobre si el género humano se halla en continuo
progreso hacia lo mejor”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos
sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 89. En el contexto de la analítica de lo sublime, la Crítica
de la facultad de juzgar permite señalar, sin embargo, que incluso el asunto de la guerra y de
la paz debe plantearse como idea de la razón frente a la sociedad cosmopolita, lo que bien
podría explicar la actitud “comprensiva” de Kant sobre la Revolución francesa (que, además,
no era entendida por él como una “guerra ofensiva”): “Aun la guerra, cuando es conducida
con orden y sagrado respeto de los derechos civiles, tiene en sí algo sublime, y al mismo
tiempo vuelve tanto más sublime el modo de pensar del pueblo que de este modo la conduce,
cuanto más numerosos fueron los peligros a que estuvo expuesto, habiendo podido mante-
nerse valerosamente firme frente a éstos; al contrario, una larga paz suele hacer que domine
el mero espíritu mercantil y, con él, el egoísmo vil, la cobardía y la molicie, y rebaja el modo
de pensar del pueblo”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 28 (“De la naturaleza
como poder”), p. 176.
266 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
en las acciones conforme al deber, sea las Ideas establece nueve principios que
cual sea el móvil que las ocasione; y permiten formular tal proceso. El pri-
es que el crédito (el resultado) del mero plantea que “Todas las disposiciones
empeño de la humanidad por me-
naturales de una criatura están destinadas
jorar sólo podemos compulsarlo en
las buenas acciones de los hombres
a desarrollarse alguna vez completamente y
—que cada vez serán más numerosas con arreglo a un fin”,67 pues lo contrario
y más acertadas—, por ende, en los significaría que nos enfrentamos con
fenómenos de la índole moral del una naturaleza que no conduce a nada.
género humano. Pues no contamos El segundo se refiere a la idea, antes
sino con datos empíricos (experiencias) señalada, según la cual
para fundamentar esa predicción
basada en la causa física de nuestras En el hombre (como única criatura
acciones, en tanto que tienen lugar y racional sobre la tierra) aquellas
son por lo tanto fenómenos, y no en la disposiciones naturales que tienden al
causa moral que contiene el concepto uso de la razón sólo deben desarrollarse
del deber, de lo que debiera suceder, por completo en la especie, mas no en el
lo que sólo puede establecerse pura- individuo.68
mente a priori.65
Lo que está conectado con el hecho de
Poco a poco desaparecerá la violencia que el progresar de un estadio a otro del
y prevalecerá el acato a las leyes, dis- conocimiento requiere tanteos, entrena-
minuirán los conflictos y dominará el miento e instrucción. El tercer principio
sentido de la comunidad, hasta llegar al se refiere a que la única felicidad o per-
ideal de la sociedad cosmopolita.66 Esto fección en la cual el hombre participa es
nos obliga a regresar al texto Ideas para la que él mismo se procura por medio
una historia universal en clave cosmopolita de la propia razón, aunque la naturale-
de 1784, del cual sólo habíamos revisado za haya obrado económicamente en los
la parte introductoria. recursos con los cuales lo dotó:
En realidad, el progreso es el hilo
Se diría que a la Naturaleza no le ha
conductor que nos posibilita diseñar una importado en absoluto que el hombre
historia que se desarrolle conforme a viva bien, sino que se vaya abriendo
los planes de la naturaleza. El texto de camino para hacerse digno, por me-
69 Ibíd., p. 8.
70 Ibíd.
71 Ibíd., p. 13.
72 Ibíd., p. 17.
73 Ibíd., p. 20.
268 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
74 Ibíd.
75 Rodríguez Aramayo señala que se ha permitido la licencia de utilizar el término “Filosofía de
la Historia”, aunque la expresión literal empleada por Kant sea la de “Historia Filosófica”; cfr.
I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 23, nota 6 (N. de
T.). Aquí se prefiere la expresión literal original; tras esa preferencia está la tesis ya formulada
de que, en una perspectiva kantiana, resulta exacto el concepto de una “Historia filosófica del
Arte” o de la “Historia del Arte como filosofía”, es decir, “como interpretación”.
76 Este planteamiento podría ser atacado como “esencialista”; sin embargo, conviene recordar
una idea de Gombrich al respecto: “[…] yo diría —y en esto también he aprendido de Po-
pper— que hay un tipo de esencialismo que es inocuo y hasta legítimo. Tenemos derecho
a hablar en términos aristotélicos al referirnos a las que Aristóteles llamaba ‘causas finales‘,
es decir, los objetivos y los instrumentos humanos. En tanto se piense que la pintura está al
servicio de tal fin humano, tenemos derecho a estudiar los medios en relación con esos fines”.
Ernst H. Gombrich, “Norma y forma. Las categorías estilísticas de la historia del arte y sus
orígenes en los ideales renacentistas”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento,
Madrid, Alianza, 1985, p. 215.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 269
Pero el segundo principio de las Ideas texto de Kant, el arte trasciende la muer-
nos permite afirmar inmediatamente te de todos y cada uno de sus artífices,
que, cualquiera que sea el modo de como único medio para poder consumar
entender el progreso del arte, el mis- el desarrollo de las disposiciones de la
mo no puede ser captado al nivel de naturaleza en este campo.
artistas individuales, ni mucho menos El cuarto principio de Kant, que
si se considera la obra de arte como plantea que el medio del cual se vale
evento independiente, sino en bloque, en la naturaleza para cumplir sus dispo-
la totalidad de la historia del arte.77 Y siciones es el antagonismo de las mis-
como consecuencia del tercer principio mas dentro de la sociedad, se adapta
se extrae una serie de características particularmente bien al desarrollo del
del proceso progresivo del arte. Así, arte. En efecto, toda la historia del arte
la historia del arte estará definida por parece haberse formulado siempre en la
un progreso y una tendencia a la per- contradicción entre las tendencias a so-
fección constantes, resultado exclusivo cializarse y a individualizarse: cada artista
del esfuerzo del ser humano dotado de se encuentra en el arte de su época con
razón y no mero producto de instintos una tradición que goza de una indiscu-
o de conocimientos innatos; por eso, tible aceptación social y, en términos
es todavía más admirable el logro de generales, se pretende que se adapte a
las destrezas artísticas que, junto a la ella y siga sus convenciones y criterios
ciencia, contribuyen a que el hombre estéticos; pero, por otra parte, el au-
de hoy sea extraordinariamente culto, téntico artista, el genio, entiende que
como dirá Kant un poco más adelante. no puede limitarse a la imitación de la
Además, también la Historia del Arte tradición, a la que no logra soportar, pero
parece señalar que los antiguos artistas de la que tampoco es capaz de prescindir,
y las viejas generaciones se esforzaban diría Kant, sino que debe crear sus pro-
ingentemente por las generaciones fu- pias reglas y criterios. Y, de esa manera,
turas; así, la conciencia de lo que el arte se garantiza el progreso del arte que, de
ha podido progresar por el trabajo de lo contrario, permanecería estancado en
un artista concreto resulta casi siempre una situación de retorno incesante o de
incomprensible para sus contemporá- continua repetición. Precisamente, es
neos y sólo viene a ser estimado por el esa insociabilidad o desacato a la norma
futuro que él ha contribuido a crear. Y, lo que permite descubrir los talentos del
lo mismo que la historia en general en el genio. E incluso puede agregarse que
77 Contra este tipo de planteamiento se ubica la formulación de Benedetto Croce que llegó a
afirmar que, esencialmente, el arte no tiene una historia: “[…] los croceanos han cuestionado
la misma afirmación de que el arte tiene una ‘historia’ insistiendo en la ‘insularidad’, la sin-
gularidad de toda obra de arte genuina, a la que no debe degradarse convirtiéndola en un
mero eslabón de una cadena ‘evolutiva’”. Ernst H. Gombrich, “La concepción renacentista del
progreso artístico y sus consecuencias”, en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento,
Op. cit., p. 13.
270 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
78 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 10. El carácter
de un predominio de la fuerza de lo natural, que descubrimos aquí, se relaciona claramente
con la idea de genio, “[…] que da la regla [al arte] en cuanto naturaleza […]”. I. Kant, Crítica
de la facultad de juzgar, Op. cit., § 46 (“El arte bello es arte del genio”), p. 217.
79 Como se recordará, la Academia florentina de las Artes del Diseño, fundada por Vasari, que se
remonta a 1562, no fue concebida en esta perspectiva reglamentaria, sino en el sentido de un
fomento de los ideales clásicos del arte por medio de la educación. Sin embargo, en Francia,
sin olvidar su carácter educativo, la Academia representará simbólicamente mucho más el
primer aspecto, por lo menos hasta finales del siglo XIX. Para un amplio análisis de la historia
y de las características de la Academia de Bellas Artes de Francia, cfr. Nikolaus Pevsner, Las
academias de arte: pasado y presente, Madrid, Cátedra, 1982, pp. 68-83. “Su principal tarea era,
sin embargo, educativa. […] Por tanto, las academias debieron de parecer a los contemporá-
neos de Lebrun escuelas de arte exclusivamente. Preparar estudiantes y hacerlo en un estilo
particular de dibujo y modelado, el estilo del rey y de la corte, era, según Colbert, el objetivo
de la nueva institución, como expresó claramente más de una vez”. Ibíd., pp. 72-73.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 271
al escultor de la que había disfrutado bajo la dirección del gremio, e infinitamente menos de
la que había tenido amparado bajo el sistema de privilegios de los reyes franceses anteriores.
No hay nada que ilustre con mayor fuerza los grandes cambios históricos que habían tenido
lugar entre el siglo XVI y el Siècle de Louis XIV. […] Establecer en Francia, ayudado por esto,
‘la maxime de l’ordre’, era el objetivo primordial de Colbert. No pensaba dejar al arte y a la
ciencia fuera de sus esquemas y, para esto, la creación de la academia parecía el método más
prometedor”. N. Pevsner, Las academias de arte: pasado y presente, Op. cit., pp. 70-71.
83 Immanuel Kant, “Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?”, en: Filosofía de la historia,
Buenos Aires, Nova, 1964, p. 64. Este texto está fechado el 30 de septiembre de 1784 y es,
por tanto, contemporáneo de las Ideas para una historia universal en clave cosmopolita; de he-
cho, ambos textos aparecieron en el número de noviembre y diciembre de 1784 de la Revista
Mensual de Berlín; cfr. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., pp. 263-264.
84 I. Kant, “Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?”, en: Filosofía de la historia, Op. cit.,
p. 60.
85 En la Crítica de la facultad de juzgar, Kant anota cómo ese “pensar por sí mismo”, que es la esencia
de la ilustración, resulta tan difícil en la práctica: “Pronto se ve que la ilustración es cosa fácil
in thesi; in hypothesi, en cambio, es difícil y lenta de llevar a cabo porque no ser pasivo con su
razón, sino ser siempre legislativo con respecto a sí mismo, es ciertamente algo muy fácil para
el hombre que quiere ser adecuado sólo a su fin esencial y no anhela saber aquello que está
por encima de su entendimiento; pero como el afán por esto último apenas puede ser evitado
y no faltarán otros que prometan con mucha confianza poder satisfacer este deseo de saber, el
mantener o establecer en el modo de pensar (sobre todo, el público), lo meramente negativo
(que constituye la ilustración propiamente tal) debe, entonces, ser muy difícil”. I. Kant, Crítica
de la facultad de juzgar, Op. cit., § 40 (“Del gusto como una especie de sensus comunis”), p. 205,
nota a pié de página.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 273
86 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 12.
87 Cfr., al respecto, I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 46 (“El arte bello es arte del
genio”), pp. 216-217.
88 A este propósito resulta interesante la afirmación, puramente neoclasicista, de que el diseño o, en
otras palabras, el dibujo, es lo esencial en todas las artes plásticas, pues ubica el fundamento del
gusto no en la sensación sino en la forma; cfr. Ibíd., § 14 (“Esclarecimiento mediante ejemplos”),
p. 141. Kant aparece así vinculado con una tradición de la historia de la pintura que se remonta al
arte florentino, y que tiene especial fuerza y validez conceptual en el siglo XVIII: “[…] la pintura
274 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
brillante al óleo no era especialmente valorada por los promotores del nuevo movimiento [el
Neoclasicismo]. Reynolds situaba a los maestros venecianos por debajo de las escuelas Romana,
Florentina y Boloñesa; y se dice que Schiller llegó más lejos, hasta decir sobre las pinturas
de la galería de Dresde: ‘Todas muy bien; si los dibujos no estuvieran llenos de color… no
puedo desprenderme de la idea de que esos colores no me cuentan la verdad… el puro
contorno me daría una imagen mucho más fidedigna’. La influencia de Kant, tan esencial
en el desarrollo del pensamiento de Schiller, es evidente en esta observación”. N. Pevsner, Las
academias de arte: pasado y presente, Op. cit., p. 106. Al contrario de aquella tradición florentina,
Hegel, quien afirmará el valor del color en la forma romántica del arte (cfr. Wilhelm Friedrich
Hegel, Lecciones sobre la estética, Madrid, Akal, 1989, p. 438), se remite a la tradición veneciana
iniciada por Giorgione, que “[…] coloreaba sin antes haber dibujado o sombreado las figuras.
Giorgione, por tanto, reúne los dos tiempos de la ideación, o del proyecto, y de la ejecución.
La pintura no es una acción proyectada y actuada sino una experiencia vivida”. G. C. Argan,
Storia dell’arte italiana, Op. cit., vol. 3, p. 109.
89 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 11.
90 Aunque en el texto de las Ideas haya una clara referencia al Estado y a las estructuras políticas
legales externas, en la Crítica de la facultad de juzgar, sin renunciar a la dimensión política y
social, se enfrenta el tema desde la perspectiva de la subjetividad, del respeto y del deber,
más que del imperio de las normas, y allí encuentra la posibilidad de armonizar cultura y
naturaleza, o, lo que es igual, historia y naturaleza: “Tanto la época como los pueblos en
que el activo impulso a la sociabilidad legal, por el cual un pueblo conforma un ente común
duradero, luchó contra las grandes dificultades que rodean a la pesada tarea de unificar la
libertad (y también, pues, la igualdad) con una coartación (más de respeto y sujeción por de-
ber, que por temor); una época tal y un tal pueblo tenían que descubrir el arte de la recíproca
comunicación de las ideas entre la parte más formada y la más ruda, la armonización de la
amplitud y refinamiento de la primera con la sencillez y originalidad naturales de la última
y, de este modo, aquel término medio entre la cultura más alta y la naturaleza contentadiza,
que constituye la recta medida también para el gusto, como sentido humano universal, que
no se puede dar según reglas universales”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 60
(“Apéndice. De la metodología del gusto”), p. 261.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 275
91 I. Kant, “Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?”, en: Filosofía de la historia, Op. cit.,
p. 66.
92 Assunto encuentra una estrecha relación entre la concepción ética de Kant y la estética de
la Revolución francesa: “El rigorismo político de los jacobinos cultivaba ciertamente una
estética de lo sublime; pero rechazaba a las Gracias con la misma dureza con la que, al decir
de Schiller, las ahuyentaba el rigorismo ético de Kant […]”. R. Assunto, La Antigüedad como
futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit., p. 103; cfr., además, pp. 111-112.
Al respecto, conviene detenerse en el convincente análisis que G. C. Argan realiza acerca de
El asesinato de Marat de Jacques-Louis David: “Para David el ideal clásico no es inspiración
poética, sino modelo ético. No evade la realidad de la historia con el mitologismo arcádico,
no la supera en la metafísica de lo ‘sublime’ sino que mira con firmeza y pasión dominada
lo trágico, que no está más allá sino en la realidad cruda de las cosas. […] Se declara ‘filó-
sofo’, profesa un estoicismo moral cuyo modelo es la ética civil (Plutarco, Tácito): como los
arquitectos neoclásicos, que miran al ideal a través de la adhesión lógica a las exigencias
sociales, se propone como un deber la fidelidad lúcida y despiadada al hecho. […] David
llega así, utilizando en sustancia viejos materiales (de Caravaggio a Hogarth) a una nueva
concepción del cuadro histórico: la historia ya no es un hecho memorable y ejemplar, no es
drama ni episodio; es la lógica y, al mismo tiempo, la moral de los eventos”. Giulio Carlo
Argan, L’arte moderna 1770/1970, 2.a ed., Firenze, Sansoni, 1977 pp. 39-42 (existe traducción
en lengua española: Giulio Carlo Argan, El arte moderno 1770/1970, Valencia, Joaquín To-
rres Ed., 1977). “Razón y moral eran ya una sola cosa. En el mismo 1793 [fecha de la obra
de David] Kant escribía La religión dentro de los límites de la pura razón; la misma razón era
una religión. Los artistas, como filósofos, vivían la concepción del mundo y de la vida que
la revolución, entre lágrimas y sangre, estaba instaurando”. Giulio Carlo Argan, Ritratti di
opere e di artisti, Roma, Editori Riuniti, 1993, p. 67. Aquí parece resonar toda la concepción
del deber kantiano: “[…] una acción por deber ha de excluir la influencia de la inclinación
y con ella todo objeto de la voluntad, de modo que no queda para la voluntad nada que
pueda determinarla más que, objetivamente, la ley y, subjetivamente, el respeto puro hacia
esa ley práctica, por lo tanto la máxima de obedecer una ley semejante aun cuando ello
requiera la frustración de todas mis inclinaciones”. I. Kant, Cimentación para la metafísica de
las costumbres, Op. cit., p. 70.
93 Citado por A. Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Op. cit., vol. 2, p. 328.
276 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
94 Schlegel planteará, por ejemplo, que “La historia de las artes en Grecia es inseparable de su
historia política”. Augustus Wilhelm von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Buenos
Aires, Tor, 1943, p. 96. Según él, el período de su perfección corresponde a la época de la
“Formación de las sociedades. Expulsión de los reyes. Repúblicas”. Ibíd., p. 97. La evolución
de estas artes también está ligada al desarrollo de las ciencias.
95 Conviene recordar, a propósito, una afirmación de Cassirer ya citada parcialmente más
arriba: “Es cierto que la ética kantiana gira en torno al individuo y al concepto fundamental
de la personalidad moral y de sus leyes autónomas, pero la concepción histórica y filosófico-
histórica de Kant conduce a la convicción de que sólo a través de la sociedad puede llegar a
realizarse empíricamente, de hecho, la misión ideal de la autoconciencia moral del hombre”.
E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., pp. 264-265. Igualmente, ello significa que puede
encontrarse ya en el pensamiento kantiano la base para justificar una vinculación entre el
arte y la nación que más adelante, quizá contando por otra parte con el despliegue de ese
problema en Humboldt, será fecundamente explotada por Hegel. También Wölfflin insistirá
acerca de los vínculos entre arte y nación: “[…] Se tropieza a cada paso en esto con las bases
de la sensibilidad nacional, en las cuales el gusto formal roza de modo inmediato con factores
ético espirituales; y la historia del Arte tiene ante sí todavía problemas fecundos en cuanto
quiera abordar sistemáticamente el de la psicología nacional de la forma. Todo va estrecha-
mente unido. Las situaciones tranquilas de los retratos holandeses (o cuadros de figuras) dan
las bases también para los fenómenos del mundo arquitectónico. Pero si traemos a cuento
a Rembrandt, con su sentimiento por la vida de la luz, la cual, sustituyéndose a toda figura
sólida, se remueve misteriosamente en el espacio limitado, se siente uno impelido a ampliar la
consideración convirtiéndola en un análisis del modo germánico en contraposición al latino”.
H. Wölfflin, Conceptos fundamentales de la historia del arte, Op. cit., pp. 10-11.
96 En la perspectiva de la Crítica de la facultad de juzgar diríamos que para la Historia del Arte no
se trata de una conformidad a fin formal, meramente subjetiva, que juzgamos estéticamente,
por medio del gusto, sino de una discusión que enfrenta los fines naturales del arte y, por tanto,
una conformidad a fin real, objetiva, que juzgamos lógicamente, según conceptos, por medio
del entendimiento y la razón. Así, para el análisis de la historia del arte desde una perspectiva
kantiana será indispensable la consideración de la facultad de juzgar teleológica y no sólo la
estética. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte VIII (“De la
representación lógica de la conformidad a fin de la naturaleza”), pp. 103-104.
97 “Para la facultad de juzgar reflexionante éste es, entonces, un principio completamente correc-
to: que para el enlace tan manifiesto de las cosas según causas finales tiene que pensarse
una causalidad distinta al mecanismo, a saber, una causa del mundo que actúa según fines
(inteligente), por precipitado e indemostrable que este [principio] sea para la facultad de
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 277
en este caso, como el sometimiento del ninguno de los dos niveles y deberá
arte a causas empíricas. enfrentar que el progreso es, a la vez,
Con lo anterior, sin embargo, no tanto una condición de posibilidad,
puede ocultarse que, en la confronta- como una perspectiva metodológica,
ción de los textos de las Ideas acerca de el desarrollo de la finalidad natural del
la filosofía de la historia con los de la arte y un proceso formal fenoménica-
Crítica de la facultad de juzgar, surge para mente perceptible.98
nosotros una serie de problemas que La complejidad del asunto, pese a
no se da en el pensamiento de Kant; todo, se percibe en el texto mismo de
y es que no se puede perder de vista las Ideas. Así, del séptimo principio se
que, mientras el primer texto hace un puede deducir que el progreso formal
análisis de la historia de las acciones del arte no coincide necesariamente
humanas, en la cual llega inclusive a con el desarrollo de su finalidad, que
postular leyes universales, que consis- se identifica con el hombre como fin
ten en la realización de las disposiciones final:
originales de la naturaleza, la Crítica
Gracias al arte y a la ciencia somos
aborda las condiciones de posibilidad
extraordinariamente cultos. Estamos
del conocimiento. Pero para nosotros civilizados hasta la exageración en
la disciplina de la Historia del Arte lo que atañe a todo tipo de cortesía
no puede, por lo mismo, desconocer social y a los buenos modales. Pero
99 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 17. Kant logra
darle a este aspecto la mayor profundidad y sentido en la Crítica de la facultad de juzgar, a partir
de la afirmación de que “[…] lo bello es el símbolo del bien ético […]”. I. Kant, Crítica de la
facultad de juzgar, Op. cit., § 59 (“De la belleza como símbolo de la eticidad”), p. 259. Ello le
permitirá concluir la crítica de la facultad de juzgar estética, centrada en el juicio de gusto
puro y sin interés, con la exigencia del desarrollo de ideas éticas en el nivel de la humanidad
en general: “Pero dado que el gusto es en el fondo una facultad de enjuiciamiento de la sen-
sibilización de ideas morales (por medio de una cierta analogía de la reflexión entre ambas),
del cual, y de la mayor receptividad —que ha de ser fundada en él— para el sentimiento que
proviene de esas ideas (que se llama sentimiento moral), se deriva también aquel placer que
el gusto declara válido para la humanidad en general y no solamente para el sentimiento
privado de cada cual, es entonces evidente que la verdadera propedéutica para fundar el
gusto es el desarrollo de ideas éticas y el cultivo del sentimiento moral; pues sólo cuando la
sensibilidad es puesta de acuerdo con éste puede el gusto genuino adoptar una determinada
forma inalterable”. Ibíd., § 60 (“Apéndice. De la metodología del gusto”), p. 262.
100 I. Kant, “Replanteamiento de la cuestión sobre si el género humano se halla en continuo
progreso hacia lo mejor”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos
sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 96.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 279
de lo que será el del arte, según las in- nas”.101 Es, en realidad, una exigencia de
tenciones de la naturaleza. Pero si Kant cualquier visión coherente y sistemática
hubiese desarrollado la problemática de la realidad:
filosófica de una historia del arte, del ¿Pues de qué serviría ensalzar la mag-
mismo modo que percibía en su época nificencia y sabiduría de la creación
la esperanza de que se pudiera llegar en el reino irracional de la Naturale-
a estructurar un Estado cosmopolita za, recomendando su contemplación,
universal, habría percibido que sus ideas si esa parte del gran teatro de la su-
acerca de la historia de la humanidad se prema sabiduría que contiene la fina-
lidad de todo lo anterior —la historia
podían aplicar muy bien en este campo,
del género humano— representa una
por medio del desarrollo de una Histo- constante objeción en su contra, cuya
ria universal del Arte. visión nos obliga a apartar nuestros
Y es que el noveno principio de las ojos con desagrado y, dudando de
Ideas para una historia universal en clave llegar a encontrar jamás en ese esce-
cosmopolita puede leerse muy bien como nario una consumada intención racio-
el anuncio de la llegada casi inminente nal, nos lleva a esperarla únicamente
en algún otro mundo?102
de las Lecciones sobre la estética de Hegel.
Allí plantea Kant la posibilidad de es- Bien puede leerse el texto Lecciones
cribir una historia universal conforme sobre la estética, de Hegel, como la res-
al hilo conductor que ha venido elabo- puesta a esa necesidad y urgencia de
rando; pero todavía más, plantea que una historia filosófica del arte, de la cual
la ejecución de ese trabajo propicia, a la Kant sólo traza una línea maestra que
vez, la realización de las intenciones de indica que se trata, en todo caso, de un
la naturaleza. En nuestro campo, ello se proceso progresivo que, más allá de una
traduce en la necesidad y urgencia de de- simplista autonomía estética, encuentra
sarrollar una Historia del Arte como in- su finalidad en el logro de una situación
terpretación, que permita “[…] describir donde el género humano puede desa-
—cuando menos en su conjunto— como rrollar todas sus potencialidades.103
un sistema lo que de otro modo es un En las Ideas no hay, pues, una his-
agregado rapsódico de acciones huma- toria, pero Kant nunca pretendió que
101 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 21.
102 Ibíd., pp. 22-23.
103 También en los párrafos finales de la Cimentación resuena esa necesidad: “Queda aún la idea
de un mundo inteligible puro —como un todo que comprenda todas las inteligencias— al
que pertenecemos en cuanto seres racionales (aunque por otra parte seamos al mismo tiempo
miembros del mundo sensible), una idea siempre útil y permitida con vistas a una creencia
racional, aun cuando en ella termine todo saber, para producir en nosotros un vivo interés en
la ley moral mediante el excelente ideal de un reino universal de los fines en sí mismos (de los
seres racionales) al cual sólo podemos pertenecer cuando nos comportamos rigurosamente
según máximas libres como si fueran leyes de la naturaleza”. I. Kant, Cimentación para la me-
tafísica de las costumbres, Op. cit., p. 159.
280 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
104 Cfr. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., pp. 76-78.
105 Pero hay en ello, por sobre todo, una consecuencia de su rigor moral: “[…] su rígida acepta-
ción de la razón como rectora de la conducta contra las direcciones de la sensibilidad. Bien
que esta aceptación no está fundada exclusivamente ahí sino que es aceptada como necesaria
en el sistema”. Carlos Martín Ramírez, “Prólogo”, en: I. Kant, Cimentación para la metafísica de
las costumbres, Op. cit., p. 15.
106 I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 23.
107 La pretensión kantiana llegará a ser mucho más trascendental y definitiva, pero puede escapar
a la “grandiosidad” de los esquemas de Vasari y de Winckelmann. Cabe recodar frente a ellos
el juicio de Donald Williams referido por Arthur Danto: “La dificultad con las grandiosas pro-
puestas de los Marx, Spengler y Toynbee… difícilmente puede consistir en que son historia,
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 281
sino en que son grandiosas”; y Danto agrega que estas “[…] filosofías de la historia hacen un
uso injustificado del concepto mismo de ‘significado’, que tiene una aplicación justificada en
los trabajos históricos corrientes”. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica
de la historia, Op. cit., p. 43. Es, seguramente, lo que ocurre cuando se intenta colocar a Vasari
y Winckelmann en la posición de “filósofos de la historia”, que no les corresponde, a partir
de sus trabajos históricos concretos. En este sentido, ya desde el texto de las Ideas, Kant tiene
la ventaja de limitarse a lo mínimo, al “esqueleto” del proceso; y, al mismo tiempo, ello lo
salva de la “mirada retrospectiva”, es decir, de la voluntad de proyectar el presente sobre el
pasado, que Gombrich descubría en Vasari. Cfr. Ernst H. Gombrich, “El estímulo de la crítica
en el arte del Renacimiento: textos y episodios”, en: El legado de Apeles. Estudios sobre el arte del
Renacimiento, Madrid, Alianza, 1982, p. 212.
108 De la carta de Winckelmann a Salomón Gessner, 25 de abril de 1761; citada por R. Assunto,
La Antigüedad como futuro. Estudio sobre la estética del neoclasicismo europeo, Op. cit., p. 119. En su
momento se indicó que en esta afirmación puede verse una reinterpretación en clave racio-
nalista de la idea básica vasariana, según la cual la visión de las obras de arte forma el juicio
del ojo, que es el medio por excelencia para su disfrute.
109 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Prefacio a la primera edición, 1790”, p. 81.
La Historia del Arte es una de las posibles ciencias del arte y Kant no supedita la experiencia
estética o la formación del gusto a dichas ciencias.
282 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
del problema que corresponde a su Por eso, aunque la Historia del Arte
plan metodológico general. No es la no es un problema que Kant enfrente
peculiaridad de las cosas lo que atrae de manera específica en la Crítica de la
su mirada, ni le preocupan las condi-
facultad de juzgar, la posibilidad de una in-
ciones a que responde la existencia de
las formaciones ajustadas a un fin en terpretación teleológica de aquella, para
la naturaleza y en el arte; no, lo que la que encontramos un soporte primario
él trata de determinar es el rumbo en los textos kantianos sobre la filosofía
peculiar que nuestro conocimiento si- de la historia, ofrece ahora el punto de
gue cuando enjuicia algo que es como partida necesario para emprender tam-
ajustado a un fin, como proyección bién una lectura de esta Crítica desde la
de una determinada forma. Lo único
perspectiva de la Historia del Arte, que
que aquí se debate es el derecho y la
validez objetiva de este juicio.110
busca en ella la consolidación de su marco
teórico: si de las Ideas y los estudios de
Se trata, pues, de un cambio de filosofía de la historia obtuvimos el plan-
perspectiva con respecto a los textos teamiento del hilo conductor del progreso,
de filosofía de la historia, al igual que ahora buscaremos las condiciones en las
frente a los anteriores historiadores del cuales se debe enmarcar un conocimiento
arte, un cambio que posibilita dar un que pueda considerarse objetivo y cientí-
sólido fundamento teórico a aquellas fico. En el primer caso, la preocupación
reflexiones. de Kant estaba enfocada todavía en las
Es cierto que, lo mismo que frente condiciones generales de la historia, y en
a Alexander Baumgarten y a Gotthold ese contexto proponía el progreso como
Ephraim Lessing, Augustus Wilhelm su estructura básica; ahora, dirige la re-
von Schlegel cuestiona el escaso co- flexión a la validez del juicio, dejando al
nocimiento que Kant demuestra de la margen de toda discusión la objetividad
historia del arte;111 sin embargo, como del problema del progreso. Por tanto, in-
se puede desprender de la formulación clusive cuando el progreso sea descartado
de Cassirer, no intentamos aquí hacer como una “estructura ideológica”,112 será
pasar al filósofo como historiador del posible establecer, como todavía vigente
arte sino, por el contrario, encontrar en y enriquecedor, un enfrentamiento de
su reflexión una fundamentación de esta la historia a partir de la perspectiva
disciplina como conocimiento. kantiana.
presentación racional y clara: “[…] era la misión que se habían impuesto [en la escuela vienesa
de Historia del Arte a comienzos del siglo XX]: la historia del arte debe tomarse en serio como
ciencia. Evidentemente, no es una ciencia, pero era lo que pensaban… [Y Gombrich] Pensaba
que la historia del arte debía ser racional, clara. Que debía evitarse la afirmación de cosas que
no tienen sentido. ¡Esto, observe, lo creo todavía!”. E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D.
Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 33-34. La
obra kantiana puede, pues, tener para nosotros un valor paradigmático, referida al problema
teleológico, a su carácter de necesidad y la posibilidad de sus juicios; pero las referencias,
inclusive extensas, que establecemos aquí con planteamientos de concretos historiadores del
arte no pueden entenderse como un análisis completo de éstos.
115 E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 321.
116 “Uno de los rasgos fundamentales de la metodología trascendental de Kant consiste en que
hace siempre referencia a un determinado ‘hecho’ sobre el cual opera la crítica filosófica. […]
En la Crítica de la razón pura este hecho lo daban la forma y estructura de la matemática y de
la física matemática; en la Crítica de la razón práctica servían de punto de partida la actitud del
‘sentido común humano’ y el criterio por él empleado en todo enjuiciamiento moral. Pues
bien, en los problemas resumidos por Kant bajo el concepto unitario de ‘capacidad de juicio‘
no descubrimos, a primera vista, semejante base de investigación. Cualquier disciplina cien-
tífica especial que pudiera mencionarse en este sentido, al igual que cualquiera orientación
específica, psicológicamente caracterizada, de la conciencia en la que quisiéramos apoyarnos
con este objeto, resultaría insuficiente en una investigación un poco profunda del asunto. Por
la sencilla razón de que no existe ningún camino que lleve directamente de los problemas de
la ciencia descriptiva y clasificadora de la naturaleza a los problemas de la plasmación estética,
como no podrá tampoco encontrarse, a la inversa, como método peculiar de investigación
de la naturaleza, ningún camino directo de acceso que vaya desde la conciencia estética al
concepto de fin”. Ibíd., p. 322.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 285
problemas del terreno de la naturaleza al del arte: ¿hállase éste colocado bajo el signo de la
‘verdad natural’ o bajo el signo de la simple ‘apariencia’, es imitación de algo que exista o
una libre creación de la fantasía, que pueda trazar la realidad dada a su capricho y antojo?”.
E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 335.
120 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de juzgar
como una facultad legislativa a priori”), p. 90. Cassirer encuentra en esta primera definición
de la capacidad de juicio toda una síntesis de los problemas de la historia de la filosofía que
tiene que ver con la formación de los conceptos; cfr. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit.,
pp. 323-332. Además, como consecuencia del análisis de esa definición, señala la correlación
y complementariedad entre el problema estético y el teleológico como un aspecto esencial del
texto kantiano: “La relación entre lo general y lo particular es colocada por la misma definición
de la capacidad de juicio en el centro de la investigación. La relación y la conexión interna que
debe admitirse entre el problema estético y el problema teleológico, entre la idea de lo bello y
la idea del organismo, exprésase en la posición respectiva que ocupan las dos partes principales
de la obra, correlativas entre sí y complementarias la una de la otra”. Ibíd., p. 332.
121 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte V (“El principio de la
conformidad a fin formal de la naturaleza es un principio trascendental de la facultad de
juzgar”), p. 94.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 287
Esta es una afirmación que cobra naturales sin más, mas no específi-
importancia dentro de nuestro análisis camente, como tales entes naturales
porque le da un estatuto de necesidad, particulares; siendo así, la facultad
de juzgar tiene que suponer a priori,
y no meramente de símbolo, a la ana-
como principio para su propio uso,
logía que proponemos al estudiar el que lo que a [nuestro]* humano ver
texto Ideas para una historia universal en es contingente en las leyes particulares
clave cosmopolita, entre el desarrollo de (empíricas) de la naturaleza, contiene,
la historia universal y el de la historia no obstante, una unidad legal, para
del arte,122 al menos en la medida en la nosotros insondable, pero pensable,
cual se pueda presuponer que ésta —la en el enlace de su multiplicidad en
una experiencia en sí posible.123
del arte— tiene sentido:
[…] una tal unidad tiene que ser En términos generales, puede afir-
presupuestada y asumida necesaria- marse que la posición de Vasari y de
mente, dado que de otro modo no Winckelmann se detiene en este nivel
tendría lugar ninguna inexceptuada determinante, que Kant supera, y por
conexión de conocimientos empíricos ello se limitan a confirmar el sentido
en un todo de la experiencia, en la
del progreso en la producción artística,
medida en que las leyes universales
de la naturaleza suministran, cierta- un progreso efectivo y empíricamente
mente, una semejante conexión entre comprobable.124 Además, esta visión de-
las cosas genéricamente, como cosas terminante continúa presente en todas
122 “Técnica productiva de valores ideales ha sido, en toda su historia, el arte, que plantea un
concepto de valor, distinto tanto de los valores teoréticos y morales como de los valores econó-
micos, pero relacionado con todos”, dice Argan, en: Rossana Bossaglia, Parlando con Argan,
Nuoro, Italia, Ilisso, 1992, p. 14. Y más adelante: “Hay que recordar siempre que el arte no
está jamás separado de las condiciones del mundo”. Ibíd., p. 25. Ello no significa que se plantee
aquí que la Historia del Arte se limita a copiar el reflejo de la historia universal. Gombrich,
por su parte, ha introducido el concepto de ecología, pensando en la obra de arte como un
organismo vivo que sólo puede sobrevivir en un cierto ambiente: “Evidentemente, empleo
esa palabra como una metáfora; sin embargo, pienso que es más precisa que, por ejemplo, la
teoría marxista según la cual las fuerzas de producción engendran la superestructura, que a
su vez engendra un estilo particular. Pienso que hay muchos otros factores de interacción para
hacer posible la expansión de un estilo particular. Y cuando esto cambia, el arte puede morir”.
E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre
el arte y la ciencia, Op. cit., p. 78.
123 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte V (“El principio de la
conformidad a fin formal de la naturaleza es un principio trascendental de la facultad de
juzgar”), pp. 94-95.
124 Este carácter determinante implica, además, una proyección hacia el futuro: es el progreso
como algo futuro lo que impulsa este tipo de historia. “Los historiadores describen algunos
acontecimientos del pasado mediante referencia a otros acontecimientos futuros respecto a
los primeros, pero pasados para el historiador, mientras que los filósofos de la historia [se
refiere a la “historia sustantiva”] describen ciertos acontecimientos del pasado mediante re-
ferencia a otros acontecimientos, que son futuros tanto con respecto a esos acontecimientos,
como al historiador mismo. Y quiero mantener que no podemos disponer de un punto de
288 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
partida cognitivo que haga posible esa actividad. Argumentaré que la forma de organizar los
acontecimientos, que es esencial en la historia, no admite una proyección sobre el futuro y,
en este sentido, las estructuras, de acuerdo con las cuales se efectúan estas organizaciones, no
son como teorías científicas. En parte, esto se debe al hecho de que la significación histórica
está conectada con la significación no histórica y que esta última varía con los cambios en los
intereses de los seres humanos”. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de
la historia, Op. cit., p. 51. Y no sería justo aplicar esta crítica sólo a Vasari y Winckelmann, pues
el progreso, como realidad de validez universal, científica, que hala la historia desde el futuro
de la sociedad cosmopolita, es también perceptible en el texto de las Ideas, lo que nos obliga
a matizar la afirmación, ya citada, de José Luis Villacañas acerca de su afinidad con la Crítica
de la facultad de juzgar; cfr. J. L. Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”,
en: J. L. Villacañas et al., Estudios sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., p. 30.
125 En la obra de Argan, como historiador del arte, sin aceptar una visión de la razón como
facultad “tiránica”, él mismo reconoce una valoración especial del problema de la imagi-
nación, como un modo preciso de pensamiento, con sus propias estructuras conceptuales,
que no están ligadas a las palabras (imaginación que, de paso, conduce a rechazar la idea
de progreso en la Historia del Arte): “Teórico [se refiere a Gian Lorenzo Bernini] no de
palabras, porque es demasiado consciente que la imaginación es lo que no se dice y cuando
se dice se miente (Shakespeare hace decir a Hamlet: ‘mienten los que cuentan los propios
sueños’); ella está ligada a un hecho pragmático, a una técnica y, por tanto, a un hacer, que
tiene su estructura, como tiene su estructura el lenguaje de que se sirve el pensamiento ra-
cional. Ha sucedido naturalmente que con el predominio del pensamiento racional […] la
imaginación advierte, siente, denuncia la ausencia de la palabra. Lo que yo más he buscado
en los artistas (digo lo que más, porque se trata de la última fase de mi pensamiento; pienso
sobre todo en mi ‘Miguel Ángel‘ [se refiere al libro Miguel Ángel arquitecto]) es la ausencia de
la palabra”. En: R. Bossaglia, Parlando con Argan, Op. cit., p. 14. La posición de Gombrich
al respecto es todavía más radical, pues se remonta a una formulación del concepto de arte
que descarta todo planteamiento determinante: “[…] no hay nada que sea la esencia del arte:
podemos decidir lo que queremos llamar ‘arte’ o no. […] Es muy importante que sea abolida,
en las disciplinas literarias y en las ciencias del hombre, la tradición aristotélica y la creencia
en las esencias. Han perdurado demasiado y no conducen a ninguna parte, pues las palabras
pueden recibir significaciones diferentes. Por tanto, en este sentido, me parece muy apropiado
decir que la noción de arte es una noción culturalmente determinada”. E. H. Gombrich, en:
E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia,
Op. cit., pp. 72-73.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 289
126 Más allá de la coherencia general o de la afinidad entre las Ideas y la Crítica, se debe aceptar
una indiscutible diferencia de enfoque entre ambas; usando los conceptos de Danto, las Ideas
se basan en evidencias conceptuales, mientras que ahora la Crítica se abre totalmente a las po-
sibilidades de la evidencia documental. Cfr. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía
analítica de la historia, Op. cit., pp. 73 y ss.
127 También en este sentido los desarrollos actuales de la Historia del Arte se mueven en esta posi-
bilidad interpretativa kantiana. Sin poder ser exhaustivos, baste citar al respecto las siguientes
afirmaciones: Gombrich se plantea como la primera regla, en el “Prefacio” de su Historia del
arte, “[…] la de no escribir acerca de obras que no pudiera mostrar en las ilustraciones […]
he preferido referirme siempre a una obra conocida por mí en su original que no a la que
sólo conociera por fotografías”. E. H. Gombrich, Historia del arte, Op. cit., pp. vii-viii. Argan,
por su parte, afirma: “Cualquiera que sea su relación con la realidad objetiva, una forma es
siempre una cosa que es dada para percibir, un mensaje que es comunicado por medio de la
percepción. Las formas valen como significantes sólo en cuanto una conciencia capta su signi-
ficado: una obra es obra de arte sólo en cuanto la conciencia que la recibe la juzga como tal.
La historia del arte, por tanto, no es tanto una historia de cosas sino una historia de juicios
de valor”. Giulio Carlo Argan, “Premessa allo studio della storia dell’arte”, en: Giulio Carlo
Argan y Maurizio Fagiolo, Guida alla Storia dell’arte, 2.ª reimp., Firenze, Sansoni, 1977, p. 8.
Y en sus diálogos con Rossana Bossaglia insiste en la misma idea: “Para mí una pintura de
Giotto no es un problema del Trecento; es un problema mío, de hombre de este siglo: Miguel
Ángel, Botticelli, Leonardo, Tiziano, o quien quieras, son todos problemas contemporáneos,
nuestros. Nos emocionamos ante sus obras, nos turbamos ante ellas, son problemas actuales;
cuál fuese el problema de ellos, quizá no lo sabremos jamás. Mira; recuerdo una conversación
que sostuve con Gropius [Argan había escrito un libro sobre el arquitecto alemán, publicado en
1951]. Me dijo: ‘Yo habría querido pensar todas las cosas que Usted me ha atribuido, pero no
las pensé’. Yo le respondí: ‘Querido Gropius, eso no me importa en absoluto; me importa que
Usted me las haya hecho pensar a mí’. Nuestra función es la de captar qué tipo de problema
representan Leonardo, Miguel Ángel, Giotto, el Románico, el Gótico, el Barroco, lo que quieras,
para nuestra cultura”. En: R. Bossaglia, Parlando con Argan, Op. cit., pp. 21-22. Gombrich, por
su parte, afirma (a partir del ejemplo de un poema): “Podemos por tanto estar de acuerdo
con aquellos de nuestros colegas que insisten en que siempre es el texto el que importa y no
el supuesto sentimiento del autor, al que realmente no tenemos acceso. Pero eso no significa
que el texto sea presa fácil […]”. Ernst H. Gombrich, “Relativismo en las humanidades: el
debate acerca de la naturaleza humana”, en: Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca
del saber y del arte, Madrid, Debate, 1997, p. 46. Y más adelante: “Sin duda Valéry hubiese
animado al amante del arte [se refiere a un supuesto diálogo entre un amante del arte y un
historiador del arte acerca de un bodegón de Abraham van Beyeren, pintor holandés del siglo
XVII] a rendirse a su propia respuesta subjetiva, ya que la obra de arte sólo puede permanecer
en las mentes de los hombres, pero lo habría hecho precisamente porque nunca sabremos lo
que significó para su creador”. E. H. Gombrich, “Relativismo en la apreciación del arte”, en:
Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 58.
128 “[…] debemos llamar ‘trascendental’ a toda determinación que no verse directamente sobre
los objetos mismos, sino sobre la manera de conocerlos”. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina,
Op. cit., p. 343.
290 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
129 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de
juzgar como una facultad legislativa a priori”), p. 91.
130 De manera similar a lo que ocurre en el campo científico: “[…] partiendo de unos pocos
elementos y fenómenos primitivos relativamente simples va trazándose progresivamente la
imagen total de la realidad, tal como nos sale al paso en la mecánica cósmica. Por este camino
llegamos, no ya a un orden cualquiera del acaecer, sino precisamente a un orden susceptible
de ser captado por nuestra inteligencia y comprensible para ella”. E. Cassirer, Kant, vida y
doctrina, Op. cit., p. 342. Con respecto a su Historia del arte, Ernst Gombrich reivindica también
la importancia de un orden de esta clase: “Me interesaba, claro, ver el cuadro sinóptico del de-
sarrollo total desde cierta posición ventajosa […]”. E. H. Gombrich, “Un apunte autobiográfico”,
en: Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 22. Sobre la
importancia de esta consideración del juicio reflexionante para la estética hoy, cfr. Javier Domín-
guez Hernández, “Intuición e imaginación estéticas”, Estudios de Filosofía, Medellín, Instituto de
Filosofía, Universidad de Antioquia, núm. 6, ago., 1992, pp. 104-105.
131 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de
juzgar como una facultad legislativa a priori”), p. 92.
132 Ibíd. En el contexto del siglo XVIII (del que parte Kant para superarlo) hay una comprensión del
concepto de conformidad a fin diferente a la que puede plantearse en el presente: “En efecto,
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 291
cuando hablamos hoy de la adecuación de algo a un fin, solemos relacionar con ello la idea
de un fin consciente, de una creación intencional, idea que por el momento debemos dejar
completamente a un lado aquí, si queremos enfocar el problema en su verdadera generalidad.
Pero la terminología usual en el siglo XVIII toma aquella expresión de ‘adecuación al fin’ en un
sentido más amplio: ve en ella la idea de toda coordinación de las partes de un todo múltiple para
formar una unidad, cualesquiera que sean las razones sobre las que descanse esa coordinación y
las fuentes de que pueda emanar”. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., pp. 336-337.
133 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte V (“El principio de la con-
formidad a fin formal de la naturaleza es un principio trascendental de la facultad de juzgar”),
p. 95. Conviene aclarar que el contexto de esta afirmación se refiere a las leyes empíricas de
la naturaleza; sin embargo, ello refuerza estos planteamientos de la Historia del Arte en clave
kantiana, que, claramente, puede sostener, en este sentido, una formulación semejante a la de
la naturaleza, en la cual coexisten en armonía leyes universales y particulares: “Cierto es que el
entendimiento está en posesión de leyes universales de la naturaleza, sin las cuales no podría
ser ésta objeto de una experiencia, pero además requiere de un cierto orden de la naturaleza
en sus leyes particulares, que sólo pueden serle conocidas de modo empírico, y son, en lo
que a él respecta, contingentes”. Ibíd. Lo que aquí aparece es la coherencia arquitectónica del
sistema; sin embargo, al enfrentarnos con problemas históricos, se hace indispensable recordar
que la coherencia se plantea en el horizonte teleológico, con la figura de la línea asintótica
antes analizada. Cfr. I. Kant, “Recensiones sobre la obra de Herder Ideas para una filosofía de
la historia de la humanidad”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos
sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 56.
134 Ernst Cassirer cita un texto de Goethe en el cual se ratifica el carácter de esta Crítica de la fa-
cultad de juzgar: “Vi reunidas aquí mis aficiones más dispares, tratados por igual los productos
del arte y de la naturaleza, mutuamente iluminados los juicios estéticos y los teleológicos...
Alegrábame de ver la estrecha afinidad existente entre el arte poético y la creencia comparada
de la naturaleza, puesto que uno y otra aparecían sometidos a la misma capacidad de juicio”.
Citado por E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 321.
135 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte V (“El principio de la
conformidad a fin formal de la naturaleza es un principio trascendental de la facultad de
juzgar”), p. 93.
292 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
139 A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., p. 29.
140 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte VI (“Del enlace del sen-
timiento de placer con el concepto de la conformidad a fin de la naturaleza”), p. 97. Ernst
Gombrich ha insistido en que, si bien el progreso no existe como un hecho en la historia del
arte, quizá debamos entenderlo como una necesidad lógica, como aquel elemento convencional
pero indispensable para poder encontrarnos a nosotros mismos dentro de la serie infinita
de la producción de las imágenes desde el paleolítico hasta hoy. De hecho, lo que Gombrich
afirma es que la noción misma de historia es perniciosa, pues nos lleva a imaginar que existe
un encadenamiento lógico de obras y estilos; en la producción del arte, en cambio, se desafía
toda explicación racional, pues la previsión es totalmente imposible y no podemos saber lo que
pasará en la próxima etapa (lo que parece un juicio bastante simple acerca de la historia, pues,
al contrario de lo que él mismo hace, la reduce a la sola dimensión “sustantiva”, en términos
de Danto). “Kris [Ernst Kris, con quien Gombrich trabajó en los años 30 sobre el tema de la
caricatura], como el mismo Freud, o como Aby Warburg, estaba totalmente seducido por una
interpretación evolucionista de la historia humana, concebida como un lento recorrido desde
la irracionalidad primitiva hasta el triunfo de la razón. […] nuestro libro veía en la historia de
la sátira un desarrollo secular análogo. Nosotros ya no podemos ver las cosas de esta manera.
¡Cuántas experiencias han venido a desmentir nuestro ingenuo optimismo!”. E. H. Gom-
brich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la
ciencia, Op. cit., pp. 48-49. Se plantea, así, de paso, el rechazo del progreso con la que Argan
ha llamado “la crisis del arte como ciencia europea”, relacionada con la crisis del racionalismo
tecnológico hacia mediados del siglo XX. Cfr. G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit.,
pp. 605-608. La respuesta de Gombrich a esa crisis del progreso consiste en entenderla sólo
en el nivel técnico del trabajo artístico; es el caso de la perspectiva o de la caricatura: “[En
Arte e ilusión] traté de insertar la invención de la caricatura en el movimiento general del pro-
greso de la representación. Pero desde entonces considero esta invención como un progreso
técnico más bien que como síntoma de un cambio de mentalidad”. E. H. Gombrich, en: E.
H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia,
Op. cit., p. 49. Y más adelante: “Hay un aspecto tecnológico en la historia del arte; hay que
aprender a hacer, a elaborar un bello cuadro. Tales cuadros no hubieran podido pintarse si no
se hubiera poseído la técnica necesaria. La perspectiva es un excelente ejemplo. Hay muchos
294 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
otros. En este caso, la historia del arte es muy semejante a muchos otros desarrollos técnicos,
como la metalurgia”. Ibíd., p. 76.
141 También lo contrario encuentra correspondencia en la Historia del Arte, que nos resultaría
imposible entender y aceptar como un asunto sin coherencia: “Por el contrario, nos displacería
enteramente una representación de la naturaleza por medio de la cual nos fuese predicho
que, a la menor indagación por sobre la experiencia más vulgar, nos toparíamos con una
heterogeneidad de sus leyes, que haría imposible para nuestro entendimiento la unificación
de sus leyes particulares bajo leyes empíricas universales; porque esto contraría al principio de
la especificación subjetiva y conforme a fin de la naturaleza en sus géneros, y a nuestra facultad
de juzgar reflexionante en tal propósito”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Intro-
ducción”, aparte VI (“Del enlace del sentimiento de placer con el concepto de la conformidad
a fin de la naturaleza”), p. 98-99.
142 Conviene recordar aquí el sentido ya analizado por Cassirer acerca del concepto de adecuación
a fin en el contexto general del siglo XVIII. Cassirer agrega sobre el particular: “Dícese que un
todo es ‘adecuado al fin’ cuando las partes se hallan enlazadas y agrupadas en él de tal modo
que cada parte no sólo aparece al lado de la otra, sino que se ajusta además a ella en cuanto
a su sentido peculiar. Esta relación es la que hace que el todo se convierta de un simple con-
glomerado en un sistema armónico, en el que cada miembro tiene su función propia y peculiar
y todas estas funciones guardan entre sí tal armonía que se unen en una obra total unitaria y
en una significación de conjunto”. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 337.
143 Y es que, siempre siguiendo a Cassirer, Kant deja de lado el carácter metafísico del concepto
de la conformidad a fin que predominaba en su tiempo y que se ha señalado aquí: “En contraste
con esta concepción total de la metafísica, parece que el método filosófico crítico se plantea,
de momento al menos, un problema sustancialmente más sencillo y menos pretencioso. Esta
concepción se proyecta, como corresponde a su tendencia fundamental, no tanto sobre la
forma de la realidad misma como sobre la forma de nuestros conceptos de lo real. Su punto
de partida no es la sistemática del universo, sino la sistemática de estos conceptos. En efecto,
donde quiera que tenemos ante nosotros un todo, no de cosas, sino de conocimientos y ver-
dades, se nos plantea en realidad el mismo problema”. Ibíd.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 295
144 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte IV (“De la facultad de juz-
gar como una facultad legislativa a priori”), y aparte V (“El principio de la conformidad a fin
formal de la naturaleza es un principio trascendental de la facultad de juzgar”), pp. 91-92.
145 Ibíd., “Prefacio”, p. 80.
146 “Nuestra entera facultad de conocimiento tiene dos dominios, el de los conceptos de la natu-
raleza y el del concepto de la libertad […]. Por mucho que se consolide un abismo inabarcable
entre el dominio del concepto de la naturaleza, como lo sensible, y el dominio del concepto
de la libertad, como lo suprasensible, de modo tal que no sea posible ningún tránsito desde
lo primero hacia lo segundo (o sea, por medio del uso teórico de la razón), igual a como si
hubiese sendos mundos diferentes, de los cuales el primero no puede tener influjo alguno
sobre el segundo, éste, sin embargo, debe tener sobre aquél un influjo, a saber, debe el concepto
de la libertad hacer efectivo en el mundo de los sentidos el fin encomendado para sus leyes;
y, en consecuencia, la naturaleza tiene que poder ser pensada también de tal modo que la
conformidad a fin de su forma al menos concuerde con la posibilidad de los fines que en ella
han de ser efectuados con arreglo a leyes de la libertad”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar,
Op. cit., “Introducción”, aparte II (“Del dominio de la filosofía en general”), pp. 86-87.
147 Ibíd., p. 87.
296 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
151 “Cuando un placer está ligado con la mera aprehensión (apprehensio) de la forma de un objeto
de la intuición, sin que se la refiera a un concepto con vistas a un conocimiento determinado,
la representación no es referida al objeto por ese medio, sino únicamente al sujeto; y el placer
no puede expresar otra cosa que la conmensurabilidad de aquél respecto de las facultades
de conocimiento que están en juego en la facultad de juzgar reflexionante, y en tanto que
lo están, en consecuencia, meramente una conformidad a fin formal subjetiva del objeto”.
Ibíd., p. 100.
152 Resulta fundamental recordar que el siglo XVIII reconoció una dimensión de conocimiento en
la intuición que inclusive llegó a ser considerado como superior al conocimiento conceptual:
“Las características fundamentales asignadas al ‘conocimiento intuitivo‘ que se fue perfilando
en la Ilustración del siglo XVIII, fueron las siguientes: se le distinguió en primer lugar del cono-
cimiento sensible y del conocimiento intelectual, y se le consideró en segundo lugar como una
forma de conocimiento superior al conocimiento conceptual. Se hizo común la identificación
del conocimiento intelectual con el abstracto, y del conocimiento intuitivo con el concreto.
En tercer lugar, el conocimiento intuitivo fue sobrevalorado aún más en el sentido de con-
siderarlo un conocimiento totalizador. Esta manera de pensar vertida en el ámbito de la
productividad fue atribuida por la Estética clásica al dominio ahora autónomo del arte”.
J. Domínguez Hernández, “Intuición e imaginación estéticas”, Estudios de Filosofía, Op. cit.,
p. 97. En este análisis es de especial interés la consideración de los vínculos entre la intuición
y lo concreto que, en el caso de la obra de arte, se traduce en la necesidad de una relación
siempre presente con la misma.
153 Más adelante aparece, quizá con mayor claridad, el aporte específico de cada una de ellas en
la constitución de esa sensación de agrado: “[…] exige la concordancia de dos fuerzas repre-
sentacionales, a saber: la de la imaginación (para la intuición y la composición de lo múltiple
de ésta) y la del entendimiento (para el concepto como representación de la unidad de esta
composición)”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 35 (“El principio del gusto es
el principio de la facultad en general”), p. 198.
154 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte VII (“De la representación
estética de la conformidad a fin de la naturaleza”), pp. 100-101.
155 Ibíd., p. 101.
298 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
156 Ibíd.
157 Para ayudar a clarificar los alcances de la validez objetiva del conocimiento a diferencia de la
validez estética, puede servir una afirmación casi final de la Crítica de la facultad de juzgar: “De toda
prueba, ya se la cumpla mediante la presentación empírica inmediata de lo que debe probarse
(como en la prueba por observación del objeto o experimento), o a priori mediante razón a
partir de principios, se exige en primer término que ello no persuada, sino que convenza, o que
por lo menos actúe sobre la convicción; esto es, que el argumento o la conclusión no sea simple-
mente un fundamento de determinación subjetivo (estético) de aprobación (mera apariencia),
sino uno objetivamente válido y un fundamento lógico de conocimiento: pues de otro modo
el entendimiento será cautivado mas no convencido”. Ibíd., § 90 (“Del modo del asentimiento
en una prueba teleológica de la existencia de Dios”), p. 386. El planteamiento es plenamente
coherente con la idea, ya formulada desde el “Prefacio a la primera edición, 1790” (cfr. Ibíd.,
p. 81) que nos permitía distinguir entre el campo de la experiencia estética y la formación del
gusto, y el campo de las “ciencias del arte”, entre ellas de la Historia del Arte.
158 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte VIII (“De la representación
lógica de la conformidad a fin de la naturaleza”), pp. 102-103.
159 Es lo que Kant desarrolló en la “Deducción de los juicios estéticos puros” (Crítica de la facultad
de juzgar, Op. cit., §30-54, pp. 191-243) y, particularmente, en la definición del arte bello como
arte del genio. En este contexto vuelve a cobrar importancia la diferencia que se indicó en su
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 299
momento entre el enfrentamiento de Vasari —en una situación conceptual todavía precaria— y
la claridad de Winckelmann quien, inclusive antes de enfrentar el problema de la historia, se
dedica a elaborar un concepto del arte. Ello plantea, de paso, que la Historia del Arte depende
de un planteamiento estético precedente.
160 “[…] como no refiere la forma del objeto a las facultades de conocimiento del sujeto en la
aprehensión de ésa, sino a un conocimiento determinado del objeto bajo un concepto dado,
no tiene nada que ver con un sentimiento de placer por las cosas, sino con el entendimiento
en el enjuiciamiento [que]* de ellas [hace]*”. Ibíd., p. 103. Javier Maderuelo formula expre-
samente la relación entre el proceso del concepto de arte y el hilo histórico, que parece percibir
de manera similar a la que hemos detectado en Gombrich: “La evolución del contenido de
la idea de arte parece ser continua pero no recta. A través de los años se ha ido alterando el
sentido de esta expresión, sin embargo, existe un hilo inmaterial que ensarta en un mismo
rosario, las pinturas de las cuevas de Altamira, los frescos de la Capilla Sixtina y, pongamos
por caso, el último cuadro de Miquel Barceló. […] Esta cadena evidencia que la actividad
que denominamos artística va sufriendo una serie de cambios tan suaves como constantes e
ininterrumpidos”. Javier Maderuelo, “La valoración del arte actual. Flexiones críticas”, Lápiz,
Madrid, núm. 106, oct.-nov., 1994, p. 94.
161 “Cuando está dado el concepto de un objeto, el negocio de la facultad de juzgar, en el uso
de aquél con vistas al conocimiento, consiste en la presentación (exhibitio), es decir, en poner al
lado del concepto una intuición correspondiente […]”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar,
Op. cit., “Introducción”, aparte VIII (“De la representación lógica de la conformidad a fin de
la naturaleza”), p. 103.
162 “[…] podemos considerar la belleza natural como presentación del concepto de una conformidad
a fin formal (meramente subjetiva), y los fines naturales como presentación del concepto de
una conformidad a fin real (objetiva), la primera de las cuales juzgamos por medio del gusto
(estéticamente, mediante el sentimiento de placer), y la otra, por medio de entendimiento y
razón (lógicamente, según conceptos)”. Ibíd. Aquí, la reflexión de Kant se refiere al mundo
de los objetos y, por ello, a la belleza natural y, claramente, no está implicada la obra de arte;
sin embargo, dentro de esta lectura analógica, en la medida en la cual se sostiene que una
Historia del Arte como interpretación, como hermenéutica, se desarrolla en una dimensión
lógica (objetiva, investigable, argumentable, científica), se puede afirmar también, dentro de
la misma estructura conceptual, una conformidad a fin real y objetiva de las obras de arte en
ese contexto.
300 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
167 “En lo que atañe a la división de los momentos del enjuiciamiento estético de los objetos en
referencia al sentimiento de lo sublime, la analítica podrá proseguir según el mismo principio
que en la descomposición de los juicios de gusto. Pues en cuanto juicio de la facultad de juzgar
estética reflexionante, tanto la complacencia en lo sublime como en lo bello tiene que ser,
según la cantidad, universalmente válida, según la cualidad, sin interés, y según la relación, hacer
representable una conformidad a fin subjetiva, y a ésta, según la modalidad, como necesaria.
En esto, pues, no se apartará el método del empleado en la sección anterior [de la “Analítica
de lo bello”] […]”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 24 (“De la división de una
investigación del sentimiento de lo sublime”), p. 161. Para nosotros, lo sublime, pues, no in-
troducirá un perfil metodológico diferente para la consideración teórica de la disciplina de la
Historia del Arte, sino que será aquí analizado desde una analogía especial, en la perspectiva
de la relación del historiador del arte con su objeto de estudio.
168 Ibíd., § 1 (“El juicio de gusto es estético”), p. 121.
302 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
169 La Historia del Arte busca la validez lógica, que “funcione”, dice Argan: “En resumen, lo que
valoramos no es un tipo de obra sino un tipo de proceso, una forma de establecer relaciones.
En otras palabras, el dinamismo o la dialéctica interna de una situación cultural, en la cual
la obra que estudiamos, si es realmente la que pensamos que es, encuentra naturalmente su
lugar, se vincula a un contexto, funciona. Es un juicio histórico que no cierra sino que abre
una investigación; después de haber verificado las relaciones que convergen y se enlazan en
la obra, explicando su génesis, se verificarán aquellas que surgen de ella, en diferentes direc-
ciones y con tramas más o menos largas en el espacio y en el tiempo”. G. C. Argan, “La storia
dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 28. La referencia en este momento
a Argan es particularmente significativa, puesto que la estructura de sus planteamientos es
de corte hegeliano. Cfr., en este sentido, la afirmación de Rosario Assunto sobre Argan, en
1979: “Podremos […] reconstruir la que puede ser definida como la filosofía de la historia del
arte de Argan —que tiene el respaldo de la garantía prestigiosa de Hegel, autor sobre el cual,
especialmente en los últimos quince años, en varias ocasiones y en distintos modos, se ha con-
centrado la reflexión de Argan historiador, crítico y teórico—”. R. Assunto, “La storia dell’arte
come filosofia”, en: AA. VV., Studi in onore di Giulio Carlo Argan. III. Il pensiero critico di Giulio
Carlo Argan, Op. cit., p. 17. La presentación del juicio histórico de Argan, apenas citada, define
esa “Historia del Arte como filosofía” en sentido hermenéutico.
170 Por ejemplo, es el tipo de relaciones objetivas que busca establecer Gombrich al plantear la
idea de la ecología de la imagen: “[…] en primer lugar, está el gusto, pero también existen las
diferentes funciones del arte: las razones por las cuales se crearon imágenes son muy diferentes
en sociedades diferentes. En el antiguo Egipto numerosas imágenes estaban destinadas a las
tumbas y no para ser vistas, salvo por el alma del difunto. No había comerciantes de arte ni
exposiciones. Desde este punto de vista, la tecnología interactúa con muchas otras cosas, es
lo que más tarde llamé ‘la ecología de la imagen’. La imagen evoluciona, pero la ecología, el
contexto social, obra recíprocamente sobre las razones por las cuales se hacen imágenes o sobre
cómo se hacen”. E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen.
Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Op. cit., p. 77. Y en el contexto del arte griego: “Todo el
proceso parece tan lógico e inevitable que resulta fácil ordenar los varios tipos de figuras de
modo que se vea su gradual aproximación a la vida”. Ernst H. Gombrich, “Reflexiones sobre
la revolución griega”, en: Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica,
Barcelona, Gustavo Gili, 1979, pp. 112-113.
171 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 1 (“El juicio de gusto es estético”), pp. 121-122.
172 “Las representaciones dadas en un juicio pueden ser empíricas (y, por lo tanto estéticas);
mas el juicio que por medio de ellas se emite es lógico, cuando aquellas, en el juicio, son
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 303
sólo referidas al objeto. Pero inversamente, aun cuando las representaciones dadas fuesen
racionales, mas referidas en el juicio únicamente al sujeto (a su sentimiento), son ellas, en este
alcance, estéticas siempre”. Ibíd., p. 122.
173 Cfr. Ibíd., § 2 (“La complacencia que determina al juicio de gusto es sin interés alguno”),
pp. 122-123. En este sentido, cada una de las distintas tendencias de la Historia del Arte está
determinada por un interés conceptual particular que busca establecer las líneas básicas del
proceso; cfr., a este respecto, por ejemplo, en G. C. Argan y M. Fagiolo, Guida alla Storia dell’arte,
Op. cit., p. 31: “Los estudios modernos de historia del arte se desarrollan según cuatro directivas
metodológicas fundamentales: formalista, sociológica, iconológica, semiológica o estructuralista”.
Fernández Arenas, en una perspectiva más descriptiva, distingue las siguientes posibilidades
metodológicas: 1) Historia del Arte como ciencia de las fuentes y de los documentos; 2) como
historia de los artistas [aquí distingue: a) la Historia del Arte como biografía de los artistas;
b) como historia de las generaciones; y c) la biografía psicoanalítica]; 3) como historia de los
hechos históricos; 4) como historia de los estilos y de las formas; 5) como historia de las ideas
y las imágenes; 6) como sociología del arte; 7) como expresión de la lucha de clases; y 8) como
historia del lenguaje visual. Cfr. J. Fernández Arenas, Teoría y metodología de la historia del arte,
Op. cit., pp. 39-136. En la historia de la historiografía del arte, Hermann Bauer se detiene en
cinco momentos: 1) Historia del Arte como historia de los artistas (Vasari); 2) Historia del Arte
como historia de un ideal (Winckelmann); 3) La Historia del Arte como Historia de la Cultura
(Burckhardt); 4) La Historia del Arte como Historia de los estilos (Riegl); y 5) La Historia del
Arte como Historia del espíritu (de Dvorák a Sedlmayr). Cfr. Hermann Bauer, Historiografía
del arte. Introducción crítica al estudio de la Historia del Arte, Madrid, Taurus, 1983, pp. 72-101.
Udo Kultermann escoge una perspectiva diferente, de carácter esencialmente histórico, que le
permite recorrer todo el desarrollo de la disciplina desde sus primeros orígenes en el mundo
griego hasta en presente; de todas maneras, ese proceso le permite analizar los diferentes
intereses conceptuales de los historiadores. Cfr. Udo Kultermann, Historia de la Historia del
Arte. El camino de una ciencia, Madrid, Akal, 1996.
174 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 3 (“La complacencia en lo agradable está ligada
a interés”), p. 124.
304 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
175 “La renovación artística [del Renacimiento] surge como polémica contra el gótico tardío;
y nace en Florencia como antítesis a un gusto aristocrático y de corte, en el momento del
ascenso de la alta clase financiera burguesa. Al vago esteticismo del ideal de vida se opone
la investigación específica, a la descripción poética la construcción intelectual, a la variedad
de las apariencias la unidad estructural, a la diversidad de las técnicas el método unitario del
diseño, a lo bello sin tiempo la profundidad de la historia”. G. C. Argan, Storia dell’arte italiana,
Op. cit., vol. 2, p. 87.
176 Cfr. la presentación que hace Hauser de las dificultades del impresionismo frente al público de
su tiempo: “Lo que gana la representación en dinámica y atractivo sensual por lo que pierde
en claridad y evidencia es innegable y este beneficio era lo más importante para los impre-
sionistas. El público, sin embargo, estimó en más la pérdida que la ganancia, y hoy […] no
podemos hacernos ya una idea de cuán perplejo estaba aquel público frente a esta barahúnda
de manchas, borrones y chafarriones. […] La gente sintió las pinturas rápidas y la carencia
de forma de los impresionistas como una provocación. […] quizá nunca hubo una tensión tan
profunda entre los círculos oficiales y la generación de artistas jóvenes, y el sentimiento de ser
víctimas de una burla nunca fue en el público tan fuerte como entonces”. A. Hauser, Historia
social de la literatura y el arte, Op. cit., vol. 3, pp. 207-212. La ausencia de juicio aparece clara
en las críticas que se escriben ya a la primera exposición de los impresionistas en 1874; cfr. el
texto de Louis Leroy sobre esa muestra, texto del cual va a surgir irónicamente el nombre del
movimiento, aparecido en el Charivari de París el 25 de abril de 1874, en John Rewald, Historia
del Impresionismo, Barcelona, Seix Barral, 1972, vol. 1, pp. 265-270. Argan, sin embargo, no
cree que en estos casos se pueda hablar de una ausencia de juicio, sino de un juicio equivocado:
“Ninguna obra de arte ha sido jamás recibida por una conciencia sin este juicio histórico, que
puede ser justo o equivocado, según se formule con procedimientos más o menos apropiados.
El pequeño burgués que admiraba a Cabanel y despreciaba a Cézanne ciertamente juzgaba
mal (como un juez que, al ignorar la jurisprudencia, se equivoca en el juicio), pero juzgaba; si
hubiese conocido la historia del arte habría comprendido que era el arte de Cézanne y no el
de Cabanel el que podía entrar en un discurso histórico coherente”. G. C. Argan, “La storia
dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 23. En definitiva, no siempre es
fácil la aplicación de estos conceptos que, además, se desarrollan en contextos socioculturales
muy complejos: “Aquí nos enfrentamos con todo ese desprecio del gran artista por el público
que caracterizó al siglo XIX y los comienzos de nuestro siglo. La única intención del artista
era la de expresar su visión, y el público debía apreciar esto o dejarle en paz. De esta forma,
el público con el que un pintor o un artista podía contar perdió en número lo que ganó en
calidad, y a la vez el pintor o escultor perdió en seguridad social tanto como ganó en estatus
social”. N. Pevsner, Las academias de arte: pasado y presente, Op. cit., p. 38.
177 Entre otras cosas, porque no es posible encontrar aquí ninguna justificación de universalidad
en este tipo de sensaciones: “Cuando la sensación, como lo real de la percepción, es referida
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 305
por este medio, a que desaparecieran las Bueno es lo que place, por medio
preocupaciones científicas de la discipli- de la razón, por el mero concepto.
na: “[…] los que siempre van sólo detrás Llamamos bueno para algo (lo útil) a
lo que place sólo como medio; bueno
del goce (pues ésta es la palabra con que en sí llamamos, en cambio, a lo que
se designa lo íntimo del deleite), de buen place por sí mismo. En ambos está
grado se dispensan de todo juicio”.178 contenido siempre el concepto de un
Por el contrario, en la Historia del fin, luego la relación de la razón con
Arte nos enfrentamos con una compla- el querer (al menos posible) y, por
cencia en lo bueno y siempre, por tanto, consiguiente, una complacencia en el
existir de un objeto o de una acción,
con la necesidad de un juicio: es decir, algún interés.179
ético, requiere, sin embargo, conceptos; y no presenta una conformidad a fin libre, sino legal,
no dejándose comunicar universalmente de ningún otro modo más que por la razón y —si el
placer ha de ser de igual especie en todos— a través de conceptos racionales prácticos muy
determinados”. Ibíd., § 39 (“De la comunicabilidad de una sensación”), pp. 202-203.
180 Pero se trata de una significación que no necesariamente se limita a una dimensión pragmática,
como si la Historia del Arte estuviera al servicio de una idea exterior a ella misma; cfr. A. C.
Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., p. 85.
181 Más allá de la interpretación kantiana, que podrá elaborarse sólo a partir de la teleología,
la diferencia entre estas dos posibilidades es uno de los puntos de partida de las distintas
tendencias disciplinares. A propósito, cabe recordar el planteamiento de Arnold Hauser que
distingue calidad e importancia de una obra, lo que le sirve para diferenciar la Historia del
Arte de la historia social del arte: “Pues de igual manera que los elementos psicológicos de-
cisivos en la creación artística no son idénticos con los momentos artísticamente decisivos en
la obra, así tampoco coinciden necesariamente los rasgos sociológicamente determinantes de
una obra de arte o de una dirección artística con los caracteres estéticamente fundamentales
de la una o de la otra. Es posible ocupar sociológicamente una posición clave dentro de un
movimiento artístico y ser, sin embargo, un artista de segunda o tercera categoría”. A. Hauser,
Introducción a la historia del arte, Op. cit., p. 23. Por su parte, frente a William Hogarth, Herbert
Read plantea una idea similar, al considerarlo como un artista muy importante a pesar de que
sus obras no sean tan bellas: “[…] a pesar de que tengamos en mucha estima a Hogarth, ello
no es por su diseño y ejecución técnica. Admiramos a Hogarth más por sus temas que por
sus maneras; por el modo como refleja la vida de su tiempo, por su simpatía por lo humano
y por el acoso a que somete el vicio y las sandeces. Hay muchos ejemplos de que en sus días
también fue admirado por estas razones, y de que sus contemporáneos no permanecieron
ciegos a sus deficiencias como pintor”. Herbert Read, Arte y sociedad, Barcelona, Península,
1970, p. 122. Y, más adelante, agrega una apreciación todavía más significativa para nuestro
análisis: “En Inglaterra, Hogarth sigue siendo, posiblemente, el más conocido de los pintores
ingleses. […] evidentemente, los ensayos de Lamb y Hazlitt afianzaron su reputación más allá
de toda duda. Pero no siempre se ha reconocido que las cualidades por las cuales estos críticos
aplaudieron justamente a Hogarth tienen muy poco o nada que ver con el arte de la pintura.
Difícilmente puede citarse una frase de esos famosos ensayistas que no pueda aplicarse a
algún escritor. El mismo Hazlitt incluyó al pintor en una serie de conferencias acerca de los
escritores de comedias ingleses”. Ibíd., p. 201. Casi como una respuesta y, por supuesto, como
una confirmación de la diferencia planteada por Hauser, a cuya base está la distinción kan-
tiana entre obras bellas y útiles, Gombrich asume como regla, en el “Prefacio” de su Historia del
arte, “[…] constreñirme a las verdaderas obras de arte, dejando fuera todo lo que solamente
pudiera tener interés como testimonio del gusto o de la moda de un momento dado”. E. H.
Gombrich, Historia del arte, Op. cit., p. vii.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 307
182 Sin que con ello se afirme que la finalidad de la Historia del Arte sea definir el concepto de
arte: la Historia del Arte no es tampoco una historia de este concepto, es decir, una historia de
las ideas estéticas, aunque esté necesariamente vinculada con ella: “He estado manteniendo
la opinión de que las narraciones pueden ser consideradas como clases de teorías, capaces de
fundamentar y de introducir, mediante su agrupación en ciertas formas, una cierta clase de
orden y estructura en los acontecimientos. […] [Este sentido] tiene aplicación a la narración
escrita específicamente para ilustrar o confirmar alguna teoría general que, por sí misma, no
constituye una respuesta a una pregunta histórica, sino más bien a una cuestión científica, o a
una clase de ellas. Ciertamente, podría haberse escrito la misma narración, ya el investigador
tuviera en mente su objetivo posterior o no. Como narración, se la podría juzgar de forma
completamente independiente de si sirve o deja de servir a cualquier tarea extracientífica
para la que haya sido pensada. […] aunque la narración misma no conseguirá ciertamente
hacer esas cosas si no consigue ser una respuesta a la cuestión histórica apropiada”. A. C.
Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Op. cit., pp. 91-92. De todas
maneras, el análisis de un trabajo historiográfico concreto podrá revelar siempre dimensiones
pragmáticas o teóricas (cfr. Ibíd., pp. 85-86), que inclusive superen la relación con una historia
de la estética.
183 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 4 (“La complacencia en lo bueno está ligada
a interés”), p. 125. Sin embargo, de la manera más enfática es indispensable señalar que la
necesidad del concepto de una cosa para enfrentar su conocimiento no puede conducir a
la concepción de un proceso por momentos sucesivos y separados. En el caso concreto de
nuestra perspectiva de análisis, resulta evidente que no podría llegarse a un concepto de arte
sin vinculación con obras de arte específicas. La “circularidad” entre concepto e historia es,
además, el sentido básico del aporte de Winckelmann, que entiende la Historia del Arte co-
nectada con la historia de las ideas estéticas. Lo que, por tanto, permite afirmar que tampoco
puede existir vinculación crítica y de conocimiento con las obras de arte específicas sino a
partir de un pensamiento filosófico: “[…] realmente me cuestiono con mucha frecuencia si
se puede ser un crítico serio sin una adhesión, aunque sea tácita, a una filosofía de la historia
del arte”. A. C. Danto, “Art after the End of Art”, en: Embodied Meanings. Critical Essays and
Aesthetic Meditations, Op. cit., p. 325.
308 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
1991, vol. 3, La estética moderna 1400-1700, pp. 105, 146, 153-155. También se ha anotado, a
este respecto, que Lessing, lector de Winckelmann, no parece comprender la significación de
este paso y continúa vinculado a los conceptos vasarianos.
187 “Cierto es que en muchos casos parecen ser lo agradable y lo bueno una sola cosa. […] Sólo
que pronto se advierte que ésta no es más que una errónea confusión de palabras, pues los
conceptos peculiarmente asociados a estas expresiones no pueden en modo alguno ser inter-
cambiados. Lo agradable que, como tal, representa al objeto únicamente en relación con el
sentido, debe ante todo ser puesto, mediante el concepto de un fin, bajo principios de la
razón, para llamarlo, como objeto de la voluntad, bueno”. I. Kant, Crítica de la facultad de
juzgar, Op. cit., § 4 (“La complacencia en lo bueno está ligada a interés”), p. 125.
188 Por su parte y, al contrario, “[…] el juicio de gusto es solamente contemplativo, es decir, es un
juicio que, indiferente a la existencia de un objeto, sólo mantiene unidos la índole de éste con
el sentimiento de placer y displacer”. Ibíd., § 5 (“Comparación de las tres clases específicamente
diversas de la complacencia”), pp. 126-127.
189 “Un objeto de la inclinación y uno que nos es impuesto para ser deseado por una ley de la
razón, no nos dejan libertad alguna para hacernos de él un objeto de placer. Todo interés
supone una necesidad o la suscita; y, como fundamento de determinación de la aprobación,
ya no permite al juicio sobre el objeto ser libre”. Ibíd. En este sentido es contundente la po-
sición de E. H. Gombrich frente a los artistas del siglo XX: “Quisiera hacer una distinción muy
importante entre la ideología del arte moderno y las obras de los artistas modernos. Soy muy
crítico respecto de la ideología del arte moderno, es decir el culto al progreso y a la vanguardia
que frecuentemente he analizado y comentado en mis capítulos sobre Hegel. Estoy de acuerdo
con Popper al decir que esta ideología es un fracaso intelectual y que a veces ha perjudicado
al arte. Pero de la misma manera que puedo admirar a artistas del pasado cuya ideología no
comparto, estoy totalmente dispuesto a aceptar a algunos artistas de gran talento que han vivido
en nuestro siglo y soy capaz de admirar su inventiva y sus creaciones. Picasso es el ejemplo
evidente […]. No diría que me gusta, pero a menudo admiro su versatilidad, su espíritu, y su
alegre dominio de las formas”. E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos
dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 122-123.
310 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
afirmamos que en la Historia del Arte Sin embargo, tal simultaneidad plan-
hay una pretensión de conocimiento a tea, de hecho, la necesidad de pensar la
partir de conceptos, porque se trata de relación entre ambos juicios, lo que, en
juicios sobre lo bueno, en el sentido de el contexto de nuestro análisis, implica
afirmar que las obras tienen calidad o clarificar, en primer lugar, la relación
importancia; por eso deberá sostenerse, entre la Historia del Arte y la aprecia-
al mismo tiempo, que tales juicios no ción de la obra. Parece claro que, desde
pueden estar ligados a una universali- una perspectiva kantiana, no se pueda
dad subjetiva, sino que pretenden una enfrentar la primera como un asunto
validez universal objetiva. Entonces, lo meramente conceptual, porque ello
que se debe intentar demostrar es que llevaría a desconocer en su campo el
una tal pretensión de objetividad no concepto mismo de arte, vinculado por
está reñida con el simultáneo y necesa- Kant con lo bello, concepto que ya se
rio disfrute de la obra en el campo de reconocía como básico para el desarrollo
trabajo del historiador del arte y, por lo de la disciplina; ni tampoco se puede
mismo, con el juicio de gusto puro. Pero considerar la Historia del Arte como
el camino opuesto, que nos llevaría del un conjunto de normas para apreciar la
juicio estético subjetivo a la objetividad belleza de las obras de arte:
del hilo conductor de la historia, con- Cuando se juzga objetos solamen-
tinúa siendo imposible desde el punto te según conceptos se pierde toda
de vista de Kant: representación de la belleza. Por lo
tanto, tampoco puede haber una
[…] un juicio de validez universal ob- regla según la cual alguien pudiese
jetiva es también siempre subjetivo; ser forzado a reconocer algo como
esto es, si el juicio vale para todo lo bello.191
que está contenido en un concepto
dado, vale también para todos los que Pero el problema se remite, quizá, a
se representan un objeto a través de un punto anterior. La “[...] investigación
este concepto. Pero de una validez uni-
de la pregunta de si en el juicio de gusto
versal subjetiva, es decir, de la validez
el sentimiento de placer antecede al en-
universal estética, que no descansa
en concepto alguno, no se puede in- juiciamiento del objeto o éste a aquél”
ferir la validez universal lógica, pues es considerada por Kant como “la clave
esa clase de juicios es inconducente de la crítica del gusto”;192 y aunque el
respecto del objeto.190 análisis se refiere al juicio de gusto, hace
190 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 8 (“La universalidad de la complacencia es
representada en un juicio de gusto sólo como subjetiva”), pp. 131-132. Y más adelante:
“Únicamente los juicios sobre lo bueno, aunque también determinen la complacencia en un
objeto, tienen universalidad lógica y no meramente estética, pues valen para el objeto, como
conocimiento suyo y, por eso, para todos”. Ibíd., p. 132.
191 Ibíd.
192 Ibíd., § 9 (“Investigación de la pregunta de si en el juicio de gusto el sentimiento de placer
antecede al enjuiciamiento del objeto o éste a aquél”), p. 133.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 311
193 Ibíd.
194 Es una universalidad propia del sentimiento, una comunicabilidad que no requiere la unani-
midad de una fuerza lógica. La comunicabilidad estética no se desmorona porque los sujetos
difieran, ni el sentimiento común borra las individualidades.
195 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte VII (“De la representación
estética de la conformidad a fin de la naturaleza”), pp. 100-101.
312 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
partir del argumento de que críticos e por así decir, hacia nuestra facultad
historiadores no son artistas.199 de conocimiento por analogía con
Además, y sobre todo, a partir de esta un fin; y así podemos considerar la
belleza natural como presentación del
simultaneidad se hace posible cuestio-
concepto de una conformidad a fin
nar la pretendida autonomía total de formal (meramente subjetiva), y los
lo estético, que tradicionalmente se ha fines naturales como presentación del
relacionado con Kant, pues, según el concepto de una conformidad a fin
análisis anterior, frente a la misma obra real (objetiva), la primera de las cuales
pueden coexistir el juicio de gusto y el juzgamos por medio del gusto (esté-
juicio de conocimiento. Aunque será ticamente, mediante el sentimiento
de placer), y la otra, por medio de
Hegel quien desarrolle esta problemá-
entendimiento y razón (lógicamente,
tica de manera clara, la posibilidad de según conceptos).200
pensar esta simultaneidad de los juicios
estaba ya planteada desde la “Introduc- 4. La Historia del Arte frente al problema
ción” a la Crítica de la facultad de juzgar, y de la belleza. El análisis de la conformi-
se vincula desde allí con un concepto tan dad a fin en el juicio de gusto nos lleva
fundamental como el de la conformidad a definir la belleza como la forma de la
a fin de la naturaleza: finalidad de un objeto, cuando es per-
cibida en el objeto sin la representación
A pesar de que nuestro concepto de de un fin. También a la Historia del Arte
una conformidad a fin subjetiva de la puede aplicarse ese tipo de conformidad
naturaleza en sus formas, según leyes a fin sin fin, es decir, formal, no material,
empíricas, no es de ningún modo un
pero objetiva, en la medida en la cual
concepto del objeto, sino un principio
de la facultad de juzgar para procu-
hay en ella una interpretación fundada
rarse conceptos en esta excesiva diver- que intenta explicar los procesos artísti-
sidad (para poder orientarse en ella), cos como si respondieran a una causali-
con ello le atribuimos, no obstante, dad dentro de un esquema progresivo,
[a la naturaleza]* una consideración, sin que se determine la representación
199 Un problema similar puede encontrarse en la reflexión de Wölfflin, quien encuentra la dimen-
sión de lo general en el trabajo del artista y la de lo particular en la del crítico y el historiador:
“Los artistas no se interesan fácilmente por los problemas históricos de los estilos. Miran la
obra sólo por el lado de la calidad: ¿Es buena? ¿Es concluyente en sí misma? ¿Se manifiesta
la Naturaleza en ella de modo fuerte y claro? Todo lo demás viene a ser indiferente: léase
cómo Hans de Marées refiere de sí mismo que no cesa de aprender a prescindir de escuelas
y personalidades, para tener presente tan sólo la solución de los problemas artísticos, que
en última instancia son iguales para Miguel Ángel que para Bartolomé van der Helst. Los
historiadores del Arte, que, por el contrario, parten de la diversidad de los fenómenos, han
tenido que soportar siempre la mofa de los artistas. Decían de ellos que convertían lo acce-
sorio en principal, y al no entender el Arte sino como expresión, se atenían principalmente
a los aspectos no artísticos del hombre”. H. Wölfflin, Conceptos fundamentales de la historia del
arte, Op. cit., p. 14.
200 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Introducción”, aparte VIII (“De la representación
lógica de la conformidad a fin de la naturaleza”), p. 103.
314 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
en esa perspectiva general de lo humano hay, para Gombrich, una postura conscientemente
antihegeliana (y realmente simplista): “Lo que convierte al historiador cultural en relativista
cultural es la conclusión que extrae Hegel de que las culturas y el estilo de vida no son sólo
diferentes sino enteramente inconmensurables; en otras palabras, que es absurdo comparar los
pueblos de una región o época con seres humanos de otras zonas o períodos, porque no hay
un denominador común que nos ofrezca una vara de medir”. E. H. Gombrich, “Relativismo
en las humanidades: el debate acerca de la naturaleza humana”, en: Temas de nuestro tiempo.
Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 36.
204 “La conformidad a fin objetiva puede ser conocida sólo por medio de la referencia de lo múltiple
a un fin determinado y, por tanto, únicamente a través de un concepto. De aquí ya resulta claro
que lo bello, cuyo enjuiciamiento se funda sobre una conformidad a fin meramente formal,
es decir, una conformidad a fin sin fin, es completamente independiente de la representación
de lo bueno, porque esto último supone una conformidad a fin objetiva, es decir, la referencia
del objeto a un fin determinado”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 15 (“El juicio
de gusto es completamente independiente del concepto de perfección”), p. 142.
205 En el caso de Gombrich, por ejemplo, se plantea la idea de que el arte busca fundamental-
mente la representación exacta de la realidad; es esa la tesis central de Arte e ilusión; aunque
él mismo le plantea límites: “Mis comentarios sobre el desarrollo de la representación han
llevado a la conclusión de que soy un abogado del naturalismo y que veo la historia del arte
como un progreso sin solución de continuidad hacia las imágenes naturalistas, fotográficas, lo
que es, naturalmente, una bobada”. E. H. Gombrich, “Un apunte autobiográfico”, en: Temas
de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 24. Argan, por su
parte, postula como idea básica del arte la búsqueda de la libertad: “¿Cómo es posible que
los historiadores del arte de tendencia sociológica no se hayan dado cuenta de que la historia
del arte no está ligada a la historia del poder o de la autoridad sino, a través de la historia del
trabajo, a la historia de la libertad? […] Por un curioso error que tiene origen en la metafísica,
el sociologismo histórico, al ver al arte determinado por el poder religioso o político, lo percibe
determinado por la idea de lo divino. En cambio es el arte el que la fundamenta o contribuye
a hacerlo: pero no como principio metafísico del poder sino como aspiración de la sociedad
que quiere ser verdaderamente ella misma, libre”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia
dell’arte come storia della città, Op. cit., pp. 47-48.
316 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
206 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 15 (“El juicio de gusto es completamente in-
dependiente del concepto de perfección”), p. 142.
207 Al respecto es muy iluminante el análisis de Tatarkiewicz acerca del concepto de arte; cfr.
Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, 3.a ed., Madrid, Tecnos, 1992, especialmente los
capítulos 1 a 3, pp. 39-151. En concreto, es importante en nuestro caso recordar cómo este
concepto se ha ido restringiendo al campo de las que antes se conocían como artes del diseño:
en el siglo XIX “[…] cambió el significado de la expresión ‘arte’: se restringió su ámbito, y
ahora incluía sólo las bellas artes, dejando fuera las artesanías y las ciencias. Puede decirse que
únicamente se conservó el término, y que surgió un nuevo concepto de arte. Una vez ocurrió
eso, el nombre de ‘bellas artes’ fue aceptado por un grupo de artes aún más restringido, las
artes visuales, las mismas que antes habían sido denominadas ‘artes del diseño’: ese fue el
propósito que tenían tales nombres y que se utilizó en el siglo XIX como ‘Escuela de Bellas
Artes’ y ‘Sociedad para el estímulo de las Bellas Artes’: éstas designaban escuelas y sociedades
relacionadas con la pintura y escultura, y no con la poesía o la música”. Ibíd., p. 49. Está también
de por medio, pues, la historia específica del concepto, que Tatarkiewicz resume así: “Batteux
limitó el número de las ‘bellas artes’ a siete. Pero en el siglo XVIII ya dos de ellas —la poesía y
la oratoria— se consideraban por separado como belles lettres o literatura elegante. Esto redujo
las ‘bellas artes’ a cinco. En el siglo XIX se separaron dos más, la música y la danza, quedando
sólo así tres artes visuales: la pintura, la escultura y la arquitectura. Las llamadas Academies des
Beaux Arts enseñaban sólo estas tres, ninguna más. Incluso hoy día se las refiere sencillamente
como las artes, o simplemente arte, como sucede por ejemplo con la expresión ‘historia del
arte’. De este modo, todo el campo del arte en el sentido que le ha dado nuestra definición
[cfr. pp. 63-68] se ha dividido en dos partes y únicamente a una parte, las artes visuales, se
la considera ‘arte’. El Gran Diccionario de Oxford aclara que se trata de un uso nuevo; este
sentido no aparece en ningún diccionario de inglés antes del año 1880. Pero indica también
que ‘se trata del sentido moderno más general del arte’, y que cuando se utiliza sin restricciones
significa ‘la producción con destreza de bellas formas visibles’”. Ibíd., pp. 68-69.
208 “[…] en efecto la belleza no es un concepto del objeto, y el juicio de gusto no es un juicio de
conocimiento”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 38 (“Deducción de los juicios
de gusto”), p. 201.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 317
209 Cfr. Ibíd., § 16 (“El juicio de gusto, por el que un objeto es declarado bello bajo la condición
de un concepto determinado, no es puro”), pp. 144-145.
210 “[…] así como la vinculación de lo agradable (de la sensación) con la belleza, que concierne
propiamente sólo a la forma, estorbaba la pureza del juicio de gusto, así la vinculación de lo
bueno (a saber, de aquello para lo cual lo múltiple le es bueno a la cosa misma, según su fin)
con la belleza, impide también la pureza de aquél”. Ibíd., p. 145. Este tipo de juicio es claro,
por ejemplo, en las consideraciones que Winckelmann hace acerca de Miguel Ángel y todavía
más en las afirmaciones contra Bernini; en realidad, el trabajo de Winckelmann demuestra
constantemente que, dado que en el juicio de gusto la obra no es pensada, éste no puede
servir de fundamento a la Historia del Arte.
211 Ibíd., p. 146.
212 Ibíd.
318 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
216 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 16 (“El juicio de gusto, por el que un objeto
es declarado bello bajo la condición de un concepto determinado, no es puro”), pp. 146-147.
“No es de extrañar que la aspiración de la historia del arte a convertirse en una ciencia haya
conducido a una reacción creciente contra esta subjetividad flagrante [en la cual se desconoce
un distanciamiento necesario frente a la obra]. Pero ¿dónde trazamos la línea entre la aten-
ción necesaria para la propiedad objetiva de una obra y aquellas cualidades con las que
todo espectador debe contribuir a partir de su propio almacenamiento de experiencia?”.
E. H. Gombrich, “Relativismo en la apreciación del arte”, en: Temas de nuestro tiempo. Propues-
tas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 61. La distinción formulada por Kant entre
lo subjetivo y lo objetivo tiene importancia histórica especial en el contexto de los intereses
por el estudio o comprensión del arte en los siglos XIX y XX: “En cualquier caso, la actitud de
[Giovanni] Morelli [segunda mitad del siglo XIX] resultará determinante para la consagración
de esa curiosa categoría intelectual que constituye la llamada connoisseurship: la condición
del ‘experto’ en arte, libre de todo compromiso académico, pero apoyado en la experiencia
propia, en la familiaridad con las obras mismas y en un refinado, inefable, presuntamente
infatigable ‘ojo crítico’. […] Pero fue Max J. Friedländer […] quien explicitaría los principios
de la connoiseurship […]: ‘Ver no es padecer, sino hacer, es una acción del espíritu y del alma’;
de hecho, escribió, ‘El verdadero conocedor no se limita a la contemplación pura, sino que, a
su manera y en un sentido espiritual, participa activamente de la creación y, en cierto modo,
práctica del arte’”. J. F. Yvars, “La formación de la historiografía”, en: V. Bozal, ed., Historia
de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas, Op. cit., p. 141.
217 En 1747, Charles Batteux, en su texto Les beaux arts reduits à un même principe, denominó
e identificó las bellas artes; la lista incluía la pintura, la escultura, la música, la poesía y la
danza, y añadía la arquitectura y la elocuencia como artes relacionadas con aquellas. En
su visión de las bellas artes, Batteux se limitaba a afirmar que la característica común de
todas ellas es que imitan la realidad; pero el concepto gozó de mucho prestigio y pronto se
afirmó que arte es toda producción que tiene como principio la belleza. Cfr. W. Tatarkiewicz,
Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 48-51. Según Tatarkiewicz, del siglo XVIII heredamos una
“definición clásica” del arte que podría resumirse así: “El arte es aquella clase de actividad
humana consciente que aspira, y logra, la belleza. La belleza es su propósito, su logro y su
valor principal”. Ibíd., p. 56. Además, sin embargo, ya desde la definición de Batteux puede
afirmarse que, a través de la imitación de la naturaleza, se vincula la belleza del arte con el
problema de la verdad.
320 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
218 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 147.
219 En las rigurosas ideas académicas y en el desarrollo de aquellos précepts positifs de Colbert se
manifiesta que no se trataba de estéticas de lo bello, sino de la perfección.
220 Ibíd.
221 Ibíd.
222 Ibíd. Además, es claro que ello permite replantear la ya formulada necesidad del concepto de
arte y, por tanto, de una Estética Filosófica, para el desarrollo de la Historia del Arte.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 321
223 El mismo Winckelmann es, tal vez, el principal responsable de la mala interpretación de este
asunto, con su reiterado llamamiento a la imitación de los modelos clásicos, no siempre com-
prendido como lo hará Kant en Ibíd., § 32 (“Primera peculiaridad del juicio de gusto”), p. 195.
No creemos que en ninguna parte de la Crítica de la facultad de juzgar aparezca un rechazo directo
de las ideas de Winckelmann, sino, sobre todo, precisiones de carácter conceptual.
224 Ibíd., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 148.
225 G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit., p. 3.
226 “No es pensable un ideal de flores bellas, de un bello amoblado, de una vista bella. Pero tampoco
se puede representar el ideal de una belleza dependiente de fines determinados, por ejemplo,
322 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
conformidad a fin objetiva; y como tal a su vinculación, por una parte, con lo
concepto sólo es posible para el hombre, estético y, por otra, con la razón práctica.
él es el único capaz de un ideal de belle- Encontramos, así, en primer lugar, una
za. Así, en el mismo sentido en el cual el idea normal estética, en la cual el hom-
ideal de belleza se refiere exclusivamente bre se considera como perteneciente a
al hombre, tanto el arte como su historia una especie animal particular; por tanto,
tienen una dimensión humana:227 esa idea normal estética parte de las
bellas formas del individuo para llegar
Sólo aquello que tiene la finalidad de
su existencia en sí mismo, el hombre, a identificarse como ideal, es decir, como
que por la razón puede determi- canon de belleza; y, en segundo lugar,
narse sus fines a sí mismo o, donde una idea de la razón, en la cual el canon
tiene que tomarlos de la percepción de belleza manifiesta en el fenómeno los
externa, unirlos sin embargo a fines efectos de los fines morales de la huma-
esenciales y universales, y juzgar
nidad que no pueden ser representados
entonces también estéticamente la
concordancia con ellos; este hombre,
sensiblemente y que no se limitan al
pues, entre todos los objetos del mun- individuo, sino que se refieren a toda la
do, es el único capaz de un ideal de especie.229 De todas maneras, en ambos
belleza, así como la humanidad en su niveles, a través de su vinculación con el
persona, en cuanto inteligencia, lo es ideal de belleza, aparece la dimensión
del ideal de la perfección.228 esencialmente humana del arte como
Pero en este punto se pueden dis- producción de lo bello.
tinguir todavía dos niveles dentro del Aunque la idea de modelo puede apli-
problema del ideal, que corresponden carse a cualquier especie, incluso desde
el de una bella mansión, de un bello árbol, de un jardín bello, etc., presumiblemente porque
los fines no están suficientemente determinados y fijados por su concepto y, en consecuencia,
la conformidad a fin es casi tan libre como en la belleza vaga”. I. Kant, Crítica de la facultad de
juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 148. En contraposición, cabe recordar aquí
que, por ejemplo en Leonardo, el objetivo del arte es el conocimiento del mundo visible; es
una ciencia que analiza cómo y por qué aparecen cualidades como los colores, formas, luces y
sombras, y cómo los contemplamos; se trata, en todo caso, de una serie de fenómenos naturales
que, como todos los objetos de la ciencia, están sometidos a leyes naturales.
227 “La historia es siempre historia de hombres. Si se ocupa de hechos u objetos, se ocupa de
ellos en cuanto que fueron hechos por hombres”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia
dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 45.
228 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 148. Por eso,
el ideal de la belleza es un ideal moral, una ideal de humanidad; el hombre ideal, bello, bueno,
veraz, autónomo, es un hombre que irradia moralidad.
229 Este planteamiento retoma en lo esencial la diferencia establecida por Winckelmann entre las
dos especies de la belleza: “La belleza es de dos especies, individualizada e ideal: la primera es
un conjunto de las bellas formas de un individuo, y la segunda es un extracto de ella tomada a
partir de varios individuos; además se llama ideal no respecto a las partes sino a la totalidad,
en lo cual la naturaleza puede ser superada por el arte”. J. J. Winckelmann, “Monumenti
antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit., p. 147.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 323
230 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), pp. 148-149.
“Decir que una cosa es bella es un juicio; una cosa no es bella en sí, sino en el juicio que la
afirma como tal, y, por tanto, en la conciencia humana”. G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970,
Op. cit., p. 9. Argan, que en este sentido es claramente kantiano, extiende el problema de “la
idea de los que juzgan” a todo el contexto del arte, inclusive más allá del estricto juicio sobre
lo bello.
231 “Para hacer en alguna medida concebible cómo acontezca esto (pues, ¿quién puede sonsacarle
a la naturaleza enteramente su secreto?), vamos a intentar una explicación psicológica”. I. Kant,
Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 149.
232 Aunque el promedio que formula Kant sería alcanzable por una mecánica matemática, aquí
se busca una explicación dinámica apoyada en la psicología: “(Exactamente lo mismo po-
dría obtenerse mecánicamente, midiendo el millar [de hombres], sumando alturas y anchos
—y grosores—, separadamente y dividiendo por mil la suma. Sólo que la imaginación hace
precisamente esto por un efecto dinámico, que surge de la aprehensión múltiple de tales
figuras en el órgano del sentido interno.)” Ibíd. Por eso, la explicación de Kant posibilita su
vinculación con la actividad del genio, y en ello está de acuerdo con Winckelmann (según el
cual la observación no da a los artistas griegos formas, sino que, a través de éstas, arriban a
claras ideas de belleza: “Habiéndose posesionado de muchas ideas de belleza vistas en éste y en
aquel individuo, se convirtieron los artífices casi en nuevos creadores [...]”; J. J. Winckelmann,
“Monumenti antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit., p. 149), mientras
que las formulaciones anteriores seguían unidas a concepciones artesanales.
233 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 149.
324 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
miento constituidas por el modelo que del análisis de una belleza “animal”,
no es, entonces, el completo arquetipo sino de la comprensión del arquetipo
universal de la belleza, sino sólo lo correc- que la naturaleza ha puesto “[…] en el
to, como condición básica de toda belleza fundamento de todas sus generaciones
en la presentación del género. Por eso, en esa misma especie, pero que no
hasta aquí se trata de una presentación parece haber logrado plenamente en
meramente académica, que tiene que ningún individuo”.236 De esta manera,
ver con la idea normal de lo bello. el problema del canon de la belleza nos
Sin embargo, en la medida en la cual remite de nuevo, expresamente, a la
el canon exige figura de la línea asintótica que ya nos
[...] una mayor conformidad a fin en
había servido para analizar las relacio-
la construcción de la figura que fuese nes entre el individuo y la especie en el
idónea para ser patrón universal del contexto de la historia como progreso;
enjuiciamiento estético de cada indi- por tanto, inclusive desde aquí, el desa-
viduo de esta especie,234 rrollo de la belleza hasta la formulación
su representación en el arte nos aparece de los modelos se debe entender en el
no sólo como un esquema por medio arte como esencialmente vinculado con
del cual juzgamos las proporciones par- la idea del progreso.
ticulares de cada individuo, sino, sobre No obstante, la problemática del ideal
todo, como la adecuación del individuo de belleza adquiere todo su sentido en
a la especie. Y que por este medio se el segundo nivel, antes indicado, que lo
manifieste algo relacionado con la vincula con
especie en su totalidad es posible por- […] la idea de la razón, que hace de los
que “[…] la imaginación puede evocar fines de la humanidad, en la medida
ocasionalmente, de un modo que nos que no pueden ser representados
es enteramente inconcebible, […] los sensiblemente, principio del enjui-
signos para conceptos […]”.235 Para la ciamiento de una figura, a través de
la cual, en cuanto efecto de aquellos
Historia del Arte no se tratará, entonces,
234 Ibíd. Está aquí presente, además, el carácter cuantitativo del enjuiciamiento acerca de la belleza
que tendrá una significación especial para la interpretación de la Historia del Arte; Kant vuelve
sobre ello a propósito de la definición de lo sublime: “[…] el enjuiciamiento de las cosas como
grandes o pequeñas va dirigido a todo, inclusive a todas las cualidades de ellas; de ahí que
llamemos a la belleza misma grande o pequeña; la razón de lo cual ha de buscarse en que, sea
lo que fuere lo que podamos, conforme a la prescripción de la facultad de juzgar, presentar
en la intuición (y, por tanto, representar estéticamente), ello es en su conjunto fenómeno y,
con eso, también un quantum”. Ibíd., § 25 (“Definición nominal de lo sublime”), p. 163. Sin
embargo, en el problema de la belleza se deberá poder afirmar, como lo hace Kant acerca
de lo sublime, que no se trata de una estimación matemática de magnitudes por medio de
números. Ibíd., § 26 (“De la estimación de magnitudes de las cosas naturales que es requerible
para la idea de lo sublime”), p. 165.
235 Ibíd., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 149.
236 Ibíd., p. 150.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 325
237 Ibíd., p. 148. El asunto nos remite directamente a la consideración del hombre como fin final
de la naturaleza y, en consecuencia, también del arte, que ya se había analizado en el contexto
de la filosofía de la historia de Kant. Cfr. J. L. Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo
del clasicismo”, en: J. L. Villacañas et al., Estudios sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., p. 45.
238 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 17 (“Del ideal de la belleza”), p. 150. Se debe
aquí recordar la afirmación de Estiú, en el sentido de que los textos de filosofía de la historia
de Kant introducen el carácter cultural de la historia y, para nuestro análisis, el de la Historia
del Arte: “Kant estableció el carácter ‘cultural’ de la historia. Un hecho tiene significación
histórica cuando se refiere a las tareas de la razón, que son comunes a la humanidad, y que
exigen, primordialmente, la realización de valores morales. Los acontecimientos, en cambio,
que no ingresan en ese todo de valor, es decir, en los contenidos que derivan de la actividad
de la razón, pertenecen al dominio de la naturaleza”. E. Estiú, “La filosofía kantiana de la
historia”, en: I. Kant, Filosofía de la historia, Op. cit., p. 35. De hecho, la distinción entre la idea
normal y el ideal de la belleza es la que existe entre un mero recuento de los acontecimientos
artísticos y el intento de interpretación de una Historia hermenéutica del Arte.
326 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
239 Aun a riesgo de resultar reiterativos, conviene recordar el ya citado texto de Kant: “[…] acuerdo
del gusto con la razón, esto es, de lo bello con lo bueno, a través de las cuales vuélvese aquél
[lo bello]* utilizable como instrumento de la intención con vistas a éste [lo bueno]*, para poner
ese temple del ánimo, que se conserva a sí mismo y es de validez universal subjetiva, como
apoyo de ese modo de pensar que sólo puede ser mantenido por una esforzada resolución,
pero es válido universalmente de manera objetiva”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar,
Op. cit., § 16 (“El juicio de gusto, por el que un objeto es declarado bello bajo la condición de
un concepto determinado, no es puro”), p. 146.
240 Ibíd., § 17 (“Del ideal de la belleza”), pp. 150-151.
241 Ibíd., p. 151.
242 “Toda la creación es un campo abierto para ella [la escultura]. Pero el artista abandonará el
mundo inorgánico, porque la representación de objetos rústicos e inanimados, en una ma-
teria que carece de vida y de color, no sería más que una repetición sin interés: dar vida a la
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 327
materia muerta, he aquí su triunfo. La escultura abandona igualmente, como poco dignos de
ella, el reino vegetal, así como en el reino animal los individuos que la naturaleza ha relegado
a la extremidad de la escala, y a los que casi ha rehusado las formas; sólo para los que se ha-
llan colocados en un grado muy superior, y en cuya estructura se encuentra bien dibujada la
simetría bilateral, es en las que el escultor se convierte en intérprete de la naturaleza. Pero el
hombre, la obra maestra de la creación, he ahí el objeto verdaderamente digno de su cincel”.
A. W. von Schlegel, Teoría e historia de las bellas artes, Op. cit., pp. 36-37. Y, más adelante: “En
la reproducción del cuerpo humano, es, pues, donde el escultor ha encontrado su objeto más
noble […]”. Ibíd., p. 44.
243 Ibíd., p. 122.
244 Cfr. para este tipo de discusión, W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 56-68.
245 Kenneth Clark, El desnudo. Un estudio de la forma ideal, Madrid, Alianza, 1981, p. 39.
246 Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., §§ 18 a 22, pp. 151-155.
247 Ibíd., § 18 (“Qué es la modalidad de un juicio de gusto”), p. 152.
328 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
251 Sin embargo, esta dimensión de lo sublime como tema, tampoco puede ser desconocida.
Conviene señalar que lo sublime se constituye para los artistas en una problemática de especial
importancia desde finales del siglo XVIII como ya se insinuaba en Winckelmann. Cfr., al respecto,
G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit., pp. 9-14. Según Argan, lo sublime aparece como
aquella realidad trascendente que nos revela la angustia de nuestra pequeñez y nos hace perder
todo interés por lo que simplemente vemos: “Cuando se atraviesa el límite de lo ‘sublime’
las sensaciones visivas se disipan para dejar trasparentar, como en una visión mesiánica, los
signos y los símbolos de las verdades supremas. Se renuncia gustosamente al carácter físico
del color y se prefiere el dibujo a trazos. Pero el trazo, aunque sea nítido y duro, no precisa
la construcción formal de las figuras, sino que define su indefinibilidad, su inmensidad, su
aterradora e irremovible presencia. Poética de lo absoluto, lo ‘sublime’ se contrapone a lo
‘pintoresco’, poética de lo relativo. En el siglo de la razón se reabre el problema de lo irracional
que es en definitiva el problema mismo de la existencia; pero sólo desde el punto de vista de
la razón se puede plantear el problema de lo que la supera. Y solamente después de haber
reconocido en el arte clásico el ejemplo de la perfecta racionalidad, se pueden reconocer en
ella […] los signos de la irracionalidad o de la pasión”. Ibíd., pp. 12-13.
252 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., (“Comentario general a la exposición de los
juicios estéticos reflexionantes”), p. 186.
253 Ibíd., p. 184. La idea del respeto en la consideración de la obra de arte por parte del historiador
(y de todo espectador) aparecía ya desde las máximas de Winckelmann para la observación del
arte antiguo. Cfr. Johann Joachim Winckelmann, “Observaciones generales sobre el modo de
330 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
proceso, no resulta adecuada una con- suprasensible en las obras de arte que,
cepción que considere las obras de arte sin embargo, se nos presentan como fe-
sólo como meras manifestaciones de nómenos; y también aquí es pertinente
la belleza que puedan ser reducidas a la referencia a lo sublime:
un quantum, como si se tratara de una
Lo sublime consiste solamente en
estimación matemática de magnitudes
la relación en que lo sensible en la
empíricas.254 Por el contrario, si el arte representación de la naturaleza es
es obra del genio, el historiador no juzgado idóneo para un posible uso
puede enfrentarlo a partir de un pará- suprasensible de aquél.256
metro externo, sino de la obra misma
y, por lo menos en este sentido, como Ante la obra del artista, el historiador
algo sublime; es una valoración que no percibe el carácter inadecuado e inclu-
depende, pues, de criterios empíricos sive inoportuno de toda comparación,
sino de nuestras ideas,255 en un contexto porque se enfrenta con una realidad que
de relaciones que tiene como marco la excede toda medida de los sentidos:
totalidad. Y si, como se ha insistido más Pero precisamente porque en nuestra
arriba, el juicio de la Historia del Arte imaginación reside una tendencia a la
no se detiene en el nivel empírico, ello progresión hacia lo infinito, y en nues-
significa que se plantea por su medio tra razón, una pretensión de absoluta
una reflexión acerca de algo que es totalidad como idea real, esa misma
considerar las obras de arte griego”, libro V, capítulo VI, §§ 13-17 de la “Historia del arte anti-
guo”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit., pp. 119-123. Tal respeto debe entenderse
aquí, ante todo, en el sentido de que el historiador del arte no puede imponer a las obras una
interpretación acomodaticia, sino que ellas tienen la “primera palabra”: “Lo bello nos prepara
para amar algo, la naturaleza inclusive, sin interés; lo sublime, para reverenciarlo aun en contra
de nuestro interés (sensible)”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, (“Comentario general a la
exposición de los juicios estéticos reflexionantes”), Op. cit., p. 180. Y en ese “diálogo sublime”
para la interpretación de las obras, éstas aparecen cargadas de una significación que parece ir
más allá de lo meramente empírico que presentan, hacia lo suprasensible; el texto que acaba
de citarse continúa con una referencia que puede aplicarse aquí: “Se puede describir así lo
sensible: es un objeto (de la naturaleza) cuya representación determina al ánimo para pensar la
insuficiencia de la naturaleza como presentación de ideas”. Ibíd.
254 Cfr. Ibíd., § 26 (“De la estimación de magnitudes de las cosas naturales que es requerible para
la idea de lo sublime”), p. 165.
255 No se trata de una confrontación matemática, sino de valor, no exactamente “por sobre toda
comparación” (como señala Kant) sino, mejor, “al margen de toda comparación” (y también en
este aspecto esta reflexión se ubica en un nivel analógico diferente al planteado hasta ahora):
“Mas cuando llamamos a algo no sólo grande, sino absolutamente grande, grande en absoluto,
grande en todo respecto (por sobre toda comparación), es decir, sublime, al punto se observa
que no permitimos buscar para ello ninguna medida adecuada fuera de él, sino solamente en
él. Es una magnitud que es igual sólo a sí misma. De ahí se sigue, pues, que lo sublime no
haya de ser buscado en las cosas de la naturaleza, sino únicamente en nuestras ideas […]”.
Ibíd., § 25 (“Definición nominal de lo sublime”), pp. 163-164.
256 Ibíd., (“Comentario general a la exposición de los juicios estéticos reflexionantes”), p. 179.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 331
257 Ibíd., § 25 (“Definición nominal de lo sublime”), p. 164. “[…] la verdadera sublimidad sólo
tiene que ser buscada en el ánimo del que juzga, no en el objeto natural, cuyo enjuiciamiento
da ocasión al temple del sujeto”. Ibíd., § 26 (“De la estimación de magnitudes de las cosas
naturales que es requerible para la idea de lo sublime”), p. 169.
258 “Estas figuras ideales son, como un espíritu etéreo purificado por el fuego, despojadas de toda
debilidad humana, de tal manera que no se descubren allí ni tendones ni venas. La sublime
idea de estos artífices era cómo crear de ellas esencias dotadas de suficiencia abstracta y meta-
física, la superficie de las cuales sirviese de cuerpo aparente a un ser etéreo condensado en sus
puntos extremos, y revestido, sí, de apariencia humana, pero sin participar de la materia de
la cual está compuesta la humanidad, ni de sus necesidades”. J. J. Winckelmann, “Monumenti
antichi inediti”, en: Il bello nell’arte. Scritti sull’arte antica, Op. cit., p. 149.
259 “Se admira en Miguel Ángel el genio inspirado, heroico, solitario, sublime: ¿pero qué es el
trascendentalismo de Miguel Ángel si no la superación del clasicismo que era entendido como
equilibrio racional de humanidad y naturaleza?”. G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit.,
p. 13. Así, Miguel Ángel o, si se quiere generalizar, el genio, resulta colosal, “[…] casi demasiado
grande para cualquier representación (que linda con lo relativamente portentoso); es que el
fin de la presentación de un concepto [de genio, en nuestro caso] es dificultado por el hecho
de ser la intuición del objeto casi demasiado grande para nuestra facultad de aprehensión”.
I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 26 (“De la estimación de magnitudes de las
cosas naturales que es requerible para la idea de lo sublime”), pp. 166-167.
260 “[…] mas adviértase que, si el juicio estético debe ser puro (no mezclado con ninguno teleológico
en cuanto juicio de razón) y ha de darse de él un ejemplo plenamente ajustado a la crítica de
la facultad de juzgar estética, se tiene que enseñar lo sublime no en productos del arte (por
ejemplo, edificios, columnas, etc.), donde un fin humano determina tanto la forma como
la magnitud […]”. Ibíd., p. 166. Este planteamiento resulta muy importante para nosotros
porque viene a confirmar la imposibilidad de limitar la Historia del Arte al juicio de gusto
puro, dentro del cual la disciplina sería simplemente imposible, y a reafirmar la necesidad
del planteamiento teleológico.
261 Una totalidad que, en cuanto tal, es suprasensible y que también aparece como inconmensu-
rable y, en cierto sentido, como “sublime”. Argan plantea el terreno de la Historia del Arte
como una totalidad de ese tipo, totalidad que es concreta porque es histórica: “Entonces toda
el área fenoménica del arte aparecerá verdaderamente como una inmensa red de relaciones
332 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
un proceso de valores “infinito” que, sensibilidad262 y es, por ello mismo, “su-
por tanto, excede toda medida de la blime”. “Sublime es, pues, la naturaleza
263 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 26 (“De la estimación de magnitudes de las
cosas naturales que es requerible para la idea de lo sublime”), p. 169.
264 Seguramente en este caso se puede recordar, por analogía, la condición que, según Kant, se
presenta en la estimación de las magnitudes, donde “[…] se requieren dos actos de esta facultad
[de la imaginación]: aprehensión (apprehensio) y comprehensión (comprehensio). Con la aprehensión
no hay apuro, pues se puede ir con ella al infinito; pero la comprehensión se hace cada vez
más difícil mientras más avanza la aprehensión […]”. Ibíd., p. 165.
265 Cfr. I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 8.
266 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 27 (“De la cualidad de la complacencia en el
enjuiciamiento de lo sublime”), p. 173.
334 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
267 De nuevo, se plantea aquí una analogía frente a la reflexión de la naturaleza como poder:
“[…] así como […] hallábamos en nuestro ánimo una superioridad sobre la naturaleza aun en
su inmensidad, así también lo irresistible de su poderío ciertamente nos da a conocer, consi-
derados nosotros como seres naturales, nuestra impotencia física, pero al mismo tiempo nos
descubre una potencia para juzgarnos independientemente de ella y una superioridad sobre
la naturaleza […]. De tal manera, la naturaleza no es juzgada como sublime en nuestro juicio
estético en cuanto es atemorizante, sino porque invoca en nosotros nuestra fuerza […]”. Ibíd.,
§ 28 (“De la naturaleza como poder”), p. 175.
268 Ibíd., § 29 (“De la modalidad del juicio sobre lo sublime de la naturaleza”), pp. 177-178.
También aquí se revela la fuerza a que sometemos el texto kantiano, como consecuencia de
la analogía que hemos establecido entre la obra creada por el artista y lo sublime que, como
es claro, en Kant se refiere básicamente al mundo natural.
269 Ibíd., p. 178.
270 “Indiscutiblemente, la poética de lo ‘sublime’ exalta en el arte clásico la expresión total
de la existencia y abre, así, el período que se llamará neoclásico; pero puesto que al mis-
mo tiempo afirma que el arte llamado clásico no es efectivamente la expresión de aquel
equilibrio de humanidad y naturaleza que se dice propio del clasicismo, de hecho destruye el
concepto de clasicismo, es decir, el concepto del arte como representación de la naturaleza”.
G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit., p. 13.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 335
271 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 29 (“De la modalidad del juicio sobre lo sublime
de la naturaleza”), p. 179.
272 Cfr. Ibíd., “Introducción”, aparte VIII (“De la representación lógica de la conformidad a fin de
la naturaleza”), p. 103; § 4 (“La complacencia en lo bueno está ligada a interés”), p. 125; § 15
(“El juicio de gusto es completamente independiente del concepto de perfección”), p. 143.
273 Lo que no significa que se pueda mantener aquí una división entre dos momentos sucesivos;
por el contrario, es indispensable pensar cómo “circula” también el proceso desde este co-
nocimiento hacia el concepto, un proceso que se cualifica teóricamente con la Historia del
Arte: el concepto de arte es, él mismo, una realidad históricamente desarrollada, y su análisis
se constituye en problema básico de la disciplina, por lo menos desde que Winckelmann la
articula con la historia de las ideas estéticas y convierte a ésta en su esqueleto básico. Pero, en
una perspectiva contemporánea, el asunto se hace todavía más importante para una disciplina
seguramente en crisis, como es la Historia del Arte, si es cierto, como se cuestiona Argan, que
“[…] el arte actual, y sobre todo en sus aspectos más avanzados, tiende a volverse disfrutable
sin la mediación del juicio, al presentarse como hipótesis experimental de actividad estética
integrada en un nuevo sistema cultural que ya no se basa en el juicio histórico […]. Siempre
es posible disolver aquellas fórmulas categóricas y sustituirlas por el conocimiento de los
hechos: la noción de la totalidad de la fenomenología del arte que posee la cultura moderna
ha vaciado y desvanecido, de hecho, el concepto de arte, y la historia del arte como historia
de ‘poéticas’, ha ocupado el lugar de la estética, consagrada ya dentro de la categoría de las
disciplinas filosóficas”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della
città, Op. cit., pp. 23-24. En definitiva, lo que, en otras palabras, se hace necesario plantear
tiene que ver con la posibilidad de una “circulación” entre la obra y la Historia del Arte, que
dé salida a una situación que parece desplegarse solamente en un nivel empírico. Nelson
Goodman formula aquella circularidad en el terreno paralelo de la relación entre la obra
de arte y el museo: “Las obras funcionan porque interactúan con toda nuestra experiencia y
con todos nuestros procesos cognitivos en el progreso continuado de nuestro conocimiento”.
Nelson Goodman, De la mente y otras materias, Madrid, Visor, 1995, p. 272.
336 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
274 Corresponde a los parágrafos §§ 30 a 42, previos a los análisis dirigidos propiamente al con-
cepto de arte. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., pp. 191-212.
275 Ibíd., § 32 (“Primera peculiaridad del juicio de gusto”), p. 195.
276 Ibíd. No hay en Kant un rechazo a Winckelmann; como ya se indicó en su momento, no puede
verse en las ideas de éste una defensa de la imitación en contra de la visión original de cada
artista; por el contrario, según él, “El arte, al igual que la sabiduría, empieza por el conoci-
miento de uno mismo”. J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 91.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 337
277 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., “Prefacio a la primera edición, 1790”, p. 81.
278 Ibíd., § 32 (“Primera peculiaridad del juicio de gusto”), p. 195.
279 “El juicio de gusto no es determinable por argumentos probatorios […]. No hay, pues, ningún
argumento probatorio empírico para imponer a alguien el juicio de gusto”. Ibíd., § 33 (“Segunda
peculiaridad del juicio de gusto”), pp. 195-196.
280 Era la actitud de Winckelmann al considerar la admiración que Miguel Ángel manifestaba por
el Torso del Belvedere, que se analizó en su momento: en principio, el Torso dejaba insatisfecho al
historiador, quien sabía que, más allá del gusto de Miguel Ángel, él mismo debía encontrar “ra-
zones convincentes” que fundamentaran su juicio; pero el respeto hacia aquél, que se le imponía
“como un artículo de fe”, lo sostenía en la búsqueda. Por el contrario, aparece con frecuencia
la actitud denunciada como absurda por Gombrich: “Uno puede levantar la voz y hablar sobre
cualquier tema de manera que resulte brillante. Con un poco de palabrería, es facilísimo hacer
que la gente admire algo que en realidad es más bien trivial, y en cierto modo es lo que hacemos
como historiadores del arte. Nuestro trabajo es subrayar los valores de Rembrandt y mostrar qué
es lo que hace que un cuadro suyo sea una gran obra de arte, aunque existe el gran peligro de
caer en los trucos de la retórica. […] Reynolds, el gran pintor inglés, […] recomendaba ‘fingir
deleite hasta que uno lo sienta’. ¿Comprenden? Fingir que te gusta hasta que al final acaba por
gustarte. Me parece espantoso”. E. H. Gombrich, en: José Francisco Yvars y Clare Carolin, “Una
entrevista con Ernst H. Gombrich: ‘Me produce vergüenza ser historiador del arte en el siglo
XX’”, El Malpensante, Bogotá, núm. 15, abr.-may., 1999, p. 62.
281 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 33 (“Segunda peculiaridad del juicio de gusto”),
p. 196. Y aquí, seguramente, podemos descubrir de nuevo la advertencia de que la historia
winckelmanniana no puede ser considerada en la perspectiva determinante concebida por su
autor. Se trata, en definitiva, de la discusión de Kant contra todos los neoclasicismos dogmáticos
que tanta fuerza han tenido en los contextos de la crítica y la Historia del Arte, frecuentemente
basadas en la valoración de los conceptos de los antiguos. En ese sentido, hay en Kant un fuerte
rechazo a Lessing, que va más allá de una mención que pudiera aparecer simplemente como
“casual” en este parágrafo. Por lo demás, debe recordarse que el cuestionamiento de las normas
338 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
intelectuales frente al arte es un asunto palpitante en el siglo XVIII y que es en ese contexto
donde se ubica el trabajo de Winckelmann. A modo de ejemplo, puede citarse la afirmación
de Jean-Baptiste Dubos en sus Reflexiones críticas sobre la poesía y la pintura de 1719: “El primer
objetivo de la pintura es el de emocionarnos. Una obra que produce gran emoción, tiene que
ser excelente, de cualquier forma que se mire. Por esta misma razón la obra que no emociona
ni cautive, no vale nada; y si la crítica no encuentra en ella nada que contradiga las reglas del
arte, es porque una obra puede ser mala sin por ello ir en contra de las normas, al igual que
otra llena de faltas contra dichas reglas puede ser una obra excelente”. En: L. Venturi, Storia
della critica d’arte, Op. cit., p. 150. En este predominio del gusto sobre la normatividad acadé-
mica, que llegará a ser claramente formulado por Kant, aparecían ya “[…] los derechos del
público lego, precisamente fundamentándolo en que también el gusto ingenuo y sin prejuicios
tiene sus derechos, y en que el sano sentido común puede tener razón contra las reglas del
arte, y la visión natural y sencilla contra el juicio artístico de los especialistas. […] El siglo XVIII
se atrevió a señalar la superioridad del profano sobre el especialista y a expresar la idea de
que el sentimiento de las gentes que se ocupan de la misma cosa se embota necesariamente,
mientras que el sentimiento del aficionado y del profano se mantiene fresco y sin prejuicios”.
A. Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Op. cit., vol. 2, p. 129.
282 “Hay tantas cosas acerca del arte de las que nada se sabe. Y la cosa más importante que no
podemos saber es la siguiente: por qué una obra de arte es buena o mala. La crítica de arte es
un asunto de creencia: creo que Miguel Ángel es mejor que Dalí, pero no puedo probarlo. Lo
que constituye la calidad de una obra de arte está completamente imbricada [sic] en la totalidad
de nuestra civilización. No se le puede extraer y decir: he aquí por qué tal obra es bella… Eso
no conduce a nada. A menudo se ha intentado hacerlo. Si se dice: es bella porque…, diga-
mos, hay un equilibrio perfecto, también se puede tener otro cuadro que tenga un equilibrio
perfecto y que sólo sea una pintura pobre. […] No hay un criterio. No se puede decir: este
cuadro es bello porque hay una diagonal en su composición. Sucede lo mismo con los seres
humanos: hay tantos elementos que se conjugan para conformar una personalidad, y tantas
cosas para producir un magnífico Rembrandt. Se puede hablar durante horas de esto…”. E.
H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre
el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 189-190.
283 Cfr. I. Kant, “Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?”, en: Filosofía de la historia, Op.
cit., p. 60. El crítico reflexiona, mientras que el académico impone leyes: “Aunque los críticos,
como Hume dice, pueden sutilizar más llamativamente que los cocineros, comparten con éstos
el mismo destino. El fundamento de determinación de su juicio no lo pueden esperar de la
fuerza de los argumentos, sino solamente de la reflexión del sujeto sobre su propio estado (de
placer o displacer), con exclusión de toda prescripción o regla”. I. Kant, Crítica de la facultad
de juzgar, Op. cit., § 34 (“No es posible un principio objetivo del gusto”), p. 197.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 339
284 Ibíd.
285 “Es arte cuando señala esto sólo con ejemplos […]. En cuanto arte, la crítica sólo busca apli-
car (sin meditar sobre su posibilidad) las reglas fisiológicas (psicológicas, aquí) y, por tanto,
empíricas, según las cuales efectivamente procede el gusto, al enjuiciamiento de sus objetos,
y critica los productos del bello arte […]”. Ibíd. Es el tipo de crítica que sostiene, por ejemplo,
La historia de la pintura de la Hermana Wendy Beckett, una conocida serie de televisión realizada
en 1996 para la BBC de Londres.
286 En esta perspectiva se puede entender la afirmación de origen croceano, que es casi una cons-
tante entre los historiadores italianos, acerca de la esencial unidad entre la crítica y la Historia
del Arte. Cfr., al respecto, el planteamiento de Lionello Venturi, que sirve de punto de partida
a su Historia de la crítica de arte, una especie de “historia de la Historia del Arte”: “[…] historia
y crítica del arte convergen en aquella clase de comprensión de la obra de arte que no se da
sin el conocimiento de las condiciones de su surgimiento, y que no es comprensión sino jui-
cio. El juicio es la culminación de la historia crítica del arte. Y en base al postulado kantiano,
según el cual toda intuición sin estar ligada a un concepto resulta ciega y todo concepto sin
intuición es vacío, podemos afirmar que en el juicio se realiza el pensamiento concreto del
arte. De una forma esquemática se puede representar el juicio artístico como la coincidencia
del concepto universal del arte con la intuición de la obra de arte en concreto. Sin embargo,
esta representación es, precisamente, esquemática. Limita sus posibilidades a la afirmación:
este cuadro es obra de arte; o a su correspondiente negación: este cuadro no es una obra de
arte. La historia crítica del arte está bien lejos de contentarse con esto”. L. Venturi, Storia della
critica d’arte, Op. cit., p. 33. Y Argan, por su parte, afirma: “[…] no hay razón para volver a
discutir una vez más la antigua cuestión de la unidad o la diversidad de crítica e historiografía
del arte; no se hace historia sin crítica y el juicio crítico no distingue la ‘calidad’ artística de
una obra si no en cuanto reconoce que ella se sitúa, mediante un conjunto de relaciones, en
una determinada situación histórica y, en definitiva, en el contexto de la historia del arte, en
general”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit.,
340 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Lo que, en última instancia, exige Por otra parte, para lograr la comuni-
que la crítica, sin perder toda la riqueza cación de su experiencia, no meramente
de la intuición, avance hacia la unidad estética, el crítico historiador tiene la
del concepto, en un movimiento que, necesidad de desarrollar la habilidad
frente a la obra de arte y al artista, impli- de plantear aquella concordancia de
ca la concordancia de los dos momentos imaginación y entendimiento;289 pero,
de la apreciación y la comprensión: entonces, sólo lo puede hacer por medio
connota: “Hay dos formas de pensar la esencia: con referencia a la clase de cosas denotadas
por un término, o por la serie de atributos que el término connota: en extensión o en intención,
para utilizar los viejos conceptos en los cuales se daba habitualmente el significado de los
términos”. Arthur C. Danto, “Modalities of history: possibility and comedy”, en: After the End
of Art. Contemporary Art and the Pale of History, Princeton, Princeton University Press, 1997,
p. 194. Así, puede afirmarse que la denotación tiene como referencia el entendimiento,
mientras que la connotación se refiere a la imaginación.
290 “La habilidad de los hombres para comunicarse sus pensamientos requiere también una relación
de la imaginación y el entendimiento, a fin de asociar intuiciones a conceptos, y conceptos,
a su vez, a ésas, que confluyan en un conocimiento; mas entonces es legal la concordancia de
ambas fuerzas del ánimo bajo la compulsión de conceptos determinados. Sólo allí donde la
imaginación, en su libertad, despierta al entendimiento y éste, sin conceptos, pone a aquélla en
un juego regular comunícase la representación no como pensamiento, sino como sentimiento
interior de un estado de ánimo conforme a fin”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit.,
§ 40 (“Del gusto como una especie de sensus communis”), p. 206.
291 Ibíd., § 41 (“Del interés empírico en lo bello”), p. 207.
292 “Por sensus communis hay que entender, no obstante, la idea de un sentido común a todos, esto
es, de una facultad de juzgar que en su reflexión tiene en cuenta, en pensamiento (a priori),
el modo representacional de cada uno de los demás, para atener su juicio, por así decirlo, a
la entera razón humana y huir así a la ilusión que, nacida de condiciones subjetivas privadas
que pudiesen fácilmente ser tenidas por objetivas, tendría una desventajosa influencia sobre
el juicio”. Ibíd., § 40 (“Del gusto como una especie de sensus communis”), p. 204. El contexto es,
por supuesto, el de aquel estado de ilustración, propio del hombre culto, según Kant.
342 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
del espíritu y sus producciones sobre la naturaleza y sus fenómenos. En efecto, formalmente
considerada, cualquier ocurrencia, por desdichada que sea, que se le pase a un hombre por
la cabeza será superior a cualquier producto natural, pues en tal ocurrencia siempre estarán
presentes la espiritualidad y la libertad”. W. F. Hegel, Lecciones sobre la estética, Op. cit., p. 8. Kant
concede una total primacía a la naturaleza, inclusive hasta encontrar en los sonidos y colores
de ésta un lenguaje que parece tener el más elevado de los sentidos (y que lo lleva a dar un
valor significativo concreto a cada uno de los colores del espectro), pero que se desvanece si
se advierte que no era naturaleza sino arte; cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit.,
§ 42 (“Del interés intelectual en lo bello”), p. 212. Hegel, por el contrario, invierte el proce-
so; Gadamer anota que “[…] miramos a la naturaleza con ojos educados por el arte. Hegel
comprendió correctamente que la belleza natural es hasta tal punto un reflejo de la belleza
artística, que aprendemos a percibir lo bello en la naturaleza guiados por el ojo y la creación
del artista”. Hans-Georg Gadamer, La actualidad de lo bello, Barcelona, Paidós, Instituto de
Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1991, p. 82.
296 Es una manifestación clara del método filosófico de Kant que, como se ha visto, no parte de
una sistemática del universo, sino de la sistemática de los conceptos como un todo, lo que
corresponde al concepto mismo de conformidad a fin. Se garantiza así la coordinación sistemá-
tica de todos los elementos de esa totalidad que sólo entonces podemos conocer: “El tipo de
esta construcción nos garantiza que no puede llegarse jamás por este camino a un resultado
que no sea ya totalmente determinable por lo que lo precede, si bien, por otra parte, cada
nuevo paso amplía el conjunto de saber anterior y le añade sintéticamente una nueva deter-
minación especial. Reina aquí, por tanto, una unidad de principio que se traduce, continua
y constantemente, en una variedad de resultados, un simple embrión intuitivo que va desa-
rrollándose para nosotros conceptualmente y desdoblándose en una serie de por sí infinita y,
sin embargo, plenamente dominable y abarcable de nuevas formaciones”. E. Cassirer, Kant,
vida y doctrina, Op. cit., p. 338.
297 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 43 (“Del arte en general”), p. 213.
344 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
y, en ese sentido, se vincula con una sari se ubica en el campo del saber y de
realidad suprasensible.304 la ciencia, e inclusive, a veces, en el de la
Como es obvio, con este plantea- pura materia, por lo menos en aquellas
miento del arte libre se puede responder introducciones a cada una de las artes,
a la consideración que hace Herder del sin que pueda desconocerse que su
arte como fenómeno natural. Pero tam- historia de los artistas supera, de hecho,
bién a partir de esa definición se puede estos límites.305 Y ante el “democrático”
afirmar que el concepto de arte de Va-
304 En efecto, el problema de la libertad alcanza la más alta significación para el arte contem-
poráneo: “En la condición actual de la cultura llega a admitirse (en las poéticas dadaístas,
por ejemplo) que el mismo objeto puede ser, simultáneamente, arte y no arte; y a calificarlo
o no calificarlo como arte basta la intención o la actitud de la conciencia del artista, o hasta
del espectador”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op.
cit., p. 27. Gombrich, por el contrario, no reconoce el valor de la elección de la libertad como
realidad suprasensible en este caso, por lo cual su definición del arte se convierte sólo en
una convención y no en una problemática conceptual: “Por mi parte, no me interesa perder
el tiempo en este tipo de problemas: se lo puede llamar ‘arte’ [al arte medieval] si se sabe lo
que se quiere decir. ¿Es arte la alta costura o no? Es una cuestión de convención. Hay una
cantidad aterradora de libros, que no leo, sobre Duchamp y sobre toda esa historia en torno
al inodoro que envió a una exposición… Se dice que ‘redefinió el arte’. ¡Qué trivialidad! Es
por esto por lo que no lamento haber comenzado con aquella frase [se refiere a la afirmación
‘El arte no existe, realmente’, de su Historia del arte] que, sin duda, es también susceptible de
ser mal comprendida. Lo que existe es la creación de imágenes”. E. H. Gombrich, en: E. H.
Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Op. cit.,
p. 73. Frente a ello, la respuesta de Danto retoma el valor del concepto: “[…] Gombrich no está
entre quienes tomaron en serio a Duchamp. Mi contribución, si la hubo, fue precisamente la
de no dejarse engañar por la heterogeneidad en la extensión del término [obra de arte] que
Duchamp y Warhol radicalizaron ahora. Ellos la radicalizaron porque, a partir de que sus tra-
bajos sean clasificados como arte, se sigue inmediatamente que ya no se puede seguir diciendo
cuáles son las obras de arte con base en la observación, ni, en consecuencia, se puede esperar
que se llegue a una definición por inducción sobre casos. Mi aporte consistió en que ahora se
puede encontrar una definición que no sólo es compatible con la radical desarticulación de
las clases de obras de arte, sino inclusive explicar cómo fue posible esa desarticulación”. A. C.
Danto, “Modalities of history: possibility and comedy”, en: After the End of Art. Contemporary
Art and the Pale of History, Op. cit., p. 194.
305 Es el caso, por ejemplo, de la construcción de la cúpula de la catedral de Santa María de la
Flor, para la cual Brunelleschi tiene que reinventar todos los problemas estéticos y tecnológi-
cos, lo que significa que va mucho más allá de un mero saber artesanal. Cfr. Giorgio Vasari, Le
Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et scultori italiani, da Cimabue insino a’ tempi nostri, Torino,
Giulio Einaudi, 1991, pp. 283-301. Y ello le permite a Brunelleschi lograr más que una pura
construcción: “[…] la cúpula, en cierto sentido, puede considerarse como un aparato pers-
pectivo y experimental […]. Era ya un modo de definir el espacio ilimitado por medio de un
factor formal: un experimento que hoy llamaríamos científico, y que Brunelleschi ciertamente
tuvo que tener en cuenta cuando se trató de insertar la gigantesca máquina perspectiva de la
cúpula en la atmósfera natural de Florencia”. G. C. Argan, “Il significato della cupola”, en:
Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., pp. 105-106.
346 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
306 J. J. Winckelmann, Historia del arte en la Antigüedad, Op. cit., p. 241. También aquí, próxima en
este sentido a Winckelmann, puede recordarse la posición de Gombrich y su definición del
arte como convención, sin olvidar que en ambos está explícita, al mismo tiempo, la autonomía
estética: “[…] preguntarse si la arquitectura, la fotografía o el tejido de tapices es un arte, es
simplemente perder el tiempo. […] Cada concepto tiene una extensión diferente según los
países. […] Lo que quise decir, en efecto, es que en cierta forma tenemos derecho a hablar de
arte cuando ciertas actividades llegan a ser un fin en sí. Pero este fenómeno se produce con
muchas cosas. En China, se produce con la caligrafía, la cual en Occidente no es un arte. […]
Empleo la palabra ‘arte’ cuando la realización llega a ser tan importante o más que la función”.
E. H. Gombrich, en; E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre
el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 73-74.
307 Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 44 (“Del arte bello”), pp. 214-215. En esta
división del arte estético están presentes, de nuevo, los objetivos del arte definidos en el § 42, por
una parte como imitación de la naturaleza, y por otra como complacencia a través del gusto.
308 Ibíd., p. 215.
309 Recuérdese que su análisis incluye la enseñanza de todas las técnicas, desde arquitectura
hasta acuñación de monedas, trabajos en laminilla de oro o taraceas en diversos materiales
incluidas las cáscaras de huevo, lo mismo que falsas escenografías; se trata, por supuesto, de
una distinta concepción del arte, cuyo polimorfismo encuentra la más alta representación en
Leonardo da Vinci, a la vez arquitecto, ingeniero militar, pintor y animador de fiestas galantes
en la corte de Francisco I.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 347
de manera más estricta a las principales artes de Charles Batteux.311 Pero, más
artes del diseño, seguramente como allá de una circunscripción temática o
consecuencia de los planteamientos kan- de técnicas, el concepto de arte bello
tianos, unidos a la distinción entre artes formula, por una parte, la exigencia de
mayores y artes menores310 que se relaciona una reflexión312 como fuente de la cual
con el desarrollo del concepto de bellas surge el placer del goce por el arte, y, por
310 Ya Cicerón había establecido una división de las artes según su importancia: las artes mayores
eran las políticas y militares; las medianas eran las puramente intelectuales como las ciencias,
la poesía y la retórica, mientras que la pintura, la escultura, la música, la interpretación y
el atletismo eran artes menores; cfr. W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 84-85.
De modo parecido, en 1546, Benedetto Varchi divide las artes en mayores o arquitectónicas y
menores o subalternas; Ibíd., p. 87.
311 Cuando Batteux limita las bellas artes a cinco, quedan por fuera una serie de actividades artísti-
cas que, a partir de entonces, se mirarán como menos importantes que aquellas. “El grupo de
bellas artes que Batteux aisló se componía de cinco artes: música, poesía, pintura, escultura
y danza (o para ser más exactos, el arte del movimiento, L’art du geste). El autor pensaba que
el rasgo característico de estas artes era que todas se proponían agradar, así como imitar la
naturaleza. Así dividió el gran ámbito de las artes (según se las entiende tradicionalmente) en
bellas artes, cuya razón de ser era deleitar, y en artes mecánicas, cuya razón de ser era su utilidad.
A estos grupos sumó un tercero, intermedio por decirlo así, cuyas artes se caracterizaban
por el placer que producían y por su utilidad; en este grupo incluyó sólo dos artes: la ar-
quitectura y la retórica. […] La opinión contemporánea aceptó la idea de Batteux, pero con
un cambio: no aceptó el tercer grupo, pero en su lugar incluyó la arquitectura y la retórica
con las bellas artes. Este cambio se exigió desde un principio por J. A. Schlegel, traductor
alemán de Batteux. Si Batteux no incluyó la arquitectura y la retórica entre las bellas artes,
fue porque pensaba que las bellas artes se caracterizaban por algo más que por la belleza,
esto es, porque imitan la naturaleza, y la arquitectura y la retórica no cumplían tal requisito”.
Ibíd., pp. 90-91. Pero, sin lugar a dudas, esta división tan marcada entre artes mayores y artes
menores es también un fenómeno que se deriva de la función social del arte en el contexto
del absolutismo de Luis XIV y su Academia. Y es que todavía en los talleres renacentistas
“[…] aparte de pinturas, se realizan también allí armas, banderas, muestras para tiendas,
taracea, tallas pintadas, dibujos para tapiceros y bordadores, elementos de decoración
para fiestas y otras muchas cosas”; A. Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Op. cit.,
vol. 1, p. 405; pero en la segunda mitad del siglo XVII, las obras de arte aisladas pierden su
autonomía y entran a considerarse sólo como partes de una decoración monumental al servicio
de una imagen del Estado; cfr. Ibíd., vol. 2, pp. 119-122. Desde 1662, Colbert desarrolla una
organización estatal rígidamente centralizada, no sólo para la educación, sino también para
la producción artística: “Une para el trabajo común a arquitectos y decoradores, pintores y
escultores, tapiceros y mueblistas de arte, sederos y tejedores de paños, broncistas y orfebres,
ceramistas y artífices de vidrio”; Ibíd., p. 124; así, en esta clase de obras se llega a una manu-
factura perfecta, pero desaparece la posibilidad de la creación individual.
312 En realidad, la discriminación frente a determinadas formas artísticas, mayores o menores, sólo
llegará a eliminarse con la conciencia de que el arte no es una cosa propia de un objeto, sino un
juicio de valor y, por tanto, a partir de la reflexión. Al respecto, afirma Argan: “En la práctica
habitual se ha arraigado una distinción entre artes mayores (arquitectura, pintura, escultura)
y artes menores (todas las especies de la artesanía): en las primeras prevalecería el momento
ideativo o inventivo, y en las segundas el ejecutivo o mecánico. Pero es una distinción que
348 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
otra parte, una “sociable comunicación”. naturaleza, pues de esta manera se garan-
Se plantean así como contexto para toda tiza su esencial libertad: su conformidad
reflexión acerca del arte, y, dentro de a fin (y, por tanto, su sentido),
ella, la de la Historia del Arte, tanto la
máxima de un pensamiento amplio en el […] debe parecer tan libre de toda
sujeción a reglas arbitrarias como si
cual se piensa “en el lugar de cada uno
fuera un producto de la mera natu-
de los otros”, como el sólido ideal de la raleza. […] Bella era la naturaleza
sociedad cosmopolita. cuando a la vez tenía viso de arte; y
La determinación del concepto de arte el arte sólo puede ser llamado bello
se completa con el concepto de genio. Para cuando somos conscientes de que es
llegar a ello, sin embargo, es todavía nece- arte y, sin embargo, nos ofrece viso de
sario aproximar el arte bello al concepto de naturaleza.313
sólo es válida para las culturas que la han planteado y ni siquiera en ese caso es definitoria:
hay obras de orfebrería, esmaltes, tejidos, cerámicas, etc., que valen artísticamente más que
obras mediocres de arquitectura, pintura o escultura. Por tanto, el concepto de arte no de-
fine categorías de cosas sino un tipo de valor”. G. C. Argan, “Premessa allo studio della storia
dell’arte”, en: G. C. Argan y M. Fagiolo, Guida alla Storia dell’arte, Op. cit., pp. 7-8. Gombrich,
por su parte, considera que el análisis de pequeños objetos (como “[...] figurillas, cacharros, vigas
talladas o lápidas”) es un asunto de la arqueología: “Cualquier taza o jarra puede servirnos
para hablar e investigar sobre una de las innumerables cadenas de causa y efecto que tuvieron
como último resultado el objeto que se halla ante nosotros. Pero en tanto que historiadores del
arte, tenemos una ambición diferente. Nos ocupamos de la historia del arte, y el arte es una
organización de valores. De acuerdo en que estoy aquí haciendo una petición de principio.
Tal como he subrayado en algún otro lugar, hay dos significados en el término ‘arte’ en inglés:
uno, neutro, que describe cualquier imagen, como cuando hablamos del arte infantil o el arte
de los locos; y uno valorativo, como cuando decimos ‘ésta debe ser la obra de un loco, pero
lo que ha producido es una obra de arte’. No podemos decir esto sin una escala implícita de
valores, y no podemos encontrar esta escala en los objetos; sólo podemos encontrarla en nuestra
propia mente”. E. H. Gombrich, “Enfoques de la historia del arte: tres puntos de discusión”,
en: Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 72.
313 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 45 (“Un arte es arte bello en cuanto a la vez
parece ser naturaleza”), pp. 215-216. Hegel, al tiempo que reivindica la superioridad del arte
sobre los productos de la naturaleza, mantendrá la naturalidad como una de las condiciones
esenciales del genio y del arte: “[…] forma parte también del genio, pues éste comprende en
sí este aspecto de la naturalidad, la facilidad de la producción interna y de la destreza técnica
externa en relación con determinadas artes. […] Lo que vive en su fantasía se le viene por
ello, por así decir, a los dedos […]. Desde siempre el auténtico genio ha adquirido fácilmente
el dominio de los aspectos externos de la ejecución técnica y ha domado también de tal modo
incluso el material más pobre y aparentemente más indócil, que se ha visto obligado a asimilar
en sí y representar las figuras internas de la fantasía. El artista debe ciertamente ejercitar hasta
la perfecta destreza aquello que de este modo reside inmediatamente en él, pero igualmente
la posibilidad de ejecución inmediata debe estar en él como don natural; de lo contrario, la
habilidad meramente aprendida nunca lleva a una obra de arte viva. Ambos aspectos, la pro-
ducción interior y su realización, van, conforme al concepto del arte, absolutamente cogidos
de la mano”. W. F. Hegel, Lecciones sobre la estética, Op. cit., pp. 207-208.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 349
314 Esta exigencia de naturalidad en el arte bello puede ser vista, además, en el contexto inclusive
naturalista de las corrientes ilustradas del arte del siglo XVIII, pero también, en relación con el
rococó, y casi como una llamada de atención contra los excesos normativos del Neoclasicismo,
tanto en Winckelmann como en David: “Y como naturaleza aparece un producto de arte al
ser acertada, con toda puntualidad, la conveniencia respecto de reglas, únicas según las cuales
puede el producto llegar a ser eso que debe ser; pero sin penosa prolijidad, sin que la forma
académica transluzca; esto es, sin mostrar la menor huella de que la regla haya estado en la
mira del artista, poniéndole trabas a sus fuerzas del ánimo”. I. Kant, Crítica de la facultad de
juzgar, Op. cit., § 45 (“Un arte es arte bello en cuanto a la vez parece ser naturaleza”), p. 216.
En síntesis, para que las reglas no estorben, deben ser precisas, pero discretas y, sobre todo,
debe el artista tener claro que no son, ellas, ni el objeto ni la finalidad del arte.
315 El asunto reviste particular importancia, porque de por medio está la posibilidad o imposi-
bilidad de conservar el concepto mismo de arte; en efecto, si la libre personalidad del artista
tuviera que someterse en todo sentido al deber que a todos obliga, ¿dónde quedaría el genio?
Planteado de manera general, no parece haber salida. Dice Cassirer: “Lo ‘particular’ de la
teoría es siempre, simplemente, el caso especial de una ley general, de la que aquél toma su
sentido y su valor de verdad, del mismo modo que el individuo, considerado como sujeto
moral y conforme a la concepción fundamental de la ética kantiana, sólo puede ser tomado
en cuenta como exponente del precepto práctico y generalmente valedero de la razón. La
libre personalidad sólo se convierte en lo que es al sacrificar por entero sus impulsos y sus
inclinaciones ‘fortuitos’ y someterse incondicionalmente a la regla del deber, que ordena para
todos y a todos obliga. Por tanto, lo individual sólo parece alcanzar su verdadera fundamen-
tación y justificación al desaparecer dentro de lo general. Necesitamos llegar a la intuición
artística para encontrarnos con un aspecto totalmente nuevo, en lo que a esto se refiere”.
E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 359. Lo que aquí queda claro es que el genio, a
pesar de estar sometido a deber, no puede ser considerado en cuanto tal y de manera general
como sujeto moral.
316 I. Kant, Cimentación para la metafísica de las costumbres, Op. cit., p. 136.
350 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
el genio, cada una de las cuales se enri- en una dirección y con una dinámica
quece de las anteriores. diferentes; y quien señala la regla, el
1. La primera característica del genio, genio, lo hace desde una originalidad
la básica y esencial, es la originalidad, tan definitiva que es su propia esencia.
pues se trata de Por tanto, si todavía en Winckelmann
se encontraba el rechazo sistemático a
[…] un talento de producir aquello una Historia del Arte como historia de los
para lo cual no se puede dar ninguna
artistas, y, como consecuencia, se había
regla determinada; y no una disposi-
ción de habilidad para aquello que establecido como historia de los estilos,
puede ser aprendido según alguna ahora, de nuevo, el artista como genio
regla determinada […].321 original se ubica en primer plano;322 y
si antes la mirada de la historia tendía
Se rompe así, de hecho, con todas a percibir grupos y permanencia de ca-
las concepciones predominantes desde racterísticas comunes dentro de marcos
el mundo clásico hasta el final del Re- espacio-temporales más o menos rígidos,
nacimiento, en las cuales se ubicaba el dentro de los cuales se entendía que la
manejo de las técnicas como el asunto obra de arte había sido posible, ahora
que permitía distinguir al artífice en el interesa la originalidad y la diferencia y,
contexto social y cultural. al menos en cierto sentido, se rompen los
Pero también la Historia del Arte se marcos cronológicos y geográficos.
verá a partir de aquí radicalmente trans- Se trata, seguramente, de la distinta
formada: de un proceso de transmisión acentuación que se da en un caso o
de saberes conocidos y tradicionales que, en otro a los mismos problemas. Por
por lo mismo, evolucionaban a través ejemplo, en la perspectiva de una his-
de concatenaciones lógicas y directas, toria sociológica del arte se acentúa
pasamos de golpe a hacer la historia de la vinculación de cada artista con la
unos productos para los cuales “[...] no se orientación general de los conceptos de
puede dar ninguna regla determinada”, su tiempo.323 Pero, de todas maneras,
lo que significa que cada vez se mueven también se puede acentuar el otro polo
321 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 46 (“El arte bello es arte del genio”), p. 217.
322 Sin que ello signifique que se retorne a algo próximo a la historia de los artistas de Vasari, en la
cual el artista aparece sometido a la vez a la norma y al nivel general de calidad de su época: en
Vasari, “El criterio de la perfetta regola fue inevitablemente complementado por el de la ‘natura
di quei tempi’; había que reconocer que un contexto histórico dado imponía a cualquier artista
limitaciones insuperables, y que por esto debía atribuirse un valor positivo a su obra desde
el punto de vista histórico, aunque fuera condenable desde el del dogma estético”. Erwin Pa-
nofsky, “La primera página del ‘Libro’ de Giorgio Vasari”, en: El significado en las artes visuales,
Madrid, Alianza, 1975, p. 222.
323 El asunto es importante desde una perspectiva histórico artística, pues no puede afirmarse de
ninguna manera “[…] que las temáticas y los contenidos conceptuales sean irrelevantes con
respecto al valor artístico: la cultura de un período se constituye con el arte, lo mismo que con
el pensamiento filosófico, científico, político, religioso”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en:
Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 32. Véase al respecto la afirmación de Arnold
352 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Hauser: “Filosofía, Ciencia, Derecho, usos sociales y arte son, en cada momento histórico, sólo
aspectos diversos de una actitud unitaria frente a la realidad: los hombres buscan en todas
esas formas una respuesta a la misma cuestión, la solución al mismo problema vital. Lo que
en sentido propio les importa no son verdades científicas ni obras de arte, ni siquiera reglas
morales de conducta, sino una concepción del mundo que funcione, una orientación en la
realidad en la que pueda confiarse. Los hombres trabajan siempre y por doquiera en la solución
de uno y el mismo cometido: en la superación de la confusa multivocidad y extrañeza de las
cosas”. A. Hauser, Introducción a la historia del arte, Op. cit., pp. 38-39. Pero el mismo Hauser
relativiza enseguida los alcances de dicha concepción unitaria: “La participación del arte en
la constitución de una concepción del mundo de esta especie no quiere decir de ninguna ma-
nera, sin embargo, que su referencia a la práctica sea constante y que en él no juegue papel
alguno la emancipación frente a la realidad del momento. Contra la acentuación excesiva de
la vinculación de las formas artísticas a la realidad histórico-social se ha subrayado, con razón,
la lógica interna del desenvolvimiento de los estilos”. Ibíd., p. 39. Gombrich, por el contrario,
rechaza todo tipo de historicismo y reivindica la libertad del artista individual: “El historiador
del arte que ve los estilos del pasado meramente como expresión de la época, la raza o la
situación de clase, atormentará al artista vivo con la vacía exigencia de que se ponga a hacer
lo mismo, y que exprese la esencia y el espíritu de su tiempo, raza, clase, o, peor que todo,
de sí mismo. Cuando más exorcicemos esos espíritus que aún hechizan la historia del arte,
cuanto más aprendamos a mirar la obra de arte individual y particular como obra de manos
expertas y ánimos grandes en respuesta a demandas concretas, con más autoridad enseñare-
mos que lo que necesita el artista no es más mito ni más propaganda, sino simplemente más
oportunidades, oportunidades para experimentar, para probar y equivocarse; lo único que
puede llevar a que aparezcan estas habilidades que puedan responder a la incitación siempre
cambiante del ahora y el aquí”. E. H. Gombrich, “Arte y saber histórico”, en: Meditaciones sobre
un caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., p. 119.
324 Wölfflin, por el contrario, había señalado, como uno de los puntos de partida para sus Con-
ceptos fundamentales de la historia del arte, que no todo es posible todo el tiempo; para llegar a
tal tesis ha distinguido antes en el arte los aspectos de la expresión y de la calidad: “Un mero
análisis de la calidad y de la expresión no agotan, en verdad, la materia. Falta añadir una
tercera cosa —y con esto llegamos al punto saliente de esta investigación—: el modo de la
representación como tal. Todo artista se halla en determinadas posibilidades ‘ópticas’, a las
que se encuentra vinculado. No todo es posible en todos los tiempos. La capacidad de ver
tiene también su historia, y el descubrimiento de estos ‘estratos ópticos’ ha de considerarse
como la tarea más elemental de la historia artística”. H. Wölfflin, Conceptos fundamentales de
la historia del arte, Op. cit., p. 15.
325 Por ejemplo, en el estudio de Giulio Romano por Gombrich, donde se relativiza el concepto
de manierismo: “No creo que el manierismo sea la expresión de una crisis interior. Fue entonces
cuando acuñé aquella palabra, que utilicé luego como título de mi compilación francesa de
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 353
que entendemos como progreso o pro- berá tener plena conciencia, al mismo
ceso en el marco de la disciplina.326 Pero tiempo, de la significación del proceso
tampoco falta la posibilidad de plantear general y de la experiencia personal
al genio como síntesis de ambas pers- del artista que abre nuevas dimensio-
pectivas, como quien, precisamente en nes de comprensión.327 En todo caso,
la ruptura, logra entender e interpretar en estas posibilidades nos movemos
mejor el propio medio: así, frente al siempre en el juego de la imagen de
artista genial, la Historia del Arte de- la línea asintótica planteada por Kant
artículos, la ‘ecología’ del arte. Mi punto de vista es más sociológico: en el clima muy particu-
lar de la corte de los Gonzagas de Mantua, hay un pintor de corte a quien se le pide divertir
y entretener a su señoría, que no era un hombre fácil. Y entonces Giulio Romano tuvo que
producir un arte diferente al que habían hecho Rafael o Miguel Ángel en Roma. Indepen-
dientemente de su talento, sabía que de él se esperaba que produjera efectos sensacionales o
excitantes. No creo que hubiera creado esos efectos para expresar tormentos interiores. Debía
entretener en todo momento: ‘Asómbrame’, tal era la situación. Cuando el artista que lo había
precedido en la corte de los Gonzagas dejó de gozar favores, prometió al duque crear nuevas
bizarreries [rarezas]*, como nadie había visto hasta entonces. Giulio Romano fue el mejor en
ese juego. Por tanto, hay cierta atmósfera social que hace que se espere algo del artista. Y no
se puede tratar la historia del arte si no se tratan esas expectativas. La novedad… y así en lo
sucesivo. Es lo que Harold Rosenberg llama la ‘tradición de la novedad’. En el siglo XII, nadie
quería hacer algo nuevo”. E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice
la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 179-180. Para una crítica a la idea
de un “estilo manierista” como el propuesto por A. Hauser, cfr. E. H. Gombrich, “La historia
social del arte”, en: Meditaciones sobre un caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte,
Op. cit., p. 90.
326 El “no siempre todo es posible” de Wölfflin genera inclusive una peculiar imagen del progreso:
“La opinión de que en todos los tiempos todo es posible, y de que el arte en cuanto alcanza
una cierta capacidad de expresión puede representar cualquier movimiento, es el error ex-
tendido de los diletantes. Lo cierto es que el desarrollo se realiza de la misma manera que
en una planta que despliega despacio hoja tras hoja, hasta que aparece abierta en círculo y
plena en todas direcciones. Este crecimiento tranquilo y normal es propio de todas las culturas
artísticas orgánicas, y sin embargo en ninguna parte se puede observar tan claramente como
en la Antigüedad y en el arte italiano”. Heinrich Wölfflin, El arte clásico. Una introducción al
Renacimiento italiano, Madrid, Alianza, 1982, p. 300. Frente a una posición como ésta, que define
“lo que se puede hacer”, Danto reivindica la libertad del artista contemporáneo para hacer
cualquier cosa; pero, por ello mismo, se rompe aquí el esquema histórico del arte: “‘Usted
puede hacerlo todo’ fue casi una definición de la década de los setenta [en el siglo XX]. […]
Los setenta son un período fascinante cuya historia del arte es todavía hoy desconocida, pero
que fue ciertamente, como yo lo veo, la primera década de arte posthistórico. […] Fue una
edad dorada que a todos los que la vivieron les pareció cualquier cosa menos una edad dorada.
Y lo que yo siento es que lo que le dio ese carácter fue la estructura pluralista objetiva de la
posthistoria […]”. A. C. Danto, “Art after the End of Art”, en: Embodied Meanings. Critical Essays
and Aesthetic Meditations, Op. cit., p. 330. En el contexto “posthistórico” de Danto desaparece
la unidad de la historia, entendida como unidireccionalidad.
327 En la simultaneidad de ambas líneas se hacen posibles las obras maestras: “[…] la expresión
obra maestra, se trata sobre todo de la obra de un artista genial que ha sido absorbido por el
espíritu de la época de tal forma que su experiencia personal se convierte en universal. Si tiene
354 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
la suerte de vivir en un momento en que circulan muchas ideas pictóricas conmovedoras, sus
posibilidades de crear una obra maestra serán muy superiores. Digámoslo crudamente: si los
temas pictóricos aceptables son temas serios, que nos afectan en muchos niveles, estará bien
encaminado. Pero, en último término, la obra maestra será la creación de su propio genio”.
Kenneth Clark, ¿Qué es una obra maestra? Barcelona, Icaria, 1980, p. 48.
328 El problema que se plantea para la Historia del Arte es la necesidad simultánea de conservar
los valores del genio y los de aquella totalidad que constituye su estructura misma, e inclusive
reconocer el valor de cada obra y de todas las obras de arte, que son autónomas, al tiempo que se
formula el proceso del hilo conductor interpretativo. Cassirer lo plantea de manera general: “El
reino del arte es, en efecto, un reino de formas puras cada una de las cuales se halla circunscrita
dentro de sí misma y tiene su centro individual propio, sin perjuicio de formar parte, con otras,
de una peculiar concatenación de sustancia y de efectos. Ahora bien, ¿cómo cabe designar esta
concatenación de sustancia y expresarla y caracterizarla de modo que no se pierdan en ella la
sustantiva peculiaridad y la vida propia de las diversas formas especiales? […] La obra de arte
es un algo individual y desligado, que descansa sobre sí mismo y lleva en sí mismo su propia
finalidad. Y, sin embargo, también en ella se nos representa un nuevo ‘todo’, una nueva imagen
de conjunto de la realidad y del cosmos espiritual. Aquí, lo individual no apunta hacia un algo
abstracto-universal, situado detrás de ello, sino que es de por sí ese algo universal, porque lo
lleva simbólicamente dentro de su contenido”. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 359.
Gombrich reconoce en la Historia del Arte, ya desde Vasari mismo, la paradoja entre lo general
y lo particular: “[…] su interés no está en las generalidades, sino en lo individual y lo particular.
[…] La paradoja de la posición del historiador me parece [que es] precisamente que ese ansiado
particular sólo puede ser abordado mediante un camino en espiral a través del laberinto de
las teorías generales, y que esas teorías sólo pueden reducirse a un mapa por parte de quienes
han llegado a lo particular”. E. H. Gombrich, “Arte y saber histórico”, en: Meditaciones sobre un
caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., p. 110.
329 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 47 (“Esclarecimiento y confirmación de la
anterior definición del genio”), pp. 217-218. En esta contraposición entre arte e imitación
se ubica uno de los criterios básicos de la calidad artística que, según Argan, sólo puede ser
definido por la actividad del historiador crítico del arte: “Afirmar la cualidad de una obra de
arte significa afirmar su autenticidad. La noción de autenticidad, fundamental para el estudio
del arte, es también una noción histórica. En sentido estricto, lo auténtico es lo contrario de
lo falso; y lo falso, en arte, es la cosa que se hace pasar por lo que no es, la imitación del estilo
de un artista o de una época. En sentido más lato, no entran en el ámbito de lo auténtico
las réplicas (aunque a veces se deban al taller o a la misma mano del artista), las copias, las
imitaciones, las derivaciones. En sentido todavía más estricto, no es arte auténtico todo lo
que es repetición, conformidad a modelos, operación técnica separada de cada acto ideativo
[…]. La historia del arte, como toda historia, es proceso: todo lo que marca el paso y no lleva
el proceso hacia delante, no modifica la situación, está privado de autenticidad. Por tanto,
consideramos interesante para la historia del arte todo lo que de cualquier manera se aparta
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 355
aprendizaje es propia de las ciencias, poco se puede llegar, por ese medio, a
en las cuales se encuentra como camino la idea de la moralidad; los ejemplos son
natural el indagar y meditar de acuerdo sólo estímulos exteriores, mientras que
a reglas; pero por este procedimiento su verdadero origen reside en la razón
nunca se logrará crear arte bello, por misma;332 de igual manera, los modelos
exhaustivos que puedan ser los precep- revelan, al artista que se enfrenta con
tos académicos.331 ellos, las posibilidades del arte, pero el
De hecho, en este aspecto existe un desarrollo de un nuevo producto depende
cierto paralelismo entre la considera- exclusivamente de su talento natural y
ción del problema del genio y la estruc- no del modelo.333
tura del problema moral: la genialidad En definitiva, los productos del
no se logra por imitación, así como tam- genio no pueden ser mero resultado de
tal modo que sean expresivas de la época del artista y no obstante mantengan la relación con
el pasado”. K. Clark, ¿Qué es una obra maestra? Op. cit., p. 11.
334 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 46 (“El arte bello es arte del genio”), p. 217. Vincent
van Gogh lo percibía con toda claridad: “Observo que cuando pretende descubrir atenta-
mente a los maestros, los encuentra a todos en ciertos momentos en el fondo de la realidad.
Quiero decir que se ve también en la realidad lo que llamamos sus creaciones, a medida que el
ojo y el sentimiento alcanzan el nivel que ellos alcanzaron”. Vincent van Gogh, Cartas a Théo,
2.ª ed., Barcelona, Labor, 1991, p. 129. Y para Vincent la ejemplaridad se refiere, inclusive, al
comportamiento moral: “Es lo que hacía Millet [estar contento con los campesinos] y además
no deseaba otra cosa, y esto es lo que hace que a mis ojos él ha, como hombre, mostrado el camino
que debieran seguir los pintores que no lo enseñan, como por ejemplo Israels y Mauve que
viven más holgadamente. Y lo repito: Millet es el ‘padre Millet’, es decir, el consejero y guía
de los jóvenes pintores en todos los dominios. La mayoría de los que conozco —aunque por
otra parte no conozco muchos— renunciarían a tales servicios; en cuanto a mí, pienso como
él y creo absolutamente en lo que él dice”. Ibíd., p. 132.
335 Recuérdese el ya citado pasaje, fundamental para la disciplina de la Historia del Arte: “[…] y no
para hacer de los sucesores simples imitadores, sino para poner a otros, a través de su proceder,
en la huella, a fin de que busquen en sí mismos los principios y tomen su propio camino, a
menudo mejor”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 32 (“Primera peculiaridad del
juicio de gusto”), p. 195.
336 “Sucesión, que se refiere a un curso previo, y no imitación, es la expresión recta para toda
influencia que puedan tener en otros los productos de un autor ejemplar; lo cual no significa
más que beber de las mismas fuentes de donde bebió aquel mismo y aprender de sus precur-
sores sólo el modo de portarse a ese propósito”. Ibíd. De esta manera, la ejemplaridad de la
obra sólo se puede entender cabalmente dentro del complejo de relaciones que estructura la
Historia del Arte, y se produce así un paralelismo entre ejemplaridad e historicidad: “En efecto,
cada obra no sólo resulta de un complejo de conexiones sino que, a su vez, determina todo
un campo de relaciones que se extienden hasta nuestro tiempo y lo sobrepasan puesto que,
así como ciertos hechos sobresalientes del arte han ejercido una influencia determinante
inclusive a siglos de distancia, tampoco se puede excluir que sean asumidos como puntos de
referencia en un futuro próximo o lejano. Baste pensar en el arte prehistórico y primitivo, que
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 357
bién los últimos se remitan a las mismas Romanticismo: revivals medievales, na-
fuentes primarias del arte que han ali- zarenos, prerrafaelistas, interés por las
mentado al genio ejemplar para aprender máscaras africanas, etc.337 En definitiva,
así la manera de comportarse frente a lo que el genio aporta a sus sucesores es
ellas. Aquí, en la ejemplaridad del genio, un “criterio o regla de enjuiciamiento”
encuentra su explicación el constante que no está basado en conceptos.338 Por
interés de los artistas por el estudio otra parte, la dialéctica que se crea entre
de los modelos clásicos; y, al mismo genio y tradición339 determina también la
tiempo, el regreso a lo primitivo, que se dialéctica propia de la historia del arte,
convierte casi en obsesión a partir del comprensible sólo en la perspectiva de
se redujo a letra muerta o fue considerado como un mero documento etnográfico hasta que,
en época reciente, comenzó a ser valorado como hecho artístico, como punto de referencia
para la historia del arte moderno y, al mismo tiempo, estructura no ya de una prehistoria
sino de la historia de los pueblos primitivos. No se hace historia, ha dicho Marc Bloch, sino
de los fenómenos que continúan”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come
storia della città, Op. cit., p. 21.
337 Se trata, además, de una de las áreas de interés del último Gombrich. “Ya hemos hablado del
hecho de que numerosos lectores han interpretado Arte e ilusión, que es un estudio de los méto-
dos del naturalismo, como si yo hubiera querido decir que el arte mejora a medida que se hace
naturalista. Bien, hoy escribo sobre la reacción contra el naturalismo, sobre la idea que se ha
sostenido a menudo en el curso de los siglos que afirma que demasiado naturalismo conduce a la
decadencia y a la corrupción, y que se debe regresar a los primeros comienzos, a los primitivos”;
E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre
el arte y la ciencia, Op. cit., p. 197. Cfr. E. H. Gombrich, “Un apunte autobiográfico”, en: Temas de
nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 24.
338 Un ejemplo de ello, que muestra además la operación de un historiador del arte en este
campo, puede ser la relación que Jürgen Claus encuentra entre Archile Gorky y Picasso,
citando a Harold Rosenberg: “Hacia 1927, Gorky entra en diálogo con el Cubismo: Picasso
se convierte en la figura dominante que seguirá en los próximos años. ‘Este maestro venía
enseñando con el ejemplo que el artista de hoy debe ser una encarnación viviente de toda la
historia del arte. En nuestro tiempo, toda obra nueva debe representar una selección acerca
de lo que está vivo y lo que está muerto en la pintura del pasado. Así, la meditación del ar-
tista sobre la historia del arte es, al mismo tiempo, una meditación sobre sí mismo, sobre su
propio gusto, sobre los propios intereses intelectuales, sobre los conceptos sociales, sobre los
símbolos que lo impulsan. En esta época de autoconciencia histórica la fuente de creaciones
verdaderamente significativas no es el genio individual sino la doble meditación del artista
sobre su propio acervo estético y sobre la propia asimilación de tal acervo […] Él es, en primer
lugar, un crítico cuyas reflexiones sobre el cuadro hacen nacer un arte de dimensiones nuevas:
un arte consciente de la propia esencia pasada y presente […]’ (Rosenberg)”. Jürgen Claus,
Teorie della pittura contemporanea, Milano, Arnaldo Mondadori, 1967, p. 70.
339 “Este elemento [la voluntad de superar a los otros artistas] se encuentra en el Renacimiento.
Leonardo da Vinci afirmaba: es un mal alumno quien no supera a su maestro. Y Durero decía
que veía en sueños las obras de arte del futuro; hubiera querido verlas. A menudo hay ese
sentimiento de que se puede progresar, de que sólo se está en los comienzos. Cézanne se veía
a sí mismo como el primitivo de una nueva época. […] Si rompemos completamente con la
tradición, entonces tendremos que comenzar a partir de cero, y no creo que esto sea posible”.
358 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
una construcción interpretativa totali- pes a otros en tales preceptos, que los
zante.340 pusieran en condiciones de producir
3. La tercera característica del genio productos similares […].341
consiste en que sus productos no pueden Como consecuencia de ello, frente a
ser sometidos a un proceso de raciona- la posibilidad de la transmisión sistemá-
lización científica, ni siquiera por parte tica de la ciencia dentro de un proceso
del mismo genio, porque para producir- histórico progresivo de las disciplinas,
los éste actúa en cuanto naturaleza: aparece la ejemplaridad de la obra de
[…] y de ahí que el propio autor de arte, que, en cuanto no está basada en
un producto, que debe éste a su genio, conceptos, no puede ser enseñada.342
no sepa cómo se encuentran en él las Se siguen de aquí unas condiciones
ideas para ello, y tampoco tenga en su que van a resultar determinantes para
poder pensar algo así a discreción o la disciplina que estudie la historia del
conforme a un plan, ni hacer partíci-
arte. Ante todo, en lo científico es claro
E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre
el arte y la ciencia, Op. cit., p. 89. Venturi señala que el artista no trabaja en el vacío, sino en el
seno de unas determinadas coordenadas históricas y allí crea nuevas tradiciones: “Nadie parte
de una ‘tabula rasa’, de la nada, sino de la tradición que le ofrece su ambiente. Un artista va
más allá de la tradición de su ambiente, crea algo nuevo que no existe en la tradición y que
constituye una nueva tradición. Pero inclusive si se rebela contra la tradición de su ambiente,
por su mismo rebelarse participa en ella”. L. Venturi, Storia della critica d’arte, Op. cit., p. 26.
340 Existe una correspondencia entre la construcción sistemática de Kant (cfr. E. Cassirer, Kant, vida
y doctrina, Op. cit., p. 338) y la dialéctica histórica planteada por Arnold Hauser: “La naturaleza
de todo desarrollo histórico consiste en que el primer paso determina el segundo, los dos
primeros el tercero, etc., etc. Ningún paso aislado permite deducir la dirección de todos los
pasos subsiguientes, ningún paso es explicable sin el conocimiento de todos los precedentes,
y ninguno puede predecirse ni aun apoyándose en este conocimiento”. A. Hauser, Introducción
a la historia del arte, Op. cit., p. 11.
341 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 46 (“El arte bello es arte del genio”), p. 217. Y
ello aunque el genio mismo no lo comprenda y busque, por el contrario, algún tipo de produc-
ción sistemática. Se puede recordar al respecto la preocupación de Vincent van Gogh por siste-
matizar su obra: especialmente en sus inicios de dibujante, entre 1880 y 1883, piensa siempre
en desarrollar colecciones de dibujos que se puedan “combinar” de manera sistemática para
crear más fácilmente nuevas obras; cfr. Johannes van der Wolk, Vincent van Gogh — Dibujos,
Milán, Arnoldo Mondadori Arte, De Luca Edizioni d’Arte, 1990, pp. 43 y 62-71 (Catálogo de
la Exposición del Centenario de la muerte de Van Gogh en el Rijksmuseum Kröller-Müller de
Otterlo, Holanda, 1990). Por supuesto, se trata en Vincent de una ilusión fallida; sin embargo,
hasta el final de su vida continúa regresando sobre algunos de aquellos dibujos iniciales.
342 “[…] Newton podría mostrar todos los pasos que tuvo que hacer, desde los primeros elemen-
tos de la geometría hasta sus grandes y hondos descubrimientos, no sólo a sí mismo, sino
a cualquier otro, muy evidentemente y destinado a la sucesión; pero ni un Homero ni un
Wieland podría indicar cómo surgieron y se juntaron en su cabeza sus ideas, ricas en fantasía
y, sin embargo, a la vez plenas de pensamientos, porque él mismo no lo sabe ni puede, pues,
enseñárselo a otros”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 47 (“Esclarecimiento y
confirmación de la anterior definición del genio”), p. 218. Contra las interpretaciones que
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 359
a partir de aquí llevarán a considerar el genio kantiano como el mero resultado de la inspi-
ración inconsciente (quizá aquel “genio de juventud” que hierve en Goethe y Schiller en su
primera etapa todavía inmadura), se levantará el rechazo de Hegel: “Con vistas a esta com-
penetración entre el contenido racional y la figura real, el artista debe recurrir, por una parte,
a la ponderación alerta del entendimiento y, por otra parte, a la profundidad del ánimo y del
sentimiento vivificante. Es por tanto absurdo pensar que poemas como los homéricos se le
hayan ocurrido al poeta durante el sueño. Sin ponderación, sin selección, sin diferenciación,
no puede el artista dominar ningún contenido que quiera configurar, y es una necedad creer
que el auténtico artista no sabe lo que hace. Igualmente necesaria le es la concentración del
ánimo”. W. F. Hegel, Lecciones sobre la estética, Op. cit., p. 205. En cualquier caso, debe recor-
darse que tampoco para Kant existe una contraposición entre arte y razón, en la medida en
la cual el arte es una obra de la libertad; y más en el fondo, de hecho, la facultad de juzgar
constituye, en el orden de nuestras facultades de conocimiento, un miembro intermedio entre
el entendimiento y la razón; y, por tanto, aunque se distingan, no pueden ser contradictorios,
porque ello destruiría el concepto mismo de naturaleza.
343 Se trata, de nuevo, de la exigencia de la originalidad y autenticidad, contraria a toda imitación,
que diferencia, además, los métodos del arte y los de la ciencia: “El método de la identidad
y la analogía, ampliamente practicado por las ciencias naturales, también es inservible [en
el arte]: a partir de la identidad de dos objetos, sólo se puede deducir que uno de ellos, con
toda certeza, no es obra de arte. Pero si queremos explicar por qué no es una obra de arte
y lo hacemos diciendo que no puede serlo porque en el orden estético identidad significa
repetición y la repetición anula el valor, hemos realizado ya toda una serie de operaciones
mentales extrañas a la lógica del método científico. De hecho, hemos asumido una identidad
aparente como prueba de una no-identidad sustancial, deduciendo de ello que uno de los dos
objetos similares es artístico y el otro no; hemos afirmado que el valor artístico consiste en una
experiencia que se hace, de tal manera que su repetición no tiene valor. En fin, hemos dado
por demostrado que el valor no reside en ninguno de los elementos que al ser examinados
resultaban tan semejantes que parecían idénticos”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia
dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 27. Gombrich, por el contrario, señala su acuerdo con
Popper e indica que “[…] no hay diferencia en principio entre explicar la historia y explicar la
ciencia: la diferencia está en la dirección de nuestro interés. Nosotros los humanistas estamos
menos interesados en cuestiones generales, como por qué caen, se hunden o flotan los cuer-
pos, que en los casos individuales, los hechos particulares, como el resultado de una batalla
o la difusión de un estilo”. E. H. Gombrich, “Enfoques de la historia del arte: tres puntos de
discusión”, en: Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit.,
p. 62. Con todo, al igual que Argan, Gombrich reconoce que “[…] las humanidades han de
360 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
debe limitarse a entregar obras que, por nicables para desarrollos progresivos
su carácter ejemplar, pueden impulsar la ulteriores,344 ni puede postularse una
producción de otro artista que, a su vez, coherencia formal y directa entre un
también haya sido dotado del talento artista y sus sucesores.345 De hecho, con
necesario por la naturaleza, producto toda esta problemática del genio se pone
éste que, por supuesto, seguirá su propia sobre el tapete, también en el presente,
dirección. el concepto mismo de estilo, que había
En síntesis, no puede encontrarse sido planteado por Winckelmann como
un progreso efectivamente comproba- estructura básica de su Historia del arte
ble en el arte, ni sus logros son comu- en la Antigüedad.346
depender de un sistema de valores y […] que esto es precisamente lo que las distingue de las
ciencias naturales”. Ibíd., p. 71.
344 En la perspectiva de Gombrich el asunto debe precisarse: es claro que no es posible definir
un progreso en la calidad de las obras, pero sí en algunos recursos técnicos y en los proyectos
que de ello se derivan, como en el caso de la perspectiva a partir del Renacimiento o en la
representación más exacta de la figura humana en el arte griego. Se trata, en esos casos, de
progresos transmisibles y comprobables a través de obras concretas. De hecho, la historia de
Vasari se desarrolló con este sentido de progreso tecnológico que, sin embargo, comenzó a
resultar embarazoso para los historiadores del arte a partir del período romántico: “Con razón
dudaban en hablar de progreso entre los grandes maestros como Giotto y Fra Angélico, Botti-
celli y Miguel Ángel. La devaluación de la capacidad técnica en el arte y la enseñanza del arte
en el siglo XX contribuyeron más aún a este embarazo. La historia del arte no debe enseñarse
como una historia de progreso tecnológico, sino como la historia de diversos estilos, cada uno
de ellos perfecto por derecho propio como expresión válida de su época. […] No es que quiera
negar las glorias del arte arcaico o románico, que ya no necesitan defensor alguno. Pero en
mi trabajo he llegado a convencerme de que el punto de vista tecnológico ha sido tristemente
descuidado en la historia del arte y es hora de recuperarlo”. Ibíd., p. 68.
345 La posición de Gombrich no se aparta solamente de la Crítica de la facultad de juzgar, sino también
de Wölfflin, cuyo planteamiento en este aspecto del progreso en las técnicas imitativas parece
bastante más cercano a Kant: “[…] si se habla de progresos en el terreno imitativo, es decir,
en aquello que aportó cada época en nuevas observaciones sobre la Naturaleza, también se
trata de material estrechamente vinculado a formas de representación dadas primariamente.
Las observaciones del siglo XVII no pueden aplicarse sencillamente a la urdimbre del arte del
quinientos. Los fundamentos generales son ya otros. Es un defecto que la literatura histórico-
artística opere tan irreflexivamente con el torpe concepto de imitación del natural como si se
tratara de un proceso homogéneo de creciente perfeccionamiento. Ningún avance en lo de
‘entregarse a la Naturaleza’ nos explicará por qué un paisaje de Ruysdael se diferencia de
uno de Patenier, así como el ‘dominio progresivo de lo real’ no nos hace comprender mejor
la diferencia que hay entre una cabeza de Franz Hals y una cabeza de Alberto Durero. La
sustancia material imitativa puede ser todo lo diferente que se quiera, pero lo decisivo es que
en el fondo de la interpretación hay, acá y allá, otro esquema óptico, un esquema que radica
mucho más hondo que en el mero problema de la evolución imitativa y condiciona tanto el
fenómeno de la arquitectura como el del arte representativo. Una fachada romana barroca
tiene el mismo denominador óptico que un paisaje de Van Goyen”. H. Wölfflin, Conceptos
fundamentales de la historia del arte, Op. cit., pp. 17-18.
346 Gombrich rechaza como hegeliana la perspectiva de Wölfflin y de Panofsky que, al igual que la
de Burckhardt, se basan en el intento de encontrar en todo detalle real el principio general
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 361
en él subyacente; sobre Wölfflin, cfr. E. H. Gombrich, “En busca de la historia cultural”, en:
Ideales e ídolos. Ensayos sobre los valores en la historia y el arte, Op. cit., pp. 49-50. Aquella búsqueda
de “lo subyacente” se identifica en Wölfflin con el problema del estilo: “[…] los estilos son ex-
presión de la época”. H. Wölfflin, Conceptos fundamentales de la historia del arte, Op. cit., p. 13.
Gombrich cita la definición de estilo formulada por Wölfflin desde 1888, quien afirmaba que
“Explicar un estilo puede no significar nada más que encajar su carácter expresivo en la histo-
ria general del período, demostrar que sus formas no dicen en su lenguaje nada que no sea
dicho también por los demás órganos de la época”. Citado por Gombrich, Ibíd., p. 50. Y sobre
Panofsky es particularmente directo: “Para decir las cosas brevemente, Panofsky representaba
una tradición germana de la historia del arte, que con frecuencia he criticado. Es una tradición
que se remonta, como traté de mostrarlo, a la filosofía hegeliana de la historia y que le gusta
trabajar con las ideas de Zeitgeist (espíritu de la época) y del Volksgeist (espíritu del pueblo).
Esta tradición postula que todas las manifestaciones de una época, la filosofía, el arte, las
estructuras sociales, etc., deben ser consideradas como la expresión de una esencia o de
un espíritu idéntico. Por consiguiente, toda época es considerada como una totalidad en la
cual todo se corresponde. […] Esta idea aristotélica […] de una esencia del Renacimiento es
precisamente lo que Boas y yo no aceptamos. Pero Panofsky creía totalmente en ella. Recuerdo
el congreso de historia del arte en Amsterdam en 1952. Era un período en el cual la gente
empezaba a ser muy crítica con Jacobo Burckhardt y la idea del Renacimiento, y esto con-
trariaba mucho a Panofsky. Proyectó en la pantalla dos edificios diferentes, una iglesia gótica
y una iglesia del Renacimiento, y dijo: ‘Algo ha debido suceder’. Y me dije a mí mismo: sí, algo
sucedió, se introdujo un nuevo estilo de arquitectura. Pero no es necesariamente el síntoma de otra
cosa”. E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen. Conversaciones
sobre el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 145-147. Frente a la crítica de Gombrich conviene tener en
cuenta el planteamiento “culturológico” de Renato Barilli, quien, sin renunciar a la vinculación
de la Historia del Arte con las obras concretas y con los aportes individuales de los artistas,
percibe una fase cultural de teóricos y filósofos (Wölfflin, Husserl, Bergson, Saussure, Dewey,
Panofsky) en la cual se da un carácter prioritario a las “formas generales” que son la base de
una “fenomenología de los estilos”, indispensable para que la disciplina no se disuelva ante la
imposibilidad de toda historia planteada, por ejemplo, por Croce. Cfr. Renato Barilli, Scienza
della cultura e fenomenologia degli stili, 2.a ed., Bologna, Il Mulino, 1991, pp. 143-148.
347 Quizá como en ningún otro campo tiene aquí sentido la crítica de Arthur C. Danto contra la
concepción sustantiva de la historia y la pretensión de darle, de hecho, un carácter explicativo
causal con base en la finalidad, porque ello equivaldría a afirmar que ya conocemos el futuro
de la historia. Cfr. A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia,
Op. cit., pp. 29 y ss.
362 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
puede ser sometida a un proceso de Cómo sea esto posible es difícil de ex-
racionalización científica, donde la his- plicar. Las ideas del artista despiertan
toria e inclusive la historiografía del arte parecidas ideas en su pupilo, cuando la
naturaleza ha proveído a éste con una
adquieren todo su valor y su especifici-
proporción parecida de las fuerzas del
dad, ante la necesidad de cuestionarse ánimo. Los modelos del bello arte son,
acerca de las reglas que, a través del por eso, las únicas guías que pueden
genio, da la naturaleza al arte: “Puesto traerlo a la posteridad […].350
que el don natural tiene que dar la regla
al arte (como arte bello), ¿de qué especie Como es evidente, la Historia del
es entonces esta regla?”.348 Es, en todo Arte, e inclusive su desarrollo a través
caso, una regla que no podrá entender- de la institución del museo, se involucra,
se como precepto y fórmula exterior, entonces, con el proceso de la creación
porque ello equivaldría a plantear una artística, en cuanto disciplina que po-
belleza determinable según conceptos, sibilita el análisis y vinculación con los
sino que debe ser abstraída del hecho, modelos.351
es decir, descubierta a partir del pro- Además, no se trata de un proceso que
ducto del genio, que se convierte así en se limite solamente al nivel conceptual,
modelo ejemplar y material básico de sino que tiene que ver también con el
análisis.349 ejercicio académico riguroso. De hecho,
En otro campo, el carácter ejemplar hasta aquí, en el sentido conceptual,
de los modelos es particularmente apre-
El genio no puede proporcionar
miante cuando se plantea la posibilidad más que rico material para productos
de enseñar el arte y que el genio, en del arte bello; la elaboración de ese
cuanto “maestro”, lleve a su alumno a material y la forma exigen un talento
producir como genio: formado por la academia, para hacer
355 “Sólo en el terreno acotado de la asociación civil esas mismas inclinaciones producirán el
mejor resultado: tal y como los árboles logran en medio del bosque un bello y recto cre-
cimiento, precisamente porque cada uno intenta privarle al otro del aire y el sol, obligándose
mutuamente a buscar ambas cosas por encima de sí, en lugar de crecer atrofiados, torcidos y
encorvados como aquellos que extienden sus ramas en libertad y apartados de los otros; de
modo semejante, toda la cultura y el arte que adornan a la humanidad, así como el más bello
orden social, son fruto de la insociabilidad, en virtud de la cual la humanidad se ve obligada
a autodisciplinarse y a desarrollar plenamente los gérmenes de la Naturaleza gracias a tan
imperioso arte”. Ibíd., p. 11.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 365
356 G. C. Argan, L’arte moderna 1770/1970, Op. cit., p. 13. Es una problemática que, por lo demás,
trasciende la dimensión de una estética formal y se ubica en un plano existencial: “La existen-
cia, que ya no se justifica con un fin más allá del mundo, debe encontrar todo su significado
en el mundo: o se vive completamente de la relación con los otros y el yo se disuelve en una
relatividad sin fin, o el yo se absolutiza pero rompe cualquier relación con lo que es otro de
sí. Ninguna de las dos soluciones es posible sin la otra: quien vive de la relación con el mun-
do sentirá siempre el ansia de lo que está más allá; y quien vive más allá del mundo sentirá
siempre el absurdo de la propia soledad”. Ibíd., pp. 13-14.
357 Ibíd., p. 14.
358 “No hay duda de que es interesante, cuando estudiamos las artes de Florencia, aprender acerca
de la estructura de clases de esa ciudad, sobre su comercio o sus movimientos religiosos. Pero
al ser historiadores del arte, no deberíamos irnos por la tangente, sino más bien aprender
todo lo que podamos acerca del arte del pintor. Deberíamos preguntarnos a nosotros mismos
de qué modo esos maestros conseguían determinados efectos, y cómo esos efectos o trucos
fueron introducidos o modificados: precisamente el tipo de cuestión que planteaba Vasari”. E.
H. Gombrich, “Enfoques de la historia del arte: tres puntos de discusión”, en: Temas de nuestro
tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Op. cit., p. 68.
366 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
padre de la Historia del Arte, porque es “No existe, realmente, el arte. Tan sólo
“[…] el primer intento por contemplar hay artistas”,361 la tesis de Gombrich
y sistematizar toda la historia universal cobra una importancia definitiva para
del arte, e incluso de todas las artes”;359 nuestro análisis, porque significa que
y aunque, por supuesto, rechaza en He- se trata aquí, de manera paradójica, de
gel su colectivismo histórico, defiende la una Historia del Arte que no existe como
necesaria vinculación de los valores del realidad empírica, pero su constitución
arte con la totalidad de los valores de la se basa, precisamente, en el problema
civilización como única posibilidad de del genio, que sólo es concebible en un
discutirlos.360 Por eso, cuando su Historia contexto cultural.362 Pero, de todas ma-
del arte se abre con la conocida expresión neras, queda siempre pendiente para el
359 Ernst H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estética, de
G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, México, Fondo
de Cultura Económica, 1991, p. 53. De todas maneras, Gombrich sostiene que la Historia del
Arte debe liberarse de la autoridad aplastante de Hegel.
360 “[…] Huizinga llega a la conclusión de que la historia se define de la mejor manera como ‘la
forma intelectual en la que una civilización da cuenta a sí misma de su pasado’. […] La nuestra
es una civilización racional y pide respuesta racionales basadas en las pruebas que puedan
comprobarse con métodos científicos. Pero nuestra civilización, como todas las civilizaciones,
también se mantiene unida gracias a valores sociales, morales o estéticos. Son esos valores los
que a mí me parecen representados por lo que yo llamo los cánones del arte, los niveles de
maestría sin los cuales no habría historia del arte”. E. H. Gombrich, “Enfoques de la historia
del arte: tres puntos de discusión”, en: Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del
saber y del arte, Op. cit., p. 73.
361 E. H. Gombrich, Historia del arte, Op. cit., p. 13. La afirmación parte de una fórmula de Julius
von Schlosser (pero procede del siglo XIX); la pregunta básica de Schlosser, que se originaba
en su lectura de Croce, es si el arte como tal tiene historia; cfr. E. H. Gombrich y D. Eribon,
Lo que nos dice la imagen. Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 71-72.
362 Como conclusión de su trabajo “La tradición del conocimiento general”, Gombrich plantea-
ba en 1961 un “credo secular”, breve y conciso como el credo de Atanasio (que recitan los
cristianos, proclamado por el Concilio de Nicea de 325 d.C.), con una síntesis de los valores
de la cultura occidental, limitada claramente al ámbito europeo, que vale la pena leer
como el contexto cultural de su reflexión estética e histórica y, por tanto, como el ámbito
del genio en Occidente: “Pertenezco a la Civilización Occidental, nacida en Grecia en el
primer milenio a.C. Fue creada por poetas, filósofos, artistas, historiadores y científicos que
examinaron libremente los anteriores mitos y tradiciones del antiguo Oriente. Floreció en
Atenas en el siglo V fue llevada al Este por conquistas macedónicas en el siglo IV, y en el I por
romanos latinoparlantes a extensas partes de Europa y el norte de África. Fue transformada
por el Cristianismo, que surgió entre los judíos de Palestina y se difundió a través del mundo
de habla latina y griega en los siglos II y III d.C. Sobrevivió al derrumbamiento del Imperio
Romano bajo la presión de tribus teutónicas en el siglo V, ya que las Iglesias griega y romana
conservaron parte de su organización, su literatura y su arte durante la llamada Edad Media,
cuando la mayoría de los nobles y sus siervos eran analfabetos. Empezó a florecer de nuevo en
los siglos XII y XIII, cuando el estilo gótico de construcción se difundió desde Francia a través
de Europa, y cuando las prósperas universidades de Francia, Italia e Inglaterra consiguieron
nuevos conocimientos de la ciencia y la erudición griegas a través de traducciones efectuadas
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 367
análisis específico la manera concreta Para juzgar como tal una belleza
como tales relaciones se articulan.363 natural no necesito tener antes un
concepto de qué cosa deba ser el ob-
La afirmación de que en el concepto
jeto; esto es, no tengo necesidad de
de genio se formula la estructura básica de conocer la conformidad a fin material
la Historia del Arte resiste inclusive cier- (el fin), sino que en el enjuiciamiento
ta confrontación con Hegel, a partir de la simple forma place por sí misma,
que, más allá de la mera afirmación del sin conocimiento del fin. Pero cuando
gusto que place sin conceptos, este genio el objeto es dado como producto del
arte y debe ser, en cuanto tal decla-
productivo kantiano se plantea ya como
rado bello, tiene primeramente que
una conciencia que reflexiona acerca del ponerse por fundamento un concepto
sentido mismo de la obra de arte: de qué deba ser la cosa, porque el arte
por árabes mahometanos, que habían penetrado a través de África del Norte hasta España.
Éstos también trajeron la numeración arábiga desde la India, así como el papel, la pólvora
y la brújula marina desde China, colaborando con ello a la emancipación de las ciudades
mercantiles de la Italia de los siglos XIV y XV, que alentó la recuperación de la literatura,
el arte y los estilos de construcción griegos y romanos, en el llamado Renacimiento. Estos
nuevos conocimientos fueron diseminados por la imprenta, que inauguró la Edad Moderna
y preparó el terreno para la Reforma que escindió a Europa en el siglo XVI, mientras los
viajes de descubrimiento multiplicaban las conquistas y los asentamientos de portugueses,
españoles e ingleses al otro lado del océano. Fue transformada una vez más, en esa época,
por una fe renovada en el progreso del conocimiento humano, ejemplificado en las teo-
rías matemáticas de la ciencia experimental creada en Italia y desarrollada en los Países
Bajos y la Inglaterra protestante en el siglo XVII, mientras, ya en el siglo XVIII, los ideales
del racionalismo y la tolerancia se esparcían por el continente. Así consiguió sobrevivir al
rápido incremento de la población que favoreció la Revolución Industrial que conduciría al
colonialismo del siglo XIX, la difusión de la alfabetización y los movimientos de masas del
socialismo y el nacionalismo. En nuestro siglo, puso en peligro y transformó la mayoría de
las otras culturas del globo, el cual se nos ha encogido hasta el tamaño de un sputnik con la
invención del vuelo. Espero que haya un siglo XXI. Amén”. E. H. Gombrich, “La tradición
del conocimiento general”, en: Ideales e ídolos. Ensayos sobre los valores en la historia y el arte,
Op. cit., pp. 27-28.
363 Puede recodarse al respecto la idea, ya parcialmente citada, de Renato Barilli: “[…] es como
disponer de tres longitudes de onda para la interpretación del arte contemporáneo: ondas
cortas, medias y largas. Corresponde al olfato del investigador, del intérprete, establecer su-
cesivamente con cuál de estas longitudes de onda se deba hacer entrar en sintonía el hecho
artístico, el protagonista o el estilo que se está afrontando. Sobra decir que una respuesta teó-
ricamente exacta es que cualquier hecho cultural entra en consonancia con cada uno de estos
tres tipos de onda. Pero, en la práctica, para algunos de ellos bastarán las ondas cortas de los
cambios estilísticos internos. Para otros se impondrán las ondas medias de la confluencia dentro
del saber o la enciclopedia general de cierta época. Finalmente, en los casos mayores y más
relevantes, se manifestará la necesidad de establecer la sintonía con las ondas largas emanadas
de factores fuertes y obligantes, tales como la tecnología y la cultura material, consideradas a
su vez como los núcleos portantes de la economía y de todas las posibles motivaciones infra-
estructurales”. R. Barilli, L’Arte Contemporanea. Da Cézanne alle ultime tendenze, Op. cit., p. 12 (R.
Barilli, El arte contemporáneo. De Cézanne a las últimas tendencias, Op. cit., pp. 16-17).
368 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
364 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 48 (“De la relación del genio con el gusto”),
p. 220.
365 W. F. Hegel, Lecciones sobre la estética, Op. cit., p. 79.
366 “El círculo de temas que esta esfera puede abarcar se extiende hasta lo ilimitado, pues el arte
no toma por contenido lo en sí mismo necesario, cuyo recinto es en sí cerrado, sino la reali-
dad efectiva contingente en su ilimitada modificación de figuras y relaciones […]. Surge por
tanto la pregunta de si semejantes producciones han de seguir llamándose en general obras
de arte”. Ibíd., pp. 436-437. Contra la relación de ambos contextos quizá pueda afirmarse que
la reflexión del genio kantiano tiene aquí una significación más genérica (“tiene primeramente
que ponerse por fundamento un concepto de qué deba ser la cosa”), mientras que el artista
romántico se encuentra volcado a la pregunta por el arte a partir de las obras mismas que
produce; por eso, sin que pueda olvidarse ahora la circularidad que hemos postulado en Kant,
el planteamiento de Hegel es más claramente reflexionante.
367 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 48 (“De la relación del genio con el gusto”), Op. cit.,
pp. 220-221.
368 “En las representaciones del arte romántico tiene por tanto lugar todo, todas las esferas vitales
y todos los fenómenos, lo máximo y lo mínimo, lo supremo y lo ínfimo, lo ético, lo no ético y
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 369
el mal […] y más a gusto se encuentra el artista cuando las representa como son”. W. F. Hegel,
Lecciones sobre la estética, Op. cit., p. 436.
369 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 46 (“El arte bello es arte del genio”), p. 217.
El interés de Kant por establecer la diferencia entre el arte y la ciencia, además de la lógica
que tiene al interior de su sistema, presenta una fundamental resonancia para los asuntos de
la historiografía del arte: cuando Kant quiere formular el problema de la autonomía estética
rompe explícitamente con la identificación entre arte y ciencia que se había planteado desde la
primera generación renacentista y, en concreto, desde los tratados de Alberti y, más adelante,
desde la Academia de Vasari, cuando el arte no sólo se puede enseñar y aprender, sino incluso
racionalizar en todo su desarrollo. Por otra parte, sin embargo, en este punto en particular
se ha producido una transformación del planteamiento después de Kant; pero no por una
disolución del arte en la ciencia, como pudiera imaginarse a partir de una simple lectura literal
de las Lecciones de Hegel, como la que sigue Gombrich (“[al arte] lo disuelve la reflexión y
lo reemplaza el pensamiento puro, la filosofía, cuyo resultado es que el arte pertenece al
pasado”; E. H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la
estética, de G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones,
Op. cit., p. 57), ni tampoco por el auge de las condiciones tecnológicas, sino por la vinculación
de características básicas del arte a la ciencia. En concreto, conviene recordar aquí que la idea
de creatividad se ha extendido a partir del arte hasta ocupar todos los campos de la actividad
humana y, en concreto, el de la ciencia: “Mientras que en el siglo XIX predominó la creencia
de que sólo es creativo el artista, en el siglo XX se piensa que esto no es así. No sólo los artistas
pueden ser creativos, sino también las personas activas de otros campos de la cultura. La
creatividad es posible en todos los campos de la producción humana […] se da no sólo en
obras de arte, sino también en los trabajos de la ciencia y la tecnología”; W. Tatarkiewicz,
Historia de seis ideas, Op. cit., p. 288; cfr., además, Ibíd., pp. 292-295.
370 Ello debe ser visto como un aporte fundamental de Kant, que subyace todavía en las actuales
concepciones de la Historia del Arte. Es una distinción que permite mantener una actitud
crítica frente a las concepciones positivistas de las disciplinas del arte como “ciencias sociales
y humanas”, lo que, sin embargo, no siempre fue así; baste recordar aquí que todavía Herder
intenta una lectura de la historia artística como “ciencia biológica”. Esa “desviación” científica
forma parte, además, de una problemática más general. Seguramente en esta dirección debe
leerse la casi dramática preocupación de Argan por hacer total claridad al respecto: “La duda
acerca del carácter científico de la historia del arte forma parte de la presente crisis de las
disciplinas histórico-humanísticas o del llamado conflicto de las dos culturas. […] Se da por
370 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
culturales sean a veces tan remotos que no puedan ser descifrados. […] Cualquiera que sea
su antigüedad, la obra de arte se da siempre como algo que acontece en el presente”. G. C.
Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., pp. 30-31. De esta
manera, más que una formulación progresiva, la Historia del Arte plantea una resonancia de
las obras que actúan siempre en el presente, como característica propia de su historicidad:
“[…] cuando empezamos a desesperar de la especie humana nos acordamos de Vézaly o de
Chartres, de La escuela de Atenas de Rafael o de Amor sagrado y amor profano de Tiziano, y de
nuevo nos sentimos orgullosos de nuestra equívoca humanidad. Nuestra confianza se ha salvado
gracias a la existencia de obras maestras y gracias al hecho extraordinario de que tales obras
nos hablan lo mismo que han hablado durante siglos a nuestros antepasados”. K. Clark, ¿Qué
es una obra maestra? Op. cit., p. 5. Seguramente tanto en la idea de Argan como en la de Clark
hay una insistencia mayor que en el mismo Kant acerca de una resonancia social de la obra de
arte: “Esta instintiva percepción de la tradición no se debe al conservadurismo, sino al hecho
de que, según las conocidas palabras de Lethaby, ligeramente adaptadas, las obras maestras
no deben tener ‘el espesor de un hombre, sino el espesor de muchos hombres’”. Ibíd., p. 11.
Pablo Picasso era consciente de este carácter presente del arte: “[…] oigo a menudo la palabra
evolución. Con frecuencia me piden que explique la evolución de mi pintura. Para mí no hay
en el arte ni pasado ni futuro. Si una obra de arte no puede vivir siempre en el presente no
se la debe tomar en consideración. El arte de los griegos, el de los egipcios, el de los grandes
pintores que vivieron en otros tiempos, no es arte del pasado, quizá esté hoy más vivo que
en ninguna otra época”. Pablo Picasso, “El arte es una mentira que nos hace ver la verdad”,
en: Adolfo Sánchez Vázquez, Antología. Textos de estética y teoría del arte, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, (unam) 1978, p. 404.
374 Pero sin que se piense aquí en una oposición al mundo de la vida que es el lugar natural de
la obra, que es, ante todo, presente. Es el mismo sentido que subyace al planteamiento de
Gadamer: “[…] recuperar la auténtica dimensión de la experiencia del arte, su dimensión
comprensiva y su lugar natural en el mundo de la vida o de la praxis humana, y en segundo
lugar […] abogar por una actitud de integración juiciosa del arte del pasado o de orígenes
culturales diferentes al nuestro, a las condiciones de vida de nuestro mundo actual, frente a la
actitud historicista y reconstructivista, que a nombre de la fidelidad a las condiciones de origen
de la obra, la deja en el pasado y, en tal sentido, la descalifica como obra de arte actual y la
convierte en objeto de documentación histórica. Para hacer gala de vanidad objetivista eso
está muy bien, pero no lo está para hacerle justicia a la historicidad de la obra de arte, que
no es lo mismo que su historiografía”. Javier Domínguez Hernández, “Estética hermenéutica
y hermenéutica de la imagen. La articulación de imagen y lenguaje en H.-G. Gadamer y
G. Boehm”, Estudios de Filosofía, Medellín, Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia,
núms. 15-16, feb.-ago., 1997, p. 93.
375 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 49 (“De las facultades del ánimo que constitu-
yen al genio”), p. 222. Alberti vislumbraba ya en la pintura una realidad próxima a estas ideas
estéticas de Kant: “Todas estas cosas deben ser buscadas con gran diligencia en la naturaleza,
372 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
y deben ser imitadas directa y rápidamente, prefiriendo en la pintura aquéllas que dejan más
por descubrir a la mente que lo que de hecho resulta aparente para la mirada”. Leon Battista
Alberti, De la pintura, México, Servicios Editoriales de la Facultad de Ciencias, Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), 1996, § 42, pp. 122-123.
376 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 47 (“Esclarecimiento y confirmación de la
anterior definición del genio”), p. 218.
377 Las ideas estéticas son, pues, representaciones de la imaginación que se captan a través de la
intuición, y su terreno de acción es el de las cosas particulares que dependen de lo singular
y lo sensible, y no el de las leyes universales de la naturaleza. Y, por eso mismo, y dentro del
mismo orden de ideas, el del genio no es un talento progresivo como sí lo es el del científico
que puede aspirar a una cada vez mayor perfección de los conocimientos. Para el genio, en
cambio, “[…] se detiene el arte en algún punto, en cuanto le está fijado un límite más allá del
cual no puede ir y que presumiblemente ha sido alcanzado ya hace tiempo y no puede ser
más ampliado”. Ibíd. Resuenan aquí las ideas de Winckelmann sobre la necesidad de imitar a
los griegos, unida a la conciencia de la imposibilidad de superarlos. Sobre las ideas estéticas en
Kant, cfr. J. Domínguez Hernández, “Intuición e imaginación estéticas”, Estudios de Filosofía,
Op. cit., pp. 106-107: “La mera asociación de dos términos tan inconciliables en la tradición
filosófica, sobre todo la de corte platónico, de términos como la idea y lo sensible, lo noético
y lo estético, en la expresión kantiana ‘ideas estéticas’, debe hacernos caer en cuenta de la
originalidad de estas intuiciones de la imaginación. La separación tradicional de lo sensible
y lo conceptual está aquí resuelta, mediada, y lo está reflexionante y comprensivamente,
no lógica y determinantemente. La mediación peculiar de la reflexión y la comprensión es
contingente, puede variar y matizarse sin contradecirse, puede ser representada, ejecutada,
escenificada, expresada, etc., en los lenguajes más diversos del arte, en los idiomas más dife-
rentes del lenguaje verbal, y en todas sus representaciones las ideas estéticas se comunican, se
mediatizan, y ningún lenguaje en especial puede agotarlas. Las ideas estéticas son intuiciones
que mediatizadas ellas mismas en el lenguaje de la comprensión y la reflexión, requieren la
representación de la obra y sustentan la experiencia del arte. Son intuiciones que rompen la
paz y destinan la comunicación espiritual a una agitación vivificante”. Ibíd., p. 107.
378 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 49 (“De las facultades del ánimo que consti-
tuyen al genio”), p. 223.
379 “Con ella [con la imaginación] nos entretenemos allí donde la experiencia se nos hace dema-
siado cotidiana y hasta transformamos ésta; por cierto, siempre según leyes analógicas, pero
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 373
también según principios que residen más alto en la razón (y que nos son también natura-
les, de igual modo que aquellos según los cuales aprehende el entendimiento la naturaleza
empírica); sentimos en ello nuestra libertad respecto a la ley de asociación (que está ligada
al uso empírico de aquella facultad), según la cual ciertamente se nos entrega material de la
naturaleza que, no obstante, puede ser reelaborado por nosotros con vistas a algo totalmente
distinto, a saber, aquello que supera la naturaleza”. Ibíd. Aquí debe reconocerse que, además
de la habitual visión kantiana que destaca la superioridad de la belleza natural, el carácter
productivo del genio exalta la grandeza de la obra de arte hasta superar la naturaleza.
380 Ibíd., p. 225.
381 “Mas cuando alguien habla y decide como genio aun en materias de la más cuidadosa inves-
tigación racional, resulta ello por completo risible; no se sabe bien si reírse más del charlatán
que ha difundido en torno suyo un vaho tal —a propósito de lo cual nada puede uno juzgar
con nitidez, y tanto más imaginarse— o del público que se figura candorosamente que su
incapacidad de conocer y aprehender con claridad esa obra maestra de penetración viene de
serle arrojadas masivamente verdades nuevas, por comparación a lo cual le parece el detalle
(a través de explicaciones comedidas y académico examen de los principios) ser no más que
obra de chapuceros”. Ibíd., § 47 (“Esclarecimiento y confirmación de la anterior definición
del genio”), pp. 219-220.
382 Ibíd., § 49 (“De las facultades del ánimo que constituyen al genio”), p. 226.
383 Ibíd., p. 223.
384 Ibíd.
374 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
385 “[…] en el uso de la imaginación con vistas al conocimiento ella está sometida a la coartación
del entendimiento y a la restricción de ser adecuada al concepto de éste; y siendo, en cambio,
en sentido estético, libre la imaginación para proporcionar, más allá de ese acuerdo con el con-
cepto, aunque de manera no buscada, un rico material sin desarrollar para el entendimiento,
que éste no ha tomado en consideración en su concepto, pero que, no tanto objetivamente
con vistas al conocimiento, como subjetivamente con vistas a la vivificación de las fuerzas del
ánimo, aplica de modo indirecto y, por tanto, en todo caso, con vistas a conocimientos […]”.
Ibíd., p. 225.
386 Ibíd. En este sentido es interesante confrontar las perspectivas de Vasari y Winckelmann con
la visión que, por ejemplo, Kenneth Clark formula acerca de Miguel Ángel, y que se basa,
fundamentalmente, en la concepción de éste como genio: “[…] dado que, en última instan-
cia, la civilización se funda en que el hombre desarrolle al máximo sus potencias mentales
y espirituales, habremos de reconocer en la aparición de Miguel Ángel uno de los grandes
acontecimientos de la historia del hombre occidental”. Kenneth Clark, Civilización, Madrid,
Alianza, 1979, vol. 1, p. 187. Y, por eso, a partir de ello, puede Clark reivindicar que la
bóveda de la Capilla Sixtina presenta ya una visión e interpretación de la realidad que debe
atribuirse a Miguel Ángel: “Y el hecho de que en el techo decidiese ilustrar una serie de
temas, y no concentrarse simplemente en figuras aisladas, le dejó en libertad de desplegar
sus ideas sobre las relaciones humanas y el destino del hombre. ¿Sus ideas? El ideario de
la mayoría de las grandes pinturas filosóficas del Renacimiento había sido sugerido por
poetas y teólogos. Pero en una de sus cartas Miguel Ángel afirma tener permiso del papa
para hacer lo que guste, por lo cual hay que suponer que el tema de la bóveda fue en gran
medida idea suya; o mejor dicho, su composición personal a partir de fuentes teológicas.
De ahí que resulte difícil de interpretar. Cada autor sobre Miguel Ángel ha dado una in-
terpretación distinta, ninguna de las cuales resulta del todo convincente. Pero una cosa es
cierta. El techo de la Sixtina afirma apasionadamente la unidad de cuerpo, inteligencia y
espíritu en el hombre”. Ibíd., pp. 192-194.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 375
387 El concepto de genio es nuevo especialmente en el sentido de que, a partir de Kant, se discuten
sus alcances y significados, aunque ya Miguel Ángel es genio para su propio tiempo. “Miguel
Ángel es el primer artista moderno, solitario, movido de una especie de demonio que apa-
rece ante nosotros, el primero que está poseído de una idea y para el que no hay más que su
idea; que se siente profundamente obligado para con su talento y se ve en su propio carácter
de artista una fuerza superior que está por encima de él. El artista alcanza así una soberanía
junto a la que queda sin sentido todo el antiguo concepto de la libertad artística”. A. Hauser,
Historia social de la literatura y el arte, Op. cit., vol. 1, p. 418. Hauser analiza el genio de Miguel
Ángel con base en las características del genio kantiano: “Lo que es fundamentalmente nuevo
en la concepción artística del Renacimiento es el descubrimiento de la idea del genio, es decir,
de que la obra de arte es creación de la personalidad autónoma, y que esta personalidad está
por encima de la tradición, la doctrina y las reglas, e incluso de la obra misma; de que la obra
recibe su ley de aquella personalidad; de que, en otras palabras, la personalidad es más rica
y profunda que la obra y no puede llegar a expresarse por completo en ninguna realización
objetiva”. Ibíd., p. 419. Sin embargo, tal como se analizó en su momento, la problemática
teórica de finales del siglo XVI impidió entonces el desarrollo y comprensión general de
estas nuevas ideas.
388 A manera de ejemplo puede recordarse el planteamiento de Herbert Read acerca del arte
como modo de conocimiento: “La naturaleza esencial del arte no reside ni en la producción para
satisfacer unas necesidades prácticas, ni en la expresión de unas ideas religiosas o filosóficas,
sino en la capacidad del artista de crear un mundo sintetizado y consciente de sí mismo, el
cual no es ni el mundo de los deseos y necesidades prácticos, ni el de los sueños y la fantasía,
sino un mundo compuesto de estas contradicciones, es decir, una representación convincente
de la totalidad de la experiencia, una manera, pues, de afrontar la percepción que el individuo
tiene de algún aspecto de la verdad universal”. H. Read, Arte y sociedad, Op. cit., p. 14.
389 “[…] aquello que se denomina genio […] no se muestra tanto en la ejecución del fin enco-
mendado en la presentación de un concepto determinado, como más bien en la exposición
o expresión de ideas estéticas […]”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 49 (“De las
facultades del ánimo que constituyen al genio”), p. 226. Argan interpreta en esta dirección la
obra de Miguel Ángel: “Miguel Ángel […] ya había llegado al punto de pensar que hacer una
obra de arte es pensar un pensamiento, más que hacer un objeto”. G. C. Argan, en: R. Bossaglia,
Parlando con Argan, Op. cit., p. 17. Pero nunca debe perderse de vista, ni frente al arte mismo
ni frente a la Historia del Arte, que se trata de ideas estéticas y no de conceptos; Argan señala
que debe excluirse “[…] que la obra de arte sea comunicación de mensajes o de contenidos
dados: los cuales, en efecto, si en algún momento fuesen fielmente reproducidos en palabras
y conceptos resultarían con frecuencia insignificantes e incoherentes. La expresión ‘realidad
pura’, con la cual [Cesare Brandi] define la obra de arte, lo mismo que la de ‘pensamiento
concreto’ recientemente introducida por [Maurizio] Calvesi explican bien cómo la reducción
fenomenológica, realizada tanto por la conciencia que concibe, como por la que recibe la obra
de arte, consiste precisamente en colocar entre paréntesis los contenidos culturales en cuanto
conceptos, para captar vivamente la estructura que los organiza en el que puede ser llamado
el plano y el nivel de la perceptibilidad inmediata”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en:
Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., pp. 36-37.
376 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
390 Cuando Rosario Assunto califica la obra de Giulio Carlo Argan diciendo de ella que es una
“Historia del Arte como filosofía”, justifica su afirmación diciendo que las exigencias del
pensamiento de Argan, en su trabajo como historiógrafo, crítico y teórico, se identifican con
los núcleos esenciales de toda reflexión filosófica, que “[…] están constituidos por el nexo
que unifica las categorías, por la relación entre el pensamiento y la vida, y por el tiempo, con
toda la ambivalencia de su configurarse como permanencia, digamos así, sucesiva o, por el
contrario, como permanente sucesión. Repensar con claridad especulativa esta triple proble-
mática —las categorías, la relación pensamiento-vida, y el tiempo como permanencia y como
sucesión— […] es la condición indispensable de toda investigación que […] quiera explorar
dicha obra, por decir así, desde el interior, y verificar en ella sus motivaciones profundas, y los
desarrollos que pasan inadvertidos para quien se mantenga en la superficie”. R. Assunto, “La
storia dell’arte come filosofia”, en: AA. VV., Studi in onore di Giulio Carlo Argan. III. Il pensiero
critico di Giulio Carlo Argan, Op. cit., p. 17. Como resulta claro desde este primer enunciado,
el planteamiento de Assunto califica expresamente la obra de Argan y no puede extenderse
genéricamente a toda la historiografía artística. Por eso, en nuestro contexto de reflexión se
prefiere la forma más amplia de la Historia del Arte como interpretación, con lo cual se implican
horizontes que van más allá de la mera obra de arte.
391 Puede plantearse aquí la reflexión de J. Domínguez a propósito de la “lectura hermenéutica”
en Gadamer: “La ‘lectura’ es el acontecimiento mismo de la comprensión. En ella la obra
encuentra o reencuentra su lugar y su sentido en el mundo de la vida: en sus satisfacciones,
sus vicisitudes, sus expectativas, su memoria, sus anhelos, y encuentra también, en el seno de
las Ciencias del arte, su objetividad”. J. Domínguez Hernández, “Estética hermenéutica y her-
menéutica de la imagen. La articulación de imagen y lenguaje en H.-G. Gadamer y G. Boehm”,
Estudios de Filosofía, Op. cit., p. 92.
392 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 49 (“De las facultades del ánimo que consti-
tuyen al genio”), p. 224.
393 “En resumen, la obra de arte se da como presente en el presente absoluto de la conciencia
que la recibe. Y este presente absoluto no se desplaza hacia el pasado porque, como veremos,
proviene de él. […] Entonces la presencia o, como la califica [Cesare] Brandi, la asistencia*
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 377
obra del genio no puede ser abarcada obras. Ya se anotaba antes que la pers-
por un concepto determinado, también pectiva abierta por la crítica de Kant se
la disciplina de la Historia del Arte se convierte, actualmente, en el punto de
tiene que formular en una perspectiva partida de la disciplina, pues la posibi-
de posibilidades siempre abiertas.394 Y de lidad de aproximarnos a la Historia del
nuevo se pueden establecer aquellos Arte está dada por la facultad de juzgar
vínculos con el contexto de la disolución reflexionante que se entiende sólo desde
de la forma simbólica del arte en Hegel y, un sujeto intérprete que parte siempre
sobre todo, con el cuestionamiento de de lo particular, lo que, en definitiva,
una estructura de validez universal para se identifica aquí con la propia expe-
la Historia del Arte. riencia estética.395 Por el contrario, es
De aquí la trascendencia que para seguramente este aspecto el que ha
la Historia del Arte, entendida en sus obrado en contra de visiones de corte
dimensiones más contemporáneas, hegeliano, como la que Arnold Hauser
representa el contacto directo con las presenta en su conocida Historia social
que nos da la obra de arte, su asistir a nuestro mismo esfuerzo por interpretarla, su acción
insistente sobre todo el procedimiento del pensamiento que la piensa, ya no constituirán una
aporía a esa historiografía sui generis que es la historiografía del arte; será, en cambio, la esencia
misma de la historia del arte o, más precisamente, su estructura, es decir, precisamente aquello
de lo cual el historiador deberá hacer la historia para hacer una historia del arte que no sea
solamente la historia de las cosas artísticas o de las personas que las han hecho”. G. C. Argan,
“La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., pp. 33-34. En síntesis,
no sólo la posibilidad de la Historia del Arte, sino inclusive su misma estructura, dependen
de la experiencia estética. [*Asistencia traduce aquí la palabra italiana astanza, en realidad un
neologismo desarrollado por Brandi a partir del sustantivo astante, que significa “quien está
presente en un lugar”, en el sentido en el que un médico de guardia está junto al paciente].
394 “En una palabra, la idea estética es una representación de la imaginación asociada a un con-
cepto dado, la cual está ligada a una multiplicidad tal de representaciones parciales, que no
se puede hallar para ellas ninguna expresión que designe un concepto determinado y que
deja, pues, pensar a propósito de un concepto mucha cosa innominable, el sentimiento de
lo cual vivifica las facultades de conocimiento y al lenguaje, en cuanto mera letra, asocia el
espíritu”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 49 (“De las facultades del ánimo que
constituyen al genio”), p. 225.
395 En Gombrich, por ejemplo, hemos anotado la decisión de escribir su Historia sólo a partir de
obras que puede reproducir y que, preferiblemente, ha conocido de manera directa; y critica
duramente a Hauser por la actitud contraria: “Quizá esta curiosa actitud de apartamiento
explica la curiosa falta de concreción en las referencias de Arnold Hauser hacia obras de arte
determinadas. Las ilustraciones [en su Historia social de la literatura y el arte] parecen existir sólo
como ocurrencia posterior de los editores, y sus subtítulos tienen un carácter extrañamente
rutinario”. E. H. Gombrich, “La historia social del arte”, en: Meditaciones sobre un caballo de
juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., p. 93. Por su parte, en el caso de Argan,
además de la insistencia en la conciencia del observador que capta el significado de la obra de
arte, conviene recordar aquella anécdota acerca de una charla con Gropius, en la cual Argan
ubica su propia experiencia estética como historiador del arte, por encima inclusive de los
conceptos expresados por el mismo artista acerca de su obra.
378 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
396 Es éste el sentido de la crítica de E. H. Gombrich: “Lo que [Hauser] se propone describir a
lo largo de su texto no es tanto la historia del arte o de los artistas, como la historia social
del mundo occidental tal como la ve reflejada en los modos y tendencias cambiantes de la
expresión artística: visual, literaria o cinematográfica. Para su propósito, los hechos sólo tienen
interés en cuanto se relacionen con su interpretación. Incluso se inclina a dar por supuesto
que se conocen, y a dirigirse a un lector familiarizado con los artistas y obras comentados,
suponiendo que el lector solamente busca orientación sobre su significado a la luz de la teoría
social”. Ibíd., p. 86. El uso meramente instrumental de la experiencia estética es claro: “Por lo
que toca a las artes visuales, el punto de arranque de Arnold Hauser parece ser el supuesto,
superficialmente plausible, de que los estilos rígidos, hieráticos y conservadores son prefe-
ridos por la aristocracia agraria, mientras que los elementos de naturalismo, inestabilidad y
subjetivismo es probable que reflejen la mentalidad de los elementos de clase media urbana.
[…] En los cimientos de su sistema, [Hauser] ha establecido una psicología de la expresión
que, sencillamente, es demasiado primitiva como para resistir la prueba de la observación
histórica. Pues aunque he llamado superficialmente plausible la teoría de que los rígidos nobles
han de gustar de un estilo rígido y los ágiles mercaderes han de estar afanosos de novedad,
igualmente convincente parece la suposición contraria: que los refinados aristócratas siempre
desean estímulos sensoriales nuevos, mientras que los estrictos hombres de negocios, con su
‘contabilidad por partida doble’, quieren que su arte sea escueto y sólido. Y, así, las explica-
ciones sociológicas de Hauser caen en verdad en el vacío en tanto que explicaciones”. Ibíd.,
pp. 87 y 90. En definitiva, este tipo de visión determinante impide la reflexión sobre la realidad
concreta: “Por paradójico que parezca, la objeción más seria a su planteamiento es que [Arnold
Hauser] pasa de largo junto a la historia social del arte”. Ibíd., p. 91. En el prefacio escrito en
1963 para sus Meditaciones sobre un caballo de juguete, Gombrich aclara que “Historia social de la
literatura y el arte, de Arnold Hauser, constituye la más considerada aplicación del materialismo
dialéctico a la historia del arte, y las cuestiones de método que suscita rebasan ciertamente
cualquier polémica personal. En realidad, la crítica concreta de ese planteamiento, que me
sentí obligado a hacer [en 1953], no se aplica al siguiente libro del mismo autor, Filosofía de
la historia del arte”. Ibíd., p. viii. [Esta Filosofía de la historia del arte es analizada por nosotros en
la segunda edición de Guadarrama, de 1969, aparecida como Introducción a la historia del arte;
en ediciones posteriores se retomó el título original].
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 379
397 Hay aquí una afirmación paralela a la de la estética hermenéutica de Gadamer que intenta
recuperar la pregunta por la verdad en la obra de arte, frente a las abstracciones inducidas por
la estética kantiana. Cfr. J. Domínguez Hernández, “Estética hermenéutica y hermenéutica
de la imagen. La articulación de imagen y lenguaje en H.-G. Gadamer y G. Boehm”, Estudios
de Filosofía, Op. cit., p. 93.
398 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 49 (“De las facultades del ánimo que constituyen
al genio”), p. 226.
399 Ibíd.
400 No se trata aquí, primariamente, de la escuela como centro de enseñanza (por ejemplo, como
la Academia de las Artes del Diseño, fundada por Vasari), sino como grupo de artistas que
desarrollan en su obra los aportes de un gran maestro, con quien están vinculados de manera
más o menos directa, aportes que se traducen en un conjunto de caracteres comunes y distin-
tivos frente a otras épocas y escuelas. Sin embargo, existe una correspondencia entre ambos
sentidos de la escuela, como además resulta evidente en el discurso kantiano. Además, esta
situación permite entender que la ejemplaridad del genio no tiene sólo un carácter sucesivo
en el tiempo, sino que presenta también un desarrollo relativamente sincrónico entre la obra
del maestro y la de sus seguidores.
401 Y ni siquiera el mayor de los genios puede liberarse de la existencia de ese gusto que es
producto de la tradición, pero que no agota la obra de arte: “Un pintor no inventa líneas,
380 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
manera, en regla para el arte de los zaje académicos, mediante los cuales los
demás artistas: primeros pueden “enseñar”. Dentro de
esos procesos, las aproximaciones al arte
Mas debido a que el genio es un favo-
que, como la historia, van a contribuir a
rito de la naturaleza y tal cosa es vista
sólo como raro fenómeno, su ejemplo la formación del gusto, posibilitan, ade-
produce para otras buenas cabezas más, la relación del genio con su propio
una escuela, es decir, una enseñanza ámbito social. Frente a la figura de la
metódica de acuerdo a reglas, en insociabilidad del artista como un “árbol
la medida en que puedan éstas ser solitario”, que aparecía en el texto de las
extraídas de aquellos productos del Ideas, la aproximación a la Historia del
espíritu y de su peculiaridad; y para
Arte aporta el establecimiento de lazos
ésos el arte bello es en dicho alcance
imitación, a la cual da la naturaleza con la sociedad y la cultura, que no se
la regla a través del genio.402 logran de manera directa a través de la
mera academia; y es sólo esa relación
La existencia de las escuelas implica, la que posibilita al genio el adecuado
por tanto, la presencia de maestros y dis- equilibrio entre su individualidad y
cípulos y unos procesos, que en este caso las condiciones universales que son la
pueden inclusive estar desvinculados del base de toda comunicación,403 incluida
rigor formal de la docencia y el aprendi- la propia del artista. En ese sentido, el
formas o colores mirando por la ventana. Él aprendió de sus maestros, de sus compañeros,
de pinturas del pasado, y hace su propia elección. Además el ambiente donde vive condiciona
su cultura, sus ideales, su actitud moral y religiosa. […] Pero ninguna de esas preferencias se
identifica con la creatividad. Acompañan la formación de la obra de arte, están comprendidas
en ella, pero cuando la obra de arte es perfecta, resultan transformadas por la creatividad y
sólo se pueden reconocer si se separan de aquel conjunto, de aquel carácter de síntesis que es
propio de la creación. […] Esos elementos son de distinta naturaleza, desde la técnica hasta
el ideal, pero tienen un carácter común con respecto a la síntesis, a la creación de la obra de
arte. Desde hace muchos años he llamado gusta este carácter común”. L. Venturi, Storia della
critica d’arte, Op. cit., pp. 26-27. El gusto es, así, un “[…] estrato cultural más específicamente
orientado o intencionado que podría denominarse profesional: es lo que Venturi llamaba el
‘gusto’ y que comprende las ideas sobre el arte y las preferencias artísticas, los conocimientos
técnicos, las formas convencionales de representación, las normas o tradiciones iconográficas
e inclusive ciertas preferencias estilísticas que son generalmente comunes a los artistas de un
mismo círculo cultural”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della
città, Op. cit., p. 36.
402 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 49 (“De las facultades del ánimo que constituyen
al genio”), pp. 226-227.
403 “La propedéutica a todo arte bello, en la medida en que está dirigida hacia el más alto grado
de su perfección, no parece residir en preceptos, sino en la cultura de las fuerzas del ánimo a
través de aquellos conocimientos previos a los que se denomina humaniora: presumiblemente,
porque humanidad designa por una parte el universal sentimiento de simpatía, y por otra, la fa-
cultad de poder comunicarse íntima y universalmente; propiedades que, enlazadas, constituyen
la sociabilidad apropiada a la humanidad, por lo cual se distingue ella de la estrechez animal”.
Ibíd., § 60 (“Apéndice. De la metodología del gusto”), p. 261.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 381
404 “¿Por qué el artista debería preocuparse de los gajes del scholar y su pasado? Mi breve respuesta
me temo que suene muy moralista. Porque la verdad es mejor que la mentira. Y un mito que
se exalta como mito no merece un nombre más cortés que ése: mentira. […] Si hay alguien
que necesite recuerdos sin deformar, es el artista de nuestro mundo. Los necesita y hace uso
de ellos, lo mismo si quiere continuar la tradición o enfrentarse a ella. Su obra es como un
motivo en una sinfonía, que aumenta de significación y emoción con lo que ha pasado antes y
lo que venga luego”. E. H. Gombrich, “Arte y saber histórico”, en: Meditaciones sobre un caballo
de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., p. 108.
405 Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 60 (“Apéndice. De la metodología del
gusto”), pp. 260-261. Aquí “escuela” puede entenderse como institución académica y como
grupo de seguidores de un maestro.
406 En este sentido, puede señalarse a la escuela como el contexto por excelencia del gusto, en-
tendido, por Anton Raphael Mengs en 1762, como la facultad de cada artista para escoger lo
que le parece lo óptimo con respecto a su propio modo de trabajar, con lo cual se introduce la
idea de una perfección relativa, que ya aparecía desde Vasari, dentro de cada obra concreta:
“El gusto es lo que en el pintor produce y determina una finalidad principal, y que le hace
escoger o rechazar lo que conviene o es contrario al mismo. Por eso, cuando se ve una obra en
la cual el todo está expresado sin distinción y sin variedad, se dice que el autor no ha tenido
gusto; porque allí no se observa nada de particular, y obras como éstas quedan, por decir así,
sin significación. La obra de cada artista es lograda dependiendo de la elección, la cual se
entiende con respecto al colorido, al claroscuro, a las telas, y a todas las demás cosas relativas a
la pintura… Por otra parte, conviene observar que, como la pintura está compuesta de muchas
partes, nunca ha habido un profesor que haya tenido un gusto igualmente bueno en todo, sino
que con frecuencia ha escogido muy bien en una parte, muy mal en otra, y en algunas inclusive
no ha escogido nada”. Citado por L. Venturi, Storia della critica d’arte, Op. cit., p. 29.
382 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
407 Immanuel Kant, Crítica del juicio, 2.ª ed., Buenos Aires, Losada, 1968, § 60, (“Apéndice. De la
metodología del gusto”), p. 201. (Se ha preferido aquí la traducción de José Rovira sobre la
de Pablo Oyarzún, que se ha seguido en todo el estudio, porque en esta última hay un error
tipográfico evidente).
408 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 50 (“Del enlace del gusto con el genio en
productos del arte bello”), p. 228.
409 De esta manera, la estructura que los textos kantianos plantean para la Historia del Arte
implica que los hitos de los genios sólo pueden ser leídos a partir del “bajo continuo” de un
proceso armónico de desarrollo del estilo; además, que inclusive ellos sólo se pueden entender
a sí mismos con relación a ese proceso. Esta estructura kantiana se adecua a la situación con-
temporánea mucho mejor que la de aquellas Historias del Arte, universales, generales y en
desarrollo rectilíneo, que se buscaron extraer de Hegel. En efecto, la visión de las “escuelas”
en Kant es coherente con la libertad estilística y los revivals que se empiezan a plantear desde
mediados del siglo XVIII.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 383
410 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 50 (“Del enlace del gusto con el genio en pro-
ductos del arte bello”), p. 228. Además, si, como señala Kant, “Para el arte bello serían, pues,
requeribles imaginación, entendimiento, espíritu y gusto” (Ibíd.), es el gusto el que unifica y, así,
da sentido a las tres primeras facultades.
411 “El progreso no acontece por el simple giro de la rueda del tiempo según la routine: se da a
saltos. Y el trampolín es, para el crítico, la obra de arte inspiradora”. L. Venturi, Storia della
critica d’arte, Op. cit., p. 46.
412 “Cuando, pues, en el antagonismo de ambas propiedades [gusto y genio] en un producto,
debe ser sacrificado algo, tendría que ocurrir ello, antes, del lado del genio, y la facultad de
juzgar, que en asuntos del arte bello sentencia a partir de principios propios, permitirá que
se quebrante la libertad y la riqueza de la imaginación antes que el entendimiento”. I. Kant,
Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 50 (“Del enlace del gusto con el genio en productos
del arte bello”), p. 228.
413 El principio general utilizado por Kant se basa en una analogía entre el arte y el lenguaje
hablado, con el cual comunicamos conceptos y sensaciones; en él distingue tres aspectos
distintos (la palabra, el gesto y el tono) que, por analogía, le permite diferenciar tres especies
de bellas artes: las de la articulación (poesía y oratoria), las de la gesticulación (plásticas) y las
de la modulación (música y arte de los colores). Cfr. Ibíd., § 51 (“De la división de las bellas
artes”), pp. 228-229. En concreto: “Que el arte figurativo pueda ser asociado (por analogía)
a la gesticulación en un lenguaje, lo justifica el hecho de que el espíritu del artista da una
expresión corpórea a través de estas figuras a aquello que él ha pensado y cómo lo ha pen-
sado, y hace que la cosa hable, por decirlo así, mímicamente: juego muy habitual de nuestra
fantasía, que les supone a cosas inanimadas, de acuerdo a su forma, un espíritu que por ellas
384 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
realidad, lo que las coloca en una nueva no pensada por Kant, recobra vigencia
dimensión conceptual, pues posibilita para la consideración del arte del siglo
entenderlas, también en este sentido, XX, que se plantea, al mismo tiempo, la
como instrumentos de conocimiento: obra de arte como instrumento de co-
son expresión de ideas mediante figuras nocimiento y los problemas relacionados
en el espacio. con su realidad o apariencia.415 Pero,
Las artes plásticas o las de la expre- sobre todo, y aunque insiste siempre en
sión de ideas en la intuición de los el carácter formal de su concepción de
sentidos (no a través de la mera ima- la obra de arte bello, que “[…] está ahí
ginación, que son concitadas por las sólo para ser vista, para entretener la
palabras) son las artes de la verdad de imaginación en el juego libre con ideas
los sentidos o bien de la apariencia de los y ocupar sin fin determinado la facultad
sentidos. Llámase la primera plástica,
de juzgar estética”,416 Kant abre un am-
pintura la segunda.414
plio abanico en el cual, además de las
Es una perspectiva que, a pesar de tradicionales “artes mayores”, encuen-
su carácter tentativo y en una dirección tran también cabida desde los enseres de
habla”. Ibíd., p. 232. Conviene destacar que la consideración del arte con relación al lenguaje
presenta un excepcional desarrollo teórico en el contexto del estructuralismo y la semiótica:
“Más allá del concepto de forma, cuya validez está limitada a las culturas que colocan el arte
como representación interpretativa de la realidad y por lo tanto como acto de conocimiento,
más allá del concepto de imagen, que limita la actividad artística a la esfera de la imaginación,
el concepto de signo aparece hoy como el único que es indistintamente válido para todos los
fenómenos artísticos y que permite así una delimitación precisa del área fenoménica del arte”.
G. C. Argan, “Premessa allo studio della storia dell’arte”, en: G. C. Argan y M. Fagiolo, Guida
alla Storia dell’arte, Op. cit., p. 38.
414 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 51 (“De la división de las bellas artes”), p. 230.
415 “Todos los accidentes del arte contemporáneo […] podrían ser reconsiderados con una óptica
particular, según la cual ya no cuenta tanto analizar lo que ha sido hecho cada vez ‘dentro’
del cuadro o en el bloque plástico de la escultura, sino más bien el grado de alejamiento que
paulatinamente se ha experimentado con respecto a esas mismas modalidades técnicas e
institucionales. En otras palabras, la mayor revolución del arte contemporáneo no está en el
cambio de la figuración a la abstracción, sino en el hecho de lograr, paso a paso, poner en
crisis el concepto mismo de que hacer arte visual quiera decir pintar, recubrir con pigmentos
o con rastros gráficos una superficie. […] todo el cambio de la vanguardia contemporánea
puede ser visto como un lento pero constante esfuerzo para sustraerse a este estado de cosas,
para llegar a trabajar en un espacio ‘real’, lo que implica un compromiso correspondiente
en un tiempo a su vez ‘real’. […] Al límite, puede preguntarse si todavía sea válida la noción
de arte: puesto que ésta (y su equivalente griego ‘techne’) indica siempre un acto de elabo-
ración-producción que desemboca en la manipulación de un objeto material, ya no parece
corresponder adecuadamente al universo electrotécnico-electrónico en el cual se abren y cie-
rran circuitos, se inducen estados, se registran informaciones”. Renato Barilli, “Dall’Informale
caldo all’Informale freddo”, en: Franco Russoli, dir., Al di là della pittura, 2.ª ed., Milano, Fratelli
Fabbri, 1975, pp. 1-3.
416 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 51 (“De la división de las bellas artes”), p. 231. Y
luego: “[…] el juicio de gusto sobre lo que sea bello en este arte está, en tal alcance, determinado
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 385
de un único modo, a saber: juzgar sólo las formas (sin atención a un fin) tal como se ofrecen
al ojo […]”. Ibíd., p. 232.
417 La vinculación entre las artes plásticas y la música se había formulado ya, en un sentido genérico,
desde el Renacimiento, en la obra de Marsilio Ficino: “‘Es la música’, escribe, ‘la que inspira a
los creadores, a los oradores, poetas, escultores y arquitectos’. Así descubrió que el vínculo que
había entre ellos era la música, y las artes que aisló pueden, según su idea, aunque él mismo
no utiliza el adjetivo, calificarse como musicales. Desde la antigüedad, la música y lo musical
habían sido conceptos equívocos: en un sentido más restringido habían pertenecido al arte
de los sonidos, en otro más amplio, a todas las artes que están ‘al servicio de las Musas’. Por
tanto, puede pensarse que el vínculo que existe entre las artes aisladas por Ficino consiste
en su melodía o ritmo, aunque también puede creerse que es, aunque entendiéndolo en un
sentido más amplio, ‘el favor de las Musas’ o quizás, según él mismo escribió, la inspiración
de los individuos creativos”. W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., pp. 46-47. Pero
la relación con la música será destacada sobre todo por Wassily Kandinsky quien, como se
sabe, busca una interpretación no mimética, sino espiritual, de la obra de arte y afirma en
ella composiciones melódicas o sinfónicas, inclusive antes del desarrollo de la abstracción; a
modo de ejemplo: “Muchos cuadros, grabados, miniaturas, etc., de épocas pasadas del arte
—recordemos a los antiguos maestros alemanes, persas, japoneses, a los pintores de iconos
rusos y a los autores de grabados populares—, son composiciones ‘rítmicas’ complejas, con
un fuerte elemento sinfónico”. Wassily Kandinsky, De lo espiritual en el arte, 3.ª ed., Barcelona,
Barral, Labor, 1982, p. 120.
418 “Juzgue el lector esto, en general, sólo como un intento de vincular las bellas artes bajo un
principio, que esta vez debe ser en el principio de la expresión de ideas estéticas (por analogía
con el lenguaje), y no lo considere como derivación a partir de aquel, que se tenga por deci-
dida”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 51 (“De la división de las bellas artes”),
p. 231 (en la nota a pie de página, acerca de la jardinería como arte pictórico).
386 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
419 Ibíd., § 53 (“Comparación del valor estético de las bellas artes entre sí”), pp. 234-238. Aquí
la formulación es realizada, exactamente como en Winckelmann, en un orden contrario al
de Hegel porque, como ya se dijo, lo que a Kant interesa son las manifestaciones mismas del
arte y por eso comienza con la que considera más perfecta hacia la más imperfecta; Hegel
convierte este asunto en un proceso necesario dentro de una filosofía de la historia del arte.
Puede notarse, además, que aquellos aspectos en los cuales considera que las artes figurativas
son superiores a la música tienen que ver, precisamente, con las posibilidades del arte con
vistas al conocimiento y con la durabilidad de su impresión; cfr. Ibíd., p. 237; en sentido in-
verso, es el mismo argumento de Hegel para demostrar la superioridad de la música tras la
consideración del carácter pretérito del arte como medio de conocimiento.
420 “[…] en todo arte bello lo esencial consiste en la forma, que es conforme a fin para la obser-
vación y para el enjuiciamiento, donde el placer es, a un tiempo, cultura y templa el ánimo
para ideas, haciéndolo, con ello, receptivo a más placeres y entretenimientos de esa especie;
en la materia de la sensación (el atractivo o la emoción), donde sólo es cuestión de goce, que
no deja nada en la idea, embota al espíritu, haciendo al objeto más y más repulsivo y vuelve
al ánimo descontento consigo mismo y caprichoso, a través de la conciencia de su temple con-
trario a fin en el juicio de la razón. Si las bellas artes no son puestas en vinculación, de cerca
o de lejos, con ideas morales, únicas en llevar consigo una complacencia independiente, lo
último será su destino final. Sirven entonces sólo de diversión, de la cual se vuelve uno tanto
más necesitado cuanto más de ella se vale uno para expulsar el descontento del ánimo consigo
mismo, de manera tal que nos hacemos cada vez más inútiles y descontentos con nosotros”.
Ibíd., § 52 (“De la unión de las bellas artes en uno y el mismo producto”), pp. 233-234.
421 I. Kant, Cimentación para la metafísica de las costumbres, Op. cit., p. 136.
422 Moral que, sin embargo, no se puede identificar tampoco con ningún tipo de manipulación
ideológico-política, porque ello sí representaría la destrucción de la autonomía estética y, por
tanto, del concepto mismo de arte, lo que, al mismo tiempo, cerraría inclusive la posibilidad
de una Historia del Arte. Herbert Read lo señala, pensando quizá en los totalitarismos del
siglo XX: “Creo que se ha producido una crisis específica en el desarrollo de nuestra civilización,
en la cual la naturaleza real del arte corre el peligro de desaparecer en la confusión y el mismo
arte corre el peligro también de perecer a causa del mal uso que hacemos de él. […] se trata
del hecho de forzarlo a sacar falsas conclusiones morales, de confundirlo, al arte, que es una
facultad de la intuición, con otras formas de juicio intelectual, de subordinarlo no solamente
a doctrinas políticas, sino también a puntos de vista filosóficos. Al contrario, sostendré que el
arte es una actividad autónoma, influenciada como todas nuestras actividades por las condi-
ciones materiales de existencia, pero que, como modo de conocimiento, es a la vez su propia
realidad y su propio fin”. H. Read, Arte y sociedad, Op. cit., p. 15.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 387
La Historia del Arte entre —como las de una Historia del Arte en
la demostración y la interpretación cuanto interpretación, pero también la
que, desde esa perspectiva interpreta-
Toda la pretensión de la Historia del tiva, se plantea la idea de progreso—,
Arte de ser una disciplina interpretativa buscan dirección y sentido, y no se limi-
se basa en su posibilidad de diferenciarse tan a la acumulación de las obras de arte
del puro juicio de gusto como medio como simples eventos empíricos y a la
para lograr convencer a los demás; pero, experiencia estética como mera emoción
por ello mismo, resulta indispensable puntual. Así, la disciplina de la Historia
debatir cómo una disciplina de esa clase del Arte aparece como una dialéctica y
puede apelar a alguna forma de univer- discusión permanente, que supera los
salidad. Aquí se puede ubicar, quizá, la lugares comunes que hay con respecto
importancia decisiva que para la conso- a la consideración del gusto.
lidación de la disciplina representa una En otras palabras, la Historia del
crítica como la de Winckelmann, que Arte como interpretación pretende ir
busca basarse en parámetros objetivos, más allá de un planteamiento subjetivo
en contra, por ejemplo, del subjetivis- y se abre como debate, lo que exige,
mo crítico de Diderot;423 sólo a partir necesariamente, que sus juicios sean for-
de los planteamientos de Winckelmann mulados como conceptos determinados,424
se abren paso aquellas discusiones que que adquieren un carácter probatorio
423 Para Diderot, “[…] la consideración del arte como sentimiento formaba parte de una nueva
concepción de la realidad, construida sobre las pasiones a las que se atribuía valor esencial.
[…] en el Ensayo sobre la pintura (1765), frente a la objeción de que el gusto privado de normas
estables y eternas se convierte en algo caprichoso, Diderot responde, no mediante un razo-
namiento, sino por medio de una de sus encogidas de hombros: ‘¡Cálmate Sophista! Jamás
lograrás persuadir a mi corazón de que se equivoca al estremecerse, ni a mis entrañas de que
yerran al conmoverse’. De este modo, después de haber abolido el absolutismo de la razón, y
negado el valor de las reglas, el único modo que quedaba en pie para formarse una idea del
arte era el de la psicología empírica”. L. Venturi, Storia della critica d’arte, Op. cit., p. 151.
424 Un lugar común en la representación del gusto afirma que “[…] sobre gusto no se puede disputar.
Esto equivale a decir: el fundamento de determinación de un juicio de gusto ciertamente
podrá ser objetivo, pero no se puede traerlo a conceptos determinados; por tanto, sobre el
juicio mismo no se puede decidir nada a través de pruebas, aunque bien se puede discutir, y con
derecho, sobre él”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 56 (“Representación de la antinomia
del gusto”), p. 245. Por el contrario, en la disciplina de la Historia del Arte se pretende llegar
a conceptos determinados, aunque no determinantes en sentido kantiano, que, inclusive, pueden
adquirir un valor reflexionante probatorio; es el caso, por ejemplo, de los conceptos de Wölfflin
para explicar el paso del Renacimiento al Barroco: la evolución de lo lineal a lo pictórico, de lo
superficial a lo profundo, de la forma cerrada a la forma abierta, de lo múltiple a lo unitario,
de la claridad absoluta a la claridad relativa de los objetos. H. Wölfflin, Conceptos fundamenta-
les de la historia del arte, Op. cit., pp. 20-22 (Wölfflin los enuncia aquí en la “Introducción” de
manera general; luego, todo el libro se organiza en cinco capítulos que analizan cada uno de
estos pares de conceptos). Y en la “Conclusión”, después de todo el seguimiento reflexionante
se puede preguntar: “De modo que si, aunque tratándose siempre de un sistema estructural
388 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
como fundamentos del juicio histórico: que puede pretender la Historia del
no se trata del montaje de una línea de Arte, para lo cual se hace indispensable
interpretación abstracta o determinante distinguir en ella el uso de ideas y de
sino, sobre todo, de lograr que en ella se conceptos.
muestre la articulación y el sentido de
las obras, con tal fuerza que resulte un Los conceptos del entendimiento tie-
nen que ser, como tales, demos-
juicio acerca del cual se pueda pretender
trables siempre (si por demostrar
un acuerdo.425 se entiende, como en la anatomía,
Antes de enfrentar la etapa final de simplemente el presentar): es decir,
la relación con la teleología es necesario, el objeto que les corresponde tiene
por tanto, definir los alcances probato- que poder ser dado siempre en la
rios y las posibilidades demostrativas intuición (pura o empírica), pues
426 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 57 (“Solución de la antinomia del gusto”.
Observación I), p. 249.
427 Ibíd., pp. 248-249.
428 Aunque haya afirmado que no existe realmente la Historia del Arte y pueda parecer contra-
dictorio, la sostiene al mismo tiempo como historia de la creación de imágenes (con lo que
se ubica claramente en la tradición de Aby Warburg y su círculo de Hamburgo, en el que
también se formó Erwin Panofsky) y como historia de la creación de obras bellas, y en esos
contextos defiende el progreso: “Hay un aspecto tecnológico en la historia del arte: hay que
aprender a hacer, a elaborar un bello cuadro. Tales cuadros no hubieran podido pintarse si no
se hubiera poseído la técnica necesaria. La perspectiva es un excelente ejemplo. Hay muchos
otros. En este caso, la historia del arte es muy semejante a muchos otros desarrollos técnicos,
como la metalurgia. La poesía lírica ha existido, bajo una u otra forma, en la mayoría de las
sociedades, y no se puede decir que haya hecho progresos. Mientras que, por ejemplo, en la
historia de la música ha habido invenciones. La invención de la polifonía es una verdadera
invención que modificó la historia de la música. Lo mismo puede decirse de la arquitectura:
los griegos no sabían hacer una bóveda encima de un edificio. No carece de importancia hacer
estas distinciones”. E. H. Gombrich, en: E. H. Gombrich y D. Eribon, Lo que nos dice la imagen.
Conversaciones sobre el arte y la ciencia, Op. cit., pp. 76-77.
390 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
429 Para Gombrich, la Historia del Arte es apenas una convención arbitraria, un medio cómodo
de clasificación para encontrarnos a nosotros mismos en la producción de imágenes desde los
orígenes de la humanidad. De hecho, lo que afirma es que la noción misma de esta Historia
es perniciosa, pues nos lleva a imaginar que existe un encadenamiento lógico de obras y
estilos; aquí, en cambio, se desafía toda explicación racional, pues la previsión es totalmente
imposible: “No podemos saber lo que pasará en la próxima etapa”, concluye Gombrich. Cfr.
Guy Sormann, “Ernst Gombrich. La belleza y la fealdad son principios indiscutibles”, en: Los
verdaderos pensadores de nuestro tiempo, Barcelona, Seix-Barral, 1991, pp. 256-262.
430 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 58 (“Del idealismo de la conformidad a fin
de la naturaleza así como del arte, en cuanto único principio de la facultad de juzgar estéti-
ca”), p. 256. Y continúa, aunque, por supuesto, en referencia siempre al juicio de gusto: “La
propiedad de la naturaleza de proporcionarnos ocasión de percibir la interna conformidad
a fin en la relación de nuestras fuerzas del ánimo en el enjuiciamiento de ciertos productos
de aquella, y ciertamente como una tal que debe ser elucidada a partir de un fundamento
suprasensible como necesaria y universalmente válida, no puede ser un fin de la naturaleza
o, más bien, no puede ser juzgada por nosotros como tal; porque de otro modo el juicio que
por este medio fuere determinado tendría por principio la heteronomía, mas no sería, como
conviene a un juicio de gusto, libre, ni tendría la autonomía como principio”. Ibíd.
431 G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 23. La
situación ha sido totalmente diferente en toda referencia al arte del pasado: “Ninguna obra
de arte ha sido jamás recibida por una conciencia sin este juicio histórico, que puede ser justo
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 391
o equivocado, según se formule con procedimientos más o menos apropiados. […] La función
del método es, precisamente, la de proporcionar al juicio una base de experiencia que reduzca
al mínimo el margen de arbitrariedad y el riesgo de introducir un no-valor en una serie de
valores y constituir así una falsa historia”. Ibíd.
432 Ibíd., p. 24.
433 Ibíd., pp. 24-25.
434 Ibíd., p. 26. A lo largo de este texto, que es seguramente la principal elaboración teórica de
Argan acerca de los problemas de la disciplina de la Historia del Arte, se sostiene la pertinencia
392 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
de la interpretación histórica del arte frente a las pretensiones explicativas de las diferentes
verificaciones científicas: “Cuando se dice que la artisticidad del arte es un todo único con su
historicidad, se afirma la existencia de una solidaridad de principio entre el obrar artístico y
el obrar histórico; y la raíz común es evidentemente la conciencia del valor del obrar humano.
Un obrar que determina un valor es un obrar con una finalidad, del cual se controla el proceso:
se realiza en el presente, pero presupone la experiencia del pasado y un proyecto del futuro.
El obrar artístico es un obrar según un proyecto […]; y el proyecto es una finalidad que, rea-
lizándose en el presente, asegura a la acción un valor permanente, histórico…” Ibíd., p. 29.
435 “El valor es, obviamente, un plus de experiencia de la realidad o de la vida, gracias al cual
el objeto trasciende su propia instrumentalidad inmediata; y este plus no pasa del objeto al
sujeto si la conciencia, en el momento en el cual lo recibe no reconoce que ello se sitúa, más
allá de la esfera de la contingencia, en la de los valores permanentes de la civilización, de la
historia”. Ibíd., p. 23. Y es una experiencia ubicada en marcos históricos: “Es indudable que
la obra de arte no vale para nosotros de la misma manera que valía para el artista que la hizo
y para los hombres de su tiempo: la obra es siempre la misma, pero las conciencias cambian”.
Ibíd., p. 31. Pero esa experiencia es posible por lo que la obra es como arte: “La cualidad por
la cual objetos que pertenecen a categorías empíricas tan diversas son considerados todos
como igualmente artísticos consiste, evidentemente, en algo que todos los objetos artísticos,
y sólo ellos, poseen. Esta cualidad no se puede individualizar con métodos empíricos ni con
los métodos de las ciencias exactas. […] Y aunque dispusiéramos de un ‘concepto’ de arte,
no nos serviría como piedra de toque: los conceptos y los hechos no son entidades parango-
nables”. Ibíd., p. 27.
436 Al respecto resulta iluminante una reflexión de Argan, desarrollada en un contexto diferente
al apenas citado: “Es prácticamente imposible definir los límites y el contenido del campo
fenoménico del arte. Ningún criterio empírico de reagrupamiento resulta útil: ni la confor-
mación, ni la tipología, ni el destino de los objetos, ni la materia, la estructura o la técnica.
A pesar de las muchas clases y subclases de objetos que se puedan distinguir en relación con
estos y otros factores, no existirá jamás una de la que pueda decirse que todos los objetos que
la componen sean objetos de arte, ni otra de la que se pueda decir lo contrario. Aun cuando
nos encontramos en presencia de objetos hechos con la intención consciente de hacer objetos
artísticos, no se puede dejar de reconocer que algunos lo son y otros no; un monumento, una
estatua, un cuadro no tienen posibilidades mayores de ser obras de arte que una casa, una
cerámica, una tela. […] La cualidad por la cual objetos que pertenecen a categorías empíricas
tan diferentes son considerados igualmente artísticos consiste, evidentemente, en algo que
todos los objetos artísticos, y solamente ellos, poseen. Esta cualidad no se puede individualizar
con métodos empíricos ni con los métodos de las ciencias exactas. Al decir ‘esto es arte’ no
colocamos al objeto en una clase ideal de objetos de arte; simplemente decimos un sinsentido:
de hecho, la proposición no puede ser verificada ni en la línea de los hechos ni en la de los
principios”. Ibíd., pp. 26-27.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 393
437 Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 57 (“Solución de la antinomia del gusto”.
Observación I), p. 249.
438 “[…] el arte bello, como tal, no debe ser considerado como un producto del entendimiento
y de la ciencia, sino del genio y, por tanto, recibe su regla a través de ideas estéticas, que son
esencialmente diferentes de las ideas racionales de fines determinados”. Ibíd., § 58 (“Del idea-
lismo de la conformidad a fin de la naturaleza así como del arte, en cuanto único principio
de la facultad de juzgar estética”), p. 257.
439 Ibíd., § 57 (“Solución de la antinomia del gusto”. Observación I), p. 249.
440 “Tal como en una idea de razón no alcanza la imaginación, con sus intuiciones, el concepto
dado, así tampoco el entendimiento, a través de sus conceptos, alcanza jamás, en una idea esté-
tica, toda la intuición interna de la imaginación que ella enlaza en una representación dada.
Y como traer una representación de la imaginación a conceptos equivale a decir: exponerla, la
idea estética puede ser llamada una representación inexponible de aquella (en su libre juego).
Tendré ocasión todavía de detallar algo acerca de esta especie de ideas en lo sucesivo; por
ahora sólo hago notar que ambas especies de ideas, las ideas de razón así como las estéticas,
deben tener sus principios y ciertamente ambas en la razón, aquéllas en los principios objetivos
de su uso, éstas, en los subjetivos”. Ibíd., p. 250.
441 “La división de una crítica en doctrina de los elementos y metodología, que precede a la
ciencia, no puede aplicarse a la crítica del gusto; porque no hay ni puede haber una ciencia
de lo bello, y el juicio de gusto no es determinable por principios”. Ibíd., § 60 (“Apéndice. De
la metodología del gusto”), p. 260.
442 “Pues en lo que alcanza a lo científico en cada arte, que va dirigido a la verdad en la presen-
tación de su objeto, ello es por cierto la condición indispensable (conditio sine qua non) del
394 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
enfrenta con las obras que se nos pre- consideraciones encuentran su soporte
sentan; lo que se niega es que, por ese básico en la condición de arte444 que
medio, se pueda exponer el arte mismo. subyace en las obras, tanto si las en-
En realidad, se han puesto de relieve frentamos como realidades concretas
tres ideas diferentes que, sin embargo, o como objetos del juicio de gusto o si,
se apoyan todas en la idea de lo supra- en el terreno específico de la Historia
sensible: del Arte, interpretamos el sentido de su
desarrollo, lo que nos conduce siempre
[…] primeramente, la idea de lo su-
a una dimensión ética.
prasensible en general, sin ulterior
determinación, como sustrato de la Y, en efecto, la primera parte de
naturaleza; en segundo lugar, la idea la Crítica de la facultad de juzgar, que
de este mismo, como principio de corresponde a la “Crítica de la facul-
la conformidad a fin subjetiva de la tad de juzgar estética”, se cierra con
naturaleza para nuestra facultad de un planteamiento explícito de la vin-
conocimiento; en tercer lugar, la idea culación entre el juicio de gusto y el
de este mismo, como principio de
sentimiento moral, que refuerza nuestra
los fines de la libertad y principio de
la concordancia de aquéllos con ésta perspectiva de análisis. A partir de aquí se
en lo ético.443 puede sostener que la idea del progreso
en la Historia del Arte es, en realidad,
Así, en nuestro análisis, todas las una hipotiposis simbólica,445 de la misma
arte bello, pero no es este mismo”. Ibíd. Es la misma perspectiva de Argan: “A diferencia del
análisis empírico-científico de la obra de arte en su realidad de cosa (análisis que no se limita
a la materia, a la técnica, al estado de conservación, al grado de autenticidad, a la destinación
original y a sus avatares sucesivos, sino que puede extenderse a la temática, a la iconografía e
inclusive hasta al ‘estilo’), la investigación histórica nunca se circunscribe a la cosa en sí. […]
Sólo en cuanto se cree que el arte no es una agregación de fenómenos privada de coherencia,
sino una de las grandes líneas de desarrollo de la civilización, se puede afirmar en concien-
cia que debe ser estudiado históricamente y que, por lo tanto, la historia del arte es la única
ciencia del arte posible”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della
città, Op. cit., p. 21.
443 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 57 (“Solución de la antinomia del gusto”.
Observación II), p. 252.
444 El punto de partida es, necesariamente, aquella cualidad que todos los objetos artísticos, y
solamente ellos, poseen”. Cfr. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia
della città, Op. cit., 27.
445 La hipotiposis es una figura retórica que consiste en la descripción viva y eficaz de una per-
sona o cosa por medio del lenguaje. I. Kant define como hipotiposis simbólicas aquellas “[…]
expresiones para conceptos no por medio de una intuición directa, sino sólo por analogía
con ésta, es decir, según la traslación de la reflexión desde un objeto de la intuición hacia un
concepto enteramente distinto, al que tal vez no pueda corresponder directamente nunca una
intuición”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 59 (“De la belleza como símbolo
de la eticidad”), pp. 258-259. En este sentido, el progreso en la Historia del Arte, que no se
fundamenta en el concepto de la causalidad, puede encontrar su ubicación como hipotiposis
simbólica. E inclusive la evolución biológica, que había servido a Herder para enmascarar el
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 395
manera que lo es el enlace entre be- El gusto hace posible, por decir así, el
lleza y bien: “[…] lo bello es el símbolo paso del atractivo sensorial al interés
del bien ético”.446 Además, si se piensa moral habitual sin un salto demasiado
violento, al representar a la imagina-
que el arte bello es el arte del genio y que
ción, aun en su libertad, como deter-
éste, en cuanto tal, está sometido a una minable en conformidad a fin para el
especie de imperativo categórico, resul- entendimiento, y al enseñar, incluso
tará claro que cualquier consideración en objetos de los sentidos carentes de
de desarrollo en el arte o, lo que aquí atractivo sensorial, a encontrar una
en este contexto es igual, cualquier complacencia libre.449
interpretación progresiva de la historia
Y, de esta manera, se regresa a una de
del arte, sólo será posible teniendo en
las afirmaciones que nos sirvieron como
cuenta su vinculación analógica con el
punto de partida y que reconocía a la
bien ético:
Historia del Arte como formadora del
Al entendimiento común le es tam- gusto.450 Pero ya no es lo mismo, pues
bién habitual el tener en cuenta esta a lo largo de este análisis la perspectiva
analogía; y a los objetos bellos de la de la disciplina se ha cargado de dimen-
naturaleza o del arte los denomina- siones éticas:
mos frecuentemente con nombres
que parecen poner por fundamento […] es entonces evidente que la ver-
un enjuiciamiento moral.447 dadera propedéutica para fundar el
gusto es el desarrollo de ideas éticas y
Y de aquella analogía surge la con- el cultivo del sentimiento moral; pues
ciencia del carácter inteligible de tales sólo cuando la sensibilidad es puesta
análisis, como “[…] un cierto ennoble- de acuerdo con éste puede el gusto
genuino adoptar una determinada
cimiento y elevación por sobre la mera
forma inalterable.451
receptividad de un placer por impresio-
nes de los sentidos […]”,448 pero análisis Sin embargo, el pleno desarrollo de
que no serían posibles sin el punto de estas perspectivas sólo será posible den-
partida del gusto: tro del planteamiento teleológico.
problema del progreso —pues éste se continuaba afirmando como resultado de una intuición
directa—, se puede interpretar ahora en esta perspectiva analógica (sin que con ello se elimine
la contradicción de dicho enmascaramiento).
446 Ibíd., p. 259.
447 Ibíd., p. 260.
448 Ibíd., p. 259.
449 Ibíd., p. 260.
450 A diferencia de la crítica trascendental de la facultad de juzgar estética que, en sí misma, no
sirve “[…] para la formación y cultura del gusto (pues ésta, así como hasta ahora, va a seguir
su curso en adelante sin todas estas indagaciones) […]” Ibíd., “Prefacio a la primera edición,
1790”, p. 81.
451 Ibíd., § 60 (“Apéndice. De la metodología del gusto”), p. 262.
396 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
452 “Si, por el contrario le supusiésemos a la naturaleza causas eficientes intencionales, causas res-
pecto de las cuales pudiera pensarse que la naturaleza está sometida según sus leyes particu-
lares, y en consecuencia pusiéramos en el fundamento de la teleología no sólo un principio
regulativo para el mero enjuiciamiento de los fenómenos, sino también, de esta suerte, un
principio constitutivo de derivación de sus productos a partir de sus causas, el concepto de un
fin natural ya no pertenecería a la facultad de juzgar reflexionante, sino a la determinante
[…]”. Ibíd., § 61 (“De la conformidad a fin objetiva de la naturaleza”), pp. 292-293.
453 Cfr. Ibíd., p. 292.
454 Ibíd., § 62 (“De la conformidad a fin objetiva, que es meramente formal, a diferencia de la
material”), p. 296.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 397
455 “Las múltiples reglas cuya unidad (a partir de un principio) suscita esta admiración, son en
su conjunto sintéticas y no se siguen de un concepto del objeto, por ejemplo, del círculo, sino
[que] requieren que este objeto sea dado en la intuición. Pero con esto esa unidad cobra un
aspecto cual si empíricamente tuviese un fundamento de las reglas externo y diferente de
nuestra fuerza representacional, y que, por lo tanto, fuese en sí contingente la concordancia
del objeto con lo que las reglas exigen, lo cual es propio del entendimiento, y así, posible sólo
por un fin dirigido a ello expresamente”. Ibíd., p. 296.
456 Conviene recordar aquí la diferencia ya señalada entre la sucesión de los hechos y la histo-
riografía, tal como la percibe Argan: “La realidad de un hecho narrado es indiscutiblemente
diversa a la realidad del hecho acaecido; pero la narración que se hace hoy de hechos acaecidos
en el pasado tiene, para la vida de quien vive hoy, un valor que el hecho acaecido, en cuanto
tal, no puede tener. Mediante el discurso histórico, el pasado es, por así decirlo, adaptado a
las necesidades del presente, vale como experiencia”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en:
Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 25.
457 Al respecto, afirma Argan: “[…] es imposible indicar categorías de objetos que sean todos
objetos artísticos, por el sólo hecho de pertenecer a una de esas categorías. Puede considerarse
obra de arte un complejo monumental e inclusive una ciudad entera; pero pueden conside-
rarse obras de arte perfectas en sí mismas las cosas que componen ese conjunto (edificios
religiosos y civiles, públicos y privados; vías, plazas, parques; puentes, estatuas, fuentes, etc.).
En el extremo opuesto de la escala dimensional, pueden ser arte las miniaturas o las estampas
que adornan las páginas de un libro, las joyas, las monedas, etc. […] hay obras de orfebrería,
esmaltes, tejidos, cerámicas, etc., que valen artísticamente más que obras mediocres de arqui-
tectura, pintura o escultura. Por tanto, el concepto de arte no define categorías de cosas sino
un tipo de valor”. G. C. Argan, “Premessa allo studio della storia dell’arte”, en: G. C. Argan y
M. Fagiolo, Guida alla Storia dell’arte, Op. cit., pp. 7-8.
458 En todo caso debe tenerse presente que aquella totalidad de la Historia del Arte no es una
realidad empírica, sino que se aproxima, en ese aspecto, al concepto de naturaleza; al respecto,
se puede recordar la afirmación de Cassirer: “El deseo de abarcar discursivamente la totalidad
del mundo nos condujo de lleno a las antinomias dialécticas del concepto de la infinitud. Esta
totalidad no podía ser concebida por nosotros como algo ‘dado’, sino simplemente como algo
‘planteado’; no aparecía ante nosotros como un objeto, con forma fija y límites fijos, sino que
iba desintegrándose en un proceso ilimitado, cuya dirección podíamos señalar, pero no así su
fin”. E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., pp. 359-360.
398 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
lo que me es dado externamente, sea cie y, por tanto, como desarrollo de las
en sí mismo lo que fuere, y que no [es intenciones mismas de la naturaleza.460
el objeto el que me]* instruye em- En ese contexto, que es entonces, de
píricamente sobre esa conformidad
alguna manera, un fin de la naturale-
a fin, no requiriendo para ello, en
consecuencia, de ningún fin especial, za, se plantea en las obras de arte una
fuera de mí, en el objeto.459 conformidad a fin externa461 y relativa,
que sirve al esquema interpretativo de
Pero podemos inclusive superar la la Historia del Arte, pero sin que sea
visión de una conformidad a fin formal y posible a este nivel de meros indicios
ubicarnos en aquella perspectiva cultural ningún juicio teleológico absoluto;462
que percibe la necesidad de formular en otras palabras, la problemática de la
una historia filosófica de la humanidad finalidad de las obras de arte no puede
como elemento integrador de la espe- quedar reducida al simple beneficio del
459 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 62 (“De la conformidad a fin objetiva, que es
meramente formal, a diferencia de la material”), p. 296. La reflexión de Kant tiene que ver
en este caso con las figuras geométricas, y, por tanto, al contexto de una conformidad a fin
objetiva pero formal, no material, que se refiere sólo a la posibilidad de las cosas y no a su
existencia; sin embargo, este aspecto de la vinculación con lo empírico puede aplicarse en el
“trazado” del proceso de la Historia del Arte.
460 Cfr. I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia
universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 20.
461 En este contexto es particularmente claro el contraste con la pura experiencia estética; mien-
tras que la Historia del Arte plantea relaciones y causalidades externas, la obra se impone a la
experiencia estética como presente, asiste, según la expresión de Brandi: “En vez de desintegrar
y aislar las partes y de descubrir sus relaciones de supraordinación y subordinación con vistas
a una clasificación conceptual, trátase de captarlas a todas en conjunto y de agruparlas en
una visión total dentro de nuestra imaginación. En vez de los efectos por medio de los cuales
actúan sobre la cadena causal de los fenómenos y se continúan en éstos, destacamos en ellas
solamente su puro valor de presente, tal como se revela a la intuición misma”. E. Cassirer,
Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 362. Aunque aquí debe también tenerse en cuenta que las
relaciones buscadas por la Historia del Arte no pretenden clasificaciones tipológicas como
las aquí mencionadas por Cassirer, quien está pensando, evidentemente, en el modelo de las
ciencias naturales; en palabras de Argan, a la Historia del Arte no le interesa la organización
de una clase de objetos, sino la de una serie de hechos artísticos: “[…] el nexo en la serie no
es, como en la clase, un nexo tipológico, o iconográfico, o técnico o funcional; es un nexo
histórico que sólo el discurso histórico y no un proceso de clasificación parecido al de las
ciencias naturales puede sacar a la luz”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte
come storia della città, Op. cit., p. 38.
462 “De esto se ve con facilidad que la conformidad a fin externa (el provecho de una cosa para
otras) puede ser considerada como un fin natural externo sólo a condición de que la existen-
cia de aquello a lo cual aprovecha de manera próxima o lejana sea por sí misma un fin de la
naturaleza. Pero como eso jamás puede decidirse por simple observación de la naturaleza, se
sigue que la conformidad a fin relativa, si bien da hipotéticamente indicios de fines natura-
les, sin embargo no autoriza ningún juicio teleológico absoluto”. I. Kant, Crítica de la facultad
de juzgar, Op. cit., § 63 (“De la conformidad a fin relativa de la naturaleza a diferencia de la
interna”), p. 300.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 399
463 Ibíd., § 64 (“Del peculiar carácter de las cosas como fines naturales”), p. 301.
464 Ibíd., § 65 (“Las cosas, en cuanto fines naturales, son seres organizados”), p. 305.
465 En apoyo de esta posibilidad de interpretación analógica de situaciones históricas y culturales,
puede leerse la nota al pie de página con la cual Kant aclara la idea de que la organización
de la naturaleza no tiene nada análogo con ninguna otra causalidad: “A la inversa, por me-
dio de una analogía con los citados fines naturales inmediatos, puede arrojarse luz sobre un
cierto enlace que, no obstante, se encuentra más en la idea que en la realidad. Es así como,
a propósito de la transformación total, recientemente emprendida, de un gran pueblo en un
Estado, se ha empleado a menudo la palabra organización de manera muy conveniente para
la institución de las magistraturas, etc., e incluso de todo el cuerpo estatal. Pues en semejante
todo cada miembro debe ser, por cierto, no solamente medio, sino a la vez fin, y, al colaborar
a la posibilidad del todo, debe a su turno ser determinado, en su lugar y su función, por la
idea del todo”. Ibíd., p. 306.
466 A veces esa explicación pretende superar la dimensión analógica; entonces nos encontramos con
procesos historiográficos desarrollados a partir de la facultad de juzgar determinante, en los
cuales se deja de lado, por tanto, la vinculación entre obra de arte y libertad. En este sentido
se puede plantear la ya citada crítica de Ernst Gombrich a la Historia social de la literatura y el
arte de Arnold Hauser. E. H. Gombrich, “La historia social del arte”, en: Meditaciones sobre un
caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Op. cit., pp. 86-94. La visión determinante
400 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
causas eficientes dentro del proceso del descendentes, pues aquello que en un
arte, como auténticas causas reales.467 sentido es causa de ciertos fenómenos se
Pero, quizá, inclusive con mayor fre- puede considerar también efecto de los
cuencia, se hace uso de enlaces causales mismos, como una vinculación de causas
a partir de causas finales, enlaces en los ideales.468 También la Historia del Arte
cuales los procesos de dependencia echa mano de relaciones de totalidad
son, al mismo tiempo, ascendentes y que, además, en la medida en la cual
proceden en este caso del concepto de la Historia del Arte, tienen una causa
arte, deben entenderse, según nuestra racional distinta a la pura naturaleza
tesis de partida, como vinculadas con su y no son comprensibles desde el solo
misma posibilidad.469 nivel de sus partes materiales, sino por
En todo caso, ello posibilita reafirmar el hombre que los formula como una
que aquellos que, por analogía, hemos totalidad y unidad sistemática,470 pero
considerado como productos naturales, necesariamente parcial y transitoria;471
es decir, tanto las obras de arte como así, esta totalidad surge, en efecto, como
472 “Explicar un fenómeno significa individualizar, en el interior del mismo, las relaciones de las
que es producto y, en el exterior, las relaciones que él produce, o sea las que lo vinculan con
otros fenómenos, de tal manera que se forma un campo, un sistema où tout se tient”. G. C. Argan,
“La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 26. También la totalidad
aparece como una exigencia, y no sólo del arte, sino, más en el fondo, del espíritu humano,
cuando Gadamer analiza por qué el arte actual representa una tarea para el pensamiento:
“Partiremos primero del principio básico de que, al pensar sobre esta cuestión, tenemos que
abarcar el gran arte del pasado y de la tradición como el arte moderno, pues éste no sólo no
se contrapone a aquél, sino que ha extraído de él sus propias fuerzas y su impulso. Un primer
presupuesto será que ambos son arte, que ambos han de ser considerados conjuntamente. […]
Nuestra vida cotidiana es un caminar constante por la simultaneidad de pasado y futuro. Poder
ir así, con ese horizonte de futuro abierto y de pasado irrepetible, constituye la esencia de lo que
llamamos ‘espíritu’”. H.-G. Gadamer, La actualidad de lo bello, Op. cit., pp. 41-42. Ese sistema où
tout se tient significa que todas las manifestaciones artísticas aparecen como una inmensa red
interactuante, pero no que se deba hablar de todo al mismo tiempo: “Lo importante es que la
investigación no lleve a aislar un hecho o un grupo de hechos sino a individualizar un núcleo
de relaciones y que se tenga conciencia de que más allá de la zona iluminada por la investi-
gación, esas relaciones se extienden y ramifican hasta el infinito, hasta la desmesurada área
de los fenómenos artísticos de cualquier época y cultura”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”,
en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 66.
473 En el sentido desarrollado ampliamente en la Historia de seis ideas de W. Tatarkiewicz, Cfr. W.
Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Op. cit., capítulos 1 a 3, pp. 39-151.
474 “[…] en este mundo de arte, nadie duda de que lo que cuenta es la búsqueda, la constante
puesta a prueba, el asumir riesgos en la experimentación. Ciertamente, creo que en este as-
pecto el saber histórico siempre puede beneficiarse del espíritu del arte para aventurarse en
lo desconocido, en vez de aplicar y repetir lo que ya se ha hecho”. E. H. Gombrich, “Arte y
saber histórico”, en: Meditaciones sobre un caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte,
Op. cit., p. 118.
475 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 65 (“Las cosas, en cuanto fines naturales, son
seres organizados”), p. 304.
476 Cfr. Ibíd., pp. 304-305. Esta idea que, por lo menos analógicamente, entiende la Historia
del Arte como fin natural, posibilita plantear la posición de la Historia del Arte frente a la
producción artística contemporánea, ya desde el siglo XVIII, pero con especial fuerza formadora
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 403
lo que nuestro conocimiento avanza más natural. En efecto, aunque dicha visión
allá del plano formal con estas analogías; proceda necesariamente “[…] de la
recuérdese, en efecto, que inclusive en experiencia, a saber, de aquélla que se
el campo directo de la naturaleza, el hace metódicamente y se llama observa-
concepto de una cosa como fin natural477 ción”,479 no por ello puede reducirse a
opera sólo como concepto regulativo de meros fundamentos empíricos, sino que
la facultad de juzgar reflexionante. Sin exige, como principio a priori en el cual
embargo, más allá de ese plano formal, se basa la posibilidad de considerar la
podemos encontrar aquí el fundamento coherencia interna de todo el sistema,
para analizar la necesaria vinculación y el principio, que por analogía tomamos
unidad entre los dos señalados procesos de la doctrina general de la naturaleza,
de la producción de las obras y de su según el cual nada hay en balde en la
estudio histórico.478 historia del arte ni nada puede limitarse
Y el hecho de que nos movamos en al mero azar, porque ello equivaldría a
un plano regulativo para la facultad de renunciar, de entrada, a toda posibilidad
juzgar reflexionante permite agregar de interpretación a partir de un hilo
que en esta visión de totalidad nada conductor de sentido: 480 frente a la mul-
es imputable a un ciego mecanismo titud (o multiplicidad) de la experiencia
para el arte de las últimas décadas. En esta dirección podría leerse una de las alternativas de
la producción artística presentes en la contemporaneidad, según la interpretación de Renato
Barilli: “La otra salida consiste […] en la desesperanza acerca de la posibilidad de que nuestro
tiempo logre construir un estilo auténtico: es demasiada la sedimentación de estilos y de
formas del pasado que, gracias a la rapidez misma de la información, pesa sobre nosotros.
No se puede pretender que se agreguen otras formas al infinito repertorio ya depositado en
los museos de nuestra cultura. Es mejor, entonces, ‘revisitar’ los museos mismos, completar
una especie de operación combinatoria, de naturaleza esencialmente lúdica, entre todas esas
formas ya adquiridas, afrontando su carácter inevitablemente estereotipado”. R. Barilli, L’Arte
Contemporanea. Da Cézanne alle ultime tendenze, Op. cit., p. 22 (R. Barilli, El arte contemporáneo.
De Cézanne a las últimas tendencias, Op. cit., pp. 34-35).
477 Juzgar una cosa como fin natural significa, en definitiva, juzgar esa cosa como un ser organizado.
Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 77 (“De la peculiaridad del entendimiento
humano, por la cual se nos hace posible el concepto de un fin natural”), p. 338.
478 “El concepto de una cosa como fin natural en sí no es, por tanto, un concepto constitutivo
del entendimiento o de la razón, pero puede ser un concepto regulativo para la facultad de
juzgar reflexionante, para guiar la investigación sobre objetos de esta especie y meditar sobre
su fundamento supremo, según una distante analogía con nuestra casualidad de acuerdo a
fines en general; ello, por cierto, no para provecho del conocimiento de la naturaleza o de
ése su fundamento originario, sino más bien precisamente [para el conocimiento]* de la
misma facultad racional práctica en nosotros, por analogía con la cual consideramos la causa
de aquella conformidad a fin”. Ibíd., § 65 (“Las cosas, en cuanto fines naturales, son seres
organizados”), p. 306.
479 Ibíd., § 66 (“Del principio del enjuiciamiento de la interna conformidad a fin en seres orga-
nizados”), p. 307.
480 Cfr. Ibíd.
404 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
empírica del arte, la Historia del Arte la cual, en definitiva, todo tiene un senti-
reivindica la visión unitaria de la totali- do. Pero, de esta manera, se nos plantea,
dad481 y pretende formular una visión de al mismo tiempo, la necesidad de volver
conjunto de la misma,482 que debe ir más a vincular esta discusión con la idea de la
allá de simples relaciones externas, y en naturaleza como un sistema de fines,483
481 “En efecto, este concepto conduce a la razón a un orden de las cosas que es completamente
distinto de aquél de un simple mecanismo de la naturaleza, el cual ya no puede satisfacernos
aquí. Debe haber una idea en el fundamento de la posibilidad del producto natural. Pero
como ésa es una unidad absoluta de la representación, en lugar de lo cual la materia es una
multitud de cosas que no puede proporcionar por sí misma ninguna unidad determinada de
la composición, tiene que extenderse el fin de la naturaleza a todo lo que haya en su producto,
si es que esa unidad de la idea debe servir en efecto como fundamento de determinación a
priori de una ley natural de la causalidad para semejante forma del compuesto”. Ibíd.
482 Se trata también, en todo caso, de una visión que puede partir de diferentes fundamentos
históricos y culturales. Al respecto resulta interesante la constatación que realiza Giulio Carlo
Argan en su juventud, en 1939, entonces superintendente de bellas artes, en una visita de
trabajo a los museos norteamericanos. Cfr. “Relazioni inedite di Giulio Carlo Argan conservate
nell’Archivio Centrale dello Stato, Roma. Rapporti al Signor Direttore Generale [delle Antichità
e Belle Arti]”, publicado en: R. Bossaglia, Parlando con Argan, Op. cit., pp. 98-108. Por ejem-
plo: “[…] en todo Museo norteamericano hay obras antiguas, modernas y contemporáneas,
obras de todos los países, colecciones de artes menores y de muebles, etc. Esta pluralidad de
argumentos lleva necesariamente a hacer prevalecer el hecho estético sobre el dato histórico,
ya que es una sucesión histórica difícilmente realizable por la misma manera como los Museos
se formaron, recogiendo donaciones privadas y adquiriendo objetos del mercado. Ahora
bien, este hecho, aunque demuestra la ausencia de antiguos títulos de nobleza, se computa
entre los activos de los Museos americanos porque aumenta mucho su capacidad educativa”.
Ibíd., p. 104. Como demostración de la importancia que percibe en este asunto, Argan lo
retoma de nuevo dentro de la formulación sistemática de su concepción de la Historia del
Arte: por sus características, los museos norteamericanos han contribuido decisivamente a la
fundación de una ciencia del arte rigurosa: “Independientemente del aspecto sociológico, muy
interesante por otra parte, bastará con observar que 1) la transferencia [de obras de arte
de Europa a Estados Unidos] se realizó desde naciones ‘históricas’ a un gran país en pleno
desarrollo industrial cuya población era, en cuanto a su origen, compuesta y heterogénea;
2) las obras, sustraídas al ambiente histórico en el cual habían nacido, fueron agrupadas
en conjuntos generalmente mixtos, que se proponían reunir lo mejor de todas las culturas
artísticas mundiales; 3) las colecciones incluían obras antiguas y modernas, que con frecuen-
cia eran reunidas y comparadas; 4) todas provenían del mercado y, por lo tanto, ya habían
perdido su función original; 5) el museo encontraba su razón de ser no ya en la demostración
de la pasada grandeza de las civilizaciones históricas, sino de un progreso tecnológico y de un
poderío económico actuales. ¿Cómo podía justificarse, en ese contexto, la presencia de esos
documentos de una historia que no tenía relación con su pasado? Evidentemente, dejando
en segundo plano su significado histórico y subrayando el puro valor estético de las obras de
arte, o sea, afirmando que el arte no es tanto el producto de un lento proceso cultural como
la expresión de la creatividad connatural al ser humano”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”,
en: Storia dell’arte come storia della città, Op. cit., pp. 68-69.
483 “Se comprende que éste no sea un principio para la facultad de juzgar determinante, sino
sólo para la reflexionante, que sea regulativo y no constitutivo, y que de él obtengamos no
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 405
que ya se había planteado desde los del objeto que bastase como principio
textos de filosofía de la historia, recor- para los casos que se presenten.485
dando siempre que “[…] esta necesidad Así, la idea del progreso o, en gene-
de vinculación concierne enteramente al ral, de cualquier hilo conductor que aquí
enlace de nuestros conceptos y no a la se formule aparece como un principio
índole de las cosas”.484 meramente subjetivo para reflexionar
acerca de esa clase de objetos que son
las obras de arte, consideradas desde
La metodología teleológica
el punto de vista de sus relaciones his-
en la Historia del Arte
tóricas.
Y se plantea, entonces, la posibilidad
La segunda parte de la Crítica de la facul- de antinomias y contradicciones dentro
tad de juzgar, es decir, la “Dialéctica de la de ese tipo de reflexión: por una parte,
facultad de juzgar teleológica”, permite el arte aparece como si se tratara de un
redondear toda nuestra discusión al de- concepto consolidado a lo largo de la
terminar los alcances de la finalidad, y historia, hasta llegar inclusive a reivin-
del problema del progreso en particular, dicar, en algunos momentos, un valor
dentro del contexto de interpretación de determinante; por ejemplo, como el
la Historia del Arte. que Vasari todavía sostiene, en térmi-
El núcleo del problema radica, pre- nos generales, entre arte y técnica, o el
cisamente, en que nos movemos en el que Winckelmann encuentra en el arte
ámbito de la facultad de juzgar reflexio- griego. Mientras que, por otra parte, las
nante, que obras, que sólo se nos revelan a través
[…] sólo es de hecho un principio de de la experiencia empírica, imponen
reflexión sobre objetos respecto de los su multiplicidad.486 De esta manera, en
cuales carecemos objetivamente por Vasari es ambigua la posibilidad de una
completo de una ley o de un concepto apertura y continuidad histórica artística
más que un hilo conductor para considerar según un nuevo orden legal las cosas naturales en
referencia a un fundamento de determinación que ya está dado, y ampliar el conocimiento
de la naturaleza de acuerdo con otro principio, a saber, el de las causas finales, sin perjuicio
del [principio]* del mecanismo de su causalidad”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op.
cit., § 67 (“Del principio del enjuiciamiento teleológico sobre la naturaleza en general como
sistema de fines”), pp. 309-310.
484 Ibíd., § 68 (“Del principio de la teleología como principio interno de la ciencia de la natura-
leza”), p. 314.
485 Ibíd., § 69 (“¿Qué es una antinomia de la facultad de juzgar?”), p. 315.
486 “Pero en lo que atañe a las leyes particulares de las que sólo nos enteramos a través de la ex-
periencia, puede haber entre ellas tan grande multiplicidad y heterogeneidad, que la facultad
de juzgar tiene que servir de principio para sí misma, a fin de hurgar y atisbar, siquiera, en los
fenómenos de la naturaleza en busca de una ley, toda vez que requiere de una tal como hilo
conductor si tan sólo ha de tener esperanza de un conocimiento coherente de la experiencia
con arreglo a una exhaustiva legalidad de la naturaleza, [es decir, si ha de esperar]* la unidad
de ésta según leyes empíricas”. Ibíd., § 70 (“Representación de esta antinomia”), p. 316.
406 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
a partir de la cima de Miguel Ángel, Vasari pretende crear una historia que,
ambigüedad que da origen a las habi- a partir del concepto de arte con el cual
tuales interpretaciones apocalípticas que trabaja, se puede remitir al desarrollo
hemos rechazado; pero, sobre todo, el del oficio, y que Winckelmann levanta
progreso winckelmanniano del arte, de un sistema reducible a las leyes mecánicas
raíz biológica, que, como se revela toda- de la imitación:488 en ambos casos, la
vía en Herder, es el modelo vigente para Historia del Arte acaba estructurándose,
la Historia del Arte hasta la formulación básicamente, al nivel de los principios
de Kant, aparece con el valor de una rea- constitutivos de la posibilidad del arte
lidad en sí misma, como ley universal y en sí; o, en otras palabras, como si se
necesaria, pero que no puede interpretar tratara de un proceso determinante,
nada de lo que se sale de sus márgenes, con lo cual ingresamos en el terreno de
ni a Miguel Ángel, ni a Bernini, ni mucho la contradicción.
menos al arte de su mismo siglo XVIII: Sin embargo, muchas obras, y dentro
“[…] por tanto, se delata una dialéctica de ellas todas las creaciones del genio,
que vuelve errática a la facultad de juz- requieren para su enjuiciamiento de la
gar en el principio de su reflexión”.487 consideración de causas finales;489 lo
Esquematizando la problemática, como que, al mismo tiempo, ubica otra vez
se ha hecho muchas veces a lo largo de el problema de la Historia del Arte en el
los últimos siglos, podría afirmarse que nivel del juicio, sin que sea necesario
487 Ibíd.
488 Es, en esencia, la interpretación de Lionello Venturi. Así, por ejemplo, frente a Vasari señala
que su obra está precedida de “[…] un tratado sobre el arte, que es bastante más técnico que,
por ejemplo, el de Alberti, pero que, de todos modos, subraya el deseo de Vasari de relacionar
la biografía de los artistas con la teoría del arte. […] La idea de imitación de la naturaleza
se hace más banal. […] Una vez que ha decaído el contenido científico, Vasari cree que es
posible alcanzar el arte mediante la imitación de la manera de los maestros. Y esto, que es la
novedad precisamente de la teoría vasariana, se explica mediante su posición en el mundo del
arte. Como es sabido, Vasari no sólo era escritor sino también, y cree ser sobre todo, pintor
y arquitecto. Alumno de Miguel Ángel, es uno de los tantos manieristas florentinos del siglo
XVI que aprendieron las maniere, es decir, las apariencias exteriores del estilo de Miguel Ángel
o de Rafael y las repitieron de una manera mecánica, sin llegar a expresar nunca su perso-
nalidad en el mundo de la fantasía”. L. Venturi, Storia della critica d’arte, Op. cit., pp. 115-116.
Y sobre Winckelmann es todavía más duro y esquemático: las esculturas que éste considera
como originales griegos son, en realidad, copias romanas que no vale la pena imitar: “Estas
eran esquemas abstractos de un arte perdido. El mismo pensamiento de Winckelmann era
un esquema abstracto. Y, por tanto, de la coincidencia entre dos esquemas surge un gusto
esquemático, muerto antes de haber nacido”. Ibíd., p. 168.
489 “La primera máxima de ésta es la tesis: toda generación de cosas materiales y de sus formas
tiene que ser juzgada como posible según leyes meramente mecánicas. La segunda máxima es
la antítesis: algunos productos de la naturaleza material no pueden ser juzgados como posibles
según leyes meramente mecánicas (su enjuiciamiento requiere una ley de causalidad entera-
mente distinta, a saber, la de las causas finales)”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit.,
§ 70 (“Representación de esta antinomia”), pp. 316-317.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 407
490 “En efecto, cuando digo que debo juzgar todos los acontecimientos de la naturaleza mate-
rial [y]* por consiguiente también todas las formas, como productos suyos, en cuanto a su
posibilidad según leyes meramente mecánicas, no digo con ello que son posibles únicamente
con arreglo a éstas (con exclusión de toda otra especie de causalidad), sino que ello sólo quiere
señalar que en cada caso debo reflexionar sobre aquéllos según el principio del mero mecanismo
de la naturaleza, y, por tanto, investigar con auxilio de éste tan lejos como yo pueda, porque
si no lo pongo en el fundamento de la investigación de la naturaleza, no puede haber en sen-
tido propio ningún conocimiento de la naturaleza. Y esto no impide a la segunda máxima,
al presentarse la oportunidad, a saber, a propósito de algunas formas de la naturaleza (y con
ocasión de ellas, incluso de toda la naturaleza), rastrear un principio y reflexionar sobre ellas,
un principio que es enteramente distinto de la explicación según el mecanismo de la natura-
leza, a saber, el principio de las causas finales”. Ibíd., p. 317.
491 “[…] es indudablemente cierto que, con respecto a nuestra facultad de conocimiento, el mero
mecanismo de la naturaleza tampoco puede entregar ningún fundamento explicativo para
la generación de seres organizados. Para la facultad de juzgar reflexionante éste es, entonces, un
principio completamente correcto: que para el enlace tan manifiesto de las cosas según causas
finales tiene que pensarse una causalidad distinta al mecanismo, a saber, una causa del mundo
que actúa según fines (inteligente), por precipitado e indemostrable que este [principio]* sea
para la facultad de juzgar determinante. En el primer caso él es simple máxima de la facultad
de juzgar, y allí el concepto de esa causalidad es una simple idea a la cual no se trata de con-
ceder realidad de ningún modo, sino que se la emplea solamente como hilo conductor de la
reflexión, que en esta ocasión permanece siempre abierta a todos los fundamentos explicativos
mecánicos, sin perderse fuera del mundo de los sentidos […]”. Ibíd., § 71 (“Preparación para
la solución de la antinomia susodicha”), pp. 318-319.
408 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
la historia artística que habría debido ser desarrollada por los unos y descrita por los otros”.
Hans Belting, “Prefacio”, en: La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte, Op. cit., p. xi.
496 Y mucho menos si se considera, por lo menos analógicamente, con relación a una historia
filosófica que, como se plantea desde el texto de las Ideas, es una necesidad para la constitución
misma de la sociedad civil: “Un intento filosófico de elaborar la historia universal conforme a
un plan de la Naturaleza que aspire a la perfecta integración civil de la especie humana tiene
que ser considerado como posible y hasta como elemento propiciador de esa intención de la
Naturaleza”. I. Kant, “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para
una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 20.
497 “Si hablamos ahora de sistemas de explicación de la naturaleza en vista de las causas finales,
tiene sin duda que hacerse la observación de que en su conjunto están dogmáticamente en
conflicto unos con otros, es decir, en conflicto sobre los principios objetivos de la posibilidad de
las cosas, sea por causas que operan intencionalmente o de manera puramente inintencional,
mas no acaso sobre la máxima subjetiva para juzgar meramente sobre la causa de tales pro-
ductos conformes a fin: en cuyo último caso bien podrían ser conciliados aún principios dispares,
mientras que en el primero se suprimen mutuamente [principios]* contradictorios opuestos y no
pueden coexistir uno al lado del otro”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 72 (“De
los diversos sistemas sobre la conformidad a fin de la naturaleza”), pp. 320-321.
498 La razón de ello consiste en que, de acuerdo con Kant, no es lo mismo ser una cosa y ser un fin,
como se pretendía a partir del concepto de perfección de Wolff, según el cual todas las cosas
tienen en sí lo que requieren para ser esa cosa y no otra distinta; pero si todas las cosas tienen
que concebirse como fines, y ser una cosa y un fin es lo mismo, en el fondo no habrá nada
que pueda representarse como un fin y toda la discusión teleológica se reduce a un pueril
juego de palabras sin conceptos. Ibíd., § 73 (“Ninguno de los sistemas precedentes cumple lo
que pretende”), p. 323.
499 Por tanto, con el valor de un punto de partida para esta reflexión, deben quedar excluidas las
explicaciones de la direccionalidad dentro de la disciplina de la Historia del Arte a partir de
cualquier forma de poder, que actúa como mente divina a la que se concede valor dogmáti-
co. Ello es particularmente significativo frente al problema del progreso que, como analiza
Argan, puede no ser más que una falsa conciencia desarrollada para servir a los intereses del
poder: “¿Y si la perspectiva del progreso fuese una perspectiva fabricada e interesada, una
falsa conciencia, una ideología? ¿Si no fuese una dirección que la humanidad debe seguir
necesariamente, como si no tuviera otro modo de ser-en-el-tiempo, sino una dirección que
le es impuesta por quien, de buena o de mala fe, pretende dirigirla? ¿Qué otra cosa puede
410 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
e indica el resultado de una relación entre una actividad mental y una actividad operativa.
Pero esta relación no es únicamente posible en el arte; también una obra de ingeniería puede
realizar una relación perfecta de ideación y operación, y no por ello es una obra de arte. El
valor artístico de un objeto es el que se da en su configuración visible o, como ordinariamente
se dice, en su forma. Ello está en relación con la mayor o menor importancia atribuida a la
experiencia de lo real que se hace mediante la percepción y la representación. Cualquiera que
sea su relación con la realidad objetiva, una forma es siempre algo que viene dado para percibir,
un mensaje comunicado por medio de la percepción. Las formas valen como significantes sólo
en cuanto una conciencia capta su significado: una obra es obra de arte sólo en cuanto la con-
ciencia que la recibe la juzga como tal. La historia del arte, por tanto, no es tanto una historia
de cosas sino una historia de juicios de valor”. G. C. Argan, “Premessa allo studio della storia
dell’arte”, en: G. C. Argan y M. Fagiolo, Guida alla Storia dell’arte, Op. cit., p. 8.
503 Aunque una cierta orientación determinante aparece en la conocida afirmación del crítico italiano
Achille Bonito Oliva, según el cual “[...] el arte es el conjunto de todas las obras publicadas en
los libros de historia del arte” (Citado en J. Maderuelo, “La valoración del arte actual. Flexiones
críticas”, Lápiz, Op. cit., p. 94) (afirmación que puede verse, según esa cierta orientación, como
un círculo vicioso), lo que aquí surge, más allá de una clara intención irónica, es la conciencia
de que las obras de arte se afirman en la historia por un proceso reflexionante.
504 “[…] no sólo no se puede decidir si cosas de la naturaleza, consideradas como fines naturales,
requieren o no para su generación una causalidad de especie completamente particular (la
que es según intenciones), sino que ni siquiera puede preguntarse por qué el concepto de un
fin natural no es en absoluto demostrable en su realidad objetiva por la razón (es decir, no es
constitutivo para la facultad de juzgar determinante, sino meramente regulativo para la re-
flexionante)”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 74 (“La causa de la imposibilidad
de tratar dogmáticamente el concepto de una técnica de la naturaleza es la inexplicabilidad
de un fin natural”), p. 325.
505 Ibíd., § 75 (“El concepto de una conformidad a fin objetiva de la naturaleza es un principio
crítico de la razón para la facultad de juzgar reflexionante”), p. 327.
412 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
del concepto de una intención que es in- trate de una dimensión subjetiva, como
dispensable dentro del concepto mismo sería la del gusto, sino de principios
de naturaleza y, por tanto, de una máxi- regulativos que nos permiten juzgar sin-
ma absolutamente necesaria cuando se téticamente y, por ello, objetivamente:
intenta estudiar cualquier fenómeno, al
Y aquí sigue valiendo la máxima de
menos dentro de la perspectiva de un
que nosotros pensamos todos los
hilo conductor coherente; pero objetos, dondequiera que su cono-
cimiento sobrepase la facultad del
[…] como propiamente no observamos
entendimiento, según las condiciones
los fines de la naturaleza como inten-
subjetivas, necesariamente inherentes
cionales, sino que sólo añadimos, en
a nuestra naturaleza (esto es, la huma-
la reflexión sobre sus productos, con
na), del ejercicio de las facultades de
el pensamiento este concepto como hilo
ésta; y si los juicios emitidos de este
conductor de la facultad de juzgar,
modo (como tampoco podría ser de
aquéllos no nos son dados a través
otra suerte en vista de los conceptos
del objeto.506
trascendentales) no pueden ser prin-
Por tanto, en nuestra perspectiva, cipios constitutivos que determinen
al objeto tal cual está constituido,
puesto que la Historia del Arte como
sí permanecerán, en cambio, como
interpretación consiste, precisamente, principios regulativos, inmanentes y
en el planteamiento de ese hilo conduc- seguros en el ejercicio, y en conformi-
tor, tanto su misma formulación como dad al propósito humano.508
los análisis epistemológicos a los cuales
sea sometida, sólo son posibles en ese Pero no puede ocultarse aquí que, a
contexto intencional507 que, sin embar- pesar de toda su riqueza de sugerencias,
go, no afirmamos como efectivamente la analogía que nos hemos propuesto
existente, sino como la condición para entre la Historia del Arte y la visión kan-
el uso reflexionante de nuestra razón. tiana del juicio, comienza a presentar li-
Pero, al menos dentro de la arquitectura mitaciones que resultarán imposibles de
kantiana, lo anterior no significa que se superar en este ámbito de pensamiento.
509 Ibíd., § 75 (“El concepto de una conformidad a fin objetiva de la naturaleza es un principio
crítico de la razón para la facultad de juzgar reflexionante”), pp. 328-329. Conviene recordar
que ya el planteamiento del arte en Winckelmann se encontraba también abocado a una
salida teológica.
510 Ibíd., § 76 (“Observación”), p. 330.
511 En el esquema de la teoría de los tres mundos de Karl Popper habría que decir aquí que la obra
de arte, y la Historia del Arte, no son sólo parte del mundo uno (en cuanto su presencia física),
sino también, y sobre todo, del mundo tres. Goodman, por su parte, insiste en “[…] que hay
tantos modos de ser del mundo como los hay de describirlo, verlo, pintarlo, etc., verdade-
ramente, y que no existe algo así como el modo de ser del mundo”. Nelson Goodman, Los
lenguajes del arte, Barcelona, Seix Barral, 1974, p. 24, cita 4.
512 “Así como la razón, en la consideración teórica de la naturaleza, tiene que aceptar la idea
de una incondicionada necesidad de su fundamento originario, también presupone, en la
[consideración]* práctica, su propia causalidad incondicionada (respecto a la naturaleza), es
decir [la]* libertad, al ser consciente de su mandamiento moral”. I. Kant, Crítica de la facultad
de juzgar, Op. cit., § 76 (“Observación”), p. 332.
414 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
513 Ibíd.
514 “Nuestro entendimiento tiene, pues, esto de propio para la facultad de juzgar: que en el co-
nocimiento [que se obtiene]* a través suyo, lo particular no es determinado por lo universal,
y que aquél no puede, entonces, ser derivado únicamente de éste; a pesar de ello, esto parti-
cular en la diversidad de la naturaleza debe concordar (por medio de conceptos y leyes) con
lo universal, para poder ser subsumido bajo éste, concordancia que, en tales circunstancias,
no puede sino ser muy contingente y sin principio determinado para la facultad de juzgar”.
Ibíd., § 77 (“De la peculiaridad del entendimiento humano, por la cual se nos hace posible el
concepto de un fin natural”), p. 335.
515 En este sentido podría aplicarse lo dicho por Kant acerca de la ciencia natural: “Con ello
comprendemos a la vez por qué estamos lejos de sentirnos contentos en la ciencia natural
con una explicación de los productos de la naturaleza mediante la causalidad según fines: es
porque en ella exigimos que se juzgue la generación natural simplemente en conformidad
con nuestra facultad de juzgarla, es decir, con la facultad de juzgar reflexionante, y no con las
cosas mismas, para provecho de la facultad de juzgar determinante”. Ibíd., p. 337.
516 “[…] se puede comprender también lo que resulta sin duda fácil de conjeturar, pero que difí-
cilmente se podría afirmar y demostrar con certeza, a saber, que el principio de una derivación
mecánica de productos naturales conformes a fin podría coexistir junto al teleológico, pero
que de ningún modo podría tomarlo dispensable: es decir que a propósito de una cosa que
debemos juzgar como fin natural (un ser organizado) podemos ciertamente ensayar todas las
leyes de la generación mecánica conocidas y aun por descubrir y también esperar lícitamente
que tengamos buen progreso con ellas, pero jamás estar eximidos de la apelación a un fun-
damento de generación enteramente diferente de aquél para la posibilidad de un producto
semejante, o sea, la casualidad según fines […]”. Ibíd., p. 338.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 415
517 “[…] cuando asumo el mismo producto como fin natural, no puedo contar con un modo
mecánico de generación suyo, ni tomar éste como principio constitutivo para el enjuicia-
miento de ese [producto]* en su posibilidad, y unificar así ambos principios”. Ibíd., § 78 (“De
la unificación del principio o del mecanismo universal de la materia con el teleológico en la
técnica de la naturaleza”), p. 340.
518 Ibíd., p. 341.
519 “Ahora bien: como de éste [lo suprasensible] no podemos tener más que el indeterminado
concepto de un fundamento, que hace posible el enjuiciamiento de la naturaleza según leyes
empíricas, pero que por lo demás no podemos determinar más cercanamente a través de
ningún predicado, se sigue que la unificación de ambos principios no puede reposar sobre
un fundamento de explicación (explicatio) de la posibilidad de un producto según leyes dadas
para la facultad de juzgar determinante, sino sólo en un fundamento de exposición (expositio) de
aquélla para la facultad de juzgar reflexionante”. Ibíd., pp. 340-341.
520 “Y como este principio es solamente una máxima de la facultad de juzgar reflexionante, no
de la determinante, y por eso vale sólo subjetivamente para nosotros, y no objetivamente
para la posibilidad de esta especie de cosas (donde ambos modos de generación bien podrían
estar conexos en uno y el mismo fundamento); y como además tal generación no podrá ser
juzgada en absoluto como producto de la naturaleza sin el concepto que añadiese al modo de
416 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
mecánica521 que, sin embargo, tampoco Carlo Argan como punto de partida de
podemos dejar de considerar: inclusive su reflexión epistemológica acerca
será siempre indispensable avanzar de la Historia del Arte:522 el interés por
en esta explicación tanto como sea la obra como cosa se desarrolla en el
posible. nivel de un conocimiento empírico de
La misma distinción entre la obra los fenómenos artísticos, mientras que el
como objeto y su valor sirve a Giulio análisis por el valor se ubica en el amplio
por ejemplo, señala que, desde los orígenes, el arte ya se dirige hacia su diversidad futura: en
los trazos que adornan los huesos decorados más antiguos aparecen las formas geométricas
con sus juegos de repetición y simetría, y aun en las obras que parten de la representación
de la naturaleza se aplican las mismas leyes. “En el momento en que, con la aparición de las
primeras grandes civilizaciones, va a nacer la historia, el hombre ha puesto ya en su lugar sin
saberlo las premisas fundamentales que se volverán a hallar en los progresos futuros del arte”.
René Huyghe, El arte y el hombre, 9.ª ed., Barcelona, Planeta, 1977, p. 30. Y más adelante, al
señalar las funciones del arte en los imperios agrarios, refuerza la arquitectura de su narración
histórica: “Al arte se le ofrecen mil tareas. Ante todo tenía que cumplir con más plenitud las
que, desde la prehistoria, le correspondían: ser el acompañamiento y el instrumento de la
vida religiosa, en sus sucesivas encarnaciones, conmemorar los acontecimientos que señalan
la vida de la colectividad y sobre todo, por añadidura, la de sus jefes representativos. Pero se
añadía otra función, apenas esbozada antes: satisfacer la creciente necesidad de lujo que se
apoderaba de lo que llamamos hoy ‘clases dirigentes’ y que respondía a su afán de prestigio”.
Ibíd., p. 122. Por su parte, Ernst Gombrich inicia el relato de su Historia del Arte afirmando
que “No sabemos cómo empezó el arte, del mismo modo que ignoramos cuál fue el comienzo
del lenguaje”. E. H. Gombrich, Historia del arte, Op. cit., p. 19. Ampliando la lectura del texto
kantiano, cabe inclusive señalar que para René Huyghe, por ejemplo, parece tener mayor
aplicación la teoría de una epigénesis que la de una evolución en la historia del arte: en la epigé-
nesis, las obras como seres orgánicos son productos de sus semejantes y no mero resultado de
sucesivas deducciones puntuales. Cfr. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 81 (“De
la asociación del mecanismo con el principio teleológico de la explicación de un fin natural
como producto de la naturaleza”), pp. 350-351. Gombrich, que señala que todas las obras de
arte son siempre producto de alguien en un momento y circunstancias determinadas, parece
inclinarse así por la teoría evolutiva; lo que se afirma es que las características de las obras se
perfilan en su propio desarrollo y no están inscritas en un código genético original. Como el
rechazo de visiones tanto epigenéticas como evolutivas y, por lo mismo, contra la historicidad
de la obra de arte, se puede considerar el núcleo del planteamiento de Benedetto Croce, que
sostiene el carácter único e irrepetible de cada obra.
527 En el mismo sentido, parecería indiscutible que inclusive el esquema lógico que siguen las
Lecciones sobre la estética de Hegel busca responder a esta doble y simultánea exigencia kantiana
del desarrollo de las formas del arte y su relación con la causalidad.
528 Cfr. Ibíd., § 82 (“Del sistema teleológico de las relaciones externas de los seres organizados”),
pp. 352-356.
529 “Hay un juicio del cual ni aun el más vulgar entendimiento puede privarse al meditar sobre
la existencia de las cosas en el mundo y sobre la existencia del mundo mismo: a saber, que
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 419
arte este fin final, y nos limitáramos a la fines particulares,531 sin que se pueda
mera afirmación de su autonomía formal, olvidar que él mismo y sus obras son
no sólo se destruiría su significación hu- también medios para la conservación y
mana, sino que, al mismo tiempo, se eli- equilibrio de toda la naturaleza como
minaría toda posibilidad de enfrentarlo sistema de fines.
como una realidad que de alguna forma Por eso, más allá de una concepción
pudiera ser entendida como organizada, de la felicidad que procede ante todo de
y retornaríamos, de hecho, a ubicarlo la acción bienhechora de la naturaleza, e
como resultado del azar, al margen de inclusive más allá de su actividad como
cualquier intención de la naturaleza; y es señor de la misma, sólo a través de la
que, si el arte no se entiende con respecto cultura se hace el hombre a sí mismo fin
al hombre como fin final, queda reducido final a través de la libertad:
a una mera consideración física de desa- La producción de la aptitud de un
rrollos materiales.530 ser racional para fines cualesquiera
Sin embargo, superando aquella en general (por consiguiente, en su
ordenación natural, la felicidad y la libertad), es la cultura. Así, pues, sólo
cultura del hombre, y, por tanto, el arte la cultura puede ser el fin último que
como elemento de este contexto, son se tenga razón en atribuirle a la na-
turaleza en vista del género humano
planteados por Kant como los fines
(y no su propia felicidad en la tierra,
básicos de la naturaleza con respecto o aun, siquiera, el ser el principal
al hombre, naturaleza que es, de esta instrumento para instaurar orden y
manera, empleada por el ser humano armonía en la naturaleza carente de
con miras al desarrollo de toda clase de razón fuera de él).532
todas las múltiples creaturas, por grande que pueda ser el arte de su ordenamiento y variado
el nexo en que se relacionan unas a otras en conformidad a fin, y aun la totalidad de tantos
sistemas suyos que incorrectamente llamamos mundos, no existirían para nada si no hubiese
en ellos hombres (seres racionales en general); o sea, que sin los hombres la creación entera
sería un mero desierto, de balde y sin fin final”. Ibíd., § 86 (“De la eticotología”), p. 368.
530 “Si sólo se admite como razón explicativa de la conformidad a fin de la naturaleza el mero
mecanismo de ésta no se puede preguntar, entonces, para qué existen las cosas en el mundo;
pues en tal caso se habla solamente, de acuerdo con un tal sistema idealista, de la posibili-
dad física de las cosas (y sería simple sofistería, sin objeto, el pensarlos como fines); y ya se
interprete esta forma de las cosas según el azar, ya según la ciega necesidad, en ambos casos
esa pregunta sería vacua”. Ibíd., § 84 (“Del final de la existencia de un mundo, es decir, de la
creación misma”), p. 361.
531 “Si ahora ha de encontrarse en el hombre mismo lo que ha de ser fomentado como fin por
medio de su vinculación con la naturaleza, el fin tiene que ser, entonces, o bien de tal especie
que pueda ser satisfecho por la naturaleza en su acción bienhechora, o bien es la aptitud y
habilidad para toda clase de fines para los cuales pudiera ser empleada por el [hombre]*
la naturaleza (externa e internamente). El primer fin de la naturaleza sería la felicidad, el
segundo, la cultura del hombre”. Ibíd., § 83 (“Del fin último de la naturaleza como sistema
teleológico”), p. 356.
532 Ibíd., p. 358.
420 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Pero no basta como fin la sola con- que conserva su valor imprescindible, es
sideración de la cultura en cuanto ha- preciso que el artista desarrolle la capa-
bilidad, aunque ésta sea una condición cidad de liberarse de las ataduras de los
subjetiva indispensable, sino que es deseos.533 Sin negar ni dañar los valores
necesaria la presencia de la voluntad en de los aspectos puramente materiales,
la determinación y elección de sus fines. e incluso “animales”, que en muchos
Y, por eso, no basta aquí el arte consi- aspectos nos mueven en la cultura y en
derado como despliegue de habilidades el arte, en estos ámbitos debemos ser
técnicas o imitativas, sino que se invoca, “[…] lo bastante libres para tensarlos o
necesariamente, la obra creativa del ge- aflojarlos, alargarlos o acortarlos, según
nio: más allá de la base positiva, que es lo exijan los fines de la razón”.534
la habilidad en la cual se fundamentaba La diferencia entre habilidad y dis-
toda la concepción anterior del arte, y ciplina conduce de nuevo la reflexión
533 “Pero no toda cultura es suficiente para este fin último de la naturaleza. La cultura de la
habilidad es, por cierto, la principal condición subjetiva de la aptitud para el fomento de los
fines en general; sin embargo, no basta para coadyuvar a la voluntad en la determinación y
elección de sus fines, lo cual pertenece, sin embargo, esencialmente a la total envergadura de
una aptitud para fines. Esta última condición de la aptitud, que podría llamarse la cultura de
la disciplina (disciplina), es negativa, y consiste en la liberación de la voluntad del despotismo
de los deseos, por el cual, al estar apegados a ciertas cosas naturales, nos vemos incapacitados
para elegir por nosotros mismos […]”. Ibíd. En este contexto se puede leer la profesión de fe
formulada por Kenneth Clark al final de su obra Civilización, aunque reconoce que podrían
sonar como afirmaciones retrógradas: “Creo que el orden es mejor que el caos, la creación
mejor que la destrucción. Prefiero la moderación a la violencia, el perdón a la revancha. En
conjunto creo que el conocimiento es preferible a la ignorancia, y estoy seguro de que la
solidaridad humana vale más que la ideología. Creo que, a pesar de los recientes triunfos de
la ciencia, el hombre no ha cambiado mucho en los últimos dos mil años; y que, por consi-
guiente, todavía tenemos que intentar aprender de la historia. La historia somos nosotros.
Sostengo también una o dos creencias que son más difíciles de expresar en pocas palabras.
Por ejemplo, creo en la cortesía, ese ritual por el que evitamos herir los sentimientos ajenos
para satisfacer a nuestro ego. Y creo que debemos recordar que somos parte de un gran todo,
al que por conveniencia llamamos naturaleza. Todos los seres vivos son nuestros hermanos.
Sobre todo, creo en el genio que Dios ha dado a ciertos individuos, y valoro la sociedad que
les hace posible la existencia”. K. Clark, Civilización, Op. cit., vol. 2, p. 502.
534 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 83 (“Del fin último de la naturaleza como
sistema teleológico”), p. 359. Y es así como la relación entre arte y civilización supera los
niveles de lo empírico y se ubica en la dimensión de lo histórico y en el planteamiento de la
intencionalidad teleológica. Así lo reconoce Argan: “En el ámbito de la civilización europea,
clásico-cristiana, el arte ha tenido ciertamente un desarrollo histórico correspondiente a la
estructura historicista de esa misma civilización. Se ha hecho arte con la intención y con la
conciencia de hacer arte, y con la certeza de colaborar, haciendo arte, a hacer la civilización
o la historia. La intencionalidad y la conciencia de la función histórica del arte son indiscuti-
blemente los factores principales de la relación que se establece entre los hechos artísticos de
un mismo período, entre los sucesivos períodos, entre la actividad artística en general y las
demás actividades del mismo sistema cultural”. G. C. Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia
dell’arte come storia della città, Op. cit., p. 25. O también: “[…] la historia del arte no es tanto una
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 421
historia de cosas como una historia de juicios de valor. En cuanto toda historia es una historia
de valores, aunque conectados e inherentes a hechos, la contribución de la historia del arte a la
historia de la civilización es fundamental e indispensable”. G. C. Argan, “Premessa allo studio
della storia dell’arte”, en: G. C. Argan y M. Fagiolo, Guida alla Storia dell’arte, Op. cit., p. 8.
535 Que nos detengamos aquí tiene que ver, además, con la preocupación de establecer una distancia
entre nuestra posibilidad de pensar la Historia del Arte como totalidad y la argumentación
del historicismo posterior que identifica Dios e historia: “Esta será, desde luego, la estrategia
del Idealismo que de esta manera se constituirá en argumento ontológico peculiar: la propia
historia sería la demostración de la existencia de Dios porque sería la propia realización de
su existencia”. J. L. Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”, en: J. L.
Villacañas et al., Estudios sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., p. 27, nota 29.
536 El mismo planteamiento aparecía en el texto de las Ideas, en la “insociable sociabilidad” que
reúne una fuerte tendencia a socializarse con la inclinación a individualizarse: “El medio del
que se sirve la Naturaleza para llevar a cabo todo el desarrollo de sus disposiciones es el antagonismo
de las mismas dentro de la sociedad, en la medida en que ese antagonismo acaba por convertirse en la
causa de un orden legal de aquellas disposiciones”. I. Kant, “Ideas para una historia universal en
clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre
filosofía de la historia, Op. cit., p. 8. Villacañas distingue aquí dos cuestiones diferentes entre las
Ideas y la Crítica: “[…] una, la de los mecanismos por los que la ‘insociable sociabilidad’ puede
abrirse desde dentro hacia la forma social de un estado republicano; dos, la de la estructura
conceptual que en todo caso deberá tener esa apertura en el caso de que se consiga inaugu-
rar en la historia real. La primera cuestión indudablemente tiene que poseer una dimensión
causal, la segunda una mera dimensión reflexiva. […] La primera cuestión planteada lleva
a los problemas de Filosofía de la Historia y su vinculación con la política. La segunda a la
definición conceptual de un modelo republicano de existencia humana. La crítica del juicio
[es decir, la Crítica de la facultad de juzgar] se centra de hecho en esta segunda cuestión”. J. L.
Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo del clasicismo”, en: J. L. Villacañas et al., Estudios
sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., pp. 32-33.
537 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 83 (“Del fin último de la naturaleza como
sistema teleológico”), p. 359.
422 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Kant, de una cultura de las clases socia- el desarrollo de la cultura y del arte,
les dominantes, las cuales, para lograr y, por tanto, incluso su interpretación
el despliegue de esas manifestaciones, histórica dentro de un sistema moral-
mantienen a los primeros en un estado mente fundado: intercambio que es
de opresión, trabajo amargo y escaso conocimiento universal y definición de
goce,538 también en las clases dominadas los gustos de una época, pero también,
se difunden paulatinamente los logros al mismo tiempo, libertad. En otras pa-
de esta cultura. Así, en la desigualdad y labras, sólo así se encuentra también la
el descontento, “[…] el fin de la natura- posibilidad de unir la creación del genio
leza misma, aunque no sea nuestro fin, con la exigencia de una comunicabilidad
se alcanza con ello, no obstante”.539 Y la universal.540
condición formal indispensable para lo- Y, en segundo lugar, desde el punto
grar que la cultura y el arte no sean opre- de vista de la interpretación. Porque,
sión sino libertad es la constitución legal finalmente, cabe destacar que esta nueva
de la sociedad civil y, en última instancia, definición del arte y de toda la cultura,
el desarrollo de una sociedad cosmopolita que supera los límites mecánicos de Va-
como sistema de todos los Estados. En sari y de Winckelmann, abre al hombre
definitiva, sólo en un esquema como hacia el arte como creación de mundos y,
éste, civil y cosmopolita, puede lograrse por tanto, hacia unos fines más altos
538 Es una perspectiva diferente a la de Winckelmann, que había asumido una posición más
política que no se limitaba al terreno puramente estético en su crítica contra el gusto falso e
inmoral de las monarquías y cortes del Barroco y del Rococó. Ello es paralelo, de hecho, con
la diferente perspectiva de la libertad asumida por Winckelmann y Kant: como política en el
primer caso y como problema interior en el segundo.
539 Ibíd. Por lo demás, era éste uno de los puntos de partida en el texto de las Ideas para una historia
de la humanidad en clave cosmopolita y, en nuestra perspectiva analógica, una de las problemáticas
básicas para la consideración de la historia del arte: “Poco imaginan los hombres (en tanto que
individuos e incluso como pueblos) que, al perseguir cada cual su propia intención según su
parecer y a menudo en contra de los otros, siguen sin advertirlo —como un hilo conductor— la
intención de la Naturaleza, que les es desconocida, y trabajan en pro de la misma, siendo así
que, de conocerla, les importaría bien poco”. I. Kant, “Ideas para una historia universal en
clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre
filosofía de la historia, Op. cit., p. 4.
540 A partir de aquí, José Luis Villacañas refuerza los vínculos entre el texto de las Ideas y la Crítica
de la facultad de juzgar: “Pues, como resultará obvio, en una constitución republicana se resuelve:
1) el problema de la autonomía humana desde principios morales, y, por ende, se resuelve
el problema de una felicidad digna, y 2) se encamina a la libre y completa ordenación de las
capacidades humanas. No les diré nada nuevo si les recuerdo que este problema es el que
Kant se plantea en las Ideas para una historia universal en clave cosmopolita. Y, por tanto, desearé
defender en lo que sigue que en La crítica del juicio deberemos ver una forma más desarrollada
de defender esta obrita. Un corolario de este planteamiento es que debemos ver en La crítica
del juicio los supuestos, primero, de toda teoría de la política y, segundo, de una teoría de la
cultura de las disposiciones subjetivas”. J. L. Villacañas, “Naturaleza y razón: Kant filósofo del
clasicismo”, en: J. L. Villacañas et al., Estudios sobre la “Crítica del juicio”, Op. cit., p. 30.
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 423
que los que la sola naturaleza podría darse a sí mismo, y que consiste en
proporcionarnos, lo que da, de hecho, lo que hace, cómo y según qué prin-
una nueva dimensión de valor a la vida cipios actúa él, no como miembro de
la naturaleza, sino en la libertad de
del hombre:
su facultad de desear; es decir, una
El bello arte y las ciencias, que si no buena voluntad es lo único en virtud
hacen al hombre éticamente mejor, de lo cual su existencia puede tener
sí lo civilizan, le ganan mucho a la un valor absoluto y en referencia al
tiranía de la propensión sensorial cual la existencia del mundo [puede
mediante un placer que se deja comu- tener]* un fin final.542
nicar universalmente y un pulimento
y refinamiento para la sociedad y por En definitiva, sólo en la considera-
esta vía preparan al hombre para un ción del hombre como fin final encuen-
dominio en que debe imperar la sola tra el arte su sentido último: sólo en él
razón; al paso que los males con que encuentra finalmente una respuesta la
nos aflige en parte la naturaleza y pregunta de “para qué existe el arte”:
en parte el inconciliable egoísmo de
los hombres, solicitan, intensifican Y bien: tenemos en el mundo una
y robustecen a la vez las fuerzas del única especie de seres cuya causali-
alma, para no sucumbir a aquéllos y dad es teleológica, esto es, dirigida a
hacernos sentir así una aptitud para fines, y, sin embargo, dotada al mismo
fines más elevados que está oculta en tiempo de tal suerte que la ley según
nosotros.541 la cual han de determinar sus fines es
representada por ellos mismos como
Por eso, el valor que la vida tiene para incondicionada e independiente de
nosotros depende, esencialmente, de lo condiciones naturales, pero en sí mis-
que hacemos, en el marco del reino de ma como necesaria. El ser de esta es-
los fines: pecie es el hombre, mas considerado
como noumenon; el único ser natural
Por lo tanto, es sólo la facultad de en que podemos reconocer, de parte
desear, mas no la que hace [al hom- de su propia dotación, una facultad
bre]* dependiente de la naturaleza suprasensible (la libertad) y aun la
(por impulsos sensibles), ni aquella ley de la causalidad, junto al objeto
con respecto a la cual el valor de su de ésta que aquél puede proponerse
existencia descansa en lo que recibe y como fin supremo (el bien supremo
goza; sino el valor que sólo él puede en el mundo).543
541 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 83 (“Del fin último de la naturaleza como
sistema teleológico”), p. 360.
542 Ibíd., § 86 (“De la eticoteología”), pp. 368-369. Ya antes lo había señalado de forma marginal:
“No queda, pues, nada más que el valor que nosotros mismos damos a nuestra vida no sola-
mente a través de lo que hacemos, sino también por lo que hacemos en conformidad a fin con
tal independencia de la naturaleza, que aun la existencia de la naturaleza puede ser fin sólo
bajo esta condición”. Ibíd., § 83 (“Del fin último de la naturaleza como sistema teleológico”),
p. 360, nota a pie de página.
543 Ibíd., § 84 (“Del final de la existencia de un mundo, es decir, de la creación misma”), pp. 361-362.
Y a continuación: “Pero si las cosas del mundo, en cuanto seres dependientes en su existencia,
424 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
requieren de una causa suprema que actúa con arreglo a fines, el hombre entonces es causa
final de la creación; pues sin éste la cadena de los fines subordinados unos a otros no estaría
completamente fundada, y únicamente en el hombre, aunque en él sólo como sujeto de la
moralidad, puede encontrarse la legislación incondicionada en vista de los fines, la única,
pues, que lo capacita para ser un fin final al cual toda la naturaleza está teleológicamente
subordinada”. Ibíd., p. 362.
544 Por supuesto, la comparación tiene aquí un mero carácter analógico. Cfr. al respecto, Ibíd.,
(“Observación general a la teleología”), p. 408: “[…] una física teológica sería un absurdo,
porque no expondría leyes naturales, sino ordenanzas de una voluntad suprema; en cambio,
una teología física […] puede ciertamente hacer sentir la necesidad de una teología que de-
terminase suficientemente el concepto de Dios […]”. En ningún momento puede perderse
de vista que el arte es una actividad humana o, como señala Lionello Venturi, un nuevo ser
humano: “Una forma, para ser artística, debe ser creada. Es decir, no copiada, ni inventada.
En efecto, la invención es la producción de un objeto diferente a la vida humana (el teléfono
o el areoplano), mientras que el arte empieza y termina en el hombre, pertenece a la historia
del hombre, al desarrollo de la mente humana. Una obra de arte es un nuevo ser humano”.
L. Venturi, Storia della critica d’arte, Op. cit., p. 25.
545 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 85 (“De la fisicoteología”), p. 363.
546 “Mas como los datos, y por consecuencia, los principios para determinar este concepto de una
causa inteligente del mundo (como supremo artista) son meramente empíricos, no permiten
inferir ninguna propiedad más que las que en los efectos de esa [causa]* nos revela la expe-
riencia; la cual, como nunca puede abarcar a toda la naturaleza como sistema, tiene que ir
a dar a menudo (en apariencia) en ese concepto y entre argumentos que están en conflicto
unos con otros, pero, aun si fuésemos poderosos a abarcar empíricamente el sistema entero,
en lo que atañe a la mera naturaleza jamás puede [la experiencia]* elevarnos por sobre ésta
Kant: de la idea de progreso a la Historia del Arte como interpretación / 425
hasta el fin de su existencia misma y, por tal medio, al concepto determinado de aquella in-
teligencia superior”. Ibíd., p. 364. Y un poco más adelante agrega: “[…] tan pronto como no
tenemos a mano más que principios de la experiencia, extraídos del efectivo enlace causal del
mundo, para la fundamentación del concepto de ese [ser]*, no podemos por una parte hallar
recurso contra la discordancia que en muchos ejemplos plantea la naturaleza al respecto de
la unidad de los fines ni, por otra parte, extraer jamás de allí, de manera suficientemente
determinada para alguna teología que sea utilizable, no importa de qué modo (teórico o
práctico), el concepto de una única causa inteligente, tal cual lo obtenemos, autorizados por
simple experiencia”. Ibíd., p. 366.
547 “Un intento filosófico de elaborar la historia universal conforme a un plan de la Naturaleza
que aspire a la perfecta integración civil de la especie humana tiene que ser considerado como
posible y hasta como elemento propiciador de esa intención de la Naturaleza”. I. Kant, “Ideas
para una historia universal en clave cosmopolita”, en: Ideas para una historia universal en clave
cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Op. cit., p. 20.
548 I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op. cit., § 86 (“De la eticoteología”), p. 369.
549 Ibíd.
550 “[…] hay un principio al cual aun la razón humana más común está forzada a dar inmediata
aprobación: que si en alguna parte ha de haber un fin final que la razón deba indicar a priori,
no puede ser éste ningún otro que el hombre (cada ser racional del mundo) bajo leyes morales”.
Ibíd., § 87 (“De la prueba moral de la existencia de Dios”), p. 374. Y en nota a pie de página
aclara Kant que no se trata de un comportamiento según leyes morales o en conformidad con
ellas, sino, precisamente, bajo leyes morales: “Sólo del hombre bajo leyes morales podemos decir,
sin transgredir las fronteras de nuestra intelección, que su existencia constituye el fin final
del mundo. Esto concuerda también perfectamente con el juicio de la razón humana que
reflexiona moralmente sobre el curso del mundo”. Ibíd.
426 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
560 Ibíd. “Los objetos para conceptos cuya realidad objetiva puede ser probada (ya sea mediante
razón pura, ya mediante experiencia y, en el primer caso, a partir de datos teóricos o prácticos
de la razón, pero en todos los casos por medio de una intuición que les sea correspondiente)
son (res facti) hechos”. Ibíd., p. 392.
561 Ibíd.
562 E. Cassirer, Kant, vida y doctrina, Op. cit., p. 360. “La historicidad, el ser histórico, es com-
prendido ahora como el nunca agotarse en el saberse”. Javier Domínguez Hernández, “La
filosofía en la perspectiva hermenéutica”, Revista Universidad de Antioquia, Medellín, vol. 56,
núm. 213, jul.-sep., 1988, pp. 25-26.
Conclusión
del Arte. Continuar en esta dirección de
La lectura de Immanuel Kant llega Gombrich nos ubicaría, sobre todo, en la
historia del proceso de la historiografía
hasta aquí. Sin embargo, la Crítica de la
facultad de juzgar, leída desde la pers- del arte en el cual, por el contrario,
pectiva de la Historia del Arte, plantea como se ha dicho, tradicionalmente
tantas posibilidades de referencia a la Kant no ha encontrado un sitio.
casi inminente visión hegeliana, que Pero, por otra parte, en sentido
podría pensarse que el análisis propues- estricto, y a pesar de lo afirmado por
to en este estudio debería tener una Gombrich, lo que se formula en las Lec-
continuación necesaria, con una lectura ciones sobre la estética no es propiamente
igualmente detenida de las Lecciones sobre una Historia del Arte, sino una filosofía
la estética de Wilhelm Friedrich Hegel. de la historia del arte —y aquí es clave
Pero es necesario afirmar que una tal nuestro uso convencional de mayúscu-
lectura de Hegel, más allá de desbordar las y minúsculas—: el problema para
las limitaciones prácticas del presente Hegel no es la reflexión acerca de la
estudio, no se ubica, en realidad, dentro disciplina sino, ya claramente, el plan-
de sus intereses conceptuales, aunque no teamiento filosófico acerca del proceso
sea contrario a ellos y los refuerce. Por histórico de la producción artística.
una parte, aquí no se planteaba como Con ello no se pretende afirmar que
propósito el análisis del desarrollo his- no sea posible leer las Lecciones desde
tórico de la disciplina que, como ocurre la perspectiva de la Historia del Arte;
por ejemplo en la visión de Ernst H. e inclusive el intento debería ser más
Gombrich,1 obligaría a cubrir el paso de obvio que frente a Kant, que nunca se
Johann Joachim Winckelmann a Hegel, preocupó por el proceso de la historia
identificado por él como el verdadero del arte y mucho menos por la disci-
iniciador de la disciplina de la Historia plina correspondiente. Sin embargo,
1 Cfr. Ernst H. Gombrich, “‘Padre de la Historia del Arte’. Lectura de las Lecciones sobre la estéti-
ca, de G. W. F. Hegel (1770-1831)”, en: Tributos. Versión cultural de nuestras tradiciones, México,
Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 52-67.
430 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
2 “Lo que llamamos historia del arte ha sido siempre una historia del arte europeo en la que,
a pesar de todas las identidades nacionales, la hegemonía de Europa quedaba al margen de
cualquier discusión. […] Lo que llamamos historia del arte es, pues, una invención de utilidad
limitada y puesta al servicio de una idea limitada del arte”. Hans Belting, “El arte mundial
y las minorías: una nueva geografía de la historia del arte”, Humboldt, Bonn, Inter Nationes,
vol. 38, núm. 116, 1996, pp. 46-47.
3 Javier Domínguez Hernández, “Estética hermenéutica y hermenéutica de la imagen. La arti-
culación de imagen y lenguaje en H.-G. Gadamer y G. Boehm”, Estudios de Filosofía, Medellín,
Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia, núms. 15-16, feb.-ago., 1997, p. 94.
Conclusión / 431
4 Frente a ese mundo fenoménico del arte es necesario, sin embargo, ir más allá del puro juicio
de gusto. De lo contrario, con Kant tendría que recordarse que “[…] todos los juicios de gusto
son juicios singulares, porque enlazan su predicado de complacencia no con un concepto, sino
con una única representación empírica dada”. Immanuel Kant, Crítica de la facultad de juzgar,
Caracas, Monte Ávila Latinoamericana, 1992, § 37 (“¿Qué es lo que propiamente se afirma a
priori de un objeto en un juicio de gusto?”), p. 200.
5 Cfr. Javier Maderuelo, “La valoración del arte actual. Flexiones críticas”, Lápiz, Madrid,
núm. 106, oct.-nov., 1994, pp. 95-96.
6 “[…] y ello con tal certeza que se podría decir atrevidamente que para los hombres es absurdo
el sólo trazar un plan semejante, o esperar que acaso pudiere nacer alguna vez un Newton
que hiciese concebible no más que la generación de una brizna de hierba con arreglo a leyes
naturales a las que no ha ordenado ninguna intención, sino que debe negársele absolutamente
esta inteligencia a los hombres. Pero juzgar que en tal caso no pudiese yacer oculto en la naturaleza,
si fuésemos capaces de penetrar hasta su principio en la especificación de sus leyes universales
que nos son conocidas, un fundamento suficiente de la posibilidad de seres organizados sin
poner por fundamento de su generación una intención (por tanto, en el mero mecanismo [de
la naturaleza]), sería, a su turno, muy desmedido de parte nuestra […]”. I. Kant, Crítica de la
facultad de juzgar, Op. cit., § 75 (“El concepto de una conformidad a fin objetiva de la naturaleza
es un principio crítico de la razón para la facultad de juzgar determinante”), p. 329.
432 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
7 Giulio Carlo Argan, “La storia dell’arte”, en: Storia dell’arte come storia della città, 2.a ed., Roma,
Editori Riuniti, 1993, p. 21 (existe traducción en lengua española: Giulio Carlo Argan, Historia
del arte como historia de la ciudad, Barcelona, Laia, 1984).
8 Erwin Panofsky, “La historia del arte en cuanto disciplina humanística”, en: El significado en
las artes visuales, Madrid, Alianza, 1975, p. 34.
9 “En las representaciones del arte romántico tiene por tanto lugar todo, todas las esferas vitales
y todos los fenómenos, lo máximo y lo mínimo, lo supremo y lo ínfimo, lo ético, lo no ético
y el mal […] y más a gusto se encuentra el artista cuando las representa como son”. Wilhelm
Friedrich Hegel, Lecciones sobre la estética, Madrid, Akal, 1989, p. 436.
Conclusión / 433
10 Ernst H. Gombrich, “La concepción renacentista del progreso artístico y sus consecuencias”,
en: Norma y forma. Estudios sobre el arte del Renacimiento, Madrid, Alianza, 1985, p. 30.
11 Hans Belting, “La fine della storia dell’arte o la libertà dell’arte”, en: La fine della storia dell’arte
o la libertà dell’arte, Torino, Giulio Einaudi, 1990, pp. 20-21.
12 Ernst H. Gombrich, “Relativismo en la apreciación del arte”, en: Temas de nuestro tiempo. Pro-
puestas del siglo XX acerca del saber y del arte, Madrid, Debate, 1997, p. 60.
434 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
13 “[…] se puede comprender también lo que resulta sin duda fácil de conjeturar, pero que difí-
cilmente se podría afirmar y demostrar con certeza, a saber, que el principio de una derivación
mecánica de productos naturales conformes a fin podría coexistir junto al teleológico, pero
que de ningún modo podría tomarlo dispensable: es decir que a propósito de una cosa que
debemos juzgar como fin natural (un ser organizado) podemos ciertamente ensayar todas las
leyes de la generación mecánica conocidas y aun por descubrir y también esperar lícitamente que
tengamos buen progreso con ellas, pero jamás estar eximidos de la apelación a un fundamento
de generación enteramente diferente de aquél para la posibilidad de un producto semejante,
o sea, la casualidad según fines […]”. I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, Op cit., § 77 (“De la
peculiaridad del entendimiento humano, por la cual se nos hace posible el concepto de un fin
natural”), p. 338.
14 E. Panofsky, “La historia del arte en cuanto disciplina humanística”, en: El significado en las
artes visuales, Op. cit., p. 17.
15 Ibíd., pp. 18-19.
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Índice de obras
A Consideraciones sobre la imitación de las
obras griegas en la escultura y en la
Actualidad de lo bello, La (Gadamer), xxii pintura (Winckelmann), 189
Adoración de los Magos (Da Vinci), 22 Cristo en el limbo (Bronzino), 45
Aedificatoria, De re v. Tratado de la Crítica de la facultad de juzgar (Kant), xiv,
arquitectura (Alberti), 9 xxiii, xxiv, 124, 161, 175, 181, 220,
Agamenón (Esquilo), 193 227, 228, 244, 246, 247, 249, 250, 255,
Amor sagrado y amor profano 258, 261, 263, 265, 273, 274, 276-278,
(Tiziano), 371 281-285, 288, 289, 292, 298, 300, 301,
Anónimo Maglabechiano, 30 313, 316, 321, 337, 340, 344, 360, 364,
Antínoo admirando, 178, 179 368, 379, 382, 394, 396, 405, 421, 422,
Apolo del Belvedere, 122, 130, 131, 178, 179 425-427, 429
Arquitectura, De la (Vitruvio), 115 Crítica de la razón práctica (Kant), 284
Arte (Diderot), xv Crítica de la razón pura (Kant), 284, 318, 340
Arte e ilusión (Gombrich), 293, 315, 357 Crucifixión (Buonarroti), 327
Asesinato de Marat, El (David), 275 Cúpula de San Pedro (Buonarroti), 39
Asunción (Botticini), 37
D
B
De prospectiva pingendi v. Perspectiva para
Baptisterio de Florencia, puertas del, 6
la pintura, De la (Piero)
Basílica de San Pedro, 168
Desarrollo del arte, El (Tatarkiewicz), xii
Beaux arts reduits à un même principe, Les
Diálogos en Roma (Francisco
(Batteux), xv, 319
de Holanda), 38
Bello y lo sublime, Lo (Kant), 208
Diez libros de arquitectura, Los
Breves estudios sobre el arte antiguo
(Vitruvio), 8, 17
(Winckelmann), 123, 148
Disertación sobre la capacidad del
C sentimiento de lo bello en el arte y
sobre la enseñanza de la capacidad
Capilla Sixtina
misma (Winckelmann), 141
bóveda de la (Buonarroti), 374
Divina proporción, La (Pacioli), 15
frescos de la (Buonarroti), 39
Cimentación para la metafísica de las E
costumbres (Kant), 256, 349
Comentarios (Ghiberti), 8, 18, 30 Educación del género humano, La
Conceptos fundamentales de la historia del (Lessing), 205, 208, 220
arte (Wölfflin), 352 Ejercicios espirituales (Loyola), 99
442 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Ensayo sobre la pintura (Diderot), 387 Laocoonte (Lessing), 106, 115, 188, 189,
Escuela de Atenas, La (Rafael), 146, 371 192, 197, 198, 201, 204, 206, 208-211,
Espíritu de las leyes, El (Montesquieu), 156 213, 216, 218, 220, 221
Estética (Baumgarten), xv Lecciones sobre la estética (Hegel), xiv,
xviii, 105, 143, 188, 211, 220, 268,
F
279, 283, 342, 368, 369, 385, 429, 430
Figino, Il (Comanini), 100 Lecciones sobre la pintura y la escultura
Filosofía de la historia del arte (Hauser), 378 (Varchi), 59
G Libro de dibujos, 64
Libro dell’arte, Il (Cenini), 2, 3, 72
Gladiador Borghese, 130 Libro della Pittura v. Tratado de la pintura
H (Da Vinci)
S V
Santa María de la Flor (catedral), 345 Verdaderos preceptos de la pintura, De los
Sobre la imitación en las obras de arte (Armenini), 101
griegas (Winckelmann), 217 Vidas de los más excelentes arquitectos,
Story of Art v. Historia del arte (Gombrich) pintores y escultores italianos, Las
Sublime, Sobre lo (Pseudo-Longino), 125 (Vasari), xviii, xxiii, 1, 17, 26, 27, 30,
32-35, 37, 38, 42-44, 47, 49, 50,
T 52-58, 60, 63-66, 69, 70, 74, 75, 77,
También una filosofía de la historia para la 78, 82, 86-88, 91-97, 102, 103, 106,
cultura de la humanidad (Herder), 222 107, 139, 221
Teoría e historia de las bellas artes Viris illustribus, De (Facio), 30
(Schlegel), 117 Vita di Filippo di Ser Brunellesco
Torso del Belvedere, 131, 132, 148, 154, 337 (Manetti), 30
Tratado de la arquitectura (Alberti), 5, 9, Vita di Michelangelo (Condivi), 30
11, 18 Vite d’uomini ilustri fiorentini,
Tratado de la pintura (Da Vinci), 12, 27, 28, Le (Villani), 30
29, 190, 195 Vite de’ piú eccellenti architetti, pittori, et
Tratado del arte de la pintura (Lomazzo), 48 scultori italiani, da Cimabue insino
Tratado sobre la fábula (Lessing), 198 a’ tempi nostri, Le v. Vidas de los
Trattato de statua (Alberti), 12, 18 más excelentes arquitectos, pintores y
Trattato della pittura (Alberti), 11, 14, 52, escultores italianos (Vasari)
57, 79, 119 Vite di XIV uomini singhulary in Firenze dal
1400 innanzi (Manetti), 30
Índice onomástico
Artz, 126
Addison, 140 Assunto, Rosario, 106-109, 111, 115, 116,
Adriano, 165 123, 126, 145, 146, 157, 166, 170, 171,
Agesandro, 216 184, 207, 236, 260, 275, 302, 376
Agucchi, Giovanni Battista, 91 Atenodoro, 216
Agustín (san), 90 Averlino, Antonio v. Filarete
Albergati, Nicolás de, 17
Alberti, Leon Battista, xxiii, 5-9, 11-15,
B
17-22, 24-27, 30, 31, 34, 44, 46, 47, Bandinelli, Ranuccio Bianchi, 216
52, 53, 55, 57-59, 62, 65, 67, 69, 71, Barceló, Miquel, 299
78-80, 92, 97, 101, 116, 118, 119, Barilli, Renato, xxii, xxv, 31, 78, 81, 152,
122, 139, 160, 235, 308, 323, 369, 177, 254, 361, 367, 400, 403, 430
371, 400, 406 Batteux, Charles, xv, xvii, 62, 110, 118, 163,
Albertinelli, Mariotto, 102 168, 316, 319, 347
Allegri, Antonio v. Correggio Bauer, Hermann, 303
Andrea del Sarto, 79, 82, 86, 170 Baumgarten, Alexander, xv, 126, 217, 282
Andrea di Cione v. Verrocchio Bellori, Giovanni Pietro, 91
Angélico, Fra, 30, 77, 360 Belting, Hans, xiv, xvi, xx-xxiii, xxv, 2, 4,
Apeles, 81, 84, 106, 159, 170, 172 32, 33, 52, 76, 95, 101, 113, 187, 202,
Apolodoro, 216 210, 247
Aquino, Tomás de (santo), 6, 370 Bembo, Pietro, 46, 112
Aramayo, Rodríguez, 268 Bergson, Henri-Louis, 361
Ardiente, Lungo el, 1 Bernini, Lorenzo, 114, 122, 123, 135, 167,
Argan, Giulio Carlo, xix, xxi, xxii, xxv, 33, 173, 178, 179, 181, 247, 288, 317, 406
39, 40, 41, 54, 58, 99, 106, 111, 112, Betto Bardi, Donato di Niccolo di v.
121, 125, 129, 131, 132, 136, 150, 161, Donatello
188, 192, 199, 216, 218, 221, 236, 246, Beyeren, Abraham van, 289
254, 275, 283, 288, 289, 293, 302-304, Billi, Antonio, 30, 55
308, 315, 318, 323, 328, 329, 331, 335, Blake, William, 125
339, 347, 354, 364, 369, 370, 375-377, Bloch, Marc, 357
388, 390-392, 394, 397, 398, 400, 404, Blondel, 136
409, 416, 420, 431 Blunt, Anthony, 10, 37, 48, 50, 195, 235
Aristóteles, 6, 19, 32, 126, 142, 178, 204, 268 Boccaccio, Giovanni, 10, 16
Armenini, Giovanni Battista, 101 Boileau, Nicolas, 126, 190
Arnolfo di Cambio, 64 Bologna, Giovanni v. Giambologna
446 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
J M
Jordaens, Jacob, 111 Maderuelo, Javier, 299
Junius, Franciscus, 216 Maglabechiano, el Anónimo, 30, 55
Mallarmé, Stephane, 109
K Manetti, Antonio de Tuccio, 11, 30, 55
Kandinsky, Wassily, 385 Mantegna, Andrea, 51
Kant, Immanuel, xiii-xv, xxii-xxv, 19, 55, Maquiavelo, Nicolás, 91
65, 101, 105, 112, 113, 115, 117, Marco Antonio Basiano Antonino
118, 123, 124, 126, 128, 136, 137, v. Caracalla
143, 148, 156, 159, 161, 162, 167, Marées, Hans de, 313
170, 173, 174, 175, 177, 181, 187, Marianno Filipepi, Alessandro di
191, 199, 200, 202, 203, 208, 211, v. Botticelli
212, 220-222, 224, 225, 228, 229, Martinengo, Ascanio, 100
231, 232, 234-236, 242-253, 256-269, Martini, Simone, 79
271-273, 275-279, 281-285, 287, Martín V (papa), 17
288, 290-292, 294, 296, 299, 300, Marx, Karl, 280
303, 305, 307, 308, 310, 311, 313, Masaccio, 4, 30, 44, 54, 78-82
314, 317-321, 323-328, 330, 333-337, Mauve, Anton, 356
340-344, 346, 350, 353, 355, 356, McLuhan, Marshall, 400
358, 360-364, 368, 369, 371-373, Médicis, Cosme de, 53, 55, 94
375, 377-379, 382-386, 394, 396, Médicis, los, 35, 36, 39, 46
398, 399, 405-409, 414, 415, 417, Melissenos, Gregorio, 3
419, 422, 425-427, 429-432, 434 Mendelssohn, Moses, 189, 203
Kepler, Johannes, 257 Mengs, Antonio Rafael, 169
Kris, Ernst, 293 Mengs, Anton Raphael, 124, 142, 184, 381
Messina, Antonello da, 69
L Messina, Maria Grazia, 112
Lactancio, Cecilio Firmiano, 88 Michelangelo Merisi di Caravaggio
Lactanzio, Firmiano, 139 v. Caravaggio
Lamb, Charles, 306 Milanesi, Gaetano, 53
León X, 119 Milizia, 126
Leroy, Louis, 304 Millet, Jean-François, 356
Lessing, Gotthold Ephraim, xviii, xxiv, 32, Mirandola, Pico della, 46
59, 106, 111, 115, 119, 121, 122, 126, Mirón, 84
129, 136, 143, 147, 148, 187-221, 228, Mone Cassai, Tomasso di Ser Giovanni di
236, 237, 246, 282, 309, 337 v. Masaccio
Lethaby, 371 Monet, Claude, 120
Lippi, Filippo, 30, 80 Montaigne, Michel Eyquem de, 6
Lisipo, 180, 215 Montesquieu, 156
Livio, 112 Morelli, Giovanni, 319
Lomazzo, Paolo, 48 Moritz, Karl Philipp, 123, 146, 164, 173
Índice onomástico / 449
Nencio, 79 Q
Newton, Isaac, 257, 355, 358, 431
Quercia, Jacopo della, 78
Nicómaco, 139
Quintiliano, 17, 79, 139
O R
Oliva, Achille Bonito, 411
Read, Herbert, 97, 306, 375, 386
P Rembrandt, 196, 276, 337, 338
Reni, Guido, 170
Pablo III (papa), 50 Reyes, Alfonso, 182
Pacioli, Luca, 15 Reynolds, Joshua, xxv, 118, 178, 274, 337
Paleotti, 100 Riegl, Alois, 303
Panofsky, Erwin, xix, xxii, 16, 33, 64, 85, Rijn, Rembrandt Harmenszoon van
86, 88, 209, 314, 360, 389, 434 v. Rembrandt
Parrasio, 173, 217 Ripa, Cesare, 142
Patenier, 360 Robbia, Luca della, 30, 79
Pausanias, 128, 209, 216 Romano, Giulio, 352
Payró, Julio E., 33, 56 Rosenberg, Harold, 353, 357
Perrault, Charles, 136 Rosso, 82
Perrault, Claude, 136 Rousseau, Jean-Jacques, 305
Perugino, 42, 43, 80, 84 Rubens, Peter Paul, 111, 254
Petrarca, Francesco, 10, 16 Rustici, Giovann Francesco, 102
Pevsner, Nikolaus, 39, 106, 118, 271 Ruysdael, Jacob van, 254, 360
Picasso, Pablo, 39, 97, 309, 352, 357, 371
Pisanello, 44, 80 S
Pisano, Andrea, 86
Sadoleto, Jacopo, 190
Pisano, Nino, 79, 86
Salustio Crispo, Cayo, 88, 112
Platón, 23, 108, 135, 171, 183
Sanzio, Rafael, 16, 41, 42, 51, 69, 82, 106,
Plauto, 17
119, 138, 146, 151, 170, 180, 332, 353,
Plinio, 17, 18, 21, 70, 71, 78, 79, 89, 122,
371, 406
128, 139, 150, 178, 216, 217
San Gallo, los, 82
Plotino, 145
San Víctor, Hugo de, 1
Plutarco, 129, 275, 314
Sarto, Andrea del, 82, 170
Polibio, 156
Saussure, Ferdinand de, 361
Policleto, 84, 216
Savonarola, Giacomo, 50
Polidoro, 216
Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph von,
Polignoto, 84
xxv, 182
Poliziano, Angelo, 21, 139
Schiller, Johann Christoph Friedrich von,
Pollaiolo, Antonio, 60
xxv, 112, 113, 117, 135, 147, 166, 242,
Pontormo, Jacopo, 42
248, 265, 274, 275, 359
Popper, Karl, 268, 309, 359, 413
Schlegel, Augustus Wilhelm von, 6, 108,
Poussin, Nicolas, xxv
111, 117, 129, 131, 160, 203, 217, 223,
Praxiteles, 170, 172
230, 276, 282, 283, 326, 355
Previtali, Giovanni, 57
Schlegel, J. A., 347
Protágoras, 13
Schlosser, Julius von, 3, 7, 30, 32, 33, 53, 55,
Protógenes, 84, 204
57, 61, 70, 86, 87, 89, 101, 102, 366
450 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
divinidad, y, 133 bellas, xv, xvii, xviii, 6, 11, 16, 35, 50, 62,
v. t. Arte(s), religión, y 65, 100, 101, 110, 117, 118, 159,
elementos de la armonía en, 20 163, 168, 170, 193, 200, 252, 316,
v. t. Armonía 319, 347, 362, 383, 385, 386
estudio de la, 8, 9 valor estético de las, 200, 385
v. t. Urbanística belleza, como, 17, 19
historia de la, 30 v. t. Artista(s), autoridad, y
v. t. Arte(s), historia, e bello, 47, 97, 115, 117, 124, 149, 174, 199,
órdenes de la, 63 203, 298, 300, 343, 344, 346, 348,
técnica en la, 62 349, 355, 358, 362, 363, 380,
Arte(s), xii, xvi, xvii, xx, 8, 170, 181, 247, 382-384, 386, 393-395, 423
254, 258, 269, 280, 285, 287, 312, 330, arte del genio, como v. Arte(s), obra
346, 354, 369, 384, 404, 410 del genio, como
abstracto, 288, 385 naturalidad en el, 349
academias de v. Academia(s) v. t. Naturalidad
actividad humana, como, 424 principio del, 123
actual, xvi, xxv, 123, 180, 335, 371, 402 bello del, lo, 116, 118, 251
agradables, 346 bello en el, lo, 118, 141, 167
análogo de la naturaleza y de la vida, bizantino, xiv, 58, 73, 80, 156
como, 399 burgués, 48
antiguo, 23, 26, 70, 71, 73, 74, 78, 88, calidad en el, 162, 278, 305, 352, 354
107, 108, 110, 114, 118, 123, 141, v. t. Obra(s) de arte, calidad de una
144, 148, 149, 154, 176, 204, 205, cánones del, 366
212, 220, 321, 329, 388
carácter ejemplar del, 273
decadencia del, 117
espiritual del, 124, 127, 130, 134,
historia del, 69, 210, 388
138, 149, 196
v. t. Arte(s), historia, e
v. t. Estética(s), hegeliana
v. t. Antiguo(s), lo(s); Artista(s),
pretérito del, xi, xiii-xvi, 105, 107,
antiguos; Escultura(s), antiguas
127, 134, 169, 180, 181, 220,
pérdida del, 71
368, 386
aristocrático, 48
v. t. Estética(s), autonomía
arte: como, 192
teleológico del, 268
en cuanto, 103
ciclo vital del, 74, 249
en el, 107
por el, 32, 36, 44, 45 ciencia(s), como, 13-18, 22-24, 27-30, 32,
sobre el, 37, 41, 43, 44, 50, 176, 34, 38, 49, 51, 52, 59, 102, 283, 293,
180, 207 321, 322, 369
autenticidad en el, 354 crisis del, 38-40, 293
v. t. Obra(s) de arte, autenticidad v. t. Arte(s), conocimiento, como;
de una Ciencia; Matemáticas; Pintura;
autonomía del, 19, 22, 27, 43, 57, 60, ciencia, como
108, 120, 121, 146, 195, 210, 297, ciencia(s), y, 199, 228, 369, 370, 393
308, 386 v. t. Ciencia(s)
v. t. Autonomía ciencias del, 281, 298, 393
formulación básica de la, 19, 22 civilización, y, 394, 420, 432
autoridad, y, 275 clásico, 42, 58, 83, 106, 125, 127, 171,
v. t. Artista(s), autoridad, y 175, 187, 199, 273, 329, 334
bases del, 25 v. t. Clasicismo
Índice analítico / 453
clasificación de las, xviii, 167, 347, conocimiento del, 294, 308, 384
383-385 conocimiento, como: sujeto, del, 44
clima, y, 156-159 v. t. Manierismo
v. t. Arte(s), condición(es) v. t. Arte(s), ciencia(s), como;
de posibilidad del Arte(s), finalidad(es) de(l) (las);
colecciones de, 103 Conocimiento(s); onocimiento(s),
comprensión del, 305, 319 realidad, de la
concepción (del), 120 construcción, como, 179, 203
artesanal del, 55 v. t. Obra(s) de arte, construcción
crisis en la, 87 de la
en la Antigüedad v. Antigüedad, contemporáneo, xiii, xvi, xxi, 44, 254,
concepción del arte en la 277, 304, 307, 308, 340, 345, 364,
moderna del, 96 367, 384, 388, 400, 403
tradicional del v. Arte(s), Edad contenido del, 368
Media, en la creación de mundos, como, 422
concepto (de), xiv, xvii, xx, xxiii-xxv, 1, crítica de, xv, xvi, 10, 44, 85, 93, 104,
4, 6, 7, 15, 17, 20, 21, 27-33, 35, 41, 107, 180, 220, 283, 312, 338-340
56, 59, 60, 69, 72, 82, 87, 93, 96, 98, v. t. Historia del Arte, crítica, y
100, 101-103, 108, 120, 135, 158, arte, como, 339
187, 190, 192, 195, 203, 209, 220, ciencia, como, 339
221, 288, 298-300, 307, 308, 310, crítico de, 272, 313, 337-341, 355,
314, 316, 317, 319, 320, 335, 343, 361, 383
345-350, 368, 374, 384, 386, decadencia del, 56, 71, 72, 86-91, 107,
390-393, 396, 397, 406, 409, 410, 118, 142, 151, 163, 171, 178, 179,
414, 415, 430 184, 232, 239
historia del, 316 antiguo v. Arte(s), antiguo,
historicidad del, 402 decadencia del
origen del, 101 v. t. Estilo(s), arte griego, del
Primer Renacimiento, en el, 5, 19, temor a la, 74
20, 37, 45 decoro, como, 45
v. t. Arte(s), Renacimiento, en el definición del, 343, 345, 346, 394, 411
renovado del, xvi desarrollo de(l) (las), 23, 53, 143, 160,
sensibilidad, y, 131-134 167, 171, 172, 212, 258, 422
conceptualidad diseño, del, xviii, 35, 53-56, 58-61, 69, 70,
negativa del, xvii 78, 84, 87, 98, 163, 316, 347, 383
positiva del, xvii del: características de las, 11, 12
condición(es) de, 394 carácter liberal de las, 91
posibilidad del, 129 v. t. Arte(s), liberales
v. t. Arte(s), clima, y; Arte(s), progreso en las, 84
educación, y; Arte(s), gobierno, v. t. Progreso
y; Arte(s), instituciones políticas v. t. Arte(s), visuales; Dibujo; Diseño
y sociales, e; Arte(s), orígenes del; disolución de la forma clásica del, 368
Arte(s), política, y disolución de la forma simbólica
estudio del, 336 del, 368, 377
conocimiento, como, 14, 16, 18, 20, edad(es) del, 76, 77, 82, 85, 92, 104
24, 26, 29, 30, 34, 128, 322, 375, primera, 79
384, 386, 400 v. t. Renacimiento, Primer
454 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
segunda, 80-83, 170 finalidad(es) de(l) (las), 19, 24, 38, 49, 50,
tercera, 82, 83, 86, 89, 107, 170 57, 68, 70, 99, 130, 140, 144, 146,
v. t. Renacimiento, Pleno; 165, 171, 174, 195, 200, 204, 206,
Manierismo 210, 212, 268, 275-278, 315, 319,
Edad Media, en la, 10, 22, 29, 48, 72, 73, 322, 346, 349, 355, 401, 418
223, 332, 345 v. t. Arte(s), belleza, como; Arte(s),
función del, 3, 19 conocimiento, como; Arte(s),
v. t. Arte(s), técnica, como representación, como; Arte(s),
educación, y, 16, 21, 28, 50, 87, 88, verdad, y; Belleza(s); Espectador,
93-95, 140, 141, 158, 159, 167, 242, placer del; Placer
270, 271, 293, 347, 360, 362, 363, fin final del, 202, 268, 426
369, 370, 379-381, 389, 407 florentino, 70, 87, 273
v. t. Academia(s); Arte(s), francés, 189
condición(es) de posibilidad función(es) (del), 302, 418
del; Artista(s), formación de los; histórica del, 420
Escuela(s); Taller social del, 214, 347
efecto de la Contrarreforma en las v. v. t. Arte(s), sociedad, y
Contrarreforma, efecto en las artes fundamentos científicos del, 10
egipcio, 150, 156, 168, 169, 206, 212, genio, del v. Arte(s), obra del genio, como
302, 371 gobierno, y, 158, 160-162, 184, 204, 273
v. t. Escultura(s), egipcia v. t. Arte(s), condición(es) de
era del, xxiii, 1, 2, 4, 26, 98, 101, 104, posibilidad del; Arte(s), ley civil, y
187, 210 gótico, 223, 227, 304
esencia del, xxiii, 154, 184, 203, 246, v. t. Gótico
265, 288, 375 griego, 98, 106, 109, 113, 116-118, 122,
espaciales, 190, 191, 213 127-130, 132-134, 136, 138, 141,
estético, 346 142, 144, 148-153, 157-161, 163-168,
ética del, 344 171, 173, 175, 176, 178-182, 184,
v. t. Ética 192-194, 198, 202, 205, 207, 208,
etrusco, 150, 160 212, 213, 215, 216, 250, 276, 302,
evolución del, 79 320, 346, 360, 371, 405
experiencia del, 371, 372, 430 belleza en el v. Belleza(s), arte,
experiencia empírica del, 404, 424 en el, griego
explicación mecánica del, 415 estilos del v. Estilo(s), arte
v. t. Explicación, mecánica griego, del
expresión, como, 313 retorno al, 183, 185
expresión en el, 352 v. t. Antigüedad, retorno a la;
fama en el, 57, 61, 70, 71, 74, 162, 184 Antiguo(s), lo(s), retorno a;
v. t. Artífice(s), fama de los Clasicismo, retorno al
fenomenología del, 335, 391, 392, 410, v. t. Antigüedad, concepción del arte
430, 431 en la, griega; Antiguo(s), los; Arte(s),
fenómeno natural, como, 227, 233, 235, libertad, y; Arte(s), religioso, griego;
236, 345 Artista(s), griego(s); Escultura(s),
figurativas, 35, 52, 78, 102, 192, 198, 386 griega; Estética(s), griego, de lo;
figurativo, 191, 221, 383 Grecia; Imitación, griegos, de los;
filosofía, y, xiii, 141-143 Obra(s) de arte, griega(s); Teatro,
filosofía del v. Filosofía(s), arte, del griego
Índice analítico / 455
Artista(s), 55, 119, 247, 252, 254, 258, 269, independencia moral del, 349
281, 308, 326, 348, 350, 352, 355, 358, v. t. Moral(idad)
359, 361, 368, 369, 379, 381, 432 individual, 27, 48, 251, 253, 271, 375, 383
académico, 344 intelectual, 7, 49, 50, 62, 66, 94, 154, 400
acciones del, 233 v. t. Artista(s), renacentista
antiguos, 209, 216 intención del, 251, 357
v. t. Arte(s), antiguo libertad, y, xx, 20, 95, 136, 200, 206, 251,
artesano, como, 93 252, 344, 349, 352, 353, 420
ascenso social del, 52 v. t. Libertad
v. t. Artista(s), exaltación social límites del, 351
del; Artista(s), sociedad, manierista v. Manierista(s)
y autobiografías de medieval, 2, 3, 7, 36, 400
autoridad, y, 273 moralidad de(l) (los), 251
v. t. Arte(s), autoridad, y v. t. Arte(s), moralidad en el
biografías de, 29, 30, 32, 51, 145 naturaleza como v. Naturaleza, artista,
v. t. Historia del Arte, como
método(s) de la nuevos, 43
concepto de, 26, 31, 50, 251, 344 pérdida de libertad para el, 20
condición(es) de los, 75, 352 posición del, 29
contemporáneo, 353 relación con la naturaleza, 48
Contrarreforma, en la, 36 relación con sus obras, 255
creador, como, 25, 50, 163 renacentista(s), 2, 7, 10, 17, 19, 36, 48,
divino, 26, 29 52, 120, 400
exaltación ética del, 54
v. t. Artista(s), intelectual
v. t. Ética
romanticismo, en el, xx, 368
exaltación social del, 21, 53
sociedad, y, 51, 52, 351, 353, 364, 365,
v. t. Artista(s), ascenso social del; Artis-
380
ta(s), sociedad, y experiencia del
v. t. Artista(s), ascenso social del;
finalidad de(l) (los), xvii, 109, 122, 123,
Artista(s), exaltación social del
125, 143, 176, 201, 204, 209, 233,
superación de otros artistas por el, 357
277, 304, 308, 313, 349, 373,
valoración del, 26
375, 383
voluntad del, 54, 247, 295, 344
formación de los, 93, 184
v. t. Voluntad
v. t. Arte(s), educación, y
función(es) del, 19, 20 v. t. Arte(s), historia del, artista, y el;
genio, como v. Genio, 350, 351 Genio
genio del v. Genio Artístico, método, 127
griego(s), 106, 113, 121, 122, 202, 206, Autonomía, 247, 350
213, 323 v. t. Arte(s), autonomía del; Estética(s),
v. t. Arte(s), griego; Arte(s), obra de, autonomía
construcción de la B
historia de los, 27, 51, 53, 58, 74, 93,
162, 164, 215, 226, 250, 253, 255, Barroco, 16, 38, 49, 99, 107, 135, 151, 161,
303, 351, 365 174, 387, 422
v. t. Historia del Arte, historia de los clasicismo, 111, 155, 185, 246
artistas, como; Historia del Arte, v. t. Clasicismo
método(s) de la Bella representación, 113, 368
Índice analítico / 459
Belleza(s), xvi, xvii, 7, 11, 12, 18-20, 22, 27, humana, 19, 108, 119, 127, 130
28, 31, 38, 41, 42, 44, 46-51, 56, 63, ideal(es), 110, 111, 113, 119, 124, 127,
66, 81, 83, 91, 97, 98, 101, 108-110, 135, 179, 192, 202, 322
112, 113, 115-119, 122, 123, 125-128, de (la), 113, 162, 174, 189, 320-322,
130, 133, 135, 138, 140-142, 144, 324-326
146-151, 154, 157-162, 166, 168-170, elementos de la, 113
174, 176, 178, 179, 182, 184, 185, 189, ideas de, 122, 323
195-198, 200-210, 212, 220, 234, 235, incorporeidad de la, 22
278, 299, 301, 305, 307, 309, 310, 314, individualizada, 124, 322
316-327, 330, 339, 342, 347, 362, 367, libre(s), 317, 318, 321, 322
373, 382, 407, 408, 430 material, 200, 201, 203
absoluta, 212 modelo de la, 325
adherente, xvi, 317, 318 moral, 196
antiguos, de los, 136 v. t. Moral(idad)
apreciación de la, 320 natural, 112, 180, 299, 313, 343
arte, en el, griego, 110, 112, 113 superioridad de la, 373
artística, 113, 124, 126, 180, 201-203, naturaleza, de la, 118, 179, 342, 348
342, 368 naturaleza, en la, 118, 119
bien, y, 395 objetiva, 47
v. t. Belleza(s), verdad y bien objetivo, como, 38
canon de, 322, 324, 415 perfección, como, 110, 126
v. t. Modelo(s) clásica, 149, 155 pintura, de la v. Pintura, belleza de la
concepción (de la), 125, 126, 127 platónica(s), 136
idealista de la, 110 problema de la, xviii, xxiii, 27, 43, 110,
concepto (de), 110
126, 212, 317, 320, 324, 382
fundamento teórico del arte,
producción de la, 117
como, 110
religión, y, 128
tradicional de, 117
v. t. Arte(s), religión, y; Belleza(s),
condición de la, 324
divinidad, y
conocimiento de la, 22
resultado, como, 38
v. t. Conocimiento(s)
selección, como, 119
construcción de la, 46
teoría general de la, 110
cuerpos, de los, 46
tipo(s) (de), 124, 134, 135, 322
v. t. Gracia
definición de la, 113, 117, 126, 313 verdad, y, 195, 198, 200, 201, 205,
desarrollo histórico de la, 113 208, 212
dificultad en la, 117 v. t. Arte(s), verdad, y
divinidad, y, 108, 121, 125, 128, 130, 133 verdad y bien, 201, 205
v. t. Arte(s), religión, y; Belleza(s), v. t. Belleza(s), bien, y
religión, y v. t. Armonía; Arte(s), belleza, como;
escala de la, 130-132 Arte(s), finalidad(es) de(l) (las);
esencia de la, 117, 155 Arte(s), plásticas, belleza de las;
espiritual, 22 Historia del Arte, belleza, y;
fuente de la, 48, 107 Retrato(s), belleza del
fundamento de la, 12, 19 Bello, lo, 19, 119, 123, 124, 126, 138, 140,
historia, e, 209 142, 145, 149, 151, 155, 157, 159, 167,
v. t. Arte(s), historia, e 176, 200-202, 278, 280, 301, 304, 309,
historicidad de la, 109, 112 310, 315, 317, 320, 321, 325-327, 329,
historización de la, 193 330, 395
460 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
obra(s) del, 300, 329, 330, 343, 356, 358, fundamento del, 273
361, 363, 370, 377, 383, 396, 406, historia del, 106, 378
420, 422 ingenuo, 338
v. t. Obra(s) de arte medida del, 274
originalidad del, 351, 352, 354, 356, 359, ornamentación, en la, 115
363, 364, 379, 382, 383 valoración desde el, 63
renacentista, 50 v. t. Historia del Arte, gusto, y; Juicio(s),
sociedad, y, 364, 380 gusto, de
v. t. Arte(s), sociedad, y
talento del, 350, 351, 355, 372, 379
H
v. t. Arte(s), obra del genio, como; Habilidad, 420, 421
Artista(s); Historia del Arte, genio, Hecho, concepto de, 428
y; Modelo(s) Hermenéutica, 6, 132, 145, 147, 155, 218,
Geometría, 15, 185 228, 232, 302, 391, 430
v. t. Matemáticas lectura, 376
Germánica, cultura v. t. Obra(s) de arte, comprensión
exaltación de la, 223 de la
v. t. Alemania v. t. Bello, lo, comprensión de; Estética(s),
Gloria v. Arte(s), fama en el, 61 hermenéutica; Estética(s); recepción,
Gótico, 1, 8, 16, 64, 304, 366 de la; Interpretación; Historia del
Internacional, 13, 23, 80 Arte, interpretación, como; Historia
Gracia, 17, 40, 46-48, 56, 62, 63, 66, 68, 70, del Arte, método(s) de la; Obra(s) de
72, 73, 80-83, 92, 114, 115, 120, 122, arte, valor(ación) de la(s)
141, 144, 145, 159, 166, 168, 170, 171, Hipotiposis simbólica(s), 394
308, 327 Historia, xxiv, 16, 17, 54, 75-77, 126, 146,
carácter racional de la, 116, 308 159, 164, 184, 192, 219, 221, 222, 224,
cortesana, 116 240, 242-244, 247, 250, 252, 257-261,
v. t. Belleza(s), cuerpos, de los; 275-277, 280, 282, 285, 286, 293, 300,
Serena grandeza 304, 322, 354, 364, 401, 413
grecia, 71, 100, 111, 132, 134, 157, abducción en la, 165
160-163 v. t. Abducción
v. t. Arte(s), griego análisis (científico) de la, 285, 286
decadencia de, 163 bases para un, 246
historia de, 240, 241 aproximación empírica a la, 221, 224,
v. t. Historia 226, 228-230, 238
idealización de, 199 carácter cultural de la, 246, 325
literatura, y, 147 carácter teleológico de la, 278, 291
visión apócrifa de, 111, 116 v. t. Teleología
Gremios, 4, 21, 48, 52, 94, 271 ciencia, de la, 28, 370
Gusto, 37, 46, 47, 61, 62, 101, 110, 115, v. t. Ciencia(s)
181, 254, 273, 276, 278, 297, 302, 305, definición de, 366
317, 320, 325, 326, 337, 338, 346, 350, esencia de la, 369, 432
367, 379, 381-383, 387, 393, 395, 412, esquema biológico en la, 237-240
422, 431 esteticidad de la, 109, 112, 166, 183
buen, 159 estetización de la, 159
crítica del, 310, 393 estructura (causal) de la, 209, 248
formación del, 64, 281, 298, 337, 339, exposición reflexionante, como, 415
380, 395 fenómeno natural, como, 225-230, 235
466 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
filosófica, 213, 232, 243, 267, 268, 278, 380, 387, 390, 392, 398, 400, 401, 406,
279, 396, 398, 409, 425, 432 409-413, 416, 418, 424, 426, 427,
v. t. Arte(s), historia filosófica del 430-434
universal, 368 academia, y, 362
fin de la, 260, 408 v. t. Academia(s)
interpretación, e, 75, 250, 293, 399, 431 alcances probatorios y posibilidades
v. t. Interpretación demostrativas de la, 388
leyes (generales) de la, 222, 232-234, 238 apreciación de las obras de arte,
moral, 263 y, 310, 318
v. t. Moral(idad) v. t. Historia del Arte, obras de arte,
narración, y, 34, 75, 76, 149, 211, 218, y; Obra(s) de arte, apreciación de
250, 307, 391 la(s)
natural, 222, 229, 240, 241, 263 aproximación empírica y espontánea a
naturaleza, y, 111, 113, 116, 158, 185, la, 304
257, 259, 266, 274 belleza, y, 313, 316, 317, 319, 321, 324
plan divino, y, 221, 224, 230-235, 237, v. t. Belleza
238, 240 biografía de los artistas, como, 303, 406
profética, 263 biografía psicoanalítica, como, 303
progreso, como, 176, 300, 324 campos de interés de la, xviii, 41, 145,
v. t. Progreso 252, 253, 276, 303, 329, 343, 346,
progreso de la, 261 364, 369, 433
registro, como, 34 v. t. Historia del Arte, finalidad(es) de
significado de la, 213 la; Historia del Arte, problema(s)
significado en la, 213 (esencial) de la
sustantiva, 263, 287, 293, 361 carácter científico de la, 369
universal, 105, 194, 240, 243, 268, 270, carácter parcial y fragmentario de la,
278-280, 287, 300, 366, 369, 409, 425 368, 432
v. t. Arte(s), historia, e; Especie, historia ciencia, como, 393, 394
de la; Filosofía(s), historia, de ciencia de las fuentes y de los
la; Genio, historia del; Gusto, documentos, como, 303
historia del; Individuo, historia, e; ciencias naturales, y, xxiv, 177
Literatura, Historia de la; Razón, v. t. Ciencia(s)
historia, e; Tiempo comienzos de la, 221
Historiador, tarea del, 165 compromiso conceptual de la, 301
Historia (disciplina), xx, 16, 236, 248, 249, comunicación en la, 340
252, 287 v. t. Comunicación
ciencia, como, 241, 242, 370 concepción de la, 232, 292, 310,
epistemología de la, 391 404, 432
finalidad de la, 249 concepto de arte, y, xxiii, 6, 28, 29, 44,
general del Arte, 177 60, 69, 98, 103, 105, 108, 187, 196,
problemas de la, 244 236, 307, 316, 320, 335, 401
sociológica del arte, 351 condiciones de (la), 358, 370
Historia del Arte, xxi, 34, 54, 78, 109, 131, posibilidad de la, xiv, xvii, xviii, 22,
147, 207, 211, 219, 220, 233, 245, 250, 27, 33, 34, 44, 185, 210, 221, 228,
255, 258, 268, 276, 277, 280-283, 236, 258, 299, 300, 320, 377, 386,
286-288, 291, 294, 295, 298, 300-302, 391, 401
305-307, 313, 317, 319, 321, 325-327, v. t. Historia del Arte, origen de la
334, 351, 352, 356, 361, 365, 368, 377, conformidad a fin formal de la, 313
Índice analítico / 467
177, 222, 224, 225, 228, 232, 250, sublime, y lo, 328
254, 255, 283, 289, 292, 303, 387, v. t. Sublime, lo
389, 417, 433 teleología de la, 292, 301, 303, 331, 342,
v. t. Artista(s), biografías de; Artista(s), 388, 405, 414
historia de los; Estilo(s), v. t. Teleología
diferenciación de; Hermenéutica; teleología, y, 396
Obra(s) de arte, descripción de totalidad, como, 331, 332, 354, 364, 397,
las; Obra(s) de arte, observación 400, 401, 404, 421, 428
de las v. t. Totalidad
muerte de la, xi, xii, xiii, xiv, xxi, 408, tradicional, xiii, xiv
430, 432 visión problemática de la, 433
v. t. Progreso, idea de(l), oposición a la Historia de las Artes del Diseño, 101
objetos de la, 432 Historia general de las Artes, 278
obras de arte, y, 6, 218, 224, 228, 233, Historia social del arte, 306
307, 308, 320, 321, 330, 332, 352, Historia universal del Arte, 278, 279
361, 370, 376, 377, 394, 396, 399, Histórica
402, 403, 407, 414, 417, 430, 434 dialéctica, 358
v. t. Historia del Arte, apreciación perspectiva, 76, 86, 89
de las obras de arte, y; Historia Historicismo hegeliano, 5
del Arte, interpretación, como; Hombre
Obra(s) de arte fin final, como, 277, 325, 334, 418, 419,
origen de la, xxv, 99, 112, 121, 123, 200 423-426
v. t. Historia del Arte, condiciones de ideal, 322
(la), posibilidad de la objeto del arte, como, 326
padre de la, xxii, xxiii, 33, 101, 102, 104, valoración del, 5, 423
143, 209, 366 visión del, 30, 31
paradoja(s) de la, xxi, 354 Humanismo, 15, 54, 401, 434
pedagogía de la, 56, 75, 87, 93, 95, 96 Humanista(s), 7, 21, 28, 32, 34, 48, 53, 61,
perspectiva trascendental en la, 293 112, 359
polos de determinación de la, xviii, xix cultura de los, 10
pregunta por (sobre) la, 251, 252, 256 florentinos, 15
problema(s) (esencial) de la, 336, 354, 391 neoplatónicos, 34
v. t. Historia del Arte, campos de renacentistas, 112, 139
interés de la
problema de los períodos en la, 177
I
progreso, como, 75, 78 Idea(s), xvii, xxiv, 22, 44, 48-50, 109, 111,
progreso de la, 379 116, 124, 145, 146, 155, 171, 191, 200,
progreso en la, 246, 288, 294, 341, 227, 246, 253, 257, 264, 285, 286, 308,
389, 394 320, 373, 431
progreso, y, 370 definición de, 389
v. t. Progreso normal estética, 322, 323
Renacimiento, (en el), 2 v. t. Bello, lo, idea normal de
Primer, en el, 4 v. t. Razón, conceptos de la
v. t. Renacimiento, Primer Ideal, 125, 204, 320-322
restricciones de la, 35 estético
servidumbre de la, 248 fisiomórfico, 170
significación pragmática en la, 224 logomórfico, 170
sociología del arte, como, 303 Idealismo, estrategia del, 421
Índice analítico / 469
capacidad de, 284, 286, 291, 350 teórico(s), 337, 340, 401
conocimiento, de, 301, 311-314, 316, validez del, 282
317, 340 validez universal objetiva, de, 282, 310,
sintéticos a priori, 340 312, 321
cosa como fin natural, de una, 403 validez universal subjetiva, de, 310
crítico, 98, 131, 336, 339 valor, de, 75, 76, 151, 289, 347, 411, 421
intuitivo, 30 v. t. Arte(s), juicio de valor, como;
determinante(s), 236, 258, 374 Facultad(es) de juzgar; Historia
v. t. Facultad(es) de juzgar, del Arte, juicio(s) de la; Obra(s) de
determinante arte, calidad de una, juicio sobre
empírico, 298, 339 la; Obra(s) de arte, juicio de la(s);
estético(s), 18, 123, 251, 291, 297, 301, Obra(s) de arte, valor(ación) de la(s)
310, 311, 314, 323, 324, 326, 328, Justicia, 231-233
329, 331, 333, 334, 335, 337, 338,
341, 408 L
materiales, 123 Letras, provecho de las, 9
puro(s), 123, 250, 328, 331, 335, 341 Libertad, 117, 159-166, 172, 176, 184, 197,
v. t. Razón, arte, en el 198, 207, 209, 233, 243, 246, 247, 249,
experiencia, de, 340 255, 258, 260, 261, 263, 265, 268, 273,
gusto, de, 18, 65, 115, 137, 148, 174,
274, 285, 295, 296, 315, 343-346, 350,
181, 196, 278, 292, 296, 299-303,
372, 373, 386, 391, 394, 413, 414, 419,
305, 309-314, 316, 317, 319-321,
422, 423, 434
326, 328, 329, 331, 335-337,
autoridad, y, 275
339-342, 364, 382, 384, 387, 390,
concepto de, 246, 260, 295, 344
393, 394, 431
falta de, 163, 197
fundamento del, 311
historia de la, 262, 315
posibilidad de los, 340
interior, 212, 246, 422
puro, 278, 303, 310, 317, 319, 331
leyes de la, 235, 295
v. t. Gusto
límites de la, 272
histórico, 51, 220, 302, 304, 335, 388, 390
pérdida de la, 206
intelectual, 342, 386
política, xxiii, 184, 212, 246, 422
intuitivo, 45
razón, y, 255, 256
lógico, 296, 301, 302, 339, 408
v. t. Antigüedad, libertad, como; Arte(s),
moral, 284, 296, 395
libertad, y; Artista(s), libertad, y;
v. t. Moral(idad)
Estilo(s), libertad de; Imaginación,
ojo, del, 39, 45, 47, 64, 66, 77, 93, 97, 98,
libertad de la; Historia del Arte,
107, 281
historia de la libertad, e; Voluntad,
racional, 25
libertad de la
razón, de, 331
reflexionante(s), 236, 290, 374 Literatura, Historia de la, 35
v. t. Facultad(es) de juzgar, v. t. Historia
reflexionante M
sintético, 412
sublime, sobre lo, 334 Manierismo, 20, 34, 36, 38, 40-44, 50, 51,
v. t. Sublime, lo 74, 82, 87, 91, 96, 100, 103, 180, 352
teleológico(s), 250, 291, 296, 315, 328, v. t. Arte(s), conocimiento, como, sujeto,
331, 337, 393, 396, 398 del; Arte(s), edad(es), del, tercera
v. t. Teleología Manierista(s), 36, 40-42, 49
absoluto, 398 capriccio, 46
Índice analítico / 471
leyes (de la), 23, 118, 120, 209, 234, 235, bellas, 306
248, 259, 260, 279 calidad de una, 306, 338, 339, 354, 360
empíricas de la, 291, 292 juicio sobre la, 340
generales de la, 232, 261 v. t. Juicio(s)
objetivas de la, 285 v. t. Arte(s), calidad en el
universales de la, 233, 246, 259, 287, carácter fenoménico de las, 247
291, 292, 372 causa de la, 344
plan(es) de la, 253, 257, 259, 268, 409, 425 comprensión de la, 146, 154, 292, 339,
poder, como, 334 376, 433
razón, y, 208 v. t. Hermenéutica, lectura
reino de los fines, como, 251, 252, 256, condiciones de posibilidad de las, 314
259, 260, 404, 418, 419, 423 conformidad a fin de las v. Conformidad
superioridad de la, 343 a fin, obras de arte, de las
totalidad de la, 428 conocimiento de la(s), 102, 142, 143,
v. t. Totalidad 148, 154, 195, 202, 218, 292, 317,
unidad de la, 289 393, 397, 408
Naturalidad, 348 v. t. Conocimiento(s); Estética(s),
v. t. Arte(s), bello, naturalidad en el recepción, de la
Naturalismo, 349, 357 construcción de la, 121, 123
Neoclasicismo, 106, 111-113, 116, 120, 125, v. t. Arte(s), construcción, como;
126, 131, 135, 136, 138, 144, 157, 158, Artista(s), griego(s)
175, 188, 192, 223, 233, 273, 275, 320, cosa objetiva, como, 208, 413, 416
334, 337, 349 criterios para la consideración de una, 85
fundamento conceptual del, 189 cultura, como, 180
Neoclásicos, 118 definición de, 109, 124, 125, 128, 209,
Noble sencillez, 65, 110, 113, 116, 117, 236, 308, 354
123, 144, 189, 193, 321 descripción de las, 148, 149
v. t. Sublime, lo v. t. Historia del Arte, método(s) de la
disfrute de la(s), 107, 281, 296, 310, 317,
O 318, 328, 334, 390
doble condición de la, 13
Obra(s) de arte, xv, xvi, xvii, xx, 2, 3, 19, 236, ejemplaridad de la, 356, 358, 360
252, 255, 258, 269, 287, 289, 290, 295, emoción en la, 338
297, 306, 330, 333, 344, 345, 352, 354, experiencia de la, xix, 326, 334
359, 368, 370, 371, 375, 376, 380, 383, fin, como, 399
392, 393, 401, 405, 410, 411, 413, 415 finalidad de las, 398
actos de libertad, como, 413 griega(s), 113, 121, 193, 217
análisis de la, 254 v. t. Arte(s), griego
apreciación de la(s), 293, 295, 296, 298, hecho, como, 428
302, 310-312, 314, 318, 333, 340, hecho histórico, como, 233, 248
376, 388, 402, 433 historicidad de la, 356, 371, 418
respeto en la, 329 imagen y figura, como, 92
v. t. Historia del Arte, apreciación de importancia de una, 306
las obras de arte, y; Obra(s) de arte, instrumento de conocimiento, como, 384
interpretación de las interpretación de la(s), 318, 330, 341,
armonía, como, 13 376, 377, 385, 388, 391, 394, 396,
arte en las, 105, 109, 135, 143, 145, 185 401, 407, 410, 428, 433
autenticidad de una, 354, 359 v. t. Interpretación; Obra(s) de arte,
v. t. Arte(s), autenticidad en el apreciación de la(s)
Índice analítico / 473
juicio de la(s), 339 Pintura, xi, xviii, xxiv, 1-5, 10-13, 15-17, 20,
v. t. Juicio(s) 21, 24-26, 28, 35-37, 48, 49, 51, 52,
justificación de una, 85 58-61, 65, 67-71, 78, 80, 82, 84, 99-102,
maestras, 353, 371 106, 107, 114, 119, 129, 137, 139, 160,
características de las, 355 163, 167-169, 171-173, 176, 178, 184,
objetividad de una, 319 188, 190-192, 194-198, 200-205, 208,
objetos de los sentidos, como, 296 210, 212, 213, 217, 218, 223, 245, 268,
observación de las, 135, 146, 149, 153, 154 273, 289, 306, 316, 318, 319, 338, 347,
v. t. Historia del Arte, método(s) de la 357, 371, 381, 384, 386, 388, 397
pasado, como, 207, 371 arte culto, como, 48
perfecta, 47 arte liberal, como, 25
presente de la, 376, 398 v. t. Arte(s), liberales; Arte(s),
producción de la, xix, 39, 48, 141, 159, plásticas, carácter liberal de las
206, 213, 232, 247, 251, 252, 307, arte mecánica, como, 3
335, 349, 354, 375, 381 v. t. Arte(s), mecánica(s)
v. t. Estética(s), producción, de la belleza de la, 169, 196
producto técnico, como, 414, 434 carácter espacial de la, 203
recepción de la, 247, 304, 312, 318, 321, ciencia, como, 25, 26, 50
335, 336, 341, 376, 390 empírica, 24
v. t. Estética(s), recepción, de la v. t. Arte(s), ciencia(s), como
resonancia social de la, 371 decadencia de la, 72
sentido de la, 367, 368, 370, 374, 388, 431 definición de la, 67, 384
significación (de la), 198, 199, 215 elementos de la armonía en, 20
histórica de la, 198 v. t. Armonía
superioridad de la, 373 emocional, 99
v. t. Arte(s), superioridad del esencia de la, 212
filosofía, como, 24
útiles, 306
filosófica del Renacimiento, 374
valor(ación) de la(s), 39, 63, 86, 93, 131,
finalidad de la, 20, 27, 49, 100, 173,
132, 137, 139, 141, 147, 150, 200,
174, 338
283, 354, 370, 392, 411, 416, 431
formas del saber, y, 9
verdad en la, 207, 211, 379
fresco, al, 68
v. t. Genio, obra(s) del; Historia del Arte,
gótica, 12
obras de arte, y
historia de la, 17, 69, 197
P v. t. Arte(s), historia, e
histórica, 44
Perspectiva, 8, 11-14, 16, 20, 24, 27, 31, imitación, como, 4
44, 46, 54, 172, 247, 293, 360, 389, muerte de la, xi
400, 401 percepción visual, y, 12, 39
función de la, 13 v. t. Arte(s), percepción visual, y
v. t. Espacio perfección en la, 68
Pintor(es), 50 pompeyana, 173
auténtico, 50 razón en la v. Razón, pintura, en la
holandeses, 117, 173, 202 rechazo a la, 25
medieval, 4 reputación de la, 71
pregunta del, 12 similitud con la poesía, 7
renacentista, 5, 10, 20, 24 superioridad de la, 28, 49, 59, 139,
universal, como, 25 190, 195
Pintoresco, lo, 364, 365 técnica en la, 67
474 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
Placer, 19, 48, 100, 140, 195, 204, 205, 278, oposición a la, xii, xxi, 178
294, 297-301, 306, 309-311, 313, 333, v. t. Historia del Arte, muerte de la
346, 347, 386, 423 idea teleológica de, 229, 230, 237, 280
estético, 162, 173, 333 v. t. Teleología
sentidos, de los, 174 ideal del, 361
v. t. Arte(s), finalidad(es) de(l) (las); intención de la naturaleza, como, 258
Complacencia interpretación, e, 242, 396
Poesía, xviii, xxiv, 3, 6, 7, 9, 11, 16, 22, 24, v. t. Interpretación
28, 32, 34, 35, 46, 70, 71, 100, 109, moral, 260, 278
115, 137, 163, 188-197, 199, 200, 204, rechazo del, 293
205, 207, 208, 210, 212, 213, 220, 235, tecnológico, 78, 277, 360, 404
291, 316, 319, 347, 355, 383, 385, 389 v. t. Arte(s), historia del, progreso en
análisis de la, 214 la; Arte(s), progreso del; Arte(s),
carácter temporal de la, 203 progreso, y; Arte(s), diseño, del,
descalificación de la, 24 progreso en las; Espíritu, progreso
finalidad de la, 200 del; Historia, progreso, como;
historia de la, 197 Historia del Arte, progreso, y
v. t. Arte(s), historia, e Proporción(es), 18, 19, 25, 31, 46, 47, 64, 94,
las imágenes de la, 191 101, 110, 113, 117, 167, 168, 192, 389
perfección moral en la, 189 escultura, en la, 18
v. t. Moral(idad) v. t. Escultura(s)
superioridad (conceptual) de la, 170, 194, función de las, 12
197, 198, 200, 218 reservas sobre las, 25
Poeta, 24 teoría de las, 13
Pop-Art, xiii v. t. Espacio
Principio Provincianismo temporal, 218
metafísico, 161, 255, 315, 410 Público, 304, 338
trascendental, 255, 259, 263, 276, Q
290-294, 339, 416
Progreso, xxiii, xxiv, 17, 74, 76, 77, 84, 86, Querelle des anciens et des modernes, 136
87, 90, 96, 104, 107, 129, 136, 224,
R
225, 229, 231, 233, 235, 237, 239, 242,
243, 245, 249, 260, 262-265, 277, 278, Racionalismo, 99, 111, 112, 126, 170
282, 285, 288, 296, 298, 326, 353, 367, francés, 320
382, 383, 390, 409, 411, 413, 414, 430 tecnológico, 293
crisis del, 293 Razón, 151, 158, 183, 200, 208, 220, 226,
esquema biológico del, 91, 178, 238, 239, 231-233, 246, 247, 249, 260, 261, 266,
240, 261, 394 268, 269, 276, 280, 281, 288, 295, 299,
esquema del, 150 305, 306, 309, 313, 317, 320-322, 325,
futuro, como, 287 326, 330, 333, 349, 355, 372, 373, 375,
hilo conductor del, 282, 286, 292, 293, 325 393, 413, 423, 426-428
hilo conductor, como, 266 arte, en el, 10, 18, 39, 99, 112, 126, 161,
histórico, 224, 239 166, 177
idea de(l), xxi, xxiii, xxiv, 52, 78, 81, 86, v. t. Juicio(s), estético(s); Razón,
88, 96, 106, 107, 185, 222, 243, 245, pintura, en la
256, 258, 260, 277, 288, 292, 294, arte y v. Arte(s), razón, y
324, 387, 389, 394, 396, 405, 426, conceptos de la, 256, 264, 399
427, 431 v. t. Idea(s)
Índice analítico / 475
fines de la, 420 Romanticismo, xvii, xx, 98, 109, 126, 127,
historia, e, 54, 222, 243, 264 138, 140, 148, 169, 172, 184, 198, 223,
v. t. Historia 273, 274, 307, 357, 360, 432, 433
idea(s) de (la), 109, 324, 329, 372, 389, alemán, 182
392, 393 v. t. Alemania; Romántico(s),
pura, 263 alemanes
ideas puras de, 326, 327, 334 antecedentes del, 126
libertad y v. Libertad, razón, y v. t. Arte(s), romántico
moral, y v. Moral(idad), razón y Romántico(s)
naturaleza, y v. Naturaleza, razón, y alemanes, 6
pintura, en la, 5 v. t. Romanticismo, alemán
v. t. Razón, arte, en el; Secularización desequilibrio, 126, 127
práctica, 251, 322, 427 espíritu, precursor del, 223
recta, 111
uso de la, 272 S
uso privado de la, 272 Secularización, 5
uso público de la, 272, 338 v. t. Razón, pintura, en la
uso teórico de la, 295, 427
Semiótica, 384
Reforma, la, 35, 41, 98, 367
Sensación de los sentidos, 305, 311, 346
v. t. Iglesia, arte, y; Iglesia, protestante;
Sensible, lo, 330
Imágen(es), rechazo a las
Sensus communis, 341
Religión, 220
Serena grandeza, 65, 110, 113, 116, 117,
v. t. Arte(s), religión, y
144, 193, 321
Renacimiento, 41, 304, 367
v. t. Gracia
Alto, 31, 183
Significación consecuencialista, 76
Pleno, 34, 82
Signo, 384
v. t. Arte(s), edad(es) del, tercera
Símbolo(s), 3, 44, 173, 194, 197, 198, 204,
Primer, 34, 116
206
v. t. Arte(s), edad(es) del, primera;
Sociedad
Historia del Arte, Renacimiento,
civil, 163, 267, 270, 409, 422
(en el), Primer, en el
cosmopolita, xxiv, 159, 265, 266, 267,
redefinición del, 41
288, 348, 364, 413, 421, 422
temprano, 83
Sociologismo histórico, 161, 315, 410
Retórica, 62, 125, 168, 192, 347
Studium humanitatis, 16
Retrato(s), 117, 202, 204
Sturm und Drang, 124, 223
belleza del, 179
Sublime, lo, 114, 115, 122, 124, 127, 170,
v. t. Belleza(s)
171, 208, 265, 275, 301, 324, 328-334,
Revival(s), 125, 127, 382
Revolución artística moderna, xvi, xx, xxii 365, 431
Revolución francesa, 159, 264, 265, 275, análisis de, 328
292, 426 definición de lo, 115
Rococó, 107, 112, 115, 116, 161, 174, 176, tema, como, 329
233, 247, 349, 422 v. t. Estilo(s), arte griego, del; Estilo(s),
Roma, 35, 61, 129, 144, 230 sublime; Historia del Arte, sublime, y
cultura en, 35 lo; Juicio(s), sublime, sobre lo; Noble
literatura, y, 147 sencillez
v. t. Arte(s), romano Suprasensible, lo, 295, 330, 331, 332, 344,
Románico (¿?), 1 345, 390, 393, 394, 415, 423
476 / Concepto de arte e idea de progreso en la historia del arte
T Tiempo, 400
concepción del, 176
Taller, 27, 28, 59, 63, 65, 94, 347 problemática del, 15, 16, 401
v. t. Arte(s), eduación, y Totalidad, xxi, 123, 124, 133, 213, 225,
Teatro griego, 189 234, 235, 237, 248, 285, 322, 330,
v. t. Arte(s), griego 331, 335, 343, 354, 391, 399,
Teleología, 251, 252, 306, 407-409, 413, 402-404, 407, 410
415-417, 420, 423, 424, 427 v. t. Arte(s), historia del, totalidad, como;
fundamento de la, 396 Historia del Arte, totalidad, como;
v. t. Filosofía(s), teleológica; Historia, Naturaleza, totalidad de la
carácter teleológico de la; Tradición, 226, 227, 231, 233, 245, 269,
Historia del Arte, teleología de la; 355, 356, 357, 364, 371, 379, 382
Interpretación, teleológica; Juicio(s), Trascendental, 258, 289, 292
teleológico(s); Progreso, idea Trascendentalismo, 48, 232, 332
teleológica de crítica al, 49
Teleológico, problema, 286 U
Teodicea, 259
Teología, 413 Urbanística, 9
histórica, 424 v. t. Arquitectura, estudio de la
Teoría V
descriptiva, 257
explicativa, 257 Vanguardia(s), xii, xiv, 2, 41, 245, 288,
(general) del arte, 5-7, 10, 15, 28, 43, 309, 384
54, 85, 109, 116, 211, 212, 215, movimientos de, finalidad de los, 123
Verdad, 206, 208
219-221, 354
v. t. Arte(s), verdad, y
v. t. Diseño
Viejo, lo, 58, 73
barroco, 99
Voluntad, 247, 249, 251, 261, 275, 309,
concepto de arte, y, 215
344, 420, 423, 425
en el siglo XVI, 31, 32, 39, 43, libertad de la, 246, 247, 250, 255, 256,
59, 100 281, 349
finalidad de la, 77 v. t. Libertad
Primer Renacimiento, en el, 4 v. t. Artista(s), voluntad del
Imprenta
Universidad de Antioquia