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Leopold (entonces de 19 años) y Loeb (de 18)

Leopold y Loeb, los superdotados que quisieron cometer el crimen perfecto


Los dos jóvenes tenían fortuna, inteligencia y un futuro prometedor, pero
creyeron que, por su superioridad respecto del resto de la sociedad, podían
asesinar sin sufrir las consecuencias

Richard Loeb y Nathan Leopold eran dos jóvenes brillantes. Pero no era un decir:
eran superdotados. Sus familias, dueñas de grandes fortunas, pertenecían a lo
más acomodado y prestigioso de aquella sociedad de la ciudad de Chicago de
la década del ’20. Eran tiempos en los que imperaba la ley seca –aunque muy
transgredida en la clandestinidad-, el gangsterismo y la vida alocada de la
posguerra, pero los dos muchachos parecían ser ejemplo de sensatez y
seriedad.

Los muchachos se conocían desde la edad de 14 y 15 años por lo que


desarrollaron más que una amistad, una relación casi simbiótica en la que,
Leopold estaba deslumbrado con Loeb, y este último aprovechaba este
sentimiento para manipular a su amigo. Ambos eran estudiantes universitarios
avanzados y su futuro se anticipaba venturoso.

Pero detrás de esta imagen de ciudadanos sofisticados y pulcros, este par de


amigos de alta alcurnia escondía una personalidad egomaníaca y brutal.
Estaban convencidos de ser superiores al resto de los humanos. Sentían tal
desprecio por el prójimo y tal seguridad de ser intelectual y moralmente
inalcanzables, dos rasgos fuertes de la personalidad de cada uno confluyeron
también para que ambos terminaran deslizándose a la senda de mal. Loeb
estaba obsesionado y deslumbrado por las historias criminales y fantaseaba con
adentrarse en ese mundo, en tanto que Leopold había empezado a internarse
en la filosofía de Nietzsche, especialmente en el concepto del superhombre,
entendido como una especie de ser humano superior, que estaba más allá de
las normas legales y morales de la sociedad. Pronto, la necesidad de los dos de
salir de lo que para ellos era el tedio de la vida corriente y ordinaria los llevó a
realizar los primeros delitos. Empezaron a robar pequeños objetos en tiendas.
Después, pasaron a sustraer autos y, luego, a incendiar edificios. Pero los
muchachos sentían que estaban "para más". Y entonces fue que idearon el
homicidio que se convertiría en su "obra maestra".
usarían este concepto de superhombre para alcanzar la libertad en toda su
esencia, por lo cual con tan solo 18 y 19 años se propusieron a llevar a cabo un
asesinato que, estaban seguros, jamás sería descubierto.

Loeb y Leopold pusieron en marcha así el mecanismo para ejecutar su crimen


perfecto. Planificaron todo durante meses. Planificaron todos los pasos del
crimen durante unos seis meses. Solo les faltaba la víctima. Finalmente una
noche alquilaron un coche y salieron de cacería. En el camino encontraron al
desafortunado Bobby Franks, un niño de 14 años, que a la sazón era primo de
Loeb. Los jóvenes lo invitaron a subir al auto con una excusa nimia.

Loeb: Vamos sube al auto, te llevaremos a tu casa


y como Bobby los conocía, no tuvo ninguna sospecha y accedió.

A poco de sentarse en el asiento del acompañante, el pequeño recibió los


primeros ataques. Fue agredido a golpes de cincel en la cabeza desde el asiento
de atrás por Loeb. Luego, en medio de una lluvia de puñetazos, el pequeño fue
arrastrado hacia la parte trasera y allí le metieron un trapo en la boca, algo que
le imposibilitó respirar y lo terminó matando.

Tras cometer lo que ellos mismos suponían que era un asesinato que quedaría
impune, Leopold y Loeb pararon en un puesto del camino a comer unas
salchichas -lo que indicaba la frialdad con la que habían actuado-, y luego se
dirigieron a una de las orillas del lago Michigan, donde se deshicieron del cadáver
de Franks: lo tiraron por una alcantarilla. Previamente, lo habían desnudado, y
habían desfigurado su cara y sus genitales con ácido , para evitar que lo
reconocieran.

Para cuando el dúo regresó a Chicago, la ciudad ya sabía de la desaparición de


Boby. Esa misma noche, Leopold llamó por teléfono a la madre de Franks,

Leopold: Escuche con atención soy George Johnsone tengo a su hijo


secuestrado y estos son los pasos que debe seguir, si quiere encontrarlo con
vida.
Después de la llamada enviaron una nota mecanografiada a la familia de Franks,
Leopold y Loeb quemaron sus ropas ensangrentadas, limpiaron lo mejor que
pudieron la sangre del tapizado del vehículo alquilado y ambos pasaron el resto
de la noche jugando a las cartas.

A la mañana siguiente, los Franks recibieron la nota de rescate, y Leopold llamó


nuevamente a la familia indicándoles los primeros pasos que debían seguir para
pagar el rescate. El intrincado plan de recolectar el dinero de Leopold y Loeb se
vio frustrado cuando, antes de que los Franks comenzaran el camino a pagar por
la liberación de su hijo, un hombre avisara a la policía de que había encontrado
el cuerpo de un chico que coincidía con los rasgos de Bobby Franks. Al enterarse
de esto, Leopold y Loeb destruyeron la máquina de escribir y quemaron un
albornoz que habían utilizado para mover el cuerpo.

En ese momento, la policía de Chicago lanzó una investigación masiva,


ofreciendo recompensa a cambio de información. Mientras que Loeb seguía con
su vida normalmente, Leopold hablaba libremente con la policía y la prensa.
Leopold incluso le dijo a un detective

Leopold: Si yo fuera a asesinar a alguien, escogería a alguien como el niñito


arrogante que era Bobby Franks.

Al tiempo que se investigaba la zona donde habían hallado a Franks, la policía


encontró un par de anteojos. Aunque en tipo y tamaño eran comunes, tenían un
tipo de mecanismo de apertura y de cierre único, y del que solo tres personas
habían comprado anteojos de ese tipo en Chicago; uno de ellos era Nathan
Leopold. Cuando fue confrontado con esa evidencia, Leopold dijo que se le
pudieron haber caído mientras estudiaba los pájaros de la zona. Sin embargo, la
máquina de escribir destruida fue descubierta poco después.

Los lentes de Leopold, hallados en la escena del crimen, fueron la primera pista
de la autoría del homicidio por parte de los dos jóvenes estudiantes

Robert Crowe era un abogado del Estado muy reconocido, se hizo cargo de
investigar este caso y se convirtió luego en el fiscal oficial.

Crowe siguió el rastro de los lentes, que tenían un diseño especial y averiguó
que solamente se habían hecho tres modelos iguales y por encargo en la ciudad.
Uno de ellos correspondía a un hombre que ya no estaba en Chicago desde
hace un tiempo; otros, a una mujer que los tenía puestos cuando la fueron a
visitar con la policía; y los terceros, habían sido hechos para Nathan Leopold.
El joven dueño de los anteojos fue citado a declarar para que explicara qué
hacían allí sus lentes y el aseguró que..

Leopold: Soy ávido observador de aves y había perdido mis lentes en ese lugar
en una de mis aventuras.
Pero cuando el fiscal se adentró más en el caso se dio cuenta de que algo no
cerraba.
La coartada de Leopold era que había salido con su amigo Loeb en el auto de la
familia Leopold a pasear por la noche. Aseguró que habían salido con dos chicas
y que, cuando ellas se habían negado a tener sexo con ellos, las habían dejado
y habían seguido dando vueltas con el vehículo.

Pero cuando la policía, por orden de Crowe, investigó esta coartada, se dio
cuenta de que era absolutamente falsa. En principio, los agentes allanaron la
casa de Nathan Leopold y encontraron allí una pista que condujo a la máquina
de escribir en la que se había escrito el mensaje de rescate para la familia de
Bobby. Además, la letra manuscrita en el sobre dirigido a la familia Franks
pertenecía también a Leopold.

Tampoco era verdad que habían salido con el auto de los Leopold, ya que el
chofer de la familia se había acercado a declarar -con la intención de ayudar a
su jefe-
Chofer: la noche del crimen el coche se encontraba en reparación

Crowe entonces dedujo que los dos jóvenes habían alquilado un auto la noche
del asesinato. Y que las mujeres con las que habían salido no existían. Entonces
Loeb también fue citado a declarar y, tras un par de horas de interrogatorio, y
con las pruebas sobre la mesa, los dos jóvenes homicidas confesaron su crimen.

Loeb fue el primero en confesar,


Loeb: todo había sido planeado por Leopold y yo simplemente me había limitado
a conducir el automóvil.
Seguidamente, fue Leopold quien declaró, e insistió
Leopold: yo era el conductor del vehículo y que Loeb era el asesino.
Años después se conoció más evidencia, sobre todo algunos testigos oculares
quienes dijeron que el que estaba conduciendo el vehículo era Loeb y que
probablemente fuera Leopold quien asesinó al chico Franks.

Finalmente, ambos confesaron que habían cometido el asesinato simplemente


por la emoción que les generaba tal acción. También hablaron de su ilusión sobre
los "súperhombres" y sus aspiraciones de cometer el "crimen perfecto". Leopold,
hablando con su abogado, confesó
Leopold: el crimen había sido un "ejercicio de inteligencia" para mi, "El asesinato
fue un experimento", me es tan fácil justificar el matar a un ser humano como
para un entomólogo el matar a una abeja.

El juez fue persuadido,y sentenció a Leopold y Loeb a cadena perpetua con un


plus de 99 años por secuestro.

Pero a pesar de la condena no sintieron el menor remordimiento. Leopold señaló


Leopold: al cometer el asesinato, había sentido lo mismo que siente un
entomólogo cuando clava un alfiler en un escarabajo.

Los jóvenes indicaron a los investigadores cómo habían procedido en la noche


del crimen y los llevaron a los lugares de los hechos sonrientes y orgullosos.
Parecían ignorar que su crimen podía llevarlos a la horca.
El caso conmovió a la sociedad estadounidense, que se preguntaba entonces
cómo dos muchachos cultos, bien educados, de familias prestigiosas y que
nunca tuvieron necesidades pudieron cometer un acto tan despiadado solo por
pura diversión.
Fueron llevados a juicio y se le conocido como el juicio del siglo- en el que el
fiscal solicitó para ellos la pena de muerte.

La familia de Loeb contrató para la defensa de los muchachos a un abogado


prestigioso, Clarence Darrow, un letrado que, con sus 66 años, era famoso por
su fuerte oposición a la pena de muerte, una condena frecuente en Chicago en
esos tiempos.
El fiscal Crowe quería a toda costa que los homicidas terminaran en la horca.
Señaló que la ciudad de Chicago se encontraba ante "el crimen más horrendo,
vil, cobarde, repugnante y cruel jamás cometidos ". Llevó al estrado un total de
80 testigos que declararon, de una manera o de la otra, en contra de los dos
criminales.

Darrow, en tanto, tuvo su propia estrategia. Solo buscaba salvarlos de la pena


capital. Y señaló desde un principio
Abogado: Mis defendidos son culpables del homicidio, pero el crimen tiene que
ver con el retraso en la madurez emocional de los acusados, debe
compadecerse de ellos en lugar de juzgarlos, son demasiado jóvenes para morir
en la horca.

"Estoy suplicando por el futuro, por un tiempo en el que el odio y la crueldad no


controlen los corazones de los hombres. Un tiempo en el que podamos aprender
mediante la razón y la fe, que toda vida vale la pena de ser salvada y que la
misericordia es el atributo más elevado del hombre. Por eso no estoy suplicando
por estos jóvenes pero sí por el infinito numero de los que vendrán después"

Al final del alegato, hasta el propio juez del caso, John Caverly, tenía lágrimas
en los ojos y luego decidió que los dos muchachos no fueran colgados

Pero la sensación de superioridad de los dos muchachos no pareció menguar ni


siquiera tras la condena. Cuando los flamantes prisioneros fueron llevados por
primera vez a su celda,
Loeb: le dijo a su carcelero: "Consíganos dos bifes, bien gruesos y jugosos". Por
su parte, Leopold agregó: "Sí, y asegurate que estén cubiertos de cebollas. Y
además queremos guarniciones".

Leopold y Loeb fueron encarcelados en la Correccional Joliet. Aunque se los


trataba de mantener separados lo más posible, ambos se las ingeniaron para
continuar con su relación. Poco después, Leopold fue transferido al correccional
Stateville, y poco después Loeb también fue transferido allí. Una vez reunidos,
se dedicaron a dar clases en la escuela de la prisión.

En un inicio recibían dinero por parte de sus familias pero luego la corte limito la
cantidad de dinero que se les entregaba, un día mientras Leopold y Loeb
trabajaban en la escuela de la prisión, Day un compañero de la prisión pasó junto
a Loeb y le dijo
Day: "te veo luego".
Despues de eso Loeb fue atacado en las duchas con una navaja de afeitar. Fue
atendido rápidamente, aunque Leopold llegó a ver a su compañero seriamente
herido con cortes por todo el cuerpo. Leopold se ofreció para ayudar, pero se le
negó su participación. Tras un breve intercambio de palabras con Leopold, Loeb
murió. Luego, Leopold lavó el cuerpo de Loeb en una demostración de afecto.

Day alegó posteriormente: Loeb había intentado asaltarme sexualmente.

Sin embargo, se piensa que pudo haber sido al revés


En el tiempo que pasó en prisión, nunca hubo evidencia de que Loeb fuera un
atacante sexual, sin embargo Day fue, tiempo después, sorprendido
manteniendo relaciones sexuales con otro prisionero

Leopold pasó mucho tiempo tratando de limpiar el nombre de Loeb, quien era
conocido como el asesino de un niño y depredador sexual. Leopold escribió
varios libros. En las tapas de los libros, puso escritos en latín en los que se leía:
"Por la razón, sin embargo, somos libres".

Aunque Leopold siguió con su trabajo en la prisión después de la muerte de


Loeb, comenzó a sufrir de depresión. En una ocasión, gritó por horas en su celda
hasta que fue llevado ante los psicólogos de la prisión, pero a pesar de todo
Leopold se convirtió en un prisionero modelo. Según los informes, estudió y
manejó 12 idiomas y dedicó gran parte de su tiempo a mejorar las condiciones
de la prisión.
Después de más de 30 años de frustrados intentos de libertad condicional,
Leopold fue liberado. Al salir, intentó fundar una asociación de ayuda a chicos
problemáticos, pero el estado de Illinois se lo prohibió porque violaba los
términos de su libertad condicional.

Se mudó a Santurce, Puerto Rico, para evitar a la prensa. Allí, se casó con una
viuda. Se dedicó a la medicina y al estudio de las aves tanto en Puerto Rico como
en las Islas Vírgenes Estadounidenses y finalmente Murió por un ataque
cardiaco.

Y así es como termina la historia de los dos jóvenes que se creyeron capaces de
asesinar sin sufrir las consecuencias.

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