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Vuelve a la palestra noticiosa uno de los casos más perturbadores del siglo XX.

El Caso de
la Dalia Negra ha dado material de sobra y te lo traemos gracias a El Confidencial, que se
dieron a la tarea de recabar los antecedentes. Dale un ojo, aunque es tan sórdido todo, que
seguro soñarás con este caso.

De entre todos los crímenes que han sacudido a la sociedad estadounidense durante el siglo
XX, no hay probablemente otro más espantoso que el de la Dalia Negra, tanto por su nivel de
violencia como por las circunstancias en las que tuvo lugar.
Si ha visto la película de Brian de Palma, o ha visto el episodio de American Horror
Story dedicado al mismo, probablemente lo conoce ya: el 15 de enero de 1947, el cadáver
de Elizabeth Short, una camarera con aspiraciones de ser actriz de 22 años, fue encontrado en
Leimet Park terroríficamente mutilado.
Solo un experto habría sido capaz de dejar el cadáver en el estado en el que quedó.En
concreto, había sido sometida a una hemicorporectomía, es decir, su cuerpo había sido
seccionado por la mitad a la altura de la espina lumbar, en la única parte que puede ser cortada
sin romper hueso.Su tórax, cabeza y brazos fueron encontrados por un lado; su pelvis y piernas,
por otro probablemente fue obligada a comer excrementos y permaneció maniatada al
menos durante tres días, en los que fue torturada sin parar.

Era una estampa terrorífica que durante mucho tiempo obsesionó al departamento de policía de
Los Ángeles, así como a los habitantes de L.A., que dispararon las ventas de los periódicos
que trataron el tema. Pero fue a finales del siglo pasado cuando finalmente el caso volvió a
cobrar interés.
Era 1999 y Steve Hodel estaba echando un vistazo a las pertenencias de su padre, George,
que había fallecido poco antes, cuando se encontró con algo sorprendente: dos fotografías de
una mujer que se parecía enormemente a la Dalia Negra.
Y de repente, empezó a recordar que su padre había pasado por la escuela médica durante los
años 30, que la escritura de las cartas que el asesino había enviado a la prensa y la policía se
parecía enormemente a la de su padre y que en 1949, dos años después del asesinato, su hija le
había denunciado por abusos sexuales. Los cabos comenzaban a atarse.
Mi padre, mi asesino
Aunque Hodel ya contó detalladamente su investigación en el libro ‘Black Dahlia Avenger: a
Genius for Murder’ (Arcade Publishing), un reportaje publicado en ‘The Guardian’ ha vuelto a
devolver el caso a la actualidad y, sobre todo, al propio Hodel.
Si la historia de su padre es brutal, quizá la suya aún lo sea más, puesto que dedicó un
importante tiempo y esfuerzo a culpar a su padre de haber perpetrado uno de los crímenes más
horribles de la historia del siglo
Al fin y al cabo, Hodel era policía, por lo que decidió cumplir con su deber, y un poco más.
Durante 15 años se ha dedicado a juntar todas las pistas posibles para que no haya resquicio
de duda de que el hombre que asesinó a Elizabeth Short fue George Hodel.

Sobre todo, para descartar otras teorías, como la de una mujer llamada Janice Knowlton, que
en su propio libro, ‘Daddy Was the Black Dahlia Killer’ aseguraba que fue su padre el verdadero
asesino. Una versión que el paso del tiempo ha demostrado que probablemente no era más que
una excusa para vender unos cuantos libros, o quizá el producto de una mente enferma que
creyó hasta el día de su muerte en su propia invención.
Hodel fue metódico. En primer lugar, solicitó acceso a los archivos que el FBI había recogido
sobre su padre. Envió las fotografías que había encontrado entre las pertenencias de su
progenitor a expertos en reconocimiento facial y los textos agrafólogos, y el hecho de que los
resultados no fuesen concluyentes no le detuvo.

Más suerte tendría al encontrar en su casa natal el recibo de compra de diez bolsas de
cemento del mismo tamaño y marca que se encontraron cerca del cadáver de Short,
probablemente para transportar el cadáver. Las dificultades no fueron pocas: al fin y al cabo, la
mayor parte de testigos ya estaban muertos y muchas pistas se habían esfumado hacía décadas.
En muchos casos, los detalles de los recuerdos se habían desvanecido para siempre. Por
ejemplo, Hodel Jr. se topó con una policía que aseguraba haber visto a la víctima con un
hombre y una mujer la noche antes de ser asesinada, pero obviamente, no guardaba ningún
recuerdo de la apariencia física de los acompañantes de la mujer.
Sin embargo, todo esfuerzo persistente tiene su recompensa, y Hodel recibió un importante
respaldo en el año 2001, cuando se topó con Steven Kay, un viejo conocido que trabajaba en la
oficina del fiscal de Los Ángeles y que se prestó a revisar el material que tenía hasta la fecha.
Todo ¿encaja?
Seis semanas después de recibir todo el material, Kay respondió al hijo del presunto asesino
con la siguiente afirmación: “Gracias a un trabajo detectivesco fantástico llevado a cabo por su
hijo Steve, el nombre del doctor George Hodel vivirá para siempre en la infamia”.
Ello quería decir, básicamente, que en lo que a él respectaba, las pruebas eran más
que concluyentes para afirmar que había cometido el crimen. “Nuestro padre es un maníaco
homicida”, le dijo Steve a su hermana.
Gracias a él y a su ímpetu, terminó de escribir el libro que le lanzaría a la fama, aplaudido
también por James Ellroy, otro obsesionado por el crimen, ya que su madre murió en
condiciones semejantes; su secuela, ‘Most Evil: Avenger, Zodiac and the Further Serial Murders
of George Hill Hodel’ (Berkley Books), en la que defendía la tesis de que su padre era también el
asesino del Zodiaco, pasó bastante más desapercibida, quizá porque su nueva hipótesis era
demasiado aventurada.
Pero no todo estaba escrito en los cientos de páginas que vieron la luz en el año
2003. Como era de esperar, la publicación del libro provocó que nuevas evidencias saliesen a la
luz y que otros testigos se interesasen por el tema.
Es lo que ocurrió con Steve Lopez, un columnista de Los Ángeles, que mientras
escribía un artículo sobre el tema, pidió algo de información al fiscal. Gracias a ello, consiguió
acceso a una carpeta que ni siquiera Hodel conocía y que había sido recopilada en su día por
el teniente Frank Jemison, uno de los investigadores principales del caso.
En él se encontraba el dato que todos estaban buscando: la confirmación de que los
policías habían manejado seis nombres, entre ellos, el de George Hodel.
No sólo eso, sino que además recogía unas declaraciones del padre del investigador
del 19 de febrero de 1950, recogidas de su teléfono pinchado, mientras su casa estaba siendo
espiada: “Date cuenta de que no había nada que pudiese hacer, puse una almohada sobre su
cabeza y la tapé con una sábana. Conseguí un taxi. Murió a las 12:59.
Pensaron que había algo extraño. Bueno, ahora pueden haberlo descubierto. La maté”. Más
tarde, en otro momento, el médico afirmaba lo siguiente: “Suponiendo que matase a la Dalia
Negra, no pueden demostrarlo ya. Ya no pueden hablar con mi secretaria porque está muerta”.
No solo eso. En una de sus fotografías preferidas, George Hodel aparecía posando con uno de
sus amigos más conocidos, el fotógrafo y artista Man Ray. Steve recuerda el terrorífico parecido
entre el supuesto asesinato de su padre y dos de las obras del estadounidense, ‘Les Amoreux’ y
‘Minotaur’.
Lo cual hace el asesinato aún más perturbador: ¿y si en realidad el crimen de la Dalia Negra no
fuese más que una obra maestra del surrealismo?

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