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1.

- HISTORIA DEL ASESINO JEFFREY DAHMER

Jeffrey Dahmer nació el 21 de mayo de 1960 en Milwaukee, en el estado de


Wisconsin, Estados Unidos. Sus padres fueron Lionel Dahmer y Joyce Flint.

A diferencia de otros asesinos seriales que sufrieron en su infancia de maltrato


físico y psicológico, este asesino fue un niño amado por sus padres, quienes le
proporcionaron todo lo posible para su adecuada educación y buena vida social.
Su padre era químico y su tarea obligaba a la familia a trasladarse con frecuencia.

Tras reiteradas mudanzas, en 1967 la familia compró una casa en Bath, Ohio,
donde Jeffrey pasó el resto de su infancia y adolescencia. Cuando iba de pesca
con su padre, le gustaba abrir en canal a los peces y ver cómo morían. Con 10
años Dahmer caminaba en la carretera para buscar animales arrollados, los
llevaba al patio y los abría para ver qué había dentro. Tenía en formol varios tipos
de insectos.

Dahmer comenzó a ser cada vez más introvertido, aunque realizaba algunas
actividades en la secundaria, como trabajar en el periódico y jugar al tenis. Era
considerado por sus compañeros como alguien "raro", extravagante y que tenía
problemas con el alcohol. Antes de cumplir 18 años sus padres se divorciaron y su
padre volvió a casarse meses después. Su padre y su nueva esposa lo
convencieron para ir a la universidad y en otoño de 1978 ingresó en la Ohio State
University, pero debido a sus problemas de alcohol la abandonó en el siguiente
semestre. En 1979 su padre lo convenció para entrar al ejército, a raíz de lo cual
fue enviado a Alemania, en donde permaneció pocos años hasta que fue dado de
baja por su alcoholismo. Después de vivir un tiempo en Florida, volvió a su casa
en Ohio.

El 25 de septiembre de 1978, a la edad de 18 años, se mudó a un apartamento en


Milwaukee. Al día siguiente, le ofreció 50 dólares a un chico laosiano de 13 años

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para posar para unas fotografías, pero al momento de acariciarlo el chico se
asustó y salió corriendo. Los padres del chico realizaron la denuncia y el 30 de
enero de 1979, Dahmer fue encontrado culpable, pero solo permaneció en la
cárcel 10 meses antes de ser liberado.

2.- ANTECEDENTES FAMILIARES, HISTORIA

Jeffrey Dahmer nació el 21 de mayo de 1960 en Milwaukee, Wisconsin, hijo de


una pareja de norteamericanos de clase media. Su infancia transcurrió con relativa
normalidad y su padre lo calificaría como un niño extremadamente curioso con
una gran fascinación por los animales.

Una vez el pequeño Jeffrey presenció cómo su padre recogía huesos de animales
muertos en el patio trasero de la casa. En un intento posterior de darle
explicaciones a las acciones de su hijo, su padre expuso que, viendo en
retrospectiva, tal evento podría haber significado el comienzo de la catástrofe que
se gestaría años después. Pronto, el niño comenzó a dar señales de timidez, por
lo que sus padres lo incitaban a realizar actividades que le orillaran a la interacción
con otros niños.

Durante su pubertad comenzó a abrir cadáveres de animales. Estos


acontecimientos sucedieron justo cuando sus hormonas comenzaron a hacerle
experimentar sus primeros deseos sexuales. En este punto se dio cuenta de que
se sentía atraído por los hombres. En sus propias palabras: “alrededor de los 14
años comencé a experimentar ideas obsesivas sobre violencia entrelazada con
sexo. Se volvían cada vez más fuertes y no tenía a quién contarle, por lo que
decidí ocultarlo todo”.

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Sus deseos sexuales le causaban un conflicto interno, por lo que comenzó a beber
alcohol en grandes cantidades, tal vez como una forma de evasión de su propia
realidad.

Pero justo después de salir de la escuela preparatoria, Dahmer pasaría de la


fantasía a la realidad con el asesinato de su primera víctima: un joven quien pedía
un ride en la carretera. Jefree recogió al chico llamado Steven Hicks, de 18 años,
lo invitó a su casa, bebieron y platicaron durante un par de horas, y cuando Hicks
se quiso ir, Jefree lo golpeó con un tubo de metal en la cabeza y después lo
estranguló. Él sabía perfectamente lo que había hecho y decidió desmembrar el
cuerpo con un cuchillo, metió las partes en la cajuela del carro y se dirigió hacia la
carretera donde un policía lo paró por conducir de forma sospechosa. Con el
cuerpo de la víctima escondido, el policía lo dejó ir sólo con una advertencia.
Mantuvo los huesos de la víctima en su cochera por dos semanas, después los
trituró a martillazos y los esparció en el bosque que quedaba detrás de su casa.
Como medida alternativa a su vagancia y alcoholismo, Jeffrey se enroló en el
ejército y comenzó a aprender anatomía humana para servir como médico de
rescate. Por primera vez estaba contento con lo que hacía y obedecía reglas y
órdenes establecidas. Su carácter parecía haber cambiado de ser retraído e
inseguro a extrovertido y sonriente.

Tras ser expulsado del ejército por su alcoholismo, Dhamer regresó a E.U. y se
mudó con su abuela en Ohio, ahí se estabilizó su vida un tanto hasta que un día,
en la biblioteca del pueblo, un hombre le dejó una nota ofreciéndole sexo, a lo cual
él se negó, pero tiempo después confesaría que ese fue un momento decisivo
puesto que despertaría en él un deseo incontrolable de mantener relaciones
sexuales con hombres sumisos.

En este punto, Dahmer no encontró cosa más sumisa que un maniquí que robó, al
que observaba y con el que se masturbaba hasta que su abuela lo encontró y le
ordenó que lo desapareciera. Comenzó a asistir a los clubs gays de Ohio donde

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conocía a hombres a quienes llevaba a hoteles para invitarles bebidas adulteradas
con un somnífero para que cayeran inconscientes. Esto llegó al punto en que
intoxicó a un hombre de tal manera que pasó una semana en el hospital.

En noviembre de 1987, Jefree conoció a un chico de 25 años llamado Steve en el


bar 219; de ahí, ambos se fueron a un hotel y Dahmer utilizó su vieja técnica de
agregar somníferos a la bebida de su acompañante hasta que cayera
inconsciente. Jeffrey pasó la noche con el joven. Cuando despertó se dio cuenta
de que su acompañante estaba muerto, con moretones y sangre por todas partes;
él no recordaba nada pero entró en pánico. Salió y compró el estuche para trajes
más grande que pudo encontrar. Metió el cadáver ahí y escapó en un taxi hacia la
casa de su abuela donde lo desmembró y ocultó sus partes. Después de ese
segundo ataque decidió que no iba a tratar de controlar esos impulsos criminales,
más aún, iba a buscar saciarlos.

El tercer ataque fue en contra de un chico de 14 años a quien recogió en la calle y


ofreció 50 dólares para que le practicara sexo oral. Lo drogó y lo estranguló, se
quedó con el cuerpo más de una semana escondiéndolo en el sótano de la casa, y
con el cual continuaba teniendo sexo, explorando sus más perversas fantasías.
Cuando el cadáver se comenzó a podrir, Jeffrey lo desmembró y lo enterró en el
patio.

Richard Guerrero fue su cuarta víctima; usó el mismo modus operandi: pasó unas
horas junto al cadáver antes de desmembrarlo y tirar pequeñas partes a la basura,
hasta que eventualmente el camión se había llevado todo su cuerpo parte por
parte y en un lapso de varios días.

Su abuela le pidió que se mudara y lo hizo. Rentó un departamento al este de


Milwaukee y un día recogió a un pequeño chico de 13 años a quien invitó a su
casa. Ahí lo intentó violar pero el chico logró escapar. Lo arrestaron bajo cargos de
abuso sexual en segundo grado pero sus asesinatos todavía eran un secreto.

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Tras cumplir una breve condena de servicio comunitario, Jeffrey atacó de nuevo.
Asesinó a un joven afroamericano de 28 años, momificó su cabeza y sus genitales
y los guardaría en el locker del lugar donde trabajaba. Dentro del siguiente año,
Jeffrey continuaría con los asesinatos matando a 13 personas más, en su mayoría
afroamericanos y bajo su ya establecido modus operandi.

Una noche recogió en la calle a un chico de 14 años, lo drogó y, mientras éste


dormía, salió en búsqueda de más alcohol. El chico se despertó y salió a la calle
donde un vecino lo vio y llamó al 911. La policía llegó al lugar y comenzó a
cuestionar a Jeffrey. Ahí, él les explicó que el chico era su amante, les mostró
fotos que le había tomado y argumentó que el muchacho había bebido demasiado
y por eso actuaba de esa manera. La policía le creyó y una vez más se escapó de
la justicia al tiempo en que mantenía oculta su vida como asesino serial. Tan
pronto como los policías se fueron, Jeffrey mató al joven.

Tras algunos meses, los cuerpos de sus víctimas ya comenzaban a apestar


demasiado, por lo que Jeffrey decidió comprar un tambo en el que disolvería con
ácido los miembros desmembrados de sus víctimas para después tirar los restos
por el excusado. Una cosa llevó a la otra y sus deseos parecían insaciables.
Pronto decidió que con el objetivo de que sus víctimas se quedaran literalmente
con él, Jeffrey comenzaría a comerlas para sentir qué era tenerles literalmente en
su cuerpo.

“Eso [comérselos] me hizo sentir que ellos se convertían en una parte permanente
de mí”, argumentó en una entrevista.

En julio de 1991, una de sus víctimas llamada Tracy Edwards logró escapar y salir
corriendo a la calle para detener una patrulla. Los policías entraron al
departamento y encontraron más de 80 fotos de Jeffrey posando con cadáveres
en diversos grados de descomposición. En la cocina había cabezas, huesos,

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diversos miembros de personas en el refrigerador y tres torsos humanos en
proceso de descomposición dentro del tambo con ácido.

Finalmente, Jeffrey no correría con la misma suerte que en sus encuentros


anteriores con la policía, y esta vez sería encarcelado. Pasó los siguientes días
confesando todo a los detectives. Sus abogados intentaron probar que sufría de
enfermedades mentales pero les fue negado tal argumento; el multihomicida fue
condenado a más de 900 años en prisión.

Durante su estancia en la cárcel, Dahmer se acercó a la religión, fue bautizado y


sus acciones fueron disciplinadas. En prisión fue atacado por un recluso quien le
propinó una puñalada a la que sobrevivió, pero el 29 de noviembre de 1994, otro
interno, quien se hacía llamar “Cristo”, lo mató con un golpe en la cabeza con un
tubo de metal. Dahmer murió en camino al hospital.

Es así como terminó la historia de un hombre quien pudo redefinir los conceptos
de la maldad humana en una historia que sobrepasa cualquier creación terrorífica
en la literatura o el cine. (Colectiva, 2019)

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