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ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO Y LAZO SOCIAL:

ANUDAMIENTO ENTRE DOS

Bustos Graciela, Banszczyk, Brian Frank, María Laura

El acompañamiento terapéutico (AT) es una práctica vincular particular, nos


proponemos pensar cuales son las circunstancias que confluyen para que el
dispositivo de acompañamiento se instaure y posibilite el despliegue de una
clínica subjetivante

Partimos del supuesto compartido que el A.T. trabaja con sujetos y familias cuya
subjetividad está en riesgo, esto produce vivencias de indefensión, desamparo,
temor e incertidumbre, que parece enquistarse dando lugar a diversos
síntomas. Estas personas y grupos pueden atravesar una crisis de los marcos
de significaciones y sentidos, que afecte su sociabilidad y su identidad individual
y colectiva.

El sujeto acompañado puede encontrarse aislado, encerrado en sí mismo o ha


sido segregado por su entorno, estigmatizado; quizás ha sufrido una pérdida del
apuntalamiento de su cultura y de sus vínculos. Posiblemente no tiene grupos de
pertenencia o son frágiles, a veces construye normas propias de vinculación y de
comportamiento, sus vínculos suelen ser fragmentarios e inestables.

Por todo lo dicho hasta aquí los comienzo de los acompañamientos se pueden
convertir en un momento inédito, instituyente, alguien ajeno hasta el momento
(a.t.) entra en escena, es una presencia comprometida, viene a instaurar algo
nuevo, a proponer un encuentro, no exige respuestas inmediatas, pero porta
normas, valores y reglas sociales que quizás el sujeto y su familia perdieron.

Partiremos de concebir un vínculo, como aquella experiencia compleja en la que


dos otros no pueden sino verse alterados por el ir haciendo juntos; “resultando
así, un nos-otros con efectos de inter-subjetivación y variación de la mismidad”
(Del Cioppo, 2011, pág. 119).

Podríamos describir cuatro características que definirían el vínculo, desde la


perspectiva del acompañante

- El vínculo requiere de una comprometida presencia del otro.

La presencia del otro tiene la característica de afectar intensamente, el encuentro


deja una impresión, una nueva marca. Una marca que abre un espacio donde
antes no lo había, generando movimientos psíquicos. (Berenstein, 2008). El otro
se presenta en todas sus variantes posibles ante mi, es decir como idéntico,
semejante, diferente y ajeno. Así podemos pensar la presencia como aquella
cualidad del otro que incide fuertemente en mí como sujeto o si es mía incide en
el otro, impone una marca; me, lo y nos modifica. Transitar y sostener dicha
experiencia requiere de un trabajo vincular, por lo cual la presencia es motor del
vínculo, sin ella no sería posible, y produce efectos ya que es instituyente de
marcas inevitables a toda relación.

No es cualquier encuentro, una presencia comprometida, un estar presente, con


disponibilidad afectiva y mental desde la ética del acompañar, el compromiso de
sostener la presencia a pesar de los avatares que puedan acontecer en el
proceso.

- El vínculo con el otro tiene un efecto transformador.

Un vínculo postulamos que puede ser el punto de partida de un encuentro


significativo con el otro donde puede constituirse o no en un origen,
convirtiéndose en la posibilidad de acontecimiento, de novedad. Para ello no
existen inscripciones previas a las producidas en ese encuentro. Se habla de
origen cuando la serie de acontecimientos que siguen remiten a él y llevan su
marca. Un encuentro es significativo si modifica a ambos polos, es bidireccional.
Así podemos pensar que lo infantil, siendo un origen, no es el único origen del
sujeto. Podríamos decir, en cada vínculo significativo se genera sujeto.

- Este tipo de vínculo se inscribe en la línea de lo fraterno.

Gomel y Matus (2011) traen lo fraterno como una “legalidad –horizontal” dando
la posibilidad de auto-organización entre los hermanos o pares, más allá de la
legalidad – vertical, propia del poder paterno. La legalidad horizontal implica un
nosotros, un “encuentro con el semejante” originado y determinando de esta
forma al grupo con sus funciones de sostén y corte. En este sentido,
parafraseando a Bernard y Matus, se refieren al concepto de fraternización para
referirse al proceso de constitución y sostén de la vincularidad como un
movimiento instituyente, que hace más allá de la hermandad instituida por el
proceso de filiación (Gomel y Matus, 2011)

- El otro del vínculo debe ser considerado como semejante y diferente.


Cuando se toma la singularidad del sujeto, cuando se puede soportar que sea
un “otro”, un semejante - diferente, se puede comenzar a pensar acerca de las
causas, de los momentos, de que lo que hace que ese sujeto se presente de ese
modo.

Esta posición implica sostener un juego dialógico de diferentes lógicas y superar


alternativas estériles, tratando de romper la linealidad de causa única, dando
lugar a la complejidad y posibilidad de crear marcas que van armando tramas
con efectos imposibles de determinar. La concepción de múltiples condiciones
de partida nos aleja de un fatalismo de lo inicial, pues la imposibilidad de
determinar ampliamente el conjunto de las variables que coexisten en
simultaneidad impide predecir qué caminos tomará el devenir psíquico, abriendo
un horizonte a la ruptura y a la novedad.

Por lo cual el sujeto estará abierto a su historia, no solo la del pasado, sino la del
presente; entendiendo que la historia no es una estructura inmutable como
tampoco un caos de acontecimientos aleatorios, aunque nos dé trabajo atender
lo que permanece y a la vez cambia, comprendiendo que en cada instante, algo
nuevo se puede instituir modificando rumbos y abriendo caminos a un futuro
instituyente, lo cual nos obliga a estar en constante movimiento. Entender que
dichos procesos no son cuestiones estancas que se edifican una vez, sino
procesos simultáneos y múltiples, que no siempre muestran los puntos de
partidas, pero si posibles caminos a recorrer, posibilitando transformaciones.

Podemos decir, entonces, que el vínculo requiere de una comprometida


presencia del otro, es un encuentro con un semejante a la vez diferente. Tiene
un efecto transformador en ambos polos el vínculo acompañante acompañado
se inscribe en la línea de lo fraterno.

Con estas coordenadas pensamos el encuentro del acompañante con el


acompañado. El acompañante ingresa muchas veces en medio de una crisis del
sujeto o de la familia, trae una propuesta ética, su presencia implica un corte con
la crisis, con lo que antecedió y una nueva propuesta, nueva mirada, una nueva
legalidad.

El acompañante genera con su presencia un tiempo y un espacio diferente en la


vida del otro, que da lugar a preguntarse por las pérdidas, la tramitación de los
duelos, tolerar los conflictos, soportar la vivencia de vacío, los rituales, los
silencios, el rechazo, el desencuentro con los otros, donde se juega un trabajo
psíquico que los implica a ambos.

La potencia del vínculo a.t- acompañado da lugar a que se reconozca y se recorte


algunos trazos de singularidad del sujeto, lo que permitirá atemperar la crisis, a
través de una mirada diferente que admita la emergencia del otro, que surja algo
del orden del deseo, de su subjetividad.

El trabajo intersubjetivo va configurando un nuevo modo de vincularse, que


mueve al sujeto de lo autorreferencial y el aislamiento, le permite reconocer la
alteridad. “(…) estas experiencias posibilitan la novedad de fundar con otros,
espacios que habiliten la producción de subjetividad. Acción transformadora
sobre un sujeto arrasado en alguien capaz de hacer lazo y de oponerse a aquello
que lo destrama y desubjetiviza, y de generar, con otros, producciones simbólicas
vinculantes” (Lamovsky , 2005)

Desde nuestra perspectiva el acompañamiento terapéutico es una práctica


instituyente, el espacio permite la reapertura del deseo, hacer algo con el
malestar y desde lo simbólico permite dar nuevas respuestas a los conflictos que
insisten en ese tiempo y lugar; y a su vez produce un anudamiento con su entorno
social y cultural que amplía los espacios intersubjetivos, los otros (familia,
vecinos, amigos) son incluidos en el transcurso del acompañamiento en la vida
cotidiana.

“… el mundo de la vida cotidiana en el cual hemos nacido es desde el comienzo


un mundo intersubjetivo. Esto implica, por un lado, que este mundo no es mío
privado sino común a todos nosotros; y por el otro, que en él existen semejantes
con quienes me vinculan muchas relaciones sociales”(Schütz, 2003).

Lo intersubjetivo y las relaciones sociales se expresan en el mundo de la vida


cotidiana, el que está provisto de múltiples sentidos atribuidos por los sujetos;
durante el acompañamiento se van develando esos sentidos.

El a.t. propone al sujeto transitar con él su vida cotidiana y gestar un vínculo


horizontal, un ligamen fraterno basado en la aceptación de las diferencias, de las
características particulares de cada uno. El a.t. construye con el acompañado un
vínculo que le permite operar simultáneamente en una trama horizontal pero al
mismo tiempo en sentido vertical construyendo legalidades en el marco de la
cultura, vinculando al sujeto con su entorno. Según Resnizky(2011) el A.T.
“anida” en un “entre”, buscando no solo recuperar lo existente, refundar, sino
también producir nuevas marcas, construir lo que nunca
estuvo.

Podríamos preguntarnos ¿Qué características técnicas presenta el dispositivo


de A.T.?, sin pretensión de ser exhaustivos podríamos enumerar

El dispositivo de A.T. es una construcción conjunta, es decir es un producto del


vínculo, se irá construyendo en el devenir conjunto, no podemos saber a priori
cómo se conformará. (Resnizky, 2016) refiere que el “A.T. como dispositivo se
ofrece como instancia de subjetivación” Partiendo de esta afirmación podemos
puntualizar algunas características técnicas que nos brindan herramientas para
pensar los avatares en la construcción del vínculo

Estas características son:

- El dispositivo de A.T. se construye en un entramado vincular, entre Dos,


sucede en la vida cotidiana del sujeto.

- El encuentro entre el acompañante y el acompañado tiene siempre algo de


inédito, de impensado, las infinitas variaciones del contexto forman parte de este
vínculo imprevisto, nuevo.

- El A.T. promueve y exige un trabajo intersubjetivo desde la perspectiva


vincular.

- El vínculo que se establece tiene una potencia transformadora que puede


o no devenir en un proceso terapéutico.

- El acompañante está siempre comprometido desde su subjetividad y diseña


una estrategia singular para cada paciente.

- En el acompañamiento se ponen en juego diferentes lógicas: paradojales,


suplementarias, de la complejidad, de la diversidad.

- El acompañante terapéutico arma lazos desde perspectivas diversas: el


lenguaje corporal, la comunicación emocional, el discurso, lo situacional, lo
social, lo comunitario. La especificidad del dispositivo de acompañamiento
terapéutico ineludiblemente nos pone en contacto con Otro, lo cual requiere una
escucha atenta, no sólo de lo verbal, sino también enfocarse en la modalidad de
los intercambios corporales, movimientos, gestos, miradas, disposición en el
espacio; estar atentos: que se dice, que se hace, porque esto a veces devela lo
que no es posible poner en palabras. No solo de aquellos dos que se encuentran
sino de lo vínculos que lo rodean, lo social lo comunitario que interpela y
transforma.

Estos aspectos mencionados hacen del dispositivo de acompañamiento


terapéutico una modalidad de abordaje que ofrece una gran eficacia clínica, al
decir de Chaui convierte al sujeto en una posición de ciudadano desde una
perspectiva de derecho, en el marco de las leyes de salud mental

Sin embargo nos gustaría detenernos en los primeros momentos del abordaje de
AT, ya que son momentos decisivos en el devenir del vínculo acompañante
acompañado; por ende de la estrategia y del tratamiento.

En los primeros encuentros con el acompañado se puede o no poner en juego


múltiples modalidades defensivas, construidas en experiencias vinculares
anteriores:

Tendremos que sortear esas construcciones, para dar paso a la novedad, es


habitual que al inicio del AT, se pueda vivenciar rechazo, silencios, ausencias,
adhesiones masivas, conductas omnipotentes, agresividad, pasividad marcada,
angustia ante la presencia del otro (a.t.). Las ansiedades persecutorias generan
conductas tendientes a mantener la distancia; el clima predominante puede ser
de desconfianza. El acompañado puede poner a prueba al a.t., su capacidad para
soportar el desborde y contener las ansiedades y miedos del acompañado.

Lentamente si esto cede, dará paso a la construcción de un vínculo de


reconocimiento mutuo y de compromiso con el tratamiento. Es algo más que un
contrato de trabajo aparece la solidaridad y la complementariedad, se incluye el
contexto, el entorno social próximo que habilita el acceso a otras redes de
contención y apuntalamiento del sujeto.

En estos momentos surgen múltiples expectativas, fantasías y demandas que el


vínculo aloja y trabajara para la consolidación del vínculo y del proceso
terapéutico. Si esto no sucede puede dar lugar a la desilusión y la ruptura del
proceso.
La presencia del acompañante en lo cotidiano del Otro es por sí misma una
intervención, ya que desnaturaliza, observa, interviene sobre modalidades que
pueden ser desubjetivantes y está velado por la rutina de lo cotidiano, por ello
mismo es generadora de resistencias y desconfianza.

Las diversas posibilidades de encuentro del acompañante con el acompañado


pueden contribuir o obstaculizar a la consolidación de un vínculo que promueva
el trabajo intersubjetivo desde la perspectiva vincular, en el campo del
acompañamiento terapéutico. Puede habilitar o no, la construcción de un nuevo
lazo fraterno que posibilite el despliegue de la subjetividad y la autonomía del
sujeto, la construcción de nuevos sentidos y significaciones y el despliegue de la
creatividad en una construcción compartida a.t. – sujeto

Según Puget (2010) la subjetividad es situacional, depende de otro y tan sólo


así adquiere sentido. El anudamiento entre dos tiene una potencia emocional,
más que discursiva; se trata de la legitimación de un saber. Este dispositivo es
una herramienta de alto valor terapéutico que posibilita movimientos en lo intra,
lo inter y los trans subjetivo que puede abrirse a potencialidades inéditas y seguir
generando interrogantes.

BIBLIOGRAFIA

 Kuras S.y Resnizky, S. (2011). El Acompañamiento terapéutico como


Dispositivo. Buenos Aires: Letra Viva.
 Resnizky, S (2016). Dispositivos de frontera. En Acompañamiento terapéutico.
Clínica en las Fronteras. Editorial Brujas: Córdoba.

- Kuras S., Moscona S. y Resnizky, S. (2018). Dispositivos Clínicos en


Psicoanálisis. 2da edición. Letra Viva: Buenos Aires.

 Lamovsky, l. (2005) “Psicoanálisis y lazo social” . Publicado en el libro


Pensando Ulloa. Editorial libros del Zorzal, 2005, Buenos Aires.
 Magaly Cabrolié Vargas, “La intersubjetividad como sintonía en las relaciones
sociales. Redescubriendo a Alfred Schütz “, Polis [En línea], 27 | 2010, Publicado
el 18 abril 2012, consultado el 10 octubre 2019. URL :
http://journals.openedition.org/polis/929

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