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La ansiedad tiene una función muy importante relacionada con la supervivencia, junto
con el miedo, la ira, la tristeza o la felicidad. En la actualidad se estima que un 20.6%
o más de la población mundial sufre de algún trastorno de ansiedad, generalmente sin
saberlo.
Neurotransmisores
Por otra parte, las personas que luchan contra un trastorno de ansiedad suelen
tener un desequilibrio químico en el cerebro. Primero, puede tener zonas del
cerebro sensibles que se encienden con facilidad. Pero sobre todo, puede que la
persona tenga alteraciones en los neurotransmisores cerebrales. Estos
neurotransmisores se encargan de regular las emociones y permiten una buena
capacidad de juicio. Por otro lado, la noradrenalina es la base de la ansiedad. A
saber, es ella que envía señales para que nuestro cuerpo se prepare para
responder ante situaciones peligrosas. A menos que estos químicos estén en
equilibrio, la persona tendrá dificultad para controlar su ansiedad. Además, le
costará responder adecuadamente ante las dificultades y el estrés.
Es decir, si nos encontrásemos ante factores externos que pudieran suponer una
amenaza, la amígdala se activaría para indicarnos que hemos de alejarnos de esa
amenaza y así, incrementar las posibilidades de supervivencia
Por ende, en dicha afectación todas las funciones que tiene la amígdala quedarían
mermadas. Sin embargo, el hecho de que se redujera la ansiedad no es tan
beneficioso como podría parecer.