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3 Cuadernos de trabajo

Mundos Juveniles
Coordinación

Enrique Pérez Reséndiz


Merarit Viera Alcazar
Cuadernos de trabajo
Mundos Juveniles

Coordinación
Enrique Pérez Reséndiz
Merarit Viera Alcazar
Cuadernos de trabajo. Mundos Juveniles 3

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


Dr. Enrique Graue Wiechers
Rector
Dr. Leonardo Lomelí Vanegas
Secretario General
Dr. Alberto Ken Oyama Nakagawa
Secretario de Desarrollo Institucional
Dr. José Antonio Pérez Islas
Coordinador del Seminario de Investigación en Juventud

Título: Cuadernos de trabajo. Mundos Juveniles 3


Coordinación: Enrique Pérez Reséndiz
Merarit Viera Alcazar
Diseño editorial: Enrique Pérez Reséndiz
Cuidado de la edición: Araceli Moreno Ortiz

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización


escrita de los titulares
Contenido
7 Presentación
José Antonio Pérez Islas

Una década de mundos juveniles


9 Enrique Pérez Reséndiz

La pandemia llegó a los mundos juveniles: algunas pistas


13 para la lectura
Merarit Viera Alcazar

Las redes sociales de citas en la pandemia de la COVID-


17 19, una extensión más de la sexualidad juvenil
Luis Biniza Cruz López

Mujeres jóvenes feministas onlife en contextos de crisis


29 en México por la COVID-19 y la violencia basada en
género contra las mujeres
Itzel Viviana López García

El sentido de la experiencia escolar de las y los jóvenes


43 universitarios. Impacto del confinamiento por la
pandemia covid-19
Ana Karen Soto Bernabé

De la Generación del confinamiento a la Generación del


59 distanciamiento. Desempleo juvenil en la coyuntura de la
COVID-19 en México. Apuntes y reflexiones
Amaury Fernández Reyes

85 Acerca de los autores


PRESENTACIÓN
JOSÉ ANTONIO PÉREZ ISLAS

La investigación casi nunca es un proceso lineal ni un continuum, en innumerables


veces hay que detenerse, para analizar el bosque; otras más, hay que volver sobre
nuestros pasos y tomar otros senderos. En esas vueltas, en ocasiones se quedan
textos, que pueden ser reconstruidos y o en definitiva destruidos u olvidados para
luego resurgir. Son etapas que posteriormente son revaluadas por el/la propio
autor/a o, suele suceder, por algún furtivo u ocasional lector/a que le encuentra
valor por sí mismo.

A esos textos está dedicada esta colección editorial, ¿el fin? despertar y compartir
esas ideas o propuestas que quizá están inacabadas, pero no por eso pierden sus
aportes. O pueden ser adelantos de un trabajo más complejo y a largo plazo, que
pueden perder actualidad si no se dan a conocer. En fin, las posibilidades son
muchas y la apertura de este espacio plural permitirá conocer esos primeros
intentos por descubrir hechos o procesos, pero también descubrir a nuevos
escritores y analistas.

El Seminario de Investigación en Juventud de la UNAM los/as invita a relevar el


espacio como lectores o como escritores de los mundos juveniles en permanente
construcción y transformación.

7
UN DÉCADA DE MUNDOS
JUVENILES
ENRIQUE PÉREZ RESÉNDIZ

Desde su creación, el Seminario de Investigación en Juventud (SIJ) de la


Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha tenido como uno de sus
ejes centrales de trabajo la formación y la docencia. De esta manera se han
diseñado distintos diplomados, y recientemente algunos cursos de actualización,
con el objetivo de profundizar en el conocimiento acerca de las condiciones en las
cuales se desarrollan y expresan las múltiples realidades juveniles de nuestro país y
de la región; así desde 2010 el SIJ ha desarrollado de manera ininterrumpida el
diplomado en línea Mundos Juveniles: sujetos, trayectorias y ciudadanías el cual es
el resultado de arduos procesos de discusión entre los miembros del seminario y
por supuesto de expertos que nos han acompañado a lo largo de esta década de
existencia del programa.

Como su nombre lo indica el diplomado Mundos Juveniles: sujetos, trayectorias


y ciudadanías está orientado hacia la reflexión teórica de las condiciones
estructurales, de las imágenes culturales y las representaciones sociales, así como
su incidencia en la conformación de lo que hemos llamado condición juvenil de las
y los jóvenes, dicho de otra manera el diplomado pone a discusión muchos de
nuestros supuestos en torno a las personas jóvenes a partir de la premisa de que
existe más de una manera de ser joven. Existen por lo tanto una multiplicidad de
mundos juveniles. Durante su primera década el diplomado ha sufrido una serie de
cambios, no podía ser de otra manera, pues la realidad obliga a revisar, actualizar,
y a veces corregir los supuestos teóricos y metodológicos del programa.

9
El esfuerzo de todas y todos quienes han pasado (de una u otra manera) por el
diplomado es invaluable, y como una forma de reconocimiento, y también porque
consideramos que es de suma relevancia la difusión de los trabajos del diplomado
desde el SIJ-UNAM hemos decidido retomar la publicación de las reflexiones y
discusiones de las y los participantes. A partir de lo anterior presentamos la
colección Cuadernos de trabajo del SIJ que recoge los trabajos de las y los
participantes en los diferentes programas de formación y docencia del seminario.
El título de la colección alude a los textos que son resultado de la labor de
investigación, trabajo en campo o intervención de primera mano por parte de las y
los estudiantes con jóvenes mexicanos. Si bien varios de los trabajos no cuentan
con un desarrollo teórico en profundidad, la riqueza de los textos radica en que son
reflexiones situadas y surgidas al calor del contacto con las realidades juveniles,
quienes se acerquen a estos cuadernos de trabajo se percatarán de lo anterior.

Del año 2010 al 2020 Mundos Juveniles así como su programa académico han
sido testigos de dos procesos que marcaron un hito para la población joven del
país. El primero, el movimiento #YoSoy132 que puso en tela de juicio (nuevamente)
la supuesta apatía política de las y los jóvenes mexicanos. En el marco del proceso
electoral de 2012 las y los jóvenes mexicanos irrumpieron en el espacio público de
una manera sin precedentes (por lo menos en el país) mediante la utilización de
Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) lograron poner en la agenda
mediática y política el tema de la importancia de la democratización de los medios
de comunicación. Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre #YoSoy132, sin embargo,
habrán de reconocerse dos puntos de suma importancia en su legado: la estructura
orgánica de su funcionamiento y el hecho de que son un precedente de suma
importancia en lo que ahora conocemos como movilización en red.

El segundo elemento que marcó al diplomado no podía ser otro, la Covid-19 y el


confinamiento; si bien es cierto que ese acontecimiento no afecta simplemente a
las personas jóvenes, sus repercusiones en este grupo sí son muy particulares y
distintas a las de otros grupos poblacionales como podrían ser los adultos o los
niños. ¿Cuáles son los efectos de un encierro de casi un año en las jóvenes y los
jóvenes mexicanos?, ¿qué pasa con aquellos jóvenes que por sus condiciones no han
podido incorporarse a los procesos de educación en línea?, ¿qué estrategias están
desarrollando para poder convivir con amigos y parejas sentimentales? Estas son
sólo algunas preguntas que plantea este escenario y que llevará aún mucho tiempo
poder responderlas, lo cierto es que los mundos juveniles no son, ni serán los
mismos después de este acontecimiento.

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Es justo en este contexto en donde se desarrolló la décima edición del
diplomado. Su inició fue en febrero de 2020 y en ese momento no se tenía idea de
la magnitud del problema, sin embargo, la realidad fue imponiéndose poco a poco
y los contenidos y actividades del diplomado así como la reflexión de las y los
participantes de una u otra manera fue atravesada por esta situación.

El primero de los textos de Luis Biniza Cruz López titulado Las redes sociales de
citas en la pandemia de la COVID-19, una extensión más de la sexualidad juvenil
aborda la complicada situación a la que se enfrentaros las y los jóvenes de un
momento a otro ¿cómo mantener sus relaciones sexoafectivas en un contexto
donde la norma era justamente la distancia? Para dar respuesta a esta interrogante
el autor describe el funcionamiento de algunas aplicaciones de citas como Meetic,
Tinder, Grindr y Badoo, y la importancia que cobraron en el marco de la pandemia.
De la misma manera el texto describe prácticas como el sexting, que si bien
aparecieron y ya contaban con gran popularidad, se tornaron más relevantes
durante el confinamiento. Para finalizar este primer trabajo Luis Biniza advierte
de los riesgos que conllevan este tipo de prácticas, y que por su relevancia e
impactos que tienen en el plano jurídico-legal es necesario seguir debatiendo.

Por su parte Itzel Viviana López García expone la reconfiguración de las acciones
de los movimientos feministas a partir de la declaratoria de emergencia sanitaria.
De acuerdo con la autora, la utilización de plataformas sociodigitales por parte de
las mujeres ha contribuido a la consolidación de un ciberfeminismo y de una
tecnopolítica feminista. El trabajo que lleva por título Mujeres jóvenes feministas
onlife en contextos de crisis en México por la COVID-19 y la violencia basada en
género contra las mujeres recoge las experiencias, visiones y realidades de las
jóvenes feministas respecto a los casos de violencia de género que se dieron (y
aumentaron) durante la cuarentena. Sin duda se trata de un tema de gran
relevancia debido al contexto mexicano y la imposibilidad de las autoridades para
detener esta parte de la realidad nacional.

El tercer texto El sentido de la experiencia escolar de las y los jóvenes


universitarios. Impactos del confinamiento por la pandemia Covid-19 de Ana
Karen Soto Bernabé analiza los cambios y tensiones señalados por las y los jóvenes
estudiantes respecto sus experiencias escolares y sus expectativas a futuro. Los
testimonios de las y los jóvenes dan cuenta de la nostalgia por los espacios escolares
y de la interacción cara a cara con sus compañeros y profesores, así como de las
dificultades a las que se han enfrentado en el tránsito hacia un modelo de
educación en línea de manera forzada. Para finalizar este trabajo la autora recoge
la preocupación que tienen las y los jóvenes universitarios respecto a su futuro
profesional y personal.

11
Para finalizar este trabajo la autora recoge la preocupación que tienen las y los
jóvenes universitarios respecto a su futuro profesional y personal.

Finalmente Amaury Fernández Reyes con su trabajo titulado De la generación


del confinamiento a la generación del distanciamiento. Desempleo juvenil en la
coyuntura de la COVID-19 en México: apuntes y reflexiones expone las
transformaciones en los mercados de trabajo derivadas de la crisis sanitaria, y de
cómo estás han tenido repercusiones particulares en las y los jóvenes. Bajo la
categoría de Generación el autor argumenta que la precariedad y la desigualdad
que grabaron las formas de empleabilidad juvenil en el contexto de la pandemia
han marcado a millones de jóvenes y que esto los impacta grupalmente.

Como ya se habrá advertido la temática que atraviesa los trabajos aquí


presentados es el del uso de la tecnología por parte de las y los jóvenes, en este
sentido no está de más recordar que dichos usos y apropiaciones son diferenciados
en función del nivel socioeconómico, cultural y educativo, frente a estas
condiciones adversas es imprescindible continuar la reflexión y el trabajo de
investigación para profundizar en la complejidad de la relación jóvenes-tecnologías
de la información y comunicación que permita una comprensión más integral. Sea
pues este número 3 de la colección de los Cuadernos de trabajo del SIJ UNAM un
incentivo para iniciar esta discusión.

junio, 2021

12
LA PANDEMIA LLEGA A LOS
MUNDOS JUVENILES:
ALGUNAS PISTAS PARA LA
LECTURA
MERARIT VIERA ALCAZAR

Este escrito es un pequeño arranque y punto de partida que dejan algunas pistas
para dar a conocer a quien lee el proceso de reflexión que desataron los textos que
componen este Cuaderno de Trabajo. Mi participación en esta edición del
Diplomado, como en otras ocasiones, fue la de asesora; por ello, y aunque en el
programa de contenidos que preparamos y actualizamos cada edición no
contemplaba un problema social tan específico como el de una pandemia mundial,
nos vimos en la obligación (tanto las y los participantes como yo) a tomar en cuenta
la realidad que nos alcanzaba en la incorporación de las reflexiones que enmarcan
el posicionamiento teórico del propio Diplomado.

Lo cierto es que en el transcurso del diplomado íbamos asimilando la “nueva


normalidad” que daba un giro importante a nuestras vidas, como a la de las
personas jóvenes que eran, y siguen siendo, nuestro centro de interés. La
pandemia nos alcanzó en el país y su abordaje se volvió obligatorio. El Covid-19, el
confinamiento, y sus repercusiones sociales, políticas y económicas catalizaron
procesos de desigualdad, si bien estructurales y ya existentes, que se dejaron ver de
formas particulares en los mundos juveniles. En ese sentido, vale la pena
reconocer que, bajo este contexto, es más que nunca vital comprender los
principios teóricos que problematizan la realidad juvenil y la comprensión de la
juventud desde un posicionamiento sociocultural que no solo hemos defendido
desde el Seminario de Investigación en Juventud (SIJ), sino además abonado en su
producción de conocimiento. Así pues, comienzo con la explicitación de tres pistas
que permitan transversalmente la lectura de los textos aquí presentados.

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La primera pista, y en continuidad con lo antes dicho es que la comprensión de los
mundos juveniles no es una tarea sencilla, por el contrario, se configura a partir de
una serie de articulaciones que dan sentido al ser joven desde una realidad que no
es estática, que se transforma y adapta en torno a situaciones históricas, políticas,
sociales y económicas que no pueden ser ignoradas, que incluso nos exigen un
compromiso ético-epistémico de ser abordados, por ello, la consecuencias de la
pandemia nos obligaron a repensar la realidad contemporánea y sus impactos en
las prácticas y vidas de las y los jóvenes.

La segunda pista está vinculada con el posicionamiento de entender a la
juventud como una categoría de análisis sociocultural que justamente nos permite
comprender a los mundos juveniles. Es decir, si bien “la juventud alude a una
categoría social de edad, que emergió hacia fines del siglo XVIII en Europa. La idea
de juventud corresponde a la consciencia de la naturaleza particular de aquellos
caracteres que distinguen al joven del niño y del adulto” (Urteaga, 2011, p. 32). De
esta manera, y de forma fundamental, entendemos a la juventud, no como una
categoría etaria o moratoria reducida a una “etapa de maduración” que bien puede
ser entendida como adolescencia, y que desde una perspectiva biológica-
psicológica coopta la capacidad de agencia de las y los jóvenes. Por el contrario,
entendemos que la significación de la juventud es relacional y significada desde
condicionamientos sociales, políticos, históricos y económicos específicos que de
manera compleja se enfrentan a imaginarios, estereotipos y representaciones
institucionales, casi siempre adultocéntricos.

Entonces, cabe la aclaración de que no es lo mismo la juventud, la condición


juvenil, los sectores juveniles y las y los jóvenes. Como lo he mencionado en este
texto, pensadoras y pensadoras sobre la juventud (Reguillo, 2000; Urteaga, 2011;
Pérez Islas, 2008) aseguran que la juventud es una categoría y concepto siempre en
disputa, relacional y complejo. La condición juvenil, por su parte nos permite
comprender de manera situada la significación contextual que le da sentido a la
realidad juvenil; los sectores juveniles por su parte nos permiten comprender
acuerpamientos y/o agrupaciones conformadas por personas jóvenes que
comparten ciertas prácticas en común, y que por tanto producen identidades o
subjetividades específicas. Las y los jóvenes son, entonces, sujetos de acción, lo
cual nos lleva a la tercera pista.

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Las y los jóvenes son sujetos con capacidad de agencia. En ese sentido, analizar y
reflexionar sobre sus mundos juveniles nos obliga a reconocerlos con la capacidad
de accionar su realidad, de interpelar las normas institucionales, de cuestionar el
adultocéntrismo que los condiciona. Esa capacidad de agencia es la que nos
permite poner en la mesa de los escritos que integran este cuaderno, sobre todo en
el reconocimiento de que, aún en tiempos de pandemia, de confinamiento y de
miedo, las y los jóvenes están creado y construyendo sus narrativas, generando
estrategias de supervivencia y territorios que, aunque condicionados, nos siguen
demostrando que la realidad no tiene garantías.

Los cuatro textos que integran este cuaderno de trabajo, nos dejan ver la
importancia de los espacios digitales que, aunque ya se venía visibilizando como
una característica compleja en la realidad juvenil contemporánea, se ha
potencializado en un contexto de pandemia como el que hemos estado atravesando
a lo largo de este año. De forma transversal, podemos encontrar las nuevas
tecnologías se potencializan como una necesidad preponderante en las estrategias
de acción juveniles, lo cual seguramente será un marcador importante y vital en las
reflexiones futuras.

Referencias

Reguillo, R. (2000). Emergencia de Culturas juveniles, Estrategias del


desencanto. Buenos Aires, Argentina: Ed. Norma.
Pérez Islas, J.A., (2008) “Juventud: Un concepto en disputa” en J. A. Pérez
Islas, Mónica Valdez y Ma. Herlinda Suárez Z. (coords.), Teorías sobre la
Juventud. Las miradas de los Clásicos, México: UNAM-Miguel Ángel Porrúa,
pp. 9-33.
Urteaga, M., (2011), La construcción juvenil de la realidad, jóvenes mexicanos
contemporáneos, México D.F.: Bibliotecas de alteridades, UAM-Iztapalapa,
JP.

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LAS REDES SOCIALES DE
CITAS EN LA PANDEMIA DE
LA COVID-19, UNA EXTENSIÓN
MÁS DE LA SEXUALIDAD
JUVENIL
LUIS BINIZIA CRUZ LÓPEZ
FCPyS - UNAM
lcruz@logos.edu.mx

La representación llevada a la pantalla era la prueba más efectiva de que


el cuerpo podía convertirse en una superficie plana para proyectar
imaginarios mentales y que lo que se creía naturaleza, inmanencia, en
realidad sólo era una construcción algorítmica presta a ser innovada.
Ojeda, M. (2016). Nefando.

La pandemia que se desató de manera más notoria en el año 2020 implicó una serie
de cambios significativos a escala global que se vieron reflejados en el cotidiano de
los individuos. Una característica primordial de este fenómeno fue el traslado
forzoso a los hogares en busca del resguardo y, como consecuencia, una
reconfiguración en las formas de comunicarse para mantener la vida social por
medio del internet. Por ejemplo, una de las acciones más significativas que
impactaron el cotidiano de muchas familias a escala mundial fue la virtualización
de la escuela, en donde cientos de miles de estudiantes transicionaron de ciclos
escolares por medio de las plataformas electrónicas.

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Este canal del proceso comunicativo está conformado por una cultura digital y
una serie de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que se
internalizan en el día a día de los seres humanos en lo que los estudios llaman la era
de la información. En el presente texto se expondrá un estudio exploratorio que
aborda el uso de las redes sociales de citas en la pandemia de la Covid-19 entre los
jóvenes, desentrañando cada una de las dinámicas más usuales a las que las y los
usuarios recurren en dichas plataformas. Por último, se cierra el texto con una
propuesta de educación sexual digital que ayude a las personas que conviven en
estas redes sociales a navegar de una manera más segura.

En este confinamiento pareciera que únicamente se convive con un reducido


grupo de personas que habitan la vivienda; sin embargo, las interacciones sociales
en las que vivimos se mantienen o incrementan gracias a las redes informáticas. El
investigador catalán Manuel Castells (2014) nos ayuda a entender que:

la virtualidad en la que vivimos es una de las dimensiones fundamentales


de nuestra realidad, vivimos con internet, no en internet o para internet,
está presente en nuestra vida, en nuestros espacios de prácticamente
todo lo que hacemos. La conexión entre lo virtual y lo presencial la hace el
individuo; no es que hay dos sociedades, sino que hay dos formas de
relación de actividad social en nosotros (p.7).

Más allá de una respuesta ante la crisis, las dinámicas que existían previamente
gracias al uso del espacio web se intensificaron, siendo en muchos casos la única
forma de continuar con las actividades, incluso las esenciales. Asimismo, estas
redes de comunicación de base electrónica y de transmisión digital, tienen efectos
en los intercambios subjetivos y la socialización por medio de los dispositivos
electrónicos, de ahí que el profesor Scott Lash (2003) las ha nombrado formas
tecnológicas de vida.

El análisis de Lash está inscrito dentro de la tradición del paradigma


fenomenológico en donde la realidad es construida a partir de relaciones de
sentido producto de la vida humana misma, por ello, este autor recupera a Husserl
(1984) con sus planteamientos enfocados en “la paradoja de la subjetividad humana
que es sujeto del mundo y conjuntamente objeto en el mundo, pues es una realidad
situada espacial e históricamente; pero simultáneamente se experimenta a sí
mismo como un yo que se refiere al mundo mediante actividades subjetivas”(p.50).
Un mundo que se expande, externaliza y configura mediante el espacio
cibernético, en donde el sujeto está dado en el mundo físico y virtual por igual, de
alguna manera construyendo su vida diaria.

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Por lo tanto, la socialización tecnológica de las y los sujetos aumenta
exponencialmente en una situación como es el confinamiento. Las prácticas
sociales son mediadas por redes sociales, teléfonos inteligentes y algoritmos;
“enfrentamos nuestro medio ambiente en interfaz con los sistemas tecnológicos
(…) con una cultura tecnológica que existe, constitutivamente, a distancia, vida y
naturaleza a distancia” (Lash, 2005, p. 43).

En el caso mexicano, la virtualidad está inmersa en un alto porcentaje de la


población, sobre todo en las y los jóvenes. La ENDUTIH[1] 2019 expuso que en el
país hay 80.6 millones de usuarios de internet y 76.5 millones de usuarios de
teléfonos celulares. De igual forma, la mayor proporción de usuarios de internet es
el grupo de 18 a 24 años con una participación del 91.2%, y en tercer lugar el grupo
de 25 a 34 años con 86.9%. Los resultados de 2019 mostraron un incremento de
cibernautas del 4.3% con respecto al estudio de 2018. Con dicho panorama,
podemos observar que la adaptación de las actividades —como el trabajo, la
educación y el esparcimiento— a los hogares no fue un choque abrupto, por lo
menos en la juventud mexicana.

De la misma forma, el esparcimiento web se ha sido exponencial en los últimos


diez años, la oferta de entretenimiento y convivencia cada año aumenta gracias a la
generación de plataformas digitales. En específico, no podemos encerrar a
Facebook, Twiiter e Instagram como las únicas redes sociales activas, sobre todo, el
mundo juvenil ha adoptado a muchas más plataformas a su vida cotidiana, entre
ellas, los espacios virtuales de citas.

El internet de las citas

Las redes sociales de citas son sitios y aplicaciones en la que los usuarios buscan
conocer a nuevas personas, para que, en la mayoría de los casos, se genere una
relación erótico-afectiva entre las y los usuarios. A partir de introducir una serie de
especificaciones de búsqueda y teniendo como base un sistema de geolocalización
se activa un procesamiento de metadatos que permiten enlazar la información que
proporcionan los navegantes: ¿qué ofrezco y qué busco?, para relacionar perfiles.

Estas redes sociales nacen muy a la par de la expansión masiva del internet. En
un primer momento eran páginas web en donde la interacción se hacía mediante
chats, en los cuales muchas veces ni siquiera se permitía enviar fotografías. Hoy en
día existe una amplia gama en donde se encuentran hipervínculos especiales dentro

Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH)
[1]
censa información sobre disponibilidad y uso de las tecnologías de información y comunicaciones. Se estudia la

población de seis años en adelante. Es una estadística anual que se realiza en todo México desde el año 2001 con el
INEGI como coordinador.

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se encuentran hipervínculos especiales dentro de las redes sociales como es
Facebook Parejas; aplicaciones para teléfonos inteligentes, que son las más usadas
como: Meetic, Tinder, Grindr, Badoo; o bien, páginas dentro de los navegadores
como lo son Élite o Mexicancupid.

Desde hace tiempo, la población joven se ha inclinado en el uso de apps para


teléfonos inteligentes. Estas existen desde el año 2009 y comenzaron con Grindr y
el concepto de espacios digitales para hombres gays que buscan un encuentro
sexual de una noche. En el año 2012 entra Tinder al mercado, siendo la más
popular a nivel mundial, y con ello empieza el auge de este mundo erótico-digital.
Hoy en día se puede decir que hay una aplicación para cada grupo y preferencia
sexual; está Scissr y Wapa para mujeres lesbianas; Grindr, Chappy y Scruff dentro
de la comunidad gays; Transdr y Transgender para personas trans.

Asimismo, observamos que la formación de nuevas relaciones socio-afectivas


mediadas por el internet están envueltas en la inmediatez del click. Recuperando
una vez más a Lash, podemos entender que es normal que la intimidad de los
amantes se comience a la distancia; esto pues “las formas de vida se convierten en
formas a distancia. Como mis formas de vida están tan normal y crónicamente a
distancia, no puedo navegar ni desarrollar la socialidad al margen de mi interfaz
maquinal. No puedo lograr esa socialidad en ausencia de sistemas tecnológicos”
(Lash, 2005, p. 42).

Dichos sistemas han reestructurado el erotismo juvenil, iniciando los primeros


encuentros entre las personas a partir de las plataformas digitales, formando a su
vez, un reajuste de las expresiones sexuales que las y los jóvenes experimentan en
una relación. En el encierro propiciado por la covid-19 encontramos un
crecimiento en el intercambio sexual dentro de las apps de citas. Por ejemplo,
Match Group a finales de marzo de 2020 reportó en su portal de internet que se
había roto un récord de intercambios entre sus participantes, el cual llegó a 3 mil
millones de deslizamientos. Registrando también un aumento del 30% de sus
usuarios, en su mayoría personas menores de 30 años.

Ante este incremento, se observan dos particularidades muy distintivas en los


nuevos usuarios con las cuales podemos proponer subgrupos de análisis: los
usuarios tradicionales y los usuarios pasajeros. Siendo los primeros aquellos
internautas que usan la aplicación para tener un encuentro sexual desde un primer
contacto virtual hasta la posibilidad de construir una relación sentimental a largo

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plazo. Mientras que los segundos son personas que transitan por estas apps como
pasatiempo y para conocer personas nuevas en este encierro, esto podemos
observarlo en algunas descripciones de los perfiles.

De igual manera, en ambos tipos de usuarios encontramos la necesidad natural


de la sociabilidad que se vuelve más segura, en materia de salubridad, por medio
de los espacios web. Ya Jorge Linares planteaba que “la tecnología se ha convertido
en el entorno necesario e indispensable para los fines pragmáticos de los seres
humanos porque han devenido fines primarios, desplazando a los fines teóricos y
contemplativos, a los estéticos o religiosos y a cualquier modalidad que no
responde directamente a la presión de la necesidad. La razón tecnológica configura
ahora las condiciones de la experiencia humana” (Linares, 2018, p. 108). Que a su
vez esas condiciones se vuelven en muchos casos la única opción para continuar
con una vida sexual.

Ahora bien, estas interacciones que tanto hemos mencionado no se limitan


únicamente a las conversaciones mediante el chat, sino que hay una serie de
expresiones de la sexualidad que se viven por medio de lo virtual. Incluso, en este
periodo las aplicaciones han abierto más canales de comunicación que propician
acciones que no existían anteriormente o que implicaban un costo extra, por
ejemplo, el uso de videollamadas y notas de voz entre los perfiles.

Esta vida en las ventanas también ha propiciado el sexting como una forma
alternativa de satisfacción del deseo sexual. Este acto ha sido denigrado y
confundido con una serie de violencias que abusan la intimidad de las personas,
cuestión que abordaremos más adelante, pero que en realidad es la expresión del
derecho sexual al ejercicio libre y consensuado para compartir la belleza del cuerpo
humano. Una voluntad de las y los sujetos para ejercer, apropiarse y compartir su
corporalidad con aquellas personas que están formando un vínculo.
De igual forma, estas plataformas han abierto nuevos espacios de convivencia y de
autoconocimiento de la identidad y preferencia sexual, pues permite a las y los
usuarios unirse a comunidades que pudieran no conocer hasta después de entrar a
las aplicaciones. Con el confinamiento en los hogares, el celular y los aparatos
electrónicos se quedan únicamente con las y los dueños, por lo que posibilita la
navegación más privada.

sexoDescripciones
[3] como: “vengo a cotorrear”, “me gusta conocer gente y con la pandemia no se puede”, “no busco
solo conocer personas”, “yo no quería, pero la cuarentena me llevó abrir esto”, “estoy aquí por aburrimiento”,

“abrí esto para despejar un poco mi mente”, “lo que hace la cuarentena pero podemos ser buenos amigos”.
Recuperados de perfiles de Tinder en mayo y junio de 2020.

Referencia a la novela de Andrés Neuman La vida en las ventanas publicada en 2002 por editorial Alfaguara.
[4]
[5] El sexting es una actividad, mutuamente consensada, en donde por medio de la mensajería de las redes sociales

envían fotos y videos personales de carácter erótico a una persona.
se


21
Por último, estas aplicaciones son un primer acercamiento para posibles futuros
contactos, debido a la incertidumbre de cuándo se suspenderá el confinamiento la
calendarización de los encuentros está en pausa. Emiliano, un usuario tradicional
de Bumble, ejemplifica esto de una manera bumblera: “si hago cuentas estaría
teniendo sexo durante trece días seguidos con una persona diferente a la vez”.

La incertidumbre que genera la llamada “nueva normalidad” día con día impacta
no solo los espacios laborales o académicos, también se ven modificadas las
situaciones de esparcimiento entre las y los sujetos. Como hemos expuesto
anteriormente, es claro que las interacciones de las que las y los jóvenes se han
apropiado en el espacio de lo virtual seguirán presentes aún después del
confinamiento, pero igualmente, gracias a este mismo hubo un grupo importante
de personas que se incluyó a las dinámicas, en este caso las relacionadas con la
sexualidad, y que muchos de ellas se apropiaran de las mismas. Tanto aquellos
usuarios que antes de este periodo ya estaban inmersos como los que se están y se
van a incluir, necesitan conocer las maneras convivir en estos espacios de una
manera más segura.

Conocer los riesgos para navegar de una manera más segura

Hay diversas precauciones que se deben tener en cuenta en una sociedad del riesgo
en donde la navegación web ha contextualizado, desarrollado y producido una
serie de peligros y situaciones de violencia. Ulrich Beck (1998) ha planteado que la
sociedad moderna se encuentra en una fase donde los riesgos escapan del control
de las instituciones, esto ocurre de dos maneras:

La primera, en se observa a partir de riesgos residuales, donde los efectos


y amenazas son producidos de forma sistemática pero no son parte del
debate público. La segunda, cuando los peligros de la sociedad industrial
comienzan a dominar los debates y conflictos públicos. Las instituciones
son productoras de las amenazas que no pueden controlar (p.10).

En las aplicaciones de citas, al ser un entorno de formación de relaciones socio-


afectivas, la intimidad, privacidad y el consentimiento son tres pilares
fundamentales para diferenciar entre una situación violenta y una que no lo es. Lo
anterior, es una de las problemáticas a estudiar, ya que, por un lado, están las
relaciones formadas de manera consensuadas por dos personas que convivieron
por medio de las apps pero, por otro lado, existe toda una serie de violencias y
delitos cibernéticos que surgen y actúan en estos contextos.

[6] Entrevista realizada a Emiliano X el 17 de junio de 2020.

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Los actos sexuales, tanto en la virtualidad como en lo presencial, deben ser
aprobados recíprocamente entre quienes participan en este tipo de encuentros. El
disfrute, la empatía y el respeto a los límites se contextualizan en cada relación y
dentro de dinámicas construidas en las aplicaciones, que bien se pueden construir
o imponer. Dentro de ello, el compartir la intimidad con una persona es
justamente un acto no impositivo, por lo tanto, la insistencia en pedir imágenes y
videos desnudos ante una previa negación rompe con la contextura de lo íntimo, lo
cercano y lo seguro.

De la mano con lo anterior, tenemos también las precauciones respecto a la


privacidad, la cual es una temática muy discutida dentro de los estudios de las
redes sociales, siendo el caso más estudiado en los últimos años el uso indebido de
la información de los usuarios Facebook por parte de la compañía Cambridge
Analytica para las elecciones presidenciales de 2016 en los Estados Unidos. Sin
embargo, aquí nos enfocaremos a la privacidad dentro del encuentro sexual. Acto
que es únicamente entre los involucrados y que las mismas aplicaciones, al no
tener muro de publicación como Facebook y Twitter sino solo chats, no permite el
contacto con terceros.

Entonces, ¿cuáles serían los riesgos con respecto a la privacidad? En los últimos
diez años la difusión y venta de packs [7] ha trastocado el derecho sexual del
sexting, ya que se pasa de lo privado a lo público sin consentimiento. Tal ha sido el
crecimiento de esta práctica, no solo dentro de la deep web, que grupos
organizados de la sociedad civil [8] han promovido la legislación para sancionar a
las personas que difundan contenido sexual privado a partir de medios digitales.
Ejemplo de lo anterior, es la Ley Olimpia [9] a nivel nacional con perspectiva de
género y que proteja a las personas que sufren de ciberviolencia. Otra violencia
muy común dentro de estas aplicaciones y que gira en torno al consentimiento es el
envío de dickpics. En donde al no tener autorización previa del destinatario se
arrebata el derecho a decidir qué quiero y qué no quiero de la relación que se está
formando. Esta acción se ha observado sobre todo en hombres, tanto para mujeres
como para con otros hombres, visibilizando una imposición egocéntrica del
machismo que se vive día con día dentro de la web.

[7] Los packs son un archivo de imágenes sexuales, que en muchos de los casos se usaron para hacer sexting, y que

son difundidos sin la aprobación de la persona exhibida. Incluso ante la legislación mexicana este tipo de
contenidos está clasificado como pornografía.
[8] Por ejemplo, el Frente Nacional para la Sororidad y su equipo de Defensoras Digitales que desde 2019 luchan por
la promoción de una cultura digital con perspectiva de género y un derecho a vivir sin violencia en el internet. Son

las principales promotoras de la Ley Olimpia en los estados y se dedican a la divulgación y protección de los
derechos digitales.
[9] La Ley Olimpia son una serie de reformas para reconocer y castigar la ciberviolencia. Esta iniciativa fue expuesta
en 2014 por la activista Olimpia Melo Cruz y se “define la violencia digital como actos de acoso, hostigamiento,
amenaza, vulneración de datos e información privada, así como la difusión de contenido sexual sin consentimiento
y a través de las redes sociales, atentando contra la integridad, la libertad, la vida privada y los derechos,
principalmente de las mujeres” (Defensoras Digitales, 2020).
[10] También llamado cyberflashing son fotografías de genitales masculinos enviadas sin previo aviso a una
persona.

23
Por último, uno de los riesgos que están enfrentando sobre todo la población
joven es el robo de identidad y el hackeo. La empresa de ciberseguridad rusa
Kaspersky Lab en su Boletín de Seguridad 2019 señaló que en México cerca de 23%
de internautas declaran haber sido hackeados en alguna de sus cuentas de redes
sociales, siendo los jóvenes de 18 a 24 años el grupo poblacional que más declaró
este tipo de ataques. En el caso de las apps de citas se han reportado denuncias en
donde un perfil roba las fotos de otra persona para usarlas como propias y hacerse
pasar por él. Una ventaja al respecto es que la función de “denunciar perfil” está
presente en todas las aplicaciones y es atendida de manera continua para evitar
este tipo de situaciones.

Esta serie de ciberviolencias y riesgos dentro de la web de citas son una realidad
anterior, durante y después de la pandemia. Sin embargo, al encontrar un
incremento de usuarios e interacciones en este momento específico debe estar
acompañado por una reeducación sexual, enfocada principalmente en los entornos
digitales y sustentada por los derechos sexuales y reproductivos de las personas.

Hacia una educación sexual-digital

Las redes de citas en la coyuntura de la covid-19 se colocan como medio de


expresión de la sexualidad, cuestión que seguirá presente y recuperando una vez
más a Castells, es parte de la producción cultural que es el internet. Por lo tanto,
hay una urgencia de construir una educación sexual en donde se difunda y se
dialogue la relación sexualidad-redes sociales.

Es necesaria una promoción erotofílica dentro del uso de las aplicaciones, en


donde se busque construir espacios de goce, de sentimientos positivos hacia
nuestra sexualidad, con relaciones de cariño y respeto mutuo. Espacios educativos
en donde no se promocione la prohibición, la victimización ni desacredite a las
personas que buscan un contacto sexual virtual y en su lugar se celebre el proceso
humano de ser seres sexuados con todas las posibilidades que ello nos da y
sabiendo convivir en todos los espacios en los que la relaciones socio-afectivas se
generan y conviven, entre ellas la virtual.

Un modelo donde se favorezca la aceptación positiva de la propia identidad


sexual y el aprendizaje de conocimientos y habilidades que permitan vivir las
diferentes posibilidades de la sexualidad en cada edad, conforme las personas
implicadas deseen. Por ello, es fundamental trabajar sobre la práctica del
consenso. Tanto entender en dónde están mis límites de acción con la relación en
la que estoy, como del empoderamiento para poner frenos a los actos que no quiero

24

aceptar. Con ello, se podría buscar fortalecer la autoestima sexual, ayudar a la


definición de una identidad sexual fuera de estigmatizaciones y reconstruir los
roles de género fuera del campo de las violencias.

De igual forma, la lucha de las mujeres en los últimos años ha visibilizado la


importancia del consenso y el consentimiento en las relaciones interpersonales,
donde gran parte de las violencias cotidiana comienzan cuando las dos acciones
anteriores se ven traspasadas. Junto con ello, la búsqueda y construcción de otras
formas de ejercer y vivir la masculinidad, que no ejerza violencias y que asimile que
los actos sexuales son de mutuo acuerdo entre las y los participantes.

De lo anterior, el mundo digital no está exento, pero, sobre todo, aún está muy
lejos de la cultura jurídica que proteja y busque informar a las y los usuarios de las
redes qué situaciones están infringiendo sus derechos. La formación de
pensamiento reflexivo y crítico de la sexualidad permitirá a las y los usuarios
conocer y exigir espacios y procedimientos que protejan sus derechos.

Esta oferta educativa debe ser principalmente dirigida a la juventud,


comprendiendo sus contextos relacionados con la virtualidad y complementándose
con el trato que tienen de su sexualidad, entendiendo que es un proceso complejo e
interdisciplinario, pero ante todo necesario para la generación de una mejor
convivencia. Con ello, las y los usuarios conocerán los riesgos que se viven en la
red, pero como acción reformadora de tomar decisiones de manera responsable, a
su vez, podrán exigir sus derechos sexuales, reproductivos y digitales.

Conclusiones

La cultura del internet en época de pandemia ha generado una serie de espacios


reconfigurados que permiten entender de mejor manera como el ser humano
contextualiza la tecnología para satisfacer sus necesidades. La sexualidad es un
menester bio-psico-social que cada vez va encontrando maneras de satisfacerse a
través de una pantalla.

Son formas de vida que como nos ha planteado Lash se han vuelto procesos
tecnológicos a la distancia. Una cultura tecnológica que visibiliza a nuestro mundo,
en buena parte, dentro de lo virtual. Por ello, estudiar las redes sociales, en este
caso las de citas, es adentrarse a una serie de interacción que suceden dentro
nuestro cotidiano.

Asimismo, en estos espacios habitan una serie de confluencias digitales que


pueden entretener, ayudar y facilitar dinámicas a las personas, junto con ellas,

25
como sucede en la realidad no virtual, hay una serie de violencias, inseguridades y
peligros que puede vivir cualquier persona. Una diferencia sustancial que permite
un uso seguro de la tecnología es conocer los riegos de manera profunda, relacional
y con una visión crítica

El análisis de estas interacciones es un trabajo continuo, pues el avance


tecnológico nos seguirá sorprendiendo y la demanda por conocer nuevas personas
seguirá presente dentro de las redes sociales. Para tener un mejor disfrute dentro
de la virtualidad se necesita una información precisa/preventiva de
riesgos/espacios que promocionen y garanticen la seguridad.

Con ello, la importancia de conocer a profundidad las interacciones más


populares que las y los jóvenes desarrollan dentro de estas redes, como por ejemplo
el sexting. Esto con un objetivo informativo que permita a las personas usuarias
saber distinguir cuando es una expresión libre de la sexualidad y cuando una
violencia a la intimidad, un proceso en donde las y los sujetos involucrados en el
acto sexual puedan ser consientes, lo disfruten y estén en situaciones seguras.

Por ello, la propuesta de una repensar una nueva educación sexual con énfasis
en las interacciones virtuales es una tarea necesaria en la era de la información.
Formar a su vez una ética relacional en donde las prácticas sean consensadas entre
las y los usuarios buscando el goce y el cuidado mutuo.

Con el encierro propiciado por la Covid-19, las y los jóvenes se han adaptados y
profundizado las distintas formas de interacción social, muchas de ellas en un
lenguaje y con dinámicas muy propias de la misma comunidad juvenil, que como
sucede en gran medida a lo largo de la historia, las generaciones más grandes no
comprenden de todo. Mientras la situación sanitaria siga arrogando a las personas
dentro de sus casas el mundo juvenil seguirá sorprendiendo día con día con nuevas
transformaciones a su cultural digital.

Referencias

Beck, U. (1998). La sociedad del riesgo global. Barcelona, España: Paidós.


Castells, M. (s.f., julio de 2002). La dimensión cultural de Internet [ponencia].
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Barcelona, España. Recuperado de
https://www.uoc.edu/culturaxxi/esp/articles/castells0502/castells0502.html.
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Madrid, España: Alianza Editorial.

26

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difundir tus nudes sin tu consentimiento. Recuperado de
https://defensorasdigitales.org/ley-olimpia-nadie-tiene-derecho-a-difundir-
tus-nudes-sin-tu-consentimiento/.
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millones de usuarios de internet y 76.5 millones de usuarios de teléfonos
celulares: endutih 2019. (Comunicado de prensa, núm.103/20) inegi y sct.
Recuperado de http://www.ift.org.mx/comunicacion-y-medios/comunicados-
ift/es/en-mexico-hay-806-millones-de-usuarios-de-internet-y-865-millones-
de-usuarios-de-telefonos-celulares.
Kaspersky Lab. (2019). Boletín de seguridad. Recuperado de
https://securelist.lat/kaspersky-security-bulletin-2019-statistics/89943/.
Lash, S. (2005). Crítica de la información. Buenos Aires, Argentina:
Amorrortu.
Linares, J. (2018). Hacia una ética para el mundo tecnológico. Revista de
estudios de la ciencia y la tecnología, 7 (1), 99-120.

27
MUJERES JÓVENES FEMINISTAS
ONLIFE EN CONTEXTOS DE CRISIS
EN MÉXICO POR LA COVID-19 Y LA
VIOLENCIA BASADA EN GÉNERO
CONTRA LAS MUJERES
ITZEL VIVIANA LÓPEZ GARCÍA
Servicios a la Juventud A.C.
Colectiva Hablemos de Género
lopezgviviana@outlook.com

El presente artículo es una reflexión y, al mismo tiempo, una evidencia de la


participación ciudadana tecnológica y activa de las jóvenes onlife [1] frente a la
violencia basada en género contra las mujeres en México ante la COVID-19. Ante
este contexto de crisis, las tensiones entre las jóvenes feministas y el gobierno
mexicano han continuado debido a las acciones, omisiones, mensajes y medidas
implementadas para atender la violencia basada en género contra las mujeres. En
este sentido, lo que expongo es la reconfiguración de las acciones del movimiento
feminista protagonizado por mujeres jóvenes a partir de la declaratoria de
emergencia nacional por la pandemia, así como la transformación de las redes de
apoyo; principalmente, con acciones impulsadas desde plataformas digitales que

[1] Luciano Floridi en su libro The onlife manifiesto: Being human on the hyperconnected era (2009), plantea
repensar los asuntos sociales en una etapa de transición digital en la que la distinción entre online y offline pierde
sentido. El presente artículo se centra en analizar el activismo y la movilización de las jóvenes onlife: tanto en la
realidad física como en la realidad virtual.

29
han contribuido a prácticas ciberfeministas [2] o una tecnopolítica feminista [3]
que ya desde hace unos años se viene gestando en la generación de mujeres jóvenes
feministas. En este escrito se incluyen las experiencias, visiones y realidades
juveniles de algunas feministas que permiten comprender y entender éstas formas
de participación que aún son negadas, cuestionadas, minimizadas e
invisibilizadas.

Introducción

La pandemia por COVID-19, que inició en China a finales del año pasado, llegó
oficialmente a México el 27 de febrero de 2020, trayendo consigo una serie de
impactos económicos y sociales, causando estragos en los mercados laborales a
nivel nacional y mundial. En México se estima una pérdida de miles de vidas, de
millones de empleos remunerados y consigo el aumento de diversas problemáticas
en torno a la salud y la seguridad pública.

Para la comunicación mediática, el tema de salud de la realidad juvenil no ha


sido un tema central debido a la alta correlación entre la edad y la comorbilidad del
virus mortal, sino que se ha centrado a evidenciar cómo la crisis sanitaria ha
aumentado la brecha de desempleo y de oportunidades para las/os jóvenes,
escenario con alto potencial para acentuar su condición de exclusión y desigualdad
social.

También, han centrado su especial atención hacia las discusiones que surgieron
por los índices de violencia basada en género contra las mujeres que aumentaron
durante el confinamiento. De acuerdo con diversos colectivos, grupos de ayuda
mutua y organizaciones civiles de mujeres feministas, como la Red de Salud de las
Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC), quienes desde sus activismos se
han referido a estas expresiones de violencia como la otra pandemia de México. Y
no es porque sea una enfermedad en sí, más bien es una analogía porque las
violencias son un problema de salud pública de gran magnitud que requieren
medidas efectivas para prevenirlas y atenderlas.

[2] El Cyborgfeminismo es una corriente inaugurada por Donna Haraway con su Manifiesto Cyborg de 1985. Para
Ana de Miguel y Montserrat Boix (2002), el ciberfeminismo se ha vinculado como un puente entre los movimientos
feministas con los movimientos por la antiglobalización neoliberal y los derechos humanos, proclamando el uso
estratégico de las nuevas tecnologías y el espacio virtual para la transformación social. El ciberfeminismo no se
reduce a la acción virtual, sino que entiende que su campo de acción está online y offline.
[3] Para Montserrat Boix (2015), la tecnopolítica feminista es una propuesta para recuperar el potencial
transformador de las tecnologías y la necesidad de transformar las estructuras patriarcales presentes en los ámbitos
tecnológicos. Para Ivette Pedraza y Rodríguez Cano (2019), la tecnopolítica feminista revalora la relación mujeres-
tecnologías en los múltiples espacios en los que ocurre, no solo con las tecnologías digitales sino con otras
tecnologías de la reproducción, el cuidado, la alimentación, la creación artística; recuperando la dimensión política
de la vida cotidiana.

30

En lo que respecta a los preocupantes índices de violencia feminicida en el país,


en los últimos años han sido un problema que para feministas y no-feministas,
urge erradicar. En el resumen ejecutivo del informe Las dos pandemias: Violencia
contra las mujeres en México en el contexto de COVID-19 publicado en agosto por
la Red Nacional de Refugios A.C., Intersecta y EQUIS Justicia para las Mujeres,
desde antes de la pandemia la violencia contra las mujeres en México ya era un
problema público importante.

Algunos datos que maneja este informe es que, de acuerdo con datos de la
Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH)
del 2016, en México el 44% de las mujeres mayores de 15 años habían vivido al
menos un incidente de violencia a lo largo de su última relación de pareja. En el
contexto de la relación de pareja, el 40.1% reportó haber vivido violencia emocional,
el 20.9% violencia económica, el 17.9% violencia física y el 6.5% violencia sexual.

También, desde el 2007 -antes de la pandemia- los asesinatos de las mujeres


comenzaron a aumentar dramáticamente en el país, pasando de ser 1,089 en el
2007 (una tasa de 2 mujeres por cada 100,000) a 3,824 en el 2019 (una tasa de 5.9
mujeres por cada 100,000). Y según estimaciones de la Oficina de las Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito, México es de los países con las tasas más altas
de asesinatos de mujeres en el mundo.

Para abril de 2020-durante la pandemia-, hubo un total de 337 mujeres


asesinadas, según el análisis de Intersecta de los datos del Secretariado Ejecutivo
del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SENSP). Esta proporción significó, en
promedio, 11.2 mujeres asesinadas por día y es la cifra mensual más alta registrada
en lo que va del año.

Según el informe, el hecho de que aún con la implementación de las medidas de


distanciamiento social y confinamiento en casa los asesinatos de mujeres hayan
aumentado, demuestra la persistencia de la crisis de violencia en México, además
que tanto la declaratoria de emergencia nacional como la instauración de la
Jornada de sana distancia en el país por la COVID-19, no son la raíz del problema.

En resumen, las condiciones de pobreza, exclusión y violencia en que vive


comúnmente la población joven en México generan que tengan que enfrentarse a
entornos personales, familiares, culturales y estructurales que dificultan tanto su
desarrollo como su participación ciudadana en la sociedad.

31
Entonces, ante éstas condiciones ¿cómo han reaccionado las/os/es jóvenes desde
su agencia para afrontar los escenarios de la pandemia por COVID-19?, ¿Por qué es
importante comprender y analizar las participaciones y expresiones juveniles
desde la condición sexo-genérica? Y ¿por qué abordarlo desde una perspectiva de
género feminista? Esto es lo que se pretende responder con el presente artículo.

Participación ciudadana de las mujeres jóvenes

Para comprender cómo se ha transformado la participación de las jóvenes, me


remontaré a contextualizar brevemente cómo han sido sus formas de participación
y organización en colectiva, sin dedicarme a desmenuzar toda su historia y
trayectoria, sino en el mero ejercicio de su ciudadanía juvenil y su aparición en los
estudios juveniles. Para Elizalde (2006) los estudios de juventud nacieron con una
visión en donde categorías como la de género, etnia y clase social no cobraron
relevancia. Lo común durante varias décadas fue encontrar investigaciones y
estudios sobre los jóvenes, como sujetos de estudio, para comprender su realidad
desde enfoques, perspectivas y visiones androcéntricas.

De acuerdo con Reguillo (2000) fue en las décadas de los sesenta y setentas
cuando se comenzó a hablar del joven y la joven como actores políticos
reconocidos. Y, si nos remontamos históricamente a la mitad de esta década en
nuestro país, nos encontramos con la participación de jóvenes en el movimiento
estudiantil mexicano impulsado principalmente por universidades públicas del
centro del país. Sin embargo, esto no quiere decir que antes no hayan participado.

El escenario del movimiento estudiantil del ´68 sin duda impulsó la participación
y la organización de mujeres jóvenes dentro de la movilización, lo que también
contribuyó a que años después aproximadamente a mediados de los años setenta,
estallará la primera ola feminista en México que estaba por estallar años después.

De esta manera, el movimiento feminista en México tuvo un auge de


participación y movilización influenciado por las propias movilizaciones
estudiantiles nacionales y las de otras mujeres del feminismo norteamericano y
europeo. Planteándose una agenda, retomada por feministas, activistas y
académicas de la época.

En efecto, el movimiento ha traído consigo avances para la reducción de la


brecha de desigualdad de género en un sentido amplio. Y a la luz de que, en las
últimas décadas la igualdad de género ha estado vigente en la agenda política

32
nacional e internacional, hoy nos encontramos frente a un panorama diferente al
de hace algunos años, puesto que el Estado mexicano ha firmado y ratificado
diferentes convenios y tratados internacionales para promover la igualdad de
género y erradicar la violencia basada en género contra las niñas, jóvenes y
mujeres, lo cual contrajo una serie de obligaciones y responsabilidades para poder
garantizar los derechos humanos, específicamente, de las mujeres.

Entonces, en la medida en que más mujeres han ido ocupando cargos en el


espacio público, y que desde esa primera ola de feministas comenzaron a abrir
camino dentro de las instituciones públicas, privadas y en la sociedad civil, se
logró impulsar un activismo en pro de los derechos de las mujeres, ya no sólo en
forma de peticiones y exigencias al Estado sino, en la formulación de legislación y
mecanismos que garantizaran la igualdad jurídica entre hombres y mujeres;
impulsando de esta manera un ejercicio constante de gobernanza. y
reconocimiento de su ciudadanía. Sin embargo, este impulso no necesariamente
puede ser considerado una garantía.

Mujeres jóvenes feministas onlife

El caso de las jóvenes feministas, el camino ha sido diferente incluso a través de las
generaciones. Una de las características de la actual generación de los feminismos
protagonizados por mujeres jóvenes es la protesta en los espacios públicos; sin
embargo por su condición de edad y de género, las acciones que en colectividad
han organizado para incidir social y políticamente en los espacios públicos aún
continúa siendo criticado –con discursos y acciones basadas en el deseo de tener
un control sobre de ellas y sus cuerpas-. Ejemplo de ello han sido las diversas
respuestas discursivas de las instituciones, usualmente con visiones desde el
privilegio y el adultocentrismo, sobre las actuales manifestaciones, las protestas y
las expresiones de hartazgo de las jóvenes feministas, siendo el espacio público el
lugar propicio para visibilizarse y hacerse escuchar.

Para Viera y Salas (2020), el movimiento feminista actual ha usado el espacio


público, desplegándose entre los símbolos y las representaciones masculinas, en
donde las mujeres lo invaden y lo hacen suyo. Puesto que desde hace varias décadas
el movimiento feminista ha buscado reapropiarse de los espacios públicos que
eran, y todavía son, negados a las mujeres, donde se les excluía y que habían sido
diseñados mayoritariamente por los hombres y para los hombres de cierta
condición.

33
La opinión pública respecto a lo que las jóvenes feministas hacen con los
performances y las intervenciones en el espacio público, van desde la defensa hasta
el señalamiento con frases como: “no son las formas”, “vandalismo”, “violencia no
se resuelve con violencia”, “daño al patrimonio” (Andrade, 2020).

Es decir, en las representaciones y los discursos normativos se ha tendido a


castigar, criminalizar o penalizar discursiva y “moralmente” a las jóvenes, quienes
desde el acuerpamiento y su agencia en el espacio público, se han organizado y
movilizado para manifestar abiertamente su hartazgo de diversas maneras –como
son las marchas, los performances, las pintas y las protestas– porque para algunos
éstas resultan ser expresiones y representaciones juveniles violentas y
transgresoras.

Entonces, ¿cuál es el espacio y cuáles son “las formas” para que las jóvenes y sus
necesidades realmente sean escuchadas y tomadas en cuenta? Pues más allá de
deslegitimizar o señalar las protestas como actos violentos, exigimos que se
comprenda el por qué y para qué surgen.

Para Reguillo (2003, p.23) La posibilidad de instalar este debate en la sociedad


(cambiar la mirada sobre las personas jóvenes), será muy difícil si no se logra
documentar y visibilizar la violencia institucionalizada contra las juventudes.

Reguillo (2000) también cuestiona que “si el ciudadano se define en el quehacer,


son las prácticas el territorio privilegiado para explorar la participación juvenil”. Y
aquí nos estaríamos enfrentando al encuadramiento de la participación juvenil,
pues se espera que su participación cumpla con ciertas características –al todavía
ser comparadas con otras– para poder ser ejercidas y validadas, porque el mensaje
es que siendo de otra generación y siendo jóvenes merecen la aprobación de
personas adultas con más experiencia de quienes necesitan aprender. Siguiendo
con esta autora, las nuevas formas de participación juvenil han cambiado y sus
manifestaciones suelen ser a través de los usos de medios electrónicos, los
consumos culturales y las expresiones artísticas contemporáneas.

Para el caso de las mujeres jóvenes feministas, activistas, defensoras de derechos


humanos y acompañantes psicosociales, los medios electrónicos y en general las
tecnologías de la información ha sido los medios idóneos para resistir ante la
presión y opresión del sistema machista/patriarcal presente, incluso en la sociedad
red. De acuerdo con Varela y Santolaya (2019), actualmente nos encontramos en la
cuarta ola del feminismo que se caracteriza por ser un movimiento global influen-

34
ciado por el desarrollo tecnológico y científico, el cual ha permitido el impulso de
un activismo eficaz, en donde las jóvenes onlife sin duda lo han protagonizado.

Un claro ejemplo de esto es el activismo digital o ciberactivismo, que dentro del


movimiento feminista ha sido denominado ciberfeminismo debido a que su
condición de globalidad ha permitido expandir el movimiento a través del uso de
las tecnologías, así como cuestionar y reformular la figura de las mujeres en estos
espacios, también públicos. También se hace referencia a la tecnopolítica feminista
como una propuesta para generar conexiones entre mujeres, tecnologías y otros
agentes que transformen las relaciones de poder implícitas en el orden de género
(Boix, 2015).

Adriana Pérez (2020) menciona que:


“muchos de los rasgos que caracterizan a esta nueva ola se relacionan con
lo propiamente juvenil, o, dicho de otra manera, son características
atribuibles a la participación de las personas jóvenes en la movilización
global por la igualdad de género… que plantearon una unidad de acción
desde la diversidad y la inclusividad, desde las lógicas de liderazgo
horizontal y desde una organización en red”.

Por lo que, el impulso de la participación política de mujeres jóvenes en espacios


públicos y digitales –jóvenes onlife– cobra relevancia a través de prácticas como el
ciberfeminismo o la tecnopolítica feminista, al hacer uso de herramientas,
aplicaciones, hashtags, contenidos digitales y diversas formas de expresión
digitales, no sólo por su contenido sino por el discurso y las acciones colectivas
impulsadas en forma de redes de apoyo.

Por otro lado, Chemaly (2019) asegura que gran parte de lo que las jóvenes
proyectan en sus redes sociales desafía los estereotipos. Para ella, la creación de
memes y el uso de selfies, les permite confrontar y criticar con creatividad, humor
y rabia las representaciones dañinas e inservibles de los medios de comunicación,
construyendo sus propios canales de comunicación. Y para Luisa Vázquez (2015):

Las mujeres feministas en el ciberespacio están, además, haciendo esa


transgresión de manera consciente, utilizando esas herramientas para
posicionar discursos contrahegemónicos, y para buscar y encontrar
alianzas políticas más allá de las fronteras y de las imposibilidades
materiales de encontrarse con otras feministas de otras regiones.
Cuestionan el orden de lo establecido, cuestionan certezas y zonas de
confort, y cuestionan el poder y esto pocas veces es bien recibido (s/p).

35
Precisamente, al analizar las violencias del mundo físico que son llevadas al
ciberespacio nos encontramos que, de acuerdo al Informe “La violencia en línea
contra las mujeres en México” publicado en 2017 con la coordinación de
Luchadoras, las jóvenes de entre 18 a 30 años son las más vulnerables en los
espacios digitales y de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso
de las tic en Hogares (ENDUTIH) del 2016, las mujeres más vulnerables a sufrir
algún tipo de acoso fueron las mujeres de entre 20 y 29 años, seguidas por el grupo
de 12 a 19 años.

En definitiva, la ciberviolencia o violencia digital ejercida mediante redes


sociales contra las mujeres y niñas –feministas y no-feministas– representa un
obstáculo para su acceso seguro a las comunicaciones e información digital, genera
consecuencias psicológicas, emocionales y sociales para las víctimas y limita el
pleno uso, goce y disfrute de sus derechos humanos (Secretaría de las Mujeres, s/f).
Sin embargo, desde el propio movimiento feminista se problematiza la violencia
digital contra feministas y defensoras, puesto que se plantea el no acostumbrarse a
vivir con éstas modalidades de violencia ya que, escribir desde los feminismos, son
también actos políticos de resistencia. Debido a que el ciberespacio, ante al
confinamiento por COVID-19 se ha delimitado como el único espacio en el cual la
información y las redes de apoyo se han mantenido y expandido para afrontar
colectivamente la violencia de género contra las mujeres y contra población
LGBTI+.

Entonces ¿qué tan novedosas son estas formas de participación en el movimiento


feminista?, ¿A qué me refiero cuando de hablo de la reconfiguración del
movimiento? Y ¿Qué tanto han migrado las acciones del movimiento influenciadas
por el escenario de la pandemia por COVID-19?

De manera constante, las jóvenes feministas hablamos de los obstáculos que


enfrentamos, de las normas sociales/los sistemas de jerarquía que nos oprimen y
de las maneras en que constantemente buscamos adaptarnos, aún en tiempos
inciertos. Sin embargo, éste artículo pretende abordar la visión de las jóvenes
feministas desde nuestras propias voces, no sólo por los ataques sistemáticos que
reciben sino sobre sus historias de resistencia, resiliencia y empoderamiento
durante el confinamiento y el distanciamiento social por COVID-19.

36
Reflexiones de mujeres jóvenes feministas onlife: entre la reconfiguración de las
acciones del movimiento, la transformación de las redes de apoyo y las tensiones
con el gobierno mexicano, en el contexto de crisis por la COVID-19 y la violencia
basada en género contra las mujeres

A continuación, presento algunas de las reflexiones y experiencias de jóvenes


feministas y acompañantes, con quienes tuve la oportunidad de compartir diálogo
y experiencias mediante la realización de entrevistas breves en modalidad on-line
realizadas en el mes de julio del presente año, sacando provecho de las tecnologías
de la información para conectarnos y reconocernos a la distancia. Todas ellas,
nosotras, ante la actual contingencia por COVID-19, han fortalecido redes de apoyo
y han reconfigurado las protestas y otras acciones del movimiento, para
acompañar a otras mujeres y comunidades.

Mujeres de la NO FCPyS [4] UAQ son un colectivo de mujeres jóvenes en


Querétaro, quienes, desde antes de la pandemia, han realizado diversas acciones
para visibilizar y acompañar casos de violencia institucional contra estudiantes de
la UAQ, principalmente a mujeres. Para ellas, las jóvenes ya se movían en el
ciberespacio y piensan que ante la pandemia sólo retomaron las redes y las tic para
adaptar las propias actividades del movimiento. Además, piensan que la
participación de las jóvenes feministas ha sido muy activa al impulsar foros y
conversatorios sobre los temas de la actual agenda, incluso antes que las
organizaciones gubernamentales y las universidades. Y esto se debe a que las
jóvenes no se dejan vencer tan fácil por el impulso rebelde, por continuar, puesto
que la violencia por motivos de género no se detiene por la pandemia de la COVID-
19. Sin embargo, para ellas las principales dificultades son que, al acompañar casos
de violencia digital, han identificado que el espectro digital ante la justicia aún no
se maneja bien, porque los efectos tienden a minimizarse al no contar con pruebas
que fundamenten las denuncias, incluso cuando los daños son evidentes.

La activista Mónica T. [5], quien participa en diversos colectivos en Puebla y la


Ciudad de México, considera que el contexto actual ha forzado a las mujeres del
movimiento a cambiar las formas de interacción en modalidades virtuales. De
acuerdo con su experiencia, los acompañamientos incluso han sido más
constantes, porque ahora las fronteras estatales se han perdido de vista y ahora los
casos incluso son de mujeres y población LGBTI+ provenientes de otros estados,
realizándose a la distancia porque éstos no pueden ser presenciales.

[4] La entrevista con Mujeres de la NO fcpys uaq se efectuó el 22 de julio de 2020.


[5] La entrevista con Mónica T. se efectuó el 22 de julio de 2020.

37
También considera que es un buen momento para reflexionar sobre el
intercambio de saberes entre generaciones de mujeres del movimiento feminista,
puesto que las demandas y los contextos son diferentes entre el feminismo
histórico e institucionalizado y los feminismos actuales. Sobre todo, considera
necesario repensar las críticas que se generan desde la academia por denunciar
públicamente a agresores en ámbitos educativos e institucionales, ya que las
nuevas generaciones se encuentran más informadas y sensibilizadas, esto les
permite asignar/nombrar los distintos tipos y modalidades de violencias. Siendo
fundamental para el movimiento que se reconozca la participación, los
conocimientos y aportes que como mujeres jóvenes pueden tener.

Para Mónica, es importante ver y analizar la problemática desde una intersección


porque no sólo el riesgo es por ser mujer, sino también por ser joven. Además de
que su preocupación ante las declaraciones de las autoridades es que en lugar de
facilitar el acceso a justicia lo complican al revictimizar, al usar datos falsos y al
referir que quienes dicen que la violencia ha aumentado son miembros de la
oposición.

De igual manera, la activista Karla R. [6], quien ha colaborado en diversas


organizaciones de Aguascalientes, asegura que existe un grupo poblacional que
niega la existencia del problema porque piensan que el movimiento feminista
representa una minoría y que, por lo tanto, la problemática denunciada no merece
atención; sin embargo, esto se debe principalmente por el desconocimiento y la
falta de empatía. A su vez, piensa que los protocolos de atención a la violencia están
limitados y se pregunta qué pasará con los refugios de la ciudad que habían cerrado
el año pasado y ahora que reabrieron, éstos se encuentran saturados. Para ella, no
hay tiempo suficiente porque la violencia no se detendrá a esperar que el
presidente del país se deconstruya de su machismo, ya que se requieren acciones
inmediatas.

Anabel H.[7] , activista y defensora de derechos humanos en Puebla, refiere que


las jóvenes feministas en su ciudad están muy involucradas, aunque para muchas
personas jóvenes el tema es ajeno porque todavía no están inmersos los estudios de
género y la perspectiva de género en el ámbito educativo.

La misma Anabel manifestó su preocupación ante el tema es que no sólo es de


urgencia nacional sino hasta internacional, recordando que existen compromisos

[
6] La entrevista con Karla R. se efectuó el 24 de julio de 2020.
[7] La entrevista con Anabel H. se efectuó el 25 de julio de 2020.

38
la violencia contra las mujeres y que le parece una falta de respeto que el propio
presidente no lo reconozca como algo preocupante, porque si no se nombra no
existe. Además, de que afecta a las acciones de instituciones lideradas por mujeres
sensibilizadas y formadas bajo perspectiva de género, quienes se están esforzando;
reconociendo la importancia de la representación política de mujeres en estos
espacios.

La Red de Mujeres Jóvenes por la Democracia Partidaria [8] es una organización


en Jalisco que se fundó a raíz de que identificaron una doble discriminación en
espacios de participación y representación política, al ser mujeres y al ser jóvenes.
Nancy C., Elanie T. y otras activistas, integrantes de esta Red, han impulsado
diversas acciones para potencializar los liderazgos juveniles mediante escuelas de
liderazgo con perspectiva de género para que las jóvenes ejerzan sus derechos
civiles y políticos, puesto que se dieron cuenta que la formación en estos temas no
es accesible para las juventudes. Ante el actual escenario, se han ocupado por hacer
llegar la información a otros municipios al interior de su estado —Jalisco—, al
impulsar una gran diversidad de actividades relacionadas a la prevención de la
violencia de género contra mujeres, principalmente la digital porque identificaron
mayores índices de esta.

Todas las experiencias compartidas con las activistas y compañeras feministas


reflejan la tensión existente entre el movimiento feminista protagonizado por
mujeres jóvenes e instituciones del país debido a las demandas generadas por el
movimiento por el aumento de índices de violencia de género en México, los cuales
se han intensificado ante el escenario por la COVID-19.

Reflexiones finales

Luego de que las acciones, estrategias implementadas y mensajes discursivos de las


autoridades y las instituciones han tendido a proyectar los estereotipos de género
paternalistas, los discursos simulados y prácticas machistas latentes al negar la
existencia de la violencia de género y al mismo tiempo referir que “nunca se había
protegido tanto a las mujeres”. Gran parte de la negación, que enfrentamos en
diversos espacios públicos, está construida para proteger los privilegios e ideales
masculinos, basados en el dominio patriarcal en donde se norma y se controla la
vida de otras/os/es a través de la sujeción y la organización social de género.

[8] La entrevista con integrantes de la Red de Mujeres Jóvenes por la Democracia Partidaria se efectuó el 27 de julio
de 2020.

39
Pero esto no es algo nuevo ya que, a lo largo de la historia de la humanidad, se ha
justificado y propiciado el ejercicio del poder, del control y de la violencia patriarcal
y adultócentrica; acciones condicionadas por la clase, el género, la raza o la
etnicidad. Las demandas y reclamos feministas, en este sentido son un reflejo
urgente por adoptar medidas eficientes para prevenir y atender las violencias
contra las mujeres durante la Jornada de sana distancia y el regreso a la Nueva
normalidad, ya que la propensión a ejercer y experimentar violencias se delimita al
espacio doméstico, familiar, laboral y digital.

Mediante el uso de hashtags y consignas como #NosotrasTenemosOtrosDatos


#CuarentenaSinViolencia #PañuelazoVirtual, así como la firma de peticiones y
pronunciamientos, las jóvenes y mujeres feministas se han unido para continuar
con las demandas y denuncias –tanto en la realidad física como la realidad virtual–
por garantizar a las mujeres el acceso a la justicia y a una vida libre de violencia,
durante la pandemia.

Escribir e historizar –a las mujeres– ha sido un acto político para el movimiento,


ya sea en paredes o en las redes sociales, buscamos reapropiarnos de los espacios
públicos urbanos o digitales, para alzar la voz por nosotras y por las demás. Nos
reconocemos, nos nombramos y nos acompañamos. Agradezco profundamente a
las compañeras que accedieron a compartir sus historias y experiencias para la
redacción de este artículo, el cual puede ser profundizado y retomado desde otras
trincheras y otros feminismos.

Referencias

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42
EL SENTIDO DE LA EXPERIENCIA
ESCOLAR DE LAS Y LOS JÓVENES
UNIVERSITARIOS. IMPACTO
DEL CONFINAMIENTO POR LA
PANDEMIA COVID-19
ANA KAREN SOTO BERNABÉ
Universidad Autónoma de Querétaro
ana.karen.soto@uaq.mx

Este trabajo presenta algunos cambios y tensiones expresados por jóvenes


estudiantes universitarios con relación a su experiencia escolar y las expectativas a
futuro, de manera peculiar, se han visto trastocadas por la exposición al riesgo que
la contingencia sanitaria por covid-19 representa; tanto para sostener los procesos
formativos desde el espacio doméstico como por los constantes cambios y crisis
que se observan en el mundo que les rodea. La comunidad joven estudiantil ha
asumido la incertidumbre como una característica propia de su vida y han
mostrado que a pesar de las dificultades para acceder a recursos tecnológicos o de
conexión para continuar con su formación profesional, tienen amplias capacidades
para aprender a adaptarse a las nuevas condiciones de vida. Sus testimonios ponen
en evidencia la añoranza del espacio escolar y del encuentro cara a cara con sus
pares y otros miembros del espacio universitario, así como las dificultades que
surgen en el seno de lo doméstico en cuanto a arreglos de tiempos y tareas por
cumplir. También hay expresiones de preocupación sobre qué pasará con su futuro
y la pregunta por el sentido tiene (ahora) seguir estudiando. Dichos asuntos
constituyen el espectro subjetivo que configura la experiencia escolar y social de las
juventudes en el tiempo que acontece.

43
En marzo de 2020 el sistema educativo mexicano, como otros en el mundo,
enfrentó una de las situaciones más complejas hasta ahora registradas en la
historia contemporánea de la humanidad: continuar los procesos de escolarización
a distancia asistidos por herramientas virtuales y digitales debido a la pandemia
por Covid-19. Quienes enseñan y quienes estudian los distintos niveles educativos
han tenido que disponer de nuevas rutinas y recurrir a sus propios recursos (desde
tecnológicos hasta personales) para sostener su aprendizaje y su enseñanza. En
este novedoso escenario en el que la escolarización busca continuidad entre las
tareas domésticas; la disponibilidad de conectividad a internet, las diversas
pantallas y los tiempos de la administración educativa, la experiencia escolar se ha
puesto a debate tanto por sus actores sustantivos como por la sociedad en general.
Una pregunta que surgió en los albores del confinamiento sanitario fue sobre el
sentido de la escuela y la educación escolarizada.

El campo de la pedagogía, al cual pertenezco, salió a defender el lugar


irremplazable de la escuela como un escenario que propicia encuentros entre
generaciones, conocimientos, experiencias y formas de construir el mundo; y al
mismo tiempo se sitúa como uno de los escenarios vitales –que no es el único–
para la integración social de infantes y jóvenes, quienes transitan por ella como
aprendices [1]. No obstante considero importante sostener, más allá del
confinamiento sanitario de este año que corre, el debate en torno al sentido de la
escuela y de la educación –escolarizada–, tal debate escapa al propósito de estas
líneas.

Sin embargo, sí interesa dar cuenta de algunos cambios y tensiones con relación
a la experiencia escolar y las expectativas a futuro que expresaron las/os jóvenes
universitarios, a partir de que se llevaron la escuela a sus casas. La situación de
llevar la escuela al ámbito doméstico trae consigo complicaciones propias de
imbricar en un mismo espacio-tiempo mundos de vida otrora distintos por su
constitución, fines y reglas; además, de la heterogeneidad de condiciones de vida
de las y los jóvenes universitarios que potencian o limitan las acciones para hacer
frente a los retos de tener la escuela dentro de sus casas. En algunos casos, tales
condiciones de vida se complejizaron por la economía familiar o personal, la
situación de convivencia en casa, la conjugación o asunción de tareas de cuidado,
de acompañamiento escolar a otros, de suministro de víveres, entre otras; de tal
suerte que la pregunta en torno a si debían (era posible o tenía sentido) seguir estu-

[1] Diversas organizaciones han organizado conferencias en línea con expertos del campo para dialogar en torno a
la situación que enfrenta la escuela actualmente en el mundo, ejemplo de ello son: el Consejo Mexicano de

Investigación Educativa (Comie), los Institutos Nacionales de Formación Docente (InFoD) de Argentina o
Fundación Santilla en España. Las conferencias están disponibles en sus respectivos canales de YouTube.

44
diando, apareció frente a la vista de algunos jóvenes. El camino elegido que antes
les dio certidumbre frente al futuro de la vida adulta –que incluye estudiar para
luego trabajar y tener satisfacción en sentido amplio – se tiñó de desesperanza y
dudas.

De esta manera, en la siguientes líneas presento una breve descripción sobre el


escenario en el que tuvo lugar la recuperación de las voces de las personas jóvenes
que inspiran este texto, así como los referentes teóricos con los que diálogo las
ideas que, enseguida, presento sobre los cambios y las tensiones en torno al sentido
de la experiencia escolar en el marco de la contingencia. Si bien es cierto, este
sentido es materia moldeable a lo largo de la trayectoria vital de cualquier persona
debido tanto a lo que el ambiente de escuela propicia, así como otros ambientes de
vida; la contingencia sanitaria permeó de manera peculiar la experiencia escolar, y
sobre todo las expectativas a futuro de las y los jóvenes. Esto último más acentuado
en quienes cursaron su último semestre universitario en modalidad virtual.

Las expectativas a futuro se colocaron en la encrucijada que, por un lado,


reivindica la valía de la formación profesional como un medio para acceder a
condiciones de vida más estables en un contexto en el que la precarización laboral
aumenta día con día que, por un lado, devela la fragilidad y la porosidad de tal
promesa ante la pronta caducidad de saberes, los vertiginosos cambios
sociotécnicos, y por el otro las crecientes demandas entorno a la formación
profesional. Las y los jóvenes universitarios asumen que la sociedad del riesgo, esa
de la que Ulrich Beck escribió como una predicción a inicios del siglo xxi, es hoy
parte constitutiva de sus vidas. El riesgo, la incertidumbre y la inseguridad se
encarnan en sus experiencias vitales y, por supuesto, escolares. Tales
características también les demandan, los orillan, a trabajar en (por y para) sí
mismos, por lo que no están determinados sino que algunas posibilidades se abren
paso.

Puntos de partida

Sigo a Dubet (2007) quien señala que la experiencia es un trabajo, una actividad
cognitiva, normativa y social que realiza el actor para articular tres lógicas de acción
(integración, estrategia y subjetivación) y para reflexionar, individual o
colectivamente, en torno a ellas. Dichas lógicas nutren y habilitan a los actores con
con recursos para su acción, lo que les permite mantener, ampliar, negociar las
posibilidades y restricciones en sus mundos de vida. Por ejemplo, la lógica de
integración ofrece recursos que configuran la imagen sobre sí mismo para integrarse

45
en diversos sistemas sociales –grupos o instituciones–; por su parte la lógica de
estrategia consiste en reconocer cómo tales recursos son dispuestos por los actores
en circunstancias específicas para ganar o sostener su margen de acción, es decir
su autonomía. Esta lógica de estrategia pone en evidencia una de las premisas
básicas de la teoría de François Dubet (2007) la tensión entre el actor y la estructura
que, en la lógica de subjetivación, posibilita la configuración del propio proyecto
personal (como lo nominan Dubet y Martuccelli, 1998); es decir, “un
distanciamiento de sí, una capacidad crítica y un esfuerzo de subjetivación” (p. 15).

Así, desde esta perspectiva sociológica, las y los jóvenes [2] tienen capacidad de
acción, misma que se circunscribe a las características del contexto en el que se
encuentran. Hay reglas, normas, costumbres o creencias que instituyen lo que es
posible y no. La escuela es uno de esos contextos, pero también hay otros mundos
de vida para las personas jóvenes: la familia, el mercado de trabajo, los amigos, las
redes sociales, los grupos religiosos o de afinidad, la vida social en general; cada
uno con reglas o normas que demandan formas de acción específicas, que
posibilitan mayor o menor margen de decisión, que sirven a los intereses de las y
los jóvenes o bien, que los obstaculizan. Dubet y Martuccelli (1998) señalan que la
escuela es uno de los espacios sociales en los que “se fabrica el sujeto social” (p. 83).
Ya que, desarrolla al mismo tiempo la dimensión personal para lograr la
autonomía, y la socialización progresiva que posibilita gestionar las relaciones e
interacciones sociales para hacer frente a la incertidumbre; ahí la importancia de
retomarla.

Por supuesto, la escuela y, en este caso, la universidad como institución, tiene


una impronta que permea la experiencia escolar, esto es las acciones y decisiones
de la población juvenil que asiste a ella para recibir una formación profesional que
certifique sus saberes y que les habilite para el mercado de trabajo, como parte de
las aspiraciones legadas intergeneracionalmente para transitar a la vida adulta
(Benedicto, 2014). En la actualidad, el mercado de trabajo es un escenario
caracterizado por la flexibilización de la norma clásica del trabajo (contratos
temporales, mínimo acceso a prestaciones sociales y salarios muy bajos), así como
por el incremento de la incertidumbre y el riesgo social que ha proliferado en la
vida contemporánea (Beck, 2000). Las posibilidades de estudiar y de incorporarse
de forma satisfactoria en el mercado de trabajo son cada vez más escasas para la

[2] Para la autora de estas líneas, los actores en condición juvenil lo son debido al propio reconocimiento de ellos y
ellas como jóvenes, con características socioeconómicas y culturales heterogéneas cuyo punto en común es su
tránsito por la universidad como estudiantes, la región geográfica en la que actualmente habitan (zona
metropolitana que alberga la ciudad capital de la entidad federativa en el centro del país con altos niveles de
crecimiento económico y demográfico), y algunas marcas de época como el riesgo social, la incertidumbre laboral y
la expansión del mundo digital en la cultura.

46
población juvenil, en parte por los cambios acaecidos por la globalización
neoliberal, y por el creciente/vertiginoso desarrollo de tecnologías digitales y la
automatización de procesos de trabajo que contribuyen en la sustitución del
humano por las máquinas (Beck, 2009).

Es un escenario con “la falta de certeza sobre el futuro” (Mancini, 2017, p. 12), un
futuro que además, se presenta poco provisorio y que acentúa la individuación
(Beck, 2000), en donde cada actor se hace cargo de su biografía. Son las y los
jóvenes, quienes dan sentido a sus trayectos vitales combinando sus lógicas de
acción y sorteando las oportunidades y limitaciones del contexto en un tiempo que
corre siempre en presente, pues las reglas del juego cambian cada tanto. Ajustarse,
es parte esencial para mantenerse dentro del juego: el movimiento es
imprescindible para integrarse en el mundo que toca vivir (Benedicto, 2014, p. 14).
Ejemplo reciente de lo anterior es la contingencia sanitaria por covid-19, misma
que obligó a jóvenes universitarios a sostener sus procesos de formación desde sus
casas y con un esfuerzo por combinar satisfactoriamente sus distintos mundos de
vida [3]. Tales esfuerzos, acciones y decisiones tiñen su experiencia escolar.

Como profesora de una universidad pública estatal en varios programas


educativos de grado y posgrado, tuve cercanía a la experiencia escolar de jóvenes a
través de expresiones que compartieron a lo largo de cuatro meses (de marzo a
junio, es decir, dos terceras partes del semestre). Cuatro meses que significaron
seguir formándose y, en algunos casos, concluir el paso por la universidad en
confinamiento sanitario. Tales expresiones oscilaron entre el descontento y la
búsqueda de las bondades al estar en casa, entre la incertidumbre en torno a
cuándo volverían a encontrarse en el aula y las interrogantes sobre qué harían con
sus vidas –profesionales– en un escenario tan adverso como el actual. En estas
líneas me centraré únicamente en la experiencia de quienes estudiaban la
licenciatura en 2º, 4º, 6º y 8º semestres.

Las expresiones de las y los jóvenes son variadas en términos de qué las generó:
las circunstancias que vivían, las tareas, contenidos de clase o la espontaneidad; así
como variados fueron los medios de obtención: las clases sostenidas a través de
encuentros en vivo, conversaciones en grupos de mensajería instantánea, trabajos
escritos o en formato audiovisual y cuestionarios de coevaluación en el cierre de
clases. Cuando surgió la propuesta de escribir este texto, solicité a las y los jóvenes
su consentimiento para emplear sus testimonios; en adelante los refiero entreco-

[3] Si bien esta no ha sido la única población que migró de un contexto presencial a uno virtual en sus actividades
cotidianas, en este texto interesa conocer cómo la comunidad joven universitaria afrontó el confinamiento
sanitario y el impacto de éste en sus experiencias escolares.

47
millados y con la clave Jo para varones y Ja para féminas, seguido del semestre que
cursan. De tal manera que me acerco a las experiencias de estos jóvenes desde una
perspectiva fenomenológica en la que interesa cómo ellos viven y expresan su
mundo, particularmente, su experiencia escolar en el marco de la contingencia
sanitaria; situación que detallo enseguida.

Cambios y tensiones en torno a la experiencia escolar (en casa)

Antes de entrar en materia, es preciso señalar cómo se encontraban las y los


jóvenes universitarios de licenciatura previo a la contingencia; en ese sentido,
grosso modo señalo que había al menos tres caracterizaciones posibles:

1. Mujeres u hombres con dedicación exclusiva a los estudios, con una economía
familiar estable.
2. Mujeres u hombres que estudian en el turno matutino y con empleos algunos
días a la semana después de clases (o fines de semana). Esto debido a que la
economía familiar demandaba un ingreso adicional para sufragar los gastos
educativos propios u otros del hogar.
3. Mujeres con dedicación exclusiva a los estudios, madres de infantes entre uno
y seis años, y con apoyo de sus familias nucleares para la manutención o
cuidado de sus infantes.

Estas tres caracterizaciones ponen en evidencia, de entrada, al menos tres


experiencias escolares distintas –sin incluir la variante de género en los dos
primeros casos– pues algunos/as jóvenes además de ser universitarios/as, también
tenían un rol como trabajadores/as o como madres que, si bien ejercían fuera del
espacio universitario, les demandaba hacer arreglos en cuanto al tiempo, los
lugares y los recursos de los que disponen o que requieren para sostenerse en sus
actividades como estudiantes. Además de que continuamente, casi todas/os
expresaban cumplir ocasionalmente con tareas en sus hogares, tales como: hacer
pagos de servicios, realizar las compras de enseres domésticos, actividades de
limpieza o de cuidado de terceros, entre otros propios de su condición juvenil
(recreación en soledad o con pares, asistencia a grupos religiosos o de afinidad
cultural, uso de redes sociales). Por ejemplo, quienes solo se dedicaban a estudiar
tenían una experiencia escolar que les permitía pasar mucho tiempo en diversas
actividades universitarias, además de sus clases, y con ello, socializar con otros
actores universitarios –docentes o estudiantes– de forma más plena. Por su parte,
las y los jóvenes universitarios que trabajan, en pocas ocasiones permanecían más
tiempo de la jornada escolar en la universidad pues debían de trasladarse hacia sus

48
empleos al término de aquélla o mostraban excesivo cansancio en las primeras
clases del día debido a que, luego de trabajar, llegaban a sus casas a realizar sus
tareas escolares hasta la madrugada. Las jóvenes estudiantes madres,
ocasionalmente, se ausentaban de clases o actividades extracurriculares para
cumplir con su rol de madres o, cuando el docente a cargo de la clase lo permitía,
llevaban a sus pequeños a la universidad.

Como se intuye, algunos mundos de vida superpuestos a la experiencia escolar


de estos jóvenes son la familia –nuclear y quienes tienen hijos/as propios/as–, el
trabajo, los círculos de pares, por mencionar algunos. También hay otros aspectos
de la propia trayectoria vital como quienes realizan voluntariado o pertenecen a
grupos artísticos, religiosos o feministas, quienes a veces cuidan de otros –
familiares o no– debido al ambiente familiar o como una fuente de ingreso,
adicional a la condición de estudiantes: trabajos en equipo, investigaciones de
campo, prácticas profesionales, servicio social, prácticas escolares, traslados entre
espacios, obtención de materiales diversos, alimentación o cuidado de sí, etcétera.
Es decir, antes de la contingencia sanitaria la vida de las y los jóvenes universitarios
era muy variada en cuanto a sus experiencias.

Empero, durante el confinamiento sanitario estos mundos de vida superpuestos


agudizaron o relajaron algunas tensiones e, incluso, sufrieron algunas mutaciones
en la experiencia vital. Uno de los aspectos que se relajó, por ejemplo, fue el tiempo
como se muestra enseguida: “he podido dormir más, dedicar más tiempo a
estudiar en lugar de estar cansada siempre por levantarme a las 4 [de la mañana]
para llegar a la uni” (Ja4º); “puedo desayunar antes de conectarme a las primeras
clases” (Ja2º); “las dos horas que usaba para ir de la escuela al trabajo, ahora las uso
para comer o terminar mis tareas” (Jo8º); las y los jóvenes expresaron tener “más
tiempo” para cuidar de sí. Pero también, esta tensión mutó pues nuevas
responsabilidades aparecieron en el seno del hogar: “antes de conectarme [a las
clases] tengo que hacer algunas cosas en casa y me ha pasado que no termino
nunca” (Ja2º), “cuido también de mis sobrinos porque mi hermana sale a trabajar…
interrumpen mis clases y casi siempre dejo para la noche lo mío” (Ja4º); “dos
hermanos y yo estamos en casa estudiando… la organización del tiempo es difícil
porque se cruzan sus clases y las mías, hay ruido, hay cosas que pide mi mamá para
hacer en casa” (Ja6º). La estadía en casa supuso mayor disponibilidad para las
tareas domésticas por parte de las y los jóvenes, situación que, a decir de ellas/os,
complicó su rol como estudiantes pues carecen del espacio-tiempo exclusivo para

[4] Había, al menos, un par de jóvenes por semestre (de la licenciatura considerada en este texto) que trabajaba en
cadenas de cines o de comida rápida, por lo que los horarios laborales concluían entre las once o doce de la noche;
aunado al tiempo de traslado del espacio de trabajo al hogar.

49
Por su parte, jóvenes madres que cursaban el último semestre de la licenciatura,
aunque tuvieron dificultades con el empalme de roles y responsabilidades, el
anhelo de una meta cercana se sobrepuso: “ha sido bien complicado, hago dos o
tres cosas al mismo tiempo de la casa y la escuela, pero ya casi termino y esto no me
va a detener” (Ja8º).

Las líneas previas muestran una mayoría de testimonios de estudiantes mujeres,


pues así está compuesta la licenciatura en la que ellas estudian. De esta manera, el
rol de género es una de las tensiones que se agudizó durante el confinamiento, aun
cuando las jóvenes estudiantes señalaban atender algún aspecto del hogar de
manera sistemática, antes o después de sus horarios de clase. No obstante, durante
el confinamiento las tareas domésticas o el cuidado de infantes se volvieron una
obligación prioritaria, más que la experiencia escolar. En el caso de los varones,
apareció con mayor frecuencia el tema del empleo como un asunto de su
preocupación, ya fuera para no perderlo o en la búsqueda de uno para apoyar en la
economía familiar.

¿Qué cambios hubo en las experiencias escolares de estos/as jóvenes


universitarios/as? La mayoría expresó hacia la parte final del semestre cansancio
por las pantallas o de estar conectados/as tanto tiempo durante el día, estrés para
cumplir con todas las demandas, hartazgo o desesperación por el encierro y la poca
convivencia con sus pares, angustia por la falta de certezas o por no saber qué o
cómo hacer, preocupación por la situación económica o de enfermedad en la
familia:

Me gustaba ir a la [universidad], porque de alguna forma me sacaba de la


dinámica de todos los días, eso ya no sucede porque estoy en mi casa con
las preocupaciones de aquí y además debo cumplir con todo para no
reprobar (Jo4º),

50
Otros jóvenes dijeron:

para mí la [universidad] era un espacio para disfrutar de aprender,


ahora se ha convertido un poco cansado porque tienes que
conectarte, rogar que no falle el internet o que no hagan ruido y no
es lo mismo que estar con tus compañeras en el salón, ver lo que
otros hacen, hablar o no hacerlo, pero saber que están ahí (Ja6º); “no
me gusta estudiar en lo virtual, ha sido difícil porque se
descompuso mi computadora, fallaba el internet y casi no hablas
con nadie” (Ja4º).

De las expresiones realizadas por las y los jóvenes, llama la atención, por
ejemplo, cómo enuncian su experiencia escolar en pasado “me gustaba, era” con lo
que refieren a un escenario que, en el presente que viven se ha escapado de sí
mismos. Cuando comenté esto con las y los jóvenes que así lo expresaron, una de
ellas señaló:

es que sí, era un lugar al que me gustaba ir [la universidad], o sea


me quejaba de levantarme temprano y todas las tareas por hacer,
pero… siempre ir a la escuela había sido parte de quien soy. Al
inicio, seguir el ritmo de estudiar en el comedor, mientras pienso
qué otras cosas hay que hacer, no me permite concentrarme, no me
siento estudiante, además no veo a mis amigas (Ja6°).

Para estos/as jóvenes, la escuela es el espacio en el que se encuentran, conviven,


dialogan y coexisten otros jóvenes con quienes comparten intereses pero, sobre
todo, que destinan un espacio-tiempo específico a la actividad de aprender y
formarse en compañía de otros/as, hacen un alto a su cotidianeidad y “se viven
como aprendices”, a diferencia de estar en casa, que no les permite distanciarse de
las dinámicas que, si bien son parte de la experiencia vital, obedecen a lógicas
distintas. En la escuela se es estudiante y ahí se hace lo que supone un “estudiante
universitario”, en la casa, se acercan más al umbral del mundo adulto: tienen
responsabilidades y éstas se convierten en la prioridad a atender. La lógica de
estrategia operó en las y los jóvenes en el esfuerzo de conectar mundos de vida que,
antes del confinamiento, consistía en desconectarlos para dar lugar a una
subjetivación propia de cada espacio-tiempo. Además, la experiencia escolar en
casa tuvo la ausencia de las y los otros que, aunque no hablen, están ahí y forman
parte de los referentes para integrarse, para construir la imagen de sí en el mundo
y el proyecto de ser joven estudiante.

51
Asimismo, la pandemia y sus efectos en toda la vida social colocaron sobre la
mesa una discusión adelantada, quizá, para algunos jóvenes universitarios: ¿para
qué estudiar, con qué sentido para el propio proyecto vital?, ¿cuáles son las
posibilidades de acción –en términos de trabajo y condiciones de vida– en este
escenario incierto y cambiante? Estas interrogantes fueron más frecuentes en
quienes cursaban sexto u octavo semestre, pues están “más cerca de la línea final”
(Ja8º) como señaló una joven. En este asunto me detengo a continuación.

En la encrucijada: ¿y qué con el futuro?

Preguntarse en torno al futuro es una constante para la población en condición


juvenil, pues socialmente, la juventud es una etapa de moratoria y de integración
paulatina hacia la vida adulta; el tránsito por la universidad es una apuesta por la
construcción de un futuro mejor o diferente al de la generación que le antecedió.
No obstante, los cambios estructurales de los últimos años, como señalan
Benedicto (2014) y Mancini (2017), han configurado fuertemente algunos aspectos
de la condición juvenil. Uno de ellos refiere a las promesas incumplidas (Benedicto,
2014) en términos de la educación universitaria en relación con el acceso al
mercado de trabajo: antaño, estudiar la universidad significaba la posibilidad de
ascenso en la escala social por la vía del pleno empleo y, con ello, condiciones de
vida estables. En los últimos años, esa ecuación lineal se ha puesto en entredicho
frente a un mercado de trabajo con altos niveles de flexibilización y con el
incremento de los riesgos sociales y la incertidumbre. Un joven universitario
expresa “con la pandemia me he preguntado si lo que estoy estudiando podrá
garantizarme un salario que me permita vivir mejor que mis padres, con menos
dificultades económicas… lo que observo me dice que no” (Jo6º).

Las y los jóvenes descubren que el panorama frente a sí es más complejo a raíz
de la contingencia sanitaria: altas tasas de desempleo; demanda de nuevos saberes,
habilidades o cualificaciones, así como de recursos tecnológicos y de conectividad;
ofertas de trabajo con pocas o nulas prestaciones sociales; situación social de
violencia o inseguridad creciente; entre otros aspectos. “Estaba emocionada por
terminar la carrera, pero ahora me da un poco de temor, no sé qué esperar, solo sé
que tengo que seguir aprendiendo porque todo cambia muy rápido” (Ja8°), “sin
duda el futuro es uno que cambia constantemente y no quedará más que aprender
a adaptarse a él” (Jo8°). Las líneas anteriores expresan la percepción en torno al

[5] Algunas notas periodísticas dan cuenta de situaciones que se han agudizado con la pandemia, por ejemplo
https://www.eluniversal.com.mx/mundo/coronavirus-uno-de-cada-seis-jovenes-sin-empleo-por-covid-19-oit?
fbclid=IwAR3n26PvQ40G-dahFAB5SHYpXr5csXHUBOW3w_vvMn0bDzvjMRNxlLgguIE o
https://economia.nexos.com.mx/?p=3104&fbclid=IwAR1mPAVjOJIlNO9ipKZ9-Vy3Ajh0vV4OyX-
ygkuQLf8LarPyOBtxf7vKuvA

52
cambio permanente que deben asumir las y los jóvenes, no tienen mucha certeza
pero intuyen que deberán estar atentos a las demandas que surjan en su recorrido
vital para hacerles frente; en ese sentido, la mayoría de las y los jóvenes
universitarios coincide al señalar que la universidad les ha dotado de herramientas
que serán “útiles para esa tarea” (Jo8°), “no nos ha dado todo, pero sí lo más
indispensable: un camino para aprender siempre” (Ja6°). En palabras de Dubet y
Martuccelli (1998), la lógica de subjetivación se activa cuando ellos/as toman
distancia del “deber ser” y construyen sobre lo que es en su vivencia: la universidad
no les agota, les abre otros caminos.

Detrás de cada biografía, de cada trayecto vital hay multiplicidad de formas en


las que la población joven hace frente a la incertidumbre y, al mismo tiempo, cómo
aceptan el riesgo como una condición inherente a sus vidas. Por ejemplo, jóvenes
que trabajan señalan que gracias a la existencia de contratos temporales y horarios
flexibles han podido sostenerse en el desarrollo de ambos roles: como estudiantes y
trabajadores/as, sin ellas hubieran tenido que elegir o postergar la decisión de
ingresar a la universidad, “preferí estudiar y trabajar, aunque ha sido muy pesado,
que dejar otro año sin estudiar” (Jo6°). Además, las y los jóvenes reconocen en sus
familias un soporte importante que les incentiva a seguir con el proyecto
universitario, que ofrece recursos de cuidado y de manutención a pesar de las
dificultades que se viven (antes y durante la contingencia sanitaria).

Aunque tuve que regresar a trabajar, por la cuestión económica en


casa, mi papá me dijo que debía continuar con mis clases, que no lo
dejara porque la situación ahora con el covid (sic) va a estar más
complicada, ‘la gente que no tiene estudios está más expuesta a
quedar desempleada que quienes tienen algo de conocimiento’ eso
me dijo mi papá y creo que tiene razón (Ja6°).

Sin el apoyo de mi familia después de que me embaracé hubiera


sido difícil seguir estudiando… hubo un momento en que yo creí
que ya no seguiría, pero mi mamá me apoyó a seguir. Ahora que mi
hijo ya creció más, que estoy por terminar y aunque sé que está
difícil lo de encontrar trabajo, sé que me he estado formando para
eso y no debo rendirme porque debo seguir construyendo mi
proyecto y salir adelante por mí y mi hijo. Quizá al principio no sea
mi trabajo ideal, pero será una base importante para seguir con lo
que yo quiero (Ja8°).

53
En los testimonios anteriores, hay una valoración en torno al saber qué ofrece la
universidad como un aspecto que permitirá hacer frente a la incertidumbre del
mercado de trabajo que, quizá, no siempre ofrezca lo que se quiere, pero servirá
como sostén de vida. También que es una parte importante de las aspiraciones de
las y los jóvenes respecto a qué expectativas tienen de sí en el futuro. Asimismo, las
figuras parentales son fuentes que inspiran a las y los jóvenes a seguir
construyendo en sí mismos los recursos que les permitan hacer frente a lo que está
por venir, ellos son su mejor inversión. Si bien en esta expectativa está la idea de
que él o la joven transite al mundo adulto, porque es lo que se espera que todos/as
hagan, la apuesta es que dicho tránsito sea más terso o con más dotes que los que
tuvieron los padres o madres de familia.

Y las y los jóvenes se cuestionan si efectivamente es así: “se supone que estoy más
preparada que mi papá que sólo terminó la prepa, pero yo pienso que todo ha
cambiado para ser más difícil que antes” (Ja8°), “me estresa un poco que mis
hermanos me preguntan qué haré ahora que terminé y no sé bien qué haré… ellos
esperan que yo tenga todo resuelto, y no es así” (Ja8°). Mancini (2017) señala:

La precariedad –vital y laboral– se ha convertido en la nueva regla: los y las


jóvenes internalizan la incertidumbre como elemento constitutivo de su curso de
vida y normalizan la exposición al riesgo social. La tensión entre lo tradicional (el
pacto intergeneracional, por ejemplo) y lo moderno (o las promesas incumplidas)
se sostienen como parte configurante de la condición juvenil (Benedicto, 2014).

***

Reflexiones finales

La situación de confinamiento sanitario que obligó a estos jóvenes universitarios a


seguir formándose desde sus casas también sirvió como un periodo intenso de
reflexión en torno a la complejidad del mundo social y de los avatares que supone la
adultez. En algunas ocasiones, al cierre de encuentros en vivo o a través de
mensajería instantánea en el marco de las clases, las y los jóvenes compartían que
extenderían lo más posible su condición de jóvenes estudiantes, ya sea por la vía de

54
becas para estudiar posgrados, movilidad académica o pasantías, o elaborar tesis.
Las declaraciones parecían una broma que emergía después de caer en cuenta que
el hogar o “ser adulto significa interminables responsabilidades” (Ja4°), “es
apabullante todo lo que hay prever” (Ja6°). Desde otra lectura, estas expresiones
también podrían sugerir el temor que causa la incertidumbre de un mundo que no
se detiene y cuyas promesas se vislumbran cada vez más lejanas.

Asimismo, en algunos casos, la experiencia escolar sostenida en la distancia


física y a través de medios digitales resultó sorpresiva para ellas y ellos en el sentido
de que, en la mayoría de los casos, dejó de parecerles tan atractivo el mundo
virtual: “no entiendo por qué antes siempre quería estar mirando el Instagram,
ahora solo quiero estar con mis amigas” (Ja2°), “he valorado más la importancia y
necesidad del encuentro en físico, extraño sentarme a conversar con mis amigos y
no solo por el WhatsApp” (Jo2°). Si bien estos jóvenes universitarios, que oscilan
entre los 19 y 23 años, han crecido con mayor cercanía a las tecnologías digitales,
luego de tener que usarlas como un medio para su experiencia escolar expresan
que es preciso tomar distancia de ellas e incluso usarlas en su justa medida. Con la
escuela en casa, descubrieron que tenían habilidades para tomar fotografías y
generar etiquetas, para crear memes y compartir información con gran rapidez,
pero no para afrontar todos los retos de sostener su propio aprendizaje fuera del
espacio-tiempo de la escuela.

También hay quienes expresaron que su experiencia escolar se enriqueció ante


esta migración de la escuela a la casa pues, antes del confinamiento sanitario,
algunas/os jóvenes no habían pensado en todas las posibilidades que ofrecen
aplicaciones para la creación o edición de contenido y búsqueda de información
especializada. Incluso, estas/os jóvenes señalan que el saber digital cobrará mayor
relevancia en la universidad y en el mercado de trabajo en el futuro próximo, “es
probable que sin querer nos hayamos preparado para el trabajo del futuro” (Jo4°).
Como se observa, la valoración sobre la propia experiencia escolar es diversa, los
matices surgen como parte de la diversidad de las biografías y, por tanto, de las
condiciones de vida de las y los jóvenes, así como de sus intereses y expectativas
sobre el proyecto vital.

En ambos casos, con más o menos gusto por la experiencia escolar en


confinamiento, las y los jóvenes universitarios tuvieron que adaptarse ante el
escenario emergente que los orilló a construir otras formas de ser y habitarse como
estudiantes. “En parte, la adaptación a las plataformas y a la nueva forma de clases
fue digerible porque las profes nos acompañaron” (Ja2°), "siempre estuvieron pen-

55
dientes de cómo íbamos e hicimos modificaciones al programa entre todos, la
maestra y el grupo” (Jo4°), “cuando me sentía confundida, el grupo de WhatsApp
con la maestra ayudaba a despejar las dudas” (Ja6°), como evidencian estos
testimonios el diálogo intergeneracional, el acompañamiento y la escucha mutua,
la toma de decisiones conjunta entre jóvenes estudiantes y docentes fueron
estrategias que contribuyeron en el sostenimiento de los procesos remotos de
formación.

Hay aprendizajes y experiencias gratas a pesar de las dificultades para terminar


el semestre. También hay una asunción, casi generalizada por parte de las y los
jóvenes, de que las características del futuro inmediato con poca probabilidad
cambiarán si no se emprenden acciones colectivas que apuesten por el bien común
y el abatimiento de la desigualdad, “si no trabajamos juntos difícilmente
tendremos una vida distinta, menos desigual, menos insegura, menos
fragmentada… quizá no sea un camino corto a recorrer, pero pienso que vale la
pena que lo hagamos nosotros, y quienes quieran que se unan” (Ja6°). Un atisbo de
esperanza, de otro mundo posible se asoma en sus voces juveniles que hoy en día se
encuentran en profunda vulnerabilidad social, durante mucho tiempo les hemos
dicho qué hacer, quizá sea tiempo de abrir caminos para su acción. La escuela y la
universidad, sin duda, son espacios en los que algunas de estas acciones
comienzan a tomar forma, pero no se limitan a ella.

Referencias

Beck, U. (2000). La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Buenos
Aires: Paidós.
----------. (2009). Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era
de la globalización. México: Paidós.
Benedicto, J. (2014). La integración sociopolítica de los jóvenes en tiempos
inciertos. Societàmutamentopolitica. 5 (10), 55-74.
Díaz, A. (4 de junio de 2020). Desempleo, informalidad y precariedad: la
pandemia de los jóvenes en tiempos de COVID-19. Economía y Sociedad.
Nexos. Recuperado de https://economia.nexos.com.mx/?
p=3104&fbclid=IwAR1mPAVjOJIlNO9ipKZ9-Vy3Ajh0vV4OyX-
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Dubet, F. (2007). La experiencia sociológica. España: Gedisa.
----------. y Martuccelli, D. (1998). En la escuela. Sociología de la experiencia
escolar. Buenos Aires: Editorial Losada.

56
Mancini, F. (2017). Asir incertidumbres. Riesgo y subjetividad en el mundo del
trabajo. México: El Colegio de México-unam.
Universal, El (27 de mayo de 2020). oit: uno de cada seis jóvenes sin empleo por
Covid. Mundo. Periódico El Universal. Recuperado de
https://www.eluniversal.com.mx/mundo/coronavirus-uno-de-cada-seis-
jovenes-sin-empleo-por-covid-19-oit?fbclid=IwAR3n26PvQ40G-
dahFAB5SHYpXr5csXHUBOW3w_vvMn0bDzvjMRNxlLgguIE

57
DE LA GENERACIÓN DEL
CONFINAMIENTO A LA GENERACIÓN
DEL DISTANCIAMIENTO.
DESEMPLEO JUVENIL EN LA
COYUNTURA DE LA COVID-19 EN
MÉXICO. APUNTES Y REFLEXIONES
AMAURY FERNÁNDEZ REYES
Universidad de Colima
amfer11@yahoo.com.mx

El siguiente trabajo versa sobre la situación del mundo laboral en tiempos de la


COVID-19, con la finalidad de evidenciar su transformación, a partir de las
condiciones en las cuales se vivió de manera diferenciada durante los primeros
meses de su presencia entre las y los jóvenes mexicanos, e integra una reflexión
acerca de la categoría de generación, con el propósito de explorar de qué manera se
han transformado las condiciones de vida de millones de sujetos jóvenes en edad
de trabajar, a partir de la irrupción de la pandemia en el espacio del trabajo. El
objetivo central será lograr una aproximación al panorama de las condiciones de
precariedad y desigualdad en este sector social acentuadas a partir de la aparición
de la COVID-19 y la crisis que ha potenciado, al proponer epistémicamente la
noción y emergencia de la Generación del distanciamiento.

El arribo de la pandemia a México y su impacto en la población joven

A partir de la aparición oficial en el año 2019 en Wuhan, China del virus


denominado Coronavirus SARS-CoV-2 también conocido como causante de la

59
COVID-19, y con el primer caso confirmado y registrado oficialmente en México el
día 27 de febrero del 2020. Esta pandemia comenzó a modificar la vida social,
económica, política y cultural del país y el mundo; pocos días después la
Organización Mundial de la Salud (OMS) le declararía el 11 de marzo como
pandemia debido a su propagación a nivel mundial y el día 30 del mismo mes
México le reconoce como emergencia sanitaria.

La coyuntura de este acontecimiento de alcance global relacionado con la


COVID-19 y señalada como pandemia mundial, generó una gigantesca disrupción
en varios ámbitos de la vida humana, y una grave crisis tanto sanitaria como
económica de alcance global para la que el mundo en pleno siglo XXI no estaba
preparado. Como respuesta, distintos gobiernos de varios países del mundo
comenzaron a aplicar medidas restrictivas para evitar una acelerada propagación
del virus, entre ellas el confinamiento y distanciamiento físico y social, y el cierre
de los diversos sectores productivos de la economía.

Al momento de la declaratoria de la inactividad a nivel nacional, se comenzó con


el cierre de empresas incluidas las micro, pequeñas y medianas; miles de lugares de
trabajo comenzaron a detener sus actividades como medidas de políticas
adaptadas por México en materia de cierre de espacios y lugares de trabajo,
incluido el sector gubernamental y las escuelas en todos sus niveles educativos,
orillando a una educación a distancia para continuar con los ciclos lectivos de
manera virtual.

Desde la aplicación del programa del Gobierno Federal denominado “Jornada


Nacional de Sana Distancia” y a través del programa “Quédate en casa” en un
periodo de cuarentena [2], comenzó una considerable y creciente pérdida de
puestos de trabajo y de horas laborales (OECD, 7 de julio de 2020). Lo anterior
limitaría entonces como efecto, las oportunidades u opciones de trabajo para
millones de jóvenes. [3] De esta manera, con la coyuntura de la crisis y tal como lo

[1] En este caso, pocos fueron los sectores que continuaron funcionando en México, especialmente los considerados
para trabajadores de sectores esenciales. Sin embargo, la propia realidad de la economía mexicana no permitiría
sobrevivir más de unas cuantas semanas sin trabajar a millones de trabajadores, debido a que de acuerdo con inegi
(2020) en México más de la mitad de la Población Económicamente Activa (pea) desarrolla sus actividades en el
contexto de la informalidad (p. e. trabajo doméstico remunerado, trabajo agropecuario o ganadero no protegido, y
trabajadores subordinados que aunque trabajan en modalidad formal, lo hagan sin seguridad social); o en
condición de autoempleo, de subocupación (trabajadores con necesidad y disponibilidad de ofertar su fuerza y
tiempo de trabajo además de ocupación actual) o en áreas que obligan a trabajar presencialmente, ya que son
espacios laborales y negocios que no podrían resistir varias semanas de inactividad económica.
[2] Al respecto Cfr. el sitio https://coronavirus.gob.mx/
[3] Sin embargo, el gobierno federal continuó con los apoyos a los jóvenes y a los adultos mayores así como a
diversos sectores poblacionales como los pescadores, los agricultores o los dueños de las micro, pequeñas y
medianas empresas a partir de apoyos económicos de asistencia social. Además de ciertos apoyos y créditos a
pequeñas y medianas empresas a través del programas de la Secretaría de Bienestar del Gobierno Federal, con la
finalidad de paliar dicho impacto, aunque fuera momentáneamente y evitar una mayor crisis económica y laboral
en el país.

60
refirió la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, entre los
sectores sociales más afectados a partir de esta pandemia en el mundo laboral se
encontrarían los jóvenes, las mujeres y las personas con menores ingresos (OECD,
7 de julio de 2020). Así, la crisis de la COVID-19 afectaría a los jóvenes de forma
cada vez más rápida e intensa, lo que provocaría ante tal riesgo, la posible
emergencia de una «Generación de confinamiento», tal como la denominó la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2020):

Además de los retos que plantea a largo plazo, la crisis de la COVID‐19


afecta a los jóvenes de todo el mundo de tres maneras principales: 1) la
interrupción de sus actividades educativas y de formación, que podría
mermar sus oportunidades e ingresos profesionales en el futuro; 2) la
actual ola de pérdida de empleos y cierre de empresas, incluidas las de
reciente creación, que reduce los ingresos y el empleo (y pone en riesgo
los derechos laborales); y 3) el surgimiento de mayores dificultades para
encontrar trabajo, reincorporarse al mercado laboral y tratar de
encontrar un mejor empleo. (oit, 2020, p.7).

Esto evidenció a manera de apertura de una Caja de Pandora, las ya existentes


desigualdades sociales (ONU Noticias, 21 de mayo de 2020) e intergeneracionales, y
haría más evidente la compleja realidad económica y social del país, incluso entre
clases sociales y los propios países, por ejemplo entre las naciones europeas frente
a las latinoamericanas (Villanueva, 10 de julio de 2020), y entre ellas México:

La exclusión de los jóvenes del mercado laboral, habida cuenta de sus


efectos a largo plazo, es uno de los mayores riesgos para la sociedad en la
situación actual. A largo plazo, los efectos de la crisis en los planos
educativo y profesional no solo afectan adversamente a la calidad y la
cantidad de los empleos, y exacerbar (sic) las desigualdades existentes
tanto entre países como a escala nacional. (OIT, 2020, p.7).

En este contexto, las oportunidades laborales en México para millones de


jóvenes disminuyeron en un escenario sin precedentes. Incluso se habló de la peor
recesión en décadas luego de la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo con el
comunicado de prensa del Banco Mundial (BM):

La recesión ocasionada por la COVID-19 es singular en varios aspectos, y


es probable que sea la más profunda para las economías avanzadas desde
la Segunda Guerra Mundial y la primera contracción del producto en las
economías emergentes y en desarrollo en al menos los últimos seis
decenios. (Banco Mundial, 8 de junio de 2020).

61
Aunado a lo anterior se sumaría a nivel mundial, el alto índice de población joven
perteneciente al sector laboral informal:

Casi el 77 por ciento de jóvenes trabajadores en todo el mundo (328


millones) tenían un empleo en el sector informal, frente a alrededor del
60 por ciento de los adultos trabajadores (de 25 años, o más). El índice de
informalidad laboral de los jóvenes oscila entre el 32,9 por ciento en
Europa y Asia Central, y el 93,4 por ciento en África. Incluso antes de que
surgiera la crisis de la COVID-19, más de 267 millones de jóvenes no
tenían empleo, ni participaban en ningún programa educativo o de
formación (jóvenes «nini»), incluidos casi 68 millones de jóvenes
desempleados. (OIT, 2020, p. 2).

A lo anterior, en esta encuesta a escala mundial realizada por la oit sobre Empleo
Decente para los jóvenes, se puso de manifiesto la presencia de diversos problemas
laborales que en muchas ocasiones se suman a otro tipo de vulnerabilidades, como
las sicológicas o escolares:

más de uno de cada seis jóvenes encuestados ha dejado de trabajar desde


que surgió la crisis de la COVID‐19. Con respecto a los jóvenes que han
mantenido su empleo, sus horas de trabajo han disminuido un 23 por
ciento. Por otro lado, alrededor de la mitad de los jóvenes alumnos han
manifestado que probablemente concluirán sus estudios con retraso, y el
10 por ciento prevé que no podrán terminarlos. Con arreglo a un baremo
normalizado para la evaluación del bienestar mental, más de la mitad de
los jóvenes encuestados han pasado a encontrarse en situación de
vulnerabilidad frente a episodios de ansiedad o depresión desde que
comenzó la pandemia. (oit, 2020, p. 13).

Sin embargo, es indispensable considerar la preexistencia de dicha precariedad


laboral, incluso en la etapa Precovid: “Por lo general, los jóvenes (de edad
comprendida entre 15 a 24 años) son más proclives a estar desempleados o a tener
un empleo de peor calidad que los adultos (de 25 años, o más)” (OIT, 2020, p. 7). De
esta manera, muchos desempleados ya no fueron recontratados. Lo que
ejemplifica cómo uno de los sectores sociales más vulnerables en dicha coyuntura
fue el de los jóvenes mexicanos en edad de trabajar. En este sentido la oit reconoce
que:

Antes del comienzo de la pandemia de la COVID‐19, 178 millones de
jóvenes de todo el mundo, a saber, más de cuatro de cada diez
trabajadores jóvenes, trabajaban en los cuatro sectores más afectados por
la crisis (…) Los sectores más afectados cuentan con más trabajadores
jóvenes que adultos de 25 años, o más, en particular en los servicios de

62
de hotelería, alimentación y comercio al por mayor o por menor. La
alteración de las cadenas de suministro tendrá consecuencias laborales
devastadoras en el sector productivo, lo que afectará asimismo a los
jóvenes, (p. 9)

En México por ejemplo, durante la etapa inicial de la COVID-19, simplemente


para el mes de abril del año 2020 y de acuerdo con datos registrados por el Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI, 2020) se presentó una
pérdida de 555, 247 empleos formales, una cifra nunca antes vista en tan corto
periodo de tiempo, además para mayo serían 344, 526, y para junio 83, 310,
sumando casi un millón de plazas laborales perdidas en ese trimestre, de acuerdo
con el desempleo formal registrado ante el Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS); una cifra realmente reveladora y delicada. Sin nombrar el subempleo, el
autoempleo u otros formatos laborales como el outsoursing o de informalidad, que
integran diversas formas de trabajo que realizan miles de mexicanos y los cuales
representan todavía mayor precariedad, sectores en su mayoría conformados por
la población de jóvenes entre 15 y 29 años. [4] Además el inegi (30 de mayo de 2020)
a partir de la Encuesta Nacional de Ocupación Económica (ENOE) reportó que
durante el primer trimestre del 2020, estaban registradas cerca de 2 millones de
personas desempleadas, de un total de la fuerza laboral nacional conformada por
57.3 millones de personas, de ellas, 55.4 millones que estaban ocupadas, es decir,
quienes contaban en su mayoría con un Trabajo Decente, tal como lo define la oit.
De acuerdo con la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE) del INEGI
(30 de junio de 2020), al cierre de mayo había en México 19 millones 583 mil 170
trabajadores registrados en el sector formal.

Si nos centramos en más datos, para el mes de mayo la Población


Económicamente Activa (pea) respectiva a la población de 15 años y
más que se encontró frente a un estado de suspensión laboral
temporal ocasionado por la cuarentena, fue de 1.2 millones de
personas disponibles para trabajar que perdieron o renunciaron a
su empleo o cerraron su negocio. Además al menos 12 millones de

[4] Al respecto, David Kaplan especialista en Mercados Laborales y Seguridad Social del Banco Interamericano del
Desarrollo (bid), mencionó sobre la situación que prevalecía en México durante la etapa covid, que “El riesgo que
existe es que haya casi una generación de trabajadores jóvenes que puedan tener malos resultados en el mercado
laboral por muchos años (…) los instrumentos que tiene el Estado son políticas contra cíclicas o medidas activas de
empleo” (Albarrán, 1 de mayo de 2020), es decir, fomento al empleo público, tanto en disminución de horas como en
incentivación de jubilaciones anticipadas; de formación e inserción o reducción de la oferta de trabajo. Para ello
reconoció que posterior a la crisis mundial del 2008, las empresas tardaron varios años en recuperar las tasas de
contratación “En 2009, la tasa de desempleo no volvió a su nivel pre-crisis hasta 2017 (…) El peor mes de abril fue en
1995 cuando se perdieron alrededor de 185,000 empleos. Entonces, todo parece indicar, que esta crisis será peor”
(Albarrán, 1 de mayo de 2020).
[5] El trabajo decente sintetiza las aspiraciones de las personas durante su vida laboral. Significa la oportunidad de
acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección
social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los
individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad
de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres. (oit, s/f) y (Horowits, 7 de mayo de 2020).

63
de personas en el país dejaron de trabajar y perdieron su fuente de
ingresos en el mes de abril debido a la pandemia de coronavirus
(INEGI, 30 de junio de 2020) [6]

Los jóvenes además, durante la pandemia fueron generalmente los primeros en


ser despedidos (Mendoza, 17 de junio de 2020), y algunos ejemplos de los sectores
juveniles que fueron afectados por este acontecimiento se distribuyeron en:

Los futuros universitarios recién egresados (Burgarin, 6 de junio de 2020).


Los trabajadores del outsoursing, y la proliferación del trabajo a partir de
aplicaciones de entrega de reparto, principalmente de comida, incentivado por
el confinamiento de los consumidores, como por ejemplo: Uber Eats, Rappi,
Diddi Foods o Sin Delantal, entre otras. En su mayoría conformados por
jóvenes que trabajan como “colaboradores” y subempleados, e incluso en
ocasiones como autoempleados, que se enfrentan constantemente a
situaciones riesgosas y de precariedad. [7]
Los trabajadores que por su escasa temporalidad en antigüedad fueron los
primeros en ser despedidos.
Los jóvenes en situación de pobreza y pobreza extrema (Coneval, 2020).

Por lo anterior y dadas las circunstancias y efectos que tuvo en diversas aristas
esta pandemia, se propone ahora y de forma modesta, pensar de manera alterna a
la conceptualización de la Generación del confinamiento por la oit, la emergencia
de una Generación del distanciamiento más amplia, descriptiva y
multidimensional.

De la Generación del confinamiento a la Generación del distanciamiento en el


mundo del trabajo

A partir de la cuarta edición del Informe “El Covid y el mundo del trabajo”
elaborado por el Observatorio de la Organización Internacional del Trabajo (oit,
2020), se propuso una nueva e interesante conceptualización de la generación
joven contemporánea. Así como se ha marcado en otras etapas de la historia a
distintas generaciones, por ejemplo: Generación del 68; Generación de
entreguerras (1918-1939), Generación de la posguerra también conocida como
Generación Baby Boomer, e incluso a partir de épocas y los avances tecnológicos y

[6] Véase también: Notimex (2 de junio de 2020). Coronavirus deja sin empleo a 12 millones de mexicanos: Inegi.
Forbes México.
[7] Por ejemplo en América Latina han comenzado a formarse grupos de trabajadores en resistencia, para
reivindicar y defenderse ante las distintas situaciones de peligro y precariedad a las que se enfrentan en este tipo de
trabajos de reparto por aplicaciones, tales como: la Asociación de trabajadores de reparto en Argentina, o en Brasil
los denominados Riders, quienes han comenzado a realizar huelgas masivas.

64
el mundo digital en sus diversas categorizaciones, desde las distintas generaciones
y grupos etarios, sea la Generación x; Generación Millenial, Generación@ entre
otras, Feixa (2014). [8]

Al respecto la oit planteó la emergencia de una generación que responde a


circunstancias particulares relacionadas con el impacto social y económico desde la
presencia de dicha crisis sanitaria:

Los jóvenes son los que más padecen las consecuencias sociales y
económicas de la pandemia, y corren el riesgo de tener que seguir
haciendo frente a los efectos de la misma a lo largo de toda su vida
laboral, y de pasar a constituir una «generación de confinamiento».
(oit, 2020, p. 3).

Para ello la generación del confinamiento (OIT, 2020) según estos parámetros
correspondería a:

los jóvenes [que] se ven afectados de forma desproporcionada por


la crisis de la COVID‑19 y padecen sus consecuencias adversas en
varios ámbitos, en particular, interrupción de sus programas
educativos o de formación, pérdida de empleo y de ingresos, y
mayores dificultades para encontrar trabajo. (OIT, 2020, p. 3).

De acuerdo con los ámbitos descritos acerca de la propuesta conceptual de la


Generación del confinamiento por parte de la OIT, centrados particularmente en
aspectos del mundo laboral, integraría diversos elementos a tratar, tales como:

1. Interrupción de sus programas educativos o de formación


2. Pérdida de empleo
3. Disminución de ingresos
4. Mayores dificultades para encontrar trabajo
5. Disminución de horas de trabajo

Pero también podríamos añadir a la presencia de una crisis sanitaria, una crisis
económica, una crisis laboral e incluso en una crisis social; en este sentido sería
más atinado nombrarla desde una perspectiva más integral y en términos sociales,
como la Generación del distanciamiento, debido a que nos encontramos de
acuerdo con la propuesta que se plantea aquí, con una nueva generación
determinada por ciertas características específicas e históricas compartidas, mar-

[8] Para una consulta más especializada acerca de las generaciones y sus características desde inicios del siglo xx
hasta inicios del siglo xxi, Cfr. Feixa (2014).

65
cada por un fenómeno natural y con diversos efectos que también integra el ámbito
cultural y que incluiría entre otros aspectos, los siguientes 10 componentes
principales de esta generación social:

1. Intensificación del mundo virtual en la era hiperdigital y mayor dependencia


del uso tecnológico
2. Una nueva forma de vida cotidiana (online y offline), tanto en el ocio,
entretenimiento, teletrabajo -home office-, educación virtual, compras en
línea y nuevos consumos culturales y formas de relaciones amorosas, nuevas
interacciones cara a cara, entre otros.
3. Cambios sociales que impactan a nivel individual y colectivo
4. Mayor control por parte del gobierno y las empresas sobre la movilidad física y
el manejo de datos personales
5. La necesidad de una nueva relación ser humano-naturaleza
6. Una nueva revalorización y pensamiento acerca de la vida y la muerte
7. Una viraje en la consideración de una buena salud pública
8. Mayor precarización laboral
9. Un reacomodo de la economía mundial
10. Un nuevo Zeitgeist juvenil [9]

Esta generación de carácter global también ha sido denominada por algunos


como generación Covid, o “Nativos Covid” como en el caso de Arnoldo Kraus quien
menciona que:

A partir de nuestro coronavirus será necesario consensuar el


nombre de la generación que ha crecido bajo la égida viral.
Incluirá, propongo, a los niños y jóvenes cuyos patrones de vida se
han modificado debido a las reglas dictadas por el virus, generadas
y consensuadas a cabo por salubristas/políticos…” (El Universal, 10
de mayo de 2020)

Al respecto, el antropólogo y juvenólogo Carles Feixa le reconoce como la


“Generación Viral”, [10] misma en la que confluyen diversos aspectos que conectan
y complementan a la Generación del distanciamiento que se presenta ahora, como
por ejemplo la necesidad de un nuevo pacto intergeneracional y de un Estado de

[9] Concepto proveniente de la filosofía alemana y principalmente utilizado por los románticos alemanes, cuya
expresión significa: El espíritu (geist) del tiempo (zeit). Dicho término se refiere a la experiencia de un clima
sociocultural e intelectual dominante, incluido el político; es decir, el espíritu de una nación en términos hegelianos
(Volksgeist) en una relación dialéctica con el proceso total del espíritu mundial (Weltgeist). (Fernández, 2016: 114).
[10] Véase: Conferencia magistral de Carles Feixa (21 de octubre de 2020). Quien ubica a la Generación Hashtag;
Generación Viral y Generación Blockchain. Su propuesta contempla varias ideas que coinciden con la Generación
del distanciamiento que se propone ahora; evento académico en el que también tuve oportunidad de presentar mi
propuesta, de la que se desprende el presente texto académico. Véase al respecto: Amaury Fernández (21 de octubre
de 2020) y Fernández, A. [amfereyes]. (2020, septiembre 10).

66
bienestar más accesible para la juventud; la presencia de una hiperconectividad y
cambios en la escolaridad. Pero también reconoce el impacto de diversas crisis y
respuestas por parte de las generaciones que las experimentan y a las que analiza
en distintas temporalidades (pre-pandemia, pandemia y post-pandemia); y algo
muy importante y en la que también coincide la presente propuesta, es que resalta
la importancia de reconocer la Pandemia de la COVID-19 como “marca
generacional”, que en este caso estaría marcada por la experiencia del
confinamiento (y el distanciamiento añadiría yo), y que la caracteriza por una
conciencia de la cibercultura; un emblema del uso de la mascarilla y un estigma del
“botellón” (en España serían reuniones sociales y fiestas en medio de la pandemia,
en México las “fiestas covid”)[11], aunque finalmente su propuesta va más enfocada
a la realidad europea, es muy completa, novedosa y útil para la comprensión de la
generación actual.

La denominación que se propone aquí, estaría más bien representada por el


término de la “Generación del distanciamiento”, y que representa a la juventud que
vuelve a vivir un acontecimiento de alcance global. Quizás estaríamos hablando de
un cambio de época e incluso a nivel de una nueva Zeitgeist, es decir, un nuevo
espíritu del tiempo y sensibilidad de la juventud en términos nacionales (México) y
regionales (América Latina), pero a la vez de carácter mundial. En síntesis un
cambio de época ideológica y social, que conecta una visión global con diversos
efectos como: el desempleo, las desigualdades socioculturales, la incertidumbre, la
adaptabilidad, la enfermedad, o en caso extremo, la mortalidad.

Espacio temporal donde la identidad estaría relacionada con el cambio social


como rasgo universal de la sociedad actual, y que presenta modificaciones en los
mayores sistemas de la organización de la estructura social, entendiendo por
cambio social según Luciano Gallino (2005):

variación o diferencia, o alteración, relativamente amplia y no


transitoria, aunque no necesariamente irreversible, en las
propiedades, el estado o la estructura de la organización social de
una determinada sociedad, o bien en las relaciones entre los
mayores sistemas sociales que la componen -ya se ubiquen fuera de

[11] De nueva cuenta se hizo presente el mito de que los jóvenes no eran proclives a morir por su contagio, a pesar de
la observación del fenómeno de resistencia cultural y generacional por muchos que prefirieron una intensión de
festividad colectiva al confinamiento con el riesgo que ello conllevaba en las conocidas fiestas covid en favor de una
“Inmunidad de rebaño o colectiva” (Martínez, 15 de mayo de 2020; Contreras,14 de mayo de 2020), o el participar en
manifestaciones en contra de la violencia contra jóvenes, pese al riesgo que esto representaba (Reina, E., 9 de junio
de 2020), mitos cada vez más descartados, al aumentar la tasa de mortalidad y letalidad en este grupo etario; este
acontecimiento se unió a los problemas ya existentes en México, como por ejemplo las distintas violencias
estructurales ejemplificadas en juvenicidios (Valenzuela, 2019), el crecimiento de feminicidios y desapariciones
forzadas, la presencia de la delincuencia organizada, entre otros, y llegar a modificar, dificultar y complejizar aún
más la condición juvenil de millones de mexicanos, especialmente entre los más vulnerables de la Generación del
distanciamiento.

67
la economía, de la política, del Estado, de la religión, de la familia
— o bien en uno de esos sistemas o en una o más instituciones de
las vinculadas a ellos, observable en un momento respecto a otro
anterior, subsistiendo la identidad de la unidad de referencia y de
las variables que se consideran para identificar la variación. Como
muchos cambios sociales, tienen relación con cambios de los
sistemas culturales; en el lenguaje sociológico contemporáneo es
común hablar de cambio social o cambio cultural, o de cambio
sociocultural (p. 86).

En este orden de ideas, parto de la teoría sociológica de las generaciones al


vincularla a la noción de cambio social, especialmente desde la propuesta Karl
Mannheim (1927) y de su aportación conceptual en términos cualitativos, “entre los
ritmos de la historia y los ritmos de las generaciones. A la vista de ello, lo que
importa es la calidad de los componentes de una generación” (en Laccardi y Feixa,
2014, p.50). De acuerdo con Mannheim “Puede decirse que los jóvenes que
experimentan los mismos problemas históricos concretos forman parte de la
misma generación” (cit. en Leccardi y Feixa, 2014, p. 48). Asimismo, y a partir de
Wilhelm Dilthey, tal como reflexionan Leccardi y Feixa (2014), acerca de la
propuesta de este último filósofo y sociólogo quien:

Mantenía que las generaciones eran definibles en términos de


relaciones de contemporaneidad y consistía en grupos de gente que
en sus años de mayor maleabilidad eran proclives a influencias
históricas (intelectuales, sociales y políticas) comunes. En otras
palabras, consistían en gente que compartían el mismo conjunto de
experiencias, la misma “calidad del tiempo”. La formación de
generaciones se basaba, por lo tanto, en una temporalidad concreta
constituida de acontecimientos y experiencias compartidos (…) las
experiencias situadas históricamente determinarán la pertenencia
a una generación, ya que constituyen la experiencia humana. (p.
50).

Pero más allá del marco cronológico que recapitulan estos juvenólogos acerca del
relevo generacional consistente de la suma del paso de tres lustros que propuso
Ortega y Gasset (1984) o la perspectiva positivista de Augusto Comte sobre las
generaciones, que serían perspectivas ya superadas pero no por ellas ineficaces, la
generación actual es participe de un acontecimiento de alcance
mundialrepresentada por una intensificación del mundo virtual en la era
hiperdigital y caracterizada por “el marco sociotecnológico que acompaña la tran-

68
sición a la sociedad de la información madura, con la consolidación de la web 2.0,
la llegada de internet de segunda generación, la emergencia de las redes sociales, el
uso de la multipantalla y la consolidación de la multitarea o multitasking por parte
de los jóvenes” (Feixa, Fernández-Planells y Figueras, 2014, p. 323).
Además estaría acompañada de un contexto socioeconómico crítico debido al
impacto global mucho mayor incluso a la crisis financiera del 2008 y como ya se
dijo, de la Segunda Guerra Mundial o la Recesión del 29. En este sentido, comulgo
con la idea de Mannheim respecto a que esta generación se encuentra o puede
definirse “sobre las bases sociales y existenciales del conocimiento en relación con
los procesos del cambio histórico-social” (Laccardi y Feixa, 2014, p.51),
representada por una visible discontinuidad histórica. Es decir, para Karl
Mannheim es útil el considerar la categoría de generación, como instrumento
epistémico para el análisis del cambio social:

las generaciones como dimensiones analíticas útiles para el estudio

tanto de las dinámicas del cambio social (…) como para los “estilos
de pensamiento” y la actitud de la época (…) aspectos específicos
capaces de producir el cambio social, de la colisión entre el tiempo
biográfico y el tiempo histórico. Al mismo tiempo, las generaciones
podían considerarse el resultado de las discontinuidades
históricas, y por lo tanto del cambio (Leccardi y Feixa, 2014, p. 51).

Aquí lo que se considera relevante es lo que Mannheim propone como “situación


de la generación” que jóvenes de edades similares comparten y producen un
“vínculo generacional”, conformado por un acontecimiento de ruptura histórica:

por una parte la presencia de acontecimientos que rompen la


continuidad histórica y marcan un “antes” y un “después” en la vida
colectiva; por otra, el que estas discontinuidades sean
experimentadas por miembros de un grupo de edad en un punto
formativo en el que el proceso de socialización no ha concluido, por
lo menos en su fase más crucial, y los esquemas utilizados para
interpretar la realidad todavía no son rígidos por completo o, tal
como dice Mannheim, cuando esas experiencias históricas son
“primeras impresiones” o “experiencias juveniles” (Leccardi y Feixa,
2014, pp. 51-52).

En este sentido nos recuerdan Leccardi y Feixa (2014), que la propuesta de Philip
Abrams (1982) iría más allá, pero retomando ciertas ideas de Mannheim, al
relacionar el concepto de generación con el de identidad, en una relación dual del
individuo y la sociedad, que implicaría considerar tanto el tiempo lineal como el

69

social, pero siempre dentro de un marco referencial histórico. Para este autor:

una generación en el sentido sociológico es el periodo de tiempo


durante el cual una identidad se construye sobre la base de los
recursos y significados que social e históricamente se encuentran
disponibles. De la misma forma, las nuevas generaciones crean
nuevas identidades y nuevas posibilidades de acción (Leccardi y
Feixa, 2014, p. 52).

Asimismo el historiador Marc Bloch reconocerá dos factores generacionales


claves, la experiencia y la conciencia, como bien remarca Feixa (12 de octubre de
2020), y señala además la relevancia del “acontecimiento generacional”, que puede
ser representado ya sea por: una guerra, revoluciones, movimientos, catástrofes
naturales entre otras.

En esta tesitura, para José Ortega y Gasset (1984) es necesario pensar en el


término “generación”, debido a la necesidad de establecer un vínculo entre el
pensamiento y la vida, que permita reflexionar y otorgar sentido al mundo, y dotar
de ese sentido a la época de acuerdo con una temporalidad específica, para
determinar la sensibilidad de las circunstancias, de ello se derivaría la definición
del “tema de nuestro tiempo”. En este sentido los autores mencionados desde sus
perspectivas ayudan a conformar el corpus teórico que da base a la propuesta de la
Generación del distanciamiento.

Así también, la generación e identidad social responderán entonces a los


procesos de cambio de acuerdo con Abrams, “las generaciones son el medio a
través del cual los calendarios distintos, el del curso de la vida y el de la experiencia
histórica, se sincronizan. El tiempo biográfico y el histórico se fundan y
transforman mutuamente, creando una generación social” (Leccardi y Feixa, 2014,
p. 53). De esta manera, es necesario apuntar algunos datos para observar la
radiografía de dichas experiencias juveniles de la generación social del
distanciamiento, que en esta ocasión y por los fines y espacio del presente capítulo,
solo se hará su reflexión frente al ámbito del mundo laboral en México, pudiéndose
emplear a nivel global de acuerdo con las especificidades de cada país y en otros
ámbitos del mundo social.

70
La crisis ocasionada por la COVID-19 y la precariedad laboral en la Generación del
distanciamiento en México [12]
Luego de este planteamiento acerca de la importancia de la noción generacional, la
Generación del distanciamiento estaría marcada por el contexto coyuntural de la
pandemia de la COVID-19 (AFP, 27 de mayo, 2020), que ha sido vivida o
experimentada en un momento de incertidumbre mundial, no solo en la salud
pública, sino también en lo político, lo cultural, lo social y lo cotidiano, y
representaría un momento de disrupción histórica, incluso reflejado por datos no
vistos en décadas pasadas, como en el caso del ámbito económico, uno de sus
componentes principales a través de una contracción en el mercado del trabajo.

Respecto al desempleo juvenil en la Generación del distanciamiento,en México, y


debido en esencia al contexto mundial en que surge, los rasgos característicos que
integran y definen la adscripción a dicha noción, más que de confinamiento
propuesta por la oit, se debe a que de inicio el confinamiento o resguardo no fue
permitido para todos los jóvenes que se relacionan con el mundo laboral, ya que
muchos por sus condiciones socieconómicas, geográficas o políticas deberían
trabajar fuera de casa y de manera obligatoria, incluso ante la propia defensa de las
políticas laborales implantadas como emergencia por los gobiernos; además debían
trabajar obligatoriamente tanto por orden de los propios patrones, como por la
necesidad de comer y no perder un trabajo y salario.

Es decir las condiciones económicas y sociales de la generación juvenil


contemporánea no son las mismas, ni en ingresos, ni en accesos, ni en
circunstancias ni en oportunidades, hablamos entonces de desigualdades incluso
al interior de las líneas generacionales. Por lo que la idea de distanciamiento refleja
más claramente esta condición de alejamiento, no solamente entre personas y el
metro y medio de distancia física o más para evitar contagios, sino en las
actividades sociales, culturales, políticas y económicas. Incluso algunos analistas le
llegaron a denominar a esta desigualdad juvenil como una “Cuarentena de clase” o
“Confinamiento de privilegio de clase” (CLACSO TV, 20 de mayo 2020), debido a la
pertenencia de clase social y el prevalecimiento de un situación socioeconómica tan
desigual en México y América Latina, donde incluso el 10 por ciento de la población
mexicana concentra aproximadamente las dos terceras partes de la riqueza
nacional.

Además este distanciamiento se relaciona con el alejamiento cada vez mayor


entre los jóvenes y el Estado de bienestar (Esping-Andersen, 2004). Así también

En este apartado, se retoman ciertos fragmentos de una nota periodística publicada por el autor en el periódico
[12]
El Comentario de la Universidad de Colima. Cfr. Fernández, A. (30 de mayo de 2020).

71

enedicto (2014) reconoce el gran impacto que tuvo la crisis económica de 2008 y
B
que cabe bien de ejemplo a la crisis actual ocasionada por el virus SARS-CoV-2:
La crisis nos permite visibilizar las inconsistencias y
contradicciones del diseño institucional encargado de la
integración juvenil, pero sin por ello olvidar el contexto más amplio
de las transformaciones estructurales experimentadas por las
sociedades occidentales en las últimas décadas (globalización,
erosión de los pilares básicos del sistema de bienestar, nueva
posición relativa del Estado) y el predominio de los planteamientos
ideológicos y las políticas neoliberales (p. 57).

En este escenario, se hace doblemente impactante la incertidumbre y


fragmentación derivadas de las políticas neoliberales resultado de procesos
socioestructurales de alcance mundial, lo que hará aún más visible los beneficios
prometidos y la fragilidad en que se encuentran, al no poder lograr su integración
de las nuevas generaciones en el capitalismo del bienestar, por la gravedad de la
crisis, ahora no solo económica, sino también social, de sanidad y laboral.

A partir de la propuesta de Benedicto (2014), sobre su noción de precariedad


vital, y que toca varias esferas de mundo social, entre ellas la precariedad laboral,
de entrada impactaría en sus experiencias vitales, efecto de esta posible “ruptura
del contrato intergeneracional” y de desencanto, derivadas de políticas neoliberales
aplicadas ya por casi cuatro décadas que ha promulgado el Laissez faire,
debilitando la participación del Estado-nación en la economía del mundo, misma
que abogaba por la premisa de una justicia social y bienestar colectivo, es decir, el
Estado de bienestar keynesiano, que ahora cae ante una globalización neoliberal,
basada en el desarrollo de un mercado global, provocando así “la promesa
incumplida” en las jóvenes generaciones que bien plantea Benedicto (2014).

Esto puede convertirse en un riesgo, y es que pueda acrecentarse ese sentimiento


de exclusión de la vida social y económica de un país a causa de la gran crisis para
los sujetos jóvenes mexicanos que representaría una gran pérdida de potencial
humano y creativo. Es el costo de esta grave crisis y sus posibles efectos ya
iniciados, y que México pagará a mediano o largo plazo en caso de no poder
mejorar la condiciones reales de bienestar de las nuevas generaciones, en
particular en la Generación del distanciamiento.

Por ejemplo, la situaciones de despidos [13], el incremento de trabajos sin segu-

[13] Como ejemplo respecto a los despedidos en México, miles de patrones dieron de baja del Seguro Social
aproximadamente a un millón de trabajadores durante la pandemia. (Raziel, Z., 6 de julio de 2020); lo que incluso
corresponde un 70 por ciento de los despidos a jóvenes de 29 años o menos (Mendoza, 17 de junio de 2020).

72
ridad

social y de incertidumbre creciente ante el virus y la enfermedad, agravó


todavía más la situación. Por ello sería conveniente pensar, que el nivel de
precariedad vital viene a incrementar diversas vulnerabilidades, y entonces la
familia pudo funcionar también como una opción de apoyo fundamental que
otorgó mayor certidumbre para resistir los efectos y embates durante la crisis en
caso de contar con ella, por lo menos durante la etapa covid, previa a la esperada
normalización de la vida social.

Estas realidades socioeconómicas para la Generación del distanciamiento


mexicana, implicaron una importante pérdida de poder social y político dentro del
sistema de relaciones intergeneracionales, incluidos los bajos salarios, [14] aunado
a la gran desocupación juvenil, que casi siempre es efecto del incremento de la
desocupación en la población general y abierta en edad de trabajar, como ya se
señaló líneas arriba.

Benedicto refiere que prevalece entonces una incertidumbre, es decir, “nada


está dado” debido a estos tipos de escenarios inciertos, como en el caso de la crisis
del 2008 que suman tasas elevadas de desempleo juvenil.

Una juventud que ha dejado de ser concebida como una etapa de


preparación para la vida adulta para adquirir nuevas
significaciones vinculadas en su mayoría a la construcción por
parte de los individuos de biografías que permitan dar sentido a
una realidad cambiante y fragmentada, desprovista en buena
medida de pautas de acción institucionalmente definidas.
Biografización, responsabilidad individual y consumismo
constituyen los rasgos fundamentales de una nueva condición
juvenil en la que las certidumbres de antaño, ancladas en la
reproducción de valores, normas y estatus se ven progresivamente
sustituidas por las incertidumbres y los riesgos. La juventud en el
nuevo capitalismo global es una etapa de experimentación y
provisionalidad en la que la integración se revela como un proceso
incierto e inestable. (Benedicto, 2014, p. 64)

Además nos encontramos con una Generación del distanciamiento, más educada
que sus predecesores, pero con menor posibilidad de acceso al trabajo decente o
formal. En este sentido concuerdo también con Benedicto (2014, p. 76) al momento

[14] El propio Consejo Nacional de Evaluación de la Política del Desarrollo Social (Coneval, 2020), señalaba incluso
en la etapa precovid, que la evolución del índice de tendencia laboral de la pobreza al cierre del primer trimestre de
2020, representaba en los trabajadores menores de 29 años, ingresos promedios mensuales de 3,686.48 pesos
(153.60 dólares), con una canasta básica cada vez más encarecida e inalcanzable (Villanueva, 17 de junio de 2020), y
aun así se excluía a los trabajadores del sector informal, los que representaban casi la mitad de trabajadores en
México.

73
de reconocer que es indispensable “comprender mejor qué significa hoy la
integración para los jóvenes (…) Frente a los modelos más o menos lineales,
predominantes en épocas anteriores, en los que las instituciones establecían las
pautas de acción a seguir en éstos”. Ahora solamente el presente inmediato es el
que está disponible, lo que dificulta la “promesa futura de movilidad ascendente
misma que ha dejado de funcionar como ideal de integración” (Benedicto, 2014, p.
67). De esta manera la situación actual se complejiza debido a procesos de
transición a la vida adulta difíciles y poco programables, aún más con la
mencionada pandemia, por lo que ellos buscarán estrategias de vida entre la
tradición y lo nuevo:

para poder entender el nuevo panorama que surge tras la quiebra


de las promesas hechas por las generaciones adultas y resolver las
contradicciones entre lo esperado y lo percibido, los jóvenes
necesitan redefinir sus estrategias de acción, utilizando para ello
algunas de las herramientas tradicionales, desechando otras que ya
no sirven y sobre todo recurriendo a otras nuevas (Machado Pais
2008, en Benedicto, 2019, p. 68).

Debido a lo anterior, es necesario considerar la noción de clase social para


comprender la desigualdad social existente (CEPAL, 2020; ONU, 21 de mayo de
2020), y desde una mirada actual, en México la clase social media, en opinión de
algunos, está disminuyendo y la pobreza ha estado presente para la mayoría la
población mexicana durante décadas, representada por más de la mitad de su
población; esto nos lleva a la necesidad de repensar la situación real de millones de
habitantes en peligro de descender socialmente. Habría que considerar por
ejemplo cómo el índice de pobreza crecerá en la etapa poscovid (Criales, 16 de junio
de 2020) o en su caso disminuirá si las predicciones fallan. Entonces ¿dónde
quedará la clase media y la clase baja? ¿Por qué se habla de millones de nuevos
pobres por el coronavirus? ¿Tienen alguna relación las clases sociales a la que
pertenecen los jóvenes con la desigualdad frente a la COVID-19? ¿Quiénes se
permitirían cerrar sus negocios o confinarse como empleados durante los distintos
tiempos en que se presentan niveles altos de contagios o de rebrotes? ¿Qué
economías y sectores pudieron regresar y permanecer económicamente estables?
Esto marca claramente cómo las clases sociales representan un indicador clave
para comprender mejor cómo se viven y experimentarán las desigualdades
juveniles en la etapa de la Covid-19 y Poscovid.

Finalmente esta Generación del distanciamiento en México, se traduce en


experiencias históricas a través de “primeras impresiones” o “experiencias
juveniles”. Empíricamente podríamos hablar de ella en el caso particular de México

74
que ha vivido estas etapas disruptivas, como en el caso de las crisis económicas de
1982 con la caída del precio del petróleo y el valor del peso; la de 1994, también
marcada por una estrepitosa depreciación del peso y una crisis económica severa;
la de 2008 por la crisis mundial derivada de los falsos activos de bienes raíces en
EUA y con efectos en México y ahora una crisis ocasionada en 2020, por una
pandemia sanitaria, a la que la Generación del distanciamiento tendrá que hacerle
frente.

Reflexiones finales

Los jóvenes siempre han sido un sector que encuentra determinadas dificultades y
retos para poder insertarse al mundo laboral, (Pérez, y Urteaga, 2001), ya sea por su
nivel de experiencia, por la tradicional lucha intergeneracional y relaciones
históricas de poder, o por la cada vez mayor escasez de espacios y lugares de
trabajo ante el aumento poblacional y las crisis económicas y políticas públicas de
juventud desfocalizadas.

Se ha dicho por parte de Coneval que se esfumarán 20 años de lucha antipobreza


por la Covid-19 y la emergencia sanitaria en México (Rodríguez, J.C., 12 de mayo de
2020), lo que estaría por verse; además se habla de un gran número de retiro de
Afores (Administradora de Fondos para el Retiro) por parte de trabajadores debido
a la pandemia (Reuters,16 de julio de 2020). Por lo que a México le será más difícil
cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible ods, y para que se cumplan debe
aplicar el Estado de bienestar encaminado al apoyo de los jóvenes. La pandemia
impactó a los sectores más vulnerables, en este caso las mujeres, las personas de la
tercera edad, y también a los jóvenes, aunque sus efectos reales todavía no se
pudieran llegar a visualizar y dilucidar, sino hasta pasado cierto tiempo. [15]

La denominada Generación del distanciamiento, marca un cambio social de


grandes dimensiones en varios ámbitos como la tecnología, la diversión, el
entretenimiento, las relaciones sociales, la concepción de la vida y la muerte, de las
familias, de la economía, de los verdaderos intereses de las empresas y los
políticos, del funcionamiento del orden económico mundial, de los racismos, de las
desigualdades sociales e intergeneracionales, de la disparidad de la clases sociales,
de los medios de comunicación, entre otros. En este caso el mundo laboral fue solo
uno de los anteriores ámbitos a los cuales impactó este fenómeno de alcance
mundial.

75
Deberían realizarse intervenciones a nivel político dirigidas
específicamente a los jóvenes, con arreglo a marcos de política
laboral exhaustivos, inclusivos y orientados al futuro, incluida la
implantación eficaz de garantías de empleo o competencias,
complementadas con paquetes de medidas más amplias que
fomenten los incentivos y la recuperación (oit, 2020, p.2).

Para complementar lo anterior se retoman cuatro pilares del Marco general de


políticas de la oit para hacer frente a la crisis laboral de la COVID-19.

Pilar 1. Estimular la economía y el empleo. Una política fiscal activa. Una


política monetaria flexible. Préstamos y ayuda financiera a sectores
específicos, incluido el sector de la salud.
Pilar 2. Apoyar a las empresas, los empleos y los ingresos. Extender la
protección social a toda la sociedad. Aplicar medidas de mantenimiento del
empleo. Ofrecer a las empresas ayuda financiera/fiscal y otros medios de
alivio.
Pilar 3. Proteger a los trabajadores en el lugar de trabajo. Adaptar las
modalidades de trabajo (por ejemplo, el teletrabajo). Prevenir la
discriminación y la exclusión. Permitir el acceso a la sanidad para todos.
Ampliar el recurso a una licencia remunerada.
Pilar 4. Buscar soluciones mediante el diálogo social. Fortalecer la capacidad y
la resiliencia de las organizaciones de empleadores y de trabajadores.
Fortalecer la capacidad de los gobiernos. Fortalecer el diálogo social, la
negociación colectiva y las instituciones y mecanismos de las relaciones
laborales (oit, 2020, p.25).

Por otra parte, la propuesta que se hace ahora de la Generación del


distanciamiento más que del confinamiento, responde a que su denominación no
se debe solo a un alejamiento de las condiciones del Estado de bienestar deseable,
es decir, de mayores inversiones hacia este sector social y una calidad de vida, sino
también del alcance a un Trabajo decente, de condiciones más seguras, libre de
riesgos y vulnerabilidades. Generación social del distanciamiento que integrará
impactos económicos desiguales por las condiciones sociales presentes durante el
inicio de la pandemia, pero también de salud mental, de nuevas actitudes e
interacciones sociales, de confinamientos, de circunstancias diversas de acuerdo
con parámetros sociodemográficos, geográficos y económicos; de
sobreinformación e infodemia, de situaciones de crisis, de cambios intra e
interfamiliares, de modificaciones importantes en los sistemas educativos y en el
uso intensivo de internet por ejemplo.

76
La noción de generación ha sido para esta propuesta muy útil si queremos
complementar elementos como la clase social y la identidad en el análisis del
mundo contemporáneo de las juventudes. De esta manera, el término
distanciamiento también ha sido útil porque la condición juvenil está cada vez más
alejada de los parámetros ideales de bienestar. Dicho sea de paso, se ubica en un
cruce entre la precarización laboral y las desigualdades generacionales, y en una
degradación de las condiciones laborales derivada de una precarización laboral de
manera multidimensional, tanto en el caso de trabajos formales (con contratos de
trabajo, prestaciones u horarios determinados) como en los no formales como lo
refiere el juvenólogo Pablo Vommaro (CLACSO TV, 2020, mayo, 20).

Como se ha argumentado ya, los efectos económicos de la pandemia en México


fueron brutales y hasta ese momento incierto su alcance y duración, ya que los
rebrotes que se presentaron en las semanas posteriores a la disminución de la
pandemia en algunas ciudades de España, Italia e Inglaterra; además en América
Latina y Estados Unidos se debieron a la flexibilización prematura relacionadas
con las medidas preventivas débiles ante las presiones del capital y los intereses
financieros.

Finalmente, esta Generación del distanciamiento será caracterizada por los


componentes mencionados anteriormente, como resultado de la presencia de
importantes y relevantes cambios sociales que impactaron a nivel individual y
colectivo. Ya la pandemia dejó ver hasta el momento algunos de estos cambios,
incluso de manera extrema definibles como apocalípticos: ciudades solas, regreso
de animales a zonas habitadas por seres humanos, misas en auto cinemas,
conciertos desde balcones, fiestas virtuales, escuelas desiertas, infodemia, robos
virtuales, entierros solitarios, etcétera.

No se trata entonces de que las y los jóvenes sobrevivan solamente a la crisis


económica actual, ni de habituarse a las condiciones de precariedad vital, sino por
el contrario, de formalizar sus trayectorias de vida, de trabajar de manera digna y
finalizar con dicha precarización. La pandemia de la Covid-19 y su efectos en la
salud mundial y la economía pone en la mesa de discusión el ethos de una
economía utilitarista sobre el valor de la vida. Ya organismos internacionales como
CEPAL y la OIT (mayo de 2020) han recomendado un cambio en el modelo de
desarrollo para América Latina que evite la pobreza y desigualdad, es decir, habrá
que cambiar el sistema estructural de la economía por el alto índice de pobreza que
ahora la pandemia evidenció aún más en la región, incluido México, (Villanueva, 22
de mayo de 2020) e incluso se habló de la consideración o disminución de los inte-

77
reses y deudas contraídas por parte de los países del tercer mundo ante el BM y el
FMI, como en el caso de la región de América Latina y el Caribe que comenzó a
contabilizar oficialmente el mayor número de contagios y muertes en el mundo, y
México para el mes de noviembre sumaba ya cerca del millón de casos confirmados
acumulados y rebasaba las 100 mil muertes debido al Coronavirus SARS-CoV-2.
Por ello se requieren de políticas públicas de inserción laboral que permitan
empoderar al sector juvenil para lograr su emancipación, su acción, su autonomía,
su desarrollo y libertad, todo encaminado hacia el despliegue de una ciudadanía
juvenil (Reguillo, 2003).Requerirán para ello nuevas destrezas laborales (Ordaz, A.,
1 de mayo de 2020), pero también nuevas oportunidades e inversiones desplegadas
tanto por la iniciativa privada como por el Estado.

Las crisis si de algo ha servido, han sido para llevarnos a repensar el mundo y
cómo vivimos. Crisis humanitarias, económicas, políticas, sociales, naturales
quizás seguirán. Se ha escrito mucho sobre este fenómeno mundial y seguirá
quizás esta tendencia en los siguientes años, ya que según algunas voces,
seguiremos viviendo con este virus durante los próximos años, y que hasta el
momento de redactar el presente texto, apenas se vislumbraban ciertos avances de
vacunas en países como Rusia, Inglaterra, Francia o Estados Unidos de América, y
las grandes farmacéuticas trabajaban a marchas forzadas por encontrar la cura.
Pero mientras esto ocurría, el mundo padece sus grandes efectos, y ahora en lo que
debiera enfocar más sus ojos, sería hacia los sectores más vulnerables, como los
jóvenes.

Como hemos analizado, este escenario ha provocado una de las mayores crisis
económicas y sociales de la región en las últimas décadas, que ha afectado
negativamente el empleo, la lucha contra la pobreza y la reducción de la
desigualdad, compromisos asumidos en la Agenda 2030 de los ODS, según
estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
además de profundizar las brechas de desigualdad. Lecciones que nos deben llevar
a replantear nuestro mundo y el de las nuevas generaciones que están ahora otras
por venir.

Es evidente entonces, que la Generación del distanciamiento deberá formar


parte del cambio de dicho paradigma económico prevaleciente y enfrentar los
diversos problemas prevalecientes en América Latina, de acuerdo con Mayer, et al.
(2020), y convertirse en participe de ese cambio social para transformarse en una
Generación del acercamiento hacia el alcance de un Estado de bienestar que le ha
sido negado o por lo menos dificultado; ello a partir de que los gobiernos de los
distintos países de manera urgente, abonen a la recuperación económica, después

78
de privilegiar en primer lugar la vida, y a la construcción de una nueva agenda de
juventud latinoamericana.

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ACERCA DE LOS AUTORES
Amaury Fernández Reyes

Es Licenciado en Sociología por la Universidad de Guadalajara (UdeG) y Doctor en


Ciencias Sociales por la Universidad de Colima (UdeC). Es profesor-investigador
de la Facultad de Letras y Comunicación, de la UDEC. Líder del Cuerpo Académico
UCOL-CA-50, Estudios de Cultura y Comunicación. Su línea general de aplicación
de conocimiento (LGAC), es: Estudios sobre las Culturas Contemporáneas.
Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), nivel I. Ha
publicado recientemente, como coordinador, los libros: Diálogos
interdisciplinarios desde las ciencias sociales (2018) y Cine mexicano y realidad
social. Distintas miradas (2020). Como autor publicó: Identidades creativas frente
al Volcán de Fuego. Jóvenes y trabajo creativo en Colima (2017) y Jóvenes de arena.
Pesca artesanal, esquemas culturales e identidades en Armería, Colima, México
(2018), así como diversos artículos académicos relacionados con temas sobre la
juventud, identidad, cultura y comunicación.

Ana Karen Soto Bernabé

Es Licenciada en Pedagogía por la Universidad Veracruzana; Maestra y Doctora en


Ciencias en la Especialidad en Investigaciones Educativas por el Departamento de
Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados
(DIE-CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional.
Ha sido profesora de nivel medio superior y superior desde 2009; trabajó en la
Coordinación de Planes y Programas de la Universidad Veracruzana. Es profesora
de programas de grado y posgrado en la Universidad Autónoma de Querétaro, así
como coordinadora de la Licenciatura en Innovación y Gestión Educativa de la
Facultad de Psicología-UAQ; miembro de la Red Mexicana de Pedagogía Social
(REMPES) y de la Comisión Estatal para la Planeación de la Educación Superior del
Estado de Querétaro. Ganadora al Premio ANUIES 2020 a la Mejor tesis de
doctorado en Educación Superior. Colabora con el Seminario de Políticas y
Organizaciones de Educación Media Superior y Superior del DIE-CINVESTAV.
Sus intereses de investigación son: a) formación y trabajo docente; y b) educación
superior pública y privada.

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Itzel Viviana López García

Es Licenciada en Psicología por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.


Ha estudiado diversos cursos como: “Masculinidades” por la Universidad del
Claustro de Sor Juana de la Ciudad de México; “Prevención de adicciones y
violencia en educación media superior y superior” impartido por Centros de
Integración Juvenil A.C., “Mundos Juveniles: Sujetos, Trayectorias y Ciudadanías”
del Seminario de Investigación en Juventud de la UNAM. También fue ganadora
del Premio “Juventud-es Incluyentes” en la categoría Combate a la Violencia contra
las Mujeres, otorgado como parte de las actividades del Mes de la Juventud del
Instituto de la Juventud del Municipio de Puebla, con reconocimiento.
Actualmente es Coordinadora de Proyectos SERAJ Servicios a la Juventud, así como
consejera de COPACINA Consejo de Participación Ciudadana para la Niñez y
Adolescencia del implan Puebla, e Integrante de la Colectiva Hablemos de Género.

Luis Biniza Cruz López

Es Sociólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la


Universidad Nacional Autónoma de México (UANM). Cuenta con los diplomados
de “Sexualidad Humana” por el Instituto de Estudios sobre Sexualidad y Pareja y
“Mundos Juveniles: Sujetos, Trayectorias y Ciudadanías” del Seminario de
Investigación en Juventud (SIJ) de la UNAM. Es docente en Montessori a nivel
primaria y docente de secundaria y preparatoria. Ha participado en distintos
coloquios organizados por la UNAM, El CIPI de Cuba, el Congreso Bianual ALAS.
También es becario del Proyecto PAPIT UNAM IN307318 “El Gran Caribe:
Geopolítica, Procesos de Integración y Proyectos Alternativos” Coordinado por el
Dr. Nayar López Castellanos.

86
Cuadernos de trabajo
Mundos Juveniles

Seminario de Investigación en Juventud


Cerro del Agua 120 Col. Romero de Terreros
Coayoacán

https://sij.unam.mx
sijuventud@unam.mx
RRSS @sijunam

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