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Facultad de Psicología
La adolescencia:
su complejidad y sus duelos
C.I.: 1.864.219-9
Montevideo, 2018
“...Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,(...)
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.”
Mario Benedetti
Índice
Resumen………………………………………………………………………………………..........1
Introducción…………………………………………………………………………….…..….…....2
Posmodernidad………………………………………………………………………….…....…….5
La perspectiva clásica……………………..…………………………………………………......10
Narcisismo y duelo……..……………………………………………………….……………...…12
Perspectiva contemporánea……………………………………………………………………..22
Reflexiones……………………………………………………………………………….…….......31
Bibliografía…………………………..…………………………………………………….………..34
Resumen
1
Introducción
2
Punteo histórico de la adolescencia
En el siglo XVIII con el impacto producido por la Revolución Industrial en los medios
materiales de producción y la concomitante deriva en los medios de producción de
subjetividad contribuirá […] al comienzo de la moderna noción de adolescencia.
(Amorín, 2008, p. 121)
Hasta finales del siglo XIX, los niños se incorporaban al mundo adulto mediante el
trabajo entre los 7 años y los 13 años aproximadamente (edad del comienzo de la
pubertad). Eran muy pocos los que accedían a la educación (la cual no agrupaba sus
estudiantes por edad), y menos los que continuaban en la misma pasados los 12 años. Por
entonces «no existía una cultura adolescente, ni la adolescencia era percibida como un
estado particular del desarrollo » (Marchesi y Coll, 2011, p. 435).
Con la Industrialización, se hacen necesarias, personas especializadas para el manejo
de las máquinas. Esto hace que los más jóvenes, de las clases medias y altas, continúen en
el sistema educativo por más tiempo en vez de salir a trabajar tempranamente, la
capacitación se vuelve muy necesaria y valorada. El sistema educativo se transforma y se
vuelve más especializado y exigente. Con el paso del tiempo los hijos de la clase social
obrera, también acceden al sistema educativo, al volverse este obligatorio, actualmente ya
no solo a nivel escolar sino que se extiende hasta los 16 años en la mayoría de los países
de occidente.
A principios del siglo XX no se hablaba de adolescencia, el joven era instruido con una
educación muy rígida, donde se reprimía severamente la sexualidad y se inculcaba
profundamente el deber. Así, el joven se presentaba solitario, introvertido y dedicado al
autoconocimiento.
Los cambios adoptados por la cultura occidental, han generado para Palacios,
Marchesi y Coll (2011), un nuevo grupo social con sus propios problemas, códigos y
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hábitos, debido a que se ha retrasado sobremanera, el término de la adolescencia con la
consecuente entrada al mundo adulto, ya que el contexto socioeconómico y el mercado
laboral, no ofrecen una adecuada inserción que facilite una temprana salida del hogar
parental.
Sin embargo, Rice aclara:
Conseguir el estatus de adulto no se justifica por la separación de los padres sino por
el establecimiento de la identidad personal y las nuevas funciones dentro de la
comunidad. En la sociedad moderna, la adolescencia ha resultado un período
prolongado del desarrollo: su terminación es imprecisa y sus privilegios y
responsabilidades son a menudo ilógicos y confusos. (Rice, 2000 p. 52)
Por otro lado, en la época actual, prevalecen asociados a la adolescencia los aspectos
negativos de esta, como la violencia, sexualidad impulsiva, la masturbación, etc. «Aparece
así una férrea necesidad de controlar y disciplinar de la mano de la represión lo impulsivo y
el cuerpo» (Barrán, 1999).
Tanto Amorín (2008) como Marchesi y Coll (2011) refieren a que en el siglo XX, surge
en la década del 60, la denominada «cultura adolescente» o «cultura de edad», bien
diferenciada de la de los adultos, y caracterizada por poseer estilos de vida, moda, códigos
y hábitos particulares «sus propios valores».
La adolescencia ha dejado de ser una etapa incómoda para convertirse en una etapa
con sus propias satisfacciones, glorificada socialmente, de la cual no se quiere salir, lo que
ha producido una transformación en cuanto a los límites cronológicos que la delimitan,
abarcando casi una década de la vida.
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Posmodernidad
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A esto se agrega el llamado «collage electrónico» característica de los videoclips,
imágenes movidas « […]con fragmentación de la narración en planos y significados;
secuencias en un tiempo no lineal» (Obiols y Di Segni de Obiols, 1993, p. 22).
Acompañados de manipulación de los colores y la iluminación, con ausencia de palabras,
simulación de escenas, etc., todo esto ofrecido en los programas dirigidos al público joven.
Los adolescentes «se acostumbran rápidamente a las pautas de un lenguaje visual
muy complejo y rápido y que se aburren frente a un paneo, una cámara fija o una
comunicación con muchas palabras» (Obiols y Di Segni de Obiols, 1993 p. 22), siendo el
público ideal para la publicidad en imágenes, habiéndose creado así un mercado específico
dirigido a ellos, a pesar de que, generalmente no tienen recursos económicos propios.
La publicidad y la producción estética se han incorporado en la cultura occidental en
general. Se promete un mundo donde todo es fácil y se consigue sin esfuerzo, estudiar sin
esfuerzo, hacer ejercicio sin esfuerzo, etc. Siendo los jóvenes un sector muy buscado por
las grandes marcas ya sea de vestimenta, bebidas, música, electrónica, etc., ya que es un
sector de gran consumo que mueve millones de dólares.
A pesar de ser los jóvenes, los grandes consumidores de esta cultura posmoderna, el
sistema educativo, en gran medida, se mantiene ajeno y «ciego» a este «nuevo mundo»
que ofrecen las comunicaciones y la cultura de la imagen, perdiéndose así, un ámbito de
crítica y de reflexión sobre esta realidad, ofreciéndoles a los alumnos un sistema obsoleto y
desmotivador, que los jóvenes reciben con poco interés.
En la cultura posmoderna se acentúa el individualismo, según algunos autores hasta
llegar al egoísmo, donde el individuo olvida su razón y obedece a sus pulsiones, en una
sociedad que favorece el desarrollo de la información y la estimulación de las necesidades.
Se pierde la búsqueda de ideales y se lucha contra la naturaleza con el fin de perpetuar un
cuerpo joven. Ya no existe el adulto como modelo físico, sino que el cuerpo adolescente,
joven, se ha transformado en el ideal, por lo que se intenta no envejecer, sin importar el
costo tanto económico como físico, ya que llegar y parecer viejo, es vivido como un fracaso
frente al paso del tiempo, se pierde la batalla cayendo en la realidad de que la «eterna
juventud» no existe.
A su vez, si bien en la modernidad incentivaba el ahorro, en la época posmoderna se
incentiva el consumo. Se vive constantemente persiguiendo el poder, el dinero y el confort,
con todo tipo de productos que alimentan, aún más, las ansias individuales. Esta necesidad
de realización personal basada en el consumismo, conlleva a la conformación de un
individuo, que si bien está inserto en la sociedad, busca constantemente la satisfacción de
sus propias necesidades, encontrándose básicamente solo.
El mundo es superfluo, se expone la intimidad, no hay límites, y los valores así como
varias instituciones, entre ellas la familia, se hallan en crisis.
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Para Lipovetzky:
la sociedad posmoderna es la era del vacío en la que los sucesos y las personas
pasan y se deslizan, en la que no hay ídolos ni tabúes definitivos, pero tampoco
tragedia o apocalipsis. En la sociedad posmoderna no hay lugar para la revolución, y
para cambiar radicalmente a la misma, no se le ocurre a nadie.(Obiols y Di Segni de
Obiols, 1993, p. 27)
El siglo XXI, junto con la revolución científico tecnológica, conlleva «un dramático
efecto en la curva vital y los fenómenos de desarrollo. La niñez acontece hasta los 8-9 años,
en tanto que la adolescencia se prolonga hasta el fin de la década de los 20» (Amorín,
2008, p. 122).
Este siglo trae asimismo, varios fenómenos que influyen de distinta forma sobre el
desarrollo en esta etapa evolutiva, por ejemplo la crisis de la sociedad, de la familia, la
globalización, los medios de comunicación, las redes sociales, la cultura de la imagen, etc.
Cabe aquí, mencionar el concepto de modernidad líquida acuñado por Bauman (2000),
quien, con este término hace referencia a la metáfora de los líquidos para describir el
contexto sociohistórico de la modernidad. «Los líquidos se caracterizan por sus cualidades
de fluidez y levedad », entendida esta como liviandad, ligereza, así como «movilidad e
inconstancia », los líquidos «salen ilesos» de un encuentro con los sólidos, mientras que
estos sufren cambios como por ejemplo: se mojan, asimismo, estos pueden moldearse.
Para explicar las características de la época actual, recurre la expresión «derretir los
sólidos », para referirse «al tratamiento con que el confiado y exuberante espíritu moderno
aludía a una sociedad que encontraba demasiado estancada […] y demasiado resistente a
los cambios ambicionados, ya que todas sus pautas estaban congeladas » (Bauman, 2000,
p. 9)
Las sociedades antiguas, se caracterizaban por tener tradiciones sólidas, sagradas,
derechos y obligaciones «muy rígidos y coercitivos, por lo que, para cambiar el viejo orden,
se debía derretir, desprenderse de las obligaciones […] y los deberes éticos» (Bauman,
2000, p. 9)
La importancia del mercado y el dinero fue abarcando todos los órdenes de la vida
dejando a la sociedad expuesta y vulnerable a las reglas impuestas por el comercio, este
todo lo domina, impuso un nuevo orden determinado por la economía.
Actualmente, las pautas y configuraciones ya no están determinadas, y no resultan
autoevidentes «de ningún modo; hay demasiadas, chocan entre sí y sus mandatos se
contradicen» (Bauman, 2000, p. 13). Estas han perdido su influencia, su poder provocativo y
su carácter represivo, ahora deben reinventarse según los cambios que sufra la «política de
vida ».
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Según Bauman (2000) el «poder de la licuefacción» ha trascendido la política, y ahora
llega a la sociedad, se responsabiliza al individuo por el fracaso y sobre él recaen las
responsabilidades. Las normas sociales son difíciles de mantener, se han vuelto, como los
líquidos que no conservan su forma por largo tiempo, requiriendo un arduo trabajo para
conservarlas.
El tiempo y el espacio han sido fundamentales en la concepción de modernidad
líquida, puesto que el tiempo ha adquirido «velocidad de movimiento a través del espacio
[…] se convierte en una cuestión de ingenio, imaginación y recursos humanos.» (Bauman,
2000, p. 14).
El concepto del diseño del panóptico (utilizado en cárceles, donde el preso no podía
moverse de donde estaba porque no veía a sus vigilantes), era utilizado como herramienta
de poder, el poder de vigilar sin ser visto, garantizaba la dominación.
Actualmente, el poder tiene la velocidad de una «señal electrónica», ya no hay que
estar presente para dominar sino que es posible hacerlo a distancia, y así, ser
«inalcanzable». Ahora el poder utiliza la táctica de la huida y la evitación, «siendo cada vez
más inestable y en constante cambio», provocando la desintegración social. Cuanto más
vulnerable se vuelven los vínculos humanos, más libertad de acción tiene el poder, y mayor
es el sometimiento del hombre y sus libertades.
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Conceptualizaciones sobre adolescencia
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La perspectiva clásica
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Por otro lado, la polaridad establecida en la infancia fálico-castrado, da paso a la
diferenciación masculino-femenino. Si bien en la infancia la pulsión sexual era autoerótica,
en la pubertad encuentra el objeto sexual. «Ahora es dada una nueva meta sexual; para
alcanzarla, todas las pulsiones parciales coopera, al par que las zonas erógenas se
subordinan al primado de la zona genital» (Freud, 1987, p. 189).
Asimismo, tiene lugar el hallazgo del objeto, mediante «un reencuentro», haciendo
referencia a la satisfacción inicial en cuanto a la absorción del alimento del pecho materno
«[…] el hecho de mamar el niño del pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo
vínculo de amor». (Freud, 1987, p. 202).
Como se mencionó anteriormente, el niño toma como objetos sexuales a las personas
que ama y que cuidan de él, ya que el amor sexual está directamente vinculado a los
sentimientos de ternura y afecto, que son fuente constante de «excitación y de satisfacción
sexuales a partir de las zonas erógenas» (Freud, 1987, p. 203), que posteriormente,
mediante la represión, quedarán como inhibiciones bajo la barrera del incesto.
Sin embargo, como «la elección de objeto se consuma primero en la esfera de la
representación» (Freud, 1987, p. 206). Como aún no se ha alcanzado la madurez, sólo se
puede desplegar en el plano de la fantasía, y son estas las que ocasionan un resurgimiento
de las «inclinaciones infantiles», reforzadas esta vez por la madurez física.
Concomitantemente con todo esto, tiene lugar lo que Freud (1987) definió como «uno
de los logros psíquicos más importantes», por medio de la reedición Edípica. En esta
ocasión, se produce una desinvestidura del objeto de amor de los padres (estos pierden
autoridad), dando paso a la elección de objetos exogámicos y heterosexuales, siendo este
proceso considerado por Freud de gran importancia para el desarrollo de la cultura.
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Narcisismo y duelo
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la experiencia (el cumplimiento del ideal del yo), y una tercera, de la satisfacción de
la libido de objeto. (Freud, 1915, pp. 96-97)
Por un lado anula las represiones y reinstala las perversiones, a su vez modifica al
objeto sexual transformándolo en ideal sexual. Este puede asistir al ideal del yo,
cuando la “satisfacción narcisista” se ve interrumpida por la propia realidad, puede
utilizarse como “satisfacción sustitutiva ”. Así, se ama, siguiendo el tipo de la elección
narcisista de objeto, lo que uno fue y ha perdido, o lo que posee los méritos que uno
no tiene. (Cf. Supra, el punto e [pág. 87]) citado así por Freud
Por último el ideal del yo está íntimamente relacionado con la vida social, ya que forma
parte del ideal de los grupos (familia, etc.). Asimismo, junto con la libido narcisista, dan paso
a la exogamia, ya que el individuo reemplazará la libido depositada en sus padres, hacia los
grupos de pares y por consiguiente a la sociedad.
Por otro lado, Freud trata el duelo en su obra de 1915 Duelo y melancolía,
diferenciando entre estos dos conceptos, siendo el duelo un proceso normal donde
predomina un acatamiento a la realidad, y la melancolía, que si bien, comparte varios
aspectos se transforma en una forma patológica del primero.
El duelo es un proceso desencadenado por la pérdida de un objeto o una persona
amada (no necesariamente muerto, pero perdido como objeto de amor), en ocasiones sin
tener certeza de lo que se ha perdido, que ocasiona graves modificaciones en la vida del
doliente, como dolor emocional y un profundo pesar. «Durante el proceso, existe una
entrega total al duelo, la cual impide que existan otros deseos o intereses, ya que
predominan la inhibición generalizada y un angostamiento del yo» (Freud, 1915, p. 242).
Esto es una pérdida del interés por el mundo exterior (el cual se vive vacío), también se
pierde la capacidad de amar y de la posibilidad de escoger un nuevo objeto de amor en
reemplazo del objeto perdido.
Según Freud (1915) estos aspectos que son similares también en la melancolía, pero
ésta última presenta otro rasgo característico que es la «perturbación del sentimiento de sí»,
el cual normalmente se incrementa con «cada resto del primitivo sentimiento de
omnipotencia corroborado por la experiencia y depende directamente de la libido narcisista.
Sin embargo, en la melancolía esto no sucede y hay un gran empobrecimiento del yo». El
individuo se describe como despreciable, se hace autorreproches, se siente indigno e
insignificante. La melancolía agrega además gran cambio en las conductas basales, como
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la falta de apetito, insomnio y desgano extremo, que en ocasiones puede ir acompañado de
ideas de suicidio.
Se puede hablar de «trabajo de duelo», ya que se produce un desgaste libidinal. El yo
es absorbido por este, en cuanto que, la realidad indica que el objeto amado ya no existe,
por lo que es necesario retirar la libido puesta en él y redireccionarla a un nuevo objeto,
hecho que no se logra sin resistencia al abandono de la postura libidinal anterior, ya que el
objeto perdido continúa persistiendo en lo psíquico, mientras se realiza el proceso, muy
lento y trabajoso, de desinvestidura libidinal de cada aspecto que ligaban al objeto, «se deja
llevar por la suma de satisfacciones narcisistas que le da el estar con vida y desata su
ligazón con el objeto aniquilado» (Freud, 1915, p. 252), para completar así, el
desprendimiento total libidinal. Habiendo culminado este proceso y teniendo un nuevo
objeto de amor donde depositar la libido, el yo queda liberado y desinhibido, sin dejar
grandes «secuelas».
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Otras perspectivas psicoanalíticas
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intensa. El adolescente encuentra en la pandilla, el lugar de referencia donde se siente
parte, muchas veces utilizando un lenguaje particular inentendible para los adultos, con el
fin de no ser invadidos y diferenciarse de ellos. La pandilla funcionará como nexo entre la
familia y el mundo social adulto.
Los aportes ericksonianos sobre la construcción de la identidad adolescente son
muy importantes, Erickson sostiene que este período evolutivo es esencial para el
«desarrollo del yo», ya que debido a los cambios que el adolescente experimenta se
produce una crisis de identidad que cuando se resuelve, da paso a la constitución de la
personalidad adulta.
Erickson entiende el proceso de desarrollo por estadios, donde se pasa
progresivamente a estadios más complejos, si bien no es una estructura rígida, sino que
utilizando los recursos incorporados se puede pasar a otros estadios, aunque los anteriores
no hayan sido totalmente resueltos.
Si bien Erickson basa su teoría en el psicoanálisis, considera de mucha importancia
los factores culturales y sociales, para el desarrollo de la sexualidad. La sociedad juega un
papel muy importante en la constitución de la identidad del individuo, ya que lo reconoce
como parte de ella integrándolo a la comunidad. Sin embargo, si ésta no se siente
reconocida por el individuo, y percibe su desinterés de ser aceptado, lo rechazará y
condenará.
Para este autor, la adolescencia constituye un momento crucial en el «desarrollo del
yo», esto es consecuencia de «los cambios físicos, psíquicos y sociales», que provocan una
«crisis de identidad», de la cual surgirá la nueva identidad adulta. Según el planteo de
Erikson, el individuo debe lograr su identidad mediante «1) la afirmación y el repudio
selectivo de las identificaciones infantiles, y 2) la manera en que el proceso social de la
época identifica a los jóvenes » (Erikson, 1985, p. 92).
Para lograr la constitución de la identidad debe existir una fusión progresiva entre las
autoimágenes vividas en la niñez y recapituladas drásticamente en este período, y la
variedad de roles a los cuales se enfrenta, y entre los cuales debe optar. En la
adolescencia, «no puede existir un sentimiento duradero del sí-mismo sin una experiencia
continua de un “yo” consciente» (Erickson, 1985, p. 77)
Erickson considera que la adolescencia es un momento de sentimientos fuertes, a
veces apasionados, que abarcan ideales tanto políticos como religiosos e ideológicos,
también aquellos que marcan los valores vigentes, en cuanto al éxito y la adaptación.
Asimismo, se constituye con la misma fuerza la fidelidad que está estrechamente
relacionada con la confianza establecida en la infancia, junto a una fe madura, las cuales
encuentra en los líderes, los guías y mentores ideológicos, que necesita en sustitución de
los padres, quienes hasta ahora eran sus únicos referentes.
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Define el «repudio del rol» como en contraposición a la fidelidad, considerándolo
como:
[…] un impulso activo y selectivo a separar roles y valores que parecen viables en la
formación de la identidad, de aquello a lo que se debe resistir o contra lo que hay que
luchar como algo ajeno al yo. El repudio del rol puede aparecer en forma de falta de
confianza que abarca una cierta lentitud y debilidad en relación con cualquier
potencial disponible de identidad, o en forma de oposición obstinada sistémica. Esta
última es una preferencia perversa por la identidad negativa […] una combinación de
elementos de identidad socialmente inaceptables y, sin embargo, empecinadamente
afirmados. (Erickson, 1985, p. 78)
El repudio del rol permite definir también la identidad del individuo, y «ensayar»
lealtades que más adelante se convertirán en filiaciones duraderas. Según Erickson (1985)
el proceso de constitución de la identidad constituye una forma evolutiva, la cual consiste en
incorporar paulatinamente varios elementos como los mandatos, las defensas efectivas, las
necesidades libidinales particulares, etc., que surgen solamente de «la adaptación
recíproca» de los paradigmas políticos y religiosos, de las capacidades individuales y las
cosmovisiones tecnológicas.
Erickson (1972) considera como «moratoria psicosocial», la extensión que existe en la
actualidad tanto de la adolescencia en sí, como de la preparación educativa a nivel
secundario y universitario. Esta moratoria psicosocial, es «un modelo de experiencia »muy
importante en este momento del desarrollo, ya que da libertades y posterga las
consecuencias de las acciones, por lo que habilita la «experimentación de roles», incluso
relativos al sexo, lo cual es muy importante para la «autorrenovación adaptativa de la
sociedad».
Sin embargo, la experimentación de roles, permitirá la incorporación de experiencias y
aprendizajes, que ayudarán en el proceso de construcción de la identidad. También
comprende una etapa del proceso de maduración tanto cognitiva como sexual, necesaria
para la adaptación social, sin embargo, por otro lado, provoca un aplazamiento
consensuado del «compromiso definitivo». (Erickson, 1972, p. 79).
Dejando la teoría psicoanalítica, parece importante mencionar otra postura clásica: la
teoría Piagetiana, la cual plantea que la adolescencia es el momento donde se consolida y
se termina de establecer la estructuración definitiva del pensamiento, acompañado por «la
maduración del instinto sexual», la cual conlleva a desequilibrios transitorios, provocando
una afectividad muy particular en «este último período de la evolución psíquica. Dicho
desequilibrio se torna necesario para acceder, mediante el proceso de asimilación y
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acomodación a un nuevo “equilibrio superior” al logrado en el período previo, modificando y
consolidando la vida afectiva.» (Piaget, J. 1964, p. 82).
Para este autor la diferencia con el estadio previo denominado «operaciones
concretas», logrado en la segunda infancia, refiere a que el pensamiento del niño sólo
puede referirse a situaciones de la realidad, a objetos tangibles y que pueden ser
experimentados. Sobre el pensamiento concreto Piaget comenta: «El niño, no edifica
sistemas, aún cuando posea sistemas inconscientes o preconscientes, pero en el sentido de
que son informulables o informulados y que únicamente el observador exterior logra captar
mientras que el propio niño no los “reflexiona” nunca.» (Piaget, 1964, p. 83).
El pasaje del pensamiento abstracto al nuevo pensamiento adolescente se realiza de
forma gradual, sin embargo, a partir de los doce años, éste da un viraje definitivo,
produciendo una transformación radical del pensamiento concreto que hasta ahora estaba
instalado.
A partir de este cambio, el adolescente es capaz de construir sistemas y teorías. El
pensamiento adolescente, siendo el último estadio del desarrollo del pensamiento, es donde
se logra el pensamiento llamado «hipotético-deductivo», el que refiere básicamente a la
capacidad de pensar teorías abstractas, sin la necesidad de que se trate de algo real,
tangible, o sobre experiencias vividas.
«Las operaciones lógicas empiezan a ser traspuestas del plano de la manipulación
concreta al de las meras ideas, expresadas en cualquier tipo de lenguaje (el lenguaje de las
palabras o el de los símbolos matemáticos, etc.)» (Piaget, 1964, p. 85) Esta forma de
pensamiento atribuye un nuevo poder, dándole al adolescente la libertad de reflexionar y
realizar teorías de manera espontánea. Asimismo, el pensamiento abstracto permite
anticiparse a problemas futuros, lo que hace una característica del adolescente de buscar
soluciones o teorías que intentarán transformar el mundo.
Este autor hace un paralelismo entre el egocentrismo intelectual de esta etapa, que se
centra en la convicción del ilimitado poder de la reflexión, con el egocentrismo que
experimentaba el lactante, que incorpora el mundo a su actividad corporal y al egocentrismo
de la primera infancia donde se incorpora las cosas al «pensamiento naciente».
Este tipo de egocentrismo se resuelve poco a poco logrando un equilibrio «entre el
pensamiento formal y la realidad», siendo esto posible cuando la reflexión logra interpretar y
anticipar la experiencia. El equilibrio supera al pensamiento concreto, abarcando las
«construcciones indefinidas de la deducción racional y la vida interior» (Piaget, 1964, p. 87).
A nivel afectivo, el egocentrismo adolescente, tiende a que éste se sienta a la par de
los adultos, pero al mismo tiempo muy diferente de éstos, por lo que, intentará diferenciarse
de ellos, mediante acciones idealistas de transformación de la realidad. De aquí que esté
gobernado por rebeldía y pasión a veces exagerados e idealistas.
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El adolescente mediante el pensamiento y la imaginación, logra «su inserción en la
sociedad de los adultos», a través de proyectos a veces alejados de la realidad. Esto
también tiene un ejemplo cuando el adolescente encuentra el amor, ya que en este objeto
real, muchas veces se proyecta un ideal que no encuentra correlación con lo real, y provoca
grandes desilusiones.
Durante este proceso, el desarrollo final de la personalidad y el acceso a la vida social
adulta, afianzan la vida afectiva del adolescente. La conformación de la personalidad está
íntimamente relacionada con la «autosumisión del yo a una disciplina cualquiera» (Piaget,
1964, p. 88) y también al rol que se asume a nivel social.
La entrada del adolescente a la vida social tiene dos etapas: en la primera a la vez se
produce el alejamiento de las figuras parentales, se vive con un gran retraimiento y
aislamiento es una etapa de repliegue. Se realiza un proceso donde el adolescente se
vincula con grupos de pares, semejante al funcionamiento infantil. En la adolescencia estos
grupos sirven de discusión y crítica del mundo real y las formas de reconstruirlo. Luego, se
pasa a movimientos juveniles que implican acciones colectivas. Hasta que se llega a la
verdadera adaptación social, cuando el adolescente deja su rol revolucionario y asume un
papel productivo dentro de la sociedad.
El grupo juega un papel muy importante para la realidad psíquica del adolescente
(proyecciones, identificaciones), diferente a la de la infancia, el adolescente deposita y
desplaza hacia él parte de la dependencia que antes lo unía a sus padres. También
funciona como facilitador para la «conducta psicopática normal del adolescente»,
relacionado con el «conflicto de identidad», normal del adolescente, el cual presenta los
rasgos típicos del psicópata como «mala fe consciente, que lo lleva a expresiones de
pensamiento de tipo cruel, desafectivo, ridiculizante de los demás, como mecanismos de
defensa frente a la culpa y al duelo por la infancia perdida que no puede ser elaborada.»
(Aberastury y Knobel, 2010 , p. 63). Cabe aclarar, que los rasgos psicópatas que presenta
el adolescente son transitorios y circunstanciales, y forman parte del proceso normal de esta
etapa, a diferencia del enfermo donde, estas conductas están cristalizadas y son
inmodificables.
El grupo se constituye entonces como un nexo para la transición del mundo familiar al
mundo externo, proceso que logrará en forma gradual y que culminará cuando se
desprenda del grupo así como hizo antes con las figuras parentales, y quede constituida
finalmente la identidad adulta y social.
En cuanto al papel que tiene la cultura en el proceso adolescente, Aberastury y Knobel
(2010), plantean que es muy importante ya que modifica en gran medida las características
externas del mismo, «aunque las dinámicas intrínsecas del ser humano sigan siendo las
mismas . El mundo adulto no resulta muy amigable, sino que se busca aislar fóbicamente a
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los adolescentes del mundo de los adultos […] y se crea un malestar de tipo paranoide en el
mundo adulto que se siente amenazado por los jóvenes». Así, la «subcultura adolescente»
(como la llaman estos autores), es una forma de «rebelión» contra el mundo hostil que se
les impone.
Contrariamente, se le da un valor importante a la llegada de la pubertad en la mayoría
de las culturas, existiendo los «ritos de iniciación» en muchas de ellas, que si bien varían de
una cultura a otra tienen «la misma base: la rivalidad que los padres del mismo sexo sienten
al tener que aceptar como a sus iguales […] a sus hijos que así se identifican con ellos»
(Aberastury y Knobel, 2010, pp. 89-90).
En cuanto a los duelos que se presentan en la adolescencia, Aberastury y Knobel
(2010) consideran que el adolescente deberá realizar una serie de duelos en su búsqueda
por la identidad adulta. Estos son: el duelo por la pérdida el cuerpo infantil (inevitable y sin
posibilidad de recuperarlo), iniciado por los incontrolables cambios biológicos que conlleva
el crecimiento corporal. Esta situación dispara ansiedades psicóticas relacionadas con la
«posibilidad real de llevar a cabo las fantasías edípicas de tener un hijo con el progenitor del
sexo opuesto».
Para estos autores, la adolescencia conlleva un sentimiento de «insatisfacción y
despersonalización», debido en gran parte por la extrañeza de su imagen corporal. Su
cuerpo cambia con un crecimiento desparejo, su imagen no coincide ni con la de un niño ni
con la de los adultos, generando un proceso de duelo y aceptación de su nueva imagen.
Otro de los duelos adolescentes, es el referido a la pérdida del «rol y la identidad
infantil» (se le comienza a exigir otras actitudes y responsabilidades que no siempre está
preparado para asumir), acompañado por el duelo por la bisexualidad infantil característica
de la identidad infantil, y el duelo por los «padres de la infancia a quienes tanto se los
necesitaba y de los cuales se podía depender».
Este es uno de los mayores desafíos que tiene el adolescente, el proceso exogámico,
mediante el cual se produce un alejamiento de las figuras parentales, estas están
internalizadas, incorporadas a la personalidad del sujeto, y puede iniciar su proceso de
«individualización». Esta separación se vuelve posible y necesaria, e implica abandonar
aspectos que ya no le son útiles, e incorporar nuevos que formarán parte de la personalidad
adulta independiente.
Para la elaboración de estos duelos, deberá existir una modificación en la «percepción
y discriminación de lo temporal», esto es, poder «reconocer el pasado y formular proyectos
de futuro, con capacidad de espera y elaboración en el presente». Lo que permite modificar
su conducta narcisista y la ambigüedad tan característica de la adolescencia.
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La percepción temporo espacial presenta en la etapa adolescente características muy
particulares, este vive todo de manera muy intensa con urgencias desmedidas, las
postergaciones se vuelven ilógicas y un contratiempo es casi trágico. «El adolescente vive
con una cierta desubicación temporal: convierte el tiempo en presente y activo como un
intento de manejarlo. En cuanto a su expresión de conducta el adolescente parecería vivir
en proceso primario con respecto a lo temporal.» (Aberastury y Knobel, 2010 p. 68).
Por otro lado, las ansiedades persecutorias y las capacidades autodestructivas que
experimenta el adolescente, obligan a «la fragmentación del yo y de los objetos con los
cuales éste se pone en contacto, con la consiguiente proyección al exterior de imágenes
amenazantes» (Aberastury y Knobel, 2010, p. 54). Estos procesos provocan sentimientos
depresivos y «estados precarios de identidad» en el intento de defenderse de alteraciones
muy temidas
El adolescente en su búsqueda de su identidad adulta transita por un proceso de duelo
angustiante, para lo cual recurrirá a «las primeras figuras introyectadas que forman la base
del yo y del superyo», de su mundo interno. Cuando este, se ha constituido en base a una
adecuada relación con «los padres internalizados, brinda una «buena conexión interior»,
que le otorga al adolescente un refugio defensivo, donde evita el contacto con objetos
externos y fortalece su vínculo con los objetos internos, posibilitando que se restablezca el
equilibrio emocional que permita la constitución de la «identidad adolescente».
Otra forma defensiva que le brinda seguridad y refuerza la autoestima del adolescente
tiene que ver con la búsqueda de «uniformidad», este refiere a la indiferenciación que este
encuentra en el grupo de pares, allí se da «un proceso de sobreidentificación masiva, en
donde todos se identifican con cada uno. A veces el proceso es tan intenso que la
separación del grupo parece casi imposible» (Aberastury y Knobel, 2010, p. 58).
Esta identificación con el grupo a veces provoca que el adolescente pertenezca más a
este que a su propio grupo familiar, volviéndose este el referente del adolescente, marcando
una nueva identidad para el mismo, diferente al modelo familiar.
Obiols y Di Segni de Obiols (1993) se refieren a los planteos de Aberastury sobre los
duelos, donde éstos son entendidos como un proceso psicológico normal que surge ante la
pérdida de un objeto amado, debiendo renunciar al mismo. Se plantean tres etapas para la
elaboración de los duelos:
Negación. Es la primer etapa en la que el sujeto niega la idea de la pérdida y la
ira está presente en este momento.
Resignación. Es donde se asume la pérdida y la ira cede el paso a la pena.
Desapego. Es la renuncia al objeto y el redireccionamiento a uno nuevo.
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Perspectiva contemporánea
22
Esto según Blos se produce debido a:
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cumpliendo un rol de acompañar y colaborar en el proceso exogámico, que debe atravesar
el adolescente.
Desde los procesos biológicos, Quiroga (1998) plantea la adolescencia como un
proceso inevitable entre la etapa de la niñez y la adultez, determinado por el aceleramiento
del desarrollo biológico, con el consecuente cambio acelerado y radical en el físico, desde el
mundo adulto, se comienza a exigir el abandono con la misma rapidez de las conductas
infantiles, cuando este aún no está listo para hacerlo.
Tomando en cuenta los aspectos biológicos, este largo período evolutivo de cambio y
transición, está divido en tres etapas: adolescencia temprana; adolescencia media;
adolescencia tardía. Cada una de estas etapas tiene características particulares. Si bien los
cambios biológicos están presentes a lo largo de todo el proceso, es en la adolescencia
temprana, donde se hacen más notorios.
La adolescencia temprana comienza aproximadamente a los 8 años hasta los 15 años,
dependiendo de factores genéticos, que pueden adelantar o retrasar los procesos
fisiológicos.
Se subdivide en tres fases:
prepubertad (entre los 8 y los 10 años)
pubertad (desde los 10 hasta los 14 años);
adolescencia temprana propiamente dicha (de 13 a 15 años- último período de
crecimiento corporal).
Con la prepubertad (etapa inmadura), el proceso de crecimiento empieza su
aceleración en este período, no es sincrónico, ya que en las niñas comienza entre los 8 y
los 11 años y abarca toda la adolescencia temprana, culminando sobre los 15 o 16 años.
Mientras que, en los varones, esta subfase se sitúa entre los 9 o 10 años y termina sobre
los 17 o 18 años.
Se caracteriza por el comienzo del funcionamiento de las glándulas sexuales, la
hormona gonadotrópica producida en la glándula pituitaria comienza a producirse lo
suficiente para dar comienzo al crecimiento de las gónadas inmaduras, que se
transformarán en ovarios y en testículos. También existe un aceleramiento del crecimiento
corporal, y un incremento de la motricidad, sin embargo, «no hay función reproductora».
Asimismo, «desde el punto de vista psicológico, se notan cambios en el tipo de juegos y en
las verbalizaciones, que se tornan de mayor contenido sexual.» (Quiroga, 1998, p. 18).
La pubertad (etapa de maduración) permite que los cambios corporales comiencen a
evidenciarse, a diferencia del período anterior donde no eran visibles. La producción de la
hormona gonadotrópica (hormona del crecimiento) determina el tamaño del individuo,
especialmente el desarrollo de los miembros inferiores y superiores. Asimismo, se produce
el desarrollo de los órganos sexuales, aparece la menarca en las niñas y la polución en los
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varones. Ocurren los cambios físicos más llamativos en ambos sexos. Estos cambios
preparan al individuo para la posterior formación de parejas y la reproducción.
En la adolescencia temprana (etapa madura) «los órganos sexuales funcionan
adecuadamente y las características sexuales secundarias ya se han desarrollado».
(Quiroga, 1998, p. 19). Se evidencian más notoriamente los cambios físicos y también en la
conducta, y los procesos fisiológicos pueden verse acelerados o retrasados por la
«influencia recíproca entre lo psíquico, lo biológico y lo social » (Quiroga, 1998, p. 17).
Según Quiroga (1998) la adolescencia media comienza aproximadamente a los 15-
16 años y culmina aproximadamente a los 18 años. A nivel educativo coincide con los años
de bachillerato. En esta etapa la conducta del adolescente se encuentra más ordenada, y es
cuando se consolida «el proceso de crecimiento». Esto genera un «desplazamiento de
investiduras libidinales del propio cuerpo» a un objeto externo, la posibilidad de una
aproximación al otro desde una inminente sexualidad, donde se producen los primeros
contactos de intimidad (caricias). Es la etapa típica donde comienzan los noviazgos y los
enamoramientos intensos y repentinos.
Asimismo, en esta etapa se incrementa la influencia de lo social, acentuándose el
vínculo dentro del grupo de pares, donde predominan los lazos fraternos y la lealtad a un
líder (sustituto de la figuras paternas, referente), un ejemplo típico de esto son los
generados en la educación secundaria.
La última etapa es la adolescencia tardía, que comprende entre los 18 y 28 años de
edad aproximadamente, caracterizada por el deseo de encajar con el ideal social adulto.
Esto incluye la necesidad de independencia laboral, económica y habitacional, así como el
afán por definir la vocación y establecer un vínculo estable de pareja.
Quiroga (1998) divide esta última etapa en tres partes:
Entre los 18 y 21 años: hay un paralelismo entre el duelo por el cuerpo infantil y
el duelo en esta etapa por la salida de la secundaria (cuerpo institucional) que
sume al adolescente en un «estado depresivo», que en ocasiones pasa
desapercibido. Al adolescente de esta etapa se lo puede ver «desorientado,
confuso, y a veces, caótico » o contrariamente, puede presentarse «ordenado y
sobreadaptado».
Entre los 21 y 24 años: Las características antes mencionadas se ha sosegado
y esto permite mayor reflexión. A su vez, el ingreso al mercado laboral,
posibilita la inserción a nuevos grupos sociales, con metas comunes.
Desde los 25 a los 28 años: en la etapa en que se logra la «capacidad de
frustración» que permite desidealizar la realidad, característica de la etapa
anterior, asumiendo el mundo adulto con su complejidad y sus limitaciones.
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Para Quiroga (1998), a lo largo de las distintas etapas de la Adolescencia, se producen
transformaciones que abarcan toda la vida del adolescente, algunos de estos cambios son
motivo de preocupación para los padres: por ejemplo, lo concerniente al cuidado de su
aspecto, el cual suele ser descuidado y sucio, así como, la mala conducta, típico de la
adolescencia temprana. Esto forma parte de la rebeldía característica de esta etapa como
forma de «desafío a la autoridad de los adultos». La oposición hacia las figuras parentales
es tan necesaria que sin el «no» (desafiante), no hay lugar para la elaboración del duelo y la
posterior separación que da lugar a la exogamia.
En este sentido, el funcionamiento familiar, y las tramitaciones psíquicas que se
realicen dentro de la familia será determinante para ayudar o dificultar el proceso de
separación. Cuanto más grande sea la rigidez en el vínculo padres e hijos, así como las
separaciones prematuras y las que se prolongan más de lo normal, podrán configurar
desenlaces patológicos en la estructura psíquica del adolescente.
El proceso exogámico requiere la elaboración de un duelo, tanto para el adolescente
como para las figuras parentales, este proceso pone en manifiesto las falencias del grupo
familiar. En ocasiones, cuando los vínculos no están debidamente establecidos, este
proceso puede acarrear cambios drásticos en la familia, desde «la separación de la pareja,
la aparición enfermedades físicas o psíquicas […], Intento de suicidio, […] abuso de drogas,
son formas fallidas de manifestar la imposibilidad de elaborar el desprendimiento» (Quiroga,
1998, p. 34).
Para entender el problema vincular dentro de la familia, ya sean vínculos normales o
patológicos Quiroga menciona:
Lo cierto es que tanto el adolescente como el niño son seres aún en crecimiento, y se
encuentran, respecto a las figuras parentales, en situación de dependencia psíquica.
Por esta razón, los conflictos de los padres inciden en forma significativa sobre los
procesos de desarrollo del adolescente. Cuando la patología parental es de tipo
narcisista, se estructura en los hijos una posición masoquista del Yo, que tiende a la
autodestrucción. (Quiroga, 1998, p. 33)
Por otro lado, los vínculos primarios del adolescente y el tipo de ideales del Yo que
este tenga, marcarán sus vínculos con los nuevos grupos que integrará fuera del ámbito
familiar. El joven también podrá interactuar con otras familias, conocerá distintos valores,
costumbres, y otros contextos socioeconómicos, que le darán la posibilidad de cuestionar y
cambiar sus opiniones respecto a su propia familia, situación que resulta decepcionante, ya
que la realidad provoca la pérdida de los ideales de la niñez, principalmente la de los padres
idealizados.
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En la adolescencia media, la conducta desafiante y contraria a lo que se le ha
inculcado, pasa a prevalecer, como forma de lograr la independencia que han alcanzado
sus padres, pero que ellos aún no poseen. Estas formas de rebeldía en ocasiones llegan a
comprometer la seguridad tanto psíquica y física del adolescente, « ya que es el período en
que comienzan a participar en el mundo de los adultos sin conocer las pautas del mismo.
Las actuaciones sexuales prematuras, las fugas del hogar, el uso prohibido del auto familiar,
[…] etc.» (Quiroga, 1998, p.16), son algunas de las conductas típicas de este período.
En este sentido, Vernieri expresa, «la adolescencia es un período de gran
vulnerabilidad durante el cual los chicos comienzan a estar expuestos a mayores riesgos.
Quizá sea la etapa de la vida que requiera de adultos dispuestos a escuchar, contenedores
y consistentes» (Vernieri, 2010, p. 5).
El mundo actual impone una hiperestimulación constante, donde «nuestro ser realiza
un gran esfuerzo de sobreadaptación para intentar internalizar aquellas cosas que pueden
serle útiles y desechar rápidamente lo que cree innecesario» (Vernieri, 2010, pp. 5-6.).
Según Vernieri (2010) dentro de este contexto, es donde los adolescentes son
buscados como «potenciales y ansiosos consumidores», donde la comunicación es
predominantemente visual «el mundo de la imagen», a los jóvenes se les hace muy
trabajoso recurrir a «la palabra como mediadora de sus impulsos y de su acción». A esto se
suman, los problemas de comunicación con las figuras parentales típicos de esta etapa, ya
que en ocasiones, se vuelve riesgoso, ya que sus padres no saben, dónde, ni con quién, se
encuentra su hijo.
La escasa comunicación con los adultos y el conflictivo mundo actual, vuelven al
adolescente, desconfiado, apático, sin compromiso y ansioso, exigiendo rápidas respuestas
a sus demandas, y llegando a utilizar la violencia, como el camino más corto para obtener lo
que quiere.
El adolescente, se vuelve más vulnerable ya que su ánimo cambia de manera
repentina, propio de esta etapa, es muy impulsivo y por ende muchas veces irracional, y no
logra tener una mirada objetiva de las situaciones. Sumado a esto, está expuesto a «el fácil
acceso a las drogas en general y al alcohol en particular, la posibilidad de concretar sus
impulsos sexuales y la pertenencia a patotas o barras » (Vernieri, 2010, p. 8).
El grupo de pares («barra») pasa a ser su referencia. Es allí donde se siente
reconocido y aceptado como es. Allí se crea un código de comunicación propia que los
adultos no logran comprender, por lo tanto, ayuda a conservar la intimidad del grupo. Dentro
de este código los apodos así como los insultos, son comunes sin tener una connotación
despectiva.
Desde el modelo ecológico planteado por Bronfenbrenner (1979,1987) estudia las
influencias sociales en la adolescencia, planteando una serie de sistemas dentro de los que
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se encuentra inmerso el adolescente. Las influencias inmediatas están dentro de lo que este
autor llama microsistema, y para el adolescente son por orden de influencia: la familia, los
amigos y la escuela. «Los microsistemas cambian cuando los adolescentes entran o salen
de diferentes contextos sociales» (Rice, 2000, p. 47).
En este sentido, el microsistema familiar pierde influencia en el correr del proceso
adolescente mientras que otros, como el microsistema de pares, será cada vez más
importante para el joven. Este le proporcionará el medio para que reafirme sus vínculos de
amistad y le brindará un determinado estatus. Si el microsistema es sano permitirá un
aprendizaje eficaz y lo fomentará un desarrollo positivo para la vida adulta, sin embargo, si
el microsistema actúa negativamente, puede inducir al consumo de drogas, conductas
sexuales imprudentes, delincuencia, etc.
Otros sistemas en los que el adolescente se encuentra inmerso son:
El mesosistema que refiere a la interacción entre microsistemas, se pueden
influir positiva o negativamente, reforzarse o también puede surgir problemas
cuando sus ideologías son diferentes, ya que al adolescente le genera
problemas cuando debe organizar distintos tipos de valores. Un ejemplo de los
mesosistemas son la escuela y la familia (institución).
El exosistema refiere a los contextos donde el adolescente recibe los beneficios
o las consecuencias negativas pero de forma colateral, y de los cuales no
participa directamente, un ejemplo de esto es el trabajo de los padres, ya que
de éste dependen varios aspectos de la vida familiar como las fechas de
vacaciones, del sueldo recibido también el adolescente es beneficiario, etc.
El macrosistema refiere a la ideologías, valores y tradiciones propias de una
cultura, y abarca muchos ámbitos, como el económico, social, educativo, etc., y
es el que «determina quién es adulto y quién un adolescente. Establece
estándares para el atractivo físico y la conducta en relación a la función de
género, e influye en prácticas relacionadas con la salud, como fumar» (Rice,
2000 p. 50).
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Tecnología, consumismo y adolescencia
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explota como en el caso de la pornografía infantil. Pueden acceder a contenidos de
violencia, sexuales, drogas y activismo radical. Las redes sociales incentivan a exponer su
intimidad a personas extrañas, así como a competir por la popularidad de manera muy
arriesgada.
El mundo virtual es un libro abierto que brinda todo tipo de información sin control ni
censura, vulnerando a niños y jóvenes que están en desarrollo, con la curiosidad exaltada,
con necesidades de acceder al mundo adulto sin poseer aún las herramientas para ello.
Todo lo quieren ya, y así de rápido lo obtienen, con tan solo un click. «Los adolescentes
tienen el conocimiento a su alcance como nunca. Ellos pueden ser potencialmente la
generación mejor informada que ha habido nunca. Los efectos negativos, sin embargo, son
preocupantes.» (Rice, 2010, p. 9).
Todo esto, lleva a la naturalización de la violencia en todas sus expresiones y a
relaciones impersonales. Cada vez los jóvenes, pasan más tiempo con las computadoras, el
contacto humano (amistades, familia) se reduce, surgiendo así la comunidad electrónica a
la cual los adolescentes son especialmente atraídos.
El comercio que se desarrolla por medio de internet es cada vez más grande, los
adolescentes son buscados y entrenados como consumidores, hay un comercio
multimillonario en torno a ellos y dirigidos a ellos específicamente. Artículos de todo tipo que
brindan un estatus al adolescente dentro del grupo de pares, consiguiendo con ello
popularidad, se produce así, una especie de competencia por tener lo que todos quieren y
lograr por este medio la aceptación. Su autoestima y sus vínculos se fortalecen, de esta
manera, sobre una base muy endeble. En el caso de no poder acceder a lo que el mercado
ofrece e impone como modas, muchas veces se corre el riesgo de ser excluido, no ser
aceptado por lo que su autoestima y sus vínculos pueden verse afectados.
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Reflexiones
Como se pudo ver a lo largo del trabajo y según distintos autores, el fenómeno de la
adolescencia aparece en la historia del hombre desde hace siglos, y si bien mantiene
características constantes, ha ido complejizándose a la par de la evolución de la humanidad
y su contexto socio histórico.
El contexto actual exige de los adultos un mayor control para salvaguardar la
seguridad de los adolescentes expuestos a redes sociales y a un mundo virtual sin límites y
sin control. Sin embargo este se vuelve un arduo trabajo, por las características propias de
la conducta adolescente, que tiene rasgos rebeldes, oposicionista de las reglas que marca
el mundo adulto, en el intento de diferenciarse de éste, buscando su propia identidad, una
de las tareas más importantes de este período evolutivo. Esto aún está más agudizado por
otro aspecto del desarrollo, igual de significativo, que es proceso exogámico, la separación
definitiva de los padres y nuevos lazos y vínculos sociales, los cuales en una primera etapa
son los grupos de pares y luego otros grupos sociales a los que pertenecerá cuando acceda
al mundo adulto.
El proceso exogámico entonces, complejiza las relaciones de padres e hijos, debido a
que los primeros van perdiendo autoridad y con ello la posibilidad de marcar lineamientos,
que el joven ignora y cuestiona, dejándolo más vulnerable a los peligros de un mundo
idealizado, y a un sentimiento de que todo lo puede y que es capaz de cambiar el mundo y
sus reglas, propio de mecanismos narcisistas que en esta etapa toman protagonismo.
Sobre los duelos cabe decir, que estos no solo, siempre están presentes en el proceso
adolescente, sino que son muy necesarios para la estructura psíquica que se está
transformando. De realizar un buen proceso de estos duelos, dependerá que se realice un
buen cierre de la etapa de la niñez y se pueda acceder de forma normal a la identidad
adulta y evitar de esta manera que se instalen procesos patológicos.
Por otro lado el adolescente vive un gran caos interior, ocasionados por los procesos
psíquicos se hallan en una transformación muy grande al igual que su cuerpo. La llamada
crisis adolescente, involucra a todo su ser; y en el proceso se siente extraño, en un cuerpo
extraño, intentado buscar solo, un nuevo lugar en un mundo también extraño. La protección
que antes le aseguraban sus padres ahora molesta y ya no es necesaria, aunque a veces
se añora, al igual que su cuerpo infantil, que no volverá más, así como las ventajas que
tenía el ser niño.
Todas estas pérdidas, y su nueva condición adolescente, conllevan duelos, tarea
compleja para el aparato psíquico, que requiere mucha energía para este, y que incide
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claramente en el comportamiento. Al inicio de la etapa adolescente se lo suele ver retraído y
aislado, esto no es más que una herramienta de autoprotección, que le asegura un clima
íntimo con su propio ser que está cambiando, para luego rearmarse y continuar con los
procesos dolorosos, que también implican la separación de las figuras parentales y de su
nuevo papel en el mundo « un mundo diferente », entre el mundo infantil y el mundo adulto.
Asimismo debemos decir, que el proceso de duelo que transita el adolescente es
bilateral, ya que no solo él está inmerso en este, sino que también sus padres, hacen su
propio duelo por la pérdida del hijo infantil así como la pérdida de control y autoridad, lo que
es necesario, doloroso y conflictivo. Es importante aclarar que generalmente la
adolescencia del hijo coincide con una etapa de la vida de los padres ya madura donde en
la mujer muchas veces, está transitando el proceso menopáusico, momento más asociado a
la entrada o umbral de la vejez, en contraposición con el desarrollo de sus hijos, así también
el padre puede tener conflictos con sus propios aspectos narcisistas al empezar a ver a sus
hijo como un igual y ya no como a un niño a quien debía proteger y orientar. Estos aspectos
contribuyen a que existan «celos o envidia», siendo esto un disparador de ansiedad y
también generador de conflicto entre ambas generaciones.
Sin duda el mundo actual expone al adolescente a nuevos peligros y lo vuelve más
vulnerable debido a la gran información al alcance de la mano, de contenidos inapropiados
y que muchas veces no se encuentran preparados para manejar, así como también la
existencia de un comercio que, dirigidos a ellos los vuelve consumistas, sin tener la
independencia económica necesaria para acceder a él, esto muchas veces, incide de
manera directa en el relacionamiento y la aceptación en los grupos de pares. Incluso, en
ocasiones, puede excluir al adolescente que no tiene la posibilidad de adquirir ciertos
productos.
Se puede ver la adolescencia como un proceso muy complejo que involucra todos
los aspectos del joven, esto son biológicos, físicos, emocionales, psíquicos, sociales; es por
esta razón, que se vuelve tan complejo, además de que también afecta a la familia en
general que sufre cambios a nivel de los roles y a las figuras parentales en particular, por el
íntimo vínculo que los une con el hijo adolescente. El rol de los padres si bien sufre un gran
cambio es esencial en esta etapa, cumpliendo una función de acompañamiento y sobre
todo, de confianza para que el adolescente pueda seguir contando con los referentes
primarios mientras lo necesite. Asimismo, el rol parental debe ayudar a ordenar y poner los
límites necesarios para salvaguardar al adolescente en sus impulsos y sus conductas más
arriesgadas.
Por lo antedicho, se puede describir la adolescencia como uno de los momentos
evolutivos más complejos y más largos de la vida, que forma parte de los procesos y
transformaciones que seguirán ocurriendo a lo largo de todo el ciclo vital, y de donde surgirá
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una nueva forma de relacionarse con la sociedad y con su entorno más íntimo, pues allí se
encuentra el cambio más grande.
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Bibliografía
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