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¿Qué investigar?
3.1 Introducción
No solo los investigadores se enfrentan a la pregunta de qué investigación debe hacerse. Las
instancias normativas y financiadoras también tienen que tomar decisiones sobre cuáles son las
investigaciones que deben fomentar y financiar.
¿Qué impulsa la investigación en salud? Puede ser que esté motivada por la curiosidad, las
necesidades, las ganancias o las oportunidades. Los científicos prefieren investigar en sus propias
líneas de interés, según la tradición de la libertad académica. Sin embargo, la investigación está
convirtiéndose en una tarea cada vez más costosa y las entidades que controlan los presupuestos
desearían dictar el tipo de investigación que van a financiar. Los gobiernos son receptivos a las
inquietudes de sus ciudadanos y quisieran apoyar la investigación que promoverá la salud de sus
pueblos o que generará riqueza. En cuanto al financiamiento de la investigación en salud, la
industria privada está convirtiéndose en el actor principal. Al ser responsables ante sus accionistas,
las compañías realizan investigación con fines de lucro. Este hecho real es la causa de una brecha
entre las necesidades de investigación en los países en desarrollo y la magnitud del financiamiento
destinado a atender estas necesidades.
De manera individual, la investigación también puede estar impulsada por las oportunidades de
recibir financiamiento de fuentes nacionales o internacionales; de participar en estudios
internacionales y multicéntricos, o en la investigación patrocinada por la industria. Estas
oportunidades pueden plantear interrogantes que deben tenerse en cuenta antes de emprender
la investigación.
Las buenas ideas para la investigación proceden del conocimiento, el trabajo y las actitudes de los
investigadores. También requieren una capacidad para abrirse camino por la jungla en expansión
de la información científica existente. Cualquiera que sea el tema de investigación seleccionado,
debe ser factible, interesante, nuevo, ético y pertinente, como se explicará más adelante en este
capítulo.
problemas de salud (Commission on Health Research for Development, 1991). Por lo tanto, la
investigación en salud no se limita al campo biomédico. Otros campos de la ciencia pueden
contribuir considerablemente al mejoramiento de nuestros conocimientos sobre los asuntos
sanitarios. En términos generales, participan en la investigación en salud las siguientes categorías
de la ciencia, de las cuales depende un número creciente de especialidades y subespecialidades.
Se promueve la colaboración de los investigadores en los distintos campos de la ciencia que son
relevantes para el mejoramiento de la salud.
Asimismo, debe reconocerse que el progreso de la ciencia en otros campos podría tener una
repercusión significativa en la salud de las personas. Las ciencias agropecuarias y
medioambientales son solo dos ejemplos.
Un estudio realizado por el Wellcome Trust reveló que, en el Reino Unido, la proporción de los
artículos de investigación biomédica con un solo autor disminuyó de 16,6% de los artículos
publicados en 1988 a 12,9% en 1995 (Dawson et al., 1998). El número promedio de autores por
artículo subió de 3,2 a 3,8, lo que es indicativo del grado creciente de colaboración en la
investigación biomédica y de que se ha vuelto más multidisciplinaria. El promedio de direcciones
por artículo subió de 1,7 a 2. Existen indicios de que tanto el número de autores como el número
de organizaciones financiadoras en un artículo se asociaron a un mayor impacto, tal y como se
manifiesta por el número de citas posteriores del artículo en otras publicaciones.
En el siglo XVII, Francis Bacon hizo la distinción entre los experimentos científicos para la
ilustración (es decir, conocimiento) y los experimentos para lograr frutos (es decir, resultados)
(Medawar, 1979). Podemos añadir a esta afirmación que necesitamos tener “ilustración” para
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poder buscar los “frutos”. Sin embargo, en el campo de la investigación en salud y de la ciencia en
general, el debate de la ciencia “pura” (básica) frente a la “aplicada” ha sido violento durante
decenios y no muestra ningún signo de remisión.
No obstante, debe reconocerse que necesitamos un gran banco de investigación básica, pues sin
él no tendremos pistas que seguir para nuestra investigación aplicada. Por consiguiente, puede
declararse con justicia que solo hay dos tipos de ciencia: la ciencia “aplicada” y la “aún no
aplicada”.
A los médicos clínicos se les inculca un razonamiento mecanicista y, por lo tanto, conocen mejor la
investigación cuantitativa. Sin embargo, la medicina no es únicamente una ciencia mecanicista y
cuantitativa. Los pacientes no son máquinas averiadas o sistemas biológicos que funcionen mal.
Los médicos no tratan las enfermedades; tratan a los pacientes. La salud está más en las manos de
las personas que en las manos de los profesionales de la salud. Se precisa una investigación
cualitativa para arrojar luz sobre el modo de vida de las personas; sus conocimientos, sentimientos
y actitudes; sus opiniones y valores, y sus experiencias.
Una buena estructura del sistema de salud no alcanza para lograr una asistencia sanitaria de
buena calidad. La diferencia puede hallarse en la manera en que el sistema funciona y en las
actitudes de los prestadores de servicios. La investigación cuantitativa proporciona resultados
adecuados acerca de la anatomía del sistema, mientras que la cualitativa arroja luz sobre la
fisiología. Una buena anatomía no siempre significa una buena fisiología.
de esta actitud. Aunque las investigaciones cualitativa y cuantitativa pueden investigar el mismo
tema, cada una abordará un tipo distinto de pregunta. Por ejemplo, el cumplimiento de la
farmacoterapia puede examinarse en un estudio cuantitativo y también en uno cualitativo.
La investigación cualitativa puede ayudar a cerrar la brecha entre la ciencia de los descubrimientos
y aplicación marcha de los resultados. Muchas veces, se precisa una investigación cualitativa para
determinar por qué los resultados de los estudios no se trasladan a la práctica. La incorporación de
los métodos de investigación cualitativa en la filosofía de la investigación garantiza que se tomen
en consideración los métodos adecuados para la pregunta correcta.
3.2.5 Investigación-acción
Apenas hace poco los economistas empezaron a aplicar la teoría económica clásica con respecto al
uso de los recursos de atención de salud. No obstante lo rica que se vuelva una nación, la cantidad
de recursos que dedique a la salud es, y siempre será, limitada, y competirá con otros usos
posibles. Dado que los recursos son escasos, cada decisión de usarlos de una u otra manera
supone el sacrificio de otra oportunidad de aprovecharlos. En la evaluación económica, los costos
se consideran costos de oportunidad. Una concepción errónea frecuente consiste en creer que la
economía de la salud trata sobre la reducción de los costos. La economía de la salud es un marco
lógico que permite llegar a conclusiones sobre la mejor manera en la que pueden asignarse los
recursos.
biomédica en gran escala, exploración de estrategias para la investigación futura) (Nass y Stilman,
2003).
Los científicos disfrutan investigar y les atrae la diversión de la búsqueda. En muchos tipos de
investigación biomédica, el descubrimiento en sí es el premio, pero la investigación no es una
tarea directa.
Un eminente científico aconsejó: “Sigan andando y lo más probable es que encuentren algo,
quizás cuando menos lo esperen. Nunca he sabido de nadie que haya encontrando algo cuando
estaba sentado” (Heath, 1985.)
Pasteur dijo: “En los campos de la observación, el azar favorece solo a la mente preparada”
(Roberts, 1989). Se ha dicho que las semillas de los grandes descubrimientos flotan
constantemente alrededor de nosotros, pero que solo se arraigan en las mentes bien preparadas
para recibirlas. En el verano de 1928, Alexander Fleming trabajaba en el St. Mary Hospital de
Londres y no buscaba un antibacteriano en el momento en que una espora flotó hacia su placa de
Petri. Sin embargo, él era muy instruido y tenía una formación notable en microbiología, de modo
que pudo reconocer fácilmente el significado de la zona clara del cultivo de bacterias, producida
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por la implantación accidental del moho. Es posible que muchos bacteriólogos se hayan
encontrado con incidentes similares y que simplemente hayan desechado los cultivos
contaminados. De hecho, el uso de los mohos contra las infecciones no era completamente nuevo.
Hay documentos de que en el antiguo Egipto se usaba el moho del pan. Fleming hizo el
descubrimiento en 1928, pero no fue hasta finales de los años treinta cuando Howard Florey, de
Oxford, logró concentrar y purificar la penicilina (Roberts, 1989).
En 1889, en Estrasburgo, mientras estudiaban la función del páncreas en la digestión, Joseph von
Mering y Oscar Minkowski extrajeron el páncreas de un perro. Un día después, un auxiliar del
laboratorio les llamó la atención sobre un enjambre de moscas que volaban alrededor de la orina
del perro. Curiosos sobre la razón por la que las moscas estaban atraídas por la orina, analizaron
esta y observaron que estaba cargada de azúcar, un signo habitual de la diabetes. Sin embargo, no
fue hasta 1921 cuando los investigadores canadienses Fredrick Banting, joven médico; Charles
Best, estudiante de medicina, y John Macleod, profesor, pudieron extraer la secreción del
páncreas de los perros, inyectarla en otros que se habían convertido en diabéticos y probar su
eficacia (Roberts, 1989).
Las instancias normativas sanitarias, tanto nacionales como internacionales, quisieran ver una
investigación impulsada por las necesidades sanitarias, con un rendimiento de la inversión que
pueda reducir la carga de morbilidad en sus pueblos. La magnitud relativa de un problema de
salud está determinada por su prevalencia y su gravedad. Un problema de salud puede ser
prevalente pero no grave, o bien puede ser grave pero no demasiado prevalente. En el pasado, lo
tradicional ha sido considerar la mortalidad como la medida de la gravedad de un problema de
salud, lo cual tiene dos inconvenientes. En primer lugar, la mortalidad a una edad temprana no
puede equipararse a la mortalidad en la vejez. Lo que cuenta es el número de años de vida
perdidos, y no la tasa de mortalidad. En segundo lugar, no se puede pasar por alto la morbilidad.
La discapacidad a consecuencia del problema de salud deberá sopesarse y tenerse en cuenta en su
integridad. La mortalidad no siempre va aparejada a la morbilidad. Algunas enfermedades dejan al
paciente gravemente enfermo pero no lo matan; por el contrario, algunas enfermedades o matan
o no dejan ninguna deficiencia a largo plazo en la salud. Actualmente, en el campo de la salud
internacional, la carga de morbilidad resultante de cualquier problema de salud se expresa
normalmente como los años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD) perdidos.
Esta medida expresa tanto el tiempo perdido por la muerte prematura como el tiempo vivido con
una discapacidad.
El hecho de que un problema de salud sea de una magnitud alta no significa necesariamente que
deba ser una prioridad para la investigación. Es posible que ya exista la tecnología para abordar el
problema, pero que no se aplique. Puede que sea preciso tomar medidas y no investigar. La
investigación no deberá ser una excusa para retrasar estas medidas.
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Un problema de salud también puede ser de magnitud alta y puede existir la necesidad de que la
investigación lo aborde. Sin embargo, antes de que pueda ser prioritario para la investigación,
deben formularse otras preguntas. ¿Se sabe lo suficiente en estos momentos acerca del problema
para plantear la búsqueda de posibles intervenciones? ¿Permiten los últimos adelantos técnicos
un paso adelante para desarrollar nuevas intervenciones? ¿Serán económicas estas
intervenciones? ¿Pueden obtenerse pronto y con un desembolso razonable? Es posible que no
siempre sea así. Por último, ¿la investigación actualmente en curso satisface ya esta necesidad de
investigación, por lo que no hay mucho que añadir?
La dirección que toman la investigación y el desarrollo en la industria es impulsada por los nuevos
acontecimientos en la tecnología, que proporcionan nuevas pistas para obtener medicamentos
nuevos. Sin embargo, la tracción que ejerce el mercado repercute en el empuje que imprime la
tecnología y, por lo tanto, en las oportunidades para la investigación. Por ejemplo, en los países
industrializados, las personas mayores de 65 años son las que más gastan en medicamentos. Esta
población de edad avanzada impulsa los mercados nuevos y en expansión. Los medicamentos
nuevos están dirigidos a los trastornos relacionados con la edad y al mejoramiento de la calidad de
vida de los ancianos (Burrill, 1998). Los recientes medicamentos de mayor venta se situaron
principalmente en esta categoría; por ejemplo: Evista, el medicamento de Eli Lilly contra la
osteoporosis; Propecia, de Merck, contra la calvicie masculina; Viagra, el comprimido de Pfizer
contra la disfunción eréctil (con ventas calculadas de dos mil millones de dólares en 2000), y
Celebra, de Monasto, contra el dolor artrítico.
Solo una proporción muy pequeña de la gran inversión en investigación de la industria está
dirigida a los problemas de salud de los países en desarrollo
La selección de un tema para la investigación puede estar promovida por las oportunidades, que
surgen de la disponibilidad de financiamiento, por las perspectivas de participar en estudios
internacionales de colaboración y por el trabajo junto a la industria farmacéutica. Estas
oportunidades le proporcionan ventajas al investigador, pero también plantean ciertas
inquietudes.
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Disponibilidad de financiamiento
El financiamiento nunca antes había estado más a disposición de la investigación en salud que en
la actualidad. Sin embargo, existe un gran desajuste en la manera en que se dirige. Es probable
que tanto el sector público como la industria farmacéutica sean sumamente receptivos a la carga
de morbilidad en los países desarrollados. La inversión que hacen los gobiernos de los países ricos
en investigación se rige por las urnas: tienen que ser receptivos a las necesidades de sus propios
electorados. En cambio, la inversión para la investigación que hace la industria se rige por las
fuerzas del mercado.