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Puyi abdicó en 1912, concluyendo con dos milenios de imperio. Los jerarcas
políticos territoriales disputaron liderazgos, con temporales secesiones.
Empezaba a nacer la República de China, constitucional, mientras el Japón
multiplicaba su influencia en este “país de países”; ingresando en paralelo,
tamizados por su impronta, el comunismo -refractario al liderazgo nipón- y el
anarquismo.
Desde la capital de la isla, Taipéi, Chiang gobernó hasta su muerte (1975), sin
abandonar sus pretensiones de reunir nuevamente bajo su órbita a los dos
países (siguió utilizando la denominación República de China, aunque
gradualmente se fue imponiendo la de Taiwán). EEUU financió su desarrollo
(como el de la Comunidad Económica Europea, Japón, Corea, Israel o tantos
estados o sistemas internacionales constituidos en la guerra fría), pero la
necesidad de procurar alternativas frente a su carrera con Moscú llevó a Nixon
-asesorado por Kissinger- a cerrar filas con Mao desde 1971. En ese año
Taiwán perdió su estatus de miembro de la ONU y en 1979, Washington
rompió relaciones institucionales con Taipéi (aunque las mantuvo comercial y
militarmente) y las estableció con Beijing. Nacía el principio de “Una sola
China”. Tallaron en ese cambio de percepción la emergencia de figuras como
George Herbert Walker Bush, un experto en política exterior y en China, en la
que ejerció funciones durante 1974 y 1975 (antes de conducir la CIA y luego
ejercer como vicepresidente de Reagan ocho años, para ser elegido presidente
en 1988). Y tras la muerte de Mao (1976) la consolidación en 1978 de su
contrafigura Deng Xiaoping, profundo reformista socioeconómico pero firme
defensor del sistema de partido único. Se inauguran relaciones diplomáticas y
comerciales.
¿Por qué se concretó una visita tan inoportuna? Si los intereses empresariales
-en particular los relacionados el mercado de armas- son el móvil principal para
que una delegación de lobistas concrete esta inconcebible intromisión, que
estadistas de otrora surfearon exitosamente, tanto la causa como su resultado
sólo puede generar desprestigio para Washington; como también preocupación
respecto a la lucidez de sus principales ejecutores de políticas, mientras el
mundo se sigue complicando y los fantasmas más temidos siguen firmes, a la
vuelta de la esquina.