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Ruptura sino-soviética

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中苏交恶 / Советско-китайский раскол

Dentro del mundo comunista existieron dos grandes


esferas de influencia: los países pro-soviéticos (en rojo)
y los países pro-chinos (naranja). También existieron
dos países, Yugoslavia y Corea del Norte, que no se
decantaron por ninguno en particular (negro). Somalia
fue pro-soviética hasta 1977 mientras que Camboya
fue pro-china hasta 1979.]].

Fecha 1956-1991 (35 años).

Causas Muerte de Stalin.


Oposición de Mao Zedong al acercamiento soviético a las potencias occidentales.

Resultado Ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos estados.


Rivalidad entre las 2 naciones por el supremacismo mundial comunista.
Conflicto fronterizo sino-soviético.

Partes enfrentadas

Unión
China
Soviética

Figuras líderes

Nikita Jruschov. Mao


Zedong.

La ruptura sino-soviética (Pinyin: [中苏交恶], en ruso, Советско-китайский раскол) es el


nombre que recibió la crisis en las relaciones entre la República Popular China y la URSS que
comenzó a finales de la década de 1950 y se intensificaría durante la siguiente década.

Las causas de la ruptura entre las dos grandes potencias comunistas se debió a los distintos
intereses nacionales de ambos países y, sobre todo, al alejamiento sobre su interpretación del
marxismo leninismo. Mientras que el líder chino, Mao, prefería una mayor beligerancia hacia los
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países capitalistas (maoismo), el gobierno soviético orientó su política hacia una «coexistencia
pacífica» con estos países, por lo que Mao y el Partido Comunista Chino acusaron a la URSS de
revisionismo.[1]​

La ruptura provocó una fractura sin precedentes en el movimiento comunista internacional y


abrió el camino al establecimiento de relaciones entre Estados Unidos y China. Según Lorenz M.
Lüthi, la ruptura sino-soviética «fue uno de los eventos clave de la Guerra Fría, a la altura de
otros acontecimientos como la construcción del Muro de Berlín, la Crisis de los misiles o la
Guerra de Vietnam».[2]​

Las raíces del conflicto entre los comunistas


chinos y la URSS se remontaban a la época en
que Mao Zedong se había hecho con el poder en
el Partido Comunista de China en la década de
1930, contrariando las preferencias soviéticas.
Hasta ese momento, el PCCh había estado
prácticamente tutelado por la URSS a través de la
Internacional Comunista, la coordinadora
internacional de partidos comunistas,
fuertemente ligada al aparato soviético. Mao y Stalin juntos en Moscú, celebrando el
cumpleaños de Stalin en diciembre de 1949.
Mao Zedong había marcado distancias con la
URSS desde antes de liderar por completo el
comunismo chino, desarrollando una idea propia del leninismo basada en los campesinos más
que en los obreros urbanos, en contra de la ortodoxia ideológica aplicada en la URSS,
considerando que el elemento campesino en China era mucho más numeroso y significativo
que el proletariado obrero. En la lucha por el poder que tuvo lugar durante la Larga Marcha,
Mao se convirtió en el líder indiscutible del Partido frente a los dirigentes de formación soviética
apoyados por Moscú como eran Bo Gu y Wang Ming, logrando en la Conferencia de Zunyi que
otros altos jefes del Partido Comunista de China le apoyaran en el proyecto de quitar poder a
los líderes más prosoviéticos, conocidos colectivamente como los Veintiocho bolcheviques.

A pesar de estas diferencias y de la animadversión personal entre Mao y Stalin, la victoria


comunista en la Guerra Civil China de 1949 había hecho necesaria la alianza entre los dos
regímenes por conveniencia mutua. La República Popular China, especialmente tras la Guerra
de Corea, no podía recurrir a la ayuda del Occidente capitalista, y la Unión Soviética era el
referente internacional del movimiento comunista que, bajo la tutela de Stalin, había logrado
convertirse en una de las grandes superpotencias del mundo. A su vez, el gobierno de la Unión
Soviética, en su papel de "vanguardia" del movimiento comunista internacional, veía la subida al
poder de un Partido Comunista en el país más poblado del mundo como un paso de suma
importancia en la expansión de su sistema político y su influencia global; de hecho Stalin

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consideraba que la implantación de un régimen comunista en China debía ser un proceso
estrechamente seguido por la URSS, para lo cual ofreció a Mao Zedong toda la cooperación
posible.

Sin embargo, las diferentes visiones que ambos países tenían acerca de la colaboración mutua
provocarían un conflicto creciente. Mientras que Stalin consideraba válido tratar a China como
un nuevo satélite de la URSS, al estilo de los países de Europa Oriental, los nuevos dirigentes
chinos deseaban un trato en condiciones de igualdad. No en vano, uno de los objetivos de la
lucha comunista en China había sido liberar al país de la sumisión a las potencias extranjeras.
Asimismo, Mao y sus colaboradores consideraban necesario un trato igualitario al haber
triunfado sin recibir ayuda sustancial de la URSS durante la Guerra civil china, y que no debían
su subsistencia a la presencia de tropas soviéticas, a diferencia de lo ocurrido con los regímenes
comunistas de Europa Oriental.

La ayuda de la URSS a la República Popular China fue vista como mezquina e interesada por
muchos líderes chinos, entre ellos el propio Mao, a quien ya Stalin había tratado con desdén en
su primera visita a Moscú en diciembre de 1949. No obstante, sobre todo desde 1954, la URSS
empezó a remitir ayuda financiera y económica a China a gran escala, considerando que el
atraso tecnológico e industrial de China resultaba en un fértil terreno para asentar firmemente
la influencia soviética en el país. Esta asistencia fue descrita por el historiador William Kirby
como «la mayor transferencia de tecnología en la historia del mundo»,[3]​ pues la Unión Soviética
gastó un 7% de sus ingresos nacionales entre 1954 y 1959 ayudando al desarrollo de China.[4]​

La asistencia soviética a China se extendió así a las industrias, la agricultura, las fuerzas
armadas, y la infraestructura, con presencia de varios miles de soviéticos enviados como
asesores técnicos, administrativos, y militares a China. El estallido de la Guerra de Corea en 1950
donde China intervino militarmente en ayuda de Corea del Norte, forzó más el acercamiento
entre los gobiernos de Pekín y Moscú, siendo que para la campaña coreana China
proporcionaría tropas y la URSS armamento y asesores bélicos (o directamente con personal de
combate para la aviación).

La influencia soviética en China resultó más acentuada tras el fin de la guerra en Corea en 1953,
pero el régimen de Mao Zedong cuidó de silenciar todo cuestionamiento a esta situación en
vista de la urgencia por contar con el apoyo y financiamiento de la URSS para la industrialización
de China. Si bien el prestigio de Stalin había mantenido las formas y la necesidad de la
colaboración con el único aliado natural posible del nuevo régimen comunista chino, la subida al
poder de Nikita Jruschov reveló las profundas discrepancias entre las dos partes.

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Tanto China y la URSS mantuvieron su alianza en
la política internacional tras la muerte de Stalin en
marzo de 1953, y en 1954 ambos países apoyaron
a Vietnam del Norte en la Conferencia de Ginebra
para la pacificación de Indochina.

No obstante, cuando en febrero de 1956 Nikita


Jruschov emitió su célebre Discurso secreto
condenando el régimen de Stalin y sus políticas,
Mao Zedong reaccionó agriamente debido a la
Mao Zedong y Nikita Jruschov en 1958, durante una
fuerte adhesión que éste había mostrado visita del líder soviético a China.
previamente al estalinismo. Cuando Jruschov
restauró las relaciones diplomáticas con
Yugoslavia (las cuales había cortado Stalin en 1948), el gobierno de Mao Zedong cuestionó tal
decisión. Cuando Jruschov, postuló la necesidad de una "coexistencia pacífica" con el Occidente
capitalista, tal fórmula ofuscó a Mao, para quien la lucha del comunismo contra el capitalismo
hasta el aplastamiento de este último era un principio ideológico irrenunciable.

Así, Mao empezaba a ver a su país como el nuevo referente mundial de la lucha comunista, que
debía abandonar a una Unión Soviética que "traicionaba a la causa ideológica". Precisamente
este creciente enfrentamiento ideológico llevaría a la URSS a cancelar su proyecto de ayudar a
China en su proyecto para obtener armamento nuclear. En el año 1958 Jruschov, nada
temeroso de un enfrentamiento armado de la URSS con los Estados Unidos por la cuestión de
Taiwán, rehusó apoyar las acciones militares del Ejército Popular de Liberación, las fuerzas
armadas chinas, contra los archipiélagos de Matsu y Quemoy, controlados por el régimen
nacionalista de Taiwán al final de la década de 1950. Nuevamente Mao consideró esta negativa
soviética como un "repliegue" de la URSS ante Estados Unidos, por lo cual consideró que China
debería contar sólo con sus propias fuerzas en caso de un conflicto bélico contra EE.UU. y Japón.

En este contexto se produjo un intento de acercamiento inusual hacia la URSS por parte de los
EEUU. Andréi Gromyko, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS entre 1957 y 1985, durante
un vuelo de Alemania a Washington en el verano de 1959, tuvo según sus propias palabras una
conversación con Neil H. McElroy, Secretario de Defensa de los EEUU entre 1957 y 1959. Este le
expuso la posibilidad de una alianza entre los EEUU y la URSS contra China. Sin embargo,
Gromyko, evitó comprometerse:

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En verano de 1959, en que los Ministros de Exteriores de las cuatro potencias estaban reunidos en
Ginebra para hablar de Alemania, se anunció de pronto su aplazamiento (...) Tuvimos que ir todos a
Washington (...) Volamos juntos. (...) En cierto momento, mientras volábamos sobre el Atlántico, se me
acercó el Secretario de Defensa americano, Neil Mc Elroy y me dijo: «¿Puedo sentarme a su lado, señor
Gromiko? Hay un par de cosas que me gustaría comentar con usted». «Siéntese, por favor», contesté. (...)
Mc Elroy comenzó a hablar de lo que él llamaba el «peligro amarillo», esto es, de China. «El peligro
amarillo —dijo— es ahora tan grande que no podemos dejarlo a un lado. Y no es un problema para
tomarlo sólo en consideración; hay que abordarlo». Aunque me imaginaba adónde quería ir a parar, no
dije nada y le dejé continuar. «Debemos unirnos contra China». Se detuvo para ver qué efecto me había
producido aquello. En respuesta, le dije: «Usted y yo —es decir, los Estados Unidos y la URSS—
tenemos el deber mucho más importante de encontrar una solución a los problemas de Europa y de
intentar mejorar las relaciones soviético-americanas». Las relaciones chino-soviéticas eran difíciles en
aquella época, por decirlo suavemente, y en nuestra frontera tenían lugar conflictos armados. «Pero, sin
embargo —insistió—, ahí hay un gran problema. Tenemos que pensar juntos en eso». (...) Cuando
regresé a Moscú le conté a Jruschov la introducción de Mc Elroy. Me dijo que mi respuesta había sido la
correcta. El tema no volvió a suscitarse, ni por nosotros ni por los Estados Unidos.

Andréi Gromyko, Memorias (1988) pp.206-207​

En paralelo, los líderes soviéticos cuestionaban en público la eficacia del Gran Salto Adelante
emprendido por Mao como un calco de plan quinquenal soviético, lo cual aumentó las tensiones
entre ambos países. En el año 1960, los soviéticos pactaron una solución pacífica con los
Estados Unidos tras el incidente del avión espía U-2 pero Mao condenó ello y declaró que la
reacción de la URSS debió ser mucho más agresiva contra los estadounidenses. Ante la severa
crítica de la política soviética en la prensa china, Moscú ordenó la salida de todos sus expertos
técnicos y militares establecidos en China y cancelaba los proyectos de cooperación técnica en
el país asiático.

Poco después, en el XXII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de octubre de
1961, ocurrido tras la Crisis de Berlín, las delegaciones de China y la URSS se enfrentaron
abiertamente en sus discursos cuando los soviéticos condenaron al régimen de Enver Hoxha en
Albania mientras la delegación china lo felicitaba por mantener la "ortodoxia estalinista". Ya en
1962, con las relaciones aún más tensas, China condenó la posición soviética durante la Crisis de
los misiles en Cuba acusándolo de "pasar del aventurerismo a la capitulación" ante EE.UU.,
mientras la URSS acusó al gobierno chino de no prever las consecuencias de una guerra nuclear.
Poco después la URSS negaría una vez más el apoyo a la República Popular China en la breve
guerra que ésta mantuvo con la India en noviembre de 1962 por el control de una zona
fronteriza en el extremo suroccidental del país. Con ello, la ruptura quedó completada entre
China y la URSS, aunque sin llegar formalmente al rompimiento de relaciones diplomáticas.

Por su lado, Mao Zedong advirtió que el "modelo revolucionario" del Partido Comunista de
China debería ser seguido por todos los grupos comunistas en el planeta y especialmente en el
Tercer Mundo, negando que las experiencias de la Revolución Rusa de 1917 resultaran valiosas
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a nivel universal, declarando además que ante las políticas de Jruschov sólo China mantenía la
ortodoxia auténtica del marxismo-leninismo.

Paulatinamente el régimen de Mao apreció que los intereses soviéticos no coincidían con los
chinos, siendo inevitable la ruptura. Así, la República Popular China se veía aún más aislada
internacionalmente al no contar ni con el apoyo de Occidente ni con el del bloque soviético. En
aquellos años, su único aliado era la pequeña República Popular de Albania, en la Europa
suroriental, que también había roto relaciones con la URSS por parte de su líder, Enver Hoxha, y
su concepción estalinista del comunismo.

Otra manifestación de la ruptura se mostró en las relaciones internacionales de China y de la


URSS así como en su apoyo a movimientos comunistas del resto del mundo, que empezaron a
definirse como maoístas si apoyaban las posiciones de China o como prosoviéticos si
mantenían su lealtad hacia la URSS. Del mismo modo, ambos países en pugna compitieron
mutuamente para alcanzar mayor influencia entre los movimientos comunistas del Tercer
Mundo en Asia, África, y América Latina, aunque en estas áreas la Unión Soviética logró mayores
adhesiones.

Cuando Jruschov fue depuesto del poder en la Unión Soviética en 1963, nuevamente Mao
Zedong trató de revivir la alianza chino-soviética y envió a Zhou Enlai a Moscú con este fin. No
obstante ello, el nuevo gobierno soviético de Leonid Brézhnev mantuvo las tesis de Jruschov
acerca de China y las relaciones continuaron congeladas.

Si bien ambos países apoyaron a Vietnam del Norte durante la Guerra de Vietnam,
paulatinamente el régimen vietnamita buscó respaldo financiero y militar en la URSS, por lo cual
desde 1972 China postuló la necesidad de una "paz negociada" aunque manteniendo la
agitación interna antiestadounidense. Tras 1975, en Indochina surgieron tres gobiernos
comunistas cuya afiliación ideológica resultó diversa: Vietnam y Laos se mantuvieron como
aliados de la URSS mientras que Camboya (gobernada por los Jemeres Rojos) se alió con China.

Del mismo modo, China no apoyó la reacción soviética contra la Primavera de Praga de 1968 ni
se pronunció contra el golpe de estado de 1973 contra Salvador Allende en Chile. El gobierno de
Pekín tampoco mostró entusiasmo alguno tras el triunfo sandinista en Nicaragua en 1979 al
saberse que el nuevo régimen nicaragüense mantendría una alianza con la URSS. Por el
contrario, después que Vietnam invadiera y ocupara Camboya en diciembre de 1978 y
expulsara del gobierno a los Jemeres Rojos para instalar un régimen pro-soviético, China invadió
fallidamente el extremo norte de Vietnam en una breve campaña bélica en febrero de 1979.

A estas desavenencias ideológicas se unieron otras de tipo territorial. Aunque en el " Tratado de
Amistad, Alianza y Asistencia Mutua" firmado el 14 de febrero de 1950, China había aceptado
reconocer la independencia de Mongolia, antiguo territorio chino, los dirigentes chinos
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intentarían reabrir la cuestión tras la muerte de Stalin. También se plantearon otras
reivindicaciones territoriales chinas a lo largo de la frontera entre los dos países. Jrushchov
rechazó categóricamente las pretensiones chinas de revisar la frontera sino-soviética.

Estas disputas territoriales alcanzarían su momento de tensión máxima en el incidente bélico de


la isla de Zhenbao ("Damanski" en ruso) en el río Ussuri, donde se desarrolló una serie de
combates entre marzo y septiembre de 1969 entre tropas chinas y soviéticas por el control del
islote. Este enfrentamiento armado supondría el punto más bajo en las relaciones entre los dos
países, y se llegó a temer la posibilidad de una gran guerra abierta entre las dos potencias
comunistas.

Tras los combates de 1969, el presidente del consejo de ministros soviético Alekséi Kosygin viajó
a Pekín en misión especial de su gobierno para restablecer contactos con China, allí se
entrevistó con Zhou Enlai para llegar a un acuerdo sobre los pleitos fronterizos, lo cual al menos
reabrió la comunicación entre ambos países.

Durante la década de 1970, la República Popular China inició una política de acercamiento a
Estados Unidos y las potencias occidentales, entendiendo que China no tenía posibilidades de
enfrentarse exitosamente en simultáneo a la URSS y a los Estados Unidos, llegando a realizarse
una reunión bilateral entre Mao y el presidente estadounidense Richard M. Nixon en Pekín en
1972. Esto le permitió al régimen de Mao arrebatar a la República de China, el régimen
establecido en Taiwán por los perdedores de la guerra civil, el asiento de China en las Naciones
Unidas y lograr por fin el reconocimiento diplomático de la mayoría de los países occidentales
que seguían reconociendo al régimen de Chiang Kai-shek en Taiwán como gobierno legítimo de
China.

Frente a esta apertura de relaciones hacia los países occidentales, las relaciones entre China y la
URSS se mantendrían distantes. Cuando en 1976 Mao Zedong falleció, y tras ser removidos del
poder los miembros de la Banda de los Cuatro, el nuevo régimen de Deng Xiaoping inició una
serie de reformas económicas en China destinadas a permitir el florecimiento del capitalismo en
el país. Las reformas de Deng implicaron una apertura económica de China hacia el mundo
capitalista, sin que el nuevo régimen de Pekín renovase la pugna ideológica con la Unión
Soviética.

Pese al nuevo alineamiento de la economía china, las relaciones con la URSS siguieron
congeladas hasta finales de los años 1980, cuando el líder soviético Mijaíl Gorbachov inició un
proceso de apertura que lo llevó a visitar China en junio de 1989. Este acercamiento se produjo
en un momento de grandes problemas para los dos países. La visita de Gorbachov a Pekín
coincidió con las enormes protestas estudiantiles que se desarrollaban en las grandes ciudades
todo el país, en particular las protestas de la Plaza de Tian'anmen.

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A la crisis por la que pasaba el régimen chino, se unió la crisis del sistema soviético tras las
aperturas de la perestroika y el glasnost, siendo la crisis soviética finalmente mucho más grave.
La "ruptura" terminó en la práctica al ocurrir la Disolución de la Unión Soviética a finales de
1991, siendo entonces la URSS dividida en quince nuevas repúblicas independientes y
adoptando todas ellas el sistema económico del capitalismo.

Desde entonces, el principal Estado sucesor de la URSS, la Federación de Rusia, ha asumido un


sistema económico de tipo capitalista de modo similar al adoptado por China tras el gobierno de
Deng Xiaoping a partir de 1980. Como resultado de esta "identificación económica" Rusia ha
mantenido unas relaciones mucho más cordiales con la República Popular China al desaparecer
la antigua rivalidad ideológica.

1. ↑ Chambers Dictionary of World History, B.P. Lenman, T. Anderson editors, Chambers:


Edinburgh, año 2000. p. 769.
2. ↑ Lorenz M. Lüthi (2010) (2010). «The Sino-Soviet Split: Cold War in the Communist World:
página 1.». Princeton UP (en inglés). Consultado el 6 de noviembre de 2014 .
3. ↑ Taubman, 2003, p. 337.
4. ↑ Zubok, 2007, p. 111.

Spence, Jonathan D. The Search for Modern China, W. W. Norton and Company, Nueva York,
1999 (ISBN 0-393-30780-8).
Hsü, Immanuel C. Y. The Rise of Modern China, 6th edition, Oxford University Press, Oxford,
1999 (ISBN 0-19-512504-5).
Mark, Chi-Kwan, “Ideological radicalization and the Sino-Soviet Split, 1958-64,” in China and
the World Since 1945: An International History (Abingdon, Oxon: New York: Routledge,
2012).

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