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Apuntes sobre la futura política exterior de Brasil

No sin exhibir contradicciones entre Cancillería y la “mesa chica” de Presidencia de la


Nación, se confirmó, por boca del propio Mauricio Macri, su ausencia en el acto de
asunción de Jair Bolsonaro, prevista para el primer día de 2019. Se espera que el Jefe de
Estado argentino visite Brasilia el 16 de enero, echando a rodar una agenda bilateral y
regional presumiblemente intensa.

América Latina no es ajena a cambios mundiales. Se consolidan gobiernos de derecha.


El contexto de crecimiento y desarrollo, presenta interrogantes. El triunfo de Bolsonaro
generó un corrimiento del debate, enfocándose en el cuestionamiento de valores y
estándares caros a las democracias liberales.

El ex capitán que conducirá los destinos del Brasil, ha confiado en Ernesto Araujo,
cuadro de Itamaraty –Director de su Departamento de Asuntos Interamericanos- las
relaciones exteriores del gigante sudamericano. Ratificando afinidades históricas, y
atendiendo a la creciente importancia del Pacífico, el próximo Canciller puso proa a
Santiago como primer objetivo.

Los analistas prevén tres “llaves” para el corto plazo: la relación con Washington, el
vínculo con la tormentosa Venezuela –Maduro no ha sido invitado a la asunción de
Bolsonaro- y en tercer término Argentina –y anexa el Mercosur-.

Bolsonaro anticipó en campaña definiciones importantes. Respaldó el accionar global


de los Estados Unidos, apoyando el traslado de la embajada de Brasil a Jerusalén, lo que
hasta el momento sólo ha realizado por Guatemala, satisfaciendo expectativas de
evangélicos y ultraderechistas judíos de su país. Además, anunció que su país se retirará
del Acuerdo de París, aún cuando en gestiones presidenciales anteriores Brasil impulsó
negociaciones sobre cambio climático. Exhibió prevenciones frente a China, hoy
principal socio comercial del Brasil –superávit de 20.000 millones de dólares- y aliado
en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) al afirmar que “China está
comprando Brasil”, sosteniendo la necesidad de romper vínculos con “regímenes
comunistas”. Sin embargo, la dependencia comercial y financiera de Brasil generan
dudas sobre el alcance de su pugna con Beiging. Por otra parte, hay atención del mundo
a su política migratoria, como también al comportamiento en asuntos de política
doméstica con impacto global, por caso la continuidad de los procesos judiciales
anticorrupción -Sergio Moro integra su gabinete- y la actitud gubernamental frente a las
minorías.

Volviendo a las tribulaciones bilaterales, en la relación de Brasilia y Buenos Aires


aparecerán asuntos que conducirán pronto a la organización del Mercosur.
Históricamente presentado como una herramienta para contener o superar las tensiones
políticas y económicas bilaterales, fue criticado por Bolsonaro y su equipo, apuntando a
la revisión de sus acuerdos fundamentales. Hemos analizado en artículos anteriores que
la idea de “flexibilizar” el Mercosur -es decir, librarlo de limitaciones normativas que
condicionan la interacción- no son novedad en la región; pero la dura postura de Brasil
representa una oportunidad real y palpable para un trabajo de estadistas, en el sentido de
modernizar la actual unión aduanera imperfecta. La elección de Chile como primer
destino internacional de Bolsonaro, en lugar de Argentina, no fue casual. La intención
de “flexibilizar” el Mercosur se conjuga con la estable y abierta política internacional
trasandina, orientada a los mercados asiáticos y globales, vigorizada por la Alianza del
Pacífico. En el litoral atlántico, la prudente actitud de Uruguay -también más abierto y
proclive a los acuerdos de libre comercio-, se anticipa, tendrá un correlato con acciones
discretas e inmediatas de entendimiento bilateral.

Frente al aislamiento de Venezuela, todo indica que nada cambiará en cuanto a su


suspensión dentro del Mercosur; resta considerar la posible ruptura de relaciones
diplomáticas, y el rol del Grupo de Lima –integrado por catorce países americanos,
entre los que se encuentran Argentina y también Canadá y Guyana, para cooperar en la
resolución de la crisis venezolana-, como también un endurecimiento militar con apoyo
estadounidense, transitoriamente descartado.

Así como el triunfo de Trump produjo estrépito global, la victoria de Bolsonaro –una de
las diez personalidades más buscadas en Google durante 2018 en todo el planeta-
generó impacto. Pero, existe reacomodamiento tras la confusión inicial. Es muy pronto
para determinar, atento la ratificación de una conducción profesional en política
exterior, cuánto innovará en este campo al gobernar Brasil. Tampoco es inentendible la
cautela frente a Buenos Aires, de elecciones durante 2019. Probablemente, la agenda
tome definitiva forma tras sortear nuestro país el proceso electoral.

El sistema internacional vive una transición compleja: incertidumbre, transformaciones


aceleradas, desplazamientos, reconfiguraciones económicas y políticas están a la orden
del día. En este marco, la idea de globalización se matiza con la aparición de actores
emergentes que redefinen las reglas y las normas del sistema internacional, en función
de valores diferentes a los establecidos en el mundo de posguerra. El siempre ambicioso
Brasil, con un disruptivo -en campaña- Bolsonaro, conformando para gobernar un
equipo de figuras en principio ortodoxas y previsibles, apuesta por jugar fuerte en ese
contexto. Está por verse si lo logra; y en tal caso, a través de qué caminos.

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