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El documento resume el ascenso del Reino Unido y Francia como grandes potencias en el siglo XIX. El Reino Unido se convirtió en la principal potencia económica y colonial durante la Era Victoriana, aunque experimentó una crisis desde 1873 hasta 1895. También avanzó hacia un sistema democrático más amplio. Francia evolucionó desde el Segundo Imperio de Napoleón III hasta la Tercera República, período en el que se expandió su imperio colonial y se desarrollaron reformas sociales y laicas, a pesar de las tensiones generadas
El documento resume el ascenso del Reino Unido y Francia como grandes potencias en el siglo XIX. El Reino Unido se convirtió en la principal potencia económica y colonial durante la Era Victoriana, aunque experimentó una crisis desde 1873 hasta 1895. También avanzó hacia un sistema democrático más amplio. Francia evolucionó desde el Segundo Imperio de Napoleón III hasta la Tercera República, período en el que se expandió su imperio colonial y se desarrollaron reformas sociales y laicas, a pesar de las tensiones generadas
El documento resume el ascenso del Reino Unido y Francia como grandes potencias en el siglo XIX. El Reino Unido se convirtió en la principal potencia económica y colonial durante la Era Victoriana, aunque experimentó una crisis desde 1873 hasta 1895. También avanzó hacia un sistema democrático más amplio. Francia evolucionó desde el Segundo Imperio de Napoleón III hasta la Tercera República, período en el que se expandió su imperio colonial y se desarrollaron reformas sociales y laicas, a pesar de las tensiones generadas
Durante el siglo XIX, el Reino Unido fue el primer país en contemplar la revolución industrial y alcanzar el modelo de democracia. 1.1 Una potencia económica y territorial El reinado de Victoria I comenzó en 1837 y se prolongó hasta 1901; a esta etapa se la conoce como Era Victoriana. En este período el Reino Unido alcanzó su máxima expansión territorial, consolidó su desarrollo industrial y mantuvo las instituciones basadas en la monarquía parlamentaria, aunque se avanzó hacia un auténtico sistema democrático. El desarrollo económico se vio afectado por una prolongada crisis desde 1873 hasta 1895. Esta crisis afectó sobre todo a la agricultura, aunque la economía británica no disminuyó su potencial, sí lo hizo en cifras relativas. A pesar de este declive relativo, continuó siendo el principal centro financiero mundial. De ahí el interés de los políticos británicos por las cuestiones económicas: la expansión imperialista estaba muy unida al comercio, las fianzas y el control de las rutas de navegación. 1.2 Apertura política y reformismo Desde mediados del siglo XIX, la vida política británica giraba en torno a dos partidos, los tories o conservadores y los whigs o liberales. Disraeli, ministro conservador, llevó a cabo una reforma electoral en 1867, considerada la primera de carácter democrático. Con esta medida, Disraeli consiguió acercar las masas al estado e identificarlas con el trono y las instituciones de gobierno británico. El triunfo liberal de Gladstone en 1868 potenció las reformas democráticas de la ley electoral de 1867:
Las reformas religiosas levantaron suspicacias en la iglesia anglicana oficial. En
1869 Gladstone logró la separación del Estado de la Iglesia anglicana y suprimió la obligación de pertenecer a dicha iglesia para ser profesor. Se creó así una nueva escuela con libertad confesional. Otras reformas importantes en esa década fueron la nueva ley sindical y una nueva reforma electoral en 1884 que elevó a 5 millones el número de electores. Desde finales del siglo XIX y hasta el inicio de la Primera Guerra mundial en 1914 Se desarrolló un nuevo mapa de partidos en el Reino Unido. En 1893 se fundó el Partido Laborista, que acabó desplazando a los viejos whigs. 1.3 La cuestión Irlandesa Irlanda fue uno de los problemas de la política interior británica hasta la guerra de la independencia (1919 – 1921). Irlanda Estaba bajo dominio británico desde finales de la Edad Media, pero se mantuvo como reino teóricamente independiente hasta 1800, año en que se aprobó la Act of Union, que unificó Irlanda y Gran Bretaña en el Reino Unido. La tensión aumentó a partir de 1870 por la crisis económica y la expulsión de miles de arrendatarios irlandeses de las tierras propiedad de terratenientes ingleses. Estos hechos radicalizaron el movimiento nacionalista desde 1879 por Charles S. Parnell, organizador del boicot de los terratenientes. La espiral de violencia se intentó frenar mediante la realización de una reforma agraria y la firma de un acuerdo entre el gobierno británico y el líder irlandés (Pacto de Kilmainham), apoyado por el papá León XIII. Desde 1885, los nacionalistas irlandeses estuvieron presentes en el Parlamento británico y, un año después, Gladstone presentó la Home Rule, convertía a Irlanda en un territorio autónomo dentro del Reino Unido. La cuestión irlandesa quedó sin resolver hasta la insurrección de 1916 en Dublín, que puso en marcha la participación de la isla entre el norte de la isla, de mayoría Protestante y fiel al Reino Unido, y el sur, teoría católica y abiertamente contraria a la pertenencia al Reino Unido, que acabó alcanzando la independencia en la década de 1920. Sin embargo, este hecho no terminó completamente con el problema irlandés. En el Ulster, la zona norte de la isla bajo soberanía británica, los enfrentamientos entre la mayoría Protestante y la minoría católica continuaron durante todo el siglo XX.
2. Francia: del Segundo Imperio a la Tercera República
Después de la revolución de 1848, Francia se convirtió en una gran potencia económica y colonial, al tiempo que evolucionaba de un régimen monárquico a otro republicano. 2.1 El Segundo Imperio (1852-1870) Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón, accedió a la presidencia de la República francesa tras la revolución de 1848, pero pronto su gobierno adquirió un carácter fuertemente autoritario. En 1852 promulgó una nueva Constitución, sancionada por un plebiscito mayoritariamente favorable, que le otorgaba plenos poderes; proclamó el Segundo Imperio y se intituló Napoleón III.
El Imperio autoritario (1852 – 1860). Durante esta etapa, el gobierno persiguió
a la oposición e instauró la censura de prensa, el control de las reuniones públicas y la propaganda electoral. Consiguió el apoyo de la Iglesia católica y defendió el orden y la autoridad. Su forma de gobernar respondía a la tradición cesarista, en la que el poder se concentraba en un solo hombre, pero su legitimidad procedía del pueblo. Esto es lo que se ha denominado bonapartismo. El Imperio Liberal (1860 – 1870). En Esta fase el emperador perdió parte de sus apoyos. La oposición se organizó y surgió con fuerza el movimiento obrero, lo que obligó a Napoleón III hacer concesiones políticas y liberalizadoras: amnistía para los condenados por delitos políticos; reformas legislativas para otorgar mayores atribuciones a las cámaras legislativas; libertad de prensa; reformas educativas y concesión a los obreros de derecho de huelga y libertad de asociación. Esta evolución liberal dividió a la oposición; en 1870 Napoleón III convocó un plebiscito para ratificar las reformas, que ganó por amplia mayoría. Napoleón III, preocupado por el progreso militar de Prusia, declaró la guerra a ese país en julio de 1870. La derrota francesa en la batalla de Sedán (2 de septiembre) precipitó la proclamación de República.
2.2 La Francia de la III República (1870 – 1914)
En 1871 la República, en medio de la revuelta de la Comuna, se vio obligada a firmar la Paz de Frankfurt, por lo que perdía Alsacia y Lorena además tuvo que pagar reparaciones de guerra. Estos hechos suscitaron en Francia un fuerte sentimiento antialemán.
La República conservadora (1871 – 1879). Tras un período transitorio (1871 –
1874), en el que colaboraron republicanos y monárquicos, el moderado Thiers trató de afianzar el nuevo régimen aunque hubo varios intentos de restaurar la monarquía. Se tomaron varias medidas legislativas, casi todas ellas del año 1875 que dieron lugar a la Constitución de la Tercera República. La República de los republicanos (1880 – 1914). El triunfo republicano en las elecciones de 1880 abrió la puerta a nuevas reformas democráticas, como la implantación de la enseñanza estatal laica en 1882, considerada el instrumento de formación del espíritu republicano. Triunfó la expansión imperialista y se elaboró una avanzada legislación social. Sin embargo, la vida política se vio enturbiada por el affaire Dreyfus. Desde finales del siglo XIX hubo una oleada anticlerical: en 1905, el estado francés derogó el concordato e incautó los bienes de la Iglesia. Los siguientes gobiernos ampliaron las reformas sociales. También se creó un ambiente prebélico.