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¿De qué forma se refleja la modernidad o la crisis de ésta en la película del Barón

Munchausen?
Juan Manuel Arancibia García
La modernidad, en tanto concepto, es una palabra difícil de definir, pero más de asumir
como parte de la identidad que producimos en nuestra cotidianidad. ¿Dónde está?
¿dónde la llevamos? La modernidad nos dice cómo tenemos que actuar, como debemos
pensar, a la par que condiciona nuestra forma de ser y de relacionarnos con el otro. La
modernidad es encarnada, en nuestra vida diaria, a través de instituciones (familia,
religión, trabajo), de sueños e ilusiones; es como el aire que respiramos y que nos dicta
los parámetros que hemos de reproducir para vivir en sociedad.
Ahora bien, como dice el texto de David Lyon, “la modernidad, aunque hasta cierto punto
es una recién llegada a la escena conceptual, en realidad lleva entre nosotros largo
tiempo, aunque con otros nombres” (1996). Esto lo podemos observar en la película “Las
aventuras del Barón de Munchausen" en donde a pesar de todas las referencias que se
presentan en torno a las promesas y desencantos propios de la modernidad, en ningún
momento se le nombra como tal.
Por otra parte, como se acaba de mencionar, el filme es un abanico de ejemplos de cómo
la modernidad se manifiesta en acciones cotidianas, como cuando ante el reclamo de su
hija por su omisión en los carteles de promoción del espectáculo, el padre solo atina a
responder que las cosas siempre han sido así, que es la tradición o cuando el burócrata
utiliza el discurso de que “la razón y los conceptos científicos llevaran a la humanidad a la
paz”, aunque todo lo que hace es echar leña al fuego para que el combate, del cual nadie
sabe por qué ocurre ni desde cuándo empezó, siga su marcha. Además, al final de la
película se puede observar que a pesar de ser el representante y preconizador de la
Razón, este termina sucumbiendo a las pasiones que le provocan la pérdida del control
de la situación de la ciudad y termina asesinando al Barón. Así mismo, retomando la idea
de la guerra, se observa como los conflictos bélicos, a pesar de los discursos racionales y
científicos surgidos de la Ilustración, siguen presentes en la cotidianidad de la sociedad
occidental. La guerra es una característica propia de la modernidad de esta.
Siguiendo con la figura del burócrata, a pesar de que la Modernidad busca la innovación
continua, este ser es el reflejo de un gatopardismo en el que todo cambia para seguir
igual, esto se ve cuando está negociando con el Sultán los términos de su rendición, en
este momento, señala que ya les tocó a ellos rendirse y por lo mismo les toca a los otros
rendirse y aceptar las condiciones, pero dando entender, como ya se señaló arriba, que la
guerra habría de continuar.
Importante es ver la contraposición entre la figura de este ser y la del Barón; la oposición
de la razón y la ciencia contra la imaginación y la fantasía. El primero se presenta como el
representante de los intereses del pueblo, por tanto, el que sabe lo que le conviene a
este, en la película esto es mantenerlos creyendo que siguen en guerra, que no hay por
qué abrir la puerta, mantener todo estático o cuando, por sus acciones, manda a ejecutar
al héroe ya que dice que el individuo no debe sobresalir por encima de la multitud, la cual
debe mantener “una vida común y normal”. El contraste con el Barón, que representa la
tradición que no necesita tener certeza para saber que algo es como es, pero que se
atreve a ir adelante en búsqueda de una realidad diferente no a través de la razón o la
ciencia, sino por medio de la imaginación y de uno que otro truco que aún puede
enseñarle al burócrata, por ejemplo, el poder morir varias veces y aun así continuar
presente para hacer frente al cálculo frío de la cabeza pensante.
Así, tenemos la separación del cuerpo y la cabeza de los señores de la luna. Las
necesidades físicas y las pasiones que llegan a gobernar a la cabeza, el intelecto que
decide abandonar su parte corpórea para darle gusto al pensamiento especulativo. La
cabeza no quiere ser controlada por las necesidades físicas del cuerpo, ella busca poder
dedicar su potencial a otras actividades.
Otro reflejo es la reducción del espacio y el tiempo a través de la velocidad con la que se
pueden llevar a cabo los recorridos. De esta manera, el mundo se encoge, pierde su
tamaño y la sociedad acelera también la velocidad de sus actividades, por ejemplo, los
ritmos frenéticos de trabajo que debe realizar la sociedad en la actualidad para que las
mercancías no queden atoradas en un punto sino que en todo momento estén
desplazándose para completar la producción de riqueza capitalista haciendo que todo
tenga que ser instantáneo y que los tiempos no sean los de los ciclos naturales. El tiempo
y la muerte como elementos que van de la mano, pues el tiempo no se detiene y todos los
individuos tarde o temprano morirán.
La presencia del otro se ve reflejada en la figura del Sultán, su corte y su ejército. Se
presenta a este individuo como un ser con costumbres diferentes, por tanto, es un
parámetro con el cual se pude comparar el grado de civilización que tiene occidente,
además de presentarlo como un ser incivilizado que  disfruta el dolor ajeno y no respeta la
condición humana de otros seres humanos a los que utiliza como un instrumento musical
que produce sonido a partir de la tortura.
Otra forma de ver lo otro es la presencia de Vulcano y sus trabajadores. La organización
de los trabajadores de a poco va generando una conciencia de clase que los hace
rebelarse y exigir mejores condiciones de vida y de trabajo al capataz que, aun siendo un
ser racional en lo que respecta al trato con sus trabajadores, no deja de sucumbir a las
pasiones que los celos despiertan en él. También hay que rescatar su idea de que no
importa quien le compré las armas, lo importante es que pueda pagar por ellas. El uso
que hagan de ellas ya no es de su incumbencia.
Aunque arriba se señaló que el burócrata es el reflejo de la modernidad, lo cierto es que la
que representa mejor las características de esta es Sally, la hija del director de la
compañía teatral. La niña refleja las ganas de conocer el mundo, es el impulso que lleva a
ver, es lo nuevo empujando a lo viejo, a la tradición que se niega a morir sin antes permitir
que la modernidad consiga cumplir con sus objetivos de transformar la realidad para
adaptarla a los nuevos tiempos.
Estos son algunos de los reflejos encontrados en “Las aventuras del Barón Munchuasen”.
Como se puede observar, la modernidad está presente más de lo que a los individuos les
gustaría aceptar; se mantiene como un proyecto civilizatorio que el capital encamina, en
una relación vertical, que tiene como fin la acumulación de riquezas mediante la
subordinación de la ciencia y la tecnología a la racionalidad instrumental donde lo
verdadero lo es en tanto resulta útil para este objetivo. Vista como un esquema, la
modernidad se caracteriza por su universalidad (en la tierra o en su interior, en la luna) y
el control de los procesos (la figura del burócrata y Vulcano).
Lo anterior presenta a la Modernidad como un proyecto que, a través de los principios de
libertad, igualdad, progreso y racionalidad crítica pero que no deja de ser un proyecto que
tiene a la crisis como parte importante del mismo.

Fuentes
Lyon, David (1996), “El malestar de la modernidad”, en Postmodernidad. Alianza Editorial

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