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El estructuralismo va a identificarse rápidamente con un hombre: Claude Lévi-Strauss.

Él
habría intentado la apuesta imposible de lograr, en un siglo en que la división del trabajo
intelectual linda con un saber cada vez más dividido, el equilibrio entre lo sensible y lo
inteligible. Debatiéndose entre la voluntad de restituir las lógicas internas, subyacentes de lo
real, y una sensibilidad poética que lo vincula estrechamente con el mundo de la naturaleza.
Lévi-Strauss imaginó grandes síntesis intelectuales según el modelo de las partituras
musicales.
Nacido en 1908, su medio familiar siempre lo colocó en el núcleo de la creación artística.
Descendiente de un bisabuelo violinista, de un padre y unos tíos pintores, pasa todos sus
ratos de ocio adolescente recorriendo anticuarios, y descubre con arrobamiento, él, el
ciudadano, una naturaleza exótica cuando sus padres compran una casa en la montaña en
Cevennes. Recorre el campo en largos paseos de diez a quince horas. Es esta doble
pasión, el arte y la naturaleza, la que va a marcar a este hombre de dos mundos, su
pensamiento en forma de ruptura, la ambición esencialmente estética de su obra. Sin
embargo, se resiste al hechizo que le ofrece su sensibilidad, y, sin renegar de ella, aspira a
contenerla mediante la construcción de grandes sistemas lógicos. Aquí reside su adhesión
sin fisuras a su programa estructural de partida, más allá de las fluctuaciones de las modas.
Su interés por el mundo de la ntituraleza va acompañado desde muy joven por una apertura
al mundo social. Desde el instituto, se implica en la lucha socialista. Siendo muy joven,
adquiere un conocimiento de la obra de Marx gracias a un joven socialista belga, Arthur
Wanters, invitado a la casa familiar un verano, y que le hace leer a Marx a los diecisiete
años: «Marx enseguida me fascinó. [...]
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Rápidamente me puse a leer El Capital»^. Pero es sobre todo en las clases de preparación
para su ingreso en la Ecole normale, en el grupo de estudios socialistas, bajo la influencia
de Georges Lefranc, cuando Lévi-Strauss pone cimientos sólidos a su compromiso.
Multiplica intervenciones y conferencias hasta el punto de asumir importantes
responsabilidades en 1928, cuando es elegido secretario general de la Fédération des
étudiants socialistes. También es, en este final de los años veinte, secretario de un diputado
socialista, Georges Monnet; pero en 1930 debe abandonar estas pesadas
responsabilidades para preparar la agregación de filosofía. No está precisamente
entusiasmado. Todos sus profesores, Léon Brunschvicg, Albert Rivaud. Jean Laporte. Louis
Bréhier..., lo dejan fundamentalmente insatisfecho: «Pasé por todo ello como un zombi»^.
No por ello deja de aprobar brillantemente en 1931, en tercer lugar, la agregación de
filosofía.
Su compromiso socialista rápidamente se malogra: un pequeño accidente y una carta que
no llega pudieron con él. Cuando era pacifista, el trauma de 1940, la «estúpida guerra» y la
«extraña derrota», como la llama Marc Bloch, acabaron con su compromiso político. Llega a
la conclusión de que es peligroso «encerrar las realidades políticas en el marco de ideas
formales»-^. Nunca se recuperará de esta contrariedad y no lo volveremos a encontrar en
ningún compromiso político, aunque, a pesar de sus afirmaciones, su posición de etnólogo
lleve en sí una dimensión política. Pero este hito es importante, y, más que mirar hacia el
mundo por venir, Lévi-Strauss se vuelve,, nostálgico, hacia el pasado, arriesgándose a
parecer anacrónico, desfasado como Don Quijote, que fue su pasión desde los diez años
La llamada de lo amplio
Su carrera de etnólogo comienza, como relata en Tristes trópicos, un domingo de otoño de
1934 con una llamada telefónica de Célestin Bouglé, director de la École normale
supérieure, que le propone presentar su candidatura como profesor de sociología en la
Universidad de Sao Paulo. Célestin Bouglé cree ingenuamente que los suburbios de Sao
Paulo están llenos de indios, y sugiere a Lévi-Strauss dedicarles sus fines de semana. Parte
entonces hacia Brasil, no para investigar el exotismo: «Odio los viajes y los exploradores»“^

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