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La historia de mi vida

Pseudónimo: Gert

Libro elegido: Un largo camino de Ishmael Beah

Mis amigos del instituto han empezado a sospechar que no les he contado toda

la historia de mi vida…

Sobre todo, desde que esta mañana vinieran a recogerme en aquel coche tan

llamativo al final de las clases. Las lunas tintadas podían haber pasado

desapercibidas, hasta que se bajaron del coche aquellos hombres trajeados con

gafas de sol y pinganillo blanco.

¿A quién se le ocurre? Cuando comencé a trabajar para el gobierno no me

esperaba que mi vida cambiase tan de pronto. Ni tampoco que los expertos en

secretos de estado fueran a ser tan poco discretos y exponerse así ante todo el

instituto.

Mañana me espera una buena ronda de preguntas de mis compas, ya no

digamos de miradas indiscretas del resto de estudiantes. Pero ahora mismo

tengo que concentrarme en lo que estoy haciendo, ya veré lo que les cuelo

mañana a esos pringaos.

Todo el mundo comenta lo genial que es ser uno de esos nuevos seres humanos

que desarrollan la telekinesis, pero nadie te dice lo aburrido de las tareas para

las que te emplearán en tu gobierno. En mi caso ha sido un compendio de tareas

aleatorias.

Primero tuve que robar los folios de la carpeta de aquel embajador que venía de

misión diplomática. ¡Qué sutileza! Robarle cuando viene de visita a vernos. De


todas maneras, lo que pude leer antes de que me los quitaran de las manos no

resultaba tan interesante.

Luego vino lo de vigilar en aquella opera. La soprano había recibido amenazas

por sus comentarios en redes y se temía que pudiesen atacarla en directo. Con

la tensión del momento bajé unos decorados antes de tiempo y los cantantes

tuvieron que improvisar sobre la marcha. Casi me meo allí mismo de la risa.

De todas formas, se lo tomaron bien y entendieron que me había sucedido por

estar “pendiente” del más mínimo movimiento en el escenario así que me

ascendieron. Casi no me lo creo. Además, cuando bajo el escenario quedaron al

descubierto dos ecologistas que llevaban un cubo con pintura roja y lograron

pararlos. Ahora que lo pienso, igual fue por eso por lo que me ascendieron.

Básicamente, cuando se activa una alerta y tengo que irme puede suceder

cualquier cosa imaginable. Y las que no te puedes imaginar también.

Casi se me olvida contaros la mejor: el día de la visita de aquel rey. Habían

preparado unos números de circo y yo tenía que evitar que ningún malabar se

callera al suelo. Ridículo.

En fin, que hoy mi tarea se sale un poco de lo normal porque parece

emocionante. Es un caso de alerta ámbar han dicho. Y eso debe ser grave

porque nunca había oído ese color en el curso de introducción. La cosa es que

unos terroristas tienen a 50 rehenes en un edificio del centro. Todo muy

estadounidense. Y mi tarea es intentar noquear a los terroristas desde la azotea

de en frente cuando entren las fuerzas especiales a acabar con esa chusma.
¡Atención! El jefe de operación me hace una señal de que la fiesta va a

comenzar. Los gorilas de las fuerzas especiales se han colado por la escalera

de incendios. Desde el edificio uno de ellos me hace una señal para que deje

inconsciente a los dos primeros. ¡Bum! Lanzo a uno contra el otro y se quedan

K.O. Primera prueba superada.

Ahora avanzan hacia el segundo piso y bloqueo el arma del siguiente para que

puedan dejarlo inconsciente. Quizás no ha sido buena idea. Con el ruido del

guardia los demás se han dado cuenta y comienzan los tiroteos.

- ¡Nos has jodido bien pirado! ¿A quién se le ocurre a traer a un niño a un

ataque con rehenes?

De entre los terroristas aparece una mujer de silueta fina y piel morena. Intento

bloquearla pero algo me lo impide. Creo que también es de los míos. Intento

hablar para avisar al jefe de operación, pero algo me lo impide. Cuando quiero

darme cuenta solo puedo ver su cara. Me está bloqueando de alguna forma.

- ¡Ahí estás! – La oigo claramente en mi cabeza, como si estuviera detrás

de mí.

Una fuerza invisible me zarandea en el aire. Apenas puedo respirar. Pierdo la

noción del tiempo y todo se vuelve de color blanco. Cuando me despierto estoy

atado y vendado en una furgoneta. Me están inyectando algo que me impide

usar la telekinesis. Intento revolverme, pero alguien me da un puñetazo.

- Se acabo el juego pringao. Ya tenemos otro.


Oigo como se ríen a mi costa y poco a poco desaparezco en la inconsciencia.

Ese será mi último día de instituto y puede que de vida. El que juega con cerillas

puede quemarse.

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