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LUCHAR O VOLAR

W. DE LA TORRE

Copyright © 2020 W. De La Torre


Todos los derechos reservados.

A mi padre, por sus historias de vampiros y sus dictados que deberían ser publicados, a mi madre por
entender que fui una niña de libros y no de abrazos, a Dae por su amor incondicional incluso cuando ni
yo me quiero y por odiar lo mismo que yo odio, a Clirwota por las tardes tiradas en el suelo de una
librería y las noches de palomitas y zumos, a Snix por ser la tocanarices más amorosa de la creación
estando siempre ahí y a cada persona que ha pasado por mi vida, para mal o para bien. No sería quien
soy sin ellos. Gracias.

“Un lector vive mil vidas antes de morir.

Aquel que nunca lee solo una”


-George R. R. Martin-

Índice
LUCHAR O VOLAR
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35: Final
Capítulo 1
Liz

Estaba tranquilamente sentada en mi oficina del piso 15 de Drakecorp Safety and Medical cuando
un vendaval moreno entró por mi puerta haciendo que casi me cayera de la silla y que mi pantalla del
ordenador se tambaleara.

- ¿Qué coño te pasa Sarah? ¿Quieres que me dé un infarto o qué? Además, otra vez debo
recordarte que soy tu jefa, llama a la puerta, por Dios santo -le dije con mal humor recogiendo el
boli que había saltado de mis manos por el susto.

Cuando levanté la vista del suelo ella estaba prácticamente abalanzada sobre mi mesa mirándome
con ojos de chiflada.

-Ella viene -dijo con la respiración acelerada.

-Necesito el comodín del público para saber de qué hablas -le contesté alzando la ceja con
incomprensión.

-La jefa viene -dijo esta vez.

- ¿Anne? Pues claro que viene. Es lo que tiene ir a trabajar Sari, que asomas por la oficina a diario -
dije riéndome de mi propio sarcasmo.

-Liz, escúchame bien -empezó acercándose aún más a mi e invadiendo mi espacio personal-. No me
pondría así porque venga Anne… viene ella, la Srta. Drake.

Automáticamente la cabeza empezó a zumbarme. Juls Drake, la niña bonita de los negocios de
Manhattan, la playgirl por excelencia, todo sonrisas seductoras y ropa de marca que parecía
comprada en un mercadillo de segunda mano… Buff, la detestaba. Si no hubiera heredado el imperio
millonario de sus padres tendría suerte si pudiera sobrevivir de tocar la flauta en el metro. En los
cinco años que llevaba trabajando aquí, tres de ellos como supervisora de la sección de diseño de
material médico y quirúrgico, solo la había visto dos veces en galas de empresa. Ir a la oficina a
currar… nanai, pero ir a una fiesta… Juls Drake la primera. Al menos había sido lo bastante
inteligente como para delegar el control de su vasto imperio (Que no solo estaba formado por la
aseguradora Wooodscorp donde yo trabajaba, sino que también por una casa automovilística, una
compañía de telefonía móvil y una enorme división de ocio) en manos de sus primos Anne, Lukas y
George.
Ella se dedicaba mientras tanto a salir en revistas de la mano de alguna actriz, cantante, modelo…
gastar el dinero de sus papis en fiestas que por lo que había escuchado no tenían nada que envidiarle
a las mejores bacanales de la antigua Roma y a mostrarse misteriosa, orgullosa e inalcanzable. Así
que imaginad mi sorpresa y mi disgusto al saber que nos iba a honrar con su presencia.
- ¿Y esa a que viene por aquí? -pregunté de mala leche.

-Es la dueña, rubia, además de un regalo para la vista -me contestó Sarah con una sonrisa pícara.

-Pues para lo que hace por esta empresa más le valdría dejarnos un póster suyo y punto. Así
tendríamos algo bonito e inútil que mirar… igual que el salvapantallas.

-Cohen, ¿has bebido veneno en lugar de café esta mañana? Deja de gruñir.
- ¿Y a qué hora viene su majestad? -pregunté con disgusto.

-En 15 minutos creo -contestó Sarah.

-Si la que viniera fuera una jefa competente me preocuparía de revisar que todo está en orden,
pero siendo como es solo tendré que avisar que los de mantenimiento mocheen a su paso para
recoger vuestras babas y evitar accidentes.

-Veo que ya te has enterado de que viene Juls -dijo Anne.

Tenía por costumbre entrar en el despacho de todos cual ninja para ver si sorprendía a alguien
haciendo lo que no debía. Nunca lo consiguió conmigo. Y no me preocupaba que me hubiera escuchado
hablar así de Juls, la actitud de su prima le molestaba tanto como a mí.

-Hola Liz, Srta. Romero -saludó.

-Anne.

-Srta. Morton.

-Solo quería comentaros que la junta va a reunirse para comentar temas administrativos y he
pensado que sería buen momento para que les presentarais el proyecto AR1 -comentó como no quien
quiere la cosa poniendo las manos a la espalda y balanceándose sobre las puntas de sus carísimos
“Manolos”.

Si algo sabía hacer Anne Morton era vestir bien… y conseguir que te subiera la tensión.

-No tenemos la presentación lista, Anne, solo bocetos técnicos y costes -dije entrando en modo
histérico.

-Eso es todo lo que la junta quiere saber, pero creo que si contarais el caso que esconde detrás
igual sería útil para que lo consiguierais.

-Bueno… bien. Sarah, corre a preparar los modelos y espero que sepas explicarlos para profanos.

Ella solo salió de allí corriendo como el viento olvidándose que nuestra jefa estaba presente.

- ¿Quién estará en la reunión? -le pregunté a Anne empezando a juntar todos los documentos que
iba a necesitar.

-Pues Lukas, George, Connor Warren, Mathew Kane, Robert Preston, Juls y su asistente y yo misma.

Vale… Anne, George y Lukas serían fáciles de convencer. La propia Anne ya lo estaba. Kane se
pondría de nuestro lado siempre que se le presentaran argumentos lógicos. Warren y Preston serían
los huesos duros de roer ya que ellos se movían por beneficios. Y Juls… ¿Qué pintaba ella en todo
esto?

-Ya sé que me repito, pero ¿qué hace tu prima aquí?

-Lukas se apostó una cena con ella a base de marisco y Don Perignon a que no venía a una junta -me
contó entre carcajadas.

-La gente normal nos apostamos unas cervezas al resultado de un partido de futbol -comenté sin
mirarla mientras sacaba toda la documentación sobre el AR1 de un cajón-. No la salvación de vidas
por cenas decadentes.
Cuando me quise dar cuenta Anne había avanzado hasta mí y colocaba suavemente su mano en mi
hombro.

-Sé lo importante que es este proyecto para ti, Liz. Perdona si he dado la impresión de tomármelo a
broma -afirmó con tono serio pero comprensivo.

-No, perdóname tú a mi Anne. No he debido decir algo así sobre tu familia, es que estoy muy
nerviosa con esto -dije dejándome caer ligeramente de hombros y tomando aire para calmarme.

-Lo harás bien Liz -dijo palmeándome el hombro-. Ahora asegúrate de que la Srta. Romero no monte
un espectáculo de cyborgs y en una hora estaros fuera de la sala de juntas -ordenó mientras
caminaba hacia la puerta.

-Sabes que llamándola así solo logras ponerla más nerviosa ¿no? -le pregunte riéndome.

-Lo sé -contestó guiñándome un ojo y saliendo del despacho.

El coqueteo de estás dos iba a hacer que Sarah sufriera un infarto cualquier día de estos. Con lo
lanzada que era ella para todo y se convertía en un ratoncito asustado en presencia de Anne… en fin.

Me miré en el espejo para comprobar que tenía un aspecto respetable ante la junta. Yo no era muy
de arreglarme, ni siquiera para ir a trabajar, pero tampoco parecía una pordiosera. Botines de tacón
bajo, vaqueros negros de pitillo, blusa blanca de cuello Mao y blazer gris marengo. El pelo rubio
cortado a media espalda recogido en un moño con un lápiz cruzado para sujetarlo, gafas de pasta
negras y un maquillaje apenas apreciable. El aspecto que según yo se debe tener para un día en la
oficina. A fin de cuentas, soy médico, investigadora, no ejecutiva… ni una heredera playgirl.

Cogí las carpetas de datos y me encaminé al laboratorio/taller/despacho/mazmorra de Sarah. Me


quedé en el marco de la puerta observando como ella rebuscaba en un armario lanzándolo todo por
los aires sin notar mi presencia. Allí los planos de diseños médicos se mezclaban con los posters de
Neo Génesis Evangelion, las piezas que montaba como prueba con las figuras de Los Caballeros del
Zodiaco y las probetas con las latas vacías de Red Bull. Pero… ¡Qué coño! Era la mejor ingeniera
médica del país, tenía todo el derecho a ser una excéntrica caótica.

¡Sarah! -chillé.

Ella intentó incorporarse más rápido de lo debido y se dejó la cabeza en una balda del armario. Se
giró hacia mí con una mano en la coronilla y cara de psicópata mientras yo me sujetaba con fuerza al
marco de la puerta para evitar que las convulsiones por mis carcajadas me tiraran al suelo.
Llevábamos gastándonos este tipo de jugarretas desde que compartimos cuarto en la facultad y
nunca dejaban de tener gracia.

-Esta te la devolveré, Cohen -amenazó entre dientes.

-No lo dudo -afirmé entrando en su despacho saltando por encima de algo que parecía uno de esos
vehículos espaciales que se usaban en las misiones a Marte-. ¿Tienes lista la presentación?

Fue hacia su mesa y tras apartar un montón de latas cogió un par de tubos de planos, unos dossiers
y un pendrive.

-Especificaciones, materiales, costes y simulación de movimiento -enumeró.

-Perfecto. -Su despacho sería un caos, pero nunca su trabajo-. Ponte una bata, anda. Parezcamos
profesionales.

Ella cogió una bata azul oscuro de perchero mientras que refunfuñaba. A mí me daba igual como
vistiera, pero pensé que igual al consejo le daba un soponcio al verla con una camiseta de Bad Religion
y unos pantalones militares tres tallas grandes. Al menos con la bata tenía ese toque de científica
loca que sería más aceptable. Nos encaminamos hacia los ascensores que nos llevarían al último piso
donde se reunía la junta.

-Oye, si ya tenías todo lo del proyecto preparado, ¿qué buscabas en el armario con tantas ganas? -
pregunté curiosa.

-Ha desaparecido mi maqueta de Optimus Prime. Seguro que ha sido Trevor el de proyectos,
siempre que viene la mira con ganas -me explicó muy seria.

Me eché a reír.

-Es una edición limitada de Japón, Liz.

-Mira, céntrate ahora en la exposición y si sale bien te ayudo a buscarlo y si no aparece te


acompaño a torturar a Trevor hasta que nos diga dónde está.

-Trato -exclamó estrechándome la mano.

Subimos en silencio al ascensor y cuando casi alcanzábamos el piso 30 me incliné hacia ella.

-El Optimus Prime este… es el camión ese de Transformers ¿no? -le pregunté.

-Si Liz, el jefe de los Autobots -contestó suspirando con exasperación.

-OK.

A veces el frikismo de Sarah conseguía que me perdiera por completo. Justo cuando se abrían las
puertas me susurró un “inculta” que casi me hace soltar una risa estridente si no hubiera sido porque
una secretaria nos esperaba en la puerta.

-Siéntense aquí y saldrán a buscarlas en cuanto estén listos para su presentación -dijo guiándonos a
unas butacas. ¿Quieren tomar algo mientras esperan? -preguntó mirándome sonriente.

-No gracias, estooo… Lauren-contesté sintiéndome incomoda.

Tal como se alejó Sarah empezó a reírse por lo bajo.

-A esa secretaria maciza le molas Lizzie-me susurró riéndose.

-Déjate de chorradas. Y no me llames Lizzie -le devolví el susurro furiosa-. Vamos a repasar esto.

Tuvimos media hora para releer el material y repartirnos lo que cada una explicaría antes de que la
puerta de la sala se abriera apareciendo Anne en el umbral.

-Para dentro chicas -dijo haciendo que Sarah saltara de su asiento y que a mí me empezaran a sudar
las manos.

Entramos siguiéndola y a mis ojos les costó unos segundos acostumbrarse al cambio de iluminación.
La sala de juntas era ventanales por tres de los cuatro costados y la luz grisácea de NY consiguió
deslumbrarme momentáneamente. Me dio tiempo a ver una mesa enorme con las siluetas de unas
cuantas personas sentadas a su alrededor cuando Anne comenzó las presentaciones.
-Para los que no lo sepan les presento a la Dra. Liz Cohen, supervisora del departamento de M&Q y
a Sarah Romero, nuestra mejor ingeniera.

Yo incliné la cabeza levemente a modo de saludo mientras que Sarah alzaba una mano con timidez.

-Y ahora os presento a los peces gordos, aunque a algunos ya los conocéis: Mathew Kane, asesor
principal de empresas Drake (Mathew nos sonrió cordialmente) Connor Warren, CEO de Drake
Motors (este me sonrió de una forma coqueta que me hizo sentir nauseas), Lukas y George Morton,
CEO’s de Drake Entertaiment (ambos se levantaron, George a estrecharnos las manos y Lukas a
darnos un tremendo abrazo de oso. Habíamos trabajado con ellos bastantes veces y nos llevábamos
muy bien) ¡Vale ya hermanitos!

Este es Robert Preston de Drake Phones (nos saludó con un gesto de cabeza seco y mala cara). Esas
piernas espatarradas sobre la mesa denotando su mala educación son de Juliette Drake, dueña y
presidenta de la empresa (un sonoro ronquido nos dio la bienvenida haciendo que la mayoría se riera,
que Preston agriara el gesto y que yo alzara una ceja molesta) Y a su derecha está Jennifer Black,
secretaria, asistente y básicamente el cerebro de la marmota de mi prima (una chica morena de ojos
grises alzó la mano para saludarnos con una sonrisa) Y por si aún no lo sabíais yo soy Anne Morton,
CEO de Drakecorp y la jefa de la que acabáis hasta las narices todos los santos días -finalizó
sentándose con un gesto gracioso en su butaca al otro lado de Juls haciendo que todos rieran de
nuevo.

-Ahora -continuó Anne-, Liz y Sarah nos presentaran su proyecto AR1. Os ruego la máxima atención,
es algo importante y la pasión de estas dos chicas ha logrado que yo misma me implique en ello. -Hizo
un gesto hacia nosotras.

Abrí mi portátil mientras Sarah lo conectaba al enorme monitor de la pared y oscurecía las
ventanas. Respiré hondo y apreté la tecla de inicio. La foto de un niño de 7 años rubio con los ojos
claros ocupó la pantalla.

-Este es Adam Rollins -empecé-. Nació con una malformación en los pulmones que solo le permite
respirar al 30% de capacidad. -Puse la siguiente fotografía. En ella se veía a Adam con silla de
ruedas y mascarilla de oxígeno-. Debido a esto Adam no puede hacer esfuerzos propios de su edad
como jugar o correr, necesita respiración asistida más de 15 horas al día e ir en silla de ruedas para
no cansarse. -Puse una foto de sus pulmones-. Es una enfermedad poco común, solo el 1% de la
población mundial la padece, casi exclusivamente niños y solo un 10% sobrepasan los 10 años de edad.
Pero lo que hace estos casos aún más raros es que son totalmente tratables con cirugía. -Miré a mí
público y vi que había conseguido la reacción de incomprensión que buscaba-. El problema no radica
en las técnicas quirúrgicas sino en el material.

Aquí Sarah me tomó el relevo.

-Este es el movimiento que una mesa quirúrgica estándar puede realizar -explicó Sarah mientras se
veía en la pantalla una simulación de una mesa de cirugía con un paciente tumbado en ella-. Puede
subir, bajar, inclinarse hacia los pies, hacia la cabeza... -al mismo tiempo que decía esto la mesa
realizaba esos mismos movimientos-. Pero para un niño con la enfermedad que padece Adam, con este
tipo de malformación pulmonar concreta, necesitamos que haga esto. -Cambió la simulación para ver
como la mesa giraba sobre sí misma hasta dejar al paciente completamente de lado.
-Este movimiento permite una mejor ventilación durante la cirugía sin poner en riesgo la vida del
paciente al moverlo sobre la mesa como si se tratara de un saco -expliqué-. La perfusión de
medicamentos también se acelera y facilita medidas extraordinarias. En cristiano, les da a los
cirujanos el tiempo de respiración necesaria para que el paciente no se les asfixie y muera durante el
procedimiento. -En este momento Sarah introdujo las especificaciones de la nueva mesa.

-Lo que he hecho es, básicamente, crear un nuevo tipo de rotores con capacidad de movilidad total -
explicó-, pero lo suficientemente pequeños para uso quirúrgico. Puliéndolos un poco más podría
conseguir que la mesa diera vueltas de campana -añadió con una sonrisa.

-Lo que pretendemos es crear un prototipo del AR1 y probarlo con Adam -finalicé.

Al ver que ya estaba todo dicho Anne se levantó y dio las luces mientras que Sarah pasaba unos
dossiers de materiales y costes de fabricación a todos los presentes. Anne se situó de pie entre
nosotras.

-Las consultas que hemos realizado con diversos cirujanos cardiotorácicos de todo el país son
totalmente positivas y la familia de Adam Rollins está dispuesta a intentarlo -afirmó Anne.

Los demás ojeaban la documentación con interés mientras yo hacía esfuerzos por no morderme las
uñas y Sarah los miraba con cara de cachorrito.

-Me gusta -exclamó George-. Es sencillo, útil…

-Por no contar la publicidad que nos daría -añadió Lukas-. ¡Drakecorp salva niños!

-Es un proyecto extremadamente interesante -comentó Kane con su habitual voz calmada.

-Pero prohibitivo -soltó Preston de pronto-. Dígame Dra. Cohen, ¿es correcta la cifra que leo al final
de la página 7?

-Lo es Sr. Preston -contesté sabiendo lo que venía ahora y empezando a enfurecerme.

Connor Warren silbó.

-325.000 dólares por una mesa de quirófano. Tengo coches de altísima gama más baratos -soltó
Warren riendo por su intento de broma.

-Los coches de lujo no salvan vidas Sr. Warren -dije entre dientes aguantándome las ganas de
cambiar su apellido por una palabra infinitamente más desagradable.

-Supongo que la familia Rollins son pudientes para poder pagar semejante dispendio -comentó
Preston.

-Lo pagaría Drakecorp, así como los gastos de la cirugía, atención médica y estancia hospitalaria -
dijo Anne.

Preston se puso en pie golpeando la mesa y nos miró a las tres con furia.

-Se han creído ustedes que empresas Drake es médicos sin fronteras ¿o qué? No permitiré que se
invierta más de medio millón de dólares de esta empresa en una obra de caridad para un solo niño.
Por si no lo saben hay proyectos más importantes -añadió mirándonos como si fuéramos basura.

Todos nos quedamos en silencio. Connor parecía divertido con la escena y esa sonrisa me empezaba
a hacer cuestionarme si no sería subnormal de nacimiento, Lukas miraba hacia la mesa apenado,
George hacia Preston con cara de pocos amigos, Kane observaba el vacío, pensativo, mientras se
acariciaba la perilla, Jennifer tomaba notas, aunque la impresión que daba de verdad era la de querer
esconderse de una tormenta y Preston sonrió levemente con expresión de vencedor. En mi enfado y
decepción interna tuve un segundo para ver como las botas que habían estado reposando sobre la
mesa como un adorno más desaparecían antes de escuchar una voz profunda pero
extraordinariamente femenina.

- ¿Y a ti quien te ha dado el poder de decidir, repeinado?

Por primera vez ese día alcancé a ver a Juls Drake en su totalidad. Algo más alta que yo, castaña,
con el pelo largo sujeto en una coleta alta medio desecha, camiseta vieja con las mangas cortadas de
Iron Maiden, leggins negros y botas de motera. Los ojos, verdes me parecieron, maquillados con
sombra oscura que empezaba a correrse y un tatuaje de estilo tribal en un brazo. La hubiera
confundido con una roquerilla en su último año de instituto si no hubiera sabido que tenía 25 años y
era una de las mujeres más ricas del país. Miré a Sarah y casi me rio al comprobar que estaba
mirando a Juls como si la propia Supergirl hubiera bajado del cielo para salvarnos.

- ¿Di…disculpe Srta. Drake? -tartamudeó Preston.

-Déjate de mierdas Robert, creo haber oído antes que necesitabas un millón para testear el nuevo
móvil que habéis fabricado. No será por eso que te opones a esto ¿verdad?

- ¿Tú no estabas durmiendo? -exclamó Warren sorprendido.

-A diferencia de ti puedo hacer dos cosas a la vez, Connor -contestó ella haciendo que todos menos
Preston y el propio Warren se rieran.

-El W6 nos hará ganar millones el próximo año -dijo Preston mientras miraba desafiante a Juls-.
Esa mesa giratoria solo puede que salve a un niño.

- ¡Oh por Dios, estirado! -levantó la voz ella tirándose las manos a la cabeza-. ¿Te has dejado el
alma en el otro traje feo de Armani?

Anne soltó un bufido ante la cara de ofendido de Preston mientras que George y Lukas se reían a
carcajadas y Kane y Jennifer intentaban disimular sus sonrisas.

- ¿Ese es todo el problema? ¿El dinero? -le preguntó Juls.

-Si Srta. Drake, en los negocios las cosas suelen ir de dinero -respondió él con sarcasmo.

-Muy bien. ¡Anne! Que empiecen a fabricar la dichosa mesa, yo la pagaré de mi bolsillo -dijo como si
pudiera sacar esa cantidad de entre los cojines de su sofá-. ¡Tú! La rubia con cara de rancia.

Tardé unos segundos en darme cuenta de que me hablaba a mí.

-Es Dra. Liz Cohen en realidad -dije molesta.

-Como quieras Doc. ¿Qué probabilidades hay de que el niño sobreviva y se cure usando ese chisme?

Lo pensé detenidamente unos momentos. Debía ser extra realista.

-Entre el 65 y el 80%.

-A mí me vale -comentó-. Y ese chisme ¿podría usarse para otro tipo de enfermedades?
-Pues sí, al menos para una docena más que me vengan a la cabeza ahora -contesté sorprendida.

-Y tú, ingeniera chiflada -ahora le tocaba el turno a Sarah-, ¿de verdad hace todo lo que hacen las
mesas comunes aparte de lo que nos has explicado?

-Si, cla…claro Srta. Drake -contestó ella balbuceante.

-Anne, si ese chaval sobrevive y queda bien empezad a fabricar ese trasto en masa, que haya al
menos una en cada hospital de este país -Anne asintió sonriendo-. Ahí tienes tus beneficios estirado,
lo que más te gusta -sentenció Juls volviendo a repantigarse y a dejar los pies sobre la mesa-

Entonces todo simplemente explotó. Warren se puso en pie y empezó a explicarle, aunque de muy
malos modos, que ella no podía tomar una decisión así sin contar con la junta, pero apenas se le
escuchó en comparación con los berridos de Preston, el último de ellos hizo que un silencio helado
llenara la sala.

-¿Pero tú quien coño te has creído que eres, niñata? -gritó él.

Juls volvió a levantarse, esta vez moviéndose con lentitud, con elegancia, como una pantera a punto
de atacar. El peligro emanaba de tal forma de esos ojos verdes sombreados en negro que pude
apreciar como Preston empequeñecía. Creo que por primera vez vi en ella eso que hacía que los demás
cayeran a sus pies. Parecía una diosa griega, una guerrera amazona, una de esas tías fuertes de las
pelis y las series que conseguían que el mundo se arrodillara ante ellas… y mi estómago dio un salto
mortal hacia atrás, o quizás fuera mi corazón. Un fallo anatómico muy grave contando que soy médico
y que tuve un 9’8 en anatomía.

Se puso frente a Preston sin un ápice de temor en su cara pese a que él le sacaba una cabeza y al
menos 20kgs.

-Te diré quién soy, imbécil. Soy Juls Drake y para mi desgracia y la tuya mis padres, los que
construyeron esta empresa, se calcinaron en un accidente de coche. Así que en lugar de recuerdos
felices y fotos de viajes familiares tengo tanto dinero que podría usarlo para limpiarme el culo, un
lobby de empresas multimillonario y en lo que a ti concierne Preston… tus huevos en mi mano. -En ese
momento él empezó a hincharse como un pavo e iba a contestarle cuando Juls lo remató-. Estás
despedido… y antes de que me repliques, ¿votos a favor de despedir a este capullo? -preguntó
mirando a los de la mesa.

Todos salvo Warren levantaron las manos, incluso Sarah, aunque no pintara nada allí.

-Perfecto -sentenció Juls-. Jennifer, tu hermano ya ha terminado el máster, ¿verdad?

-Sí, hace un par de meses.

-Mathew ¿Qué opinas de Colin Black para sustituir al tonto del culo este?

-Es prometedor sin duda -dijo Kane tranquilamente-, pero necesitaría asesoramiento una
temporada.

-Pues asesóralo tú -ordenó Juls a lo que Kane asintió de inmediato-. Lárgate, Robert, te
mandaremos una caja para que recojas tus cosas hoy mismo.

Casi me dio pena Preston y todo. Ni tiempo a decir esta boca es mía cuando el propio Lukas lo
acompañó a la salida pidiéndole a Lauren que si en 5 minutos no había abandonado el edificio lo
sacaran los de seguridad. Cuando volvió a entrar Juls había vuelto a ocupar su butaca de nuevo con
sus botas sobre la mesa y los demás charlaban divertidos sobre lo ocurrido, menos Warren que
agachaba la cabeza como si temiese que el próximo cuchillo volara hacia él. Pensé que había juzgado
mal a Juls. Bueno, era una playgirl ricachona, pero por lo visto tenía un corazón bajo ese físico de top
model.

-Siento el espectáculo chicas -nos dijo Anne sacándome de mis pensamientos.

Yo negué con la cabeza restándole importancia, pero claro, ahí estaba Sarah.

-¿Estás de coña? Ha sido mejor que un capítulo de Jersey Shore -exclamó para luego ponerse un
poco colorada al darse cuenta de lo que había dicho y en presencia de quien. Pero el hecho de que
todos estallaran en carcajadas hizo que se le pasara rápido.

-No os vayáis a creer que todas las juntas son así -comentó Kane.

-Si lo fueran Juls vendría más a menudo -añadió Lukas haciendo que todos volviéramos a reír
mientras ella fallaba al intentar lanzarle un pisapapeles a la cabeza.

-Mañana por la mañana pasad por mi despacho y nos pondremos con todo lo necesario para que el
prototipo del AR1 empiece a fabricarse de inmediato -nos dijo Anne a modo de despedida.

Asentimos. Sarah hizo un gesto con la mano y se dirigió a la puerta. Yo pensé que debía decir algo.

-Muchas gracias a todos -dije sonriente-. Gracias Srta. Drake -añadí mirándola directamente.

Puso tal cara de extrañeza que no pude evitar sonreír más abiertamente y hacer mutis. En cuanto
cerré la puerta tras de mí Sarah se me abalanzó y nos abrazamos y saltamos juntas. Fuimos hacia el
ascensor y nada más subir ella dijo:

-Flipo con Drake.

-Ya somos dos -contesté sin pensar.


Capítulo 2
Juls

¿Quién me mandaría a mi seguirle el rollo a Lukas? Me había picado con lo de ir a una junta de
empresa a cambio de una cena a base de marisco. ¿Quién dice que no a eso? Además, mariscos
aparte, adoraba ir a cenar a sitios pijos con mi primo. Nos comportábamos como auténticos
cabestros: vestíamos cutre, hablábamos a gritos, usábamos el mantel de servilleta… y ahí estaba la
gracia. ¿Quién se iba a atrever a echar a un Drake? Solo porque teníamos dinero nos consentían lo
que fuera. Éramos un par de capullos, pero joder, era divertido. Así que acepté ir a la maldita junta,
aunque eso no me privó de pasar la noche anterior de fiesta y la madrugada tirándome a Janet, la
guapísima camarera del bar West.

Cuando mi mejor amiga, Jennifer Black, pasó a por mí a las 9 de la mañana para llevarme a la junta
yo llevaba durmiendo exactamente 30 minutos. Me arrastré a la ducha mientras ella hacia café, me
puse lo primero que pillé, me escondí tras unas Rayban aviator y me metí en el asiento del copiloto de
su coche.

-¿Hay resaca? -preguntó Jen divertida.

-Aún no -le contesté con un gruñido-. Sigo borracha.

-Mira, irás a juego con Connor -dijo divertida.

-Ni me nombres a ese baboso o te vomito en el coche -exclamé-. Cuéntame un poco de la jodida
reunioncita, así me puedo dormir, pero luego fingir que me he enterado de algo.

-Pues Mathew presentará el balance anual, Robert quiere dinero para fabricar un móvil nuevo…

-¿Qué necesidad hay de sacar un teléfono nuevo una vez al año? Qué plasta el tío. Yo llevo el mismo
móvil desde hace 4 años.

-Y tienes la pantalla rajada desde hace 3 y medio -comentó riéndose.

-Mientras funcione… -sentencié.

-Nada como una millonaria tacaña. En fin, sigo: Lukas y George quieren abrir unos macro cines en el
extrarradio, Connor va por ir y Anne presentará no sé qué proyecto. Ni idea de lo que va, pero tu
prima suele ser un lince con estas cosas así que valdrá la pena.

Llegamos a Drakecorp y Anne salió a recibirnos. En cuanto vio mis pintas alzó una ceja molesta. Se
tomaba su papel de prima mayor demasiado en serio para mi gusto.

-Estás hecha un desastre Juls -dijo mientras me abrazaba-. Joder, aún hueles a vodka.

-Yo también me alegro de verte, prima. Que conste que me he duchado -respondí.

Subimos al último piso y una vez en la sala saludé a Mathew, George y por último a Lukas
recordándole que me debía una cena. A los otros dos pasé de decirles nada. Connor me daba asco y
Robert se me atravesaba. Me senté en la butaca que me indicaron, subí los pies sobre la mesa y
cerré los ojos. Lukas había dicho que tenía que ir a la junta, no que permanecer consciente…
¡¡chúpate esa, primo!! Durante lo que me parecieron horas hablaron de números, balances, la bolsa… el
runrún de sus voces hacía que me durmiera unos cuantos minutos de vez en cuando.

Cuando Anne anunció que tenía algo que presentarnos hice un esfuerzo por permanecer despierta,
queriendo comprobar esa fama de mi prima en cuanto a ser un hacha. Al notar que entraba alguien en
la sala abrí los ojos ligeramente para no ser descubierta. Eran dos chicas. ¡¡Santa Wonder Woman!!
¡¡Menudo pedazo de tías!!

Tuve que hacer un esfuerzo para que no se me desencajara la mandíbula. Una era morena, de rasgos
latinos y por lo que dejaba ver su bata y su ropa ancha con un cuerpo que la mismísima Eva Longoria
envidiaría. La otra era rubia y algo más baja. Tenía aspecto estricto con las gafas de pasta y el pelo
recogido en un moño, pero con un cuerpazo de escándalo y los ojos más azules que había visto en mi
vida. Si todas las tías de Drakecorp eran así iba a tener que pasar más a menudo por allí. Estaba tan
obnubilada mirándolas que me perdí sus nombres cuando las presentaron y cuando Anne me nombró a
mí fingí un ronquido muy convincente que hizo que todos se rieran. Juls Drake, ninja del vacile, esa
soy yo.

Presté atención a toda su presentación y a los comentarios posteriores. No soy una lumbrera para
estas cosas, pero capté lo básico: niño muriéndose salvable con una mesa de quirófano digna de Star
Trek.

Es muy cara de fabricar y Robert y Connor se oponen… esa mesa no solo salvaría al tal Adam, sino a
mucha más gente. Actúo, me levanto y me opongo a Robert con sumo placer, yo pagaré la dichosa
mesa. Y pensando en el futuro le digo a Anne que si de verdad funciona que la fabrique en masa.

Al verla sonreír no me cabe duda de que ese era su plan desde el principio. ¿Quién sabe si no habrá
usado mi visita para presentar esto sabiendo que me opondría a Robert? Parece que sí que es una
genio. Cuando el imbécil de marras me llama niñata exploto, le pongo los puntos sobre las íes y decido
que me ha tocado los ovarios por última vez. Se que me la estoy jugando, pero espero que mi familia y
Mathew me apoyen y no me equivoco. En 5 minutos esta despedido y saliendo del edificio. Su puesto
lo ocupará Colin. A los hermanos Black les confiaría hasta mi vida, así que creo que he tomado la
decisión correcta. Hablo un poco con las dos inventoras del cacharro en cuestión para que me
resuelvan un par de dudas, la morena contesta con nerviosismo, la rubia altiva y peleona. Me gusta.
Damos por cerrado el tema y cuando vuelvo a mi sitio la rubia me da las gracias con una sonrisa que
me provoca un escalofrío.

Nada más salir ellas todos me miran y salvo Connor empiezan a aplaudirme haciéndome sentir
incomoda.

- ¡Joder! Parad que me duele la cabeza -les digo haciéndolos reír.

A los pocos minutos se da por terminada la reunión y me levanto para empezar a despedirme.

-A las 9 el viernes en Ocean’s -me susurra Lukas al darme dos besos, a lo que asiento contenta.

Le digo a Jennifer que puede marcharse, que volveré por mi cuenta a casa y le prometo no irme de
fiesta tal y como salga de allí.

-Anne -la llamo-, ¿te importa si hablamos un momento?

-Claro Lett, vamos a mi despacho -contesta cogiéndome por el brazo y guiándome hacia los
ascensores mientras yo sonrío al escuchar mi mote infantil.
Bajamos al piso 15 y entramos en su despacho, que es cuarto amplio, con un enorme ventanal a
espaldas de su escritorio y todo decorado con estilo japonés. A Anne siempre le ha chiflado todo lo
oriental. Me siento en la silla frente a su mesa.

-¿Café? -me pregunta caminando hacia una cafetera exprés que tiene sobre una estantería.

-Sí, gracias.

-Era largo con dos de azúcar ¿verdad?

-Si es extralargo te querré por siempre -le contesto haciendo que suelte una carcajada.

Debo decir -empieza mientras deja una taza frente a mí y se sienta en su sillón con otra en la mano-
, que pese a estar de resaca hoy me he sentido increíblemente orgullosa de ti. Y tus padres también
lo estarían -añade tras darle un pequeño sorbo a su taza.

La mera mención de mis padres hace que un nudo se me ponga en la garganta y que cualquier
respuesta ingeniosa o sarcástica que hubiera podido darle se atasque en él.

-Gracias Anne -contesté intentando que mi voz no temblara.

-Bueno, ¿de qué querías hablarme?

Le doy un largo trago al café para serenarme.

-Es sobre el chaval, Adam. Lo que he dicho antes iba en serio, yo pagaré de mi bolsillo.

-Juls, Drakecorp puede pagarlo -me respondió seria.

-Lo sé, pero quiero que guardes ese dinero.

-¿Para qué exactamente? -me pregunta alzando una ceja.

-Para que, si esto funciona, que creo que será que sí porque esas dos científicas chifladas parece
que saben lo que se hacen, crees una fundación. Para ayudar financieramente a gente que no tenga
posibles para acceder a estos tratamientos.

-¡¡¡¡Madre mía!!!! -exclamó Anne-. Teresa de Calcuta, ¡¡¡abandona este cuerpo!!! -chilló haciéndome
reír con fuerza-. Es muy buena idea Juls, así lo haré.

-¿Cuánto costara todo lo de Adam? Y me refiero a todo y solo lo mejor.

-Pues entre el prototipo, la hospitalización y rehabilitación… unos 600.000 tal vez.

-Le diré a Jennifer que te mande un cheque por un millón mañana mismo. Pero que piensen que esto
es cosa de Drakecorp, a mí ni que se me nombre.

-¿Y eso? -preguntó extrañada.

-Tengo una reputación, prima -afirmé.

Hablamos unos minutos más de temas intrascendentes mientras terminábamos el café y le informé
de que me iba a casa o me dormiría en su oficina. Me acompañó a la salida y nada más abrirme la
puerta nos topamos con una escena de lo más curiosa. La ingeniera morena tenía a un chico delgado y
larguirucho sujeto contra la pared mientras la rubia observaba con los brazos cruzados y cara seria.

-Por última vez, Trevor ¿Dónde está mi Optimus Prime? -le chilló la morena.
-Yo que tú se lo diría, es capaz de cortarte las pelotas por esa maqueta -añadió suavemente la rubia.

Miré a Anne ojiplática.

-¿Debo preguntar?

-Mejor no -se carcajeó ella.

-Esas dos son geniales, que no les falte de nada para el proyecto ¿ok? -le dije.

-Claro, te iré informando -me sonrió.

Asentí y me encaminé a la salida del edificio. El aire fresco de la mañana me resultó tan agradable
que decidí ir paseando hasta mi ático. Hacía mucho que yo no veía ni el sol del mediodía y andar unas
cuantas manzanas no iba a matarme. Enchufé los cascos al móvil y cuando fui a poner música vi que
tenía 5 mensajes de Janet. Los borré sin leerlos, dejé que las suaves melodías de Florence+the
machine me envolvieran y eché a andar.

Definitivamente no entendía a las tías: te las tiras una noche y ya quieren una relación de amor
eterno. Bueno, lo cierto es que a Janet me la había tirado unas cuantas veces ya, pero joder, es que
estaba muy buena y yo soy altamente manipulable en esos casos. Quizás debería hablar con ella y
aclarar las cosas, pero hoy no. Sin saber por qué la escena que acababa de presenciar en Drakecorp
volvió a mi mente haciéndome sonreír. Esas dos inventaban una máquina capaz de salvar vidas y luego
andaban amenazando de muerte a un chaval por un muñeco de transformers. Menudo par. ¡Y si! ¡¡Sé
quién es Optimus Prime!! Puede que sea una fiestera ricachona, pero en la intimidad el frikismo se me
sale por las orejas. Aún recuerdo cuando Colin, Jennifer y yo fuimos al estreno de la última película
del Señor de los Anillos disfrazados. Fui la mejor Légolas de la historia. Aunque joder lo que picaba
el pelucón. Me reí yo sola al acordarme de cuando a Colin se le enganchó la vara de Gandalf en la
puerta del ascensor y Jennifer se burlaba de él disfrazada de Arwen comentando que “ahora sí que
no podíamos pasar”.

Llegué a casa entre esos recuerdos y pensamientos, subí hasta el ático y sin cambiarme de ropa ni
nada me encaminé hacia el dormitorio, me derrumbé en la cama, me quité las botas de un par de
patadas y cerré los ojos.

Me desperté cuando el reloj de la mesilla marcaba las 17:23. Normal que el estómago estuviera
haciéndome esos ruidos, llevaba sin tomar sólidos casi 24 horas. Me fui directa a la cocina, puse dos
pizzas de 4 quesos en el horno y comencé a prepararme un batido de plátano, leche y helado. Cuando
estaba listo me senté en la encimera y lo devoré todo en un cuarto de hora. Desde pequeña siempre
había comido como una lima y jamás engordaba, con el consiguiente cabreo de Jen que iba por el
mundo contando las calorías hasta de las lechugas. Observé mi apartamento, aunque sería más
correcto llamarlo loft.

La barra de la cocina americana daba a un gigantesco salón en cuyo centro solo había un sofá
monstruosamente grande, una mesita, un par de butacas a los laterales y pegada a la pared una
televisión de plasma de 70 pulgadas. Salvo donde había ventanas las paredes estaban forradas por
completo por estanterías que llegaban hasta el techo repletas de libros y de dvds. Nada más, ni
decoraciones, ni cuadros, ni una maldita alfombra… aunque quizás debería comprarla, empezaba a
hacer frio.

No necesitaba más, aquella era mi mazmorra, el único sitio donde no era Juliette Drake, heredera
millonaria, solo Juls. Por un pequeño pasillo se llegaba a un baño completo pero sencillo, un cuarto de
invitados que siempre acababa usando como trastero y a mi dormitorio que resultaba algo espartano:
una cama de matrimonio, una mesilla, un armario y un par de posters de pelis enmarcados.

Sí, era millonaria. Desde que mis padres murieron había contado con una cuenta de uso personal
donde jamás me faltó dinero y en la que al cumplir 21 se añadieron más ceros y pude opinar en temas
de empresa si lo deseaba, pero la verdad es que no solía gastar dinero en excentricidades. Tenía un
coche y una moto y no os imaginéis un Jaguar ni nada de eso. Tenía un Jeep porque de vez en cuando
me daba por perderme dando botes por la montaña. Y luego estaba “mi dama”, mi querida Harley
Davidson. Eso sí que había sido un capricho… pero fue amor a primera vista.

Por el resto mis únicos gastos eran en libros y películas, comida y facturas del piso (que tenía en
propiedad por cabezonería de mis primos, que yo de alquiler hubiera vivido genial) y bueno… ir de
fiesta. Contando que siempre he preferido los antros a los clubs de moda eso no me suponía más que
un par de cientos a la semana. A lo que iba, que no soy una gastadora compulsiva, ni colecciono coches
de lujo, ni tengo un yate ni encargo los chuletones en Japón, no me van esas tonterías.

Fregué lo poco que había ensuciado y me paré frente a mi colección de dvds, hoy no salía. Tras un
rato intentando decidir se me ocurrió regalarme uno de mis pequeños placeres. Me vestí con unos
vaqueros rotos en las rodillas, unas converse, una sudadera de capucha y una chaqueta de baseball y
salí a la calle para parar un taxi. Me dejó en el East Village, justo en frente de una pequeña
tiendecita que seguramente era una de las últimas de su especie: W. Videoclub.

Ya, ya ¿Quién va a un videoclub en 2016 y más teniendo semejante colección en casa? Pues yo. Me
encantaba pasear entre los estantes, descubrir cosas nuevas, encontrar pelis que apenas recordaba…
hasta su olor me gustaba. Además, esa tienda tenía un significado profundo en mi vida. Siempre se
hablaba de Drake Entertaiment, su poder como productora en Hollywood, sus multicines, sus tiendas
de merchandising… pero lo que la gente desconocía es que empezó aquí. Mi padre, de quien heredé mi
amor por el cine, compró esta tienda cuando yo tenía 3 años. Veníamos todas las semanas y
alquilábamos las pelis de Disney, documentales de animales, mis primeras series manga, clásicos del
cine en blanco y negro… Cuando murieron seguí haciéndolo. Ni los empleados sabían que yo era la
dueña, solo sabían que quien lo fuera la había mantenido abierta contra viento y marea a lo largo de
los años y que se aseguraba de que estuviera bien surtida.

Cuando entré hice un gesto con la cabeza que me respondió con algo similar y una sonrisa. Iba
siempre que podía así que todos los empleados me conocían de vista, aunque no supieran quién era.
Me fui directa al pasillo de novedades y al girar hacia él me topé con unas vistas increíbles: una chica
estaba doblada por la cintura para coger un Dvd de la balda más baja de la estantería dejándome con
una panorámica genial de su perfecto trasero. Observé el espectáculo enfundado en vaqueros
durante unos segundos cuando ella se incorporó deprisa sin dejarme tiempo a escapar y al girarse y
verme soltó una exclamación llevándose la mano al pecho, mientras sus ojos azules me golpeaban por
segunda vez hoy.

-¡Me cago en la hostia! Qué coño hace mirándome el cu… -empezó-. ¿Srta. Drake? -terminó
reconociéndome.

-Juls -la corregí-. Hola otra vez Doc.

-Liz -me corrigió ahora ella haciéndome sonreír.


Capítulo 3
Liz

La reunión había ido perfecta. Mejor de lo que hubiera podido esperar, y todo porque la jodida Juls
Drake se había sacado un corazón de vete tú a saber dónde y nos había apoyado al 100%. Cuando
despidió al idiota de Preston como quien se deshace de una pelusa de un jersey casi le aplaudo, pero
no lo hice.

Fijo pensaba que esto le daría publicidad o buen nombre o algo así. Pero me importaban poco sus
motivos si convertía el AR1 en una realidad. ¡Y mañana empezábamos! El contrapunto negativo es que
tuve que ayudar a Sarah a buscar su dichoso juguetito y cuando no apareció ir a amenazar a Trevor.
Me sentí como una matona de instituto cuando lo acorralamos contra una pared, pero resultó que
Sarah no estaba loca, Trevor lo había robado. Quién diría que estábamos en una empresa importante
y no en el patio de un colegio donde los niños se robaban los juguetes…

Y ahí estaba yo, toda una supervisora de departamento, amenazando a un diseñador de proyectos
con denunciarlo si volvía a robarle el puñetero juguetito a mi amiga… vivir para ver.

Tras recuperarlo volvimos a nuestros respectivos trabajos hasta la hora de la salida. Di el visto
bueno a un par de modelos, deseché otros y preparé todo para el día siguiente. A las 17:00 me vi en
la puerta principal junto con Sarah mientras me encendía un cigarro.

-¿Vamos a por unas cervezas, rubia? -me preguntó-. Hay que celebrarlo.

-Mañana se curra, morena -contesté-. ¿Qué tal el sábado?

¿Mega hamburguesas y Paulaners? -preguntó sonriente.

-Cuenta con ello.

Nos despedimos y empecé a pasear hacia casa. Vivía en un antiguo apartamento del East Village que
quedaba bastante lejos de la oficina. Todas las mañanas venía en metro (tener coche en Manhattan
es una gilipollez) pero de vez en cuando salía de trabajar y me iba paseando. Eran 45 minutos, pero
oye, andar es sano. Nada más abrir mi puerta escuché un “marramiau” dándome la bienvenida.

-Gómez -grité mientras que él saltaba a mis brazos.

Yo no entregaba mi corazón con facilidad, pero ese gato se lo había ganado por completo. Lo
encontré bajo un contenedor hacía un par de años. Su madre y hermanos eran cadáveres putrefactos
que consiguieron hacerme dar un salto hacia atrás por el asco cuando escuché su maullido.
Armándome de valor metí las manos en aquel revoltijo de pobres animalitos muertos para sacar a un
pequeñísimo gato negro con una extraña mancha blanca en el labio superior, como un bigotillo.
Inmediatamente pensé en Gómez Adams y así lo bauticé mientras lo subía a mi casa para lavarlo bien
y darle de comer. Y aquí estábamos, 2 años después, él era la misma bola de pelo negro con idéntico
bigote, aunque con un par de kilos más. Siempre me recibía con amor cuando entraba por la puerta,
se acurrucaba a mi lado para dormir y me era totalmente fiel. ¿Quién necesitaba una pareja? Como
decía Sarah: El mejor viaje a tirar la basura de la historia.

Dejé el bolso y la chaqueta sin soltarlo de mi brazo para entrar en la cocina y llenarle su bol de
pienso. Vale, Gómez no me era totalmente fiel, lo era a la comida, pero no sería yo la que se lo
reprochara. Si a mí me dieran a elegir entre Jennifer Lawrence y unas costillas… igual Jenn se
pasaba la noche jugando al buscaminas.

Empecé a revolver en uno de los armaritos de encima del fregadero para encontrar algo para picar
cuando me topé con un paquete de palomitas. ¡¡Ñam! Pero claro, las pelis necesitan una peli de
acompañamiento. O igual el dicho era al revés. El caso es que me metí en mi cuarto para cambiarme
poniéndome unos vaqueros ajustados grises, mi camiseta de Tyrion Lannister y mi amado abrigo de
paño negro. Me quité las gafas y me solté el pelo mientras me despedía de Gómez informándole de
que volvía enseguida. Solo tuve que andar un par de calles antes de encontrarme ante W. Videoclub.
Me encantaba alquilar pelis, era tan… vintage. Sarah no hacía más que decirme que me comprara un
disco extraíble y que me descargara las pelis como cualquier “hijo del milenio” decente, pero eso me
fastidiaría la diversión de ir a la tienda a elegirlas en persona. Hasta había llegado a amar el olor de
aquel lugar. Entré saludando a Monty, mi dependiente favorito.

-Hay cosas nuevas, Liz -me dio como bienvenida haciendo que yo me lanzara hacia la sección de
novedades.

Fui estudiando cada caratula con detenimiento, algunas ya las había visto, las que no conocía las
giraba para leerme el argumento. Una con una chica tumbada en la portada llamó mi atención y me
incliné hasta la balda más baja para alcanzarla mientras leía el título. “Mi vida sin mí”. Tal como la
cogí me sentí observada y me erguí rápidamente mientras me giraba a ver qué pasaba. Había una tía
que miraba con cara de idiota al lugar donde momentos antes estaba mi culo. Empecé a decirle de
todo cuando me di cuenta de que la conocía, era Juls Drake. Cuando me dijo que la llamara Juls y yo a
ella que me llamara Liz se generó un momento de silencio incómodo antes de que ella levantara una
mano y señalara la película que había escogido.

-¿Qué llevas ahí?- me preguntó.

-¡Oh! Mi vida sin mí. No la he visto pero tiene buena pinta -respondí con ligereza pese a sentirme
azorada por la situación. Joder, que era mi súper-jefa, la que esa mañana me había aprobado un
proyecto de más de medio millón de pavos.

-Es buenísima, pero espero que estés bien surtida de kleenex en tu casa -me dijo con una mueca
divertida.

-¿Dramón? -pregunté con el mismo tono.

-Y de los gordos -contestó.

-La verdad es que hoy no me apetece llorar demasiado. ¿Me recomiendas algo un poco más
divertido? -Algo me estaba poseyendo para que le hablara a esa mujer con semejante colegueo.
¡¡¡Que era la princesa de NY!!!

Su sonrisa se ensanchó hasta cubrir de una forma preciosa su cara y salió despedida hacia otro
pasillo. Apenas había tenido tiempo de procesar su movimiento cuando volvió con un DVD entre las
manos para hacer el gesto de entregármelo y luego repensárselo y esconderlo a su espalda
ganándose una alzada de cejas por mi parte.

-Debo comprobar que eres digna -dijo como si eso lo explicara todo-. ¿Cuál es tu película favorita?

Me quedé en blanco…
-La primera que se te venga a la cabeza -se corrigió ella misma.

-“El lado bueno de las cosas” -contesté sin pensar más de unas décimas de segundo.

Sus ojos parecieron brillar, su sonrisa se amplió y me entregó la película.

-Eres digna Liz -comentó haciéndome reír.

La cogí y observé el título: “Una historia casi divertida”. No me sonaba, pero en un rápido vistazo al
argumento me pareció de mi estilo.

-Pero el dramón también me lo llevo- dije con seguridad-. Para mañana, o pasado o cuando sea.

Ella se limitó a asentir con su sonrisa deslumbrante. Me quedé pensando que esa forma de sonreír
que estaba viendo ahora distaba mucho de su gesto seductor de las revistas del corazón o de la
sonrisa torcida y peligrosa de esa mañana en la reunión. ¿Cuál de todas sería la de verdad?

-Bueno -empezó sacándome de mis pensamientos-, y tú ¿qué me recomiendas?

-¡Eh! Eso es una gran responsabilidad, eres mi jefa -respondí poniendo las manos en alto como si me
apuntaran con un arma.

Empezó a carcajearse.

-Te he pedido que me recomiendes algo para matar el tiempo esta tarde Liz, no que te conviertas en
Spiderman.

Era un comentario tan digno de Sarah que no pude evitar reírme.

-¿Ves? Si has pillado ese chiste es que puedes recomendarme algo que me guste -me insistió.

Me lo pensé durante unos segundos antes de salir como una bala hacia dos pasillos a mi izquierda. La
había alquilado tantas veces que seguro que era capaz de localizarla con los ojos cerrados.

-Seguro que la habrás visto -dije tendiéndosela para que ella me la robara de las manos y mirara el
título con detenimiento.

-“Las ventajas de ser un marginado” -leyó en voz alta-. No la he visto -dijo mirando fijamente a mis
ojos.

Me llevé las manos al pecho con fingido horror.

-Sacrilegio -exclamé.

-Dijo una Lannister -me contestó dejándome en blanco durante un momento antes de recordar la
camiseta que me había puesto.

-No me lo digas… tú vas de Stark por la vida -le dije con sarcasmo.

Se me acercó invadiendo tanto mi espacio personal que noté como mis mejillas se tornaban rojas en
cuestión de segundos.

-Yo soy una Targaryen, rubia -me susurró al oído antes de volver a apartarse un par de pasos-.
Toma, es mi número -dijo entregándome una tarjeta-. Para que me digas qué te ha parecido la peli.

La cogí temblorosa rozando momentáneamente nuestros dedos mientras ella me guiñaba un ojo, se
dirigía hacia el mostrador, pagaba y salía despidiéndose de mí con un gesto de su mano. Y yo ahí
paralizada como una estatua… genial, ahora pensaría que le había soltado un pastizal a una
investigadora retrasada.

Fui al mostrador, añadí dos chocolatinas a mis películas, pagué y me encaminé hacia casa. Estaba
aturdida, me había pasado un rato hablando de cine con mi jefa, llevaba su tarjeta en mi bolsillo…
¡Mierda! ¿Dónde estaba Sarah cuando hacía falta? Ella hubiera sabido aclararme si había sido una
simple charla entre jefa y empleada, un colegueo, o, como a mí me había parecido, un coqueteo en
toda regla.

Aunque solo necesité caminar media manzana para quitarme esa estúpida idea de la cabeza. ¡¡Era
Juls Drake!! Las revistas del corazón decían que se había tirado a Mila Kunis y a Kristen Stewart… ¿e
iba a ligar con Liz Cohen, doctora de Drakecorp? ¡¡¡Venga ya!!! Va a ser que no. Llegue a casa decidida
a borrar el tema de mi mente, dejé la bolsa del videoclub en la mesilla del salón y me fui a mi cuarto
para ponerme un chándal cómodo y calentito con el que poder tumbarme relajada en el sofá, aunque
el hecho de que Gómez intentara subirme por la chepa dificultó mi cambio de vestuario. Con el bocho
bajo el brazo me metí en la cocina y lo solté para meter la bolsa de palomitas en el microondas
mientras que con la otra mano marcaba con mi móvil.

-Hola hija -me respondió al segundo tono.

-Hola mamá, adivina -dije yo.

-Tienes novio o novia -dijo emocionada.

-No mama -respondí poniendo los ojos en blanco-. Mejor.

-Mmmm. ¿Te ha tocado la lotería? -preguntó extrañada.

Solté una carcajada tremenda. Eso sí que sería un milagro contando que no me había apostado ni un
dólar en mi vida a la lotería.

-Mucho mejor mamá.

-Ay Liz, no me marees con adivinanzas que ya estoy vieja para perder tiempo con tonterías -soltó
haciéndome reír aún más.

-Por Dios! Si tienes 50 tacos, eres una cría.

-49 -me corrigió a toda velocidad.

Bueno, suficiente suspense ya.

-¡¡¡Nos han aprobado el AR1!!! -chillé pensando que me comería una bronca por levantar tanto la voz,
pero su grito de alegría superó al mío en unos cuantos decibelios… y puede que a una taladradora
también.

-Madre mía, Liz… Lo has conseguido.

-Tranquilízate mamá, lo hemos conseguido. A fin de cuentas, Adam es tu paciente.

Mi madre era jefa de cirugía pediátrica en el hospital de Nueva Jersey. Un día que fui a verla la
encontré preocupada y me habló de las necesidades quirúrgicas de Adam Rollins. Ella tenía unos
nervios de acero en el quirófano, pero fuera de él, tras las 4 paredes de su casa, era como si cada
caso fuera de alguien de si propia sangre. Cuando era una niña muchas veces me sentí celosa de su
trabajo y de su atención a sus pacientes, con la edad empecé a comprenderla y cuando terminé la
carrera de medicina simplemente supe ponerme en su pellejo.

-¿Aviso a los Rollins? -preguntó.

-Espera a mañana y creo que podré darte datos concretos y puede que hasta fechas.

-Dale las gracias a Anne de mi parte… y a la loca de Sarah.

-Lo haré mamá, pero que sepas que a la que tenemos que hacerle el altar es a Juls Drake.

-¿La chica esa tan guapa que sale en las revistas? -me preguntó sorprendida.

-Esa misma. Mañana te llamo y te lo cuento todo con detalle, te dejo que creo que Gómez la está
liando -le dije al escuchar ruidos raros que venían desde el salón.

-Vale Liz, eres la mejor. Hasta mañana cariño.

-Adiós zalamera -me despedí riendo.

Saqué las palomitas del microondas, la puse en un bol y salí corriendo hacia el salón para
encontrarme a Gómez con la cabeza metida en la bolsa del videoclub.

-¡¡¡Tú!!! ¡¡¡Gato goloso del demonio!!!

Salió huyendo, perdiéndose por el pasillo. Tuve suerte de llegar a tiempo antes de que lograra abrir
las chocolatinas. Puse la película aconsejada por Juls, organicé la mesa con las palomitas, las
chocolatinas, un paquete de tabaco, un cenicero y los mandos a distancia para luego arrebujarme
bajo una manta en el sofá y darle al play. Mientras comenzaban los trailers escuché un maullido
lastimero desde la puerta. Gómez asomaba la cabeza con precaución.

-Anda, ven aquí, pero el chocolate es mío -le dije mientras le hacía un gesto para que se subiera al
sofá a mi lado y cuando la película empezó estaba hecho un ovillo sobre mis piernas.

Dos horas después me había reído a mandíbula batiente y me había sentido conmovida por esa
historia tan particular. No quedaba comida sobre la mesa, el cenicero estaba lleno y el gato roncaba
suavemente. Juls Drake tenía buen gusto para el cine, pero ni de coña pensaba llamarla ni escribirle
para confirmárselo, aunque su tarjeta me quemara en el bolsillo.

Las 21:00… pronto para acostarse, bueno, quizás no. Había sido un día duro a fin de cuentas… ¿Con
quién intentaba justificarme? Sí, soy una sosa a la que le gusta acostarse pronto entre semana para
poder levantarse pronto y llegar al trabajo despejada. Que me fusilen por ello. Además, me
encantaba dormir. Recogí un poco, apagué todo y me encaminé al dormitorio seguida por Gómez.
Mientras me ponía el pijama y preparaba mi ropa para el día siguiente él hizo una visita a su arenero
y luego se tumbó en su cojín de dormir a un lado de mi cama. Yo fui también a lo mío y aún no eran las
21:30 cuando apagué la luz de la mesilla. En el duermevela, sin saber muy bien por qué, unos ojos
verdes me observaron durante un rato. Me giré hacia el otro lado de la cama mientras bufaba.
Jodida Juls…
Capítulo 4
Juls

Anda que no era casualidad haberme encontrado a la doctora rubia de Drakecorp en el videoclub.
Como si Manhattan fuera pequeño… El caso es que mirándola y remirándola ya por segunda vez la
chica estaba que se rompía de buena. Pero no, nada de liarse con empleadas… vale, mentira, no era
por eso. Era solo que tenía el pálpito de que a la tal Liz no le iban los juegos ni los rollos de una
noche, así que mejor usarla como material masturbatorio y punto. Si, soy una bestia ¿y qué pasa? Ni
que vosotros no pensarais en esas cosas…

Llegué a casa, enchufé la tv y el home cinema y me sumergí en “Las ventajas de ser un marginado”.
Tal como acabó me lancé a por el portátil para encargar en Amazon mi propia película y el libro. Me
había apasionado, la rubia tenía buen gusto cinéfilo… Juls, bórrala que esa es seria…

Era pronto, así que cogí el móvil y busqué el número como pude con lo poco que la pantalla rota me
dejaba ver.

-¿Qué quieres pesadilla? -contestó al tercer tono.

-¿Has cenado? -pregunté.

-No, pero si vas a pedir a nuestro japo me materializo ahí ya.

-Media hora -informé antes de colgar.

El día que Jennifer dijera que no a una invitación a cenar… y más si era comida japonesa. Siempre
era igual, pedíamos y acabábamos tiradas en el suelo frente al sofá devorando Maki de atún, arroz
frito con pollo y empanadillas, animadas por un par de botellas de sake. Hice la llamada y mi amiga y
la cena llegaron a la par. Como predije acabamos por los suelos tragando todo lo posible en cuestión
de minutos.

-¿Hoy no sales? -me preguntó.

-Es miércoles.

-Pero si tú sales hasta en viernes santo -comentó alzando una ceja.

-Estoy cansada Jen, hoy he currado -respondí intentando mantener la cara seria.

-Serás… -me lanzó un rollito de Maki a la cabeza que esquivé de milagro-. ¿Llamas trabajar a ir a
una reunión en la que la mitad del tiempo has estado en coma y despedir a un gilipollas?

-Y aprobar un proyecto millonario… y madrugar enana, madrugar pica -le añadí haciendo que se
riera.

-Vale, tienes razón, es lo más que has trabajado en tu vida. ¡No Juls…! -me frenó cuando me vio
abrir la boca-. Tirarte a las tres secretarias de dirección de Drake Motors en la gala del año pasado
no cuenta como trabajo.

Me enfurruñé. Aquello había sido un esfuerzo logístico titánico… a parte de un placer, pero dicen
que el mejor trabajo es en el que se disfruta ¿No?
-Seguro que ahora le rinden más a Connor -comenté seleccionando con cuidado una tira de pollo
rebozado para llevármelo a la boca con los palillos. Hago lo que sea necesario por la empresa-. Por
cierto, mándale mañana a Anne un cheque de un millón.

-¿De dólares? -exclamó ella con cara de horror.

-No, de monedas del Súper Mario Bros… claro que de dólares.

-¿En concepto de qué?

-¿Seguro que era yo la que estaba dormida en la junta? -pregunté exasperada-. Para lo de la mesa
del chiquillo y su operación.

Se quedó pensativa unos segundos antes de mirarme con intenso cariño.

-Es un detallazo Lett. Mañana a primera hora lo mando.

Nos quedamos unos minutos en silencio mientras acabábamos con la cena.

-Y hablando de la gala de empresa… -empezó ella con una sonrisa perversa.

-¡¡¡No jodas!!!¿Otra vez? -pregunté tirándome hacia atrás hasta estar completamente tumbada con
una botella de sake al alcance de mi mano y poniendo los ojos en blanco.

-El tiempo vuela morena. Ya ha pasado un año. Es en dos semanas.

Se arrastró hasta tumbarse a mi lado y nos quedamos ambas mirando al techo.

-¿Me vas a acompañar este año a comprar TU vestido o me tocará ir otra vez sola? -preguntó
dándome un pellizco.

-Tú sabes elegir mejor Jen, además, sabes que odio los vestidos… y ya de paso las dichosas galas.
Eso fue cosa de ellos.

-Lo sé, cariño -contestó cogiéndome de la mano.

Fueron mis padres los que empezaron las galas de las narices, solo que por aquel entonces me
gustaban. Las hacíamos en casa, venían los trabajadores de la empresa con sus familias. Los niños
corríamos jugando mientras que los adultos bebían copas y charlaban y en algún momento de la noche
todos entonábamos villancicos a coro. Era como una macro reunión familiar. Nada que ver con el
monstruoso acontecimiento en el que se había convertido: hotelazo de lujo alquilado, alfombra roja,
paparazzi, coches de lujo en la entrada, directivos con supermodelos del brazo y solo los empleados
de más rango o proyección invitados.

Cuando acudí por primera vez a los 18 años me enfurecí tanto que me emborraché a costa de una
camarera a la que seduje y más tarde volqué un letrero gigante de empresas Drake sobre el coche de
Connor Warren. Pensándolo bien igual por eso me tenía tanta manía…

En fin, el caso es que, aunque seguía asistiendo por obligación, siempre tenía cerca a Anne o a
Jennifer, planeando como halcones expectantes para evitar que liara alguna. Así que me limitaba a
estrechar manos con desgana y en cuanto podía perderme en algún baño o en algún salón vacío con la
chica guapa que hubiera conseguido ligarme de entre los invitados. Me interesaba tan poco el tema
que al verme capaz de aparecer en vaqueros Jennifer comenzó a ir ella misma a comprarme el
modelito para esa noche. Pero es que para mí esa noche era una noche triste, donde la idea de que
“siempre el pasado fue mejor” se apoderaba de mi mente por completo. Y Jennifer lo sabía, así que
no presionaba demasiado.

-Dime al menos de qué color quieres el vestido -dijo sacándome de mis pensamientos.

-Negro.

-Todos los años igual -bufó.

-Y todos los años me haces ir de cualquier color menos ese. ¡¡¡Vaaaa, porfaaaa Jeeen!!!! -dije
poniendo voz de niña pequeña y subiéndome sobre ella para hacerle cosquillas-. Déjame ir de negro,
¡¡¡porfiiii!!!

Ella se retorcía entre carcajadas suplicándome que parara hasta que al final puso los brazos en alto
en señal de rendición.

-Vale, irás de negro.

Me quedé unos segundos observándola, despeinada, con las mejillas rojas por el esfuerzo de reír,
debajo de mi… y un recuerdo me hizo sonreír. Ella debió verlo en mi cara porque con un golpe de
cadera me echó de encima suyo y se incorporó.

-¿Melancólica Juls?

-Nop, no eras tan buena -comenté haciéndome la dura.

Ella se inclinó sobre mí para dejar un ligero beso en mi cuello que siguió con un lametón hasta el
lóbulo de mi oreja poniéndome todos los pelos del cuerpo de punta.

-Sabes que sí lo era -me susurró al oído con voz extremadamente sensual-. Pero…el instituto ya se
terminó -dijo levantándose con cara de diversión.

Empezó a recoger sus cosas y a dirigirse hacia la puerta.

-Gracias por la cena, Lett. Mañana mando el cheque y empezaré a localizar tu vestido negro. Te
llamaré para contarte novedades. ¡Ah! Y yo te sugiero que te des una ducha fría antes de acostarte,
dicen que meterse con calentura en la cama en estas épocas del año es malo -soltó de carrerilla.

-Te odio -exclamé desde el suelo.

-Me amas -corrigió-. Hasta mañana pesadilla.

-¡¡¡Oye!!! -la llamé antes de que cerrara la puerta.

Asomó la cabeza dando un paso atrás.

-No te voy a quitar el calentón yo Lett -reafirmó riéndose.

-¿Te vienes el Viernes a Ocean’s conmigo y con Lukas? -pregunté.

-Marisco y tu primo… me apunto.

-Eres un putón -le chillé como despedida.

-Le dijo la sartén al cazo. Buenas noches, Drake.

Me quedé en la misma posición, tumbada mirando al techo. Sí, Jennifer y yo estuvimos juntas.
Cuando mis padres murieron yo tenía 14 años. Me fui a vivir con mis tíos, los padres de George, Anne
y Lukas, pero por ser más pareja de edad con ellos pasaba mucho tiempo en casa de los Black. Colin
era mi compañero de correrías y Jennifer mi mejor amiga.

Cuando tenía 16 le confesé a ella que me gustaban las chicas y que me había besado con una
compañera del instituto tras las canchas de baloncesto. Pensé que me daría de lado, pero lejos de
ello ella me confesó que a ella también le gustaban las chicas, aunque también los chicos. Seguimos
siendo amigas, pero también comenzamos a besarnos cuando nos quedábamos solas en su habitación o
en la mía. Los besos dieron paso a las caricias y eso a que perdiéramos la virginidad juntas.

El caso es que nunca le pusimos nombre a lo que pasaba entre nosotras, éramos amigas, ante todo, al
margen de que nos acostáramos. Cuando ella fue a la universidad a estudiar dirección de empresa lo
nuestro se volvió tan cotidiano que una noche en su pequeño cuarto de la residencia nos planteamos
tener algo serio. Pero ambas vimos que nuestros sentimientos eran solo de amistad, así que nos
concedimos una última noche de disfrute mutuo antes de acordar ser exclusivamente amigas. Sin
sexo. Fue difícil, especialmente para mí, que tenía y tengo la líbido un poco desmesurada, pero es que
era tan simple: mi mejor amiga me rascaba los picores y yo a ella… perfecto, sin emociones, solo
deseo y confianza. Recaímos un par de veces, pero con la veintena nos alejamos de ese modus
operandi. Aun así, en noches como esta yo parecía a punto de recaer en los viejos hábitos, pero
Jennifer siempre sabia como frenarme sin que me sintiera rechazada. Ella siempre tuvo más control
sobre sus impulsos que yo, pero, ante todo, siempre sería mi amiga.

Era casi media noche y opté por darme una ducha fría como ella me había aconsejado, aunque como
de costumbre eso conmigo no servía, solo me dejó helada por fuera y cachonda por dentro.

Me metí en la cama tras secarme el pelo y cogí el libro que nunca faltaba de mi mesilla, lo había
leído más de 20 veces y que Liz me lo nombrara solo había renovado mis ansias por él. Siempre me
animaba, me hacía escapar del mundo real, me enseñaba… y las palabras de Tiffany Maxwell eran
como escuchar mi propia voz interior. Aun así, cuando apagué la luz y me deslicé entre las mantas me
acaricié hasta quedar saciada imaginando una melena dorada y unos ojos azules… La mente es una
cabrona y una sádica.
Capítulo 5
Liz

Jueves, 6:30 de la mañana. Tres semanas para navidad (parezco de Love Actually) Me levanté, me
puse la ropa de deporte, le llené el bol de comida a Gómez y salí de casa para echar a correr por todo
el East Village con No Doubt atronando en mi viejo mp3.

¿Quién escucha hoy en día No Doubt? ¿Quién lleva un mp3 a pilas en pleno siglo XXI? Pues en
palabras de Sarah, Liz “Fuking” Cohen. Y la explicación es sencilla: ese grupo me recordaba a mis
años de adolescencia y si se me acababa la batería solo necesitaba llevar una pequeña pila en el
bolsillo o en el bolso. Que me discutieran lo que quisieran, pero yo no me sometía a la tecnología
sacrificando el ser práctica. Y que conste que no llevaba el discman porque se me escacharró hacía
un par de años…

Tras 45 minutos corriendo paré en la cafetería en la que lo hacía todos los días para recoger mi
mocca con leche y sirope de caramelo y mi muffin de chocolate negro. Me lo terminé en la cocina de
casa moviendo el culo al ritmo de “Hey baby” y me encaminé a la ducha con Gómez mirándome quieto
y estoico cual esfinge. A las 7:37 me subía al metro vestida con unos pantalones de vestir de
campana que ocultaban a la perfección mis Adidas de Ed Hardy, una blusa blanca y mi amada
chaqueta de paño negro con una bufanda de imitación cachemir alrededor de mi cuello. A las 7:52
entraba por la puerta principal de Drakecorp con el segundo café de la mañana en la mano y casi
chocaba con Anne en los ascensores.

-Buenos días, Liz -me dijo con gesto alegre.

-Lo mismo digo Anne.

-Te veo contenta hoy -comentó pulsando el botón.

-¿Tú no lo estas con lo de ayer?

-Pues la verdad es que sí, sobre todo con el numerito de Preston.

-¡¡¡Anne Morton!!! -exclamé haciéndome la indignada-. No me digas que disfrutaste con el despido de
un compañero de la junta directiva…

-Pues no se lo digas a nadie, pero ojalá lo hubiera grabado con el móvil, pero no caí -dijo con una
risilla mientras salíamos en el piso 15-. Creo que Colin le dará mil vueltas.

-No lo conozco.

-Es un chico encantador -me informó haciéndome un gesto para que la siguiera a dentro de su
despacho-. Es el hermano de Jennifer, a fin de cuentas. Guapo, dulce, competente y el número uno
de su promoción. Al contrario que Robert todo un caballero -comentó dejando su bolso sobre el
escritorio.

-Si no te conociera, Anne, diría que me lo estás intentando vender -solté riéndome.

-¿Y si fuera así? -preguntó alzando una ceja.

-Te ignoraría sutilmente y miraría a ver si ha llegado Sarah -contesté mirando mi reloj y sacando la
cabeza por la puerta para observar los ascensores.

Escuché la carcajada de Anne justo cuando mi amiga salía de un ascensor. Las 8:00, como un clavo.

-¡¡¡Romero, ven para acá!!! -le grité haciendo que ella me buscara con la mirada hasta localizarme
asomando del despacho de la jefa.

Se acercó hasta mí andando tranquilamente con unos vaqueros extragrandes, una chaqueta de cuero
en la mano, una mochila al hombro y una camiseta en la que podía leerse: “Fuck my… I whatever”

-¿No había nada más sutil? -le pregunté mientras le dejaba paso al despacho y ella se encogía de
hombros.

-Tengo una con un cuadro de Georgia O’Keeffe… ¿Te vale? -me preguntó alzando una ceja.

Pensé que a Anne se asfixiaba al darle un ataque de la risa por escuchar su comentario mientras que
yo negaba con la cabeza entre divertida y alucinada. Conociéndola seguro que era verdad lo de esa
camiseta…

Diez minutos después estábamos enfrascadas en todos los pormenores del AR1. Cuando le dijimos a
Anne que tardaríamos aproximadamente 6 meses en tenerlo listo para prueba puso mala cara.

-¿No puede estar en 3? -preguntó.

Sarah y yo nos miramos descolocadas y me aclaré la garganta antes de tomar la palabra.

-Hay que mandar fabricar las piezas Anne y eso no llevará un mes como poco, luego nos meteremos
con el montaje y solo Dios sabe lo que nos llevará eso. Voy a ayudar personalmente a Sarah fuera de
mi horario laboral “pro bono”, pero siendo dos y teniendo la suerte de que no haya que hacer
modificaciones en las piezas, como poco serán un par de meses más. Y luego hay que testearlo,
porque no pienso subir a Adam a la mesa sin asegurarme de que es 100% segura -expliqué
pacientemente.

-Todo eso lo entiendo -dijo Anne alzando una mano-, pero pongamos que acelero la fabricación de
las piezas, os asigno más personal para el montaje e incluso te pongo una secretaria a ti, Liz, para que
te descargue de trabajo diario y puedas dedicarle más tiempo al proyecto, ¿aceleraríamos el
proceso?

Volvimos a mirarnos entre nosotras aún más sorprendidas.

-Bu… bueno claro, Srta. Morton -balbuceó Sarah-, pero eso incrementaría enormemente los costes.

Anne sonrió ampliamente y sacó un sobre del cajón y nos lo entregó.

-Esto me llegó esta mañana.

Lo abrí sacando de él un cheque. Sarah y yo juntamos las cabezas para leerlo a la vez: “Proyecto
AR1, un millón de dólares, firmado Juls Drake”.

-Reservaremos un tercio para todo el tratamiento de Adam y el resto será para la fabricación a la
máxima velocidad posible sin alterar en absoluto su viabilidad. ¿Estáis de acuerdo?

Yo boqueaba como un pez fuera del agua buscando algo que decir y Sarah… tras unos segundos muda
se puso en pie y empezó a ejecutar una danza absurda mezclada con gritos de alegría. Me recordó al
sombrerero loco.
-Creo que eso te contesta -dije sonriente mientras Anne miraba a Sarah y se reía.

-¿Cuándo podéis mandar los planos a fábrica? -preguntó Anne cuando Sarah se calmó.

-Mañana -respondimos al unísono.

-Joder, menuda eficacia -comentó ella sorprendida-. Pues avisadme en cuanto los enviéis y llamaré
pare meterles un petardo en el culo.

Empezamos a levantarnos para salir de su despacho cuando se me ocurrió una idea.

-Oye Anne, el sábado vamos a salir a celebrarlo. ¿Por qué no te vienes?

Me miró con sorpresa y creo que a Sarah se le estaban desorbitando los ojos.

-Pues… el sábado tengo una cena de accionistas -comentó mientras yo ponía cara de pena-, pero si lo
cambiáis al viernes me uno -añadió mirando de reojo a Sarah para luego sonreírme.

-Claro, no hay problema ¿verdad Sari? -pregunté viendo como ella negaba con la cabeza-. Vamos a
cenar hamburguesas y a beber cervezas, no es muy de tu estilo… -dije dudosa.

-Os juro que después de tanta cena de menú degustación vestida de marca con ejecutivos estirados
una noche de hamburguesas y cerveza me sentará de lujo -comentó haciéndonos reír.

-Pero no vaya vestida así -soltó Sarah de pronto haciendo que yo la mirara con espanto y Anne con
escepticismo.

-Le aseguro Srta. Romero que si algo sé hacer es vestir apropiadamente para cada ocasión -
contestó con seriedad.

Se acercó con un par de zancadas largas y le susurró al oído, pero lo bastante fuerte como para que
yo lo escuchara.

-Y espero que esa noche me llames Anne porque yo pienso llamarte Sarah.

Exploté en carcajadas. No había visto tan colorada a Sarah desde que le pidió un autógrafo a Kaley
Cuoco en una Comic-con a la que fuimos y esta se hizo una foto con ella besándole la mejilla. Pero
claro, era Sarah, y si yo me reía de ella no se iba a quedar atrás.

-Lo haré Srta. Morton -le respondió comenzando a poner una sonrisa que reconocí como peligrosa-.
Por cierto, ha comentado que Liz necesitaría una secretaria durante el proyecto…

-Si, eso he dicho -afirmó Anne algo confundida por el cambio tan repentino de tema.

-Creo que Lauren Green sería la más adecuada. Parece… muy competente -terminó Sarah con una
sonrisilla perversa.

Ahora me tocaba a mí que se me subieran los colores. Noté mis mejillas y orejas arder.

-Me parece buena idea -sentenció Anne-, pero mañana, cerveza en mano, exigiré saber a qué viene
esto -comentó guiñándole un ojo a mi futura ex amiga-. Luego la mando a verte, Liz.

Salimos de allí hacia el despacho de Sarah mientras a mí empezaban a dilatárseme las fosas nasales
como a un toro furioso y ella luchaba por aguantarse la risa. Nada más cerrar la puerta me lancé
sobre ella mientras ella fintaba para intentar escapar.
-¡¡¡Te mato Romero!!!

-Donde las dan las toman Cohen -gritó riéndose mientras me lanzaba al suelo con una llave de
defensa personal.

-Bestia -dije mientras me revolcaba entre distintos robotitos y latas vacías.

Estábamos tan centradas en nuestra “pelea” que no escuchamos la puerta abrirse.

-¿Tú también has intentado robarle su Optimus Prime? -preguntó Trevor con cara de alucinado.

Solo pudimos reír con más fuerza ante el comentario.

Pasé algo más de dos horas en el despacho de Sarah revisando todos los planos del AR1 antes de
que ella introdujera las últimas especificaciones en el ordenador para mandarlo al día siguiente a
fábrica. Decidí no salir a almorzar y encerrarme en mi despacho para ponerme al día revisando
presupuestos, estudiando proyectos y analizando demandas que había dejado un poco de lado el
último par de días. Acababa de denegar una demanda de indemnización por un simple resfriado que le
habían encasquetado a nuestro seguro y me encontraba triturando un estúpido proyecto sobre una
máquina de 10 millones que iba a intentar curar la migraña cuando escuché llamar a mi puerta.

-Adelante -exclamé mientras no dejaba de mirar fijamente la trituradora de papel. Me encantaba


ese chisme.

-Buenos días, Dra. Cohen -me saludaron desde la puerta con una voz que hizo que me tensara de
inmediato y alzara la vista.

-Buenos días, Lauren -respondí dejando que el papel acabara de destrozarse por sí mismo.

-La Srta. Morton me envía -dijo cerrando la puerta tras ella-. Algo sobre un proyecto en el que
usted me va a necesitar.

-Sí, si claro. Siéntate, por favor.

La observé con detenimiento mientras se sentaba frente a mi mesa alisando una arruga inexistente
de su falda. ¿Qué tenía Lauren Green que me pusiera tan nerviosa? Fácil: era alta, rubia,
condenadamente guapa y desde el día que entró a trabajar en Drakecorp su amabilidad para con
todos se había quedado corta con respecto a la atención que me mostraba. Hay veces en las que la
gente te dice que le gustas a alguien y tú te niegas a creerlo, bien porque no ves las señales o porque
no crees que eso sea posible, pero este no era el caso con Lauren. Desde que me vio por primera vez
había demostrado tan abiertamente que yo le gustaba que lograba dejarme descolocada. No eran
tiradas de trastos a lo bestia, sino más bien una complacencia hacia mí y una forma de mirarme tan
deseosa que yo acababa colorada y Sarah escondida debajo de la mesa más cercana para que no la
vieran llorar muerta de la risa.

Si no me hubiera interesado Lauren habría pasado por completo del tema, incluso puede que hubiera
sido borde con ella para que me dejara en paz, pero aun siendo yo un rato antisocial no podía evitar
babear a escondidas por ella. Pero yo tenía la norma de no intimar en el trabajo al margen de lo que
mi cuerpo me gritara, así que cada vez que tenía que interactuar con ella luchaba por ser fría y
profesional. De momento, el que trabajáramos separadas me había ayudado mucho, pero ahora Sarah
me había hecho la 13/14 en venganza e iba a tener que pasar el día con ella.

Con toda la seriedad posible le expliqué en qué consistía el proyecto y por qué iba a necesitar su
ayuda. Se mostró entusiasmada con su nuevo cometido y, al margen de lo que pudiera sentir por mí,
me dio la sensación de que formar parte de algo que iba a intentar salvar vidas la ilusionaba mucho.
Una buena persona. No como las que donan un millón de pavos como si nada con ojos verdes y cuerpo
de escándalo, pero… ¡¡¡¡espabílate, Liz!!!!

Quedamos para el lunes por la mañana para que yo pudiera explicarle sus nuevas funciones y al
acompañarla y abrir la puerta vi a Sarah y a Anne medio escondidas tras el cristal del cuarto de las
fotocopias observándonos. Fingí no haberlas visto, me despedí de Lauren e hice como que iba a la
máquina del café para en el último momento cambiar mi rumbo y entrar por la otra puerta del cuarto
donde se apostaban.

-Hoy no trabaja nadie ¿o qué? -grité haciéndoles dar un bote asustadas.

Ellas fingieron una inocencia de la que no eran dueñas y no saber de qué les hablaba.

-Me alegro de que su trabajo progrese correctamente Srta. Romero -dijo Anne escapándose por la
puerta contraria a en la que yo me apoyaba.

-Gracias Srta. Morton -contestó Sarah-. ¿Qué miras Cohen? -preguntó como si me viera por
primera vez.

-Marujas -susurré con un siseo.

-No sé de qué me hablas, tía loca -dijo sacándome la lengua para escaparse ella también.

Volví hacia mi despacho preguntándome si el que mi plan para mañana por la noche funcionara no
crearía un monstruo insufrible de dos cabezas para ser un grano en mi culo.
Capítulo 6
Juls

Viernes y anocheciendo. Salí de la ducha justo para oír el timbre de mi puerta sonar. Me enrollé en
una toalla imaginando quién había al otro lado. Abrí y solo la saludé llamándola “enana” de forma
cariñosa antes de volver al baño para terminar de secarme y desenredarme el pelo. Me estaba dando
unos tirones tremendos cuando escuché música atronar desde el salón.” Bang bang bitches, bang
bang bitches” decía aquel ruido infernal.

-¡¡Jennifer Black!! -chillé con toda la potencia que mis pulmones podían lograr para que mi voz se
alzara sobre aquel sonido-. Deja de mancillar mi equipo de música con ese ruido.

Se hizo el silencio durante un par de minutos hasta que empezó a sonar Pink: Get the party started.
Eso sí que lo aceptaban mis tímpanos.

-¡¡¡Ohhh yeahhh, baby!!! -grité dirigiéndome a mi cuarto a vestirme.

Entré en el salón unos minutos después para ver a Jennifer de espaldas a mí meneando el culo
enfundado en unos leggins de vinilo al ritmo de So What. Me pegué a su espalda cogiéndola por la
cintura para bailar con ella lo que restaba de canción mientras nos reíamos. Cuando las últimas notas
se desvanecieron la hice girar sobre si misma para dejarla frente a frente conmigo e hice una
profundo reverencia, gesto que ella copió divertida. Observé como una suave blusa de seda roja sin
mangas con mucho escote cubría apenas su torso. Unos botines de tacón de aguja la ponían casi a mi
altura y se había recogido el pelo en una coleta alta acompañada de un maquillaje ahumado que
resaltaba aún más sus ojos grises y sus pómulos perfectamente definidos y unos labios rojo sangre.

-Pretendes que a alguien le exploten los huevos o los ovarios esta noche ¿verdad, J? -le comenté
divertida.

-A todos en general y a nadie en particular -dijo encogiéndose de hombros-. ¿Nos da tiempo a una
birra antes de juntarnos con Lukas?

-Claro -contesté caminando hacia la nevera para volver con un par de 2X.

Cuando le ofrecí una ella me miró con detenimiento de arriba abajo.

-Pues tú también vas guerrera, Juls.

Me había puesto unos pitillo gris oscuro, botas con tachuelas, cinturón a juego y una camiseta negra
semitransparente que dejaba ver un poco de mi sujetador, también negro de encaje. Me dejé el pelo
suelto volcado hacia el lado derecho de mi cara y me maquillé ligeramente con sombra oscura en los
ojos y algo de corrector en el resto. No distaba mucho de mi estilismo de diario, pero yo era de la
opinión de que la comodidad debía prevalecer sobre la moda. Jen era lo contrario, hubiera subido al
Everest con tacones si eso la hubiera hecho parecer más sexy. Tal como terminamos las cervezas
ella cogió su abrigo de vestir y yo una gabardina de cuero hasta los pies, convenientemente forrada
en su interior para este clima, que me compré en mi época de obsesión con Matrix. Rápidamente nos
subimos en un taxi y en aproximadamente 25 minutos llegamos a Ocean’s, donde Lukas nos esperaba
en la puerta. Él también se había vestido para la ocasión con unos vaqueros rajados en las rodillas de
cuyo cinturón colgaban varias cadenas, camiseta apretada negra que marcaba su impresionante físico
logrado jugando a Waterpolo y una chupa de cuero clásica. Quien estuviera acostumbrado a verlo con
traje en la oficina apenas lo reconocería. Jennifer lo saludó con dos besos y yo con un amistoso
puñetazo en el hombro.

-¿Qué habré hecho yo para merecer pasar la noche con semejante par de bellas mujeres? -
preguntó pícaro haciendo que cada una nos colgáramos de uno de sus brazos.

-Absolutamente nada Lukas, solo pagar la cuenta -soltó Jennifer con sarcasmo.

A consecuencia de ello entramos por la puerta del Ocean’s carcajeándonos a un volumen totalmente
impropio de un lugar tan lujoso. Pude ver el rictus en la cara del Maître cuando salió a nuestro
encuentro dispuesto a tirarnos de allí de una patada hasta que segundos después nos reconoció y
compuso una sonrisa más falsa que un billete con la cara de Homer Simpson.

-Buenas noches Sr. Morton, Srta. Drake y compañía -dijo tieso como si tuviera un palo de escoba
metido por el culo.

-No tenemos reserva -comentó Lukas con una sonrisilla traviesa.

-¡Oh! No se preocupen, tengo la mesa perfecta para ustedes -afirmó saliendo de detrás del
mostrador para guiarnos.

-¿Una en el McDonald más cercano? -pregunté en voz alta haciendo que Jennifer empezara a reír.

-Por supuesto que no Srta. Drake, es un honor recibirlos aquí siempre -respondió apurado señalando
una mesa junto a uno de los ventanales.

Nos apartó las sillas a J y a mí y cuando la ayudó a quitarse su abrigo se comió un “gracias Garçón”
que convirtió su cara en puro vinagre.

-Enseguida les mando al Somelier -nos dijo una vez que los tres estuvimos sentados.

-No hace falta -lo frenó Lukas-. Don Perignon y que no pare la cosa.

-Sí señor -contestó huyendo de nuestra vista como alma que lleva el diablo.

-Debo decir chicos, que esta tradición vuestra de traumatizar al personal en restaurantes de lujo
cada día me gusta más -comentó Jennifer riéndose-. Le dije a Colin de venirse, pero pasó.

-Es que tu hermano es un soso para estas cosas -afirmé metiéndome un trozo de pan de ajo en la
boca con un estruendoso mordisco que hizo que una señorona anciana de la mesa de al lado me mirara
mal y yo le guiñara un ojo.

-Pues bien que le dejó el coche a Preston en la reunión de los Hamptons de hace dos años. ¿Qué le
tiró? ¿Liquido de batería usado? -dijo Lukas.

-Creo que sí -contestó Jennifer.

-Lo que me reí cuando empezó a saltarle la pintura como si lo hubiera atacado una bacteria
devoradora de metal -exclamé divertida al recordarlo.

-Hostia, no le he dicho que has despedido a su blanco de bromas favorito -gritó J.

-Pues imagínate cuando Mathew lo llame para ofrecerle su puesto la cara que pondrá -dijo Lukas
haciéndonos reír.
Llegó un camarero muy joven para montar una cubitera junto a nuestra mesa, pero le arrebaté la
botella antes de que le diera tiempo ni a colocarla dentro.

-Vete trayendo otra, chavalín -ordené.

Descorché la botella a lo basto, haciendo que el tapón saltara perdiéndose por vete tú a saber
dónde y que algo del líquido se derramara. Les llené las copas e inicié un brindis.

-Por Robert Preston, el mayor imbécil de la ciudad.

-Amén -gritaron ellos dos.

Medio restaurante ya nos miraba con mala cara y eso que aún no habíamos pedido la comida. La
primera botella de champagne ya había caído cuando vinieron a tomarnos nota de la comida.

-Langosta cocida y un bol grande de mantequilla fundida -dije.

-Vieiras a la crema -pidió Lukas.

-Hamburguesa BBQ -pidió Jennifer haciéndonos explotar de nuevo.

-Pe… pero señorita -empezó el camarero confuso-, estamos en una marisquería, no tenemos
hamburguesas.

El Maître interrumpió la escena como un rayo antes de que J tuviera tiempo para decir algo más.

-Inmediatamente les traemos todo, incluida su hamburguesa, por supuesto -dijo con una sonrisa que
estoy segura de que le dolía.

Antes de que se alejara del todo le chillé que trajera más pan de ajo, ganándome más miradas
reprobatorias a las que contesté lanzando un beso general. Lukas abrió la segunda botella con un
nuevo estrépito y nos sirvió con gesto divertido.

-¿Por qué lo hiciste Juls? -me preguntó mientras yo lo miraba confusa- Tú siempre has pasado de la
caridad -explicó.

-No sé -empecé tras darle un largo trago al líquido casi transparente y de burbujas minúsculas-. Me
tocó la patata.

-Y yo pensando que las únicas patatas de aquí eran las del acompañamiento de la hamburguesa de
Jen -comentó sacándonos otra carcajada.

-Por cierto Lukas, ¿de qué conoces al par de científicas locas esas? -preguntó Jennifer tras
hincarle el diente al primer bocado a su cena que acababan de servirnos.

Él se limpió la boca con el mantel antes de contestar. El muy guarro había dejado resbalar la
bechamel por su barbilla hasta que su camiseta estuvo en peligro.

-Pues nos montaron todos los sistemas sanitarios de seguridad en los primeros macro cines que
abrimos -explicó-. Desde entonces siempre las solicitamos para cualquier tema de sanidad, incluso
para los rodajes. Sarah es una cabra loca y Liz parece una estirada en principio, pero cuando la
conoces es una tía encantadora.

-Si os digo la verdad al principio pensé que Lett había apoyado así el proyecto porque quería tirarse
a la doctorcita -comentó Jennifer regando sus patatas con Kétchup.
-¡Joder! ¿De verdad pensáis que me gastaría un millón de pavos por un polvo con una rubia? -
pregunté asombrada mientras mojaba un buen trozo de langosta en la mantequilla y gemía de placer
tal como entraba en mi boca, relamiéndome exageradamente y con lascivia solo para ver como una
camarera se ponía colorada y casi derramaba el contenido de una bandeja.

-¿Puede? -respondió Lukas ganándose un trozo de pan de ajo entre ceja y ceja-. ¡Oye! Podría ser.

-¡¡Ni por Charlize Theron chaval! Bueno… puede que por esa sí -dije haciendo que él se riera y que
Jennifer pusiera los ojos en blanco.

-Demasiada mujer para ti, Lett -afirmó mi amiga tirándome un beso cuando le puse mala cara.

Seguimos cenando mientras hablábamos de tonterías y acabábamos con tres botellas más de
champagne antes de que Lukas pidiera la cuenta. Al encaminarnos a la puerta vi tal alivio en las caras
de muchos de los clientes y el personal que no pude reprimirme a montar una última escena. Atraje a
Jennifer hasta mí y le planté un morreo de esos que hacen historia mientras ella deslizaba sus manos
hasta mi culo y Lukas le daba palmadas en la espalda al Maître boquiabierto para que volviera a
respirar. Ya me imaginaba los titulares: “otra noche salvaje de Juls Drake”. Salimos corriendo del
sitio riéndonos y trastabillando ya algo contentillos.

-Seguimos la noche ¿no? -preguntó Lukas haciendo que J y yo alzáramos los brazos dándole la razón
a gritos. Subimos a un taxi y le dimos la dirección del West. Puede que allí tuviera que lidiar con
Janet, pero seguía siendo mi pub favorito. Nos dejó en una calle ancha que daba a la esquina del
callejón de entrada al bar. No habíamos andado aun 10 pasos por él cuando Lukas empezó a dar saltos
y a gritar.

-¡Eyyyy! ¡Drakecorp!

Tres caras conocidas se giraron hacia nosotros y yo sentí como el destino se burlaba de mí.
Capítulo 7
Liz

El viernes pasó como cualquier otro día normal en la oficina. Tal como Sarah mandó los planos a
fábrica llamé a mi madre para contarle todo lo que estaba pasando y casi le da un jamacuco al
explicarle que Juls Drake en persona había soltado un millón de su propio bolsillo para salvar a Adam.
Me costó convencerla de que no le diera ese dato a los Rollins, ya que Anne había sido muy clara en
ese punto, pero al final accedió. Quedamos en que me pasaría la semana siguiente para explicar todo
a Leah y Nick y si podía ser también a Adam.

A eso de las 4 de la tarde Anne entró en mi despacho de nuevo en modo ninja.

-Liz, lárgate a casa ya, anda -me ordenó dejándome con cara de sorpresa.

-¿Y eso? Queda una hora y pico.

-Pues porque esta noche salimos, mujer. Échate una siesta que ha sido una semana dura y así tienes
más rato para arreglarte -me dijo convencida.

-Anne, si hemos quedado a las 21:00…

-Es una orden, doctora Cohen -dijo sonriente. Además, no se lo digas a Sarah, pero tengo que irme
corriendo a comprarme ropa un poco más… informal.

Me eché a reír.

-¡Eh! Desde que estaba en la facultad tuve que empezar a vestirme así de peripuesta -dijo
enfurruñada.

Total, que me fui a casa y como me sugirió me eché una siesta de un par de horas. Cuando me mandó
un mensaje avisando de que me esperaba frente a mi casa yo ya estaba más que lista.

-¿Cómo estoy? -me preguntó nerviosa nada más salir yo del portal abriendo su abrigo.

La observé con detenimiento: Skinny jeans rojo oscuro, camiseta de tirantes negra, botines de
tacón bajo, el pelo suelto ligeramente ondulado y un maquillaje sutil pero totalmente nocturno que
acentuaba sus preciosos ojos rasgados.

-Estás perfecta Anne -contesté sonriente-. Y creo que Sarah opinará lo mismo.

Se puso un poco colorada al decir esto, pero opté por no mofarme.

-¿Y tú que llevas? -preguntó abriendo mi gabardina.

No iba muy distinta a ella: skinny jeans negros, botas negras hasta la rodilla con un par de hebillas y
una blusa blanca sin mangas. El pelo me lo había recogido en un moño medio deshecho con un par de
mechones sueltos hacia la cara y poco maquillaje como era mi costumbre.

-Guapísima -comentó sonriente-. ¿Y Sarah?

-La recogemos de camino al restaurante -dije.

Comenzamos a caminar tranquilamente cogidas del brazo hablando de nimiedades. Puede que fuera
mi jefa, pero yo la consideraba mi amiga. Fue ella la que me reclutó para Drakecorp y desde el primer
día sentí que podía fiarme de ella, cosa rara en mí, ya que desconfiaba de todo el mundo por inercia,
salvo de mi madre y de Sarah.

Pero Anne saltó con rapidez esa barrera confiando también en mí. No sería mucho más que 5 o 6
años mayor que yo y aunque era una jefa seria y diligente, sabia dirigir Drakecorp con una amabilidad
que creaba un ambiente de trabajo increíblemente agradable y productivo. Casi empecé a pensar que
debería haberla invitado a salir con nosotras hacía años. Llegamos a casa de Sarah y nos situamos
frente al portal.

-¿No llamas? -me preguntó extrañada.

-Claro -dije sonriente.

Puse mis manos en torno a mi boca para crear resonancia y alcé la cabeza hacia el balcón del primer
piso.

-¡¡Romero!!! ¡¡¡Mueve tu culo para abajo ya!!! -grité con fuerza.

Unos segundos después Sarah se asomó al balcón.

-¡Ya bajo pesada! -me devolvió el grito.

-¡Dejad de chillar a estas horas, verduleras! -se escuchó la voz de una mujer anciana.

-¡A callar, vieja chocha! -gritó Sarah antes de desaparecer en el interior de su piso.

Me giré y Anne alternaba su mirada de sorpresa entre mí y el balcón antes de echarse a reír.

-Lo del telefonillo o mandaros algo al móvil no va con vosotras ¿no?

-¿Y perderme a Sarah diciéndose de todo con la viejecita del 1C? Ni de coña -contesté divertida.

Me encendí un cigarro mientras esperábamos e iba a ofrecerle uno a Anne cuando la vi mirar a mi
espalda con cara de boba. Sarah salía de su portal con leggins negros, camiseta de tirantes, botas de
motera y agitando su melena suelta mientras se ponía una chaqueta roja tipo bomber. Puso la misma
cara de idiota al ver a nuestra jefa y tuve que carraspear para devolverlas a ambas al mundo real,
aunque de lo que de verdad tenía ganas era de darles un capón a cada una y mandarlas juntas a la
cama de una vez.

-Buenas noches, Sarah -dijo Anne que se había recuperado primero.

-Buenas noches, señorita …esto…Anne -balbuceó mi amiga.

-Y a mí que me jodan ¿no? -pregunté mirándola divertida.

-Hola capulla -dijo robándome el cigarro y llevándoselo a la boca para terminarlo.

-¡Gorrona! No soy un estanco.

Andamos un par de calles soltando paridas a las que Anne se unió con celeridad haciendo que Sarah
empezara a relajarse con ella y llegamos a nuestro destino: El Morton’s, la mejor hamburguesería del
barrio. Entramos saludando al dueño que nos conocía desde hacía varios años y que nos puso 3
botellas de Paulaner sobre la mesa antes incluso de que nos sentáramos.

-Parece que sois VIPS -soltó Anne alucinada.


-Hace un par de años pusieron una oferta de cervezas de importación a mitad de precio los viernes
y sábados por la noche y desde entonces prácticamente nos mudamos aquí -le explicó Sarah.

Cogí mi botella y la alcé.

-Esto se merece un brindis.

-¿Sin vasos? -preguntó Anne ganándose una mirada divertida por parte de ambas. Se encogió de
hombros y me imitó.

-Por Adam Rollins -dije.

-Por el AR1 y sus creadoras -contestó Anne sonriéndonos.

-Por Anne Morton, que creyó en nosotras -dijo Sarah logrando que la susodicha le dedicara una
sonrisa más amplia.

Chocamos nuestras bebidas antes de darles un buen trago.

-Joder, está buena -exclamó Anne relamiéndose.

Vinieron a tomarnos el pedido y nuestra pobre jefa volvió a alucinar cuando pedimos una
Hamburguesa doble con bacón y queso suizo fundido cada una, pero como con la cerveza se añadió al
tema con un encogimiento de hombros. Debo decir que mantuvo asombrosamente el tipo al lograr
terminar con tres cuartos de la hamburguesa y toda la ración de patatas que la acompañaba. Aunque
no fue capaz de sumarse a nuestra tradición del trozo de tarta de chocolate y coco como postre.

-Oye -empezó Sarah mirándola con su cuarta Paulaner en la mano-, ¿No deberíamos brindar por
Juls?

-Por mi querida prima hay que brindar con algo más fuerte que una cerveza importada -contestó
Anne vaciando su quinta Paulaner de un trago-. ¿Os hace? Yo invito.

-Pues pagamos y nos vamos al West -dijo Sarah con una sonrisa tontorrona en su cara.

Me conseguí imponer para pagar la cena y nos pusimos en marcha hacia el pub. No íbamos mucho al
West últimamente por falta de tiempo, pero habíamos sido de sus mejores clientas a principios de
año. Me pregunté para mí misma si a Anne le gustaría aquel ambiente tan rokero, bohemio y
desastroso cuando la vi empezando a jugar al pillapilla con Sarah, saltando al potro sobre los
parquímetros y subiéndose a todos los banquitos que encontrábamos en nuestro camino. Iba a ser
que llevaba el punto perfecto de alcohol en sangre para encajar en cualquier sitio, o quizás era su
carácter el que la hacía encajar donde fuera. Estábamos a punto de ponernos en la cola del local
cuando escuchamos un grito que nos hizo volvernos. A fin de cuentas, oír un “¡Eyyy! ¡Drakecorp!” en la
puerta del West no era muy normal. Vi a Lukas y a Anne abalanzarse el uno sobre el otro para darse
un abrazo mientras que Jennifer Black y Juls Drake se acercaban tranquilamente hacia nosotras.

-¿Habéis puesto pedo a mi prima? -preguntó Juls riéndose cuando nos encontramos a algo más de un
metro.

-Ups -soltó Sarah con una carcajada.

-Sois mis ídolos -sentenció Jennifer mirando como Anne se abrazaba a Lukas hasta con las piernas.

-Cuando habéis nombrado este sitio me sonaba y no sabía de qué, y es que me lo han nombrado este
trío calavera -dijo Anne al soltarse de su hermano-. Bueno, esperad que os presento sin una mesa de
juntas por en medio.

Nos volvió a presentar a todos con la voz ligeramente pastosa por tanta cerveza, solo que esta vez
en lugar de estrecharnos las manos nos dimos dos besos como la gente corriente que se conoce en la
calle. No pude evitar un escalofrío al escuchar a Juls susurrarme al oído: “me debes una crítica” para
luego dejar un beso en mi mejilla. Fuimos a ponernos en cola cuando ella nos dijo que esperáramos un
momento y en pocos minutos el portero nos hizo pasar al local pasando por delante de toda la gente
que esperaba.

Mientras los demás buscaban una mesa me excusé para ir al baño y no pude reprimirme, una vez
dentro rebusqué en mi bolso la tarjeta hasta dar con el número de Juls y antes de arrepentirme
mandarle un mensaje. Debía ir más pedo de lo que pensaba para hacer lo que estaba haciendo.

Cuando volví a salir del baño los localicé en una mesa del rincón y mientras me quitaba la gabardina y
el bolso pude escuchar que Anne les contaba la pedazo de hamburguesa que se había zampado. Todos
reían divertidos. También Juls, pero ella lo hacía mientras leía algo en su móvil para luego levantar su
vista hacia mí y sonreírme haciéndome el gesto de que mirara mi teléfono. Me senté y lo saqué de mi
bolsillo discretamente para ver que me había contestado. Era breve, pero me extrajo una sonrisa:
“Las grandes mentes piensan igual “decía. Me reí y lo guardé volviendo a prestar atención a la
conversación general. Acabamos riendo a carcajadas mientras Jennifer nos contaba su cena y yo
intentaba aguantarme las lágrimas al imaginarla a ella pidiendo una BBQ y a Juls mascando pan de ajo
con la boca abierta cuando una camarera se acercó a tomarnos nota.

-¿Qué os pongo -preguntó la chica morena de ojos azules.

-Hola Janet -dijeron Sarah, Lukas y Juls a la vez.

Me bastó con ver que la chica se ponía algo nerviosa y que el ambiente se tornaba algo incómodo
para entender lo que estaba pasando y tirarme una mano a la frente mientras que Jennifer, que
parecía haber detectado lo mismo que yo, se reía retorciéndose apoyada en el respaldo de su silla y
Anne pasaba la mirada entre todos intentando comprender. Saqué voz de no sé dónde para pedir 6
chupitos y 6 cervezas con el asentimiento de los demás y la tal Janet se fue a por ello. Jennifer
señaló a Juls.

-Sé que tú te la has tirado. ¿Tu? -preguntó señalando a Lukas. El asintió divertido- ¿Tú? -le
preguntó a Sarah a lo que ella también asintió-. ¡Esa tía es una crack! -terminó exclamando.

-Si no me tira cacho esta noche me voy a sentir considerablemente ofendida -dijo Anne haciendo
que la tensión se esfumara y que riéramos por su gracia.

Una camarera distinta nos trajo las bebidas, lo que me llevó a pensar que la chica había huido al ver
a tanto antiguo amante suyo en una sola mesa. Nos llevamos los chupitos hacia la boca cuando Sarah
gritó “¡Por Adam!” a lo que todos coreamos. Tragué el tequila con gesto de asco. Nunca me gustó en
realidad, pero parecía dictado por algún tipo de protocolo social, así que había aprendido a tolerarlo.

-Gracias Juls -dije antes de beber rápidamente de mi cerveza para quitarme el regusto del chupito.

Sorprendentemente todos me corearon en esto también haciendo que ella medio escondiera la cara
en el hombro. Era… ¿tímida?

Dimos todos un par de tragos antes de que volviera a crearse una conversación fluida.
-Sarah… -dijo Juls haciendo que mi amiga casi saltara de su silla-, cuéntame la historia de Optimus
Prime.

Anne se atragantó con su cerveza mientras yo reía con fuerza apoyándome en la pared para no
caerme de la silla y Jennifer y Lukas nos miraban sin pillar de qué iba aquello.

Sari contó la historia para todos con pequeño apunte por mi parte y la de Anne mientras que los
otros se reían y ponían los ojos en blanco.

-Bueno, Juls tiene una miniatura de una escoba de Harry Potter que no deja que nadie toque -
comentó Jennifer como si eso zanjara el tema.

La miré con cara de sorpresa y no pude reprimirme.

-¿Qué modelo? -pregunté.

-Una Nimbus 2000.

Moví la cabeza con aprobación. Era la clásica, joder.

-Y ¿por qué no una Saeta de Fuego? -preguntó Sarah recibiendo sendos bufidos de mi parte y de la
de Juls.

-El día que alguien tenga una Barredora que me hable -soltó Anne antes de que nadie pudiera decir
nada ganándose una mirada de devoción tan grande de Sarah que casi me hacer meterme debajo de
la mesa.

-Pues yo me quedo con la Nimbus 2001 -dijo Jennifer consiguiendo que Lukas chocara la mano con
ella.

-Somos… una mesa de Potterheads… -dijo Juls con cara de alucine.

Nos quedamos mirándonos unos a otros en silencio con una sonrisa en los labios.

-¡Eve! -chilló Lukas llamando a la camarera que nos había servido-, otras 6 birras para “La orden del
Fénix” -dijo

Ella nos hizo un gesto desde detrás de la barra con el dedo pulgar en señal de OK.

-¿A esa también te la has tirado hermanito? -le preguntó Anne-. Liz, ¿nuestro seguro de empresa
cubre las venéreas? -dijo ganándose una carcajada general.

Cuando llegó esa ronda volvimos a brindar.

-Ahora te pregunto yo, Juls -dijo Sarah.

Me santigüé mentalmente y eso que no era católica.

-Tú dirás, morenaza -le dio la palabra Juls con media sonrisa.

-¿Te has tirado a Mila Kunis?

Jennifer escupió la cerveza que estaba bebiendo, bañando a Lukas, Anne casi se cae de la silla, Juls
abrió los ojos hasta que las cejas se le pegaron al pelo y yo me santigüé otras tres veces más.

-Sus ganas -comentó Lukas mientras se secaba la cara con la camiseta.


-Y no será porque no lo intentó -dijo Jennifer palmeando la espalda de Juls con cachondeo.

-Es hetero a morir -dijo esta sonrojada para luego darle un sorbo a su botella.

-Y ¿a Kristen Stewart? -volvió a atacar Sarah.

Jennifer volvió a escupir, esta vez sobre la propia Juls.

-¡Por Dios, J! Pareces una llama -dijo Lukas.

-Voy al baño a ver si tienen una ducha -soltó Juls con sarcasmo levantándose mientras que Jennifer
se reía a más no poder.

-¡Ey! No has contestado -le gritó Sarah mientras se iba.

Los otros tres se miraron de reojo sin decir nada.

-Vale, lo hemos pillado -dije haciendo que a Sarah casi se le salieran los ojos de la orbitas.

Tras la vuelta de Juls del baño seguimos hablando de tonterías bebiendo cerveza intercalada con
chupitos. Admito que sentí placer al ver que a ella, como a mí, no le hacía gracia el tequila y que,
también como a mí, le gustaba el Jagermeister. No podía evitarlo y los ojos se me iban hacia ella
cada par de minutos, aunque ella no fuera la que hablara. Debía ya ser la una de la mañana porque la
música de pronto subió de volumen y mucha gente se encaminó a la pequeña pista de baile del local.
Seguimos a la nuestra hasta que escuché las primeras notas de una canción bien conocida por mí:
Tears don’t fall de Bullet for my Valentine. Como si me hubiera leído la mente, Sarah se puso en pie y
extendió la mano para que yo se la tomara.

-Vamos a movernos rubia mía -dijo mientras yo agarraba fuerte su mano y la seguía hacia la pista.

No era la canción más bailable del mundo. Era puro metal, donde los contoneos de caderas lujuriosos
se mezclaban con los botes salvajes al ritmo de las guitarras eléctricas, pero estuvo de moda en
nuestros tiempos universitarios y le teníamos un cariño especial. En uno de mis giros al bailar vi que
Anne y Jennifer se nos había unido en la pista y Juls me miraba fijamente mientras que Lukas le
hablaba al oído. Me ponía nerviosa que me mirara así, pero decidí ignorarla y seguir divirtiéndome.
Capítulo 8
Juls

Parecía que el destino iba a seguir poniéndome a Liz delante una y otra vez. Cuando la vi en la cola
del West con su amiga la ingeniera y acompañadas nada menos que por Anne casi sufro un colapso
cerebral por tanta sorpresa junta, pero que mis primos se lanzaran el uno sobre el otro como
salvajes consiguió disimular mi cara de alucine. Cuando le hice a Liz el comentario sobre la crítica de
la película no esperaba recibir un mensaje 5 minutos después. “Me recomendaste la peli que yo misma
hubiera escogido de conocerla. Es simplemente perfecta” escribió.

Contesté e intercambiamos una sonrisa cómplice. ¡Mierda! ¿Es que esta chica no era consciente de
la forma en la que se iluminaban sus ojos azules al sonreír? Otra vez las tonterías de los otros me
salvaron de quedarme atrapada mirándola de una forma que, seguro, hubiera sido de lo más
reveladora.

Al margen de mi nerviosismo provocado por esa rubia, me lo estaba pasando genial. Siempre lo hacía
cuando salía con Jennifer y Lukas, pero la tal Sarah era tronchante y Anne borracha una revelación,
todo regado por los comentarios sarcásticos de Liz en modo “voz en off”. Cuando Jennifer me
escupió media cerveza encima y fui al baño a lavarme me vi de pronto acorralada por Janet, que me
estampó contra la pila besándome con fuerza, a lo que yo correspondí mordiéndole los labios con
ganas y agarrándola por el culo. Sabía que todo esto con Janet me iba a traer problemas, pero ¿Qué
coño?, esa noche tenía las hormonas descontroladas.

-No sabía que conocieras a Lukas y a Sarah -dijo separándose.

-Ni yo que los conocieras tú -respondí alzando una ceja divertida.

-¿Te molesta? -preguntó.

-No -y noté de inmediato que no le gustó que no me pusiera celosa por ello.

Aun así, se las ingenió para componer una sonrisa seductora.

-Hoy salgo a las 5:00 -me informó-. ¿Me esperas?

-Pues no lo sé, guapa -dije acariciándole el cuello-. Voy con toda esta gente y no sé si podré
escaparme. -Puso cara de decepción-. Depende de cómo vaya la noche te busco y te digo -finalicé
dándole un rápido beso en los labios.

-Vale cariño -me contestó antes de salir del baño y yo hice mi mejor esfuerzo por disimular el
escalofrío que había sentido al escuchar ese “cariño” salir de sus labios.

-¡Me cago en mi calavera! -exclamé en voz alta al quedarme sola.

Pero Janet desapareció de mi mente al volver a la mesa y reincorporarme a las capulladas y risas de
los demás. Cuando Sarah se llevó a Liz a la pista a bailar una canción súper metalera que me sonaba
haber escuchado alguna vez, noté como mi entrepierna me daba un pinchazo. Verla bailar moviendo
las caderas a ese ritmo vertiginoso y saltar restregándose con Sarah me estaba poniendo mala del
todo.

Vi como Anne y Jennifer se les unían y Lukas empezaba a contarme no sé qué de una chica, pero yo
no podía apartar mis ojos de esa diosa rubia que danzaba sonriente. Cuando una nueva canción
empezó a sonar y reconocí Welcome to the jungle de Guns ‘n Roses interrumpí lo que fuera que mi
primo me estuviera diciendo para arrastrarlo conmigo a la pista. Amaba Guns y no era capaz de
quedarme sentada con ellos atronando el local. Sin saber cómo acabé abrazada a Sarah por los
hombros berreando la letra con la voz de falsete de Axel Rose e intentando imitar sus ridículos
pasos de baile. En el siguiente par de canciones continué haciendo el payaso con ella y cuando
Jennifer se nos unió para gritarme al oído que había encontrado mi hermana gemela malvada no pude
evitar echar la cabeza hacia atrás y reír con ganas. Tenía razón, Sarah y yo parecíamos cortadas por
el mismo patrón en cuanto a carácter. Empecé a notar la garganta seca y al decírselo me acompañó a
la barra a tomar otra cerveza. Nos las sirvió Janet, cosa que hizo que ambas nos miráramos con una
ceja alzada desafiante para romper a reír de inmediato. Brindamos sin necesidad de decir por qué,
¿Qué puedo decir? Nada unía tanto como compartir a una tía. Miré hacia la pista y vi a Liz bailando
con Jennifer y a Lukas con Anne. Parecía que esas dos habían hecho buenas migas también.

-Quién me fuera a decir a mí que acabaría de parranda con todos mis jefes… -soltó Sarah de
pronto.

-Bueno, yo he tratado con más gente de la empresa esta semana que en los 11 años anteriores, y
chica, me alegro mazo -le contesté.

-Es que has conocido a lo mejor de lo mejor de tus subordinados -dijo guiñándome el ojo.

-No lo dudo -reí chocando de nuevo mi copa con la suya.

Vi que Lukas se apoyaba en la barra a nuestro lado y pedía otra cerveza.

-Joder, ¿le habéis dado cuerda a mi hermana o algo? -preguntó con fingida cara de horror.

Volvimos la mirada a la pista para verla pegar saltos con Liz y Jennifer. Definitivamente esta Anne
me estaba dejando a cuadros. Y parecía tonta cuando la compramos.

En un rato volvimos a coincidir todos en la mesa.

-Ey, pues la tal Janet no me ha tirado cacho -comentó Anne en plan de broma.

-A esa hay que ir a tirarle -dijo Lukas.

-Ah, pues voy -contestó incorporándose.

Lo que pasó en ese momento fue tan rápido que me costó procesarlo. Vi como Sarah lanzaba su mano
para coger el brazo de Anne y tirarla hacia ella exclamando un: “de eso nada jefa”. Anne caía en su
regazo y segundos después se estaban besando apasionadamente. Lukas y Jennifer soltaron un
“¡Uhhhhh!” Como en las series adolescentes, Liz alzó sus brazos al cielo mientras articulaba algo que
parecía un “Aleluya” y a mí directamente se me desencajó la mandíbula.

-Pe… pero ¿a Anne le van las tías? -balbuceé cuando pude hablar.

Lukas y Liz me miraron como si fuera retrasada.

-Para ser una mujeriega, Juls, tienes el gaydar más escacharrado de la historia -dijo Jennifer
dándome un par de palmadas en la espalda.

Escuchamos un gemido proveniente de estas dos y todos las miramos shockeados.


-¿Luego también vas a querer que sea tu jefa Sarah? -le preguntó Anne probablemente más alto de
lo que pretendía porque todos lo escuchamos.

-Me voy a fumar -exclamó Liz saltando de su asiento.

-Te acompaño -dije levantándome todo lo rápido que pude.

-Jen ¿cerveza? -preguntó Lukas tendiéndole la mano.

-Sí, por Dios -contestó ella con expresión horrorizada.

Salimos del pub y nos apostamos en una esquina del callejón frente a la puerta. Ella encendió un
cigarro y me ofreció otro.

-No suelo fumar, pero con lo que acabo de ver lo necesito -dije cogiendo uno y llevándomelo a la
boca que ella me encendió solícita, haciendo pantalla con sus manos para que el aire no apagara la
llama.

-No me extraña -comentó dándole una fuerte calada a su cigarro-. ¿Y yo como miro a tu prima el
lunes en la oficina? Solo de pensar en la palabra “jefa” me va a venir a la cabeza esa escena -añadió
con una cara de terror absurdamente tierna, como la de un niño asustado.

No pude evitarlo, me empecé a descojonar doblándome por la cintura.

-Sí, sí. Tu ríete -dijo molesta.

Eso solo hizo que me riera más fuerte, que se me saltaran las lágrimas y que tuviera que agarrarme
los costados. La miré a la cara un momento y vi que intentaba contener una sonrisa mordiéndose el
labio. Justo en ese momento oímos como la puerta del West se abría con un sonoro portazo y Sarah y
Anne salieron precipitadamente poniéndose sus abrigos y corriendo hacia la calle principal. Ahí
explotamos las dos y cuando me di cuenta Liz se apoyaba en mi espalda para no caer al suelo. Su risa
era sonora y franca… incontenible y eso me encantó. Era una de las situaciones más absurdamente
divertidas en las que me había visto envuelta desde hacía tiempo. Terminamos de fumar
recomponiéndonos del ataque de la risa cuando al empezar a caminar de vuelta al pub me sujetó por
el brazo.

-No me has dicho qué tal la peli que te recomendé yo -dijo inclinando la cabeza con curiosidad.

-He comprado el libro y la peli.

Ella sonrió sin soltarme del brazo. Quise besarla tal como nuestros ojos conectaron, pero una
vocecita proveniente de una parte de mi cerebro que no usaba demasiado me advirtió que no lo
hiciera y opté por obedecer, así que me limité a ofrecerle el brazo para que se agarrara mejor.

-¿Volvemos dentro, Doc?

-Si vuelves a llamarme así empezaré a llamarte McFly -me contestó con una mueca, pero tomando mi
brazo.

Me reí por el comentario friki y volvimos al pub. Tal y como cruzamos las puertas noté como una
mano me agarraba con fuerza y tiraba de mi arrancándome del lado de Liz. Era Janet mirándome con
expresión furiosa.

-Ve a la mesa Liz -le dije cuando la ví con intención de volver a mi lado para ayudarme.
Se encogió de hombros y se fue hasta la mesa para sentarse con Lukas y Jennifer, pero les dijo
algo con rapidez que hizo que los tres miraran en mi dirección con gestos serios y atentos.

-¿A esa vas a follarte hoy? -me espetó Janet casi escupiendo-. ¿A la rubia estirada?

Respiré profundamente antes de contestarle.

-Mira Janet, hemos follado unas cuantas veces, pero ya está. No somos nada, no vamos a ser nada. Y
en vista de tu forma de actuar paso de lo ocurrido se repita. Te dejé bien claro las cosas desde un
principio, así que ahora apártate de mi camino.

Algo en mi tono debió decirle que iba en serio porque se retiró un paso. Me miró con unos ojos que
de pronto me parecieron de psicópata en lugar de sensuales como hasta ahora.

-Esto no va a quedar así, Drake -dijo para un segundo después desaparecer de mi vista.

Me dirigí cansada hacia la mesa y me senté bufando.

-Si es que… lo que no te pase a ti -comentó Jennifer divertida-. Pedazo de acosadora que te ha
salido.

-De la que me he librado -suspiró Lukas aliviado.

-Merlín nos proteja de las acosadoras -dijo Liz pasándome una nueva cerveza con una sonrisa de
apoyo haciéndome reír.

Volvimos a las conversaciones tontas y fue cuestión de tiempo que comentáramos la apoteósica
salida de Sarah y Anne. Liz y Lukas discutían si era más incómodo ver en esas actitudes a tu jefa o a
tu hermana y Jennifer volvía a meterse con mi supuestamente estropeado gaydar. Un rato después
empezó a sonar “Without me” de Eminem, cosa que me sorprendió ya que no iba con el estilo del
local, pero al ver que a la rubia se le iban los pies la saqué a bailar. Mientras nos movíamos al ritmo
por la pista, pero sin tocarnos se me acercó al oído para hablarme.

-¿Sabes? Odio Eminem, pero está canción hace que tenga que bailar.

Asentí con conformidad. A mí me pasaba lo mismo. Giré hasta ponerme a su espalda y la agarré por
la cintura e hice que nuestras caderas se sincronizaran moviéndose al unísono con la música mientras
ambas rapeábamos la letra y nos reíamos. Cuando terminó sentí añoranza de su cuerpo pegado al mío
durante unos segundos, cuando empezó a sonar Higway to Hell de Ac/Dc y no me había dado tiempo
ni a procesarla cuando Lukas apareció para alzarme en volandas y berrear la letra juntos. Vi como
Jennifer se abrazaba a Liz para imitarnos.

Hora y pico después los 4 salíamos del West. Jennifer y Lukas anunciaron que se iban a casa y yo
me mordí la lengua para no preguntarles si juntos o separados.

-Pues yo voy a buscarme una pizza -comenté.

Liz se giró como un rayo a mirarme con una mueca de ansiedad en su cara.

-¿Puedo ir? -me preguntó algo colorada.

-Otra loca que le gusta comer 4 quesos de madrugada -dijo Jennifer mientras que Lukas le reía la
gracia y yo le sacaba la lengua.

Por supuesto acepté encantada que me acompañara. Nos despedimos y empezamos a caminar en
dirección opuesta a ellos.

-¿Hay dónde comer una buena pizza 4 quesos a las 5 de la mañana de un sábado? -me preguntó tras
un par de minutos de silencio.

-Una de las mejores de NY, Doc.

-¡Llévame contigo McFly! -exclamó extendiendo su mano que yo tomé enseguida riéndome.
Capítulo 9
Liz

Vale, tenía que retractarme de mucho de lo que había pensado de Juls hasta ahora: sí, era una
ligona de tomo y lomo, pero no una niñata mimada y rica. Bueno, era rica, claro, pero no se
comportaba como si cagara billetes de 100. De hecho, revisando todos mis encuentros con ella, era
como cualquier chica de su edad, como Sarah o como yo misma. Y eso me estaba atrayendo aún más
hacia ella. Mientras caminábamos hacia el famoso lugar que vendía pizzas a esas horas intempestivas
y ella me hablaba animadamente sobre como finalizaba todas sus fiestas pateándose media ciudad en
busca de comida basura, sentí que debía alzar las murallas ya, ponerme a cubierto antes de que fuera
tarde. Me paré en seco, cosa que hizo que interrumpiera su charla y me mirara confusa.

-Juls, ¿puedo pedirte algo?

-Claro, tú dirás -contestó con cara de mayor confusión.

-Igual suena prepotente, pero tengo que decírtelo: no intentes nada conmigo, por favor. Prométeme
que no pasará nada entre nosotras -dije mientras miraba detenidamente al suelo, pero sin verlo.

Se hizo el silencio, los coches pasaban de vez en cuando, el viento invernal nos azotaba y ella ni se
movía ni hablaba. Al final reuní el valor para alzar la vista hasta su rostro: tenía la mandíbula tensa y
los ojos perdidos en un punto lejano de la calle. Pasaron unos minutos que se me hicieron eternos
hasta que volvió a mirarme.

-¿Puedo preguntar por qué? -susurró en tono bajo y cortante.

Respiré hondo y ordené mis pensamientos lo más rápido que pude para contestarle.

-Se que te van los rollos de una noche… ¡no te lo reprocho en absoluto! -añadí con rapidez-. Es más,
puede que hasta lo entienda. El caso es que yo no busco eso, ni nada en realidad. Las relaciones no
son lo mío, no las quiero.

Con el comienzo de mi explicación la había visto tensarse aún más, pero hacia el final su gesto había
cambiado a sorpresa.

-En ese caso, ¿por qué no has esperado a que yo intentara algo para decir que no estabas
interesada?

-Porque no quiero malentendidos ni situaciones incómodas. Al margen de que en última instancia seas
mi jefa me gustaría, al menos, tener una relación cordial contigo. Me has caído genial estos días -
finalicé con una pequeña sonrisa conciliadora.

Ella se rascó la frente antes de volver a hablar.

-A ver si lo entiendo: me pides que no pase nada, habiéndote dado cuenta de que saltan chispas
entre nosotras, porque yo soy una mujeriega y tú una solitaria y de todo esto pretendes sacar algo
así como una amistad, ¿es eso? -resumió gesticulando mucho y con cara de concentración.

-Pues más o menos sí, es eso -contesté aguantándome la risa.

Me miró seria para luego cruzarse de brazos mientras que yo la observaba expectante. Me iba a
mandar a la mierda, fijo.

-Estás loca doctora Cohen… pero me gusta tu locura, así que acepto tu absurdo plan -dijo al fin.

Me eché a reír y volvimos a caminar una al lado de la otra. En realidad, yo no quería hacer esto,
quería decirle que no me interesaba y largarme a la carrera a mi casa, borrándola de mi memoria
para siempre. Pero había sido incapaz, no soportaba alejarme de ella. Ahora lo único que quedaba era
esperar a ver cuánto tiempo tardaría en arrepentirme de mi decisión. Porque el miedo que sentía
cuando esos ojos verdes me miraban era lo único más grande que mis ganas de observarlos.

Tardamos unos 20 minutos en llegar a un local con el clásico entoldado a cuadros, típico de los
restaurantes italianos. Casi todas las mesas estaban llenas de gente, principalmente jóvenes, que
parecían encantados de terminar su salida nocturna con un enorme trozo de pizza entre las manos.
Juls habló en veloz italiano con el hombre tras el mostrador para en cuestión de segundos estar
sujetando una caja de pizza, soltar un par de billetes y guiarme hasta la terraza para sentarnos en
unas agradables sillas verdes al lado de una estufa de butano.

-Pensé que te gustaría estar fuera, así puedes fumar -explicó con una sonrisa y abriendo la caja.

-Gracias -le sonreí de vuelta llevándome un trozo de pizza humeante a la boca-. ¡Joder! Está de
muerte -exclamé con el primer bocado.

Ella simplemente asintió masticando.

-Es que es perfecta -empecé tras acabar el primer trozo-. Masa fina y crujiente, con la proporción
exacta de gorgonzola para no eclipsar el sabor de la mozzarella y el pecorino y sin abusar de
orégano.

-Oda a la pizza, por Liz Cohen -soltó carcajeándose y haciendo que me sonrojara-. Tu ibas para
chef, no para médico.

-Pues no te creas que no lo pensé, pero me lo reservo para cuando tu prima se harte de mí y me
despida de Drakecorp. Pondré un restaurante de todos los tipos de comida grasienta y deliciosa del
mundo y haré que Sarah me construya un horno con más potencia que una lanzadera espacial para
hacer que todo se cocine en segundos. Y estará abierto a estas horas para los borrachuzos
hambrientos como nosotras.

Soltó una carcajada tremenda y tuvo que encorvarse sobre la silla.

-Oye, déjame invertir en eso. Es una puta genialidad -soltó cuando dejó de reírse.

Seguimos hablando de tonterías mientras la pizza desaparecía a velocidad alarmante hasta que se
acabó y ambas nos repantingamos satisfechas en nuestras sillas.

-Oye, ¿qué te debo por la pizza? -dije tirando mano a mi bolso.

-Nada -respondió con un gesto de la mano-. Tu compañía cubre de sobra los gastos.

-No me coquetees, Drake -dije alzando una ceja.

-¿Coqueteo tampoco? Esta amistad es una dictadura, Cohen -dijo con tono divertido.

-Va, dime cuánto es -repetí rebuscando en mi bolso.

Ella se inclinó hacia mí con gesto maquiavélico.


-Información.

-¿Ein? -dije sin entender.

-El lunes, cuando el par de cachondas de tu amiga y mi prima lleguen a la oficina quiero que me des
parte.

-¡Eres una maruja! -exclamé haciéndome la ofendida-. Pero vale… hay trato… solo porque me has
descubierto este fabuloso sitio.

Permanecimos un poco más allí mientras me fumaba un cigarro y al ver en mi reloj que eran las 6 de
la mañana pasadas y que empezaba a amanecer le anuncié mi partida. Se puso en pie y le pegó un
silbido tan fuerte a un taxi que hasta mis tímpanos protestaron. Me abrió la puerta y me dio dos
besos en las mejillas que me hicieron temblar un poco.

-Buenas noches, Juls -me despedí entrando en el taxi.

-Buenos días, Liz -contestó sacándome una sonrisa.

Llegué a casa en cuestión de minutos siendo recibida por una salva de maullidos, ruiditos guturales y
bufidos que sonaban totalmente como una regañina.

-Sí, sí, ya sé que te he dejado mucho rato solo. Lo siento -dije quitándome la gabardina y el bolso y
cogiendo a Gómez en brazos para darle un beso en la cabeza y rascarle tras las orejas.

Me paseé un poco por la casa contándole mi noche (sí, hablo con mi gato, ¿qué pasa?) y él me
respondió con algún que otro marramiau como si comprendiera, a veces podría jurar que lo hacía,
porque cuando le hablé de Juls estrelló su pequeña cabecita contra mi mejilla como dándome apoyo.
Me aseguré de que tuviera comida y agua y me fui a mi cuarto, me puse un pijama de franela
calentito, me lavé los dientes, bajé las persianas a tope para que el día no pudiera entrar, dejé la
puerta abierta para que Gómez pudiera deambular a sus anchas y me metí en la cama con un suspiro
de gusto. Y aunque al principio unos ojos verdes me acecharon, pude caer en los brazos de Morfeo
con bastante rapidez.

Me desperté al notar que algo deambulaba y saltaba sobre mis costillas. Abrí los ojos para ver a
Gómez sentado sobre mi tórax con la cabeza erguida y gesto casi divertido.

-¡Ñaña! -soltó moviendo la cabeza.

-¡Ñaña tu madre! -contesté mosqueada.

Me giré hacia el otro lado para poder mirar el despertador sobre mi mesilla notando como el gato
del infierno volvía a removerse sobre mí para evitar caerse de la cama. Las 17:15… ¡joder! Diez horas
planchando la oreja parecía exagerado hasta para mí. Me levanté y pasando de vestirme solo me puse
una bata mullida y calentita sobre el pijama. Me preparé un par de sándwiches de queso a la plancha
y un café y me recosté en el sofá para ver la otra peli que tenía alquilada. Tuve que salir disparada al
poco tiempo a por una caja de kleenex como me había advertido Juls. Era un peliculón, pero capaz de
deshidratar hasta a un camello. Cuando terminó y me recompuse bebiendo mucha agua y limpiando la
mesilla de pañuelos cogí el móvil para mensajear a Sarah.

L-¿Sigues acompañada, golfa?

S-Nop, se ha ido hace media hora.


L-¡Menudo maratón!

L-Mañana tendrás agujetas.

S-Estoy en buena forma Cohen…

L-¿Y… qué tal?

S-¿Me estas pidiendo detalles pornosos, Liz?

S-Esto no lo esperaba de ti….

L-Solo preguntaba que qué tal Sari… sin detalles

S-Pues genial rubia

L-Me alegro morena

S-El lunes en el curro te cuento, que me has pillado para entrar a la ducha

L-Ok… no preguntaré porque no me lo puedes contar mañana…

Cené ligero y volví a la cama. El domingo devolví las películas al videoclub y me agencié un par más
para pasar el día en el sofá. Llegó el lunes y corrí, compre café, me duche, cogí el metro… esa rutina
que para otros era tediosa a mí me aportaba tranquilidad mental. Llegué al trabajo y me metí en mi
despacho con mi segundo café, pero al rato, siendo alguien que se jactaba de cumplir sus promesas,
fui a ver a Sarah. Desde la puerta de su despacho la vi montar vete tú a saber que mientras silbaba
con cara de felicidad. Tuve que reprimir una carcajada para que no me viera sacarle una foto.

-Te veo feliz, Romero -dije a modo de saludo tras esconder mi móvil en el bolsillo.

-Ayyyy mi querida rubia -suspiró tomándome por los hombros-. Nada como una sesión de sexo del
bueno para estar feliz… deberías probarlo.

-Ya veo ya -contesté riéndome a pesar de su perlita del final y me reí más fuerte al ver que su
camiseta desbocada de SOAD no escondía unos arañazos desde su hombro izquierdo hasta vete tú a
saber dónde-. Yo que tú me taparía eso -comenté señalándoselos.

-¡Hostia puta! -exclamó subiéndose un poco la camiseta-. ¡Menuda fiera!

-Bueno… ¿y qué? -dije sentándome sobre una de las mesas.

-¿Qué de qué? -me siguió Sarah extrañada.

-Pues que ¿ahora qué? -pregunté exasperada-. ¿Sois pareja? ¿Ha sido cosa de una noche? ¿Qué?

-¡Por dios Liz! Tú y las etiquetas… Pues hemos follado y ya se verá que más.

-¡Valeee! -dije alzando las manos-. Solo quería saber si podía llamarte “la putita de la jefa” o no… -le
susurré al oído ganándome un capón.

-Ni se te ocurra, Cohen -me chilló mientras yo salía de su despacho despidiéndome con la mano.

Volvía a mi despacho cuando vi a Anne salir del ascensor con las manos en los bolsillos, cara de
estúpida felicidad… y un pañuelo alrededor del cuello. Interesante. Me escondí tras la máquina de
café y discretamente saqué una foto. Travesura realizada. Aunque no pude evitar guiñarle un ojo
divertida al pasar por su lado y señalar sutilmente su pañuelo a lo que ella contestó poniéndose roja y
lanzándome una mirada que pretendía ser amenazante. En cuanto volví a mi mesa mandé el mensaje.

L-Informe del coito entre Anne y Sarah listo

Tardó unos minutos en contestar.

J-Buenos días y esas cosas ¿eh?

J-¿Has dicho coito?

L-Intentaba sonar profesional… Perdona si te he despertado.

J-Da igual. La palabra coito me ha despertado más rápido que un expresso doble…

L-Juls…

J-Perdón, adelante con tu informe

L-Esta es Sarah hace 20minutos *foto de Sarah* Como dato relevante te diré que la canción que
silbaba era Firework de Katy Perry y lleva un buen zarpazo en el hombro.

J-¡¡¡La hostia!!!

L-Y esta es Anne hace 10 minutos *foto de Anne*

L-Dime qué ves raro

J-Lleva pañuelo y cara de subnormal…

L-¡Bingo!

L-Brillante para no haberte tomado aún un café, Drake

J-Tengo mis momentos…

J-¿Algún comentario por su parte?

L-Sarah me ha dicho y cito: “hemos follado y ya se verá”

L-Signifique lo que signifique eso…

J-jajajaja. Ya te lo explicaré

J-Anne debería contratarte para espionaje industrial

L-¿Tenemos de eso?

J-Ni pajolera idea, pero creo que voy a llamar a Kane para sugerírselo

L-Payasa!

J-Ni que fuera una novedad…

J-Que pases un buen día, Liz

L-Tu también, Juls

Dejé el móvil a un lado con lo que seguro debía ser una sonrisa tontorrona en mi cara. Estaba
sacando papeles para revisar cuando llamaron a la puerta… era Lauren. Hasta que la vi entrar no
recordaba que había quedado en explicarle sus nuevas funciones. Tras insistir para que me llamara
Liz y no doctora Cohen me senté junto a ella para explicarle que tipo de documentos debía remitirme
y cuales dejar en un cajón criando polvo. En un par de horas estaba totalmente familiarizada con el
proceso y la cité para empezar a trabajar conmigo en cuanto instalaran su nueva mesa en mi puerta.

-Oye Liz -dijo antes de salir de mi despacho.

-Dime.

-¿Vas con alguien a la gala de navidad?

-Pues… suelo ir sola, así que supongo que no -contesté con vergüenza.

-¿Te gustaría ir conmigo? -preguntó con una gran sonrisa.

-Lauren… yo… -no sabía que contestar.

-Es para conocernos. No tiene por qué ser otra cosa si tú no quieres -me explicó son perder la
sonrisa.

-Bueno… claro que me gustaría Lauren -dije pensando que una noche de diversión no podía hacerme
daño.

Ella solo sonrió aún más antes de salir.


Capítulo 10
Juls

Me dediqué a pasear tras meter a Liz en el taxi dándome igual que mi casa quedara a tropecientas
manzanas. Puede que hubiera aceptado la petición de la rubia, pero definitivamente yo no estaba bien
con ello. ¿Ser amigas? Pero si la única amiga que tenía era Jennifer y aun así me la había tirado…
Vale que me hubiera rechazado, no soy tan egocéntrica, me había pasado antes y todas las veces
había aceptado ese no con la mayor elegancia posible, pero después de eso no había vuelto a ver a la
chica en cuestión. ¿Y esta pretendía que fuéramos amigas? Era absurdo. ¿No se daba cuenta de que
me volvía loca? Y esa era otra: no lo hacía solo por su físico, su carácter me había apasionado. Esa
inteligencia mordaz, esa ingenuidad y su forma de sonrojarse, su total inconsciencia sobre el hecho
de que estaba buenísima… incluso el que se preocupara cuando Janet me abordó.

Cuando dijo que no solo no buscaba un polvo sino que no buscaba nada en absoluto casi me caigo de
culo. Liz estaba hecha para que alguien la amara y la adorara… como a una diosa. Y me tenía pensando
gilipolleces a las 6 de la mañana de un sábado. ¡Joder! Yo no pensaba esas tonterías sobre ninguna
mujer y una caída de esos ojos azules me tenía vagando por la ciudad como un personaje de una mala
película romántica. Paré un taxi y al llegar a casa me tiré en el sofá sabiendo que me sería imposible
dormir, así que enchufé la videoconsola y empecé a matar zombies hasta que mi mente solo se centró
en meterles un tiro entre ceja y ceja a esos feos podridos. Al igual que los libros o el cine, los
videojuegos tenían la capacidad de hacerme centrarme en ellos hasta que el mundo exterior
desaparecía, con el punto extra de hacerme liberar adrenalina. Por lo que no me sorprendí cuando mi
estómago empezó a rugir y vi en el reloj del móvil que eran las 16 pasadas.

No pude reprimir una sonrisa mientras iba a la cocina a prepararme algo. Que se jodiera el mundo,
Liz y cualquier cosa fuera de mi piso siempre que me quedaran bichos que matar en la pantalla. Hacia
media noche se me empezaron a cerrar los ojos así que opté por apagar todo, quitarme el atuendo
que llevaba desde anoche y lanzarme a la cama para descansar después de 48 horas despierta. Dormí
hasta pasada la hora de comer y reanudé mi ritual gamer picando comida hasta bien entrada la
madrugada.

Me despertó el sonido del sable laser que usaba como tono de mensaje. ¿Quién coño manda
mensajes a las 10 de la mañana? Cuando vi que era Liz salté de la cama. Me reí a carcajadas cuando
leí lo de su informe de “coito” entre Anne y Sarah y fui respondiéndole mientras me preparaba un
café. Con el primer trago caí en la cuenta de que estaba madrugando para hablar por mensajitos con
una tía que me había rechazado. Pero… ¡¿qué cojones?!

Me despedí de ella de forma educada pero cortante y tras acabar el café me puse ropa de deporte
y me eché la bolsa al hombro. Cuando ya iba a salir por la puerta me quedé mirando el casco y la
chupa que colgaban del perchero y los cogí también. Bajé hasta el garaje y en cuestión de minutos
“mi dama” y yo atronábamos por las calles de Manhattan a toda velocidad dentro de los límites
permitidos. Ya me había advertido que otra multa por exceso de velocidad y ni los contactos de mi
familia me librarían de perder el carné, así que últimamente me andaba con cuidado.

Crucé el puente de Brooklyn para llegar al poco al Mighty Drake. Sí, también era de mi familia y su
nombre se debía a que George era un fanático de las películas de Rocky. Llevaba un tiempo sin
pisarlo, pero en cuanto lo hice me entregaron la llave de mi taquilla sin necesidad de pasar siquiera
por recepción. Me dirigí como una bala al primer saco desocupado que vi y tiré al suelo de cualquier
manera la bolsa de deporte y la chupa. Empecé a lanzar combinaciones de derecha e izquierda contra
el saco para al poco tiempo empezar a intercalar ganchos. ¿Qué cojones te pasaba, Juls? Estás
perdiendo el norte por una doctorcita mona que te ha dado calabazas. Tú no sientes NADA por ella.
Solo quieres follártela. Los sentimientos te hacen débil. El amor es una puta…

Y mientras mantenía este dialogo interno conmigo misma los golpes se volvieron más furiosos y
descontrolados hasta que lancé una patada con todas mis fuerzas haciendo que el agarre metálico
que sujetaba las cadenas del saco temblara peligrosamente. Paré llevándome las manos a las caderas
e inclinándome para intentar recuperar el aliento cuando una voz a mi espalda me asustó.

-¿Qué te ha hecho el saco, Lett?

Me giré rápidamente para quedar frente a un mostrenco de 1’95, barba poblada y salvaje pelo
rizado negro como el azabache con unos ojos casi idénticos a los que yo veía cada vez que me miraba
al espejo.

-Ponte un cascabel o algo al cuello, George -le dije sin humor estirándome en lo posible para no
verme tan canija al lado de su imponente figura.

Aunque daba igual lo que intentara, su físico ancho y musculado siempre me hacía sentir como un
chucho mojado y minúsculo.

-Te veo estresada -empezó con una sonrisa-. El saco no tiene culpa de tus problemas primi… ¿Qué
ostias has hecho, Juls? -tronó de pronto mirando mis manos.

¡Mierda! Se me había olvidado vendarme. Mis nudillos escupían sangre de forma alarmante y solo al
mirarlos me di cuenta del ardor que despedían.

-¡Jon! Tráeme el botiquín -le gritó George a uno de los empleados mientras me arrastraba hacia uno
de los banquillos con la facilidad con la que el viento empuja una hoja. Me sentó con un empellón de
sus enormes manos sobre mis hombros y se arrodilló frente a mí al mismo tiempo que el tal Jon
aparecía a la carrera con el botiquín. Lo despidió con un gesto y tomó mi mano derecha para luego
rociarla con un buen chorro de yodo mientras yo me mordía el labio inferior para no lanzar un grito
por el escozor.

-¡Eres imbécil! -afirmó mientras agarraba mi otra mano para rociarla también-. Ya no eres una
novata como para caer en estas tonterías.

Y era cierto, llevaba casi 10 años aprendiendo artes marciales combinadas. Pegarle al saco con las
manos desnudas no había sido la mejor idea de mi vida. Ahora mismo las sentía como si me hubiera
dedicado a estamparlas contra hormigón armado durante un buen rato. Es más, al mirar el saco con el
que había estado entrenando pude ver como la sangre goteaba por uno de sus laterales.

-Perdona George. Se me ha ido -dije avergonzada agachando la cabeza.

-No Lett, si se te hubiera ido te hubieras metido en una pelea salvaje con un sparring. Esto es otra
cosa -dijo con sabiduría mientras comenzaba a vendarme-. ¿Qué ha pasado?

No pude evitar mirarlo con cariño. Cuando murieron mis padres, tío Thomas y tía Nadia se hicieron
cargo de empresas Drake además de acogerme. Por ende, sus hijos, George, Anne y Lukas se vieron
casi tan desprovistos de afecto paterno como yo. Mientras sus padres trabajaban en esa obligación
heredada forzosamente, mis primos se convirtieron en mis cuidadores. En especial George, que tenía
10 años más que yo y que cursaba el último año en la facultad de cine cuando yo me mudé con ellos.

Tío Thomas era el cabeza de familia, pero George se convirtió en mi figura paterna. Había visto a
Lukas como mi par por semejanza de edad y a Anne como a una hermana mayor gruñona, pero George
encarnaba todo lo que yo había amado de mi padre: amable pero serio, divertido pero sabio, severo y
cariñoso a la vez. Y aparte de Jennifer el único que podía leerme como si de un libro abierto se
tratara.

-Hay una chica -susurré aún con la cabeza gacha.

-Y no es una chica de polvo y fuera ¿no? -preguntó divertido.

-No lo es. Y me aterra… -confesé con esa sinceridad que solo usaba con él.

-Pequeña -empezó con tono cariñoso mientras vendaba mi otra mano-, el amor es inexorable.

-Y fugaz -añadí cortante.

-Y una bendición mientras se padecen sus síntomas.

Bufé mosqueada mientras abría y cerraba las manos para cerciorarme de que no hubiera lesiones
más allá de las heridas.

-Lett -dijo tomando mi barbilla para que alzara mi rostro hasta que nuestras miradas se
encontraron-, no todo al que quieras se marchará.

Siempre acertaba el muy cabrón.

-Si esa chica te hace reaccionar así es que vale la pena. Recuerda que la vida es luchar o volar,
primita -dijo sonriente mientras se incorporaba y cogía su bolsa de entrenamiento-. ¿Quieres que te
lleve a que te hagas unas radiografías de esos cúmulos de carne picada que antes llamabas manos?

No pude evitar reírme por el comentario.

-Estoy bien, George -aseguré mirándolo a los ojos para confirmárselo.

-Lo imaginaba -comentó con una mueca-. No vueles pequeña, lucha -me susurró antes de marcharse.

Al rato volví a subir en la moto que conduje con cautela debido al dolor de mis manos y en un rato
me encontraba de vuelta en Manhattan para aparcar frente a un antiguo edificio de tres plantas del
Upper East Side. Llamé al telefonillo y la puerta se abrió sin que me contestaran. Tampoco me
sorprendió llegar al último piso y encontrar la puerta del apartamento abierta. Entré cerrando de un
portazo parándome a dejar el casco en la consola de la entrada para luego acariciar al precioso
labrador negro que se me subía pidiendo atención.

-¿Qué te pica, pesadilla? -me gritó una voz desde el interior de la vivienda.

Caminé hasta el despacho con la seguridad que me daba conocer aquella casa como la palma de mi
mano mientras Pat, el encantador chucho, que debía su nombre a la obsesión de su dueña con Patrick
Bateman, me seguía de cerca. Una luz mortecina de un flexo me recibió para, al ajustar la vista,
poder divisar a Jennifer encorvada sobre el ordenador.

-Te estoy escribiendo el discurso para la gala -me informó sin volverse a mirarme.
-¡Puta gala, puta empresa, puto apellido Drake! -exclamé dejándome caer en el sofá para luego
proferir un sonido gutural al saltarme Pat sobre el estómago-. Puto perro.

-¡Pat, ataca! -chilló Jennifer sin dejar de teclear con celeridad.

Mas su orden solo obtuvo que el perro me babease toda la cara.

-¿Qué haces despierta, a todas estas? -preguntó-. Aún no es mediodía.

-Mal día -suspiré.

-Pero si aún no te ha dado tiempo -dijo girándose y abriendo los ojos desorbitadamente al ver mis
manos envueltas en vendas ensangrentadas-. ¡Jesús, María, José, la mula, el buey, el niño que caga y
todo el Belén! -exclamó con esa expresión tan suya que siempre conseguía arrancarme una
carcajada-. ¿En la cara de quién te has dejado puestos los nudillos? -preguntó mientras se levantaba
y se acercaba hacia mí.

-En un saco de boxeo. Así que tranqui que no tendrás que redactar ninguna nota de prensa -dije
riéndome.

Sostuvo mis manos sobre las palmas para examinarlas unos segundos hasta que hizo que me
levantara de un tirón y me empujó hasta el baño.

-¿Quién ha sido el genio que te ha vendado sobre heridas abiertas? -preguntó observando mis
manos a la luz bastante más potente del baño.

-George.

-Genial, que te cure un cromañón. ¡Ole tu coño, Juls! -dijo enfadada mientras me arrancaba las
vendas consiguiendo que el dolor me dejara sin una buena contestación que darle-. Necesitas puntos
-sentenció tras dejar mis manos al aire.

-Jen, ¿tengo que recordarte que solo hiciste un semestre de enfermería?

-¿Y yo tengo que recordarte que con 16 años intentaste curarte una quemadura de tubo de escape
con dos tiritas?

-¡Touché! -dije riendo.

-Voy a llamar a Liz -dijo poniéndose de pie.

Noté como mi corazón se disparaba y empezaba a sudar.

-¿A Liz? ¿Cómo que a Liz? -pregunté pensando que había escuchado mal.

-Es la única médico que conozco que no le irá con el cuento a la prensa. ¿Se te ocurre otro? -me
preguntó con cara de decisión.

-¿Qué pinta aquí la prensa? Ha sido un accidente entrenando -exclamé.

-Titulares: Juls Drake se mete en una pelea que le destroza las manos -soltó ella con sarcasmo.

Me quedé en silencio mirando con interés los azulejos mientras ella desaparecía escuchándola
hablar por teléfono unos momentos después. Volvió y se quedó observándome apoyada en la pared.

-Vendrá en 15 minutos -dijo, a lo que yo asentí sin apartar la vista del mismo punto.
-¿Hasta qué punto es ella responsable de este ataque de furia repentino? -preguntó después de
unos cuantos minutos en silencio-. Vamos Lett, vi como os mirabais el viernes -dijo con gesto
divertido cuando la miré con horror.

Sonó el timbre.

-Luego me lo cuentas -comentó saliendo hacia la puerta.

Cuando volví a levantar la vista me topé con Liz mirándome. Esto era una puta pesadilla. Se arrodilló
frente a mí para tomar mis manos con gentileza haciendo que su tacto lanzara descargas eléctricas
por todo mi sistema nervioso.

-Se me olvidó vendarme antes de empezar a boxear -le expliqué mientras ella se quitaba el abrigo
para pasárselo a Jennifer que esperaba en la puerta del baño.

Solo asintió y empezó a sacar cosas de una mochila. Cuando vi el kit de sutura miré hacia el techo
respirando hondo.

-Si alguien se marea con los puntos que se largue ahora o calle para siempre -dijo cómicamente para
descubrir que Jennifer desaparecía como un rayo.

-¿Siempre eres tan descuidada con tu entrenamiento? -me preguntó mientras yo notaba algo
punzante clavarse en el nudillo medio de mi mano derecha.

-No, qué va. Ha sido un descuido idiota.

-Y por lo que me ha dicho Jennifer luego te has dejado vendar y has hecho un trayecto en moto -
comentó alzando una ceja-. Eso es aún más idiota.

Iba a contestarle una bordería cuando vi como tiraba del hilo que salía de mi mano. Mejor no
cabrearla ahora.

-Tienes cojones Drake, eso te lo admito -comentó mientras fijaba un apósito sobre los puntos.

-Ese es mi segundo nombre -dije con una felicidad que en realidad no sentía.

-Pensaba que era Eleanor -respondió empezando a coser algo en mi otra mano.

La miré con sorpresa hasta que vi como daba una puntada sobre lo que antes había sido mi meñique y
aparté la vista a toda velocidad. No por asco o por miedo, más bien porque era mi mano la que estaba
siendo tratada como los bajos de un vaquero desgarrado.

-¿Cómo sabes mi segundo nombre? -pregunté esta vez con la vista fija en las formas geométricas
de la cortina de ducha de Jennifer.

-Lo pone en Google -contestó sin apartar la vista de su trabajo de costura.

-¿Me has googleado?

-Cuando vi como tratabas a Preston tuve curiosidad por si tenías expediente criminal como sicaria -
explicó con una sonrisilla de suficiencia.

-Qué chistosa -murmuré para morderme el labio otra vez conteniendo el dolor.

Puto yodo. ¿Es que no existe algo que sirva para desinfectar heridas que no se sienta como lava
candente?
-Si no dejas de morderte el labio tendré que darte puntos ahí también -amenazó, aunque su gesto
divertido demostraba que era una broma.

-¿Dónde he de firmar para que le cosas la boca? -soltó Jennifer, que había reaparecido en la
puerta.

-Admite que echarías de menos mis tonterías.

-Bueno, esto ya está -dijo Liz poniendo el ultimo apósito-. Cámbiatelos una vez al día, lavándote bien
las heridas antes y volviendo a desinfectártelas. Al no ser profundas creo que en 4 o 5 días podré
quitarte el zurcido.

Asentí sin poder evitar sentirme turbada por la situación.

-¿Qué te debo, Doc.?-pregunté para arrepentirme al segundo, pero ella no pareció ofenderse.

-Llevaba sin dar puntos desde que acabé la residencia así que si no se te gangrenan y se te caen las
manos estaremos en paz. Si eso pasara yo no he estado aquí y no os conozco -dijo sonriente mientras
Jennifer se descojonaba de mi cara.

Anunció que tenía que volver al trabajo por lo que ambas la acompañamos a la puerta.

-¡Uy! Se me olvidaba -exclamó sacando una caja de su mochila y entregándomela-. Por si te duele.

-Gracias por todo Liz -dijo Jennifer abrazándola.

-Sin problema, solo procura que no se abra la cabeza haciendo puénting o algo así -bromeó la rubia
devolviéndole el abrazo.

-Estoy aquí ¿sabéis? -pregunté mosqueada.

-Lo sé Juls -respondió mirándome directamente a los ojos-. Cuídate anda.

Se alzó un poco sobre la punta de sus pies para dejar un beso en mi mejilla por sorpresa y se
marchó con un gesto de cabeza como despedida.

Jennifer cerró la puerta, se perdió por la casa y volvió en segundos tendiéndome una cerveza
helada.

-Vamos al sofá -ordenó y yo me limité a seguirla.

Un dato curioso sobre Jennifer es que pese a tener un piso enorme, solo usaba la mitad de él. Hacia
su vida en el despacho a excepción del tiempo que pasaba en el dormitorio, el baño o la cocina.
Mientras tanto el enorme salón de estilo modernista, los dormitorios de invitados y la preciosa
terraza de diseño con jacuzzi permanecían en un estado impoluto que recordaba a un museo, pero sin
ser usados. Así que volvimos al despacho con Pat tumbándose en la alfombra a los pies del sofá.

-¿Me lo cuentas o tengo que adivinarlo? -preguntó abriendo su cerveza y también la mía al ver que
me costaba por los puntos.

-Quiero verte adivinar -dije divertida-. Sköl.

-Sköl -contestó dando el primer trago-. Vale pues. Liz te gusta, pero no como te gustan todas. No
solo la quieres en tu cama, la quieres en tu vida. Estás sintiendo cosas que no sabes cómo interpretar
ni como encajar, porque Juls Drake ni siente ni padece y menos por una mujer, porque amar es
debilidad y no te lo permites a ti misma. Pero hoy las emociones se te han descontrolado y has tenido
tanto miedo que te has puesto en plan salvaje con un pobre saco de boxeo. ¿Me he acercado? -dijo
de tirón sin apenas respirar para luego darle otro trago a la botella.

Mientras había ido hablando mi boca se había ido abriendo hasta cuando terminó que debía parecer
un buzón de correos. Por eso la cerré e intenté buscar el poco de dignidad que me quedaba en un
cambio de postura, cruzando las piernas y haciendo girar mi botellín sobre el brazo del sofá. Jodida
pitonisa Lola.

-Primero, a mí no me gustan todas -afirmé ganándome un bufido divertido como respuesta- y


segundo y lo más importante: puede que tenga sentimientos por esa rubia, pero los eliminaré de mi
cuerpo como si de una gripe se tratara.

-Juls…

-No Jen -la interrumpí-. Deja que me deshaga de esto a mi manera, por favor te lo pido.

Algo debió de ver en mi cara que la hizo desistir y cambiar de tema empezando a leerme el discurso
que debía leer en la gala. Entre cerveza y cerveza añadimos unas cuantas frases de mi propia
cosecha que le darían mi toque personal y un tono más ameno. Si iba a tener que recitarlo al menos
que no me durmiera haciéndolo. Aunque no me dejó añadir referencias a Los juegos del hambre…

-Tengo tu vestido -dijo de pronto corriendo hacia un armario ganándose un gruñido de Pat al casi
pisarlo.

-Eres un genio, enana -dije sonriente al verla desplegarlo.


Capítulo 11
Liz

Vale, lo de recibir una llamada de Jennifer para que le diera puntos en las manos a Juls había sido
raro. Aunque cuando me explicó los problemas que podría tener si la llevaba a un hospital y alguien de
la prensa se enteraba no dudé en salir corriendo del trabajo y darle una generosa propina al taxista
para que me llevara a la dirección de Jennifer todo lo rápido que pudiera. No era grave por suerte y
Juls parecía avergonzada, como una niña pequeña, lo que me hizo pensar que de verdad había sido un
accidente entrenando y no una pelea como me había temido. Si hubiera sido el caso no me hubiera
sentido cómoda tapándolo. Lo más difícil había sido escapar de las preguntas de Sarah y Anne sobre
por qué me había fugado del trabajo durante dos horas. Se pusieron tan plastas que les acabé
chillando que me había venido la regla antes de tiempo y me había manchado entera por lo que había
tenido que salir cagando hostias para casa a ducharme y cambiarme. Era un tiro a ciegas, pero
funcionó, se disculparon por su insistencia y olvidaron el tema.

En todo esto pensaba mientras me bajaba del asiento del copiloto del mustang destartalado de
Sarah frente a casa de mi madre. A finales de semana al fin había logrado que nuestros horarios
cuadraran y Sarah y yo íbamos a verla para luego pasarnos por casa de los Rollins para informarlos
de todo. No me había dado tiempo a apretar el timbre cuando mi madre abrió la puerta de aquella
casita de dos pisos con jardín en la que me crie.

-¿Otra vez espiando por las ventanas, mamá? -pregunté divertida mientras nos abrazábamos.

-Si mi hija viene a verme después de casi un mes espero ansiosa fisgando tras el visillo -afirmó.

Sarah carraspeó sonoramente.

-Y si trae con ella a Sarah Romero, prodigiosa ingeniera, preparo mis mejores galletas con pepitas
de chocolate -continuó abrazando a mi amiga también.

-Te amo Amy, lo sabes ¿no? Eres la mujer de mi vida -soltó Sarah mirándola con devoción.

-¡Oh! ¡Calla, zalamera! Solo me quieres por mi horno -dijo mi madre golpeándole el hombro con
fingida indignación.

-Te juro que no, Amelia Cohen. Lo nuestro es amor puro -declamó Sarah arrodillándose ante ella y
cogiéndole la mano para besársela.

Llevaban haciendo las mismas capulladas desde apenas una semana después de conocerse y siempre
conseguían que yo acabara llorando de la risa o avergonzada fingiendo no conocerlas. A veces me
parecía que Sari y mi madre tenían que estar emparentadas de alguna forma porque siempre salían
con el mismo tipo de payasadas.

-Déjate de interpretaciones shakesperianas, Romero, o le contaré a mi madre que ahora perteneces


a “otra dama” -solté haciendo comillas en el aire con los dedos.

-¡Sarah Romero! -exclamó mi madre con un grito que hizo que ambas pegáramos un salto-. Tira para
el salón ahora mismo y cuéntamelo todo -dijo arrastrándola al interior mientras que yo las seguía
parándome para cerrar la puerta y colgar mi chaqueta poniendo los ojos en blanco.
Cuando entré en el salón vi a mi amiga sentada en el sofá con cara de querer asesinarme mientras mi
madre gritaba desde la cocina.

-¿Quién es? ¿Es guapa? ¿La conozco? ¿De qué trabaja? ¿Es de tu edad? -disparaba mi madre
entrando otra vez con una fuente de galletas y todo preparado para servir té.

-Es un rollito sin compromisos, Amy. Pero tu hija ya está encargando el salón para el banquete de
boda -dijo Sarah con sarcasmo.

-Eres más anticuada que yo, Liz -me regañó mi madre señalándome con la tetera-. Hay que darle
alegría al cuerpo de vez en cuando.

Sarah me miró con superioridad riéndose de mí.

-No hemos venido a hablar de con quién práctica sexo Sarah -bufé.

-¿Practicar sexo? -dijo mi madre-. Hija, no hables como alguien del siglo XIX. Mira, es fácil,
empieza por F y acaba por –ollar.

En este punto Sarah ya se revolcaba por el sofá con lágrimas en los ojos mientras yo empezaba a
sentir esas ganas locas de fingir que me había equivocado de casa y aquella no era mi madre.

-Bueno, ya vale-exclamé- Dejad de tratarme como a una monja. Hemos venido para hablar de Adam,
ya sabéis, ese niño rubito de ojos grises tan mono al que hay que salvarle la vida, no de quién se mete
entre las piernas de aquí la ingeniera chiflada.

-Vale hija, no te enfades -dijo mi madre poniendo paz-. Luego me lo cuentas por mensaje, Sari -le
susurró a esta que contestó guiñándole un ojo-. Contadme todo lo del AR1 incluyendo esa inversión
millonaria de Juls Drake.

Genial, salíamos de Guatemala para meternos en Guatepeor. Le narré a mi madre todo lo acontecido
en la reunión y como el dinero de Juls iba a acelerar el proyecto. Sarah le comentó ciertos detalles
técnicos y modificaciones que habíamos incorporado a la mesa y terminamos contándole los planes de
Anne y Juls para producirlas en masa si todo salía bien con Adam.

-Eso es genial chicas. La de vidas que habría podido salvar teniendo una mesa quirúrgica como esa -
dijo mi madre mirando al vacío con gesto triste.

-Y lo podrás hacer -dije sentándome a su lado y cogiéndole la mano.

-Le he dicho a los Rollins que iríamos ahora -comentó zanjando el momento emotivo.

Las tres nos pusimos en marcha cogiendo las chaquetas y saliendo a la calle. En las únicas tres casas
que nos separaban de nuestro destino mi madre me puso al día del estado de Adam. Por suerte no
había empeorado, pero tampoco había mejorado, así que todo lo que pudiéramos acelerar la fecha de
la cirugía resultaría beneficioso. Tocamos al timbre y pudimos escuchar unos pasos firmes
encaminándose hacia nosotras. Nick abrió la puerta para segundos después alzarme por los aires con
sus manos en mi cintura mientras me besaba sonoramente las mejillas.

-Hola rubia -me susurró al oído mientras yo me abrazaba con fuerza a su cuello.

Apenas me había dejado en el suelo cuando una chica de cabellos salvajes se lanzó a mis brazos.

-Leah… -susurré quedamente mientras ella enterraba su cabeza en mi hombro.


Leah había sido mi mejor y única amiga en el instituto. Cuando ella se quedó embarazada de Nick
con 15 años todo el mundo le dio de lado, pese a que antes hubiera sido bastante popular. La única
que la apoyó fui una jovencísima yo que se vio recompensada con su protección, pese a que su barriga
llegara 5 minutos antes que ella. Me presentó a Nick, al que yo conocía de vista por ser casi vecinos y
pasamos de ser conocidos de vista a grandes amigos. Bajo la protección de la pareja de chicos malos
del instituto se acabaron las palizas casi diarias y los insultos debido a mi edad para de pronto ver
cómo la gente se apartaba de mí por los pasillos. Cuando a Leah la echaron sus padres de casa al
saber de su estado la tomamos como refugiada en mi casa hasta que Nick tuvo un trabajo con el que
mantenerla, y cuando Adam nació con aquella enfermedad pulmonar mi madre se consignó como su
médico y yo me juré a mí misma algún día ser capaz de crear algo que pudiera salvarlo.

Era un caso que había ocultado para presentar el caso en la empresa. Que Adam fuera mi ahijado
seguro que hubiera jugado en mi contra en aquella reunión. Hubieran pensado que era un caso
personal para mí, y lo era, pero mi obsesión por llevar a buen puerto el AR1 no era solo por él, era por
todo niño con una espada de Damocles sobre su cuello y por todo padre condenado a ver como el
fruto de su sangre moría sin remedio. Quizás el que yo no pudiera ser madre me empujaba a ayudar
en lo posible a preservar la vida que yo no era capaz de crear.

Me solté de Leah a tiempo para ver como Nick abrazaba a Sarah y a mi madre. Leah lo imitó y antes
de dejarnos entrar nos sujetó de las manos a Sari y a mí.

-Chicas… Amy nos ha contado. No sé cómo podremos pagaros…

-Tsh, tsh, tsh. Nada de pagos Leah, nada de gracias y por supuesto nada de numeritos
melodramáticos hasta… -dije.

-Después de la operación -completaron los 4 mi frase a coro.

¿Tantas veces se lo había dicho ya? Ups, qué fallo.

-¿Dónde está mi rubio favorito? -preguntó Sarah entrando en la casa a la carrera mientras los
demás dejábamos los abrigos y entrabamos como personas.

Mientras los demás nos sentábamos en el comedor Sarah apareció con Adam a caballito.

-Me ha salido un piojo -dijo ella de broma.

-Pues a mí un tumor -le contestó él rápido como el rayo.

-¡Oye tú! -exclamó ofendida mientras los demás nos reíamos por la salida del pequeñajo.

Puede que estuviera incapacitado pero sus tests de inteligencia habían revelado un 178 de
coeficiente. Era un niño adulto por su mente y la pesada carga que soportaba a diario. Pero sobre
todo era el más fiero rival de Sarah: en videojuegos, en maquetas, en problemas de lógica, en
respuestas ingeniosas… siempre compitiendo. Y ver a Sarah perder a veces ante él no tenía precio.
Lo dejó caer en mi regazo fingiéndose enfadada por haberla llamado tumor y corrió a sentarse junto
a mi madre.

-Hola Liz -me saludó rodeando mi cuello con sus bracitos.

-Hola monstruito. ¿Qué haces sin la máscara de oxígeno ¿eh gamberro?

-La he llevado todo el día para poder quitármela cuando vinierais ¿A que sí? -preguntó girándose a
buscar la aprobación de sus padres, que asintieron divertidos-. Hola Amy -dijo saludando a mi madre
con la mano.

-¿Cómo estas hoy, Adam? -preguntó mi madre tan profesional como si estuviera en su consulta.

-A ver, yo te cuento -empecé-. La cabeza está bien pegada en su sitio -enumeré revolviéndole el
pelo-. Brazos… a ver, choca esos cinco aquí, ahora arriba, ahora abajo… perfecto. Barriga… -le
empecé a hacer cosquillas y él a reírse-, parece que funciona. Piernas… ve y dale una patada en la
espinilla a Sari -dije haciendo que todos se rieran por mis payasadas y mi amiga me mirara con cara
de venganza-. Yo lo veo perfecto.

-Me encuentro bien Amy -dijo él tras mi revisión absurda-. He permanecido en la silla en todo
momento en el cole, sin quitarme el oxígeno y lo que me he movido por casa lo he hecho despacio.

-Porque veníais vosotras, si no, hubiera sido un trasto -soltó Leah.

-Jo mami… que soy bueno -respondió él con una vocecita de niño mucho más pequeño.

-Sí, buen teatrero -contestó su padre- Anda, tira y tráeles a Liz y a Sarah lo que les has hecho.

Mientras salía de la habitación les pregunté qué le habían contado y me confirmaron que lo poco que
les había dicho Amy ya lo sabían. Así que en cuanto Adam volvió les conté lo que iba a pasar ahora
con el AR1 con el niño sentado entre sus padres muy atento a mis palabras. Cuando les dije que ya
nos estaban haciendo las piezas en la fábrica y que en una semana empezaríamos el montaje Leah
empezó a llorar de felicidad.

-¿Qué calculáis para la cirugía? -nos preguntó Nick.

-Si no nos mandan piezas mal hechas ni ningún inútil se corta algo montándola -dijo Sarah
escondiendo su puño dentro de la chaqueta como si le hubieran amputado la mano para sacarle una
carcajada a Adam-, yo de vosotros me iría reservando marzo.

-Pero, ¿cómo se ha acelerado tanto? -preguntó Leah encantada.

Mi madre y Sari me miraron con cara de: invéntate tú algo guapita de cara. A fin de cuentas, era a
mí a quien Anne le había dado la orden de no mentar a Juls para nada.

-Pues a la compañía le ha interesado más el proyecto de lo que evaluamos en un principio y han visto
que si resulta con Adam podría servir para muchas personas más. Han inyectado capital en el
proyecto para poder producirlas en masa y que cada hospital tenga una, con lo que los beneficios
serian brutales -solté del tirón intentando no parpadear ni desviar la vista.

Era una media verdad. Juls me estaba convirtiendo en una trolera profesional. En fin… siempre
podría dedicarme a vender coches o a la abogacía.

-Habéis conseguido un milagro -dijo Nick.

-Hasta que yo no consiga que esa mesa baile Break Dance no hablemos de milagros -dijo Sarah.

-¡Hala! ¿Va a poder hacer eso también, Sari? -preguntó Adam emocionado.

-¿Dudas de mí, chaval? -soltó con voz de macarra haciéndolo reír de nuevo.

-Os he hecho esto en clase de dibujo -nos dijo dándonos un papel a cada una.
En el mío podía verse una caricatura bastante buena de mí misma con la bata de médico atada al
cuello como una capa de superhéroe y la típica pose con los brazos en jarras. Y en el de Sarah a ella
luchando contra un robot gigante.

-Me mola mucho, chico -dijo Sari chocando los 5 con él.

-Son geniales, Adam. Los pondremos en la oficina. Pero tienes que dedicárnoslos -dije.

-Vale -contestó y volvió a coger los dibujos para irse a su cuarto.

-Chicas -dijo Nick serio-, sé todo lo que vosotras y Drakecorp estáis haciendo por nosotros. De ahí
que me dé apuro pediros algo más -Leah le sujetó la mano-. ¿Podría ser Amy quien operara a Adam?

Las 3 nos miramos y sonreímos.

-Nos has jodido el regalo de navidad, Nick -le reprochó Sarah.

-Fue de lo primero que hablé con Anne Morton y Mathew Kane. Mi madre realizará la operación
junto a Theodore Archibald, el mejor cirujano cardiotorácico de NY y uno de los grandes del país.

-Iba yo a dejar que cualquiera tocara a Adam… ¡Vamos hombre! -bufó mi madre con gesto cómico.

-Pero ¿hay algo que vosotras no consigáis? -preguntó Nick alucinado.

-Que Liz eche un polvo -soltó Sarah para segundos después llevarse una colleja de mi parte
haciendo que los demás se rieran.

Adam volvió con los dibujos y nos los entregó de nuevo. En ambos ponía lo mismo: “Gracias por
intentar que me haga mayor. Adam Rollins”. Juro que no lloré porque estaba en público. Charlamos un
rato más con ellos y luego nos despedimos prometiéndoles que los visitaríamos tras los dos días
importantes de fiestas. Dejamos a mi madre en su casa y Sarah me dejó en la mía con prisas tras
estar un rato enganchado al móvil alegando cosas que hacer, es decir: Anne. Subí a casa y después de
darle mimos a Gómez me senté en el sofá para mandar un mensaje. Desde lo de sus puntos me había
mensajeado con Juls a diario para ver cómo se encontraba. Siempre me contestaba con bromas
sobre su parecido con el monstruo de Frankenstein o con la novia de Jack Skeleton por ir remendada
y luego me decía el título de alguna película o serie para que yo le diera mi opinión sobre ella y yo
hacía lo mismo, hasta que intercambiábamos un par de críticas y nos despedíamos. Era evidente que
no pretendía dejarse conocer, aunque muchos de sus comentarios sobre cine dijeran más de ella de
lo que seguramente pretendía mostrar.

L-Oye Drake, creo que mañana ya podré descoserte

J-Me los he quitado yo hace un rato

L-Estás de coña, ¿no?

J-Lukas me retó al Mario Kart y me estaba ganando por lo que me tiraban los dichosos puntos

J-No le iba a dejar ganar…

L-¿Y qué experiencia medica tienes tú para retirar puntos?

J-Mmmm… a los 18 me partieron una ceja y me quité yo misma los puntos porque me quedaban mal

J-¿Te vale?
L-Estás loca… Ya me llorarás cuando te queden costurones

J-Mientras funcionen para lo importante…

L-Ni voy a contestar a ese comentario soez, Juls

L-Eres una irresponsable

J-No te enfades rubia

L-No me enfado

L-Vete a que se te abran las heridas con algún estúpido videojuego

J-Venga Liz…

L-Ya hablaremos Juls

Cerré la conversación y tuve ganas de estampar el móvil. ¡Que tía más idiota! La próxima vez que le
pasara algo que llamara a otra. ¡Inmadura! Mi móvil volvió a sonar con el nombre de Jennifer en la
pantalla.

-No me estarás llamando para ver si estoy enfadada con tu amiga, ¿verdad? -pregunté tal y como
contesté.

-No. ¿Qué ha hecho ahora? -me preguntó Jen sorprendida.

-El idiota -respondí con un bufido.

-¿Y cuando no? -dijo haciéndome reír-. Te llamaba a ver si te apetecía desayunar juntas mañana.
Aunque al ser sábado igual prefieres dormir.

-No, me apunto al desayuno.

-¿A las 10 en la esquina de la 17?

-Perfecto. Hasta mañana, J.

-Un beso rubia.

Colgamos y fui a poner una lavadora como solía hacer todos los viernes. A raíz de la noche en el
West y del “accidente” de Juls me había dado cuenta de que Jennifer me caía realmente bien y
cuando me mandó un mensaje para tomar un café a media semana me apunté de inmediato. Al
contrario que su amiga era una chica con los pies en la tierra, inmensamente divertida y con una
lealtad fiera a la familia de Juls, ya que los señores Drake había evitado que ella, su hermano y su
madre acabaran desahuciados al quedar su padre sin trabajo. Sarah era mi amiga del alma, pero
estaba bien moverme con alguien menos… explosiva.

A la mañana siguiente llegué a la esquina donde habíamos quedado y ella apareció dos minutos
después para guiarme a una cafetería cercana de aspecto acogedor y menús recios.

-Tostada de centeno, medio pomelo y un café con leche desnatada -pidió Jennifer.

-Tortitas con beicon y huevos y un mocca doble, por favor -encargué yo.

-Eres de buen comer, Liz -dijo J con una sonrisa-. Yo me paso la vida a dieta.
-Yo corro cada mañana una hora para evitar eso mismo -le confesé con gesto divertido.

-¿Antes de currar? ¿Con este frio? Ya decía yo que el rubio te venia por vikinga -soltó con horror.

-¿Qué tal la semana? -pregunté cuando la comida llegó.

-Liada -contestó dándole un sorbo a su café-. Lo de la gala de navidad me tiene a tortas con la
prensa, con los del hotel y con un decorador reinona que insiste en que su nombre no debe
pronunciarse. Ni que fuera Voldemort -añadió con gracia.

-Pensaba que te dedicabas en exclusiva a Juls -dije sorprendida.

-Si solo tuviera que encargarme de que no apareciera en vaqueros ni se tirara a la mujer de algún
político me aburriría mucho, rubia. Me encargo de muchos acontecimientos públicos de la empresa.

-Mucha responsabilidad y poco reconocimiento para alguien tan joven -comenté-. Sé que es duro, a
mí también me pasa.

-Bueno, pero tú eres más mayor que yo -dijo haciéndome soltar una carcajada.

-¿Qué edad te crees que tengo, J?

-Pues contando que tienes la carrera de medicina y llevas 5 años en Drakecorp debes tener… 29 o
30 ¿no? -me reí aún más fuerte.

-Tengo 24 años, Jennifer -dije sonriente.

-Pero… ¿Cómo es posible? -preguntó sin comprender-. Con esa edad deberías estar terminando la
carrera y empezando la residencia.

Le di el último bocado a mis tortitas antes de acomodarme para explicarle.

-Verás, siempre fui adelantando cursos más rápido de lo normal y entré en la facultad de medicina
con 15 años. Así conocí a Sarah, nos pusieron juntas a compartir cuarto porque ella tenía 16. Supongo
que era mejor no corrompernos metiéndonos con gente más mayor. El caso es que ambas acabamos la
carrera en la mitad de tiempo. A ella la ficharon para el laboratorio de ingeniería de la facultad y yo
hice la residencia en Jersey porque al ser menor debían supervisarme y me pusieron bajo el látigo de
mi madre. Conseguí pasar los exámenes de residente en año y medio y entonces Anne apareció para
reclutarme. Compaginé mi último año en el hospital con trabajar para Drakecorp y cuando me
ascendieron a supervisora le recomendé a Anne que trajera a Sarah. Y esa es la historia -terminé.

-O sea, que eres un genio -soltó haciendo que casi escupiera el café de la risa.

-No, esa es Sarah que tiene un coeficiente que deja tonto a Einstein. Yo solo soy trabajadora -dije
encogiéndome de hombros.

-Ahora entiendo muchas cosas -sentenció.

La miré con gesto confuso antes de hacerle un ademán con la mano para que continuara.

-Lo primero porque me parecías demasiado joven para ser médico. Pero sobre todo me refiero a la
conexión que se ve entre ambas, como si llevarais juntas desde siempre. A que a veces, a pesar de
ser científicas reputadas os sale una vena infantil encantadora, o que a diferencia de la mayoría de
gente que conozco de Drakecorp no os habéis rendido. Queréis innovar, crear, salvar vidas… Y es que
sois unas niñas con ilusión -explicó-. Tenemos la misma edad, joder.
No pude evitar que una sonrisa de cariño se abriera paso en mi rostro. Nos había definido mejor
que nadie.

-Tú estás en la misma situación, Jen -afirmé.

-Ahí te equivocas, Liz. Es cierto que tengo un puesto de responsabilidad en la empresa y que a ojos
de todos si no fuera por mí, Juls no sabría ni ponerse los pantalones del derecho. Pero la auténtica
verdad es que Juls cuida de mí. -En este momento la miré incrédula y ella suspiró como si estuviera
agotada de tener que explicar siempre lo mismo.

-Sí, puede que yo me asegure de que esté donde debe estar en cada momento, vestida decente y no
demasiado borracha, pero es ella la que me hace hablar de mis problemas, la que amenazó a la
empresa con no volver a ser un personaje público por ellos (cosa que ella detesta) si no me ponían en
nómina. La que hizo presionar a su tío a la junta de la facultad para que me concedieran una beca que
se negaban a darme por los antecedentes de mi padre, a la que le partieron la cara cuando un tío
mayor intentó aprovecharse de mí en un bar… Puede que yo valga o puede que no, pero el caso es que
estoy donde estoy porque Juls ha sido y es mi ángel de la guarda aunque mi preparación me capacite
para más -terminó con los ojos brillantes.

-Lo vales, Jennifer -dije poniendo mi mano sobre la suya-. Y tu lealtad para con Juls lo demuestra.

Terminamos de desayunar riéndonos de su amiga quitándose los puntos por ganar a un videojuego y
comentando si la mía estaría aún en brazos de Anne. Y una vez en casa su revelación sobre el instinto
protector de Juls solo consiguió revolver mi interior.
Capítulo 12
Juls

Al final logré que a Liz se le pasara el cabreo por haberme quitado yo misma los puntos. Requirió
varios mensajes disculpándome y muchas imágenes divertidas, pero lo logré. Me sorprendió
enterarme, al ir hablando con ella a lo largo de los días, de que ella y Sarah también asistirían a la
gala de Navidad de la empresa y aún más saber que habían acudido ya varios años. ¿Entre qué piernas
tendría yo la cabeza metida para no haberme fijado en la doctora rubia?

El caso es que aquí estábamos, el sábado de antes de Navidad, la noche de la jodida gala. Aunque
este año parecía presentarse más amena, con Colin y Jennifer a mi lado, la loca de Sarah por ahí… y
bueno… Liz. Además, J había conseguido sorprenderme gratamente: no solo me había comprado algo
negro, sino que no era un vestido, era un smoking de mujer que me sentaba como un guante.

Me dejé varios botones de la camisa abiertos y la pajarita colgando desenfadadamente de mi cuello


(tampoco sabía hacerme el lazo de todas formas). Sabiendo que era lo correcto dejé a un lado mis
botas de motera y me puse unos zapatos de tacón, me dejé el pelo suelto hacia un lado y me maquillé
un pelín más de lo normal, centrándome sobre todo en oscurecerme los ojos. Estaba intentando
embutir todas mis cosas en el mini bolso que Jennifer me había elegido cuando el timbre sonó. Abrí y
me lo encontré apoyado en el marco de la puerta, con un esmoquin de chaqueta blanca y su pelo
moreno cayéndole sobre los ojos de un gris idéntico a los de su hermana.

-Es un pecado que te quede el esmoquin mejor que a mí -dijo con una sonrisa que denotaba su alegría
por verme.

-Sí, pero a mí no se van a pasar la noche preguntándome como quiero los martinis -bromeé haciendo
referencia al parecido de su atuendo con el de James Bond.

Me enganché a su cuello y él me cogió de la cintura para darme un profundo abrazo.

-Estás escuálido -dije cuando nos separamos-. ¿No había comida en el MIT?

-Lo que no había era tiempo para comerla -dijo ofreciéndome el brazo y guiándome al ascensor
mientras yo cerraba la puerta tras de mí-. Y alguien me ha jodido las vacaciones haciéndome CEO de
Drake phones… -añadió alzando una ceja.

-Se lo puedo volver a dar a Preston si no lo quieres.

-¡Nah! Me acostumbraré -dijo haciéndome reír.

Al salir del portal vi una limusina aparcada de la que salió Jennifer con un vestido de noche negro y
el pelo suelto hasta casi la cintura.

-Sabía que acertaría con el esmoquin -comentó cuando me acerqué para dejar un beso en su mejilla-.
¡Te sienta genial!

-Tú estás de muerte, Jen -dije alucinada de verdad.

-Gracias Lett, pero no eres imparcial -afirmó sonriendo.

Nos sentamos en el interior y descorchamos una botella de champagne mientras hablábamos de


cómo nos iba a cada uno.

-¿Tienes novia, Colin? -preguntó su hermana interesada.

-¿Quién tiene tiempo para eso? -soltó con gracia.

-Amén guaperas -exclamé alzando mi copa.

Seguimos con bromas mientras Colin tenía a su hermana abrazada por los hombros y ella se apoyaba
ligeramente en su pecho con cuidado de no manchar su chaqueta de maquillaje. Se querían tanto que
a veces me hacía sentir celosa por no tener hermanos propios. Supe que habíamos llegado cuando un
montón de flases empezaron a deslumbrarnos a pesar de los cristales tintados de la limusina.

-¿Listas para el circo? -preguntó Colin y en cuanto asentimos abrió la puerta.

Salió él primero para luego hacerlo Jennifer y por último yo. Cada una nos cogimos de unos de sus
brazos para avanzar hasta mitad de la alfombra roja para posar con sonrisas que no resultaran
demasiado falsas. Al poco ellos dos se marcharon para que pudieran tomarme fotos a mi sola y yo me
limité a meter las manos en los bolsillos y girarme hacia donde me indicaban.

-¡Juls, aquí!! Juls, ¿De quién vas vestida?, ¿Es verdad que sales con Dianna Agron?, ¿Y con Emilia
Clark? Dicen que saldrás en Dando la nota 3… -gritaban a mi alrededor.

Menudo atajo de imbéciles. Gracias a dios, Jennifer apareció de nuevo a mi lado para hacerles un
gesto de que era suficiente y acompañarme hasta la puerta cogida de mi brazo.

-¿Dianna Agron y Emilia Clark? -le susurré al oído.

Se rio por lo bajo.

-Me quedo con lo de Dando la nota. Como se nota que no te han oído cantar en la ducha… -contestó.

Nada más entrar en el Hall decorado con un enorme árbol de navidad y con letreros de Drake por
todas partes, vi a tío Thomas y a tía Nadia saludando a algunos invitados. Me acerqué a ellos
siguiendo el mandato de mi amiga.

-Poco ortodoxo pero apropiado, no obstante -dijo Nadia sobre mi ropa cuando estuve a su alcance
para que me diera dos besos.

-Te veo bien, Juls -comentó Thomas.

-Ya veis, serena y bien vestida. Me merezco un premio -dije por lo bajo de forma sarcástica antes
de colocarme a su lado para empezar a estrechar manos de gente que ni conocía.

Media hora después había conocido a 3 senadores, un congresista, decenas de hombres y mujeres
de negocios y a muchísimas esposas florero. ¿Por qué no invitaban a alguien interesante? Un cantante
de Rock o a algún buen actor… Mi muñeca empezaba a doler y también mis mejillas de tener fija en
mi cara una sonrisa falsa. Estaba a punto de escaparme a por una copa cuando vi a Anne encaminarse
hacia nosotros seguida de Sarah, Liz y… ¿Quién cojones era esa Barbie que llevaba Liz del brazo?

-Mamá, papá, os presento a la doctora Liz Cohen y a Sarah Romero, las diseñadoras del proyecto
que os comenté. Y esta es Lauren Green, acompañante de la doctora Cohen y secretaria en
Drakecorp -hizo las presentaciones Anne.

-Es un gusto conocerlas. Parece que son nuestras jóvenes promesas en la industria médica -dijo
Nadia estrechándoles las manos tras hacerlo su marido.

-Gracias, señora Morton -dijo Liz sonriendo y reforzando su agarre con la Barbie.

Empezaron a hablar de nimiedades mientras yo sentía mi sangre arder. ¿No se suponía que no quería
nada con nadie? ¿De dónde coño había sacado a esa rubia pija que se inclinaba coqueta hacia ella? Vi
que Sarah miraba al suelo totalmente desconectada de la conversación. Estaba guapísima con un
vestido largo rojo ajustado y el pelo recogido. Si Liz no me hubiera acaparado el pensamiento con su
vestido vaporoso azul oscuro, Sarah hubiera sido la primera mujer a la que habría mirado. No se me
escapó que parecía triste, cosa que resaltaba mucho en ella ya que yo siempre la había visto muy
animada. Ver como Liz tocaba con cariño la mano de su muñeca hinchable me hizo decidirme, me
coloqué junto a Sarah y me incliné para que solo ella pudiera escucharme.

-Me escapo al bar, únete a la fuga -susurré, a lo que ella asintió.

Estaban todos tan centrados en su charla intrascendente que no notaron cuando tome el brazo de la
morena y nos perdimos entre la multitud. Al entrar en el salón principal, que tenía tanta decoración
navideña que parecía que Santa Klaus hubiera vomitado allí, la guié hacia una barra lateral casi sin
clientela.

-¿Qué bebes? -pregunté.

-¿Tendrán arsénico? -dijo con gesto de hastío.

-Dos vodkas solos -le pedí al camarero.

Nos los sirvió rápidamente y ambas le dimos un buen trago sin brindar siquiera.

-¿Qué te pasa? -pregunté sin irme por las ramas.

-No creo que deba decírtelo -contestó con una mueca.

-O sea, que es por Anne -adiviné-. Será mi prima, pero hace años que aprendí a no compartir nada
los temas amorosos con ella, aunque sean los suyos.

-Es una chorrada -dijo intentando disuadirme.

-Pues nos reiremos juntas de la chorrada -contesté con una sonrisa.

-No le ha parecido “apropiado” que viniéramos a la gala juntas -dijo tras dar un gran trago.

Casi se me cae la copa de la impresión. Sarah era una mujer bellísima, inteligente, ¡era una
ingeniera, joder! ¿Qué coño le pasaba hoy a la gente?

-¿Te ha dado algún motivo? -pregunté intentando tranquilizarme.

-Solo ese -resopló-. No sé ni por qué me cabreo, solo estábamos follando…

-Aunque no seáis pareja te debe un respeto, Sarah -le dije convencida-. Seguro que le ha dado
miedo lo que dirían sus padres si venía con una mujer.

-Pues si es por eso aún me alegro más de que esto se haya acabado. El armario es para los
calcetines, no para las personas -dijo haciéndome soltar una carcajada.

-Brindo por ello -dije chocando mi copa con la suya.


-¿Y tú, qué? Tampoco tienes buena cara -dijo dando otro sorbo.

-Odio estos saraos -contesté quitándole hierro al asunto.

-Y estas fechas son una mierda para los que no tenemos padres -añadió mirándome seria.

-¿Tú también? -pregunté asombrada.

-El Katrina -contestó encogiéndose de hombros.

Volvimos a brindar sin decir más.

-Mirándolo por el lado positivo, donde quiera que estén los cuatro no tienen que aguantar este
peñazo -solté sin pensar, pero lejos de ofenderse explotó en una tremenda carcajada en la que yo la
seguí.

Apoyadas en la barra riéndonos nos encontró Jennifer.

-¿Me contáis el chiste? -preguntó con curiosidad.

-Padres muertos -soltó Sarah haciendo que yo volviera a reírme.

-¡Camarero, otro de lo que estén bebiendo ellas! -le gritó J al chico tras la barra.

-¿Tú también? -le preguntó Sarah.

-Mi madre murió de cáncer y mi padre se largó a buscar tabaco.

-¡Jodeeer! -silbó Sarah.

-¡Colin! ¡Ven aquí! -lo llamé al verlo pasar.

Le presenté a Sarah y luego él pidió una copa.

-¿Por qué brindamos? -preguntó sonriente.

-Por el club de los padres muertos -respondí.

Se quedó sorprendido unos momentos antes de gritarle de nuevo al camarero.

-¡Deja la botella!

Un par de copas entre risas más tarde, Lukas se materializó a nuestro lado.

-Panda de cabrones. Me habéis dejado solo en esa jungla y vosotros aquí, de fiesta privada -nos
regañó.

-Lo siento, Lukas -dijo Colin soltándole un palmetazo en la espalda-. Estábamos recordando nuestras
“alegrías” familiares.

Él lo entendió y pidió un martini.

-¿Habéis visto a la rubia que se ha echado Liz? Menudo pibón -comentó de pronto haciendo que se
me subiera bilis a la boca.

-Es una compañera de oficina que le va detrás hace mucho -explicó Sarah-. En un principio me
pareció genial que vinieran juntas, pero después de un rato con ella me parece una pava insoportable.
Me estaba ahogando con sus sonrisas.
-Liz es la doctora ¿no? -preguntó Colin-. Me la han presentado antes. Es guapísima y muy maja.

¡Lo que me faltaba! Colín no les tiraba piropos a las mujeres porque sí…

-Pues si le quitas a esa imbécil de al lado te lo agradecería -sugirió Sarah riendo.

-Voy a ver qué puedo hacer -respondió el chico Black enderezándose la chaqueta y caminando hacia
el centro del salón.

Me serví otra copa, aunque de lo que de verdad tenía ganas era de darme cabezazos contra la barra.
¿Es que ahora todo el mundo iba a lanzarse sobre Liz? La copa desapareció de mi mano tal y como
acabé de servírmela.

-No Lett -me susurró Jennifer quitándomela-. Se cómo estás, pero tienes que dar el discurso -
sentenció poniéndome un vaso de Coca-Cola en la mano-. Luego yo misma me emborracharé contigo.

-Eres la mejor, Jen -dije sonriéndole y dándole un pico.

-Lo sé. Ahora ve junto al estrado, yo te espero aquí -dijo.

-Vigila a Sarah, no está bien -dije, a lo que ella asintió como diciendo que ya se había dado cuenta.

Thomas dijo mi nombre y subí como una autómata al estrado para ponerme frente al micrófono.
Escupí el discurso que me había memorizado como un loro haciendo pausas cuando debía y sonriendo
en los comentarios divertidos, pero mis ojos apenas se separaron de Liz, que reía con lo que fuera
que la Barbie le decía al oído. Terminé y me entretuve estrechando unas cuantas manos más para en
cuanto pude escaparme volver a mi pequeño grupo de disidentes. Cuál fue mi sorpresa al ver que Liz
también estaba allí junto a su mujercita de plástico enganchada.

-Hola Juls, buen discurso -dijo Liz girándose al verme llegar.

-Gracias Liz -contesté pasando por su lado sin prestarle la más mínima atención y apoyándome en la
barra para pedir una nueva copa.

Colin también se unió a nosotros y tuve que ver como coqueteaba con Liz descaradamente mientras
la tal Lauren luchaba sutilmente, pero con determinación para marcar su territorio. Lukas charlaba
con todos ajeno a la tensión, Jennifer observaba con los ojos entrecerrados, como intentando
comprender cuál era exactamente la situación allí y Sarah bebía copa tras copa con la mirada
perdida en un punto lejano del salón por donde había pasado Anne hacia un momento. Encantadora
velada… Me fui entonando poco a poco y cuando escuché a Liz disculparse para ir al baño me lancé en
pos suya aprovechando que nadie se fijaba en mí. Una vez dentro de los servicios la agarré sin
miramientos para arrastrarla conmigo dentro de uno de los cubículos.

-Juls, ¿qué haces? -preguntó entre sorprendida y molesta cuando bloqueé la puerta con mi cuerpo.

-¿Por qué has venido con ella? -pregunté con un siseo.

-¿Con Lauren? Pues porque me lo pidió y siempre me ha hecho gracia.

-Dijiste que no querías nada con nadie ¿O me mentiste para no admitir que eso solo iba por mí? -
pregunté furiosa.

-Por dios, Juls -dijo exasperada-. Con Lauren como mucho tendré un rollete, no da para más la cosa.

-Y eso no podías tenerlo conmigo ¿no? Creí que había dejado bien claro que me atraías y por lo que
me pediste asumí que yo a ti también.

-Ese es el problema -gritó-, que me gustas demasiado.

Me acerqué a ella, pero puso las manos en mis hombros para devolverme a mi sitio de un empujón.

-Yo no acabaré como la camarera del bar, Juls. Y si pasara algo contigo y luego siguieras con tu lista
de conquistas eso es lo que pasaría. No me da la gana ser otra muesca en el cabecero de tu cama
para luego verme acosándote o llorando por ti -dijo con tono helado y los ojos fríos.

-¿De verdad piensas que yo te haría eso? ¿A ti? -pregunté alucinada.

¿Ella de verdad podía creer que lo que estaba sintiendo era parecido a lo que pudiera ver en una
chiquita mona en un bar? No podía ser tan tonta…

-No lo pienso Juls, sé que lo harías -sentenció.

Algo explotó dentro de mí al escucharla. Por esto mismo huía de los sentimientos como un perro del
palo con el que le golpeaban. Hija de… Me enfurecí, la agarré por la nuca con un rápido movimiento y
estampé mi boca contra sus labios. No fui suave, presioné con la lengua hasta que me dejó entrar y la
atraje más hacia mí agarrando su cadera con mi otra mano. Ella se unió al baile desenfrenado de mi
lengua con un gemido y pasó sus brazos en torno a mi cuello. La estampé contra una pared lateral y
metí una de mis piernas entre las suyas frotándome hasta que volvió a gemir. En ese momento me
separé por completo dejando un fuerte mordisco en su labio inferior. Pude ver el deseo en sus ojos
oscurecidos, su pecho subir y bajar velozmente, sus mejillas encendidas… era una imagen
increíblemente tentadora, pero mi decisión ya estaba tomada.

-Ahí tienes lo que esperabas de mí. ¡Que te jodan, Cohen! -escupí para salir de allí a toda velocidad
sin volverme a mirarla.

Tal y como volví a entrar en la sala, sin tiempo para procesar lo que acababa de hacer, Jennifer se
materializó a mi lado para agarrarme del brazo y arrastrarme.

-Tenemos que sacar a Sarah de aquí. Va fatal -me susurró.

Me guió hasta un pasillo de servicio donde vi a la morena sentada en el suelo. Me acuclillé frente a
ella para hacer que alzara la cara cogiendo su barbilla. Lloraba.

-¿Te ha vencido el vodka, Romero? -pregunté haciendo un esfuerzo para sonreírle con la amabilidad
que merecía.

Ella negó con la cabeza.

-Entonces ya sé lo que es. Jen, ¿podremos salir de aquí sin que nos vean? Creo que ya está bien de
fiesta por hoy -dije.

-Estoy con vosotras. Suficiente, vamos a escaparnos -dijo con una nota de molestia en su voz.

La miré con extrañeza.

-Luego te cuento -dijo mirándome a los ojos-. Vamos morenaza -empezó tendiéndole la mano a
Sarah-, dejémosles el baile de la Cenicienta a los demás.

Ella se la tomó y se incorporó con suficiente agilidad como para demostrar mi teoría: estaba algo
borracha, pero no era eso lo que la había dejado por los suelos. Hice que se cogiera de mi brazo para
caminar juntas tras Jennifer, que caminaba por aquellos pasillos laberínticos con seguridad.
Aparecimos en un Hall distinto a por el que habíamos llegado. La parte de atrás del edificio, sin
paparazzi. ¡Bravo, J! Íbamos a salir por la puerta cuando una voz nos frenó.

-Eyyy ¿A dónde vais?

¡Mierda! Era Anne. Noté como Sarah se hacía pequeñita a mi lado. La que faltaba…

-Nos largamos, prima -le dije con seguridad, pero ella me ignoró y puso una mano sobre el hombro
de Sarah.

-¿Qué pasa, nena? -le preguntó.

Eso hizo que la morena alzara la cabeza con una tormenta en sus ojos. La solté no fuera a caerme un
rayo y me situé junto a Jennifer, contemplando la escena.

-No me llames nena, no es “apropiado” -respondió mordaz.

Anne dio un paso atrás.

-Sarah… yo…

-Déjelo señorita Morton. Es mi jefa y como tal la trataré. Pero nunca habrá más cosas inapropiadas
entre nosotras -dijo Sarah con voz cortante antes de girarse hacia nosotras-. ¿Vamos?

Jennifer asintió y la tomó ella esta vez del brazo para salir juntas del hotel. Yo observé unos
segundos a mi prima antes de seguirlas. Quizás era mi resentimiento hacia otra rubia lo que guió mis
pensamientos, pero me alegré de ver su gesto de pena y sus hombros hundidos al ver a la ingeniera
irse. Cuando salí Jennifer ya paraba un taxi y una vez dentro las tres le dio su dirección.

-¿Vamos a tu casa? -pregunté extrañada

Ella solo sonrió.


Capítulo 13
Liz

Lo que había comenzado como una noche prometedora se estaba convirtiendo en una puta pesadilla.
Y es que eso es lo malo de las expectativas, que nunca se cumplen. Y yo que pensaba que iba a tener
una noche de tranquila y educada diversión, conociendo mejor a Lauren y charlando entre copas con
Sarah, Anne, Jennifer, Lukas y tal vez Juls… no podía estar más equivocada, claro.

Lauren pasó a por mí en un taxi como habíamos acordado previamente en la oficina. Estaba
despampanante con su vestido color marfil y su pelo arreglado en suaves ondas. Durante el trayecto
hasta un lujoso hotel del centro donde se celebraba la gala hablamos de forma amena, aunque trivial,
siendo ella la que saltaba de un tema a otro para mantener mi atención. Era una chica agradable y
dulce. Encantadora era la palabra.

Cuando bajamos del taxi y los flashes nos deslumbraron me tomó suavemente por el brazo al ver
que yo me tambaleaba desconcertada. Se lo agradecí con una sonrisa y avanzamos en la misma
posición hasta lograr entrar en el hotel. Busqué con la mirada intentando localizar a alguien conocido
cuando vi a Sarah, sola, apoyada en una pared e ignorando a la multitud de gente que pasaba por su
lado. Guie a Lauren para acercarnos a saludar a mi amiga.

-Hola Sari -dije sacándola de su ensoñación.

-Ey rubia -dijo con voz lúgubre para luego notar quien me acompañaba y componer una sonrisa-. Hola
Lauren.

-Hola Sarah. Qué bonito está esto ¿verdad? -comentó mi acompañante iniciando una conversación
sobre la decoración, algún invitado conocido o la ropa de alguien.

Yo me uní a ella y Sarah se limitó a contestar con monosílabos cuando se le preguntaba. Era
evidente que le ocurría algo, aunque asumí que no debía preguntarle con Lauren delante.
Permanecimos así durante un rato hasta que Anne apareció llevándonos a conocer a sus padres. Fue
ahí donde vi a Juls. Me miró de arriba abajo con una sonrisa hasta que vio a mi acompañante y cambió
su gesto a uno de malestar. Estaba preciosa con su esmoquin entallando su cuerpo con elegancia, pero
las presentaciones de Thomas y Nadia Morton me robaron la oportunidad de hablar con ella salvo un
breve saludo con la cabeza que pareció no detectar. Cuando quise darme cuenta había desaparecido…
y Sarah también. Momentos después Anne me presentó a Colin Black, al que saludé con cariño por ser
el hermano de Jennifer. Era un chico atractivo, alto y moreno con los mismos ojos penetrantes que
su hermana. Bromeamos un poco sobre que yo hubiera estado presente en su nombramiento pero él
no y me despedí para seguir a Lauren al salón principal. Jennifer se acercó unos segundos para
saludarme con dos besos y estrechar educadamente la mano de Lauren y luego desaparecer con la
misma velocidad con la que había llegado.

Paseamos por el salón, picamos algunos canapés y bebimos champagne mientras que hablábamos sin
parar. De vez en cuando buscaba a Sarah o a Juls con la mirada, pero era un esfuerzo en vano.
Connor Warren se acercó a saludarme y fue tan baboso como de costumbre, a lo que Lauren
respondió magníficamente fingiendo que había visto a un conocido y arrastrándome del brazo para
sacarme de su presencia, cosa que yo le agradecí con un suave beso en la mejilla que hizo que su
sonrisa se ensanchara.
Un par de horas después había decidido que ella no era para mí, tanto encanto me resultaba
desconcertante. Pero la atracción física era la suficiente como para lanzarme a tener una aventurilla.
Como a veces me decían mi madre y Sari: empezaba a necesitar un buen meneo. Así que comencé a
dejar caer algún que otro comentario pícaro y ella me siguió el juego. Me estaba diciendo que me
vería increíblemente sexy si usara la bata de medico en el trabajo… sin nada debajo, cuando Thomas
Morton anunció que Juls Drake daría un discurso.

La vi subir a la tarima y comenzar a hablar, y aunque Lauren seguía susurrándome cosas al oído a las
que yo sonreía, no pude evitar notar que el discurso de Juls no resultaba natural, no se estaba
comportando como ella misma… y no apartaba sus ojos de mí. Evitando su mirada descubrí en un
lateral de la sala a Lukas gracias a su elevada estatura y, al acercarnos hacia allí, a Jennifer y a
Sarah. Hice presentaciones y nos quedamos charlando con ellos, o más bien con Lukas y Jen, porque
Sarah seguía igual de taciturna, pero hundiendo la cara en una copa. Vi a Juls avanzar hacia nosotros
y cuando intenté iniciar una conversación con ella elogiando su discurso ella solo pasó por mi lado
saludándome con la mandíbula tensa. La miré sorprendida, pero la aparición de Colin me obligó a
apartar mi atención de ella. Minutos después él y Lauren competían por mi interés. ¿Qué estaba
pasando aquí? ¿Por qué Colin me tiraba los trastos viéndome acompañada? Miré a Jennifer en busca
de una explicación, pero sus ojos saltaban de Juls a Sarah mordiéndose el labio con preocupación. El
ambiente me empezó a resultar tan incómodo que escapé al baño.

Casi grito del susto cuando Juls me lanzó al interior de uno de los cubículos. Y cuando empezó a
reprocharme que hubiera ido con Lauren me fui cabreando por momentos. Tal vez fui cruel al decirle
que pensaba que me trataría como a la camarera del West, pero de verdad lo creía. La llevaba
tratando unas semanas, me caía bien, la encontraba endiabladamente atractiva y puede que hasta
hubiera soñado con ella unas cuantas veces… pero tenía claro que Juls Drake era una depredadora y
que no me convertiría en su presa.

Su mirada de dolor al decirle lo que pensaba me pilló tan por sorpresa que no supe reaccionar
cuando se lanzó a besarme. Quise resistirme, pero mi maldito cuerpo no me obedecía y solo se
calentaba y pedía más de esos labios exigentes y ese cuerpo con el que se frotaba. Ninguna de mis
pasadas experiencias había sido así, no había experimentado esa necesidad, esa niebla que hacía que
todos mis pensamientos fueran lujuriosos y esa añoranza desgarradora cuando ella se separó.

Me mandó a la mierda y me dejó allí… Volví a cerrar la puerta apoyándome en ella. Di respiraciones
profundas intentando calmarme ¿Qué había hecho para enfurecerla tanto? ¿Tan mal se tomaba el
rechazo? Ni por un momento me planteé que pudiera sentir algo que no fuera deseo por mí. Juls no
amaba, solo jugaba. ¿Y cómo se atrevía a dejarme en este estado? Bórrala, Liz, bórrala de tu mente
como las canciones del verano y las visitas al ginecólogo. Intentar ser su amiga fue un error. Borra su
físico de escándalo y su voz ronca. Céntrate en el trabajo. Borra el recuerdo de la forma en que te
ha besado, borra su sonrisa y sus ojos verdes…

-¡Liz! ¿Estás ahí? -escuché de pronto.

-Ya salgo, Lauren -exclamé tirando de la cadena antes de abandonar el cubículo.

-¿Estás bien? -preguntó poniendo una mano en mi mejilla-. Estás roja y sudada.

-Me parece que se me ha subido el champagne. ¿Te importa si nos vamos?

-Claro que no -dijo ofreciéndome el brazo-. De todas formas, ahí fuera ha habido escampada
general.

-¿Cómo? -pregunté extrañada.

-Pues primero desapareció Sarah, luego Jennifer y después Lukas y Colin se han enganchado de dos
morenas muy guapas y me han dejado sola. A la señorita Drake directamente ni la he visto irse -
comentó divertida-. ¿Huelo mal o algo?

Me incliné hacia su cuello fingiendo que husmeaba para darle un húmedo beso.

-Para mí hueles genial… y también sabes genial -dije en su oído mientras caminábamos hacia la
salida.

El calentón que me había provocado Juls solo había reforzado mi necesidad de algo físico esa noche
y Lauren era una elección perfecta. Me tomó de la mano y aceleró el paso para acercarse a la fila de
taxis que esperaba fuera del hotel.

-¿A tu casa o a la mía? -preguntó.

-A la tuya, mi gato es un celosón -contesté haciéndola reír.

En unos diez minutos el taxi nos dejó frente a un edificio de apartamentos y mientras ella apretaba
el botón del ascensor me abracé a su cintura.

-Antes de que pase nada, yo… no busco algo serio. Solo esta noche y puede que alguna otra. ¿Estás
bien con eso? Porque si no, pido un taxi y el lunes en la oficina tan amigas -dije apoyando mi cabeza
en su hombro.

Estiró de mi mano para hacerme salir del ascensor cuando este se detuvo.

-Me parece perfecto, Liz -contestó con una sonrisa-. Yo tampoco busco otra cosa y me has
ahorrado decirlo a mí.

Me eché a reír mientras ella abría la puerta de su apartamento.

-Es bonito -comenté cuando encendió las luces del salón.

-Tú eres bonita -contestó poniendo sus manos en torno a mi cuello y besándome con dulzura
mientras que yo agarraba sus caderas.

Entre tropezones y risas seguimos besándonos hasta su dormitorio. Un rato después, mientras
rodábamos desnudas por su cama me di cuenta de que por agradable que fuera lo que estaba
sintiendo no se asemejaba al calor abrasador que me había invadido cuando Juls me besó.

-¿Dónde está Liz? -me preguntó tomando mi cara entre sus manos.

-Justo aquí -contesté con una sonrisa volviendo a centrarme en la escultural mujer que tenía debajo
de mí y decidí demostrárselo bajando mis besos por su cuerpo hasta hundir mi cabeza entre sus
piernas con un gemido como recompensa.

Un par de horas después estábamos tiradas la una al lado de la otra sudando e intentando recuperar
el aliento.

-¿Tú qué crees? ¿La mejor gala de la historia? -preguntó haciéndome soltar una carcajada.

-El mejor fin de fiesta seguro.


-¿Te quedas a dormir? -preguntó besando mi hombro.

-No dormiríamos -respondí haciéndola reír yo a ella esta vez-. Además, mi gato me mata.

-¡Cierto, el celoso! Deja que te pida un taxi al menos -dijo incorporándose y poniéndose una bata
para cubrirse.

Me vestí y me despedí de ella en la puerta con un dulce beso y una sonrisa. Ya en el taxi apoyé la
cabeza en la ventanilla tras darle la dirección. No me arrepentía de lo que acababa de hacer, es más,
lo había disfrutado enormemente y me había quitado una comezón que ya duraba demasiado. Pero una
parte de mi cerebro no hacía más que gritarme cuan diferente hubiera sido con Juls.

Al llegar a casa le di mimos a Gómez mientras me ponía el pijama. Me senté en el sofá con el
pequeñín en el regazo y cogí el móvil. Las 4:30 de la madrugada, era muy tarde para llamar a Sarah y
enterarme de lo que le pasaba. Mañana le diría de quedar a comer. Y también debía hablar con
Jennifer para que me explicara su extraña actitud en la gala. Y lo de Juls… ¡Buff!

-Tener vida social es un grano en el culo, Gómez -le dije rascándole tras las orejas.

-Marrañaña -me contestó.

-Tienes razón, por supuesto.


Capítulo 14
Juls

Cuando me quise dar cuenta estábamos las tres tiradas por el despacho de Jennifer, bebiendo
cerveza y devorando bolsa tras bolsa de patatas fritas que ella guardaba para cuando contar calorías
se le hacía muy cuesta arriba. Le había dejado a Sarah un chándal para que pudiera quitarse el
vestido y ella misma se había puesto un pijama anchote. Yo me había limitado a quitarme la chaqueta,
arremangarme la camisa y tirar los zapatos a la otra punta de la habitación.

-¿Que no era apropiado? ¿Qué mierda de comentario es ese? -exclamó Jen cuando Sarah le contó
lo sucedido con Anne.

-Eso mismo lleva repitiendo mi cabeza desde que me lo dijo -contestó Sarah dándole un trago a su
botellín para luego hundir la mano en el bol de papas más cercano.

-¿Estás mejor ahora? -le pregunté.

-Creo que sí. Ha sido un chispazo, no ha llegado a provocar un incendio ¿Sabéis lo que quiero decir?

-Totalmente -respondió Jennifer.

-¿Y a ti qué te ha pasado, enana? Porque has querido huir de allí como si te persiguiera el cobrador
del frac -le pregunté.

Ella se limitó a bufar.

-¡Va! -dijo Sarah dándole un toquecito en la rodilla con el pie- Peor que rechazarte con un “no es
apropiado” no va a ser -soltó haciéndonos reír.

Jennifer se recostó contra el sofá con cara de cansada.

-Pues solo digamos que he tenido una noche de mierda. Tu tía me ha echado un broncazo cuando te
ha visto en la barra empinando el codo. Literalmente ha dicho: si se te paga tanto por hacer de
niñera al menos hazlo bien.

Me enfurecí al instante. La bromita de que J era mi niñera estaba llegando demasiado lejos y
mañana mismo iba a encargarme del tema.

-Ni lo pienses otra vez Jennifer. Yo me encargo -afirmé.

-Juls, ni se te ocurra liarla -me advirtió.

-Te juro que no lo haré, solo voy a aclarar ciertos temas -la cogí de la mano-. Confía en mí, por
favor.

Ella me respondió con una sonrisa triste y un asentimiento.

-Y luego me he cabreado con Lukas -añadió.

-¿Qué ha hecho? -preguntamos Sarah y yo a la vez.

-Si es una tontería. Es solo que nos acostábamos de vez en cuando y me ha informado de que ya no
quiere hacerlo más. Teme… dios, ¡cómo me ha cabreado esto!, teme que me encariñe y le pida algo
más. Así que mejor dejarlo…

-¡Será capullo! -dijo Sarah.

-Este primo mío no se entera de nada. Si tú solo lo llamabas cuando no tenías otros planes… -dije.

-Ya, es que ha sido tan prepotente… como si yo fuera a caer a sus pies rogándole por una relación -
dijo con cara de asco-. Aunque lo echaré de menos, era muy bueno en la cama.

Sarah y yo pusimos la misma cara de asco haciendo que ella se riera.

-Asumo que a ti también te van solo las tías -dijo mirando a Sarah.

-Bollera de cuna, preciosa -soltó haciéndonos reír.

-¿Y tú qué, Lett? ¿Qué ha pasado con Liz? -me preguntó Jen.

Puse cara de espanto y alcé las manos al cielo con desesperación.

-¿Liz? ¿Liz? ¿Mi Liz? –preguntó Sarah tensándose y poniendo cara de sorpresa absoluta.

-¡Joder Jennifer, eres una bocazas! -dije tirándole un cojín a la cabeza.

-Ups, perdona chica, se me había olvidado -dijo, aunque su cara demostraba que lo había hecho
adrede.

-¿Qué pasa con Liz? -exigió saber Sarah.

Me vi totalmente cazada, así que le narré toda la historia. Incluido lo del baño de esta noche.
Cuando terminé Jennifer se reía y Sarah boqueaba como un pez fuera del agua buscando las
palabras. Se levantó a toda velocidad y yo ya me veía con su pie en mi cara cuando reaccionó de una
forma que no esperaba.

-¡¡¡La mato!!! -gritó-. Os juro que me la cargo. Será idiota, orgullosa, prejuiciosa, cabezota, estirada,
puta niña prodigio listilla…

Todo esto lo gritaba andando de parte a parte de la habitación con furia mientras que Jen y yo nos
hacíamos pequeñitas para no entorpecer su camino. Daba miedo.

-Y yo, ¡¡claro!! Metida entre las piernas de la jefa sin enterarme de nada. Si es que es evidente,
joder. ¡Y la muy cabrona no me cuenta nada y yo empujándola hacia Lauren… Jodeeer! -siguió
berreando.

-Sarah, cálmate mujer -se atrevió a decir Jennifer.

-Perdonad -dijo sentándose de nuevo, aunque aún inquieta-, pero es que esa rubia me crispa.
Siempre hace lo mismo.

-¿A qué te refieres? -pregunté intentando que mi interés no fuera demasiado evidente pero
fracasando estrepitosamente a juzgar por la cara que puso Jennifer.

-No voy a contar demasiado, entendedme, es mi amiga y no voy a desvelar su vida -dijo, palabras a
las que ambas asentimos-, pero por su pasado ha cogido la costumbre de huir cada vez que ve que
puede sentir algo por alguien.

-¿A quién me recuerda? -comento J por lo bajo mirándome.


-Sí, en eso os parecéis -afirmó Sarah.

-Vale ya ¿no? -les dije molesta-. He admitido que me gusta. ¿No es bastante?

-¿A ella se lo has dicho? -preguntó Jen.

-No con esas palabras, pero sí que ella no sería como las otras.

Sarah se sentó a mi lado mirándome seria.

-Juls, quiero con locura a Liz, es mi familia. No te voy a dar el típico discursito amenazante, solo te
diré que te aclares con lo que sientes antes de meter más la pata. Si la quieres ve a por ella y si no,
te ruego que la dejes en paz.

-¡Ella me ha dado calabazas! -exclamé.

-Y más que te dará, pero no porque no le gustes, sino porque se está protegiendo. Igual esto es
nuevo para ti, pero por las personas que merecen de verdad la pena hay que luchar mucho.

Me quedé en silencio, ellas dieron el tema por cerrado cambiando de tercio y riéndose de la noche
tan desastrosa que habíamos tenido. Intenté pensar en todo lo que Sarah me había dicho, recordé el
fuego que había sentido cuando Liz me devolvió el beso y sus palabras apagando esa sensación cálida.
No podía centrarme, me explotaba la cabeza, me dolía… ¿el corazón?

Cuando miré el reloj del móvil me sorprendí al comprobar que eran ya casi las 7 de la mañana.

-Chicas, me voy a ir a casa ya -dije.

-¿No te quedas a dormir? -preguntó J.

-No, gracias enana.

Sarah se levantó para darme un rápido abrazo y susurrarme que pensara en lo que me había dicho y
Jennifer me acompañó a la puerta.

-Me voy a ir unos días, Jen.

-¿A tu cabañita de las montañas? -asentí-. ¿Quieres que te acompañe?

-Prefiero estar sola -dije sabiendo que no le molestaría.

-Lo imagino, pero no te vuelvas loca pensando, Lett. Solo deja que lo que debas hacer venga a ti
apartando a un lado tus miedos -dijo abrazándome.

-Parecéis un libro de autoayuda -dije devolviéndole el apretón.

-Llámame cada par de días para que no me preocupe, porque si no lo haces me plantaré allí -me
amenazó con el dedo.

-Sí mami -respondí dejándole un beso en la frente.

Me costó un poco encontrar un taxi, pero en cuanto llegué a casa no perdí tiempo. Preparé una
mochila de acampada con mudas de abrigo, unas cuantas baterías, el portátil y algunos útiles de
supervivencia como cantimplora, brújula, pedernal, una linterna de manivela y un cuchillo de caza;
llamé a la señora que me cuidaba la cabaña para pedirle que estuviera caldeada y con la nevera llena
para media tarde, me duché y me vestí con unos pantalones militares, botas de montaña, una
camiseta térmica y un anorak negro de alpinismo increíblemente ligero. Me metí un gorro de lana y
unos guantes en los bolsillos e hice otra llamada antes de salir de casa. Por suerte estaba despierto y
no tuvo problema en que me pasara por allí de inmediato. Cargué la mochila en el maletero del Jeep y
en media hora me planté frente a una acogedora casa de estilo mediterráneo en Jersey. Me abrió la
puerta en cuestión de segundos.

-Buenos días, Mathew -saludé dándole dos besos.

-Hola niña ¿Te han tirado de la cama?

Mathew Kane había sido el mejor amigo de mi padre, su mano derecha, fiel hasta la muerte y
además mi padrino. Cariñoso y solícito conmigo, pero nunca agobiante ni exigente como mis tíos. Me
condujo a una salita acogedora donde me sirvió un café y me hizo sentar en una butaca la mar de
cómoda.

-Me voy a Wolf Creek unos días, pero quería hablar un tema contigo antes de salir -empecé.

-Debe ser importante para que tú andes por el mundo de los vivos a estas horas -comentó sonriente.

-Verás, me estoy cansando de cómo tratan a Jennifer. Mi tía volvió a pasarse tres pueblos con ella
anoche y antes de ir y darle un guantazo a la mujer que me acogió he preferido venir a hablarlo
contigo.

Se frotó la barba como siempre que le daba vueltas a algo.

-Lo de Jennifer es una lástima, esa chica tiene más talento en una mano que la mayoría de los
directivos de esta empresa juntos. Y está atada a ti como si no valiera para otra cosa -dijo.

-Te aseguro que yo me sé limpiar el culo solita, Mathew. Solo le di ese puesto para que tuviera un
cargo en la empresa. Y lo de llevar temas de publicidad, aunque lo hace a la perfección, no le da el
reconocimiento que merece ni poder explotar sus habilidades.

-Todo eso lo sé y no podría estar más de acuerdo contigo. -Volvió a mesarse la barba-. ¿Cuántos
días has dicho que te vas?

-Pues… no lo sé aún, una semana, dos como mucho.

-Hagamos una cosa, déjame ese tiempo para pensarlo y cuando vuelvas tendré una solución -dijo.

-Me parece genial Mathew, gracias.

-Últimamente te veo más activa en los temas de la empresa… me alegro mucho, Juls -dijo con una
gran sonrisa.

-No me líes, viejo. No me voy a sentar en el trono -exclamé haciéndolo reír.

Se fue a la cocina y volvió con un termo de humeante café y una bolsa de galletas.

-Para el viaje -dijo tendiéndomelas.

-Deberías casarte Mathew. Eres el mejor hombre que he conocido -dije abrazándolo-. No te
mereces estar solo.

-Dijo Miss Soltería. Anda, súbete al coche o se te hará de noche y esas carreteras de montaña dan
miedo hasta con luz.
Me acompañó hasta la puerta del coche como el caballero que era.

-Un día me tienes que dar una vuelta en este trasto. Parece divertido -comentó palmeando el capó.

-Cuando quieras, viejo.

-Cuídate niña.

Como había previsto llegué a las faldas de Los Apalaches a media tarde. Wolf Creek era un bosque
que se extendía a lo largo de la ladera sudeste de las montañas. Había un pueblo pequeño a unos
kilómetros y unas cuantas cabañas repartidas entre la espesura. En una de mis escapadas con el Jeep
me topé con este lugar y me hice construir la cabaña al caer completamente enamorada de los
frondosos árboles, un par de riachuelos y la vida salvaje.

Aparqué en el garaje, me cargué la mochila al hombro y saqué las llaves para entrar en aquella
cabaña de troncos que se había convertido en un auténtico hogar para mí. Cuando entré y vi la
chimenea encendida y las sabanas que cubrían los muebles cuando yo no estaba retiradas me alegré
de haber avisado a la señora Mulligan para que lo preparara. Estaba cansada del viaje y de no haber
dormido esa noche como para hacerlo yo misma. La nevera también estaba bien aprovisionada por lo
que comprobé. La cabaña solo constaba de un salón con una cocina americana adyacente, un
dormitorio y un baño, además del garaje.

No quise que fuera ningún tipo de casa de lujo. Sencilla y espartana, parecida a mi piso de
Manhattan, pero adecuada al clima. Aquí también se veían libros por todas partes, pero en lugar de
tv tenía la chimenea. La única concesión que había hecho al siglo XXI había sido ponerme internet, ya
que, aunque quería vivir allí lo más apartada del mundo que pudiera, me di cuenta de que era
demasiado adicta a las series y las películas como para vivir sin él. Además de aportarme una
cobertura extra para el móvil.

Dejé la mochila en el dormitorio, cambié el anorak por una camisa de franela a cuadros extragrande
y pese a ser solo las 7 de la tarde me preparé un chocolate caliente, y tal como lo terminé me fui a
dormir. Liz se pasó la noche rondando por mis sueños, entrando en ellos para deslumbrarme con su
sonrisa y sus ojos azules, rememorando ese beso en los baños, clavándome un puñal con sus palabras…

Al final me desperté enfurruñada y pese a ser tan pronto que aún no había amanecido me levanté.
Ya que Liz había decidido joderme el sueño opté por lanzarme a practicar uno de mis hobbies de
cuando estaba en Wolf Creek.

Había sacado la licencia tanto de caza como de pesca cuando empecé a ir por allí, no porque me
gustara matar animales, sino por el acto de la caza en sí mismo. Pescar me relajaba y cazar me
ayudaba a concentrarme y a ponerme a prueba. Tras tomar un café entré en el garaje y saqué de la
funda mi arco de poleas. No me gustaban las armas de fuego, y ¿para qué negarlo?, desde que leí Los
juegos del hambre la idea de usar un arco me había cautivado como buena friki. Lo cierto es que era
una petarda con él, en los casi 3 años que lo tenía había logrado cazar dos conejos y casi matar de un
infarto a la señora Mulligan al confundirla con un ciervo y dejar una flecha clavada en un árbol al lado
suyo. Pero lo seguía intentando, aunque tenía claro que si llegaba el apocalipsis zombie lo mejor sería
que me armara con un cuchillo.

Me alejé de la cabaña y puse una flecha en el arco, empecé a buscar señales de paso de animales en
el suelo nevado e intenté pisar sin hacer demasiado ruido. Dos horas después volví a la cabaña tras
haber seguido lo que a mí me parecía el rastro de un conejo hasta helarme el culo y haberle lanzado
un flechazo a un pavo despistado que me toreó como quiso y escapó indemne. Menos mal que a las
pizzas congeladas de la nevera no había que cazarlas…

Entré quitándome las botas y avivé el fuego de la chimenea para recuperar algo de calor corporal.
Pasé la tarde leyendo en el sofá y la noche dando vueltas en la cama inquieta. A la mañana siguiente
salí a pescar y con el amanecer reflejando sus suaves rayos en el rio y la caña en la mano mis
pensamientos empezaron a tomar claridad.
Capítulo 15
Liz

Más o menos 3 horas después de haberme acostado tras llegar de casa de Lauren mi móvil empezó a
sonar. Normalmente hubiera pasado de cogerlo, pero al escuchar que era el tono de llamada de mi
madre lo cogí gruñendo.

-Adam ha tenido una insuficiencia respiratoria. Lo hemos conseguido estabilizar, pero ha perdido
más capacidad pulmonar -dijo de corrido con voz nerviosa.

-Estáis en el hospital ¿no? Voy para allá ahora mismo -exclamé levantándome.

-Hasta ahora, hija -se despidió.

Me vestí a toda velocidad mientras mandaba un mensaje a Sarah para contarle lo ocurrido.

S-Quédate donde estás. Pasamos a por ti en 15 minutos.

¿Pasamos? Me pregunté a mí misma… estaría con Anne. Me terminé de vestir, le llené hasta los
topes el comedero a Gómez al no saber cuándo volvería y baje a la calle. Me encendí un cigarro con
manos temblorosas mientras en mi mente repetía: “Adam, aguanta… aguanta solo un par de meses
más, aguanta” Estaba dándole la última calada al pitillo cuando un deportivo derrapó frente a mí.

-¡Rubia! ¡Sube! -me gritó Sarah desde la ventanilla del copiloto.

Subí a la parte de atrás y me puse el cinturón antes de notar que la que conducía era Jennifer.

-¿J? ¿Pero qué…? -empecé a preguntar sorprendida.

-Hola Liz -dijo dedicándome una sonrisa antes de acelerar tan de repente que mi cuerpo se pegó al
respaldo.

-Estábamos de afterparty en casa de Jennifer y al decirle lo que había pasado se ofreció a


llevarnos en su bólido -me explicó Sarah girándose para mirarme-. ¿Cómo está el peque?

Les expliqué lo poco que me había dicho mi madre. Sarah tensó la mandíbula y Jennifer aceleró aún
más con gesto de preocupación. Llegamos a Jersey en un tiempo récord y milagrosamente sin que nos
parara la poli. Jennifer aparcó con un derrape experto en el parking del hospital y las tres echamos a
correr hacia los ascensores que nos llevarían a la unidad pediátrica. En seguida localizamos a Leah y a
Nick en uno de los pasillos sentados con gesto preocupado. Leah se lanzó a mis brazos tal como me
vio.

-Ha sido horrible Liz -sollozó en mi hombro-. Se tiró las manos a la garganta y empezó a ponerse
azul. La mascarilla no le servía de nada.

Le froté la espalda intentando calmarla y susurré que todo iría bien, que estaba con Amy, que ya
estaba estabilizado… todo lo que se me ocurrió para que dejara de llorar. Pasó de mis brazos a los de
Sarah mientras yo abracé a Nick que solo temblaba. Cuando ambos se calmaron un poco vi a Jennifer
un poco separada observando la escena con congoja.

-¡Oh! Mirad, os presento a Jennifer Black. Es la asistente personal de Juls Drake y una muy buena
amiga -dije.
-Un gusto conocerlos, señores Rollins, aunque sea en estas circunstancias -dijo ella estrechándole
las manos a ambos.

-Tutéanos, por favor -dijo Leah-. Las amigas de Liz y Sarah lo son también nuestras. Además, que
creo que eres una de las impulsoras del AR1.

-Solo lo respaldé, Leah -explicó Jen algo azorada-. Fue Juls la que de verdad lo hizo posible.

-Entonces ambas os merecéis nuestro agradecimiento -afirmó Nick sonriéndole.

Nos sentamos todos a esperar. Mandé un mensaje a mi madre para decirle que ya estaba allí y
contestó que saldría en cuanto pudiera. Sarah se inclinó hacia mí para susurrarme en el oído
intentando que los demás no la escucharan.

-Tú y yo hablaremos en cuanto todo esto mejore, Cohen -dijo con mal humor.

-¿Es por lo que te pasaba anoche? -pregunté confundida.

-¿A mí? -bufó aún más enfadada-. Más bien hablaremos de lo que te pasa a ti y de lo que me has
ocultado.

La miré aún más confusa.

-Se refiere a Juls, Liz -dijo Jennifer uniéndose a los susurros.

La miré horrorizada. ¡Mierda! ¡Joder! ¡Joder!

-Chicas, si el marujeo es bueno me encantaría enterarme -susurró Leah a mi otro lado haciéndome
pegar un respingo del susto.

-Eso, nos vendría bien entretenernos un poco -se añadió Nick.

Me levanté mosqueada y empecé a caminar pasillo arriba, pasillo abajo mientras veía como los
cuatro se reían por lo bajini. Otro punto negativo para Juls: era una bocazas. Por suerte, mi madre
apareció centrando en ella la atención de todos.

-Está mejor, lo vamos a llevar a una habitación y en un par de días podrá volver a casa -anunció con
una sonrisa cansada.

Nick y Leah la abrazaron y para mi sorpresa Sarah enterró la cabeza en el cuello de Jennifer que la
sostuvo con fuerza. De pronto mi madre se materializó a mi lado para abrazarme.

-¿Esa es la chica de Sarah? -me preguntó al oído.

-Eres de lo que no hay, mama -bufé-. Es la asistente de Juls Drake y nuestra amiga.

Cuando nos dejamos de momentos emocionales (y de cotilleo) las presenté y mientras Nick y Leah
seguían a una enfermera a la habitación donde llevarían a Adam mi madre nos llevó a la cafetería y no
invitó a unos cafés.

-Tenéis pinta de necesitarlos -comentó.

-Pues yo he dormido 3 horas y estas dos aún seguían de parranda -expliqué.

-¿Tres horas, Liz? Si la gala debió terminar hace más de 6 -dijo Jennifer sorprendida.

-¿Dónde estuviste las horas restantes, Lizzie? ¿Y con quién? -preguntó Sarah con malicia.
-A mí también me gustaría saberlo -dijo mi madre con cara de falsa inocencia.

-Con Lauren… ¿Contentas? -bufé.

-Pues no, pero eso ya lo discutiremos -dijo Sarah.

-Me parece que me estoy perdiendo algo… -dijo mi madre.

-Creo que estamos incomodando a Liz -comentó Jen dudosa-. Dejémosla mejor…

-Ya veo por qué te cae bien, hija. No tiene el hobbie de meterse contigo como nosotras -soltó mi
madre haciéndonos reír, pero cerrando el tema.

Cuando terminamos los cafés subimos a la habitación de Adam. Mi madre entró con Nick y Leah y
nosotras nos quedamos esperando fuera. Sarah insistió en que Jennifer entrara a conocerlo,
alegando que a él le encantaría tener una nueva amiga y al final ella no pudo más que ceder. Aunque
me había ido preparando mentalmente para lo que me toparía al entrar, cuando lo vi echado en
aquella cama que parecía quedársele enorme, pálido, con profundos surcos bajo los ojos, conectado a
tantas maquinas tuve que suprimir a la fuerza la necesidad de echarme a llorar. Me acerqué a él para
cogerle de la mano.

-Menudo susto nos has dado, gamberro -dije haciéndole reír.

-Hola Liz, hola Sari -miró a Jennifer extrañado, pero también le sonrió-. Hola.

-Hola Adam -dijo ella acercándose a estrecharle la mano-. Me llamo Jennifer, pero llámame Jen o J.
Mis amigos siempre lo hacen.

-Encantado Jen.

-J es otra amiga del trabajo -dijo Sarah.

-¿También trabajas en mi súper mesa? -preguntó ilusionado-. Sari dice que va a conseguir que baile
Break Dance.

-Bueno… yo…

-Claro, ella nos ayuda con tu mesa. Si no hubiera sido por ella no nos hubieran dejado hacerla -dijo
Sarah al ver que Jennifer no sabía que contestar.

-¡Que guay! Gracias J -dijo él haciendo que Jennifer se sonrojara.

Estuvimos con él un rato haciendo payasadas y hablando de comics que le encantaban hasta que
vimos que empezaba a dormirse y le dijimos a Leah que entrara.

-Chicas, ¿puedo hablar con vosotras? -preguntó mi madre nada más salir-. Contigo también Jennifer
-añadió al ver que esta se apartaba.

Nos guio hasta su despacho.

-No me iré por las ramas -dijo en cuanto nos sentamos-. Este ataque ha acelerado la enfermedad de
Adam enormemente. Ya no podrá dejar la mascarilla. Necesito la mesa ya.

-Trajeron las piezas el viernes tarde. Íbamos empezar el montaje el miércoles, tras adiestrar a los
nuevos técnicos -dijo Sarah.
-Pues mejor si empezamos hoy -dije poniéndome en pie-. Jennifer, ¿crees que conseguirías que nos
abrieran el taller de Drakecorp aunque sea domingo?

-Aunque tenga que amenazar de muerte a Anne -afirmó decidida.

-¿Cuánto montaje podremos hacer tú y yo solas hasta que los otros estén listos? -pregunté a Sarah.

-Lo suficiente para que merezca la pena intentarlo. Puedo dejar en manos de Trevor el
adiestramiento, me la debe por Optimus y es casi tan bueno como yo.

-Pero tenéis que dormir algo, chicas -aconsejó mi madre.

-¿A las 16:00 en Drakecorp? -preguntó Sarah.

-Claro -contesté.

Seis horas no era demasiado, pero bastaría para descansar. Jennifer nos volvió a llevar a toda
velocidad a la ciudad dejando claro que esa era su forma habitual de conducir y se despidió
asegurándonos que tendríamos las puertas del taller abiertas cuando llegáramos. Logré dormir lo
máximo posible y a la hora prevista me encontré con Sarah en la puerta principal. El guardia de
seguridad nos dejó entrar avisado de nuestra llegada y en cuanto entramos al taller me quede de
piedra al ver a Trevor preparándolo todo para el montaje.

-Le he cambiado a Optimus Prime por manos de obra fuera de horario laboral -dijo Sarah con gesto
de dolor.

-Eres grande, Romero -exclamé palmeándole la espalda.

Era un trabajo de precisión y concentración absoluta en el que Sarah nos guiaba con diligencia como
si de un director de orquesta se tratara, dejando para mí las partes más fáciles e incluso
limitándome a pasarle herramientas mientras ellos pasaban un momento de trastear con complicados
mecanismos de metal y fibra de vidrio a programar algoritmos imposibles en sus portátiles.

A las 11 de la noche apareció Jennifer con cuatro bolsas enormes de comida china.

-Pensé que tendríais hambre.

-Gracias guapísima -dijo Sarah dándole un beso en la mejilla que dejó a la pobre J con cara de
confusión.

Salimos de Drakecorp a las 2 de la mañana con la base de la mesa montada y el primer rotor sobre
la mesa de trabajo de Sarah. Jennifer volvió a lanzarse en su deportivo por las calles de Manhattan
para hacernos de taxista y en cuanto llegué a casa caí en la cama derrotada pese a la retahíla de
soniditos de Gómez.

Así empezó una ardua rutina para nosotras. Sarah pasaba cada minuto de su horario de trabajo, así
como sus buenas cinco o seis horas más metida en el taller, junto con Trevor y dos técnicos más
contratados a tal efecto. Yo saltaba de mi despacho, donde Lauren resultó ser de gran ayuda, al
taller para pasar herramientas a Sarah e ir comprobando cada paso con los bocetos originales que yo
había diseñado.

El primer par de días estuvo enfurruñada conmigo, pero cuando me dio pie para hablarle al contarme
lo ocurrido con Anne le abrí mi mente y mi corazón y le narré todo lo que me pasaba con Juls: mi
miedo, mi rechazo, mi atracción… cada pequeño pensamiento o sentimiento que me generaba esa
ojiverde. Al final me dijo que no me cerrara a nada, que Juls estaba demostrando ser mucho más de
lo que parecía en un principio y que dejara que las cosas pasaran como tuvieran que pasar. Le prometí
intentarlo.

Hablé con Anne un par de días después de empezar con nuestro montaje frenético. Vino a mi
despacho para asegurarme que teníamos todo su apoyo, que le pidiéramos lo que necesitáramos. Se la
veía incomoda y le aseguré que pese a lo ocurrido entre ella y Sari no iba a cambiar la opinión que me
había formado sobre ella, pero que tampoco buscara mi apoyo en este tema concreto porque debía
permanecer junto a mi amiga. Ella comprendió y se marchó con una sonrisa triste.

Por otro lado, Jennifer aparecía cada día a la hora de la cena con comida para un regimiento y nos
hacía compañía hasta que salíamos de allí bien entrada la madrugada. Me acompañó a ver a Adam
cuando lo llevaron a casa, ya que Sarah estaba inmersa en la calibración de un rotor. A pesar de
estar en la cama y con mascarilla de oxígeno, el pequeño rubio se le lanzó al cuello cuando ella le
regaló una caja de madera enorme con todo el material de dibujo posible.

Algo nos había escuchado Adam sobre la forma de conducir de Jennifer porque cuando terminamos
de tomar un café con sus padres le regaló un dibujo hecho con sus nuevas pinturas en el que se le
veía a ella al lado de un coche que escupía llamaradas de fuego por el tubo de escape que quemaban a
un policía. Encima de con talento iba para humorista el chico. Al final ese dibujo, junto con los que
nos había hecho a Sarah y a mí, acabaron decorando las paredes del taller y cuando nos sentíamos
desfallecer por el cansancio o la frustración solo teníamos que mirarlos para recordarnos por qué
estábamos haciendo esto.

Centrada a muerte como estaba en el AR1, mi tiempo para pensar en Juls se redujo al mínimo. Solo
supe de ella cuando Jennifer comentó que estaba de viaje y mi humor se torció al imaginármela con
alguna tía buena en Hawái. Y me enfadé aún más por el hecho de enfadarme… Quien me entendiera
que me comprara…
Capítulo 16
Juls

Llevaba ya cinco días en Wolf Creek, pescando, leyendo y dándome culazos en el bosque
persiguiendo a ese pavo desgraciado que se cachondeaba de mí cada día. Nunca se alejaba demasiado
de la cabaña, como retándome a que lo pillara. A veces estaba leyendo frente a la chimenea y lo
escuchaba hacer ese ruidito tan cachondo que hacen los pavos. El muy cabrón se descojonaba de mí…

Pero lo que más hice fue pensar en Liz. ¿Estaba enamorada de ella? Ni idea, nunca lo había estado
así que no tenía con que compararlo. Pero sí llegué a la conclusión de que mis sentimientos por ella
eran fuertes y debía seguir lo que ellos me dictaban por una vez en mi vida. Mentalmente lo llamé “La
lección del pavo”: lucha por lo que quieres, aunque te rompas el culo intentándolo. Había planeado
volver en unos días y que Jennifer me ayudara a arreglar un encuentro con ella, a fin de cuentas, no
creía que me respondiera a los mensajes con el pollo que le había montado la noche de la gala.

Acababa de llegar del bosque tras mi enésima intentona de soltarle un flechazo al pavo infernal
cuando escuché un coche aparcar cerca. Salí a la puerta y vi a Jennifer dirigirse hacia mí con un
enorme plumas cubriéndola.

-¿Qué haces aquí, enana? -pregunté extrañada.

-Déjame entrar que me estoy helando, pesadilla -dijo arrollándome y sentándose frente a la
chimenea para acercar sus manos al fuego.

-¿Y bien? -repetí cerrando la puerta.

-Esta noche es Noche Buena -contestó como si eso lo explicara todo.

-Y mañana Navidad -añadí-. ¿Vienes para que cantemos villancicos?

-No imbécil, vengo para que no estés sola.

-J, sabes que me importan una mierda estas fiestas -dije poniendo los ojos en blanco.

-Pero a mí no, así que te jodes y me aguantas. O, mejor dicho, nos aguantas. Colin vendrá mañana a
comer.

-¡Pero qué morro tienes! Te me acoplas y encima invitas gente -exclamé mosqueada.

-Pues aún tienes suerte de que Sarah y Liz estén liadas que si no me las hubiera traído también -
dijo quitándose por fin la chaqueta-. Mi equipaje está en el maletero -añadió tirándome las llaves.

Ignoré adrede su comentario sobre Liz.

-Sí, señorita Escarlata -dije con mi mejor imitación de Mami saliendo hacia su coche mientras ella
se carcajeaba.

Tras acomodarse y ponerse ropa más adecuada para estos lares (eso sí, despotricando por lo poco
favorecedora que era) metió la cabeza en la nevera para afirmar que allí no había nada digno de
estas fechas, por lo que acabamos en el ultramarinos del pueblo comprando unas cuantas botellas de
vino y champagne y unos costillares para el día siguiente. Me negué a comprar pavo, por supuesto, y
ella me miró como si estuviera loca. De vuelta en la cabaña me puse a hacer unas tortillas de clara de
huevo con tomate mientras ella miraba mi colección de libros con una copa de vino en la mano cuando
escuché el sonido de mi tortura. Aparté la sartén del fuego y cogí el arco y el carcaj que había
dejado junto a la puerta para echar a correr hacia el sonido.

-¿Qué cojones haces? -me gritó Jennifer.

-¡El pavo! -grité en respuesta y seguí corriendo.

Lo localicé sobre una pequeña loma junto al rio. Me aposté tras un árbol, coloqué la flecha en el
arco, tensé… la flecha pasó a dos metros del bicho y cayó al rio. ¡Mierda! Iba a recargar cuando
escuché carcajadas a mi espalda y el pavo desapareció de mi vista. Me giré ofuscada para ver como
Jennifer se cogía los costados y le caían lágrimas por la cara. ¡La tía se descojonaba viva!

-Para o te meto un flechazo -gruñí al pasar por su lado.

-Con tu puntería creo que no corro peligro -dijo subiéndoseme a caballito y besándome la mejilla-.
Vamos a casa Katniss.

La llevé a mis espaldas hasta la cabaña, dejé el arco en su sitio y seguí preparando la comida. Cuando
la serví ella me miró divertida.

-¿Qué te ha hecho el pobre pavo? -preguntó.

-Nada, que se me lleva escapando desde que llegué.

-Deberías llamarlo Liz -sugirió logrando que me atragantara con un trozo de tomate.

-Ya tardabas mucho en sacar el temita -dije entre toses.

-¿Has decidido algo? -preguntó.

-Lo voy a intentar -dije ganándome una mirada sonriente por su parte-. Pero -empecé señalándola
con el cuchillo-, si me sale mal más te vale estar ahí para recoger mis pedazos y nunca jamás
empujarme para que me plantee tener una relación.

-Lo juro por mi vida.

-Y darme sexo de consuelo -añadí.

-Eso ni de coña, guapa -exclamó haciéndome reír.

Pasamos parte de la tarde paseando cerca del rio y cuando oscureció nos sentamos frente a la
chimenea con unas cervezas. Me puso al día sobre lo ocurrido con Adam y el encierro de Liz y Sarah
para adelantar y acabar la mesa lo antes posible. Quise ayudar, pero como dijo Jen, más dinero no
aceleraría el proceso. Me sentí impotente. También me contó que había conocido al niño, como era, lo
feliz que era pese a su estado… Y no podía hacer nada, tampoco ayudar a Liz y a Sarah. Ella se sentía
un poco igual, por eso las ayudaba, aunque solo fuera llevándoles comida y haciéndoles de chofer.
Hablamos hasta tarde y dormimos como bebes. Jennifer siempre tuvo el don de calmar mi mente y
un día tranquilo con ella había reafirmado mis ideas y hacerme sentir querida. Un grito nos despertó
de un salto.

-¡Ha de la casa! ¡Vengo en son de paz!

-¡Puto Colin! -gruñó J metiendo la cabeza bajo la almohada.


Salí a abrirle la puerta y él me abrazó deseándome feliz navidad.

-Feliz Navidad a ti también, plasta -contesté liberándome de su abrazo de oso-. ¿Qué haces aquí
tan pronto?

-¿Pronto? Es mediodía, Lett -dijo riéndose.

-¡Mierda!

Eché a correr para preparar las brasas de la chimenea y envolver los costillares que había dejado
marinándose por la noche en papel de plata. Un par de horas para hacerse… bueno, no comeríamos
demasiado tarde. Jennifer salió en pijama para darle un capón a su hermano por la forma de
despertarnos y luego abrazarlo con fuerza. Mientras yo vigilaba la carne al fuego ella preparó una
ensalada de patata y él puso la mesa. Era una estampa familiar, los únicos con los que me sentía
realmente cómoda desde la muerte de mis padres y los miré con cariño mientras discutían por el
aliño de la ensalada.

Comimos entre risas y tumbamos bastantes botellas. Colin nos contó cómo le iba en su nuevo puesto
y el caos que había heredado por la ambición de Robert Preston. No me sorprendió, ese tío era un
mal bicho. También nos contó que había conocido a una chica, Gina, y que le gustaba mucho. Me alegré
por él, pero también por mí… menos competencia para Liz. Jennifer me había dicho que lo de la tal
Lauren se había quedado en algo de una noche. Ahora en mi camino hacia Liz solo estaba la propia
rubia y ese obstáculo ya era suficiente. Les dije que quería volver a NY al día siguiente y ambos
estuvieron de acuerdo. Colin durmió en el sofá y nosotras en el dormitorio. Al amanecer nos
levantamos para recoger todo. Cuando cerré la cabaña y saqué el coche del garaje, al ayudar a
Jennifer a cargar su equipaje volví a escuchar ese sonido torturador. El pavo me observaba quieto
desde la entrada del bosque.

-¡Ya te pillaré, mamón! -le grité mientras que Jennifer se reía y Colin me miraba sin comprender
nada.

Salimos de allí en procesión, cada uno en su respectivo coche y en cuanto abandonamos la carretera
de montaña Jennifer hizo sonar un par de veces el claxon para luego acelerar hasta que la perdimos
de vista. Esta chica parecía familia de los de Fast & Furious.

Llegando ya a la ciudad, Colin me hizo una señal con las luces a modo de despedida antes de tomar
una salida distinta a la mía. Llegué a casa en un rato. Aún era mediodía así que llamé a Drakecorp. Me
costó un rato convencer a la telefonista de que era realmente Juls Drake, pero en cuanto lo logré me
pasó de inmediato con Anne.

-Te echamos de menos ayer, prima -dijo como saludo.

-Claro, tu madre no tuvo a quien tirarle sus dardos envenenados… -respondí sarcástica para al
momento escuchar su risa al otro lado de la línea-. Quería saber cómo va lo de la mesa del chaval.

-¿El AR1? Pues con la caña que le están dando me imagino que terminaran con el montaje en una
semana o así. Luego la probarán hasta la saciedad para asegurarse de que cumple y harán una última
prueba con los cirujanos. Si todo va bien en tres semanas podrían estar operando al niño -me explicó.

-Muy bien, avísame si pasa algo -dije para despedirme y luego colgar.

Volví a marcar.
-¿Ya me echas de menos, pesadilla?

-Quiero conocer a Adam -respondí.

-Tienes suerte, yo voy esta tarde porque ni Liz ni Sarah podían hoy y me lo han pedido. Te recojo a
las 17.

-Gracias Jen.

Me duché, comí algo e hice tiempo zapeando en la tv. La necesidad de conocer a ese niño que tenía a
toda la gente de mi alrededor desviviéndose había ido creciendo en mi interior con los días. Y aunque
su salvación pudiera ser posible gracias a mi dinero me sentía como su no hubiese hecho nada por él
¿Qué menos que hacerle una visita? A la hora prevista Jennifer me recogió y cuando me bajé del
coche en un barrio residencial de Jersey empecé a gritarle de todo.

-¡Cada día conduces más como una chiflada, Black! ¡Nos vas a matar!

-Dijo la que podría empapelar su cuarto con multas por exceso de velocidad en moto… -comentó con
una risilla.

Llamamos al timbre de una de las casas y cuando la puerta se abrió me quedé de piedra.

-¿Nick?

-Juls… pero qué… -miró a Jennifer y de nuevo a mí para poner cara de comprensión-. Eres Juls
Drake.

-Y tu Nick Rollins…

-¿Os conocéis? -pregunto Jen extrañada.

-Es mi mejor rival en el ring del gimnasio. Esta cicatriz me la hizo ella -dijo señalándose una fina
línea que le cruzaba la ceja

-¡Eh! Que tú me rompiste dos dedos.

-Corrige eso, te los rompiste tú contra mi cara.

Nos abrazamos divertidos por la casualidad.

-La mayoría de la gente que se da palizas no se abraza cuando se ve -dijo una mujer con melena
salvaje que había tras él-. Encantada, soy Leah.

-Juls Drake -dije estrechando su mano.

Me miró con cara de sorpresa para luego abrazarme dejándome clavada en el sitio sin saber qué
hacer.

-Tú diste el dinero para Adam. No sé cómo agradecértelo -sollozó en mi hombro apretándome más.

Le di unas palmaditas en la espalda mientras miraba a Jennifer con furia y ella se encogía de
hombros con cara de disculpa.

-No te enfades con Jennifer, nos costó mucho sacárselo -dijo Nick con una sonora carcajada.

Leah al fin me soltó y se calmó, aunque aún balbuceó agradecimientos durante un rato mientras yo
le quitaba importancia al asunto. Charlamos un poco de la casualidad de conocernos ya y contamos
unas cuantas anécdotas de nuestros encuentros en el ring.

-¡Ostras! ¿Queréis tomar algo? -preguntó Leah de pronto.

-La verdad es que Juls quería conocer a Adam -dijo Jennifer.

-Si os parece bien, claro -añadí rápidamente.

-Claro que sí, Juls -dijo Nick arrastrándome hacia el final del pasillo-. Adam siempre ha querido
conocer a la chica que dejó K.O a su padre -dijo provocando las carcajadas de su mujer.

-¿Él sabe…? -empecé cuando nos paramos frente a una puerta.

-Yo se lo dije, Lett -me confirmó Jennifer-. Te quería conocer también por eso, aunque no sea tan
impresionante como tumbar a esta mole.

-Entrad vosotras chicas -dijo Leah abriendo la puerta mientras Nick fingía lanzarle una mirada
furiosa a mi amiga.

Entré siguiendo a Jennifer. Una habitación en penumbra, solo iluminada por la luz de un flexo y la
pantalla de televisión era el marco que encuadraba a un niño rubio de ojos grises que jugaba a la
videoconsola, tumbado en la cama con una mascarilla de oxígeno en su boca.

-¡Hola Adam! -dijo Jennifer haciendo que el chico dejara a un lado el mando y se quitara la
mascarilla para empezar a rebuscar en unos tubos a su lado.

-¡Hola J! -contestó sonriente.

-Espera, que te ayudo -dijo mi amiga apartando la mascarilla y pasándole un tubo que él se sujetó a
la nariz.

Entendí que con ese cambio podía hablar y seguir recibiendo oxígeno a la vez.

-Mira, esta es mi mejor amiga, Juls -dijo Jen señalándome tras dejar un beso en el pelo del pequeño
rubio.

-¡Hola Juls! Me han contado muchas cosas tuyas -me saludó sonriéndome.

Me acerqué a él y le di la mano.

-Tu ni caso de lo que te diga la canija esta, ¿eh? Es una trolera -dije señalando a Jennifer y
haciendo reír a Adam.

-¡Oye! ¿Cómo que canija? -se enfurruñó ella.

-Medida Hobbit diría yo -dije haciendo como que la medía.

-Serás…

Adam se reía a carcajadas mientras Jennifer intentaba darme un capón y yo paraba sus golpes
divertida. Al final la sujeté y se dio por vencida.

-Bueno, ¿a qué jugabas, chaval? -pregunté mirando la pantalla.

-Al Assassin’s Creed Black Flag -dijo poniendo cara de molestia-Pero no consigo pasarme esta
memoria sin que me detecten. Es imposible -exclamó frustrado.
-¿Te ayudo? -pregunté.

-¿Sabes jugar?

-Me lo he pasado 3 veces -respondí.

Él se apartó ansioso dejándome sitio a su lado para que me sentara y eso hice riéndome. Volvió a
conectar el juego y empecé a guiarlo por el escenario diciéndole por dónde trepar, dónde
esconderse, a quién lanzarle un dardo narcótico…

Vi que la puerta se abría y Nick y Leah hablaban con Jennifer.

-Se han puesto con los videojuegos… Ahora Juls se os mudará a vivir aquí -se cachondeó ella
provocando las risas de los otros dos.

-Vete por ahí, Jennifer -exclamé.

-¿Ahora que, Juls? -me preguntó Adam tirándome de la manga.

Volví a centrarme en el juego mientras que ellos tres se iban de la habitación. En cuestión de
minutos habíamos superado la escena donde Adam se atascaba y pausó el juego.

-Gracias Juls, eres súper buena.

-Tú también chaval -dije revolviéndole el pelo-. Solo que esta parte es chunga. A mí me costó días
averiguar cómo hacerlo.

-Oye… eres la chica que ha puesto el dinero para mi mesa, ¿verdad? -preguntó.

-Mmm… sí

-¿Por qué? No me conocías.

Eso me dejó descolocada. ¿Qué se le podía contestar a un niño?

-Verás Adam, yo tengo mucho dinero, dinero que no me he ganado yo ¿sabes? Era de mis padres. A
veces pienso que no me lo merezco y no me gusta gastarlo en tonterías. Entonces me enteré de lo
que querían hacer para ayudarte y creí que sería una forma buena de usarlo. ¿Lo entiendes?

Él se quedó pensativo unos momentos.

-Sí, creo que yo haría lo mismo que tú. ¿Dónde están tus padres? -preguntó con esa inocencia que
solo un niño puede tener.

-Murieron -respondí agachando la cabeza para que no viera que mis ojos comenzaban a brillar como
siempre que el tema salía.

Sus brazos se envolvieron en torno a mi cuello de repente y me abrazó con fuerza.

-Lo siento mucho, Juls. Te presto a los míos si quieres, así no echaras tanto de menos a los tuyos -
dijo haciéndome reír.

-Gracias rubiales -dije dándole un beso en la mejilla antes de separarme.

Observé la habitación para apartar los malos recuerdos de mi cabeza.

-¡Guau! ¿Esto lo has dibujado tú? -pregunté acercándome a unos dibujos clavados en un corcho. Eran
totalmente estilo comic.

-Sí. Mi madrina me enseñó a dibujar desde pequeño y cuando me aficioné a los comics me compró un
libro sobre como dibujar ese estilo. Ella dibuja súper bien, ¿sabes?

-Pues tú dibujas genial. Este Batman parece totalmente el del comic -aseguré sorprendida de
verdad por su habilidad.

Casi se me corta la respiración cuando vi un retrato de Liz muy logrado para un niño, incluso para
este.

-Esa es mi madrina -dijo orgulloso-. Le pedí que se hiciera un retrato a ella misma, así podía tener
una imagen suya y a la vez algo que ella hubiera dibujado.

-Liz… -susurré sin poder evitarlo.

-La conoces, ¿no? Es amiga de Sarah.

-Sí, claro que las conozco. Son dos chicas geniales -aseguré evitando centrar mi comentario solo en
la rubia y volviendo a sentarme junto a él.

Me contó anécdotas sobre Liz que solo hicieron que mi corazón latiera más deprisa. Hablamos sobre
comics y videojuegos. Casi me hizo llorar cuando me dijo que, si conseguía hacerse mayor, seria
diseñador de videojuegos, así haría las dos cosas que más le gustaban. Internamente me prometí
hacer lo posible para que eso se cumpliera. Cuando Nick entró un rato después estábamos
debatiendo acaloradamente sobre si era mejor Marvel o DC.

-Las chicas de DC son más guapas, admite eso -dije.

-Pero todos llevan la ropa interior por fuera -se mofó.

-Chicos, es hora de cenar y Jennifer dice que si no os dejáis de cháchara Juls vuelve a Manhattan
andando.

-¡Uy! Perdona Nick, no sabía que fuera tan tarde -dije incorporándome.

-Adam ¿sabes que fue Juls quien me partió la ceja en el gimnasio? -comentó su padre.

-¿Qué? ¿Eres esa Juls? Yo quiero veros pelear… sería como Wonder Woman contra Hulk -exclamó
él dando saltitos.

-Los únicos que vamos a tener pelea somos tú y yo como no dejes de dar esos botes en la cama,
caballerete -dijo Leah entrando con una bandeja en la habitación.

-¡Jo! -susurró Adam cruzándose de brazos enfurruñado.

-¡Oye tú! ¿Me acabas de comparar con un monstruo verde y feo? -preguntó Nick mirando a su hijo
que contuvo una carcajada.

-Siento que se haya hecho tan tarde, Leah. No me di cuenta -me disculpé.

-No pasa nada Juls, se nota que lo habéis pasado bien -dijo sonriéndome con cariño.

-¿Vendrás otro día Juls? -preguntó Adam poniéndose la servilleta.

-Claro que sí, chaval -exclamé extendiendo la mano para que me la chocara.
-¡Juls Drake! ¡Mueve tu culo escuálido al coche o vuelves a dedo! -gritó Jennifer entrando en el
cuarto y arrastrándome a la salida-. ¡Adiós peque!

-¡Adiós J! ¡Adiós Juls! -contestó riéndose.

Nick nos acompañó a la puerta y me dijo que volviera pronto. Ya en el coche me puse el cinturón
justo a tiempo para el acelerón de Jennifer.

-Cuanta prisa enana, incluso para ti -comenté.

-Quedé en llevarles la cena a Liz y a Sarah y aún tengo que dejarte en tu casa. A no ser… que
quieras venir, claro -añadió con una sonrisa pícara.

Me lo pensé durante unos minutos. Quería hablar con Liz, mi idea sobre eso no había cambiado, pero
no me apetecía que fuera en Drakecorp con Jennifer, Sarah y algún técnico por en medio.

-Hoy no Jen, pero pronto.

Ella solo asintió comprendiéndolo. Me dejó en casa y salió escopeteada quemando rueda. Subí, me
puse cómoda, preparé algo de cena y me tiré en el sofá para empezar mi propia partida al Assassin’s.
Capítulo 17
Liz

Por fin había terminado el montaje del AR1, tres semanas antes de lo previsto. Nos habíamos
volcado tanto en ello que pasamos la Nochevieja metidas en el taller y si no hubiera sido porque
Jennifer apareció con varias botellas de champagne ni nos hubiéramos acordado. Nos tomamos el
primero de año libre y al día siguiente comenzó la fase de testeo, un proceso largo y tedioso que
había que cumplir a rajatabla y en el que me centré por completo. Era aquí donde yo era realmente
indispensable, ya que era mi cometido asegurar la total eficiencia de la mesa y le seguridad del
paciente. Controles de peso, velocidad, resistencia, ángulo de giro… y Sarah a mi lado ajustando al
milímetro cada movimiento a una palabra mía. Iba bien… era perfecta. Adam se salvaría. Cuando
terminamos de testear con el maniquí de pruebas avisé a Anne para que acordara un día para la
prueba con los cirujanos. El 10 de enero, a las 9 de la mañana bajé a la puerta principal de Drakecorp
para recoger a mi madre.

-Lo habéis conseguido, cariño -me saludó abrazándome.

-Eso tienes que decidirlo tú, mama. Hola Emily, -añadí estrechando la mano de la adjunta de mi
madre.

Emily Jones y yo habíamos hecho la residencia juntas y también tuvimos una aventurilla en aquel
momento. Era una chica pequeñita y morena, delicada como un duendecillo, pero con un carácter
fuerte y decidido que me hizo caer a sus pies. Nuestro pequeño affaire nunca se interpuso en que
más tarde nos lleváramos bien y en que yo la respetara muchísimo al haber sido elegida por mi madre
para ser su pupila. Su talento para la cirugía pediátrica era indiscutible.

-Hola Liz -saludó devolviéndome el apretón-. Me alegro de estar aquí.

Las acompañé a los ascensores.

-Hemos puesto el AR1 en una sala de simulación de quirófano y el muñeco quirúrgico que enviasteis
está listo -les informé.

-¿El doctor Archibald ha llegado ya? -preguntó mi madre.

-No.

-Estos cirujanos que se creen estrellas del rock… -comentó Emily por lo bajo haciéndonos reír.

Salimos en el piso de talleres y las guié hasta la sala que habíamos habilitado como quirófano. En la
puerta nos esperaban unas incómodas Sarah y Anne. Ambas pusieron cara de alivio al vernos llegar,
desde lo ocurrido entre ellas solo hablaban de temas profesionales con total frialdad por parte de
Sari y gesto de culpabilidad por parte de Anne. Hice las presentaciones e inmediatamente Sarah
arrastró a Emily y a mi madre adentro para explicarles el funcionamiento de la mesa. Parecía una
niña que enseñara su juguete nuevo. Estaba observándolas divertida cuando alguien me abrazó por la
espalda.

-Es vuestro gran día, Liz -me susurró Jennifer al oído.

-¿Qué haces aquí, J? -pregunté sorprendida pero contenta por su presencia.


-No quería perdérmelo, pero me quedaré en una esquinita dejándoos hacer cosas de médicos sin
molestar, lo prometo -añadió poniendo cara de niña buena.

-Sabes que tú no molestas -respondí con cariño a esa chica que tanto nos había ayudado-. A Sarah
también le alegrará que hayas venido.

Tuve que contener la risa cuando la vi ponerse colorada. Llevaba semanas fraguándose algo entre
Jennifer y Sarah… pero quizás era demasiado pronto hasta para que ellas lo vieran. En ese momento
vi a Lauren guiar a dos personas hacia nosotras. Él, alto, afroamericano, con la barba cana, de unos
cincuenta años más o menos y vestido con un traje de alta costura. Había leído suficientes revistas
de medicina en mi vida para reconocer de inmediato a Theodore Archibald. Ella era de mediana
estatura, pelo moreno, rasgos definidos y armoniosos, un cuerpo envidiable enfundado en un vestido
rojo de firma y tacones de vértigo. También sabía quién era: Alie Kendall, adjunta de Archibald y
según decían uno de los grandes activos de la cardiocirugía. Anne se adelantó para saludarlos
mientras Jennifer juntaba su cabeza con la mía.

-¿Soy yo o esos dos llevan un par de palos de escoba metidos por el culo? -me preguntó.

-Me temo que tienes razón -afirmé-. Y luego me dicen a mí estirada…

-Doctora Cohen, le presento al doctor Archibald y a la doctora Kendall -dijo Anne avanzando con
ellos hacia mí mientras que Jennifer se perdía a mi espalda.

-Un gusto conocerlos -dije sonriendo con educación, gesto que ellos no correspondieron-. Es un
honor que vayan a realizar la cirugía de Adam.

-Eso será si esa mesa de fantasía funciona ¿no cree, doctora? -dijo Archibald con una sonrisa de
suficiencia que fue acompañada de una risita insidiosa de su adjunta.

-Funciona perfectamente, doctor Archibald -contesté con seriedad-. Ha sido testeada siguiendo
todas las normativas vigentes y nuevos protocolos optimizados para este caso en particular.

-Veremos -dijo dirigiéndose al quirófano seguido de Anne y a la doctora Kendall.

Vimos como Anne hacía las presentaciones y como Sarah explicaba a los dos nuevos asistentes el
funcionamiento de la mesa. Ellos observaban con escepticismo y condescendencia. Tras un rato vi
como Anne se los llevaba junto a mi madre y Emily. Sarah se unió a nosotras con cara de mala leche.

-Van a vestirse para probarlo -nos informó-. ¡Menudo par de imbéciles! Le han sacado pegas a la
mesa, han cuestionado la viabilidad de la cirugía y la tal Alie hasta ha discutido si Emily tenía la
preparación necesaria para estar aquí. Serán buenos, pero son gilipollas.

-Me extraña que mi madre no le haya partido la cara. Lleva tan mal que se metan con Emily que a
veces hasta me pongo celosa -solté de broma para aliviar el ambiente.

-Chicas, ¿me podéis explicar cómo le van a hacer una cirugía a un muñeco? ¿Le van a extirpar el
relleno de gomaespuma o qué? -preguntó Jennifer haciendo que nos riéramos buena cosa.

-Es un muñeco quirúrgico, Jen. Tiene órganos, sangra y hasta habla y se queja si quieres -le explicó
Sarah.

-¡Jesús! Y a mí que me impresionaban las muñecas aquellas que se meaban encima… -exclamó con
nuestras consiguientes carcajadas.
Un rato después Anne se nos unió y vimos a los 4 cirujanos vestidos para operar. El muñeco había
sido configurado internamente con la misma malformación de Adam, así que lo que hicieran ahora se
asemejaría lo más posible a la operación real.

En principio todo iba bien, abrieron el pecho sin complicaciones. Pero cuando la doctora Kendall
empezó a manipular el mando para colocar al paciente de lado la mesa dio un bandazo. Emily le quitó
el control para hacer inclinar la mesa suavemente. Ya en su posición correcta Archibald y mi madre
empezaron a manipular la caja torácica, pero al rato vi como empezaban a discutir al saltarle un
churretón de sangre a él en la cara. La Alie de los cojones volvió a coger el mando siguiendo las
órdenes de su jefe, supuse que para algún cambio de postura, pero la muy idiota la hizo girar tanto y
tan rápido que el muñeco terminó colgando de la mesa y se hubiera ido al suelo de no ser por las
correas que lo sujetaban. Todos empezaron a gritarse entre ellos y Anne y yo entramos a toda
velocidad.

-Esta chapuza de ciencia ficción no sirve para nada, doctora Cohen -le gritaba Archibald a mi madre
con la cara empapada de sucedáneo de sangre.

- Es usted el que no hace por que sirva, doctor -contestó ella.

Mientras tanto Emily le gritaba a Alie que era inútil hasta para apretar un botón y ella solo se reía
de Emily llamándola enfermera sobrevalorada.

-¡Señores, señores! -exclamó Anne intentando poner paz-. ¿Por qué no se cambian y evaluamos la
situación en mi despacho?

Quince minutos después nos encontrábamos todos en su despacho, salvo Jennifer, que nos esperaba
fuera mordiéndose las uñas.

-Esto ha sido una pantomima desde el principio, señorita Morton -dijo Archibald mirándose las
uñas-. Ese niño se muere, da igual cuantos trastos inventen aquí.

-Alto ahí, Archibald -lo frenó mi madre-. Yo he visto esa mesa totalmente viable para la operación
de Adam.

-Sobre todo si se usa correctamente -añadió Emily lanzándole una mirada matadora a Alie.

-Gracias por su opinión carente de interés, doctora Jones -respondió esta con una sonrisa sibilina.

-El caso es que a mí me trajeron para que aprobara este procedimiento. No lo apruebo y por
supuesto no realizaré la cirugía -sentenció Archibald.

-Eso sería incumplimiento de contrato, doctor Archibald -dije con frialdad.

-Mire el contrato doctora, si yo no estaba conforme no lo hacía -dijo levantándose de su silla.

Miré a Anne para comprobar esa información y la vi asentir con tristeza. Todas miramos a
Archibald y a su adjunta mientras se dirigían a la puerta.

-Ya me dijo mi buen amigo Robert Preston que esta empresa vivía más de sueños que de realidades -
añadió con una sonrisa cruel-. Que tengan un buen día. -Y desapareció con su perrita faldera.

Jennifer entró a los pocos segundos para encontrarnos a todas con gestos que iban desde la
tristeza a la furia.
-¿Qué ha pasado? -preguntó.

-No hará la operación, dice que la mesa no es viable -explicó mi madre sentándose con cara de
aturdimiento.

-Es amigo de Preston -dijo Sarah haciendo que Jennifer alzara una ceja con comprensión.

Tras unos minutos salté.

-Bueno, pues encontraremos a otro cirujano cardiotorácico. Uno que no tenga al puto Preston
susurrándole en la oreja y dispuesto a trabajar con nuevas tecnologías -afirmé con seguridad.

-Liz, no puede ser cualquiera. La operación de Adam es delicadísima -dijo mi madre con tristeza.

-Y ya no nos queda más dinero para este proyecto. No para traer a un cirujano de primera línea -
añadió Anne.

Tuve ganas de llorar, de gritar, de salir y enzarzarme a puñetazos con ese par de mercenarios de la
práctica médica, de ir a matar a Preston. ¡Dios mío! Adam, Adam, Adam… su nombre resonaba en mi
cabeza.

-Tengo una idea -dijo Jennifer haciendo que todas la miráramos estupefactas-. No sé si resultará,
pero hay que intentarlo. Sarah y Liz, venid conmigo. Os llamaremos con lo que sea -afirmó con
seguridad.

-Pe… pero -empezó Sarah.

-¡Nada de peros, venga! ¡Desfilando delante de mí! -ordenó haciéndonos salir del despacho.

Para ser tan pequeñita daba un miedo de cojones cuando se ponía mandona. Cuando me quise dar
cuenta estábamos en el parking entrando en su coche.

-¿A dónde vamos? -pregunté abrochándome el cinturón con rapidez.

-A ver a Juls -afirmó pegando un acelerón.

Me quede muda hasta que salimos del parking con un agresivo giro.

-¿Cómo que a Juls? ¿Para qué a Juls? -pregunté tartamudeando.

-Hay tres cosas que a Juls le sobran, rubia: dinero, contactos y ansias de venganza si le tocan a
alguien que ella quiera -dijo sin apartar la vista de la carretera.

Me volví a quedar muda. ¿A qué se refería con “alguien a quien ella quiera”?

-Entonces, ¿contratará a unos sicarios para que maten a Preston, Archibald y Kendall? -preguntó
Sarah alucinada.

Una tremenda carcajada de la conductora llenó el coche.

-No me refería a eso, aunque no dudo que sería capaz si quisiera, ya lo veréis.

En poco tiempo llegamos a un edificio de lujo en el que Jennifer entró en el parking con su propia
tarjeta. Tras bajar del coche y montar en el ascensor marcó una clave que nos lanzó a toda velocidad
hacia el ático. Nos vimos delante de una puerta de madera maciza que Jennifer empezó a aporrear y
al ver que no abrían sacó un manojo de llaves del bolsillo.
-Puta sorda -rumió abriendo la puerta y haciéndonos pasar- ¡Juls! ¡Pesadilla! -gritó.

Nos hizo una seña para que esperáramos en un enorme salón lleno hasta los topes de libros y
películas. Sarah se sentó tranquilamente en el sofá mientras yo me retorcía las manos nerviosa y
observaba a mí alrededor. Empezamos a escuchar una discusión por el pasillo por donde se había
perdido Jennifer.

-¡Te di esas llaves para una urgencia, enana! -gruñía la voz de Juls acercándose.

-Es una urgencia, Lett -decía Jennifer.

-Ducharme en paz también lo es -contestó la ojiverde entrando en el salón solo envuelta en una
toalla para quedarse quieta mirándonos.

El pelo le caía mojado a un lateral de la cara goteando sobre todas partes. La toalla le cubría el
pecho a duras penas y sus piernas, que ya de por sí parecían largas con vaqueros, desnudas parecían
no tener fin. Se me secó la boca y empecé a notar muchísimo calor por todo mi cuerpo. Cuando me
miró directamente a los ojos sentí que el suelo temblaba bajo mis ojos por el impacto de ese verde
precioso.

-Si no fueras tan ansiosa te hubiera dicho que venía acompañada -dijo Jennifer intentando
contener la risa.

-Voy a vestirme -dijo girándose a toda velocidad y volviendo a desaparecer por el pasillo.

-¡Bonito cuerpo, Drake! -le chilló Sarah divertida.

-Luego te cobro por mirar, Romero -se escuchó desde el final del pasillo antes de que una puerta se
cerrara de golpe.

-¿Una cervecita, Liz? Apuesto a que te has quedado deshidratada de golpe -preguntó Jennifer
pasando por mi lado mientras Sari se giraba en el sofá para mirarme con una sonrisa socarrona.

-Son las 11 de la mañana, Jen -respondí alarmada.

-Con lo que ha pasado creo que la necesitamos -dijo poniéndome una en la mano para luego darle
otra a Sarah, dejar una en la mesilla y sentarse junto a mi amiga.

No me había dado tiempo a abrir la mía cuando Juls volvió con un pantalón de chándal y una
camiseta de Rammstein.

-Bebiendo a las 11 de la mañana… ¿Qué ha pasado? -preguntó sentándose en una butaca y


desenredándose el pelo con un cepillo.

-Algo importante y grave, Lett -respondió Jennifer con seriedad-. He pensado que podrías ayudar.

-Liz -dijo ella mirándome y sacándome de mi estado de shock-. ¿Por qué no te sientas y me lo
contáis?

Asentí rápidamente y me senté en la butaca frente a ella tras quitarme la chaqueta. Abrí y bebí de
mi cerveza solo para hacer algo que no fuera quedarme atrapada por sus ojos. Sarah y Jennifer
empezaron a contarle todo lo ocurrido esa mañana mientras ella escuchaba con atención. Comencé a
serenarme y hablé para añadir alguna cosa o dar mi opinión. Sus ojos me traspasaban. Cuando le
narramos como se había despedido Archibald y la mención a Robert Preston se puso de pie furiosa y
pensé que iba a estampar su cerveza contra el suelo. Paseó por la habitación con largas zancadas que
resonaban con fuerza contra la tarima pese a estar descalza.

-¿Qué se puede hacer? -preguntó con firmeza.

-Hace falta dinero y un cirujano de cardio muy bueno -dijo Sarah.

-El dinero no es problema -dijo quitándole importancia con un gesto con la mano-, pero ando un poco
escasa de cirujanos ahora mismo -añadió con sarcasmo.

-Estaba pensando… en Talia North -dijo Jennifer.

-¿Talia? ¿Esa Talia? -preguntó Juls sorprendida a lo que Jennifer asintió.

-Espera, ¿conocéis a Talia North? -pregunté alucinada-. Es de las mejores cirujanas cardiotorácicas
del país. Hasta mejor que Archibald pese a su edad según dicen.

-Fue compañera mía en la facultad -explicó Jennifer.

-¿Estudiaste en Yale? -volví a preguntar aún más sorprendida.

-Mi enana vale pare todo -sentenció Juls mirándola con cariño.

-¡Ya te digo! -soltó Sarah haciendo que J enrojeciera.

-Podríamos llamarla. Era una buena amiga en la universidad -dijo ella aún más roja.

-Sí que lo era, sí -dijo Juls poniéndose del mismo color.

Vale, aquí pasaba algo, pero eso no era lo importante ahora.

-Su salario sería astronómico. Sacarla del Mason para una operación experimental… -dije.

-Eso es lo de menos. Adam bien lo merece -dijo Juls haciéndome sonreír-. ¿Tienes su número, Jen?

-Sí, hablamos de vez en cuando.

-Llámala ya.

Jennifer puso el móvil sobre la mesa activando el “manos libres”. A los pocos tonos una voz suave
contestó.

-Hola Jennifer, ¿cómo te va?

-Hola Talia, mira, estoy con Juls.

-¡Juls Drake, dichosos los ojos! Bueno, en este caso los oídos.

-Encantada de oír tu voz, Talia -saludó Juls con su habitual coquetería.

Entre las dos le explicaron lo ocurrido.

-No me extraña, Archibald es un estirado retrógrado -dijo ella.

En ese momento Jennifer nos presentó y entre Sarah y yo le hicimos un resumen sobre el AR1 y el
caso de Adam.

-Tendría que probar la mesa, pero parece prometedor. Y además operar junto a Amy Cohen… contad
conmigo.
Las cuatro gritamos de alegrías.

-Por supuesto pagaremos tus honorarios, Talia -se apresuró en aclarar Juls.

-Ni de coña Drake, consígueme un buen hotel y cuando todo acabe me sacáis por ahí de parranda.

-Pero Talia… -empezó Jennifer.

-Ni una palabra más, esto lo hago “pro bono” ¿Cuándo me necesitáis ahí?

-¿Ayer? -soltó Juls haciéndola reír.

-Os llamo en cuanto hable con mi jefe y consiga billete.

-Gracias guapísima -dijo Jennifer.

-A vosotras por pensar en mí. Será algo legendario. Nos vemos chicas -dijo colgando.
Capítulo 18
Juls
Hacía dos semanas que había vuelto de la montaña y mi vida estaba resultando la mar de tranquila,
pero era lo que necesitaba en ese momento. Leía mucho, pensaba más y pasé un par de veces a ver a
Adam. Me encantaba ese chico. Era inteligente, divertido, con un valor increíble y unos gustos tan
semejantes a los míos que empecé a preguntarme si yo no sería un pelín infantil para mis 25 años…
¡Nah! El frikismo no tiene edad. Peeero… la tranquilidad acabó una mañana mientras me duchaba.
Jennifer irrumpió en mi cuarto de baño como un tornado y el único motivo por el que no morí
desnucada en la ducha fue porque la mampara paró mi cuerpo cuando patinaba por el susto. Y para
colmo salgo al salón casi en pelotas y… ¡Tachan! Liz y Sarah allí esperando. No era así como yo
esperaba que fuera mi reencuentro con esa rubia que me traía de cabeza. Perdoné a Jennifer por su
intrusión en cuanto me pusieron al tanto de lo que pasaba. La presión que sentí en mi pecho al pensar
en el futuro de Adam hizo que lograra desviar mis ojos de Liz. Cuando vi como me miraba recién
salida de la ducha casi me derrito al verla colorada y con los ojos oscurecidos.
Al sugerir Jennifer a Talia North como posible cirujana sustituta para Adam por poco se me
desencaja la mandíbula. Nunca hablábamos de ella, a fin de cuentas, ella representaba, quizás, el
único momento realmente vergonzoso de mi pasado con Jennifer. Resumiendo, en una noche de
borrachera en la que yo había ido a ver a J a su universidad nos acabamos montando un trío con ella.
Ni Jennifer ni yo somos precisamente pudorosas con el sexo, pero aquello fue demasiado hasta para
nosotras y optamos por hacer como que no había pasado.
Al llamarla pude comprobar que seguía siendo la chica dulce y amable que recordaba, aunque luego
resultara ser una fiera en la cama, y cuando dijo que haría la operación de Adam gratis pensé que nos
había caído un ángel cachondo del cielo.
-Debería volver a Drakecorp para asegurarme que ese par de inútiles no le hayan hecho nada malo a
mi creación -dijo Sarah tras finalizar la llamada.
-Te llevo -contestó Jen-. Quiero poner al tanto a Anne y que redacte un contrato.
-Yo… debería averiguar por donde anda mi madre e informarla también -dijo Liz mirando al suelo.
-¿Te importa si te acompaño? -le pregunté antes de siquiera pensarlo-. Quería ir a Jersey también.
-No… no, claro. Podemos ir juntas -contestó mirando más atentamente el suelo.
-Pues nos vemos luego, chicas -dijo Jennifer cogiendo del brazo a Sarah.
-¡Hasta luego, tías! -se despidió esta guiñándome un ojo y dándole un palmetazo en la espalda a Liz.
Cuando la puerta del piso se cerró el ambiente empezó a espesarse por momentos. Ella seguía en la
misma postura, con las manos entre las rodillas y la cabeza gacha sin mirarme.
-¿Me esperas mientras me visto? -pregunté intentando romper el hielo.
-Ajá -dijo sin cambiar ni un ápice su posición.
Me giré hacia mi cuarto para volver a girarme y encararla de nuevo. Necesitaba que me mirara.
-¿Liz? -hice una pausa esperando a ver si alzaba la vista para mirarme, pero no-. Siento lo de la gala,
de verdad. Fui una capulla, pero estaba increíblemente celosa ¿sabes? Con Lauren de tu brazo y Colin
tirándote los trastos… solo… no entendía por qué me rechazabas y me sentó muy mal lo que dijiste,
pero quería besarte y a la vez soltarte un tortazo y… -Vale, me estaba haciendo un lío yo misma.
-Juls -dijo con voz queda mirándome al fin.
-¿Qué?
-Respira que te ahogas -comentó sonriéndome divertida.
Respiré hondo unas cuantas veces, cerrando los ojos y poniendo las manos en las caderas para
intentar relajarme. Cuando volví a mirarla se había levantado y estaba a un par de pasos de mí.
-Yo tampoco lo hice bien esa noche -dijo con cara de arrepentimiento.
-Liz… yo… buff. -Pensé que me desmayaba allí mismo-. Me gustas de verdad, puede que hasta más,
pero no sé qué hacer con eso, ¿me entiendes? -ella asintió.
-Me pasa lo mismo, Juls -dijo seria-. Pero mi instinto primario me dice que huya.
-Y el mío que lo esconda -respondí rápidamente.
Ella se rio por mi contestación. Menudo par formábamos.
-¿Por qué no lo intentamos? Despacio, sin presiones, pasar tiempo juntas, conocernos… no sé -
pregunté esperanzada.
Ella se lo pensó volviendo a mirar al suelo durante unos minutos. Me iba a dar un infarto, fijo.
-Poco a poco… -farfulló para sí misma-. Vale, me parece buena idea -dijo volviendo a mirarme.
Tuve ganas de saltar, gritar y bailar, pero pensé que igual me quitaba puntos así que me limité a
sonreír y a dar un paso hacia ella. Me miró con duda, supongo que pensando que iba a intentar besarla
o algo así, pero solo puse un mechón de pelo que le había caído sobre los ojos tras su oreja con una
leve caricia a la que ella contestó con una sonrisa preciosa.
-Voy a vestirme ¿vale? -pregunté.
-OK. Yo mientras me entero de donde está mi madre -dijo sacando el móvil del bolsillo.
Fui hacia mi cuarto pegando botes por el pasillo en cuanto salí de su rango de visión. Entré y empecé
a vestirme con celeridad. Vaqueros, jersey de lana negro, botas… me recogí el pelo en una coleta baja
mientras me sonreía a mí misma en el espejo. Poquito a poco iría teniendo a Liz. De pronto un
pensamiento me cruzó por la cabeza: ¿Cuánto tardaríamos en acostarnos yendo despacio?
Empecé a notar que se me encendía todo el cuerpo. ¡Madre mía! ¿Cuánto llevaba sin echar un polvo?
Eché cuentas y casi me caigo de culo cuando calculé que desde la noche anterior a la junta en
Drakecorp. ¡Más de un mes! Debía ser mi periodo más largo de abstinencia desde… ¿yo que sé? Desde
que empecé a tener vida sexual. Aunque no pude evitar sonreír al pensar que era desde el mismo
momento en que vi a Liz. ¡Pues ale Juls! A base de duchas frías y trabajos manuales vas a seguir
porque esa rubia lo vale. Pero… se me ocurrió una pequeña travesura. Salí al salón para verla sentada
en la misma butaca de antes.
-Mi madre ha vuelto al trabajo -me informó-. ¿Me puedes dejar en el hospital de Jersey?
-Claro -dije encaminándome a la puerta para antes pararme frente al armario de la entrada-. Toma -
dije tendiéndole el casco que guardaba allí para cuando llevaba paquete.
-¿Vamos en moto? -preguntó con cara de sorpresa.
-Sí, no tengo coche -mentí, pero quería llevarla abrazada a mí.
-Juls, hace un frío de cojones.
-¡Uy! Cierto -respondí sacando una chupa de moto que guardaba de reserva-. Así no tendrás frío -
afirmé mientras me ponía la mía.
Pareció pensárselo unos momentos, pero al final también se la puso. ¡Joder! Le quedaba de muerte.
-Me va un poco grande -comentó riéndose al ver como las mangas le ocultaban completamente las
manos.
Me acerqué y le ajusté ambas mangas con las correas con hebillas que había para tal fin.
-Listo, vámonos -dije reprimiendo un gesto de placer al ver que se había puesto un poco colorada.
Mientras bajábamos en el ascensor me agradeció lo de Talia North.
-Haría lo que fuera por el rubiales.
-¡Dios! Desde que te conoció está que no caga contigo. Juls esto, Juls lo otro, Juls juega genial a
videojuegos, Juls sabe más que nadie sobre comics… -me contó entre risas.
-Tiene buen gusto… ¡Ay! -exclamé llevándome un puñetazo amistoso en el hombro.
-Modesto baja, que tienes faena.
-¿Qué voy a hacer si vuelvo locos a los rubios, rubia? ¡Eh, eh, eh! No me pegues otra vez que es el
brazo del acelerador -añadí cuando le vi las intenciones.
-Eres insoportable -bufó con voz molesta, pero aguantándose una sonrisa.
-Ven, que te presento a “mi dama”-dije cogiéndola de la mano y sacándola del ascensor para
arrastrarla por el parking.
-¿Dices que tu moto es “tu dama”? -preguntó cuando paramos frente a ella-. Estás como una chota,
Drake.
Me puse los guantes y el casco, cerré mi chaqueta hasta el cuello y me monté.
-Tú no serás otra psicópata conduciendo como Jennifer, ¿no? -preguntó mirando la moto con
cautela.
-Tranqui que no, y menos cuando voy acompañada. Venga, sube -dije haciéndole un gesto.
Subió con cuidado ya con el casco puesto y apoyó las manos en mi cintura... Yo se las cogí y se las
crucé sobre mi abdomen. El último sonido que escuché antes de encender el motor fue su carcajada
en mi nuca. Di gas y en nada íbamos rodando al aire libre. Siempre he amado la sensación de ir en
moto por la ciudad, pero hacerlo con Liz abrazada a mí fue aún más maravilloso.
-¿Cómo vas? -pregunté cuando paramos en un semáforo.
Ella se limitó a asentir. Cuando cruzamos el puente de Jersey y pude acelerar más noté como se
aferraba con más fuerza a mí.
-¡Esto es la leche! -me gritó al oído por encima del sonido del viento a lo que yo solo respondí con
una carcajada.
Cuando aparqué en el parking del hospital esperé a que ella bajara para después hacerlo yo.
-¿Has pasado frio? ¿Estás entumecida? -pregunté preocupada.
-¡Qué va! Estoy genial. Ahora entiendo por qué la gente tiene moto -dijo quitándose el casco para
mostrarme una gran sonrisa.
-¿Nunca habías ido en moto? -pregunté estupefacta.
-Nop.
-Madre mía, tengo que pasearte más por ahí -exclamé.
-¿En “tu dama”? Cuando quieras -respondió feliz.
-Genial, ahora me quieres por mi moto -solté con sarcasmo.
-No seas capulla. Oye, no me has dicho a qué venías a Jersey.
¡Mierda, mierda, mierda! Me ha pillado. ¡Eres idiota, Juls!
-Pu… pues -piensa Juls, piensa-. Quería ver a Adam -me has salvado chaval.
-¡Ah! Yo también quería ir. Si esperas a que hable con mi madre podemos ir juntas -dijo.
¡Punto, set y partido para Juls Drake! Me había salido redondo sin proponérmelo.
-Claro, de hecho, me gustaría conocer a tu madre -dije entusiasmada.
-Bueno… eh, no sé… -empezó a balbucear.
-Para conocer a la otra cirujana de Adam -aclaré alterada al darme cuenta de como había sonado
eso-. Como tu amiga y… y… amiga de Adam.
-Vale entonces -dijo volviendo a sonreír.
En cuanto me dio la espalda me pasé la mano por la frente. ¡Jesús! La que había estado a punto de
liar.
La seguí por los intrincados pasillos del hospital. Parecía conocerlos a la perfección y recordé lo que
me había contado Jennifer.
-Hiciste tu residencia aquí, ¿verdad? -pregunté.
-Sí, bajo el yugo de la monstruosa Amelia Cohen, alias mi madre -contestó riendo.
-Vamos, no sería para tanto, eres su hija -comenté.
-Precisamente por ser su hija empleó más mano dura conmigo que con los demás, para que no la
acusaran de favoritismos. En casa es un amor y está tan loca como Sarah, pero en el trabajo es una
tirana -me explicó mientras llegábamos a un mostrador-. ¡Hola Sonya! ¿Por dónde anda mi madre? -le
preguntó a una mujer afroamericana de mediana edad.
-En su despacho con la doctora Jones, Liz. ¿La aviso?
- No, ya sabe que voy. ¿Todo bien?
-Todo bien, guapa. ¿Y tú? -preguntó tras mirarme de arriba abajo.
-Genial. Hasta luego -afirmó para cogerme de la mano y guiarme por un estrecho pasillo.
Nos paramos frente a una puerta con el nombre de su madre en una placa y ella llamó con los
nudillos. Una voz desde el otro lado nos hizo entrar. Pude ver una pequeña consulta médica con una
mujer de unos cuarenta y algo de pelo cobrizo y tremendamente atractiva sentada tras el escritorio
y una joven morena y menudita sentada junto a ella. Cuando la más mayor sonrió pude distinguir en su
gesto la misma sonrisa que la de Liz.
-Dos veces en un día, hija. ¿Eso es que no vas a venir a verme en un par de años? -bromeó
levantándose-. Amelia Cohen -dijo extendiendo su mano hacia mí.
-Juls Drake -respondí estrechándosela.
-Emily Jones -me saludó la joven de la misma forma.
-Últimamente su nombre aparece mucho a mi alrededor señorita Drake -dijo haciendo un gesto para
que nos sentáramos.
-Por favor, llámeme Juls -corregí de inmediato.
-Entonces a mí llámame Amy.
-A mí con que me llames me vale -dijo la doctora Jones de pronto.
-¡Emily! -gritaron ambas Cohen a la vez.
-¡Vaaale! Era broma, joder -dijo esta poniendo las manos en alto como defendiéndose mientras yo
intentaba no reírme y Liz la fulminaba con la mirada.
-Dejaos de niñerías. A ver, ¿qué era eso que tenías que decirme en persona, Liz? -preguntó Amy.
-Tenemos cirujana -soltó Liz haciendo que las otras dos médicos abrieran la boca y los ojos
desmesuradamente y me miraran.
-¡Ah no! A mí no me miren que no sé ni trinchar un pollo -exclamé horrorizada.
-Perdón Juls -se rio Amy-. Es que Jennifer las sacó hace no llega dos horas de Drakecorp a
correprisa diciendo que tenía un plan y ahora aparece mi hija aquí contigo y ya pensaba que eras una
cardiocirujana en la sombra o algo así.
-No lo es -aclaró Liz-, pero resulta que ella y Jennifer son amigas de Talia North.
-La madre… -empezó Emily tirándose las manos a la cabeza mientras Amy negaba incrédula.
-Han hablado con ella y ha accedido a venir a probar el AR1 y si funciona a operar a Adam, todo “pro
bono”. Juls pagará su viaje y su estancia -explicó Liz-. Aunque me gustaría intentar que lo pagara
Drakecorp -añadió mirándome.
-De eso nada -dije poniendo mi mano sobre la suya, gesto que vi que no se le escapaba a la mayor de
las Cohen, así que la retiré-. Sabes que ayudo a Adam encantada. Perdón, Jennifer me llama -dije
cuando empezó a sonar mi móvil.
Hablé un par de minutos mientras las otras tres me miraban expectantes.
-La doctora North estará aquí mañana por la tarde y dice que podéis programar la prueba para
pasado sin problema -informé sonriente al colgar.
-¡Madre de Dios! ¡Tú hace milagros, Juls! -exclamó Amy haciéndome reír.
-Me temo que el del agua en vino no me sale, por si vais a pedírmelo -contesté con cachondeo.
-¡Fantasma! -dijo Liz dándome un toquecito en el hombro que hizo reír a las otras dos.
-En cuanto salga de aquí iré a contárselo a los Rollins -comentó Amy.
-Íbamos nosotras ahora a ver a Adam. Se lo contaremos -explicó la rubia.
-Claro hija -Amy se levantó y las demás la imitamos.
Se despidió con dos besos de su hija y me dejó sorprendida cuando hizo lo mismo conmigo.
-Cuídamela -me dijo como despedida.
-¡Mama!
-Seguro Amy -respondí divertida.
Volvimos a subirnos en la moto, esta vez para un trayecto más corto hasta casa de los Rollins.
Definitivamente llevar a Liz abrazada a mi espalda se había convertido en mi nuevo vicio.
-Me encanta este chisme -exclamó cuando bajamos frente a la casa.
-Ya sé qué regalarte por tu cumpleaños -comenté mientras me quitaba el casco.
En un parpadeo la tenía frente a mí con un dedo amenazante clavado en mi pecho.
-Juls Drake, como se te ocurra regalarme una moto encontraré la forma de asesinarte con ella -dijo
remarcando cada palabra con un toquecito en mi pecho-. Además, prefiero ir contigo -añadió bajando
el tono.
Le cogí la barbilla para que alzara su cabeza que había agachado para que no la viera avergonzada.
-Yo también prefiero ir contigo -afirmé mirándola a los ojos.
Sonrió para luego darme un suave beso en la mejilla. Noté como se me subían los colores a la cara. -
¡Socorro! Me he metido en un manga y me está gustando -pensé para mis adentros. La seguí hasta la
puerta intentando no dar saltitos de felicidad y dando gracias a Supergirl porque ni Sarah ni
Jennifer anduvieran por aquí. Menudo pitorreo se llevarían las dos.
Al poco de llamar al timbre nos abrió la puerta Leah.
-Qué sorpresa, chicas -exclamó abrazando a Liz para luego saludarme de la misma forma- Liz, ¿no
curras hoy?
-Digamos que estoy de pelada por causas de fuerza mayor. Vamos al salón que te lo explico -dijo al
ver la cara de extrañeza de Leah.
-Yo si no os importa voy a ver a mi rubio favorito -dije colgando la chupa en el perchero-. Después
de ti -le susurré a Liz cuando Leah abrió camino hacia el salón.
-Dile que ahora voy, zalamera -contestó empujándome al pasillo haciéndome reír.
Capítulo 19
Liz
Mientras Juls iba a vestirse admito que me entraron ganas de darme de cabezazos por haber
accedido a empezar algo con ella. Pero es que… joder… era mirarla y su reputación, mis objeciones
sobre las relaciones, mis miedos… todo desaparecía y solo estaba ella. Acabé pensando que tampoco
iba a pasarme nada por intentarlo. -Que te rompa el corazón y acabes llorando por las esquinas -gritó
mi cerebro al que silencié moviendo la cabeza enérgicamente. Y a cada minuto que pasaba con ella
más silenciado quedaba. Era atenta y divertida, como si buscara que yo sonriera en todo momento,
pero muy lejos del coqueteo de libro que le había visto emplear antes. Al mismo tiempo no pude
evitar fijarme en que me miraba con un profundo deseo en sus ojos y eso me tenía medio temblando
de excitación.
Cuando la vi subida a su Harley con la chupa de cuero pensé que me iba a explotar la cabeza por el
calor. ¡Genial! Ahora me ponían las tías con pinta de malotas. Lo que me faltaba…
El viaje en moto fue una experiencia reveladora. Me había montado asustada, pero en cuestión de
minutos me sentí completamente segura abrazada a su cintura. Aquello era libertad y adrenalina
pura. No me dio vergüenza admitir que era mi primer viaje en moto, a fin de cuentas, a la edad de
hacer el capullo sobre dos ruedas yo estaba sacándome una carrera.
Creo que el punto de auténtica inflexión donde de verdad vi lo mucho que me gustaba esa chica de
ojos verdes fue cuando Emily le tiró los trastos. Hubiera saltado la mesa para darle un tortazo,
aunque me calmé al ver que ella solo se reía sin devolverle el flirteo.
Tuvimos un momento delicado frente a casa de los Rollins, le besé la mejilla, pero lo que de verdad
quería era arrastrarla a la cama más cercana, pero me había prometido a mí misma que iríamos
despacio, así que me controlé.
Al quedarme sola con Leah le expliqué todo lo que había pasado esa mañana. Se asustó al contarle
como Archibald había volado, pero cuando le hable de Talia North y de que estaría aquí mañana
respiró tranquila.
-A ver si me aclaro, Liz: hemos pasado de tener un cirujano de primera a una de élite, la mesa está
construida y funciona según Amy y si todo va bien mañana este viernes podrían estar operando a
Adam… ¿eso es lo que estás diciendo?
Asentí.
-Voy a llamar a Nick -exclamó levantándose-. Ve con Adam y Juls y cuéntaselo.
-Leah, se lo deberíais decir vosotros -comenté dudosa.
-Liz -empezó cogiéndome de las manos y haciéndome levantar-, es tu ahijado. Inventaste una
máquina imposible para curarlo, has conseguido que una empresa multimillonaria la construya, tu
madre me ha dicho que desde que mi hijo se puso peor has trabajado más de 12 horas al día. La
mujer que está ahora con él, seguramente hablando de cosas que solo ellos dos entienden, ha pagado
un millón de dólares de su dinero personal para que se fabricara la mesa y ahora se ha sacado una
cirujana estrella del bolsillo que va a traer aquí mañana mismo. No conozco a nadie más que merezca
decírselo. Solo sería perfecto si Sarah y Jennifer estuvieran aquí también -me dijo sin dejar de
mirarme con esos profundos ojos suyos que su hijo había heredado-. Así que ve y decídselo.
Moví la cabeza afirmativamente y luché por contener las lágrimas de camino a la habitación. Cuando
entré mis lágrimas se evaporaron y no pude reprimir una carcajada. Adam y Juls jugaban a la
videoconsola uno al lado del otro dándose empujones con los hombros, apretando los botones del
mando del otro, tapándose la visión con las manos… en fin, todas las perrerías imaginables.
-Ey, par de dos, vale ya ¿no? -exclamé divertida logrando que me miraran.
-Todos los pares son de dos, Liz -dijo Adam pausando el juego.
-Eso Liz -lo apoyó Juls con retintín.
-Seréis… -dije lanzándome a la cama y empezando a hacerle cosquillas a ambos.
-¡Joooo Liz! -exclamó Adam entre risas.
-Rubia, que me pierdo -amenazó Juls-. Vamos rubiales, entre los dos podemos con ella -lo azuzó.
En segundos acabé bajo ellos retorciéndome de risa.
-¡Parad ya! ¡Que sois más crías que el crío! -se escuchó gritar a Leah desde lejos.
-¡Sí mamá!-coreamos los tres a la vez.
-Bueno, yo quiero mi beso de saludo -afirmé sentándome a los pies de la cama.
-Hola Liz -dijo él besándome la mejilla.
-Hola Liz -dijo Juls haciendo lo mismo desde el otro lado de la cama.
-Serás payasa -dije apartándola de un manotazo mientras Adam se reía-. Queríamos contarte una
cosa, peque -dije ya más seria.
Él se irguió en la cama tomando una postura tensa mientras Juls me miraba expectante. Le expliqué
de forma sencilla lo ocurrido, el cambio de cirujano y que, si todo salía bien, el viernes o el lunes, a
más tardar, lo operarían. El me miró con una enorme sonrisa para luego ponerse serio de repente.
-¿Qué pasa, chaval? -preguntó Juls poniendo la mano en su brazo.
-Me da… miedo -susurró inseguro.
-A ver -empecé extendiendo mi mano para que se acercara a mí y él se sentó en mi regazo
asegurándose de que el tubo de oxígeno no se enrollara-. Ya sabes que la operación es difícil Adam,
eso nunca te lo hemos ocultado -el asintió-. Pero con la mesa nueva y esa cirujana tienes más
posibilidades de que salga bien de lo que jamás podríamos haber imaginado. A todos nos dan miedo
las operaciones, peque y luego recuperarse de ellas es un fastidio, pero sabes que es el paso que
debes dar para por fin poder ser como cualquier otro niño.
-¿Y si me muero?-preguntó dejándome totalmente descolocada.
-Irás a un sitio mejor, desde donde podrás ver a todos los que quieres y esperarlos hasta que se
reúnan contigo -susurró Juls.
Me giré a mirarla y sus ojos brillaban de tal manera que no tuve duda de que aguantaba las lágrimas
por pura tozudez.
-Pero no te morirás, rubiales. Me debes la revancha de esa partida, so tramposo -añadió
haciéndonos reír a ambos.
Estuvimos un rato más con él mientras nos enseñaba sus últimos dibujos. Nos despedimos de él y de
Leah y volvimos a la moto.
-¿De verdad crees eso? ¿Que los que mueren nos observan y esperan? -aclaré al ver su cara de
desconcierto mientras se abrochaba bien la chupa.
-Es lo que he elegido creer para no volverme loca -contestó con seriedad- ¿Y tú?
-No sé en qué creo-dije mirando hacia el cielo mientras tomaba el casco que me ofrecía-. Pero te
envidio esa creencia.
-¿Tu padre? -preguntó haciendo que me tensara con solo escuchar esa palabra-. Ya me lo contarás
cuando quieras. Venga, te invito a comer -dijo sonriente poniéndose el casco y eliminando con su
sonrisa lo funesto del ambiente.
-Ah no, Drake -me negué poniéndome el mío-, invito yo. Volvemos a Manhattan, conozco un buen
sitio.
Le dije que fuera hasta D.Videoclub y desde allí la guie hasta el Morton’s. Me pareció interesada
cuando Anne le nombró las hamburguesas dobles con bacón y queso suizo y por eso decidí traerla
aquí. Comimos entre bromas y charla amena y me deleité al comprobar que era de tan buen comer
como yo, por si lo de buscar pizzas 4 quesos de madrugada no me hubiera dado ya la pista. Tuvimos
una pequeña escaramuza cuando trajeron la cuenta, pero logré salirme con la mía al darle un pellizco
en el culo que la dejó descolocada los segundos precisos para pagar yo. En el amor y en la guerra… ya
se sabe. Nos quedamos frente a la moto plantadas un poco incomodas.
-Yo… debería volver a Drakecorp. A ver si Sarah no ha intentado construir una mesa nueva que esos
dos no hayan mancillado -comenté encogiéndome de hombros.
-Te llevo -respondió rauda.
-Puedo ir en metro, Juls.
-Venga, un último paseo por hoy. Así hablo con Anne y me enseñas la mesa de las narices.
-Ahí le has dado, es tu inversión, tienes que verla -acepté encantada de que hubiera encontrado una
excusa para pasar más rato juntas.
Me volví a abrazar a ella y llegamos a la oficina volando sobre las calles de NY. La guie hasta el
quirófano simulado donde encontramos a Sarah y a Jennifer.
-¡Por fin aparecéis! -exclamó J al vernos-. Liz, dile que no tiene que desinfectar la mesa porque esos
dos capullos la hayan tocado -me rogó haciendo que Juls se tronchara.
Me acerqué a Sarah pasándole un brazo sobre los hombros y haciendo que soltara el trapo que
llevaba en la mano.
-Ya está Sari, ya está -la acuné como si fuera un bebé-. El AR1 está bien, tenemos cirujana, Adam
ya lo sabe todo y no volveremos a ver a esos dos.
-¡Esos… monstruos! ¿Viste que bandazo más bestia le hicieron dar? Es una máquina de precisión,
joder -exclamó con cara de horror.
-Lo sé Sari, ya lo vi -seguí tranquilizándola.
Mi amiga a veces trataba a las máquinas como seres vivos y a muchos los quería como yo a mi gato.
Seguro que Jennifer la había dejado retroalimentarse todo el día con la paranoia de que le había
hecho daño a su creación, claro que ella no lo sabía. Yo ya estaba acostumbrada a esta actitud de
Sarah con los años, no así Juls y Jennifer que nos miraban con gesto de incomprensión. Al final Juls
salió de su estupor.
-¿Quieres saber si va bien? -preguntó quitándose la chaqueta y subiéndose a la mesa- Dale caña
Romero, a ver qué hace este chisme.
Jennifer empezó a reírse mientras que Sarah se soltaba de mi agarre y se acercaba a ella para
atarle las sujeciones, emocionada.
-Juls, no seas chiquilla -dije tapándome la cara con la mano.
-Tú lo has dicho, rubia: es mi mesa, quiero un paseo de prueba.
-¿Lista Drake? -preguntó Sarah situándose junto a Jennifer y a mí con los mandos en la mano.
-¡Dale ya! -exclamó.
Sarah empezó a apretar botones de los controles haciendo que la mesa oscilara hacia delante y
hacia detrás.
-Le veo un uso a esto, pero no es quirúrgico -soltó Juls haciéndonos reír- ¡No me seas sosa, Sarah!
Ahora empezó a hacer que la mesa hiciera los mismos movimientos, pero subiendo y bajando al
mismo tiempo.
-Va a acabar bosando -me susurró Jennifer.
-¿Quieres más, Juls? -preguntó Sari.
-¡Sí!
Estabilizó la mesa momentáneamente para luego empezar a girarla de lado hasta que quedó
completamente de lado, solo sujeta por las correas. Esta era la postura que adoptaría para la
operación.
-¡Como mola! -gritó Juls-. Mira lo que hago, Liz -soltó haciendo que Sarah y Jennifer se
descojonaran y yo volviera a taparme la cara.
-Ya te veo, Juls. Estoy impresionada -dije con sarcasmo, pero riéndome al ver su cara de
satisfacción.
-¿Se puede saber que hacéis? -gritó Anne desde la puerta.
Saltamos del susto y a Sarah casi se le caen los controles de las manos.
-Juls, bájate de ahí. No es una atracción de feria -le dijo con tono enfadado.
Sarah empezó a recolocar la mesa en su posición original y en cuanto lo estuvo ella misma se soltó
los correajes para bajar.
-¿Puedo hablar contigo, prima? -preguntó Anne con tono helado.
-Di lo que sea, no tengo secretos para ellas -respondió Juls haciéndome sonreír.
-Como quieras -dijo tras fulminarnos con la mirada-. Me gustaría saber con qué autoridad has
contratado a una nueva cirujana.
-Joder Anne, te hemos conseguido a una cirujana de la hostia -respondió molesta.
-Esto es un asunto de Drakecorp. Yo dirija Drakecorp, tiene que pasar por mí.
Vale, esto no me lo esperaba de Anne, pero si la reacción de Juls. Vi en su cara la misma expresión
que cuando despidió a Preston y me entraron ganas de ponerme a cubierto… o de tirármela. ¡Estás
enferma, Liz!
-Esto no es por Drakecorp, Anne. Ni por ti ni por mí, ni por lo amargada que estés por lo que le
hiciste a Sarah ni porque Jennifer haya tenido esta idea cuando tú estabas en blanco. -Vi en el
rostro de Anne que el dardo había dado en el blanco-. Va de un niño que se muere, así que déjate de
egos y acepta la ayuda que se te ofrece -terminó con un notable tono de mando.
-Como quiera la eterna ausente presidenta de empresa Drake -dijo Anne al fin tras un tenso
silencio para abandonar la sala con pasos furiosos.
-Lett, te has pasado -dijo Jennifer quedamente.
-Se lo ha buscado, Jen. Es cierto que podría haberle consultado antes de decirle a Talia que viniera
y por eso me disculparé, pero este no es el momento de que se sienta infravalorada por tonterías. No
tan cerca de conseguir esto -contestó Juls con tono serio y profesional.
-OK -dijo simplemente J.
-Entonces ¿todo correcto con el AR1, Sarah? -pregunté cambiando de tema.
-Está al 100%, va como la seda -dijo con orgullo.
-Pues ale, todos a casa que ha sido un día largo -dije convencida de que después de todo lo que
habíamos hecho últimamente necesitábamos un descanso.
Jennifer acompañó a Sarah a recoger sus cosas dejándonos solas.
-¿Es mucho pedir que me dejes llevarte a tu casa? -preguntó Juls poniendo cara de cachorrito
abandonado-. Te prometo dejarte en la puerta como toda una caballera.
-¿Y si yo quiero que subas? -pregunté con picardía.
Ella empezó a balbucear trozos de palabras y sonidos incoherentes que me hicieron reír encantada.
-Tranquila ojos verdes, te dejaré ser la perfecta caballera -aclaré acariciándole la mejilla.
Me siguió a mi despacho para que yo pudiera preguntarle a Lauren por el día de hoy. Pude ver como
Juls se estiraba y sacaba pecho en cuanto la vio, pero Lauren la trató con la máxima educación y
cordialidad y tras informarme de un par de asuntos nos despidió con una sonrisa sincera.
Bajamos en el ascensor hasta el parking donde volvimos a encontrarnos con Sari y Jen. Juls y ella
quedaron para ir a recoger al día siguiente a Talia al aeropuerto y nos despedimos con Sarah
exclamando que pensaba darse un baño caliente de dos horas, a lo que Jennifer respondió pasándose
la lengua por el labio inferior con gesto mortificado. Las vimos desaparecer a toda velocidad en el
coche como era costumbre de Jennifer.
-Entre estas dos… comento Juls mientras montaba en la moto.
-Tú no preguntes, pero está claro que a Jennifer le va mucho la idea.
-¿Y a Sarah no?
-Creo que aún está en desintoxicación por tu prima -dije mientras montaba tras ella.
Llegamos a mi casa en breve y me bajé para entregarle el casco y la chaqueta.
-Quédate la chupa -me pidió-. Así tienes un recuerdo de tu primer paseo en moto.
-Como quieras -acepté entregándole solo el casco.
-Oye -empezó bajándose de la moto y quitándose también ella el suyo-, no quiero agobiarte, pero
¿cuándo te veré otra vez?
-Tienes mi número. Localízame y lo hablamos -respondí alzando una ceja.
Me giré hacia el portal, pero no pude ni dar un paso cuando ella me cogió de la cintura y me giró
para que quedáramos frente a frente.
-Me ha encantado el día de hoy -confesó sin soltarme.
-A mí también.
Se acercó poco a poco a mi cara, dándome tiempo para apartarme y al ver que no lo hacía me besó
en los labios de forma dulce. Era casi un roce al que yo correspondí. En cuestión de momentos se
empezó a intensificar y no pude reprimir la necesidad de lamer su labio inferior para pedir permiso
para entrar, permiso que ella me concedió de inmediato. Movimos las lenguas juntas, despacio,
saboreándonos. Abracé su cuello para pegar aún más nuestros cuerpos haciéndola gemir cuando estos
chocaron. Cuando empezamos a necesitar oxigeno ella se separó despacio chupando suavemente mis
labios.
-Si vuelves a besarme así no podré ser una caballera, Liz -suspiró apoyando su frente en la mía.
La miré a los ojos y ella me devolvió la mirada. Podría haberme perdido allí, pero en lugar de eso
volví a besarla, esta vez de forma breve y me encaminé al portal.
-Hasta que nos volvamos a ver, Juls -dije girándome como despedida.
-Será pronto, Liz -contestó haciéndome sonreír.
Entré en el portal y me quedé tras la puerta cerrada hasta que escuché el rugido de su moto
perderse en la distancia. ¡Joder, qué beso…!
Ya en casa decidí resarcir a Gómez del poco tiempo que estaba pasando con él y lo llevé en brazos
por toda la casa mientras me cambiaba de ropa, llenaba el lavavajillas, ponía una lavadora y repasaba
mis e-mails. Además, en lugar de ponerle el pienso de siempre le serví una lata de comida especial
que afirmaba ser salmón, aunque yo no le viera el parecido, pero a él le gustaba. Cuando me senté en
el sofá con todo hecho y se enroscó sobre mis piernas me sonó un mensaje. Era Juls y una sonrisa
tonta se instaló en mi cara.
J-Hola, ¿molesto?
L-Nop. ¿Qué hay?
J-¿Qué haces?
L-Darle mimos a mi gato.
J-Gato suertudo…
L-jajaja. ¡Celosona!
J-¿Cómo es?
L-*selfie de Liz y Gómez*
J-¡Que preciosidad! Y el gato también es mono…
L-¡Payasa!
J-Te gusta decirme eso ¿eh?
J-¿Como se llama el bicho?
L-Es lo que te buscas-
L- Se llama Gómez, por la mancha en forma de bigote que tiene
J-Como Gómez Adams, muy original, Cohen
J-Me gusta
L- Y tu ¿Qué haces?
J-Si digo que pensar en ti… ¿queda muy cursi?
L-La verdad es que sí
J-Pues en ese caso no lo digo
J-Estoy jugando a la videoconsola
L-¿Qué juego?
J-GTA.
L-¡Ni se te ocurra ponerle ese juego jamás a Adam!
L-Fijo que Jennifer conduce así por culpa de él.
J-jajaja.
J-Ok a lo de Adam. La verdad es que Jen juega mucho…
J-No se me había ocurrido la relación
L-¿Siempre ha conducido así?
J-Desde antes de tener el carnet
J-Podría estar en la Nascar…
L- ¡Ya te digo! O en las pelis esas de los coches tuneados
J-Justo eso le digo yo siempre
L-¿Iréis mañana a por Talia entonces?
J-Sip
J-Quería preguntarte si puedo estar en la prueba de pasado…
L-Juls, es tu empresa, claro que puedes
J-Mmm… me refería a si a ti no te molestaría si voy…
L-¡Claro que no me molesta!
L-Además, así tenemos un maniquí de pruebas de reserva… XD
J-¡Oye!
J-Será que no te has reído ni nada
L-Vale, lo admito, ha sido gracioso
L-En serio, me encantaría que vinieras
J-Eso era todo lo que quería saber
J-Entonces nos vemos pasado mañana
L-Ok
L-Buenas noches Juls
J-Felices sueños rubia
Capítulo 20
Juls
Si ya había estado en una nube todo el día con Liz, cuando nos besamos en la puerta de su casa creí
que sus labios me estaban mandando de una patada al cielo. Pensé que se apartaría, pero no lo hizo.
Es más, me devolvió el beso con tanta pasión que me costó la vida controlarme. Esa chica iba a
conseguir que muriera por combustión espontánea y quizás lo más gracioso del asunto es que ella no
parecía darse cuenta del poder que ejercía sobre mí con una sola de sus sonrisas. Me había pasado el
día intentando provocarlas y me pareció el trabajo más maravilloso del mundo.
¡Y la iba a ver pasado mañana! Pensé moviendo el culo en un bailecito absurdo… Genial, no solo me
estaba calentando hasta la muerte, si no que me estaba friendo las pocas neuronas que tenía y ahora
me comportaba como una pava adolescente. Quien te viera, Drake…
Al día siguiente estaba tomando un café tranquilamente aún en pijama cuando el timbre de mi
puerta sonó.
-¡Hombre! Gracias por no meterte en mi ducha hoy -saludé al abrir.
-Quiero detalles -dijo mientras me arrollaba para entrar quitándose la chaqueta y dirigiéndose a la
cocina para servirse un café.
-¿Detalles? -pregunté sin saber a lo que se refería.
-Sí Juls, sí. Detalles. Tú y Liz. ¿Qué ha pasado? ¿Sois amigas? ¿Estáis saliendo? ¿Os habéis
acostado? -preguntó de carrerilla.
-Jennifer, eres una marujona -dije poniendo los ojos en blanco-. No sé qué somos, pero hemos
hecho las paces, pasamos el día juntas y hemos decidido ir poco a poco. Y como bonus… nos besamos -
añadí sin poder reprimir una sonrisa bobalicona.
-¡Esa es mi Juls! -gritó levantando los brazos al aire como si acabara de vencer una competición.
Me reí y la miré con cariño. Cuando alguien se alegra de esa forma cuando te sucede algo bueno es
de las mayores muestras de aprecio que se pueden contemplar.
-Oye, no es que me queje, pero ¿no habíamos quedado a la tarde para recoger a Talia? ¿Qué haces
aquí ya? -pregunté terminando mi café.
-No puedo querer pasar el día con mi mejor amiga ¿o qué? -cuestionó alzando una ceja.
-Claro que sí, pero como últimamente solo se te ve al lado de cierta ingeniera buenorra… -comenté
con malicia.
Se puso colorada y se hizo pequeñita… bueno, aún más. ¡Bingo! ¡Acerté!
-Las estaba ayudando Juls, no te montes películas -dijo con la boca pequeña.
-Como tú digas, enana -le seguí la corriente, pero dejando claro con mi cara que no me lo tragaba.
Al contrario que ella yo no era una cotilla ávida de información y al contrario que yo, que me lo
guardaba todo, sabía que Jennifer me hablaría del tema cuando lo tuviese claro.
-¿No te pone nerviosa ver a Talia? -preguntó de pronto.
-Pues un poquillo, la verdad. ¿Y a ti?
-Igual… -me miró y yo la miré.
Rompimos a reír.
-Joder, tenemos que superarlo -sugirió entre risas.
-Será lo mejor o nos vamos a pasar todos los días que esté aquí mudas y con los colores subidos -
dije divertida.
Pasamos el resto de la mañana hablando tiradas en el sofá. Como el avión de Talia llegaba a las 16:00
decidimos comer en un restaurante de sushi bastante bueno que había en el aeropuerto, con lo que
cuando salió por la puerta de llegadas ya la estábamos esperando. La vimos avanzar sonriente hacia
nosotras con su pelo rubio ceniza al viento, vestida con unos vaqueros acampanados, un jersey de lana
y un sencillo abrigo negro mientras tiraba de una maleta no muy grande que soltó para abrazar a
Jennifer.
-¡Hola J!- la saludó-. ¡Hola Juls! -dijo abrazándome a mí también-. Me alegro de veros, chicas.
-Y nosotras a ti -respondí contenta.
Tríos a parte, Talia era una chica encantadora y siempre la aprecié mucho. Por desgracia el
distanciamiento habitual por la edad y el trabajo había hecho que solo supiera de ella por las redes
sociales.
-Te veo genial, chica -dijo Jennifer mientras yo me hacía cargo de su maleta.
-Vosotras estáis como siempre, las más guapas del lugar.
-¡Amo a esta chica! -exclamó Jennifer abrazándola de nuevo y haciéndola reír.
-Vamos al coche -dije comenzando a andar hacia la salida.
-¿Quién conduce? -preguntó con una mueca que se hizo más marcada al verme señalar a Jennifer-.
Mierda, me he dejado la biodramina.
-¡Oye tú!
Una vez en marcha en el coche me giré al asiento trasero.
-Te hemos reservado una suite en el Hilton.
-¡Que bestias sois! Me conformaba con cualquier habitación decente en un Holiday Inn -comentó
con gesto de sorpresa.
-¡De eso nada! Nos estás haciendo un pedazo de favor, te mereces lo mejor. Total, paga la
Rockefeller esta… -dijo Jennifer señalándome con la cabeza.
-¿Qué quieres hacer esta noche? ¿Te sacamos a cenar por ahí o prefieres descansar? -pregunté.
-Pues prefiero quedarme en la habitación para estudiar el informe del caso. Ya habrá tiempo para
salir otro día. ¿Lo tenéis vosotras?
Jennifer y yo nos miramos de refilón sin saber muy bien que decir.
-¡Llama a Liz, corre! -me susurró Jen- Te lo conseguimos en nada Talia -le dijo.
Marqué a toda velocidad esperando que contestara rápido.
-Hola Juls ¿Qué hay?
¡Mierda! No te quedes empanada con lo sexy que suena su voz
-Liz, oye, acabamos de recoger a Talia y necesita el informe médico de Adam -susurré nerviosa.
-¡Hostia! Ya decía yo que se me olvidaba algo. Mira que pensé en dárselo a Jennifer ayer…
-Liz, nena, me encanta escucharte divagar, en serio, ¡pero lo necesitamos para ya! -susurré más
acelerada.
-Sí, sí, claro, perdona -dijo más al tanto-. Dame la dirección y lo mando por mensajero urgente
ahora mismo. Lo tendrá en media hora.
-Mándalo al Hilton de Madison Av. Suite 203.
-Copiado. Voy a toda leche a mandarlo.
-Ok.
-Y… ¿Juls? -dijo antes de colgar
-¿Si?
-Me gusta lo de “nena” -comentó con una voz en la que pude notar una leve vergüenza.
-Tomo nota -contesté con una sonrisa-. Te veo mañana, nena.
-Adiós payasa -se despidió riendo.
-Lo tendrás en tu suite en media hora. -Me giré en mi asiento para informar a Talia que me miraba
divertida-. ¿Qué?
-“Te veo mañana, nena” -soltó imitando mi voz.
-“Liz, nena…” -imitó Jennifer desde mi lado.
-¡Callaos! -me enfurruñé mientras ellas se reían.
Cuando llegamos al hotel y la acompañamos a recepción el sobre con el informe ya le estaba
esperando. Quedamos en pasar pronto por la mañana a recogerla, desayunar juntas y luego llevarla a
Drakecorp. Cuando volvimos al coche vi que tenía un mensaje de Mathew.
-Pensándolo bien me voy andando, J. He quedado en la quinta -le expliqué.
-No será con un ligue ¿verdad? -preguntó horrorizada.
-Yo ya no gasto de eso -contesté divertida saliendo del coche.
-Te recojo mañana a las 8 -me gritó-. Tenemos que estar en Drakecorp a las 10.
Levanté el pulgar y empecé a caminar por la gigantesca Madison AV. En poco tiempo llegué al cruce
con la quinta y crucé la calle para entrar en una elegante cafetería donde pude ver a Mathew
sentado al fondo. Por suerte ese día no iba demasiado fachosa. Nos abrazamos y me senté frente a
él, pedí un café y en cuanto lo trajeron le hice un gesto para que comenzara.
-¿Ahora tienes cirujanas de élite en tu agenda, niña? -preguntó divertido.
-Y tú espías hasta en el infierno por lo que veo, viejo -contesté para luego darle un sorbo al café.
-Es mi trabajo, mal consejero sería si no me enterara de todo.
-No era un reproche, Mathew -aclaré con una sonrisa.
-Creo que tuviste una agarrada bastante fuerte con Anne -comentó.
-Quiso sacar las garras de “perra al mando” y no me pareció bien que lo hiciera con la vida de un
niño en juego -expliqué con sinceridad.
-Estoy de acuerdo Lett, pero tus formas…
-Ya lo sé: cero en diplomacia -admití.
-En fin, el caso es que este incidente me dio la idea que estaba buscando -dijo enigmáticamente.
-Eso quiere decir… -le di pie.
-¿Sabes que Drakecorp ha crecido un 200% en los últimos diez años? A pesar de eso sigue siendo la
división más pequeña que poseemos.
-En cristiano, Mathew.
-Que necesita más personal, más gestión… y creo que Jennifer Black sería perfecta para eso.
-¿Quieres que Jennifer dirija Drakecorp con Anne? -pregunté incrédula.
-¡No, por Dios! Eso provocaría la tercera guerra mundial -exclamó-. Más bien había pensado que
Jennifer empezara a formarse en temas médicos con Liz Cohen y más tarde ocupara un puesto de
gestión de capitales de la división, un escalafón por debajo de Anne y uno por encima de Liz. ¿Qué te
parece?
-A mí genial, pero es ella la que debe decidir -dije encantada.
-Tú también, es tu asistente.
-Ya te dije que me las podía apañar solita. Además, te aseguro que tenga el puesto que tenga,
Jennifer seguirá cerciorándose de que no aparezco en un acto de la empresa con una camiseta de
Heavy Metal con agujeros. Eso no lo hace por trabajo, lo hace para torturarme -expliqué haciéndole
reír-. ¿Tienes una propuesta laboral sobre todo esto que pueda presentársele?
-Eres igual que tu padre, Juls: si algo suena bien tienes que hacerlo. Claro que la tengo preparada.
Me llené de orgullo al verme comparada con mi padre.
-¿Anne sabe esto? -pregunté.
-Si… y pese a estar que trina contigo lo acepta como una gran adquisición para la empresa.
-¡Menos mal! No me apetecía que acabaran a tortas.
-Esa chica sabe defenderse. Su hermano también es así por lo que he podido ver hasta ahora -
comentó.
-¿Cómo le va a Colin? -pregunté interesada.
-De maravilla. Está revolucionando Drake phones. Se acabó lo de sacar un nuevo teléfono cada dos
por tres, menos, pero con tecnología de vanguardia.
-¡Ole mi chico! -exclamé con un gesto de victoria.
-Mañana, tras la prueba del AR1, Anne y Liz le presentaran a Jennifer la propuesta laboral. A Liz la
habrán informado o lo harán a lo largo del día ya que debe adiestrarse con ella.
-Eres un genio, viejo -dije con cariño.
-Y tú, Juls Drake, tienes el don de rodearte de personas con enorme talento y reconocerles lo que
valen. Eso también es muy importante para dirigir imperios… -añadió inclinándose sobre la mesa.
-No insistas, Mathew -contesté divertida, levantándome para dejar un beso en su mejilla-. ¿Pagas
tú? -pregunté mientras me alejaba con mi chaqueta y él se despedía con la mano.
Al poco de llegar a casa me sonó el móvil y no pude evitar sonreír al ver que era mi rubia quien
llamaba.
-¿Jennifer va a trabajar en Drakecorp? -me preguntó casi gritando como saludo.
-Hola nena, mi día fabuloso ¿Qué tal el tuyo? -contesté con sarcasmo.
-¿Jennifer va a trabajar en Drakecorp? -volvió a preguntar haciendo que soltara una carcajada.
-Vale, me rindo. Sí, va a trabajar ahí si acepta y a ti te parece bien.
-Por supuesto que me parece bien. Es una adquisición de primera -aseguró.
-Ya tocaba que tuviera un curro a su altura -comenté.
-Pero… ¿y tú?
-¡Joder! Todos con lo mismo, que me sé cuidar yo solita -exclamé exasperada.
-Lo sé, perdona. No quería insinuar lo contrario -dijo avergonzada.
-No rubia, perdóname tú. Es que me crispa los nervios que la gente piense que necesito niñera -le
expliqué con tono suave.
-Lo imagino.
-No comentes nada, ¿vale? Quiero que sea una sorpresa -dije.
-Ni a Sarah, te lo juro. Por lo que he oído ha sido idea de Mathew y tuya… eres una buena amiga.
-Ajá -respondí sin ocurrírseme otra cosa que decir.
-Me alegro de que tu día haya sido fabuloso. El mío va genial y el de mañana se presenta prometedor
-dijo con voz sensual que casi me para el corazón.
-¡Vuelva al trabajo, doctora! -exclamé temblando.
-Como ordene, comandante -contestó en el mismo tono.
-No juegues con fuego, nena.
-Hasta mañana, Juls -se despidió colgando.
Ale Juls, a darte una ducha fría. A este paso iba a acabar con pulmonía.
Capítulo 21
Liz
Sarah y yo paseábamos frente al quirófano simulado, nerviosas y apenas sin hablar. Si lo de Talia
North no salía bien… un escalofrió me recorrió la espalda solo de pensarlo. Tenía que salir bien.
Llevábamos desde que llegamos revisando una y otra vez los protocolos del AR1 y Sarah de vez en
cuando cogía los mandos para probarlos, como si quisiera asegurarse de que seguía funcionando. A
unos minutos de las diez vi a Anne y a Mathew Kane acercarse a nosotras. Me saludó con un fuerte
apretón de su cálida mano y le sonreí con cariño. Lo de Jennifer, que viniera a apoyarnos… este
hombre era maravilloso. Entró con Sarah al quirófano para poder ver de cerca la mesa y mientras mi
amiga le explicaba algunas cosas Anne se puso a mi lado a observarlos.
-¿Estás bien? -pregunté al verla tan seria.
-No quiero que pienses que no me importa Adam por mi actitud del otro día, Liz; es solo… que
últimamente no me siento yo misma ¿sabes?
Le di un ligero apretón en el brazo.
-Juls no quiso decir lo que dijo, Anne. Sé que está muy arrepentida -dije.
Ella sonrió ante mi gesto.
-Algún día me contaras que pasa contigo y con mi prima -comentó divertida.
No pude evitar apartar la vista de ella.
-¿Cómo está Sarah? -preguntó haciendo que volviera a mirarla de golpe.
-Mejor -contesté tras pensar un momento la respuesta correcta.
-No quise hacerle daño, de verdad. Pero mi familia es complicada.
-Tu familia no puede definir quién eres, Anne -le aconsejé al ver la tristeza de su confesión.
Giró la cabeza hacia el pasillo a mi espalda.
-No todos tenemos su valor -comentó.
Me giré para ver de quien hablaba y pude ver a Juls caminando hacia nosotras seguida por Jennifer
y una chica rubia ceniza que imaginé seria Talia.
-Anne Morton y la doctora Liz Cohen, os presento a la doctora Talia North -dijo cuando estuvo a
nuestra altura.
Estreché la mano de aquella chica rubia, delgadita y de cara risueña que me cayó bien enseguida.
Sarah y Mathew también salieron a presentarse y mientras todos hablábamos en grupo Juls se situó
con disimulo a mi lado.
-¿Sería mucho pedir un beso de buenos días? -me preguntó susurrando en mi oído.
Hice un esfuerzo por no reír.
-Pórtate bien y luego te lo doy -le devolví el susurro con una de sus deslumbrantes sonrisas como
recompensa.
En un par de minutos vi a Lauren guiar a Emily y a mi madre hacia nosotros. Presentamos a las
cirujanas y cuando vi la familiaridad con la que Mathew y mi madre se saludaban, manteniendo sus
manos unidas tras estrechárselas e intercambiando un comentario cortés tras otro no pude más que
levantar una ceja. ¿Mi madre estaba… coqueteando?
Sarah repitió el ritual de mostrarles el funcionamiento de la mesa como había hecho con Archibald
y Kendall, pero a diferencia de estos, Talia parecía encantada y asentía a las instrucciones con
entusiasmo. Anne se marchó con las tres para mostrarles donde vestirse y Sarah se reunió con
nosotras y Mathew.
-Le gusta, le gusta -dijo emocionada haciéndonos reír.
El simulacro de cirugía fue perfecto. La mesa era manipulada con suave precisión por Emily mientras
mi madre y Talia trabajaban en equipo como si se leyeran la mente la una a la otra. Cuando mi madre
alzó el pulgar en alto para que lo viéramos abracé a Sarah que casi me rompe las costillas al
devolvérmelo. Entre sus brazos pude ver como Juls y Jennifer chocaban las manos y se tomaban por
los hombros y Mathew y Anne aplaudían educadamente seguidos por todos los técnicos que habían
colaborado en el proyecto que se habían situado a nuestra espalda sin que yo lo notara por el
nerviosismo con que había vigilado la sala.
-Tu idea funciona, rubia mía -susurró Sarah en mi oído casi haciendo que se me saltaran las
lágrimas.
Tal como entramos en el quirófano mi madre nos abrazó a ambas a la vez.
-Mis científicas locas -nos llamó con gesto de orgullo.
-Chicas, esto cambiará la medicina -dijo Talia sonriente-. Srta. Morton, ¿cuándo puedo hacerme con
una para el Mason?
-En cuanto Adam Rollins esté fuera de peligro empezaremos a fabricarlas en serie, doctora North -
explicó Anne.
Vi como Talia se apartaba para hablar con mi madre y Emily sobre cuándo podría hacerle una
revisión a Adam y cuando habría que ingresarlo. Iba a acercarme, pero Anne me tomó por el brazo.
-¿Hablamos ahora con Jennifer? -preguntó a lo que asentí risueña.
Salí tras ella para encontrarme con Juls y con Jennifer.
-Señorita Black, acompáñenos a mi despacho, por favor -dijo Anne con tono de jefa.
-Di que sí -oí que le susurraba Juls antes de empujarla para que nos siguiera.
Le guiñé un ojo a Juls para seguir a J y a Anne, pero me dio tiempo a ver como Sarah salía de la sala
y nos miraba con gesto interrogante, por lo que le señalé a Juls para que hablara con ella. Una vez en
el despacho Anne se sentó tras su mesa y yo me coloqué a su derecha de pie mientras le indicaba a
Jennifer que se sentara enfrente.
-Esto, señorita Black -empezó la jefa dejando una carpeta frente a ella-, es una propuesta laboral
formal para que ingrese como parte de la plantilla de Drakecorp.
Jennifer pasó la mirada de la una a la otra, incrédula.
-Podrá ver en los documentos -dijo Anne abriendo la carpeta por ella-que, tras un periodo de
aprendizaje sobre asuntos médicos, totalmente necesario para esta labor, bajo la supervisión de la
doctora Cohen, ocupará usted el cargo de jefa financiera de esta división y gestionará el Fondo
Damon y Rebecca Drake de ayuda médica.
Vale, esto último no lo sabía yo. ¿Eso existía?
-Este es un nuevo proyecto ideado por la señorita Drake que quiero que se ponga en marcha en
cuanto usted esté debidamente preparada -explicó Anne al ver mi cara y la de Jennifer-. Lo cierto,
señorita Black, es que Drakecorp crece a pasos agigantados y al igual que Drake Entertaiment
necesita de mis dos hermanos para hacerla funcionar yo necesito ayuda aquí y usted fue la primera
de su promoción en dirección de empresas.
-Yo… no sé -empezó a tartamudear Jennifer-. Soy la asistente de Juls…
-Jen -susurré haciendo como que Anne no podía escucharnos-, te ha dicho que dijeras que sí.
Se quedó un momento en blanco para luego sonreír.
-¿Dónde firmo?
Anne se puso a su lado para ir explicándole el contrato y una vez todo quedó claro firmó varias
veces con decisión.
-Quiero que sepas, Jennifer, que, aunque técnicamente soy tu jefa te considero mi igual y pretendo
consultarlo todo contigo -aclaró Anne sonriente.
-¡Ah! ¿Ya no soy señorita Black? -preguntó divertida.
-Los formalismos para lo formal y el colegueo para después -explicó Anne.
-Te ayudaré en todo lo que pueda, Anne -afirmó J con seriedad.
-Lo sé. Ahora tirad las dos para fuera que Juls y Sarah os estarán esperando. Jennifer, empiezas
en cuanto operen a Adam y Liz, dime cuándo es ¿ok? ¡Ya! ¡Fuera de mi despacho! -exclamó con un
gesto de sus manos.
Nos cogimos del brazo para salir de allí sonrientes. En cuanto cerramos la puerta nos abrazamos y
en cuestión de segundos teníamos a Juls y a Sarah abrazándonos también.
-Disculpe mi brusquedad, jefa -dijo Sarah haciéndole una absurda reverencia mientras que Juls le
revolvía el pelo.
-Lo sabíais todas, cabronas -gruñó divertida intentando arreglar el estropicio que Juls había
causado en su cabeza.
-Ey, que yo me acabo de enterar ahora -afirmó Sarah ofendida.
-Es que eres una bocazas, Sari. Preferí no decírtelo -le confesé.
-¿Yo bocazas? Soy una tumba, una lápida, la forense de los secretos, la morgue, el cementerio
entero… -empezó a enumerar con dignidad.
-Oído, Romero. No te quedes enganchada -bromeó Juls.
La puerta del despacho de Anne volvió a abrirse y nos callamos de golpe.
-Tú y tú -nos señaló a Sarah y a mí-, tenéis días libres hasta el miércoles de la semana que viene. El
seguro ya no cubre que paséis más horas aquí metidas. Que no os vea excepto para el traslado del
AR1 u os despido. Ahora dejad de montar follón a la puerta de mi despacho.
Iba a volver a cerrar cuando Juls se abalanzó sobre ella y le dio un sonoro beso en la mejilla
pidiéndole perdón.
-Tenéis cinco minutos para salir del edificio u os haré un Preston -afirmó sonriente por el gesto de
su prima.
Cuando se cerró su puerta nos miramos confusas.
-¿Una semana libre? -preguntó Sarah incrédula.
-Y un Preston es… -empecé yo.
-Que te mandan a Juls de mala ostia para que te despida -terminó Jennifer.
-Joder, que miedo. Vámonos cagando leches -susurró Sarah para salir pitando hacia su taller con
Jennifer a la zaga.
-Yo os vale -comentó Juls intentando hacerse la ofendida.
La cogí del brazo y la guie entre las mesas.
-Acompáñame a mi despacho a que recoja unas cosas y luego vamos a enterarnos de cuando operan
al peque -dije.
Pasamos por la mesa de Lauren y la informé de mis repentinas vacaciones y ella me dio la
enhorabuena por el AR1. Dejé que Juls entrara primero y mientras ella observaba el lugar con
detenimiento cerré la puerta tras de mí.
-Me gusta, Liz. Es acogedor para trabajar -comentó antes de que yo me colgara de su cuello.
Llevaba queriendo hacer esto desde que la había visto llegar. La besé con ganas y pude sentir como
sonreía contra mis labios mientras me cogía por la cintura. Esta vez fue ella la que inició que
nuestras lenguas se movieran juntas. ¡Madre mía! Besaba bien la condenada. Cuando succionó mi
lengua entre sus labios no pude reprimir un gemido. Tuve que apartarme o me despedirían por
escándalo público en mi puesto de trabajo.
-Buenos días -dije apoyando la cabeza en su hombro para serenarme.
-Sí que lo son -contestó abrazándome más fuerte.
Nos quedamos unos minutos así. Me sentía… segura, confiada de que estaba donde debía estar.
Como cuando rodeé su cintura en la moto y mis miedos desaparecieron.
-Deberíamos ir a hablar con mi madre y Talia -susurré al fin sin ganas.
-Porque esto va del rubiales, que si no me negaba a soltarte -dijo con un suspiro separándose.
Recogí mi bolso mientras ella me esperaba junto a la puerta y salimos juntas hacia donde habían
realizado la prueba. Todos estaban allí.
-Operamos a Adam el lunes -nos informó mi madre-. Lo ingresaremos el viernes para hacerle los
chequeos y pruebas pertinentes.
-¡Genial! -exclamé contenta-. ¿Se lo dices tú a los Rollins?
-Si, iré esta tarde. Tengo que volver al trabajo, hija. Llámame -se despidió con un beso en mi mejilla
y otro en la de Juls.
Vi cómo se acercaba a Mathew y al momento Sarah y Jennifer arrastraron a Talia y a Emily hasta
nosotras.
-Chicas, salimos esta noche -afirmó Sarah.
-Es miércoles -dije.
-Estás libre una semana, Liz y Emily solo libra mañana -explicó Jennifer.
Miré a Juls que se encogió de hombros como diciendo que le daba igual.
-Vale, si queréis… pero ¿a dónde vamos? -pregunté.
-A Tabú -dijo Sarah.
-¿El club ese tan pijo? -preguntó Juls con cara de asco.
-Sí, Juls y te vestirás como Dios manda -la amenazó Jennifer.
Nos reímos todas por su cara torturada.
-¿A las 11 en la puerta está bien? -preguntó Emily.
-Por mí bien, pásame la dirección por mensaje, Jennifer -dijo Talia, a lo que esta asintió.
Nos despedimos de todos en la puerta principal del edificio. Jennifer le chilló a Juls que por la
tarde iría a su casa a elegir su ropa y ella asintió con los ojos en blanco mientras Jen se marchaba
con Sarah.
-Así que… nos veremos esta noche -comenté cuando nos quedamos solas.
-Si… de punta en blanco y rodeadas de snobs.
Me hizo gracia lo mucho que parecía desagradarle ese rollo pese a que ella debería ser la más
metida en él.
-¿Te vas a casa? -pregunté.
-Solo si no te apetece pasear un rato conmigo -contestó sonriente.
-Acepto el paseo.
Caminamos juntas hablando sin parar. Las conversaciones empezaban a tomar un cariz más personal,
pero ella evitó el tema de sus padres y yo el del mío. Para mi sorpresa descubrí que se había
licenciado en historia antigua por internet tras enamorarse de las culturas clásicas de Grecia y Roma
durante unos meses vagando por Europa. Yo le conté algunas de mis experiencias universitarias junto
a Sarah cuando tenía 15 años.
-Sois como los genios esos japoneses o como Sheldon Cooper -soltó haciéndome reír.
Cuando llegó la hora de comer nos despedimos en mi parada del metro con un beso dulce y lento.
-¡Oye! -no pude reprimirme gritarle cuando ya se alejaba-. ¿Te vas a poner vestido esta noche?
-Si quieres verme las piernas tendrás que volver a sacarme de la ducha o llevarme a la cama, Cohen
-gritó sin importarle que la gente nos mirara.
Sonrojada y sonriente bajé las escaleras hacia el metro.
A media tarde empecé a correr como un pollo sin cabeza por la casa mientras Gómez me miraba con
gesto molesto desde el sofá. Me vi obligada a mandar un mensaje de emergencia.
L-Jennifer, ¿Qué me pongo?
Ni loca le preguntaría algo así a Sarah. Fijo que me decía que unos vaqueros y a correr.
Jen-Calma rubia
Jen-¿Qué opciones hay?
Empecé a sacar fotos de toda mi ropa arreglada y a mandárselas.
Jen-¡Ese Liz, ese!
Jen-Juls se desmayará al verte
L-La quiero consciente J
Jen-Ya me entiendes…
Jen-¿Con qué zapatos te lo vas a poner?
L-Con estos *foto*
Jen-¿Te son cómodos para bailar?
L-Sip
Jen-Perfecto entonces
L-Gracias guapa, te debo un almuerzo
Jen-A ti por pedirme opinión. Suerte tendré si consigo que Juls no vaya en chándal
Jen-Pero te recordaré lo del almuerzo cuando curremos juntas
Jen-Nos vemos luego, rubia
L-Besos
Capítulo 22
Juls
Frente al Tabú, junto a Talia y Jennifer y pese a mis enormes ganas de ver a Liz, no pude evitar
notar que la gente nos miraba. Me había acostumbrado a que la gente me reconociera por las
tonterías que publicaran las revistuchas del corazón, pero en el fondo me molestaba. Que miraran a
mis dos acompañantes no me extrañaba.
Jennifer habría sido capaz de hacer que a alguien le sangrara la nariz con su vestido rojo oscuro
apretado, por encima de las rodillas, de tirantes y con escotazo. El pelo suelto ondulado sobre la
espalda, tacones de vértigo…mi amiga era una pequeña bomba sexual andante. Talia no se quedaba
atrás con su vestido palabra de honor azul cobalto y las ondas rubio ceniza apoyadas elegantemente
en los hombros.
A su lado yo no merecía ser ni siquiera tenida en cuenta: leggins negros, botas, camiseta de tirantes
escotada y chupa de cuero. Jennifer quería que al menos me pusiera una americana de terciopelo,
pero había visto como me miraba Liz cuando llevaba la chupa de la moto y asumí que esa estética le
gustaba. Puede que no fuera tan despampanante como mis compañeras, pero había elegido cada
prenda a conciencia para gustarle a la rubia de mis sueños, pese a los intentos de Jen por
encasquetarme un minivestido. Vimos llegar a Emily enseguida.
-Hola chicas -saludó para luego darnos dos besos a cada una.
-¡Guau, doctora Jones! Estás increíble -dijo Talia mirándola de arriba abajo.
Menudita pero matona la chica. Con unos skinny jeans grises que se le ajustaban como un guante y
un top granate que le dejaba el ombligo al aire y el pelo recogido en un moño medio deshecho casi no
parecía la misma que con su atuendo de faena.
-Lo mismo digo, doctora North -respondió coqueta.
Jennifer me lanzó una mirada de situación y yo me incliné un poco hacia ella.
-Ya no quedan heteros -susurré divertida.
-Se ve que no. Como no vengan pronto Sarah y Liz nos veo sujetando la vela -me devolvió el susurro.
-Ahí están las que faltaban -anunció Talia haciendo que apartara mi vista de Jennifer.
Vi a Sarah bajar de un taxi. ¡Jesús! Es que hasta en la forma de vestir nos parecíamos… Llevaba
unos leggins como los míos y una camiseta del mismo estilo que la mía solo que en rojo cubierta por su
ya famosa Bomber granate. Cuando el aire le movió su melena negro azabache juro que noté como a
Jennifer le temblaba todo.
Luego bajó Liz… Llevaba un vestido parecido al de mi amiga, solo que en negro y con la parte del
escote cubierta por encaje semitransparente. Cuando vi sus piernas salir del coche debí trastabillar
porque Jennifer me cogió del brazo riéndose por lo bajini.
Caminaron hacia nosotras y Liz sonrió mirándome y apartándose un poco de la melena tras una oreja.
Me quedé traspuesta de verdad, hechizada. Si no fuera porque Sarah me dio un fuerte palmetazo en
el hombro para saludarme creo que hubiera sido incapaz de despertar.
-Se te cae la baba, Drake -dijo bajito.
-Encantada de verte, Romero -contesté-. Me tienes que recomendar tu estilista -añadí haciéndole
soltar una carcajada.
-Hola -dijo Liz ocupando el lugar de su amiga.
-No tengo palabras para describir lo preciosa que estás -dije cuando me incliné a besarle la mejilla.
-Esas son perfectas -contestó-. Tú también estás de muerte.
Una vez todas se saludaron entramos al club. Oscuro, pista de baile enorme, decoraciones de neón
rojo, música espantosa… ¡Oh sí! Todo un club de moda. Siempre me recordaban a las casas de putas
de las pelis sobre la mafia rusa.
Cuando me quise dar cuenta tenía los brazos llenos de bolsos y me había quedado sola con Sarah
mientras las otras cuatro corrían a la pista para bailar Rihanna.
-Parece que somos los machos de la fiesta -me gritó Sari al oído para hacerse oír por encima del
estrépito.
-Pues te juro que la última vez que he ido al baño aún era mujer -respondí de la misma forma-.
Vamos a buscar una mesa donde dejar todo esto.
Bordeamos la pista viendo como las otras se reían y bailaban juntas y al fin alcanzamos la zona de
las mesas tirándonos sobre la primera que localizamos vacía. Tenía… ¿forma de corazón? Y los sofás
de labios… ¡Dios! Que potera me estaba dando. Estaba increíblemente lleno para ser tan pronto. Una
camarera vino rápidamente a tomarnos nota.
-Cerveza -pidió mi compañera.
-Lo mismo y… una botella de vodka de esas con bengalita -añadí al ver como la servían en otra mesa.
-Esa botella cuesta 300 dólares, señorita -dijo mirándonos evaluadora.
Saqué la cartera de mi bolso y puse 400 sobre la mesa.
-Tú procura pasarte por aquí cada media hora -dije a lo que ella asintió sonriente.
Vi como Sarah se echaba a reír tal como la camarera desapareció.
-Es una de las cosas que me jode de estos sitios: o te compras tú propia camarera o pasan de tu
cara -dije.
-A parte de la música horrenda y la decoración de burdel de segunda -añadió.
-O sea, que tú y yo no pintamos nada aquí -afirmé divertida.
-Tú, seguir a Liz y yo socializarme -dijo cogiendo el botellín que acababan de depositar frente a ella
tan rápido que parecía cosa de magia.
Había que ver lo que se conseguía con una propina en esos sitios. Brindé con ella con mi propia
cerveza y tras beber miré divertida la enorme botella con una bengala encendida en la punta.
-¿Qué costará 300? ¿La botella o la bengala?
-La bengala, fijo -contestó riéndose.
-¿Tú no cazas esta noche? -pregunté curiosa.
-No creo.
-¿No tienes a nadie en la mira?
-Pues no, Drake. ¿A qué viene tanto interés? -preguntó extrañada.
-Simple curiosidad.
-¿Qué tal con Liz?
-Si me pongo a dar saltitos de felicidad ¿me perderás el respeto? -admití.
-Seguramente -contestó riéndose-. Cuidado que vienen.
Las vimos llegar acaloradas a la mesa.
-¡Hala! ¿Y este pedazo de botella? -preguntó Jennifer sentándose junto a Sarah mientras Liz lo
hacía a mi lado y las otras dos en las esquinas.
-A Juls, que le han dado envidia los de la mesa de al lado -explicó Sarah con cachondeo.
-Sí, a la próxima pediré un barril con un cartucho de dinamita enganchado -solté haciendo que se
rieran.
-¿Qué tal por la pista? -pregunté al oído de Liz mientras la camarera aparecía de nuevo para
servirles el vodka y mezclarlo con lo que ellas eligieran.
-Muy bien. Me parece que tenemos affaire en proyecto -dijo señalándome a Talia y Emily con la
mirada.
-Ya me he dado cuenta. Parece que tu amiga no se cosca de lo de Jennifer.
-Lo terminará haciendo, es un poco lenta para estas cosas, pero lo hará -dijo para luego pedirle un
Red Bull a la camarera para acompañar al vodka.
-Con eso no vas a dormir, rubia -le advertí.
-¿Y a ti quién te ha dicho que piense dormir hoy? -me contestó con tono sugerente dejándome de
piedra.
Hice un esfuerzo por no desencajar la mandíbula y me bebí media cerveza de un par de tragos.
Escuché su risa mientras me cogía la mano bajo la mesa.
Tomamos unas copas entre risas y cuando empecé a acariciar con el dorso de mi mano bajo su
vestido Jennifer dio un grito que me hizo pegar un salto.
-Tengo que bailar esto -exclamó empujando a Talia y arrastrando a Sarah del brazo.
-Venga, vamos todas -dijo Liz arrastrándome a mí mientras seguía a Emily.
Vale… que quede claro: no me gusta Beyonce, ni Shakira y menos las dos juntas. Pero cuando Liz
empezó a bailar esa canción pegada a mí eso se me olvidó y cogí su cintura para intentar seguir su
ritmo. Entre que no solía bailar aquello y que los contoneos de cadera de Liz me estaban dejando lela,
aun no entiendo como logré mantenerme pegada a ella sin desmayarme. Cuando se giró para
agarrarme por el cuello no pude contenerme más y la besé con fiereza sin importarme quién
estuviera viéndonos. Y por la forma de devolverme el beso y apretarse contra mí siguiendo el ritmo
de la música tuve claro que a ella tampoco le importaba. Cuando nos separamos ambas resollando en
busca de aire me costó no arrastrarla a la salida de inmediato, pero recordé que no estábamos solas.
¿Qué menos que quedarnos una hora? Ella pareció leer mi mente.
-En cuanto sea políticamente correcto dime que me sacarás de aquí -dijo en mi oído.
-Te sacaría ya, pero seamos correctas -contesté dejando un suave mordisco en el lóbulo de su
oreja.
Al cambiar de música y empezar a sonar una canción de hip-hop bastante rápida nos separamos por
completo y sonreí al volver a ver sus ojos oscurecidos. Seguro que yo estaba igual, por no hablar del
precario estado de mi tanga. Al girarnos hacia las otras nos miraban divertidas mientras seguían
bailando. Me separé de mi rubia sabiendo que no podría controlarme a su lado y me fui a hacer el
payaso con Sarah y Emily que bailaban medio en broma.
-Ahora entiendo la mirada matadora de Liz el otro día en la consulta -me dijo la cirujana.
-¡Bah! Si ya te has buscado otra -contesté.
-¿Talia? Tenemos que operar juntas el lunes a vida o muerte, Juls. No voy a dejar que pase nada
hasta después.
-Toma responsabilidad -comentó Sarah.
Seguimos bailando en grupo un rato hasta que empezamos a notar el calor por el movimiento y la
aglomeración y volvimos a la mesa. En cuanto nos refrescamos un poco Liz me volvió a besar con
ganas y así estuvimos un rato ignorando a las demás.
-Me encanta el sabor de la cerveza en tu boca -dijo cuando nos separamos.
-Dime que eso significa que ya es políticamente correcto marcharnos -pregunté sintiendo mi cuerpo
en llamas.
-Me parece que sí -dijo sonriente.
-Nos piramos, chavalas -exclamé con la rubia aferrada a mi mano-. Tomaos un par de rondas por
nosotras -dije tirando unos billetes sobre la mesa.
-¡Divertíos! -gritó Liz mientras tiraba de ella hacia la salida.
-¡Golfas! ¡No nos divertiremos tanto como vosotras! ¡Detalles guarros, Liz! -escuché una amalgama
de gritos mientras nos alejábamos.
En cuanto salimos paré un taxi y dejé entrar a Liz para seguirla y dar mi dirección.
-Qué salida tan sutil, Juls -comentó sarcástica.
-Perdón, pero no aguantaba más -confesé un poco avergonzada.
-No pasa nada, yo tampoco.
-Le he dado mi dirección… ¿Te parece bien o…?
-Está bien. Gómez es pequeño para ver ciertas cosas -dijo divertida.
Llegamos a mi casa, se me adelantó y le pagó al taxista y me calló con un beso cuando intenté
protestar. Subimos en el ascensor abrazadas mientras yo besaba su cuello dulcemente y en cuanto
traspasamos la puerta volvimos a besarnos con ansias.
-¿Estás segura? Puedo esperar… -dije tras apoyarla contra la pared.
-No quiero esperar. Me vuelves loca y te necesito -afirmó para lanzarse contra mis labios de nuevo
con aún más voracidad.
Menos mal que no dijo que esperáramos porque pese a haber dicho que lo haría me hubiera costado
horrores. Cuando noté que me mordía el labio gemí de placer y la estampé con más fuerza contra la
pared a lo que ella respondió enrollando una de sus piernas a mi cintura. Metí un muslo entre sus
piernas y empecé a rozarme con ella sin dejar de besarla.
-Juls -suspiró echando la cabeza hacia atrás para separarse y dejándome el perfecto acceso a su
cuello que empecé a mordisquear-, llévame a la cama, por favor.
Dejé que desenganchara su pierna de mí y la llevé hacia el dormitorio cogida de la mano. Una vez
dentro volví a besarla negándome a esperar más. Fui dejando un camino de besos y pequeños
mordiscos de su boca a su oreja mientras ella iba quitándome la chaqueta.
-Ahora quiero tenerte desnuda, pero en otro momento quiero que follemos mientras llevas la chupa
-dijo entre jadeos.
-Te pone ¿eh? -pregunté divertida mientras la ayudaba a terminar de quitármela.
-Ya te digo -afirmó con contundencia mientras me arrancaba la camiseta y empezaba a besar la piel
de mi escote que asomaba sobre el sujetador.
-¡Joder Liz! -exclamé tras unos momentos para girarla con brusquedad y bajar la cremallera de su
vestido y besarle el cuello desde atrás-. Frena un poco o esto no durará nada y no quiero soltarte tan
rápido.
-Podemos ir lento la segunda vez -dijo volviendo a girarse para apartarse de mí con un paso hacia
atrás y dejar que el vestido se deslizara por su cuerpo hasta el suelo.
Reprimí el gesto de morderme los nudillos. Tenía delante de mí a una diosa rubia en ropa interior de
encaje negro…
-Va… vale, lento la segunda vez -balbuceé segundos antes de lanzarme sobre ella para besarla otra
vez.
Mientras la besaba con ardor noté como metía sus dedos por la cinturilla de mis leggins para
empezar a bajarlos y la ayudé con un par de rápidos movimientos de caderas y unas patadas. Mi
tanga se fue con ellos y al darse cuenta me desabrochó el sujetador y me lo quitó a toda velocidad y
tirarme sobre la cama con ella a horcajadas.
-Exijo igualdad, rubia -dije al ver que ella aún conservaba la ropa interior.
Se quitó el sujetador dándome una vista privilegiada de sus preciosos pechos y me alcé de
inmediato para abrazar su cintura y enterrar mi cabeza entre ellos para besarlos y lamerlos con
adoración. Se incorporó un poco para quitarse las braguitas y cuando volvió a recolocarse en mi
regazo dejó una pierna entre las mías, así mientras yo besaba su cuerpo con veneración ella empezó a
frotarse contra el mío. Empecé a gemir al notada mojada sobre mi pierna. De un empujón volvió a
tumbarme completamente y ella se tumbó sobre mí, seguimos frotándonos mientras nos besábamos y
nos mirábamos a los ojos.
-Juls, necesito que me toques -pidió entre gemidos.
Con un rápido movimiento de cadera invertí nuestras posiciones quedando yo ahora encima y volví a
besar su cuello y deslicé mi mano hacia abajo hasta encontrar su clítoris. ¡Estaba empapada! Froté en
círculos con suavidad para luego darle toquecitos rápidos. Su respiración se volvió más rápida y
aparté la mano para descender con mis labios. Cuando llegué a la zona del ombligo frené mi ritmo.
-¡Juls, por favor! -exclamó.
Vale, ahí me había matado, me ponía a mil que me suplicaran. Reprimí las ganas de bajar la mano para
tocarme a mí misma.
-¿Qué Liz? Pídemelo -exigí sin dejar de besar su ombligo e introducir mi lengua en él.
-¡Cómeme!
Separé más sus muslos y enterré la cabeza allí. Empecé a darle suaves lametones en el clítoris para
luego alternarlos con succiones de mis labios y toquecitos con la lengua. Como el resto de su cuerpo
aquella zona era un manjar. Me iba a correr sin necesidad de que me tocara, solo por estar
probándola.
-Sube aquí -exclamó para dar un tirón de mí y volver a ponerme a su altura para besarme.
Estaba tan cautivada por la situación que cuando metió un dedo de golpe en mí grité de sorpresa y
placer. Esperó hasta que yo asentí para empezar a moverlo y al poco introducir otro mientras
frotaba mi clítoris con la palma. Me tenía casi a punto así que copié sus movimientos metiendo dos
dedos en ella. A donde fuera que iba a llevarme ella se vendría conmigo. Miré su cara aún más bella
de lo normal por el calor del sexo y los gestos de placer, pero la noté un poco contenida.
-Grita si lo necesitas, nena. No te contengas, por favor. Quiero oírte -pedí mientras mordía su
oreja y aceleraba los movimientos de mi mano.
Al momento empezó a gemir y a escapársele algún que otro grito. Me froté más rápido contra su
palma y ella curvó sus dedos dentro de mí.
-Córrete conmigo, Juls -gimió.
-Sí, joder -exclamé.
Nos movimos aún más rápido en un sprint desquiciado para momentos después apretarnos la una
contra la otra más fuerte cuando el orgasmo nos golpeó a ambas casi a la vez. Noté como sus
paredes apretaban mis dedos mientras una sensación pulsante me golpeaba bajo el estómago y grité
casi a coro con ella. Con unos últimos movimientos caí a su lado con la mano aún entre sus piernas y
ella se volvió hacia mí para besarme, a lo que yo correspondí casi sin oxígeno en mis pulmones.
-Eso ha sido increíble -dijo al poco metiendo la cabeza en el hueco de mi hombro.
-Ni en mis fantasías más disparatadas lo había imaginado tan bueno -confesé abrazándola.
-¿Te lo habías imaginado muchas veces? -preguntó con una nota divertida en su voz.
-Oh, no tanto. Cuatro o cinco veces al día desde que te vi por primera vez, más desde que nos
besamos.
-Cachonda mental -soltó riendo.
-Culpa tuya que me haces serlo -respondí riendo también.
-Eso tengo que comprobarlo -dijo saliendo con rapidez de su hueco junto a mi cuello y volviendo a
montarse sobre mí para empezar a besarme-. La segunda vez dijimos que lento, ¿no?
-Me vas a matar, nena.
-No, primero te quiero probar -susurró haciendo que mi líbido tocara techo de nuevo.
-¡Joder!-suspiré.
Capítulo 23
Liz
Había dos cosas que Juls no sabía sobre nuestra primera vez: la primera es que yo nunca grito en la
cama, nunca me había topado con alguien que me satisficiera tanto como para llegar a ese punto, pero
ella lo había logrado. Lo segundo es que me gustaba tomar el mando en este tipo de “encuentros” y
ella había logrado quitármelo por completo, aunque no por eso me había gustado menos. Así que tomé
esa segunda vez para resarcirme de esto último. Sentada sobre sus caderas recorrí su cuerpo poco a
poco tanto con mis manos como con mi boca. Era la mujer más bella que había conocido jamás y con
cada gesto, con cada beso, con cada palabra… se distanciaba más de la mujer que yo pensaba que era
al principio, aquella que me parecía una playgirl ricachona mimada. Era fuerte, tierna, divertida y
asombrosamente cercana. También era malhablada, vestía como un “Hijo de la Anarquía”, tenía un
sentido del humor bastante negro y venía con un duro pasado a sus espaldas, pero todo eso también
me gustaba.
En todo esto pensaba mientras castigaba sus pezones con mi boca, mi lengua y mis dientes y
observaba extasiada como se arqueaba hacia mí. Cuando me miró con esos ojos verdes suyos
oscurecidos por el deseo tuve que volver a aplastar mis labios contra los suyos. Tras unos minutos de
besos lánguidos pero la mar de sensuales volví a incorporarme y ella me siguió. Vi lo que pretendía
cuando me hizo sentar sobre ella entrecruzando nuestras piernas y de inmediato envestí contra ella.
La humedad de nuestros mutuos sexos hizo que el roce fuera exquisito. Me abracé a sus hombros y
ella cogió con fuerza mis caderas para que el movimiento fuera más efectivo. Gemíamos al unisonó
mientras yo no podía apartar mis ojos de los suyos, ni siquiera cuando nos besábamos, tenía que
verla.
La primera vez había sido algo más ansioso, motivado por el calentón, pero esta… esto era distinto.
Como si nuestros cuerpos estuvieran hablando entre ellos, contando todo lo que las bocas no sabían
decir. Empezamos a sudar y le aparté un mechón rebelde de la cara.
-Liz, no aguanto más, me voy a correr -confesó gimiendo.
-Hazlo en mi boca -ordené tumbándola de un empujón y bajando rápidamente entre sus piernas.
Era exquisita. Lamí, succioné y mordí con voracidad su clítoris y cuando noté que se aferraba con
fuerza a mi pelo la rematé metiendo mi lengua en su sexo para extraer más de ese delicioso líquido.
Se corrió en segundos con un fuerte grito que se asemejaba más a un rugido. Seguí lamiendo, esta
vez más lentamente, para recoger sus fluidos mientras sus convulsiones terminaban. De pronto me vi
arrastrada sobre ella de nuevo que introdujo dos dedos en mí de golpe haciéndome gritar.
-Fóllate mis dedos, Liz -dijo con una voz ronca que me provocó un escalofrío.
Y así lo hice. Subí y me dejé caer sobre ellos una y otra vez y cuando ya estaba a punto ella me llevó
hasta el final moviendo su mano en círculos hasta que grité de placer. Esta vez fui yo la que cayó a su
lado e intenté recuperar la respiración poco a poco mientras ella me acunaba. Nos dormimos y al poco
despertamos y volvimos al tema. Esa fue la dinámica de toda la noche: la que despertaba primero
despertaba a la otra con el placer de sus caricias. El amanecer nos sorprendió abrazadas tras un
orgasmo especialmente intenso. Tenía la cabeza apoyada en su pecho y entraba suficiente luz para
poder observar con detenimiento su mano derecha que tenía entre las mías.
-Te han cicatrizado muy bien las heridas -comenté.
-Es que coses muy bien -dijo acariciando mi pelo con la otra mano-. Tengo unos cuantos calcetines
para zurcir, por cierto…
-¡Idiota! -exclamé dándole una palmada en el muslo.
-¡Auch! Calma rubia, que era broma.
-¡Oye! -exclamé poniéndome a su altura pero sin dejar de estar entre sus brazos al recordar algo-.
Explícame eso del fondo de ayuda médica. Anne lo nombró ayer y se me olvidó preguntarte.
-¿Me tienes desnuda en una cama a tu lado y quieres hablar de trabajo? -preguntó alzando una ceja.
-¡Va! ¡Cuéntamelo! -pedí mordiéndole suavemente el lóbulo de la oreja.
-Sabes cómo comprarme, maldita adicta al trabajo -dijo riéndose-. Pues después de que hicierais
esa maravillosa presentación sobre el caso de Adam simplemente pensé que Drakecorp, como
empresa médica, debería tener un fondo de ayudas sociales para casos difíciles de recursos
limitados -explicó.
-Es un puntazo, Juls -dije conmovida.
-De qué sirve tener dinero si no puedes ayudar a los demás ¿verdad? -comentó sin darle
importancia.
-Estas hecha toda una Robin Hood -comenté divertida.
-¡Cierto! ¡Hasta tengo arco!
La miré desconcertada y ella me hizo un gesto como que no le hiciera caso. Poco a poco se me
fueron cerrando los ojos y noté como ella también se relajaba a mi lado.
Al despertar me encontré descolocada unos segundos hasta que sentí el firme y cálido agarre de
sus brazos en mi cintura. Alcé la vista y la vi profundamente dormida, con los labios ligeramente
separados y expresión serena. Mi corazón se paró momentáneamente. Era tan… guapa, tan sexy, tan
divertida, tan… Juls. Mirándola volví a pensar en mis dudas, mis miedos seguían ahí, pero quizás por
esta mujer mereciera la pena jugársela. Pero debía ser cauta, contener mi corazón para que no
tomara el control, usar la cabeza.
La noté moverse y me hice la dormida. Empecé a notar besos ligeros por mi cara y cosquillas en mi
brazo e intenté aguantarme la risa.
-Se que estás despierta, Liz. Estás sonriendo -me sorprendió su voz de pronto
-No sé de qué hablas, estoy durmiendo ¿ves? -imité el sonido de un convincente ronquido.
-¿Quién es la payasa ahora? -preguntó haciéndome cosquillas en la cintura haciéndome pegar un
bote
-Me quiero quedar en la cama -bufé con voz de niña pequeña apartándome de ella y hundiendo la
cabeza en la almohada
-Entonces haré huevos revueltos con bacón para mi sola -sentenció mientras notaba como su cuerpo
salía de la cama.
Mi estomago rugió en respuesta.
-Voy, voy, voy -grité mientras saltaba literalmente de la cama y corría hacia la cocina.
-Alto ahí, nena -me paró agarrándome por la cintura para darme un profundo beso-. Buenos días.
-Buenos días -contesté para besarla de nuevo.
-Ahora si no quieres que te desayune a ti ponte algo de ropa.
Abrió el armario y me pasó un chándal que tuve que arremangar, tanto de camales como de mangas,
mientras ella se ponía unos pantalones también de chándal y una camiseta de Metallica.
-¿Cuántas camisetas de Heavy Metal tienes? -pregunté mientras la seguía a la cocina.
-Perdí la cuenta hace años. Jennifer siempre intenta tirarme las más viejas en cuanto me descuido,
pero aún no lo ha logrado -me contó mientras ponía en marcha la cafetera y yo me sentaba en un
taburete de la barra.
-Tiene obsesión con vestirte -dije divertida.
-Sí -suspiró-. A veces me dan ganas de comprarle una Barbie de tamaño real para que la vista a ella
y me deje en paz. ¡Mira! Podría regalarle a Lauren…
-No seas mala… -comenté-. Además el vestido que llevé anoche me lo recomendó Jennifer.
-Vale, recuérdame que le mande un ramo de flores, o un jardín entero -dijo haciéndome soltar una
carcajada.
En pocos minutos estábamos desayunando unas raciones enormes mientras nos mirábamos
sonrientes. Cuando terminamos ella se puso a fregar y yo la ayudé secando los platos.
-No me apetece, pero debería volver a casa -dije al fin.
-¿Ya? Si solo son… -se inclinó para mirar el reloj de la cocina-. ¡Joder! ¡Las 4 de la tarde!
-¿Ves cómo tengo que irme? Tener mascota tiene sus responsabilidades, además, debería llamar a
mi madre a ver como se han tomado la noticia los Rollins -expliqué con desgana.
-¿Quieres que vaya contigo? -preguntó cogiéndome por la cintura.
Suspiré e intenté aclarar mis ideas, algo muy difícil cuando me tocaba.
-Sí que quiero Juls, pero dijimos que iríamos despacio, ¿recuerdas? -pregunté acariciando su mejilla
al ver su gesto triste.
-Tienes razón -contestó finalmente.
Me fui a su cuarto, me vestí y dejé que me guiara hasta la puerta.
-¿Quieres que cenemos mañana en mi piso? -pregunté antes de despedirme.
Su cara pasó de triste a iluminarse.
-Claro que quiero -exclamó sonriente haciendo que yo casi me derritiera.
-Ven a las 8. Yo cocino.
-Llevaré la bebida -afirmó.
Nos besamos durante unos minutos hasta que hice acopio de mis fuerzas para separarme de ella.
Bajé, pedí un taxi y llegué a casa sin apenas notarlo perdida en la nube de felicidad que me
embargaba. Cogí a Gómez en brazos y bailé un fingido Vals con él por toda la casa mientras maullaba
y hacia ruiditos. En cuanto me puse ropa cómoda llame a mi madre. Los Rollins estaban encantados,
aunque nerviosos y ella desvariaba con las habilidades quirúrgicas de Talia. Le prometí pasar por el
hospital en cuanto Adam ingresara y cuando comenzó a preguntarme por Juls fingí otra llamada para
escaquearme. No estaba preparada para tener esa conversación ya que aún era pronto para que
fuera algo oficial. Iba a sentarme a dibujar un rato, cosa que hacía desde pequeña cuando las
emociones me embargaban, cuando el timbre de mi puerta sonó y fui a abrir.
-¡Hola rubia mía! -saludó Sarah.
-Hola Sari. ¿Cómo tú por aquí?
-Pues ya sabes… pasaba por el barrio… no me quedaba sal… quería ver si tú tenías línea de teléfono…
-En cristiano: que vienes a cotillear -declaré riéndome y dejándola entrar.
-¡Que lista eres, Lizzie! -dijo lanzándose al sofá casi aplastando al gato-. ¡Uy! Perdona, Gómez.
El bufó y se retiró elegantemente por el pasillo con maneras ofendidas.
-Tu gato es un estirado -dijo para esquivar rápidamente el capón que le venía.
-Te hacía de resaca -comenté sentándome a su lado.
-¡Qué va! Me tomé las copas que pagó Juls y me fui a casa.
-¿Y eso? -pregunté extrañada.
-Pues chica, no sé. Lo estábamos pasando de coña y al poco de marcharos una chica que estaba como
un tren me dijo de bailar con ella y cuando volví de la pista al rato Jennifer se había largado. Emily y
Talia me dijeron que empezó a encontrarse mal y que estaba súper pálida y desapareció a toda
velocidad. Como comprenderás no iba a quedarme con el coqueteo que se traían esas dos, así que las
dejé allí y a las 4 estaba en mi camita y casi tan sobria como un juez.
-Pero ¿Jennifer está bien? -pregunté preocupada.
-La he llamado hace un rato y me ha dicho que debió sentarle mal el vodka ese de lujo, aunque por lo
congestionada que se le oía yo creo que debe haber pillado una gripe.
Tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no soltarle una colleja. Jennifer se larga al verte bailar
con otra y cuando la llamas pone una excusa mala cuando es evidente que ha estado llorando… ¡Une
los puntos, Sari! Menuda genio menos espabilada. Aun así, me contuve y me limité a decir que la
llamaría luego.
-¿Y tú qué? Seguro que tu fin de fiesta fue mejor -preguntó haciendo que se me subieran los
colores al recordarlo- ¡Te estás poniendo roja! ¡Eso es que hubo folleteo!
Asentí un poco tímida.
-¡Cuéntamelo todo Liz, por Dios!
-Ni de coña Romero, no seas voyeur -respondí.
-Vale, vale… respetaré que seas una sosa. Solo contéstame a esto ¿Es tan buena como parece?
-Mejor -contesté pícara.
Alzó los puños en señal de victoria y dio saltitos sobre el sofá haciéndome reír.
-Bueno, ¿y tú cómo estás? -preguntó cuando se calmó.
-Genial Sarah… y aterrorizada -confesé agachando la cabeza.
-¡Oh Liz! -su gesto era de preocupación.
-Me gusta mucho, siento mucho por ella… pero, ¿y si acaba mal?
-Rubia -susurró para arrastrarme entre sus brazos.
-No quiero acabar… como… él -empecé a sollozar con las últimas palabras.
-No lo harás, Liz. Eso te lo prometo -afirmó apretándome más-. Déjate llevar un poco, disfruta de lo
que tienes con ella y no te preocupes por el mañana. Ya nos encargaremos de él cuando llegue.
Asentí, pero me quedé desahogándome mientras ella me sostenía. Sarah conocía mi pasado y mis
demonios, siempre me ayudaba a luchar contra ellos de la forma que fuera necesaria. Se quedó un
rato más distrayéndome con sus tonterías y sus frikadas hasta que me vio lo suficientemente bien
como para dejarme sola. En cuanto se fue y a pesar de mis propias miserias mentales llamé a
Jennifer.
-Hola Liz -respondió al segundo tono.
Su voz sonaba apagada y algo afónica.
-¿Cómo estás, J? Me he enterado de que te pusiste mala anoche.
-Estoy bien, solo algo no me cayó bien en el estómago -contestó con el mismo tono monótono.
-Ese algo es una ingeniera morena atontada ¿verdad? -la escuché suspirar-. No quiero presionarte,
Jennifer, solo decirte que puedes hablar conmigo cuando lo necesites.
-Me tomo nota. Gracias rubia -dijo con algo más de ánimo-. ¿Tu noche bien?
-Maravillosa -dije haciendo que soltara una pequeña risilla.
-Me alegro por vosotras, cielo, de verdad. Ahora llamaré a Juls para que me dé el parte -añadió
haciéndome reír a mí ahora.
-Pues no te molesto más. Lo dicho Jen, lo que quieras ¿vale?
-OK, nos vemos.
-Nos vemos, guapa -me despedí colgando.
Me preparé algo de cena mientras intentaba sacarle a Juls su plato favorito por mensaje, pero solo
lograba que me contestara que desde anoche era yo, así que me despedí amenazándole con cocinar
algo espantoso para el día siguiente y ella contestó orgullosa que conmigo le valía dejándome con la
sonrisa tonta en la cara. Cené, vi la tv un rato y me acosté dispuesta a dormir todo lo posible para
recuperarme de toda la caña que la ojiverde me había dado. ¡Qué mujer!
Capítulo 24
Juls
La noche con Liz me había dejado rendida y encantada a partes iguales. Con lo tímida que era en el
día a día y luego en la cama no se cortaba un pelo. ¿Dónde estaba la chica que había usado la palabra
“coito”? Otro motivo para que mi corazón se acelerara por ella para añadir a la lista: era una diosa
del sexo.
Me preocupé de verdad cuando dijo que se iba a su casa, pensé que estaba huyendo otra vez, pero al
invitarme la noche siguiente a cenar me tranquilicé. Fue realmente duro dejarla marchar, pero
comprendí que era lo correcto.
Pasé la tarde leyendo y mandándome algún mensajito tonto con ella. A la hora de la cena me
sorprendió no tener noticias de Jennifer así que la llamé, no lo cogía. Era raro, ella vivía pegada al
móvil y no pude evitar preocuparme. Me vestí rápido y salí disparada en la moto hacia su casa.
Compré unas hamburguesas en la cafetería de abajo y subí hasta su piso con la bolsa en una mano y el
casco en la otra. Llamé varias veces al timbre, pero no me abrió.
-¡Jennifer, abre! ¡He visto luz en tus ventanas! -dije en voz alta empezando a golpear su puerta.
Al poco escuché sus pasos cerca de la puerta y abrió con una bata cubriendo su pijama, el pelo
recogido en una coleta mal hecha y los ojos hinchados.
-¡Ey enana! -exclamé de verdad preocupada entrando, dejando lo que llevaba en la cómoda, cerrando
la puerta de un talonazo y abrazándola de inmediato-. ¿Qué pasa?
Rompió a llorar enterrando la cabeza en mi cuello. Me asusté, Jennifer nunca lloraba, podía sentirse
alicaída y estar triste, pero no lloraba. Algo grave pasaba. La acompañé hasta el despacho donde
descubrí una manta y un montón de pañuelos de papel esparcidos por el sofá. Aquí había estado
anidando. La senté sin soltarla de mis brazos y la dejé llorar mientras le susurraba palabras tiernas
para intentar que se calmara. Lo fue haciendo poco a poco. Fui a buscar una botella de agua a la
cocina y aproveché para servir las hamburguesas y las patatas en dos platos. Comió en silencio
mientras yo la imitaba sin apartar la vista de ella. Desde bien pequeñas la comida la tranquilizaba.
-Gracias por la cena, Lett -susurró cuando terminó.
-No hay de qué, enana -contesté retirando los platos a donde no nos molestaran-. ¿Quieres
contármelo ahora?
-¡Es que soy imbécil, Juls! Te vas a reír de mí.
-Ni de coña, como mucho me reiré contigo, pero jamás de ti -contesté haciendo que sonriera un
poco.
Me contó lo que pasó cuando Liz y yo nos fuimos de Tabú.
-Me he enamorado de ella como una idiota y ella ni se da cuenta de que existo. Cuando la vi bailar
con esa chica se me juntaron las ganas de llorar con unas nauseas horribles y tuve que salir
corriendo. Y así llevo desde entonces.
-¡Ay, mi Jennifer! -exclamé volviendo a abrazarla-. Estás como estaba yo con Liz, solo que en lugar
de darte por reventarte las manos y escapar a la montaña te ha dado por llorar.
-Supongo que tienes razón -contestó suspirando-. Pero al menos tú con Liz sabías que había algo.
Sarah me trata como a una hermana. ¡Estoy en la “Friendzone”, joder! -terminó haciéndome reír.
-No creo J. Pienso de verdad que Romero es una despistada de tomo y lomo y aún está superando lo
de Anne. Deberías decirle algo en lugar de quedarte a su lado como amiga poniéndote colorada cada
dos por tres.
-¿Tú crees? -preguntó mirándome a los ojos.
-Es lo que yo haría -contesté encogiéndome de hombros-. Pero siempre podrías preguntarle a Liz,
ella la conoce desde siempre.
-Me ha llamado antes ¿sabes? Para saber cómo me encontraba porque le dijeron que me puse mala.
No se lo tragó -explicó.
-Es que mi rubia es muy lista.
-¿Tu rubia? -preguntó divertida.
-Bueno, yo la llamo así… no delante de ella, claro… en mi cabeza -respondí azorada.
-Me ha dicho que vuestra noche fue, y cito: maravillosa.
-No pienso contradecirla en eso, te lo aseguro. No le habrás hecho un tercer grado ¿verdad? -
pregunté asustada.
-No, tranqui. Eso te lo haré a ti cuando me encuentre mejor.
-Genial, no puedo esperar… -comenté por lo bajo con sarcasmo.
-¿Me podrías explicar cómo hemos pasado de cazadoras natas a tontainas enamoriscadas en
cuestión de semanas? -preguntó dejándose caer en mi regazo.
-Fuimos a aquella reunión de la junta y nos perdimos, supongo -suspiré-. Hazme caso, dile algo a la
ingeniera chiflada. Si tiene dos dedos de frente caerá a tus pies.
-Siempre sabes qué decirme, Lett -dijo tomando mi mano.
-¿Te puedo preguntar algo? Es sobre anoche con Liz -dije algo nerviosa.
-No estoy de humor para recomendarte posturas sexuales, la verdad.
-No es eso, idiota -me reí-. Es que vi que tiene tres cicatrices en el abdomen, bajo el ombligo una y
las otras dos a los laterales y me dio apuro preguntar. Parecía algo quirúrgico. ¿Sabes qué podría
ser?
-Pues mujer, eso deberías preguntárselo a ella, pero por lo que describes parece una laparoscopia
en la zona del útero si recuerdo bien mis clases de anatomía. Puede ser grave o una chorrada.
Pregúntale, pero con tacto -explicó.
-Gracias J.
Ese tema me llevaba dando vueltas en la cabeza desde que se las vi y como no tenía ni idea de lo que
podía tratarse no me atreví a preguntar. Ella tampoco dijo nada cuando se las besé. Sabía que si le
preguntaba a Jennifer sería totalmente discreta y me orientaría por si era un tema intocable.
Pasé un rato más con ella animándola, haciéndola reír con mis payasadas y alabando su buen gusto en
modo en lo referido al vestido de Liz. Cuando vi que se empezaba a frotar los ojos me despedí y
monté en mi moto para volver a casa. Cuando me acosté deseé con fuerza que lo de Jennifer y Sarah
sucediera, quería que mi amiga fuera tan feliz como yo y al poco me dormí pensando en mi rubia.
A las 8 de la tarde del día siguiente bajé de la moto frente a su casa con una bolsa con dos botellas
de vino en la mochila que cargaba a la espalda. Me di cuenta de que no tenía su número de puerta así
que le mandé un mensaje.
J-Nena, estoy abajo. ¿Me abres?
J-Y no, no es una insinuación sexual. Que conste.
L-Sube payasa. Es el 3º C
Me miré en el espejo del ascensor para luego pensar que estaba haciendo el tonto. ¡Que bajo has
caído, Juls! Me esperaba apoyada en su puerta con unos sencillos vaqueros y una camisa blanca ancha.
Estaba preciosa.
-Hola ojazos -saludó tomando mi cara entre sus manos para darme un suave beso en cuanto me
acerqué.
-Ojazos ¿eh? -comenté alzando las cejas con cachondeo-. Me gusta.
-Entra anda -dijo dándome una palmada en el culo.
-Que agresiva, rubia -comenté siguiendo sus instrucciones-. ¡Ostras! Bonita casa.
Era acogedora, esa era la palabra. Cálida y familiar, como ella. La elección de colores, los muebles
de estilo rústico, carboncillos adornando las paredes, las típicas mantas a cuadros dobladas sobre el
sofá… justo lo opuesto a mi piso.
-Gracias, no es gran cosa, pero a mí me encanta -dijo con una sonrisa.
-He traído una botella de tinto y otra de blanco -expliqué tendiéndole la bolsa-. Como la cena era
sorpresa…
-No pienso discutir otra vez contigo sobre eso, si no te gusta lo que he hecho ajo y agua -dijo
llevándose la bolsa a lo que supuse que sería la cocina-. Ponte cómoda mientras meto el blanco a
refrescar y miro la cena -gritó desde lejos.
Me quité la chupa y la colgué junto a la mochila en el perchero. Entré al pequeño salón y fui mirando
los dibujos de las paredes. Me divirtió descubrir varios retratos de superhéroes que solo podían ser
de Adam. El resto eran en su mayoría paisajes nocturnos. Tal vez por el trazo del carboncillo o
porque era lo que se había intentado conseguir daban la sensación de ser obras descarnadas y
oscuras. Aunque ¿qué coño iba yo a saber de arte? Me senté en el sofá y un ruidito me hizo mirar al
suelo. Un gato negro con bigotillo blanco me miraba.
-Ña, ña, ña -salió de su boca con tono de pregunta.
-¿Así que tú eres Gómez? -comenté mirándolo.
Me saltó al regazo de golpe y se acercó a mi cara a olisquearme. Se lo permití viéndome ya con un
zarpazo en un ojo, pero debió decidir que era cómoda porque se ovilló en mis piernas. Lo miré sin
saber qué hacer cuando escuché una carcajada de Liz desde la puerta.
-Tu gato se cree que soy una butaca -dije mientras ella dejaba un par de cervezas en la mesilla
frente al sofá y se sentaba a mi lado.
-Eso es que le has caído bien -dijo rascándole la cabeza al bicho peludo.
-¿Me da su aprobación? -pregunté divertida.
-Más o menos.
-¡Ven aquí bola de pelo! -exclamé espachurrándolo entre mis brazos de los que huyó de un salto.
-¡Qué bruta eres! -se rio.
Abrimos la cerveza y brindamos. En cuanto le di un par de tragos me acerqué a besarla sabiendo
cuanto le gustaba el sabor. Cuando la cosa se empezó a calentar se apartó.
-No me líes Juls, que llevo toda la tarde cocinando y no pienso tirarlo.
-Vale, seré buena -suspiré echándome hacia atrás en mi asiento.
-No te pido que seas buena, solo que cenemos antes -dijo con voz ronca y alzando la ceja
lentamente.
-Cambia ese todo de voz ahora mismo o me importaré una mierda la cena -la amenacé con un jadeo.
-Trato. Entonces, ¿te gusta la casa? -dijo cambiando de tema.
-Mucho, sobre todo los dibujos. Tienes buena mano, nena -afirmé.
-¿Cómo sabes que los he dibujado yo? -preguntó extrañada.
-Vi el retrato que hiciste para Adam y me explicó la historia de por qué te lo pidió y que le habías
enseñado a dibujar. Tienen el mismo estilo -comenté.
-¡Vaya! No te imaginaba como una amante del arte…
-No tengo ni idea, Liz, solo de lo que me gusta y lo que no y lo que tu dibujas me gusta.
-Gracias -dijo agachando la cabeza un poco roja, gesto que me enterneció-. Hablando de Adam,
mañana lo ingresan e iré a verlo por la tarde. ¿Me acompañas?
-Claro que sí -contesté de inmediato.
Íbamos bien. Era la segunda vez que Liz me decía de vernos… ¡Yuju! Escuchamos un pitido desde la
cocina.
-¡Ah! La cena está lista. Siéntate que yo sirvo -dijo señalándome la mesa que ya estaba puesta.
-¿No quieres que te ayude?
-No, siéntate -afirmó.
Apareció en unos minutos con una bandeja en una mano y un cazo en la otra.
-Muslos de pollo al horno con patatas y champiñones en salsa de nata y Oporto para mojarlo -
explicó.
-¡Madre mía, rubia! Menuda pinta tiene -exclamé sorprendida.
-Se me ocurrió viendo July y Julia -comentó haciéndome reír.
-Creo que para esto pega más el tinto -dije yendo hacia donde había visto que estaba la cocina.
-El sacacorchos en el cajón de enmedio -me gritó.
Lo localicé rápido y volví al salón empezando a descorchar la botella. Serví y brindamos mirándonos
a los ojos.
-Muy bueno-dijo con un asentimiento.
-A ver -me incliné hacia ella y le di un lametón en los labios-. Sí que está bueno.
-¡Payasa! -dijo entre risas.
La cena estaba exquisita y su compañía resultaba tan cálida… Esto era algo nuevo para mí.
Normalmente, cuando estaba con una mujer que me interesaba, la charla previa era algo que
intentaba pasar lo más rápido posible para que llegara la parte física. Pero con Liz me sentía tan a
gusto solo con su presencia y su conversación… La tensión sexual estaba ahí, por supuesto, pero su
voz me envolvía como cuando sus brazos se encontraban rodeando mi cuello, su conversación era
extremadamente inteligente, con un sentido del humor un poco sarcástico que me encantaba y cada
vez que sonreía yo sonreía con ella, porque ver la forma en que se iluminaban sus ojos me hacía…
feliz. Cuando salió el tema de Jennifer y Sarah la vi tan genuinamente preocupada por mi amiga que
me enterneció. Era una persona tan buena… demasiado para mí. Confirmó mis sospechas de que Sarah
no se estaba enterando de nada y ambas estuvimos de acuerdo en que, si bien debíamos ayudarla,
teníamos que evitar hacer de casamenteras.
La ayudé a recoger la mesa y nos volvimos a sentar en el sofá, esta vez con la botella de vino blanco,
aunque yo me levanté al poco para seguir cotilleando por su salón.
-Tienes unos gustos de música un poco bipolares, rubia. ¿Cómo se puede tener Amy Winehouse y
The killers en la misma colección? -comenté.
-¿Por qué no? Todo es buena música -respondió alzando su copa.
¡Dios! Me estaba enamorando más de ella… Espera, ¿he dicho enamorando? Volví a rebuscar entre
sus cds para borrar ese pensamiento.
-¡Oh Dios mío! -exclamé cogiendo una de las cajas y sacándola de la estantería-. No puede ser que
tengas esto en serio -dije enseñándosela-. ¡Un Cd de Nsync!
Se levantó para intentar quitármelo, pero lo escondí tras la espalda.
-Qué cosa más de pava adolescente noventera -me reí de ella.
-Es de cuando era pequeña -dijo colorada y volvió a intentar quitármelo, pero me fui al otro lado del
sofá para evitarlo.
-Mentira, los cds de cuando eres pequeña se dejan en casa de los padres al independizarse -afirmé
convencida-. Lo oyes aún Cohen, admítelo.
Se lanzó sobre mí y al intentar esquivarla tropecé cayendo en el sofá y ella se sentó sobre mí a
horcajadas.
-¡Te pillé! -dijo triunfante-. Devuélvemelo.
-No hasta que admitas que aún lo escuchas -contesté desafiante.
Hizo un movimiento de ondulación con su cuerpo haciendo que su entrepierna se frotara con mi
abdomen.
-Devuélvemelo -volvió a decir en voz baja.
Dejé el Cd en la mesilla, pero ella siguió mirándome seria y pude ver como sus ojos se iban
oscureciendo por momentos. Volvió a ondularse y jadeé en respuesta. Se inclinó sobre mí y empezó a
besar mi mandíbula para luego empezar a descender por mi cuello.
-No negaré que yo tengo uno de las Spice Girls -susurré suspirando y noté como se reía junto a mi
oreja.
Subió de nuevo con sus besos hasta mi boca y empezó a pasar la lengua con suavidad sobre mis
labios, perfilándolos con su saliva.
-Me vuelves loca, Liz -gemí cuando al mismo tiempo se frotó contra mí.
No pude soportar mucho su jueguecito con la lengua y la atrapé con mis labios para empezar a
besarnos frenéticamente. Mis manos se dispararon hacia su culo para apretarlo con fuerza y la sentí
jadear en mi boca al hacerlo. Empezó a frotarse contra mí de forma constante con un ritmo tan
perfecto que temí correrme como una adolescente, sin haber llegado a quitarme los pantalones. Me
apreté más contra ella y situé una de mis piernas entre las suyas para que los movimientos fueran
más efectivos para ambas. Noté algo extraño y abrí los ojos y miré a mi lado. Con esfuerzo me
separé de su boca.
-Liz, tenemos un mirón -dije con la respiración acelerada.
Se giró hacia donde yo miraba y vio al gato observándonos fijamente.
-Creo que esa es la señal para ir al dormitorio -dijo riendo para luego levantarse y ofrecerme una
mano para que la siguiera.
-¡Cortarrollos! -le dije a Gómez cuando pasé por su lado y el solo inclinó la cabeza hacia un lado como
intentando comprenderme.
Tal como entramos en su cuarto y cerramos la puerta Liz volvió a besarme con ansias que yo
correspondí. La empotré contra la pared y ella empezó a tirar de mi camiseta para sacarla. La ayudé
alzando los brazos y fui desabotonando su camisa todo lo rápido que podía sin mirar, ya que mi cara
estaba enterrada en su cuello que besaba y lamía con deleite. Los sujetadores volaron del cuerpo de
ambas y nos turnamos para chupar y besar los pechos de la otra. Cuando llevé mis manos al botón de
sus vaqueros los bajé al tiempo que me arrodillaba frente a ella y en cuanto los saqué fuera de su
cuerpo junto a sus braguitas empecé a besar sus piernas desde la rodilla a la cara interna de sus
muslos. Allí dejé un suave mordisco que la hizo gemir fuerte.
-Juls… Juls… por favor -la escuché susurrar.
Ese era todo el aliciente que necesitaba. Puse una de sus piernas sobre mi hombro para darme
mejor acceso y pasé mi nariz sobre la suave piel de su pubis antes de dar un rápido y fuerte lametón
a su clítoris. Gimió de nuevo y yo chupé con decisión, estaba tan mojada, tan deliciosa… Su olor
conseguía hacerme enloquecer. Aceleré las acometidas de mis labios y las intercalé con toquecitos de
mi lengua, golpes rápidos que la hicieron apoyarse más contra la pared y arquear las caderas con
fuerza hacia mi boca.
-Espera -dijo de pronto apartando mi cabeza de su entrepierna.
Bajó su pierna de mi hombro y me dejó allí arrodillada para ver cómo se subía a la cama y se
quedaba de rodillas dándome la espalda, pero con su cara girada hacia mí en gesto de bienvenida.
¡Joder! Casi corrí para quitarme la ropa que me quedaba y subirme tras ella pegando mi cuerpo al
suyo en la misma postura. Gemimos juntas cuando nuestros cuerpos chocaron y ella giró la cabeza
para que pudiéramos seguir besándonos. La rodeé con un brazo para poder acariciar sus pechos
mientras que con la otra mano empezaba a rozar su clítoris haciendo círculos. Al poco ya no me
conformé con eso e introduje un dedo en ella para de inmediato añadir otro al notarla tan excitada.
Froté mi pelvis contra su trasero para imprimir más ritmo y fuerza a mis embestidas.
-Si… justo así… ¡joder Juls…! -gimió haciéndome redoblar esfuerzos.
Me estaba volviendo loca con esa postura. Era tan jodidamente sexy… Noté como empezaba a
apretar mis dedos y usé mi pulgar para frotar su centro al mismo tiempo que la penetraba. Sus
gemidos se transformaron en gritos y se corrió con fuerza en mi mano. La dejé reposar apoyándose
contra mi cuerpo mientras la besaba dulcemente en los hombros.
Se giró a mirarme sonriente y atrapada como estaba por sus ojos no lo vi venir. Me dejó tumbada en
la cama con un rápido movimiento y en cuestión de segundos se sentó sobre mí… del revés.
-¿Te gusta el 69? -preguntó sugerente.
-Gracias Dios, Son Goku, Supergirl, Dumbledore y todos los que andéis por ahí -exclamé haciéndola
reír cosa que dejó de hacer en cuanto alcé la cabeza entre sus piernas para remplazar su risa por
una nueva ronda de gemidos.
Cuando noté su lengua en mí empezó a costarme seguirle el ritmo. ¡Joder, qué bien se le daba! Esa
lengua debería ser ilegal. Me metió dos dedos de golpe sin dejar de lamerme y ya no pude hacer más
que gritar y retorcerme de placer. Intentaba seguir haciendo lo mismo con ella, pero el cerebro no
me daba para dos cosas a la vez.
-Córrete cariño -me pidió acelerando sus movimientos.
Unos segundos fue lo que tardé en explotar tras esa petición y aún con los espasmos recorriéndome
hundí mi lengua dentro de ella para llevármela conmigo. Me siguió con una fuerte sacudida al par de
minutos. Caímos la una al lado de la otra en busca de oxígeno y me dediqué a pasar mis dedos por
esas piernas tan perfectas.
-Ha sido una pasada, rubia -confesé.
-Eso es quedarse corta, me temo -contestó divertida.
-No creas que se me ha escapado que me has llamado cariño…
-Uy, habrá sido la emoción del momento -dijo con voz que denotaba que no se arrepentía de ello.
Seguimos en silencio así unos minutos.
-¿Te molesta si te pregunto por esto? -dije pasando la mano por su abdomen.
-No, no me molesta -respondió tras unos momentos-. ¿Te son desagradables? -preguntó con tono
preocupado.
Me di la vuelta para quedar frente a frente con ella.
-Nada tuyo podría resultarme desagradable, nena -dije mirándola a los ojos sin dejar de acariciar
sus cicatrices.
-Me detectaron unos miomas en el útero hace un año. No eran malignos, pero había que quitarlos.
Me hicieron cirugía laparoscópica y eso deja estas marcas -explicó.
-¿No hubo problemas entonces? -pregunté interesada.
-Sí… los miomas eran más grandes de lo que habían visto en las ecografías. Hubo hemorragias
inesperadas durante la cirugía y tuvieron que cauterizar mucho -la miré sin comprender-. Quedé
estéril.
-¡Dios Liz! Lo siento muchísimo. Pe… perdona que haya preguntado, soy una idiota, yo… -me calló con
un beso.
-No pasa nada Juls -dijo acariciando mi mejilla-. No me importó mucho. ¿Sabes? Igual es una
burrada lo que voy a decir, pero siempre he pensado que como con los perros o los gatos hay tantos
niños abandonados en el mundo que son a ellos a los que debemos darles un hogar. Ya pensaba en
adoptar cuando me saliera el instinto maternal mucho antes de la operación, quedarme así solo
reafirmó mi opinión.
-Eres una tía increíble, Liz -afirmé con autentica admiración-. A la mayoría de mujeres eso las
hubiera destrozado.
-Hay cosas más oscuras en mi pasado que el hecho de ser estéril -dijo con gesto triste.
Me abracé a ella.
-Cuando quieras compartirlas puedes hacerlo conmigo -susurré.
-Gracias cariño -contestó sacándome una sonrisa-. Pero tendrá que ser un “Quid pro quo” -añadió.
-Mientras bebemos un buen Quianti -dije haciendo castañear mis dientes.
-Es la peor imitación de Hannibal Lecter que he visto en mi vida -dijo riéndose y retorciéndose para
evitar que le diera un pellizco.
-Tenemos que ver una película juntas algún día -comenté acariciándole el pelo.
-¿Qué tal mañana por la mañana? -preguntó.
Me incorporé para poder mirarla de frente a la cara.
-Liz Cohen… ¿me estas invitando sutilmente a que me queda esta noche y pase mañana el día
contigo? -pregunté con fingido horror.
-Ajá.
-Me lo voy a pensar -dije mientras volvía a apoyar la cabeza en su pecho y rodeaba su cintura con
mis brazos indicando que de allí no me movía.
-Compré una peli el otro día, pero no sé si quiero verla contigo -comentó.
-¿Por qué? ¿Es porno? -pregunté haciéndola reír y que me diera un palmetazo en el hombro.
-No payasa. Es que es de tu novia, la Stewart.
Solté una carcajada.
-¿Te cuento mi historia con Kristen? -pregunté a lo que ella asintió con intensidad-. Desde hace
unos años voy a algunos estrenos de películas como imagen de la compañía cuando nuestra productora
esté involucrada. No me gustan esas cosas, pero lo de ir a estrenos admito que casi lo compensa. Fui
al estreno de esa peli suya: “Viaje a Sils María” y en la fiesta de después a la que me arrastró Lukas
me la presentaron. Se la veía casi tan incómoda como a mí, se nota que no le gustan esos saraos. El
caso es que nos quedamos solas en aquella mesa y yo estaba de los nervios. Me intimidaba un montón.
Al final porque no fuera tan incómodo le dije que me gustaba tanto su trabajo que hasta le
perdonaba lo de “Crepúsculo”
-¡No serías capaz! -exclamó Liz tirándose las manos a la cabeza.
-Te juro que esa perlita le solté. Pensaba que se mosquearía y se largaría o que me pegaría un
puñetazo, pero se empezó a descojonar a más no poder. No lo dijo exactamente con esas palabras,
pero dio a entender que se daba de cabezazos cada vez que pensaba en esas pelis. Seguimos
hablando un rato, sobre todo le estuve preguntando por Joan Jett porque me encanta esa mujer y
resulta que a ella también y nos liamos a hablar de Rock. El caso es que los paparazzis nos sacaron
esas fotos brindando y con ella tocándome el hombro y tanto su representante como Lukas dijeron
que era buena publicidad para la película, así que nos pidieron que no desmintiéramos nada. A veces
nos mandamos mails con chorradas que dicen de nosotras para reírnos.
-O sea, ¿que de rompecorazones de Hollywood nada? -preguntó divertida.
-Todo prensa amarilla, aunque sí que es cierto que le tiré los trastos a Mila Kunis, pero es que
después de ver “Cisne Negro” era inevitable -me justifiqué.
-¿Modelos? -preguntó alzando una ceja-
-¿Tú cuentas? -pregunté de vuelta dándole un beso en el pezón.
-¡Idiota! ¿Cantantes?
-Nop.
-Menuda fama más falsa tienes, Drake -se burló.
Capítulo 25
Liz
Otra noche con Juls, otra noche perfecta. Su presencia formaba una burbuja a mi alrededor donde
solo existía la alegría, incluso cuando tratábamos temas difíciles ella borraba los malos pensamientos
con sus ojos verdes. Su conversación era apabullantemente interesante, con una forma de contar las
cosas que siempre lograba sacarme alguna risa, escuchaba con interés todo lo que yo decía
preguntando cuando desconocía algo o abriendo un debate racional y respetuoso cuando difería de mi
opinión. Esa afición suya por la lectura quedaba reflejada en su manera de razonar y en la cantidad
de datos que conocía. Al mismo tiempo era una payasa entrañable e incluso cuando se metía conmigo
me tenía que reír de sus ocurrencias porque era la mar de graciosa. Y en el sexo… ¡Oh por Dios! Era
como si estuviera dentro de mi cabeza, sabía lo que yo deseaba y me lo daba con generosidad, sin
remilgos, pero con una actitud exigente hacia mí que conseguía que se me fuera la cabeza. Cada
muralla que yo intentaba edificar ella la saltaba con facilidad y eso me asustaba tanto como me
agradaba.
Fue divertido descubrir que todos esos romances de revista que le atribuían eran pura basura. No
dudaba de que hubiera habido muchas mujeres en su vida, pero el hecho de que hubieran sido
anónimas y no estrellas me tranquilizó. Decid que soy insegura si queréis, pero entendedme, yo puedo
competir con una chica normal que tiene su trabajo y sale con sus amigos de copas los findes, pero
¿Cómo compites con una con nominaciones al Oscar?
La necesidad de estar con ella era tan grande que le propuse pasar el día siguiente juntas. Ya sé que
había dicho que iría despacio, pero me arrollaba.
Me desperté cuando empecé a sentir besos en mi abdomen y sus manos tocando mis pechos. Levanté
el edredón divertida para poder verla.
-Buenos días ¿no? -pregunté para jadear cuando sus dedos pellizcaron uno de mis pezones.
-A eso iba… a darte los buenos días -dijo con una sonrisa bajando aún más su cabeza.
Me reí y empecé a gemir en cuanto sentí su lengua.
Nos levantamos un rato después con cara de estúpida felicidad. Le di un pijama para que pudiera
ponerse algo cómodo y la dejé en el baño para vestirme y empezar a preparar café. Mientras miraba
en la nevera para ver qué hacía y el café comenzaba a salir la escuché entrar en la cocina.
-I’m sexy and I know it -cantó haciendo un bailecito ridículo moviendo mucho el culo.
-¡Por Dios! -exclamé soltando una carcajada.
Los pantalones le quedaban como si fueran pesqueros y la chaqueta le venía corta de mangas. Estaba
ridícula.
-Parece que vas a regar -comenté.
-I’m sexy and I know it -volvió a cantar acercándoseme con su estúpido baile.
-Lo curioso es que sí, estas sexy hasta así -dije para cogerla del cuello de la chaqueta y darle un
profundo beso que me devolvió sonriente.
-¿Qué desayunamos? -preguntó metiendo la cabeza en la nevera también.
-Solo tengo gofres de supermercado.
-¡Me encantan! -exclamó incorporándose-. Son tan malos que están buenos.
-Eres de las mías -sentenció sacando cuatro para meterlos en el microondas.
Desayunamos en la cocina y entonces apareció Gómez, todo digno haciendo como que nos ignoraba.
Lo cogí en brazos y empecé a darle besos en la cabeza.
-Que gato más estirado.
-¡Oye! Otra igual que Sarah…
-Jennifer dice que Sarah es mi gemela malvada -me contó riendo.
-Creo que las dos sois malvadas. Mira que meteros con esta preciosidad… -dije acariciándolo.
-Tu gato es un estirado y un voyeur, Liz, asúmelo -afirmó para parar la mano con la que intenté
darle en el hombro y besármela-, pero es tuyo, así que tendré que quererlo.
Hice un esfuerzo para que no me viera derretirme allí mismo y me limité a sonreír. Acabamos de
desayunar y fuimos al sofá.
-¿Qué película querías ver? -preguntó.
-Equals. ¿La conoces?
-Leí críticas y tiene buena pinta -dijo.
La puse en el reproductor y me senté a su lado.
-No serás de las que habla en las pelis ¿verdad? -le pregunté alzando una ceja con gesto
amenazante.
-Liz, te lo juro porque me muera, puede que intente follarte a mitad peli, pero hablar jamás -
contestó con seriedad.
-Bueno es saberlo -dije sarcástica.
Era una temática interesante la de la peli: una sociedad donde tener sentimientos es una
enfermedad y el amor es el más proscrito de ellos. No pude evitar verme algo identificada y creo que
a Juls le ocurrió lo mismo por la forma en que suspiró en alguna escena. Cumplió su palabra y no hablo
y el único acercamiento físico que hubo fue cuando pasé su brazo sobre mis hombros y yo me recosté
contra ella. Otro punto para Juls: genial compañera de pelis. La cinta acabó y nos quedamos allí
comentándola y besuqueándonos sin hacer intentos de que aquello fuera a más. A veces era
maravilloso solo besarse. Cuando vimos que se estaba haciendo hora de comer le presté una camiseta
para que pudiera cambiarse la que había traído el día anterior.
-¿No me dejas la de Tyrion? -preguntó dándome una idea.
Rebusqué en el armario hasta que encontré lo que buscaba. Le tendí una que ella desdoble para
observar.
-“No soy una princesa, soy una Khaleesi”-leyó emocionada.
-Creo que esa te va más -comenté divertida.
-¡Oh sí, nena! -exclamó para luego lanzarse a besarme-. ¿No puedo convencerte para que te duches
conmigo? -preguntó bajando sus besos por mi cuello.
-Si no tuviéramos que comer e irnos al hospital no necesitarías intentarlo, ya estaría dentro contigo
-confesé besando su mejilla.
-Tienes razón -consintió-. Oye, déjame unas braguitas o un tanga que las mías deben estar para
tirar -pidió haciéndome reír.
Le di unas que hicieran juego con su sujetador negro y ella se metió en el baño mientras yo iba a la
cocina a preparar una ensalada enorme y muy completa. Cuando salió ya vestida le tomé el relevo para
darme yo también una ducha. Me vestí con unos vaqueros negros y un jersey de algodón rojo y
recordando que había venido en moto me puse unas botas.
-Jennifer y Sarah también van en un rato al hospital -me informó cuando me uní a ella en el salón-.
Jen acaba de decirme por mensaje que pasará a recogerla después de comer.
-¿Cómo está? -pregunté poniendo la ensalada y un par de platos en la mesa.
-No sabe, no contesta -respondió con gesto preocupado sentándose y sirviéndome agua-. Es una
chica tan fuerte que cuando la veo mal me asusto de verdad.
-Será lo que tenga que ser, Juls. Solo debes estar ahí para ella -aconsejé con una sonrisa.
La actitud protectora que tenía con Jennifer conseguía tocarme la fibra sensible. Comimos
hablando de todo un poco y en cuanto terminamos nos preparamos para salir hacia el hospital.
-Me encanta que vayamos en moto -comenté mientras me ponía la chupa que me había regalado.
-Claro… así puedes meterme mano mientras -bromeó.
Bajamos a la calle entre risas, me pasó el casco que tenía guardado bajo el asiento y esta vez monté
abrazándome a ella sin ningún tipo de pudor. El viaje volvió a dejarme maravillada por la sensación
que producía ir sobre aquella genialidad de dos ruedas. Con 24 años me estaba dando cuenta de que
yo iba para motera en el fondo… anda que…
Cuando bajamos en el parking frené a Juls antes de entrar en el hospital.
-Oye… no sé cómo decir esto y que no suene mal, así que lo diré sin más. -Ella asintió mirándome
fijamente-. No somos nada oficial y mi madre es una plasta con las relaciones, preferiría que no… a
ver como lo digo…
-¿Que nada de besos, ni metidas de mano, ni miradas lujuriosas ahí dentro? -Asentí y ella se echó a
reír-. Tranquila nena, yo tampoco estoy lista para eso y mucho menos para tener suegra -dijo
poniendo cara de puro terror.
Me acerqué para besarla profundamente.
-¿Y esto? -preguntó cuando nos separamos.
-Para que se haga menos pesada la espera -expliqué volviendo a besarla.
-¡Socorro! ¡Me está dando un coma diabético! -se escuchó un grito que nos hizo saltar a un metro la
una de la otra.
Sarah y Jennifer caminaban hacia nosotras con cara de cachondeo. Por supuesto la del grito había
sido “mi querida amiga”. Juls le dio un beso en la frente a Jennifer y luego empezó una fingida pelea
con Sarah esquivándose los golpes la una a la otra. Yo abracé a la pequeña Black.
-¿Todo bien? -pregunté con un susurro.
-Mejor, gracias. Ya veo que a ti te va de puta madre -comentó.
-No me quejo -respondí separándome.
-¡Parad ya las dos! -les gritó-. O empezaré yo a repartir hostias, pero de las de verdad.
-¡Uhhhhh! -exclamaron ambas poniendo las manos en alto.
Nos metimos en el ascensor.
-Me muero por ver la cara de Amy cuando vea una escenita vuestra como la del parking -soltó
Sarah.
Apreté el botón de parada de la cabina de inmediato. Le puse el dedo en el pecho y la empujé hasta
la pared.
-Escúchame bien, Romero: el más mínimo comentario, insinuación, sonrisilla o tontería sobre Juls y
yo delante de mi madre o los Rollins y te tendré un mes en el trabajo supervisando los proyectos de
los becarios de ingeniería. ¿Te ha quedado clarito?
-Cristalino, rubia -contestó asustada de verdad. Odiaba a los becarios.
Volví a activar el ascensor y las cuatro seguimos en silencio hasta que se escuchó el sonido de un
latigazo seguido de las carcajadas de Jennifer y Juls. Vale… tenían esa aplicación para el móvil…
Salimos con Sarah enfurruñada a la cabeza, yo siguiéndola y las otras dos riéndose detrás nuestro.
Había tenido gracia, solo había que ver la cara de Sarah.
Habitación 11. Llamé a la puerta y nos asomamos.
-¡Hombre! Adam, mira que pedazo de visita tienes -exclamó Nick acercándose a saludarnos seguido
de Leah, y Adam daba saltitos sentado en la cama con su pijama de hospital.
Repartimos besos y saludamos efusivamente al rubio. Leah me pidió que saliera con ella.
-Oye Liz, ¿podríais quedaros un rato vosotras? Yo volveré antes de la cena para quedarme esta
noche y Nick trabaja mañana. Queríamos descansar un poco… -la frené en este punto.
-Sin problemas, Leah. Es mi ahijado y sabes que me quedo encantada. Id a descansar un rato -
afirmé.
En cuanto se lo dije a las otras opinaron igual que yo, así que sus padres se despidieron de él y
nosotras nos repartimos por la habitación quedando yo sentada con él en la cama y las otras tres en
sillas.
-¿Qué tal el hospital, peque? -preguntó Jennifer.
-Me dejan pasear a veces por ahí con la silla, pero la comida es asquerosa -dijo con cara de
nauseoso.
-Ahí te doy la razón, ni trabajando aquí se come bien -afirmé.
-Podríamos traerte algo de extranjis si Amy nos deja -comentó Sarah.
-Pollo frito Kentuky y patatas y chocolate… -exclamó acelerado.
-Frena rubiales -dijo Juls divertida-. Algo te traeremos de contrabando, pero todo eso es
imposible.
Estuvimos un rato hablándole de nuestras respectivas estancias hospitalarias para que viera que no
era tan malo y aprendiera unos cuantos trucos. Luego él sugirió jugar a algo y en un momento
montamos una macro partida de Pictionary. Juls y Adam contra Jennifer, Sari y yo ¿Tema? Películas.
Nos estaba aplastando. Se leían la mente el uno al otro y con un par de líneas sobre el papel
averiguaban lo que el otro quería decir. Cuando Adam acertó Harry Potter y el Cáliz de fuego solo
con el dibujo de un rayo y una copa mal hecha aquello empezó a parecer cosa de magia. Mientras
tanto nosotras acabábamos discutiendo por nuestros respectivos dibujos.
-¿Qué es ese truño, Jennifer? -preguntó Sarah en voz alta.
-Es un anillo ¿No lo veis? -contestó exasperada-. El señor -explicó señalando un monigote de palo-,
de los anillos -exclamó señalando su intento de anillo.
-Pensaba que era un tío cayéndose por un agujero del suelo -comenté haciendo que Adam y Juls se
retorcieran de la risa.
-Menuda fiesta tenéis montada… ¡y no invitáis! -exclamó Talia desde la puerta seguida de Emily y mi
madre.
-Venga, todas fuera que tenemos que reconocer a Adam -ordenó mi madre-. Liz, espérame fuera
que quiero hablar contigo. -Tal como salimos Jennifer y Sarah empezaron a reírse.
-Te has caído, rubia -río Sari.
Juls parecía tan aterrorizada como yo. Al poco salieron las tres y mi madre me apartó en un rincón
del pasillo mientras las demás se juntaban para hablar.
-Hija, sé que es un tema delicado de preguntar y no quiero parecer cotilla -tragué asustada-, pero,
la noche que salisteis todas ¿pasó algo entre Emily y Talia?
¡Buff! Había esquivado la bala.
-Hubo un poco de coqueteo, pero algo le escuché a Emily como que con una operación como está
pendiente no pensaba tener algo con una compañera -expliqué.
-¡Menos mal! No quería esa tensión en el quirófano ni de broma.
Me puso al tanto de los reconocimientos y pruebas realizadas a Adam. Estaba estable para la
cirugía. Volvimos con las demás.
-Oye Amy, ¿podríamos traerle algo de comida? Está espantado con la de aquí -preguntó Juls
haciendo que se me cayera la baba.
-Se supone que está con dieta controlada… -empezó, pero al mirar la cara de cachorrito que le ponía
la ojiverde empezó a reírse-. Vale, traedle algo, pero nada demasiado fuerte.
-¡Sí! -exclamó-. Vamos Romero -dijo cogiéndola del brazo y echando a correr ambas.
Nos despedimos de las cirujanas y Jen y yo volvimos con Adam.
-¿Me lo vais a contar o qué? -preguntó cuando nos sentamos.
-¿Contarte qué, peque? -preguntó Jennifer.
-¡Vamos! ¿Por qué todos los adultos pensáis que los niños somos tontos? -exclamó ofendido-. A ti te
gusta Sarah y a ti Juls.
Nos dejó mudas y al vernos tan sorprendidas empezó a reír.
-No diré nada, pero es evidente, además, vosotras a ellas también -afirmó dejándonos aún más
alucinadas.
-Jolín con el pequeño doctor Amor -soltó Jennifer.
-Vas a ser el terror de las chicas de adolescente, Adam -afirmé haciendo que se pusiera colorado.
-Y eso de que a Sarah le gusto… -empezó J.
-Jennifer, ¡ni se te ocurra pedirle consejo a un niño de 7 años! -exclamé.
Nos encontraron riendo al llegar.
-No es pollo frito, pero tiene patatas -dijo Juls entregándole una bolsa de McDonalds.
-¡Un menú! Gracias -dijo contento.
-Y lleva un juguete de Batman vs Superman -añadió Sarah.
Estuvimos mientras comía y al poco llegó Leah. Nos despedimos prometiendo que el día de la
operación estaríamos allí y fuimos hacia los ascensores.
-Es casi la hora de cenar -comentó Sari mirándome.
-Y estamos en el hospital al lado de… -la seguí.
-¡Comida india! -gritamos a coro.
-¿India? -preguntó Juls confusa.
-Sí Drake, india de la India, no de los apaches. Ya sabes, los del dios elefante y todo eso -contestó
Sarah con cachondeo.
-Lo pillo Romero. No la he probado.
-Yo tampoco -dijo Jennifer.
-Os encantará -afirmé.
Salimos por la puerta principal en lugar de por el parking ya que el restaurante estaba solo a una
manzana y podíamos ir andando. En cuanto abandonamos el hospital me cogí de la mano de Juls y ella
me besó con dulzura mientras que Jennifer y Sarah nos abucheaban.
-¿Queda muy empalagoso si digo que lo echaba de menos? -pregunté.
-Sí, pero no me importa -contestó sonriente.
Sarah, Jennifer y yo nos fumamos un cigarro en la puerta del restaurante mientras Juls gruñía y se
quejaba por el frio y nuestra “asquerosa adicción” como ella la llamó. Entramos en cuanto acabamos
suspirando de gusto al sentir el calor. Una vez en la mesa vi que tanto ella como Jen miraban
alrededor sorprendidas. La verdad es que era un sitio muy recargado.
-Esa estatua me da yu-yu -comentó Jennifer señalando una de la diosa Kali.
-Os juro que si montan un musical salgo corriendo -afirmó Juls haciéndonos reír.
-Un numerito de Bollywood antes del curri va de maravilla para la digestión- bromeó Sarah.
Toda la cena fue un pitorreo, pero la cara de Jennifer al decir que su cordero olía a calcetín sudado
y a Juls intentando comerse el curri más picante que tenían afirmando que si podía con el wasabi
unas cuantas especias no podrían con ella, no iba a olvidárseme en la vida.
-Te está bien empleado -la reñí cuando tuvo que beberse una lata de Coca-Cola de un tirón para
quitarse el picante de la boca.
-¿No quieres un beso fogoso, nena? -preguntó con los ojos aun lagrimeando.
-¡“Vade retro, Satanás”! -exclamé haciendo reír a las demás.
Nos dirigimos a la salida tras pagar y agarré su mano antes de cruzar la puerta. En cuanto dimos
dos pasos fuera un montón de flashes me pegaron en la cara.
-¡Juls! ¡Juls! ¡Juls ¿Quién es la rubia? ¿Has dejado a Kristen? -gritaban.
Ella me cubrió como pudo con su cuerpo. Al menos diez paparazzi nos rodeaban. Noté como tiraban
de mí y me zarandeaban. La escuché gruñir con tono helado.
-Ya llevaban demasiado tiempo dejándome en paz… ¡Jennifer! -gritó por encima del jaleo.
-¡Voy! -escuché su respuesta y me giré para ver que tenía a Sarah protegida de la misma forma que
Juls a mí.
Entre ella y Juls intentaban razonar con esos pesados para que nos dejaran pasar, pero no había
manera. Sarah se abrazó a mí con la misma expresión de miedo que debía haber en mi cara. Al
momento ellas dos nos flanquearon y empujaron contra esos imbéciles rompiendo el cerco. Juls me
cogió de la mano para empezar a correr y vi como J hacia lo mismo con Sari. Corrimos rápidamente
hasta el hospital y entramos directamente en el parking. Allí por fin paramos para recuperar el
resuello. Me temblaba todo y al notarlo Juls me abrazó.
-Lo siento, nena. Lo siento -dijo en mi oído.
-No es culpa tuya -susurré de vuelta.
Sabía que no era su culpa, ella odiaba toda la farándula, pero si estaba con Juls esto volvería a
pasar… ¿merecía la pena?
Capítulo 26
Juls
-¡Hijos de puta! -grité para luego darle una fuerte patada al sofá haciendo que Jennifer y Liz
saltaran sobre él.
-Juls, sé que estás cabreada, pero mi sofá no tiene la culpa -dijo Sarah sirviendo café en cuatro
tazas.
-Lo siento, perdona Sarah, perdonad el golpe chicas -me disculpé.
Ver a Liz tan aterrorizada con esa encerrona de los paparazzi me había enfurecido de verdad.
Insistí en que volviera en el coche con Jennifer. Si esos cabrones nos seguían la moto no era segura.
Fui hasta casa para dejar a “mi dama” y desde allí cogí un taxi hasta el piso de Sarah, ya que
pensamos que sería el sitio con menos posibilidades de ser vigilado.
Estaba acostumbrada a que me sacaran fotos, pero normalmente ni me enteraba de que lo habían
hecho. Ese tipo de aglomeración de fotógrafos solo se daba en actos públicos, estrenos y cosas así.
¿Qué coño estaba pasando?
Miré a Liz, tenía la mirada perdida, pensativa. Desde que la abracé en el parking del hospital no
había vuelto a dirigirme la palabra ni apenas a mirarme. ¡Se lo estaba replanteando todo, joder! Cada
paso que había dado, cada demostración de lo que sentía por ella… se iba a ir a la mierda en cuestión
de minutos.
-Jennifer ¿con quién puedo hablar sobre esto? -le pregunté.
-Estaba preparado… esto no es normal -contestó meditabunda.
-Ya lo sé J, por eso te pregunto con quién debo hablar para que no vuelva a pasar.
-Yo me encargo -afirmó levantándose de golpe.
-Ese ya no es tu trabajo, enana -contesté recordándoselo.
-Lo sé, pero esto no solo te afecta a ti. Eso ha sido acoso en toda regla y no voy a consentir que les
pase a Sarah y a Liz -sentenció sacando su móvil del bolsillo y marcó.
Pese a la situación casi me rio cuando vi como la miró Sarah, como si mirara a un ángel caído del
cielo… igual salía algo de esto que valiera la pena… solo si Liz me mirara…
-Hola -dijo Jen a su teléfono-. Al menos 10 paparazzi se nos han tirado encima a Juls y a mí cuando
salíamos de cenar en Jersey. Íbamos con dos amigas. No, ya sé que no es normal. Míramelo ¿quieres?
Vale, espero. -Nos hizo una seña como que estaba a la espera-. ¡No jodas! ¿Un chivatazo? -Todas
alzamos la cabeza al escuchar esto, incluida Liz-. ¿Sabes de quién? No, no dudo de ti, sé que eres
capaz de todo. ¡¿Qué?! Que fuerte. Gracias, tío. Esta te la debo.
Se giró hacia nosotras con gesto de victoria.
-¡Agarraos fuerte! Robert Preston ha dado el soplo a la prensa de que Juls estaba haciendo “cosas
interesantes” y alguien del restaurante subió una foto tuya a las redes. Por eso han aparecido allí las
sanguijuelas. Hasta ese momento no habían logrado localizarte -explicó.
-Parece que no te ha perdonado el despido al estilo “Dinastía” que le hiciste -comentó Sarah.
-Primero lo de Archibald y ahora esto… -habló Liz por primera vez-. ¿Qué se puede hacer,
Jennifer?
-Llamaré a Mathew para contarle lo que ha pasado. Pondrá a los abogados en pie de guerra y no
volverán a molestarnos, pero me temo que esas fotos saldrán -nos explicó.
-Eso no importa, que digan lo que quieran -afirmó la rubia haciéndome sonreír-. Pero ¿qué hacemos
con Preston?
-Déjame eso a mí, nena -dije con autentica sed de venganza en mi voz-. Me dijiste que Robert
trabajaba ahora para Hale Comunications ¿verdad J? -Ella asintió-. Pues visitaré a un viejo amigo.
-Yo… creo que inventaré algo capaz de electrocutar a toda persona que lleve cámara -soltó Sarah
haciéndonos reír-. Jennifer, tienes una herida en la ceja -comentó.
-Oh. Me dieron un codazo, creo.
-Ven que te la limpie -dijo Sari tomándola de la mano.
-Liz ¿Me dices donde están las cosas para hacer más café? -pregunté lanzándole una mirada de
circunstancia que ella pilló al vuelo.
La seguí a la cocina dejando a Sarah pasando un pañuelo húmedo sobre la ceja de Jennifer. Al
entrar iba a decir algo, pero me lo impidió cogiéndome con fuerza de la nuca y besándome con pasión.
Correspondí abrazando su cintura y metiendo mi lengua como un rayo en su boca. ¡Joder! ¡Qué bien
se estaba así! Nos separamos poco a poco dándonos pequeños besos.
-Te he perdido durante un rato ¿verdad?
-No Juls, tengo mucho miedo de muchas cosas sobre lo que tenemos, pero una horda de fotógrafos
detrás de una exclusiva falsa no es una de ellas -dijo con seguridad mirándome a los ojos.
-¿Puedo hacer algo para que tus miedos se vayan? -pregunté rozando mi nariz con la suya.
-Solo el tiempo los hará irse. De momento vas perfectamente -añadió con una sonrisa.
-Te daré lo que me pidas, -dije hundiendo la cabeza en el hueco de su cuello.
-Me das lo que necesito, Juls. Y mucho más de lo que hubiera podido soñar -contestó apretándose
más contra mí.
Nos quedamos así unos minutos. Abrazar a esa rubia era mi nueva afición, por delante de volarles la
cabeza a los zombies de los videojuegos. Y eso eran palabras mayores.
-De todas formas, de esta noche ha salido algo bueno -comenté cuando nos separamos.
-¿Has visto como la mira? Es como si acabara de descubrirla -añadió con una enorme sonrisa.
-Yo no lo hubiera definido mejor, nena. Vamos a preparar ese café.
Cuando volvimos al salón las dos hablaban bajito sentadas una al lado de la otra. Me tuve que
contener para no empezar a cantar “Love is in the air”. Mientras soplaba mi café para que se
enfriara observé con más detenimiento la habitación. Era un caos de planos, figuras de acción,
mangas en las estanterías y maquetas de chismes irreconocibles para mí. Pensé que el cerebro de
Sarah también debía ser algo así.
-¿Cuan es el plan para Preston? -me preguntó justamente ella-. Porque si vas a partirle las piernas
yo me apunto.
-Tentador, pero no Sari, esto requiere algo más sutil. -Y me reí por su cara de decepción.
Antes de irnos, Jennifer llamó a Mathew y todo quedó arreglado en ese aspecto. Dejamos a Liz en
su casa tras cerciorarnos de que no había ningún paparazzi por allí y me despedí de ella con una
buena sesión de besos en el portal. Hubiera querido pasar la noche con ella, pero quería concretar mi
plan con Jennifer y además así no nos agobiábamos. Quedé en llamarla al día siguiente en cuanto
terminara lo que tenía que hacer. Le pareció bien y me dio un último y dulce beso que casi me deja sin
respiración. Subí al coche de Jennifer que me esperaba fuera y nos encaminamos a mi casa. En
cuanto llegamos saqué unas cervezas de la nevera y nos acomodamos en el salón.
-Así que vas a hablar con Wyatt ¿no? -dijo en cuanto dio el primer sorbo.
-Me has visto venir -comenté divertida por cómo me conocía.
-Sé cómo funciona tu cabeza, Juls -afirmó-. ¿Crees que accederá a lo que le pidas?
-Wyatt será lo que sea: un fiestero y un ligón, un tiburón empresarial y tan astuto como una
serpiente, pero no tolera este tipo de juego sucio.
-Por eso os lleváis bien -dijo haciéndome reír.
Conocía a Wyatt Hale desde la adolescencia. Por pura casualidad íbamos al mismo colegio de niñatos
ricos y al igual que yo odiaba ese ambiente. Éramos un par de marginados macarrillas que se unieron
en contra del “estatus quo” de esa institución tan arcaica. Nunca nos importó que las empresas de
nuestras familias fueran rivales en el campo de las comunicaciones. Ya de adultos él sí que siguió la
tradición familiar y empezó a trabajar en Hale Comunications hasta llegar a presidente de la
empresa por su esfuerzo y habilidad. Pero eso no lo había cambiado. Seguía siendo un chico malo que
frecuentaba los clubs, se llevaba las tías a pares a la cama y bebía hasta el amanecer. Otro de los
blancos preferidos de la prensa rosa por su vida salvaje. Si alguna vez me cuestioné mi sexualidad
fue por ese hombre de melena larga, ojos claros y abdominales cincelados.
No diría que éramos amigos, pero si colegas de parranda y muchas veces habíamos competido por
las mismas tías. Tenía elegancia para perder, no se regodeaba en la victoria y su sentido de la
justicia era fiero, por eso sabía que las maquinaciones de Preston no le gustarían.
-Cuéntame -empecé mirando a mi amiga-. ¿Cómo has sacado la información sobre esto tan rápido?
-Mathew me pasó un excelente contacto cuando empecé a encargarme de tus temas de publicidad.
Se llama Wick y trabaja en el Times.
-¿Tenemos ojos en el Times? -pregunté conmocionada.
-Creo en la libertad de prensa totalmente, pero no en el acoso de los medios -me explicó-. Wick me
informa cuando les llega información sobre ti a cualquier publicación y de qué fuente. Aparte de ser
un gran periodista tiene otros talentos, sobre todo con el ordenador.
-Un hacker -adiviné divertida.
-Exacto. La propia Lisbeth Salander quedaría impresionada con él. Te lo presentaré un día para que
puedas comunicarte con él si pasan cosas de estas cuando yo tenga mi nuevo puesto. Y asegúrate de
que Mathew designe a alguien para llevar tus relaciones públicas, aunque conociéndolo seguro que ya
lo ha hecho.
-Los que te llamaban “niñera” no tenían ni puta idea -afirmé haciéndola sonreír.
Al día siguiente me levanté temprano, me arreglé más de lo que acostumbraba poniéndome un traje
pantalón negro y en cuanto dieron las 10 entré en el edificio de Hale. Di mi nombre a una sexy
secretaria (este Wyatt…) y en cuanto hizo una llamada me condujo a un enorme despacho tras cuyo
escritorio se sentaba Wyatt.
Era increíble como un traje le sentaba tan bien como los vaqueros ceñidos y las camisetas de
tirantes que llevaba cuando salía de fiesta. Me hizo gracia ver algunas antigüedades bélicas
decorando la habitación.
-¿Te pones esto para las reuniones de accionistas? -pregunté cómo saludo señalando una armadura
medieval.
-Debería -contestó con su característica sonrisa torcida-. Juls Drake en mi oficina en lugar de
vernos en un sórdido local de strippers… esto es nuevo -dijo estrechando mi mano.
-Al Cesar lo que es del Cesar, Wyatt. Y estoy aquí por negocios, no por placer. Aunque entre tú y yo,
si esto sale bien tendré un orgasmo mental -afirmé sentándome en una butaca frente a él y viendo
como esa sexy secretaria nos servía un café con un guiño de Wyatt como recompensa.
-Me tienes en ascuas, Juls -dijo en cuanto la secretaria se marchó-. Tú nombrando los negocios…
-Contrataste a Robert Preston, ¿verdad? -pregunté haciéndome la tonta.
-Sí. Era una buena adquisición cuando salió de Drake phones.
-No salió, lo despedí por gilipollas -aclaré.
-La verdad es que un rato capullo sí que es -confirmó con una carcajada-. Pero es de los mejores en
lo suyo.
-Ese capullo, citando tu definición, no solo se opuso a un proyecto que va a salvar la vida de un niño y
más adelante la de otros, si no que desde lo despedí ha conseguido que perdamos a un cirujano que
necesitábamos para la operación de ese niño y ha filtrado información mía a la prensa, consiguiendo
que anoche se me tiraran al cuello una docena de paparazzi -le expliqué.
Vi como su sonrisa iba desapareciendo de su cara para ser remplazada por un gesto serio y
peligroso.
-En confianza, Wyatt. Salgo con alguien, alguien que me importa mucho y que no pertenece a
nuestro mundo, a quien este tipo de maquinaciones no deben afectar y no pienso consentir que a ella
le pase nada por las gilipolleces vengativas de un ex empleado mío y ahora tuyo -dije con seriedad.
Se levantó de golpe y escuché como decía al interfono que hicieran que Preston fuera a su despacho
de inmediato. Esperamos yo sentada terminando mi café y él paseando. Llamaron a la puerta y
Preston entró tan estirado como siempre. Puso cara de asco al verme allí.
-Hola otra vez, repeinado -saludé.
-¿Qué ocurre señor Hale? -preguntó ignorándome.
Wyatt se plantó frente a él y pude ver como se hacía pequeñito. Creo que la única persona a la que
Wyatt no intimidaría sería a George.
-Te lo voy a decir solo una vez Preston: Si la señorita Drake vuelve por aquí una sola vez para
contarme sobre tus artimañas estás fuera.
-Pero…
-¡Cállate! Estoy hablando yo. Cuando digo que estás fuera me refiero a que Drake y Hale harán un
comunicado juntos para que no te contraten ni en Taiwán haciendo teléfonos de juguete. Y cuando
digo que se acabaron las artimañas me refiero a que no puedes ni hablar mal de ella con tus amigos.
Lo mínimo que escuche y estás acabado ¿ha quedado claro? Ni de ella ni de su entorno, Preston.
Era una escena digna de grabarse. Wyatt no había necesitado ni alzar la voz, su tono helado tenía a
Preston casi hecho una bola sobre sí mismo.
-Sí… sí… claro señor Hale -tartamudeó.
-Ahora lárgate -dijo Wyatt con un latigazo en su voz que sacó de allí a ese imbécil como si lo
hubieran disparado con un cañón.
-Creo que se tendrá que cambiar de pantalones -comenté haciéndolo reír.
-Ese tono funcionaba con los matones del colegio y lo sigue haciendo. ¿Hemos terminado con los
asuntos de negocios para que pueda ofrecerte una bebida de adultos? -preguntó desabrochándose la
chaqueta.
Contesté afirmativamente y pasamos el siguiente rato hablando de sus últimas correrías y yo
hablándole de Liz mientras nos tomábamos un par de copas de Whisky. Me deseó la mejor de las
suertes con ella, aunque afirmó que me echaría de menos como rival de caza. Nos despedimos con la
promesa por su parte de tener vigilado a Preston. Era un buen tío.
En cuanto salí de Hale llamé a Liz.
-¿Qué haces, rubia?
-Pensar en que teníamos algo pendiente que implicaba una chupa de cuero -contestó haciendo que se
me secara la boca.
-En mi casa en media hora -gruñí en respuesta.
-Voy enseguida.
En contra de todo lo que me había jurado a mí misma puse a toda velocidad la moto y en diez
minutos estaba en casa, pero la situación bien valía perder el carné. Cuando llamaron a mi puerta abrí
con unos leggins de vinilo, una camiseta de tirantes con el escote un poco roto para que dejara ver
más y por supuesto, la chupa de cuero. Se me tiró encima como un animal salvaje tras mirarme unos
segundos, boquiabierta.
-No te quites nada de ropa para follarme -jadeó contra mi boca.
Cerré la puerta de una patada y la levanté del suelo haciendo que enrollara las piernas en mi cintura.
Seguimos besándonos con hambre mientras ella empezaba a restregarse contra mí.
-¡Joder Liz! Déjame llevarte hasta la cama por lo menos -pedí enterrando la cabeza en su cuello.
-No puedo esperar -gimió.
Nos deslizamos hasta el suelo y le quité toda la ropa de forma frenética mientras besaba cada
parte de su cuerpo que iba quedando al descubierto. Me senté y la atraje para sentármela encima y
besé, lamí y mordí sus pechos como si no hubiera un mañana mientras ella se agarraba al cuello de la
chupa.
-Fóllame ya Juls -exclamó frotándose contra mis caderas.
Bajé una mano hacia su sexo y la encontré húmeda como nunca. Sin dejar de trabajar sus pechos
con mi boca metí dos dedos en ella mientras frotaba su clítoris con mi pulgar.
-¡Joder sí! -gritó subiendo y bajando las caderas contra mi mano.
Con mi mano libre la separé un poco de mí para que sus caderas se arquearan más y tuviera más
placer. La visión de su cuerpo moviéndose sobre mí con los ojos entornados, las mejillas encendidas y
sus pechos botando casi me hizo correrme. Pero solo gemí y aceleré las embestidas.
-Más -jadeó.
Introduje un tercer dedo que recibió con un grito y al poco la sentí correrse entre fieros espasmos.
Cualquiera diría que con eso estaría agotada, pero se echó sobre mí para besarme con furia. Metió su
mano bajo mis leggins y mi tanga despacio haciéndome temblar.
-Estás tan mojada… -suspiró con placer.
-Me has puesto a mil -contesté gimiendo al notar dos de sus dedos dentro de mí.
No aguanté mucho con ella susurrándome todo lo que había sentido mientras la follaba al oído y sus
dedos entrando y saliendo de mí sin parar. Me corrí con un grito que por poco me destroza la
garganta. Nos quedamos allí tiradas, la una junto a la otra, en el suelo del recibidor.
-¿Era una fantasía o algo así? -pregunté cuando recuperé el aliento.
Se tumbó más cerca de mí apoyando su cabeza en mi pecho y mirándome risueña.
-Una que tenía desde que te conocí -afirmó.
-Pues me encanta tu imaginación -dije contra sus labios-. Sigue pensando.
-Tú también puedes pedirme alguna fantasía -dijo coqueta.
-¿Sabes quién es Supergirl? -pregunté alzando una ceja.
-Ni en tus sueños, Drake -exclamó dándome un tortazo en la pierna que resonó como un latigazo
contra el vinilo mientras me reía.
Capítulo 27
Liz
Pasé todo el sábado en casa de Juls, a ratos en la cama, a ratos en el sofá viendo películas e incluso
me enseñó a jugar a un videojuego de matar zombies que era la mar de divertido. Dormí allí (¡Sí!
Dormí algo…) y por la mañana me marché a casa pues al mediodía tenía que estar en Drakecorp con
Sarah para supervisar el traslado y luego el montaje del AR1 en el hospital.
Mientras me duchaba en casa mi cerebro y mi corazón luchaban a muerte entre ellos. Quería a
Juls… había pasado, estaba enamorada, pero eso no era bueno para mí. El amor solo traía problemas y
desgracias, pero no quería separarme de ella. Usar la palabra novia o algo similar para referirme a
ella me horrorizaba. Cuando me había despedido de ella en su piso fui lo bastante rápida para frenar
mi lengua que iba a decir “te quiero” cambiándolo por un “te llamo”. Aun así, la consideraba algo mío y
la idea de que se marchara con otra me paraba la respiración. ¡Eres lo peor, Liz!
Me alenté para seguir con calma en ese tema, para morderme la lengua de momento y dejar que
todo fluyera como hasta ahora. Cierto que lo de los paparazzi me había causado aprensión, pero
bastó con ver su cara de preocupación por mí para decidir que esa tontería no me apartaría de ella.
Cierto que si mi madre veía esas fotos en alguna revista iba a pasar un rato muy incómodo, pero al
margen de eso no era algo tan preocupante y Juls me había asegurado que tenía a Preston por los
cojones, así que en ese aspecto estábamos a salvo.
Ahora tenía que concentrarme en Adam, mañana iba a ser el día crítico y mentiría si dijera que no
estaba acojonada. Quería a ese niño como si fuera mío. Estuve allí cuando nació, cuando les dijeron a
Nick y a Leah lo de su enfermedad, fui la madrina cuando siguiendo las costumbres católicas de su
padre lo bautizaron, recordé cada tarde con él sentado en mi regazo enseñándole a dibujar, cuando
lloró en mis brazos porque en el colegio no tenía amigos, peleándose con Sarah mientras montaban un
enorme castillo de juguete por la colocación de una torre, picándose con Juls a los videojuegos… No,
Adam no podía morir. Mi madre no lo permitiría y si había un Dios, tampoco. Esta me la debía.
Cuando llegué a los talleres de Drakecorp no me sorprendió encontrar a Sarah gritando a los
transportistas.
-¡Es una máquina de precisión, idiotas! El más mínimo golpe la puede descalibrar y seréis los
responsables de matar a un niño.
-Veo que los tienes domados -comenté divertida poniéndome a su lado.
-Esta gente no tiene ni idea de lo que lleva en las manos -sentenció para volver a gritarles otra vez-.
Es una mesa quirúrgica, no un sofá tirado en la calle… ¡id con cuidado!
Seguimos al camión de transporte de cerca en el coche de Sarah.
-¿Qué tal el finde? -pregunté.
-Bien, fui al cine con Jennifer ayer y luego a cenar -dijo poniéndose un poco colorada.
-No te preguntaré hasta que tú me lo cuentes -dije con una sonrisa.
-Gracias -suspiró-. Estoy en ello, lo prometo.
Nos quedamos unos minutos en silencio.
-Es que… ¿¡tú la viste con los paparazzi!? -exclamó emocionada.
Exploté en carcajadas. La entendía, de verdad. Sarah siempre protegía a los demás, que Jennifer la
hubiera protegido a ella era como si la hubiera puesto por primera vez ante sus ojos.
-Sí que la vi, Sari.
-¿Y tu finde qué tal? -preguntó- ¿Mucho folleteo?
Me reí y por una vez opté por contestarle.
-Creo que tengo agujetas en las ingles -solté haciendo que pegara un volantazo momentáneo.
-¡Madre mía, Cohen! Avisa antes de decir cosas así que nos matamos -exclamó acompañada por mis
risas.
Llegamos al hospital donde nos recibió Emily. Ambas caminamos tras Sarah y los transportistas
riéndonos por lo bajo de la nueva retahíla de insultos que mi amiga les iba soltando. Una vez en el
quirófano se nos unió Talia y estuvimos probando la mesa de nuevo para asegurarnos de que el viaje
no la hubiera dañado. Fuimos a ver a Adam y Sarah se llevó a Nick a la cafetería para que comiera
algo mientras yo me quedaba con el pequeño rubio.
-¿Cómo lo llevas, monstruito? -pregunté.
-Estoy asustado, Liz -dijo en voz baja cogiéndome de la mano.
Le pasé mi brazo libre sobre los hombros y lo atraje hacia mí.
-Escúchame Adam, sé que esto da mucho miedo, todos estamos un poco asustados, pero es lo único
que se puede hacer para que te pongas bien. ¿Sabes? Cuando yo era más o menos de tu edad me caí
de una valla intentando imitar a unos compañeros del colegio. Me hice mucho daño en una rodilla y
tuvieron que traerme al hospital para coserme. Mi madre, al ser médico, solo me decía cosas de
médicos que yo no entendía. Le dije a mi padre que tenía miedo y él me dijo que solo se puede ser
valiente cuando tienes miedo, porque en el momento que decides hacer algo pese a tu miedo te
conviertes en alguien valiente.
-¿Y te cosieron? -preguntó mirándome.
-Claro que me cosieron y me dolió un montón, pero gracias a eso me curé. Pues lo tuyo es lo mismo.
-Gracias Liz, sobre todo por contarme algo de tu padre. Sé que no te gusta hablar de él.
-Por ti lo que sea, pequeñajo -afirmé apretándolo más.
-Y… ¿Qué tal con Juls? -preguntó con voz de pillo.
-¡Serás bichejo! -exclamé revolviéndole el pelo y haciéndole cosquillas.
Cuando volvieron Sarah y su padre, los dos leíamos un comic de Batman entretenidos. Con los años
me había pegado su afición a ellos. Poco después llegó Leah y salimos los cuatro a hablar al pasillo.
-Lo operan a las 9 de la mañana -nos informó.
-Estaremos aquí a las 8 -dijo Sarah de inmediato.
-Sí, así le deseamos buena suerte -añadí sonriéndoles.
-Chicas, Amy ya ha dicho que serán al menos ocho horas de operación. No hace falta que estéis aquí
todo el día -comentó Leah.
-¡Pues claro que estaremos! Nos turnaremos para ir a la cafetería, cotillearemos y nos pondremos al
día con lecturas atrasadas -soltó Sarah logrando una carcajada general.
Nos despedimos de ellos y pasamos a saludar a mi madre por su consulta. Estaba muy liada así que
solo tuve tiempo de darle un rápido beso y decirle que no estuviera nerviosa y que lo haría genial.
Cuando íbamos hacia el coche noté mi móvil vibrar.
J-¡Hola nena! ¿Todo listo para mañana?
L-Hola cariño. Sí, todo dispuesto
J- Me imagino que estarás nerviosa ¿Quieres que pase la noche contigo?
J-Sé que no dormirás nada y puedo hacerte compañía.
L-Menuda excusa para meterte en mi cama…
J-Te juro que mis intenciones son nobles, rubia.
J-Solo no quiero que pases por esto sola. Puedo abrazarte y contarte batallitas, ver pelis,
prepararte una cena que engorde muchísimo…lo que necesites.
L-Gracias Juls.
L-De verdad me vendría bien todo eso.
L- Vamos a salir del hospital ahora.
J-Pues en un rato estoy en tu casa.
L-Hasta ahora, ojazos.
J-Me mata ese nombre.
J-Hasta ahora, nena.
-¿Tu chica? -preguntó Sari divertida por verme tan concentrada en el móvil.
-No es mi chica, Sarah. Es… una chica con la que me acuesto y que me gusta mucho -incluso a mí me
sonó como la definición más estúpida de la historia.
-Como tú digas. ¿Te dejo en tu casa?
-Sí. Juls va a venir, no quiere que esté sola esta noche -expliqué con una sonrisa tonta.
Pensé que se reiría de mí, pero solo asintió. Qué raro… ¿Sarah Romero ignorando la oportunidad de
soltar una de las suyas?
En cuanto nos vimos en la carretera no pude reprimir el preguntarle.
-Te he puesto una perlita a huevo, Romero. ¿Qué pasa?
-¡Nada mujer! Es que lo veo lógico. Yo… bueno… Jennifer se ha ofrecido a pasar la noche conmigo
porque sabe que estoy histérica por mañana -dijo algo ruborizada.
-Te he prometido que no preguntaría, pero ¿ha pasado algo ya?
-No, es… pronto ¿sabes? -explicó.
-Con Anne no pensaste eso -comenté quizás forzándola un poco.
-Jennifer es distinta -dijo con seriedad-. Con ella podría llegar a algo ¿me entiendes?
-¡Benditos paparazzi! -exclamé.
-¿Ein? -me miró confusa.
-Nada, no me hagas caso. Mira, por esa salida llegamos antes.
No sabía qué había revelado Jennifer de sus sentimientos, así que no iba a desvelarle a Sarah lo que
yo sabía, pero esto parecía bien encaminado. Cuando nos acercábamos a mi casa sonreí al ver a una
despampanante morena apoyada en una Harley esperando frente a mi portal.
-¡Dios! Es como un “Ángel del Infierno” con un polvazo -comentó Sarah al verla.
-Sarah, aparta tus sucios ojos de ella -exclamé amenazándola con el dedo.
Salimos del coche y me abracé a Juls para darle un beso.
-Bonita moto, Drake. Me tienes que dejar dar una vuelta algún día -la saludó mi amiga.
-Ni de coña, Romero. No presto nunca a “mi dama” -dijo poniendo una mano posesiva sobre el
asiento.
-Y yo pensando que tu dama era Liz… -bromeó Sari.
-A ella tampoco dejo que la monte nadie más que yo -afirmó Juls abrazándome más fuerte.
-¡Joder! Primero se pone celosa la una y luego la otra. Me largo antes de que me gruña alguien más -
dijo metiéndose en el coche otra vez-. ¡A las 8 en el hospital, empalagosas! -gritó para luego
perderse calle arriba.
-¿Te has puesto celosa?
-¿Solo puedes montarme tú? -preguntamos ambas a la vez para reírnos divertidas.
-Eso es monogamia, Drake -comenté acariciándole la mejilla.
-Ya… hasta hace poco pensaba que eso era una venérea, pero creo que me he contagiado de estar
contigo -dijo un poco vergonzosa.
-Supongo que esa es tu forma payasa de sugerirme que lo nuestro sea exclusivo… No digas nada -la
paré con un beso-. Me parece buena idea.
-Buff, gracias por entender que estas cosas me cuestan.
-Venga, vamos arriba.
Pasamos la tarde viendo la tele abrazadas con Gómez tumbado sobre cualquiera de las dos. Como
predijo, cuando nos fuimos a la cama yo era incapaz de dormir y me giré en sus brazos para quedar
frente a frente.
-¿Puedo preguntarte algo personal? -dije
-Dispara.
-¿Por qué no trabajas en tu propia empresa?.
Se quedó pensativa mirando al vacío con gesto triste. Nunca la había visto así.
-Juls -dije tomando su cara entre mis manos para que me mirara-. No hace falta que me cuentes
nada si es duro para ti
-Quiero hacerlo -afirmó dejando un beso en mis labios y apoyando su cabeza en mi pecho-. Ya sabes
que la empresa la fundaron mis padres. Al principio era algo pequeño: un concesionario, un taller de
electrónica y una pequeña aseguradora médica. Mi padre era un líder nato, el jefe que todo el mundo
querría tener. Bueno y justo, capaz de hacer que sus trabajadores hicieran el mejor trabajo posible
sin explotarlos. Mi madre por otra parte era una mujer muy inteligente, con una visión preclara para
los negocios. Juntos convirtieron esos tres pequeños negocios en una empresa unida y poderosa, pero
nunca dejaron de ser ante todo buenas personas y gente sencilla. Cuando me preguntaban que qué
quería ser de mayor yo siempre contestaba que arqueóloga, como Indiana Jones -contó con una
risita-. Me encantaba leer y las historias de aventuras. Mis tíos siempre decían que debía hacer algo
para trabajar en la empresa, pero mis padres siempre contestaron que yo haría lo que yo quisiera,
que ellos no habían levantado la empresa para que yo la heredara, sino para dar empleo, ayudar y
entretener a la gente. Cuando murieron y me fui a vivir con mis tíos empezaron a presionarme para
que estudiara cosas que serían útiles para luego dirigir Empresas Drake me negué. Eso iría en contra
de todo lo que mis padres querían para mí -terminó con voz algo rota.
-¿Cómo fue su muerte? -pregunté pensando que ya que había empezado mejor que lo soltara todo.
-Un camionero se durmió al volante y sacó su coche de la carretera. El motor se incendió y el coche
explotó. Me dijeron que seguramente habían muerto ya con el golpe así que no tuvieron que sufrir
entre las llamas.
La abracé con fuerza mientras ella lloraba y convulsionaba. Por experiencia propia sabía que no
había nada que decir, solo estar ahí y dejar que se desahogara.
-Gracias por escucharme -susurró cuando se calmó.
-A ti por contármelo -contesté acariciándole el pelo.
-Por eso no me relaciono demasiado. Siempre pienso que los que quiero se irán.
-Lo de Adam tiene que estar siendo tan duro para ti como para mí -comenté.
-Es duro, pero merece la pena. Ese rubio me ha robado el corazón… igual que su madrina -añadió
mirándome.
La miré sorprendida y me lancé a besarla con ganas. No podía tratar ese tema, no ahora.
Dormitamos a ratos la una en brazos de la otra sin llegar a lograr nunca un sueño relajado y en
cuanto empezó a entrar luz por las persianas saltamos de la cama. Fui a la ducha mientras ella
preparaba el desayuno y luego ella hizo lo mismo cogiendo ropa limpia de la mochila que había traído.
Estábamos ambas bastante calladas, los nervios nos enmudecían.
-No hace falta que estés ese porrón de horas en el hospital -comenté mientras desayunábamos con
desgana.
-Me volvería loca en casa, prefiero estar allí -afirmó.
Cogí su mano y besé las cicatrices de sus nudillos y ella me sonrió por el gesto.
A las 8 en punto estábamos frente a la habitación de Adam encontrándonos con Sarah y Jennifer
que tenían las mismas caras de cansancio que nosotras. Entramos a ver a Adam procurando no
despedirnos, solo hablando de cosas que haríamos cuando saliera. Todo el nerviosismo que él había
demostrado los días anteriores había desaparecido y se mostraba sereno, calmado, diciéndole a su
madre que todo iría bien. Nunca antes había quedado tan claro que no era un chico común de 7 años.
-Es un niño excepcional -comentó Jennifer cuando vimos cómo se lo llevaban en una camilla hacia los
quirófanos.
Debido a quien era mi madre nos dieron una sala privada para que esperáramos. Solo era una
pequeña sala de reuniones con una mesa en el centro, sillas alrededor y un sofá en una esquina, pero
cien veces más cómoda que una sala de espera común. Nick hizo que Leah se tumbara en el sofá para
descansar algo por lo poco que estaba durmiendo esos días. Sarah sacó una baraja de cartas del
bolsillo y ella, Juls y Nick montaron una pequeña timba jugando al póquer y apostándose bollitos de la
máquina expendedora del pasillo. En el otro extremo de la mesa Jennifer y yo charlábamos sobre el
que sería su nuevo trabajo en Drakecorp.
Un par de horas después Leah despertó y al haberles sacado ya Sarah a los otros dos suficientes
bollitos como para un par de vidas, se llevó a Leah a la cafetería. Nos quedamos charlando sobre el
ya famoso combate entre Juls y Nick y comentando como tendría que repetirse cuando Adam
estuviera en condiciones de ir a verlo. Era una promesa que ambos le había hecho. Luego bajé yo con
Nick a la cafetería y después Juls y Jennifer. Juls me miraba de vez en cuando con unos ojos que me
decían que me estaría abrazando en ese momento si pudiera.
Cinco horas ya… Jennifer había encontrado un esmalte de uñas en su bolso y le pintaba las uñas a
Leah mientras Sari sugería dibujos absurdos como calaveras y florecillas. Nick leía el periódico y
Juls un libro sobre historia clásica de Grecia. Me empecé a poner nerviosa, era raro que mi madre no
mandara a alguien a informar con ya más de la mitad del tiempo de espera estimado. Dije que iba a
estirar las piernas y me fui en busca de Sonya.
Era la mejor amiga de mi madre y seguro que ella podría enterarse de algo. Había sido su enfermera
instrumentista durante años, pero ahora la edad y problemas de espalda no le permitían pegarse esos
plantones de horas en quirófano y se dedicaba a labores de planta. La encontré organizando un carro
de paradas.
-Hola Sonya.
-Hola Liz -saludó abrazándome-. ¿Cómo va lo de Adam?
-Eso quería que averiguaras, me parece raro que mi madre no haya dicho nada después de cinco
horas -expliqué.
-Sí que es raro -comentó-. Dame 10 minutos, te veo en la puerta de quirófanos. -Salió corriendo
pasillo abajo y yo paseé mordiéndome las uñas hasta allí.
En el tiempo que dijo reapareció con cara de preocupación.
-A ver Liz, no te asustes, pero se les ha parado varias veces -dijo cogiéndome de las manos.
-Pe… pero… ¿Cómo? ¿No está ventilando bien? ¿La mesa no sirve? -empecé a preguntar horrorizada.
-No, no. Su corazón está agotado por el esfuerzo diario. Están terminando la operación en bypass -
explicó.
-¡Dios mío!
-Ha sido idea de la doctora North, esa jovencita es una cirujana de primera. Dice tu madre que les
digas a todos que todo va bien ahora. Pero nada más ¿ok?
-De acuerdo -contesté y me fui hacia la sala.
Paré en los baños para enjuagarme la cara. Dos paradas… que no tuviera daños cerebrales por eso,
por favor. Volví a la sala y les conté que todo iba según lo previsto, sin más. Luego mi madre y Talia
ya les explicarían los pormenores.
Me puse a jugar al póquer con Sarah, Nick y Juls y así aproveché para poder rozar mi mano con la
suya cuando alguna de las dos daba cartas. A las siete horas aparecieron Anne y Mathew. Era un
detalle por su parte y me sorprendió más aún cuando Mathew se quitó la chaqueta para unirse a
nuestra particular timba y Anne se sentó con Jennifer y Leah. A las 8 horas y 23 minutos Sarah
había perdido todos sus bollitos y le debía unos cuantos más a Mathew. En ese momento mi madre,
Talia y Emily aparecieron en la puerta quitándose los gorros y los calzos.
-Todo ha ido bien -dijo mi madre-. Está en “el despertar” pero responde perfectamente y en un
rato estará en la habitación.
La sala explotó: Nick y Leah abrazaron a mi madre, Sarah gritó de alegría, Jennifer y Juls saltaron
sobre Talia casi asfixiándola, abracé a Emily y Mathew y Anne se levantaron con caras felices.
Fuimos rotando de unos a otros con muestras de afecto y alegría. Abracé a mi madre con fuerza
para susurrarle que era la mejor, vi a Sarah y a Anne estrecharse la mano con gesto de paz antes de
que mi amiga saltara sobre mí para levantarme en volandas y exclamar que éramos un par de genios.
Por último, me vi frente a frente con Juls que me miraba sonriente, rodeé su cuello con mis brazos y
ella mi cintura.
-Me muero por besarte -susurró.
-Hazlo, por favor -pedí acercándome más a ella.
Nos fundimos en un beso dulce y tierno sin importarme quien estuviera mirando.
Capítulo 28
Juls
¿Consecuencias de ese maravilloso beso frente a todos? Las previstas: Amy sacó a Liz
prácticamente de la oreja de la sala para interrogarla (con una energía sorprendente para una mujer
que se había tirado ocho horas operando, debo decir), que las que lo sabían se rieran y que Nick y
Leah empezaran a hablar de lo bien que quedábamos juntas… Fueron Anne y Mathew los que me
sorprendieron.
-¿Desde cuándo te lías con tías con cerebro? -fue la pregunta capciosa de mi prima.
-Me gusta para ti, niña -comento Mathew.
Tuve que llamar a todos al orden para decirles que solo estábamos intentándolo, que no era algo
oficial y que dejaran de planear la boda. Al poco Liz volvió seguida de su madre y no pude evitar
reírme cuando prácticamente se escondió detrás de mí.
-¿Te ha caído mucha bronca? -pregunté.
-Me ha amenazado de muerte si jodo lo que tengo contigo -gruñó por lo bajo.
-Tu madre es mi ídolo -afirmé para mirar a Amy que me guiñó un ojo.
-Lo peor que podía pasarme… que os llevarais bien -bufó sacándome una carcajada.
Esperamos un rato hasta que nos dijeron que habían llevado a Adam a su habitación. Estaba
consciente y bien, aunque muy dolorido. Ese día solo sus padres podrían estar con él así que los
demás empezamos a despedirnos. Antes de salir del hospital fui con Jennifer al baño. Estábamos
cada una en un cubículo cuando se escuchó un tremendo portazo y otro golpe.
-Ahora que ya hemos operado creo que tenemos algo pendiente -dijo una voz.
-Ya te digo, morena -contestó otra.
Casi grito del susto cuando vi la cabeza de Jennifer asomar por el hueco que había entre los dos
cubículos.
-¿Son Talia y Emily? -preguntó susurrando.
-Espera que miro -contesté.
Me subí sobre el váter apoyándome en las paredes y pude verlas besándose estampadas contra la
pared entre ambos lavamanos. Volví al suelo.
-Son ellas -susurré.
-Pues como piensen follar aquí a ver cuando salimos -bufó J por lo bajo.
-¡Eso ni de coña! -exclamé tirando de la cadena y esperando un par de segundos antes de salir de mi
cubículo.
Jennifer me imitó y en cuanto vimos sus caras nos echamos a reír.
-Talia, tienes una suite en el Hilton, idos allí y no a un baño público de hospital -recomendé
dirigiéndome a la puerta tras lavarme las manos.
-¿No os unís? -preguntó esta con gesto de cachondeo y Jennifer y yo salimos de allí como si nos
persiguiera el mismísimo diablo gritando que no.
-¿A dónde? -pregunté cuando Liz se sentó tras de mí en la moto.
-¿Te importa si pasamos otra noche en mi casa?
-Claro que no, mientras esté contigo -afirmé haciendo que ella me besara el cuello.
En cuanto llegamos caímos ambas en la cama sin cambiarnos ni nada. Solo tuve las fuerzas
necesarias para arrastrarme hasta poder abrazarla y así me quedé dormida. Demasiadas emociones,
demasiado stress, demasiados días durmiendo poco. Me despertó mi móvil sonando. Las 9 de la noche
según vi. Liz gruñó y metió la cabeza bajo la almohada.
-¿Qué quieres Lukas? -respondí al descolgar.
-¿Qué pasa, prima? ¿Cómo ha ido la operación del chavalín? -preguntó.
-Genial. Ha funcionado.
-Me alegro mogollón. Por él y por Drakecorp -dijo.
-¿Solo querías eso? -pregunté deseando volver a dormirme junto a la rubia.
-No. La semana que viene es el estreno de esa serie que te comenté. Tenemos que estar en L.A el
fin de semana.
-¡No jodas Lukas! ¿Por qué? -pregunté molesta
-Porque Drake Entertaiment ha producido una parte y hay que representar a la compañía. Venga, ya
sabes cómo funciona Lett.
-¡Vale! Mándame la fecha exacta y un resumen de la dichosa serie para que sepa a lo que voy, al
menos -acepté de mala gana.
-Te mandé el guion hace 6 meses -exclamó.
-Lo usaría para calzar la nevera o algo… Ya hablamos -dije cuando noté que Liz me abrazaba y
empezaba a besar mi cuello.
-¿Quién era? -preguntó amodorrada.
-Lukas. Tengo que ir a un estúpido estreno el fin de semana a Los Ángeles -bufé enterrando mi
cabeza en su cuello.
-Hay que ganarse el pan, Drake -dijo con cachondeo-. Y hablando de eso… tengo hambre.
-Mi preciosa tragona -dije mordiendo su tripa sobre la camiseta.
-Como que tú te quedas atrás…
-Cierto. ¿Qué tal pedir un enorme cubo de pollo frito en honor a Adam?
Saltó de la cama casi tirándome.
-¡Voy a pedirlo! -exclamó saliendo de la habitación a toda velocidad.
-Me abandonará por un plato de comida grasienta, lo veo venir -comenté para mí misma.
Me levanté y saqué de mi mochila un pantalón de chándal y una camiseta para ir cómoda. Cuando me
los puse noté que la etiqueta me molestaba.
-Liz -grité-. ¿Dónde tienes unas tijeras?
-En el cajón de mi mesilla -gritó de vuelta.
Primer cajón… kleenex, bisutería variada, bolis… aquí no. ¡Segundo cajón… la hostia!
-Rubia, esto no son unas tijeras -afirmé divertida entrando en la cocina para esgrimir frente a ella
un dildo.
Se puso colorada pero enseguida se lanzó a quitármelo, pero la esquivé.
-No seas chiquilla, Juls -dijo ofuscada-. Suelo estar soltera, algo tendré que hacer para divertirme
¿Tú no tienes?
-Suelo bastarme con mis dos manitas -dije examinando aquel chisme con más atención.
-Tengo un arnés -dijo con sensualidad acercándose a mí-. Deja eso ahora en su sitio y te dejaré
probarlo conmigo.
Tragué con esfuerzo y salí disparada a dejarlo de nuevo en el segundo cajón. Hacerlo con arnés
siempre había sido una de mis fantasías, pero no es algo que se haga con las tías de una noche.
Definitivamente esta rubia iba a acabar conmigo.
El repartidor llegó con el pollo mientras Liz cortaba la etiqueta de mi camiseta amenazándome con
cortarme también el pelo si no dejaba de moverme. Cenamos en la cocina mientras ella me ponía al
tanto de lo que había sucedido realmente durante la operación. Ese niño era fuerte como el acero.
Seguíamos agotadas así que volvimos a caer fritas en cuanto nos metimos en la cama. Ya por la
mañana noté como ella se levantaba.
-¿A dónde vas? -pregunté adormilada.
-Voy a salir a correr -dijo mientras se vestía con ropa deportiva que le sentaba de muerte-.
Últimamente han pasado tantas cosas que me he abandonado un poco.
-Me pasa igual con el gimnasio -comenté.
-Duerme un poco más -dijo inclinándose a besarme-. Cuando vuelva traeré un buen desayuno.
Le hice caso y seguí durmiendo. Desperté cuando escuché la puerta y al momento apareció en la
habitación toda sudada y acalorada. ¡Madre mía! ¡Esa imagen espabilaba más que diez cafés!
-Me ducho y desayunamos -dijo sonriente antes de entrar al baño.
Le di unos tres minutos de margen y la seguí al baño. Ya estaba dentro de la ducha y el vapor
empezaba a llenar la habitación. Me desnudé deprisa y me metí por el hueco entre ambas cortinas.
-¿Te has perdido? -preguntó divertida.
-No pretenderás pasar por delante de mí toda sudada después de correr y que no haya
consecuencias ¿verdad? -dije con tono ronco dándole la vuelta y haciendo que apoyara las manos en la
pared de azulejos.
Tiré un poco de su pelo hacia atrás para tener mejor acceso a su cuello y empecé a morderlo. Ella
buscó mi entrepierna echando una mano hacia atrás y empezó a acariciar suavemente mi clítoris.
-Tan mojada… -jadeó.
-Dos días en tu cama sin que pasara nada. Aunque fuera por razones importantes no soy de piedra -
afirmé llevando mi mano libre a su pecho para acariciar sus pezones con la palma y sintiendo como se
endurecían.
Empecé a frotarme con fuerza contra su mano y su trasero notando como una bola de fuego iba
formándose en mi interior. Bajé la mano de sus pechos para acariciar su clítoris de la misma forma
que ella hacía con el mío. A los pocos minutos el orgasmo me alcanzó, haciendo que mordiera su cuello
con fuerza y pellizcara su clítoris entre mis dedos. Explotó de inmediato y ambas jadeamos por el
esfuerzo, ella apoyada en la pared y yo en su espalda. Qué efecto dominó más perfecto…
Terminamos de ducharnos y ya en la cocina vi que había traído dos cafés y unos cuantos muffins.
-No sabía cuales te gustaban, así que he traído un poco de todo -explicó.
Mientras comíamos me llegó un mensaje de Jennifer.
Jen-¡Tú! ¿Ocupada?
J-No, dime.
Jen-Talia me ha dicho que vuelve mañana a Seattle.
Jen-Había pensado en llevarla a cenar esta noche.
J-Molaría.
Jen-Pregúntale a Liz si se viene. Sarah se apunta
J-También se apunta -dije tras consultarle.
J-¿A dónde iremos?
Jen-A Talia le gusta mucho el sushi….
J-¡Uhhh! ¡Fuji, allá vamos! Ahora llamaré para reservar
Jen-Eso pensaba. ¿A las 21?
J-Perfecto
J-Luego te veo enana
Jen-Adiós pesadilla
Después de comer me despedí de Liz hasta la noche para pasar por mi piso después de dos días y
arreglarme un poco para la cena.
Quedamos directamente en el restaurante y cuando la vi bajar del taxi me quedé extasiada por lo
preciosa que era. Parecía que eso no iba a dejar de ocurrirme. Sarah llegó con Jennifer y Talia con
Emily.
Por la forma de mirarse de estas dos era evidente que ya habían solucionado su tensión sexual,
aunque no se comportaban como pareja. Ambas parecían muy despegadas en ese aspecto y dudaba de
que la cosa quedara en más que unos cuantos polvos. Sarah y Jennifer por otro lado se miraban
coquetas y algo vergonzosas, de vez en cuando se rozaban para luego separarse, se quedaban pilladas
mirando a la otra… entre estas dos aún no había pasado nada, pero llevaban el camino directo.
Fue una cena agradable, comentando el buen estado de Adam al que iríamos a ver en cuanto le
permitieran más visitas, la incorporación de Jennifer a Drakecorp al día siguiente, el retorno de
Talia al Mason, el éxito del AR1…
Durante un momento no pude evitar mirar fascinada a mi alrededor, a aquella mesa donde Emily
hacía bromas sobre un trozo de pescado que afirmaba que aún se movía, Sarah y Jennifer se cogían
de la mano bajo la mesa pensando que no nos dábamos cuenta y Liz me sonría de vez en cuando con
esos ojos azules tan brillantes provocándome mareos… Mi vida había dado un vuelco total en las
últimas semanas.
Yo que había pasado mi juventud de chica en chica y de bar en bar, sin preocuparme de nada más
que de mí misma y de Jennifer y Colin ahora estaba con un grupo de amigas y totalmente perdida en
una relación con la mujer de mis sueños. Daba miedo, los cambios siempre los dan, pero una sensación
de agradable confort me inundaba. Una especia de paz espiritual que no sentía desde que mis padres
me abrazaban antes de acostarme… Me giré para darle a Liz un profundo beso. A fin de cuentas, ella
era la líder de este inesperado movimiento del destino.
Al día siguiente recogí a Talia en su hotel para llevarla al aeropuerto ya que Jennifer ya estaba
ocupada con su nuevo trabajo. Tuve que sacar el Jeep por ciudad, cosa que detestaba. Manhattan no
está hecha para los coches, pero era lo mínimo que se merecía esa chica. Nos despedimos con un
fuerte abrazo con la promesa de llamar muchas veces para que supiera cómo iba Adam.
-¿Dónde quedó la Juls que hacía tríos? -preguntó como despedida haciendo que yo soltara una
tremenda carcajada.
Esa tarde, antes de recoger a Liz al trabajo como habíamos quedado, decidí recuperar mi rutina con
la lucha y volver al Mighty Drake. No me sorprendió encontrarme a George allí. Siempre que no
estaba trabajando estaba allí, era su forma de relajarse.
-¡Hola pequeñaja! -exclamó cuando me vio.
-Hola George -contesté sonriente.
-Te veo mejer que la última vez -comentó.
-Es que luché en lugar de volar -dije haciéndole sonreír con orgullo.
Me ayudó en la rutina de ejercicios con las máquinas y los sacos para luego unirse a mí en el ring.
Nunca le ganaba, era como pegarle a una columna de mármol, pero a veces le hacía sudar con mi
velocidad.
-¿Puedo preguntar quién es la chica? -dijo parando con facilidad una patada que lancé a su cabeza.
-De hecho, la conoces -comenté girando sobre mí misma para lanzarle otra a la cintura en la que sí
logré darle pero sin que su cara reflejara ni un ápice de dolor-. Liz Cohen.
-¿La doctora? Me encanta esa chica. Debe de ser de las mejores empleadas que hay en todo
Empresas Drake -dijo lanzándome una combinación de izquierda y derecha a la cabeza que yo
bloqueé.
-Y sexy, y dulce, y trabajadora e inteligente -enumeré mientras intentaba cazarlo con un uppercat
pero me vio venir y me empujó con el pie hacia atrás.
-Enamorada hasta las trancas -sentenció lanzándome una patada lateral que esquivé con un salto
poniéndome a su espalda.
-Me da que sí -le di la razón mientras lograba retorcerle un brazo a la espalda.
-Pero no dejes que eso te despiste -comentó antes de doblarse por la cintura y lanzarme sobre su
cabeza.
Caí de culo al suelo con un gruñido sordo al golpearme la rabadilla.
-No te en ciegues con tu escultural rubia o tu culo acabará maltrecho -dijo divertido acercando su
mano para ayudar a levantarme.
-Tengo que hacerme una camiseta con esa frase -comenté con sarcasmo cuando estuve de pie.
Luchamos otro rato y volví a acabar en el suelo dos veces más.
-A Harriet y a mí nos gustaría que vinierais a cenar algún día -dijo cuando salíamos del ring.
-Se lo preguntaré. No sé si estamos aún en la fase de conocer familias.
-Cuando queráis sois bienvenidas -afirmó dándome una palmada en el hombro antes de irse hacia las
duchas.
Yo también me di una ducha rápida antes de subirme en la moto para ir a Drakecorp. No pensaba
decirle nada a Liz sobre cenar con George y su mujer. La conocía lo suficiente para saber que eso la
espantaría y por mi parte, aunque me hubiera encantado ir porque los adoraba a ambos, sabía que no
tardaría en recibir una invitación parecida de mis tíos y eso quería ahorrármelo en lo posible y
también a la rubia.
En la puerta de Drakecorp vi a Liz, Jennifer y Sarah, por lo que no me molesté en aparcar y
simplemente me acerqué a ellas con la moto.
-¿Qué tal tu primer día, enana? -pregunté tras besar con ganas a Liz y chocar la mano con Sarah.
-Tu rubia es la maestra más dura que he tenido en mi vida. El viejo amargado que me daba leyes
mercantiles en la facultad era un santo a su lado -dijo escondiéndose en broma detrás de mí.
-¡Oye! -exclamó la rubia molesta mientras Sarah se descojonaba.
-Se ha pasado el día machacándome con términos médicos que no hay quien entienda -se quejó
Jennifer fingiendo un sollozo.
-Liz, no le hagas esas cosas a la pobre J, que con palabras de más de tres sílabas se marea -solté
haciendo que ella y Sarah se rieran y mi amiga me diera un capón.
-Nos han dicho que hasta el viernes no podremos ir a ver a Adam -dijo Sarah-. ¿Os hacen unas
cervecitas en el West?
Puse cara de horror.
-Lo de las cervecitas me gusta, pero ¿tiene que ser en el West? -pregunté.
-Tienes miedo de que la camarerita te acose ¿o qué? -preguntó Jennifer con una sonrisita.
-Que no lo intente… -comentó Liz.
Vale, solo para ver eso merecía la pena ir al West. Me encantó ver a la Liz posesiva, es más, me
ponía, ¡joder!
Ella se subió conmigo a la moto y Sarah se fue con Jennifer en su coche. Por una vez llegamos
nosotras antes.
-¿Por qué cojeas? -me preguntó cuando bajamos de la moto.
-George me ha dado una paliza en el ring. Literalmente me he dejado el culo en la lona -comenté
divertida.
Me abrazó poniendo las manos en mi trasero y me mordió suavemente la barbilla.
-Ya hablaré yo con George. Tu culo lo quiero intacto.
La besé con ganas mientras ella apretaba aún más.
-¡Que estamos en horario infantil, salidorras! -gritó Jennifer llegando con Sarah.
Entramos en el West que como era normal estaba muy tranquilo al ser entresemana y por la tarde.
Un suave rock amenizaba el ambiente. No vi a Janet por ninguna parte, estaba Eve tras la barra. Me
alegré, aunque me hubiera gustado ver a Liz afilándose las garras con ella. Pedimos unas cervezas y
me puse a contarles lo de mi viaje a L.A ese fin de semana.
-Pero ¿ya sabes de qué va? -preguntó Liz.
-Sí, Lukas me ha mandado la historia por mail hace un rato.
-¿Es buena? -preguntó Sarah interesada porque sabía que iba de ciencia ficción.
-Ni idea. Va de unos chavales que vuelven a la tierra desde una estación espacial tras un apocalipsis.
Puede ser genial o una auténtica mierda -comenté.
-Que pesaditos están últimamente con las historias postapocalípticas -dijo Jennifer.
-Ya veremos. Pero conozco al creador… fijo que la caga -añadí.
Tomamos un par de cervezas más y salimos del local. Al momento vi como Liz se chocaba con alguien
o más bien, alguien chocaba adrede su hombro contra ella.
-Perdona rubita -dijo la voz insidiosa de una morena de ojos azules y piel pálida.
Janet…
-Mira por dónde vas y ya está -dijo Liz con tono helado.
-Veo que al final te has conformado con la mosquita muerta, Drake -comentó Janet-. Cuando quieras
una mujer de verdad ya tienes mi número -añadió guiñándome un ojo.
Iba a contestarle la mayor bordería que fuera capaz de pensar cuando vi como su cara se doblaba
hacia un lado y el pelo se la ocultaba. ¡La leche! Liz le había girado la cara de un guantazo tan rápido
que ni había sido capaz de verlo llegar.
-Te faltaba colorete en ese lado, putón -soltó mi rubia para luego ponerse a mi lado y coger mi mano
mientras yo la miraba admirada.
Janet levantó la cabeza para mirarnos mal y luego entró corriendo al pub. ¡Primer Round para Liz y
victoria por abandono!
-Menuda zurda tienes, Lizzie -dijo Sarah divertida.
-Y la frase… digna de una película de acción -añadió Jennifer.
-¡Adiós chicas! -exclamé tirando de Liz hacia la moto.
-¿A qué vienen tantas prisas? -preguntó cuando le pasé el casco y le hice un gesto para que
montara.
-A que eso me ha puesto burrísima, nena. ¡Vamos a mi casa ya!
Su carcajada se perdió con el sonido del motor.
Capítulo 29
Liz
Todo había ido bien en la operación de Adam, Juls me tenía loca y nos iba genial, la vuelta al trabajo
estaba resultando de lo más amena por la compañía de Jennifer, veía como ella y Sarah iban pasito a
pasito… Entonces, si todo iba tan bien, ¿por qué tenía una extraña presión en el pecho? Porque era
una negativa de cojones. ¿Qué más puedo decir?
Los días pasaban, mi madre me dijo que podríamos ver a Adam el viernes, que no había surgido
ninguna complicación pese a las paradas en quirófano. Me subía por las paredes de ganas de verlo.
Mientras tanto, en Drakecorp, estaba encantada con Jennifer. Puede que se quejara en broma de
que yo era dura, pero lo cierto es que asimilaba toda la información que yo le daba con sorprendente
facilidad. ¡Incluso estudiaba por su cuenta en su casa!
Me aterrorizaba que al ir a llevar las finanzas de la división resultara ser una tía obsesionada con
hacer dinero, pero al hablar de la gestión de proyectos quedó claro que pensaba aprobar cualquier
proyecto que demostrara su viabilidad y que pudiera ayudar a la gente. Pasaba la mitad de su jornada
conmigo y la otra mitad con Anne. La tenía tan impresionada con sus habilidades de administración
que empezó a bromear sobre que pensaba pedirle que le hiciera su declaración de la renta.
Sarah estaba ahora en un impás entre proyectos. Hacía su trabajo, claro, pero la veía buscar con
autentica obsesión algo nuevo para crear, una enfermedad que requiriera alguna de sus máquinas
para curarse… Casi consiguió volverme loca durante un almuerzo hablándome de las aleaciones
utilizadas en material quirúrgico y cuando empezó a mezclarlo con no se cual personaje con garras de
un comic tuve que huir a mi despacho.
Juls venía a recogerme cuando salía y pasábamos la tarde juntas. No le hacía gracia que no
durmiéramos juntas, pero entendió que no dormiríamos y que yo necesitaba estar fresca para ir a
trabajar al día siguiente. Su viaje a L.A no me preocupaba, pero sabía que la echaría de menos a más
no poder. Dos días y medio sin verla iban a ser una autentica tortura, el periodo más largo de
separación en nuestra relación, porque ya lo llamábamos así, aunque las dos nos resistíamos por igual
a usar la palabra “novia”.
El viernes nos vimos las cuatro en el coche de Jennifer, ya que Juls había vuelto a recibir otra
paliza de George en el gimnasio y decía que pasaba de conducir con el culo lleno de moraduras.
Empecé a pensar que debía ser un poco torpe para caer siempre dándose en el mismo sitio, pero no le
dije nada porque era muy orgullosa con sus actividades deportivas, así que me limité a consolarla.
Desde el asiento de atrás nos reíamos por lo bajo al ver como Sarah tenía una mano apoyada en el
muslo de Jennifer. Estas dos nos iban a matar por diabetes y por sus lentos avances.
Ya en el hospital abrazamos a Leah en la puerta de la habitación y entramos mientras ella
aprovechaba para ir a tomar algo a la cafetería.
-¡Ey rubiales! -saludó Juls la primera con tono suave.
-¿Cómo estás Adam? -pregunté mientras las cuatro rodeábamos su cama.
-Como si me hubieran dado una paliza desde dentro -gruñó-. Pero mirad, ni mascarilla ni tubos y hoy
me he podido levantar al baño solo -nos contó con cara de felicidad.
-Eso está genial, chico -afirmó Sari.
-¿No es un poco pronto para levantarte? -preguntó Jennifer que era la más maternal.
-Me daba vergüenza que la enfermera viniera con la botella esa cada vez que tenía que hacer pis -
dijo poniéndose colorado y haciéndonos reír.
-Normal chavalín -le dio la razón Juls revolviéndole el pelo.
-¿Me has traído lo que te pedí? -le preguntó con cara de ansiedad.
Las otras tres nos miramos con gesto de extrañeza.
-Claro que sí -afirmó Juls echando mano a su mochila-. Batman, año uno, del 4 al 7 -dijo
entregándole unos comics.
-Menudos trapicheos os traéis… -comentó Jen divertida.
-Deja sitio rubio, que esos no me los he leído -exclamó Sarah sentándose a su lado.
Así pasamos la tarde: Juls y Sarah a los flancos de Adam leyendo y comentando sus nuevos comics y
Jennifer y yo mirándolos y haciendo observaciones entre risas. Un poco antes de la hora de cenar
nos despedimos de él y de Nick, que había venido para relevar a Leah.
Hable un momento con él para decirle que yo me quedaría una noche de ese fin de semana. No
estando Juls y no teniendo que trabajar al día siguiente ya era hora de que cumpliera con mis
funciones de madrina. Me lo agradeció mucho, estaban agotados. Jennifer nos dejó a Juls y a mí en
mi piso.
-Dime que puedes quedarte esta noche -dije besándola con pasión en cuanto entramos por la puerta.
-Sí. Mi vuelo no sale hasta el mediodía y me he dejado la maleta hecha -me explicó tras
corresponder a mi beso.
La arrastré hasta el dormitorio mientras se reía.
-¡Menudas ansias, Liz! ¿No quieres cenar?
-Te voy a cenar a ti -afirmé empujándola sobre la cama y empezando a desnudarme.
Ella me imitó y a los pocos segundos me senté a horcajadas sobre ella y caí en picado para besarla.
Sentir su cuerpo contra el mío era una experiencia casi “Zen” para mí. Su forma de usar su lengua
enrollándola con la mía hacía que se me fuera la cabeza. Tuve que serenarme un poco para llevar a
cabo lo que tenía planeado.
-¿Por qué no miras en el segundo cajón de la mesilla? -dije separándome un poco de ella para verla
jadear y sus pupilas dilatarse ante mi comentario.
Giró su cuerpo aún bajo el mío para abrir el cajón y sacar el arnés al que yo había acoplado el dildo
esa misma mañana. Me lo había regalado Sarah hacia años en plan broma y lo tenía muerto de risa,
aún en su caja, perdido en el armario. Pero con Juls me moría de ganas por probarlo, solo de pensar
en que me follara con él me hacía temblar. Lo miró escrutadoramente unos momentos antes de salir
de debajo de mí para ponerse de pie junto a la cama y colocárselo.
Me tumbé de espaldas abriendo las piernas y mirándola fijamente.
-¡Joder, nena! -gimió al mirarme.
Se arrodilló frente a la cama y metió la cabeza entre mis piernas. Empezó a lamerme con ganas y yo
a gemir y a retorcerme. Su lengua era prodigiosa.
-¡Juls, hazlo ya! -supliqué al notar como empezaba a formarse mi orgasmo.
Se tumbó sobre mí, apoyando los brazos a la altura de mi cabeza para no dejar caer todo su peso y
acarició el juguete contra mis pliegues haciéndome gemir.
-Empiezo despacio -dijo metiendo el dildo poco a poco dentro de mí.
Cuando estuvo dentro del todo tardé unos segundos en acostumbrarme a la sensación para luego
indicarle que empezara a moverse. Fue dando suaves sacudidas a sus caderas haciendo que el juguete
entrara y saliera despacio. Ella también gimió, frotarse contra él también le daba placer.
-Más rápido, cariño -pedí queriendo que me diera duro con él.
Movió las caderas con más velocidad y fuerza obligándome a cerrar los ojos y a soltar gemido tras
gemido. Aquello era increíble.
-Me voy a correr, Liz -gimió suavizando un poco sus acometidas.
-Yo también -confesé moviendo mis caderas contra ella.
Apretamos las dos el ritmo y en un par de minutos nuestros gritos resonaron en la habitación. Se
tumbó a mi lado resollando y empezó a desabrocharse el arnés.
-¡Madre mía con el arnés de los cojones! -exclamó tirándolo al suelo.
-Menudo descubrimiento-le di la razón.
-Casi me explota la cabeza, nena -confesó-. Follarte con eso ha sido de lo más excitante de mi vida.
-¿No quieres probarlo? -pregunté coqueta apoyándome en su pecho.
-Otro día, me has dejado agotada. Además, creo que es demasiado grande para mí -admitió.
-Es lo que tiene que no hayas estado con hombres -comenté-. Cuando vuelvas de L.A podríamos ir de
visita a un sex-shop.
-Eres toda una ninfómana, Liz Cohen, y te adoro por ello -soltó haciéndome reír.
Al final repetimos, pero sin el arnés y luego caímos dormidas la una en los brazos de la otra. Por la
mañana desayunamos y nos despedimos con una larga sesión de besos en mi puerta.
-Liz, no quiero presionarte, ni quiero que me contestes -dijo tomando mi cara entre sus manos-,
pero vete haciendo a la idea de que estoy enamorada de ti -dijo mirándome a los ojos.
Me tomó por sorpresa, no esperaba que lo dijera ahora, pero igual había pensado que diciéndomelo
antes de irse de viaje yo tendría tiempo para asumirlo. “Te quiero”, quería decirle, pero se me
atragantaban las palabras.
-Te necesito en mi vida, Juls -dije en cambio.
Pude ver un momento de decepción en sus ojos, pero solo un destello antes de que volvieran a
brillar. La besé con ganas y nos despedimos. En cuanto cerré la puerta corrí a coger el móvil.
L-¡Sarah, Jennifer! S O S
S-¿Pasa algo con Adam?
Jen-¿Qué pasa?
L-Juls me ha dicho que está enamorada de mí…
Jen-¡Enhorabuena rubia! ¡Me alegro mucho!
S-¿Que has contestado?
L-Que la necesitaba en mi vida…
S-Voy cagando hostias
Jen-No me entero de que pasa, chicas
S-Jennifer, tira para casa de la rubia que esto es grave
Jen-¡Voy, voy!
L-Gracias tías
En diez minutos Sarah estaba aporreando mi puerta. Era evidente que había salido de casa a toda
prisa porque llevaba un chándal viejo y la coleta mal hecha. Veinte minutos después llegó Jennifer
que se sentó en mi sofá con cara de no entender nada.
-A ver si me entero… Juls te dice que está enamorada de ti… tú le das una respuesta un poco vaga,
pero que no niega que tú sientes lo mismo por ella. ¿Cuál es el problema? -preguntó J.
-Que ha activado el “modo pánico” de nuestra rubia -contestó Sarah mientras yo paseaba de un lado
al otro del salón mordiéndome las uñas seguida por la mirada de Gómez que reposaba en un brazo del
sofá.
-Liz, Juls te quiere. ¡Eso es bueno! -afirmó Jennifer como si eso lo solucionara todo-. ¿Acaso tú no
estás enamorada de ella?
-¡Si! -exclamé-. Pero no debo -añadí ganándome otra mirada de incomprensión por su parte.
-Si no te quitas esa idea de la cabeza no avanzarás jamás, rubia -dijo Sarah con seriedad.
-No puedo, Sari -afirmé.
-¿Pero tú de donde te sacas esa idea de que el amor es malo? -preguntó Jennifer.
Me paralicé.
-Si no eres ni capaz de hablar de ello no lo superarás -me presionó Sari.
Negué con la cabeza.
-Suéltalo, Liz. Di porqué tienes tanto miedo. Escupe esa jodida idea que te paraliza. ¡No seas
cobarde! -gritó Sarah.
-Mi padre se suicidó cuando mi madre lo dejó -grité de vuelta.
Se hizo el silencio y caí sentada al suelo llorando. Llevaba diez años sin decir ni una sola palabra
sobre ello, Sarah lo sabía porque estaba en la facultad conmigo cuando pasó y me acompañó a casa
para el entierro. Pero nunca había conseguido hacerme hablar sobre ello, aunque supo reconocerlo
como la causa de mi pánico a las relaciones. Hoy me había hecho explotar por primera vez. Aunque
nunca lo nombré siempre estaba en mi cabeza.
-Vamos rubia mía, levanta -dijo abrazándome para llevarme al sofá donde Jennifer me cogió de la
mano y me pasó un pañuelo.
-Lo siento muchísimo Liz -dijo Jen acariciándome el pelo.
-Fue hace mucho, pero gracias, Jennifer -respondí sollozante.
-La idea de que el amor acabó con tu padre es lo que te paraliza, rubia. Por eso no puedes admitir
que quieres a Juls -dijo Sarah.
Asentí dándole la razón. Era totalmente consciente de lo que me provocaba ese estado de terror
ante los sentimientos, pero no sabía cómo arreglarlo, es más, hasta que conocí a Juls no había
querido arreglarlo. Ahora era diferente…
-¿Has pensado en ver a un psicólogo? -preguntó J con cautela.
-Creo que los problemas tiene que arreglarlos uno mismo -dije convencida.
-Pues entonces arréglalo, rubia -dijo Sarah-. Porque no puedes desperdiciar tu vida por esto.
Pasaron el día conmigo, comiendo palomitas, viendo programas tontos de la MTV y haciéndome reír.
Poco después de comer llamaron a Jennifer.
-Vuestras fotos han salido -informó en cuanto colgó sacando la Tablet de su bolso para buscarlas.
-Pensé que ya no saldrían, ha pasado más de una semana… -comenté sentándome a su lado.
-Las han reservado para sacarlas justo antes de que Juls fuera a ese estreno -explicó-. ¡Bingo! Aquí
están.
Sarah y yo juntamos las cabezas a la suya para poder verlas. “La nueva conquista de Drake” rezaba
el titular. Podía vérsenos a las dos cogidas de la mano saliendo del restaurante con Sari y Jen
siguiéndonos y luego unas cuantas fotos más de Juls y Jennifer empujando a los paparazzi y
corriendo con Sarah y conmigo de la mano.
El artículo era tan vacuo que casi me hacía a reír. No daba mi nombre, solo comentaba que Juls salía
con una rubia, que había sido bastante agresiva con los fotógrafos y que habíamos huido, según ellos
porque Juls no quería que la pillaran poniéndole los cuernos a Kristen Stewart…
-No es para tanto -comenté.
-La verdad es que no. Solo molestarán un poco de más a Juls esta noche -dijo Jennifer.
-¡Somos famosas! -exclamó Sarah provocando nuestras risas.
Un par de horas antes de cenar me despedí de ellas y subí al metro rumbo a Jersey para quedarme
esa noche con Adam. Leah me abrazó agradecida y en cuanto Adam cenó se fue a casa.
-¿No quieres dormir? -pregunté.
-Estoy harto de dormir -afirmó-. Es pronto… me podrías enseñar un poco el hospital -sugirió
emocionado.
-Vale, ponte el batín, voy a por una silla -accedí divertida.
Le ayudé a sentarse en la silla y enganché sus goteros al palo para empezar a pasearlo.
-¿Dónde está Juls? -preguntó.
-Tenía un estreno en L.A.
-Eso tiene que ser súper divertido.
-No te creas que a ella le gusta demasiado. Los periodistas son muy pesados intentando averiguar
cosas de ella –expliqué.
-Vale, eso seguro que es un rollo -me dio la razón.
Lo llevé a ver a Sonya, que nos recibió encantada y acabó regalándole un viejo estetoscopio a Adam
después de enseñarle un poco de la planta. Luego fuimos a la sala de espera de urgencias donde pudo
ver emocionado como unos camilleros entraban a toda velocidad con un paciente. No topamos con
Emily que tenía turno de noche y nos acompañó a la cafetería a tomar un chocolate caliente nosotros
y ella un café.
-Liz ¿Podemos ir a la morgue? -preguntó cuando nos despedimos de ella.
-Ni de coña, chaval -contesté de inmediato-. Ver muertos no ayuda a dormir, además ya son las 11,
hora de irse a la cama.
-¡Jooo! -exclamó cruzándose de brazos enfurruñado.
Lo llevé de vuelta a la habitación y aunque no quisiera cayó frito en segundos. La cirugía dejaba
agotado a cualquiera durante semanas. Me acomodé en una butaca reclinable y saqué el móvil para
ver si lograba mensajearme con Juls, aunque estuviera en el dichoso estreno.
L-¿Cómo vas?
L-Nuestras fotos están en la red…
J-¡Hola nena!
J-Ya lo sé, me han acosado en la entrada
L-Normal…si dejas a Kristen Stewart por mí es lo que hay…
J-Kristen no te llega ni a la suela de los zapatos
J-Salimos ahora de ver el capítulo de estreno
L-¿Y qué tal?
J-Bueno… entretenidilla
J-Lukas no hace más que decir que hay una actriz que se parece a mí…
L-Eso lo dudo. Contigo rompieron el molde
J-Por suerte para el mundo
J-¿Estás con el rubiales?
L-Sip. Acabo de ponerlo a dormir
L-¿Podrías explicarme porque quería que lo llevara a la morgue? Porque esto huele a cosa tuya….
J-Emmm, bueno… unas teorías sobre zombies que comentábamos el otro día… ya sabes…
L-No, no lo sé y prefiero no saber de qué narices habláis para que un niño de 7 años quiera colarse a
ver muertos de noche en lugar de tenerles miedo como cualquier bicho de su edad…
J-Cambiaría la fiesta a la que tengo que ir ahora por pasar una noche en esas incómodas butacas de
hospital… (Sí, evado tu bronca)
L-¡Ánimo Drake! (Lo he notado)
J-Oye… ¿estás bien con lo que te he dicho antes?
L-Estoy bien, solo… un poco asustada
J-Liz, no te voy a hacer daño. Lo sabes ¿no?
L-El daño no suele hacerse adrede…
J-Tienes que decirme qué te aterra tanto
J-No quiero presionarte, entiendo que cambiar la forma de pensar es difícil, a mí me ha costado
mucho. Pero si no hablamos de estas cosas no avanzaremos, nena
L-No creo que sea una conversación para tener por mensaje contigo en la otra punta del país…
J-Tienes razón. Pero es que quiero que nos vaya bien, Liz
L-Las cosas están genial como están, Juls
J-Lo sé, pero me refería a poder pensar en cosas futuras…
L-Joder Juls, deja el futuro en paz, aún no sé si quiero ese futuro
J-…recibido alto y claro
J-Ya hablaremos, nena
L-Juls, no te enfades, no quería decirlo así
L-No me he explicado bien
L-Juls…
L-Cariño, por favor…
¡Mierda, mierda, mierda! La había cagado pero bien. Había dicho todo lo que no tenía que decir,
revelado demasiado sin explicarme… Y por mensaje, con ella tan lejos que no podía tener una
conversación frente a frente. ¡Joder! ¡Idiota! Pero también ella sacar ese tema por mensajes… No le
eches la culpa a ella Cohen, que esto es una cagada tuya como la copa de un árbol.
Pensaba, pensaba y no encontraba la solución. Hora y pico después no aguanté más y salí al pasillo
tras comprobar que Adam dormía tranquilamente para llamarla. Vamos Juls, cógelo, cógelo por
favor… los tonos dejaron de sonar dando paso a una voz robótica que me informó de que el teléfono
estaba apagado. ¿Lo había apagado al ver que yo llamaba? Volví a llamar, pero esa puta voz volvió a
decirme lo mismo solo que esta vez desde el principio. Había perdido a Juls.
Capítulo 30
Juls
El viajecito a L.A estaba siendo una pesadilla. Lukas estaba tan emocionado por el estreno y me dio
tanto la matraca con detalles técnicos de la producción que casi pido un paracaídas para saltar en
pleno vuelo. Qué listo era George quedándose siempre en las oficinas y en la sala de montaje…
Llegamos al hotel y la respuesta que Liz me había dado a mi confesión de sentimientos no me dejó
descansar en absoluto. Entendía que no quisiera precipitar las cosas, pero joder, me tenía frenada
por completo. Dudaba que ella pudiera tener más prejuicios de los que yo tenía en cuanto a las
relaciones serias, pero aquí estaba yo, lanzándome de cabeza y gracias a ella solo lograba
estamparme contra el fondo de la piscina. A veces tenía ganas de zarandearla y pedirle que bajara a
la tierra conmigo. Cuando estábamos juntas se la veía tan bien, tan segura… ¿Por qué se retraía en
cuanto los sentimientos aparecían en escena?
Al final tuve que salir de mis pensamientos para arreglarme. Me puse aquel vestido negro satinado
de tirantes hasta los pies que Jennifer me compró hacía un par de años. Me miré al espejo y aunque
me era incómodo de cojones tengo que admitir que me favorecía. Me peiné y maquillé y justo al
terminar llamaron a mi puerta. Nada más abrirle a Lukas, que vestía un elegante traje negro, me
enseñó su Tablet. Eran las fotos de la noche en el restaurante indio.
-Los periodistas estarán en pie de guerra -comentó
-¡Maravilloso! Qué suerte la mía -dije sarcásticamente.
-Liz ¿eh? -preguntó alzando una ceja.
-¡Y tú con todas! -solté haciéndolo reír.
Fuimos en limusina hasta el cine donde se estrenaba la serie y me agarré con fuerza al brazo de
Lukas para el paseo por la alfombra roja. Como él me previno había más paparazzi que de costumbre
y lanzaban preguntas a voz en grito, pero me limité a sonreír falsamente posando para algunas fotos
y luego entrar en el cine.
Lukas me presentó a muchísima gente, incluidos algunos actores de la serie y saludé fríamente al
creador. He comentado ya que me caía mal ¿verdad? Entramos en la sala y vi aquel capitulo con
escepticismo. En fin, se dejaba ver y todas las tías que salían parecían modelos, así que no me aburrí
demasiado.
En cuanto salimos me alegré al ver que Liz me hablaba por mensaje, pero mi alegría desapareció
conforme la conversación avanzaba. Volvía a retraerse, a dar pasos atrás hasta que me dijo que no
sabía si quería un futuro para nosotras. Me despedí con frialdad y metí mi móvil en el bolso de
cualquier manera.
Lukas me guio de nuevo a la limusina para ir a la fiesta post estreno. Me preguntó a qué venía mi
cara de enfado, pero le pedí que no me hiciera hablar. Me conocía lo suficiente para saber cuándo
era mejor dejar un tema. En cuanto entré en la fiesta me lancé a la barra y empecé a beber una copa
tras otra consciente del espíritu autodestructivo que me había poseído. Al poco se me unió una de las
actrices que parecía que quería llevar el mismo camino que yo.
-¿Te molesta si nos envenenamos juntas? -preguntó al colocarse a mi lado cayéndome bien de
inmediato por el comentario.
No pillé su nombre… algo con M, pero me recordó un poco a Jennifer.
-¿Por qué brindamos? -pregunté cuando ella tuvo su copa en la mano.
-Por el gilipollas de mi novio, que se siente intimidado por mi carrera y por eso no me acompaña -
afirmó sarcástica.
-Entonces no olvidemos a la chica con la que salgo, a la que no puedo llamar novia y a la que aterra
tener una relación real -contesté chocando nuestras copas.
-¡A su salud! -exclamó.
-¿Cómo es ser actriz? -pregunté tras darle un largo sorbo a mi copa.
-No sé ¿Cómo es ser playgirl multimillonaria? -me preguntó de vuelta.
Nos empezamos a reír y seguimos bebiendo más y más, bromeando y metiéndonos con nuestras
respectivas parejas. Al final Lukas apareció por allí y al verme tan perjudicada me sacó de la fiesta
por una puerta trasera y en cuanto volvimos al hotel, no recuerdo cómo, me tiró en mi cama para
dejarme dormir la mona.
Desperté pasado el mediodía con un profundo dolor martilleándome las sienes y con el estómago
revuelto. Por suerte tenía lo de las resacas dominado. Me tragué un par de Tylenol como si fueran
caramelos y me metí a darme una ducha helada que me despejara la cabeza. Pedí un plato de arroz
enorme al servicio de habitaciones que sabía que me ayudaría a eliminar cualquier rastro de alcohol
de mi organismo y cuando comía recordé la discusión con Liz.
Busqué mi bolso hasta encontrarlo tirado bajo la cama. ¿¡Qué cojones…!? Estaba empapado y al
acercármelo a la nariz noté que apestaba a alcohol. Mierda, seguro que le había tirado alguna copa
encima e iba tan pedo que ni me había dado cuenta. Mi billetero había sobrevivido gracias a que era
de un plasticucho que imitaba a la piel, pero al sacar el móvil vi como goteaba. ¡Mierda! Lo abrí
sacando la batería y comprobé que hasta la tarjeta estaba empapada. Descansa en paz mi querido
pantalla rajada… Y puede que hasta tuviera que cambiar de número… ¡Joder! De todas formas, pensé
que quizás era una señal del universo de que no debía llamar a Liz aún, darle tiempo para pensar y a
mí también y ya hablaría con ella cuando volviera a NY y tuviera un teléfono nuevo.
Fui con Lukas esa tarde a un coctel que se hacía como acto por el estreno de la serie y acabé de
nuevo en la barra con mi compañera de borrachera de la noche anterior, solo que esta vez bebiendo
zumo de tomate para quitarnos la resaca. Era una buena chica y su novio un imbécil por no apreciarla
en lo que valía.
El lunes llegué a NY al mediodía y tras comer algo con Lukas en el aeropuerto me fui a casa a dejar
la maleta, cambiarme de ropa y visitar la tienda de móviles más cercana. Como me temía tuve que
cambiar de número ya que la tarjeta era insalvable. En cuanto pagué por el nuevo móvil llame a
Jennifer, el único número que sabía de memoria y me cité con ella en el West para cuando saliera de
trabajar. Quería que me aconsejara sobre Liz, aparte de copiar parte de su agenda telefónica. Dos
días después de discutir y aún no sabía que decirle. Quizás mi enana sabia tuviera alguno de sus
maravillosos consejos para darme.
Llegué al West la primera y me senté en la barra para pedir una cerveza.
-¿Qué pasa, preciosa? ¿Tu rubita te ha dejado? -dijo una voz a mi espalda.
Me giré en el taburete para encararla.
-No estoy de humor para tus locuras, Janet -afirmé de mala leche.
-¡Oh! Vamos Juls, sabes que yo no te tendría con esa cara de tristeza bebiendo sola en un bar -dijo
con voz coqueta apoyando sus manos en mis hombros.
-No, tú me tendrías atada a la pata de tu cama para que no pudiera escapar -contesté mordaz.
-Te encantaba follar conmigo, admítelo guapa -dijo bajando la voz y acercándose más a mí.
-Admito que como aperitivo no estabas mal, Janet -dije para coger sus manos e intentar apartarlas
de mí-, pero no me van las zorras psicópatas -añadí acercando mi cara a la suya para que pudiera ver
bien el desprecio en mis ojos.
-Juls… -escuché una voz a mi lado.
Jennifer, Sarah… y Liz. Vi como sus ojos me miraban con decepción y volví mi cara hacia Janet para
descubrir lo que aquella postura parecía. Por el rabillo del ojo vi una melena rubia dirigirse a la
puerta y salté del taburete empujando a Janet para salir a la carrera tras Liz. ¡Mierda! ¡Joder!
La alcancé a medio callejón para agarrarla del brazo y girarla hacia mí.
-Liz -empecé mirándola a los ojos.
-Ni se te ocurra decirme que no era lo que parecía -me amenazó soltándose de mi agarre.
-Es que no lo era -exclamé-. Me estaba acosando, como siempre. Intentaba apartarla de mí -
expliqué.
-Ya… -dijo incrédula-. ¿Y a la morena con la que sales hoy en las revistas también?
La miré sin comprender hasta que caí. La chica de la fiesta del estreno…
-¡Joder Liz! Solo me tomé unas copas hablando con ella. Te he explicado como la prensa retuerce la
verdad.
-Venía dispuesta a hablar contigo como una persona racional, de lo de las revistas y de la discusión.
Incluso iba a ignorar que apagaras el móvil cuando te llamé… pero encontrarme con esto me deja bien
claro todo -dijo cruzándose de brazos.
No podía ser… alguien ahí arriba se estaba riendo de mí buena cosa, haciendo que todo encajara
para que pareciera una perra infiel. Y si le contaba cómo se me había frito el teléfono sonaría del
todo a excusa.
-Liz, no he vuelto a estar con otra mujer desde el día que te conocí en Drakecorp -suspiré al fin.
-Tengo que creerlo viniendo de la tía más promiscua de la ciudad ¿no? -dijo tirando a matar-. Y aun
así me presionas para que nuestra relación avance. No puede avanzar Juls, ¡mira lo que está pasando!
Noté como Sarah y Jennifer salían del local y se quedaban mirándonos desde la puerta, pero me dio
igual. Mi sangre hervía, mis manos temblaban y mi cerebro iba a mil por hora.
-Ya tienes tu excusa-susurré.
-¿Cómo? -preguntó mirándome con extrañeza.
-Tu excusa. La excusa que necesitabas para huir de mí. Me acusas de infiel para no admitir que
estás cagada de miedo, miedo por lo que yo siento por ti y por lo que tú sientes por mí. Porque la
mierda de ideas extrañas que tienes en la cabeza no te dejan dar un paso adelante.
-Tú no me conoces como para saber lo que pasa por mi cabeza -contestó furiosa.
-Tienes razón, no te conozco porque tú no me dejas. Pero reconozco lo que veo porque hace un mes
estaba igual que tú. Pero claro, yo no soy una cobarde.
-¿De qué cojones vas? -gritó.
-Te lo he dado todo, Liz. He cambiado para estar a tu lado como la mujer que te mereces, te he
contado todo sobre mi pasado, te he dejado verme vulnerable, he querido a cada persona que tú
quieres porque me unen a ti… me he enamorado como una imbécil de ti cuando me juré no hacerlo. Te
quiero, pero tú no me dejas quererte.
-No haces más que presionarm e-afirmó.
-Ya no lo haré más, Liz -dije dejando por fin que mis lágrimas salieran-. Has ganado, o, mejor dicho,
tu miedo ha ganado.
Empecé a caminar cabizbaja hacia la moto. Monté y me estaba poniendo el casco cuando alguien
montó tras de mí y me abrazó fuerte.
-Aguanta Juls, enseguida estaremos en casa -me susurró la voz de Jennifer.
Le pasé el casco para que se lo pusiera ella y arranqué la moto sin mirar atrás intentando que las
lágrimas no me cegaran por completo.
Llegamos a mi casa y tras tirar el casco y la chupa de cualquier manera en la entrada me senté en el
sofá. Mi cerebro proyectaba imágenes, recuerdos y sensación a tal velocidad que era incapaz de
centrarme en ninguno, solo sabía que eran de Liz y la escena de hacía unos minutos empezó a
repetirse en bucle haciendo que mis lagrimas cayeran sin parar, pero siendo incapaz de secarlas o de
hacer ningún sonido de los que se hacen al llorar. No podía parar. Apenas había notado que Jennifer
estaba a mi lado y me cogía la mano.
Cuando mis padres murieron había llorado tanto que pensé que me había secado para siempre,
cuando le conté a Liz sobre ellos lloré de alivio por poder compartirlo con ella. Pero ahora la
sensación era la de que estaba llorando por una quimera, por algo que había existido solo en mi
cabeza y eso me hacía sentir aún peor. Así que esto era lo que se sentía cuando te rompían el
corazón… Bueno, no sé si sería el corazón, pero definitivamente notaba algo roto en mi interior.
¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo llevaba sentada con Jennifer acariciando el dorso de mi mano?
¿Cuánto se podía llorar antes de morir de deshidratación?
-¿Cuánto durará esta sensación? -pregunté en voz alta.
Jennifer me abrazó con fuerza.
-No lo sé, Lett. La quieres mucho -contestó junto a mi oído.
-No entiendo cuando la gente añade el “mucho” al “te quiero”. No creo que el amor tenga unidades
de medida -comenté más para mí que para ella.
-Estás filosofando -dijo con una sonrisa.
-Es lo que se hace cuando pasa algo así ¿no? Filosofar sobre el sentido de la vida, sobre el amor,
cuestionar cada paso que has dado… Intentar deshacer tus errores concentrándote en querer volver
el tiempo atrás. Ojalá pudiera volver y no aceptar esa estúpida apuesta con Lukas y jamás haber
puesto un pie en esa sala de juntas.
-No pienses así, Juls -dijo soltándome-. Todos pasamos momentos así en nuestra vida. Nos moldean
y nos hacen fuertes. Nos enseñan.
Me puse en pie y mi amiga me miró con gesto de preocupación. Compuse como pude una pequeña
sonrisa para tranquilizarla.
-Necesito irme J, estar sola -dije.
-No me gusta la idea de que vayas sola a Wolf Creek con lo desanimada que te veo. ¿Y si te pasa
algo ahí arriba?
-Te llamaré cada día, lo prometo -dije-. Solo… no le des mi número a nadie. Bueno… a Adam sí -añadí
pensándolo mejor.
-Le compraré un móvil para que pueda hablar contigo. No creo que a sus padres les parezca mal -
sentenció.
-Voy a hacer la mochila.
-Déjame ayudarte.
-No, vete con Sarah, enana -ordené-. Estará descolocada con lo que ha pasado. Y… no la tomes con
la rubia -añadí incapaz de pronunciar su nombre.
-Haré lo que pueda, pero más le vale que mañana la vea por los suelos y destrozada por esto o le
daré una patada en el coño -afirmó con gesto decidido.
-Lo sé, enana -dije abrazándola y dándole una suave pico-. Vete, anda.
-¡Todos los días Drake! Que no tenga que subir a buscarte -me amenazó con el dedo mientras iba
hacia la puerta.
En cuanto se marchó preparé la mochila llenándola hasta los topes, llamé a la señora Mulligan para
visarla de que iba, me puse “mi ropa de bosque” como la llamaba J y bajé al parking para montar en el
Jeep. Miré a “mi dama” con tristeza preguntándome si algún día dejaría de recordarme a ella…
Llegué a la cabaña ya con noche cerrada. Normalmente hubiera esperado al día siguiente para salir y
evitar así esa infernal carretera de montaña en la oscuridad, pero ahora mismo me daba igual, solo
necesitaba estar lejos de la ciudad, de cada lugar que me recordara a ella, que oliera a ella, donde
hubiera puesto un pie…
Entré viendo todo caldeado por la chimenea, dejé la mochila, me puse cómoda y empecé a revisar
uno por uno mi colección de libros. ¿Qué sería apropiado leer cuando una rubia de ojos como el cielo
te desgarraba por dentro? ¿Alguna tragedia Shakesperiana? ¿Una novelita de aventuras para
evadirme? ¡Ah! “La senda del perdedor” de Bukowski apareció ante mis ojos. Parecía el indicado. Me
senté con él en las manos en el sofá y en cuanto lo abrí escuché afuera un sonido familiar que me
hizo estremecer. Mi torturador personal había vuelto, pero centré mi vista por completo en el libro
ignorándolo. La “lección del pavo” no había sido tal, había sido simplemente el mayor error de mi vida.
Capítulo 31
Jennifer
Sarah era genial. En mi vida había estado tanto con hombres como con mujeres, no hacía
distinciones. Si me gustaban al lío. Pero había algo en esta morena de rasgos latinos que me sacaba
por completo de lo que yo estaba acostumbrada. Como le había dicho a Juls, me había enamorado
como una idiota, por primera vez en mi vida probablemente. Y sufrí con ello porque veía como ella
solo me trataba como a una amiga. Pero desde la noche en la que los paparazzi nos asaltaron a la
puerta del hindú eso había cambiado, era como si me hubiera puesto en el mapa.
Y lo que fuera que tuviéramos fue cambiando poco a poco, sin hablar de ello, sin ansias, sin
presiones… Rodeadas por la situación de Adam y el drama Liz/Juls el roce fue haciéndose más
común, las miradas más insistentes, las conversaciones por mensajes o por teléfono más largas y
emocionales.
Llegué a conocerla bien y todo lo que vi reafirmaba mis sentimientos. Un pasado triste como el mío,
su lealtad hacia Liz, tan fiera como la mía hacia Juls, su inquieto intelecto, su friquismo que me
resultaba increíblemente divertido (sería por estar acostumbrada a Juls)… Hasta su forma de vestir
dejada y carente de gusto me apasionaba ¿Pantalones anchos y camisetas desbocadas? Pues
adelante, la encontraba jodidamente sexy.
Cuando sonreía me temblaban las piernas, cuando se concentraba en algo sus ojos eran dos pozos
negros en los que me hubiera gustado ahogarme, y cuando fuimos al cine y me cogió de la mano como
una adolescente asustada creí derretirme allí mismo.
Era evidente que nuestras amigas eran conscientes de nuestros avances, pero ninguna decíamos
nada, porque ni entre nosotras lo hablábamos. No era necesario… una mirada, un gesto, un roce…
Cuando nos besamos en la puerta de su casa tras la operación de Adam… ahí supe que se sentía como
yo.
Mientras succionaba suavemente mi lengua con sus labios y acariciaba el comienzo de mi cintura
bajo mi blusa con sus manos levemente callosas por el trabajo, pero increíblemente gentiles en su
toque. Gimió cuando mordí y estiré un poco su labio inferior antes de separarnos y me creí morir al
escuchar ese sonido.
Nadie nunca me había vuelto tan loca con un simple gemido, ni siquiera Juls, que había sido de lejos
la mejor amante que había tenido en mi vida. Pero nunca la quise más que como amiga y viendo ahora a
Sarah mirarme con esos ojos oscuros que gritaban deseo y amor a partes iguales comprendí que
cuando había autentica emoción todo mejoraba, subía a otro nivel.
Hicimos un esfuerzo por seguir poco a poco pese a las ansias cada vez más patentes en nuestro
contacto. Valía la pena esperar, aunque yo me convirtiera en fuego líquido cada vez que me rozaba.
Habíamos visto a Liz y a Juls precipitarse la una contra la otra como dos trenes sin maquinista
(porque mucho decir que irían despacio y en nada estaban en plan conejas) y por eso ahora teníamos
que ser el pañuelo de lágrimas de ambas.
No soy un mal bicho, no me malentendáis. En mi interior comprendía a la rubia, pero ver a mi mejor
amiga destrozada por sus inseguridades me impedía tener un buen trato hacia ella. Y eso me
carcomía, porque yo no soy así, no soporto tratar fríamente a alguien a quien en realidad aprecio.
Sarah me entendía y no me lo recriminaba, ella misma admitía que en mi lugar seria infinitamente
más brusca.
Llevábamos semanas con el culebrón, solo hablábamos de ellas, sobre cómo podríamos ayudarlas… Si
Juls hiciera esto, si Liz dijera lo otro… A veces ser mejores amigas era un trabajo que debería estar
remunerado, solía decir Sarah y la verdad es que tenía razón.
Estábamos en mi piso, bebiendo cerveza en el sofá del despacho con Pat tumbado a nuestros pies y
debatiendo por enésima vez que hacer con esas dos “reinas del drama” que teníamos por amigas.
-Es que si Liz no fuera tan jodidamente mula con sus sentimientos, tan hermética… Te juro que a
veces me dan ganas de estrangularla -me explicó.
-Bueno, ¡vale ya! -exclamé ofuscada dejando mi cerveza sobre la mesilla.
Me miró confusa y no puede evitar sonreír de forma perversa. Me deslicé por el sofá hasta
sentarme a horcajadas en su regazo.
-¿Y si dejamos a esas dos fuera por un rato? -pregunté sugerente acercando mi boca a la suya pero
sin tocarla.
Quería que ella diera el paso, lo necesitaba… que ella lo deseara tanto como yo. Y como tenía por
costumbre no me decepcionó. Cerró la distancia dándome un profundo y cálido beso que me hizo
suspirar de placer.
Había algo en su forma de besar que me hacía perder la cabeza. Sus labios eran gruesos y gentiles y
su lengua prodigiosa. El más sencillo beso se convertía en algo arrolladoramente sensual y su
costumbre de sonreír contra mis labios acabaría con mi cordura.
Enterré mis manos en su nuca e inconscientemente deshice su coleta. Adoraba su pelo suave y
oscuro. Clavó sus manos en mi cintura bajo la blusa, arañando dulcemente mis costados haciéndome
gemir en su boca.
Parecía que esta vez íbamos a dar el paso, pero para asegurarme hice un avance que aún no había
intentado: acaricié uno de sus pechos sobre la camiseta. Una de las cosas que me traían por el camino
de la amargura era que no había podido evitar fijarme en que casi nunca llevaba sujetador y esta vez
no era diferente.
Me dejó seguir mientras sus besos se volvían más violentos y mordía mis labios para luego pasar su
lengua sobre ellos y calmarlos. Llevé mi otra mano al pecho que aún no había atendido mientras ella
me sujetaba con fuerza aprovechando para acariciar mi trasero. Noté algo duro bajo mi palma y con
esfuerzo separé nuestras bocas.
-¿Eso es un piercing? -pregunté sin dejar de acariciarla.
-Sip.
-¡Dios! ¡Me vas a matar, Sarah! -exclamé para bajar en picado a su boca de nuevo y meter mi mano
bajo su camiseta para sentir esa maravilla sin tela de por medio.
Casi grito del susto cuando se levantó cargándome como si fuera peso pluma y enrollé mis piernas a
su cintura para no caerme mientras ella clavaba sus uñas en mi culo de una forma increíblemente
placentera.
-No pienso hacerlo la primera vez en el sofá y menos con tu perro mirando -afirmó llevándome en
volandas al dormitorio y cerrando la puerta de un talonazo mientras yo me reía en el hueco de su
cuello.
Se dejó caer en la cama conmigo aún bajo su cuerpo, pero lo hizo con tal delicadeza que no me hice
daño. Empezó a dejar húmedos beso en mi cuello mientras frotaba lentamente sus caderas contra las
mías consiguiendo que tuviera que clavar las uñas en su espalda. Al final no aguanté más y tuve que
tirar para quitarle la camiseta. Me ayudó apartando un poco su cuerpo del mío y en pocos segundos la
tuve desnuda de cintura para arriba.
Su piel morena casi refulgía a la luz de las farolas que entraba por la ventana. Tenía los abdominales
un poco marcados, lo justo para no dejar de resultar jodidamente femenina. Varios tatuajes de
estilo tribal adornaban las caderas y el piercing del pezón era un punto brillante del que no podía
apartar la mirada. Perforaciones, tatuajes… aquellas cosas me enloquecían y más aún en ella.
Cuando iba a volver a inclinarse sobre mí la frené y llevé mi boca a aquella pequeña joya, lamiéndola
y tirando de ella con mis dientes con suavidad mientras pasaba mis manos por sus caderas y su zona
lumbar, a veces dejando que mis uñas rasparan levemente su piel.
Empezó a gemir y noté sus manos en mi espalda para unos segundos después escuchar el sonido de
algo que se rasgaba. Con otra persona me hubiera cabreado por romperme una blusa de seda de
Tommy Hilfiger… que lo hiciera ella había subido un par de grados mi temperatura corporal.
De un empujón me hizo caer hacia atrás y quedar tumbada con ella entre mis piernas. La vi sonreír
mientras se deshacía de los jirones que habían quedado de mi blusa e inclinó la cabeza para besar lo
que el sujetador dejaba ver de mis pechos mientras llevaba una mano a mi espalda para
desabrocharlo. La ayudé arqueándome y a toda velocidad no solo se deshizo de él, sino que besaba mi
ombligo con sus manos en el borde de mis leggins empezando a bajarlos junto con mi tanga. Sus
movimientos eran rápidos y precisos y en nada estaba completamente desnuda.
-Quítate los pantalones -pedí pasando mi mano sobre sus abdominales.
-A sus órdenes, señorita Black -dijo con una de sus sonrisas gamberras poniéndose en pie y dejando
que sus pantalones cayeran al suelo en cuanto se soltó el cinturón.
-Las braguitas… -rogué mientras inconscientemente deslizaba una mano por mi muslo hacia mi
centro. Estaba ardiendo y me costaba controlarme.
Me miró con esos enormes ojos castaños siguiendo el trayecto de mi mano y los vi oscurecerse aún
más. Parecía que le gustaba la idea de verme tocarme… apuntado para el futuro. Pero ahora
necesitaba que me tocara ella y pareció leerme la mente porque se quitó la ropa interior a toda
velocidad y saltó a la cama cayendo sobre mí con un beso abrasador mientras sus manos se perdían
en mis pechos.
Esa leve callosidad en sus manos estaba convirtiendo aquella experiencia en un delirio total,
haciendo que mis terminaciones nerviosas reaccionaran a su toque como nunca antes lo habían hecho.
-¿Juntas? -preguntó entre jadeos separándose un poco de mis labios y asentí encantada en cuanto
comprendí lo que quería.
Bajó su mano a mi clítoris y yo la imité. Estaba tan mojada que mi mano resbalaba y eso me hizo
gemir admirada. Aumentamos la velocidad de nuestros movimientos a la vez sin dejar de besarnos
con furia y cuando sentí que entraba en mi grité. Me recompuse de inmediato e hice lo mismo
marcando un ritmo arrasador que ella imitó haciendo que no fuéramos capaces ni de besarnos, solo
gemir y gritar junto a la boca de la otra.
Miré a sus ojos cuando sentí que iba a explotar y al ver que me devolvía la mirada con los ojos
empañados por el placer no pude controlarme más. Todo mi cuerpo se tensó hasta que pensé que
colapsaría y lo hizo aún más cuando noté que a ella le ocurría lo mismo.
Gritamos juntas haciendo un enorme esfuerzo por no dejar de mirarnos y a los pocos segundos nos
desplomamos al dejarlo ir con nuestros cuerpos temblorosos y sudados.
-Jennifer -la escuché susurrar desde el hueco de mi cuello-. Si no te hubiera querido ya antes de
esto hubiera caído enamorada de ti en este mismo momento.
-Te quiero, Sarah -dije con el corazón encogido de felicidad.
Alzó la cabeza para mirarme sonriente y las mejillas adorablemente rojizas por el esfuerzo. Iba a
decir algo cuando escuchamos como el timbre de la puerta sonaba una y otra vez intercalado con un
incesante aporreo. Nos miramos desconcertadas… ¡Mierda! ¡Que poco oportuna es la gente!
Capítulo 32
Liz
Verla marcharse en su moto con Jennifer hizo que mi furia y mi indignación desaparecieran
quedando solo las lágrimas que empezaron a saltar de mis ojos como si alguien hubiera abierto un
grifo. ¿Qué acababa de hacer? Había roto a una buena chica con mis miedos e inseguridades, porque
cuando vi sus ojos antes de irse eso es lo que vi: a alguien roto.
Juls Drake: playgirl, multimillonaria, dueña de un imperio empresarial, generosa como pocas, payasa
amateur, excepcional amante, amiga fiel… rota con unas palabras de Liz Cohen… Algo en el universo
iba realmente mal para que el destino permitiera que algo así sucediera. Y yo había sido la mano
ejecutora. Tenía razón, me lo había dado todo, claro que ella no sabía que yo no lo merecía, porque yo
también estaba rota. El suicidio de mi padre estropeó algo en mi mente que me convirtió en una
retrasada emocional.
-¿Liz? -dijo Sarah a mi espalda asustándome-. Vamos, te acompaño a casa.
Caminamos en silencio, cuarenta y ocho manzanas en silencio… y es que con ese silencio Sarah me lo
estaba diciendo todo. Ella me gritaba y reñía cuando hacía algo mal y me apoyaba y felicitaba cuando
lo hacía bien. Ese silencio solo significaba que ella, que no se callaba ni debajo del agua y siempre
tenía una opinión sobre todo no sabía que decir. Pero es que yo tampoco sabía. Tenía la sensación de
haber hablado lo suficiente para el resto de mi vida, haberla cagado lo suficiente para el resto de mi
vida…
-No ha estado bien, Liz -dijo cuando nos vimos frente a mi portal.
-Lo sé.
-Entonces ¿por qué lo has hecho?
Me encogí de hombros.
-En fin, en última instancia acabas de hacerte más daño a ti misma de lo que le hayas hecho a ella -
afirmó.
-¿Tú crees? -pregunté dudosa.
-Oh, no dudo de que ella lo va a pasar muy mal, pero cuando tú seas plenamente consciente de lo que
acaba de pasar, de lo sola que te sentirás, de lo mucho que la querías y de que la has echado de tu
lado pasarás por un auténtico infierno -dijo como quien cuenta lo que ha comido ese día-. Y yo estaré
ahí contigo para pasarlo, porque aunque seas idiota eres “mi idiota” -añadió apretándome fuerte el
brazo.
-Gracias Sari.
-Te veo mañana en el trabajo, rubia -se despidió caminando calle arriba hasta perderse de mi vista.
Ya en casa, mientras acariciaba distraídamente a Gómez, intenté contestar con palabras a la
pregunta de Sarah: ¿Por qué lo había hecho? Pensé en ese fin de semana, llamando a su teléfono una
y otra vez tras esa discusión por mensajes, abrir el lunes la página de noticias que solía consultar y
ver sus fotos bebiendo divertida al lado de una despampanante morena, saber que había quedado con
Jennifer en el West esa tarde y a mí no me había dicho nada y luego ver a Janet sobre ella… ¡Vale!
Estaba tan encabronada que había sido incapaz de refrenar mi lengua y decir unas cuantas burradas.
Los celos eran malos consejeros, eso le podía pasar a cualquiera. En realidad, dudaba mucho que Juls
hubiera sido tan imbécil como para hacer algo con otra y que la pillaran… ¿Qué digo? No creía
realmente que me hubiera sido infiel.
Entonces ¿por qué me había escudado en esa mentira? Porque ella tenía razón: era una excusa. La
excusa perfecta para no gritarle que me aterrorizaba quererla, porque algo grabado a fuego en mi
cabeza me decía que nunca podría acabar bien. Y así empezó el infierno que Sarah había predicho…
Al día siguiente, en el trabajo, sentada leyendo informes sin lograr concentrarme debido a que no
había pegado ojo, afronté el primer círculo de él, que llevaba el nombre de Jennifer. Entró en mi
despacho rígida, sin acercarse a darme el abrazo con el que me saludaba cada mañana, solo dándome
los buenos días y sentándose frente a mí.
-Jennifer, yo…
-Mira Liz, dejemos esto claro rápidamente. Trabajamos juntas, estoy enamorada de tu mejor amiga
y, aunque no te lo merezcas, te aprecio. Simplemente sigamos como siempre, pero no me nombres a
Juls bajo ninguna circunstancia, porque se me olvidará todo eso y te daré una paliza ¿de acuerdo? -
dijo con tono helado mirándome con esos ojos grises que taladraban.
-Vale, lo veo lógico -contesté con tristeza.
Seguí instruyéndola sobre los distintos temas médicos con los que yo lidiaba cada día, pero ya no
había un ambiente de amistad, ya no bromeaba cuando aparecía algún término extremadamente largo
y complicado, no me dijo que fuera a almorzar con ella… Con Juls había perdido también a Jennifer.
Segundo círculo. Cuando salí a ponerme un café de la máquina Lauren me preguntó si estaba bien,
Trevor me miró con pena, Anne me dijo que si necesitaba hablar allí estaba ella… todos lo sabían sin
que yo hubiera dicho nada. ¿Habían sumado 2 y 2? ¿Portadas de revista de Juls con otra mujer,
tirantez entre Jennifer y yo y mi cara de zombie insomne los habían alertado? ¿O es que Sarah
había vuelto a ser una bocachancla? No me importaba, la verdad. Ahora todos conocían mi vergüenza,
algunos sentían pena por mí, otros pensarían que era una perra… eran sus miradas las que me
molestaban. Toda la vida intentando pasar desapercibida y ahora no dejaban de observarme por mi
romance fallido. Deseé que pillaran al casadísimo jefe de laboratorio por fin follando con la
secretaria de administración de la segunda planta para que su atención se apartara de mí.
Pasaron cuatro días para que alcanzara el tercer círculo. También tenía nombre: Adam. Por fin
volvió a casa, aunque aún debía estar en cama la mayoría del tiempo. Fui a verlo cuando salí de
trabajar y tras hablar un rato con Leah y Nick, que hicieron grandes esfuerzos por no fijarse en mis
cada vez más marcadas ojeras, entré en la habitación del rubio.
-¡Hola monstruito! -dije tras abrazarlo-. No sabía que tuvieras móvil -comenté al verlo con uno en la
mano.
-Me lo regaló J para que pudiera hablar con Juls -dijo haciendo que sintiera una fuerte punzada en
mi pecho.
-¡Ah! Muy bien -afirmé sin mucho más que decir.
-Ella no me ha dicho lo que ha pasado -dijo mirándome fijamente-. ¿Me lo dirás tú?
-Que la cagué, Adam -confesé tras unos momentos.
-¿Y no puedes pedir perdón?
-Cuando seas más mayor aprenderás que no todo se arregla así -dije acariciándole el pelo.
-He visto bastantes veces pelear a mis padres para saber que mejor no me meto cuando los adultos
tenéis peleas de pareja -dijo haciéndome reír.
-Es una postura muy sabia, peque.
-Pero yo creo que pedir perdón siempre es bueno -añadió.
Sus palabras me mandaron de una patada al cuarto círculo: la culpa. Me apretaba el estómago
quitándome el apetito casi por completo, volvía mis noches infinitamente más largas, me tenía con un
nudo constante en la garganta y mi cabeza solo repetía una y otra vez: ¿Qué has hecho? Aquello era
peor que cualquier enfermedad que hubiera pasado en mi vida, un dolor punzante que nunca me
abandonaba.
Semana y media ya desde aquella tarde en el West. Iba a ver a Adam un par de veces por semana
tras el trabajo. Ya caminaba despacio por casa. Sarah cenaba conmigo otro par de noches y
hablábamos y bromeábamos frente a la tele como siempre habíamos hecho, solo que ya no parecía
auténtico. Mis risas eran falsas y ella observaba de reojo mi plato de cena sin tocar y evitaba
hablarme de cómo le iba con Jennifer. Mi madre me llamaba y cada vez que preguntaba por Juls yo
fingía algo importante que hacer para cortar la llamada. En el trabajo, Jennifer seguía con esa
actitud distante hacia mí, solo que con el paso de los días el ambiente se volvía más y más frío y más
de una vez vi auténtica furia en sus ojos al mirarme. Así llegué al quinto círculo, donde me
encontraba sola, aunque estuviera rodeada de gente.
Solo tenía que dar un pasito para el sexto círculo: admitir que la soledad era fruto de no estar con
ella. Y la añoranza me invadió. A cada paso que daba algo me la recordaba: ver una moto, la chupa que
me había regalado colgando de mi perchero, una simple revista de cotilleos, las librerías antiguas, su
olor en mi almohada por mucho que cambiara las sábanas, la propia cama donde me había hecho morir
y renacer tantas veces… Hasta me empezó a parecer verla por la calle, aunque nunca era ella.
La tristeza vino en séptimo lugar y parecía que jamás se marcharía. Lloraba hasta que el sueño me
vencía por puro agotamiento físico. Luego las pesadillas me despertaban y todo volvía a empezar. Más
de una vez en el trabajo tuve que disculparme para ir al baño al notar que las lágrimas volvían a
agolparse y salía casi corriendo a lavarme la cara con los ojos de Jennifer clavados en mi nuca con
gesto adusto.
Con el octavo círculo llegué a la desesperación. No rendía en mi trabajo, cosa que jamás en mi vida
me había pasado antes. Mis amigas ya no lo eran, al menos yo no las sentía como tal. No sabía con
quién hablar. Me había convertido en un deshecho, la sombra de lo que era. Y no veía como salir de
ahí.
Hicieron falta tres semanas más para llegar al final de mi viaje. El noveno círculo: la aceptación.
Había perdido a una mujer a la que amaba con cada fibra de mi ser. Mientras veía tirada en el sofá
“El lado bueno de las cosas”, la película favorita de Juls, la certeza de que debía afrontar mis miedos
me golpeó con fuerza. Era muy probable que la hubiera perdido para siempre, pero no me iría en
silencio. ¿Cómo era aquello que me dijo que le había enseñado George? ¡Ah sí! Que en la vida todo
consistía en “luchar o volar”. Y yo por una vez iba a luchar.
Pero necesitaba ayuda para arreglar mi mente trastocada, una ligera patada en el culo, por así
decirlo. Nunca habíamos hablado sobre ello, obviándolo ambas como si jamás hubiera pasado, pero
ahora tenía que ocurrir. Para que yo pudiera enfrentar a Juls debía ir a Jersey, a casa de mi madre.
Llamé para asegurarme de que estuviera al día siguiente en casa, pedí a Anne que me dejara salir
antes del trabajo a lo que contestó con un simple “lárgate ya” y a las 4 de la tarde del tercer viernes
de febrero estaba frente a la casa en la que me crie y a los pocos minutos en el sofá del salón
mientras mi madre me servía té.
-Estás horrible, Liz. ¿Hace cuánto que no comes? Tengo unas pastas que…
-Siéntate mama, necesito hablar contigo -dije haciéndole señas para que se sentara a mi lado.
-¿Qué pasa, hija? -preguntó con cara de preocupación.
-¿Sabes? Siempre he tenido esta idea, una idea que nunca se me va de la cabeza, que me ha
impedido crecer en ciertos aspectos -empecé a explicar mientras ella me miraba confundida-. La
idea de que si me permitía amar a alguien eso me haría daño e incluso acabaría conmigo.
-Pero Liz… ¿eso por qué? No entiendo… -se quedó en silencio unos momentos para comprender de
golpe-. Es por tu padre.
-Sí mamá. Me aterra acabar como él -dije con la voz rota.
-Eras tan joven… esto es culpa mía, debí pensar que, aunque estuvieras en la universidad, no eras
más que una adolescente de 15 años. A esas edades todo afecta a niveles que no podemos llegar a
comprender, se queda grabado. Debí obligarte a ir a un psicólogo -dijo afligida-. Pero parecía que
estabas bien, tan fuerte…
-No. No te reprocho nada, mamá, y no te culpo -afirmé cogiéndole las manos entre las mías-. Es solo
que esa idea me ha hecho perder a Juls y no sé qué hacer.
-Liz, tu padre sabes que lo llevó muy mal cuando lo despidieron. Estoy segura de que cayó en una
depresión clínica, pero se negó a que nadie lo ayudara. Ya te dije que al poco de irte a la universidad
empezó a beber mucho -asentí-. Había veces que volvía tan borracho y agresivo que empecé a
asustarme, por eso le pedí el divorcio. Temía por mí, pero también por ti cuando volvieras. Él lo tomó
como que yo ya no lo quería y embotado por el alcohol y la enfermedad se suicidó -contó dejando que
alguna lágrima se le escapara-. Pero te juro que nunca dejé de amarlo. No debes dejar que esta
historia sea la barrera que te separe del mundo, hija. ¿Tú quieres a Juls?
-Más de lo que creía posible -afirmé pasándome la mano bajo la nariz-. ¡Pero la he cagado tanto,
mamá!
-Pues ve a buscarla y cuéntale lo que te atormenta, pídele perdón, dile lo que sientes. No tengas
miedo de que la historia se repita porque tú no eres tu padre. Y si aun así no la recuperas significará
que no estaba destinado a suceder, pero tú tendrás la conciencia limpia sabiendo que has hecho todo
lo posible.
-Gracias mamá -dije besándole la mejilla para levantarme y marcharme.
-Liz -me llamó cuando ya casi alcanzaba la puerta-. Puede que en sus últimos meses tu padre no
estuviera muy lúcido, pero era un buen hombre que nos quiso hasta el final.
-Lo sé -dije sonriéndole.
Cogí el metro de vuelta a Manhattan y paré cerca de casa de Juls. El portero me informó de que
hacía un mes y medio o más que la señorita Drake no estaba. Cogí un taxi hasta el Upper East Side y
tras subir los tres pisos a la carrera colándome cuando un vecino salió, empecé a aporrear la puerta
de Jennifer.
-Pero qué… ¿Qué haces aquí, Liz? -me preguntó sorprendida al abrirme abrochándose un batín.
-¿Dónde está Juls? -pregunté entrando en el piso y medio arrollándola.
-¿Para qué quieres saberlo? -preguntó con cara de desafío.
-Quiero hacer las cosas bien, Jen -dije llamándola por aquel diminutivo por primera vez desde hacía
semanas-. Explicarle por qué hice lo que hice, disculparme, recuperarla…
-A buenas horas -bufó enfadada.
-No seas tan gruñona, cariño. Dile donde está -dijo Sarah apareciendo de repente en la habitación
con una camiseta que le venía demasiado corta y unas braguitas.
No pude evitar alzar una ceja, sobre todo cuando observé mejor a Jennifer y vi que parecía
desnuda bajo el batín. Se quedó pensativa mirando por la ventana.
-Vamos J… Mira qué carita de perrillo apaleado tiene -soltó Sari haciendo que Jennifer me mirara.
-Más te vale arreglar las cosas, Cohen, o te meteré la puntera de mis botas de piel italianas por el
culo hasta que la boca te sepa a cuero -amenazó al fin.
-Lo voy a intentar, te lo prometo -acepté intentando no reírme por ese comentario tan bestia.
-Tiene una cabaña en Wolf Creek, un bosque al pie de los Apalaches -explicó-. Te daré la dirección.
-Genial -exclamé-. Pero ¿cómo voy? ¿Hay algún autobús hasta allí? -pregunté.
-Te dejaría mi coche, rubia, pero sabes que solo yo logro arrancarlo -dijo Sarah.
Jennifer se fue y volvió al momento entregándome un juego de llaves.
-Mi deportivo está en el parking. La dirección de la cabaña es la séptima memorizada en el GPS.
Sabrás conducir ¿no?
-El carné lo tiene, al menos -comentó Sari con cachondeo.
-Me las apañaré -afirmé sonriente inclinándome a besarle la mejilla rápidamente y me dirigí a la
puerta.
-¡Ve a por la chica, Lizzie! -gritó Sarah.
-¡A mi coche ni un rasguño, Cohen! -escuché gritar a Jennifer cuando ya cerraba.
Localicé el deportivo enseguida, me subí y… ¿ahora qué? No conducía desde que me saqué el carné y
de eso hacía ya 8 años. A ver… la llave al contacto y giro, el motor arranca… quito el coche de punto
muerto, ¡joder! exclamé cuando tuve que pisar el freno al ver que el coche se iba por ahí solo. Poco a
poco le fui pillando el truco y di un par de vueltas por el parking para asegurarme. Me costó un rato
entender cómo funcionaba el GPS, pero cuando lo conseguí una amable voz de chica empezó a
decirme lo que tenía que hacer.
Qué fácil, no entiendo porque la gente se quejaba tanto de estos chismes. Lo entendí dos horas
después, cuando siguiendo sus órdenes me metí en una calle cerrada por obras antes de abandonar
Manhattan y ya en carretera me hizo meterme en una urbanización y dar 5 vueltas a la misma
rotonda. Menos mal que ya había aprendido a no hacerle demasiado caso cuando me vi en una
espantosa carretera de montaña en plena noche, porque fijo que ese trasto infernal hubiera
ordenado que me despeñara.
Se suponía que el viaje duraba unas seis horas, yo tardé ocho en aparcar frente a una cabaña de
troncos que, pese a ser las 2 de la mañana, estaba iluminada. Tal como salí del coche el frío me
golpeó haciéndome tiritar y más fuerte me golpearon los ojos verdes que aparecieron en el umbral
de la puerta.
-¿Qué coño haces aquí? -preguntó con esa voz que yo había extrañado tanto.
-Necesitaba hablar contigo -dije con voz clara pese al castañeo de mis dientes.
-Ya dijiste todo lo que tenías que decir -afirmó.
-No Juls, por favor… estas semanas me he dado cuenta de muchas cosas. Necesito que me escuches
-supliqué.
La vi pensar durante unos momentos.
-Habla -dijo al fin.
Parecía que me iba a tocar dar el discurso en el que llevaba pensando todo el viaje helada en la
nieve.
-Tenías razón -empecé-. Usé lo de las revistas y lo de Janet como excusa para no admitir que me
daba pánico estar contigo. Lo único que puedo decir en mi defensa es que estaba cabreada y no medí
mis palabras. Pero lo que he venido a explicarte es por qué tengo tanto miedo a quererte.
Me miró esperando a que continuara.
-Mi padre era un gran hombre. Un ingeniero de estructuras muy respetado, su familia y su trabajo
lo eran todo para él. Un año antes de irme yo a la facultad un puente que él había supervisado casi se
vino abajo con gente en él. Las investigaciones demostraron que no había sido culpa suya sino que la
constructora racaneó con los materiales, pero su nombre quedó marcado por no haberse dado
cuenta. Lo despidieron y ninguna empresa se avino a darle trabajo. Se hundió por completo, se
deprimió durante meses. Empezó a beber y su actitud asustó a mi madre que lo echó de casa y le
pidió el divorcio. Poco antes de volver yo de vacaciones de verano entre mi primer y segundo año se
pegó un tiro en la cabeza en un motel de mala muerte.
Vi su gesto sorprendido.
-Algo en mi cabeza se formó la idea de que el amor era peligroso, porque a ojos de mi padre mi
madre lo había dejado de querer y eso lo llevó a suicidarse. Ahora entiendo que él no estaba muy
cuerdo en ese momento, pero el pensamiento de que querer a alguien me hará daño me ha perseguido
toda mi vida. Por eso me daba tanto miedo quererte. Pero lo cierto es que te quiero y veo ahora que
lo que siento por ti es más fuerte que cualquier miedo. Lo siento, Juls. Siento no haber valorado lo
que era tenerte a mi lado, siento haber dejado que mi miedo pudiera con lo enamorada que estoy de
ti -terminé.
Me miró en silencio durante varios minutos mientras yo seguía congelándome y mirándola fijamente.
-Entra -dijo al fin perdiéndose en el interior de la cabaña.
La seguí tiritando y frotándome los brazos. Cuando entré vi aquel acogedor salón de madera con una
enorme chimenea presidiéndolo y me acerqué para calentarme. La vi aparecer desde otra habitación
cargando un par de mantas y una almohada. Había adelgazado un poco y su piel parecía curtida por la
nieve, pero seguía igual de preciosa que la recordaba.
-Puedes dormir en el sofá. Tienes sopa en el cazo sobre los fogones que puedes calentar. El baño a
la derecha. Te dejo también ropa seca de abrigo -me informó dejando el montón sobre el sofá.
-Gracias, Juls -suspiré.
-Buenas noches -dijo sin más girándose y entrando en la habitación para cerrar la puerta tras ella.
Por supuesto que no iba a ponérmelo fácil, pensé antes de empezar a cambiarme.
Capítulo 33
Juls
Había perdido la cuenta de los días que llevaba en la montaña, pero no me importaba demasiado. Las
llamadas con Jennifer y con Adam eran todo el contacto que quería mantener con el mundo. Ella me
contaba cómo le iba en el trabajo, como avanzaba su relación con Sarah, me pedía que la dejara
visitarme y evitaba nombrar a cierta rubia. Adam por su parte me hablaba de cómo se encontraba,
de videojuegos, de comics y de todo lo que pensaba hacer cuando estuviera plenamente recuperado.
Yo le contaba cómo era vivir en el bosque nevado y los animales que veía de vez en cuando. El sí me
mencionaba a Liz, pero no podía enfadarme con él por eso. En su inocencia infantil me instaba a
perdonarla, aunque solo fuera para ser amigas y yo solo le contestaba que lo intentaría. A veces me
pedía que volviera y terminé explicando que a veces las personas necesitaban estar solas en un lugar
donde nadie las encontrara y ahí bautizó mi cabaña como “La fortaleza de la soledad” en honor a
Superman y Supergirl. Me hizo tanta gracia que me prometí a mí misma poner una placa con ese
nombre en la entrada.
Por el resto, salía cada mañana con mi arco a recorrer el bosque, sin suerte, como de costumbre.
Solo el pavo infernal se metía en mi camino, pero había decidido dejar de intentar cazarlo, era una
causa perdida.
Algunas tardes pescaba y luego cenaba deliciosas truchas a la parrilla. Fui un par de veces al pueblo
a por suministros… pero sobre todo paseaba por el bosque con el frío congelando mis lágrimas.
Internamente pedía que hiciera lo mismo con mi corazón, para no volver a sentir el dolor que sentía
cada día. Intentaba no pensar en ella, de verdad, pero Liz se había convertido en el “elefante rosa”
que me perseguía. Cada buen momento con ella que recordaba volvía a sacar mis lágrimas y la última
tarde que la vi me enfurecía y me hacía hacerme promesas a mí misma sobre nunca volver a amar, ser
como el hielo, guardar mi corazón en una caja fuerte de imposible apertura y láseres rodeándola…
bla, bla, bla… Ya sabéis, todas esas promesas que haces cuando te rompen el corazón y que incumples
a la primera de cambio.
Dormir no era fácil, ya comenté lo adicta que me había hecho a abrazarla y dormir sin hacerlo se me
hacía difícil. Comía sin ganas, pero sabía que el frío y mis caminatas podían darme un susto en
cualquier momento, así que me obligaba a mantenerme fuerte. Leía hasta la madrugada junto a la
chimenea y en esos momentos encontraba algo de paz.
En uno de esos momentos me encontraba cuando escuché con claridad el motor del coche de
Jennifer (había aprendido a reconocerlo con los años). Pensé que se había hartado de que le dijera
que no viniera y había optado por hacerlo de todas formas, aunque la hora era algo extraña. Cuando
escuché la puerta del coche cerrarse salí para tener que agarrarme al marco de mi puerta por la
sorpresa. Tiritaba entre la nieve con la melena rubia suelta y mirándome como un cachorrito
suplicante.
Iba a matar a la enana de los cojones que tenía por mejor amiga. No solo le había desvelado mi
paradero, sino que hasta le había prestado su deportivo.
Al final acepté escucharla. Su historia no solo me conmovió si no que me hizo entenderla. Liz había
abierto las compuertas y me había dejado otear en su interior. Y decía que me quería… pero ¿era eso
suficiente? No sabía si era capaz de perdonarla. Aun así, no iba a dejarla morir de frío en la nieve y
la dejé entrar para que pudiera pasar la noche en el sofá.
Pasé la noche en vela, intentando descubrir si mis sentimientos hacia ella aún eran lo bastante
fuertes, si podía olvidar este tiempo de sufrimiento… Cuando amaneció decidí que hablaría con ella
para poder responder a todo esto, porque yo sola no me veía capaz.
Me vestí en silencio y salí al salón. Dormía plácidamente, con sus rasgos relajados haciéndola
parecer más joven. La noche anterior no me había fijado en lo mucho que había adelgazado, en los
profundos surcos bajo sus ojos… Esto tampoco estaba siendo un camino de rosas para ella. Cogí el
arco y el carcaj para salir sin hacer ruido y caminé hacia el bosque con el corazón encogido y
sabiendo que ella ya me había cazado, que la perdonaba, que la seguía queriendo… pero debía esperar
un poco para abalanzarme sobre ella, que se lo currara un pelín más, pensé con malicia.
Cuando llevaba media hora caminando divisé al pavo… Interesante metáfora. Si lo cazaba
¿significaría eso que cazaba de una vez por todas a la chica? ¿o debía dejarlo escapar como
simbolismo de que era ella la que debía venir a mí? ¿Me estaba poniendo el destino una elección
delante o es que ese condenado animal la había tomado conmigo? ¡A tomar por culo! ¡Cargué, tensé…
flechazo a un montón de nieve! Y el pavo escapaba de nuevo. El destino solo me estaba diciendo que
me aficionara a hacer calceta en lugar de a la caza. Recogí mi flecha y volví paseando a la cabaña. Me
encontré con Liz sentada en los escalones de entrada con una taza entre las manos.
-He hecho café -dijo con una sonrisa.
-Gracias -contesté dejando mi arma y entrando a toda velocidad a servirme uno para recuperar algo
de calor.
Al volver a salir la vi con mi arco en las manos examinándolo interesada.
-Así que sí que tenías arco… -comentó.
-Ya ves, aunque se me da de pena -admití.
Me senté a su lado y soplé mi café mientras miraba al infinito.
-No sé qué hacer contigo ¿sabes? -dije sin mirarla.
-¿Qué te dice el corazón que hagas? -preguntó.
-¿No sería mejor tomar la decisión con la cabeza? -pregunté de vuelta.
-La cabeza sirve para mucho, pero en temas de sentimientos falla bastante. Si no, mírame a mí -
añadió divertida y no pude reprimir una sonrisa.
Que se burlara de su propia trágica historia significaba que había aceptado del todo la situación. Yo
lo sabía bien. Mis chistes sobre padres a la brasa habían traumatizado a más de uno en cenas
familiares.
-Quiero besarte -confesé-. Quiero llevarte a mi cama y demostrarte lo mucho que te quiero.
-Entonces hazlo, por favor -jadeó cogiendo mi mano-. Porque es lo que yo quiero hacer contigo
también.
Me separé de ella y me levanté de golpe.
-¡Mierda Liz! Se supone que tengo que hacerme la dura ahora -exclamé ofuscada.
-Hazte la dura en la cama -dijo poniéndose frente a mí y apoyando su frente en la mía-. Volvamos a
empezar, Juls. Sabiéndolo todo de la otra, sin dudas…
-Me volverás loca -gemí para segundos después juntar nuestros labios.
Y sentí que había vuelto a casa mientras ella introducía dulcemente su lengua en mi boca. La empujé
hasta dentro de la cabaña y cuando seguí empujando hacia el dormitorio ella me frenó.
-Siempre he querido hacerlo frente a una chimenea.
-Nos falta la piel de oso -sonreí contra sus labios cambiando mi rumbo hacia el sofá.
-Sal y cázalo -suspiró metiendo sus manos bajo mi ropa y acariciando mi espalda.
-Con mi habilidad solo cazaría una pulmonía -afirmé enterrando la cabeza en su cuello para empezar
a mordérselo con fuerza como a ella le gustaba.
Le di el último empujón haciéndola caer sentada en el sofá y me arrodillé entre sus piernas para
seguir besándola y quitarle la ropa. No fui delicada y prácticamente se la arranqué, pero cuando
intentó hacer lo mismo conmigo la paré sujetando con fuerza sus muñecas.
-¡Quieta! No me toques hasta que te dé permiso -ordené antes de caer en picado sobre sus pechos y
empezar a castigar sus pezones con profundas succiones y mordiscos que luego calmaba con mi
lengua.
-Tanto tiempo en la montaña y te me has asilvestrado -dijo entre gemidos.
-¿No querías que fuera dura? -pregunté estirando de sus piernas para que su sexo quedara al borde
del asiento.
-¡Joder sí! -exclamó cuando me subí sus piernas a los hombros y enterré la cabeza en su
entrepierna.
Lamí su clítoris con dulzura mientras se mojaba más y más y la hice gritar cuando lo mordisqueé un
poco. Aparté sus manos de mí cuando se agarró de mi pelo y ella, ofuscada, clavó sus uñas en el sofá.
Seguí lamiendo y metí de golpe dos dedos en ella. Bombeé con fuerza sin dejar de mover mi lengua en
ella hasta que gritó mi nombre tensándose y arqueándose contra mí. Y supe que no permitiría que
volviera a gritar otro nombre que no fuese el mío en sus orgasmos nunca más. Bajé sus piernas y
saqué la cabeza mirándola sonriente.
-Juls la salvaje -dijo entre jadeos haciéndome reír.
-¿Y? -pregunté apoyando la barbilla en su muslo.
-Que me toca a mí -afirmó con gesto de depredadora antes de dejarse caer sobre mí en el suelo.
La fui ayudando a desnudarse sin dejar de besarnos. Cogió un ritmo lento y lánguido deslizando su
lengua y dejando besos por todo mi cuerpo mientras yo me retorcía impaciente. Pero no aceleró.
Volvió a besarme en la boca con calma para empezar a acariciar mi centro con su mano con
movimientos firmes y certeros que me hicieron gemir en su boca. Metió un dedo y luego otro
mientras con el pulgar no dejaba de frotar mi clítoris.
-Juls, mírame -ordenó separándose para que pudiera ver sus ojos azules brillar como nunca-. Te
quiero y no volveré a dejar que mis miedos nos separen -afirmó haciendo que mis ojos se llenaran de
lágrimas.
La creí. Curvó sus dedos en mi interior encontrando el punto exacto y yo ya solo pude gritar de
placer mientras mis lágrimas caían. Minutos después me abracé a ella cuando el orgasmo me golpeó
con una fuerza brutal.
-Yo también te quiero, Liz -susurré en su oído intentando recuperar el aliento.
Me estiré hacia el sofá sin dejar de abrazar su cuerpo y nos cubrí con la manta que solía tener allí.
Nos miramos mucho rato sin dejar de acariciarnos y darnos suaves besos. Nunca me habían mirado
como ella lo hacía en aquel momento y tuve la certeza de que lucharía contra sus miedos por mí. Eso
no haría que la relación fuese fácil, las dos cargábamos con mucho a la espalda, pero parecía que
compartiríamos el peso.
-No iremos a convertirnos en una pareja de ñoñas, ¿verdad? -preguntó de pronto haciéndome reír.
-Ni de coña. Jennifer y Sarah nos matarían -afirmé.
-¡Oh por Dios! No te lo he contado -exclamó medio incorporándose-. Cuando fui a casa de J para
sacarle dónde estabas vi a Sarah… solo con bragas y una camiseta que evidentemente no era suya -
explicó poniendo cara de espanto.
-¡Ya era hora! -exclamé-. Iban tan lentas que ya me veía que tenía que encerrarlas juntas en una
cuarto. Ahora podremos tener citas dobles.
-No sé yo… Jennifer ha estado a punto de asesinarme varias veces con sus miradas matadoras -
comentó.
-Se le pasará, nena. Es solo que me es muy leal. Si las cosas hubieran sido al revés Sarah me hubiera
dado una paliza -afirmé.
-No, hubiera construido una máquina que te la diera -aseguró entre risas.
Empezamos a besarnos con ganas otra vez y parecía que estábamos listas para otra ronda cuando
Liz alzó la cabeza extrañada.
-Ese ruido… ¿es un pavo?
Estallé en carcajadas mientras que ella me miraba confusa y cuando fue a hablar la frené
besándola. Ya le contaría esa historia más tarde.
Pasamos un día más en Wolf Creek, apenas sin salir de la cama excepto para alimentarnos y pasear
un rato por la orilla del rio. El domingo por la mañana me ayudó a cargar mis cosas en el Jeep.
-Con que no tenías coche ¿eh? -preguntó divertida.
-Entiéndeme, quería llevarte abrazadita en la moto -me justifiqué-. ¿Quieres que yo lleve el
deportivo? El Jeep es más fácil.
-No tranquila. Me he hecho con él. Además, si te sigo no tendré que activar al psicópata del GPS -
afirmó.
Si Jennifer hubiera visto a Liz conducir su bólido a 100 por hora como máximo le hubiera dado un
infarto, le hubiera gritado abuela, dominguera, que quitara el freno de mano y todas las
barbaridades que se le hubiera ocurrido.
Poca después de la hora de comer aparcamos frente al piso de mi enana.
-Su coche está en la puerta, señorita Black -escuché que decía Liz por el telefonillo.
En menos de un minuto la vi correr desde las escaleras para salir del portal a toda prisa.
Ingenuamente pensé que se aceleraba por saludarme, pero me arrolló para casi tirarse sobre el
deportivo.
-Mi pequeño… como te he echado de menos -exclamó-. Lo habrás tratado bien ¿no, rubia?
-Ni un rasguño -afirmó Liz dándole las llaves-. Aunque tu GPS es un psicópata…
-No me lo digas ¿intentó tirarte por un barranco? A mí siempre me lo hace.
-¡Eo! ¡Enana! Que estoy aquí, que hace más de un mes que no nos vemos -exclamé moviendo las manos
delante de su cara.
-¡Uy! ¡Hola Lett! -dijo abrazándome-. Ya sabes que mi coche va primero.
-Tremenda pareja tú y Romero: las dos queriendo más a las máquinas que a las personas -le devolví
el abrazo divertida.
-Y hablando del diablo… ¿Dónde está la loca de mi amiga? -preguntó Liz.
-Se ha ido hace un ratillo. Y antes de que lo preguntes: sí, hemos ido a darle de comer a tu gato
todos los días, pero esta me la debes. Odio la tartana de Mustang de Sari.
-Gracias por todo, Jen -dijo abrazándola.
-¡Ey! Menos sobeteo con mi novia, Black -advertí cuando vi que el abrazo duraba ya varios minutos.
-¿Tu novia? -preguntaron ambas a la vez.
-Sí… esto… es lo que somos… ¿no? -balbuceé.
-Claro que lo somos, cariño -dijo Liz acercándose y dándome un pico-. Solo quería ver cómo te ponías
nerviosa -añadió con una sonrisilla perversa.
-Malvada -susurré al besarla yo.
-Yo mejor me largo a meter el coche en el parking antes de que me suba la glucemia -soltó Jennifer
subiéndose al deportivo-. Te veo mañana en el curro, rubia -se despidió cerrando la puerta y dando
un acelerón de los suyos.
-Me ha perdonado… -dijo Liz emocionada.
-Mi enana es muy burra, pero tiene un corazón de oro -afirmé.
La llevé a su casa y me dejé liar para pasar la noche con ella. Estábamos cenando con la tv puesta sin
hacerle demasiado caso charlando de mil cosas.
-¿Sabes? He pensado mucho mientras estaba ahí arriba… -comenté.
-¿Sobre...?
-A parte de en ti sobre que debería tener alguna ocupación. Hacer algo con mi vida.
-¡Eso es genial, Juls! -exclamó.
-El caso es que no sé qué puedo hacer con la carrera de historia.
-Ser profesora, buscar algo en un museo, escribir novelas, dependienta de una macro tienda de
libros de esas que tiene en nómina a la mayoría de licenciados de letras como cajeros… -enumeró
haciéndome reír con la última posibilidad.
-No sé yo, nada de todo eso me convence.
-Cariño, eres Juls Drake -dijo con lo que yo la miré sin comprender-. Debes de ser de las pocas
personas del mundo que puede fabricarse el trabajo que quiera.
Y fue ese comentario el que me tuvo en vela toda la noche tras hacer un par de veces el amor y que
ella se quedara dormida, porque era cierto. Las posibilidades eran infinitas. Si el cielo era el límite
¿Qué iba a hacer yo con ese enorme margen de maniobra?
Por la mañana dejé a Liz en Drakecorp con un apasionado beso de despedida y me fui a casa para
darme una ducha y poner un par de lavadoras. También tuve que limpiar el polvo acumulado durante
todo el tiempo que no había estado allí. Cuando acabé cogí la moto y viendo que era ya cerca de la
hora de comer paré en un restaurante para hacer un pedido. Llegué a mi destino, llamé a la puerta y
me abrió la persona que menos esperaba ver ahí plantada.
-¡Juls! -gritó colgándose de mi cuello.
-¡Madre mía, Adam! Ya estás de pie -exclamé sorprendida devolviéndole el abrazo.
Me separé y lo miré detenidamente. Tenía buen color, un poco flacucho, pero nada preocupante y
era altísimo para su edad, me llegaba casi por el hombro.
-Eres muy alto -dije sorprendida.
-Ah claro. Que tú siempre me habías visto en la cama -se rio él.
-Yo creo que ha dado un estirón de estar tanto tumbado. Hola Juls -dijo Leah apareciendo en la
entrada y abrazándome también.
-Igual me asesinas, pero he traído la comida -dije mostrando una bolsa con un cubo enorme de pollo
Kentucky.
-¿Podemos, mamá? -preguntó Adam poniendo cara de “gato con botas” que yo me apresuré a imitar.
-¡Vaaale! -suspiró-. Dejaré lo que he hecho para comer para la cena. Pero hay que esperar a tu padre
-le advirtió al rubio llevándose el pollo a la cocina.
Mientras que esperábamos a que Nick llegara de trabajar Adam me explicó lo que hacía de
rehabilitación en el hospital cada mañana. Principalmente andar en una cinta, pasarse una pelota con
su monitor y algunos estiramientos. Leah me advirtió que el niño no hacía más que hacer amagos de
ponerse a correr y que si en algún momento lo veía tenía que frenarlo. Me dio pena la cara de
disgusto que él puso, recordaba la energía que se tenía a esas edades y este chico no había podido
jugar jamás como los demás. Debía estar desesperado, pero ir poco a poco era un mal necesario, no
fuera a estropearse todo lo conseguido. Nick llegó y comimos los cuatro entre bromas.
-Oye Juls -me llamó Nick cuando tomábamos el café-. Normalmente sacamos a Adam a dar un paseo
a estas horas. ¿Quieres hacerlo tú?
-Papá, no soy un perro -comentó el chico molesto haciéndome soltar una carcajada.
-¿Te portarás bien con Juls? -le preguntó Leah con clara preocupación.
-Tranquila Leah, la respeta más a ella que a nosotros. Así nos echamos una siesta -añadió Nick.
Salimos los dos bien abrigados y empezamos a pasear tranquilamente.
-Cuando dicen lo de la siesta es que van a tener sexo -soltó Adam haciéndome pararme de golpe.
-Pero… ¿tú eso como lo sabes?
-Tenía mal los pulmones, no los oídos Juls -dijo haciéndome reír mientras retomábamos el paseo-.
Además, he visto bastante “Juego de tronos” como para saber de qué va eso del sexo. Gente
desnuda y que grita mucho… ¡Qué asco!
-Ya te harás mayor, rubiales -dije pasándole un brazo sobre los hombros divertida y a la vez
preguntándome si esa serie era adecuada para él.
-Mira, esa es la casa de Amy -dijo cuando habíamos caminado un poco más señalándome una casita
blanca de dos pisos.
Vi que se abría la puerta y en cuanto reconocí a quien salía tiré de Adam para escondernos a ambos
detrás de un seto.
-¡Ostras! Amy tiene novio -susurró Adam poniéndose de puntillas para ver cómo se besaban y luego
él subirse al coche.
-A Liz le dará un infarto -comenté riéndome por lo bajo.
Volvimos a caminar en cuanto la puerta se cerró.
-Supongo que se ha arreglado lo tuyo con Liz ¿no? -preguntó curioso.
-Si, chaval. Oficialmente somos novias -respondí orgullosa.
-Genial. Iba a ser incómodo si no que vinierais las dos a mi cumpleaños y quería que estuvierais las
dos.
-¿Cuándo es? -pregunté interesada.
-En tres meses.
-¿Y qué vas a hacer?
-No sé… tarta, regalos… lo normal, supongo -dijo encogiéndose de hombros.
-Con tus amigos del cole, ¿no?
-No tengo muchos amigos -confesó algo triste-. Siempre se metían conmigo por no poder jugar con
ellos y llevar la bombona de oxígeno. Solo voy con un chico y una chica que prefieren la biblioteca y
los juegos de rol.
-Pues invítalos a ellos y los demás que se fastidien. Se perderán la fiesta del siglo -afirmé.
-¿Cómo?
-Se me ha ocurrido una idea -dije empezando a explicárselo y viendo como su sonrisa iba creciendo
por momentos.
Capítulo 34
Liz
¿Cómo llaman a esos momentos en los que alcanzas la absoluta felicidad? ¿Catarsis? Bueno, como
sea. Estaba viviendo una autentica catarsis. Había conseguido recuperar a Juls, apartar mis miedos,
dejar el pasado atrás. En cierto aspecto me parecía injusto que la vida no resultara completa si no
tenías a alguien a tu lado, pero algún “genio” nos había diseñado así. Y ahora me sentía completa con
esa mujer que me comprendía, me hacía reír, me cuidaba y me dejaba extasiada en la cama. Bastaba
con mirarla y tenía ganas de hacer bailecitos absurdos de felicidad, pero el cupo de eso estaba
ocupado por ella.
En el trabajo todo iba perfecto, Jennifer había vuelto a ser una gran amiga y cuando terminó su
aprendizaje conmigo hubiera sacado un diez si le hubiera puesto el examen con el que la amenacé.
Sarah se había enfrascado en la creación de un nuevo tipo de respirador que prometía muchísimo y
que fue diseñado con mi ayuda.
Anne y Jennifer dirigían la división con ilusión, con visión de futuro y apoyando cada proyecto
sensato que se les presentaba. Contrataron más personal, una nueva horda de jóvenes doctores,
ingenieros, químicos y diseñadores que llegaron con fuerza esgrimiendo nuevas y frescas ideas. Eso
incrementó enormemente mi trabajo, pero Lauren se convirtió en mi secretaria a tiempo completo,
ayudándome muchísimo y también pasando a ser una buena amiga. El AR1 se empezó a fabricar en
serie y casi no se daba abasto para satisfacer la demanda tras conseguir Anne que publicaran varios
artículos sobre él en respetadas revistas médicas. Uno de los momentos más incómodos de mi vida
fue cuando tuve que posar junto a Sarah y la mesa para la portada de una de ellas, pese a Juls y
Jennifer sugiriéndome poses sexys para hacerme reír. El fondo de ayuda médica que llevaba el
nombre de los padres de mi novia empezó a funcionar ganando mucha buena prensa, pero, lo más
importante, ayudando a la gente que lo necesitaba.
Juls siguió con su idea de buscarse un futuro y le presentó al consejo un informe completo sobre la
creación de una nueva división de la empresa: Drake Culture. Un centro cultural en pleno centro de
Manhattan donde habría una sala de exposiciones, un cineforum y una biblioteca, además de un taller
para niños. Y en sus últimos pisos una editorial de libros que dirigiría ella misma, enfocada
principalmente a la publicación de obras de autores jóvenes.
Ella, como lectora empedernida que era, estaba harta de ver tanto talento vagar por la red sin
oficio ni beneficio. Era un proyecto arriesgado, pero todos vieron su potencial y lo apoyaron. Bueno…
Connor Warren gruñó un poco, pero vio la cara de “te hago un Preston” de Juls (expresión que ahora
usaba toda la empresa) y acabó votando a favor. Mi novia renunció al “trono” para ser una más de “los
caballeros de la mesa pirada” como ella misma lo bautizó. La verdad es que las reuniones de la junta
con todos los Morton, los dos Black y Juls eran algo digno de verse. Y lo sé porque me incluyeron en
ella como jefa médica. Lo mejor era verla tan entusiasmada con ese proyecto.
Como novias oficiales tuvimos que pasar por el tortuoso ritual de las presentaciones familiares. Para
Juls fue fácil, ya que tenía eso de cenar con mi madre y con los Rollins superado. A la que casi le da
algo fue a mí cuando mi madre apareció de la mano de Mathew Kane. Les tuve que dar un capón a mi
novia y a mi ahijado al enterarme de que ellos ya lo sabían y no me habían dicho nada. Pero me alegré
por mi madre. Mathew era de los hombres más nobles y buenos que había conocido en mi vida y se les
veía realmente bien juntos.
Lo de la familia de Juls tuvo sus momentos. Cenamos una noche con George y su mujer, Harriet.
Eran una pareja encantadora y la relación tan buena que tenían ambos primos hizo que me sintiera
totalmente acogida. Peeero… otra noche cenamos con sus tíos Nadia y Thomas y con Anne y Lukas.
Su tía se pasó la noche haciéndome un tercer grado. Hasta me preguntó por mis opiniones políticas
mirándome con recelo cuando respondí. Era el primer examen que suspendía en mi vida. Su tío hizo
algo parecido pero esta vez avasallándome sobre mi propia familia, como asegurándose de que no iba
a por Juls por su dinero. Si no hubiera sido por las payasadas de Lukas y por Juls y Anne saltando a
defenderme juro que me hubiera suicidado con una brocheta.
La prensa dejó de molestarnos cuando se hartaron de vernos juntas. ¿Qué interés podían tener dos
chicas que paseaban de la mano por la calle, o iban por ahí en moto o salían al cine con su pareja de
amigas Sarah y Jennifer?
Porque esas dos estaban igual que nosotras: enamoradas y viviendo en una nube. Aunque seguíamos
metiéndonos unas con las otras por tanto azúcar.
Había días donde Sarah y yo nos quedábamos en mi casa comiendo palomitas y viendo la tv mientras
que Juls y Jennifer hacían algo parecido, pero con música y cervezas. Y otras veces Jennifer y yo
salíamos a comprar ropa y Sarah y Juls se encerraban en casa de esta última con algún videojuego
extra violento, a lo que algunas veces se les unía Adam. Todas pensábamos que tener pareja no era
excusa para descuidar la amistad. Hasta salimos un par de veces con todos los hermanos Morton y
con Colin y su novia y también con Emily, que les ponía ojos a todas indiscriminadamente.
Adam volvió al colegio y ya podía realizar algún esfuerzo y jugar un poco con los demás niños, lo que
hizo que tuviera más amigos. Pero no dejó de ser el niño amante de los comics, el dibujo y los
videojuegos que había sido siempre. Lo cierto es que por su inteligencia parecía más a gusto con los
mayores que con los de su edad y Juls bromeaba diciendo que en cuanto le llegara a la mejilla lo
sacaría por ahí de fiesta. Leah pudo retomar su trabajo al no tener que pasar cada minuto de su
tiempo pendiente de él y cuando dio su beneplácito nos vimos los tres Rollins, Jennifer, Sarah,
George, Juls y yo en el Mighty Drake en Jersey. Tenían una promesa que cumplir.
-No sé cómo te atreves a darte con la mole de Nick -afirmé mientras veía a Juls vendarse las
manos.
-Es muy lento, nena -contestó sonriente-. Y entreno con George que es más grande.
-No pienso darte más puntos, te aviso.
-No seas exagerada, Lizzie -me regañó Sarah-. Solo son unos puñetazos de nada -afirmó para darle
un golpe a un saco y empezar a quejarse de dolor.
-Eres taaaan idiota para ser una genio… -exclamó Jennifer poniendo los ojos en blanco.
-Ya sabes que lo mío son las llaves, preciosa -dijo Sari alzando una ceja coqueta.
-¡Ya! Demasiada información -exclamé haciéndolas reír.
Fuimos al ring y Juls se subió por un lado y Nick por el otro. Estaba más tranquila al ver a George de
árbitro, no dejaría que se mataran. Empezaron a tantearse el uno al otro con amagos de golpes
mientras Adam animaba a los dos por igual emocionado. Juls encajó un puñetazo en la cara para
rápidamente reponerse y contraatacar con una patada con giro. ¡Madre mía! Mi novia era pariente de
Bruce Lee y no me había enterado.
Me asusté un poco cuando Nick la lanzó a la lona con una patada en el estómago, pero se recuperó
para devolvérsela con una combinación de puñetazos a las costillas y a la cara. George paró el
combate cuando Nick empezó a sangrar por la nariz y Juls se movía con síntomas de cojera dejándolo
en tablas, lo que nos dejó satisfechos a todos. Tuve que sacar unas cuantas fotos cuando Adam
empezó a perseguir a Juls por el ring y ella simulaba dejarse pegar. Eran geniales juntos.
Cuando hacía casi los tres meses de estar juntas salió el tema de convivir. Dije que no y ella estuvo
de acuerdo. Ni mis miedos habían vuelto (ya que ella los disipaba cada vez que me decía que me
quería), ni ella quería mantener su piso como picadero, no penséis mal. Simplemente era que ambas
teníamos un sentido feroz de la independencia y no estábamos aún preparadas para renunciar a ello.
Eso no significaba que nos quisiéramos menos. De todas formas, pasábamos juntas al menos cinco de
las siete noches de la semana y cada una tenía ropa de la otra en su casa.
Fuimos un fin de semana a Wolf Creek con Sarah y Jennifer y por ella me enteré de la historia del
pavo que me resultó de lo más entrañable. Aún asomaba por allí de vez en cuando y veía como Juls
gruñía por lo bajo en cuanto lo escuchaba haciendo que yo me partiera de risa.
Después de verla usar su arco no me extrañó que ese bicho aún siguiera con vida y cuando Sarah
consiguió darle a un conejo a casi 50 metros pensé que Juls tendría una crisis nerviosa allí mismo y le
rompería el arco en la cabeza a mi amiga. Entre las dos fabricaron una placa de madera en la que con
un quemador grabaron “Fortaleza de la soledad” y lo colgaron en la entrada mientras que Jen y yo
comentábamos lo que era salir con semejante par de frikis, porque nosotras teníamos un puntito,
pero lo de nuestras novias era el colmo. Por la noche, frente al fuego de la chimenea con unas
cervezas, nos reíamos de cómo habían empezado ambas relaciones, los baches que habíamos pasado,
las situaciones absurdas, el dolor y la incertidumbre… todo. Entonces Juls dijo algo que nunca podré
olvidar:
-Las historias de amor son como esa canción, Knokin’ on heaven’s door… hay muchísimas versiones y
todas son tristes y bellas.
Menuda verdad…
-No te me pongas filosófica, Drake -exclamó Sarah tirándole la chapa de un botellín.
Siempre estaban a la greña estas dos y nunca lo admitirían, pero se querían con locura.
Nada más volver me llegó la invitación para el cumpleaños de Adam el fin de semana siguiente y en
cuanto la leí con detenimiento corrí para ir a matar a mi novia, segura de que su mano estaba detrás
de esto.
Capítulo 35: Final
Juls
-¡Liz! ¿Te quieres dar prisa, rubia? -grité desde mi salón por enésima vez mientras recogía los
planos que le había estado enseñando un rato antes.
Ya nos habíamos hecho con el edificio en el que se ubicaría Drake Culture y Mathew me había
mandado los planos de las reformas el día anterior. Mi proyecto iba viento en popa.
-¡Esto es ridículo! -me gritó de vuelta.
Me reí por lo bajo al recordar cuando una semana antes apareció en mi piso esgrimiendo la
invitación al cumpleaños de Adam, furiosa.
“Se requiere que los invitados vengan vestidos de superhéroes”
Sabía que me iba a meter en un lío por eso… ¡pero oye! A Adam le había encantado la idea y sus
padres estuvieron contestos de que su hijo celebrara una fiesta de cumpleaños normal por fin,
aunque fuera de temática de disfraces. ¿La única en quejarse? Mi novia, por supuesto. Que no solo
sospechó de mí en cuanto se enteró, sino que cuando le di su disfraz un par de días antes vio mi
doble juego.
Envainé la espada en mi costado, cogí el escudo para colocármelo a la espalda y enderecé mi
diadema dispuesta a usar mis armas contra ella si no salía ya. Por suerte para ella apareció por el
pasillo. ¡Que alguien me sujete que me desmayo! Liz vestida de Supergirl… ¡buff!
-Cierra la boca, Juls -me ordenó con un gruñido.
-Estás de muerte, nena -afirmé admirada.
-Bueno… -empezó cogiéndose la capa y girando un poco para mirarse-. Supongo que no me queda mal,
la verdad es que me hace buen cuerpo. Admito que tu trajecito de Wonder Woman también -añadió
alzando una ceja.
-Quita esa cara porno de inmediato o no iremos a la fiesta -exclamé notándome un sofoco-. Tira
para la moto.
-¡Ah no! Me niego a ir en la moto con capa -exclamó-. Y tú con esas pintas te vas a congelar. Por no
comentar que nos detendrán por chifladas…
-Vale, ahí tienes razón. Cogeremos el Jeep.
Fue un poco complicado que se sentase cómoda con la capa sin arrugarla y luego yo tuve problemas
al no entender por qué no podía cerrar mi puerta hasta que me di cuenta de que estaba tropezando
con la vaina de la espada y que el escudo no podía llevarlo a la espalda mientras conducía sin acabar
empotrada contra el volante.
Tras esa pequeña odisea hicimos el trayecto a Jersey sin más problemas y cuando aparcamos vimos
todo el jardín decorado con emblemas de superhéroes y pancartas felicitando a Adam.
Unos cuantos niños corrían y jugaban interpretando a sus personajes cuando uno nos vio y se lanzó a
saludarnos con un abrazo a cada una para luego posar y según su disfraz decir:
-Yo soy Batman -soltó Adam con tono que pretendía ser amenazante.
-Yo soy Wonder Woman, alias Dianna Prince -me presenté divertida-. Princesa de Temiscira.
-Soy Liz -dijo la rubia a mi lado a la que le di un suave codazo en las costillas-. Perdón, perdón. Kara
Zor-El, la última hija de Kripton, conocida como Supergirl. ¿Qué hay? -recitó con los ojos en blanco
lo que me había costado dos días enseñarle.
-La fiesta está genial, rubiales -dije.
-¡Uy! Pues no habéis visto nada. Lo guay está en el jardín de atrás -nos informó-. ¡Chicos, a la
Batcueva! -les gritó a los otros niños que lo siguieron a la carrera.
-¿Por qué hay un crío vestido de Stormtrooper en una fiesta de superhéroes? -pregunté por lo bajo
mirando asombrada al pequeño en cuestión.
-¡Cállate Wonder Woman! -susurró de vuelta Liz dándome un azote en el culo.
Los seguimos a la casa para ir a la cocina y toparnos con Nick y Leah totalmente tintados de verde y
con topa ajada preparando bocadillos.
-¡Ni el más mínimo comentario! -exclamó Leah cuando nos vio la cara-. Me han liado entre los dos.
-Hulk quiere a She Hulk -gruñó Nick bromeando.
Salimos los cuatro al jardín de atrás ayudándolos con unas cuantas bandejas y empecé a reír al ver
a un Iron Man perseguir a los niños.
-¿Quién es el Iron Man? -pregunté.
-¿Tú quién crees? -me preguntó Jennifer de vuelta materializándose a mi lado vestida de Cat
Woman.
-¿No jodas que esa es Sarah? -exclamó Liz.
-Quería que viniéramos de Poison Ivy y Harley Quinn, pero me he negado a teñirme el pelo de rubio
así que… Iron man.
-Le pega… ingeniera chiflada -comenté.
Los adultos nos sentamos con unas cuantas cervezas vigilando a los críos y al poco Sarah se nos unió
quitándose el casco ya que sudaba bajo él.
-Pedazo de disfraz, Romero -elogié.
-Me lo he hecho yo -dijo orgullosa.
-Y siendo tuyo ¿no vuela? -preguntó Leah con fingida decepción haciéndonos reir.
-Solo tenía una semana… Pero me ha dado tiempo a hacer eso -dijo señalando una enorme señal de
Batman del tamaño de una rueda de coche que según explicó funcionaba de verdad.
-Adam está loco por ponerla en su cuarto -contó Nick.
-¡Dios mío! ¡Mirad eso! -exclamó Jennifer señalando la puerta.
Emily entraba vestida de Viuda Negra junto con Talia que iba de White Canary.
-Pero… ¿Tú qué haces aquí? -pregunté abrazando a Talia.
-No iba a perderme el octavo cumpleaños de mi paciente favorito… y Emily ha sido tan amable de
prestarme algo de su extensa colección de ropa de cuero -me explicó mientras saludaba a todos y
abrazaba con fuerza a Adam.
-Cuero… ¿eh? -pregunté mirando a la joven cirujana que se encogió de hombros con cara de falsa
inocencia.
Al momento entraron Mathew y Amy. Pensé que tenía que recoger a Liz del suelo cuando vio a su
madre disfrazada de Harley Quinn con Mathew a su lado del Joker.
-Menos mal que no te has querido teñir, preciosa -escuché que le susurraba Sarah a Jennifer.
-¡Mama, por Dios! -exclamó Liz fijándose en los mini pantaloncitos de Amy-. ¿Cómo vas así?
-¡Ay Liz! No seas estirada. Dirás que no tienes una madre de buen ver… -contestó.
Me puse al lado de Mathew para beber algo mientras madre e hija se enzarzaban en una de sus
habituales trifulcas.
-Dime que irás así mañana a la oficina, viejo.
-Debería, seguro que me hacían más caso -contestó divertido con una sonrisa que resultaba macabra
por el maquillaje.
Estuvimos un rato hablando sobre los planes para Drake Culture.
-Te lo digo de verdad, niña: sea donde sea que estén tus padres estarán muy orgullosos de ti. De ver
la maravillosa mujer en la que te has convertido -dijo de pronto.
Aguanté mis lágrimas y sonreí.
-¿Eso era un juego de palabras con mi disfraz? -solté haciendo que se atragantara con su bebida.
Nos reunimos con los demás y entre bromas de disfraces y conversaciones más serias nos íbamos
turnando para jugar a ratos con los niños sin entender muy bien como acabé teniendo un duelo a
espada contra un Spiderman. Me separé del grupo para ver como Liz y Sarah ayudaban a Adam a
reventar la piñata con el bate de baseball que llevaba Amy con el disfraz. Me derretí al ver a mi
rubia.
-Se te cae la baba, Lett -dijo Jennifer colocándose a mi lado.
-Como a ti con tu chica disfrazada de robot -contesté.
-Cierto. Está como una cabra, pero la quiero -admitió.
-¿Tú te esperabas este final? -pregunté.
-¿Nosotras emparejadas y con una familia disfrazada de superhéroes quieres decir? -comentó
divertida-. La verdad es que no, pero es un buen final.
-Eres genial, enana -dije mirándola con cariño.
-Tú tampoco estás mal, pesadilla -respondió con una sonrisa.
Al rato conseguí pillar a Liz a solas.
-¿Cómo está mi preciosa y heroica novia? -pregunté cogiéndola por la cintura.
-Cansada de la maya esta tan apretada y de ir enganchándome a todo con la capa -respondió
rodeando mi cuello-. Estoy deseando llegar a casa y quitarme el disfraz.
-¿No me dejará Supergirl desnudarla? -dije inclinándome para besarla con muchísimas ganas.
-Como siempre Juls, tendrás que currártelo -contestó para besarme ella esta vez.
Porque era cierto. Todo en nuestra relación había sido decidir entre luchar o volar y ambas
habíamos optado por seguir luchando. Y esta noche yo lucharía por arrancarle ese traje, aunque
fuera mordiscos. ¿Quién no lucharía por eso?

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