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Ficha de lectura/ensayo (rellenar cada uno de los siguientes apartados)

Extensión entre 1500 y 3000 palabras

Nombre y Apellidos: Saioa Marrón Pérez.

Textos
Evgeny Morozov (2016): "El solucionismo y sus descontentos" en La locura del solucionismo
tecnológico, BB.AA. Katz edits.

Palabras clave
Tecnología, solucionismo, eficacia, optimización, problema, solución

Ideas principales
La posible implementación de un nuevo artefacto conduce a nuevas -y posiblemente
problemáticas- prácticas y conductas entorno a él, no anticipadas previamente (vigilancia,
responsabilidad sólo en tanto lúdica)

Estas nuevas prácticas dependen de innovaciones tecnológicas (Facebook, smartphones) y estas


posibilitarán cambios (en el sentido más amplio) en un futuro.

“Solucionismo”: ideología que concibe los problemas sociales de una manera simple y reducible a
solucionables -rápidamente- a través de tecnologías y algoritmos inteligentes, basada en una
“voluntad de mejorar” y una búsqueda interminable de perfecciónà lo polémico, por tanto, es la
definición del problema y no su solución planteada.

Critica al simplismo del algoritmo/acceso a la información = no es el acceso -solo- a la


información si no la educación de su buen uso de dichos datos.

No entender al artefacto como central sino inserto en tradiciones y prácticas semióticas más
amplias que le dan sentido.

Lógica de eficiencia y optimización (solucionismo/internet-centrismo) deja de lado el error y la


creatividad. Se impone, problemáticamente, como único.

Frases o párrafos reseñables para su posterior cita


“Que la tecnología inteligente (...) pueda insertarse en cada uno de nuestros actos mundanos (...)
esta búsqueda interminable de la perfección (...) reformula todas las situaciones sociales complejas
como problemas con definición clara y soluciones definitivas y computables [a esto] lo llamo
solucionismo” (p.6)

“...lo polémico, entonces, no es la solución planteada si no la definición misma del problema (...)
tiene tanta importancia la composición de un problema como el modo en que se resuelve”(p.6)

“El libro de cocina es el hijastro de la actividad y no su padre... las reglas, recetas y algoritmos que
el libro pudiese contener adquirían sentido solo cuando se lo interpreta y lo aplicaba dentro de la
tradición culinaria” (p.10)

“...no importa el contexto de la práctica que pretenden mejorar, en tanto pueda aumentase su
eficacia” (p.12)

“La tecnología, utilizada con algo de imaginación y sin el tradicional fetichismo solucionista de la
eficacia y la perfección, puede hacer que el proceso de cocinar sea un desafío, lo que abre nuevas
puertas a la experimentación y nos brinda nuevos modos de romper las reglas” (p.13)

“...demostrar la contingencia y fluidez misma de la idea de “internet” [desensamblarlo] ... explorar


como “internet” se ha convertido en el motor que impulsa muchas de las iniciativas solucionista
contemporáneas    [y en la que] han dejado de tener validez las verdades anteriores [pero también]
ha suministrado una serie de suposiciones sobre cómo funciona el mundo y como debería
funcionar” (p.16)

Ensayo sobre los textos leídos


Las innovaciones tecnológicas están a la orden del día, no solo en tanto acontecen, si no en cuanto
son celebradas por gran parte de la población, pero sobre todo por entidades públicas (como los
Gobiernos Estatales) y privadas (pensemos en Sillicon Valley).

El sentimiento generalizado de colapso eco-social que responde a la crisis climática que habitamos
hoy en día, ha encontrado su cómplice en el desarrollo tecnológico y la fe dispuesta en él por parte
de nuestras sociedades. Sin embargo, deberíamos ralentizar estas esperanzas, pausar por un
segundo sus promesas, y atender a qué consecuencias podrían tener estas salida rápidas del
solucionismo tecnológico. Quizás las soluciones que necesitamos sean otras, y las dispuestas hoy
en día no sean más que parte del problema.

La “entrada” de un nuevo artefacto en nuestras vidas reconfigura esta misma, por ejemplo, el “Bin-
Cam” da pie a supuesto aumento del recicle, pero a la par, a una normalización de la vigilancia en
la esfera más privada. Es decir, nuevos objetos posibilitan nuevas prácticas y conductas. Aquí, por
tanto, la pregunta necesaria es cuan éticas y responsables son estas prácticas a las que dan pie la
emergencia de un nuevo artefacto. En otras palabras ¿qué precio estamos pagando por la
facilitación y proliferación de prácticas sostenibles con el medio ambiente?

Este tipo de preguntas, que necesitan de una pausa verdaderamente crítica, son dejadas de lado en
lo que el autor nombra como “solucionismo tecnológico”, es decir, “que la tecnología inteligente
(...) pueda insertarse en cada uno de nuestros actos mundanos (...) esta búsqueda interminable de la
perfección (...) reformula todas las situaciones sociales complejas como problemas con definición
clara y soluciones definitivas y computables [a esto] lo llamo solucionismo” (p.6)

Por tanto “... lo polémico, entonces, no es la solución planteada si no la definición misma del
problema (...) tiene tanta importancia la composición de un problema como el modo en que se
resuelve”(p.6)

Ahora bien, nuevos artefactos, pero también una visión concreta de entender el internet y los
“entes” que se han construido a partir de este (Google, Facebook, Yelp) se insertan en una manera
de entenderlos concreta, esta es, priorizando la eficacia, la optimización y la mejora “no
importando el contexto de la práctica que pretenden mejorar” (p.12). Es decir, un artefacto no
determina, per se, un modo de entenderlo o usarlo, este está inscrito en prácticas y tradiciones
semióticas más amplias que le dan sentido. Por ejemplo, en el caso de un libro de cocina (que es
una forma de tecnología, aunque quizás menos “inteligente”), este es “es el hijastro de la actividad
y no su padre... las reglas, recetas y algoritmos que el libro pudiese contener adquirían sentido solo
cuando se lo interpreta y lo aplicaba dentro de la tradición culinaria” (p.10), donde tiene cabida,
entre otras, el error, la improvisación, la creatividad, como elementos vitales en el arte culinario.

Ahora bien, una forma de entender la práctica (en su sentido más amplio) sólo a través de la
optimización y la mejora junto con artefactos que posibilitasen esta manera de entender el
quehacer culinario sería una perdida incalculable para la riqueza de la diversidad de estas mismas.
A la contra, “la tecnología, utilizada con algo de imaginación y sin el tradicional fetichismo
solucionista de la eficacia y la perfección, puede hacer que el proceso de cocinar sea un desafío, lo
que abre nuevas puertas a la experimentación y nos brinda nuevos modos de romper las reglas”
(p.13).

Punto central este último, pues nos haría comprender la llegada de estos nuevos artefactos, así
como de los avances tecnológicos, no desde una demonización (al totalizarlo en base a sus
consecuencias negativas) si no desde una mirada más amplia y esperanzadora: los artefactos no nos
determinan, ni nos controlan, no somos “robots esclavizados” a su merced, estos pueden ser
compañeros que nos abran las puertas (no por ello sin dejar de lado las cuestiones éticas) a nuevos
usos creativos, quizás incluso sostenibles y por qué no, más justos.

Por utilizar el ejemplo gastronómico: una mentalidad solucionista, basada en la optimización y la


mejora es la que ha dado pie a ideas artefactuales tales como las de Jinna Lei, que priorizarían el
seguimiento a pies juntillas de una receta, registrando de aberración, la improvisación o fallo
(elementos que hemos visto vitales en la tradición culinaria) cualquier desviamiento de la receta.
Ahora bien, por proponer (a título propio) una visión más esperanzadora, diremos que esto no hará
que las tradiciones o culturas culinarias -creativas e ingeniosas- desaparezcan, determinantemente,
por la llegada de estos nuevos artefactos: estas seguirán, apostando por el fallo, la creatividad y el
ingenio, puesto que habrá gente que cuide estas prácticas y sostengan el testigo. Y quien sabe,
quizás junto se verán junto a nuevos artefactos, que posibiliten una mayor creatividad y podrán
convertirse en “amigos” de estos chefs tan comprometidos.

Sin embargo, por no perder el punto crítico de texto y para finalizar, la realidad que nos presenta el
autor es otra, es aquella donde una idea concreta del “internet” y artefactos nacidos del
“solucionismo” ganan el terreno. Mozorv quiere “explorar como <<internet>> se ha convertido en
el motor que impulsa muchas de las iniciativas solucionista contemporáneas    [y en la que] han
dejado de tener validez las verdades anteriores [pero también] ha suministrado una serie de
suposiciones sobre cómo funciona el mundo y como debería” (p.16). Un funcionar simplista donde
los problemas de hoy en día se traducen a soluciones rápidas, formuladas en términos logarítmicos,
y guiadas por los deseos optimizadores y eficientes que no son más que la esencia de los
programas neoliberales del capitalismo y sus cómplices (no solo Sillicon Valley y Google si no
también la idiosincrasia propia de nuestros Gobiernos Estatales y multinacionales).

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