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1. ¿Quiénes son “los amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas?
(1894)
Dialéctica como método sociológico. Determinismo y libertad
5. Carlos Marx (Breve esbozo biográfico con una exposición de su doctrina) (1914)
Dialéctica como ciencia de las leyes generales del movimiento y como gnoseología
marxista
10. Una vez más sobre los sindicatos, el momento actual y los errores de los camaradas
Trotsky y Bujarin (1921)
Dialéctica contra el eclecticismo. Exigencias de la lógica dialéctica
Así, pues, la dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento,
tanto del mundo exterior como del pensamiento humano". (Lenin. Carlos Marx. Breve
esbozo biográfico con una exposición de su doctrina)
Esto escribió Marx no como su propio planteamiento sino explicando con paráfrasis la
doctrina de Hobbes en La sagrada familia
IV. CIENCIAS NATURALES Y MATERIA FÍSICA EN EL CAPITAL DE MARX
“Al enrarecimiento de la población rural independiente que trabaja sus propias tierras no sólo
corresponde una condensación del proletariado industrial, como al enrarecimiento de la materia
del universo en unos sitios, corresponde, según Geoffroy Saint–Hilaire, su condensación en otros”.
La necesidad de calcular los períodos de las alternativas del Nilo dio origen a la astronomía egipcia
y, con ella, al predominio de la casta sacerdotal como árbitro de la agricultura. “El solsticio es el
punto del año en que comienza a subir de nivel el Nilo y que, por tanto, los egipcios tienen que
observar con el mayor cuidado... Este punto crítico del año era el que tenían que precisar, para
ajustar a él sus faenas agrícolas. Tenían que buscar, pues, en el cielo, forzosamente, un signo
visible que les indicase su retorno.” (Cuvier, Discours sur les révolutions de la surface du globe, ed.
Hoefer, París, 1863, p. l4l.)
El físico observa los procesos naturales allí donde éstos se presentan en la forma más ostensible y
menos velados por influencias perturbadoras, o procura realizar, en lo posible, sus experimentos
en condiciones que garanticen el desarrollo del proceso investigado en toda su pureza. En la
presente obra nos proponemos investigar el régimen capitalista de producción y las relaciones de
producción y circulación que a él corresponden. El hogar clásico de este régimen es, hasta ahora,
Inglaterra. Por eso tomamos a este país como principal ejemplo de nuestras investigaciones
teóricas. Pero el lector alemán no debe alzarse farisaicamente de hombros ante la situación de los
obreros industriales y agrícolas ingleses, ni tranquilizarse optimistamente, pensando que en
Alemania las cosas no están tan mal, ni mucho menos. Por si acaso, bueno será que le advirtamos:
de te fabula narratur! (Prólogo a la primera edición de El Capital)
He procurado exponer con la mayor claridad posible lo que se refiere al análisis de la sustancia y
magnitud del valor. La forma del valor, que cobra cuerpo definitivo en la forma dinero, no puede
ser más sencilla y llana. Y sin embargo, el espíritu del hombre se ha pasado más de dos mil años
forcejeando en vano por explicársela, a pesar de haber conseguido, por lo menos de un modo
aproximado, analizar formas mucho más complicadas y preñadas de contenido. ¿Por qué? Porque
es más fácil estudiar el organismo desarrollado que la simple célula. En el análisis de las formas
económicas de nada sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que
disponemos, en este terreno, es la capacidad de abstracción. La forma de mercancía que adopta
el producto del trabajo o la forma de valor que reviste la mercancía es la célula económica de la
sociedad burguesa. Al profano le parece que su análisis se pierde en un laberinto de sutilezas. Y
son en efecto sutilezas; las mismas que nos depara, por ejemplo, la anatomía micrológica.
(Prólogo a la primera edición de El Capital)
Un sencillo ejemplo geométrico nos aclarará esto. Para determinar y comparar las áreas de dos
polígonos hay que convertirlas previamente en triángulos. Luego, los triángulos se reducen, a su
vez, a una expresión completamente distinta de su figura visible: la mitad del producto de su base
por su altura. Exactamente lo mismo ocurre con los valores de cambio de las mercancías: hay que
reducirlos necesariamente a un algo común respecto al cual representen un más o un menos. Este
algo común no puede consistir en una propiedad geométrica, física o química, ni en ninguna otra
propiedad natural de las mercancías. Las propiedades materiales de las cosas sólo interesan
cuando las consideremos como objetos útiles, es decir, como valores de uso. Además, lo que
caracteriza visiblemente la relación de cambio de las mercancías es precisamente el hecho de
hacer abstracción de sus valores de uso respectivos. (Cap. 1)
Cantidades distintas de hierro sirven, por tanto, de medida de peso del azúcar, y no tienen,
respecto a la materialidad física del azúcar, más función que la del peso, la de servir de forma y
manifestación de la gravedad. Pero el hierro sólo desempeña este papel dentro de la relación que
guarda con él el azúcar o el cuerpo, cualquiera que él sea, que se trata de pesar. Si ambos objetos
no fuesen pesados, no podría establecerse entre ellos esta relación, ni por tanto tomarse el uno
como medida para expresar el peso del otro. En efecto, si depositarnos ambos objetos en el
platillo de la balanza, vemos que, desde el punto de vista de la gravedad, ambos son lo mismo,
ambos comparten en determinada proporción la misma propiedad del peso. Pues bien, del mismo
modo que la materialidad física del hierro, considerado como medida de peso, no representa
respecto al pilón de azúcar más que gravedad, en nuestra expresión de valor la materialidad física
de la levita no representa respecto al lienzo más que valor. (cap. 1)
El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que
proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter
material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si,
por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad
fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este
quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos físicamente
metafísicos o en objetos sociales. Es algo así como lo que sucede con la sensación luminosa de un
objeto en el nervio visual, que parece como si no fuese una excitación subjetiva del nervio de la
vista, sino la forma material de un objeto situado fuera del ojo. Y, sin embargo, en este caso hay
realmente un objeto, la cosa exterior, que proyecta luz sobre otro objeto, sobre el ojo. Es una
relación física entre objetos físicos. En cambio, la forma mercancía y la relación de valor de los
productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo, no tiene absolutamente nada que ver con
su carácter físico ni con las relaciones materiales que de este carácter se derivan. (Sobre el ojo, en
Cap. 1)
El descubrimiento científico tardío de que los productos del trabajo, considerados como valores,
no son más que expresiones materiales del trabajo humano invertido en su producción, es un
descubrimiento que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho
menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo. Y lo que sólo tiene razón de
ser en esta forma concreta de producción, en la producción de mercancías, a saber: que el
carácter específicamente social de los trabajos privados independientes los unos de los otros
reside en lo que tienen de igual como modalidades que son de trabajo humano, revistiendo la
forma del carácter de valor de los productos del trabajo, sigue siendo para los espíritus cautivos en
las redes de la producción de mercancías, aun después de hecho aquel descubrimiento, algo tan
perenne y definitivo como la tesis de que la descomposición científica del aire en sus elementos
deja intangible la forma del aire como forma física material.
El hombre se sirve de las cualidades mecánicas, físicas y químicas de las cosas para utilizarlas,
conforme al fin perseguido, como instrumentos de actuación sobre otras Cosas.
Es indudable que toda división del trabajo en el seno de la sociedad lleva aparejada
inseparablemente cierta degeneración física y espiritual del hombre. Pero el período
manufacturero acentúa este desdoblamiento social de las ramas de trabajo de tal modo y muerde
hasta tal punto, con su régimen peculiar de división, en las raíces vitales del individuo, que crea la
base y da el impulso para que se forme una patología industrial.
En esta relación, la levita sólo interesa como exteriorización de valor, como valor materializado,
pues sólo en función de tal puede decirse que exista identidad entre ella y el lienzo. Por otra parte,
de lo que se trata es de hacer resaltar, de hacer que cobre expresión sustantiva la existencia de
valor propia del lienzo, ya que sólo en cuanto valor puede encontrársele a éste una relación de
equivalencia o cambio con la levita. Un ejemplo. El ácido butírico es un cuerpo distinto del
formiato de propilo. Y sin embargo, ambos están integrados por las mismas sustancias químicas:
carbono (C), hidrógeno (H) y oxígeno (0) y en idéntica proporción, o sea C4 H8 02. Pues bien, si
dijésemos que el formiato de propilo es igual al ácido butírico, diríamos dos cosas: primero, que el
formiato de propilo no es más que una modalidad de la fórmula C4 H8 02; segundo, que el ácido
butírico está formado por los mismos elementos y en igual proporción. Es decir que, equiparando
el formiato de propilo al ácido butírico, expresaríamos la sustancia química común a estos dos
cuerpos de forma diferente. (CAP. 1)
“La cantidad de trabajo que un hombre rinde en el transcurso de 24 horas puede calcularse
aproximadamente investigando los cambios químicos operados en su organismo, ya que las
transformaciones sufridas por la materia indican la tensión anterior de la fuerza dinámica.”
(Grove, On the Correlation of Physical Forces [Londres, 1849].
Ya antes de venir él se empleaban, aunque muy imperfectas, máquinas para preparar el hilado,
máquinas que probablemente aparecieron por primera vez en Italia. Una historia crítica de la
tecnología demostraría seguramente que algún invento del siglo XVIII fue obra personal de un
individuo. Hasta hoy, esta historia no existe. Darwin ha orientado el interés hacía la historia de la
tecnología natural, es decir, hacia la formación de los órganos vegetales y animales como
instrumentos de producción para la vida de los animales y las plantas... ¿Es que la historia de la
creación de los órganos productivos del hombre social, que son la base material de toda
organización específica de la sociedad, no merece el mismo interés? Además, esta historia sería
más fácil de trazar, pues, como dice Vico, la historia humana se distingue de la historia natural en
que la una está hecha por el hombre y la otra no. La tecnología nos descubre la actitud del hombre
ante la naturaleza, el proceso directo de producción de su vida. y. por tanto, de las condiciones de
su vida social y de las ideas y representaciones espirituales que de ellas se derivan. Ni siquiera una
historia de las religiones que prescinda de esta base material puede ser considerada como una
historia crítica. En efecto, es mucho más fácil encontrar. mediante el análisis. el núcleo terrenal de
las imágenes nebulosas de la religión que proceder al revés, partiendo de las condiciones de la
vida real en cada época para remontarse a sus formas divinizadas. Este último método es el único
que puede considerarse como el método materialista, y por tanto científico. Si nos fijamos en las
representaciones abstractas e ideológicas de sus portavoces tan pronto como se aventuran fuera
del campo de su especialidad, advertimos enseguida los vicios de ese materialismo abstracto de
los naturalistas que deja a un lado el proceso histórico. (Vico y Darwin)
En su trascendental obra, Sobre el origen de las especies, dice Darwin, refiriéndose a los órganos
naturales de los animales y las plantas: "Cuando el mismo órgano tiene a su cargo diferentes
funciones, puede encontrarse una explicación a su mutabilidad en el hecho de que la educación
natural no conserva o evita las pequeñas desviaciones de forma tan minuciosa como tratándose
de órganos destinados a una sola función concreta. Así, por ejemplo, los cuchillos destinados a
cortar diversos objetos son, siempre, sobre poco más o menos, de la misma forma; en cambio, las
herramientas destinadas a un uso determinado presentan una forma distinta para cada uso."
Como vemos, el carácter místico de la mercancía no brota de su valor de uso. Pero tampoco brota
del contenido de sus determinaciones de valor. En primer lugar, porque por mucho que difieran
los trabajos útiles o actividades productivas, es una verdad fisiológica incontrovertible que todas
esas actividades son funciones del organismo humano y que cada una de ellas, cualesquiera que
sean su contenido y su forma, representa un gasto esencial de cerebro humano, de nervios,
músculos, sentidos, etc.
La plusvalía en que radica el capital adicional núm. 1 es, como velamos, el resultado de la compra
de la fuerza de trabajo con una parte del capital originario, compra que se ajustaba a las leyes del
cambio de mercancías y que, jurídicamente considerada, no exigía, por lo que se refiere al obrero,
más que el derecho a disponer libremente de sus facultades, y respecto al poseedor del dinero o
de las mercancías, la libre disposición sobre los valores de su pertenencia; el capital adicional núm.
2 y los siguientes son un mero resultado del capital adicional núm. 1, y, por tanto, una
consecuencia lógica de aquella primera relación; es decir, que cada una de estas transacciones
responde constantemente a la ley del cambio de mercancías: el capitalista compra siempre la
fuerza de trabajo y el obrero la vende, e incluso admitimos que por todo su valor real. Pues bien,
en estas condiciones, la ley de la apropiación o ley de la propiedad privada, ley que descansa en la
producción y circulación de mercancías, se trueca, por su misma dialéctica interna e inexorable, en
lo contrario de lo que es.
Ahora bien, sí observamos la metamorfosis total de una mercancía, por ejemplo del lienzo,
advertiremos, ante todo, que se descompone en dos movimientos antitéticos y que se
complementan recíprocamente: M — D y D — M. Estas dos mutaciones antitéticas de la mercancía
se operan en dos procesos sociales antitéticos por parte de su poseedor y se reflejan en los dos
papeles económicos antitéticos representados por éste. En cuanto agente del acto de venta, el
poseedor de la mercancía actúa como vendedor; en cuanto agente del acto de compra, actúa
como comprador.
Al decir que estos procesos, independientes el uno del otro, forman una unidad interna, decimos
también que esta unidad interna reviste al exterior la forma de una antítesis. Cuando cosas que
por dentro forman una unidad, puesto que se completan recíprocamente, revisten al exterior una
forma de independencia, y ésta se agudiza hasta llegar a un cierto grado, la unidad se abre paso
violentamente por medio de una crisis. La antítesis, que lleva implícita la mercancía, de valor de
uso y valor, de trabajo privado, que se ve al mismo tiempo obligado a funcionar como trabajo
directamente social; de trabajo determinado y concreto, cotizado a la par como trabajo general
abstracto; de personificación de las cosas y materialización de las personas, esta contradicción
inmanente, asume sus formas dinámicas más completas en los antagonismos de la metamorfosis
de las mercancías. (Antes de b) El curso del dinero)
VI. MATERIALISMO E IDEALISMO EN EL MARX TEMPRANO
Vemos aquí cómo el naturalismo realizado, o humanismo, se distingue tanto del idealismo como
del materialismo y es, al mismo tiempo, la verdad unificadora de ambos. Vemos, también, cómo
sólo el naturalismo es capaz de comprender el acto de la historia universal. (Manuscritos de
economía y filosofía, p. 237)
2) La fundación del verdadero materialismo y de la ciencia real, en cuanto que Feuerbach hace
igualmente de la relación social «del hombre al hombre» el principio fundamental de la teoría'.
(Manuscritos de economía y filosofía, p. 225)
El trabajador no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible. Esta es la
materia en que su trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce. (Manuscritos
de economía y filosofía, p. 136)
Nada hay más grotesco que el que Hegel oponga la vocación legisladora, ele representante del
civismo por «nacimiento», al nombramiento por la «contingencia ele una elección». Como si la
elección, producto consciente de la confianza burguesa, no tuviese un nexo mucho más necesario
con el fin político que la contingencia física del nacimiento. El espiritualismo político de Hegel se
hunde constantemente en el materialismo más craso. En las cumbres del Estado político el
nacimiento convierte constantemente a determinados individuos en encamaciones de las
supremas tareas estatales. Las más altas ocupaciones políticas coinciden con los individuos por
nacimiento, lo mismo que el puesto del animal, su carácter, modo ele vicia, etc. le son
directamente innatos. En sus funciones supremas, el Estado cobra una " realidad anhnal. La
naturaleza se venga del desprecio que Hegel le mostró. Una vez que la materia ele por sí es
despojada ele toda realidad propia frente a la voluntad humana, ésta a su vez queda reducida a
mera materia. (Crítica a la filosofía del Estado de Hegel, p. 191)
Ya queda indicado antes cómo Hegel no hace más que desarrollar un fonnalisrno del Estado. Para
Hegel el verdadero principio material es la Idea, la abstracta forma mental del Estado como un
sujeto, la Idea absoluta carente en sí ele cualquier factor pasivo, material. fom1alismo Frente a la
abstracción ele esta Idea las características del real y empíiico del Estado se presentan como
contenido, y el contenido real, por consiguiente, como materia amorfa, inorgánica (en este caso
hombre real, la sociedad real, etc.). (Crítica a la filosofía del Estado de Hegel, p. 203)
Las corporaciones son el materialismo de la burocracia y la burocracia es el espiritualismo de las
corporaciones. La corporación es la burocracia de la sociedad burguesa, la burocracia es la
corporación del Estado. Por tanto, en la realidad la burocracia se contrapone como la «Sociedad
burguesa del Estado» al «Estado de la sociedad burguesa» , las corporaciones. Allí donde la
«burocracia» es un principio nuevo, donde el interés general del Estado comienza a hacerse un
interés «exclusivo» y por tanto «real», la burocracia lucha contra las corporaciones, como lucha
toda consecuencia contra la existencia de sus presupuestos. Pero en cuanto la vida real del Estado
se despierta y la sociedad burguesa, por el impulso de su propia razón, se libera de las
corporaciones, la burocracia se esfuerza por restaurarlas. Y es que, al caer el «Estado de la
sociedad burguesa», cae la «sociedad burguesa del Estado». El espiritualismo desaparece junto
con el materialismo que se le opone. La consecuencia lucha por la existencia de sus presupuestos,
en cuanto un nuevo principio se pone a luchar no contra esa existencia, sino contra su principio.
(Crítica a la filosofía del Estado de Hegel, p. 118-119)
La burocracia es el Estado imaginaiio añadido al Estado real, el espilitualismo del Estado. De ahí
que todas las cosas tengan un significado doble -real y burocrático--, como el saber (y la voluntad)
son dobles -reales y burocráticos-. Sólo que lo real es tratado como burocrático, de acuerdo con su
esencia trascendente, espüitual. La burocracia posee en propiedad privada el ser del Estado, la
esencia esphitual de la sociedad. El espíritu general de la burocracia es el secreto, el misterio
guardado hacia dentro por la jerarquía, hacia fuera por la solidaiidad de Cuerpo. Mostrar el
espíritu del Estado, incluso la convicción cívica le parece así a la burocracia una traición a su
misterio. La autoridad es, por tanto, el principio de su saber y la divinización de la autoridad su
convicción. Sólo que en el seno ele la burocracia el espiritualismo se convierte en craso
materialismo, en el materialismo de la obediencia pasiva, de la fe en la autoridad, del nzecanismo
de una acción formal fija, de principios, opiniones y costumbres inmobles. En cuanto al burócrata
particular el fin del Estado se convierte en su fin privado, en la caza de puestos nzás altos. en hacer
carrera. La vida real es para él algo material, 1 .º en cuanto es espíritu de esta vida tiene existencia
propia y aparte en la burocracia; por tanto, la burocracia tiene que tender a mate1ializar la vida
tanto como sea posible; 2.º para el mismo burócrata, en cuanto la vida se convierte en objeto que
despachar burocráticamente; al burócrata le está prescrito su propio espíritu, su fin se encuentra
fuera de él, su existencia es la del despacho. El Estado sólo existe en la fo1ma ele diversos espíritus
burocráticos fijos, cuya única coherencia es la subordinación y la obediencia pasiva. La ciencia real
parece vacía, la vida real muerta, toda vez que este saber y vida imaginarios pasan por lo real. El
burócrata, por tanto, tiene que comp011arse jesuíticamente con el Estado real, sea su jesuitismo
consciente o no. Pero es inevitable que, en cuanto a éste, se le enfrente el saber, se haga también
consciente de sí y se convierta en jesuitismo deliberado. Así como la burocracia es por una parte
este craso materialismo, por la otra se muestra su craso espüitualismo en que quiere hacerlo todo,
es decü; que para ella la \'O/untad es la causa prima. desde el momento en que no es más que
existencia activa, cuyo contenido recibe ele fuera; sólo dando forma y limitando este contenido
puede demostrar la propia existencia. El mundo no es para el burócrata sino objeto de despacho.
(CFEH, 120-121)
Lo curioso aquí es que Hegel, a la vez que reduce este absurdo de la mediación a su expresión
abstracta, lógica y por tanto pura, inadmisible, la designe como el misterio especulativo de la
Lógica, como la relación de la Razón, como el silogismo de la Razón. Los extremos reales,
precisamente por reales, no pueden ser mediados entre sí. Pero tampoco requieren una
mediación, ya que se oponen entre sí. No tienen nada en común ni se requieren mutuamente ni se
complementan mutuamente. Ninguno de ellos encierra la nostalgia, la necesidad, el
presentimiento del otro. (En cambio, cuando Hegel trata generalidad y singularidad -los factores
abstractos del silogismo--- como antítesis reales, no hace sino señalar el dualismo fundamental de
su Lógica. Lo demás sobre este tema corresponde a la cdtica de la Lógica hegeliana.) extrémes
< 1. º)> En cambio parece hablar en favor de Hegel el que les se touchent. El polo norte y el polo
sur se atraen; lo mismo pasa con los sexos masculino y femenino y el hombre sólo se genera por la
unión de estas extremas diferencias extremas.
< 2. º)> En el mismo sentido va el que todo extremo sea su extremo opuesto. El espiritualismo
abstracto es materialismo abstracto, el materialismo abstracto es el espiritualismo abstracto de la
materia.
Respecto a lo primero, tanto el polo norte como el polo sur son polos, un mismo ser. También el
sexo masculino y el femenino corresponden ambos a una especie, un ser, el ser humano. Norte y
sur son concreciones opuestas de un solo ser la diferencia de un ser en su grado supremo de
desarrollo, el ser diferenciado. Lo que son, lo son sólo como una concreción diferenciada, como
esta concreción diferenciada de su ser: Los extremos verdaderamente reales serían polo y no polo,
género humano y no humano. La diferencia se refiere en nuestro caso <-polo norte , polo sur, etc.-
> a la existencia y en el otro caso <-polo, no polo, etc.-> a la esencia, a dos esencias.+
3. º) Se intenta una mediación. Por mucho que ambos extremos se presenten en su existencia
como reales y como extremos, esto último depende sólo del ser de uno de ellos, sin que tenga
para el otro el significado de la verdadera realidad. Uno se extiende al otro, la posición de ambos
no es simétrica. Por ejemplo Cristianismo, o religión en general, y filosofía son extremos. Pero en
realidad la religión no es verdaderamente opuesta a la filosofía: la filosofía comprende la religión
como una realidad ilusoria. Para la filosofía la religión -en cuanto quiere ser una realidadse halla
inmanentemente disuelta. En la realidad no hay un dualismo del ser. Luego volveremos sobre
esto. (CFEH, 170-171)
LA SAGRADA FAMILIA
La crítica crítica les enseña que suprimen al capital real dominando, mediante el pensamiento, la
categoría del capital; que se transforman realmente y devienen hombres reales transformando,
por la conciencia, su yo abstracto, y desdeñando, como una operación contraria a la crítica, toda
transformación real de su existencia real y, por lo tanto, toda transformación real de las
condiciones reales de su existencia, es decir, del yo real de ellos. "El espíritu", que no ve en la
realidad más que categorías, reduce naturalmente toda la actividad y toda la práctica humana al
pensamiento dialéctico de la crítica crítica. Esto es precisamente lo que diferencia al socialismo de
la crítica, del socialismo de la masa y del comunismo. (69)
Después que la crítica crítica, en tanto que tranquilidad del conocimiento, se ha sometido todas las
antinomias vulgares; después que, bajo la forma de categorías, se ha apoderado de toda realidad y
ha reducido toda la actividad humana a la dialéctica especulativa vamos a ver cómo, mediante la
dialéctica especulativa, reproduce el mundo. (69)