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ADULTEZ EMERGENTE: UNA ETAPA LLENA DE POSIBILIDADES

Estamos muy acostumbrados a oír, opinar, leer o investigar sobre la infancia, la adolescencia,
la vida adulta o la vejez. A nadie le resultan extraños ya estos términos. Y, ahora que los
conocíamos bien, aparece una nueva fase: la adultez emergente. ¿Cómo y por qué surge?

Pensemos durante un momento en un chico de 22 años que vive en casa con su madre, ha
terminado un módulo de grado medio y está buscando trabajo; o en una chica de 20 años que
está estudiando medicina en una ciudad diferente a la suya y vive en una residencia de
estudiantes ¿Son ya adultos? ¿Son más bien adolescentes? No es fácil situarles en ninguna de
esas dos etapas. Así que quizás podemos empezar a acuñar un nuevo término: son adultos
emergentes.

¿Somos personas adultas a partir de los 18?

Se sabe que la adolescencia es el período que se extiende entre los 12 o 13 años hasta,
aproximadamente, el final de la segunda década de la vida. Es una etapa de transición que
tiene un inicio claro (los cambios físicos de la pubertad) y un fin definido por criterios sociales.
Criterios que sitúan, en la mayoría de los países, los 18 años como la edad a partir de la cual la
persona puede pedir una hipoteca, beber alcohol legalmente o ir a la cárcel. De forma
semejante a la mayoría de nuestros hermanos peruanos a los 18 años suponen el inicio de la
adultez con tener el DNI.

No obstante, para ser una persona adulta no basta con tener una edad determinada, sino que
es necesario cumplir toda una serie de requisitos que avalen la madurez social y la
independencia personal, tales como ser responsable de la propia vida, tomar decisiones de
forma independiente o ser autónomo económicamente. La mayoría de los chicos y chicas de
18 años de nuestro contexto, aunque han dejado de ser adolescentes y legalmente son
considerados adultos, distan mucho de haber adquirido los roles que les permitirán alcanzar el
estatus de personas adultas. Según el Informe del INEI , en el año 2012 el 48% de los y las
jóvenes de nuestro país sigue viviendo en el hogar familiar entre los 25 y los 29 años. Sólo el
32% de los jóvenes de estas edades afirma tener autonomía económica plena, y de ellos más
de la mitad se encuentran en una “semi-independencia precaria”. La edad a la que se tiene el
primer hijo ha superado ya los 30 años. Por otro lado, es previsible que la actual crisis
económica se deje sentir en estas tendencias, y la dificultad de encontrar un empleo estable y
suficientemente remunerado obligue a chicas y chicos a retrasar su salida del hogar familiar y
el momento en el que tener sus propios hijos.

Entonces, si abandonar la adolescencia no implica para la mayoría de las personas jóvenes de


nuestra sociedad adquirir los roles y responsabilidades adultas… ¿En qué etapa se encuentran?

La Adultez Emergente como respuesta

En los últimos 50 años los países industrializados han experimentado una serie de
transformaciones sociales muy semejantes: aumento del periodo de formación antes de la
incorporación al mundo profesional, mayor inestabilidad laboral, retraso de la salida del hogar
familiar, aumento de la edad en la que se establecen relaciones de pareja estables y se accede
a la maternidad o paternidad o disminución en la tasa de natalidad. Estos cambios provocan
que la tercera década de la vida sea, para la mayoría de jóvenes de las sociedades
industrializadas, un momento diferente a la adolescencia y también distinto a la adultez, lo que
ha llevado a concluir a diferentes investigadores que ha emergido una nueva etapa en el ciclo
vital, una etapa diferenciada y con identidad propia.

En Estados Unidos el profesor Jeffrey Arnett ha acuñado el término “adultez emergente”


(“emerging adulthood”) para referirse al período que transcurre entre el final de la
adolescencia y los años intermedios o finales de la tercera década de la vida (grosso modo
entre los 18 y los 30 años). Arnett no sólo ha creado un término, el de Adultez Emergente, sino
que ha propuesto toda una teoría que pone el punto de mira en los años que transcurren
entre el final de la adolescencia y el principio de la adultez. Sin embargo, algunas voces, sobre
todo procedentes del viejo continente, han puesto en entredicho algunos de los postulados de
la concepción teórica de Arnett y prefieren la denominación de “transición a la adultez” para
conceptualizar los años que transcurren desde la mayoría de edad legal hasta la adopción
plena de roles adultos. A pesar de estas diferencias, la conceptualización de Jeffrey Arnett ha
permitido centrar la atención en unos años que habían pasado desapercibidos en favor de
estudios sobre la infancia, la adolescencia o la vejez. Desde que propuso su teoría en Estados
Unidos hace hoy más de una década, ha surgido una interesante línea de trabajo dedicada a
analizar las características que definen los años de la adultez emergente. Así, parece que hay
cinco rasgos definitorios que hacen de la tercera década de la vida una etapa evolutiva con
entidad propia y distinta tanto de la adolescencia como de la madurez.

En primer lugar, ser una etapa de búsqueda de la identidad en diferentes áreas, especialmente
el amor y el trabajo. Durante estos años, los jóvenes son más independientes de sus familias
pero aún no han adquirido los compromisos estables de la adultez, lo que genera un contexto
ideal para la exploración que fomentará la búsqueda y la consolidación de la propia identidad.

En segundo lugar, estos son unos años intensos de gran inestabilidad en la que los cambios y
mudanzas, de pareja, de trabajo, de lugar de residencia, son una constante. Estos vaivenes, si
bien aportan nuevas opciones y posibilidades, pueden al mismo tiempo ser una fuente de
estrés para los jóvenes, sobre todo si son cambios no elegidos, caso por ejemplo de la
inestabilidad laboral en la que se encuentran muchas de las personas jóvenes fruto de la
situación económica actual.

En tercer lugar, la adultez emergente es una etapa de gran libertad, en la que pueden


centrarse en ellos y ellas mismas sin tener que responder a las exigencias marcadas por los
padres durante los años de la infancia y la adolescencia,  y sin las responsabilidades familiares
y laborales de la vida adulta. En cuarto lugar, son unos años en los que se está en tierra de
nadie (feeling in between), ya que la mayoría de los jóvenes, ni se consideran ya adolescentes
por tener más de 18 años, ni tampoco personas adultas al no haber adquirido las
responsabilidades e independencia que exige la madurez.

Por último, el quinto elemento que define la adultez emergente es ser una etapa de
posibilidades, una etapa en la que muchas sendas están abiertas. Obviamente, el presente
hunde sus raíces en el pasado, y muchos de los itinerarios que puedan recorrer los jóvenes en
estos años habrán sido en parte posibilitados o dificultados por los trayectos pasados, sin
embargo, como señala Arnett “por un limitado espacio de tiempo, 7 o quizás 10 años, el
cumplimiento de todas las esperanzas parece posible, porque para la mayoría de chicas y
chicos, el rango de opciones sobre cómo vivir es mayor de lo que fue hasta el momento y de lo
que será nunca”.

Tanto si estamos de acuerdo con la conceptualización de adultez emergente propuesta por el


profesor Arnett, como si nos situamos en la óptica de la tercera década de la vida como etapa
transición a la adultez, parece claro que las vivencias y posibilidades de los jóvenes de entre 18
y 30 años son muy diferentes a las que tenían sus homólogos en otras épocas o incluso sus
propios padres. Los cambios demográficos de las sociedades occidentales industrializadas han
posibilitado esta nueva etapa evolutiva. Sin embargo, la situación demográfica actual no puede
explicar por sí sola la realidad de los adultos emergentes. Para entender la transición a la
adultez debemos tener muy presentes los contextos socio-culturales concretos en los que
viven los jóvenes. De hecho, uno de los principales retos al que nos enfrentamos en el estudio
de la Adultez Emergente en la actualidad es el de identificar las claves diferenciales que
contribuyen a la vivencia de la tercera década de la vida para jóvenes de distintos entornos
culturales, ya que lo que sabemos hasta ahora está muy circunscrito al contexto de en nuestro
país.

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