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Estados Unidos y la sombra de su democracia: entre el legado de

Trump y la impronta de Biden. Algunas reverberaciones sobre su


política exterior y las relaciones con América Latina

Por Eva Pignatta1

El sistema político democrático ha sido un elemento central en la construcción


identitaria de Estados Unidos, con implicancias para su ámbito interno y
también para la esfera externa, como componente de su política exterior. Pese a
ello, en los últimos años se ha registrado una erosión de la democracia
norteamericana, que se profundizó y se visibilizó de forma más evidente a partir
de la elección de Donald Trump como presidente. Diversos informes y trabajos
publicados se han propuesto caracterizar este retroceso democrático,
comprender sus causas y proponer cursos de acción, con diagnósticos y miradas
no siempre coincidentes, incluso en pugna. La asunción de Joe Biden como
presidente no significó hasta el momento dejar atrás esta tendencia, pero sí
implicó, por un lado, un nuevo posicionamiento en torno al sistema político
norteamericano que marca una ruptura con el gobierno anterior y que, en
coincidencia con ciertos análisis y diagnósticos, busca fortalecer el
excepcionalismo norteamericano vía su sistema político y, por otro lado, brindar
una nueva lectura binaria del mundo desde la que se considera que lo que está
en juego es la disputa entre democracias y autocracias.
En las siguientes líneas, por una parte, se recuperan de forma retrospectiva
diversos análisis acerca del deterioro democrático en EEUU teniendo en cuenta
algunos aspectos del legado de Trump y sus resonancias para la administración
de Biden. Por otra parte, se revisa la denominada doctrina Biden con foco en el
rol asignado a la democracia y las reverberaciones que esto supone para su
política exterior en general y para América Latina en particular.

Erosión de la democracia estadounidense


A partir de la llegada de Trump a la Casa Blanca se puso en jaque de forma
abierta el supuesto de EEUU como una democracia consolidada, robusta y
ejemplo a emular. Si bien el cuestionamiento a la democracia en EEUU no era
nuevo, a partir de 2016 se profundizó, se hizo más visible y generó una serie de
interrogantes referidos al presente y futuro de una de las democracias más
1
Doctora en Relaciones Internacionales y profesora adjunta de Política Internacional
Latinoamericana en la Facultad de Ciencia Política y RRII (UNR). Investigadora del
Departamento de América del Norte (IRI-UNLP) y del Centro de Investigaciones en Política y
Economía Internacional (CIPEI-UNR).
antiguas. Los cuatro años del gobierno de Trump incluyeron un deterioro de la
calidad de la democracia y esto se expresó en diversos informes dedicados a
medir la democracia en el mundo, así como en la publicación de bibliografía que
se interrogaba acerca del declive e incluso el fin de la democracia en EEUU.
Si bien el panorama de la democracia norteamericana descripto por diversas
fuentes, con opciones metodológicas y conceptuales diferentes, se tradujeron en
mediciones e índices variados, las tendencias generales han sido coincidentes en
mostrar un deterioro creciente en los últimos años. Es central tener en cuenta
que medir la democracia implica discutir sobre su concepto ya que al adoptar
determinadas decisiones metodológicas y conceptuales –seleccionar variables e
indicadores y su operacionalización– se privilegian ciertos atributos y se
invisibilizan otros (Freindenberg y Saavedra Herrera, 2020; Munck, 2007). De
esta forma, el concepto de democracia detrás de cada medición o índice no es el
mismo, sino que varía en función de las decisiones conceptuales y
metodológicas adoptadas.
Así, inscriptos en la vertiente conceptual de democracia liberal o electoral, los
índices construidos por Freedom House y The Economist muestran una erosión
de la calidad de la democracia en EEUU que se profundiza en los últimos años.
Con una perspectiva centrada en los derechos políticos y su cumplimiento, en el
informe publicado en 2017 The Economist Intelligence Unit dejó de considerar
a Estados Unidos como una “democracia completa” para describirlo como una
“democracia defectuosa”. Dicho informe adoptó el título La venganza de los
ʻdeplorablesʼ en referencia a la definición que Hillary Clinton había realizado
sobre un sector de los votantes de Trump durante la campaña de 2016, que fue
criticada por Trump por insultar a sus votantes y que es considerada por
algunos análisis como un factor que incidió en su derrota en las elecciones de
ese año.2 Esta calificación de EEUU como democracia defectuosa se mantiene
hasta nuestros días y es compartida con varios estados de la región (The
Economist Intelligence Unit, 2022).
Por su parte, Freedom House aunque siguió considerando a EEUU como un
país libre, destacó en diversos informes el declive de su índice debido al
deterioro de los derechos políticos y las libertades civiles. En el informe del año
2017 EEUU fue incluido como parte de los estados a los que se les debía realizar
un escrutinio especial debido a que se encontraban cercanos a un punto de
quiebre en su trayectoria democrática (Freedom House, 2017).
En el best seller Cómo mueren las democracias, publicado en 2018 y convertido
en un libro de época (Welp, 2020), los politólogos de la Universidad de Harvard
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt plantean una pregunta que, admiten, jamás
creían que se formularían: “¿Está la democracia estadounidense en peligro?”.
2
Hillary Clinton había afirmado: “… siendo groseramente generalista, la mitad de seguidores de
Trump se podrían meter en lo que yo llamo la 'cesta de los deplorables' (…) Son racistas,
sexistas, homófobos, xenófobos e islamófobos…”. En CBS News (16 de septiembre de 2016),
Hillary Clinton says half of Trump's supporters are in a "basket of deplorables". Youtube
https://www.youtube.com/watch?v=PCHJVE9trSM
En su libro analizan cómo se desmoronan las democracias y señalan que ya no
es habitual que sea por la vía de los golpes militares o el quiebre por medios
violentos: las dictaduras flagrantes ya no son comunes y en la mayoría de los
países se suelen llevar adelante elecciones de forma regular. No obstante, las
democracias siguen fracasando, pero, según argumentan Levitsky y Ziblatt
(2018), lo hacen a manos de mandatarios electos que subvierten el proceso
democrático que los llevó al poder.3
En el caso de EEUU los autores consideran dos elementos que, reforzando los
mecanismos de checks and balances, han sido centrales para la democracia y
que se han debilitado en las últimas décadas: la tolerancia mutua –aceptarse
como adversarios legítimos– y la contención entendida como la moderación a la
hora de utilizar las prerrogativas institucionales. Una de las limitaciones del
planteo de Levitsky y Ziblatt se vincula a que, en virtud del acotado enfoque
comparativo ensayado y del eje en las instituciones y las culturas políticas
nacionales, se excluyen cuestiones de política internacional y no se brinda un
marco para tener en cuenta las relaciones entre la geopolítica de la guerra fría,
de la post guerra fría y el devenir de la democracia moderna (Tooze, 2021, p.
49).
Por otra parte, vale aclarar que Trump no puede ser entendido solo como causa
de la erosión/crisis democrática en tanto la misma lo antecede y, de hecho, su
llegada al poder puede ser leída como una expresión más de esta crisis. Como
sostiene Anabella Busso (2020) “Trump es una muestra de la crisis de las
democracias occidentales y su triunfo es una consecuencia de un proceso
preexistente” (p. 62). En este sentido, Levitsky y Ziblatt (2018) no consideran a
Donald Trump como el iniciador de este proceso de declive democrático, pero
advierten que su gobierno lo precipitó en un escenario de polarización extrema.
Los demócratas centristas acuerdan en términos generales con el enfoque
adoptado por Levitsky y Ziblatt (2018). Para este sector el triunfo de Trump
implicó un “quiebre para el preciado relato liberal del progreso” y estiman que
Biden repararía el daño causado (Tooze, 2019). Que Biden haya leído el libro de
Levitsky y Ziblatt y que incluso se haya obsesionado con él no es un dato menor
(Parker, 2021; Osnos, 2021).
En cambio, para la izquierda estadounidense Trump no representa una ruptura
histórica, sino una continuidad: “Trump revela de manera descarnada aquello
que tapaba la civilidad de Obama y su gobierno: la subordinación de la
democracia estadounidense al capitalismo, al patriarcado y al inicuo orden
racial originado en la esclavitud” (Tooze, 2019, p. 45).
Esta mirada entronca con la tesis de Nancy Fraser acerca de la crisis actual de la
democracia. Desde su perspectiva, es necesario ir más allá del sentido común
bienpensante y de la teoría más reciente sobre la democracia ya que estas
3
En este sentido los autores sostienen: “La paradoja trágica de la senda electoral hacia el
autoritarismo es que los asesinos de la democracia utilizan las propias instituciones de la
democracia de manera gradual, sutil e incluso legal para liquidarla” (Levitsky y Ziblatt, 2018).
propuestas caen en un politicismo que no permite situar la crisis del orden
político dentro de su matriz social. Según Fraser (2020) la crisis de la
democracia representa una hebra de una crisis más amplia y de un alcance
mayor: la crisis del capitalismo bajo la forma actual de capitalismo
financiarizado (p. 117).

America is Back bajo la óptica binaria democracias vs. dictaduras


El triunfo de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020 resultó
histórico por diversos motivos: por ser la elección presidencial que más votantes
convocó y que dio como triunfador al candidato más votado de la historia de los
EEUU con más de 84 millones de votos (y Trump resultó el segundo más votado
de la historia); porque junto a Biden asumió la primera vicepresidenta mujer, de
color, con ascendencia asiática y caribeña, Kamala Harris; y porque Biden logró
el triunfo sobre un presidente en ejercicio que buscaba su reelección, hecho que
no acontecía desde que Bill Clinton derrotó George H. W. Bush en los comicios
presidenciales de 1992.
La llegada de Biden a la Casa Blanca trajo consigo la puesta en juego de un
conjunto de propuestas de cambio que buscaron reordenar las agendas de
gobierno interna y externa impregnadas ahora con el slogan America is Back,
en reemplazo del America First de Trump. Por el lado de la política interna con
un conjunto de medidas destinadas a controlar la pandemia, apuntar a la
recuperación de la economía y hacer frente a las demandas sociales en un
escenario de fuerte polarización. Por su parte, la política exterior estuvo
orientada a enfrentar el declive relativo de poder de EEUU con foco en la
recuperación de su liderazgo en el mundo.
Entre los elementos centrales que van a dar forma a la política exterior
destinada a recuperar el liderazgo global resulta necesario resaltar dos
proposiciones/ideas que son destacadas por el consejero de Seguridad Nacional
Jake Sullivan (Mackinnon, 2022). Por una parte, una fuerte apuesta a los
aliados y socios internacionales, recuperándolos para hacer frente de forma
conjunta a los desafíos comunes. Por otra parte, la idea de que el poder
estadounidense en el mundo está principalmente enraizado en la fuerza
estadounidense en casa y que la conexión entre la política exterior y la política
interior es muy estrecha y debe ser atendida de forma rigurosa y continua. Esas
dos proposiciones básicas sustentan la premisa general sostenida por Biden de
que se asiste a una década decisiva en lo relativo a la democracia, en la que se
debe demostrar que la misma es la forma de gobierno más adecuada para
cumplir con los ciudadanos y enfrentar los grandes desafíos de una manera que
mejora la vida de las personas (Mackinnon, 2022).
En este orden de ideas, en su primera conferencia como presidente de los EEUU
Biden señalaba: “Les predigo que sus hijos o nietos van a estar haciendo su tesis
doctoral sobre el tema de '¿Quién triunfó, la autocracia o la democracia?' Eso es
lo que está en juego. No solo con China, mirá alrededor del mundo”. Y agregaba:
“esta es una batalla entre la utilidad de las democracias en el siglo XXI y las
autocracias. Eso es lo que está en juego aquí. Tenemos que demostrar que la
democracia funciona” (PBS NewsHour, 2021, 1h8m46s).4
La idea de que el conflicto central en el siglo XXI será el enfrentamiento entre
democracias vs. autocracias ha sido un componente discursivo central de la
política exterior de EEUU bajo esta primera parte de la administración Biden,
operando como un eje ordenador de la misma. Esta lectura binaria ha sido
denominada por algunos analistas como Doctrina Biden (Brands, 2021). Su
emergencia se conecta con la política interna de EEUU y es, en buena medida,
consecuencia de la misma en tanto se encuentra asociada a la evaluación
sostenida por Biden –en sintonía con el trabajo de Levitsky y Ziblatt (2018)–
sobre que la administración Trump era una amenaza autocrática para la política
de EEUU y del mundo.
En este marco, la Doctrina Biden se ha presentado como un intento por
redefinir la esencia del conflicto en clave de democracias vs. autocracias, con la
mirada puesta en China. Al mismo tiempo, dicha doctrina se inscribe en la
búsqueda de asumir el control de la agenda, capturar los términos del debate y,
así, aumentar la capacidad de darle forma al resultado del enfrentamiento.
Sin embargo, la organización de la política exterior alrededor de una división
binaria del mundo entre democracia o autoritarismo trae aparejado una serie de
inconvenientes y es objeto de diversas críticas. Una de esas cuestiones se vincula
con la aplicación de políticas de doble estándar en las cuales el estándar de la
democracia es jerarquizado o subordinado de acuerdo a criterios basados en
otros intereses y no por una vocación democratizadora. Así, mientras
Washington levanta la bandera de la democracia y define la disputa central en
términos de democracias vs. autocracias, al mismo tiempo apoya a gobiernos
que lejos están de ser calificados de democracia, ni aun adoptando un concepto
mínimo de democracia, en función de intereses estratégicos.
En este sentido, en materia de las relaciones entre EEUU y América Latina
resulta pertinente mencionar que la negativa del gobierno de Biden de invitar a
participar de la IX Cumbre de las Américas celebrada este año en Los Ángeles a
Cuba, Nicaragua y Venezuela por no cumplir con los estándares democráticos
generó controversias y críticas. Esta cumbre pareció estar atravesada por cierta
nostalgia al espíritu de la primera Cumbre de las Américas en Miami, cuando la
expansión de la democracia y las economías de mercado marcaban este clima de
época predominante de fuerte alineamiento de Latinoamérica con Washington.
Las controversias con diversos mandatarios latinoamericanos se expresaron en
desacuerdos sobre las exclusiones anunciadas e incluso el presidente de México,
4
En idioma original: “I predict to you your children or grandchildren are going to be doing their
doctoral thesis on the issue of 'Who succeeded, autocracy or democracy?' That is what is at
stake. Not just with China, look around the world”. Y reconocía: “It is clear, absolutely clear: this
is a battle between the utility of democracies in the 21st century and autocracies. That's what's at
stake here. We've got to prove democracy works” (PBS NewsHour, 2021, 1h8m46s).
Andrés López Obrador, no asistió a la Cumbre por este motivo.5 A esto se
sumaron también críticas por ubicar el tema de la democracia en el centro de la
cumbre, mientras este no ha sido el estándar que EEUU ha venido aplicando
recientemente en sus reuniones con otras regiones del Sur global (Tokatlián,
2022).
Frente a las preguntas periodísticas realizadas a la secretaria de Prensa de la
Casa Blanca sobre la decisión de no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela al
encuentro interamericano, Jean-Pierre comentó que el presidente consideró
que, apegándose a sus principios, no se debía invitar a dictadores. Además,
sobre las consultas acerca de cómo reconciliar esa posición con una posible
visita del presidente Biden a Arabia Saudita la secretaria respondió que “si el
presidente determina que está en el interés de Estados Unidos interactuar con
un líder extranjero y que esa interacción puede generar resultados, entonces lo
hará” (The White House, 2022), dando cuenta de la precedencia de la lógica de
la realpolitik.
Otra iniciativa de política exterior orientada por la denominada Doctrina Biden
que también generó críticas fue la Cumbre por la Democracia convocada por el
propio Biden y realizada de forma virtual a fines de 2021. Dicho encuentro se
planteó como una instancia para debatir acerca de los desafíos que genera el
autoritarismo, el combate contra la corrupción y la defensa de los derechos
humanos.
La polémica emergió a raíz de los estados ubicados dentro y fuera de dicha
iniciativa en la medida que la invitación o no a la cumbre pareció operar como el
trazado por parte de Washington de una frontera entre estados democráticos y
aquellos que no lo son. La lista de invitados reunió a 110 países, algunos con
dudosas credenciales democráticas, pero incluidos en función de evaluaciones
estratégicas y de equilibrio más allá de la condición democrática. Entre quienes
no fueron invitados se destacan dos grandes potencias como China –pero sí
Taiwán– y Rusia, Hungría –único miembro de la Unión Europea excluido–,
Egipto, las monarquías saudíes y de América Latina se excluyó a Bolivia, Cuba,
El Salvador, Nicaragua y Venezuela, entre otros.
China no tardó en responder al carácter de esta convocatoria con una fuerte
crítica. El portavoz Wang Wenbin del Ministerio de Relaciones Exteriores de la
República Popular de China declaró acerca de la Cumbre convocada por EEUU:
“…traza líneas ideológicas, convierte la democracia en instrumento y
arma, atenta contra la democracia so pretexto de ella misma, incita la
división y la confrontación  para desviar la atención de  los problemas
internos y pretende mantener la hegemonía de Estados Unidos en el
mundo, lo cual ha socavado el sistema internacional centrado en la ONU
y el orden internacional basado en el derecho internacional. Este
proceder de Estados Unidos, que va en contra de la tendencia de la
historia, ha sido objeto de un amplio rechazo de la comunidad
5
Para más detalles sobre este tema se puede consultar el artículo de Guadalupe Dithurbide
(2022) contenido en este anuario.
internacional” (Ministerio de Relaciones Exteriores de la República
Popular de China, 2021).
Matthew Duss, asesor de política exterior del senador Bernie Sanders, identifica
algunas tensiones entre la retórica de la Doctrina Biden y su aplicación efectiva
que afectan la legitimidad de su política exterior (Duss, 2022; Iber, 2022). En
este marco destaca que esta doctrina tiende a desatender el hecho que el
enfrentamiento entre fuerzas democráticas y autocráticas se produce no solo
entre estados, sino principalmente al interior de los estados (Duss, 2022). En el
caso de EEUU esto se expresa en la visibilización de diversos síntomas que son
parte de un conjunto de tensiones y desafíos que afectan a su democracia. El
asalto al Capitolio el 6 de enero del 2021 y la consecuente investigación por
parte de un comité del Congreso de EEUU que acusa a Donald Trump de
planificar un intento de golpe de Estado es uno de los síntomas más palpables,
pero no es el único. Se suman otros temas como el racismo, las situaciones de
violencia policial como lo ejemplificó el asesinato de George Floyd –entre otros
casos–, así como el recorte en materia de derechos de las mujeres como fue la
decisión de la Corte Suprema de revocar el histórico fallo Roe vs Wade poniendo
fin a las protecciones constitucionales para el aborto, entre otros.

A modo de cierre
A través de estas páginas se buscó brindar una aproximación sobre las maneras
en que se evalúa el deterioro democrático que afecta a EEUU a través de un
breve recorrido por algunos análisis y publicaciones. A su vez, se vinculó esto
con las lecturas realizadas por la administración Biden en torno al sistema
político de los EEUU y a cómo la democracia en oposición a las autocracias
aparece enlazada a los discursos y políticas destinados al ámbito externo,
incluyendo a América Latina.
Además, se advirtió acerca de las controversias y críticas que genera la
definición planteada por Washington del conflicto central de las relaciones
internacionales en términos de democracias y autocracias. Desde la experiencia
latinoamericana las políticas de Estados Unidos con argumentos basados en la
idea de avanzar en la democracia tienen antecedentes en el siglo XIX y
comienzos del siglo XX. En aquel entonces la idea de expandir la democracia se
esgrimió para legitimar el comportamiento imperial en América Latina y el
Caribe, proveyendo “una explicación y justificación del imperialismo
estadounidense, territorial y comercial” (Smith, 1996: 40). Estos antecedentes
históricos resuenan aún en nuestros días y se encuentran asociados a las críticas
sobre las políticas de doble estándar aplicadas desde Washington, así como a las
conexiones y tensiones que se producen entre la política interna y la política
exterior de EEUU.
Lo recién mencionado también puede ponerse en relación con lo que señala
Yanina Welp sobre el libro de Levitsky y Ziblatt (2018):
“Los autores dan cuenta de la nueva coyuntura estadounidense. Pero hay
una larga lista de violaciones a la democracia a escala global que EEUU
ha cometido durante todo el siglo XX y que no son objeto del libro. Vale
preguntarse si se puede trazar una línea roja que rescate las bondades de
un sistema hacia adentro y la cúspide, mientras los mismos actores que
defienden la política interna (sin contemplar que las violaciones de
derechos humanos contra la población negra podrían ser un argumento
suficiente para no considerar tan modélica esa democracia) impulsan una
política exterior plagada de actuaciones contrarias a los principios
democráticos y de los derechos humanos” (Welp, 2020, p. 66).
Como se detalló en los apartados anteriores, el lugar otorgado a la democracia
en la definición de la denominada Doctrina Biden como eje ordenador de la
política exterior se encuentra en estrecha relación a una lectura liberal sobre el
deterioro de la democracia en el propio territorio de los EEUU. A su vez,
pareciera que su puesta en juego no se aleja de considerarla como una
herramienta de autointerés por parte del poder hegemónico en la búsqueda de
recuperar su liderazgo. Desde esta perspectiva, resuena la idea de que Estados
Unidos apoya la democracia cuando la democracia apoya a Estados Unidos; esto
es, de que más allá de las fronteras que EEUU ha trazado recientemente entre
quienes considera como democracias y quienes no, la democracia es apoyada y
las autocracias toleradas en la medida que resultan funcionales a los intereses
estadounidenses. Y, aunque esto no es ninguna novedad, es necesario
considerar sus consecuencias para el orden mundial en la interacción de ideas,
capacidades materiales e instituciones.
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