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Los autores sugieren que los actores internacionales son casi impotentes para
mejorar la calidad de la democracia y que el escaso crecimiento económico ha
limitado las transformaciones estructurales favorables para la democracia.
La primera ola 1828-1926 tiene muy poca influencia en América Latina, pues sólo
toma a Argentina, Chile, Uruguay y, en cierta medida, a Costa Rica.
La segunda ola se da entre 1943 y 1962. Fue seguida por quince años de regresión
autoritaria y estancamiento democrático.
El hallazgo más fuerte del análisis cuantitativo es que un entorno regional más
favorable a la democracia fue un factor clave. Los factores internacionales solo
ocasionalmente son la fuerza impulsora detrás de una transición a la democracia,
pero pueden alterar significativamente las probabilidades a favor o en contra de
ellas.
Las democracias fueron más capaces de resistir los sistemas de partidos polarizados
después de 1978. Tenían más probabilidades de sobrevivir con el multipartidismo.
Finalmente, y sobre todo, pudieron sobrevivir mejor a pesar de un historial
económico mucho peor después de 1978.
Las tendencias e influencias políticas regionales han sido importantes en las oleadas
de transformaciones del régimen.