Está en la página 1de 4

Leopoldo Mandic, capuchino.

Nació el 12 de mayo de 1866 en Croacia. Fue bautizado el 13 de Hacia los 16 años, joven, inteligente y reflexivo, Adeodato -que
junio con el nombre de Bogdan (Adeodato) Juan. Pedro Mandic, significa «dado por Dios»- se decide a ser devuelto al Señor:
el padre, provenía de una ferviente familia católica y pertenecía ingresó en el seminario de los capuchinos de Venecia, en Udine,
a la antigua nobleza de Bosnia. Hijo de un comerciante marítimo, el 16 de noviembre de 1882. Un compañero suyo de seminario,
con una flotilla en el Adriático, equipada para la pesca y el posteriormente arzobispo, Mons. Cornelio Sebastián Cuccarollo,
comercio. A causa de las condiciones políticas adversas, los nos lo presenta como «un modelo perfecto en la disciplina, en la
Mandic habían perdido riquezas, acabando en la miseria. aplicación al estudio, en la compostura de sus actos en los paseos
Solamente conservaban la nobleza de ánimo y la riqueza de la fe y en los recreos, y sobre todo en el recogimiento de la capilla,
católica. Mantuvo siempre en el corazón el recuerdo de su donde rezaba como un santo. En la
madre Carlota. «Mi madre -dirá ya cargado de años- era de una mortificación de la lengua se había
piedad extraordinaria. A ella le debo de modo particular cuanto impuesto... un rigor
soy». extremadamente severo y
delicado». Estos son los detalles
El muchacho Bogdan es considerado «muy inteligente... y de
fisonómicos del seminarista Mandic
mucha aplicación al estudio... muy bueno y devoto. Esta era su
que se mantendrán firmes y
vida: la casa, la iglesia y la escuela. No participaba con otros en
precisos durante todo el resto de su
los juegos y diversiones y andaba siempre recogido..., prefiriendo
vida entre los capuchinos de
estar siempre solo».
Venecia.

Vistió el hábito capuchino a los 17 años y tomó el nombre de fray capuchino? Apenas si salía del convento, no era orador, ni tenía
Leopoldo. Pronunció los votos perpetuos el 28 de octubre de 1888 pretensiones de ocupar un puesto para figurar... Solamente
en Padua y recibió la ordenación sacerdotal en Venecia el 20 de atender con asiduidad al confesonario. Perfecto asceta, buscaba la
septiembre de 1890, a la edad de 24 años. sombra. Y, sin embargo, todos corrían a él en busca de consejo o de
fortaleza. Todos los días y a todas horas había siempre en la iglesia
Los paduanos mostraron sincero afecto al padre Leopoldo, «¿Quién
de los capuchinos alguien que preguntaba por el padre Leopoldo:
no conoce en Padua al padre Leopoldo, el buen hermano
ricos, gente del pueblo, sacerdotes, profesores, profesionales,
obreros. Venían incluso de fuera de la ciudad, de lejos».

Cuando el 16 de octubre de 1923 se tomó la decisión por parte de los balbuciente. No gozaba de
superiores de trasladar al confesor padre Leopoldo desde Padua a salud para dedicarse a la
Fiume, siete días después el obispo de la ciudad, el siervo de Dios Elías evangelización: se
Dalla Costa, escribía al superior provincial: «El destino a Fiume del presentaba con un cuerpo
buenísimo padre Leopoldo ha despertado en toda la ciudad de Padua pequeño (de 1,35 m.),
un sentido de gran amargura y de verdadero disgusto. Muy distinguidas encorvado, pálido, muy
personalidades del clero y de los seglares piden a Vuestra Paternidad endeble, atormentado por
Reverendísima que permanezca aquí». Imploraba el retorno del no pocos achaques, como
«confesor» «para el bien de esta gran e insigne ciudad y diócesis» y dolor en los ojos, molestias
aseguraba que todos lo acogerían «con entusiasmo». de estómago, artritis deformante. Justamente acabará con su vida un
terrible cáncer de esófago.
A pesar de su duro carácter, se controlaba bien y alcanzaba éxito, por
coraje, poniendo marcha atrás, haciéndose violencia a sí mismo, Dios lo llamaba para estar entre los pueblos orientales. Pero la
cantando victoria en el perdón. Muchos son los testimonios que constan obediencia lo encerró en un confesonario. El mismo Dios, que
en el proceso. Recojamos algunos: «No obstante su carácter sabía claramente le había abierto el camino, parecía que se lo cerraba. Dios
dominarse, sin mostrar exteriormente lo que ocurría en su interior». cierra para abrir, porque en su providencia sabe tejer sus bordados
«De carácter fuerte, pero siempre con el control de sí mismo: a veces su incluso en el revés del diseño.
rostro religioso se inflamaba por completo, pero sin salir de su boca
Esta fue la delicada tarea, enorme y maravillosa, del padre Leopoldo en
palabra alguna que desentonara». «Sabía perdonar generosamente las
Padua durante los 34 años de confesor: estar al servicio de los más
pequeñas ofensas que recibía en el convento, no mostrando
necesitados, de los más pobres, como son los pecadores. Oír
resentimiento alguno. Y esta era una gran virtud, dado su carácter más
confesiones: «Esta es, en efecto, su misión, anotaba su superior
bien fuerte».
provincial en los Anales de los Capuchinos de Venecia, en 1923. Su
Fue explícita la voz de los superiores que le confiaron el ministerio de constitución física muy débil no le permite dedicarse a otros ministerios.
oír confesiones. El padre Leopoldo no podía dedicarse a la predicación: En la confesión, no obstante, ejerce una fascinación extraordinaria por
era de palabra a veces lenta, a veces precipitada, cansada, como su gran cultura, por su aguda intuición y especialmente, por la santidad
de su vida. A él afluyen no solamente gente del pueblo, sino de Dios; transformar la propia vida en una donación de sí y en una
particularmente intelectuales y aristócratas, así como profesores y donación de Dios. Y todo con sencillez, con serenidad. Esta es la vida del
estudiantes universitarios y el clero secular y regular». padre Leopoldo».

Estaba siempre abierta la celdilla-confesonario del padre Leopoldo para Salía al encuentro del penitente; le escuchaba y comprendía sus
acoger, para escuchar casos dolorosos, para asegurar el perdón de Dios. debilidades, sin hacerle gravosas ni culpas ni remordimientos; con
Una actividad escondida, sin propaganda, apenas percibida, alejada de frecuencia, al perdonarle, le quedaba agradecido. «Confesor de manga
entrevistas o de flash, desarrollada durante más de 30 años, sin ancha», lo tildó más de uno, acusándolo hasta de laxismo. «Confesor de
interrupción, con esa labor de día a día que siempre desgasta, con una la misericordia de Dios», se juzgaba él. Y para darle la razón estaban las
asiduidad de diez a doce horas diarias. más exquisitas parábolas evangélicas de la misericordia. Alguna vez se
justificó: «Dicen que soy demasiado bueno; pero si alguien viene para
Cuando los males del cuerpo le impedían este servicio de la confesión,
arrodillarse delante de mí, ¿no es esta una prueba suficiente de que
el enfermo pedía a personas de su confianza: «Encomiéndeme al
implora el perdón de Dios?». Repetía: «La misericordia de Dios es
Padrone (Señor amo) a fin de que se digne devolverme la salud para el
superior a toda expectativa».
bien de las almas». Y en marzo de 1942, cuatro meses antes de morir:
«Usted ruegue por mí, para que la Virgen santísima se digne librarme Para superar obstáculos en algunas confesiones difíciles, daba ánimo:
de estas incomodidades, para que así pueda nuevamente atender a las «Dos pecadores nos encontramos aquí. ¡Dios tenga piedad de
almas». Un sacerdote con un único interés: las almas. Apóstol a pesar nosotros!». Con decisión eliminaba dudas o escrúpulos o ansias,
de mantenerse sentado. asegurando: «La responsabilidad recae sobre mí, señor». Era firmísimo
en la doctrina. Estaba en el confesonario como en una garita, centinela
El profesor Ezio Franceschini, de la universidad católica de Milán,
para la defensa de la moral y de los derechos de Dios. Confió a un amigo:
sintetizó el servicio del padre Leopoldo en Padua al presentarlo
«Cuando confieso y doy consejos, siento todo el peso de mi ministerio
«encerrado en una celdilla de escasos metros cuadrados, sin
y no puedo traicionar mi conciencia. Primeramente y ante todo, la
preocuparse de sus achaques, ni del frío, del calor, del cansancio, del
verdad».
interminable desfilar de las personas que acudían a sus pies con el peso
de sus culpas, de sus penas, de sus necesidades... Confesando durante Sus penitentes le exaltaron a coro con testimonios como éstos: «una
diez, doce horas al día, con paciencia, con bondad, con atención siempre acogida singular», «la paciencia increíble», «la delicadeza
viva, encontrando las palabras apropiadas para cada uno. Todo esto sin imperturbable», «jamás un arrebato, jamás una impaciencia», «un gran
interrupción ni reposo, ni siquiera en los días anteriores a su muerte. sentido de comprensión», «cortesía también para los más pobres y
Tener cada día nueva sed de almas; hacer llegar a las conciencias la luz
humildes», «un gran corazón», «siempre a disposición», «cantidad de
humanidad al escuchar».

Se comprometía a cumplir él la penitencia ofreciendo y sufriendo. Solía


repetir: «¡Pongo poca penitencia a los que se confiesan porque lo
demás lo hago yo!». Hallado de noche orando, daba esta explicación:
«¡Tengo que hacer penitencia por mis penitentes!».

Su mayor penitencia era pasar todo el día en aquella celdilla tan


estrecha que era confesionario y a la vez su habitación, muy fría en
invierno y un horno en verano. Permanecía, no obstante, allí desafiando
al frío y al calor: «Si no hago penitencia por mis penitentes...»

Las salidas de su celdilla-confesonario eran para visitar a los enfermos


en Padua o en otros pueblos cercanos, en clínicas o en casas privadas.
Para todos ellos se hacía hermano que anima y sacerdote que absuelve.
A menudo se dirigía a la enfermería del convento para confortar a los
hermanos enfermos o ancianos. A cada uno le repetía el mismo
estribillo: «¡Tenga fe! ¡Tenga fe!».

Debilitado por sus enfermedades en los huesos y un cáncer de esófago,


deja el mundo terreno para dirigirse al Padre a los 76 años, 60 como
capuchino y 52 como sacerdote.

Fue canonizado por Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1983.


Fernando de Riese Pío X, O.F.M.Cap., San Leopoldo Mandic. Bisagra entre los hombres y Dios, en
AA.VV., «... el Señor me dio hermanos...». Biografías de santos, beatos y venerables capuchinos.
Tomo II. Sevilla, Conferencia Ibérica de Capuchinos, 1997, págs. 297-319.- La principal fuente de
información de esta biografía son las actas del proceso de canonización.

También podría gustarte